Cambios y transformaciones en las familias latinoamericanas
La referencialidad de adultos significativos distintos a los padres*
Referentiality of Significant Adults other than parents
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia
Universidad de Caldas, Colombia
ISSN: 2145-6445
ISSN-e: 2215-8758
Periodicidad: Semestral
vol. 15, núm. 1, 2023
Recepción: 13 Octubre 2020
Aprobación: 15 Junio 2021
Resumen: Objetivo. Indagar por la referencialidad de adultos significativos en el proceso de desarrollo de adultos jóvenes colombianos de ambos sexos que experimentaron sentimientos de ausencia de sus padres. Metodología. Estudio de caso, mediante entrevistas semiestructuradas a partir de categorías predefinidas desde el marco teórico. Resultados. Si bien en los relatos de los participantes aparecen sentimientos negativos y experiencias de pérdida o abandono, se puede evidenciar la existencia de adultos significativos distintos a los padres, que les ayudaron a salir adelante. Estos jóvenes contaron con otras personas que los hicieron sentirse reconocidos y escuchados, y ello les permitió reconocerse con un lugar en el mundo al contar con personas en las que podían confiar, figuras significativas que los acompañaron y contribuyeron a la construcción de proyecto de vida. Conclusiones. Las interacciones positivas con estos referentes alternos, como familia extensa, vecinos y amigos, y su apoyo, afecto y reconocimiento, contribuyeron a la construcción de un lugar positivo en el mundo y desarrollar confianza y afecto hacia otras personas.
Palabras clave: Adultos significativos, referencialidad, familia, sentimientos de ausencia, crianza.
Abstract: Objective. To inquire about the referral of significant adults in the development process of Colombian young male and female adults who experienced feelings of absence from their parents. Methodology. Case study through semi-structured interviews from predefined categories from the theoretical framework. Results. Although negative feelings and experiences of loss or abandonment appear in the reports of the participants, the existence of significant adults other than parents who help them move forward can be evidenced. These young people had other people who made them feel recognized and heard and this allowed them to recognize themselves with a place in the world by having people they could trust, significant figures who accompanied them and contributed to the construction of their life project. Conclusions. Positive interactions with these alternate referents, such as extended family, neighbors and friends, as well as their support, affection, and recognition contributed to building a positive place in the world and developing trust and affection for other people.
Keywords: Significant adults, referentiality, family, feelings of absence, upbringing.
Introducción
Las complejas dinámicas de la vida cotidiana en la contemporaneidad han generado transformaciones en la forma de relacionarse, dada la manera en que se conforman las familias y las diferentes realidades sociales. Pero, tal vez uno de los cambios que genera más cuestionamientos y preocupación, es el proceso de socialización de las nuevas generaciones, la forma en que se están criando a los hijos y el lugar de los adultos referentes en dicho proceso, debido al cada vez menos involucramiento de los padres en el mismo. Esta preocupación constituye el punto de partida del presente estudio.
El debate actual sobre lo que se define como familia, unido a la tensión generada respecto a sus obligaciones en relación con la crianza, plantean un interesante y necesario campo de investigación, hasta ahora poco abordado, particularmente en las implicaciones que tiene en los procesos de socialización de niños, niñas y adolescentes (Cardona Rodríguez et al., 2014).
El concepto de referencialidad ha sido poco explorado y, aunque ha tenido un uso indistinto en diversos contextos, se pretende conceptualizar desde las narraciones que algunos jóvenes adultos hacen de su propia historia, en donde los referentes paternos se han visto desdibujados por sus ausencias en el proceso de desarrollo y cuyas funciones referenciales han podido recaer en distintos adultos significativos que pudiesen ayudar a comprender por qué, a pesar de dichas ausencias, estos jóvenes han logrado niveles de satisfacción frente a la vida y de realización personal.
Se trata, entonces, de ampliar la discusión sobre la referencialidad más allá de las figuras parentales, desde el proceso de socialización.
El concepto de referente
En relación con el término “referente”, Moreno Carmona (2018), afirma que ha sido usado en algunas teorías psicológicas para referirse a adultos significativos que suelen cumplir las funciones parentales, sin que necesariamente coincidan con la madre o el padre. Dichas funciones, explicitadas en lo que algunos denominan prácticas de crianza, son las maneras en que los adultos cuidadores orientan el desarrollo del niño y le transmiten un conjunto de valores y normas que facilitan su proceso de socialización.
Hace poco más de veinte años tratando de comprender las relaciones parentales en adolescentes infractores, Moreno Carmona y Rojas Pazmiño (1998), proponían un modelo de relación adecuado para una integración social, basado en el concepto de referente. Según el modelo, a la madre, como referente primario, le corresponde confrontar al niño con la realidad, imponiéndole los primeros controles y límites a los tiempos de sueño y alimentación, entre otros, que le permitan al niño un cierto entrenamiento para enfrentar la frustración y la espera, como parte de la vida, unidos a adecuadas manifestaciones de cuidado y cariño que le brinden seguridad emocional suficiente para no sentirse abatido por la ansiedad. Por su parte, si bien el padre tiene similares funciones de afecto y control, asume un rol fundamental frente al proceso de integración social del niño, en tanto portador de la ley simbólica, estructurante de la identidad del sujeto.
Para que el proceso resulte en un sujeto saludable, equilibrado y adecuadamente adaptado a la sociedad, ambos padres deben confluir en un sistema referencial que articula afecto y autoridad, que le permita al sujeto sentirse acogido y seguro con un lugar propio y organizado. Es por lo que, para evitarle al niño innecesarios incrementos de ansiedad, es de suma importancia el establecimiento, por parte de los padres o cuidadores, de unas relaciones organizadoras;es decir, de controles y límites que los padres van colocando al deseo del niño y que les van permitiendo conocer poco a poco los límites de sus actos y las consecuencias de sus acciones, esto les permitirá aprender a aceptar la espera y la frustración como realidades de la vida cotidiana, evitándoles así muchos momentos de angustia y ansiedad, integrándose adecuadamente a las normas sociales.
Lo anterior tiene que ver con el ejercicio de la autoridad, que generalmente es ejercido por los adultos, quienes a su vez lo desarrollan en función de su experiencia pasada, desde la manera como la ejercieron con ellos o, incluso, a partir de factores culturales que influyen de manera directa en el ejercicio de la autoridad (Viveros et al., 2017).
No obstante, diversas situaciones familiares y sociales como el abandono, el fallecimiento de alguno de los padres, el trabajo, las separaciones, etc., generan trasformaciones en la organización y dinámica familiar que inciden en el ejercicio de la autoridad, donde abuelos, tíos, primos, hermanos, entre otros, suelen obstaculizar el establecimiento de normas, la claridad en los límites y la definición de quiénes poseen los roles de autoridad.
Dichas reestructuraciones familiares terminan, en muchos casos, ocasionando un desequilibrio en la vida afectiva del niño o adolescente, ya sea por la delegación de la crianza a otros cuidadores que no logran manejar adecuadamente los límites y la autoridad (Macías et al., 2005) o la coexistencia de figuras de autoridad que se contradicen y descalifican entre sí (Agudelo Bedoya, 2005).
Según Viveros et al. (2017), cuando el establecimiento de controles y límites se hace a partir de la generación de temores, incertidumbres e inseguridades, se obstaculiza el desarrollo de la autonomía de los niños. Esto trae como resultado la imposibilidad de actuar de manera responsable y autónoma, e incluso dificultades para el desarrollo personal, social y en el establecimiento de relaciones afectivas.
Por otra parte, si una madre le provee al niño experiencias enriquecedoras, de manera que se presente como una madre aseguradora, tierna e interactiva, que le brinda amor al niño, hará posible que se perciba como alguien único e importante, que tiene un lugar en el núcleo familiar. Por el contrario, si la madre se presenta como una persona dura, que pocas veces sonríe y no brinda afecto, el niño construirá la imagen de una madre ausente y rechazadora, lo cual deja en él un sentimiento de no poder colmar a los suyos (Villalobos, 1994).
A partir de allí y siguiendo los planteamientos de Klein et al. (1958), es posible afirmar que el establecimiento de controles y límites solo podrá brindar seguridad emocional al niño si este, a cambio de cumplir con las normas, recibe cariño y atención suficientes como para desarrollar relaciones positivas con los otros. El niño aplazará la satisfacción inmediata por el afecto que recibe y eso provocará en él menos ansiedad; el niño podrá empezar a sentir, entonces, consideración hacia sus objetos y a responder a los sentimientos sociales.
Si los niños y adolescentes descubren personas que confían en ellos y no los juzgan, incluso si se cometen errores que podrían “decepcionarlos”, y sienten que siempre tienen las puertas abiertas porque se sienten acogidos, desarrollan sentidos de pertenencia, desatando lealtades, solidaridades y hermandades, gracias al reconocimiento y afectividad con que estos adultos los acogen, dispuestos a compartir o simplemente escuchar u orientarlos, personas que se preocupan por ellos, se involucran en sus problemas y buscan que salgan adelante (Moreno Carmona et al., 2007).
La referencialidad redefinida
Podría decirse que, en la medida en que se diversifican los espacios de socialización, los niños y adolescentes cuentan con multiplicidad de adultos significativos; ya no es solo la escuela y la casa, sino el acceso a diversas formas de asociaciones y grupos juveniles, así como espacios de formación deportiva, artística y cultural de su interés, e incluso, las relaciones amorosas o de amistad, generadas también en el marco de las redes sociales, que aportan elementos desde los cuales se hace necesario ampliar los conceptos de socialización primaria y secundaria.
Si bien Moreno Carmona (2018) refiere la presencia de problemas en los adolescentes y factores de riesgo como las relaciones negativas con los padres y la muerte o abandono de la figura paterna a temprana edad, comienza a plantear la idea de redes referenciales ante la necesidad de reconocer que la crianza no necesariamente está relacionada con las figuras específicas de la madre o el padre biológicos, ni que sea del todo posible diferenciar claramente sus funciones.
Múltiples figuras adultas que van apareciendo en el proceso de desarrollo de los niños y niñas se vuelven significativas, en tanto referentes, respecto de alguna práctica específica: comunicación posible y asertiva, reconocimiento y preocupación por lo que los niños hacen, apoyo y control adecuados en el momento justo. Además, reitera que:
Cada vez resulta menos viable que todas estas funciones recaigan exclusivamente sobre una sola persona o sobre uno solo de los padres y, por tanto, entre más oportunidades u opciones tenga el niño (y la familia) de interactuar con otros adultos significativos (abuelos, tíos, primos, amigos, vecinos, profesionales, docentes, entrenadores deportivos, profesores de artes, guías espirituales, etc.), mayor posibilidad de tener una red referencial que permita compensar las innegables falencias que el ejercicio de la parentalidad está evidenciando en el contexto contemporáneo. (Moreno Carmona, 2018, p. 203)
Lo que Cardona-Rodríguez et al. (2017) encontraron es la discrepancia entre el ideal de una familia nuclear de padre-madre-hijos como condición para el bienestar personal y la realidad de la existencia de otros que pudieron apoyar el proceso de desarrollo.
Las investigaciones han mostrado la manera en que los jóvenes vienen ampliando la concepción de familia, incluyendo en ella a personas cercanas que, aunque no tienen lazo sanguíneo, representan para ellos una fuente de apoyo, afecto y reconocimiento claves (Cardona-Rodríguez et al., 2017). Esto aboga por una redefinición posible de la referencialidad que permita incluir la experiencia expresada en estas trayectorias y reconozca la tensión entre la responsabilidad que se le endilga a la familia y la oportunidad de encontrar soporte de lazos que se extienden más allá de ella.
Algunos autores afirman que, en la medida en que la familia, producto de la vida citadina, ha pasado de ser una institución pública para centrarse en un ámbito eminentemente privado, lo clave de las relaciones familiares es la demanda afectiva (Builes-Correa y Bedoya-Hernández, 2008); así mismo, esto ha llevado a depositar en los padres la función socializadora y de soporte afectivo de los hijos (Valdivia, 2008). Esto ha desencadenado un reclamo permanente a los padres por su creciente ausencia y ha generado la responsabilización de la familia frente al éxito o fracaso de los hijos y la moralización de las dificultades familiares como primera alternativa para explicar las múltiples dificultades y malestares personales (Illouz, 2007).
En la actualidad resulta complicado diferenciar la especificidad de las relaciones familiares respecto a otras que se suelen dar en el contexto cercano de la familia, así como mantener la continuidad en los procesos primarios y secundarios de socialización, pues, hoy por hoy resulta complejo afirmar que lo primero y más decisivo en la socialización sea el ámbito privado de la familia, ya que desde temprano los niños acceden al mundo globalizado a través de la tecnología, donde el tiempo en familia queda subsumido en la multiplicidad de accesos a valores y sentidos más amplios que deciden constantemente la socialización de los hijos (Cardona-Rodríguez et al., 2017).
En tal sentido, es necesario ampliar la definición de referencialidad, llevándola hacia la posibilidad de incidencia ofrecida por la multiplicidad de adultos con los que se interactúa en el proceso de crianza, así como las condiciones de contexto y las que ofrecen los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, que permiten a los sujetos construir una sensación de bienestar y desarrollo personal.
Investigaciones previas evidencian cómo es posible compensar ciertas ausencias vividas por niños en situación de protección con el establecimiento de ciertos vínculos de confianza (López et al., 2013) o cómo la referencialidad no solo puede ser vivida en la relación con los padres, sino también, a través del reconocimiento y apoyo de adultos significativos, que se constituyen en vínculos múltiples que dan oportunidad de bienestar y, aun cuando la dinámica familiar experimenta condiciones adversas, los sujetos encuentran diversas posibilidades de desarrollo psicosocial (Cardona-Rodríguez et al., 2017).
Según la investigación de Jaramillo Ramírez y Betancur Betancur (2019), para que un adulto sea significativo debe proveer una relación de apoyo, generando un vínculo basado en la escucha, la autoridad, la autonomía y el acompañamiento, configurándose como un modelo a seguir. Así mismo, concluyen que los adolescentes, más que adultos controladores, requieren de modelos que contribuyan al adecuado desarrollo psicosocial durante esta etapa de la vida.
Son muy importantes estas consideraciones, pues, no todos los adultos con quienes se relacionan de alguna manera niños y adolescentes resultan siendo significativos o referenciales. Por ejemplo, los preadolescentes consideran a los youtubers como referencias para el entretenimiento por su proximidad a una cultura digital juvenil, pero no realmente como modelos o portadores de valores (Aran-Ramspott et al, 2018).
Metodología
Se planteó un estudio intensivo de diez casos de adultos jóvenes que han experimentado la ausencia de alguno de sus padres, reuniendo la información más detallada posible que facilitara comprender la referencialidad de los adultos significativos en su trayectoria de vida; es decir, hay un foco en los discursos que usan los participantes sobre sus experiencias. La intención era acceder a lo que ellos piensan, creen y sienten a partir de lo que dicen sobre aquellos asuntos que constituyen su vida cotidiana o su historia.
Se trató de un estudio de caso, que pretendió elaborar una interpretación- significación de la referencialidad de los adultos significativos; tanto para englobar, no solo el proyecto de vida actual de alguien que ha experimentado la ausencia de sus padres, como para tratar de dar cuenta de cómo llegó a estructurarse dicho proyecto, con el fin de establecer si se dio referencialidad en los adultos significativos que lo acompañaron en distintos momentos de su historia de vida, con el objeto de confrontar la teoría con la realidad de las familias actuales.
Participantes
Diez adultos jóvenes de 23 a 35 años, de ambos sexos, de varias ciudades colombianas (Cali, Medellín, Cartagena, Ibagué, Pasto y Guarne), que han experimentado sentimientos de ausencia de alguno de sus padres (Tabla 1). La mayoría de ellos nacieron en municipios distintos a la ciudad donde residen actualmente, a donde viajaron para acceder a la educación superior.
Participante | Sexo | Edad | Ciudad | Formación | Ocupación |
A | F | 28 | Medellín | Profesional | Empleado |
B | M | 29 | Pasto | Profesional | Empleado |
C | F | 29 | Medellín | Profesional | Empleado |
E | F | 25 | Cali | Tecnología | Empleado |
F | M | 25 | Cali | Profesional | Empleado |
G | F | 28 | Cartagena | Profesional | Empleado |
H | M | 35 | Cartagena | Profesional | Empleado |
I | F | 33 | Ibagué | Posgrado | Empleado |
J | M | 23 | Ibagué | Tecnología | Empleado |
K | M | 23 | Guarne | Técnica Prof. | Empleado |
La selección de los participantes se hizo por indagaciones iniciales de los investigadores con personas cercanas y que, mediante la técnica de bola de nieve, fueron ayudando a identificar adultos jóvenes que cumplieran el principal criterio de inclusión: haber experimentado ausencia de alguno de sus padres en la infancia. Se firmó el respectivo consentimiento informado, previamente aprobado por el Comité de Bioética de la Universidad de San Buenaventura Medellín.
Instrumentos
Dentro de esta aproximación se utilizó la entrevista semiestructurada en profundidad, aunque se busca hacer una indagación de algunos tópicos específicos de interés acerca de las relaciones significativas con adultos en la infancia y adolescencia.
Así, se da prioridad al abordaje del tema en profundidad, aunque se permitió a los participantes narrar algunas experiencias que consideraron una buena muestra de aquello que piensan, sienten o han experimentado, siguiendo el principio de no directividad. Se tuvieron en cuenta los criterios que propone Flick (2004): la especificidad (determinar significados específicos para evitar respuestas generales o perder el foco de interés de la investigación), la profundidad y la amplitud (abordar aspectos complementarios que tienen relación con lo tratado y todo aquello que sea sugerido por los entrevistadores mismos para aclarar mejor sus ideas, emociones y experiencias).
La guía de entrevista se elaboró a partir de la operacionalización de las categorías predefinidas en la Tabla 2.
Categorías | Constructo/Dimensión |
DATOS SOCIODEMOGRÁFICOS | Sexo, edad, ocupación, nivel de escolaridad, estado civil, hijos, vivienda… |
ADULTOS SIGNIFICATIVOS DIFERENTES A LOS PADRES | Otros familiares adultos involucrados en su crianza |
Vecinos, amigos de la familia | |
Profesores | |
Entrenadores deportivos, instructores, animadores de grupos | |
Otros adultos | |
RELACIONES ORGANIZADORAS | Figuras de autoridad |
Obediencia | |
Castigos o correcciones | |
Establecimiento de controles y límites | |
Respeto o miedo | |
Manejo actual de la norma | |
SEGURIDAD EMOCIONAL | Figuras afectivas |
Apoyo y Reconocimiento | |
Protección y Seguridad | |
Relaciones maternantes | |
Capacidad de amar, inseguridades, dependencias |
El proceso de codificación y los consecuentes análisis de datos se realizaron mediante rejillas en Excel, en las que se especificaron las categorías previas definidas por el marco teórico y que orientaron la guía de entrevista, dejando espacio para categorías emergentes.
Resultados
La significatividad de los adultos que acompañaron el proceso de desarrollo de los participantes se enmarca en el concepto de referencialidad desarrollado en el marco teórico y que pretende delimitar aspectos que fueron considerados como influencias positivas en ellos, particularmente en términos de relaciones organizadoras y seguridad emocional.
Relaciones organizadoras
Desde una perspectiva más tradicional es de esperarse que quienes establezcan las normas en el hogar sean las figuras parentales, tanto papá y mamá han de convertirse en figuras de autoridad respetables que ayuden a los niños a ir interiorizando las normas, con el fin de una adecuada integración social, que les permita anticipar las consecuencias de sus acciones y desarrollar una conciencia positiva. Y, más aún, en la denominada familia tradicional, se le ha delegado la autoridad a la figura masculina, sin que ello implique que las madres no la ejerzan.
En el caso particular de este estudio, todos los participantes han sufrido la ausencia del padre, ya sea por muerte (3), abandono (5) o negligencia (2); sin embargo, es de resaltar que dos de las participantes que refieren la muerte del padre a temprana edad, consideran que aún muerto era el referente para evaluar la conveniencia de sus actos:
Yo crecí con eso, aunque mi papá no esté, yo lo quiero agradar a él. Aunque mi papá no esté yo no me voy a portar mal, porque sé que eso le desagradaría si él estuviera aquí en este momento. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Yo decía como que: “Marica, si yo no estudio, si yo no hago nada, es como defraudar las cosas que yo tengo en mi mente de él, como quedarle mal”. (Sujeto G, comunicación personal, 16 de abril de 2019)
Y solamente en uno de los casos de padre negligente, particularmente por su alcoholismo, el papá del participante (quien nunca ejerció el castigo físico, pero cuya palabra siempre ha sido importante para el direccionamiento de la vida familiar y personal) es visto como consejero y orientador:
Mi papá simplemente lo aconsejaba a uno, pues, él nunca nos llegó a tocar, a mi hermana y a mí nunca nos llegó a tocar (…) mi papá es una persona que, aparte de eso, me ha enseñado muchos valores como ser humano: “Que nunca vaya a maltratar una mujer, nunca vaya a maltratar a cualquier persona, que sea un hombre, o sea, manéjese bien”. (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
También aparece un caso de padre abandónico que, mientras estuvo en casa, era percibido como una figura atemorizante, a quien se obedecía principalmente por miedo:
¡Y era de miedo! O sea, era miedo hacia él. Incluso me gustaba ayudar en la casa, pero cuando llegaba él, ¡ah, que ayúdeme a podar el árbol! Yo sentía como que a regañadientes tenía que hacerlo; era no tanto por el gusto, por divertirme…, sino porque ¡ah, tengo que llevar esto y si no lo llevo entonces este me va a pegar! Y tenía un carácter así, fuerte, eso dado por el alcohol y todas esas cosas…
Mi papá no sé, él aprendió como con letra de sangre y a mí me daban muy duro las multiplicaciones y esas cosas, entonces…, ¡eran mejor dicho unos castigos así horribles! (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
Sería de esperar que, ante la ausencia del padre, fuera la madre quien estableciese las normas, límites y castigos; pero, esto sucede claramente solo en tres de los participantes (una mujer y dos hombres), en quienes la madre marca la autoridad o la norma en gran parte de los aspectos de su vida social y emocional:
Mi mamá nos crio de una forma muy independiente, si tienes una obligación, medio te guía, pero no nos lo hace… ella me dice: “Hazlo tú, porque yo no siempre voy a estar… te guío, pero lo tienes que hacer tú…” Las cosas que he logrado han sido por eso. (Sujeto E, comunicación personal, 10 de abril de 2019)
Sabíamos qué era lo bueno y qué era lo malo y lo que no sabíamos nos lo decía ya mi mamá; mi mama decía: “A las 11 en punto está aquí, porque o si no lo busco”. (Sujeto F, comunicación personal, 27 de septiembre de 2019)
Sí, sí, sí, mi mamá era la que… (se ríe) en la casa mandaba y le pegaba a uno. (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
Llama la atención que, en el caso del sujeto “K”, a pesar de que reconoce un cierto monto de agresividad por parte de la madre, particularmente en la forma en que lo castigaba físicamente, no identifica dichos castigos como maltrato y, por el contrario, atribuye a esa forma de corregirlo como algo positivo que le ha permitido alcanzar sus metas en la vida:
Mi mamá y mi papá tienen una diferencia, …mi papá no es agresivo, pero mi mamá sí. O sea, cuando yo no hacía caso, mi mamá era la que me pegaba y me daba correa (se ríe), ella era, pues, la que lo reprendía a uno a golpes; y yo digo que uno, gracias a eso, uno es como es hoy en día, porque no es como los niños de hoy en día que si los tocan es complicado (…) en cambio uno, de pronto a punta de correazos sí salió adelante (sonríe). (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
¡Nunca lo tomé como maltrato! (…) mi mamá decía: “ Yo nunca lo toco en la espalda, porque la espalda sí es delicado. En los pies ¡pa que aprenda!”, y nunca me salió sangre, ¡para nada, nunca! (…) Pero, como tal un maltrato no hubo. (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
También se puede evidenciar que los padres de “K” se regulaban mutuamente frente al ejercicio de autoridad, evitando llegar a extremos:
Mi papá es una persona muy sobreprotectora, al principio no me dejaba salir a jugar casi, era encerrado en la casa y mi mamá decía: “Él tiene que salir a jugar, porque si no se encierra y se enferma…” (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
Es más, yo me acuerdo una vez (se ríe), mi mamá estaba sobria y mi papá estaba un poco prendido, y mi mamá medio me pegó una palmada, y mi papá: “¡No le pegue al hijo!, ¡no le pegue así!”. (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
En los demás participantes existe una percepción de la madre como una figura maltratante, negligente o injusta en el trato, ya sea por la rudeza o el autoritarismo, generando una actitud de desagrado, rechazo o de obediencia por miedo:
Entonces ahí, ella en esa cuestión era…, después de que siga las normas, después de que haga las tareas… ¡como muy liberal! Pero, cuando no cumplía las normas, cuando desobedecía… ¡látigo, látigo al cien! ¡Látigo y palo! (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
Esos castigos siempre fueron físicos, totalmente físicos y fueron fuertes, muy fuerte, eran castigos físicos, expresiones verbales (…) fue muy drástica en ese sentido y, había una condición particular que era que a mí me castigaban y a mi hermano lo consentían, entonces era muy doloroso para mí, supremamente doloroso. (Sujeto I, comunicación personal, 16 de marzo de 2019)
Yo siempre tuve problemas con mi mamá, toda la vida… mi mamá decía blanco y yo que negro; (…) mamá era como que: para allá no vas, tú con ese fulanito no vas a andar, tú con zutanito no sé qué, si vas allá no puedes tomar agua y, o sea, un montón de cosas así, pero yo pienso que era porque no quería que yo me enterara en la calle de cosas que al final siempre me enteré (que era adoptada), entonces ella siempre quería que estuviera ahí, en la casa. (Sujeto G, comunicación personal, 16 de abril de 2019)
Es precisamente, ante la ausencia de los padres o ante su deficiente ejercicio de la autoridad, que aparecen otras figuras referenciadas como significativas en el establecimiento de relaciones organizadoras, que les ha permitido a los participantes asumir normas de conducta más adaptativas socialmente. Son adultos muy cercanos, generalmente hermanos o familia extensa como abuelos, tíos y madrinas, quienes se constituyen en referentes de autoridad, no solo por el papel orientador y correctivo que asumieron, a veces con exagerada rudeza, sino porque, en la mayoría de los casos, dicho rol también estuvo acompañado de afecto y confianza:
Yo veo a mi abuela y a mi abuelo como los verdaderos… los que me criaron, mi abuela fue mi mamá y mi abuelo fue mi papá. (Sujeto F, comunicación personal, 27 de septiembre de 2019)
Yo mantenía más con mi tío y con mi abuela, de cierta forma era mi abuela la que me crio, (…) ella fue la que siempre me estuvo apoyando, la que me daba consejos, la que me guiaba, la que me decía por dónde era, cómo era que había que hacer las cosas. Mi tío fue como un papá porque él me daba consejos, él me decía, me regañaba, que por aquí no era, que había que hacer las tareas. (Sujeto J, comunicación personal, 22 de junio de 2019)
Y entonces (la tía) era ¿cómo te ha ido en el colegio?; ¡oye, pilas que tienes que hacer las tareas!, vainas así. (Sujeto H, comunicación personal, 30 de abril de 2019)
Mis figuras de autoridad siempre han sido mis abuelos. Mi abuela era muy representativa como figura de autoridad. (…) Mi tía siempre ha sido de un carácter muy fuerte, pero sin embargo también fue muy consentidora; en esa época ella era la que me compraba la ropa, la que me peinaba, la que me vestía; ella tenía sus cuidados conmigo y me llevaba a las fiestas, pues tenía como cierto control, pero también como cierta exigencia académica. (Sujeto I, comunicación personal, 16 de marzo de 2019)
Yo veía a mi hermana como mi mamá. Ella era muy estricta, muy exigente conmigo (…) en las cosas del colegio me exigía que todas las notas tenían que ser excelentes… De pronto eso también me ayudó a tener disciplina en mi vida…, pero, era también bastante dura (…) fue muy dura, muy estricta.
(Cuando estaba donde la madrina) Para salir a la calle, yo siempre les pedía permisos, nunca me los negaron, porque sabía… ¡y confiaba en mí! (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Cuando viví con mi hermano, cada uno sabía lo que tenía que hacer en la casa. (…) A mí me marcaron mucho unas palabras que me dijo mi hermano: “usted y yo estamos solos, no se meta en problemas, porque ¿quién la va a defender?”. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Mi hermana mayor es una mujer muy fuerte, es muy empoderada, es una guerrera, yo la admiro mucho, tiene su temperamento maluco; por ella es que nosotros estamos acá. Estar pendiente de mí, enseñarme… enseñarme todo… a mantenerme impecable.
(…) Donde mi madrina me dieron muy buenos valores; la fuerte era ella, siempre es la que estaba ahí… pendiente de tus trabajos. (Sujeto C, comunicación personal, 19 de mayo de 2019)
En el caso de “B” no aparece una figura alterna de autoridad y como al parecer la forma generalizada de establecer controles y límites en la familia era el castigo físico y las normas dependían del miedo hacia la figura de la autoridad, todo indica que su papel temprano de “hombre de la familia”, esta responsabilidad (dar ejemplo) es la que parece contenerlo hasta que se desplaza a otra ciudad para ir a la universidad, que es cuando, sin nadie quien lo vigile, se desorganiza completamente:
Tuve que darme fue contra el piso y contra la cara y contra todo para realmente ver las cosas tal como…, y saber ¡que el ají pica! (ríe); (…) y pues, como uno está solo… ¡no importa!, ¿qué pierdo? ¡nadie se va a dar cuenta!, entonces, no tengo nada que perder acá. Yo era muy tranquilo…, yo empecé a ser como… travieso… fue ahora en la universidad, en el tiempo que no estaban mis papás, porque yo tenía que dar el ejemplo allá en Tumaco. (…) Y de ahí en adelante, en Cali si pues, uf, bueno, ¡mejor dicho! (se ríe), ¡gocé hasta más! ¡Hasta lo que no debía! Me tomé hasta el agua del florero, como se dice. (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
Una última característica encontrada en cuanto a las relaciones organizadoras está en función de la independencia y la autonomía que los sujetos se veían obligados a desarrollar a raíz de los sentimientos de ausencia, ya fuera porque se les transmitía por medio de alguna persona de referencia o como resultado de su experiencia. Los sujetos aprendían que era necesario velar por sí mismos, es decir, apoyarse en la propia subjetividad, en los propios recursos, pues finalmente, el principal referente no es externo sino la propia persona:
Yo soy consciente de que, si yo no me muevo, de que, si yo no resuelvo, de que, si yo no gestiono para mí, nadie lo va a venir a hacer. (Sujeto F, comunicación personal, 27 de septiembre de 2019)
Además, porque ante la vivencia de soledad e independencia, al no tener adultos que impongan en ciertos momentos decisivos su autoridad, sus orientaciones o sus castigos, solo le queda a la persona orientarse por los propios criterios desarrollados, por los propios valores e ideales. Esto, no solo para responder de forma moralmente aceptable o para ser deseable socialmente, sino que se trata de una cuestión de cuidado de sí; es más un modo de mantener la integridad física o sobrevivir.
Seguridad emocional
Como se ha insistido, la referencialidad es decisiva no solo en el establecimiento de relaciones organizadoras, sino que debe estar, además, acompañada del vínculo afectivo que generan el reconocimiento, la confianza y el afecto. Y, también en este caso, es de esperarse que las primeras figuras referentes-afectivas sean los padres.
Nuevamente, las dos mujeres participantes de la costa Caribe (A y G), tienen a su padre fallecido como su referente afectivo y de conducta, porque mientras vivieron fueron padres cariñosos, pendientes de ellas, que buscaron siempre lo mejor para sus hijas:
Mi papá lo era todo, porque tenía una buena relación con él, me quería muchísimo. Era muy consentidor, yo no sentía tanto la distancia, porque él me llamaba todos los días, era muy especial conmigo, siempre estaba pendiente de mí. Siempre quiso darme lo mejor y por eso decidieron mandarme a estudiar acá. Y lo que pensara mi papá para mí estaba bien. Siempre quería agradar a mi papá. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Yo quería a mi mamá, pero yo amaba a mi papá, o sea, mi papá era todo; yo le decía: “Mira papi Pocahontas en La Castellana a tal hora, yo quiero ir; y él dejaba a mi mamá en la droguería y se venía conmigo solamente a ver la película”. Mi papá era la persona que siempre me guiaba, que me ayudaba. (Sujeto G, comunicación personal, 16 de abril de 2019)
Curiosamente, ambas madres administraban un negocio familiar: una tienda (sujeto A) y una droguería (sujeto G), y eso las hizo distantes y con dificultades en la relación con sus hijas. Luego de la muerte del padre, cuando “A” tenía 11 años, su madre empieza a presentar problemas mentales, alejándose cada vez más de la comunicación y atención de sus hijos, hasta que fallece cuando “A” tiene 16 años; mientras que cuando “G” pierde a su padre, a sus 12 años, siente que su madre prefirió el negocio que a sus hijos, y la deja al cuidado de otros en otra ciudad. En el caso de “A”, el hermano mayor asume los negocios familiares y el cuidado de su hermana; si bien apenas tenía 17 años, le brindó seguridad, porque se preocupaba por ella, por cubrir sus necesidades y cuidarla:
Él asume como ese rol de papá; se sale de estudiar para asumir los negocios de la familia y suplir las necesidades… Pero él (hermano) siempre estaba muy pendiente de mí, que nadie se me acercara, que la niña… (risas), algo así. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Por otro lado, el padre de “C” abandonó a su madre apenas se enteró del embarazo, y el padre de “E” muere a los seis meses de ella haber nacido; ambas refieren que nunca han tenido una buena relación con su madre:
Yo nunca la he visto a ella guerrear por nosotras. Porque mamá no estaba en la casa, mamá estaba haciendo cualquier otra cosa. Yo recuerdo que mamá era muy fiestera, mucho, mucho… unos recuerdos todos degradantes (…) cuando estaba en el colegio, a unas compañeritas yo les contaba que yo no le importaba a mi mamá, porque el único argumento que tenía siempre era pegar… Entonces no daba ejemplo, no enseñaba. (Sujeto C, comunicación personal, 19 de mayo de 2019)
Yo antes era muy resentida con ella por sus ausencias. La ausencia por su trabajo, ella se iba desde las 3:00 am y llegaba 11:00 pm o 12, la forma de ser de ella es bastante complicada. Es doloroso vivir la vida con esa ausencia de mamá. (Sujeto E, comunicación personal, 10 de abril de 2019)
Lo que se va a observar, en la mayoría de los casos, ante la ausencia de alguno o ambos padres, es que aparecen algunos adultos significativos que asumen su crianza o intervienen con manifestaciones de reconocimiento y apoyo durante su infancia y adolescencia; o como el participante “B” refiere:
Personas que lo hacían sentir especial, protegido, sin miedos y que lo animaban a atreverse a hacer muchas cosas. (comunicación personal, 27 de agosto de 2019).
Los principales referentes afectivos que aparecen en buena parte de los casos son los abuelos y la familia extensa, como tíos, tías y madrina, quienes brindan apoyo y reconocimiento, y asumen en muchas ocasiones la crianza y el cuidado:
Mi tía siempre estuvo allí, es como mi segunda mamá. Ella siempre está ahí, ha sido incondicional todo el tiempo. Ella hace cosas que me hubiera gustado que hiciera mi mamá, la escucha y compañía, porque tuve una niñez muy sola. Ella me llevaba al parque, me daba consejos, y compartía. (Sujeto E, comunicación personal, 10 de abril de 2019)
Mi madrina es la única figura significativa que tengo de mi adolescencia, porque como ella ya conocía toda mi historia…; era una mujer muy dulce, me trató como a una hija. Con ella tenía confianza de hablar; de pronto la confianza que nunca le tuve a mi mamá se la tuve a ella. El esposo de mi hermana también lo sentí como alguien protector, se preocupaba por mí. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Mi tío Lucho siempre decía: ¡“B” es bien inteligente! (…) porque hay cosas del comportamiento de él que son muy parecidas a las mías, entonces él ha sido como el tío- amigo, el más bacano… (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
Yo me crie con mi madrina y con el esposo de mi madrina; ellos eran mis papás de crianza. Hasta los 5 años viví con ellos. Yo pensé que ellos eran mis papás. Y mi tía, que era estricta, pero ella era una mujer muy amorosa, mucho…, de decir “te quiero” y abrazarte, de darte un beso… (Sujeto C, comunicación personal, 19 de mayo de 2019)
Mi abuelo y mi abuela son los que respondieron en cuanto a lo económico y a lo moral también, ellos siempre estuvieron ahí. (Sujeto F, comunicación personal, 27 de septiembre de 2019)
Con mi tía duré viviendo 16 años, fue mi figura materna en ese entonces. (Sujeto H, comunicación personal, 30 de abril de 2019)
Mi abuela fue siempre la que me crio, mi abuela siempre estuvo ahí y mi tío también, él era una de las personas que también lo guiaba a uno. (Sujeto J, comunicación personal, 22 de junio de 2019)
Sin embargo, también hay excepciones; casos donde la familia extensa no brindó apoyo ni acogida ante la ausencia de los padres, y les hicieron sentir discriminados:
Cuando mamá se muere… ver que mi familia me rechaza (llora)… porque no tengo papá… ¡en vez de ayudarme! (llora)… Eso fue muy difícil para mí en ese momento… mis tíos pensaban que por no tener padres me iba a descarriar o dañar a su hija (la prima). Me hubiese gustado que mi abuela hubiera estado más al pendiente de mí (se pone triste). (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
Mi abuela, no sé, me decepcionó en muchas cosas. Y mi tía quería hacer sentir a mi primo como que él sí era un señor y que yo era medio botado a la basura, era como queriéndome hacer ver a mí mismo que él, que la familia de ellos eran mucho más, están por encima de mí. (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
De niña sufría mucho de frustración, y con el esposo de mi tía me iban a invitar a comer un helado, y ese señor dijo: “No la vamos a llevar”; mi tía me llevó a la casa y yo me quedé llorando. (Sujeto E, comunicación personal, 10 de abril de 2019)
También aparecen otros adultos por fuera de la familia, como vecinos, amigos y profesores que fueron significativos para ayudarles a enfrentar la ausencia de alguno de los padres, ya sea porque les enseñaron cosas para la vida, porque los acogieron como familia o se preocuparon por ellos:
Yo le digo a mi amiga que ella es mi madre espiritual. Después de que Dios la usó para que me dijera unas cosas, logré sentir un poco de confianza en ella; y aun le sigo teniendo mucha confianza. (Sujeto A, comunicación personal, 12 de marzo de 2019)
La señora de la primera casa donde estuve me enseñó muchas cosas que no sabía, a hacer arepas, a hacer un montón de cosas. (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
Sí tenía una figura como padre y… ¡Que no era mi padre! (se ríe), el papá de un amigo, don “J. L.”, yo dije: “Uy, ojalá yo hubiese tenido un papá así”. ¡Pues, también se portaba bien conmigo! (Sujeto B, comunicación personal, 27 de agosto de 2019)
En la primaria, fui la ñaña de la profesora como hasta quinto de primaria, y si… la señora me tenía mucho aprecio, mucho, mucho aprecio… ella siempre estaba muy pendiente de mí también. (Sujeto C, comunicación personal, 19 de mayo de 2019)
Siempre me apoyé en amigos, para ver como ejemplo la superación, siempre estuve cerca de ellos, más por aprender cómo hicieron las cosas para salir adelante. (Sujeto H, comunicación personal, 30 de abril de 2019)
Para yo no sentirme tan solo, me apoyó mucho una vecina, cuando mi papá y mi mamá se emborrachaban yo no me quedaba amaneciendo en mi casa, ella me recibía; y allá me daban comida, me daban dormida, y al otro día me madrugaba a estudiar. Yo a esa señora la considero como una segunda mamá. (Sujeto K, comunicación personal, 30 de agosto de 2019)
En el caso de “B” aparecen como significativos, adultos que en algún momento le enseñaron algo, pero, dicho aprendizaje debía estar acompañado de reconocimiento, apoyo y confianza. También lo decepcionaron personas en las que confió, pero luego le dieron la espalda: su abuela paterna, su tía de Cali, su padre y una de sus parejas; incluso la madre, a quien muestra como débil cuando estuvo en contra de él por agradar a otros.
Por otro lado, a pesar del problema con el alcohol de sus padres, “K” los refiere como amorosos, preocupados por él y que le daban gusto en todo. Tiene recuerdos de una madre que le reconoce cualidades y fortalezas: “Este muchacho es muy inteligente”, y un padre protector y cuidador, que le infunde sus valores: “Nunca vaya a maltratar una mujer, nunca vaya a maltratar a cualquier persona…”; y valora que, a pesar de su alcoholismo, nunca vivió violencia intrafamiliar por su causa. El principal elemento emocional que marca la significatividad de los demás adultos que lo acompañaron durante su desarrollo, es el de profesores que lo animaron a no seguir el ejemplo de sus padres respecto al consumo de alcohol, a perseguir sus sueños y buscar “distraerse” de la situación en su casa, a través del deporte u otras actividades. También su hermana, con el cuidado y atención de sus necesidades: útiles escolares, vestido, alimentación y hasta diversión.
Discusión
En la mayoría de los casos evaluados es posible afirmar con López y Loaiza (2009) que, ante la ausencia de los padres, suelen ser las mujeres quienes asumen la mayor parte de las funciones de cuidado y se encargan de reorganizar a la familia; en tres de los casos es la madre quien asume la autoridad y en los demás aparecen abuelas, tías, hermanas y madrinas, que acompañan el desarrollo de estos jóvenes a lo largo de su vida; lo que a su vez coincide con las afirmaciones de Barreiro et al. (2006) relacionadas con la posibilidad de que las funciones parentales sean ejercidas por otras personas.
También se puede evidenciar, en algunos casos, cómo, la manera en que es ejercida la autoridad por los adultos, es consecuencia de sus experiencias pasadas; es decir, como la ejercieron con ellos (Viveros et al., 2017), particularmente cuando se recurre al castigo físico que infunde miedo. Así mismo, se corrobora cómo dichos temores generaron en los participantes inseguridades y dificultades en el desarrollo de su autonomía y sociabilidad, llevándolos incluso, en algunos casos, a involucrarse en múltiples situaciones de riesgo.
No solamente en los casos de abandono o separación, sino, en todas las situaciones que generaron en los participantes sentimientos de ausencia, es posible constatar lo que Muñoz-Ortega et al. (2008) y Castaño Hincapié et al. (2018) refieren en los niños: pensamientos de preocupación por su futuro, inseguridad, temores, ansiedad y sentimientos de rabia, tristeza y resentimiento hacia sus padres. No obstante, los participantes lograron construir bienestar subjetivo, al encontrar ambientes alternativos de acogida y aceptación, lo que les permitió desarrollar habilidades relacionales con otras personas y no los llevó a percibir el mundo como amenazador y hostil; lo que según García (2016), constituye recursos psicosociales necesarios para desarrollarse y llevar adelante una vida.
Esto relativiza la sentencia de Villalobos (1994), principalmente respecto al papel central de la madre en los primeros años de vida y a los posibles problemas psicosociales en el posterior desarrollo del niño, pues, en el presente estudio, en los casos donde la madre no pareció ser una adecuada figura referente, no necesariamente desencadenó en los participantes un desequilibrio en su vida afectiva. Tal parece que, de acuerdo con lo planteado por Moreno Carmona et al. (2007) y Castaño Hincapié et al. (2018), estos jóvenes contaron con otras personas que les permitieron sentirse reconocidos, escuchados, queridos, únicos e importantes, y tales interacciones positivas les permitió reconocerse con un lugar en el mundo, con personas en las que podían confiar; figuras significativas que los acompañaron y contribuyeron a la construcción de proyecto de vida.
En algunos casos, también contaron con instituciones como la escuela y redes de apoyo como vecinos y amigos, que contribuyeron para el desarrollo de fortalezas; personas cercanas que, aunque no eran familiares, se constituyeron en proveedores de apoyo, afecto y reconocimiento claves en su proceso de desarrollo (Cardona-Rodríguez et al., 2017). Esto coincide con lo encontrado por López et al. (2013) cuando refieren que los niños pueden compensar ciertas ausencias vividas con el establecimiento de ciertos vínculos de confianza con personas que los cuidan.
Podría también afirmarse, a partir de los resultados obtenidos, que algunos de estos sujetos pudieron desarrollar el recurso de la resiliencia al estar rodeados de relaciones positivas con otros adultos cercanos (Martínez-Pampliega et al., 2009).
Los hallazgos constatan la existencia de redes referenciales que permiten replantear lo encontrado por Moreno-Carmona (2018), es decir, que la crianza no está restringida y condicionada exclusivamente a las figuras específicas de la madre o el padre biológicos, pues, ante su creciente ausencia por diversas circunstancias, pueden aparecer figuras adultas que se vuelven significativas en tanto manifiestan interés y preocupación por el cuidado de los niños, brindando apoyo y control adecuados en el momento justo; además, siguiendo los planteamientos de Jaramillo Ramírez y Betancur Betancur (2019), un adulto es significativo si al proveer una relación de apoyo logra generar un vínculo basado en la escucha, la autoridad, la autonomía y el acompañamiento, constituyéndose en buena parte de los casos como modelo a seguir.
Conclusiones
Sigue siendo preponderante el papel de las mujeres en la crianza cuando hay ausencia de alguno de los padres.
Cuando se recurre al castigo físico, suele deberse a experiencias vividas por los adultos en su propio proceso de crianza y este recurso genera temores e inseguridades en niños y adolescentes para un adecuado proceso de socialización. No obstante, los participantes encontraron adultos significativos que les permitieron desarrollar satisfacción y bienestar a pesar de las ausencias de sus progenitores.
Las interacciones positivas con estos referentes alternos, como familia extensa, vecinos y amigos, y su apoyo, afecto y reconocimiento, contribuyeron a la construcción de un lugar positivo en el mundo y desarrollar confianza y afecto hacia otras personas. También fueron importantes algunas instituciones como la escuela para el desarrollo de fortalezas.
Aparece la importancia de tener otro lugar diferente de aquel en que se vive escasez, hay necesidades insatisfechas, ocurre maltrato, se siente desamparo o, en general, hay un malestar subjetivo significativo. Ese lugar cobra el significado de refugio al cual huir (protección) o morada en la cual se puede residir.
Finalmente, la seguridad emocional puede notarse en el hecho de sentir que alguien está pendiente de la persona y, en esa medida, la reconoce. El efecto, parece desmentir o al menos mitigar el sentimiento de merecer el hecho de haber sido objeto de rechazo, negligencia o abandono, porque la persona siente que es importante para alguien que le importa, recobrando su valor.
Esta importancia es percibida al menos de tres modos: primero, en los tiempos que se destinan a compartir juntos, disfrutando de dicha compañía. Segundo, en el hecho de que las figuras de referencia están interesadas en reconocer gustos y preferencias del niño o en dar prioridad a sus asuntos, algo que es mencionado como “hacerse cargo” de los cuidados del otro. Esto suele evidenciarse en comportamientos como velar por su cuerpo (por la imagen y la salud), hacer presencia en eventos o momentos importantes de su vida (asistir a reuniones, celebraciones, etc.) o luchar con tenacidad para dar las mejores condiciones posibles (guerrear). Y tercero, prestar la ayuda al niño en los momentos en que requiere franquear obstáculos difícilmente superables por sí mismo, como los apoyos económicos o académicos.
Aunque hay una diversidad de regiones representadas en los participantes, se considera que el tamaño de la muestra puede ser la principal limitante de este estudio y que, a partir de estos resultados, puede pensarse en un estudio más representativo de país, incluso de corte cuantitativo, mediante la elaboración de instrumentos que permitan medir tanto los sentimientos de ausencia como la referencialidad de los adultos significativos distintos a los padres.
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Notas
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