Cambios y transformaciones en las familias latinoamericanas
Cuidado familiar en la vejez: campo de investigación en las ciencias sociales mexicanas*
Family Care in old age: Field of research in the Mexican social sciences
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia
Universidad de Caldas, Colombia
ISSN: 2145-6445
ISSN-e: 2215-8758
Periodicidad: Semestral
vol. 14, núm. 2, 2022
Recepción: 02 Diciembre 2021
Aprobación: 29 Marzo 2022
Resumen: Objetivo. Analizar la construcción del cuidado familiar en la vejez como campo de investigación interdisciplinar dentro de las ciencias sociales en México. Metodología. Se realizó una revisión narrativa de la producción científica nacional sobre el tema de los cuidados familiares proporcionados a personas mayores, publicada en revistas indizadas en ocho bases de datos. Resultados y conclusiones. Se seleccionaron y analizaron 61 artículos publicados entre 1999 y 2021. Se identificó que los estudios feministas sobre el trabajo doméstico y las investigaciones sociodemográficas sobre apoyo social contribuyeron a la construcción teórica del cuidado como práctica social asociada a la dependencia por edad o enfermedad y en cuya distribución social actúan los sistemas de género, de parentesco y de edad. La investigación social nacional sobre el tema ha mostrado características de las trayectorias de cuidados familiares, sus fines y dimensiones, las dinámicas del cuidado transnacional y las expresiones de la desigualdad de género y clase en la provisión de cuidados a personas mayores. Además, se identificaron cuatro áreas de estudio de escaso desarrollo en el país: la investigación sociológica sobre el poder en las relaciones de cuidados, la necesidad universal de cuidados producto de la vulnerabilidad intrínseca del ser humano, los costos económicos del cuidado en la vejez, y el estudio de las prácticas de cuidados y autocuidados en el marco de vejeces saludables.
Palabras clave: cuidado familiar, vejez, personas mayores, investigación social, México.
Abstract: Objective. To analyze the construction of family care in old age as a field of interdisciplinary research within the social sciences in Mexico. Methodology. A narrative review of the national scientific production published in indexed journals in 8 databases on the subject of family care provided to the elderly was carried out. Results and conclusions. A total of 61 articles published between 1999 and 2021 were selected and analyzed. It was identified that feminist studies on domestic work and sociodemographic research on social support contributed to the theoretical construction of care as a social practice associated with dependency due to age or illness and where, in the social distribution, gender, kinship and age systems act. National social research on the subject has shown characteristics of family care trajectories, their purposes and dimensions, the dynamics of transnational care and expressions of gender and class inequality in the provision of care for the elderly. In addition, four areas of study with little development in the country were identified: sociological research on power in care relationships; the universal need for care as a result of the intrinsic vulnerability of the human being; the economic costs of care in old age; and the study of care and self-care practices in the context of healthy old age.
Keywords: family care, old age, older people, social research, Mexico.
Introducción
El uso del término “cuidado” como categoría de análisis se remonta a más de cuatro décadas de ejercicio teórico y empírico en el campo de las ciencias sociales. Es un concepto polisémico cuyas raíces se encuentran en la crítica de la sociología y la teoría feminista a la división social del trabajo con base en el sexo como principio ordenador de la vida, a partir de lo cual las actividades del hogar, incluida la atención personal a los integrantes de la familia, se construyeron a lo largo de la historia como propias de las mujeres y del espacio doméstico (Carrasco et al., 2011). Gran parte de las aproximaciones al término entienden por cuidado una acción social de vital importancia para el sostenimiento de la vida individual y colectiva, se trata de una labor multidimensional que se realiza en el marco de una relación cara a cara, dirigida principalmente a personas que requieren de ayuda cotidiana para garantizar su bienestar (Aguirre, 2011; Durán, 2018; Tronto, 1998).
El orden social ha propiciado que las necesidades de cuidados de los individuos sean resueltas por los sistemas de género y parentesco, instituyendo a las familias y a las mujeres, sobre todo, como las principales responsables de proveerlos en el entorno del hogar (Durán, 2018; De la Cuesta, 2009), haciendo de esta una práctica social altamente feminizada, desvalorizada y reproductora de las desigualdades de género. Además, cuando el cuidado se ofrece por la vía del intercambio comercial se resuelve con el trabajo precarizado de personas migrantes, racializadas y de clases populares (Tronto, 2011), lo que muestra que la provisión de cuidados se vincula con la distribución desigual de responsabilidades y oportunidades en el espacio social.
En México el estudio del cuidado tomó relevancia a partir del acelerado envejecimiento poblacional que experimenta el país, así como por el incremento en los índices de enfermedades crónicas, fragilidad y dependencia entre los últimos grupos etarios. Al respecto, es relevante señalar que se suscribe la tesis de que necesitar cuidados en algún momento de la vida es una condición propia del ser humano, dada su vulnerabilidad intrínseca (Batthyány, 2020; Pautassi, 2018); además, se tiene claro que una mayor longevidad en las personas no determina de forma absoluta el padecimiento de enfermedades o condiciones incapacitantes en edades avanzadas; sin embargo, existen evidencias de que las carencias socioeconómicas y las pérdidas de salud a lo largo de las trayectorias vitales incrementan la probabilidad de cursar la vejez con deterioro físico y diversos grados de dependencia (Castellanos-Perilla et al., 2020; Payne & Wong, 2019). Actualmente, se estima que el 20 % de la población mexicana mayor de 60 años presenta dificultades funcionales y se calcula que esa prevalencia se incrementará significativamente en las siguientes décadas (Rivera et al., 2019), con lo que se espera que crezca la necesidad social de proveer cuidados cotidianos y especializados a este segmento poblacional.
Ante este panorama, es del interés de los investigadores indagar ¿Cuál es el estado del conocimiento sobre los cuidados familiares en la vejez producido desde las ciencias sociales mexicanas? ¿Desde qué perspectivas disciplinares, teóricas y metodológicas se ha estudiado el tema? ¿Qué nociones sobre vejez y cuidados se suscriben y cómo han evolucionado estos conceptos? ¿En qué contextos y problemáticas específicas se han estudiado los cuidados familiares de las personas mayores? ¿Cuáles son los principales hallazgos y contribuciones generados? Para responder estas preguntas, se realizó una revisión narrativa con el objetivo de identificar y sistematizar la producción mexicana publicada sobre los cuidados familiares en la vejez, desde la perspectiva de las ciencias sociales.
El artículo se divide en tres partes. En la primera, se describe la metodología seguida para la revisión documental. En la segunda, se presentan y analizan los resultados de la revisión, mostrando los antecedentes en el estudio del tema en cuestión, las perspectivas teórico-metodológicas desde las que se está construyendo el cuidado familiar en la vejez como objeto y campo de conocimiento multidisciplinar y las principales contribuciones de la investigación social nacional al campo de estudio. Finalmente, en la tercera, se presentan algunas conclusiones.
Metodología
Se realizó una revisión narrativa de la investigación y el desarrollo teórico publicado sobre el tema; el carácter selectivo y analítico de este método permite identificar y examinar a profundidad el conocimiento previo, como una vía para contextualizar la investigación actual, mostrar las controversias, los vacíos y las nuevas preguntas sobre un campo específico (Byrne, 2016).
El alcance de la revisión abarcó la teorización e investigación sobre el tema del cuidado familiar en la vejez, realizada en México desde diferentes disciplinas de las ciencias sociales. En la búsqueda documental no se identificó un trabajo semejante sobre este recorte temático.
La revisión se desarrolló en tres etapas: en la primera se delimitó la temática, procedimiento y criterios de búsqueda y selección de textos. Los criterios definidos fueron: a) tipo de documento: artículos de revisión, de investigación, ensayos y capítulos de libros; b) idioma: español, inglés y portugués; c) disponibilidad del documento: de acceso abierto o accesible a través de gestores de búsqueda de la institución académica de referencia de las autoras; d) periodo de publicación: sin límite de fecha; e) términos de búsqueda utilizados en español e inglés: cuidado familiar, cuidadores, adultos mayores, vejez, envejecimiento, México e investigación social; f) bases de datos para la consulta: Redalyc, Scielo, EBSCOhost, PUB MED, Lilacs, DOAJ, Conricyt, ScienceDirect; g) criterios de exclusión de los trabajos: que sus objetivos no correspondieran directamente con el tema de la revisión, que se enfocaran solo en el cuidado prestado a las familias por parte de las personas mayores, sin considerarlas beneficiarias del cuidado; y que no abordaran el tema desde una perspectiva sociológica, sociodemográfica o antropológica.
En la segunda etapa se implementó la búsqueda en cada una de las bases de datos. Los primeros resultados arrojaron 284 registros, en los que se revisaron títulos, resúmenes, objetivos y palabras claves; tras la aplicación de los criterios de inclusión y exclusión se conservaron 49 documentos publicados entre 1999 y 2021. Después, se revisaron las referencias bibliográficas de cada trabajo, para identificar otras publicaciones, como libros o capítulos de libros relacionados con el cuidado familiar en la vejez; en este ejercicio se incorporaron 12 documentos más (Figura 1).
En la tercera etapa se realizó la lectura detallada de los 61 documentos seleccionados, a partir de cinco ejes de análisis: 1) perspectiva teórica declarada o implícita, 2) metodologías utilizadas, 3) nociones sobre vejez y cuidado que se suscriben, 4) problemáticas específicas desde las cuales se sitúa el tema y 5) principales hallazgos. Lo anterior se incluyó en una base de datos en Excel, a partir de la cual se analizó y contrastó la información para la preparación de los siguientes resultados.
Resultados y discusión
Antecedentes del estudio de los cuidados familiares en la vejez
A lo largo de los últimos 40 años las necesidades de cuidados de las personas mayores y su provisión por parte de las familias han cobrado interés dentro de las ciencias sociales en México. Su construcción como un nuevo campo de estudio es fruto de una progresiva elaboración teórica, en la que se distinguen dos antecedentes disciplinares que contribuyeron a clarificar el contenido del cuidado como categoría para el análisis de una problemática social relevante en el contexto de los hogares con personas mayores.
El primer antecedente se refiere a los estudios feministas realizados en México durante los años 80 y 90 sobre el papel del trabajo doméstico en la reproducción social (De Barbieri, 1988; Molyneux, 1979); en ese momento, el cuidado se relacionaba solo con los hijos y se le ubicó como una más de las tareas del hogar que realizan las mujeres bajo el modelo de organización social patriarcal (García y de Oliveira, 1994).
La investigación feminista mexicana desarrolló diversos ejes de análisis en torno al trabajo doméstico y de cuidados: primero, lo analizó en el contexto más amplio del trabajo reproductivo determinado por los sistemas de género y clases, también discutió el rol de las familias como productoras de bienestar para sus integrantes y profundizó en el estudio del tiempo dedicado por las mujeres a las tareas domésticas como indicador de la distribución desigual del trabajo no remunerado, además de utilizar la valoración de las horas dedicadas al trabajo no remunerado como medida de su impacto económico, hasta ese momento no contabilizado en los sistemas económicos (García, 2019; de Oliveira y Araiza, 1999). La dimensión temporal del trabajo doméstico y de cuidados se circunscribió al estudio del uso del tiempo; el debate feminista de esa época no reconoció potenciales variabilidades en las formas de proveer y necesitar cuidados debido a la etapa o al curso de vida de los sujetos implicados en la práctica.
El segundo antecedente se identifica en la investigación sociodemográfica sobre el sistema informal de apoyo a las personas mayores (Robles, 2001; Montes de Oca, 1999b); lo anterior introdujo el análisis de la categoría edad como elemento determinante en la necesidad de ayuda. Con base en la teoría del intercambio social, los estudios mostraron que el sistema de apoyo social en la vejez se basa en relaciones intergeneracionales de intercambio y reciprocidad, en las que todos los integrantes del grupo familiar o del grupo convivencial amplio (vecinos, amistades) contribuyen con recursos y estrategias de soporte para la resolución de las carencias de las personas más necesitadas. En estas estrategias de intercambio participa también la persona mayor, ya que en algunos casos cuenta con recursos materiales como vivienda o pensión para aportar a la red, aunque socialmente ha sido estereotipada como solo receptora; o bien, participa en el trabajo doméstico y en la atención a niñas y niños del hogar.
Bajo el concepto de apoyo social, las tareas de cuidado se concibieron como un tipo de ayuda instrumental que, junto con otros apoyos materiales y emocionales, proveen las redes familiares, vecinales y de amistad para enfrentar las adversidades asociadas a la pobreza y a la marginación, especialmente cuando se carece del soporte público (Gomes & Montes de Oca, 2004; Guzmán et al., 2003).
Estos estudios también documentaron que el género de la persona mayor influye en la composición de la red de apoyo social, así como en la cantidad y variedad de formas de ayuda que esta le provee (Montes de Oca, 1999a; Robles et al., 2000; Varley & Blasco, 2000), de modo que estos representan los primeros ejercicios analíticos sobre las formas como las categorías edad y género se cruzan para generar diversos resultados en el proceso de apoyo social a las personas mayores.
De esta manera, los estudios feministas sobre el trabajo doméstico y las investigaciones sociodemográficas sobre los apoyos sociales en la vejez desarrollados simultáneamente en el país entre la década de los 80 y principios del siglo XXI, constituyen una etapa previa al reconocimiento explícito de los cuidados, en general, y de los cuidados familiares en la vejez, en particular, como objeto y campo de estudio en las ciencias sociales; estos antecedentes contribuyeron a colocar el tema como un nuevo problema sociológico vinculado al envejecimiento de las poblaciones y a las transformaciones de las dinámicas y estructuras familiares; también favorecieron la consideración del carácter estructural de las prácticas de cuidados en la vejez y la posición activa e histórica de los sujetos implicados.
Acercamientos teórico-metodológicos a un nuevo objeto de estudio
La construcción del cuidado familiar en la vejez como objeto de conocimiento ha sido un ejercicio de problematización colectivo, influido por los contextos sociales de las últimas décadas en el país, así como por los cuerpos teóricos y metodológicos de varias disciplinas sociales, cuyas fronteras son permeables pero que con su creciente interés en el tema han creado un campo de estudio interdisciplinar.
Gran parte de los conocimientos que hoy tenemos sobre la caracterización sociodemográfica de la población mayor, sus necesidades de atención y las formas como los grupos familiares les proporcionan cuidados, parten de estudios demográficos basados en información proveniente de grandes encuestas nacionales y estatales sobre población, envejecimiento, hogares, uso del tiempo, salud y seguridad social; más adelante, las investigaciones demográficas incorporaron metodología cualitativa, diseños mixtos y estudios comparados, multicéntricos e interdisciplinares (Mayston et al., 2017; Montes de Oca y Hebrero, 2006). Como respaldo teórico sobresalen la teoría de la transición demográfica, la teoría del intercambio social, la teoría de las redes de apoyo y la perspectiva del curso de vida; con dichos marcos se han estudiado las características sociodemográficas de la población adulta mayor, sus formas de allegamiento residencial y las transferencias de apoyos intergeneracionales; la distribución del cuidado en el hogar y los cambios biográficos de las personas cuidadoras; y más reciente, el cuidado transnacional como variante de la organización tradicional del cuidado cara a cara en el hogar (Montes de Oca y Sáenz, 2013; Montes de Oca et al., 2012). A la fecha, se reconoce la calidad y cantidad de fuentes de información sociodemográfica relacionadas con los cuidados; sin embargo, falta profundizar en el estudio de las necesidades específicas de los grupos poblacionales caracterizados como de mayor dependencia, homogenizar los marcos conceptuales desde los cuales se estudia el trabajo no remunerado y dar continuidad a los levantamientos de información nacional y subnacional (González et al., 2020).
A comienzos de este siglo, los estudios socioantropológicos fueron fundamentales para develar el contenido de los cuidados en la vejez y su entendimiento como práctica social. Utilizando la metodología cualitativa y técnicas etnográficas, estas investigaciones retomaron la orientación interpretativa de Corbin & Strauss (1985) sobre la experiencia del padecimiento y el cuidado familiar hacia las personas mayores con enfermedades crónicas (Robles, 2004; Mercado et al., 1998), Siguiendo las investigaciones anglosajonas de principios de los años 90 sobre cuidadores (caregivers), Robles introdujo la diferencia entre la noción de ayuda a las personas mayores como actividad de soporte en el contexto de las redes sociales y la noción de cuidado como una práctica social de los grupos domésticos sostenida en las normas de parentesco y la representación sociocultural del rol de la mujer (Robles y Rosas, 2014; Robles y Pérez, 2012).
Uno de los abordajes teóricos más recientes dentro del estudio de los cuidados familiares en la vejez es el que se identifica con el construccionismo social, encabezado por investigadoras provenientes de Trabajo Social y Psicología Social; la tesis central de estos estudios es que la dimensión emocional de las experiencias en torno al cuidado supera la subjetividad individual; las emociones que despierta cuidar o recibir cuidados son construcciones asociadas a valores, creencias y representaciones sociales sobre la vejez y, en consecuencia, sobre la necesidad de recibir ayuda en esa etapa de la vida, de modo que los discursos de los sujetos implicados simbolizan tanto el carácter fenomenológico de la experiencia vivida como la representación social del fenómeno (Arroyo et al., 2011; Arroyo y Soto, 2013; Arroyo & Ribeiro, 2012; Enríquez, 2020). Como cuerpo teórico, estas investigaciones cualitativas suelen acudir a las teorías sociológicas de las emociones de Hochschild (2003), al concepto de estigma social propuesto por Erving Goffman (1970) y a la teoría del etiquetamiento de Howard Becker (2009); sus estrategias metodológicas son propias del paradigma interpretativo y la microsociología y se basan en pequeñas muestras intencionadas, generalmente incluyendo a personas mayores y sus cuidadores familiares.
Por último, las ciencias políticas en México empiezan a estudiar el tema de los cuidados en la vejez como parte de los sistemas de protección social desde el enfoque de derechos, justicia social e igualdad de género. Es decir, mediante un análisis comparado de políticas nacionales y subnacionales exploran la integralidad y coherencia de las respuestas gubernamentales en torno al tema, las competencias de las instituciones y los retos que estos instrumentos de política social enfrentan para asegurar su pertinencia, considerando como sujetos centrales de dichas políticas a las personas que requieren los cuidados y a las personas cuidadoras (Hernández y de la Fuente, 2016; Muñoz, 2011).
Esta división de las investigaciones según disciplinas y marcos teórico- metodológicos es artificial y solo para fines descriptivos, puesto que en el desarrollo histórico del estudio del cuidado familiar en la vejez la mayoría de estas disciplinas han coincidido en temporalidad, en la sensibilidad sobre las razones demográficas y de justicia social que llaman a atender el tema y, en particular, en suscribir la desigual distribución de los cuidados como un asunto de género.
Cuidados familiares en la vejez. Principales hallazgos de las ciencias sociales en México
Las principales contribuciones de las ciencias sociales en torno al tema de los cuidados proporcionados a personas mayores en los grupos familiares, así como los diálogos disciplinarios en medio de los cuales surgieron, son los siguientes:
Envejecimiento y trayectorias de cuidado. Con la introducción de la perspectiva de curso de vida y la noción de tiempo como eje de análisis de los cuidados, la investigación social enfocó el envejecimiento de los grupos familiares como un proceso en el que la aparición de la enfermedad crónica, la dependencia y la necesidad de cuidados de la persona mayor constituyen hitos críticos o momentos de quiebre capaces de transformar las vidas individuales y las organizaciones familiares, activando diversas estrategias de sobrevivencia, entre las cuales se encuentran las redes de apoyo social, basadas en el parentesco consanguíneo y simbólico (Arroyo y Bretado, 2020; Montes de Oca y Hebrero, 2006). En este marco, Robles (2008), propuso el concepto de trayectoria de cuidado (retomando la noción de trayectoria del padecimiento, de Corbin & Strauss, 1985) para representar la transformación de la gestión del cuidado a lo largo de las fluctuaciones e intensificación de la enfermedad crónica.
Contenido y fines de los cuidados. Los cuidados son definidos como una práctica social multidimensional y multidirigida, con una clara expresión instrumental, en tanto multitarea que requiere tiempo y esfuerzo. Algunas investigaciones han explorado la representación social estigmatizada sobre la vejez y la influencia que esta tiene sobre la expresión subjetiva de las emociones que rodean a la relación y prácticas del cuidado; necesitar cuidados o proveer cuidados en la vejez se percibe como un peso emocional (“ser una carga” o “llevar una carga”), particularmente en contextos urbano-marginados (Arroyo, 2011; Arroyo & Ribeiro, 2012). Cuidar y ser cuidado es una experiencia emocional estresante, plena de contradicciones y conflictos morales (Arroyo et al., 2011; Arroyo y Soto, 2013; Enríquez, 2020). Para las personas mayores, las limitaciones o pérdidas de capacidades durante la edad avanzada y largas trayectorias con padecimientos crónicos que constituyen el núcleo de una elaboración simbólica sobre sí mismos como sujetos vulnerables, doblemente dependientes, aislados y desvalorizados socialmente (Aguilar, 2011, Robles, 2004, 2005a).
Con relación a sus fines, el cuidado familiar a personas mayores con patologías incapacitantes o generadoras de dependencia busca controlar la enfermedad, proveer atención al padecimiento y apoyar el proceso de significación personal que la persona mayor construye en torno a los problemas y cambios que experimenta, todo lo cual implica actos materiales y simbólicos, de gestión socioeconómica y de apoyo emocional (Robles, 2001, 2004). Esta variedad y complementariedad de fines y dimensiones de la práctica de cuidados familiares fue interpretada por Robles (2003, 2004, 2010) como un sistema de autoatención, en el sentido en que Menéndez (2005, 2009), Kleinman & van der Geest (2009), identifican la respuesta social de los grupos familiares o comunitarios ante las enfermedades como una práctica completa y compleja cuyo objetivo es asegurar el bienestar físico de sus miembros y la reproducción social del grupo doméstico.
Expresiones de la desigualdad de género en la organización de los cuidados. En 1999, Montes de Oca abordó el estudio de la distribución del cuidado dentro de los hogares con personas mayores que presentaban enfermedades crónicas; identificó que los episodios prolongados de enfermedad crónica impulsaban la reorganización interna de las familias y las impactaban diferenciadamente según su clase social; los integrantes más afectados eran las mujeres, por la desigualdad estructural que históricamente han padecido; señaló que el cuidador primario era prácticamente inexistente para las políticas públicas. Ese primer diagnóstico poco ha cambiado después de 30 años.
Investigaciones recientes confirman que desde la infancia las mujeres son socializadas atendiendo a imágenes de la mujer como madre abnegada, cuidadora, siempre amorosa y disponible para su familia (Méndez-Luck et al., 2008). El cuidado como aprendizaje cultural se rige por normas y mecanismos sociales, como la división sexual del trabajo y las obligaciones de parentesco, que garantizan la reproducción de un modelo de organización social que libera a los hombres de la responsabilidad de cuidar y mantiene a las mujeres subordinadas a las necesidades de los otros (De los Santos y Carmona, 2012; Nance et al., 2018). En los estudios nacionales se ratifican situaciones de desigualdad de género reportadas en otras sociedades; es el caso de la asignación de tareas de cuidado y sus costos con base en el género, de modo que las mujeres realizan aquellas relacionadas con la intimidad del adulto mayor, como bañarlo o ayudarlo a ir al baño, mientras que los hombres se encargan de la ayuda económica o el apoyo en los traslados (Aguilar, 2011). De igual modo, las tareas de cuidado tienen impactos diferenciados en hombres y mujeres (Zamarripa y Tamez, 2017; Enríquez, 2014).
Un aporte particular de las investigaciones mexicanas se refiere a los procesos de designación del(a) cuidador(a) familiar, identificando que operan bajo normas culturales dinámicas y permeables a las transformaciones del contexto; es el caso de la norma cultural de la últimogenitura masculina que garantizaba al hijo cuidador de los padres ancianos herencia y vivienda, y que ha transitado a la últimogenitura femenina como respuesta a la alta migración de los hombres jóvenes en algunas zonas rurales y populares del país, con la variante de que las hijas cuidadoras no obtienen algún bien material que garantice su subsistencia (Aguilar y Toledo, 2019; Robles, 2006a, 2007a, 2007b). Además, la designación se da en un contexto de decisiones familiares que consideran la corresidencia, la fase del ciclo familiar de la potencial cuidadora, sus cargas laborales y disposición de tiempo y su valoración como posible cuidadora responsable (Robles, 2010, 2011).
La investigación mexicana también ha visibilizado la dependencia económica de las cuidadoras; especialmente las mujeres de las clases sociales más desprotegidas experimentan una reducción significativa de su capital económico a lo largo de su vida, debido a su dedicación casi exclusiva al cuidado, lo que las coloca en una situación de gran vulnerabilidad, pues suelen carecer de empleos formales, protección social, servicios de salud, vivienda y sus redes sociales son débiles por haber estado concentradas en el trabajo doméstico a lo largo de sus trayectorias de vida (Welti, 2018; Robles, 2003). En oposición a lo anterior, los estudios han mostrado que cuando esa dependencia económica de las mujeres disminuye por la vía del incremento de su participación en el mercado laboral, se reducen las brechas de género en torno al tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados, especialmente en lo que corresponde con el tiempo de cuidados a personas mayores sanas, enfermas o con alguna discapacidad (Rodríguez y García, 2020).
Las dinámicas del cuidado trasnacional. Uno de los aportes de la investigación sociodemográfica mexicana sobre los cuidados en la vejez es la descripción de un sistema de cuidado familiar transnacional en poblaciones rurales e indígenas mexicanas con larga tradición migrante. En los estudios europeos y anglosajones sobre el cuidado se entiende como una experiencia de contacto directo que requiere la presencialidad de los actores del cuidado; sin embargo, los estudios de las familias transnacionales mexicoamericanas han identificado que los movimientos migratorios transforman tanto la composición de los hogares como los patrones de organización del cuidado hacia los padres adultos mayores, en los que participan varios agentes como miembros de una red de cuidado familiar y vecinal, con distintas formas de cuidado en momentos específicos de las trayectorias migratorias, lo que se elabora teóricamente como un sistema de cuidado familiar transnacional en el que se combinan estrategias locales que requieren presencia física con otras transnacionales a través de las cuales se ofrece apoyo moral, financiero y cuidado directo en situaciones extraordinarias (Montes de Oca et al., 2012; Montes de Oca y Sáenz, 2013, 2012).
El cuidado transnacional se organiza según el momento en que se encuentra la trayectoria migratoria cuando surge la necesidad de cuidados; al inicio del proceso migratorio se activa la red de apoyo familiar o, en su ausencia, la red de vecindad o amistad; al transcurrir el tiempo, las acciones de cuidado directo se concentran en una o dos personas, con marcadas diferencias según el género, resultando las hijas como responsables del cuidado instrumental y los hijos como responsables de apoyo monetario y material trasnacional (Torres et al., 2019; Montes de Oca y Sáenz, 2013), aunque el ajuste a las expectativas culturales sobre la responsabilidad filial tanto de hombres como de mujeres empieza a transformar las formas de participación de los primeros (Hernández et al., 2017; Hernández y Baca, 2017).
La carencia de políticas de cuidados reproduce las desigualdades de género y clase en la vejez. En México, gran parte de las personas mayores prefieren ser cuidados por sus hijos y en sus propios hogares; esta actitud respaldada por vínculos afectivos y morales es propia de la organización social en torno al cuidado denominada familista (Enríquez, 2013; Garay et al., 2020). Como se ha mostrado, las familias —particularmente las mujeres del grupo doméstico— son quienes resuelven las necesidades de los integrantes que presentan limitaciones de funcionalidad para sus actividades cotidianas. Sin embargo, la disponibilidad de las familias y de las mujeres para cuidar se ha reducido a partir de los cambios demográficos y socioeconómicos de las últimas décadas (Mancinas y Garay, 2013; Robles y Vázquez, 2008). El incremento en México de los hogares en los que residen solo personas mayores (parejas mayores sin hijos y personas mayores viudas o solteras) constituye el escenario social de mayor precariedad al momento de garantizar cuidados cotidianos, apoyo y asistencia para las personas mayores que lo necesitan (Garay et al., 2020).
En ese contexto, el escaso desarrollo de políticas de seguridad social sumado a la carencia de sistemas públicos universales de cuidados, vulnera las condiciones de vida de las personas mayores y de las familias que les proveen cuidados, especialmente de larga duración (Mayston et al., 2017; Rico y Robles, 2017; López-Ortega et al., 2013), además de que contribuye a reproducir la subordinación histórica de las mujeres (Huenchuan y Rodríguez, 2015) y obstaculiza el ejercicio de sus derechos (Millán, 2021; Montes de Oca et al., 2018); esta situación se ha expresado de forma más que evidente en el contexto de la pandemia por COVID-19, que incrementó el estigma de las personas mayores como sujetos vulnerables que universalmente demandan cuidados, lo que incrementó su aislamiento social, así como la sobrecarga y precarización de sus cuidadoras familiares (Robles, 2021).
De allí que se demanden políticas de atención al envejecimiento con enfoque de derechos humanos, que incorporen medidas para el apoyo al cuidado familiar, especialmente entre las poblaciones más desprotegidas socialmente (Arroyo, 2015; García, 2016; Montes de Oca y Hebrero, 2006), como es el caso de las mujeres mayores que en su edad avanzada continúan desarrollando actividades de cuidado a otros integrantes del grupo doméstico, aún a costa de su propio bienestar y la protección de sus derechos (Millán, 2021); políticas que reconozcan la capacidad de las personas mayores de participar en sus propias vidas (Robles, 2006b, 2005b), que contribuyan a la transformación de la desigualdad estructural que subyace en la actual organización social del cuidado, a través de la promoción de relaciones sociales complementarias, equitativas y justas (Gutiérrez, 2019; Enríquez, 2014, Arroyo, 2010).
Conclusiones
En este artículo se ha mostrado que la investigación social mexicana sobre el tema de los cuidados familiares a personas mayores se ha nutrido de diversos referentes teóricos-metodológicos; ha tomado elementos de la tradición interpretativa y constructivista para abordar los procesos y las experiencias de cuidar y ser cuidado en la vejez; ha recuperado de los estudios del parentesco herramientas para profundizar en las dinámicas y organización de los grupos domésticos en torno al cuidado de personas dependientes; ha aplicado aportes de la perspectiva de género al análisis sociológico del cuidado como una práctica cuya normalización en tanto tarea de las mujeres perpetúa las desigualdades de género.
La delimitación de los cuidados familiares en la vejez como objeto de conocimiento en el campo de las ciencias sociales ha estado inmersa en un proceso social histórico que ha marcado sus énfasis; en el siglo pasado, las reivindicaciones feministas abrieron paso al reconocimiento de los cuidados como parte de la división sexual del trabajo; más adelante, el interés por los cambios demográficos en el país advirtieron una futura crisis de cuidados asociada al envejecimiento poblacional, ya que el logro de la longevidad de los individuos se acompaña de incremento en la prevalencia de padecimientos que limitan la capacidad funcional de las personas mayores, así como de una transformación de las estructuras y dinámicas de los hogares; después, el resurgimiento del sujeto como actor de su experiencia vital dio pie a los estudios sobre los significados construidos y la experiencia emocional en torno a recibir o proveer cuidados; por último, la agenda de derechos humanos impulsa recientemente su análisis como un asunto de justicia social.
Resultado de esta revisión, se pueden señalar cuatro áreas de indagación que aún deben profundizarse en este tema. La primera se refiere al análisis sociológico del poder y del conflicto en las relaciones familiares de cuidados en la vejez, más allá de la medición del maltrato en el cuidado. Se requiere problematizar la violencia estructural y simbólica en torno a la reproducción social del cuidado; esta deconstrucción permitirá generar estrategias que apunten a la transformación de las normas de género sobre las cuales se establece el rol subordinado y de servicio que las mujeres son obligadas socialmente a asumir en materia de trabajos domésticos y de cuidados, en los espacios privados, comunitarios, laborales e institucionales.
Un segundo elemento de este nuevo campo de estudio que aún no ha alcanzado niveles suficientes de discusión académica en México, es la justificación ética y política del cuidado como derecho humano universal, independiente de la edad o capacidad funcional del sujeto que lo necesita. En este país el valor social de los cuidados surge vinculado con la condición de dependencia, así como con la precariedad de los individuos y sus hogares. A diferencia de países como Uruguay, Colombia o España— por nombrar algunos con los que México tiene cierta afinidad cultural y social—, en este país aún es incipiente el debate sobre la naturaleza vulnerable del ser humano a lo largo de su ciclo vital, lo mismo que sobre la universalidad de la necesidad de cuidados; la reivindicación del derecho a recibirlo y contar con las mejores condiciones para proveerlo o, incluso, para elegir no cuidar directamente, es una discusión política, social y académica reciente que empieza a visibilizarse con las reformas constitucionales encaminadas al reconocimiento del cuidado digno como un derecho humano que debe ser garantizado por el Estado y ejercido en un contexto de corresponsabilidad colectiva.
Otra área se relaciona con la denominada economía de los cuidados; en este sentido no se encontraron estudios en México sobre los costos monetizados del cuidado en la vejez, a pesar de que el costo que podría generar una política de cuidados de largo plazo ha sido el argumento central del Estado mexicano para aplazar la firma de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores; tampoco se encontraron suficientes publicaciones nacionales sobre la relación de los cuidados con otros pilares de la protección social, conocimientos que resultan sustantivos para la proyección de políticas de cuidados públicos y universales, sobre todo en este momento que el Poder Legislativo y algunos actores de la academia y la sociedad organizada preparan el soporte constitucional para la creación de un Sistema Nacional de Cuidados sostenible, que enfrentará, entre otros retos, distinguir y responder con pertinencia a la diversidad de necesidades de los grupos sociales, a la priorización de necesidades urgentes y al arraigo de las desigualdades de género y de clase, vinculadas con la distribución de esta práctica.
Como cuarto elemento, se considera necesario ampliar los estudios sobre las prácticas de cuidados y de autocuidado en el marco de vejeces saludables, activas y con fuertes lazos relacionales, ya que contribuirá a ampliar los escenarios sobre los cuales tiene que pensarse la política nacional de cuidados, de modo que reconozca la diversidad de condiciones de envejecer y de necesitar apoyo, y que contemple como ejes vertebrales la igualdad de género y la interdependencia humana como formas de relación para el sostenimiento de la vida individual y para la reproducción social.
Finalmente, es pertinente señalar que son las grandes desigualdades estructurales del país las que actúan como determinantes para que la experiencia de necesitar y proveer cuidados en ausencia casi total de políticas públicas y estrategias sociales de soporte, amenace el bienestar de los grupos familiares y de las mujeres como cuidadoras principales, de allí la urgencia de actuación por parte del Estado.
Se considera que las categorías cuidados y cuidados familiares en la vejez y el envejecimiento seguirán contribuyendo a la reflexión epistémica sobre nociones que resultan fundamentales para el presente y futuro de las sociedades, como son las desigualdades estructurales, la vulnerabilidad, la autonomía relacional y la interdependencia de los individuos.
Agradecimientos
Esta revisión narrativa se realiza como parte de la investigación doctoral: El cuidado de las personas mayores en el hogar. Relación de amor, opresión y disputas de poder, con el apoyo financiero del Programa para el Desarrollo Profesional Docente (Convenio 511-6/18-6699).
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Notas
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