Dossier: El Tercer Reich, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
Extranjeros en Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Pasaportes genuinos y papeles falsos, internamiento, canje y exterminio*
Foreigners in Warsaw during World War II Passports and false papers, internment, exchange and extermination
Historia & Guerra
Universidad de Buenos Aires, Argentina
ISSN-e: 2796-8650
Periodicidad: Semestral
núm. 7, 2025
Recepción: 24 diciembre 2023
Aprobación: 07 abril 2024
Resumen: Se presentan aquí los avances de investigación de un estudio comparativo sobre las experiencias de judíos extranjeros y polacos doble nacionales que estuvieron o pasaron por Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Se focaliza principalmente sobre los argentinos y estadounidenses, con breves referencias a los de otros países. El estudio abarca tanto a ciudadanos genuinos como a portadores de papeles falsos y sus familiares inmediatos. Se analizan las semejanzas y diferencias en la evolución de su trato luego de la ocupación alemana y su encierro en el gueto de Varsovia hasta el inicio de su liquidación (Grossaktion). Asimismo, se describen las cambiantes políticas adoptadas por los alemanes hacia estos extranjeros según el estatuto de nación neutral o beligerante de los países de los cuales eran o se decían ciudadanos. En el caso de los portadores de papeles falsos, se mencionan algunas de las redes y modalidades para su obtención.
Palabras clave: Holocausto, Gueto de Varsovia, Judíos extranjeros, Internamiento, Canje.
Abstract: This paper presents the research findings of a comparative study on the experiences of foreign Jews and Polish dual nationals who were in or passed through Warsaw during World War II. The focus is on Argentines and Americans, briefly referencing those from other countries. It covers both genuine citizens, holders of false papers, and their immediate family members. It analyzes the similarities and differences in the evolution of their treatment after the German occupation and their confinement in the Warsaw Ghetto until the onset of its liquidation (Grossaktion). It also describes the changing policies adopted by the Germans towards these foreigners, which were based on the neutral or belligerent status of the countries they were or claimed to be citizens of. In the case of holders of false papers, it mentions some networks and methods of obtaining them.
Keywords: Holocaust, Warsaw Ghetto, Foreign Jews, Internment, Exchange.
Oh, hermanos y hermanas, ustedes que han tenido la fortuna de poder emigrar a los Estados Unidos, a Palestina, a Inglaterra o a Argentina. Ustedes que comen hasta saciarse y duermen un sueño tranquilo. Sepan que aquí, en Polonia, donde han abandonado a sus familias y cercanos, ya no tienen un padre o una madre. Que sus niños han sido degollados. Que sus hermanos y hermanas han conocido una muerte atroz en manos de los verdugos alemanes, asistidos por los criminales de la policía judía y ucraniana.
Yehoshua Perle, Khurbm varshe. Varsovia, agosto-octubre 1942
Hacia fines de 1941 los alemanes decretaron una sentencia de muerte colectiva contra los judíos bajo su control: la Solución Final. Sin embargo, estudios previos han señalado que la ciudadanía extranjera o un vínculo cercano con un extranjero podían constituir medios de salvación para sus posesores. Atentar contra un nacional de otro estado en territorios controlados por el Tercer Reich podía desencadenar represalias contra los alemanes o sus intereses en dichos estados o de un aliado suyo si era beligerante (Browning, 1978; Hilberg, 1992: 160; Buergenthal, 2003). De allí que, en ocasiones y en consideración del “interés del Reich” (Reichswichtig), se subordinó la visión racista del régimen para aplicar el criterio internacionalmente aceptado de ciudadanía (Conze, 2010: esp. 287 et ss; Ras, 2023).1
El presente trabajo constituye un avance de investigación sobre el destino de un grupo específico de extranjeros, Ausländer para los alemanes: los judíos polacos doble nacionales o nacionales extranjeros en la Varsovia ocupada. Estos constituyen un grupo diferente de otros extranjeros mejor conocidos, involucrados en los así llamados affaire del hotel Polski y la Lista de Ładoś, aunque algunos de los involucrados también fueron parte de ellos. El trabajo se centra en losciudadanosargentinos y estadounidenses, con breves referencias a otros nacionales.
Tanto Estados Unidos como Argentina albergaban una importante comunidad judía a fines de los años 30.2 Sin embargo, un número no desdeñable desus ciudadanos genuinos se encontraban en territorio polaco al inicio de la guerra. Durante la guerra, este número aumentó por la existencia de portadores de papeles falsos que los acreditaban como nacionales de estos países. Ambos grupos se incluyen en este estudio, así como las personas de su grupo familiar a las que pudieran extender sus derechos. Se aspira a avanzar sobre hallazgos y conclusiones de trabajos anteriores, así como a arrojar luz sobre aspectos descuidados y enmendar ciertas confusiones. Por tratarse de una investigación en curso, se presentan conclusiones tentativas derivadas del estado actual de los conocimientos.
A diferencia de los argentinos, que constituyen un caso casi inexplorado,3 el destino de una familia estadounidense en Varsovia emergió antes del fin de la guerra con la primera publicación en inglés de las experiencias de un testigo directo.4 Se trata de Warsaw Ghetto: A Diary, diario de Mary Berg (Miriam Wattenberg5), nacida en Lodz en 1924 e hija de una estadounidense nativa. El diario contiene la descripción de sus experiencias desde octubre de 1939, pasando por su refugio en Varsovia, su encierro en el gueto, el internamiento en la prisión del Pawiak y Vittel, hasta su llegada a los Estados Unidos en marzo de 1944 (Shneiderman, 1945).
En su desembarco en Nueva York, Mary Berg conoció a Samuel L. Shneiderman (2007: XV-XVII), quien inmediatamente advirtió el valor de las anotaciones en doce libretas pequeñas de espiral que llevaba en su equipaje.6 Trabajó con él varios meses sobre sus apuntes, que vieron la luz en diferentes versiones resumidas o seriales en ídish, alemán e inglés hasta la publicación final en formato de libro, en febrero de 1945. Esta última versión fue la que pasó a otras lenguas. En Buenos Aires, por ejemplo, se publicó en abril del mismo año. Para entonces, Mary Berg, involucrada personalmente en su promoción para llamar la atención sobre las víctimas del Holocausto, gozaba de cierta notoriedad. Sin embargo, hacia los años 50 comenzó a distanciarse de su obra y desapareció de la vida pública hasta su fallecimiento en 2013. Al menos otro sobreviviente estadounidense del gueto, Benzion Rapoport, la contradice. Según él, “no fue muy exacta”.7
El diario de Mary Berg cristalizó la noción del “privilegio” de los judíos estadounidenses: gracias a su ciudadanía, “en el último minuto” los alemanes “limpiaron” a Varsovia de ellos; “en general”, escaparon del exterminio o solo fueron deportados “por error” (Hilberg, 2005: 536; Conze, 2010: 287 et ss.). Luego de caer prácticamente en el olvido para el público general, la reedición de su diario en inglés en 2007 y en varios idiomas volvió a atraer atención sobre él.8 Aunque las reediciones invisibilizan al editor, presentando a Mary Berg como autora (Shneiderman, 2007 y 2013), la perspectiva histórica permitió una lectura más crítica que en la inmediata posguerra y se comenzaron a advertir los problemas de fiabilidad del relato como fuente histórica. El mayor de ellos es la pérdida de las doce libretas originales, cuyo contenido fue descrito como notas abreviadas en polaco en una suerte de código taquigráfico personal.9 La reciente aparición de unas páginas mecanografiadas con las tachaduras, enmiendas y agregados de Shneiderman, permitió advertir el grado de su intervención en el texto.10 Resultaron también evidentes las diferencias entre la versión mecanografiada y la publicación de 1945.11 Con agudeza se ha planteado si se trataría del “diario” o más bien de las “memorias” de Mary Berg.12 No se han realizado todavía análisis comparativos con sus versiones anteriores.13 Aun a pesar de estos problemas, sigue siendo una fuente ineludible para el estudio de los Ausländer en Varsovia, ya que constituye el testimonio conservado más directo y extenso sobre el tema.
Con el objetivo de complejizar el relato de Mary Berg, para este trabajo se intentó identificar el mayor número posible de casos de otros estadounidenses y argentinos en Varsovia. La tarea fue ardua, ya que no se conservan las listas alemanas de extranjeros (Fremdenlisten) ni la documentación oficial argentina ni la lista oficial de estadounidenses en Polonia de octubre de 1939.14
Las fuentes primarias disponibles, producidas durante o después de la guerra por residentes del gueto, presentan otra serie de problemas que van desde la dispersión de los testimonios conservados hasta su carácter multilingüe.15 Una vez identificados los extranjeros mencionados en ellas, se hizo lo posible por rastrear sus destinos individuales.16 Los judíos polacos que alegaron ser Ausländer fueron más difíciles de identificar por múltiples razones: a la naturaleza clandestina de los registros de los testigos, de la producción de documentos y de la multiplicidad de redes que los proveían, el empleo de nombres falsos, de otras personas o de múltiples nombres por la misma persona durante la guerra, se suma la reticencia a referirse al tema en la posguerra.17
A pesar de estas limitaciones, se aspira a contribuir con un avance en el conocimiento del tema, aunque más no sea por haber recolectado en un mismo texto los destinos de un grupo específico de extranjeros en Varsovia –sobre los que hasta el momento solo se encuentran referencias (muchas veces contradictorias) en fuentes dispersas– y por haber identificado un número mayor de casos que los comúnmente mencionados. Razones de espacio imponen reservar parte del material para un trabajo futuro.
Los Ausländer y el estallido de la guerra
Existían significativas diferencias en la naturaleza e importancia de las relaciones diplomáticas de Polonia con la Argentina y los Estados Unidos en 1939. La representación de Argentina era una Legación, es decir, tenía un rango inferior. Luego de los traslados de mediados de ese año, pasó a estar integrada por hombres solos. A su cargo se designó a Guillermo de Achával, un ministro condecorado por su “precioso” desempeño en la protección de civiles durante la Guerra Civil Española. Se instaló sin su esposa en el hotel Europejski.18 El cónsul general pasó a ser el Dr. Jacobo Laub, un judío polaco naturalizado y divorciado.19
La fastuosa Embajada de los Estados Unidos en el Palacio Raczynski, en cambio, contaba con una planta numerosa de funcionarios y empleados locales entre los que había un número elevado de mujeres (Steczynski, 1942; FRUS, §615). Desde principios de 1939, el embajador Anthony J. D. Biddle venía preparándose secretamente para una eventual guerra, analizando distintas posibilidades con el gobierno polaco ante la eventualidad de una evacuación (FRUS, §615). Como precaución adicional, algunos miembros del consulado se trasladaron a las afueras de Varsovia. La intención era mantener una representación establecida en el territorio si caía bajo control alemán (Walser, 2023). El 21 de agosto, el embajador ordenó la retirada por tierra de las familias de los oficiales del consulado hasta los puertos escandinavos (FRUS, §616). Al día siguiente, emitió por correo una advertencia a todos los nacionales en Polonia: “sugerimos que considere seriamente si, en caso de emergencia, debe permanecer en Polonia o marcharse”(Langbart, 2021). Hacia esa fecha, el cónsul británico también instó a sus nacionales y a los palestinos a abandonar Polonia de inmediato (Zuckerman, 1993: 1).20
La invasión alemana de Polonia provocó un éxodo masivo de refugiados polacos hacia el este. Miles lograron abandonar el territorio y miles de otros, como los Wattenberg, se dirigieron a Varsovia. La partición de Polonia entre Alemania y la URSS implicó que los que residían en los territorios al este del río Bug quedaran bajo control soviético hasta la invasión alemana de la URSS en junio de 1941.
Los aprestos para la guerra de la Legación argentina, por el contrario, se manifestaron recién el 1 de septiembre, como respuesta directa a la invasión. Apenas escuchó las primeras alarmas antiaéreas, de Achával la trasladó a la Cancillería, donde se guardaba el archivo, que por su ubicación, en la Boleslawa Prusa 6, le permitía mantenerse mejor comunicado con los diplomáticos de otras naciones. Allí se atrincheró con su secretario privado, Martenko, y el Dr. Laub. Entre los tres adecuaron el espacio para vivienda. El telegrama cifrado que envió el 2 de septiembre refiere que “partieron todos los extranjeros que podían”, sin indicar cifras o nacionalidades.21
Al día siguiente, se unió a ellos Eduardo Lezica, cónsul en Gdynia.22 De Buenos Aires llegaron telegramas expresando preocupación por la situación de los funcionarios y se instruyó a de Achával a abandonar Varsovia para evitar “los inconvenientes a que puede dar lugar su presencia en caso de ocupación de la ciudad por el enemigo”.23 El ministro desobedeció las instrucciones. A la hora de justificarse, expresó que no encontró el valor para dejar en su lugar, “en horas tan terribles”, a uno de “sus” cónsules, prefiriendo “compartir con ellos el drama que avecinaba, y asumir la responsabilidad de nuestras vidas”.24
La mayor envergadura de Polonia como aliado político de los Estados Unidos se manifestó cuando empezaron a ejecutarse los acuerdos secretos alcanzados ante la eventual evacuación del gobierno polaco (Langbart, 2021).25 El 5 de septiembre, el embajador Biddle y sus subordinados lo siguieron a Lublin, dejando a cargo del Consulado General a John Ker Davis (Walser, 2023). Su huida precipitada, acompañada únicamente por las tres embajadas en Varsovia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, no fue informada a las demás representaciones. De Achával se enteró por sus propios medios de que tenía oficinas asignadas en Lublin, pero que para su traslado no podía contar con su chofer, movilizado para el Ejército, ni se le garantizaba el combustible.26
Los representantes extranjeros se encontraron librados a sus medios. El 6 de septiembre se reunieron en torno a su decano, el ministro de Noruega, Nils Christian Ditleff, para uniformar una línea de conducta.27 Acordaron cerrar todos los consulados. Los funcionarios estadounidenses comenzaron a destruir sus archivos (FRUS, §617). Los argentinos, en cambio, permanecieron dentro de la Cancillería para poder vigilarlos más de cerca, comprometiéndose a estar “a la altura de [su] misión”.28
Para el 11 de septiembre, se habían pintado dos grandes banderas estadounidenses sobre el techo de su Cancillería. El sótano, donde se refugiaban unas ochenta “semi histéricas” personas, principalmente mujeres y niños, se protegió con bolsas de arena. Casi todo el personal local masculino se unió al ejército, por lo que la atención recayó sobre el femenino (FRUS, §622; Langbart, 2018).29 A su vez, buscando la protección del escudo y la bandera argentina, un número indeterminado de mujeres y niños se congregaron, sobrecogidos por el terror, en el vestíbulo de las oficinas de su Cancillería.
Ambas cancillerías sufrieron el impacto de bombas y obuses (Langbart, 2018).30 En el caso de la argentina, el inmueble fue parcialmente destruido, causando heridos y muertos. Si bien los funcionarios resultaron ilesos, pasaron a ser casi los únicos hombres en el edificio semiderruido. Desde sus oficinas podían ver cadáveres apilados en las calles y personas cavando trincheras o construyendo barricadas. Cuando las legaciones fueron informadas, el 18 de septiembre, de que el gobierno polaco se había refugiado en Rumania y el ejército Rojo había cruzado las fronteras orientales, en representación de los funcionarios acreditados en Varsovia, los ministros Ditleff, Davis y de Achával solicitaron una reunión con las autoridades militares polacas para organizar la evacuación de los funcionarios y civiles extranjeros residentes (Langbart, 2018).31
Con menos de una hora de anticipación, el 21 de septiembre los funcionarios obtuvieron cuatro horas de tregua para evacuarse junto con unos 1.200 Ausländer de diversas nacionalidades (Walser, 2023). Entre los estadounidenses se encontraba Davis, sus empleados y unas 50 personas, incluido Julien Bryan y un fotoperiodista que tomó un poderoso registro de las víctimas civiles polacas (Gawinecka-Woźniak, 2016; Langbart, 2018). Un número desconocido de argentinos integró también el contingente. Es posible que, entre otros, se encontrasen los Perkal, los Bielski y los Resnik (Ras, 2021: 202). Pasando por Königsberg, los evacuados estadounidenses llegaron a Berlín el 25 de septiembre (FRUS, §632 y 634). En un convoy de 42 automóviles escoltado por funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, los argentinos lo hicieron al día siguiente.32
A diferencia de los funcionarios argentinos, que abandonaron en su totalidad el territorio,33 algunos estadounidenses permanecieron en Varsovia, a pesar de ser advertidos de que no se les podría ofrecer otro medio de salida (FRUS, §637). El consulado reabrió algunas semanas después a cargo del vicecónsul Thaddeus H. Chylinski, con limitaciones en su funcionamiento, hasta que los alemanes forzaron su cierre a fines de 1939 (Chylinski, 1941; FRUS, §643).34 Chylinski permaneció en Varsovia dos años más, hasta el 19 de agosto de 1941, sin que se haya podido establecer si lo acompañó más personal. La Gestapo sabía de su presencia y de sus contactos con la Embajada en Berlín (Chylinski, 1941: 1). A su regreso a los Estados Unidos entregó un informe detallado sobre la situación hasta su partida.
Por último, ni Argentina ni Estados Unidos reconocieron la ocupación alemana de Polonia. Mantuvieron las relaciones con el gobierno polaco en el exilio y sus representantes. Si bien Washington se apresuró a comprar un castillo como embajada en la sede temporaria en Angers,35 Buenos Aires resolvió no hacerlo e instruyó a de Achával para que regresara al país a la brevedad.36 Después de la caída de Francia, el embajador Biddle se trasladó a la nueva sede del gobierno polaco en Londres (Walser, 2023). De Achával, en cambio, continuó en funciones desde Buenos Aires hasta octubre de 1940, cuando se nombró a un representante argentino en Londres. Hasta ese momento, las gestiones argentinas se orientaron a la recreación de un estado polaco dentro de un territorio más reducido respecto del anterior al inicio de las hostilidades.
La actitud alemana hacia ambos países, en cambio, fue la misma. Según su visión, Polonia había dejado de existir como estado, de modo que en su antiguo territorio no podían permanecer funcionarios extranjeros. Para cualquier asunto, los estadounidenses o argentinos en Varsovia debían dirigirse a sus respectivos consulados en Berlín, previa autorización de las autoridades alemanas para abandonar la Gobernación General.37
Los Ausländer en el gueto
Respecto del número de estadounidenses en Polonia después de la invasión, se encontró un informe de Berlín a Washington, fechado el 18 de octubre de 1939, que los estimaba en unos 60.000 con unos 10.000 más con derecho a la ciudadanía (Langbart, 2021). Anticipaba que solo entre 2.000 y 5.000 se acercarían a la Embajada para pedir ayuda porque
[l]a gran mayoría de ciudadanos polaco-estadounidenses tienen conexiones familiares locales y probablemente desearán permanecer en este país incluso durante una guerra. Es totalmente imposible prever el número de estos estadounidenses que más adelante puedan pedir ayuda para salir del país si las condiciones empeoran y es probable que los que pueden pedir esta ayuda retrasen hacerlo hasta que se den las condiciones que hagan virtualmente imposible la salida física (FRUS, §618).38
La lista de nombres que se adjuntó como anexo del informe en la valija diplomática de Berlín a Washington está desaparecida.39 En cuanto a los argentinos, no se encontró informe alguno que cuantifique su número, pero es seguro que al menos diecinueve nativos cayeron peleando en las filas del ejército polaco, tres desaparecieron en acción y cinco fueron condecorados en septiembre de 1939.40 De esto podría inferirse que tenían un arraigo similar con Polonia.
Con respecto a los doble nacionales judíos, resulta importante destacar que, hasta el inicio de las hostilidades, tanto estadounidenses como argentinos no sufrieron impedimento legal alguno para regresar a sus países de origen, por no estar abarcados en el sistema de cuotas o en las restricciones a la inmigración.41 Una vez iniciadas las hostilidades, la obtención del permiso de las autoridades alemanas para abandonar el territorio se volvió una barrera infranqueable.
En el caso de Argentina, se observa una paradoja: en los años previos a la guerra, miles de polacos que percibían al país como “extraño”, “tan lejano”, “del otro lado del océano”, en el que “las costumbres, la forma de vida, es otra” (Colección epistolar privada de la familia Wacht [CFW], 1927, 1934 y 1937) optaron por la emigración, mientras que otros con vínculos o contactos establecidos en el país se resistieron a regresar.42 En el caso de los estadounidenses, los Wattenberg visitaron Estados Unidos en 1938, pero regresaron a Polonia.43 Los Grinsztejn regresaron a Polonia desde Argentina hacia 1937.44 En enero de 1940, eran “miles y miles” las personas desesperadas porque se había roto el contacto con sus parientes en “América”,45 del que dependían para su subsistencia (Sloan, 1958: 9). La guerra también separó familias, dejando, en general, a los hombres o a los jóvenes del otro lado del océano por motivos profesionales o simplemente por constituir los primeros del grupo familiar en emigrar, con planes de traer luego al resto.46 Una tras otra, los ocupantes impusieron normas contra los judíos. Desde mediados de octubre de 1939 tuvieron prohibido emplear el transporte público o abandonar el territorio sin autorización alemana (Hilberg, 1999: 83). En enero de 1940, el Embajador argentino en Berlín informó a Buenos Aires que el permiso para salir “de las provincias” del ex-territorio polaco y entrar en el Reich era “casi imposible”, y que “salir para el extranjero debe ser extraordinariamente excepcional” (44AH002201_0157, AMREC). A mediados de junio de 1940, directamente se prohibió toda salida de la Gobernación General (Chylinski, 1941: 27). Invocando esta norma, se rechazó la solicitud de partida de los Wattenberg (Shneiderman, 2007: 20). La Embajada argentina en Berlín, en cambio, recién fue formalmente informada de que los permisos “por el momento no se conceden” el 16 de julio de 1941, luego de varios rechazos a la solicitud de traslado de Sofía Levcovitch a Berlín para tramitar sus papeles de salida.47
Para los judíos, necesitados de ocultar a la Gestapo su condición racial o de enemigos políticos, la práctica más frecuente durante toda la ocupación consistió en la adquisición de documentos de identidad “arios,” Kennkarten para los alemanes. Los había de dos tipos: litova, completados con nombres inventados, y zhelasna o “pases de hierro”, a nombre de una persona real fallecida. Estos últimos eran más seguros, porque podían pasar una investigación policial, pero solo se podían obtener a partir de un certificado de nacimiento falso y de personas que tuviesen acceso a los archivos oficiales (Goldstein, 1949: 218). Otra variante, más difícil de obtener que “partir las aguas del Mar Rojo,” era por medio de un funcionario que conservase los sellos y estampillas anteriores a la guerra. En ese caso, se fabricaban con datos de imposible corroboración por referir a registros inaccesibles o destruidos por la guerra (Katsh, 1965: 126).48
El costo en el mercado negro de las Kennkarten variaba según la seguridad que ofrecían, pero solo eran eficaces para personas lo suficientemente asimiladas como para no ser detectadas y de “buena apariencia”, es decir, de rasgos no semitas. Más de uno con solo buena apariencia debió pasar como sordomudo para ocultar su acento idish. Maurycy Orzech, miembro del Presidium del Bund y veterano en la clandestinidad desde la resistencia a la dominación rusa de Polonia, inicialmente usó Kennkarten “descaradamente” y luego documentos que acreditaban ciudadanía extranjera, al menos hondureña y argentina.49 Su hija Anita también obtuvo esta última (Szereszewska, 1997: 48; Hilberg, 1999: 369).50
Para aquellos que por su apariencia o manejo del polaco no podían camuflarse con Kennkarten, existía una posibilidad más onerosa: papeles falsos de identidad extranjera. Como los alemanes tenían por norma general “cuidarse de los extranjeros,” comenzaron a circular incluso antes de la creación del gueto:
Los judíos que poseen pasaportes de países neutrales no están obligados a llevar bandas en el brazo o a hacer trabajo de esclavos. No es raro que muchos judíos traten de obtener esos documentos, pero no todos poseen medios para adquirirlos o valor para usarlos. Dos de mis amigos consiguieron documentos probatorios de que son nativos de una república sudamericana. Gracias a ellos pueden circular libremente por la ciudad. Fueron audazmente al cuartel de la Gestapo en el Palacio para que les sellaran los papeles con la esvástica; y los expertos alemanes no descubrieron que eran falsos. También pueden ir al campo a comprar alimentos. Con tales documentos tienen por lo menos un 90 por ciento de probabilidades de sobrevivir, mientras los restantes judíos sólo tienen un diez por ciento (Shneiderman, 2007: 20).51
Gozar del codiciado estatuto de Ausländer conllevaba una condición: registrarse como tal ante la Gestapo. Por temor, ciudadanos genuinos como los Grinsztejn (Angel) y algunos “sudamericanos” prefirieron no hacerlo. En otros casos, no poseían documentación en regla y estaban impedidos de obtenerla en Berlín (Shneiderman, 2007: 127, 133, 138, 148; Katsh, 1965: 316; Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 24 de febrero de 2023). Los nacionales de países neutrales que lo hicieron tuvieron el “privilegio” de no ser marcados, quedar exentos del trabajo forzado y contar con mayor libertad de movimiento. Tampoco fueron incluidos en el primer censo de judíos de principios de 1940.52 La mayor arbitrariedad a la que quedaban sujetos era recibir represalias de alemanes, según las noticias que llegaran de la actitud hacia el Reich de los países de los que eran ciudadanos (Chylinski, 1941: 27). Probablemente fue alguna noticia de los Estados Unidos lo que provocó que una estadounidense fuera obligada a limpiar la calle con su tapado de piel. Si bien en el momento sólo pudo liberarse dejando su reloj y 10.000 zloty, después de reclamar ante el cónsul fue indemnizada con RM 3.000 (Shneiderman, 2007: 17; Sloan, 1958: 17).
Cuando a mediados de octubre de 1940 se decretó que los judíos debían mudarse al gueto, algunos Ausländer quedaron exentos, independientemente de la ciudadanía que poseían (o decían poseer). Los registrados conservaron privilegios dentro de sus muros, como permiso de salida exhibiendo su pasaporte o de enviar correspondencia al exterior (Shneiderman, 2007: 31, 64; Sloan, 1958: 82). Luego de la invasión de la URSS, “Wajngot” (Weingort), portador de un pasaporte paraguayo falso enviado desde Suiza, fue autorizado a mudarse de Lwow al gueto de Varsovia (Polonsky, 1990: 81-83).53 Ni Adam Czerniakow, máxima autoridad judía en Varsovia y presidente de su Consejo Judío (Judenrat), pudo obtener igual permiso para su hijo (Hilberg, 1999: 69). Se instalaron también “unos veinte” con documentos “sudamericanos”, algunos extranjeros genuinos y otros, en la jerga del gueto, “recientes”. Habían obtenido su ciudadanía por contactos o una ventana legal para hacerlo desde el exterior (Polonsky, 1990: 81). Estos últimos, casi con seguridad, se convirtieron en argentinos.54 Entre los británicos nacidos en Palestina, al menos uno se registró como italiano.55 La entrada de los Estados Unidos en la guerra, el 7 de diciembre de 1941, implicó el cambio de su estatuto de neutral a beligerante y convirtió a sus nacionales en extranjeros enemigos. Entre diciembre de 1941 y enero de 1942 siguieron a los Estados Unidos con ruptura de relaciones o declaraciones de guerra a Alemania numerosos países latinoamericanos. Los ciudadanos de las naciones americanas beligerantes fueron obligados a portar un brazalete especial con la estrella de David y la bandera del país del que eran ciudadanos. Hasta no ser (supuestamente) admitida para el internamiento y quitarse “audazmente” el brazalete, Mary Berg debió portarlo (Shneiderman, 2007: 50, 152). Los argentinos, en cambio, continuaron gozando de los privilegios de los extranjeros neutrales.
El invierno de 1941 fue extremadamente crudo y los alemanes confiscaron las pieles de los judíos para la Wehrmacht en el frente del este. Un día, “un judío del gueto” contactó al Dr. Chanarin, uno de los médicos más respetados. Según dijo, a cambio de dinero, podía proporcionar pasaportes argentinos “auténticos”, que darían a su portador derecho a entrar en Suiza como ciudadano argentino. Se trataba de un “sueño maravilloso” y “el precio ni siquiera era muy alto”. Todo el asunto debía mantenerse en la más estricta reserva. Se venderían solo a unas pocas familias bien recomendadas. Aseguró que se había reservado un pasaporte para sí, para ponerse a salvo. Chanarin se entusiasmó con la idea. Convocó a cinco amigos, todos “sólidos ciudadanos profesionales” como él. Hubo varios encuentros para discutir el asunto. Lo que llevó a desistir al único testigo que los sobrevivió fue la obligación de registrarse ante los alemanes. Los demás se embarcaron en esa “aventura”.56
Los poseedores de papeles latinoamericanos falsos aparecen frecuentemente mencionados en las fuentes. En la jerga del gueto, eran los “sudamericanos” o “uruguayos”, no en el sentido de ciudadanía, sino de fortuna, en todos los sentidos del término.57 Un pasaporte sudamericano era el objeto más codiciado en los poemas de Wladislaw Szlengel;lo único que permitía “vivir tranquilamente” en Varsovia.58 En su encuentro imaginario con Dios, lo representa como recién llegado del Paraíso al gueto, sin brazalete ni Kennkarte y con ciudadanía uruguaya.59 Las menciones a estadounidenses, en cambio, son mucho más raras. Szereszewska (1997: 44) se sentía “fascinada” por la ciudadanía de una vecina. Cuando se cruzaba con ella, primero veía su pasaporte, lleno de sellos y estampillas, y luego a la persona. La madre de Mary Berg también poseía un “maravilloso talismán”: una tarjeta de visita en su puerta con la inscripción “ciudadana estadounidense”. Así mantenía alejados a los saqueadores alemanes. Cuando ingresaban al edificio, sus vecinos se apiñaban en las dos habitaciones de la vivienda para gozar de la protección de su “signo milagroso” (Shneiderman, 2007: 29).
Hasta donde se ha podido establecer, al menos algunos judíos argentinos permanecieron en el lado ario luego del establecimiento del gueto. Los Karo,a pesar de sufrir la confiscación de la mercadería de su droguería en la calle Grochowska número 198/204, continuaron viviendo a escasos metros de su muro, en el número 19 de la Leszno, hasta que “después de interminables penurias y alternativas de todo orden” lograron regresar a Argentina.60 Zurek Prenski, varsoviano naturalizado en 1908 y con pasaporte renovado en Berlín en febrero de 1940, también permaneció con su esposa fuera del gueto, en el número 48 de la Marszałkowska, hasta diciembre de 1942.61 Los Leinman, en cambio, refugiados argentinos indocumentados, se instalaron en el gueto en fecha incierta hasta lograr “comprar” (sic) sus documentos para escapar a otro más pequeño. La referencia a una “compra” sugiere que aun los ciudadanos genuinos debieron recurrir a sobornos para obtenerlos (Testimonio 3541802, Yad Vashem [YV]).
Los alemanes condonaron otras excepciones. Mikhal Suryc, que contaba con inmejorables contactos políticos y óptima ciudadanía soviética falsa, también residió fuera del gueto –incluso después de la invasión de la URSS, cuando todos los soviéticos genuinos fueron internados– y siguió obteniendo permisos para viajar regularmente a Berlín.62 En este caso, parece haber mediado una consideración política. Los alemanes, sin embargo, también eran sensibles a los sobornos. Los Rapoport, probablemente la familia judía más acaudalada de Varsovia, residieron fuera del gueto hasta que eligieron mudarse dentro.63 Aron Rapoport, quien, según su hijo Benzion, solo poseía un permiso de trabajo y visa de entrada múltiple a los Estados Unidos, fue llevado por la Gestapo para ser internado como “nacional estadounidense” el mismo día que el país entró en la guerra, probablemente junto con otros.64 Su esposa también se convirtió en “judía estadounidense”, o así al menos le informó la Gestapo a Czerniakow en enero de 1942. El Judenrat debía ahora restituir sus bienes confiscados por los alemanes y tenía prohibido cobrarle impuestos (Hilberg, 1999: 319-320).
Luego de los hombres, a mediados de abril de 1942, fueron internadas las mujeres y los menores estadounidenses registrados con sus familiares (inmediatos). Un auto alemán pasó a recogerlos casa por casa y los llevó al Pawiak. Dos semanas después fueron llevados a Liebenau.65 De la familia Rapoport se internaron solo las mujeres. Benzion, quien en su testimonio refiere entregas de oro y diamantes a la Gestapo antes de los traslados, permaneció en el gueto. Fue reunido con su madre y hermanas cuatro meses después.66 Los estadounidenses que seguían sin registrarse no habían sido aún internados. Para algunos, hacerlo era equivalente a entregarse a los alemanes para ser enviados a la muerte; el cambio de estatuto de extranjero a extranjero enemigo elevaba más todavía ese riesgo (Katsh, 1965: 316; Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 24 de febrero de 2023).
En abril de 1942 se abrió una nueva lista para los Ausländer. Sin consultarla y a último momento,el marido de la señora Grinsztejn, estadounidense nativa, obtuvo un certificado de su ciudadanía y registró a la familia. Estaba convencido de que morirían si permanecían en el gueto; la internación les ofrecía alguna probabilidad de supervivencia (Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 24 de febrero de 2023; Alice Angel, 2022: 5096, Visual History Archive, University of Southern California [VHA]).67 A pesar de las insistencias de Mary Berg, su madre, en cambio, prefirió “seguir escondida” (in hiding) (Shneiderman, 2007: 127, 133, 138, 148).68 En la entrada del 28 de abril, anotó en su diario que, dada la alta improbabilidad de que ella y su padre fueran reconocidos como estadounidenses, su madre se había reunido con un colaborador “que se ocupaba de esas cosas. Un tal Erlich, un hombre de la Gestapo”.69 Era vox populi que Erlich intervenía en “las cuestiones relacionadas con los judíos extranjeros” y los “ayudaba” a salir del gueto (Turkow, 1995: 123, 125; Shneiderman, 2007: 138)
En junio, la Gestapo se presentó en el domicilio de la vecina estadounidense de Szereszewska, chequeó su pasaporte y la obligó a acompañarlos para su inmediata internación. Szereszewska tomó nota de dos hechos inusitados: se dirigieron a ella con un respetuoso “Sie” (Usted), pero no le permitieron llevar consigo a su marido ni a su hija de seis años (Szereszewska, 1997: 54).70 A la semana siguiente llevaron al Pawiak al soviético que vivía en el mismo edificio (Szereszewska, 1997: 55; Eisenbach, 1988: 627).71 Hacia esa fecha también, el británico con papeles italianos fue obligado, contra su voluntad, a registrarse con su verdadera ciudadanía (Shneiderman, 2007: 152). Todos estos hechos coinciden en apuntar a una misma intencionalidad alemana: internar a la mayor cantidad posible de nacionales de estados beligerantes enemigos.
A mediados de junio, la madre de Mary Berg terminó recurriendo a la “ayuda” de otro colaborador de la Gestapo, “Z.”, quien le aseguró que había logrado ingresar a todos los miembros de la familia en la lista de extranjeros, aunque ya estaba cerrada (Shneiderman, 2007: 149).72 Poco después, y para enorme angustia, se supo que Nikolaus, el Comisionado de Asuntos Exteriores de la Gobernación General, sólo había admitido a su madre y hermana menor. Según el criterio aplicado, solo los nativos e hijos menores de 15 años tenían derecho a ser internados, los cónyuges e hijos de estadounidenses mayores de esa edad estaban excluidos. Había al menos otras tres familias de madres estadounidenses nativas e hijos nacidos en Polonia en la misma situación (Shneiderman, 2007: 149). Los Grinsztejn, muy probablemente, eran una. Posiblemente los Rakow hayan sido la segunda. De esta familia internaron solo a las mujeres; el padre permaneció en el gueto, por enfermedad grave. (Shneiderman, 2007: 134). No se pudo identificar a la tercera familia.
De los encuentros entre Czerniakow y Nikolaus se infiere el objetivo alemán para el internamiento de los Ausländer: su intercambio por alemanes en poder de los beligerantes.73 El 3 de junio, Nikolaus presentó a Czerniakow una propuesta preliminar, que formalizó ante el Judenrat diez días después: abarcaba a los ciudadanos estadounidenses y de “Sudamérica”. Se habilitaban para ellos los traslados a Berlín para regularizar su documentación. Las personas con familiares residentes en Palestina podrían reunirse con ellos. Los términos volvieron a discutirse el 17 de junio, esta vez con la presencia del asesor legal del Judenrat. Mientras aguardaban el canje, los candidatos debían internarse en el Pawiak.
Los ciudadanos de Argentina y Chile –las dos únicas naciones sudamericanas neutrales en ese momento–, en cambio, estaban expresamente excluidos de cualquier posibilidad de canje por alemanes en estas conversaciones (Hilberg, 1999: 362, 366, 367, 374). Al hacerse pública, la noticia corrió por el gueto como un rayo de esperanza: se abría una “ilusión de escape” (Katsh, 1965: 297). El Judenrat abrió una lista para Palestina y “todos” corrieron a registrarse en ella. A 5 zloty cada uno, se aceptaron los formularios de más de 100.000 candidatos, aunque en Palestina había solo 980 alemanes (Katsch, 1965: 298; Birnbaum, 1991: 39, 42).
Sin apelar a la vía oficial del Judenrat, en mayo los alemanes también se dirigieron directamente a los neutrales, invitando a los “sudamericanos” registrados a un encuentro en el Pawiak. Eran unos veinte. Weingort,luego de varias noches en vela, decidió consultar la conveniencia de asistir con su rebe, quienestudió detenidamente la comunicación. Concluyó que era seguro: no era una orden, sino una invitación, dirigida a él como “señor” y no como “judío”. En el día de la cita, fue conducido a una habitación con otras catorce personas.74 Pronto ingresaron varios SS, que –en tono amable y respetuoso– explicaron que las relaciones entre las naciones sudamericanas y el Tercer Reich se estaban deteriorando y posiblemente pronto quedarían rotas. Por el momento, dijeron, existía todavía la posibilidad de intercambiar alemanes en Sudamérica por judíos “con pasaportes adecuados”. Ese mensaje solo puede haber estado dirigido a los chilenos y argentinos, los únicos sudamericanos explícitamente excluidos de los acuerdos con el Judenrat, justamente porque estas naciones todavía mantenían relaciones con Alemania.
Al igual que con las autoridades del Judenrat, se ofrecieron a asistir en los trámites, especialmente en el caso de los solteros que contrajeran matrimonio para que sus cónyuges (recientes) pudieran acompañarlos. Cuando una señora mayor expresó su deseo de no separarse de sus hijos, un alemán insistió “amablemente”, diciendo que las cosas “seguramente empeorarían” y que era “mejor para ella” salir del gueto. Ni bien corrió la voz de ese “extraño” encuentro, “todos” aquellos que hacía años habían regresado de ultramar corrieron a registrarse con la Gestapo.75 Se los consideraba realmente “afortunados” (Polonsky, 1990: 81-83).76 Poco después arrestaron a siete ingenieros suecos (Koblik, 1988: 195). Por todos los medios, los alemanes intentaban “limpiar” Varsovia de Ausländer. Se rumoreaba que no querían que fuesen testigos de lo que estaban por hacerle a los judíos polacos.
El 15 de julio, Nikolaus informó a Czerniakow que los Ausländer debían presentarse dos días después para ser internados y llevados al exterior. Fue proclamado en el gueto provocando conmoción. Entre ambos existía un entendimiento de que se trataba de algo más de ochenta personas (Hilberg, 1999: 380). Ese día, se presentaron más de setecientas. Fueron escoltados hasta la entrada del Pawiak por la policía judía. Eran “unos pocos” británicos, “más” estadounidenses (registrados en la lista de abril) y aún más ciudadanos de naciones europeas ocupadas y de países neutrales “americanos y europeos”.77 Mientras marchaban al Pawiak, parientes, amigos y transeúntes se agolparon para ver pasar y despedir a los “afortunados”. Eran tantos que hubo que dispersar a la multitud. Existía certeza de que su aislamiento anunciaba la destrucción del gueto. Se intuía que la intención de internarlos era preservarlos de una inminente deportación en masa (Shneiderman, 2013: 154-158).
El internamiento de los Ausländer en el Pawiak
En la topografía del gueto, el temible complejo penitenciario amurallado del Pawiak, con sus torres resguardadas con ametralladoras, constituía el símbolo más evidente de la opresión alemana en Varsovia. Erigido durante la dominación zarista, desde sus orígenes había sido utilizado para reprimir a opositores. Cuando se demarcó el gueto, quedó dentro de su perímetro (Shneiderman, 2007: 133, 145; Benzion Rapoport, RG-50.911.0001, United States Holocaust Museum [USHMM]). Se ordenó, bajo pena de muerte, cubrir de forma permanente todas las ventanas de los departamentos que tuvieran vista a sus diminutas ventanas enrejadas. Aun así, desde esas viviendas se podían escuchar gritos y gemidos de los prisioneros. Desde sus ventanas internas se veían escenas horribles, como uniformados golpeando niños hasta la muerte (Polonsky, 1965: 104, 111, 155; Hilberg, 1999: 373; Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 3 de marzo de 2023). Las ejecuciones eran frecuentes y los cadáveres, principalmente de resistentes polacos, se exhibían públicamente durante días.
Los Ausländer pasaron por varias revisiones de sus documentos, la más rigurosa, en el patio de la prisión. Sentado ante una mesa, un alemán llamaba por apellido en una lista y los inspeccionaba detenidamente. Cuando tocó el turno de los Wattenberg, Mary se acercó temblorosa. El alemán preguntó por qué figuraban sólo dos nombres en la lista si eran cuatro personas. Su madre explicó que inicialmente se habían registrado sólo dos, pero que luego “la orden fue cambiada”. Sin una palabra, el alemán agregó a Mary y a su padre (Shneiderman, 2007: 159). No se menciona que otros nombres hayan sido agregados manualmente a la lista. Una señora preguntó qué debía hacer con respecto a su hijo internado, gravemente enfermo. Le dijeron que lo trajera de inmediato. Probablemente se trataba de Chaim Danciker, nacido en Buenos Aires hacia 1926.78
A continuación, se hizo una selección por estatuto bélico de los nacionales: a los británicos y estadounidenses se les hizo formar una fila. A los neutrales, otra. Los primeros fueron alojados en las antiguas residencias de los guardiacárceles. Eran unos sesenta y cuatro.79 El segundo grupo, mucho más numeroso, entre los que se encontraban los argentinos, fue separado en dos, los hombres fueron “encerrados” en las sórdidas celdas del Pawiak y las mujeres en “Serbia”, la cárcel femenina adyacente. No se les permitió llevar consigo su equipaje y la Gestapo les retuvo sus pasaportes. Se rumoreaba que serían llevados al lado ario y liberados (Shneiderman, 2007: 154-160).
Entre los argentinos internados había ciudadanos genuinos y “recientes”. Muy probablemente los genuinos fueron usados como carnada para atraer a los segundos. Poco antes, la Gestapo ya había advertido a Czerniakow que estaba en conocimiento de la existencia de una “organización secreta” en el gueto, liderada por judíos extranjeros (Hilberg, 1999: 346). Varios de los “recientes” eran personalidades de alto perfil. Leib Neustadt, uno de los directores del Joint, y su esposa, Klara Segalowicz, la actriz en ídish más popular de Varsovia, que había abandonado su carrera para dedicarse por completo a aliviar la situación de los más necesitados (Turkow, 1977: 37-39; Gitler-Barski, 182/166, Instytut Pileckiego [IPN]; Polonsky, 1988: 140; Eisenbach, 1988: 592-593). Otro era Aleksander Margolis, abogado del Bund y reputado como el mejor de la colectividad, con su esposa e hija (Eisenbach, 1988: 623-624; Shulman, 1982: 27). Y por supuesto, el Dr. Chanarin, su esposa e hija, muy cercana en edad a la de Margolis y a la de Jonas Turkow (Shulman, 1982: 27; Goldstein, 1952: 124; Margarita Turkow, 1996: 24.385, VHA). Formaban una bella pareja con una hija de siete años a quien querían proteger. Eran jóvenes “con deseos de vivir” (Bessette, 2010: 87).80 Otro portador de un pasaporte, Isaac Giterman, ex director del Joint y decidido organizador de las actividades de autoayuda y clandestinas, también deseaba fervientemente sobrevivir la guerra, pero declinó la posibilidad de internarse dejando a tantos librados a su suerte. Había dedicado toda su vida a la asistencia y sintió que no podía abandonarla en su momento de mayor peligro (985709, American Joint Distribution Committee [AJDC]; Eisenbach, 1988: 521).
Antes de su internamiento, Jonas Turkow habló con Aleksander Margolis, uno de los “extranjeros afortunados” que se dirigió al Pawiak en rickshaws desbordado de equipaje y envidiado por todos, porque “estaba prácticamente salvado”. Durante la despedida, Turkow (1995: 126-127) le rogó que al llegar “al exterior” cablegrafiara a sus hermanos Zygmunt y Mark, en Argentina, para darles noticias suyas; tal vez las últimas. Margolis se sonrió tristemente, diciendo que no era seguro quién de los dos hablaría con ellos primero. Turkow también habló con Erlich respecto de las posibilidades reales de partir al extranjero. Este le respondió que era el primero en querer salvarse, pero que no tenía certeza alguna de que fueran a ser canjeados. Sentía que “el suelo ardía bajo sus pies” (Turkow, 1995: 224).81
El 22 de julio de 1942, comenzó a arreciar la Grossaktion en el gueto. En nueve semanas, unos 300.000 judíos fueron deportados al campo de exterminio de Treblinka.Hacia el 11 de agosto,munido de un pasaporte argentino, Erlich se presentó voluntariamente al Pawiak, acompañado de su numerosa familia y una cantidad enorme de equipaje con objetos de valor.82 Todos los relatos coinciden en que fueron asesinados allí. Según algunas versiones, fue ultimado a golpes, pero la mayoría oyó decir que fue fusilado por “su mejor amigo”, Nikolaus.83 Universalmente detestado por haber dirigido las redadas, también salvó a “muchas personas”, especialmente religiosos y sus familias. Después de ejecutarlo, la Gestapo fue a su casa, donde encontró refugiados a varios rabinos con sus familias. Fueron ejecutaron también (Turkow, 1995: 127, 239).
Leib Neustadt, Klara Segalowicz, los Margolis y los Chanarin también fueron ejecutados en el Pawiak.84 Al igual que Erlich, sabían demasiado como para permitir que fueran rescatados en la Umschlagsplatz. Los argentinos genuinos y demás ciudadanos de países neutrales, en cambio, permanecieron internados algunas semanas más. Entre ellos, los Berliner, los Radzyner,85 los Marcovitz, los Danziker (Danciguer), seguramente entre muchos otros.86 Después de servir a su propósito como carnada, fueron deportados a Treblinka, al igual que los británicos. En algún fatídico día de “agosto” de 1942, posiblemente el 22, sacaron de la prisión a “un grupo de neutrales”. Alguien vio cómo lossubieron en “varios camiones”. Poco después, se supo que habían sido llevados a la Umschlagsplatz (Shneiderman, 2007: 165, 183). Uno de ellos, Meir Berliner, se convirtió en leyenda por herir de muerte al único alemán que murió en Treblinka (Ras, 2020).
Entre los Ausländer que permanecieron en el Pawiak había 21 estadounidenses, los Grinsztejn (Angel), los Wattenberg y los Rakow entre ellos.87 El 23 de octubre, la Gestapotransfirió a los maridos polacos a Laufen. Los demás internados eran portadores de papeles latinoamericanos falsos. Progresivamente se irían incorporando los estadounidenses de Lwow y Radom, pero los hombres de este grupo no fueron removidos. Los argentinos en estas ciudades, en cambio, no fueron llevados al Pawiak. También se internó a las mujeres estadounidenses no judías. El “Sr. D.”, ciudadano suizo genuino, fue internado en octubre y permaneció allí hasta que recibió un pasaporte latinoamericano falso. No resulta posible explicar por qué no fue deportado al igual que los demás neutrales ni por qué los alemanes honraron su pasaporte falso y no su ciudadanía genuina. El contingente pasó a ser de unas 150 personas (Shneiderman, 2007: 194; Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 3 de marzo de 2023). El 21 de enero de 1943, fueron trasladados a Vittel. Entre ellos no hubo ningún argentino; al menos los Prenski siguieron internados en el Pawiak. Los residentes en otras ciudades polacas fueron internados en Bergen-Belsen, sin pasar por Varsovia. Las familias estadounidenses fueron reunidas en Vittel el 16 de agosto. Allí, judíos y no judíos estadounidenses recibieron el mismo trato. A diferencia de su internamiento en el Pawiak, recibieron paquetes de la Cruz Roja y cada familia ocupó un departamento. El señor Grinsztejn incluso fue autorizado a ir a París para comprar alimentos para hornear tortas para los demás prisioneros (Alice Angel. Entrevista con Samara Angel, 8 de marzo de 2023). Les exhibieron películas y unas monjas británicas organizaron una escuela para enseñar inglés y español.
El 5 de marzo de 1944, se realizó un canje entre alemanes en Estados Unidos y estadounidenses en Vittel. A bordo del M.S. Gripsholm, los Wattenberg, los Rakow y los Grinsztejn, junto con otros estadounidenses judíos y no judíos de otras partes de Europa, llegaron a Nueva York el 15 de marzo.88 Ninguno de los portadores de pasaportes latinoamericanos falsos internados en el Pawiak participó de este canje. Los Rapoport sobrevivieron a la guerra en Vittel e inmigraron a los Estados Unidos en 1946.
Los Ausländer que permanecieron en Varsovia
De los estadounidenses genuinos que permanecieron en Varsovia por no registrarse no es tanto lo que se ha podido determinar. Stella Feigin (17.153, VHA), encarcelada como polaca en el Pawiak el 1 de febrero de 1943, apenas días después del traslado de los Ausländer a Vittel reconoció allí a una mujer estadounidense con su “nena”. Le dijo que habían sido traídas desde Bialystok para participar de un intercambio por alemanes, pero “las mataron”. Al parecer, los alemanes ya no estaban interesados en internar estadounidenses.
Entre los Faber, familia compuesta por el matrimonio de Leah y David y sus siete hijos, Leah y tres de sus hijas fueron gaseadas en Auschwitz, por lo que no es seguro que hayan sido deportadas desde Varsovia. Emanuel-Mendel Faber cayó como combatiente durante el levantamiento de Varsovia (Página de testimonio 3933560, YV). Es probable que David Faber y tres de sus hijos hayan sobrevivido al fin de la guerra en Varsovia.89 En cuanto a la familia Silber, no se pudieron determinar las circunstancias de su muerte (Páginas de testimonio 10349153, 10349155, 10349154, YV).
Entre los argentinos, la señora Glasschmidt, argentina nativa, madre de siete hijos y adoptiva de un octavo, antes de la guerra había sido elegante, rica y activa en la asistencia solidaria. Tras la deportación de su marido, se volvió apática. A principios de agosto de 1942, al escuchar gritar por ella a su hijo Mosze, atrapado en una redada, decidió dejarse llevar con él (Páginas de testimonio 3557061, 3548206, YV).
Entre principios y mediados de 1943, coincidiendo con la liquidación del gueto, volvieron a circular documentos argentinos falsos. Baruch Frydman, por ejemplo, poseía una libreta de enrolamiento genuina, fraguada con sus datos personales, y Erich Nicolai, un pasaporte expirado falso. Ambos intentaron que la Embajada en Berlín les extendiera con ellos un pasaporte válido.90A mediados de abril, Julian Datyner recibió en su escondite en el lado ario la visita de “un hombre” que le ofreció cinco pasaportes argentinos a 300 dólares cada uno. Le aseguró que permitían vivir en el sector y no llevar el brazalete. Guardó uno para sí y otro para su amigo Finkelstein. Vendió “rápidamente” en el gueto los restantes, a un panadero, “Kahane”, y a dos molineros suyos por 500 dólares cada uno. Poco después fue detectado y llevado al Pawiak. Todos los escondidos con él fueron fusilados. Solo él y Finkelstein fueron dejados con vida.91
En el marco del así llamado affaire del Hotel Polski, David Guzik, director del Joint, encerrado en el Pawiak como hondureño, a mediados de 1943 pasó a registrarse con otro de sus varios pasaportes: el argentino. Gracias a las gestiones del “ingeniero” y 1.000 dólares para la Gestapo, fue liberado. Así pudo volver a circular libremente por las calles de Varsovia sin brazalete.92
Maurycy Orzech, elegido representante del Bund para alertar a los aliados de las atrocidades alemanas, salió clandestinamente de Varsovia en febrero de 1943 con papeles hondureños, pero fue atrapado intentando cruzar la frontera. Con “grandes esfuerzos y sobornos” la resistencia logró regresarlo a Varsovia y envió un mensaje desesperado a Londres: “Janczyn en prisión. Sólo puede ser salvado con ciudadanía neutral” (Goldstein, 1952: 181; Rubin, 2002: 6; Baskind, 1945: 70 et ss.). No se puede aseverar cuál obtuvo, pero es seguro que su hija, también en el Pawiak como opositora política, recibió la argentina. Ambos fueron liberados hacia julio.93 Los Prenski, en cambio, ciudadanos genuinos internados compulsivamente a fines de 1942, siguieron en la prisión; Orzech fue nuevamente arrestado y esta vez ejecutado por actos de resistencia en octubre (Imiela, GK 196/62, IPN). Su hija, Anita, que sirvió como correo clandestino durante el Levantamiento de Varsovia en 1944, fue vista con vida por última vez durante la evacuación de la ciudad (Goldstein, 1952: 181).
Para el año 1944, la actitud alemana había cambiado radicalmente respecto de los pasaportes argentinos falsos. Muy probablemente el punto de inflexión haya sido el rompimiento de relaciones diplomáticas con Alemania. Lo cierto es que, después del sofocamiento del levantamiento de Varsovia, todavía quedaban judíos en posesión de pasaportes extranjeros que ya no ofrecían protección alguna, juramentados para permanecer allí hasta la liberación. Hambreados y sedientos, cambiando escondites entre los escombros y acosados por las patrullas alemanas, resistieron juntos hasta el final. Uno de ellos fue el “ciudadano de los Estados Unidos”, el “camarada” Bernard Goldstein, el único caso encontrado de un portador de pasaporte estadounidense falso, lo que vuelve plausible la existencia de otros. Otro fue el “argentino” David Guzik (Kucharzak, 301-6115, Żydowski Instytut Historyczny [ZIH]; Vladka Meed, 1993). En más de una ocasión, ambos fueron valerosamente protegidos por otro “argentino”, Julían Datyner, oficial condecorado del ejército clandestino y prófugo del Pawiak.94
Conclusión
No resulta tarea sencilla indagar el destino de los poseedores de ciudadanía argentina o estadounidense, genuina o falsa, en Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. De lo expuesto, en una investigacióntodavía en curso, se puede afirmar que no resulta sostenible la noción predominante, basada en el diario de Mary Berg y algunos documentos alemanes, de que los ciudadanos estadounidenses fueran sacados del gueto o preservados por los alemanes. A pesar de las afirmaciones de Mary Berg en su diario, una lectura más detenida revela que no fue su ciudadanía –no reconocida por los alemanes–, sino la intervención de un colaborador judío lo que salvó su vida y la de su padre. Arón Rapoport, oro y diamantes mediante, fue reconocido como ciudadano por los alemanes (pero no por los estadounidenses, que no lo incluyeron en el repatrio de nacionales). Al menos una señora y su hija pequeña fueron asesinadas en el Pawiak. En el caso de Bernard Goldstein, no se puede saber cuál hubiese sido la actitud alemana frente a su alegada extranjería, porque nunca tuvo que reclamarla.
Asimismo, como demuestra el caso de los jasídicos escondidos en la casa de Erlich, coexistieron varios mecanismos de rescate del gueto, diferentes de la mediación de la ciudadanía extranjera. Seguramente y con sobrados motivos, los “judíos de la Gestapo” fueron y siguen siendo universalmente denostados. Sin embargo, por los motivos que hayan sido, colaboradores como Erlich, “Z” o “el ingeniero”, a su manera, también salvaron vidas.
En cuanto a la cantidad de portadores de pasaportes falsos, se logró identificar una cantidad significativamente mayor de argentinos. Estas personas no parecen haber tenido vínculo alguno con el país y todos eran personas influyentes y de recursos. En 1942, su posesión los sentenció a muerte. En 1943, en el caso de David Guzik, entre otros, le otorgó inmunidad. Al menos en el de Maurycy Orzech, solo temporaria.
Con respecto a la actitud alemana hacia los Ausländer, no se observa un patrón uniforme. Los argentinos y demás neutrales internados en julio de 1942 fueron asesinados en el Pawiak o en Treblinka. Si bien la selección inicial los dividió entre nacionales de estados neutrales y beligerantes, días o semanas después, los británicos fueron asesinados al igual que los neutrales. El “Sr D”, ciudadano suizo internado en octubre, en cambio, fue preservado, no como suizo, sino como portador de un pasaporte latinoamericano falso. Si los argentinos internados en el Pawiak a mediados de 1942 fueron exterminados, los Prenski, internados en diciembre, fueron preservados, al igual que los argentinos residentes en otras ciudades polacas. De forma inversa, en 1943, un pasaporte argentino en Varsovia ofrecía una protección casi inviolable. Si bien muchos estadounidenses, aunque no todos, fueron preservados, los británicos fueron exterminados, a pesar de haber sido ambosnacionales de estados beligerantes. Lo que se observa, más bien, es que los alemanes aplicaban un criterio bastante laxo. En casos como los de Suryc, los Rapoport, David Guzik, o el Sr. “D” e, inicialmente en el de Orzech, por interés político o económico, sus documentos falsos fueron reconocidos como genuinos.
Entre las varias líneas de investigación a proseguir, mencionamos seguir intentando localizar fuentes oficiales de los gobiernos de Estados Unidos, Argentina y el Tercer Reich, a pesar del vacío documental detectado hasta el momento. Otra línea investigativa será profundizar la hipótesis de una posible reutilización, en 1943, de los documentos argentinos confiscados por la Gestapo a mediados de 1942. Solo los alemanes podrían haberlos puesto nuevamente en circulación.
Confiamos en que la consulta de más fuentes pueda proporcionar más claves para comprender el problema con mayor profundidad.
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Anexo
Izq., sobrecubierta del diario de Mary Berg en la edición de Nueva York de febrero de 1945. Der., sobrecubierta del diario en la edición de Buenos Aires de abril de 1945.
Alina Gruenstejn (Alice Angel) celebrando su cumpleaños en el gueto de Varsovia. Gentileza Alice Angel.
Familia Rapoport. Benzion David es el primero a la izquierda en la fila de abajo.
Prisión del Pawiak hacia 1909.
La familia Gruenstejn a su llegada a Nueva York en marzo de 1944. Izq., Alina (Alice Angel).
Fotocopia de la libreta de enrolamiento auténtica con datos de identidad fraguados de Boruch Frydman. DCA 93/1943, AMREC.
Notas
Agradecimientos especiales a la Universidad de Yale, al Museo del Holocausto de Buenos Aires, a la UBA y a la Fundación IWO. Entre los archivistas que colaboraron, se desea hacer una mención especial de Silvia Hansman y Ezequiel Zemo.
Información adicional
Sobre las autoras: Marcia Ras es historiadora, investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (INDEAL, FFyLL), docente de seminarios de investigación de la Universidad de Buenos Aires e investigadora asociada del Museo del Holocausto de Buenos Aires, para el que colaboró en el diseño de contenidos de su nueva muestra permanente. Fue becaria de la Escuela Internacional de Yad Vashem, del European Holocaust Research Infrastructure (EHRI), de The Holocaust Research Institute (HRI) y el Mémorial de la Shoah en París. En la actualidad está redactando su tesis doctoral, que explora el Holocausto desde la perspectiva de sus víctimas con ciudadanía argentina. Es Directora del Proyecto FiloCyT FC-19-021 “Miradas, experiencias y posturas argentinas frente al Tercer Reich, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto”.
-: Samara Rose Angel es Licenciada en Historia cum laude por la Universidad de Yale. Actualmente es Asistente Senior de Investigación en el Think Tank estadounidense Brookings Institution. Con anterioridad, fue becaria de investigación de posgrado Robert C. Bates en Buenos Aires, Argentina, donde realizó investigaciones y escritura independiente sobre historia contemporánea y su historia familiar. Sus áreas principales de investigación son judíos extranjeros en el gueto de Varsovia, migración judía a la Argentina, política actual estadounidense y el movimiento estadounidense por los derechos humanos de los ‘60.
About the authors: Marcia Ras is a historian and researcher at the Interdisciplinary Institute of Latin American Studies and Research (INDEAL, FFyLL), a lecturer in research seminars at the University of Buenos Aires, and an associated researcher at the Buenos Aires Holocaust Museum, where she contributed to the design of content for its new permanent exhibition. She was a fellow at the International School for Holocaust Studies at Yad Vashem, the European Holocaust Research Infrastructure (EHRI), The Holocaust Research Institute (HRI), and the Mémorial de la Shoah in Paris. Currently, she is writing her doctoral thesis, which explores the Holocaust from the perspective of its victims with Argentine citizenship. She is the Director of the FiloCyT FC-19-021 Project “Miradas, experiencias y posturas argentinas frente al Tercer Reich, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto”.
-: Samara Rose Angel holds a BA in History, graduating cum laude from Yale University. She currently serves as a Senior Research Assistant at the American think tank, the Brookings Institution. Previously, she was a Robert C. Bates Graduate Research Fellow in Buenos Aires, Argentina, where she conducted independent research and writing on contemporary history and her family history. Her primary research areas include foreign Jews in the Warsaw Ghetto, Jewish migration to Argentina, current US politics, and the American human rights movement of the 1960s.