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Habitar popular y vida cotidiana: reflexiones en torno de la dimensión técnica del proyecto arquitectónico
Diego Fiscarelli
Diego Fiscarelli
Habitar popular y vida cotidiana: reflexiones en torno de la dimensión técnica del proyecto arquitectónico
Popular habitation and daily life: reflections on the technical dimension of the architectural planning
ARQUITECNO, núm. 22, pp. 62-73, 2023
Universidad Nacional del Nordeste
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Resumen: La definición de lo popular en el hábitat encuentra, en el marco de la producción estatal, conceptos transdisciplinarios para reflexionar sobre su resolución constructiva. En este sentido, las teorías de la vida cotidiana interpelan la dimensión técnica de la vivienda social como proyecto arquitectónico.

Si las teorías de la vida cotidianan habilitan un campo de estudio en el que las prácticas del habitar popular intentan rebelarse contra el orden establecido. ¿En qué medida los recursos constructivos de la vivienda social posibilitan esa desobediencia en los espacios de lo cotidiano?

En términos metodológicos se construye un ensayo que pretende producir aportes para ampliar el horizonte conceptual que promueve una actualizada discusión bibliográfica.

Parte de las conclusiones recuperan entrelazamientos entre nociones aparentemente divergentes, en el marco de necesaria revisión de las premistas técnico-constructivas del hábitat popular.

Palabras clave: vivienda social,tecnología,sociología.

Abstract: The definition of the popular in the habitat finds, within the framework of state production, transdisciplinary concepts to reflect on its constructive resolution. In this sense, the theories of everyday life question the technical dimension of social housing as an architectural project.

If the theories of everyday life enable a field of study in which the practices of popular habitation attempt to rebel against the established order, to what extent do the constructive resources of social housing enable this disobedience in the spaces of everyday life?

In methodological terms, an essay is constructed that intends to produce contributions to broaden the conceptual horizon that promotes an updated bibliographical discussion.

Part of the conclusions recover interweavings between apparently divergent notions, within the framework of the necessary revision of the technical-constructive premists of popular habitat.

Keywords: social housing, technology, sociology.

Carátula del artículo

Artículos

Habitar popular y vida cotidiana: reflexiones en torno de la dimensión técnica del proyecto arquitectónico

Popular habitation and daily life: reflections on the technical dimension of the architectural planning

Diego Fiscarelli
UNLP - UNDAV, Argentina
ARQUITECNO
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN: 0328-0896
ISSN-e: 2668-3988
Periodicidad: Semestral
núm. 22, 2023

Recepción: 08 Noviembre 2023

Aprobación: 12 Diciembre 2023


INTRODUCCIÓN

Así como lo urbano resulta una representación del hábitat pero al mismo tiempo, del habitar (Sequera, 2020), el proyecto arquitectónico desde su dimensión técnica (Sarquis, 2007) tiende canales para ubicar a la tecnología al servicio de los diversos modos de habitar.

A partir de esta afirmación validamos la idea de descender a la escala del barrio, de la calle, es decir, de lo cotidiano para abordar las múltiples subjetividades que conforman esta noción. El objetivo en términos de investigación, es comprender las relaciones que ocurren entre las propuestas de planificación estatal y las propias experiencias vitales de los destinatarios de la obra pública de vivienda. En este sentido, este artículo propone asociar la metodología interescalar (cuerpo-barrio-ciudad-región) que proponen los estudios de la vida cotidiana, con el carácter multidimensional del proyecto arquitectónico (Barreto, 2010).

Aquí, la dimensión técnica, objeto de este trabajo, se debe considerar en articulación con la dimensión teórica y la dimensión metodológica, en el marco de una actividad proyectual que comprende la complejidad de la práctica arquitectónica (Sarquis, 2007). En otros términos, situaremos el componente tecnológico del análisis, dentro de la mirada integradora que ofrece el proyecto; habilitando que la investigación en el campo de lo técnico dialogue en forma estrecha con la experiencia cotidiana del habitar popular. De este modo, intentaremos ensayar una lectura complementaria a la de la vivienda social que la comprende como “[…] una configuración de servicios –los servicios habitacionales- que deben dar satisfacción a necesidades humanas primordiales: albergue, refugio, protección ambiental, espacio, vida de relación, seguridad, privacidad, identidad, accesibilidad física, entre otras.” (Yujnovsky,1984).

Sostenemos entonces que lo cotidiano y lo popular ofrecen datos para establecer decisiones técnico-proyectuales con foco en las miradas y vivencias de quien habita una unidad de vivienda social. Nos referimos a trayectorias, capacidades, imaginarios e incluso las contradiciones de los discursos institucionales que han sido reapropiados por la ciudadanía. Intencionalmente y, como consecuencia, este escrito convocará a reflexionar, en el marco de la producción habitacional estatal, sobre una renovada e integradora conceptualización del habitar en su totalidad. En sintonía con este propósito, las teorías del habitar (Doberti, 2021) encuentran en lo cotidiano un interesante campo para problematizar la vivienda social como proyecto arquitectónico. “Habitar es mucho más que la sumatoria de la residencia, el trabajo, el ocio, el transporte, la educación, la cultura y la sanidad. Habitar es poder desarrollar la complejidad de la vida de cada persona en igualdad de oportunidades, con la misma intensidad e integridad” (Muxí, 2013: 35)

Puede en principio parece un planteo estrictamente conceptual. Sin embargo, cualquier trabajo de campo en la materia que recorte en los barrios de planificación estatal reciente, permitiría visibilizar cómo lo cotidiano interpela la vivienda como hecho físico una vez que ha sido materializada y asignada a los destinatarios. Tal vez al descender en el análisis a la escala próxima del paseante, recreando en cierta medida el flanëur de Baudelaire, nos invite a interrogarnos en relación con lo popular, sobre la construcción del habitar (Heidegger, 2015).

Vincular entonces lo tecnolmoógico-constructivo con la experiencia cotidiana del habitar denuncia en primera instancia, ciertas limitaciones en la formulación del programa de necesidades. Como consecuencia, confronta las formulaciones más cientificistas sobre la vivienda social, herederas de la arquitectura moderna en clave europea. En otros términos, la apropiación posterior a la entrega de las unidades, práctica fundamental del habitar cotidiano, arroja valiosos datos para delimitar el alcance de la dimensión técnica de la vivienda social comprendida como proyecto arquitectónico. En este sentido, así como la historia de un día -vida cotidiana- engloba la del mundo y la de la sociedad (Lefebvre, 1981), cada práctica espontánea y transformadora sobre las unidades de vivienda, se constituye en valiosa y esencial para definir lo cotidiano del habitar popular. [Figura 1]


Figura 1
Transformaciones en la vivienda social para tareas productivas

Barrio El Mercadito. Ciudad de La Plata. Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios

fotografías del autor

No obstante, la tecnología no sólo debería atender a la vida cotidiana y sus rituales. Considerando el potencial de la disciplina, se aguarda que a partir de las decisiones técnico-constructivas, los arquitectos reflexionemos sobre las representaciones simbólicas que determinan nuestras obras. Incluso cuando la singularidad de cada unidad de vivienda se desdibuje en el ordenamiento monofuncional que las acciones planificadoras del Estado le imprimen a las arquitecturas del conjunto habitacional. Consolidar las bases en investigaciones científicas sobre el habitar popular demanda abordajes en los que la dimensión técnica no sea un reduccionismo. Siguiendo a Pleyloubet (2007) “Hábitat es objeto, sujeto y entorno, y todas las relaciones que de ellos devengan junto a su historia. La investigación en este campo debe superar los límites arcaicos de la disyunción y reducción del paradigma de la simplificación para dar a luz el paradigma de la complejidad en todas sus manifestaciones, profundamente culturizadas, fundando un modo de construir conocimiento colectivo útil para la sociedad”.

METODOLOGÍA

Por tratarse de un artículo breve, se pretende configurar un ensayo que comienza con la revisión del tema, con el objeto de identificar objetivamente cuál es la información actualizada que lo circunda. Es en este sentido, que el trabajo pretende sistematizar registros que se originan en una labor desarrollada a lo largo de los años, y resultante de diversos proyectos de investigación acreditado por instituciones científico-académicas. En términos metodológicos, se recurre entonces fundamentalmente a una discusión bibliográfica como herramienta principal, en el marco de una investigación que pretende redefinir el alcance de la noción de tecnología asociada al hábitat popular. De este modo, se procede a desarrollar un análisis cualitativo, que a partir de diversos interrogantes de investigación arroja resultados conceptuales que permiten interpelar el andamiaje conceptual que sustenta la formulación de políticas de vivienda en territorio nacional.

DESARROLLO

La vida cotidiana y el reto de actualizar las respuestas tecnológicas del hábitat popular

En los años '20, la dimensión técnica del proyecto arquitectónico de la vivienda social, estuvo asociada con la masividad de la producción europea de posguerra. Y fue preconizada por la arquitectura moderna en torno de conceptualizaciones que sostienen aún hoy, una renovada vigencia. Entre ellas, la flexibilidad espacial acompañada por decisiones tecnológicas acordes.

Hacia la década de 1960, en el marco socio-político del Estado de bienestar en Europa, la vivienda social tendió entrelazamientos con ideas tales como proceso, evolutividad, participación y otros términos que hacía foco en el diseño tecnológico del hábitat de los sectores de menores recursos económicos. Luego hacia la década de 1970, la cuestión del hábitat popular fue centro de preocupación en las políticas de desarrollo de muchos países del Cono sur americano. Acciones de alto impacto social -y urbanístico- acompañaron debates teóricos y fundamentalmente promovieron innovaciones tecnológicas junto a experimentaciones proyectuales que orientaron la agenda temática de los arquitectos, docentes e investigadores de aquellos años. Se trataba de formulaciones que, recuperando nociones expandidas por la disciplina moderna, consolidaron una variedad de tipologías y recursos constructivos vinculados con la producción social del hábitat. Al mismo tiempo, se redefinieron los modos de agrupamiento de las unidades de vivienda, al igual que los espacios colectivos de uso cotidiano. Y todo esto tomando como referencia diversas formas de urbanidad de carácter espontáneo de los sectores populares.

Las dictaduras militares interrumpieron este incipiente proceso de indagaciones alternativas y si bien el déficit habitacional continuó acrecentándose, la dimensión técnica del proyecto de aquella “vivienda de interés social” declinó su presencia como tema-problema de investigación, tanto en la agenda universitaria como en el campo profesional interesado en los concursos de arquitectura. Se debe considerar que la aplicación de políticas económicas coordinadas por organismos internacionales de financiación restringió significativamente las inversiones orientadas a la construcción de infraestructura y viviendas. Hacia la década del ’80, una desconfianza generalizada provocada por el fracaso de aquellos conjuntos de vivienda de alta densidad, inserta en un proceso de deterioro creciente de las condiciones de subsistencia, llevaron a que la recuperación del gobierno democrático convocara nuevas políticas que hicieron foco en la dimensión social y de gestión económica del problema de la vivienda. Se incorporaron como preocupaciones la provisión de servicios urbanos –entre ellos, la regularización dominial- pero se fueron relegando las indagaciones específicamente proyectuales, que aún permanecen en cierta medida, postergadas.

A partir del año 2003 se desplegó en territorio nacional, una política de vivienda que, en términos financieros, metros cuadrados construidos y cobertura territorial, se consolidó como el programa nacional de mayor envergadura luego de la crisis económica de 2001. En este escenario post-crisis esta iniciativa pública ejerció un rol destacable en términos de movilización de la actividad económica a través de la obra pública, promoviendo la reactivación del sector de la construcción y al mismo tiempo, la generación de empleo formal. Su puesta en marcha se efectivizó con una serie de programas federales que se asentaron sobre las estructuras preexistentes de las diversas gestiones. A pesar de sus esfuerzos y aún de sus logros, políticas de este tipo continúan acarreando un saldo deudor en materia de innovación proyectual respecto de la vivienda social; y sostienen la implementación masiva de una serie de prototipos que no han reconocido aún ni los cambios sustanciales en los modos de habitar (Sarquis, 2005), las nuevas modalidades de convivencia y las relaciones cotidianas en el espacio urbano, condicionadas por el despliegue de estrategias familiares de vida (Torrado, 2003), ni las nuevas tecnologías disponibles y de acceso generalizado; aspectos a los que el diseño –en tanto organización funcional de los ámbitos de la vivienda-, y la resolución constructiva podría atender a través del proyecto. Se mantiene en vigencia un patrón carácterístico de hábitat, cuyo producto material si bien asegura el acceso al hábitat, resulta poco compatible con ciertas lógicas del habitar popular; y en lo específico, su estructura física y organizativa determina los límites y posibilidades para acompañar las dinámicas de lo cotidiano.

A partir de estas premisas, y de la mano del urbanismo feminista como marco teórico, la arquitectura de la vivienda popular encuentra nuevos argumentos para interpelar los componentes más desactualizados de su configuración física y funcional. En este sentido, la incorporación de la perspectiva de género propone estrategias proyectuales que contribuyen con la formulación de modelos acordes con la diversidad de formas que subyace en el habitar popular, posicionando “[…] en igualdad de condiciones las exigencias derivadas del mundo productivo, es decir, las necesidades cotidianas de atención a las personas” (Muxí, 2013:34)

Desde este particular enfoque, autoras recientes como Muxí y Ciocoletto retomando la sociología de la Vida Cotidiana de Heller (1984), han advertido en la investigación “Postsuburbia” sobre el impacto que, en términos de segregación, inseguridad, innacesibilidad, exclusión social y degradación del uso del suelo, provocan las urbanizaciones de vivienda social que repiten ad infinitum prototipos de exiguas dimensiones sobre el suburbio disperso. “Estos territorios han sido planeados sin tener en cuenta la complejidad de la vida cotidiana, por lo que surgen serias dificultades para realizar las tareas de cada día. No se trata solamente de un modelo insostenible en términos territoriales y energéticos sino también para las personas, en sus tiempos y en el derecho a desarrollar sus propias vidas”. (Muxí, 2013:19)

Sumado a estos condicionantes referidos a la cualidad urbana del conjunto, se agregan limitaciones a escala de unidad edilicia que cuestionan la dimensión técnica de la vivienda social como proyecto arquitectónico. La falta de oportunidades de cualquier urbanización social promovida por el Estado, respecto del desempeño de las actividades de la vida cotidiana, reconfigura el limitado programa funcional que intenta resolver cada unidad de vivienda.

Como consecuencia, los usuarios explotan las posibilidades físicas del hábitat por sus propios medios, aun cuando la previsión tecnológica de los modelos habitacionales no ofrezca lineamientos sobre cómo materializar adecuaciones funcionales durante la vida útil. Tomando por caso, la conquista de aquellos espacios productivos y reproductivos que no fueron concebidos en los lineamientos proyectuales de las unidades de vivienda.

En este sentido, este trabajo pretende aportar a la reflexión proponiendo una premisa como condición de partida: el reconocimiento del desempeño de las actividades diarias como prácticas sociales que configuran el habitar popular invita a problematizar el hábitat en términos de organización funcional; y como consecuencia la dimensión técnica se constituye fundamental para habilitar o restringir eventuales adecuaciones en las unidades de vivienda. Como respaldo de esta afirmación, resulta conveniente ponderar algunos conceptos específicos que sitúan aquel desarrollo de la vida cotidiana con origen en los años sesenta, en la intersección actual entre la sociología y la tecnología de la vivienda social.

Ya en 1979 Maffesoli señalaba que lo cotidiano se construye a través de tres factores nodales: la diferenciación en términos de espacio urbano, las relaciones sociales y la temporalidad de las prácticas que tienen lugar en algún contexto. Entonces el binomio espacio-tiempo, tan próximo a la disciplina arquitectónica, resulta fundamental para comprender lo cotidiano como teorización.

Ramos Rojas (2019) señala que Wolf y Elias fueron dos de los grandes precursores sobre el estudio de la vida cotidiana. Wolf (1979) señalaba que con lo cotidiano se estudian los procesos de producción a través de las prácticas; en ese sentido, es posible comprender lo cotidiano

como el punto de interfaz entre el actor y la sociedad. Elias (1995) refuerza la idea de que lo cotidiano no es opuesto a lo estructural, sino que se complementan. Es por esto que la sociología de la vida cotidiana ofrece un abordaje del plano subjetivo de las prácticas diarias, considerando los modos particulares de habitar, hasta los sentidos que se articulan con las significaciones sociales imaginarias de la población. Por su parte, Reguillo (2005) refiere a Wolf para afirmar que la vida cotidiana no es tema, sino una perspectiva que indaga en las acciones diarias del habitar y considera las relaciones entre los actores. No sólo referimos a prácticas en la esfera de lo público. En relación con las intenciones de este trabajo, también remiten al ámbito privado: la vivienda, el hogar, la familia, las actividades productivas y reproductivas. Entonces la vida cotidiana no puede concebirse como una sucesión de rituales. Por el contrario “[…] la complejidad del término remite a la diversidad de las prácticas que aloja, de las particularidades e irrupciones al orden de lo cotidiano, y que sólo lo cotidiano puede restablecer” (Ramos Rojas, 2019: 50)

Sin embargo, desde la óptica marxista -afín con el urbanismo de género pero considerando sus aportes en términos ontológicos- la vida cotidiana sí se concibe como rutina, pero no como concepto definido. Heller (1984) ya advertía sobre la alienación y la influencia del capitalismo sobre lo cotidiano. Siguiendo a Goldwaser Yankelevich (2022) existe un acto ciertamente revolucionario en aquello que se opone a estos mecanismos que despersonalizan al sujeto. En este sentido, la vida cotidiana replica pequeñas -y diarias- insurrecciones efímeras- en tanto permanece diversa, múltiple, heterogénea aún para el sujeto más normalizado. Reguillo (2005) coincide en que la vida cotidiana es ese espacio en el que las prácticas logran rebelarse al orden establecido. Aquí Ramos Rojas (2019) nos advierte sobre la discusión que habilita Heller entre Heidegger y Hegel. Para el último, la vida cotidiana permanece exenta del campo de la filosofía. Heidegger sí lo considera un tema-problema del pensamiento, situando lo cotidiano en un principio como condición de partida de la alienación. En este sentido, Heller va más allá cuando admite la alienación pero arroja una definición en la que una vida cotidiana “no enajenada” también es posible. “La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales a su vez crean la posibilidad de la reproducción social (Heller, 1984: 19)

Si bien estos estudios sobre la vida cotidiana se han desplazado a otros campos como la sociología urbana, la geografía humana y la sociología del trabajo; su articulación con el campo de la arquitectura es ciertamente reciente. Es Alicia Lindón (2004) quien retoma a Lefebvre (1961; 1981) para establecer los componentes de la vida cotidiana: espacio, tiempo, pluralidades de sentido, lo simbólico y fundamentalmente, lás prácticas sociales. Lefebrve, un teórico esencial para la arquitectura y el urbanismo, nos detalla que la vida cotidiana no son las prácticas singulares, sino sus entrelazamientos. En este sentido, “[…] lo cotidiano son los actos diarios, pero sobre todo, el hecho de que se encadenan formando un todo” (Lefebvre, 1981: 8)

No debemos olvidar, y en relación con este trabajo que la vida cotidiana se desenvuelve y se configura en ciertas dimensiones. Una es el trabajo pero la otra se encuentra fuertemente ligada a lo privado. Dentro de lo privado, es fundamental distinguir entre lo que es la vivienda, que es propiamente lo físico del hábitat; y el hogar que es la experiencia misma de cohabitar entre personas y las interrelaciones que allí se suceden. Pero en medio de ambos, se presenta una tercera noción que resulta central para caraterizar lo cotidiano: la casa. Nos referimos a “[…] un lugar de encuentro, de llegada y salida de los miembros que componen la familia” (Reguillo, 2005: 264) Para Heller (1984), la casa es el punto fijo en el espacio, es decir lo conocido y lo habitual que son el fundamento de toda acción. De ahí que entre las dimensiones de cualquier hogar y trabajo sea significativo y necesario poseer un punto fijo del cual partir (cada día, o bien en intervalos largos) partir y al cual volver siempre.

Al llegar a la actualidad, el par dialéctico tradición-innovación, tan presente en la historiografía de la arquitectura, nos propone establecer una diferencia entre moda (Goldwaser Yankelevich, 2022) y modos de habitar. En este sentido, Heller y De Certeau se encuentran en diferentes vertienes teóricas desde la que se ha estudiado la vida cotidiana.

Según Lindón (2004), Heller y Lefebvre se adscriben al pensamiento marxista donde impera una construcción de lo cotidiano desde las rutinas, la reproducción y la alienación. En cambio, De Certeau, -ciertamente más optimista- considera las posibilidades de innovación dentro de las rutinas diarias. Un planteo en el que las anomalías que ofrece la experiencia diaria del habitar son las que confrontan la dimensión técnica del proyecto arquitectónico de la vivienda. Insurrecciones cotidianas que transforman espacios físicos y domésticos en el habitar popular.

Lo innovador se presenta entonces cuando se nos invita a pensar desde la disciplina sobre la necesidad de ampliar las posibilidades desde lo tecnológico-constructivo. Esta última perspectiva esperanzadora en relación con plantear conductas proyectuales diferenciales (Fernández, 2007) y además, próxima a la epistemología fenomenológica -de Berger y Luckman, por ejemplo- podría resultar esencial para articular hábitat popular y vida cotidiana.

¿Hábitat o habitar popular? Postales de la dimensión técnica desde la vida cotidiana

El hábitat popular está destinado a sufrir modificaciones, en tanto registro de las actuaciones propias del habitar, los vaivenes del ciclo vital familiar, los períodos en alza y baja de las economías de convivencia. En fin, las trayectorias que nos constituyen en forma individual y colectiva. En otros términos, los avatares que cuestionan lo tradicional de la tipología edilicia. Podemos afirmar entonces que lo popular se hace presente en el hábitat cuando asimila una condición de transitoriedad. No se conforma con el estamento de permanencia como un valor fundante de la arquitectura e interpela, desde la materia constructiva, aquel firmitas vitruviano. En lo cotidiano, estas casas populares están vivas, y por lo tanto sus condiciones proyectuales -de diseño y materialidad- también entrarán en una tensión vital. [Figura 2]

Por otro lado, Ana Cravino (2015) señala, recuperando a Hacking (2001: 208), que el concepto de habitar popular fue modelado (moldeado). La autora agrega que esta noción -y no el fenómeno de la vivienda popular que obviamente ya existía- hasta fines del 1900 fue invisible, es decir no figuraba ni en las agendas públicas, ni en los discursos científicos.

Asumiendo su joven existencia, García Canclini (1987) expresa que en términos generales todo lo popular -no sólo en relación con el habitar- resulta una construcción ideológica cuya consistencia teórica está aún por alcanzarse. Esto lo aproxima más a un campo de trabajo, que a un objeto de estudio científicamente delimitado.


Figura 2
Transformaciones en la vivienda social para tareas productivas

Barrio El Mercadito. Ciudad de La Plata. Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios

fotografías del autor

Sin embargo, las afirmaciones del autor nos invitan a traspolar nociones hacia la disciplina arquitectónica, cuando no señala que lo popular no es ni lo folklórico ni lo masivo. “Sí puede seguirse hablando de lo popular en este contexto, consiste cada vez menos en lo tradicional, lo local y lo artesanal; se reformula como una posición múltiple, representativa de corrientes culturales diversas y dispersas” (García Canclini, 1987:32) En este sentido, ni exclusivamente vernacular ni únicamente masivo, lo popular asociado al habitar resulta un espacio fértil para repensar(nos) en la estructura compleja de los procesos culturales. Y fundamentalmente para que los arquitectos, abrevando en instrumentos transdisciplinares, liberemos nuestras prácticas proyectuales de los reduccionismos que las condicionan. Intentemos ensayar entonces, argumentos para ponderar el rol de la dimensión técnica del proyecto arquitectónico en relación con lo popular en el hábitat.

Situemos al habitar entre hábitat y hábitos. En una interfase entre los conceptos anteriores, posicionemos entonces al habitar popular. Vale recordar que la configuración de los espacios obedece a las costumbres, y estos resultan a la fuerza impregnados de aquellos símbolos que determinan la cosmovisión de cada grupo que los habita. Claramente asociado con lo identitario del modo de vida, el habitar popular trasciende al hábitat comprendido como porción de espacio, para vincularse con las dinámicas que configura el uso diario del mismo a partir de diversas actividades. Entonces, en una primera instancia, habitar popular -como verbo- podría implicar un registro del uso del espacio y sus rituales, los mitos, las herencias que trascienden lo local para describir relatos originados en otras latitudes: los saberes que construyen el ser y estar en el mundo. Estos componentes resultan expresiones de la vida cotidiana (Lindon, 2004). Y nosotros agregamos que mejor aún, se presentan como indicadores de la pluralidad de vidas cotidianas de las personas.

Por otro lado cabría preguntarse, ¿es posible considerar que un espacio, en términos de su configuración física y funcional, es más o menos popular que otro? ¿Qué es entonces lo que define a un hábitat como popular? Y al mismo tiempo, ¿cuáles serían las características de unos modos de vida en clave popular? Proponemos en la medida de lo posible, alejarnos de las tipologías para intentar abordar aquello que define lo popular en el habitar.

Cuanto más dispuesta esté la práctica proyectual de conocer -en profundidad- los componentes que configuran las dinámicas cotidianas de los usuarios, más próxima estará la arquitectura de cumplimentar su sentido principal: ofrecer una respuesta contemporánea y situada al hábitat. Nos referimos al ejercicio -praxis- de proyectar con lo popular considerando unos modos de habitar ya que existen antes del proyecto. En otros términos, y en el marco de la condición específica de la disciplina arquitectónica, remitimos al hecho de abordar -sin tipificar- como parte de las variables proyectuales en instancia previa a la respuesta habitacional, aquellas prácticas que nos definen como destinatarios de la obra construida. Aquí la selección tecnológica resulta trascendental, ¿cómo se materializa una respuesta al hábitat sensible a los cambios que determinan la diversidad de formas de vida de la población?

Esto puede no resultar novedoso. Ramos, desde la disciplina arquitectónica ya en 1999 exploraba arquitecturas del habitar popular, advirtiendo sobre la complejidad de la tarea de investigación. “En este trabajo iremos algo más allá de la mirada tipológica, para dar cuenta no sólo de los aspectos morfológicos y funcionales, sino de una mirada histórica más amplia, en la que se considera lo socio-económico y lo cultural, incluyendo mitos, símbolos, pequeñas historias, hábitos, creaciones artísticas, luchas vecinales y todas aquellas manifestaciones de la vida cotidiana” (Ramos, 1999: 7)

Lo que sí puede resultar tal vez innovador, es que reconocer el carácter nodal del entrelazamiento hábitat-habitar-vida cotidiana en relación con la dimensión técnica de la vivienda social como proyecto arquitectónico, confronta con las propuestas más anquilosadas en la tradición. Y aquí radica su potencial: “En este tiempo-ahora, la tradición forma un cuerpo conservador que conserva. Despierta resistencias porque no siempre el presente […] debe sujetarse al pasado que se distingue como modelo establecido, fijo e inmutable; a veces, la tradición tracciona al presente” (Goldwaser Yankelevich, 2022: 43)

CONCLUSIONES

La producción habitacional a nivel estatal adolesce de conceptualizaciones que ubiquen a la tecnología como dispositivo sensible para captar la diversidad de modos de habitar. En particular, el carácter de lo popular -en tanto folklórico, vernacular, costumbrista- asociado a la vivienda social, restringe posibilidad de alternar con configuraciones innovadoras.

La resultante -la unidad edilicia- aparece como una formulación acotada a sus mínimos exponentes funcionales. ¿Y su resolución tecnológica? Acorde con un habitar concebido como un panorama estable, lineal, sin contigencias en términos de espacio-tiempo.

Se agrega como condicionante, que este producto “llave en mano” planificado como bien económico real, necesario y de extrema urgencia se implementa a destiempo de cualquier instancia de reelaboración en términos proyectuales, en el marco de una demanda cuantitativa que lo solicita -la política- y un usuario ficticio que la califica -la población destinataria. Así lo exponen las diversas denominaciones que ha asumido históricamente la vivienda destinada a los sectores de escasos recursos económicos: “vivienda obrera” desde los años de la Revolución Industrial; “casas baratas” y “vivienda económica”, cuando el déficit habitacional quedaba ligado con un problema de oferta y demanda; “Vivienda de Interés Social” en pleno auge de los estados de bienestar y en la búsqueda por conciliar capital y trabajo; o “vivienda popular”, haciendo hincapié en el reconocimiento de un derecho en la voz de aquellos que merecían un hábitat digno. Podemos afirmar entonces tal como se planteara con la revisión bibliográfica, los límites y las posibilidades parecen sucederse en el orden de la carcterización que se realiza sobre la tríada hábitat, habitar y vida cotidiana. Pero es innegable que además de la urgencia por cubrir el déficit cuantitativo, las restricciones de índole presupuestaria repercuten en las decisiones proyectuales. Entre ellas las que debieran focalizar en un conocimiento exhaustivo del usuario-destinatario. En cierto modo, la producción habitacional se ve atravesada por procesos que, al considerar los modos de habitar asumen un carácter reduccionista, aspecto que se visibiliza en aquellos casos en los que no se habilitan los medios proyectuales para que los habitantes puedan sistemáticamente tomar decisiones sobre la configuración de sus espacios habitables.

Por otro lado, se hace indispensable señalar que existe una vasta discusión en torno del hábitat popular y paradójicamente escasas en relación con lo propio del habitar. ¿Cómo concebir entonces los modelos para enfrentar el déficit habitacional, si encontramos vacantes en definiciones conceptuales y premisas fundamentales?

Aquí la tecnología parece haber renunciado a su cometido principal: articular teoría y praxis en el marco de la actividad proyectual. La serie de entrelazamientos entre la dimensión teórica, la metodológica y la técnica que el proyecto arquitctónico propone, parece no alcanzar un estamento que permita desterrar la idea de que la resolución constructiva se imprime acríticamente sobre la configuración funcional de una unidad prototípica. Es por esto que resulta indispensable caracterizar al hábitat popular como el resultado de las relaciones entre espacio social, hábitat y territorio, donde la desigualdad entre los sectores de mayor poder y aquellos desposeídos es la que se ocupa de caracterizar qué es lo popular en el habitar.

Lo cotidiano entonces -su captación, registro, visibilización- viene a subsanar la pretendida universalización de lo popular surgida desde la mirada estatal. Volver a reconocer lo tradicional de la vida cotidiana, puede paradójicamente resultar una llave maestra en tiempos en los que la vivienda social necesita salir de su aletargada postergación.

Material suplementario
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Yujnovsky, O. (1984) Clave política del problema habitacional argentino. 1955-1981. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.
Notas

Figura 1
Transformaciones en la vivienda social para tareas productivas

Barrio El Mercadito. Ciudad de La Plata. Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios

fotografías del autor

Figura 2
Transformaciones en la vivienda social para tareas productivas

Barrio El Mercadito. Ciudad de La Plata. Subprograma de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios

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