Artículos

El Territorio Campesino Agroalimentario es una apuesta de poder popular

The agrifood peasant territory is a bet on popular power

Wilmar Harley Castillo Amorocho
Investigador independiente, Colombia

Entretextos

Universidad de La Guajira, Colombia

ISSN: 0123-9333

ISSN-e: 2805-6159

Periodicidad: Semestral

vol. 18, núm. 35, 2024

entretextos@uniguajira.edu.co

Recepción: 15 Febrero 2024

Aprobación: 11 Abril 2024



DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11443450

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Resumen: El campesinado colombiano organizado en el Coordinador Nacional Agrario (CNA), le apuesta a ordenar el territorio desde su propia figura territorial con el enfoque de poder popular. La figura territorial se conoce como Territorio Campesino Agroalimentario (TECA), se fundamenta en el Plan de Vida Digna, en la organización campesina y su capacidad de gobernanza propia. El caso del TECA del Macizo (TECAM), que se ubica en el norte del departamento de Nariño y sur del departamento del Cauca, es analizado desde los ejes de economía campesina, juventudes campesinas y gobierno propio con el objetivo de identificar sus aportes a la construcción del poder popular, bajo la metodología de entrevistas semistructuradas a liderazgos campesinos del TECAM y la revisión de material bibliográfico que el CNA ha publicado sobre los TECA. Este trabajo también busca ser un aporte teórico al proceso de construcción de territorialidad campesina que algunas comunidades rurales vienen realizando en Colombia desde 1991, año en que nace la actual Constitución Nacional donde se reconoce a los pueblos indígenas y afros como sujetos derechos, excluyendo en ese reconocimiento al sujeto campesino.

Palabras clave: campesinado, plan de vida, poder popular, territorio campesino agroalimentario.

Abstract: The Colombian peasantry, organized in the National Agrarian Coordinator (CNA), is committed to organize the territory from its own territorial figure with a focus on popular power. The territorial figure is known as Territorio Campesino Agroalimentario (TECA), based on the Plan de Vida Digna, the peasant organization and its own governance capacity. The case of the TECA del Macizo (TECAM), located in the north of the department of Nariño and south of the department of Cauca, is analyzed from the axes of peasant economy, peasant youth and self-government with the objective of identifying their contributions to the construction of popular power, under the methodology of semi-structured interviews to peasant leaders of the TECAM and the review of bibliographic material that the CNA has published on the TECA. This work also seeks to be a theoretical contribution to the process of construction of peasant territoriality that some rural communities have been carrying out in Colombia since 1991, the year in which the current National Constitution was born, which recognizes indigenous and Afro peoples as subjects of rights, excluding the peasant subject in this recognition.

Keywords: peasantry, life plan, popular power, agro-food peasant territory.

Introducción

El Coordinador Nacional Agrario tiene sus raíces en las luchas campesinas por la tierra en el siglo XX (Vega, 2018; Cely, 2020; Pérez, 2010). Estas raíces van tomando forma en diversos procesos organizativos locales y regionales, hasta llegar a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) que nació durante la presidencia de Carlos Lleras Restrepo (7 de agosto de 1966 – 7 de agosto de 1970) para canalizar al sector campesino hacia los intereses burgueses de modernizar el capitalismo en el campo colombiano.

Desde la instalación del primer congreso nacional de la ANUC, el 7 de julio de 1970, se hizo pública la intención autónoma de esta asociación y su objetivo específico de luchar por la reforma agraria. La acción principal fue la recuperación de tierras para ser trabajadas por el campesino afiliado, teniendo en la memoria colectiva unas 800 acciones de recuperación de tierra que abarcaron 984 predios recuperados hasta 1975 (Pérez, 2010).

Los departamentos donde existió la ANUC fueron: La zona norte en Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, Guajira, Magdalena y Sucre. La zona sur en el Amazonas, Caquetá, Cauca, Huila, Nariño, Valle del Cauca y Putumayo. De la zona oriente hacían parte Boyacá, Cundinamarca, Meta, Norte de Santander, Santander y Arauca. La zona occidental estaba conformada por Antioquia, Caldas, Chocó, Quindío, Risaralda, Tolima y la regional del Pacífico, y la regional de la Mojana entre Bolívar y Sucre, en la zona norte (Pérez, 2010).

Además de la toma de tierras y recuperación de predios improductivos del Estado, el Mandato Agrario fue otro rasgo histórico de la ANUC y de la lucha campesina colombiana, creado el 22 de agosto de 1971. En este se expusieron los intereses de autonomía, organización y lucha agraria frente al gobierno nacional, los partidos políticos y los terratenientes, con el ánimo de garantizar la tenencia y productividad de la tierra a las mayorías campesinas que por primera vez tuvieron una estructura organizativa nacional que ayudó a cumplir sus intereses comunes. Aunque el mandato agrario no se convirtió, ni fue su intención, en un proyecto de ley, se puede identificar el interés común del campesinado:

La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia es una organización autónoma, de campesinos asalariados, pobres y medios, que luchan por una reforma agraria integral y democrática; por la reivindicación del trabajo agrícola, por la elevación de su nivel de vida económica, social, cultural y el desarrollo pleno de sus capacidades. Esta organización entiende que para superar el atraso económico del país y lograr el bienestar general del pueblo colombiano es necesario romper las actuales estructuras de dominación interna y externa que han beneficiado a una reducida clase explotadora. Esto solamente se logrará mediante la lucha organizada permanente del campesinado colombiano con la clase obrera y demás sectores populares comprometidos con el cambio estructural y la liberación total de nuestra patria de toda forma de dominación o coloniaje (Pérez, 2010, p. 41).

Cabe resaltar que la construcción de empresas comunitarias en los territorios recuperados fue una estrategia fuerte de la ANUC, que permitió recibir la asistencia técnica agrícola y pecuaria estatal a través del extinto Instituto Colombiano de Reforma Agraria (INCORA) y del banco estatal, llamado Caja Agraria.

Algunas comunidades que hicieron parte de la ANUC, crearon otro tipo de organizaciones campesinas sin perder la experiencia de las luchas campesinas. Es así como el CNA es una organización campesina nacional constituida por algunas de esas nuevas organizaciones agrarias provenientes de los departamentos de Arauca, Cauca, Nariño, Tolima, Valle del Cauca y Antioquia primeramente. Esta nueva organización campesina continua con los intereses de autonomía y luchas campesinas por medio del territorio campesino agroalimentario como expresión concreta del ordenamiento territorial popular en las zonas donde hace presencia el CNA. Por ello se eligió abordar el caso del Territorio Campesino Agroalimentario del Macizo (TECAM), ubicado al sur del departamento del Cauca y norte del departamento de Nariño, porque además de ser el primer territorio agroalimentario declarado, tiene más experiencia que los otros declarados en el departamento de Arauca.

Este artículo fue posible gracias a las entrevistas semiestructuradas realizadas a los liderazgos del TECAM: Robert Daza, Duby Ordoñez, Roxana Ortiz y Patricia Guzmán durante el 2020 y parte del 2021. Así mismo se revisó el material publicado por el CNA sobre los TECA (CNA, 2015).

La cosecha del TECA

En la cuarta asamblea nacional del CNA, realizada en noviembre del 2013, se acuerda fortalecer el componente de tierras y territorios con el ordenamiento popular y comunitario del territorio por medio de los Planes de Vida (PV), los TECA (llamados primeramente zonas agroalimentarias) y la defensa del campesinado como sujeto social, histórico, político y cultural. En ese orden de ideas, los PV son:

Pensamiento colectivo y autodeterminación comunitaria que guían nuestra acción colectiva para garantizar la permanencia en el territorio y caminar hacia la vida digna. Los Planes de Vida brotan como fuente de conocimiento y acción propia, como articulación de caminos propios que llevan ritmos distintos y no como lo hacen las políticas de Estado y los Planes Nacionales de Desarrollo destruyendo todo a su paso. (CNA, 2015, p. 13)

[...] expresan el pensamiento de la comunidad, nuestra historia, nuestro presente y la visión de futuro que tenemos para nuestros territorios. Son la manera como las comunidades determinamos el ordenamiento territorial propio de acuerdo con nuestra identidad, cultura, necesidades, sueños y esperanzas de buen vivir. Por ello parten de nuestra historia, de la realidad, del conocimiento y el saber popular, de las problemáticas y necesidades concretas que tenemos en nuestras comunidades y territorios. (CNA, 2015, p. 13)

Si bien es cierto existe una diversidad de experiencias y realidades territoriales que diferencian entre sí a los procesos organizativos que constituyen al CNA, hay unos elementos básicos que se tienen en cuenta para el ordenamiento territorial propio: definición de ejes del PV, un diagnóstico territorial, planeación de vida (¿qué queremos para el territorio?) y formas de gobierno propio (CNA, 2015, p. 14). A continuación, se encuentra el Plan de vida, agua y dignidad del TECAM, como ejemplo de elaboración de un PV:

  1. 1. Agua y medio ambiente: “en estos 20 años debemos aprender y enseñar a reforestar las nacientes del agua, el corazón y el cerebro”.

    Agricultura, producción y protección de semillas: “en estos 20 años debemos aprender y enseñar a trabajar una agricultura que cuide a la gente, a la tierra, al agua y al medio ambiente”.

    Salud y vida saludable: “en estos 20 años debemos aprender y enseñarnos a tener ambientes saludables que contribuyan a nuestro bienestar”.

    Educación y formación campesina: “en estos 20 años debemos trabajar para que los campesinos y campesinas tengamos una educación que nos haga sentir orgullosos de ser lo que somos”.

    Fortalecimiento organizativo: “en estos 20 años debemos entregar como herencia de relevo generacional, la conquista del reconocimiento de los derechos políticos y territoriales de los campesinos y campesinas”.

    Vida, paz, derechos humanos y memoria histórica: “en estos 20 años debemos haber hecho justicia y reparado a las víctimas del conflicto armado en el Territorio Campesino Agroalimentario”.

    Protección y cuidado del territorio: “en estos 20 años debemos poner en práctica la consiga: la guardia campesina somos todos”.

    Comunicación: “En estos 20 años debemos consolidar una estrategia de comunicaciones que exalte y valore la cultura campesina”.

    Juventud campesina: “en estos 20 años los jóvenes deben coger tajo en las luchas campesinas”.

    Mujer y niñez: “en estos 20 años las mujeres deben enseñarnos a luchar para la construcción de una sociedad justa y equitativa que destierre la discriminación y la violencia hacia las mujeres”.

    Cultura e identidad campesina: “un pueblo que no se identifica, no sabe para dónde camina” (Salamanca, 2019, p. 88).

Este PV se fue construyendo a medida que se reflexionaban las luchas por el territorio de parte de las comunidades macizeñas, sintetizando poco a poco en las conversaciones colectivas y en los debates de las asambleas locales, motivados por el análisis de coyuntura permanente, la importancia estratégica de los bienes naturales del macizo colombiano y las amenazas de megaproyectos a este territorio (Muñoz, 2017), se iban identificando los ejes que constituirían el PV. Por ejemplo, el primer eje de agua y medio ambiente venía desarrollándose en la práctica antes de la declaración del TECAM y del PV, a través de talleres con la niñez maciseña, en la construcción de acueductos comunitarios, por medio de los mojoneos y pagamentos, programas en emisoras locales, procesos de formación donde abordan la cosecha y siembra de aguas, como parte de las diferentes acciones de concientización comunitarias[1] impulsadas por el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA)[2].

Las dimensiones que configuran al campesinado en general (productivo-ambientales; socio-culturales; político-comunitarios) (CNA, 2015.) ayudan a su identificación como sujeto político, diferenciado del sujeto afrodescendiente o indígena. Esas tres dimensiones también están presentes en el PV citado arriba, pero la diferencia con el campesinado que no hace parte del CNA, radica en la intención de gobernar el territorio, construir territorialidad y ganar el reconocimiento estatal (CNA, 2015) bajo un proyecto de sociedad alternativa al desarrollo (Salamanca, 2019).

Así lo confirma el mismo CNA cuando empezó a debatir sobre la tenencia de la tierra, como debería tenerse y como debería usarse en la propuesta de reforma agraria integral, defensa de la producción nacional, el bienestar del campesinado, la soberanía alimentaria, la autodeterminación de los pueblos, la defensa del medio ambiente y el desarrollo sostenible. Todo girando en torno a la vida como eje principal a finales de los noventa[3].

Después de la asamblea nacional de 2013 se hicieron talleres en los territorios para pulir los principios, los mecanismos de declaración, se elaboraron cartillas (CNA, 2015) tratando de sintetizar las diferentes percepciones de las organizaciones del CNA sobre los PV y los TECA. Fue así como el CIMA y las comunidades macizeñas declaran el TECAM en 2016, seguidos de las comunidades campesinas, indígenas y afro del departamento de Arauca, quienes declararon los TECA Vida y Soberanía Popular (municipio de Saravena), Territorioio Piedemonte Araucano (municipio de Fortul), Laguna de Lipa y Resistencia Popular (municipio de Arauquita) y Defensores de la Vida y la Agricultura (municipio de Tame)[4].

En este punto utilizo lo planteado por Zibechi sobre las sociedades-otras en movimiento (2017) cuya piedra angular es su carácter doble de resistencia/creación, la reproducción de la comunidad y la familia, el protagonismo de las mujeres y la juventud y el poder local de la comunidad étnica (para el caso del TECAM, la comunidad campesina macizeña, con el protagonismo de las mujeres y su juventud campesina. El campesinado del TECAM viene construyendo, desde una figura territorial propia, formas de autoridad territorial que parte de una base cultural común (Zibechi, 2017).

Lo anterior se expone, de manera particular en el TECA, en su carácter estratégico cuando se refiere al reconocimiento del campesinado como sujeto político de derechos, que también puede gobernar su propia territorialidad, porque aporta a la economía nacional y mundial bajo relaciones de solidaridad y buen vivir, buscando configurar otro tipo relaciones de producción a las que impone el capitalismo. Además, los TECA son una barrera contra los megaproyectos minero-energéticos que impulsan las multinacionales (CENSAT, 2014) para saquear y mercantilizar los bienes naturales al tiempo que destruyen el territorio y las comunidades[5].

En esa medida, los TECA son un instrumento político que se destaca por: ser un instrumento campesino para organizar-reconstruir el territorio, permitir el acceso a la tierra, ayudar a desarrollar los factores productivos de la economía campesina, prevenir los conflictos por el uso del suelo y permitir resolver los que se presenten, planificar el uso y consumo en los espacios rurales, garantizar la soberanía alimentaria, mejorar las condiciones de vida de las comunidades de las ciudades, basarse en la agroecología para sembrar, producir, procesar y compartir los alimentos[6].

Esta caracterización del TECAM se relaciona con la forma de entender la autonomía de los pueblos en plural que aporta Zibechi (2017), quien también explica que hay diferentes niveles de autonomía y tipos de autonomías acordes con la diversidad de movimientos sociales, de las comunidades, por lo que el ideal de autonomía es construirla de manera integral, pero por ser ideal, no existe la experiencia capaz de ser el modelo a seguir. Por el contrario, existen ejemplos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara, el Movimiento de Trabajadores/as Rurales Sin Tierra, con sus respectivos tipos de autonomía construidos por sus luchas y tipos de organización comunitaria.

Aunque existan diferentes formas de autonomía, hay tres características principales que son comunes a las experiencias mencionadas anteriormente: la construcción a largo plazo, la administración de la vida cotidiana y los espacios propios (Zibechi, 2017). Junto a esto, hay que tener en cuenta las realidades concretas que contienen la capacidad dispersadora del poder estatal-institucional vigente (Zibechi, 2006) dentro del movimiento pendular que esto implica cuando el conflicto está presente en la relación de lo que Zibechi llama “sociedades-otras” con el Estado.

La base del conflicto con el Estado es su búsqueda por configurar sus propios espacio-tiempos a medida que destruye los espacio-tiempos de las “sociedades en movimiento”, resultando en el choque de intereses-territorialidades que abarca todos los aspectos de la sociedad (Zibechi, 2006). De esta manera se tiene frente a sí el paisaje donde el Estado es el actor de división, cooptación y dominación para consolidar la hegemonía capitalista y, del otro lado, a las comunidades, con sus “sociedades-otras”, deconstruyendo la dominación, uniendo a sus miembros y construyendo la hegemonía-otra desde abajo.

El aporte del TECAM al poder popular

Ahora veamos lo que se ha construido y reflexionado sobre el poder popular en Nuestra América para tener criterios que permitan analizar el aporte del TECAM. La construcción de nuevas relaciones alternativas a las impuestas por el capitalismo, la construcción desde abajo de nueva institucionalidad, nuevos y autónomos espacios sociales, emergentes organizaciones sociales que permiten liberar el potencial de invención social de las comunidades que están en el proceso permanente de autoconciencia de su papel en la lucha de clases y en la historia de la humanidad son un marco referencial para comprender la construcción histórica y presente del poder popular (Mazzeo, 2016).

Este proceso de autorrealización se define esencialmente en la simultaneidad de medio y fin de la sociedad nueva, cuyo protagonista es el sujeto popular (Mazzeo, 2016, p. 120). Junto a este planteamiento existe un paquete de categorías que viabilizan la construcción de esa sociedad nueva en los territorios: Construcción, proceso y transición, democracia raizal, disputa del sentido (Rauber, 2011). Pero no son la fórmula que pretende ser el filtro por donde deba pasar el TECA, sino una parte de la caja de herramientas teóricas del poder popular que se irá problematizando a lo largo de todo el capítulo.

Tanto proceso y transición están amarrados en la construcción de poder popular, porque en el proceso nacen los nuevos pensamientos, las nuevas prácticas, la nueva cultura popular que se fundamenta en la cotidianidad de los sujetos y por ende es una gesta de largo aliento. Conforme a esto, el TECAM y el PV sintetizan, en permanente contradicción con el capitalismo, el proceso y la transición hacía la nueva sociedad que sobrepasa la ruralidad para entablar relación con los habitantes urbanos, pero fuertemente con la juventud que estudia y trabaja.

Esta afirmación se sustenta en la articulación que hizo el CIMA con la juventud que estudiaba y trabajaba en el casco urbano de los municipios de Nariño, donde protagonizaron las protestas en el marco del Paro Nacional del 2021, que, durante los tres meses de movilización callejera, establecieron comunicación permanente para desarrollar las actividades propias de esta jornada de protestas. Al término del paro nacional, la articulación entre la juventud urbana y el CIMA se consolidó en intercambios de experiencias, participación en procesos formativos políticos y en la identificación de objetivos comunes, ya que, por ejemplo, la dirigencia del CIMA descubrió que esta juventud urbana provenía del campo, pero por la necesidad de educación superior o falta de ofertas laborales en sus veredas, se vieron obligados a desplazarse al casco urbano[7].

La elaboración y definición del proyecto liberador por parte de los explotados/as, oprimidos/as y excluidos/as es una clave para la enajenación de los seres humanos (Rauber, 2011) que abarca la democracia raizal, o radical. Otro aspecto de esta categoría es el de tener conciencia de las raíces históricas de donde proviene nuestra cultura y formas de ser como pueblos (Soto, 2013), donde la participación amplia e incluyente en los asuntos colectivos y crear el proyecto de sociedad acorde a los intereses de clase popular hacen parte del adn del pueblo colombiano y que en el caso del TECAM es la asamblea el espacio donde se participa, debate, reflexiona, educa y proyecta la territorialidad campesina.

En consonancia con las raíces históricas, no puedo omitir la mención al campesinado-artesanos anti señoriales hispánicos empobrecidos, llegados a Nuestra América en el siglo XVII. Se puede extraer de estos sectores la dignidad política y personal traducida en juntas comunales que administraban y desde donde vigilaban a los elegidos del pueblo y también las zonas comunales de esa época. Organizaban cabildos abiertos, destituían o ignoraban autoridades formales, reemplazándolos por funcionarios propios que eran líderes naturales. Estas semillas sembradas en la colonia germinaron en las sociedades democráticas (Ortiz, 1980), que durante la revuelta de 1854 se declararon socialistas (Soto, 2013).

La disputa de sentido en el caso del TECAM, se refiere a apropiar el para qué y por qué de la lucha por parte de la comunidad campesina, involucrando la vida privada-cotidiana y la importancia del espacio comunitario. La economía campesina cumple este papel de disputar el sentido desde el espacio familiar, al igual que las huertas sembradas por la juventud, así como los proyectos de transformación de abonos orgánicos, los mojoneos-pagamentos también conforman esa serie de actividades cotidianas donde se recalca la necesidad de cuidar el agua y el territorio.

No obstante, el núcleo de la disputa del sentido en el TECAM, es la espiritualidad campesina y la reivindicación de la vida comunitaria (Yie, 2018). Aporta a esta territorialización el demostrar que el trabajo de la tierra va más allá de ser una fuente de riqueza económica familiar o individual, es ante todo una condición de sostenimiento de la vida misma (Yie, 2018). El otro componente es el fomento del vínculo entre comunidad y espacio bajo una doble dirección: dueños legítimos y protectores del territorio que habitan. Presentándose el territorio, ante ellos y ellas, como el lugar donde se materializa el potencial político del campesinado, condición de su existencia como autoridad y sujeto de una relación social con una fuerte carga emocional y espiritual (Yie, 2018). En otras palabras, es el territorio quien sostiene la vida campesina y es por ello mismo que están obligados a sostener la vida en él (Yie, 2018).

Este otro sentido cobra una importancia estratégica en la construcción de territorialidad campesina, porque es la base para la subjetividad individual y colectiva que asume como necesario para vivir el TECAM, además es otra base política sólida de la lucha por el reconocimiento del campesinado como sujeto político de derechos al ser argumento y justificación ante el Estado de la existencia histórica del sujeto campesino en Colombia, y en el mundo.

Llegado a este punto de la importancia estratégica, el PV y el TECAM, tienen una implicación en la reconfiguración territorial de los departamentos de Nariño y Cauca con miras al país entero. Teniendo en cuenta que el PV y el TECAM son el lugar propio del campesinado macizeño que intenta sostener, pero las relaciones conflictivas con la exterioridad (capitalismo) impide su completa consolidación (De Certeau, 2000). Sin embargo, la totalidad en construcción (Santos, 2000) que significa el TECAM y su PV, es una expresión de la propuesta del TECA del CNA que tiene la intención de posicionarse como totalidad-otra, que propone implícitamente cambios en la estructura del Estado colombiano puesto en función de la acumulación capitalista de la clase rica desde la creación de la república (Ortiz, 1980).

Esa otra forma de organizar al territorio nacional desconoce la división administrativa vigente, proponiendo otra delimitación del territorio a nivel local donde las fronteras se crean a partir del contexto territorial de las comunidades, acorde a sus formas de ser en el mundo. Para el caso del TECAM que expresa una geograficidad (Moreira, 2004) fundamentada en la agricultura y el cuidado del agua, son los bienes naturales comunes el sustento de la vida y por ende de la territorialidad.

Avances y retos del TECAM

En la construcción y consolidación de otro sentido de vida se tienen los mayores avances en la construcción del poder popular dentro del TECAM. Este avance se muestra en el arraigo del sentipensar campesino (Borda, 2002) de la comunidad tanto en la cotidianidad como en las luchas históricas en el macizo colombiano; otro aspecto que se resalta como avance es la apropiación práctica y discursiva del ser protectores y protectoras del territorio y todos sus bienes comunes, relacionándose con el territorio como la fuente principal de vida. Otro avance también reposa en la visión anticapitalista al no tratar a la tierra ni los bienes naturales como mercancías.

Los espacios de formación política, organizativa y en agroecología son un pilar fundamental en la construcción del poder popular en el TECAM. Teniendo en cuenta que se involucran jóvenes y niños/as en estos espacios formativos, pues este actor es uno de los principales al considerarlos reproductores y defensores del TECAM; de hecho, la participación de la juventud y la niñez toma un aire fresco con la articulación de la juventud que estudia y trabaja en los cascos urbanos de los municipios de Nariño, quienes se movilizaron en el paro nacional de 2021 y compartieron las calles con el campesinado del CIMA y del TECAM.

En la economía campesina también se evidencia la construcción de relaciones sociales acordes al poder popular, cuando se busca la alimentación propia y agroecológica de las familias de la comunidad del TECAM por medio de las huertas caseras y de proyectos locales de transformación como abonos orgánicos. El intercambio de alimentos entre familias también es un rasgo importante del tejido comunitario que sustenta esta apuesta popular de poder, porque no se reproduce la lógica de acumulación individualista sino la solidaridad colectiva y una práctica económica cerrada, cuyo objetivo es vivir colectivamente y no bajo el aislamiento entre vecinos y vecinas. La biblioteca de semillas es otro resultado de los avances observados de poder popular, ya que desde su construcción hasta la intencionalidad participa la comunidad, respondiendo a los ejes del PV acerca de la memoria comunitaria por medio de un espacio concreto que guarda y sistematiza el conocimiento de las semillas tradicionales de Nariño.

La movilización como eje transversal del PV y del ser político del CNA, no se marchita en el TECAM. Las consultas populares legítimas contra megaproyectos extractivistas (Muñoz, 2017) y semillas transgénicas[8] son una expresión de la incidencia que tiene la movilización en el Macizo. Vale aclarar que las consultas legítimas en defensa de los bienes comunes no hacen parte de la agenda política del TECAM, son otras organizaciones sociales las que impulsan estas consultas populares, exponiendo la diversidad de agendas sociales que conviven dentro y fuera del TECAM, con la movilización para proteger el territorio como punto en común.

El haber sintetizado años de luchas campesinas por la permanencia y recuperación del territorio macizeño en el PV, también se considera como un logro de estas comunidades, pues disputan con el Estado y los intereses privados del capital la forma de vida en el territorio. Esta comunidad campesina se disputa qué tipo de territorialidad sueña y que tipo de relacionamiento desean con los demás actores sociales. A pesar de la desigualdad en la materialización del PV a escala municipal y veredal, tenerlo como hoja de ruta es el logro político de este campesinado que puede hablar al mundo con una propuesta concreta de su forma de vida.

Por el contrario, la junta de gobierno del TECAM solo está fortalecida en el municipio de San Lorenzo, desde donde se ayuda a fortalecer las juntas de gobierno de dos veredas de ese municipio, por lo demás, este espacio decisorio se encuentra inactivo. Cuando se hizo la entrevista sobre la junta de gobierno, la pandemia había cancelado su agenda y a partir del levantamiento de las restricciones de movilidad a nivel nacional, la junta de gobierno del TECAM seguía sin reunirse.

En la formalidad que arropa a la figura territorial del TECAM (por así decirlo), solo se cumple con el PV, porque la junta de gobierno brilla por su ausencia, exponiendo una paradoja: por un lado, en la práctica cotidiana se cumple con los ejes del PV, también en el discurso político de los liderazgos del TECAM, al igual que en las agendas organizativas y en aquellas que involucran el relacionamiento conflictivo o negociador con la institucionalidad (alcaldía, concejo municipal, gobernación, gobierno nacional); pero por otro lado la junta de gobierno en el conjunto del TECAM no ha podido consolidarse como equipo encargado de seguir el desarrollo del PV y la agenda general del TECAM.

Se evidencia de esta manera que, en la cotidianidad, la comunidad es consciente que hace parte de un TECA a través de las actividades personales y colectivas diarias, en la apropiación de los objetivos de cuidar y permanecer en el territorio, en la lucha del reconocimiento del campesinado como sujeto político de derechos e incluso que el TECA es una apuesta nacional del CNA. Sin embargo, todo este tejido comunitario, organizativo, sentipensante aún no da vida a una estructura formal que logre caminar como una figura territorial que incida como un actor más en el conflicto permanente de territorialización nariñense y caucano frente al Estado vigente.

Para concluir se puede decir que el TECAM está cojo (porque la junta de gobierno está inactiva en los 16 a excepción del municipio en San Lorenzo), pero en la práctica no se detiene el entramado comunitario campesino ni desaparecen los horizontes interiores (Gutiérrez, 2017) que sustentan la forma de vida campesina representada en el CIMA-CNA[9].

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