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Universidad y transformación social
University and social transformation
Entretextos, vol. 18, núm. 35, pp. 204-211, 2024
Universidad de La Guajira

Artículos

Entretextos
Universidad de La Guajira, Colombia
ISSN: 0123-9333
ISSN-e: 2805-6159
Periodicidad: Semestral
vol. 18, núm. 35, 2024

Recepción: 10 Marzo 2024

Aprobación: 25 Abril 2024

La revista permite todo uso legal no comercial respetando la licencia. Otros usos deben ser consultados con la revista y el/a autor/a.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Resumen: En este breve artículo hacemos un análisis sobre papel que debe jugar la universidad en la transformación social. Es importante la toma de conciencia, la crítica al orden vigente, pero también la creatividad para diseñar las condiciones de posibilidad de la transformación social. La universidad es un espacio de contradicciones, pero también abierto a la posibilidad de ser parte de los cambios que un país necesita.

Palabras clave: conciencia, creatividad, crítica, transformación, universidad.

Abstract: In this brief article, we analyze the role that the university should play in social transformation. It is important to become aware, to criticize the current order, but also to be creative in order to design the conditions for the possibility of social transformation. The university is a space of contradictions, but also open to the possibility of being part of the changes that a country needs.

Keywords: consciousness, creativity, critique, transformation, university.

La universidad como espacio para la transformación

En esta ocasión reflexionamos sobre la relación universidad y la transformación social. Si bien esto último nos remite ineludiblemente a Marx (1971), también hay que tomar en cuenta otros aspectos. Por cuestiones obvias, cuando hablemos de Universidad, en nuestro medio, vamos a tener en mente a la Universidad de Panamá, ese es nuestro marco de referencia, con sus luces y sombras. Para reflexionar al respecto, necesitamos tener una actitud crítica y autocrítica. Así avanzamos en la dirección correcta. Hay mucha autocomplacencia en la universidad.

La universidad es el espacio del conocimiento por excelencia, potencia la movilidad social, pero también es un campo de batalla ideológica. No es un territorio neutro. En muchas ocasiones como en nuestro caso, la universidad es el reflejo del país y, en ese sentido, hay mucho interés de por medio, partidistas, crematísticos etc., los cuales entorpecen su rol fundamental: del pensamiento crítico, del debate de ideas. Por lo tanto, cuando pensemos en la universidad no lo hagamos abstractamente, sino en relación con la sociedad y sus contradicciones.

La universidad de hoy, en el caso de Panamá, no es que siempre fuese así, en sus inicios fue liberal y cosmopolita; con el proceso torrijista, se hizo popular y, en la actualidad vemos con preocupación el avance del neoliberalismo. Ahora no podemos pensar la universidad como en la década de los setenta, sino en un contexto más amplio y complejo. Creo que, por la aceleración social (Rosa, 2016), si queremos hacer cambios, también necesitamos ser más acometedores en cuanto a su consecución, por ejemplo, si queremos figurar en los rankings regionales, si queremos estar posicionados en la opinión pública, estamos obligados a ser contundentes. Es palpable la pasividad con que hacemos las cosas en ese sentido y no actuamos con la contundencia requerida.

La universidad es un gran monstruo, el cual tiene que moverse. El neoliberalismo lo acecha. El objetivo del neoliberalismo es achicar el Estado y, por ende, también a sus instituciones. Por eso, vemos florecer universidades que no deberían llamarse tal, son otra cosa. En el ideal, el tema de la universidad es un tema serio, central para un país. Es una burla para la inteligencia, llamarle universidad a algunos centros privados que se hacen llamar universidades. Los gobiernos de corte neoliberal fomentan las universidades neoliberales, las cuales solo preparan a personas funcionalmente para el funcionamiento del sistema capitalista.

Las universidades privadas llamadas de garajes (o patito como en México), les hacen un gran daño a las universidades oficiales porque los jóvenes con el afán de tener un título van a esas universidades, aunque también hay buenas universidades privadas, pero son de elite, no se trata de satanizarlo, pero creo que los sectores de la clase trabajadora tienen que apostar por lo público y exigir una educación de alto nivel, tanto técnico como científico y también humanista.

Podríamos iniciar por allí, la formación en la universidad tiene que ser integral, ya lo es, tiene una formación holística, a través del núcleo donde se enseñe historia, ética, español, ambientalismo etc.… somos optimistas en pensar que a través de una educación holística puede calar en la conciencia, ahora bien, eso no se logrará si no actualizamos los programas y no solo eso, también la forma en cómo enseñamos, es decir, la forma autoritaria de enseñar en que el profesor es la autoridad máxima, dueño absoluto del conocimiento, la educación y su enseñanza tiene que pensarse en varias dirección, no unidireccionalmente.

En la formación no podemos excluir la cuestión ideológica en sentido estricto. Y aclaremos esto porque este es un concepto proscrito en la opinión pública. Vamos a referirnos a dos pensadores al respecto. El primero de ellos es Destutt De Tracy (1830), francés, escribió un libro magnífico, Elementos de ideología. Es curioso que les dirige esa obra a los jóvenes, siempre se dice que los jóvenes son el futuro, pero realmente son el presente. Es importante resaltar que son los jóvenes estudiantes quienes esperan lo mejor de nosotros y estamos obligados hacer el trabajo.

Para Destutt De Tracy es lo mismo pensar que sentir, esto es muy interesante. Porque si lo traemos a colación con los problemas que nos atañen tenemos que decir: sentimos las injusticias porque pensamos. Entonces hay que reforzar la formación en pensar porque si bien en un primer momento De Tracy dirá que esto es factor natural, él luego incluirá otras facultades, sensibilidad, memoria, juicio y voluntad, y entonces, eso ya requiere mayor trabajo, porque para sentir las injusticia pongamos ese ejemplo, entonces necesitamos de esas facultades y es a través de la formación en la universidad un espacio entre otros, donde podemos trabajar la ideología en ese sentido, como la ciencia de las ideas con la cual potenciamos el pensar, pero también el sentir.

Marx es el otro referente de la ideología, con su entrañable compañero Engels, no pueden faltar estos pensadores, científicos y apasionados revolucionarios si queremos tener una formación crítica. Para Marx, en una acepción de ideología, esta es las ideas dominantes de las clases dominantes, es decir, cuando decimos esto es ideología, es porque hemos identificado que se están reproduciendo las ideas dominantes de las clases dominantes. Por ejemplo, van campeando valores del neoliberalismo como el individualismo en contra de la solidaridad, como lo privado sobre lo público. Entonces, eso también repercute en la gente, que luego se vuelve “social-conformista” (Roitman Rosemmann, 2003) y no quieren luchar por un sistema público eficiente, y preferimos mandar a nuestros hijos a escuelas privadas.

El problema con la ideología es la sobreposición de una sobre las otras. Las ideas dominantes de las clases dominantes se sobreponen sobre las otras ideas, diríamos aquellas de mayor carácter de justicia social y populares. La universidad se torna un escenario de lucha ideológica inevitablemente. En la universidad debe imperar la pluralidad ideológica. Ese es el ideal, la realidad es que ya ni siquiera el liberalismo sino el mismo neoliberalismo se sobrepone. En el terreno político eso se traduce como derecha y extrema derecha, no estemos buscando en otros lugares formas de neofascismo, ya nosotros tenemos nuestras propias expresiones. Como no somos una isla somos un reflejo de la sociedad. Como lo planteó el politólogo Harry Brown (2018), somos conservadores en lo social, pero en lo económico neoliberales, eso es una combinación letal para cualquier proyecto emancipador.

También hay otro aspecto que por cuestiones de tiempo y de temática no podré abordar, es el tema del eurocentrismo, la universidad es un espacio donde se reproduce el eurocentrismo. El eurocentrismo es cuando no pensamos a partir de nuestras realidades y exportamos teorías de otros lados en particular de Europa y Estados Unidos que fueron pensados en otros contextos y las queremos aplicar en los nuestros como un calco y copia. Además, en detrimento de nuestra propia producción intelectual, despreciamos lo propio y asumimos lo externo como si fuera una verdad universal infalible. Para estos casos me gusta una cita de René Dubos “piensa globalmente y actúa localmente” (Dubos, 1996), porque no se trata de rechazar lo externo, sino tomarse en serio lo propio y también el contexto. No es lo mismo el centro que la periferia, si bien vivimos en un mundo estructuralmente capitalista, este se expresa heterogéneamente, los riesgos cambian entre otros elementos.

La pregunta es ¿qué debemos enseñar en la universidad? Debemos tomarnos en serio el mandato de la universidad como la toma de conciencia crítica, y cuestionarnos sobre si realmente lo estamos haciendo, incluso nos debemos pregunta si eso es posible en las actuales condiciones sociales, políticas, económicas y culturales. Mientras más avanza el neoliberalismo y el conservadurismo en la universidad, menos alzaremos el objetivo señalado de transformar la sociedad. Es decir, no se puede ser conservador y neoliberal y tener una conciencia crítica, es incompatible. Puedes tener una conciencia del orden vigente. El neoliberalismo y el conservadurismo han calado muchísimo en la universidad. El problema es que pluralidad se ve menguada por el dominio neoliberal, se torna un discurso único, el políticamente correcto y lo aceptamos como si fuese algo natural.

Forjar la conciencia crítica

Ahora bien, esto que llamamos románticamente “conciencia crítica” podemos analizarla bajo el siguiente prisma, la universidad tiene la imperiosa obligación de formar profesionales con un alto perfil técnico y científico, pero también con una sensibilidad humanística. El problema es cómo lo llevamos a la práctica. Nos falta la voluntad. De esa es la facultad de la cual nos hablaba Destutt De Tracy. La voluntad de hacer realidad la misión, la visión e incluso los valores que plantea la universidad y que formalmente asumió.

Para que esa conciencia crítica se traduzca en la formación de los ciudadanos en un sentido pleno, que tenga esa formación técnica y científica, pero además la sensibilidad humanística, es importante un trabajo profundo y permanente. Otra vez tenemos que revisar los programas analíticos y sintéticos y ver si se corresponde con la realidad de hoy y esa misión, visión y valores. Ese es uno de los pasos entre otros tantos, pero imprescindible. La universidad por mucho tiempo se ha caracterizado como un factor importante para la movilidad social y eso está bien, si no cumplimos con esa otra parte, de la conciencia crítica, entonces estamos haciendo la mitad del trabajo. Eso bajo el supuesto que estamos formando profesionales con una alta capacidad técnica y científica. Falta trabajar en la otra mitad, fuertemente, en la dimensión humanista.

Aquí juegan un papel importante quienes tienen la fina convicción de que, sí es posible trabajar en la formación de “ciudadanos del mundo”, permítaseme esa conceptualización de Adela Cortina (2014) o como diría otra gran filósofa, Martha Nussbaum (2019), hay que educar para la democracia. Ese es el punto. De lo contrario mejor ya colgamos los guantes. Pero de eso no se trata. La lucha es de largo aliento, si queremos ver resultados en un mediano tiempo, una generación, entonces dejemos de quejarnos y empecemos a trabajar ya, ahora mismo. Hay que tejer redes de trabajo colectivo, pero con el claro objetivo de formar a la gente bien. Educar para la democracia se tiene que hacer democráticamente con los niños, niñas y adolescentes, no imponerles nuestros prejuicios a ellos, sino aprender con ellos, salir en comunidad de la caverna de Platón, y contemplar la luz. Así la educación también es una ética, es un asunto de principios.

Como decía, la universidad no es ajena a las contradicciones de la sociedad, a las del Gobierno, en fin, es parte y está en relación. Debemos tener claro, tanto arriba, como desde las bases misma que le dan sustento a la universidad, cual es nuestro interés. Todos tenemos intereses, decía Jürgen Habermas (2023) que el interés de una ciencia social crítica es la emancipación. Esa conciencia crítica ideal de la que siempre hablamos tiene que traducirse en la emancipación de los jóvenes, cuando el joven sea un egresado debe ser ese ciudadano global o del mundo, preparado para la democracia, es decir, a donde sea sujeto de la historia.

Lo contrario a eso es el social-conformismo, es el pensamiento único. Es decir, el egresado se vuelve parte del engranaje del capitalismo, trabaja, trabaja y trabaja, adquiere un salario, adquiere bienes y servicios, tiene una familia, esa misma, se vuelve conservadora en lo social, y neoliberal en lo económico, así no tenemos potencialmente aliados políticos, sino adversarios ideológicos, porque campante el pensamiento único que no permite pluralidad y si no la hay tenemos una democracia muy muy restringida. Apresada por el clientelismo.

Podemos pensar en la transformación social, en la medida que podamos promover y proyectar un pensamiento crítico. Si no tenemos ciudadanos que sean críticos, no podemos pensar en transformaciones. La pluralidad es un elemento constitutivo del pensamiento crítico, el pensamiento único es lo contrario. Es la cerrazón a los horizontes pluriversales, a la complejidad del mundo. Hay que transcender al terreno político, de la acción. Una transformación supone la lucha política, o si no se queda en una mera abstracción.

Es importante trabajar la consciencia para estar preparados para la transformación. Las transformaciones no se logran por voluntarismos o aventurerismos. Las transformaciones llegan cuando las contradicciones se tensan a tal nivel de que las cosas se rompan. Cuando llegue ese momento, entonces, hay que tener las armas listas, me refiero a la trinchera de ideas. Cuando Marx dice que no es la consciencia lo que determina la vida, sino la vida lo que determina la consciencia, nos está diciendo que podemos ser los más inteligentes, los más iluminados, pero si la misma vida, y para ser más específicos, las necesidades no nos tocan a la puerta y la vemos cara a cara, no vamos a gritar, no vamos a luchar, porque estamos cómodos. Ahora bien, si previamente tenemos una formación que nos de consciencia de las contradicciones, cuando estas estallen porque el sistema capitalista acabó con el metabolismo, entonces las luchas tendrán mayor consistencia.

Por una segunda reforma

Luego de más de un siglo, es hora de que nos planteemos una segunda reforma de Córdoba. La primera jugó un papel trascendental, la universidad liberal, cosmopolita, popular, crítica, se nos disuelve en las manos. Aún queda algo de eso, en el caso de la Universidad de Panamá, simbólicamente el menú de estudiantes, el bajo costo de la matrícula, incluso en el período más crítico de la pandemia se tomó la decisión de no cobrarla, fue muy gratificante escuchar esa noticia, que la universidad estuvo a la altura de los tiempos históricos. La reforma de 1918 planteó la necesidad de redimirse, dice el manifiesto: “las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes”, nosotros aquí no podemos darnos ese lujo, no podemos ser el reflejo y reproducirlo acríticamente. El texto en cuestión es muy interesante leerlo a la luz de nuestros tiempos.

Una segunda reforma de córdoba implica muchos cambios, la aceleración de la cuarta revolución cambia radicalmente nuestras realidades. Todos los procesos de producción, de convivencialidad son muchos más acelerados de como en el siglo pasado. Y eso hace o una que seamos más rápido en lo que tengamos que hacer o simplemente quedamos rezagados eso es lo que ocurre frecuentemente. Propuse en un artículo breve que escribí hace algunas semanas, que la universidad podría tener un tanque de pensamiento que tenga claro esto de la aceleración y las tareas de transformación presente. Al parecer no ha tenido suerte mi idea. Pensar en una segunda reforma es pensar no en hechos, sino procesos, y en algún momento tendremos que empezar. Debemos tener nuestro plan social de una universidad crítica, popular y transformadora.

Nuestro plan es cambiar la forma (los programas) y el fondo (cómo enseñamos), la reforma de Córdoba nos dice muy claramente y eso lo señalábamos en líneas anteriores. Es importante la vinculación espiritual, nos señala la reforma, del que enseña y el que aprende, y hoy tenemos que ser más claros en que la enseñanza no va sólo en una dirección. Y, lo espiritual no puede faltar, la compenetración más allá de lo material, lo espiritual es más profundo. Las redes se tejen más fuerte cuando lo espiritual se cruza. Aquí no lo estamos planteando en un sentido religioso. La espiritualidad también es la compenetración y plena concientización.

Otro tema que no puede faltar es el ribete popular. La universidad tiene que integrarse concretamente con el pueblo, con pueblo entendemos lo que nos enseñó Gramsci, pueblo es el bloque social de los oprimidos, son aquellos que necesitando no les dan auxilios económicos para hacerlos, mientras que a la elite también, allí todos están en la jugada, incluso los independientes. La universidad debe eliminar las trabas de tipo económicos y para ver un ejemplo concreto debe abrir más posibilidades para continuar con estudios de postgrado, que son costosos para gran parte del pueblo. Rodolfo Puiggrós (1974), era un fiel creyente que la universidad tiene que compenetrarse con el pueblo y más específica y explícitamente, con los trabajadores. Ese es el carácter popular que no podemos perder y debemos potenciar.

Ya hemos abordado lo popular, para ir terminando, entonces, vamos a plantear la “crítica creativa” como nos enseñara nuestro querido maestro Enrique Dussel (2022). Debemos ser críticos del orden vigente, pero también ser creativos y propositivos. Hay suficientes razones para ser críticos del orden vigente y no reproducirlo acríticamente. Los cambios no se van a dar con una comunidad universitaria conservadora anquilosada, temerosa de los cambios por perder sus privilegios, lo cual aletarga todo, quizá no sea intencional, es más producto del miedo, la mediocridad y la ignorancia también, pero nada nos exculpa. En esas circunstancias, la crítica creativa tiene que nadar contra la corriente para no caer en el abismo de la entelequia capitalista.

La creatividad consiste en aprovechar los espacios que tenemos para potenciar la emancipación y la reforma que por la propia necesidad se hará inevitable. Muchas veces nos desviamos de los objetivos de formar a ciudadanos libres del mundo para que estos diseñen un mejor país. Ya no es tiempo para quejarse, sino de crear las condiciones de posibilidad fáctica para la transformación social, ese es nuestro tema central, no conformarnos con la realidad en que vivimos, donde campean las desigualdades y las injusticias, lo fundamental es diseñar creativamente una universidad y un país distinto.

La universidad no está jugando el papel que le corresponde en la sociedad, podría ser más potente su presencia en la agenda pública. Si queremos una universidad distinta, necesitamos hacer las cosas diferentes, habrá quienes quieren que todo cambie para quedar igual, pero también habrá quienes luchen por una universidad que sea la conciencia crítica de la nación, y de ser así, no habrá duda de que aportará a la transformación de nuestra sociedad.

Referencias bibliográficas

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Dussel, E., 2022. Política de la liberación. Volumen III. Crítica creadora. Madrid: Trotta.

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