Reseñas
Reseña de: Allen, C. J. & León Llerena, L. M., (trans.) (2008). La coca sabe: coca e identidad cultural en una comunidad andina. Centro de estudios regionales andinos Bartolomé de las Casas
Allen, C. J. & León Llerena, L. M., (trans.) (2008). The Coca trastes: Coca anda Cultural identity in an Andina Comunity. Andina Regional Studies Center Bartolomé de Las Casas
Entretextos
Universidad de La Guajira, Colombia
ISSN: 0123-9333
ISSN-e: 2805-6159
Periodicidad: Semestral
vol. 18, núm. 34, 2024
Recepción: 28 Septiembre 2023
Aprobación: 15 Noviembre 2023
Reseña
La obra de Allen, C. J., & León Llerena, L. M., (TRANS.) (2008). titulada "La coca sabe: coca e identidad cultural en una comunidad andina", realizó su investigación en Sonqo entre los años 1975 y 1985. El objetivo de la etnografía de Catherine Allen y León Llerena es explorar la importancia de la hoja de coca en la comunidad de Sonqo, su valor comunicativo y su influencia en la conexión entre las personas y su entorno. La metodología empleada es de corte cualitativo, etnográfico, mediante los instrumentos de investigación: la observación participante y el establecimiento de relaciones cercanas con los miembros de la comunidad. En términos generales, el libro explora el valor comunicativo de las hojas de coca, además de que la coca desempeña un papel crucial en la identidad y cosmovisión de la comunidad, y su uso es una elección de los propios habitantes de Sonqo. La reinterpretación constante de las tradiciones culturales muestra la adaptabilidad de la comunidad a lo largo del tiempo.
Catherine Allen, una antropóloga estadounidense y profesora en el Departamento de Antropología de la Universidad George Washington en Estados Unidos, realizó la presente etnografía basada en su trabajo de campo en una pequeña comunidad peruana durante distintos periodos comprendidos entre 1975 y 1985. Las experiencias que tuvo en Sonqo fueron registradas en cinco momentos: abril de 1975 a marzo de 1976, junio y julio de 1978, junio y julio de 1980, julio y agosto de 1984, y durante dos semanas en noviembre de 1985. Todo esto tuvo lugar en Sonqo, que se encuentra no muy lejos de la capital del distrito, Colquepata, en la provincia de Paucartambo, en el departamento de Cusco.
En términos generales, el libro explora el valor comunicativo de las hojas de coca, no solo en las interacciones sociales entre seres humanos, sino también en las relaciones entre humanos y no humanos. De esta manera, analiza la conexión entre el individuo y la tierra, así como con su ayllu, a través del uso de la coca. A partir de esto, el libro divide la etnografía en 9 capítulos. El primer capítulo describe la cosmología andina, las concepciones sobre una sociedad cósmica más amplia, la materia y la energía. En el segundo capítulo, se profundiza en el orden social más pequeño, que está relacionado con las actividades diarias. El tercer capítulo se centra en el ayllu como base de las relaciones de las personas con su tierra, y explora la conexión que se establece a través del uso de la hoja de coca. El capítulo siguiente explica las prácticas rituales cotidianas de masticar coca, teniendo en cuenta también el consumo frecuente de alcohol. El capítulo cinco pone un mayor énfasis en el alcohol, tanto en su uso en rituales como en la vida cotidiana de las personas de la comunidad. Los dos capítulos siguientes abordan los rituales religiosos y la presencia de la coca y el alcohol como elementos en la acción ritual, tanto en el hogar como en la comunidad. El capítulo ocho analiza la naturaleza a menudo violenta de algunos rituales. Por último, el capítulo nueve presenta las conclusiones.
Al comenzar la lectura, se establece una diferenciación entre los runakuna y los mistikuna. Los primeros son los sonqueños, no solo por nacer en Sonqo, sino principalmente por continuar con las costumbres. Por otro lado, los mistis son definidos como lo opuesto y mayormente se les reconoce como quienes habitan en Colquepata, los mestizos que no mastican coca ni viven en ayllus. El trabajo de campo realizado por Allen, a través de la observación participante, se centró principalmente en establecer relaciones con los runakuna. Descubrió que estos están fuertemente relacionados con los rasgos topográficos considerados lugares sagrados, donde reside una sociedad paralela llamada tirakuna, con quienes comparten fuertes lazos de reciprocidad permanente. Al ofrecer ofrendas a los tirakuna, los runas se protegen de la hambruna, la tristeza, la pobreza y la debilidad. Son los tirakuna quienes vigilan y proporcionan orientación espacial. Asimismo, se menciona que el lugar más inmediato y familiar es el wasitira (casa tierra), que también se entiende como la Pachamama o madre tierra. Esta entidad protege con el calor de la cocina y vela constantemente por la comunidad.
Como parte de esta sociedad paralela, también se encuentran los machukuna (los antiguos), descritos como los hijos de la luna que habitaron antes que nosotros. Estos pertenecieron a una era anterior; sin embargo, a diferencia de la Pachamama, que ejerce una fuerza vital, los machukuna pueden causar enfermedades o defectos en el nacimiento al entrar en contacto con los humanos. No obstante, el contacto con las chacras (terrenos de cultivo) resulta en mayores cosechas. Asociado a esto se encuentra la relación entre los vivos y los muertos. Se considera que el alma del fallecido contiene una influencia maligna tanto en los cultivos como en las demás personas. Por esta razón, se realizan diversos rituales para acompañar el paso de su animu, esencia espiritual, hacia el mundo de los muertos. La autora ejemplifica un poco sobre esto con lo que sucedió en el velorio de Rufina, esposa de Cipriano, jefe de la Asamblea durante un tiempo en el que Allen realizaba trabajo de campo y con quienes se hospedó la mayor parte del tiempo. En este episodio, explica cómo cayó anizado a su grabadora y Basilia, hermana de Cipriano, culpó al alma de Rufina de haberlo hecho, ya que a las almas les gusta la música (p. 70).
Respecto al hogar, al igual que Pachamama es un término femenino y está relacionado con la cocina y la provisión de alimentos, el hogar también es un lugar característicamente femenino. En la división sexual del trabajo, las mujeres suelen estar destinadas al trabajo en el hogar, como tejer o el pastoreo, mientras que los hombres se desplazan a las chacras lejanas o a la ciudad para realizar diversas tareas comerciales. A menudo, a las mujeres no se les permite realizar trabajos que las alejen de la casa, ya que son responsables de asegurar el funcionamiento adecuado del hogar. Aunque los hombres intentan mostrar que en la casa son ellos quienes tienen el mando, es la casa el dominio de la mujer. Esta segregación laboral fomenta la formación de grupos del mismo sexo. En el caso de los hombres, se relacionan con otros hombres a través de prácticas como la minka, el ayni o el compadrazgo, de manera que puedan continuar con el trabajo agrícola. En cuanto a las mujeres, aunque su trabajo es más individual, también se agrupan entre ellas para tejer y conversar. La autora menciona que en un principio consideraba que las mujeres eran dependientes de los hombres al estar subordinadas por ellos, pero posteriormente en su análisis nota que es principalmente la unión de estos dos pares opuestos lo que importa en el mundo andino. Tanto en las festividades (p. 216) como para acceder a cargos públicos, se requiere la presencia de la figura femenina.
Además de lo mencionado anteriormente, se destaca la importancia de que las mujeres estén en el hogar, ya que su presencia es crucial para el cuidado del rebaño y, por lo tanto, para la preservación del estiércol (p. 205), que se utiliza como fertilizante. Cipriano se entristece por este tema tras la muerte de su esposa Rufina, pero se nos mencionan diferentes rituales de fertilidad que se realizan. Los despachos, por ejemplo, se ofrecen en vísperas de rituales que celebran la fertilidad de los animales. Mediante estas ofrendas se presentan sustancias que son apreciadas tanto por los seres humanos como por los tirakuna. También se realizan libaciones fuera de la casa hacia la Pacha, en el interior hacia la wasitira y en el lugar donde se quemará la ofrenda. El despacho debe llevarse a cabo con cuidado, ya que tiene repercusiones en el bienestar familiar. Aunque los rituales deben ser ruidosos, el sonido debe ser continuo y apropiado. Ruidos abruptos y discontinuos, como el ladrido de un perro, como ocurrió en un despacho que realizaba Cipriano después de la muerte de Rufina (p. 192), o el chasquido de las leñas en la chimenea, resultan inapropiados durante los rituales. La decoración también es de gran importancia, ya que guía al animu durante el ritual.
Otra forma en la que se perpetúa la vida es a través de la pérdida de sangre, que forma parte de la relación recíproca entre los runakuna y los tirakuna. El tinkuy es una batalla ritual que se lleva a cabo entre dos equipos definidos por un tiempo limitado. Cuando esta práctica fue prohibida, se reemplazó por las danzas competitivas. De manera similar, se manifiesta en los encuentros entre dos comparsas en Qoyllur Rit’i, donde compiten por ver quién puede tocar con más fuerza
En cuanto a las festividades, en el texto se profundiza más en las prácticas rituales en Santa Cruz, el Carnaval e incluso en la peregrinación de Qoyllur Rit’i. La autora menciona que la principal razón detrás de todas estas festividades es mantener la conexión entre los runakuna y sus lugares sagrados. A través de estas celebraciones, se mantiene y perpetúa la unidad de los ayllus, que se utiliza para referirse a la comunidad en su conjunto o para señalar los distintos barrios en los que se organiza. Aunque no existen diferenciaciones exactas entre los ayllus y los barrios (página 126), esta unidad se manifiesta a través de la relación íntima entre las personas y su conexión con el lugar, formando una sola entidad. Los ayllus son una gran fuente de apoyo emocional para los runakuna de Sonqo. La convivencia en un mismo lugar se experimenta como tener una ascendencia común. Al pertenecer a un mismo ayllu, se comparten responsabilidades. Los hombres, al pasar por diversos cargos, no solo obtienen reconocimiento moral, sino que también buscan ser reconocidos a nivel social y apoyar en diversas actividades en la comunidad. Por otro lado, las mujeres solo se manifiestan en público en casos extremos (pp. 137-145).
En relación al ayllu, la autora considera que hay tres características que están intrínsecamente asociadas: vivir como runa, pertenecer a un ayllu y masticar coca. Allen sostiene que la relación entre las personas y su localidad se mantiene a través de la coca. No solo es un signo de relaciones sociales ordenadas, sino que las define, crea y mantiene. Un ejemplo de esta relación entre el individuo y la Tierra mediante la coca se presenta cuando Erasmo, un chamán de Sonqo y amigo de Catherine Allen, le enseña a la antropóloga a comunicarse con la Pacha y los tirakuna mediante la coca (página 161). Además, cuando un runa decide dejar de ser considerado como tal, lo primero que hace es dejar de masticar coca, rompiendo así sus principales vínculos con la Tierra y con la comunidad (p. 279).
El intercambio de hojas de coca, acompañado de interacciones con las deidades, representa una forma pacífica de interacción social, pero no es la única. Casi al final del libro, la autora nos muestra que cuando la coca se vuelve más escasa, el marco ritual se vuelve difícil de mantener para los runakunas y se recurre a la violencia. Un ejemplo de esto se presenta en el contexto de un ritual, donde los encuentros competitivos y violentos también funcionan como un flujo de vida en el velorio del padre de Claudia, donde dos hombres se hacen bromas constantes hasta que uno se enoja e intenta golpear al otro mientras recibe insultos a cambio (p. 258). El chansanakuy consiste en fastidiarse mutuamente con bromas personales. Cuando uno de los oponentes se centra en el punto que más molesta al otro, puede desatarse un enfrentamiento violento en el que las bromas repentinas se convierten en insultos o incluso en golpes."
En cuanto al uso del alcohol, que también está presente en rituales, difiere un poco de la coca. Aunque en ambos casos se comparte y otorga fuerza vital, el acto de beber está más asociado con la reciprocidad asimétrica, ya que quien ofrece el alcohol se distingue claramente del resto del grupo, mientras que el uso de la coca es más simétrico, ya que cada persona mastica su porción, tal como lo hacen otros.
En el último capítulo, la autora muestra algunas situaciones en las cuales Cipriano presenta un doble discurso con respecto a la continuidad de las costumbres de los runas. En primer lugar, se nos presenta a un Cipriano triste y deprimido (página 261). Le indica a su amiga antropóloga que los incas nunca lo podrán reconocer debido a que no está actuando "adecuadamente" al vestir su ropa de runa de manera similar a la de los mistis. Sin embargo, en una tarde posterior (página 262), explica que sus hijos varones deben cambiar su vestimenta a un estilo más misti para poder ir a la escuela. Catherine Allen se preocupa por la posibilidad de que el modo de vida de los runas desaparezca, a lo que Cipriano responde que serán las mujeres quienes se encarguen de mantenerlo al continuar vistiendo las amplias faldas.
Entonces, se revela que Cipriano realmente lamenta no haber podido seguir transmitiendo las costumbres tal como lo hacían los incas, pero reconoce que era imposible. Se realizan constantes reinterpretaciones de las prácticas y estas nunca son estáticas. Allen indica incluso que es gracias a las reinterpretaciones que se han dado a las hojas de coca después de la época colonial que recién se empieza a utilizar la coca como una forma de reivindicar la indianidad. Los runas pueden ser vistos ahora como resistentes a la opresión histórica, lo que les ayuda a aferrarse a sus tradiciones, o como sobrevivientes de una larga batalla por mantener su propio modo de vida.
Como conclusión final, la autora menciona que no puede obligar a los runas a que continúen masticando coca o a que sigan perpetuando sus principales costumbres, aunque no desearía que se perdieran. De la misma manera, explica que nadie puede prohibirles o menospreciarlos por hacerlo. A pesar de que el idioma, la vestimenta y la coca se forjaron en la época de la conquista, es mediante la coca que se anuncian las relaciones sociales y la reciprocidad con la tierra, que forman parte de la ritualidad que estructura la visión del mundo runakuna. Finalmente, recae en ellos el uso que le den o no a la coca.