Artículos
Hacia la transformación de los Centros Sociales de Personas Mayores
Towards the transformation of Social Centres for the Elderly
Actas de Coordinación Sociosanitaria
Fundación Caser, España
ISSN: 2529-8240
Periodicidad: Bianual
vol. 2, núm. 33, 2023
Recepción: 01 Noviembre 2023
Aprobación: 07 Diciembre 2023
Resumen:
El presente artículo aborda la situación de los Centros Sociales de Personas Mayores (CSPM),un recurso particular si se compara con el entorno europeo, que acoge aproximadamente dos tercios de las personas mayores de 65 años en el Estado español. Entre sus funciones encontramos la promoción de la convivencia, la participación e integración social, además de la dotación de vías para el desarrollo de un envejecimiento activo. Supone un lugar de referencia que actualmente pasa por un momento histórico en crisis (agravada por la crisis de la COVID-19), de cambio de ciclo o relevo generacional ocasionado por el devenir de las transiciones demográficas que suponen un reto para nuestras sociedades. Como consecuencia nace el proyecto Helduak Zabaltzen, que se pregunta cuáles son los motivos que ponen en riesgo el papel social de los CSPM mediante la metodología de la investigación- acción participante con el objetivo de conocer la realidad de estos espacios y facilitar el cambio hacia un nuevo modelo en el que se adapten a las necesidades de la población mayor actual y futura.
Palabras clave: Centros Sociales de Personas Mayores, Transformación de modelos de servicios y recursos públicos, Envejecimiento activo, Participación comunitaria.
Abstract:
This article addresses the situation of Social Centres for the Elderly, a particular resource if compared with the European environment, which hosts approximately two thirds of the people over 65 years of age in the Spanish state. Its functions include the fostering of coexistence, participation and social integration, as well as the provision of pathways for the development of active ageing. A place of reference that is currently going through a historical moment of crisis (aggravated by the COVID-19 crisis), with a change of cycle or generational changeover caused by the demographic transitions that represent a challenge for our societies. As a result, the Helduak Zabaltzen project was born, wondering on the reasons that put the social role of the CSPMs at risk by means of the methodology of participant research-action with the aim of finding out the reality of these spaces and facilitating change towards a new model in which they adapt to the needs of the current and future elderly population.
Keywords: Social Centres for the Elderly, Transformation of public service models and resources, Active ageing, Community participation.
1. INTRODUCCIÓN
El nombre Centro Social de Personas Mayores hace referencia a la agrupación de recursos dirigidos a la vida activa de las personas mayores y habitualmente a su asociacionismo autoorganizado. Comúnmente conocidos como Hogar del Jubilado, Casa del Mayor, Club del Jubilado, etc. Los Centros Sociales de Personas Mayores (CSPM) existen a lo largo del Estado Español, y es un recurso tan extendido en nuestros pueblos, barrios y ciudades que resulta difícil pensar que se trata de un equipamiento poco presente en el resto de Europa. Por ello podría afirmarse que es un equipamiento público-comunitario casi exclusivo de nuestro país.
1.1. Una historia colectiva sin memoria
Un movimiento ciudadano depende de su historia colectiva, de la narrativa compartida que existe al respecto de su creación, ¿de dónde venimos?, ¿cómo surgimos? Son incógnitas que nos permiten hacernos preguntas tan importantes para nuestro día a día como las referidas a los cuestionamientos de cómo somos y cómo queremos ser. Sin embargo, al hablar de los Centros Sociales de Personas Mayores, nos encontramos ante una gran paradoja: ¿alguien conoce su historia?
Tal y como se señalaba anteriormente, los Centros Sociales de Personas Mayores son una excepción particular de nuestro territorio que no se encuentra presente en casi ningún país vecino. Edificios autogestionados, con un modelo de colaboración municipal, llenos de actividad y vida, que permiten a las personas mayores de una localidad o barrio construir relaciones con sentido (García-Soler, et al. 2020), articular sus inquietudes y organizar su día a día, generando un sistema de cuidados informales basado en la sociabilidad cotidiana.
Sin embargo, aun siendo uno de los recursos de gran proximidad a la ciudadanía (Martínez y Díaz, 2009), son espacios que en la mayoría de las ocasiones se dan por sentado y sobre los que existe un alto grado de desconocimiento entre la ciudadanía.
Tal es así que, sobre sus orígenes, se tiene información muy somera. Se sabe que entre los años 1970-1980 “la administración central creó desde el IMSERSO los denominados Hogares del Pensionista en los que, además de ofrecer espacios para el ocio y la relación social, se incluyeron servicios específicos (atención sanitaria y social) para las personas mayores, debido a que aún por esas fechas en nuestro país estos sistemas tenían una insuficiente implantación. Así pues, estos Hogares del Pensionista incluían profesionales como médico, enfermero/a, trabajador/a social, además de un director/a responsable de estos y otros servicios” (Martínez, Díaz y Sancho, 2006).
La proliferación de los Centros Sociales de Personas Mayores de aquella época fue desigual, estos fueron asumidos paulatinamente por las Comunidades Autónomas, fundamentalmente a través de las administraciones municipales. Algunos fueron activados por iniciativa del movimiento vecinal, otros por el propio ayuntamiento, por concejales y concejalas de nombre y apellido que gracias a su iniciativa propia pusieron sobre la mesa el valor que un espacio como ese podría ofrecer a la comunidad.
Otro hito importante en la consolidación de estos centros reside en el Decreto 26/97 de 8 de mayo, por el cual se aprobaría el Reglamento de Régimen Interno de los Hogares- Centros de Día de Personas Mayores. En éste se explicitó que “dichos organismos deben prestar servicios sociales comunitarios y especializados tendentes a favorecer la convivencia, la participación y la autonomía de las personas de edad en su entorno habitual, siendo su objetivo principal la mejora de la calidad de vida” (Belchí, 2018).
En la actualidad, según la información disponible (IMSERSO, 2021) los 3.770 Centros Sociales de Personas Mayores que hay en España cuentan con 3.836.386 personas asociadas, es decir, el 40,48 % de las personas mayores (datos a diciembre de 2021).
Es importante señalar que se tratan de números aproximados debido a la inexistencia de datos concisos sobre la totalidad de los Centros y las personas usuarias. Esto nos desvela una de las primeras paradojas de este equipamiento: a pesar de ser un recurso muy extendido, existe muy poca información recogida en la actualidad sobre ellos.
Si bien queda en evidencia la trayectoria comunitaria y participativa que estos espacios han desarrollado, tras casi cincuenta años de recorrido, no resulta extraño plantear la necesidad de una reflexión respecto a sus funciones, roles y papel que tienen en nuestra sociedad.
1.2. ¿Qué son y cómo funcionan exactamente los Centros Sociales de Personas Mayores?
Según apuntan diversos autores (Martínez, Mañoz, Pinazo y Calvo de Mora, 2014) los CSPM son espacios enfocados para las personas mayores en un sentido amplio de la palabra. Puesto que, además de ser receptoras de una amplia y diversa oferta de actividades, cuya máxima es el desarrollo personal y social para envejecer activamente. También aprenden, participan y promueven iniciativas sociales de carácter solidario para contribuir con su conocimiento y experiencia a su comunidad.
Se tratan de equipamientos públicos mixtos o público-privados, siendo la mayoría de los casos de carácter público y municipal, pero con gestión mixta a través de la dirección principal de una asociación de personas mayores o vecinal. De los 3.770 CSPM registrados por el IMSERSO, el 67,58% son públicos (IMSERSO, 2021).
El rol más común para las administraciones públicas es de proveedor de ayudas económicas, apoyo en los equipamientos y gestor de trámites en la mayoría de los casos. A su vez, es frecuente la tramitación y gestión de servicios por parte de los ayuntamientos, pero principalmente en los entornos urbanos. Son pocas las evidencias encontradas de estrategias compartidas, iniciativas de intervención conjuntas y/o transmisión formal y sistemática de información entre ambos.
Por lo tanto, el modelo de gobernanza más extendido en los CSPM es a través de la dirección de una asociación con dos figuras diferenciadas. Por una parte, personas integrantes de la junta directiva y, por otra parte, las personas socias. Concretamente, la junta es un grupo de personas voluntarias que define y gestiona la mayoría de las actividades que se llevan a cabo en el Centro y de todos los aspectos vinculados con las personas socias. Las personas socias, por su parte, usan el espacio y las actividades para su disfrute y pueden participar en la toma de decisiones del recurso principalmente a través de las asambleas anuales.
En cuanto al procedimiento más usual a la hora de gestionar las actividades y la vida del Centro se detecta que es el de un espacio de decisión conocido como las juntas en el que recae la mayoría de las decisiones directivas. La media de longevidad en el cargo de las juntas directivas asciende a unos 8 años, elevándose dicha cifra en ciertos casos hasta los 15 años. Lo que conlleva a espacios de dirección muy establecidos, con dinámicas de trabajo estipuladas y una mirada de trabajo bastante continuista. Es por ello por lo que la junta se vive como un espacio de dirección natural, y en la mayoría de los casos comprendida como la única fórmula para la gobernanza participativa existente, a pesar de existir experiencias que muestran lo contrario.
1.3. Crisis y replanteamiento: Momento histórico para los Centros Sociales de Personas Mayores
La revolución de la longevidad es una de las transformaciones sociales más importantes del siglo XXI (Butler, 2009). El aumento de años de vida en buena salud y el ascenso de las cohortes del baby boom supone un aumento de población en edad de jubilación con varias décadas de vida activa, productiva, saludable y plena. La revolución de la longevidad supone abandonar las nociones actuales sobre la vejez y la jubilación, ya que estas construcciones sociales son insostenibles frente a los 30 años adicionales de vida (Kalache, Plouffe, y Voelcker, 2015).
Las nuevas generaciones de personas mayores se caracterizan por un alto nivel de bienestar, buena salud y mayores niveles educativos que sus antecesoras. En Euskadi, destaca en especial el descenso de personas sin estudios, que ha pasado del 32,9% en 1986 a un 5,8% en 2021; mientras que las personas con estudios secundarios o superiores han ascendido del 6,3% al 24,6%, en los últimos 40 años. Pero cuando se habla de transformaciones de la longevidad no solamente se hace referencia a un perfil demográfico y de patrones de salud. Las nuevas generaciones de personas mayores también presentan a su vez modelos de vida diferentes y cambios en costumbres cotidianas. En este sentido, en cuanto a los cambios en el uso del tiempo libre, se destaca que entre el año 1993 y el 2018 las personas mayores vascas han aumentado el tiempo dedicado al deporte, las actividades de ocio activo y los tiempos dedicados a cuidados de personas del hogar, en detrimento de actividades como los trabajos domésticos, cuyos tiempos de dedicación se han visto drásticamente reducidos (Eustat, 2018). También ha aumentado la cifra de personas que participan en actividades de trabajo voluntario (Del Barrio y Diaz-Veiga, 2020).
Estas nuevas generaciones de personas mayores reclaman un espacio donde poder desarrollarse y posicionarse con relación a la posibilidad de aportación a la sociedad (Del Barrio, Marsillas y Sancho, 2018), desempeñando un rol en el que se reconozcan, no donde les digan quiénes son, sino un lugar donde seguir siendo (Prieto, Herranz y Rodríguez, 2015).
Este cambio generacional supone un reto para la adaptación de los Centros Sociales a las nuevas generaciones de personas mayores, algo que se suma a los retos intrínsecos de los propios centros. Actualmente la evolución futura de los Centros Sociales como organizaciones está en una encrucijada. Pese a ser un recurso muy valioso y único, se detecta una deriva de desuso y estancamiento nombrada tanto por las propias juntas como por los diferentes profesionales que trabajan con ellos. Este momento tiene varias aristas que lo componen.
En primer lugar, se observa que la mayoría de las asociaciones de los CSPM se encuentran en un cambio de ciclo o relevo generacional, lo que conlleva que gran parte de las juntas estén compuestas por representantes con ciclos largos. Mientras que en otros casos están llegando a la disyuntiva de desaparecer (por falta de relevo generacional) o refundarse.
En segundo lugar, se corre el riesgo de una pérdida del papel social de los centros, de su significado y valor social. El incremento de nuevos recursos sociales, culturales y cívicos y los propios prejuicios sociales vinculados a estos espacios, ha generado una disminución de las personas participantes. Muestra de ello es la bajada de personas socias en los últimos 10 años. En el 2011 las cifras de personas asociadas a estos recursos a nivel estatal oscilaban entre el 60% y 70% de las personas mayores de 65 años de nuestro territorio (Vicente, 2011), descendiendo en una década al 40,48% de las personas mayores (IMSERSO, 2021).
En tercer lugar, la crisis de la COVID-19 (2020-2021) obligó al cierre total o parcial de los centros, lo que implica una mayor desanexión de las y los usuarios de estos Centros, paliado en parte, por programas específicos de conexión telefónica y por pequeños recursos informáticos, lo que también puso en evidencia un nuevo problema; la evidente brecha digital (Sánchez, 2021). Desde el inicio de la desescalada, los Centros trataron de retomar su actividad, con grandes diferencias de resultado entre ellos. Estas experiencias se han dado de forma independiente y aislada, dando respuestas individuales a un mismo reto compartido.
Como contrapunto positivo, el cese total de la actividad de los CSPM ha evidenciado el vacío que supone para el tejido social la pérdida de dicho espacio y las consecuencias que se derivan tanto en la salud como su impacto psico-social en las personas usuarias.
1.4. Proyecto Helduak Zabaltzen
La falta de información sistematizada sobre las realidades de los centros y su estado crítico actual desencadenó en el País Vasco la puesta en marcha del proyecto de investigación- acción participante Helduak Zabaltzen en 2021.
Helduak Zabaltzen es una iniciativa financiada por el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales de Gobierno Vasco e impulsada por Euskofederpen (Federación de asociaciones de personas mayores de Euskadi) orientada a aumentar el conocimiento sobre los Centros Sociales de Personas Mayores y facilitar la transformación integral de los modelos actuales, acompañando a su digitalización. Paralelamente busca atender a las particularidades de los entornos rurales y urbanos de los territorios históricos vascos, dada la importancia e incidencia que tienen los contextos en la realidad de los CSPM.
Se escogen ambos vectores de análisis (territorio histórico y tipología de localidad, rural- urbana) dado que se observan diferencias significativas vinculadas a ellos: diferencia de fuentes de financiación, oferta de recursos, servicios y actividades específicas para personas mayores, densidad poblacional, número y tipología de administraciones públicas vinculadas a los centros, tejido asociativo y dinámicas de participación municipal, entre otros elementos, que conllevan necesidades diferenciales para las personas mayores y los centros en base a dichos vectores.
El proyecto se ha llevado a cabo a través de metodologías colaborativas innovadoras, articuladas con dinámicas que se adaptan a los contextos y grupos, y que no solo buscan recoger información, sino también fomentar la co-creación a lo largo de un proceso atractivo y motivante en el que participar.
Sin embargo, el presente artículo se enmarca en los diferentes procesos diagnósticos realizados dentro de Helduak Zabaltzen, no incorporando las experiencias y conocimientos derivados de la implementación de cambios y pilotaje de nuevas experiencias.
2. OBJETIVOS GENERALES Y ESPECÍFICOS
Objetivo principal:
El objetivo final de Helduak Zabaltzen es conocer la realidad de estos espacios y facilitar el cambio hacia un nuevo modelo de Centros Sociales de Personas Mayores de Euskadi, de manera que puedan adaptarse a las necesidades de la población mayor actual y futura, de su entorno inmediato y de la adaptación digital.
Objetivos específicos:
● Promover la toma de conciencia y reflexión sobre el paradigma global de los Centros Sociales de Personas Mayores.
● Abordar y analizar las principales potencialidades y obstáculos que se encuentran en la transformación del modelo de los CSPM.
● Recoger ideas clave para el desarrollo de estrategias de los CSPM.
● Generar evidencia científica para lograr conocimiento innovador sobre los Centros Sociales de Personas Mayores.
3. METODOLOGÍA
Para desarrollar los objetivos del proyecto, se parte de la premisa de que la sociedad vasca debe ser protagonista de sus propios cambios sociales. Bajo este enfoque, se formula un acompañamiento comunitario basado en la metodología de la Investigación Acción Participativa, cuyo foco de trabajo se centra no solamente en la consecución de los objetivos establecidos −esto es, la transformación y adaptación del modelo a las necesidades actuales−, sino también en el empoderamiento y acompañamiento comunitario de agentes que participan en todas las actividades que involucran a los Centros Sociales de Mayores.
La metodología de investigación-acción participativa (IAP) pretende promover la participación de los miembros de comunidades en la búsqueda de soluciones a sus problemas y ayudarles a incrementar el grado de control que ellos tienen sobre aspectos relevantes de sus vidas (incremento de poder o empoderamiento). El objetivo último de la IAP es conseguir que la comunidad se convierta en el principal agente de cambio para lograr la transformación de su realidad.
Esta metodología requiere de la constitución de grupos de trabajo liderados por personas mayores y el resto de agentes que participan en los Centros Sociales de Personas Mayores. Para ello se ha llevado a cabo la creación de diferentes tipos de grupos de trabajo y gobernanza, así como diferentes procesos y espacios participativos de co-creación y pilotaje de nuevos modelos.
En todos los espacios se han realizado diferentes procesos diagnósticos, siendo el presente estudio el resultado de los mismos. Las fuentes de análisis para ello han sido:
● Diagnóstico inicial: Estudio cualitativo a través de 12 entrevistas en profundidad, 5 entrevistas grupales y una observación participante. El proceso de captación se realizó de forma dirigida en función del cumplimiento de diferentes criterios de selección orientados a recoger la diversidad de realidades de las personas mayores y los centros.
● Sesiones diagnósticas de los grupos promotores de las dos experiencias piloto urbanas: 3 sesiones participativas con dos grupos promotores de 10 y 11 personas participantes respectivamente. Las personas participantes fueron seleccionadas por la junta de cada CSPM participante y los respectivos ayuntamientos.
● Dos World cafés: En ellos participaron 90 personas del ecosistema de los Centros Sociales de Personas Mayores de Euskadi de 21 localidades diferentes. El proceso de captación se realizó a través de la técnica de bola de nieve puesta en marcha por los grupos promotores de las experiencias piloto urbanas y Euskofederpen.
● Dos encuentros técnicos intermunicipales: Jornadas participativas orientadas al personal municipal, donde participaron 32 técnicas de 19 localidades de Euskadi. La participación fue abierta a todas las localidades vascas. El Gobierno Vasco hizo la invitación a cada ayuntamiento y finalmente participaron las personas interesadas.
● Diálogos rurales: Cuatro grupos focales donde participaron 41 personas vinculadas a los Centros Sociales de Personas Mayores de entornos rurales. El proceso de difusión y captación se realizó con el apoyo de las tres asociaciones territoriales de personas mayores de Euskadi (Agijupens, Las cuatro torres y Nagusiak).
Los perfiles participantes en las diferentes fuentes de análisis han sido muy diversos entre sí: profesionales (dinamizadoras, personal técnico y político) vinculadas a los centros, integrantes de las juntas de las asociaciones de personas mayores propias de los centros de entorno rural y urbano, personas mayores usuarias de un centro sin dinamización y con dinamización de entornos urbanos y rurales, personas mayores no vinculadas a los centros pero activas en otras asociaciones, mujeres mayores no asistentes a los centros, técnicas municipales, dinamizadoras y personas mayores de centros que han transformado su modelo y agentes comunitarios de las experiencias piloto.
En total han participado personas de 50 localidades, de las cuales 49 son municipios vascos y sólo uno no perteneciente a la Comunidad Autónoma Vasca (Pamplona): Agurain, Alegría, Amurrio, Arantzazu, Arratzu, Arrigorriaga, Azpeitia, Barakaldo, Basauri, Beasain, Bergara, Bermeo, Bilbao, Busturi, Campezo, Donostia, Durango, Eibar, Elgoibar, Ereño, Erandio, Errenteria, Ermua, Fruiz, Getxo, Gizaburuaga, Hernani, Idiazabal, Igorre, Irun, Irura, Ispaster, Legazpi, Legorreta, Leioa, Lezo, Maruri, Mendexa, Pamplona, Portugalete, Segura, Ordizia, Ormaiztegi, Usurbil, Vitoria-Gasteiz, Zaldibi, Zeanuri, Zegama, Zerain y Zumarraga.
4. RESULTADOS
A continuación, se presentan los principales resultados relacionados con las características de los modelos de Centros Sociales de Personas Mayores vigentes actualmente en Euskadi, así como la identificación de los principales nudos y sus claves para el cambio obtenidos de los diferentes espacios diagnósticos.
4.1. Diversidad de las personas mayores
Tal y como se ha relatado en el apartado anterior, el modelo tradicional de CSPM se ha visto debilitado en los últimos años con diferentes nudos importantes que resolver para lograr la transformación hacia modelos adaptados a las realidades y necesidades actuales.
En los diferentes espacios diagnósticos aparece el aumento de la diversidad de personas mayores, es decir, la heterogeneidad de las realidades y experiencias de las personas de esta franja de edad, como uno de los factores que más ha promovido esta situación, y a su vez como una de las principales claves de transformación.
En este escenario, uno de los principales nudos hallados es la falta de ciertos perfiles de personas mayores en los centros, pues las brechas entre sus participantes son elevadas. Una de las primeras brechas o vacíos destacados es la falta de personas migradas mayores en los centros. Si bien muchas de las personas mayores que actualmente forman parte de los CSPM corresponden a personas mayores de la diáspora peninsular, existe una brecha generacional entre aquellas personas que migraron en la primera ola de migración interna (migración extracomunitaria) y las generaciones migrantes internacionales. La proporción de personas migradas que participan en el centro es menor en comparación con la proporción en la sociedad. Esta realidad debe ser motivo de reflexión acerca del planteamiento actual de los centros con el fin de valorar si el grado de atractivo de los CSPM es bajo para personas mayores migradas y, si es así, a qué responde, así como la complejidad derivada de la gestión de la diversidad en cuanto a códigos culturales e idiomáticos. Cabe señalar, además, que esta característica es algo generalizado en el territorio urbano y en el rural, ya que en ambos ámbitos se ha evidenciado esta falta de diversidad en concreto.
La segunda brecha detectada es la falta de representación equitativa de mujeres en las juntas directivas y espacios de gestión. Pese a ser una tendencia que se está invirtiendo con el tiempo, sigue siendo evidente esta brecha en los espacios de poder y de toma de decisión dentro de los centros. En este sentido se destaca que, aunque las proporciones en algunos espacios de poder se hayan acercado a la igualdad (50% mujeres, 50% hombres), no significa que sean proporciones equilibradas y equitativas, ya que la proporción de participantes mujeres en los CSPM suele rondar el 80% frente a un 20% de participantes hombres. Por ello, para poder alcanzar una realidad equilibrada se subraya la petición de generar espacios de empoderamiento de mujeres mayores y trabajar sus necesidades y obstáculos en la participación para plantear estrategias empoderadoras.
Por otro lado, otra de las ausencias más marcadas la representa la falta de personas mayores con diversidad funcional en espacios tanto de gestión como de participación. Esta realidad lleva a cuestionarse si el tipo de vida que se desarrolla actualmente en los centros no se encuentra adaptada para todos los perfiles de personas mayores o cuáles pueden ser las barreras de la participación que justifiquen estos vacíos o ausencias. Para ello, el planteamiento debería ser analizado para lograr claves de mejora y dotar de una mirada más dirigida hacia el ciclo y estilo de vida de las personas que a los servicios de estos y otros equipamientos públicos.
En cuanto a la diversidad por edad, entendida como otro factor de diversidad que se ha definido como nudo o reto de Helduak Zabaltzen, se destaca que, en general, se confunde la coexistencia de generaciones con la convivencia real entre ellas. Es decir, sería la diferencia entre “unas personas hacen talleres y otras están en la cafetería jugando a cartas” y “hacemos algo en común”. Al respecto de estos espacios intergeneracionales, existe la tensión entre el deseo de que lleguen al centro personas más jóvenes y respetar o mantener integradas a las personas mayores a medida que van envejeciendo.
“Ahora se ha disuelto el coro por falta de relevo, y… tengo una pena en el alma que para qué. Pero es que no, los jóvenes que no, que no, que no…(…) pero digo, con lo bien que se pasa… Y dicen, bueno, porque no sé qué, porque tal, porque cual. Claro, como yo digo, están todavía en una edad buena para ir por ahí, para todos los sitios, claro, si no aprovechas cuando puedes patear bien por ahí… Eso lo he hecho yo también, claro. Y a mí me da una pena tremenda, tremenda, tremenda.”
(Diálogos Rurales Álava, 2023)
Esta dualidad deja en evidencia el grado de interiorización del edadismo en nuestra sociedad y en nuestras prácticas cotidianas, y las dificultades para trabajar desde una diversidad e intergeneracionalidad reales. En este punto se detecta, por tanto, el reto latente de cuidar a las dos generaciones y sus procesos de convivencia para asegurar un equilibrio entre ellas.
Por último, otro factor asociado a la diversidad en los CSPM, en concreto, en el contexto en el que se ha desarrollado esta investigación, el País Vasco, es la cuestión idiomática. Por ejemplo, en la ruralidad vasca en Gipuzkoa y Bizkaia encontramos que casi todas las actividades se desarrollan en euskera o bilingüe sin mayor dificultad y las personas usuarias no consideran que sea una barrera a la hora de relacionarse. Por el contrario, en Araba la realidad es justo la contraria y casi todo se lleva a cabo en castellano, aunque hay personas hablan euskera y tienden a adaptarse sin mayor dificultad.
Hablamos de un territorio con una amplia diversidad lingüística que implica una gran riqueza cultural y a su vez numerosas complejidades para la gestión. Los retos derivados de esta realidad son visibles en muchas esferas de la sociedad (relaciones informales, educación, sanidad…) y, por tanto, se sigue avanzando, en muchos recursos y también en los CSPM, para encontrar fórmulas en las que garantizar el acceso a la información para todas las personas indistintamente de su idioma, así como para dar la oportunidad de poder decidir el idioma que quieran utilizar en cada momento. No obstante, resulta destacable la ausencia de conflictos derivados de este factor en la vida de los centros.
4.2. Diversidad de funciones y roles de los centros
Una de las principales características de los discursos analizados sobre los CSPM es la variedad de definiciones que se les da y, en consecuencia, los diversos roles que se les adjudican. Esta diversidad en las definiciones y los roles, así como funciones, genera una dificultad en las figuras de la administración pública y la ciudadanía en general para desarrollar una imagen clara de qué son y para qué funcionan. De ahí que se plantee la falta de consenso y la invisibilización de múltiples de sus roles como un reto en sí mismo.
Gran parte de los discursos acerca de los roles y funciones de los CSPM, tanto en el ámbito rural como en el urbano, tienden a señalarlos como espacios de socialización. Este hecho, el socializar, el encuentro con los demás, cobra un papel más importante y estratégico en el caso de la ruralidad debido a la dispersión urbana.
“…que es un centro donde el objetivo también es pasárselo bien; relacionarse socialmente y pasárselo bien.”
(Diálogos Rurales Técnicos, 2023)
Esta visión de los centros como espacios de socialización suele ir de la mano de la asociación que se hace de estos con el ocio, el entretenimiento y, por tanto, las actividades. Derivada de esta clara predominación del rol ocioso, existe otra lectura subyacente relacionada con la idea de que son espacios privados en los que únicamente se gestionan actividades, que eclipsa los muchos roles que se les pueden asignar en relación con la actividad comunitaria, el apoyo mutuo u otros aspectos que mencionamos a continuación.
“La percepción que puede tener la gente más joven igual puede ser que ahí van las personas mayores (…) y solamente juegan a las cartas. No hacen nada más. Entonces, bueno, pues se pierde todo el contenido de espacio comunitario donde se relacionan y desarrollan su vida, yo creo. “
(Diálogos Rurales Técnicos, 2023)
Otro de los roles que se les atribuye a los centros está asociado a los cuidados comunitarios, es decir, existe una definición de centro que los considera espacios de apoyo a la vida de las personas entre iguales, con el rol de contribuir en su vida en este periodo vital. Vinculado a este, existe un rol de los centros mucho más participativo, donde los testimonios recogen palabras clave como la transmisión, la intergeneracionalidad y la participación comunitaria. Esta mirada es, precisamente, una de las que más promueve una transición hacia el cambio de modelo de los CSPM. No obstante, esta mirada no es la más extendida, ni en el ámbito rural ni en el urbano.
Cabe señalar que hablar de cuidados dentro de los centros se ha presentado con más fuerza en los discursos de personas mayores más jóvenes de los centros que tienen un papel muy activo en la vida de este y que consideran que ayudan a otras generaciones más mayores diseñando y poniendo en marcha acciones y actividades pensadas para su bienestar. Se observa, por tanto, el reconocimiento de este rol mutuo, pero no recíproco, de la solidaridad intergeneracional dentro de los centros. Es decir, existe la vivencia de “ayudar” a otras personas mayores, pero no se identifica ningún reconocimiento de “ser ayudada”. Sin embargo, se debe tener en cuenta el edadismo imperante en la sociedad que hace relacionar la necesidad de cuidados con la falta de autonomía e independencia y que, por tanto, invisibiliza la imagen de los CSPM como espacios de apoyo y cuidado mutuo comunitario, reduciendo su rol, una vez más, al ocio y recreación.
Por otro lado, a los CSPM también se les reconoce un rol de dinamizador de pueblo, especialmente señalado, por tanto, en lo rural. Desde esta óptica, el centro puede ser entendido como un espacio de activismo y coordinado con el resto de las asociaciones o agentes del pueblo.
“O sea, el centro está dentro de una comunidad y tiene que ser algo muy abierto, muy flexible, entonces, aquí por ejemplo hay una asociación de mujeres que tendrán igual de setenta para arriba, jo, bienvenida sea, y luego está en la asociación de euskera tal, también el perfil es de… bienvenida sea, o sea, la participación de la gente mayor, o llamémoslo como queramos, de sesenta a setenta, en la medida en que esté integrada en otras asociaciones del municipio, eso es riqueza y eso es necesario ¿eh?”
(Diagnóstico inicial, entrevista 1 grupal, 2021)
4.3. Modelos de gobernanza y participación
Tal y como se mencionaba anteriormente, el modelo de gobernanza habitual en los CSPM se configura a través de una asociación en la que las funciones de gestión y organización de la actividad recaen principalmente en los miembros de la junta directiva.
Las personas que conforman estas juntas lo hacen de manera voluntaria y tradicionalmente asumen un papel de gran responsabilidad que implica una acumulación de tareas en un número muy reducido de personas.
Esta fórmula de participación, en la que el nivel de compromiso y dedicación de quienes conforman ese órgano de gobierno es tan elevado, tiene en muchas ocasiones el efecto de no facilitar la renovación de estas juntas y la continuidad un tanto obligada de quienes ocupan estos cargos, ya que el resto de las personas socias no ven atractivo asumir un rol que, de facto, supone una carga de trabajo y responsabilidad excesiva para una actividad realizada de manera voluntaria.
“Nosotras venimos aquí a disfrutar, no a trabajar.”
(Diagnóstico inicial, Entrevista en profundidad, 2021)
Esta dificultad para que se dé el relevo entre las personas que forman parte de las juntas, genera en quienes ocupan estos cargos la sensación de que siempre son las mismas personas quienes están en todo, no pudiendo permitirse la renuncia al cargo pese al agotamiento acumulado, por la falta de disposición del resto de personas socias a dar un paso al frente y sustituirles.
“Esto se ha convertido en mi nuevo trabajo.”
(Diagnóstico inicial, Observación participante, 2021)
Este escenario, genera una clara polaridad y distancia entre quienes perciben que asumen un compromiso total con la gestión del centro y quienes acuden a recibir servicios y disfrutar de las actividades programadas, que son vistos por los primeros como meros receptores o consumidores del centro, sin ninguna implicación para con éste; mientras que por otra parte, quienes no forman parte de las juntas, sienten que éste es un órgano de gobierno absolutista, limitándose a trasladar la información al resto de personas socias en la asamblea anual.
“Se creen que el local es suyo, ¡hacen y deshacen lo que quieren sin escuchar a nadie!”
(Diagnóstico inicial, Observación participante, 2021).
Esta visión e interpretación de lo que es la participación y compromiso con el centro responde, como ya se ha señalado, a una forma bajo la que se ha venido funcionando de manera tradicional. Una visión que entra en conflicto con la que traen los nuevos perfiles de personas mayores que se acercan a los centros, que si bien, son conscientes de la necesidad de relevo en las juntas, demandan que ese relevo suponga también un cambio en el funcionamiento y modelo de participación.
“Lo veo como un lugar donde poder contribuir, de manera solidaria, a esta sociedad.”
(Diagnóstico inicial, Entrevista 11 grupal, 2021).
Esta necesidad, aparece con fuerza también entre técnicos municipales que manifiestan la necesidad de encontrar formas de participación intermedias que posibiliten la implicación de las personas más allá del modelo de participación en junta.
Esta diferencia constituye uno de los nudos que con más fuerza se ha manifestado a lo largo del proyecto, ya que refleja el cambio generacional que se está dando dentro de los CSPM, donde una parte del colectivo, la que representa a las personas de mayor edad, reclama que quienes son más jóvenes entren a relevarles en las juntas y estos perfiles más jóvenes que desean que el cambio sea más profundo e implique una transformación mayor del modelo, para que este siga siendo atractivo en los próximos años y mantenga por lo tanto, su razón de ser.
Esta necesidad de transitar hacia un modelo de participación y gobernanza diferentes, más acordes a los nuevos perfiles de personas mayores, aparece a lo largo de todo el proyecto, tanto en el acercamiento a la realidad de los centros en el entorno urbano como en el entorno rural. En ambos casos, se plantea claramente como un reto de enorme trascendencia para el mantenimiento de estos recursos.
Estas propuestas plantean principalmente continuar con la gestión interna del centro a través de una junta directiva, pero sumando otras fórmulas de participación que puedan partir de intereses, conocimiento o motivaciones personales; en definitiva, hacer sentir a cada persona que su contribución y aportación puede ser valiosa en cualquier momento, haciendo del centro algo más que un mero espacio en el que consumir actividad. Las fórmulas que aparecen principalmente se pueden concretar en las canalizadas a través de voluntariado y de las denominadas comisiones de trabajo.
Las comisiones de trabajo habitualmente están formadas por personas orientadas a un objetivo y tarea concreta de la organización interna. De esta manera, desde las juntas se delegan responsabilidades concretas en otras personas sin que a éstas les implique una gran carga (comisión de excursiones, comunicación, actividades culturales…). Por otra parte, la introducción de la figura de la persona socia voluntaria, suele darse a través de la impartición de clases o talleres en el propio Centro o de participación en actividades de acompañamiento a otras personas mayores, entre otras.
Finalmente, a lo largo de todo el proceso se pone de manifiesto la dificultad para promover e incentivar la participación. Ante esa falta de conocimiento sobre cómo activar procesos participativos e incentivarlos, junto con la necesidad de recibir formación, aparece la necesidad de incorporar un perfil o una figura más constante y dedicada que pueda favorecer la estabilidad de ciertas funciones como las administrativas-burocráticas, las formativas en materia de facilitación grupal, gestión de conflicto, asamblearismo… Esta figura profesional, tendría, sobre todo, la función de velar por el proceso, siempre bajo el objetivo de que éste pueda ser más participativo, pero no imponiendo agendas propias ni objetivos por encima de las decisiones de los y las participantes del Centro social de Mayores. Se puede decir que actuaría a modo de catalizador/a de procesos.
No obstante, esta figura sigue siendo conflictiva y dificultosa de aplicar. Entre aquellos lugares que han comenzado a introducir figuras profesionales de facilitación se recogen experiencias de diferencias en los criterios de trabajo y gestión, nudos en la gestión compartida, sobre todo cuando la administración o las profesionales quieren incidir en la transformación y las juntas van en otra dirección de continuar con lo establecido y surgen roces.
“Yo tengo miedo, sencillamente, tengo miedo de que el Gobierno Vasco nos mande empresas aquí a dirigir.”
(Diagnóstico inicial, Entrevista 4 en profundidad, 2021)
Esta realidad es el reflejo de que el sistema no está todavía clarificado y se ha de seguir avanzando hacia la definición y asentamiento de roles específicos sobre los que trabajar.
En línea con lo comentado, se observa la necesidad de seguir articulando un debate, formación y proceso colectivo para poder generar diferentes niveles o grados de participación, que permitan generar grados de compromiso acordes a las posibilidades y deseos de cada participante, y reducir la ya mencionada cultura de consumo existente en los centros.
4.4. Fuentes de financiación
Contar con una financiación suficiente, que permita a los CSPM desarrollar su actividad y mantener unas condiciones suficientes de equipamientos y estructura, aparece como una fuente de preocupación constante que atraviesa los discursos de las personas, tanto en el caso del ámbito urbano como en el rural.
En ambos casos, encontramos que las principales fuentes de financiación son tres: la derivada de las cuotas anuales de la persona socia; los pagos que efectúan por realizar una actividad; y las subvenciones públicas vinculadas al asociacionismo de las personas mayores. Sin embargo, no en todos los centros se utilizan todas las opciones. De esta manera, cada centro toma sus propias decisiones respecto a la gestión de sus recursos, dándose grandes diferencias entre sí, especialmente en lo que respecta al pago por actividades o la cuota de socios, donde encontramos una gran variabilidad de posiciones que, en el caso de la asistencia a actividades, contempla tanto el pago de una inscripción inicial como una cuota mensual por cada actividad realizada e incluso su carácter gratuito. En otros casos, se opta por la eliminación de la cuota anual de la persona socia.
Al abordar los diferentes criterios por los que se opta por eliminar el pago de cuota anual o por actividad, emergen diferencias también vinculadas a la preocupación de garantizar las posibilidades de participación de las personas socias con menos capacidad económico, en lo que abre a su vez un nudo vinculado a cómo resolver esa situación sin generar diferencias entre personas socias.
En este apartado, hay que resaltar la preocupación que expresan quienes forman parte de las juntas ya que son quienes mayoritariamente asumen la responsabilidad de gestionar los ingresos y gastos. De entre todas las tareas que realizan en este ámbito, aluden especialmente a la complejidad que representa para ellos la gestión de las subvenciones. Consideran que existe una alta burocratización que hace que dichas tramitaciones correspondan más a un perfil profesional, que no al de un grupo de personas mayores voluntarias.
“… un comentario muy habitual es que aquí tiene que entrar gente que ha trabajado en un banco. Esto define la mirada que tienen algunos mayores respecto a quién tiene que estar en el órgano de gobierno”.
(Diagnóstico inicial, Entrevista 11 grupal, 2021)
En ese sentido, reclaman una tramitación más sencilla y apoyo de figuras técnicas que les apoyen en estas tareas.
Este modelo de financiación tan marcado por la financiación a través de una subvención pública totalmente orientada al asociacionismo conlleva la permanencia del modelo de participación dominante anteriormente señalado, puesto que es imprescindible generar una junta directiva para darse de alta como asociación. Por lo que en caso de querer generar nuevas fórmulas de participación es necesario hacerlo replanteando simultáneamente el modelo económico que sostiene estos recursos.
Otro aspecto por destacar y que así queda recogido en los diferentes diálogos, es la gran variedad existente en el sistema de ayudas de cada uno de los tres Territorios Históricos de la Comunidad Autónoma del País Vasco. La falta de un sistema de ayudas común impacta a nivel de territorio e incluso también entre las asociaciones que forman parte de los mismos.
Sin embargo, hay que señalar que, pese a estas diferencias tan relevantes, cuando se menciona la posibilidad de contar con un sistema homogeneizado de ayudas públicas, especialmente en el caso de las asociaciones del ámbito rural, éstas expresan cierto temor a que esa homogeneización se realizara económicamente a la baja y conllevara pérdida de capacidades.
Por último, para cerrar este apartado hay que destacar que desde las asociaciones no señalan la escasez económica como el principal problema detectado, sino que ponen el foco también en otros aspectos, como la escasez de equipamientos públicos comunitarios, la insuficiencia de personal profesional y, especialmente en el caso alavés, en la falta de apoyo para hacer frente a las dificultades de transporte y movilidad, que en este Territorio adquieren gran importancia y condicionan el acceso a los CSPM.
“Yo, vamos, creo que estamos bien, que no nos hacen falta más recursos económicos, en principio la asociación cuenta con su propia financiación, con sus ingresos y con las subvenciones que pueda recibir. Problema económico no hay. En ese sentido, pienso que… o igual nuestra situación es un poquito mejor, pero vamos, que no le veo ahí complicación.”
(Diálogos Rurales Técnicos, 2023).
4.5. Roles de la Administración Pública
Como ya se ha señalado anteriormente, los Centros Sociales de Personas Mayores, a pesar de ser en su mayoría equipamientos público-municipales, la gestión de estos centros se realiza de manera casi íntegra por las personas mayores voluntarias en lo que constituye un sistema de autogestión que contribuye significativamente a imprimir un carácter muy concreto a dichos equipamientos.
Esta característica genera en muchos casos conflictos entre las juntas y los ayuntamientos que, frecuentemente, sostienen opiniones diferentes en torno al modelo de gestión y sobre cuál ha de ser el rol de cada una de las partes. Esta diversidad de opiniones sobre estos dos aspectos marca también el tipo de relación que se establece y constituye el primer nudo que identificamos en este apartado.
A lo largo de la investigación se ha analizado cómo es esa relación entre la administración pública y los centros, constatando la existencia de un abanico de realidades y relaciones muy diversas entre la asociación que autogestiona y la administración pública, representada principalmente por los ayuntamientos. De manera general, se pueden resumir en las tres que se recogen a continuación:
En primer lugar, existen municipios en los que la relación es nula, limitándose solo a mantener abierto un canal de comunicación vinculado a la petición y justificación de las subvenciones. En esos casos, es habitual la existencia de discursos sobre estos centros sociales como “esos espacios que gestionan los mayores por ahí para jugar a cartas”.
Por otra parte, existen municipios que han trasladado algunas de las actividades o servicios organizados por ellos a los centros, con el objetivo de que aumentara la relación y conexión con los servicios organizados desde los centros, con el objetivo de ampliar sus posibilidades. Sin embargo, el hecho de introducir la actividad en el horario del Centro y dentro del espacio, no genera de facto una comunicación e interconexión con el resto de las actividades que se realizan y, por lo tanto, no cumple con el objetivo de que se conozca dicho servicio.
En tercer lugar, existen municipios que han hecho una apuesta por la profesionalización de servicio con la introducción de figuras profesionales en los mismos. Sin embargo, existe gran diversidad entre las funciones de estas figuras entre localidades y el paradigma bajo el que se rigen. No obstante, en gran parte de ellas existe una sensación de conflicto o desorientación al tratar de realizar una gestión compartida con las personas mayores.
Estas diferencias en la relación, también se hacen extensibles a la hora de identificar cuál ha de ser el papel de cada una de las partes. En el caso de los Ayuntamientos, pese a que ven en general, la potencialidad y valía de estos espacios, ponen el foco en la necesidad de abordar ciertas cuestiones estratégicas que necesitan de una renovación y coordinación más directa con las administraciones públicas que los sustentan. Por otra parte, las personas mayores vinculadas a los Centros Sociales de Mayores apelan principalmente que el papel del ayuntamiento debiera ser el de facilitador de infraestructuras y recursos.
“De coordinador general. Él sería sin meterse, sin meterse, coordinaría.”
(Diagnóstico inicial, Entrevista 3 en profundidad, 2021)
No obstante, al igual que sucedía al abordar el nudo de la financiación, pese a solicitar un mayor apoyo, se mantiene cierta preocupación hacia el intrusismo.
Respecto a la definición de cuál ha de ser el rol y las funciones de la figura profesional municipal que acompaña y facilita la gestión del Centro, encontramos grandes diferencias y heterogeneidad entre los distintos municipios.
Durante los encuentros mantenidos específicamente con estas figuras profesionales, para conocer la realidad de su día a día y cómo enfrentan la relación con los centros, aparecía con fuerza esta gran diversidad de funciones que van desde ejercer como transmisor de necesidades o velar porque los centros tengan condiciones de accesibilidad y seguridad, contratar actividades o apoyar en su organización, hasta acompañar en gestión y tramitación de subvenciones, apoyar a las juntas o coordinar relaciones entre el Centro y otras asociaciones o con el propio ayuntamiento.
Ante esta diversidad de funciones, aparece claramente la sobrecarga que asumen y que, especialmente cuando se trata de personal que también desarrolla funciones comunitarias y asistenciales, le lleva a tener que priorizar las relacionadas con atención primaria, postergando las vinculadas con los Centros.
Además, aparece un último nudo vinculado a la falta de una reflexión centrada en la intencionalidad estratégica y programas concretos a largo plazo desarrollados dentro de los Centros Sociales de Personas Mayores por parte del ayuntamiento. La mayoría de las participantes identificó que sus ayuntamientos no contaban con planteamientos y planificaciones concretas y reflexionadas sobre los Centros. Pese a que en algunos municipios sí se han dado claros avances, se señala que mayoritariamente, las funciones técnicas de acompañamiento y gestión que se ponen en marcha lo hacen por el hecho de que se llevaban a cabo anteriormente o como respuestas a las demandas realizadas por las juntas directivas de las asociaciones vinculadas con los Centros.
Esta ausencia de planificación provoca una falta de aprovechamiento de las posibilidades que tienen los CSPM para facilitar el acceso de los técnicos municipales a personas a las que de otra manera no llegarían. En esta línea se destaca que los CSPM tienen gran valor como espacios naturales de confianza y seguridad para integrar servicios municipales en ellos, y pueden promover su acceso a quienes rechazan acudir a otras instalaciones que sienten como ajenas a desarrollar dichas actividades (euskara, inglés, ofimática…). Esta particularidad se encuentra todavía más arraigada en el caso de las zonas rurales, dado que en estos casos se identifica una relación con las administraciones públicas locales mucho más simbiótica y cercana, propiciada por las propias características de estos entornos.
“Sí, sí. Nos ayudan ellos con, vamos, nos dejan lo que nos haga falta y nosotros si tenemos que echar una mano en cualquier actividad, que nos dicen oye ¿qué os parece?, ¿podéis tal? también lo hacemos”.
(Diagnóstico inicial, Entrevista 8 en profundidad, 2021)
4.6. Necesidades para la digitalización
La digitalización es planteada en los diferentes espacios como un reto principalmente asociado a dos situaciones. La primera de ellas es la transformación que se ha vivido por la irrupción de la COVID-19, y la transformación que ha traído consigo en todas las esferas y también en el plano digital. La segunda es la convivencia de distintas experiencias y relaciones con la digitalización entre las personas socias y, por tanto, la necesidad de desarrollar dinámicas que impulsen sus oportunidades.
Con este escenario, se ha suscitado un discurso considerablemente unánime sobre la adaptación a las nuevas tecnologías, experimentado como una cuestión derivada de la necesidad, más que de un interés colectivo hacia ellas.
“Pues si te digo la verdad yo mismo debería digitalizarme más, pero por obligación.”
(Diagnóstico inicial, Entrevista 15 en profundidad, 2021)
Esta necesidad de actualización en el plano digital ha emergido, en gran medida, por los requisitos impuestos por las diferentes administraciones para llevar a cabo diversos trámites de forma casi exclusivamente digital, cediendo por tanto, muy poco espacio a la presencialidad. Este es precisamente uno de los aspectos que se subrayan en ese discurso unánime acerca de la digitalización y su relación con la burocracia: el reclamo de la presencialidad y las vías físicas frente a esta súbita variación en la ejecución de ciertas tareas o trámites necesarios para la continuidad y buen funcionamiento de los centros (registros administrativos, solicitud de subvenciones…). Se han señalado también, en ocasiones, los beneficios de la combinación de la comunicación digital y física, ya que la primera puede favorecer la transmisión de la información de forma rápida y a un público más amplio y la segunda facilita la ejecución de los trámites para muchas personas mayores.
No obstante, si bien se vive como algo relativamente impuesto, se le ven ciertas oportunidades interesantes relacionadas, esencialmente, con la transmisión de la información y la comunicación con otros agentes. Además, ante esta imposición, también se han observado diferentes actitudes. Algunas personas se posicionan con una actitud negativa y rechazan la digitalización, mientras que otras tratan de mantener una posición más abierta a nuevas ideas en este ámbito. Asimismo, se ve la oportunidad de desarrollarse en el campo de la digitalización con la presencia de las personas mayores más jóvenes de los centros que pueden tener más conocimiento y prestar ayuda, oportunidad derivada de la convivencia de personas con diferentes experiencias digitales de la que hablábamos unas líneas más arriba.
En este sentido, la mayoría de las propuestas recogidas para allanar este camino se sustentan en, además del reclamo de la presencialidad, la formación, así como la creación de grupos de ayuda o apoyo para la digitalización en los centros sociales.
4.7. Relación e impacto en la comunidad
Los CSPM se visualizan como espacios integrados en los barrios, centros abiertos a la comunidad donde diferentes generaciones se interrelacionan y donde se colabora con otras asociaciones o agentes del entorno a favor del bien comunitario. La apertura a la comunidad es imprescindible tanto para que se conozcan todas las potencialidades de los centros, así como para generar una imagen más positiva y menos estereotipada de la vejez. Sin embargo, estas características comunitarias se identifican de forma informal y oculta, observándose múltiples resistencias a los planteamientos que potencien y visibilicen estas acciones por miedo a perder su identidad y focalización en las personas mayores, especialmente en el caso de aquellas personas mayores con gran trayectoria temporal en ellos.
Actualmente, es habitual que la vida de los centros traspase las paredes de sus propios centros para llevar a cabo actividades fuera de ellas, especialmente en el caso de los centros de entornos rurales. No obstante, en muchas ocasiones se quedan en acciones meramente puntuales y en muchos casos no se experimenta como algo que favorezca el trabajo comunitario, sino como una carencia de recursos propios. Cabe señalar que, en el caso del personal municipal, sin embargo, esta línea de actuación se identifica como una potencialidad en la gran mayoría de los casos.
Se observa gran consenso al determinar esta dimensión como una clave para la continuidad de los centros, señalando la necesidad de que el futuro de los centros se dibuje en colaboración constante con otros agentes comunitarios. Para este proceso se han identificado diferentes iniciativas recurrentes para facilitar esta apertura: compartir espacios físicos con otras asociaciones del municipio, llevar a cabo actividades y programas fuera de los espacios del propio centro, organizar actividades de forma conjunta con otros, participar de forma activa en foros, comisiones o iniciativas que se organizan a nivel municipal...
En el caso del ámbito rural, esta apertura a la comunidad se lleva a cabo de forma natural, por lo que es frecuente que las personas que participan en los centros tomen parte activa en la organización de las fiestas del pueblo o en la ejecución de trabajos comunitarios, entre otros.
“Nosotros tenemos una relación con el ayuntamiento y hay otras dos asociaciones, una es una asociación de montaña y la otra es la comisión de fiestas, y la relación, entre los cuatro, pues organizamos cosas puntuales del pueblo fiestas en San Juan, en San Pedro (…). Eso es lo que hacemos las cuatro asociaciones juntos, entonces, bueno... El objetivo es dinamizar el pueblo y, en concreto, a nivel de adultos.”
(Diálogos Rurales Bizkaia, 2023)
Otro de los elementos recurrentes en los diferentes discursos, es la identificación del valor de que los centros sean referentes en sus barrios o en municipios, convirtiéndose en un recurso integrado en la comunidad, coordinado con el resto de los recursos comunitarios existentes. A excepción de algunas experiencias concretas, existe a su vez gran consenso en la necesidad de avanzar en este ámbito.
“Muchas veces, aunque saben cuál es el tablón de actividades, si preguntan al resto del barrio se observa que muy pocas personas lo conocen. De hecho, se observa cómo buena parte de los y las socias tampoco lo conocen. Se publicitan actividades en la agenda cultural, pero no llegan afuera, no llegan…”
(Diagnóstico inicial, S3-ER, 2002).
En este sentido, en el análisis de los diferentes espacios participativos se observan algunas claves para lograrlo, destacando la permeabilidad de sus muros, una mentalidad de trabajo colaborativa e integradora, que logre que sean atractivos para la ciudadanía tanto en sus espacios físicos como en su organización, de forma que no solo ofrezca una oferta diversa en cuanto a las actividades o programas que lleva a cabo, sino también en las formas o estructuras de participación.
4.8. Servicios públicos
La oferta y presencia de diferentes servicios para personas mayores es habitualmente una de las características más señaladas en la propia definición del recurso, siendo el más destacado la cafetería. Se observa que en gran parte de los centros, en especial en entornos urbanos, se ofertan varios servicios como son la podología, peluquería, fisioterapia y/o el servicio de cafetería.
En el caso de las personas mayores participantes en los diferentes espacios y grupos, se identifica cierto consenso en sus discursos sobre su valía y el reconocimiento de la dotación de estos recursos como un derecho incuestionable. Sin embargo, en el resto de los perfiles participantes la oferta de estos servicios genera cierto debate, en especial para los perfiles profesionales y técnicos y en mayor lugar en el entorno rural. Una de las principales aristas de este debate es la existencia de otros recursos similares en el municipio pudiendo resultar una competencia desleal dentro del propio ecosistema local.
“Cuando nosotros creamos la asociación y las actividades, el ayuntamiento nos dijo que esos servicios ya existían en el municipio, en el ayuntamiento. (…) Ahora lo cambiaron todo justamente. Si nosotros organizamos una excursión, ellos otra. Nosotros una charla, ellos la misma charla… Y así. Lo hacen todo desde ellos, no desde nosotros. Y si no acordamos bien esa relación y esas funciones…”
(Diálogos Rurales Gipuzkoa, 2023)
La pregunta que subyace en la mayoría de los debates generados alrededor de este punto es el cuestionamiento de la idoneidad de subvencionar estos servicios por considerar a las personas mayores como un colectivo vulnerable en sí mismo, indistintamente de sus capacidades económicas u otros factores específicos de vulnerabilidad.
No obstante, también existen algunas voces dentro de los perfiles profesionales que consideran oportuno mantener esta estrategia municipal para cumplir una función de prevención, atención psicosocial, atención a la dependencia y salud comunitaria a través de estos.
Por otro lado, cabe destacar un reto compartido por múltiples ayuntamientos para lograr que las licitaciones de estos servicios sean atractivas, justas y encajen dentro del marco legal, de forma que no queden desiertas. Este reto contempla dos dimensiones relacionadas entre sí. La dimensión económica tiene que ver con la escasa rentabilidad de algunos de estos servicios, en concreto el de cafetería en determinados municipios o barrios. Y al mismo tiempo, preocupa la competencia que se puede generar con el sector privado con algunos de estos servicios.
El servicio que mayor reflexión e incomodidad genera es el bar o cafetería, ya que como anteriormente se señalaba, son una parte clave de la identidad de los Centros Sociales de Personas Mayores, llegando a tener una imagen casi inseparable entre ambos conceptos en el imaginario colectivo de nuestra sociedad.
“Pues sí que es verdad que la tradición de los centros para mayores siempre, por lo menos aquí, han estado vinculados siempre a un bar, a una cafetería…”
(Diálogos Rurales Técnicos, 2023)
A pesar de que el servicio de cafetería ha sido el más extendido en estos recursos, este se gestiona de diversas formas dependiendo de la localidad. A lo largo de la investigación se han identificado como las más habituales tanto en entornos rurales como urbanos la cesión del espacio a una persona profesional para su uso, la licitación pública o el alquiler del espacio a una profesional. Sin embargo, cabe destacar que se observa una singularidad en la gestión de la cafetería en los entornos rurales, y es que, dentro de la amplia diversidad de modelos de gestión, en dichos entornos abundan los modelos de cafetería autogestionada por las propias personas socias.
5. CONCLUSIONES
A lo largo de los diferentes procesos diagnósticos se ha constatado que el cambio de modelo de los Centros Sociales de Personas Mayores no es sólo necesario, sino que la mayoría considera que el cambio es algo real que viene sucediendo hace tiempo, pero de forma irregular y diferencial entre localidades, y con poca visibilización de ello y escasa o nula divulgación científica.
Asimismo, en los diferentes espacios de análisis se observa una visión compartida sobre los retos más significativos a abordar para lograr nuevos modelos de centro que se adapten a las necesidades de la población mayor en su pluralidad.
En primer lugar, se han visto las dificultades de generar un liderazgo compartido que vaya más allá de las juntas y combine a personas usuarias, juntas y personal del ayuntamiento por la cultura jerárquica derivada del modelo de participación dicotómico característico del asociacionismo. Esta dificultad metodológica resulta especialmente significativa ya que, tal y como se ha comentado en apartados anteriores, este liderazgo compartido es una de las claves para la transformación.
Pese a que existe un deseo compartido de mantener un modelo de gobernanza basado en la autogestión y el papel del asociacionismo, se presenta el desafío de adoptar unas formas de participación y gobernanza más alineadas con las necesidades y disponibilidad de estos nuevos perfiles de personas mayores que están llegando a los CSPM, que si bien tienen ganas de participar y contribuir a la mejora de los centros, lo desean hacer de una manera menos exigente, que no hipoteque todo su tiempo ni evite armonizar esa dedicación con la participación en otros ámbitos de su interés.
Este suceso está altamente relacionado con otro de los principales nudos identificados: la convivencia real entre diferentes generaciones de personas mayores. A lo largo de la investigación se ha constatado la tensión entre el deseo constante de aumentar la participación de las nuevas generaciones y a su vez mantener integradas a las anteriores generaciones. Esto genera la paradoja de querer que, sin que cambie nada para quienes ya participan en los centros, lograr responder a las necesidades de los perfiles más jóvenes.
Sin embargo, la clave para afrontar este reto también está muy presente en la mayoría de los discursos. A lo largo de todo el estudio, entender a las personas mayores como un grupo diverso y heterogéneo emerge como aspecto elemental que atraviesan cada uno de los ámbitos analizados.
Por lo que gran parte de las claves para ajustar el recurso a las diferentes necesidades se asocian al planteamiento que se hace del propio proceso de transformación. En concreto, se basan en la importancia de desarrollar este planteamiento bajo un prisma participativo desde el inicio. Es decir, tener muy presente desde el inicio del proceso de transformación quiénes son las protagonistas del cambio y hacerlas partícipes en las tomas de decisiones para generar una transformación ajustada a sus múltiples realidades, intereses y necesidades.
Asimismo, a lo largo de la experiencia se ha señalado la pertinencia de incorporar a las personas significativas para las personas mayores y a otros perfiles que no participen actualmente en los centros para que el cambio se dé de manera más sencilla y global. Todo ello pasa, por tanto, por construir un proceso abierto, flexible y adaptado. Así, se puede afirmar que gran parte del éxito reside en no tener miedo a romper moldes y buscar una apertura de mirada para dar con nuevas fórmulas de participación y gestión que vayan más allá de la junta y sean más abiertas.
En siguiente lugar, centrando la mirada en el rol y el paradigma de la administración pública con los Centros Sociales de Personas Mayores, se observa la necesidad de romper con la línea continuista y reflexionar específicamente sobre este punto a nivel local y global de forma simultánea.
Parte de las reflexiones que se han desarrollado en diferentes espacios del proyecto han ido dirigidas a definir entre todas las partes las funciones actuales del ayuntamiento y cuáles se espera que sean a lo largo del proceso de cambio. Si bien las respuestas a estos planteamientos no han sido respondidas con unanimidad, ya que se ha expresado que hoy en día conviven diferentes modelos de gestión y, por tanto, diferentes formas de relaciones entre CSPM y ayuntamientos, sí se han señalado algunos elementos comunes como que el papel del ayuntamiento debería ser el de acompañar, escuchar, recoger necesidad y trabajar con ellas.
En este sentido, tal y como se ha comentado en otros apartados, vuelve a salir con fuerza la idea de la cogobernanza y el consecuente papel del ayuntamiento en el proceso de transformación. A su vez, esta cogobernanza va de la mano de la necesidad de instaurar dinámicas y estructuras más abiertas y flexibles.
Finalmente, al reflexionar sobre las direcciones que toman los cambios y cómo definir el camino de estos, se ha expresado que los cambios deben darse tanto hacia dentro como hacia fuera. Los principales cambios hacia dentro han sido expuestos, siendo necesario señalar la falta de una definición común y compartida de las funciones de los Centros Sociales de Personas Mayores. Esta coexistencia de diferentes visiones de los centros lleva consigo la necesidad de compartir inquietudes para diseñar el camino hacia el cambio de modelo de los CSPM que parta de una visión más holística de los mismos y que enfatice sus fortalezas. En este sentido, sacar el máximo potencial de los CSPM pasa, en gran medida, por superar esa mirada predominante de los centros como espacios exclusivamente generadores de actividades, ya que puede llegar a deslucir su capacidad en lo relacionado con la comunidad, la participación o los cuidados.
A su vez, los cambios hacia fuera se relacionan con la integración de las personas mayores en la sociedad, con combatir estereotipos y con generar oportunidades para hacer más acciones abiertas a la comunidad. Para ello, algunas estrategias pasan por realizar actividades en otros espacios del municipio más allá de las paredes del centro y promover proyectos intergeneracionales junto con otros agentes, colectivos y asociaciones. Por tanto, aquí juega un papel importante la apertura a la comunidad y la vinculación con ella. Cuando se analiza la relación de los centros con otros agentes comunitarios o del municipio, en general, resulta imprescindible mencionar la importancia de los ayuntamientos en todo este proceso.
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