Resumen: Presentamos aquí una crónica de los comienzos de la Revista del Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina), más precisamente de los nueve primeros números, publicados en los trece años que van de 1989 a 2002, en cuya concreción participamos. Se revisan las circunstancias de su creación, las dificultades enfrentadas, la progresiva incorporación de colaboradores y la recepción de artículos, así como las relaciones de la revista con el desarrollo de las políticas de investigación implementadas por la universidad. Se reflexiona asimismo sobre este corpus mediante la observación de los campos transitados, las temáticas predominantes, los autores y sus trayectorias, las decisiones materiales referidas al diseño gráfico, la paulatina constitución de un perfil institucional y la consolidación de esta publicación en el marco musicológico local.
Palabras clave: Revistas musicales argentinas,Musicología,Revista del Instituto Superior de Música Universidad Nacional del Litoral.
Abstract: We present here a chronicle of the beginnings of the Revista del Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina), more precisely of the first nine issues published during the thirteen years from 1989 to 2002, in which we participated. It reviews the circumstances of its creation, the difficulties encountered, the gradual incorporation of contributors and the reception of the articles, as well as the journal's relationship with the development of the university's research policies. It also reflects on this corpus by looking at the fields covered, the dominant themes, the authors and their careers. Likewise, it refers to the material choices made in terms of graphic design, the gradual constitution of an institutional profile and the consolidation of this publication within the local musicological framework.
Keywords: Argentine Music Journals, Musicology, Revista del Instituto Superior de Música Universidad Nacional del Litoral.
Dossier
Nueve en trece: biografía inicial de una revista
Nine in Thirteen: Initial Biography of a Journal
Recepción: 28 Agosto 2024
Aprobación: 15 Septiembre 2024
Lo que se concretaría como Revista del Instituto Superior de Música UNL (RISM UNL) en su primer número de 1989 fue una iniciativa del compositor Jorge Edgar Molina, quien había asumido en 1986 la dirección de esa casa de estudios de la Universidad Nacional del Litoral.
Las publicaciones académicas dedicadas a la investigación musical eran entonces sumamente escasas. La más relevante era la Revista del Instituto de Investigaciones Musicológicas Carlos Vega, iniciada en 1977, editada por la Universidad Católica Argentina como medio orgánico para difundir la producción de su carrera de Musicología, la única existente en el país en esa época, además de colaboraciones externas.
La idea y las gestiones para el surgimiento de nuestra revista datan en realidad de al menos un año antes de su aparición. En efecto, en el primer editorial, escrito por Molina aunque su nombre se omita, se hace referencia a los cuarenta años de la fundación del Instituto —con el nombre de Escuela Superior de Música y Canto— en 1948, aniversario que habría motivado la creación de una revista que «espera constituirse en un material de estudio e información, y proponerse, a la vez, como una herramienta útil de clarificación y reflexión sobre la música y sus relaciones con el ámbito socio–cultural en que se expresa» (Revista del ISM, 1, 1989, Editorial, 7). No es casual que fuera Jorge Molina quien impulsara ese proyecto. Su ya extenso tránsito por los espacios intelectuales de Santa Fe, su vinculación con el mundo de las letras, el teatro o la plástica, además de su compromiso con la creación y la ejecución musicales y con la gestión cultural, constituyeron el terreno desde el cual percibió la necesidad de abrir un espacio en el cual se verbalizaran y transmitieran las experiencias, adquisiciones, cuestionamientos y perspectivas de actores provenientes de distintos horizontes de las prácticas musicales vigentes, trasladadas desde el sonido al texto.
Ese editorial constituye un verdadero manifiesto de las convicciones que animarían la revista: proyección del pensamiento de creadores, intérpretes, investigadores y educadores; lugar para la producción musicológica; apertura a expresiones tanto cultas como folklóricas, etnográficas o de mesomúsica, contemporáneas o del pasado; atención a la articulación entre el hecho musical y el contexto socio–cultural. Se anuncia la inclusión de información sobre la vida del Instituto, aunque evitando «un regionalismo estrecho» y se subraya la intención de conservar «siempre un pluralismo ideológico, una perspectiva crítica y un nivel científico que nos represente con dignidad» (Ibid., p. 8).
Esta voluntad personal coincide con una tendencia que se incrementaba en las casas de estudios universitarios a incorporar la investigación y su comunicación escrita en instituciones dedicadas centralmente a la formación de músicos «prácticos»: compositores, intérpretes, directores, educadores. Aquello que constituía una de las actividades implícitas en la vida universitaria para otras disciplinas debía ser promovida también en el plano del quehacer artístico. La investigación estaba sin duda presente en la actividad de cada uno de esos profesionales, pero era conveniente exteriorizarla mediante la escritura, darla a conocer más allá del interior de las cátedras y promover nuevas áreas de estudio independientes. Es preciso señalar los antecedentes, escasos pero significativos, que habían tenido lugar en o relacionados con el Instituto en este sentido. Uno de ellos fue la revista Música y cultura popular, cuyo único número fue publicado en 1974 por el Departamento de Música Popular que funcionó allí entre 1973 y 1975, dirigido por el Pbro. Osvaldo Catena.[1] Otro, aunque concretado fuera de la institución, fue obra de Amalia Marta Pérez Chiara, destacada docente de Historia de la Música en esa casa y consistió en una investigación de la cual resultó el libro La música en Santa Fe (Pérez Chiara, 1973). Publicados también de manera independiente, los libros de Lázaro Flury, profesor de Folklore, podrían integrar, tangencialmente, el conjunto de referentes textuales en este ámbito.
De todas maneras, el comienzo no fue sencillo. Jorge Molina nos convocó desde el comienzo para acompañar el proyecto y podemos así dar fe de las dificultades diversas que se enfrentaron. La primera de ellas fue el financiamiento. Se contaba con la producción e impresión de la revista en los talleres de la editorial universitaria, pero había que proveer los insumos, para los cuales no había partidas específicas. En alguna ocasión recurrimos a colaboraciones de docentes o allegados para reunir los fondos necesarios. El otro problema era conseguir artículos para una publicación inicial, desconocida y con inciertas garantías de solidez académica, de continuidad y de difusión. Lo anterior ocasionó demoras en la aparición inicialmente programada de cada número, irregularidad que el título del editorial de 1993 sintetiza claramente: «Cómo y cuándo se puede».
Así, el primer número se compuso integralmente con textos provistos por docentes de la institución: Jorge Molina, Dante Grela, Mariano Etkin, Ricardo Pérez Miró, Enrique Núñez y Omar Corrado.
El conjunto de autores se fue expandiendo a medida que la revista se afirmaba y se tejían nexos con personalidades y centros que nos confiaron sus producciones, en muchos casos por vínculos personales con quienes participábamos de la empresa. En este sentido, Mariano Etkin y los integrantes de su equipo de investigación de la Universidad Nacional de La Plata —María Cecilia Villanueva, Carlos Mastropietro, Germán Cancián— aportaron sus artículos, al igual que los compositores y musicólogos Graciela Paraskevaídis y Coriún Aharonián. Profesores del Instituto contactaron asimismo a sus colegas de otros países; de este modo, recibimos textos de Michael Bristiger y de Patxi Larrañaga. La doctora Malena Kuss, Profesora Emérita de la University of North Texas–Denton, intercedió ante Allan Atlas, organizador del primer coloquio internacional sobre Astor Piazzolla en la City University of New York para que nos autorice la publicación aquí de las ponencias de Ramón Pelinski, Ulrich Krämer y la propia Dra. Kuss. El resultado compuso el número temáticamente más homogéneo de ese período (9, 2002), dos años después del coloquio citado, ya que se completó con escritos sobre Ginastera, maestro de Piazzolla, firmados por Esteban Buch y Dante Grela.
Se incluyeron trabajos iniciales de musicólogos que desarrollarían luego una trayectoria relevante, como nuestros compañeros de estudio Jean Pierre Bartoli —actual Presidente (Rector) de la Universidad de París IV–Sorbona— y Françoise Andrieux —Profesora Titular en la Universidad de Lyon II–Lumière— así como Julio Mendívil, estudiante en la Universidad de Colonia (Alemania), donde compartimos clases y conversaciones, responsable ahora de la cátedra de Etnomusicología en la Universidad de Viena. Gracias a nuestros colaboradores internacionales la revista se enriqueció con textos de Julio Estrada, Chico Mello y Juan Solare —argentino residente en Alemania—. Sin recursos para solventar traductores externos, nos encargamos de realizar las versiones españolas de los textos en otros idiomas que nos hicieran llegar varios de los estudiosos mencionados.
Se fue ampliando, asimismo, el número de escritos de docentes del Instituto —Luis Ángel Machado, Adriana Cornú, Pablo Fessel, Juan Carlos Panarace, María Elena Sedlacek, Edgardo Bumberg— además de los ya mencionados. Se publicaron artículos originados en trabajos de cátedra, ya sea en esta casa —Norma Redondo de Castells— o en otras instituciones —Silvia Gerszkowics—. La paulatina extensión de esta red informal permitió contar con escritos de Pablo Di Liscia, Carmelo Saítta, César Franchisena, Graciela Musri, Gabriel Colautti, Sergio Valderrabano, Diego Madoery y Miguel Baquedano, quienes actuaban en distintos centros musicales del país, varios provenientes, una vez más, de la Universidad Nacional de La Plata.
Las políticas de investigación implementadas por la Universidad Nacional del Litoral desde mediados de los años 80 tuvieron en cuenta la necesidad de desarrollar esas actividades en el área musical y repercutieron en los contenidos de la revista. A través del Departamento de Investigación y mediante los programas CAID+D se promovieron proyectos de investigación dirigidos por docentes del Instituto, quienes utilizaron ese espacio para publicar los resultados de sus investigaciones, de lo que da cuenta el editorial del número 3 (1993).[2]
La revista acogió también los trabajos producidos en el marco de las Cientibecas, subsidios para la iniciación a la investigación destinados a estudiantes avanzados promovidos por la universidad en todas las disciplinas, dirigidos a la formación de recursos humanos. A partir de segundo número (1990) comenzaron a aparecer contribuciones de estos «cientibecarios» que desarrollaron sus proyectos dirigidos por docentes de la casa. Desde ese ámbito se recibieron textos de Damián Rodríguez Kees y de Pablo González, además de Fabián Pínnola, músico estudiante de Letras. La incorporación al Plan de Estudios de las Licenciaturas a partir de 1995 de asignaturas como Teoría y crítica de la música e Investigación musicológica ofreció una preparación adecuada a quienes se interesaran por los aspectos teóricos de las prácticas musicales.
A medida que la publicación se afianzaba nos familiarizábamos con aspectos y requisitos de la tarea editorial que no habíamos tenido inicialmente en cuenta. El lugar y fecha de aparición figuró en portada recién en el número 4 (1995), a partir del cual comenzaron a consignarse los autores de los editoriales o presentaciones.
El diseño general de la publicación se realizaba en la universidad, sin ninguna intervención de nuestra parte, resuelto en cada ocasión y fuera de toda intención de acordar una identidad visual permanente a la revista. Esto se modificó a partir del número 6 (1999), cuando la diseñadora Serena Montagna propuso y llevó a cabo una reformulación gráfica integral, desde los criterios para la construcción de las portadas, con características estructurales estables pero contenidos variables, hasta la tipografía, la disposición y numeración de las páginas. La adopción de este nuevo formato generó discusiones en su momento, pero el salto de calidad fue sin duda significativo.
El número 5 (1996) consignó por primera vez los integrantes del comité editorial —Jorge Molina, Damián Rodríguez Kees, Omar Corrado— y en el número siguiente apareció el comité de lectura —Pablo Kohan, Federico Monjeau y el propio Molina— Desde el número 7 (2000) en adelante se estabiliza el elenco de responsables: Director honorario: Jorge Molina; Director editorial: Omar Corrado; Comité de lectura: Pablo Fessel, Jorge Molina. Figuran asimismo los colaboradores para la difusión de la revista en otros lugares del interior del país: Antonieta Sacchi de Ceriotto (Mendoza), Graciela Musri (San Juan) y Gustavo Basso (La Plata).
Dado que un conjunto considerable de colaboradores eran compositores y que la tradición del Instituto jerarquizaba el hecho musical en sí más que las consideraciones históricas o contextuales, buena parte del contenido de esos números privilegiaron el análisis musical, en unos pocos casos, adheridos a tradiciones musicológicas con base historiográfica, como los dedicados a obras de Berlioz y de Brahms. Pero lo más frecuente fue la atención a producciones del siglo XX. Se observan aproximaciones técnicas, de distinta naturaleza y alcance, de obras de Igor Stravinsky, Charles Ives, Olivier Messiaen, Karlheinz Stockhausen, Luigi Nono, John Cage, Morton Feldman, Alberto Ginastera, Juan Carlos Paz, César Franchisena, Ástor Piazzolla o Mariano Etkin.
Estos estudios de las configuraciones sonoras inmanentes contrastan con el conjunto de textos en que los compositores argentinos reflexionan, en tono predominantemente ensayístico, sobre el insistente tópico de la identidad, sobre las maneras en que las posibilidades del lenguaje y de las técnicas podrían flexionarse para expresar un hacer situado: el espacio latinoamericano. Algunos artículos propusieron recorridos comprensivos, integrales a veces, de las trayectorias de compositores como Silvestre Revueltas, Eduardo Bértola o Pedro Sáenz.
Sin recurrir a una estadística precisa, ni a un relevamiento o una taxonomía exhaustivos, observamos que otros ámbitos de investigación fueron ingresando sucesivamente. Uno de ellos fue el de la teoría —en el sentido aproximado de la Music Theory anglosajona— en textos que reflexionaron sobre la textura, el tiempo musical, la repetición, las estructuras armónicas tonales. Un estudio sobre los significados que vehiculizó en la historia de la música el acorde de séptima disminuida revela en realidad una aproximación —infrecuente entonces en nuestro medio— a las teorías tópicas, sin adoptar explícitamente ese marco.
Las músicas folclóricas y populares ocuparon su lugar en las páginas de la revista, ya sea en la consideración de un autor particular, una cuestión organológica, un dispositivo o escena como estructura comunicativa, procedimientos de producción, transformaciones en un género. Estos textos asumen los conceptos que desarrollaba ya la musicología en esos años, la que incluía el estudio de manifestaciones urbanas, mediatizadas, masivas y modernas, según la acertada definición propuesta por Juan Pablo González en numerosos textos.[3]
El aspecto historiográfico, la etnomusicología y el estudio de música antigua fueron los espacios menos transitados en esos primeros nueve números, que no registran tampoco el impacto de los estudios culturales, la sociología, al igual que los de públicos y de recepción, entre otras vertientes practicadas en la musicología desde esos años.
La creación de la Revista del Instituto Superior de Música contribuyó a afianzar funciones inherentes a toda institución universitaria, como son la producción de conocimiento y su transferencia al medio. Su desarrollo estuvo, según observáramos, estrechamente vinculados a la vida institucional y las agendas de investigación promovidas desde la Universidad e implementadas por el Instituto. La historia de sus comienzos puede leerse también como una muestra —obviamente parcial, incompleta— de intereses presentes en el campo musical argentino del momento, los supuestos, tácitos o explícitos, que sustentaban los textos, el acceso a y la adopción progresiva de nuevas perspectivas y de marcos teóricos de creciente exigencia.
Ese proceso llega hasta hoy, y todo indica que va a signar su continuidad. En este 35° aniversario de la revista, con esta mirada retrospectiva hacia los inicios de la empresa auguramos un futuro cada vez más promisorio, que acompañaremos esperando con impaciencia la aparición de cada nueva entrega.