Artículos de investigación
Recepción: 25 Abril 2024
Aprobación: 09 Agosto 2024
Publicación: 21 Octubre 2024
URL: https://portal.amelica.org/ameli/journal/638/6383469014/
DOI: https://doi.org/10.26620/uniminuto.perspectivas.10.25.2025.01-23
Resumen: El consumo de drogas entre estudiantes universitarios en Chile es un fenómeno altamente complejo y dotado de una gran relevancia pública. Esta investigación se orienta a profundizar en las percepciones, factores subyacentes y motivaciones que impulsan el consumo de drogas en el contexto universitario de Santiago, la ciudad capital del país. Siguiendo una estrategia cualitativa, basada en entrevistas semiestructuradas a informantes clave, los resultados muestran una conexión intrínseca entre el entorno universitario y la normalización del consumo. Allí se identifica la presencia de una serie de elementos que influyen en dicho comportamiento, los que requieren ser problematizados por nuevas iniciativas de prevención y tratamiento formuladas específicamente para dichas poblaciones.
Palabras clave: consumo de drogas, estudiantes universitarios, juventud, Chile.
Abstract: Drug abuse among university students in Chile is a highly complex phenomenon of great public relevance. This research aims to delve into the perceptions, underlying factors and motivations for drug use in the university context of Santiago, its capital city. Following a qualitative strategy, based on semi-structured interviews with key informants, the results show an intrinsic connection between the university environment and the normalization of drug use. They identify the presence of a series of elements that influence such behavior, which need to be problematized by new prevention and treatment initiatives formulated specifically for these populations,
Keywords: Drug abuse, college students, youth, Chile.
Introducción
La problemática del consumo de drogas entre estudiantes universitarios en Chile ha surgido como un tema relevante y complejo (Abarca y Baïz, 2020; Castro et al., 2023; Sateler et al., 2019). Estudios recientes han mostrado un incremento en el consumo de sustancias, especialmente alcohol y cannabis, en la población universitaria (Instituto Nacional de la Juventud [INJUV], 2022; Sandoval et al., 2022), lo cual refleja una tendencia preocupante que justifica la necesidad de investigaciones cualitativas para comprender mejor el fenómeno.
Diversas investigaciones han señalado que el entorno universitario puede influir significativamente en la normalización y aceptación del consumo de drogas (González-Yubero et al., 2021; Soraya et al., 2022). En este contexto, se ha identificado que la etapa universitaria es crítica, debido a los altos niveles de exposición a estas sustancias, lo que puede afectar negativamente al rendimiento académico y perpetuar inequidades sociales (INJUV, 2021, 2022).
Este estudio se enfoca en examinar las percepciones y factores subyacentes al consumo de drogas en el contexto universitario de Santiago de Chile, utilizando una estrategia cualitativa basada en entrevistas semiestructuradas con informantes clave, seleccionados intencionadamente (Batthyány y Cabrera, 2011; Corbetta, 2007). Los resultados revelan una conexión entre el entorno universitario y la normalización del consumo de drogas, así como factores determinantes que lo influencian, corroborando hallazgos previos (INJUV, 2021, 2022).
Además, investigaciones previas han destacado la importancia de considerar las dinámicas sociales y culturales dentro de las universidades, las cuales pueden influir en los patrones de consumo de drogas (Murphy et al., 2012; Navalón y Ruiz, 2017). Este estudio busca problematizar estas dimensiones y contribuir a la formulación de intervenciones efectivas. En lo venidero, se revisará el estado de investigación en informes técnicos y literatura académica, para posteriormente describir la metodología empleada, así como sus resultados, discusión y conclusiones. (Error 1: La referencia: Murphy et al., 2012 está ligada a un elemento que ya no existe)
Algunas miradas desde la investigación y encuestas nacionales
El consumo de drogas en Chile es reconocido como un problema de salud pública y social (INJUV, 2022; Libuy et al., 2021). Así, el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV, 2021) identifica múltiples factores de riesgo relacionados con la salud de la población joven, incluyendo contextos sociales, ambientales, emocionales y económicos. Tanto el alcohol como las drogas se perciben como amenazas para jóvenes y adolescentes. Ante ello, se sugiere que la atención debe dirigirse hacia los factores estructurales que influyen en el abuso de sustancias (Barrenengoa, 2015).
Por su parte, los datos procedentes de Encuestas Nacionales de la Juventud realizadas por el INJUV, indican que el 65,6 % de los jóvenes chilenos reportan consumir sustancias, siendo más prevalente entre hombres (71,3 %) que entre mujeres (59,7 %). La franja de edad de 25 a 29 años presenta la mayor prevalencia (74,8 %), seguida por los jóvenes de 20 a 24 años (73,4 %). Estos hallazgos subrayan la necesidad de comprender los elementos subyacentes al consumo de drogas entre la juventud chilena.
Es importante destacar que, en términos socioeconómicos, los estratos altos muestran índices de consumo más altos (68,4 %) que los estratos bajos (64,5 %). Por su parte, los estudios indican que las tres sustancias más consumidas son el tabaco (61,8 %), la marihuana (43,2 %) y el alcohol (13 %). Además, se observa un aumento en el consumo de cocaína, especialmente en jóvenes de 19 a 25 años, superando el promedio nacional del 1 %. Asimismo, el consumo de tranquilizantes y analgésicos sin receta también es preocupante, con una prevalencia del 1,9 % en jóvenes de 18 a 25 años, situando a Chile como uno de los países con mayor consumo de fármacos en América Latina (INJUV, 2021).
Estos datos resaltan la importancia de implementar intervenciones efectivas dirigidas a abordar los factores que contribuyen al consumo de drogas en la juventud chilena.
Abordaje del consumo de drogas entre la juventud chilena
El consumo de drogas ilícitas entre la juventud chilena es un tema preocupante por diversas razones. Entre ellas, debido a sus impactos en la salud y el bienestar. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las drogas ilícitas son sustancias cuya producción, venta y consumo están prohibidos por las regulaciones estatales. Esto fundamentalmente por su potencial para inducir cambios en el estado de conciencia, ánimo y funciones motoras, además de generar dependencia (Sateler et al., 2019).
En tal sentido, se observa un aumento en el consumo de nuevas sustancias de abuso. Entre estas, mezclas sintéticas de cannabinoides y psicotrópicos, lo que amplía la disponibilidad de drogas en los mercados y plantea preocupaciones sobre la salud humana debido a los efectos aún no estudiados (Pereira, 2010; Gatch y Forster, 2019).
Al respecto, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda, 2017) reporta un incremento en el consumo de marihuana, cocaína y pasta base entre la juventud chilena desde 2016. De igual modo, destaca la aparición de nuevas drogas como 'tussy' y 'creepy', especialmente entre los jóvenes de 19 a 25 años. También figuran estupefacientes que se suelen combinar con alcohol, como éxtasis (MDMA) y burundanga (escopolamina). Aunque el consumo de estas últimas sustancias es bajo en comparación, sigue siendo preocupante por su modo de ingreso al país y sus efectos en la salud humana.
Los estudios también enfatizan en que el consumo de sustancias de abuso comienza a edades cada vez más tempranas, lo que representa un riesgo para la salud física, emocional y psicológica de los niños y adolescentes (Sateler et al., 2019; Degenhardt et al., 2016). Entre sus efectos adversos, se incluye adicción, trastornos mentales y emocionales, así como conflictos sociales y académicos. De conjunto, los antecedentes indican que estos pueden conducir a situaciones graves como deserción escolar, muertes por sobredosis y suicidios (Conway et al., 2016;Soraya et al., 2022). La urgencia de abordar este problema es evidente, dado su impacto multifacético en la juventud chilena.
Clasificación y caracterización de sustancias de abuso en Chile
El término “droga” abarca cualquier sustancia con potencial adictivo, independientemente de su propósito médico. Algunas de sus diferencias se encuentran en torno a su vía de ingreso al organismo (Pérez et al., 2018). A su vez, se destaca la importancia de examinar la drogadicción en grupos juveniles, debido a su vulnerabilidad y repercusiones que posee en su desarrollo cognitivo, social y emocional. De igual modo, es relevante clasificar y caracterizar las distintas sustancias psicoactivas para comprender su contexto y facilitar su estudio. Así, algunas investigaciones han categorizado las drogas según sus efectos en el sistema nervioso central de acuerdo con cuatro categorías centrales, cómo se muestra en la figura 1.
La literatura destaca los problemas asociados tanto al consumo de drogas lícitas como ilícitas, abordando sus efectos en la salud humana y sus procesos de producción y circulación (Mauquí et al., 2022;Buxton, 2008; Fitzgerald, 2005). Estos efectos varían según la naturaleza específica de cada droga. Sin embargo, para este estudio, se enfoca en la transnacionalización de la economía política y los procesos de subjetivación involucrados en el fenómeno (Breger y Kriese, 2019), dejando la exploración detallada de los efectos en la salud para investigaciones futuras.
Así, trabajos como los de Valdés et al. (2018) y Sateler et al. (2019) proporcionan información sobre los efectos físicos y psicológicos de sustancias como el tabaco y el alcohol. Por ejemplo, se señala que el tabaco puede causar gripe y fatiga a corto plazo, así como cáncer a largo plazo (Valdés et al., 2018). Igualmente, destacan la asociación del alcohol con diversas enfermedades y accidentes (Daza, 2022;World Health Organization [WHO], 2019). Por su parte, estimulantes como la cocaína y anfetaminas también tienen efectos significativos, que van desde la paranoia hasta problemas cardíacos (Valdés et al., 2018; Sateler et al., 2019). En resumen, la complejidad del tema subraya la necesidad de investigaciones continuas que habiliten el diseño de soluciones efectivas en un entorno de constante transformación.
Metodología
Este estudio se basa en un enfoque cualitativo que tiene por objeto aproximarse a los significados que los jóvenes universitarios de Santiago de Chile otorgan al consumo de drogas (Batthyány y Cabrera, 2001; Corbetta, 2007). Para tales efectos, se emplea el análisis de contenido sobre las transcripciones de entrevistas realizadas en su marco (Tonon, 2009), a modo de explorar las implicancias sociales, académicas y de vida estudiantil asociadas con dicho consumo.
Así, en primer lugar se llevó a cabo una revisión bibliográfica para establecer el estado del conocimiento sobre el consumo de drogas entre la juventud, priorizando el caso chileno. Se utilizaron motores de búsqueda académicos como Scielo, Taylor and Francis, Google Scholar, Scopus y Latindex, utilizando términos como 'consumo de drogas', 'juventud' y 'estudiantes universitarios', para publicaciones realizadas durante los últimos diez años.
En complemento, estudios del INJUV y el Senda chilenos proporcionaron estadísticas detalladas sobre el consumo de sustancias en Chile, lo que facilitó la caracterización cuantitativa del fenómeno. Además, se examinó literatura académica complementaria para identificar variables, dimensiones y estrategias de operacionalización, tanto en el contexto chileno como internacional, con el objetivo de facilitar la toma de decisiones metodológicas (Samaja, 2018). (Error 2: La referencia . debe estar ligada) (Error 3: El tipo de referencia . es un elemento obligatorio) (Error 4: No existe una URL relacionada)
En tal ámbito, la revisión de antecedentes reveló un vacío en la comprensión de las causas y motivaciones subyacentes al consumo de drogas entre estudiantes universitarios en Santiago de Chile. Por tal motivo, se decidió utilizar la técnica de entrevista semiestructurada a informantes clave para generar nuevos antecedentes basados en fuentes primarias.
El levantamiento del terreno se realizó en la segunda mitad del año 2023 en Santiago de Chile, utilizando un diseño no experimental y transversal. La muestra consistió en seis estudiantes universitarios seleccionados intencionalmente de tres instituciones educativas diferentes, considerando criterios de conveniencia y proximidad. Se eligieron una universidad tradicional pública, una universidad privada y un instituto profesional, con el objeto de representar diferentes estratos sociales y demográficos.
El tamaño muestral se justificó desde la potencia práctica y eficacia de costos respecto al diseño, garantizando la profundidad en la exploración con muestras bien seleccionadas (Tamayo, 2001; Reales et al., 2022). La figura 2 resume la configuración de los casilleros tipológicos originados tras el cruce de las variables de estratificación muestral.
La distribución de la muestra asegura una equidad de género, con la participación de un hombre y una mujer de cada institución educativa. Sin embargo, dado que se trata de un diseño no probabilístico y cualitativo, su naturaleza es exploratoria y no representativa de la población en su totalidad. Es importante destacar que este diseño tiene limitaciones en cuanto a la generalización de los resultados a toda la población estudiantil. No obstante, se espera que este estudio sirva como punto de partida para investigaciones futuras que profundicen en los motivos subyacentes al consumo de drogas entre los jóvenes universitarios.
Resultados
Siguiendo elaboraciones como las de Cortés y Arellano (2021), se busca aquí representar parsimoniosamente los hallazgos de la investigación. La lógica de las distinciones asume una dirección bottom-up, donde de las entrevistas exploratorias y semiestructuradas se avanzó hacia la definición operativa de lo que aquí constituye el consumo de drogas entre jóvenes universitarios de Santiago de Chile en la actualidad. De tal modo, la figura 3 resume los principales resultados del análisis del contenido de las entrevistas aplicadas a informantes clave, respecto a sus percepciones y motivaciones para el consumo de drogas. La lectura del corpus de las transcripciones indica la existencia de siete indicadores, posibles de agrupar en torno a tres dimensiones de análisis. Estas últimas son la académica, social y personal, que permiten reducir preliminarmente la complejidad del fenómeno.
La primera aborda aspectos como la percepción del espacio universitario y los factores relacionados con el consumo al interior de las instalaciones universitarias. Entre estos destacan la presencia de redes de microtráfico en dichos espacios y la influencia que ejerce la organización estudiantil (o su ausencia y características) en la predisposición al consumo de sustancias de abuso. La segunda remite a temáticas vinculadas a la integración social. Especialmente en lo relativo al sentido identitario del consumo, su respectiva normalización (o naturalización) y la influencia de determinados fenómenos culturales en la predisposición a experimentar con drogas. Por último, la tercera dimensión se centra en el contacto prematuro con ambientes de consumo, los estados anímicos que impulsan el consumo y los niveles de conocimiento respecto a su peligro asociado. A continuación, se detallan los aspectos propios de cada una de ellas, en tanto factores que influyen en el consumo de drogas entre la población juvenil universitaria.
Dimensión académica
Espacio universitario, consumo y microtráfico
Los testimonios revelan una percepción generalizada entre los estudiantes de que el entorno universitario está estrechamente vinculado al consumo de drogas. La referencia a eventos sociales como fiestas y encuentros en el campus evidencia que estos lugares se han convertido en sus espacios propicios. En tal sentido, los informantes destacan la facilidad de acceso a las drogas dentro de la universidad, lo que se entiende como un espacio que impulsa las actitudes y comportamientos afines al uso de drogas. Por ejemplo, un informante masculino de universidad tradicional menciona específicamente que la organización de fiestas se encuentra normalizada como un espacio para la circulación de estupefacientes:
Ahora en la universidad presencial, está súper arraigado a las drogas y sustancias (...). Por lo que yo he visto, los días viernes tenemos en el campus esto de que se arma un carrete[1], una fiesta, como alrededor de una plaza (…)". (Informante masculino. Universidad tradicional).
Es preciso destacar que el estudiante hace alusión a la presencialidad, restringida durante el período de auge de exposición al Covid-19 en el país. De su testimonio se deduce que en los tiempos de clases telemáticas la exposición a drogas se vio fuertemente afectada, siendo retomada una vez que las jornadas presenciales fueron reanudadas. Por otro lado, una informante femenina de instituto profesional describe la experiencia de ingresar a la educación superior como un período caótico. En tal sentido, destaca la facilidad con la que se pueden encontrar drogas en su campus. Esta percepción se alinea con su normalización entre los y las estudiantes universitarios: “Yo encuentro que cuando uno entra a la Universidad entra como en un período súper loco, donde están muy a la mano las drogas, son súper fácil de encontrar” (informante femenina. Instituto profesional).
Una de las principales potencias del proceso de selección muestral aquí realizado fue filtrar a informantes que explícitamente hayan reconocido consumir (o haber consumido) drogas durante su vida universitaria. Ahora bien, entre los hallazgos, se destaca que mientras drogas como la marihuana y el alcohol se encuentran normalizadas, aparecen igualmente otras sustancias, como el ‘tussi’, cocaína, hongos alucinógenos y fármacos (como clonazepam): “Yo creo que lo que más se consume dentro, vendrían a ser marihuana y copete, aunque en el último tiempo he visto drogas como el tussi, y hongos” (informante femenina. Universidad tradicional).
De igual modo, todos los entrevistados reconocen tener conocimiento sobre redes de microtráfico al interior de su ámbito universitario. En tal sentido, es notorio el protagonismo que poseen redes digitales como Instagram para la circulación de sustancias al interior de los campus. Asimismo, se identifica que incluso al interior de estos existen reconocidos puntos para la adquisición de estupefacientes:
Publicar en una historia en Instagram “quién me vende 1g[2]” o cualquier cosa así, hablarle al que por ahí que vende marihuana en la U, o pedirla o en el grupo interno de la Universidad. (Informante femenina. Universidad privada).
Así, una estudiante de universidad tradicional describe la organización de una feria donde se venden sustancias que van desde la marihuana hasta hongos alucinógenos. Tal elemento plantea desafíos significativos en términos de salud pública y seguridad al interior de los campus de educación superior:
Hay una feria en mi universidad, donde se vende de todo (...), de hecho, unos compañeros venden marihuana y es común (…) se sabe que venden, y siempre se sientan en ese sector, un sector más oscuro (...). También es común, durante una ventana[3] que se te acerquen a ofrecer alguna galleta mágica, chocolate mágico. (Informante femenina. Universidad tradicional).
Organización estudiantil
Por su parte, la organización estudiantil aparece como uno de los puntos más divergentes al interior de los testimonios recabados. Por un lado, estudiantes de universidad tradicional expresan su preocupación por el modo en que el consumo de drogas puede operar como un factor de desarticulación del movimiento estudiantil. Particularmente, durante movilizaciones que involucran marchas, concentraciones y ‘tomas’ de infraestructuras universitarias:
Cuando hay tomas es común que, aunque se aplique ‘ley seca’, se carretea dentro, entonces, termina empañada la movilización (...). Hasta las organizaciones estudiantiles y las juventudes de algunos partidos ocupan estas instancias, estas reuniones, para carretear (...). Incluso los profes saben lo que pasa dentro de las tomas, después de las marchas y para qué se ocupan los paros. (Informante femenina. Universidad tradicional).
Así, las drogas figuran como un elemento de desprestigio para las luchas estudiantiles. Incluso, se destaca que un dirigente puede perder su prestigio una vez que es visto públicamente consumiendo drogas, o bien elogiándolas durante los debates estudiantiles. De igual modo, los entrevistados de la universidad privada muestran su preocupación por la priorización de las fiestas por sobre las actividades políticas del estudiantado. Además, hacen hincapié en la importancia de mantener una separación entre el consumo de drogas y las actividades estudiantiles, como asambleas o movilizaciones, para preservar la seriedad y la credibilidad de estas iniciativas: “Hay más participación para las fiestas que para las asambleas” (informante femenina. Universidad privada).
Por último, los entrevistados del instituto profesional señalan que las prácticas relacionadas con la organización estudiantil están prohibidas por el reglamento de la institución. Tal situación limita significativamente la participación estudiantil, mientras en paralelo la droga forma parte de la cotidianeidad de la vida en el campus:
En mi universidad no hay organización y es porque está en contra de las reglas (...), tenemos consejeros por carrera, que son tres o cuatro y a ellos también los he visto comprar algo (...). De hecho, salen a tomar y carretear con nosotros. (Informante femenina. Instituto profesional).
De conjunto, estos fragmentos evidencian la compleja interacción entre el consumo de drogas y la vida estudiantil en las universidades chilenas, así como la heterogeneidad de las percepciones y actitudes hacia dicho fenómeno en las comunidades estudiantiles.
Dimensión social
Integración social y sentido identitario
En lo relativo a la segunda dimensión identificada, destacan la búsqueda de integración social mediante el consumo de drogas y la configuración de un sentido identitario a partir del mismo. Respecto a lo primero, entre los testimonios se vislumbra el modo en que las drogas habilitan la pertenencia a determinados círculos sociales. Estas operan como un facilitador para el establecimiento de conexiones. En particular, el alcohol. Esto por sus efectos en la disminución de barreras sociales y las potencias que habilita para interacción fluida y desinhibida. De igual modo, el tabaco en tal ámbito cumple una función de convivencia en lo cotidiano al interior de las comunidades universitarias:
Muchas veces el alcohol, por ejemplo, inhibe la vergüenza (...), puede relacionarte mejor con las personas e integrarte mejor a otros grupos. (...) También conocer gente pidiéndole fuego para fumarte un pito[4], o construir un cigarro, ese tipo de cosas. (Informante femenina. Universidad privada).
En cuanto al sentido identitario, se establece que el consumo de drogas está impulsado por la búsqueda de una identidad individual y colectiva. En específico, como una expresión de juventud, rebeldía y ‘carpe diem’. Esto se relaciona con patrones arraigados desde la adolescencia, las drogas figuran como parte de la vida universitaria y de la libertad individual conquistada, en contraste al anterior período escolar: “Es un tema identitario yo creo (...) un poco esta cuestión de ‘solo se vive una vez’ en el fondo (...) una cuestión identitaria que se va formando también desde la adolescencia del colegio”. (Informante masculino. Universidad tradicional).
Normalización cultural del consumo
Este indicador remite a la normalización o naturalización de las drogas entre jóvenes en diversos contextos, donde el ámbito académico es uno más de ellos (Abarca y Baïz, 2020). De los testimonios se percibe que la experimentación con drogas es una práctica cotidiana y extendida. Se trata de una valoración existente entre estudiantes y profesores, lo que sugiere una aceptación generalizada, e incluso una promoción de dichas conductas en el entorno universitario:
Yo tengo un profe que incluso nos fomenta que lo hagamos, pero por el tema de la creatividad. Como cuando nos toca como escribir guiones (...), mi profe de actuación siempre nos dice que nos fumemos un pito, o tomemos y carretiemos, porque así se nos van a ocurrir las ‘mejores ideas’ y ha tenido razón. También lo dice por un tema de generar confianza, algo esencial en la carrera. (Informante femenina. Instituto profesional).
Asimismo, expresiones musicales contemporáneas de moda en Santiago se presentan como un factor de normalización del consumo de drogas. Por ejemplo, ahí figura la denominada ‘música urbana’, mezcla de trap y reggaeton. Su contenido a menudo celebra y normaliza las sustancias de abuso, así como el estilo de vida asociado a ellas: “También tiene mucho que ver como con la música de ahora (...) hasta los niños están involucrados en la música del género urbano. Canciones cantadas por niños sobre el narcotráfico” (informante masculino. Universidad tradicional). “El tussi está muy normalizado por toda la cultura que hoy en día hay respecto a la música urbana” (informante femenina. Instituto profesional).
De lo anterior, se observa una relación directa entre música urbana y proliferación de drogas sintéticas, como el tussi. Los testimonios sugieren que la popularidad de dichas sustancias se encuentra relacionada a la popularidad de la cultura musical urbana, donde son presentadas como parte de la juventud y vida nocturna.
Dimensión personal
Contacto prematuro ante ambientes de consumo
En tercer lugar, se han agrupado como “dimensión personal” tres insights (o indicadores) concernientes a modos de significar vivencias vinculadas al consumo de sustancias de abuso. La totalidad de los entrevistados declaró haber estado expuesto a una multiplicidad de sustancias durante su época escolar, sea en entornos familiares, vecinales o educacionales.
Así, del análisis del contenido de las entrevistas, el primer indicador ha sido denominado como “contacto prematuro ante ambientes de consumo”. Este remite fundamentalmente a la exposición a temprana edad a diversas sustancias. Entre estas destacan el alcohol, tabaco y marihuana, las que se tornan habituales entre los jóvenes entrevistados en su adolescencia:
También yo en el colegio tenía muchas drogas cerca. El cigarro es muy común. Yo empecé a fumar a los 14 y empecé a consumir alcohol también a los 13 o 14 años, porque estaba todo muy a la mano. También pasó con el consumo de marihuana, también estaba a la mano (...). Y cuando tenía 16 o 15 ya sabía lo que era el consumo de cocaína o LSD, en fiestas, sobre todo, aunque cuando fui creciendo sí fue pasando más. (Informante masculino. Instituto profesional).
La primera vez que consumí marihuana fue cuando tenía como 17 e iba en tercero medio, antes de la pandemia, con mi papá (...). El alcohol lo probé un poco más chica, con mi mamá, en una Navidad, con ese trago que se llama ‘Toffee Cream’”. (Informante femenina. Universidad privada).
El contacto prematuro se atribuye principalmente a la disponibilidad y accesibilidad de estas sustancias en el entorno escolar y recreativo asociado, como las fiestas con compañeros de la escuela. De los testimonios se distingue que el consumo de drogas, como tabaco y alcohol, es común desde una edad temprana. Así, sustancias como cocaína y LSD se vuelven visibles en contextos de fiestas y eventos sociales durante la adolescencia. Asimismo, de las entrevistas se permite leer el modo en que el ambiente escolar y las interacciones sociales durante la juventud predisponen actitudes y comportamientos hacia el uso de drogas. Esto permite problematizar la familiarización temprana con sustancias de abuso, alertando sobre las consecuencias para el desarrollo físico, cognitivo y académico. Tal antecedente es relevante en términos de las evaluaciones sobre los programas de prevención y tratamiento en edades tempranas entre las instituciones educativas y comunidades juveniles.
Estados anímicos
El segundo indicador se ha identificado que los estados anímicos constituyen un importante factor de motivación al consumo de sustancias de abuso. En tal sentido, se evidencia una variedad de motivaciones que impulsan hacia su uso. Por ejemplo, una parte significativa de los estudiantes reconoce que recurre a ellas para buscar sentimientos de alegría, tranquilidad y evasión ante el estrés académico y de la vida en general. Allí destaca la sensación de evasión y relajación, especialmente mediante la marihuana:
Yo creo que la mayor razón por la cual la gente consume es por la evasión, la sensación de calmarse, de relajación (...). Por ejemplo, en la universidad, lo que más veo es marihuana, personas que fuman porque quieren evadirse, o porque los hace más felices. (Informante masculino. Universidad privada).
(Uno consume por) la carga académica quizás. Cuando uno entra a la U lo primero es no dormir, tu vida se basa en la universidad y nada más. Estás todo el tiempo con estas personas y uno se chatea[5]un poco, entonces tení que intentar hacer como el ambiente lo más liviano dentro de lo que se puede (...). Cuando llega el fin de semana la gente quiere relajarse. Pero en vez de descansar, necesitái desocupar tu cabeza y salir a carretear, y ahí se dan estos contextos donde consumís alcohol, marihuana, tussi, todas esas cosas. (Informante femenina. Instituto profesional).
De igual modo, la informante femenina de instituto profesional señala que una carga académica intensa conduce a la necesidad de despejar la mente durante los fines de semana. Esto a menudo se traduce en consumo de alcohol, marihuana y otras drogas. De conjunto, los testimonios evidencian el modo en que los jóvenes acuden a dichas sustancias como una forma de lidiar con las presiones y tensiones de la vida universitaria. Al respecto, puede señalarse que se trata de la búsqueda de un alivio efímero ante sus preocupaciones y ansiedades.
Reconocimiento del peligro en el consumo
Por último, el tercer indicador remite al modo en que los entrevistados reconocen los riesgos asociados al consumo de sustancias de abuso. En tal sentido, se observa que, pese a identificar consecuencias negativas, prevalece una negación a abordar tal discusión. Por ejemplo, un estudiante masculino de universidad tradicional expone la necesidad de estudiar el impacto de las drogas en el ámbito universitario. Esto pensando especialmente en lo relativo a la marihuana. Así, destaca que su exposición prolongada puede afectar la producción de serotonina, lo que podría conducir a problemas de salud mental, como psicosis y depresión. No obstante, alude a una falta de conciencia y discusión sobre las consecuencias reales del uso de drogas en entornos universitarios, lo que contribuye a su normalización:
Creo que hay un efecto que hay que estudiar, del impacto de las drogas en el mundo universitario. Es una cuestión que se está relativizando mucho y que tiene un impacto en la salud mental, partiendo por la marihuana. Tengo entendido que te va inhibiendo la producción de serotonina, lo que también termina produciendo casos de depresión, gente predispuesta a la psicosis”. (Informante masculino. Universidad tradicional).
En una línea semejante, otro informante masculino de instituto profesional reflexiona sobre su consumo durante edad temprana y reconoce la necesidad de alejarse de dicho hábito. Aunque reconoce que las drogas pueden afectar negativamente todos los aspectos de la vida, admite que nunca eso ha impactado en su conducta. En tal sentido, destaca la falta de discusión y generación de conciencia sobre los efectos nocivos de las drogas, indicando que las conversaciones al respecto son escasas:
Ahora que conversamos [durante la entrevista], me doy cuenta que uno debería alejarse de eso. Debería tomar distancia porque claramente te afecta en todos los ámbitos de tu vida y no está bien. Lo tengo muy normalizado, porque vengo consumiendo desde aproximadamente los 15 años (…). Creo que es la primera vez que lo hablo, sobre cuán nocivas son las drogas y cuánto te afectan en todos los ámbitos (...), tomar en exceso hace mal, fumar todos los días hace mal, pero nunca lo he aplicado en mí (...). Es una instancia que no se da mucho, no es algo que habitualmente cree conciencia.” (Informante masculino. Instituto profesional).
Así, se aprecia que, aunque los universitarios pueden reconocer riesgos asociados al uso de drogas, la falta de conciencia y discusión sobre el tema contribuye a su normalización. Esto podría exacerbar problemas de salud mental y física entre jóvenes consumidores, relevando el abordar proactivamente el fenómeno en entornos universitarios.
Discusión
Algunas consideraciones a propósito de la bibliografía sobre consumo de drogas entre la juventud
El análisis de las entrevistas revela la influencia de diversos factores psicosociales en el consumo de drogas entre los jóvenes universitarios. Se destaca la búsqueda de adaptación y aceptación social, donde las sustancias desempeñan un papel importante en la socialización dentro de los espacios universitarios (Carvajal y Caro, 2012;Meldrum y Clark, 2015). Aunque algunas investigaciones sugieren una relación negativa entre el consumo de drogas y el rendimiento académico (Andersen, 2019), otras indican que el uso de sustancias psicoestimulantes puede ser percibido como una forma de mejorar el rendimiento académico, especialmente entre estudiantes con múltiples responsabilidades (Arria et al., 2018; Navalón y Ruiz, 2017). Por ejemplo, quienes ejercen “triple rol”, de estudiantes, cuidadores de adultos mayores o niños, y trabajadores.
La dinámica familiar también influye en el consumo de drogas, pero este aspecto no emergió como un factor significativo en las entrevistas realizadas, a pesar de su importancia según la literatura (Heerde et al., 2019; Samudio et al., 2021; Andersen, 2019). Por el contrario, se observó que la normalización social del consumo de drogas puede llevar a que los padres inicien a sus hijos en el consumo de sustancias, lo que plantea nuevas líneas de investigación sobre el papel de la familia en la prevención del consumo de drogas entre adolescentes.
La autopercepción también juega un papel en el consumo de drogas, donde una baja autoestima es identificada como un factor impulsor de acuerdo con algunas investigaciones (Riquelme et al., 2018; González-Yubero et al., 2021). Sin embargo, de las entrevistas no queda claro si la evasión mediante drogas está relacionada con baja autoestima o falta de autocontrol. Además, otros factores identificados en la literatura, como la precariedad material de la vida y la exposición a entornos violentos, no fueron mencionados durante las entrevistas de este estudio (Lewis et al., 2021; Menard et al., 2015; Hautala et al., 2019).
Por último, aunque el sedentarismo no fue mencionado directamente en las entrevistas, se destacó la relación entre la evasión del estrés y el abuso de sustancias. Los estudios sugieren que promover actividades deportivas puede ser una estrategia preventiva eficaz contra el consumo de drogas entre los jóvenes (Hernández-Serrano et al., 2018). Este hallazgo subraya la importancia de explorar más a fondo la relación entre el deporte, el estrés y el consumo de drogas en futuras investigaciones.
La pormenorización hacia la juventud universitaria
Según estudios como los de Sandoval et al. (2022) y Welsh et al. (2019), el período universitario se caracteriza por la exposición directa al consumo de sustancias de abuso, como alcohol y marihuana. Esto concuerda con los hallazgos de las entrevistas. No obstante, la literatura destaca los efectos perjudiciales de estas sustancias para la salud (Senda, 2019), distinción sobre la cual los entrevistados no hicieron mayores referencias. Esto compete, por ejemplo, a elementos como reducción de energía y productividad, asociadas fundamentalmente a la marihuana (Buckner et al., 2010). Tampoco aparecieron aspectos como la impulsividad e inestabilidad emocional relacionadas con el alcohol (Verges y Sher, 2012), lo que amerita futuras problematizaciones.
Al respecto, se han propuesto diversas estrategias para abordar el consumo de sustancias entre la población universitaria. Entre estas, programas de prevención y educación, iniciativas de consejería y promoción de alternativas de ocio saludable (Plotnikoff et al., 2019; Murphy et al., 2012). Sin embargo, entre los testimonios aparece que los espacios de vinculación estudiantil se encuentran igualmente afectados por el consumo de alcohol y drogas. Por ejemplo, en lo que a debilitamiento de su integridad moral respecta, lo que igualmente amerita análisis más profundos.
Por otro lado, los resultados de las entrevistas coinciden con investigaciones previas, como las de Abarca y Baiz (2020). Esto en cuanto a la normalización del uso de drogas entre los jóvenes universitarios. Sin embargo, a diferencia de su estudio, se observa aquí un patrón de consumo que va desde el tabaco y alcohol, hasta drogas más fuertes, como cocaína y fármacos. Esto plantea interrogantes sobre el modo en que estas sustancias configuran espacios y sistemas de relacionamiento al interior de las instituciones de educación superior en Chile.
Conclusiones
La presente investigación aborda las interacciones entre el consumo de drogas y vida estudiantil en Santiago de Chile. Esto mediante la exploración de las percepciones y motivaciones de los universitarios respecto al uso de sustancias de abuso. A través del análisis del contenido de las entrevistas aplicadas a informantes clave, se identificaron siete indicadores, que fueron agrupados en tres dimensiones de análisis. A saber, académica, social y personal. En la dimensión académica, se destaca la normalización del consumo de drogas dentro del entorno universitario, tanto en eventos sociales como en la vida cotidiana en los campus, marcada por la presencia de redes de microtráfico y la habitualidad entre el estudiantado.
La dimensión social, por su parte, evidencia el modo en que el consumo de drogas se utiliza como un elemento que busca facilitar la integración social entre los jóvenes universitarios, configurando identidades individuales y colectivas a través de las sustancias de abuso. Elementos como la búsqueda de pertenencia a determinados grupos y la influencia de la música urbana contribuyen a la normalización del uso de drogas en el contexto específico aquí estudiado. Por su parte, en la dimensión personal, se identifican motivaciones como la evasión del estrés académico y la necesidad de relajarse ante las presiones de la vida diaria. No obstante, existe una falta de conciencia y discusión sobre el tema. Esto pese a que los entrevistados reconocen los riesgos para la salud asociados al consumo de drogas, lo que contribuye a su normalización.
A su vez, la discusión de los hallazgos se enmarca en la literatura existente sobre drogas y juventud, destacando la importancia de abordar el tema desde una perspectiva psicosocial. Todo esto se realiza desde la preocupación por promover alternativas de mitigación del consumo, por ejemplo, mediante el fomento de la participación social y ocio saludable en los espacios universitarios.
Igualmente, se observa una uniformidad en los testimonios recabados, sugiriendo la necesidad de políticas transversales para abordar el consumo de drogas en la población universitaria. Esto pese a las diferencias de género, sociales y demográficas que se introdujeron en el diseño muestral. Sin embargo, se reconoce la heterogeneidad de la población estudiantil, sugiriendo realizar futuras investigaciones cuantitativas y cualitativas para profundizar en las tendencias identificadas. Esto pensando en el diseño de futuros programas de prevención y tratamiento para el consumo de drogas entre la juventud universitaria de Chile y el mundo.
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Notas