Artículo de reflexión

La cotidianidad desde el análisis existencial de la vida cotidiana

José Miguel Mayorga González
Corporación universitaria minuto de Dios, UNIMINUTO, Colombia

Revista Perspectivas

Corporación Universitaria Minuto de Dios, Colombia

ISSN: 2145-6321

ISSN-e: 2619-1687

Periodicidad: Trimestral

vol. 2, núm. 5, 2017

perspectivas@uniminuto.edu

Recepción: 26 Enero 2017

Aprobación: 23 Febrero 2017



Resumen: El presente artículo se orienta hacia la com- prensión de la vida cotidiana desde una mirada compleja y existencial, permitiendo al lector lograr comprender una postura teórica al- ternativa y centrada en el ser humano como ser-relacional-en-situación que construye rela- cionalmente su mundo, los otros y el sí mismo.

Palabras clave: Vida cotidiana, ser humano, ser- relacional-en-situación.

Abstract: This article is oriented towards understanding everyday life from a complex and existential perspective, allowing the reader to understand an alternative theoretical position centered on the human being as a

-relational- being in-situation that builds up his world, the others and the self.

Keywords: Everyday life, human being, being-relational-in-situation.

Resumo: O presente artigo orienta-se para o entendimento da vida quotidiana desde uma mirada complexa e exis- tencial, permitindo ao leitor conseguir compreender uma postura teórica alternativa e centrada no ser humano como ser-relacional-em-situação que constrói relacionalmente seu mundo, os outros e o sim mesmo.

Palavras-chave: Vida cotidiana, ser humano, ser-relacional-em-situação.

LA VIDA COTIDIANA

Morin (s.f) señala que «vivimos un momento en el que el estudio de cualquier aspecto de la experiencia humana ha de ser, por necesidad, multidisciplinario. Cada vez más la mente humana, si bien no existe sin cerebro, tampoco existe sin tradiciones familiares, sociales, culturales y étnicas» (p. 18). Es así que la intención primordial de este trabajo es generar una exploración, diálogo y contribución a la vida cotidiana desde la fenomenología social, el construccionismo social y la psicología existencial con el pensamiento complejo, permitiendo establecer una mirada mucho más confrontativa, reflexiva y analítica del espacio de relación del individuo-sociedad, como lo indica Perera (2012). De igual manera, Munné (2004) sostiene que construir una imagen del ser humano desde la mirada compleja permite reconocer el orden-caos impregnado en la cotidianidad de todos los individuos, así como dar razón de cómo en este proceso los individuos se van autoorganizando constantemente y, a su vez, van organizando la realidad social desde la interacción denominada cotidianidad.

Lograr generar el diálogo entre autores tan diversos como Schütz, Sartre, Laing, Morin, Munné, Luckmann, entre otros, permitirá desarrollar una posibilidad abierta, no lineal, de la propia existencia, comprendiéndola como ser-en-el-mundo-y-con-los-otros. Con ello se genera, como señala Barros (2015), una crítica de la vida cotidiana, ya que se pretende abordar a los sujetos en sus condiciones concretas de existencia. «La indagación de esta cotidianidad permite develar los mecanismos por los cuales un sistema de relaciones sociales configura los sujetos aptos para sostener esas relaciones y desarrollarlas» (Barros, 2015, p. ).

Igualmente, señala Pignuoli (2015) la vida cotidiana como:

Fenómeno social no puede tratarse únicamen te del horizonte de posibilidades de sentido (estructuras) societales, sino que requiere contemplar también la actualidad de la situación. Esta es dada por la experiencia de la situación de recíproca alteridad; la situación constituye lo social como selección, supone estructuras en el entorno, pero se autoorganiza (se autoestructura). (p. 11).

Tal autoorganización sucede constantemente en las diferentes interacciones que conforman la dinámica relacional del individuo en su existencia. Y es que la vida cotidiana fue alejada a un segundo plano, dándole el lugar al pensamiento científico, ya que se consideraba como el único capaz de generar evidencia que argumentara un saber verdadero. Sotolongo y Delgado (2006) precisan, frente a lo anterior, que «la riqueza de la vida cotidiana fue omitida, y se la consideró como pasividad receptora de los avances de la ciencia y el co- nocimiento científico» (p. 72).

Pero igualmente los autores indican que:

Se necesita asimismo, como ya apuntáramos, avanzar ulteriormente hacia las raíces de toda práctica social: la vida cotidiana. Ya vimos algunos de los esfuerzos que se llevan a cabo actualmente por orientar la indagación social hacia esa vida cotidiana. Se podría incluso afirmar, paradójicamente, que la vida cotidiana ha sido una especie de “cenicienta” para la indagación teórico-social. En particular, la vida cotidiana ha sido más estudiada por corrientes como la sociología empírica norteamericana y, más recientemente, por el interaccionismo simbólico y la etnometodología primermundistas.

Heller (1998) plantea que la vida cotidiana es aquella que viven todos los hombres y que exige de ellos todos los sentidos, las capacidades intelectuales, sus habilidades, sentimientos, ideas, pasiones e ideologías, ya que en sí misma la vida cotidiana es heterogénea, pues en ella confluyen la familia, el trabajo, el transporte, el género, la religión y la raza, además de esto se puede considerar jerárquica. La autora precisa que:

La heterogeneidad y el orden jerárquico (la condición de organicidad) de la vida cotidiana coinciden en posibilitar un despliegue “liso” de la producción y la reproducción, no sólo en el “campo de la producción” en sentido estricto, sino también en lo que respecta a las formas del tráfico. El hombre nace ya inserto en su cotidianeidad. La maduración del hombre significa en toda sociedad que el individuo se hace con todas las habilidades imprescindibles para la vida cotidiana de la sociedad (capa social) dada. (p. 39).

Y es que la vida cotidiana es, en esencia, la sustancia social, así como la vida misma del individuo.

La vida cotidiana es un espacio de relación individuo-sociedad. «A nuestro entender esta relación ha de estar abierta a un permanente, dinámico y dialéctico cuestionamiento que sitúe en su justo lugar la interinfluencia de cualquiera de los polos de la relación» (Perera, 2012, p. ). Mayorga (2016), igualmen te abarcando la interinfluencia de los polos o aspectos de la vida cotidiana, plantea que van confluyendo en la situación, comprendiéndola como espacios y tiempos que se van conformando en las mismas interaccio nes, no de manera lineal o automática, y que «lo individual y lo social no son territorios separados sino dimensiones en permanente interpenetración e intercambio donde ambas se «construyen» mutuamente» (Perera, 2012, p. 1).

Barros (2015) afirma que:

Desde esta perspectiva podríamos definir a la vida cotidiana como el espacio y el tiempo en que se manifiestan, en forma inmediata, las relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza en función de sus necesidades, configurándose así lo que hemos denominado condiciones concretas de existencia.

Y es que la cotidianidad como manifestación inmediata que se da en la complejidad de las relaciones sociales, va regulando la vida de los hombres a través de la historia pues, siguiendo con Barros (2015), «a cada época histórica y a cada organización social corresponde un tipo de vida cotidiana».

La vida cotidiana se describe como la organización que realizan los individuos en los diferentes ámbitos de su vida social, tanto en la práctica como en la praxis, así como en sus procesos psicológicos y simbólicos, como Miquelez y Torns (1998) lo señalan y como lo argumenta Dreher (s.f) cuando precisa que esta dinámica de la cotidianidad es una realidad eminente y múltiple que va a significaciones de la propia existencia, es decir, del ser-en-el-mundo. Lograr esta interpretación requiere ingresar a experiencias previas de los sujetos que identifican aquella actitud natural que va dando forma a la cotidianidad.

Dreher (s.f) señala que «para la actitud natural el mundo es, desde el principio, no el mundo privado del individuo solitario, sino un mundo intersubjetivo al cual estamos todos acostumbrados y en el cual no tenemos un interés teórico sino práctico» (p. 78), pero cuando se reflexiona sobre éste se busca regularlo y transformarlo en cooperación con los otros, por medio del discurso y movimientos corporales que van modificando, como en un engranaje, los objetos y las mismas relaciones.

«Al adoptar tal perspectiva, el mundo es algo que debemos constantemente modificar con nuestras acciones y que, simultáneamente, modifica nuestras acciones» (Dreher, s. f., p. ). Pignuoli (2015) precisa, de igual manera, que «la actitud natural parte de un mundo social “ya” constituido, donde el otro está dado como semejante. Este es el fundamento de las orientaciones, motivos, acciones e interacciones sociales» (p. 5).

La vida cotidiana está cargada de rutinas y símbolos, construidos mediante interacciones grupales (Vygotsky, 1977) que aluden a procesos de intersubjetividad que, a su vez, sirven de base para la construcción de los saberes de quienes practican la vida social en determinados contextos (Wenger, 2001). Estos contextos son concebidos como escenarios de prácticas en donde los sujetos realizan sus acciones (Berger & Luckmann, 1968) y, al mismo tiempo, constituyen el espacio de producción de vida, mediante la cual sus actores protagonistas pretenden perpetuar su orden social constituido. Así, las actividades del día a día se construyen como resultado de las recurrencias que desarrollan sus actores para alcanzar los proyectos de vida que tienen (De Certeau, 1999), especialmente los que se refieren a los ámbitos laboral y escolar, alrededor de los cuales gira la mayor parte de la vida de cualquier comunidad humana.

La vida cotidiana pareciera ser homogéneapara todos los miembros de una misma comunidad, no obstante, cuando se la examina de cerca se puede apreciar que ella tiene poco en común entre las diferentes personas (Heller, 1998). En efecto, cuando un ser humano realiza una acción o despliega un comportamiento, tales hechos poseen características únicas. Por ejemplo, todos comemos, dormimos y nos vestimos, sin embargo, cada quien lo hace a su manera. Así, en cada una de sus acciones todo ser humano coloca una huella individual, idiosincrática, sobre el objeto producido por su accionar (De Certeau, 1999). Es así como se genera su continua exteriorización como sujeto (Heller, 1998). De este modo lo subjetivo es socializado en un proceso mediante el cual las prácticas personales, al ser compartidas con otros, se transforman en objetivaciones (Wenger, 2001; Schütz, 1972). Sin embargo, es menester acotar que: «La individualidad da cuenta sólo hasta cierto la investigación cualitativa de la vida cotidiana. Media para la construcción de conocimiento sobre lo social a partir de lo individual y, al mismo tiempo, lo social explica sólo en parte el acontecer indi- vidual» (Martínez Herrera, 2005, p. 62).

Los procesos de interacción son los que producen la realidad social dotada de significado. Las organizaciones, culturas y grupos están integrados por actores envueltos en un proceso permanente de significación e interpretación del mundo que les rodea, siendo uno de los rasgos el que se aparte de teorías sociales que presuponen la existencia de significados sociales ocultos tras el mundo fenoménico de las apariencias, pues el centro de su análisis es el estudio del mundo social visible. La preocupación por la realidad social como un ente con existencia previa a la interacción pierde interés. Es la dinámica de producción de significación por parte de los actores sociales, entonces, el eje de las búsquedas de esta perspectiva conceptual y metodológica. Desde la óptica expuesta, todas las organizaciones, culturas y grupos están integrados por actores envueltos en un proceso permanente de significación e interpretación del mundo que les rodea. Se podrían indicar tres características de la interacción social, como lo plantean Sotolongo y Delgado (2006), las cuales son: 1. su indexicalidad, 2. su reflectividad y 3.su apertura (su carácter “abierto”).

Cualquiera que sea el patrón de interacción social de que se trate (el familiar, el clasista, el educacional, el laboral, el de actividades re- creativas, el de género, etc.), siempre estará erigido sobre la base de: el involucramiento en el mismo de unas u otras personas concretas y específicas (su quiénes); la plasmación a través de prácticas de un contenido propio (su qué); el desenvolvimiento en ciertos lugares concretos y específicos (su dónde); el desenvolvimiento en ciertos momentos concretos y específicos (su cuándo); el desenvolvimiento con vistas a ciertos fines concretos y específicos (su para qué); el desenvolvimiento a partir de ciertas circunstancias o consideraciones concretas y específicas (su porqué); y el desenvolvimiento a través de ciertos modos o maneras concretos y específicos (su cómo). En conjunto, lo anterior conforma lo que se denomina el carácter indexical de todo patrón de interacción social (su indexicalidad). En otras palabras, su carácter siempre de hic et nunc (aquí y ahora) y siempre también involucrando a alguien (algunos), con relación a algo, de una cierta manera, por algo, para algo.

Al ser uno u otro patrón de interacción social tramado sobre la base de expectativas mutuas (de comportamiento colectivo familiar; de comportamiento colectivo educacional, la- boral, clasista, de género, etc.) constituidas tácita e implícitamente, y al ser estas expectativas mutuas reforzadas (reproducidas) o debilitadas (modificadas) por el reforzamiento o por el debilitamiento, a su vez, del patrón de interacción social de que se trate, no es difícil darse cuenta de que se conforma una articulación de “vuelta sobre sí mismo” entre la resultante de cada plasmación de la indexicalidad de ese patrón (es decir, de una u otra plasmación de sus quiénes, qué, dónde, cuándo, para qué, por qué y cómo) y la entrada (condición de partida) de la siguiente plasmación de la indexicalidad del mismo patrón. En otras palabras, el resultado de cada “vuelta”, “bucle” o “ciclo” (términos que solamente “metaforizan”, didácticamente, cada plasmación de la indexicalidad—de los “quiénes”, “dónde”, “cuándo”, “qué”, “cómo”, “porqué”, para qué”— de un patrón de interacción social, junto a sus resultados) se erige en “entrada” (o condición de partida) del siguiente ciclo. A este rasgo se lo denomina reflectividad de todo patrón de interacción social.

Las dos características ya apuntadas —su indexicalidad y su reflectividad— hacen, en su accionar conjunto, que uno u otro patrón de interacción social presenten siempre, en principio, la posibilidad de desenvolver- se otra vez más, aunque sea en un “bucle”, “ciclo” o “vuelta”, es decir, en una plasmación adicional de sí mismo. Al realimentarse reflectivamente —reproducidas o modificadas— las expectativas mutuas resultantes (tácitas e implícitas) según el patrón de que se trate (familiar, laboral, etc.) sobre la base de la indexicalidad de su siguiente “bucle” de plasmación (es decir, al constituirse dichas expectativas en condiciones iniciales para las siguientes plasmaciones de los quiénes, qué, dónde, cuándo, para qué, por qué y cómo de tipo familiar, laboral, etc.), siempre se torna posible, en principio, realizar otra vuelta de la plasmación del patrón de interacción social de que se trate. Es este rasgo de todo patrón de interación social el que es denominado como su apertura, es decir, su carácter abierto. En ocasiones, se hace referencia a este rasgo como al “principio ‘etc.’” de todo patrón de interacción social, es decir, la posibilidad siempre existente de “otra” plasmación adicional (de ahí el “etc.”) del mismo. El conjunto de estas tres características de todo patrón de interacción social de la vida cotidiana en que se concreta la praxis humana conforma su con- textualización. Es decir, dichas características van tejiendo el contexto en que se desenvuelve toda praxis social. (p. 118).

Heller (1998) señala, además, algunas características que se deben tener presentes en el estudio y comprensión de la vida cotidiana, las cuales son:

Espontaneidad: como ya lo señalamos, es la característica dominante de la vida cotidiana, aun cuando en las distintas actividades se manifieste en distintos niveles. La asimilación de las costumbres, las modas, el comportamiento consuetudinario exigen para su explicación la espontaneidad. Si nos pusiéramos a reflexionar sobre formas y contenidos de las actividades cotidianas no podríamos llevarlas a cabo, imposibilitando así la producción y reproducción de la vida humana.

Probabilidad: en el plano de la posibilidad, de sus actividades y las consecuencias de éstas, hay una relación objetiva de probabilidad. Siempre se utilizan consideraciones probabilísticas para llevar a cabo una acción, lo que incluye una mínima proporción de riesgo imprescindible y necesario para la vida.

Economicismo: una acción realizada en base a la probabilidad, muestra el economicismo de la vida cotidiana. La acción y el pensamiento cotidianos se manifiestan en la medida que es imprescindible para la misma continuación de la cotidianeidad.

Pragmatismo: el pensamiento cotidiano se orienta a la realización de las actividades cotidianas. Por ello afirmamos la unidad inmediata del pensamiento y la acción en la vida cotidiana. Esta unidad implica la inexistencia de una diferenciación entre “acierto” y “verdad” en la cotidianeidad: lo acertado es in- mediatamente “verdadero”. Por consiguiente, la actitud de la vida cotidiana es absolutamente pragmática. Por otra parte, debemos tener en cuenta que, en la vida cotidiana, el conocimiento se limita al aspecto de la actividad. Ello se debe al “espacio diferenciado” que ocupan la fe y la confianza.

Ultrageneralización: la generalización excesiva es característica del pensamiento cotidiano. Los juicios ultrageneralizadores son todos juicios provisionales, confirmados por la práctica (o, por lo menos, no refutados por ella) en tanto nos permiten obrar y orientarnos. Pero, cuando se trata de ir más allá de la cotidianeidad, de poner en juego nuestra entera individualidad y, por consiguiente, nuestra moral, debemos abandonar los juicios provisionales que, arraigados en la particularidad y basados en la fe, se constituyen en prejuicios. Los juicios provisionales y los prejuicios son ejemplos particulares de la ultrageneralización.

Precedentes: son indicadores “útiles” para definir nuestras actitudes. Si sabemos cuál fue la actuación de otro en tal situación, nos manejamos teniendo en cuenta tal actitud. Puede considerárselo como un fenómeno “positivo” en la mediad en que no imposibilite la percepción de lo nuevo y único de una situación.

Imitación: en la vida cotidiana no se actúa obedeciendo a preceptos, sino imitando a otros. Ni el trabajo ni el tráfico social serían posibles sin imitación.

Entonación: la entonación tiene una señalada importancia en la vida cotidiana, tanto en la evaluación y configuración de nuestras actividades como en lo que respecta a las de los otros hombres, la comunicación, etc. Un hombre, al incorporarse a un medio determinado, produce en torno suyo una atmósfera tonal específica que lo rodea en forma permanente. La persona que no posee dicha entonación carece de individualidad, y la que no es capaz que percibirla es insensible para un aspecto muy importante de las relaciones humanas.

Como se ha logrado constatar, el giro hacia la vida cotidiana se ha dado en el campo de las ciencias sociales, buscando no sólo responder a la significación de la cotidianidad, sino también orientar a un cuestionamiento metodológico nuevo de las ciencias humanas y sociales, que es necesario para los cambios abismales de nuestra época.

Análisis existencial de la vida cotidiana

Partir de una comprensión compleja de la vida cotidiana implica no descuidar las múltiples interacciones que se presentan en este fenómeno en el que confluyen los sistemas sociales y psicológicos. Con este objetivo se propone un análisis existencial de la vida cotidiana que, según Mayorga (2016c):

Es una propuesta teórica, busca describir la construcción de la realidad social a partir de la dinámica relacional que se da en la vida cotidiana del individuo y como esta se va orientando hacia una resistencia de la experiencia y una falsificación de acciones para permanecer en los diferentes contextos que emergen en la vida o por el contrario se focaliza en una apertura hacia la autenticidad de la experiencia, la funcionalidad responsable y encuentros de acción vivencial que permiten la transformación de la realidad social, a estas formas o caminos se denominarán resistencia y apertura existencial o praxis mecánica y reflexiva respectivamente.

Frente a esto se podría decir que el análisis existencial de la vida cotidiana es una macro teoría que busca, tanto describir las formas en que el individuo asume su vida cotidiana desde una percepción relacional, como comprender cómo en esta dinámica relacional surgen una resistencia o interacción con la estructura existencial. Es importante comprender el término de existencia tal como Mayorga (2016b) lo señala:

Martínez (2011) precisa que la existencia es igual que ser humano, comprendiéndolo como ser-en-el-mundo (Heidegger, 1980), esto implica que el individuo es inseparable con su propio mundo, con sus contextos e historias. Pero que el individuo sea con su y en contexto implica, como señala De Castro (2000), que se haga responsable de su propia existencia, ya que existir implica darme cuenta de que soy, es estar consciente de que es: esto significa que, si yo no me percato de mí mismo, fenomenológicamente no soy. La mesa, por ejemplo, no tiene consciencia de que existe, por lo tanto, la mesa ante sí misma no existe. Es decir, la existencia desde el punto de vista fenomenológico ES consciencia (con “sc” para diferenciarlo de la conciencia o estado de vigilia, que es un estado de la mente. Con relación a la existencia, me refiero a la capacidad de la mente humana de darse cuenta inclusive de su propio darse cuenta, implica la posibilidad de des- doblarse en observado y observador). En la medida en que me doy cuenta de que existo, soy. (Martínez, 2011, p. 4).

Pero tener la capacidad de darse cuenta y, por ende, de responsabilizarse de sí mismo, de sus acciones y de su mundo, como señala Längle (2008), implica mantener un diálogo constante entre el individuo, sus aspectos personales y sus aspectos sociales. Este es un proceso que se va dando de la mano del desarrollo físico, psicológico y social, pero que se va restringiendo principalmente por la enajenación de los tiempos actuales que, como señala Laing (1977), se van adentrando en el propio individuo a través de la educación “omniabarcadora de hoy que exige que adquiramos la destreza de cambiar nuestra identidad (o al menos su manifestación pública) con tanta frecuencia, velocidad y eficacia como cambiamos de camisa o medias” (Bauman, 2011, p. 28). Ante esto señala De Castro (2000):

Habrá situaciones específicas en que se nos exige tener que hacer ciertas cosas que no dependen de nosotros y más aún, en que debemos comportarnos de cierta manera. En este tipo de situaciones nos sentiremos como un objeto al que se le debe controlar, que no dependemos de nosotros mismos, sino más bien de cierta estructura ya determinada. (p. 28)

Es decir que una analítica existencial de la vida cotidiana implica comprender cómo el hombre asume o no su consciencia ante las dimensiones de su mundo. Mayorga (2016b, 2016c) plantea que, aunque existen múltiples dimensiones de la existencia, en una comprensión de la vida cotidiana se tendrían que tener presentes las dimensiones personal, relacional, social y cultural. Esto se acerca a lo planteado ya por Garrido, Álvaro, Schweiger y Torregrosa (2007) frente a los niveles de análisis de una microsociología que parte de lo psicológico (personal) hacia lo macro, es decir la cultura. Ante esto podemos señalar que, desde una postura relacional, existir es ser consciente de las interacciones con el mundo propio o consigo mismo; el mundo relacional o del tú, el mundo social o el de nosotros y el mundo cultural o el de ellos. A partir de esto podremos profundizar en la dinámica relacional, los modos de ser y el factor multicontextual en relación a los habitantes del municipio de Soacha.

BÚSQUEDAS FUNDAMENTALES DE LA EXISTENCIA

Todo individuo, desde el momento de su nacimiento, se ve sumergido en la búsqueda de confirmación de los otros ante los diferentes actos, búsqueda que responde al ser-para- otros de la existencia misma. La confirmación se da de tres maneras: 1. positivamente, cuan- do para el otro la respuesta del individuo es apta o apropiada frente a la situación demandada; 2. negativamente, cuando para el otro la respuesta no es apta o apropiada frente a la situación demandada; y 3. desconfirmación, donde cualquier acto del individuo no es te- nido en cuenta por el otro. Lo interesante es que siempre existe la confirmación en la relación con el otro, sea por gestos, discursos o movimientos corporales, la confirmación siempre estará presente.

De igual manera aparece la búsqueda de afir mación del sí mismo, que es la interpretación interna del actuar y la confirmación del otro. Esta búsqueda se enmarca en el sentirse (dimensión afectiva), conocerse (dimensión socio-cogniti- va), representarse (dimensión social) y querer (dimensión espiritual), y se va respondiendo a través de referentes presentes en las diferentes estructuras de la realidad que el individuo va asumiendo como propias, como sus autorrefe rentes. Se podría señalar que sin confirmación el hombre no se puede autorreferenciar.

La otra búsqueda fundamental que surge en la relación enmarca lo estructural (búsqueda de confirmación), lo vincular (búsqueda de afirmación) y lo situacional, que es el sentido de situaciones significativas. Todo sujeto tiene la necesidad de descubrir el sentido de las circunstancias, el para qué, el motivo, lo más propio de sí mismo. El sentido es situacional y se soporta en valores que argumentan su actuar ante la propia vida. Estas necesidades están presentes en todos los seres humanos y surgen por la misma dinámica relacional en la que permanece toda su vida.

DINÁMICA RELACIONAL

Según Mayorga (2015, 2016a, 2016b y 2016c), lo que estructura la realidad en la que todo individuo vive está marcado por un contexto, como un espacio creado por instituciones de poder y en las que el sujeto se ve sumergido en funciones específicas que se denominan roles (Martinic y Bravo, 2011). Tales roles van de mandando en el sujeto diferentes respuestas de acuerdo a las situaciones que se van presentando, que son evaluadas por el otro (Laing, 1974), el cual, además, como acción principal confirma de manera positiva o negativa las máscaras del sujeto.

Los aspectos estructurales como son los contextos, el rol, las máscaras y el otro, van otorgándole una posición social al sujeto (Mayorga, 2016c), pero el hombre sólo es consciente de estos aspectos cuando es confrontado por pruebas. Las pruebas son desafíos o evaluaciones a las que se ve sometido en cada contexto en el que vive (Martinic & Bravo, 2011) y tienen dos funciones, la de ser confirmado por el otro y la de afirmar su propia identidad. Estas pruebas son generadas por los aspectos estructurales con el fin de evaluar al sujeto como parte de los mismos; lo que conllevan las pruebas es que, en la propia vinculación del sujeto con ellas, se modifique su actuar en otros contextos.

Para vivir, confrontar y superar las diferentes pruebas, el individuo, además de buscar la confirmación del otro en su actuar, también genera una necesidad de poder encontrar un argumento propio ante la confrontación con su propio ser en el contexto (Längle, 2006). Estos argumentos son soportes que, primor- dialmente, son externos a él mismo y están orientados hacia algo o alguien, lo cual les brinda un motivo para superar o soportar las pruebas.

Para terminar, es importante señalar que en la interacción individuo-estructuras emergen los aspectos vinculares, que son propios del ser humano y que se podrían indicar como lo psicofísico y lo psicoespiritual. Psicofísico en cuanto que el proceso vincular requiere un estímulo (la prueba situacional), que se recibe internamente como una impresión o emoción espontánea primaria, la cual inmediatamente pasa a ser comprendida (Längle, 1990 & Traverso, 2009). A la par con esto, lo psico- espiritual permite captar los soportes para dar una respuesta ante la prueba, logrando responder a las búsquedas fundamentales de la existencia. Por el contrario, más allá de la respuesta que se relaciona directamente con las máscaras, el sujeto puede desplegar la capacidad de autodistanciamiento y autotrascendencia que lo lleven a darse cuenta de su propio actuar, profundizando así en los modos de ser

MODOS DE SER

Investigaciones recientes (Mayorga 2015, 2016a, 2016b, 2016c; Mayorga & Torres, 2016; Mayorga & Luis, 2016) han logrado describir dos modos de acción que están ligados a las búsquedas fundamentales de la existencia y la propia dinámica relacional; estos modos de ser son la praxis mecánica y la praxis reflexiva. Por praxis mecánica se debe comprender la restricción que surge en la propia dinámica relacional y que genera en el hombre una respuesta reactiva, alienada, falsificadora y violenta ante las situaciones presentadas. Como focos de expresión de la praxis mecánica se puede indicar que se encuentra el control o lealtad de competen cia con el otro para lograr ser confirmado, sea por la vía de la dominación o de la sumisión. El segundo foco se podría señalar como la am- bivalencia afectiva o rangos de permanencia afectiva, haciendo referencia a la incongruencia emocional a la que el individuo se somete por medio de la autoviolencia para poder ser lo que los otros desean que sea. El último foco es la evitación existencial, el cual hace referencia a que el individuo, en su necesidad de sentido, evita confrontarse con los dilemas de la existencia y prefiere asumir lo que social- mente es aceptado como felicidad.

Por el otro lado se encuentra la praxis reflexiva que es el conjunto de actitudes afectivas que favorecen la expresión de lo espiritual, orientando al hombre a la realización de sentido y generando la aprobación de la vida y el desarrollo humano que termina nutriendo la transformación social. Esta interacción no es otra cosa que “el diálogo abierto y el inter- cambio dialogal con el mundo interior y el exterior es, de esta manera, el medio por el que la existencia alcanza su plenitud” (Längle, 2008 p. 9). Moffatt (2007) afirma esto mismo al señalar que:

La interacción que una persona realiza en su vida puede considerarse como un solo y largo mensaje. La vida es la historia de un largo diálogo, que contiene un argumento, ese argumento es su identidad, su singularidad que lo discrimina como único entre tantos millones de humanos. (p. 20).

Esto se da por medio del despliegue de capacidades propias de todo ser humano que, como Mayorga (2016c) propone, son: primero, actitudes de gestión de procesos afectivos, que promueven en el hombre la gestión de los recursos propios, así como el distanciarse de los condicionamientos psicofísicos. Dentro de estas actitudes se encuentra el humor (reírse de uno mismo), la honestidad, la congruencia y la serenidad; segundo, actitudes de toma de posición afectiva que promueven la movilización de la capacidad de elegir y decidir, así como de tomar una posición interna frente a la situación. Algunas de estas actitudes son la fortaleza, la esperanza, la curiosidad y la prudencia; tercero, actitudes de captación de la posibilidad más valiosa que promueven la distancia de las necesidades personales y dirigen hacia el encuentro con el otro y con las posibilidades valiosas de cada situación. Dentro de estas actitudes se encuentra la gratitud, la amabilidad, el contacto (abrazos, caricias, risas) y el amor; y cuarto, actitudes de habilidad de responder hacia el sentido, que promueven la habilidad de responder a lo valioso de la situación, desde la posición interna, llevando al hombre al deber de cada situación. Algunas actitudes que promueven la responsabilidad son la valentía, la perseverancia, la pasión y la vitalidad.

Por último, es importante indicar que las bases que mantienen estos modos de ser se ven reflejados en necesidades propias del individuo en la búsqueda de afirmación de sí mismo, como lo son el sentir, el conocerse, el representarse y el querer algo más que a sí mismo. Estos mantenedores se podrían indicar como el relato interno del individuo, mientras que los focos de expresión son el correlato externo que se nutren mutuamente y se orientan a las necesidades de la estructura y lo vincular. Además de esto, son borrosos, dado que no es posible indicar cuando el individuo puede saltar de un modo al otro, pero sí se puede señalar que de la manera en cómo responde ante la dinámica a nivel externo, así mismo es el correlato interno.

FACTOR MULTIDINÁMICO

El último punto que abarca el análisis existencial de la vida cotidiana es el factor multidinámico. Si bien este concepto aún está en proceso de investigación, es evidente que se presenta en la dinámica relacional, pues podemos señalar que la dinámica relacional es la relación estructura-situación-vinculo en la que se presentan, de acuerdo a la consciencia de alienación, los diferentes correlatos que argumentan los modos de ser. Ahora al hablar del factor debe hacerse un acercamiento al pensamiento complejo (Munné, 2004).

El factor multidinámico parte del hecho de que no es lineal, pues la relación causa y efecto no se da proporcionalmente entre las diferentes dinámicas relacionales donde las estructuras se ven sumergidas en atractores extraños. Se comprende que son extraños porque, aunque las diferentes situaciones y respuestas nunca se repiten, están determinadas por un mismo atractor, pero aun así se genera un proceso interno de autoorganización ya que la estructura permanece ante las diferentes situaciones. Este factor, además, se centra en la borrosidad que se presenta entre las dinámicas pues, aunque tienen límites, estos son difuminados, denotando que en muchos casos no se podría indicar si una respuesta, confirmación o autorreferente provienen de la dinámica actual o de otras que convergen.

CONCLUSIÓN

La vida cotidiana como fenómeno cambiante y difuso al ser descrito dentro de una dinámica relacional en la que van emergiendo diferentes expresiones tanto de la alienación como de la apertura a la existencia, deja entrever la necesidad de introducirse a la comprensión tanto compleja como existencial de las interacciones que fluyen en este espacio tiempo que se denomina cotidianidad. Lograr explorar la cotidianidad como un sistema que surge de la interacción del sistema social, que va demandando al sujeto una identidad que responda al otro y que genere una identidad referencial para el sí mismo, abre una puerta a describir y observar los presupuestos de reflexividad que van evidenciando las respuestas a las búsquedas fundamentales de la existencia, así como de los fenómenos emergentes y los soportes en el que el sujeto logra sobrellevar su rol y su participación en los diferentes contextos.

REFERENCIAS

Barros, A. (2015). Crítica a la vida cotidiana desde la psicología social. Revista Vinculan- do. Recuperado de http://vinculando.org/ psicologia_psicoterapia/critica-a-la-vida- cotidiana-la-psicologia-social.html

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