Resumen: A partir de la identificación de ciertos recursos metafóricos implícitos en los versos del libro La Eneida del poeta Virgilio, la propuesta de este artículo es develar el contenido sacro-político implícito en la operación escritural del mantuano, más su adscripción a la política restauradora y fundacional del emperador César Augusto en la Roma del siglo I a.C. En lo medular, se observa el modo en que Virgilio, al recuperar elementos y figuras propias de la tradición y de la configuración de la familia romana antigua, signa a su texto de una potencia alegórica que dota de sacralidad y trascendencia la épica del César.
Palabras clave: Sacralidad,trascendencia,poder,autoridad.
Abstract: From the identification of certain implicit metaphorical resources in the verses of the book The Aeneid of the poet Virgilio, the proposal of this article is to reveal the sacred-political content implicit in the scriptural operation of the Mantuan, plus its ascription to the restorative and foundational policy. of Emperor Caesar Augustus in 1st century BC Rome In the core, the way in which Virgil, by recovering elements and figures typical of tradition and the configuration of the ancient Roman family, marks his text with an allegorical power that endows the epic of Caesar with sacredness and transcendence is observed.
Keywords: Sacredness, transcendence, power, authority.
Resumo: A partir da identificação de certos recursos metafóricos implícitos nos versos do livro A Eneida do poeta Virgílio, a proposta deste artigo é revelar o conteúdo sagrado-político implícito na operação escriturística do Mântua, acrescido de sua atribuição ao caráter restaurativo e política fundacional do imperador César Augusto no século I aC Roma No núcleo, observa-se a maneira como Virgílio, ao recuperar elementos e figuras típicos da tradição e da configuração da antiga família romana, assina seu texto com um poder alegórico que confere sacralidade e transcendência à epopeia de César.
Palavras-chave: Sacralidade, transcendência, poder, autoridade.
Dossier
Sacralidad y trascendencia: La Eneida y el fundamento del poder en César Augusto
Sacredness and transcendence:The Aeneid the foundation of power in Caesar Augustus
Sacralidade e transcendência: A Eneida e o fundamento do poder em César Augusto
Recepción: 16 Octubre 2021
Revisado: 23 Octubre 2021
Aprobación: 27 Noviembre 2021
Publicación: 16 Diciembre 2021
En Italia, a principios del siglo XVII, en el contexto de una episteme dominada por el barroco, en la cultura y las artes se destaca el trabajo escultórico de Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 – Roma, 1680). Parte importante de su obra escultórica estuvo consagrada a representar escenas sacras y míticas, dotando a su materia de vida, intensidad y expresión dramática. Una de sus producciones tempranas lo constituye la escultura Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya(1618-1619), facsímil de una escena representada por el poeta Virgilio en el Libro Segundo de La Eneida, y cuyo argumento nos revela un profundo contenido sacro-político. El motivo de la escultura precisa el momento en que Eneas, en acto de huida ante la ruina y catástrofe de Troya propiciada por el furor de los Aqueos, carga sobre sí a su padre Anquises y es acompañado por su hijo Ascanio. En esta escena se contempla, además, cómo Anquises trae consigo los penates[1] de su familia. Virgilio escribe:
“Pronto, querido padre”, le dije, “súbete a mi cuello, yo te llevaré en mis hombros y esta carga no me será pesada; suceda lo que suceda, común será el peligro, común la salvación para ambos. Mi tierno Iulo vendrá conmigo y mi esposa seguirá de lejos nuestros pasos. Tú, padre mío, lleva en tus manos los objetos sagrados y nuestros patrios penates; a mi, que salgo de tan crueles combates y de tan recientes matan-zas, no me es lícito tocarlos hasta purificarme en las corrientes aguas de un río... (93)
La obra de Bernini no es inocua, su creación no responde meramente a un afán propiamente estético, esta no se escinde del marco teológico y político de su época. La representación tiene por objeto recuperar y resaltar elementos propios de la tradición grecorromana, los cuales, fungirán como cimiento de los fundamentos del poder que la Iglesia y el Papado pretenden instituir. La producción de una obra no es ajena a las pretensiones de instalar un discurso, menos aún, de propiciar un efecto, ella está encomendada a suscitar un impacto en el ámbito de lo sociopolítico: apuntalar lo simbólico del poder a cierta tradición, proponer modos y cánones de interpretación, producir imaginarios, entre otros.
El mármol de Bernini no dista de las pretensiones que motivaron a Virgilio en su operación escritural, pese al distanciamiento de época entre el napolitano y el mantuano, en ambos la representación del universo mítico cumple un papel determinante. Se observa un continuo en el leitmotiv de sus invenciones: dado que los fundamentos del poder no necesariamente son político-jurídicos, es sustancial dotar al mismo de un halo de sacralidad y trascendencia. En el marco de la sociedad que la posibilita, la obra se constituye en un dispositivo ideológico que pretende cimentar un régimen que se instituye bajo el peso de la tradición y sobre un basamento mítico. En el caso del poeta, constatamos la pertenencia de su escritura a las aspiraciones fundacionales de la Roma del emperador César Augusto; por parte del escultor, éste homologa las aspiraciones de Virgilio, representa un acápite del Libro Segundo de La Eneida, y adosa su contenido a las pretensiones eclesiales de construir un imperio cuya médula se asiente en las tierras del Lacio y desde ahí se extienda por todo el orbe.
En este punto, y a efectos de orientar el desarrollo de este trabajo, es pertinente introducir un cuestionamiento orientado a identificar el núcleo semántico contenido en la escena mítica descrita por Virgilio. Nos encaminamos a indagar sobre la potencia alegórica de dicha representación, como también, su nexo con las aspiraciones del emperador César Augusto[2]. ¿Qué nos dice la escena de Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya? Esta nos devela el modo en que el poder se organiza sobre un espacio de sacralidad y se estructura sobre un basamento de parentesco y consanguineidad, es decir, el sentido expuesto se despliega, a lo menos, en dos niveles de significación totalmente implicados entre sí. Para efectos analíticos denominaremos a cada uno de esos niveles como plano de trascendencia y plano de inmanencia. Ahora bien, y dicho lo anterior, la tesitura de este artículo es la siguiente: en términos históricos, la conjugación de ambos niveles de significación está contenida en el tipo de institución familia que está presente en el ideario del emperador, institución que éste estima como esencial para asentar su proyecto de República sobre bases inmutables y perdurables en el tiempo[3].
En el nivel de significación denominado plano de trascendencia, debemos entender que la institución familia[4] no es una entidad distinta o que esté por fuera de lo sacro; por el contrario, en el mundo de la Roma antigua la familia corresponde a una forma de organización social arquetípica de formaciones societales más complejas que van desde la ciudad al Estado. Esta institución, de acuerdo con el historiador decimonónico Fustel de Coulanges, “es una asociación religiosa todavía más que una asociación natural” (34). La centralidad de lo religioso nos explica el cómo en el orden familiar, tanto los preceptos que sustentan la autoridad, la jerarquización y disposición de sus miembros, su sistema de sujeciones, como también, el ciclo vital y los ámbitos relativos a sus asuntos cotidianos se explican a partir de la presencia de lo sacro en el mundo. En tanto organización, la familia requiere de un imperativo que ligue la institución con lo religioso, que sustente y posibilite su unidad y conservación, como también, que sea custodio de sus creencias, tradición y memoria. El lugar de este imperativo lo ocupa la figura del páter familias. En sus aproximaciones sobre la institución familia y el espacio doméstico en el mundo grecorromano, el historiador De Coulanges destaca la centralidad que cumple el páter en todo este andamiaje. Para el autor, el padre constituye el único intérprete y único pontífice de su religión, era el único que podía enseñarla, y sólo podía enseñarla a su hijo. Los ritos, los términos de la oración, los cantos, que formaban parte esencial de esta religión doméstica, eran un patrimonio, una propiedad sagrada, que la familia no compartía con nadie, y hasta estaba prohibido revelarla al extraño (27).
Si bien se observa la potestad del padre con respecto a la religión doméstica, sin embargo, pese a los poderes omnipresentes que detenta el pater, este queda sujeto a una soberanía que lo antecede y trasciende, aquello que los latinos nominaban bajo el nombre Lar familias Pater[5]. Es esta entidad quien detenta la autoridad y signa los poderes del páter. En sentido de lo expuesto con respecto al plano de trascendencia y el imperativo del páter, será la imagen de Anquises, que porta consigo los penates de su familia, la que se establece como significante de esta alegoría. En su especificidad, esta parte de la escena es la metaforización de la conjunción del poder con lo sacro, y como unidad de sentido, nos evidencia la imposibilidad de escindirse de los objetos sagrados, clivaje intolerable para quien ocupa el lugar signado para la autoridad. En dichos objetos se resguarda la dignidad y memoria de la estirpe, su devoción manifiesta el respeto que se expresa por la tradición, constituyen las entidades que cautelan celosamente la pureza del linaje.
Una aproximación desde el nivel de significación nominado como plano de inmanencia, destaca la esencia del anudamiento que posibilita y define las relaciones de los seres entre sí, en este caso, el modo en que se configuran los lazos de parentesco sobre un basamento adscrito a la consanguineidad. Si bien en sus inicios en la constitución de la familia romana primó la agnación[6] como precepto en la organización del sistema, paulatinamente la pertenencia a la sangre fue adoptando un estatuto de mayor relevancia (Coulanges). En torno a la consanguinidad se terminó organizando un sistema que pasó a denominarse cognaticio, sustento de futuras construcciones genealógicas tendientes a validar el continuo de una estirpe debido a su fidelidad a una sangre.
La significación contenida en el plano de inmanencia está dada por el sistema de parentesco y consanguineidad presente en la representación de Eneas, Anquises y Ascanio. Si bien cada uno de los personajes ocupa una posición diferenciada en términos jerárquicos -por su edad, condición y dignidad-, en lo inmediato observamos la construcción de un ordenamiento que está dado por un principio de filiación de varón en varón que se establece por línea paterna. En el ámbito de la inmanencia es manifiesto el propósito de apuntalar el poder a un basamento dado por la adscripción a una sangre, y sobre esto, invocar la preminencia de un derecho primigenio, sustento de la posición, autoridad y continuidad del páter en la organización sociopolítica romana. Por lo demás, es importante señalar el modo en que la representación logra integrar los sistemas de agnación y cognación, en ésta se nos muestran ambos tipos de adscripción a lo familiar.
De acuerdo con la tesitura propuesta para este trabajo, se constata el cómo la operación escritural de Virgilio nutre al ideario de César Augusto de figuras míticas que le dan soporte a su afán restaurador y fundacional sobre una Roma convulsionada y decadente. De forma alegórica, el poeta destaca la centralidad que asume la autoridad paterna y el principio de consanguinidad[7] como apuntalamientos necesarios para el orden que el emperador ambiciona construir. El ímpetu de su esfuerzo restaurativo descansará sobre la recuperación de contenidos anquilosados en una tradición que sumerge sus raíces en el mito: Eneas, Anquises y Ascanio, más la fundación de Roma como un destino manifiesto[8].
En el testamento político del emperador, Res Gestae Divi Augusti[9], comprobamos el cómo ambos apuntalamientos se fusionaron en el interés del César: por una parte, su anhelo de potestad sobre su patria, por otra, lo explícito del modo en que se legitima y unge como páter en sus acepciones políticas y religiosas[10]. La escritura del mantuano operará en favor de producir un dispositivo ideológico que instala a César Augusto al interior de una genealogía que lo vincula con lo mítico fundante de Roma, logrando vertebrar consanguíneamente la adscripción de su autoridad con lo sacro. De una manera sutil y poética, Virgilio ficciona un anudamiento que liga la autoridad de César Augusto con la figura pretérita del héroe Eneas. Más allá de los afanes estéticos de la escritura virgiliana, lo que evidenciamos es el cómo ésta es también la signatura de un manifiesto donde se conjugan los planos de trascendencia e inmanencia que dotan de fulcro a la autoridad.
Pese a su distanciamiento temporal con nuestro presente, la operación escritural de Virgilio es prematura en advertirnos sobre los diversos modos en que la autoridad busca asir contenidos que no solo la legitimen y propicien su aceptación en las gentes, sino que también, concedan al poder de ese halo de sacralidad necesario para sustentar un determinado tipo de ordenamiento, asegurando con ello su cohesión y unidad en el tiempo. La escritura del mantuano es testimonio de la construcción de una ficción genealógica con profundos efectos sociopolíticos, desde una grafía que invoca la potencia del mito emerge la figura de un Páter que excede la temporalidad de registro de lo vivido y lo histórico, como también, ella ostenta poderes atávicos adscritos a su sangre. Más acá de los sublimes versos de La Eneida, en lo mundano se fragua la astucia política del poeta, éste concede al emperador César Augusto de un semblante propicio para su épica fundacional, a fin de cuentas, constituirse en el páter de una Roma imperecedera.