Artículos
Resistencia cultural aborigen en la formación de la nacionalidad cubana
Aboriginal cultural resistance in the formation of Cuban nationality
Resistência cultural aborígine na formação da nacionalidade cubana
QVADRATA. Estudios sobre Educación, Artes y Humanidades
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
ISSN-e: 2683-2143
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 3, 2020
Recepción: 25 Octubre 2019
Revisado: 12 Noviembre 2019
Aprobación: 09 Enero 2020
Publicación: 21 Junio 2020
Resumen: Este artículo es un estudio de sistematización bibliográfica sobre el legado del componente aborigen a la cultura cubana. La investigación parte de una situación problémica sustentada en la carencia de estudios que aborden el tema de la trascendencia de la herencia cultural en la formación de la nacionalidad. El artículo está estructurado en epígrafes, que abordan el origen y las características físicas y sociales de los primeros pobladores, una síntesis de los estudios más significativos realizados en Cuba sobre la temática, los antagonismos a partir de las rebeliones y el legado cultural. El trabajo se realizó siguiendo el paradigma de la investigación cualitativa, utilizando métodos teóricos como la revisión bibliográfica y el cotejo de fuentes diversas.
Palabras clave: Aborigen, cultura, legado, bibliografía.
Abstract: This article is a study of bibliographic systematization on the legacy of the aboriginal component to Cuban culture. The research starts from a problematic situation supported by the lack of studies that address the issue of the importance of cultural heritage in the formation of nationality. The article is structured in sections, which address the origin and physical and social characteristics of the first inhabitants, a synthesis of the most significant studies carried out in Cuba on the subject, the antagonisms from the rebellions and the cultural legacy. The work was carried out following the paradigm of qualitative research, using theoretical methods such as bibliographic review and collation of various sources.
Keywords: Aboriginal, culture, heritage, bibliography.
Resumo: Este artigo é um estudo de sistematização bibliográfica sobre o legado do componente indígena à cultura cubana. A pesquisa parte de uma situação problemática baseada na carência de estudos que abordem a questão da importância do patrimônio cultural na formação da nacionalidade. O artigo está estruturado em seções, que abordam a origem e as características físicas e sociais dos primeiros habitantes, uma síntese dos estudos mais significativos realizados em Cuba sobre o tema, os antagonismos das rebeliões e o legado cultural. O trabalho foi realizado seguindo o paradigma da pesquisa qualitativa, utilizando métodos teóricos como revisão bibliográfica e comparação de fontes diversas.
Palavras-chave: Aborígene, cultura, patrimônio, bibliografia.
I. Introducción
Es necesario penetrar más hondamente en las entrañas naturales de los pueblos para ajustar con ellas los ideales del futuro, es decir, la integración de la vida. Fernando Ortiz
La historia cultural de Cuba, ha sido estudiada por varios investigadores que desde diferentes aristas se han interesado en el proceso de conformación de nuestra nacionalidad. El más destacado en estos aportes fue el Sabio Don Fernando Ortiz, quien desde muy joven se interesó por buscar y desentrañar las raíces que sustentan el ser cubano. Fernando Ortiz realizó importantes investigaciones que se centraron en el legado de las etnias africanas a la cultura cubana. Sus estudios parten de un sustento económico, a partir del cual explica los fenómenos sociales. No escaparon a su acucioso lente el intercambio con los demás grupos étnicos que convergieron en la geografía cubana. Entre sus trabajos más sobresalientes, se encuentra “Los factores humanos de la cubanidad” donde se plantea desde diversas perspectivas qué es ser cubano y cómo se fue gestando ese proceso de asunción de determinados elementos culturales en un proceso de asimilación y rechazo, hasta formar una nueva cultura, en este caso la cubana. En ese ensayo, Ortiz explica el proceso de interacción étnica y la formación de la nacionalidad utilizando como comparación la elaboración del ajiaco por parte de nuestros primeros pobladores: “Cuba es un ajiaco. ¿Qué es un ajiaco? Es el guiso más típico y más complejo, hecho de varias especies de legumbres, que de aquí decimos “viandas”, y de trozos de carnes diversas; todo lo cual se cocina en hervor hasta producirse un caldo muy grueso y suculento y se sazonaba con el cubanísimo ají que le da el nombre.” (Ortíz, 1973, p.150).
A pesar de que en ese metafórico ajiaco cultural intervinieron varios componentes como el aborigen, el hispano, el africano y el asiático entre otros menos representativos, han sido nuestros primeros pobladores los menos estudiados y sus aportes culturales los menos defendidos, en el gran abanico de estudios encargados de expresar el papel de los diferentes grupos poblacionales.
Teniendo en cuenta la anterior carencia, el presente estudio es una sistematización de conocimientos sobre la temática, que recoge aspectos y criterios pocos tratados en la historiografía cubana. Se abordará el devenir de los estudios teóricos sobre el componente aborigen en el período colonial y en los siglos XX y XXI marcados estos por la llegada de la Revolución cubana al poder en enero de 1959. Las principales características físicas, sociales y culturales de estos grupos étnicos, así como su clasificación atendiendo a las actividades económicas que realizaban. Las formas de esclavitud, el descarnado proceso de conquista, así como la resistencia que opusieron a su nueva situación y finalmente el legado cultural que aportaron al gran ajiaco cultural que es la nación cubana.
Para el desarrollo del trabajo se utilizaron métodos del paradigma de la investigación cualitativa como la comparación y cotejo de diversas fuentes históricas, que permitieron el estudio del proceso desde su universalidad hasta lo específico que ocurrió en la nación cubana. Al final de cada apartado, la autora ofrece conclusiones parciales, así como las conclusiones finales en el último epígrafe
II. Aproximaciones bibliográficas a los estudios del componente aborigen en la cultura cubana
Los estudios del componente aborigen en la cultura cubana, tienen como antecedentes los diarios de navegación de los conquistadores y las cartas de relación. Estas últimas, se han estudiado teniendo en cuenta su lenguaje edulcorado ya que debían justificar, a través de descripciones, el auspicio depositado por la corona española a la empresa de descubrimiento de nuevos territorios. Aun así, estas cartas describen el aspecto físico de los aborígenes, su temperamento, sus costumbres, modo de interpretar los fenómenos naturales, su inteligencia, su laboriosidad y otros aspectos de interés para la historia y conformación de la nación. Además de las cartas, el Diario de Navegación de Cristóbal Colón, que se publicó siglos después, en 1858, recogió importantes impresiones sobre nuestros pobladores primeros. Los documentos mencionados constituyen joyas antropológicas, pues no solo se refieren a la descripción de la geografía que encontraban a su paso, sino también a las costumbres y prácticas culturales de los primeros pobladores, a los que llamaron Indios. Resumen de ese proceso y obra de inestimable valor para los estudios sociológicos e históricos lo constituye la obra Historia de las Indias, de Fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566) que comenzó a escribir en 1517 y terminó de escribirlo próximo a su muerte, aunque fue publicado mucho tiempo después, en los años 1875-1876. En 1552 se publicó Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias. La obra Apologética historia de las Indias, del mismo autor, sólo pudo ver la luz en el año 1909.
El valor de la obra de Bartolomé de las Casas no estuvo solo en ser el primero en escribir y hablar libremente de los cuestionamientos que tenía en cuanto al catolicismo que defendía y la forma despiadada en que en nombre de esa doctrina eran destruidas y masacradas poblaciones completas. El mayor valor de su obra escrita y de su vida estuvo en defender esos ideales con fervor. Se horrorizó ante las matanzas de los que llamó “indios”, así lo escribió en su diario, en sus cartas y en sus obras. Acusó a los españoles que lo acompañaban de estar lejos de Dios y cerca del diablo. Su vida fue un constante viaje de las Américas a España, fue seis veces a ver al Rey, a suplicarle que calmara a los conquistadores, a pedirle que tuvieran piedad, pero nada consiguió.
José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, le dedicó un ensayo que en su lenguaje es poesía pura, pues de esa forma y no de otra debe estudiarse la vida y la obra de Fray Bartolomé de Las Casas, conocido como el Protector Universal de los Indios. “Fue a Cuba de cura con Diego Velázquez y volvió de puro horror, porque antes que, para hacer casas, derribaban los árboles para ponerlos de leña a las quemazones de los taínos. En una isla donde había quinientos mil, vio con sus ojos los indios que quedaban: once. Eran aquellos conquistadores soldados bárbaros, que no sabían los mandamientos de la ley.” (Martí, 2015, p. 198).
La obra del Padre Las Casas, también es recogida en los volúmenes dedicados al estudio de la literatura hispanoamericana por sus descripciones y es catalogado como retratista. En sus obras aparecen los retratos en letras, de los conquistadores. A ellos los describió según el lente con que los miraba:
Al retratar suele disminuirle la estatura heroica: a Cortés, por ejemplo, lo muestra encogido, bajo y humilde, ante los criados de Velázquez, y más tarde riéndose cínicamente al recordar sus depredaciones de gentil corsario. (Anderson, 1977, p. 26).
No escapan a los retratos de Bartolomé de Las Casas, Alonso de Ojeda, a quien describe rápido y temerario, seguido de una anécdota donde describe la impresión del conquistador cuando ve por primera vez su propia sangre; sin embargo, entre las más significativas está la que realiza a Pedro de Ledesma:
casi moribundo, con los sesos al aire y todo descoyuntado y abierto en sangre, ahuyenta desde el suelo a los indios diciéndoles: pues si me levanto, y con solo aquello botaban a huir como asombrados, y no era maravilla, porque era un hombre fiero y de cuerpo muy grande, y la voz gruesa” (Anderson, 1977, p. 27)
La crítica literaria reconoce el legado escrito de Fray Bartolomé de Las Casas, superior al dejado por Oviedo, Pedro Mártir, Gómara y Herrera. Así lo recoge Enrique Anderson en la obra Historia de la Literatura Hispanoamericana:
Gran retratista Las Casas: anota la voz, la talla, la castidad, lo bien que se toca la vihuela o los dolores de cabeza que impiden el estudio, el modo de hacer caracolear el caballo, la risa, la mirada, lo empinado de la cabeza, etc. (p.27).
En el período colonial los estudios que recogían de alguna forma la vida de nuestros primeros pobladores, debían correr la misma suerte que de manera general le correspondía a la enseñanza en Cuba. Siendo colonia de España, la enseñanza en la Isla era bajo la égida de las ideas escolásticas, todo bajo el signo de las sagradas escrituras, que además de negar todo tipo de razonamiento, justificaba el sometimiento y el saqueo a que fueron sometidos los territorios americanos. Sobre este particular, el autor José Antonio García Molina, escribió un ensayo titulado Un personaje desconocido en nuestra historia nacional, que recoge de manera detallada el panorama de los estudios relacionados con los aborígenes cubanos en el período colonial.
Para poder analizar en toda su magnitud, la ausencia de estudios sobre la temática en el período colonial debe tenerse en cuenta, que durante siglos España impidió las publicaciones que trataban el tema de la violenta y descarnada conquista.
La llamada Ley Primera dictada por Felipe II el 21 de septiembre de 1556, es de las primeras legislaciones que prohíbe explícitamente la impresión, incluso la venta de cualquier libro que tratase sobre las tierras del nuevo continente; y para cumplir lo dispuesto estaba encargado el Consejo de Indias.” (García, 2014, p. 287).
En 1741, también se emite una Real Orden que prohíbe la impresión de libros que refiriesen la historia del nuevo continente. En 1778 se prohibió que todo el que viviera en América, escribiera sobre lo que pasaba en las colonias. En el año 1782, fue recogida y prohibida la obra Comentarios reales de los Incas de Garcilazo de la Vega, asociada a la rebelión de Tupac Amaro, sin tener en cuenta que la obra había salido un siglo antes.
Por si fuera poco, lo que estas medidas dictadas por la Metrópolis afectaban a Cuba como colonia, en 1886, el general Francisco Lersundi prohibió que los cubanos se reunieran para leer libros y periódicos. Sin embargo, a partir de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, los estudios históricos y sociales que abordaban el tema del proceso de conquista y el aporte de los primeros grupos humanos, ya comienzan a reflejar un carácter humanista y van a estar influenciados por la corriente iluminista, defendiendo el razonamiento propio y la importancia del método del experimento como explicación a los fenómenos.
Entre los años 1837 y 1857 el español Ramón de la Sagra publica Historia Física, Política y Natural de la Isla de Cuba; Descripción de la Isla de Cuba, con algunas consideraciones sobre su población y comercio, del habanero Nicolás Joseph de Ribera aparece posteriormente; así como la obra de José Ignacio de Urrutia y Montoya Teatro histórico, jurídico de la Isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital La Habana. El autor García Molina, realiza un estudio detallado de las obras que recogió el periodo colonial cubano. De este período, es importante destacar como conclusión que a pesar de que en el siglo XIX estos estudios fueron más significativos, en la población cubana continuó el desconocimiento, teniendo en cuenta, que la población, en un gran porciento era campesina, esclava y no tenía acceso a la enseñanza y mucho menos al conocimiento. Por tanto, hubo un vacío durante siglos, que solo podría ser repuesto con los avances en la arqueología y cambios sustanciales que modificaran a la superestructura.
Entrado el siglo XX, se destacan los estudios de Fernando Ortiz, quien impartió dos conferencias donde ofreció una panorámica general de los aborígenes en Cuba. Estos trabajos se conocieron con el título de ¿Cómo eran los indocubanos?, y La Holgazanería de los Indios y se publicaron en las revistas Ahora y Revista Bimestre Cubana. Posteriormente en el año 1937, Ortiz publica Cuba primitiva. Las Razas Indias. Los trabajos de Fernando Ortiz, se plantean cuestionamientos, búsquedas y dudas acerca de la llamada “pasividad” de los aborígenes cubanos. En ese mismo año 1937 se publica otro estudio, esta vez a cargo del profesor Rafael Azcárate Rosell con el título Historia de los Indios de Cuba.
Otros trabajos significativos, en el siglo XX serían puestos en disposición de la enseñanza superior, destacándose los autores Arístides Mestre, Felipe Pichardo Moya y Hortensia Pichardo, entro otros.
Se amplió considerablemente la información sobre nuestro pasado histórico y se llevaron a la enseñanza universitaria los saberes nacidos de un sistemático estudio que enfrentó obstáculos de diversa índole fundamentalmente los emanados de carencias materiales y desentendimiento de las autoridades estatales durante la primera mitad del siglo XX. (Colectivo de Autores, 2014, p. 355).
Con el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, los estudios sobre el legado aborigen a la cultura cubana, crecieron, esta vez con un matiz mucho más científico, debido a que estuvieron sustentados por descubrimientos arqueológicos, trabajo en equipos y cotejo de las fuentes. Todo ello impulsado por la idea del trabajo científico que permitiera construir una historia digna y verdadera. Aunque, estos primeros trabajos, también estarían realizados bajo la idea del exterminio total de nuestra población autóctona. La fundación de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y del Departamento de Antropología fue decisivo para una nueva mirada a los estudios de nuestro pasado aborigen.
Es importante destacar que, desde finales del siglo XX, los estudios sobre el componente aborigen en la nación cubana, han cobrado otra significación. Los estudios arqueológicos y de documentos presentes en los Archivos de Indias han absorbido la idea del extermino dando paso a una nueva realidad: la de la transculturación. Esta hipótesis, fundamentada y demostrada se ha basado en que ciertamente toda la población autóctona no pereció, sino que una parte importante logró huir a los palenques en busca de la libertad. Tal es el hecho de pueblos en el Oriente de Cuba con una fuerte carga genética de componente aborigen. De ahí la idea de la supervivencia y resistencia de su cultura en medio de las hostiles y despiadadas condiciones a que fueron sometidos.
III. ¿Qué se conoce sobre nuestros primeros pobladores? Origen y características físicas y sociales
Mucho se ha escrito sobre el origen de nuestros primeros pobladores. Ideas contrapuestas, en la mayoría de las ocasiones. Sin embargo, a partir del viaje que realizara el investigador y geógrafo Antonio Núñez Jiménez desde América del Sur hasta Cuba, se sustentó la hipótesis propuesta por la Academia de Ciencias de Cuba que explica, que los aborígenes cubanos arribaron por agua, en canoas, desde dos puntos principales: la Península de la Florida y las Islas del Caribe. A ello se le agrega que, en territorios como Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Jamaica, Las Bahamas y La Florida, se han encontrado residuarios con objetos a través de las cuales se han podido establecer similitudes con los encontrados en Cuba.
A partir del siglo XX a la fecha han aparecido gran cantidad de estudios acerca de la comunidad aborigen cubana, de los cuales han salido varias clasificaciones para identificarlos. En la obra A lo cubano, el autor José Ricardo Díaz Caballero ofrece la siguiente clasificación:
Guanahacabibes o guanahatabeyes, subtaínos y taínos o siboneyes (siboneyes y taínos.
· Cayo Redondo, Guayabo Blanco, Siboneyes y Taínos,
· Recolectores, protoagricultores y agricultores ceramistas. (Díaz, 2014, p. 36)
Existen otras clasificaciones como la realizada por la Fundación Fernando Ortiz y publicada en la Revista Cubana de Antropología Catauro, que los agrupa en:
· Formación Petribal. —
· Formación Tribal.
Esta clasificación está basada en el concepto de Federico Engels en la obra El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, donde clasifica dos tipos de subsistencia básicas de acuerdo a la obtención de alimentos, la primera es donde el hombre subsiste con lo que le ofrece la naturaleza y sus producciones están encaminadas a facilitar esa obtención y la segunda es cuando mediante el trabajo incrementa la producción natural. A partir de lo cual, se definen dos Formaciones Económico Sociales (Petribal y Tribal). En la Formación Económica Petribal, están incluidos los grupos más atrasados. Estos estudios se han enriquecido a partir del trabajo arqueológico, correspondiendo a ubicar en ellos a los que se dedicaban a la recolección, la caza y la pesca y en la Formación Económica Tribal a los agricultores-ceramistas.
La última clasificación para la comunidad aborigen cubana es la que utiliza el Ministerio de Educación en Cuba, atendiendo a las actividades económicas que realizaban los ubican en dos grupos: cazadores-recolectores-pescadores y agricultores-ceramistas. Para la caracterización que realizamos en este estudio, utilizamos esta última clasificación por comprender en ellas el desarrollo económico y cultural de las mismas.
Las huellas del grupo recolectores-cazadores-pescadores han sido encontrados a lo largo de toda la Isla, pero los más antiguos se encuentran en las cuencas del río Mayarí (ubicado al noroeste) y Levisa (ubicada unos kilómetros al este) en la provincia de Holguín. El estudio arqueológico realizado en esa área, mostró restos de piedra sílex e instrumentos y herramientas abandonados por sus fabricantes, que al parecer se movían a lo largo del río, debido a la acumulación de la piedra sílex, utilizada por estos en la fabricación de sus instrumentos. Al parecer los asentamientos de piedra sílex en las márgenes de estos ríos es la causa del desplazamiento de estas poblaciones, según muestran los hallazgos arqueológicos.
El estudio arqueológico realizado en esa zona, dio como resultado, que los restos allí encontrados datan de 4000 años a. n. e. Se cree que este grupo entró por el estrecho de Beiring, procedentes de Asia. El investigador cubano Juan J. Guarch Rodríguez,quien se ha dedicado a estos estudios, aportando valiosos trabajos a la temática afirma: “Hace aproximadamente veinte mil o cuarenta mil años atrás, procedentes de Asia, por lo que conservan características similares a los demás grupos aborígenes americanos.” (Guarch, 2014, p. 14).
Por lo escrito por los conquistadores europeos se sabe que andaban desnudos y que untaban a su cuerpo unas sustancias, que muchas veces mezclaban con grasa o sustancia animal para protegerse de las picaduras de insectos. Se adornaban el cuerpo con collares de conchas y vértebras de peces y animales pequeños.
Así los describe Cristóbal Colón en su Diario de Navegación:
Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más que una farto mosa, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de treinta años; muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos, y muy buenas caras: los caballos gruesos cuasi como sedas de colas de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan: de ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros, ni blancos, y dellos se pintan de blanco y dellos solo los ojos y la nariz. (Cristóbal Colón. Diario de navegación, p. 49).
Refiriéndose a su actividad productiva, el autor Jorge Ricardo Díaz Caballero escribió:
Cazaban iguanas, recogían frutos de árboles cercanos pero su fuente básica era la pesca. Sin embargo, hallazgos en el sitio arqueológico Canímar Abajo de la provincia de Matanzas, han revelado que los ciboneyes (también sibo-neyes), radicados en esta comarca hace alrededor 3000 años, eran ya capaces de producir alimentos a partir de plantas cultivadas en sus comunidades. (p. 40).
Como se puede apreciar en el trabajo del autor citado, esta comunidad a pesar que se clasifica como recolectores-cazadores-pescadores, también cultivaban la tierra y obtenían alimentos a partir de la actividad productiva, sin embargo, esta no fue una característica general del grupo, sino que una parte de ellos, concentrada en la región central y occidental eran más adelantados dentro de la misma clasificación.
Sus instrumentos de trabajo estaban confeccionados de piedra, concha y madera, aunque en los hallazgos arqueológicos no se ha encontrado madera, existen instrumentos que parecían haber tenido cabo, pero debido a la humedad del clima y de los terrenos, esto no se ha podido comprobar. Teniendo en cuenta los encuentros arqueológicos los investigadores han podido determinar que este grupo había rebasado la simple utilización de la piedra y el palo y elaboraban sus instrumentos con la intención de golpear, cortar, punzar y triturar.
Señala Guarh en la obra Los aborígenes cubanos, refiriéndose a los recolectores-cazadores-pescadores:
Sus principales instrumentos de trabajo consistían en herramientas confeccionadas a partir del sílex, una piedra muy dura que tenía la particularidad de, al golpearse, desprender láminas y lascas que luego podían ser retocadas con otros golpes menores y de esta forma adquirir filo y agudas puntas. Con ese material fabricaban puntas de lanzas y de dardos, hachas de manos y un gran número de utensilios para perforar, raspar, talar árboles, rajar la madera y otras actividades necesarias para poder subsistir. (p. 14-15).
La concha marina también era utilizada para fabricar sus instrumentos. El caracol más usado era el Strombus giga, conocido como cobo. “A la vez que servía de alimento, con la parte central o columela fabricaban un pico de mano”. (Guarch, 2014, p. 25) Explica este autor que a través de la concha fabricaban picos de mano para perforar, gubias para desbastar la madera, vasijas de diversos tamaños, martillos, puntas para sus lanzas, platos, hachas, raspadores, anzuelos y una serie de enseres o herramientas más que le servían para realizar sus trabajos cotidianos. (p. 25).
Las representaciones artísticas más estudiadas de este grupo es el arte rupestre, compuesto por las pinturas y grabados realizados en las paredes de las cavernas cubanas. Las pictografías realizadas con pintura y los petroglifos realizados mediante la incisión con instrumentos punzantes. Estas pinturas en la mayoría de los casos son incomprensibles para el hombre actual por lo que han tenido disímiles interpretaciones. En algunos casos están conformados por dibujos sencillos, pero en otros se conforman de complejos murales. Aparecen los círculos concéntricos y figuras en forma de hojas, rombos, rectángulos, líneas paralelas y quebradas.
A lo largo de toda Cuba los arqueólogos e investigadores han encontrado arte rupestre en las cavernas, pero en Pinar del Río, se encuentran las más representativas. Un ejemplo de ellos fueron los rayados encontrados en la Gran Caverna Santo Tomás, donde las figuras que se conservaron fueron rayadas con uñas. Se conservaron debido a que las paredes de las cuevas estaban cubiertas con una capa arcillosa blanda. Otro ejemplo del arte rupestre cubano se encuentra en la Isla de la Juventud, en la Cueva No. 1 de Punta del Este, donde en la parte afuera de esta se encuentran abundantes residuarios de los antiguos pobladores. Las figuras encontradas en esta caverna muestran grandes círculos concéntricos de colores rojo y negro. Uno de estos dibujos fue llamado por los especialistas como Motivo Central y está formado por 56 círculos de color rojo y negro.
Hasta ahora se desconoce que los recolectores–cazadores– pescadores tuviesen algún tipo específico de práctica religiosa, aunque a través de los documentos heredados por los conquistadores y por los diversos artefactos de piedra, concha y madera finamente elaborados, hallados en sus residuarios, se ha podido constatar que es posible que tuviesen algún ritual relacionado con los procesos naturales y sus actividades económicas. Mediante estos rituales creían influir sobre los fenómenos de la naturaleza con el fin de encontrarle explicación y protegerse de las enfermedades o las inclemencias del tiempo. También es evidente, según los hallazgos arqueológicos, que tenían rituales funerarios, pues enterraban a sus muertos en diferentes posiciones, fundamentalmente en posición fetal y con objetos personales alrededor de ellos. “Por ejemplo, se han encontrado junto a los esqueletos, gubias y vasijas de concha, puntas y cuchillos de sílex, morteros de piedra y otros artefactos. “(Guarch, 2014, p. 32) También señala este autor que los grupos más adelantados de esta cultura acompañaban a sus muertos con bolas y dagas líticas.
Los estudios arqueológicos realizados en diferentes cavernas de Cuba, demuestra que realizaban dos tipos de entierros, el primario y el secundario. El primario era cuando fallecían y se les practicaba un primer enterramiento, pero después se practicaba el secundario “Había ocasiones en que después de que el cadáver se convertía en esqueleto, eran extraídos los huesos largos y el cráneo, los coloreaban con ocre rojo o hematita y se volvían a enterrar.” (Guarch, 2014, p. 32)
Los más grandes enterramientos aborígenes se han encontrado en la provincia de Matanzas en Cueva Calero y en Cayo Salinas, donde se encontraron esqueletos de muchos niños.
Sobre las viviendas de este grupo, los arqueólogos han encontrado que vivían en cuevas, farallones y abrigos rocosos, cerca de las costas y de los ríos, asociando su lugar de vivienda a la actividad económica que realizaban. En la provincia de Camagüey se han encontrado restos de los postes con que sustentaban sus viviendas. Estos eran colocados en forma circular como base y después revestían la vivienda con pencas de guano. La mayoría de las veces construían una sola vivienda y todos descansaban en ellas, pues eran grupos reducidos y unidos por lazos familiares. Se desconoce si tuvieran algo para dormir, aunque es probable que lo hicieran con hojas secas. “Aparte de estas viviendas, es probable que fabricaran algunos cobertizos y varentierras en los que pudieron desarrollar algunas actividades, como la de cocinar o guardar instrumentos de trabajo.” (Guarch, 2014, p. 36)
Los agricultores-ceramistas constituyen el denominado segundo grupo y más adelantado de la comunidad aborigen en Cuba. Los arqueólogos creen que deben haber llegado aproximadamente en el siglo VII d. n. e. (año 700) con un posible origen Arauco, pues han aparecido residuarios que los ubican en áreas colindantes al curso inferior del Orinoco en Venezuela.
Aunque la mayor concentración se ha encontrado en las Lomas de Maniabón, Banes, en el norte de la provincia de Holguín, sus residuarios se encuentran por toda Cuba desde Baracoa hasta La Habana. Mantenían las mismas características del resto de las comunidades aborígenes suramericanas, tenían el pelo lacio y negro y la piel bronceada, pómulos salientes y nariz aguileña. Parte de sus prácticas culturales consistía en deformarse el cráneo desde los primeros meses de nacido. Esta práctica fue imprescindible para la diferenciación con los recolectores–cazadores–pescadores.
Este grupo de agricultores–ceramistas alcanzaron un mayor nivel de desarrollo dentro de la comunidad aborigen cubana, debido a que como su nombre lo indica practicaban la agricultura y la cerámica, aunque no abandonaron la recolección, la caza y la pesca. La caza era una de sus actividades principales, cazaban jutías, majás, iguanas y otros animales. Cazaban con azagayas, lanzas hechas de madera con la punta aguzada y endurecida al fuego. También usaban dardos arrojadizos. Se auxiliaban de perros, traídos por estas comunidades del continente suramericano. Estos detalles se ofrecen en los diarios de los conquistadores, así como las descripciones de trampas que utilizaban para cazar.
La recolección era realizada por las mujeres y sus hijos. Recolectaban frutas, materias primas que se utilizaban para la elaboración de utensilios y prendas, así como caracoles, moluscos y bayas utilizadas para la alimentación y para fabricar adornos. También crustáceos como cangrejos, jaibas, langostas y pequeños reptiles e insectos.
Para el desarrollo de la agricultura utilizaban la coa, un palo de punta afilada con el que abrían un hueco en la tierra anteriormente preparada en montones. Entre los cultivos más destacados se haya la yuca amarga (Manihot sculenta), con la que confeccionaban el cazabe. Este producto era fundamental en su dieta alimenticia y era preparado por las mujeres. Para ello utilizaban una concha marina llamada caguaras.
Además de la yuca, sembraban la malanga blanca, ají, boniato, maní y maíz. Cosechaban el tabaco que era utilizado para fumar con las hojas hechas rollos, y también para los ritos religiosos. Según las descripciones de los cronistas a los aborígenes les encantaba fumar. Esta práctica llamó la atención del Almirante Cristóbal Colón y la describió en su diario. La agricultura fue su actividad fundamental, aunque también practicaban el intercambio entre poblados, dando especial interés a los objetos religiosos, a utensilios y técnicas.
No todos los agricultores-ceramistas tenían el mismo nivel de desarrollo, esto se ha podido deducir a partir del acabado de los objetos y de las cerámicas, la decoración y factura y por el mayor o menor grado de las actividades agrícolas, así como por la intensificación de las actividades religiosas.
El otro aspecto que distingue a este grupo fue la alfarería, que ya era conocida por otros grupos humanos, pero los agricultores ceramistas alcanzaron un alto nivel técnico y estético.
Se han encontrado vasijas de barro con gran variedad de adornos que constituyen verdaderas obras de arte. La alfarería no solo se limitó a la fabricación de ollas también se confeccionaban ídolos y adornos personales, como por ejemplo cuentas de collares.” (Guarch, 2014, p. 55).
Las vasijas eran adornadas con cenefas dibujadas mediante incisiones y también se adornaban con círculos y otras figuras. Este grupo confeccionaba sus viviendas fuertes y duraderas porque permanecían en el mismo lugar. La vivienda más común era el caney, con un diámetro entre 10 m. y 12 m. con similar altura. Dentro de los caneyes ponían sus hamacas y otros utensilios, así como sus ídolos. Los caneyes conformaban poblados, se construían en pequeñas elevaciones para poder mirar el entorno. Aunque la mayoría de estas aldeas estaba integrada por alrededor de veinte caneyes, Colón describió en su diario que había visto poblaciones de cincuenta casas.
Los agricultores-ceramistas eran sedentarios y tenían su vida organizada lo cual les permitía vivir en comunidad y obtener de la naturaleza lo que necesitaban para subsistir. Las divisiones que existían eran por el trabajo. La división era bastante simple, se basaba en el sexo y la edad. Los hombres se dedicaban a la caza, la pesca, la construcción de casas, fabricación de útiles de trabajo. Las mujeres eran las encargadas de cuidar a los niños, confeccionar la cerámica y mantener la producción agrícola. Distinguían al cacique, al behíque, que era el jefe, el curandero y hechicero de la tribu.
Los conquistadores señalan, en cuanto al vestuario que andaban desnudos y que solo las mujeres usaban una especie de delantal de algodón al que llamaban naguas. Los hombres usaban taparrabos, para las fiestas y ceremonias religiosas, pintaban su cuerpo con rayas y círculos, utilizaban también pendientes y collares confeccionados en piedra, huesos y conchas de varios colores. Los conquistadores mencionan también las plumas de aves entre sus adornos.
El areito, es su práctica cultural más conocida y ha trascendido su historia hasta nuestros días a partir de las varias descripciones que realizaron los conquistadores. Era una ceremonia religiosa de carácter colectivo. Se realizaba en presencia del cacique y el behíque o sacerdote, antes debían purificarse provocándose el vómito con una espátula vómica, que era una costilla de manatí, tallada artísticamente en uno de sus extremos. Se utilizaban también bastones de mando y grandes ídolos antropomorfos de madera o barro, llamados cemíes, los cuales también eran tenidos como ídolos familiares en las casas, pero más pequeños.
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su obra Historia General de las Indias describe los areitos:
Y en esta isla á lo que he podido entender, solo sus cantares, que ellos llaman areytos, es su libro o memorial que de gente en gente queda de los padres á los hijos, y de los presentes a los venideros (...) Tenían esta gentes una forma buena e gentil manera de memorar las cosas pasadas e antiguas; y esto era en sus cantares é bailes, que ellos llaman areyto, que es los mismo que nosotros llamamos baylar cantando (...) El qual areyto hacían desta mane-ra: quando querían a ver placer, celebrando entre ellos alguna noble fiesta, o sin ella por su pasatiempo, juntábanse muchos indios e indias (algunas veces los hombres solamente, y otras veces las mujeres por sí). (Fernández de Oviedo, 1991, p. 125).
Sobre los areitos existen diversas interpretaciones, a partir de lo relatado por los cronistas. Se refieren a que parecían cantos de cuna, que se referían a relatos de tradiciones, la historia de sus cemíes, así como la sucesión de sus caciques, son los temas más mencionados.
Estas comunidades practicaban también el rito de la cahoba, donde el behique una vez purificado tomaba un objeto de madera hueco en forma de Y con el cual inhalaba polvo de diferentes plantas alucinógenas hasta embriagarse, en ese estado iniciaba una supuesta conversación con los dioses o cemíes acerca de los buenos o malos acontecimientos que los acechaban, casi siempre relacionados con las enfermedades y las cosechas.
En lo que a manifestaciones del arte rupestre se refiere se han encontrado pictografías en la cueva del Cerro de Tuabaquey, en la provincia de Camagüey, con trazos rectos que forman rombos y triángulos. Ejemplo de decoraciones también son las realizadas en las cerámicas y en general el tallado en piedra, hueso, concha y madera.
Como se puede apreciar el grupo de agricultores-ceramistas tuvo un nivel de desarrollo muy superior a los recolectores-cazadores-pescadores. La reconstrucción de su historia ha sido posible gracias al esmerado cotejo de las fuentes escritas por la mano de los conquistadores y los hallazgos arqueológicos. Este grupo fue el que encontró Cristóbal Colón a su llegada a nuestras tierras.
IV. Intereses antagónicos: rebeldía aborigen y cimarrones y palenques
El proceso de conquista y colonización en Cuba no fue diferente al ocurrido en el resto de América. Los españoles sedientos de riquezas, empeñados en encontrar oro en nuestros arroyos, ríos y lagunas, sometieron a los aborígenes a los más despiadados maltratos. Famosa se hizo en la historia de Cuba la matanza de Caonao protagonizada por los hombres de Pánfilo Narváez que habían sido encargados de realizar un bosquejo por el centro de la Isla, para “conquistar” el nuevo territorio. Es conocido a través de la obra Historia de las Indias de Bartolomé de Las Casas, que uno de los hombres de Pánfilo sacó su espada y atravesó a un nativo, a partir de lo cual los demás hicieron los mismo, convirtiéndose el lugar en un río de sangre. También describe en La Historia de las Indias, que la población los había recibido de forma pacífica y los había agasajado con plumas y piedras de colores.
Una vez culminado el asesinato en masas pregunta al padre el benemérito asesino Pánfilo Narváez: ¿Qué parece a vuestra merced destos españoles que han hecho? Y el clérigo respondió: Viendo ante sí tantos hechos pedazos, de caso tan cruel muy turbado: que os ofrezco a vos y a ellos el diablo. Más adelante define a Narváez como máximo responsable de lo ocurrido; y escribe: Estaba al descuidado Narváez siempre viendo hacer la matanza, sin decir, ni hacer, ni moverse más que si fuera un mármol, porque si él quisiera estando a caballo, y una lanza en las manos, como estaba, pudiera estorbar los españoles que diez personas no mataran”. ( Jiménez, 2014, p. 205).
En muy poco tiempo la población aborigen fue diezmada, por los maltratos, por los suicidios en maza, por las enfermedades traídas por los conquistadores, hasta entonces desconocidas por ellos y para las cuales no tenían anticuerpos. Se vieron obligadas a caminar largas jornadas, en la búsqueda de oro, tuvieron que abandonar los lugares donde vivían. Se vieron privados de su vida placentera, de sus costumbres, de sus familias, con lo cual perdieron todo interés por la vida. Este sometimiento fue justificado por España a través de las encomiendas, que no fue más que una esclavitud encubierta en que los aborígenes debían trabajar para los encomenderos a cambio de que estos les enseñaran las sagradas escrituras y con ello la justificación de la apropiación de sus territorios y recursos naturales.
El padre Bartolomé de las Casas, también fue beneficiado con la entrega de una encomienda, pero renunció a ella cuando vio los inhumanos castigos a que eran sometidos y se dedicó a hacer gestiones a España para que todo aquello terminara, por lo que fue denominado el Protector Universal de los Indios, pero su labor fue muy difícil porque era diferente en intereses a todos los que se beneficiaban con la explotación. Aunque en 1542 logró que se terminaran legalmente las encomiendas, no fue hasta 1553, que se aplicó la medida; solo que para ese entonces ya quedaban en Cuba 100 000 aborígenes, de los 300 000 que se estima existían a la llegada de los conquistadores.[2]
A pesar de lo anterior, muchos aborígenes cubanos ofrecieron resistencia y se revelaron ante la opresión despiadada. El suicidio en masas, era una de las más comunes, poblaciones completas, se quitaban las vidas en acto de rebeldía. También hubo sublevaciones como las de Hatuey y Guamá.
Hatuey es conocido como el primer mártir cubano. Había venido de La Española y se refugió en la espesura de las montañas de Baracoa en la región oriental del país. Instaba a los aborígenes cubanos a que tiraran al agua el oro que encontraran, porque, si los españoles no encontraban oro, no ocurría entonces en Cuba lo que ocurrió en su tierra. A pesar de que pudo reunir 300 hombres en su lucha contra los españoles, esta se desarrolló de manera muy desigual, pues los españoles portaban armas de fuego, tenían caballos y perros rastreadores que los encontraban en cualquier lugar que estuvieran. Los aborígenes solo contaban con un extraordinario valor y con palos, piedras y hachas, por ello su táctica era el ataque sorpresivo en las noches. La resistencia de Hatuey fue vencida, fueron capturados y Hatuey condenado a la hoguera, como aún se hacía en España por la Santa Inquisición. Se ha contado por una generación a otra de cubanos, que antes de ser quemado vivo, se le llevó a un sacerdote para que lo evangelizara y de esta forma pudiese ir al cielo y preguntó si en el cielo estaban los españoles y ante la afirmación respondió que no iría al cielo porque no quería encontrarse con los españoles.
La sublevación de Hatuey no fue la única. En el siglo XVI se desarrollarían otras sublevaciones, que por las noches hostigaban en poblaciones españolas atacándolos y llevándose reses y productos agrícolas. Ya desde el año 1513, se tienen noticias de sublevaciones de caciques en Camagüey y “el 1ro de agosto de 1515 el rey de España recibe una carta de Diego Velázquez afirmando su mandato para que fueran castigados ciertos caciques e indios que habían matado a varios españoles y que con tal propósito debían ser llevados a La Española” (Ibarra, 1979, p. 121) Estas sublevaciones se mantuvieron y el período de 1520 hasta 1540 se considera como el período de mayor cantidad de sublevaciones.
Varios informes llegaban a España desde Puerto Príncipe, Bayamo, Santiago de Cuba y Baracoa informando sobre colonizadores muertos a manos de los aborígenes. Esto se tuvo en cuenta por la Corona española quien dictó una Real Orden, donde legalizaba matar a los sublevados:
(...) como contra vasallos nuestros que están alzados y rebelados, para que cuelesquier persona los puedan matar y prender e hacer todo el daño que pudieran... e mando e doy (...) facultad para que todos los indios que en dicha guerra y durante su rebelión fuesen presos (...) los hayan y tengan por esclavos las personas que los tomaren o se sirvan de ellos como esclavos propios (...) (Guerra, 1938, p.62).
Esta orden no terminó con la rebeldía aborigen, en las montañas de Baracoa, hubo otra gran sublevación, esta vez dirigida por el cacique Guamá. Cada vez fueron más los aborígenes que buscaron unirse a Guamá quien estuvo sublevado alrededor de once años. Los caminos se hicieron inseguros para los españoles planteaban que para derrotar a Guamá era necesario dos cuadrillas con veinte hombres cada una. Solo así lograron sorprenderlo y asaltarlo en una lucha dura y desigual.
La vida de Guamá y la rebelión que dirigió ha sido motivo de leyendas e historias asociadas a nuestra cultura popular. La oralidad ha recogido que la esposa de Guamá se llamaba Casiguaya y una vez apresado el Cacique ella continuó en rebelión hasta que también fue hecha prisionera por los conquistadores. Se dice que antes de ser morir, en manos de los españoles, pidió que la dejasen abrazar a su hija y apretándola contra su cuerpo la asfixió en un acto de heroísmo. Esta historia fue motivo para que el poeta cubano Jesús Orta Ruíz se inspirara y recreara la leyenda en un conjunto de décimas. La última estrofa dice:
Lanzó la cruz con bravura, de pantera estremecida y la cruz hizo una herida, sobre la frente del cura. Luego, heroicamente pura, matadme, dijo a la hispana, turba que manchó de grana la esmeralda de su Antilla, y de tan brava semilla viene la mujer cubana. (Orta, 2014, p. 212).
Muchos investigadores cubanos han tratado el tema relacionado al componente aborigen, desde la perspectiva del exterminio total. Criterio que ha sido corregido por estudios recientes con un alto basamento científico desde la arqueología, la genética y la estadística desde análisis históricos. Es cierto que la gran mayoría de nuestra población autóctona, pereció víctima de la masacre y el exterminio, pero otra parte supervivió y se mezcló genéticamente con los demás componentes étnicos, fundamentalmente con los africanos.
Los primeros africanos que se rebelaron contra la esclavitud pelearon unidos a los aborígenes y fueron los cimarrones que en las décadas (1524-1544) mantuvieron la resistencia contra los conquistadores, el legado de lucha indígena fue ejemplo para los negros cimarrones que se refugiaron y apalencaron en los montes desde oriente hasta occidente. (Guanche, 1996, p.78).
La entrada del componente africano al etnos cubano, marcó los primeros cruzamientos significativos, genética y culturalmente. Una gran parte de los aborígenes que sobrevivió lo hizo a través de la práctica del cimarronaje en los palenques. Cimarrón era todo el que lograba huir y una vez asentado en las montañas y lugares seguros se unía a otros en igual condición y se formaba el palenque, primera forma de sociedad interétnica que se conoce en la historia de la cultura cubana. Esta forma de resistencia, ha sido caracterizada en sus tres formas: el cimarronaje simple, el apalencamiento y el cimarronaje en cuadrillas.
Según el autor Gabino La Rosa Corso
El cimarronaje simple consistía en la fuga de esclavos, individualmente o en grupos reducidos, de la hacienda o propiedad en donde eran explotados, para andar errantes por los campos; el apalancamiento, entendido por la agrupación de los esclavos fugitivos o alzados que se reunían para hacerse fuertes, escogiendo parajes montañosos y de difícil acceso, allí construían sus palenques y rancherías, (...)y como tercera categoría el cimarronaje en cuadrillas, efectuada por cimarrones armados que se movían continuamente en zonas apartadas habitando ocasionalmente en ranchos, solapas o cuevas, viviendo de la caza, pesca, captura de animales, el trueque y en lo fundamental el robo. (La Rosa Corso, 2002, p. 85).
Atendiendo a lo anterior, el cimarronaje fue la forma que encontraron los aborígenes primero y luego los africanos, para alcanzar la libertad. Por ello se asentaron, se apalencaron y se defendieron como pudieron. Hubo lugares en Cuba a donde nunca pudieron llegar los españoles. Un ejemplo de ello son las montañas que custodian las minas de cobre en Santiago de Cuba, convirtiéndose el palenque allí erigido en el primer lugar de América libre de esclavitud. A decir del eminente musicólogo Argeliers León:
La primera rebeldía contra el imperio español en América y las que se sucedieron contra los otros dominios que le siguieron, marcarían el punto de partida más lejano de la identidad, es decir, desde el instante en que se distinguen intereses opuestos entre los hombres de esta parte del mundo y las metrópolis europeas. Las rebeliones tempranas pudieron apuntar hacia una futura conciencia de identificación. (León, 2001, p.198).
A partir del planteamiento anterior se hace evidente, que desde el siglo XVI se muestra un antagonismo de intereses entre las clases esclavizadas, en un primer momento la aborigen y después los africanos y los españoles. Este antagonismo demostró que tanto los aborígenes como los africanos estaban dispuestos a luchar por su cultura y “fomentaron las bases para el mantenimiento y supervivencia de los elementos culturales identificatorios de ambas etnias. “(Pereira, 2014, p. 238) Así, defendieron su cultura, su religión, sus prácticas sociales y culturales. Convivieron juntos en palenques aborígenes y africanos, mezclando creencias, pensamientos y modos de vida que, de otra forma, hubiesen desaparecido. En esa oposición al español dominante lograron preservar su cultura, la transculturaron, aportando sus legados en ese proceso, a la que sería la cultura cubana.
V. Legado de la cultura aborigen a la cultura cubana
A pesar del sometimiento, justificado en nombre de la Iglesia Católica, “salvar al buen salvaje”, es erróneo afirmar que la población que recibió a los conquistadores no se defendió o que actuó pacíficamente. Es probable, según los Archivos de las Indias, que los primeros encuentros fueran pacíficos, pero luego, los mismos archivos describen encuentros donde los aborígenes cubanos se defendían, volcaban canoas, se rebelaban, en fin, una lucha, donde como es lógico venció el que más poder tenía y ese vencedor fue el que contó la historia. De hecho, si la hubiesen escrito los aborígenes hubiese tenido el verdadero matiz.
Desde el momento en que se cruzaron por primera vez las aborígenes cubanas con los españoles, por medio de la violación o por voluntad, ya se comienza la historia de nuestros cruzamientos culturales y genéticos. Posteriormente con la entrada de los africanos y los intentos de estos por alcanzar la libertad refugiados en los palenques, convertidos en cimarrones, compartieron prácticas y modos de vida con los aborígenes también sublevados.
Durante años la historiografía cubana cometió el error de subvalorar este aporte, incluso en los libros de Historia de Cuba se manejaba el término del exterminio total, lo cual está demostrado que constituye una aseveración errónea. Existen pueblos en el Oriente del país, con una alta carga e información genética de nuestros primeros pobladores. Esto se debe a que una vez terminado el sistema de encomiendas en 1553 y amparados por las llamadas Leyes Nuevas en Cuba, por Disposición Real de 21 de marzo de 1551, se reconcentraron en poblados donde se les daba tierras y otros medios. Se fundaron varios de estos pueblos en la Isla de Cuba, los más conocidos fueron Guanabacoa, Ovejas, Tarraco, El Caney, Baracoa, entre otros.[3]
El pueblo de Bayamo, en el Oriente del país, también fue fundado por nuestros primeros pobladores. Así lo refiere la autora Lilian Padrón Reyes:
Según refiere la historiadora Hortensia Pichardo, Velázquez en una de sus cartas fechada en abril de 1514 relata que parte de Baracoa en octubre de 1513 y como fin de la expedición llega a las proximidades del poblado de Bayamo, donde encontró una numerosa población indígena, sirviéndole de marco propicio para la fundación de un pueblo. Materializándose en la fundación de la villa de San Salvador a fines de 1513 en el poblado de Yara, donde se trasladaba a fines de 1514, a la margen del río Bayamo, tomando el nombre de San Salvador de Bayamo. (Padrón, 2014, p. 266-267).
En la actual provincia de Santiago de Cuba, también se fundó un “pueblo de indios” . Las Crónicas de Santiago de Cuba, del autor Emilio Bacardí, recogen lo siguiente:
(...) por varias razones de congruencia les destinaron los españoles el paraje donde hoy se halla el pueblo, formándose allí un burgo o villaje, donde asistiendo solo los de la estirpe mantuviesen sus labranzas y tal cual crianza capaz de subsidiarles el diario sustento, alcanzando su extensión a más de veinte leguas de largo y diez de ancho. (Bacardí, 1909, p. 7-11).
Como se puede apreciar, una vez terminado el sistema de encomiendas, se fundaron pueblos con los dispersos aborígenes que quedaban en esos lugares. Debe tenerse en cuenta que una parte de la población indígena, que no fue diezmada se encontraba en los palenques, por tanto, esos últimos remanentes transculturaron junto a otros grupos humanos para conformar la nación cubana.
Muchos autores se han detenido en los aportes culturales del componente aborigen a la nación cubana. Entre ellos se encuentran José Ricardo Caballero, con la obra A lo cubano, publicada en el año 2014, donde realiza una panorámica general de los diferentes componentes. En el caso del aborigen se detiene en sus actividades económicas y sus prácticas culturales, partiendo de un estudio detallado de la documentación al respecto.
Otro autor significativo es el lingüista Sergio Valdés Bernal, que entre sus disímiles estudios se encuentra la obra Lengua Nacional e Identidad Cultural del Cubano, publicado en 2006, donde ofrece información sobre los diferentes componentes etnolingüísticos que se dieron cita en nuestro suelo y formaron la nación cubana.
Refiere Valdés Bernal:
El español aprendió del indio a reconocer los productos de la naturaleza que eran de utilidad para alimentarse, curar y prever enfermedades, para construir chozas y su rudimentario mobiliario. De esa forma aprendió los nombres de las frutas, árboles y animales, así como los nombres de los ríos, montañas, asentamientos poblacionales y fenómenos naturales, etc. (...) El hecho de que digamos guayaba, hicaco, cacique, huracán, sabana, cayo, bohío, hamaca y cientos de voces más de origen Arauco insular, no es por gusto, pues es la huella en nuestra lengua nacional de la fusión de lo indoantillano con lo hispánico. (Valdés, 2006, p. 52).
En su profundo estudio por desentrañar los aportes lingüísticos de nuestros primeros pobladores al español hablado en Cuba, más adelante expresa:
(...) las palabras indoantillanas poseen ese matiz representativo de lo más autóctonamente cubano, por lo que se utilizan para denominar productos o empresas, como Hatuey (marca de cerveza y helados), Cubanacán (empresa turística y reparto residencial), Cohiba (marca de tabaco torcido), Colibrí (semanario infantil), Zunzún (marca de jugos de fruta enlatados y nombre de un semanario infantil), Guamá (centro turístico entre otros muchos ejemplos. (Valdés, 2006, p. 54).
En otro estudio del propio autor, titulado Aporte hablado al español actualmente hablado en Cuba, el autor recoge la cantidad de términos que forman parte del habla actual del cubano. Señala que en el habla cubana existen 180 arauquismos insulares relacionados con la flora, “ácana, ají, bejuco, bija, caguaso, caimito, entro otros.” (Valdés, 2014, p. 339) Relacionado con la fauna menciona: biajaca, caguama, iguana, manjuarí, tiburón, tocororo y yaguasa. Sobre la cultura material, objetos, herramientas, utensilios, señala: bajareque, barbacoa, burén, casabe, guayo, hamaca, jaba y maruga. Nombres de lugares relacionados con el entorno: cayo, huracán, manigua, sabana, entre otros. (Ver Valdés Bernal, 2014, pp. 339 -340). Así por el estilo, Sergio Valdés Bernal, señala los remanentes vinculados a la cultura espiritual: jigüe, que es un ser mitológico, que la oralidad transmite que crece en las aguas profundas y sale de noche, cemí, que eran sus dioses y que es una denominación que aparece en repetidas ocasiones en los diarios de los conquistadores y areíto, que era una práctica de canto y baile a un mismo tiempo, con peculiaridades específicas, también descrita en los diarios de los conquistadores. Muchos más ejemplos conforman el legado araucano al español que hablamos actualmente en Cuba, herencia recibida de nuestros primeros pobladores que aun nombran muchos de nuestros pueblos y el mayor ejemplo es el nombre de nuestro país, que, aunque se insistió, por parte de nuestros conquistadores en llamarla de otra forma, conservó su nombre original, para orgullo de los que vivimos en ella.
Otro de los autores que ha dedicado sus estudios deslindar los aportes del etnos aborigen a la cultura cubana, ha sido el etnólogo Jesús Guanche. Entre sus obras más significativas se encuentra Componentes Étnicos de la Nación Cubana (2011) donde realiza una valoración de la herencia cultural aborigen a la nación cubana. Otro de sus textos es Legado aborigen a la cultura cubana (2014), quien centra sus estudios en varios indicadores para valorar la permanencia cultural como el lenguaje, la vivienda, los instrumentos de trabajo, las costumbres, el ajuar doméstico, la alimentación y las artes de pesca.
Refiriéndose al lenguaje, se basa en los resultados etnolingüísticos alcanzados por el mencionado autor Sergio Valdés Bernal, centrándose en cifras finales para cada uno de los indicadores señalados. “La obra de Sergio Valdés Bernal logra clasificar 180 arauquismos relativos a la flora, 103 a la fauna, 46 a la cultura material, 3 relacionados con la cultura espiritual, 19 vinculados con las denominaciones del entorno, 4 propios de la organización social y otros 20 que incluye como misceláneas, es decir 371 vocablos que forman parte del legado lingüístico aborigen.” (Guanche, 2014, p. 324)
Sobre la vivienda se refiere Guanche al bohío, construcción realizada fundamentalmente por los agricultores-ceramistas. Esta construcción fue bien descrita en los diarios de los conquistadores y aún persiste en el campo cubano, aunque con varias modificaciones, pero conservando sus características originales.
Entre los instrumentos de trabajo persisten en el campo cubano el jan y la coa. El jan es una estaca de madera dura como de 6 cm de diámetro y 1, 50 de largo, con punta no muy aguda. Se utiliza para abrir huecos en la tierra. La coa, es un palo de madera dura, aguzado en uno de sus extremos y se utilizaba por parte de los aborígenes para abrir huecos en la tierra y sembrar las semillas. En la actualidad tiene diferentes usos.
En cuanto al indicador referido a costumbres, Guanche se detiene en el uso del tabaco. Ya desde la llegada de los conquistadores a tierras cubanas, nuestros aborígenes fumaban. Esta práctica se ha enraizado de manera medular en la cultura cubana y no solo se utiliza como hábito, sino que se emplea en las prácticas religiosas, principalmente en las de origen africano.
En cuanto al ajuar doméstico señala Guanche la persistencia de las hamacas, localizadas por Pichardo como:
Cama colgante a estilo de cuerda floja, cuya pieza principal para sentarse o acostarse es un cuadrilongo de lienzo fuerte (...) al tamaño sobrante de una persona, recogidas las extremidades con muchos ojales o gazas para atar (...) (Guanche, 2014, p. 327).
Entre otros ejemplos del ajuar se refiere a la jaba (especie de saco tejido de guano para guardar o transportar cualquier cosa). También heredamos el guayo, instrumento de cocina que se utiliza para rayar, viandas principalmente.
Sobre la alimentación son muy variados los ejemplos como el consumo de viandas como plátano, yuca, malangas, especies como el ají y la realización del ajiaco, plato típico de nuestra cocina. En lo referido al arte de pesca, aún persiste en la cultura cubana el uso de la red, especie de paño tejido con huecos que pueden ser de diferentes tamaños. La red se usa para atrapar los peces. El uso de corrales para peces, también descrito en los Archivos de Indias.
Como se ha podido comprobar a través de la revisión de fuentes históricas y de un intento profundo por desentrañar las raíces del ser cubano, el aporte del componente aborigen a la cultura es innegable. El primer legado cultural, a nuestro juicio, se basa en la rebeldía del cubano, de no aceptar bajo ningún concepto la pérdida de su libertad. Desde los primeros enfrentamientos de los aborígenes cubanos con el conquistador hispano, la historia de la nación cubana se ha compuesto por la defensa extrema de la soberanía nacional.
Gracias a que muchos aborígenes se convirtieron en cimarrones y se fueron a los palenques y otros pocos sobrevivieron y se pudieron fundar los llamados “pueblos de indios” el aporte cultural a nuestra historia, a nuestras prácticas culturales, se hizo innegable. Para suerte de los cubanos, los planes de estudio de nuestros niveles de enseñanza se basan en resaltar los valores de la historia de la nación y las instituciones culturales están encaminadas a resguardar y proteger las prácticas heredadas de pasados modos de vida.
En cuanto a lo que el componente aborigen se refiere, en Cuba aún se realizan múltiples estudios. Los resultados de los hallazgos arqueológicos se muestran en los museos locales de cada territorio y pasan a formar parte del arsenal de ejemplos que componen la historia de la cultura cubana. Destacando que, a pesar de la eliminación física de casi toda la población, esto no trajo consigo, que también se eliminara la herencia cultural. Es significativo el hecho de que mientras en varios países de América las culturas procedentes de los portadores nativos se ven amenazadas por la globalización neoliberal y en peligro de desaparecer, los programas culturales y las estrategias alrededor de los reservorios culturales continúen siendo en Cuba, ejemplo para los pueblos americanos.
Referencias
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Notas
Notas de autor