Artículos

La cultura y el pensamiento cubanos de la primera década del siglo xx

Cuban culture and thought in the first deca- de of the 20th century

Cultura e pensamento cubano na primeira década do século XX

Zandra Rodríguez Carvajal *
Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez, Cuba
Yaney Rodríguez Muñoz **
Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez, Cuba
Hanoi Guillot Pérez ***
Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez, Cuba
Alexander Lugones ****
Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez, Cuba

QVADRATA. Estudios sobre Educación, Artes y Humanidades

Universidad Autónoma de Chihuahua, México

ISSN-e: 2683-2143

Periodicidad: Semestral

vol. 2, núm. 3, 2020

qvadrata@uach.mx

Recepción: 12 Noviembre 2019

Revisado: 07 Diciembre 2019

Aprobación: 03 Febrero 2020

Publicación: 21 Junio 2020



DOI: https://doi.org/10.54167/qvadrata.v2i3.772

Resumen: La República Neocolonial es inmensa en acontecimientos y transformaciones sociales. Estudiarla desde cualquier ámbito implica tener una visión holística del panorama cubano de ese momento, pues en él confluyen no sólo fenómenos económicos político y sociales, sino también de tipo ideológico, producto de la influencia exterior de corrientes de pensamiento. Partiendo de estos presupuestos el trabajo que se presenta a continuación está dirigido hacia el análisis del fenómeno cultural, como catalizador de un pensamiento autóctono y renovador que permita explicar el proceso de conformación del pensamiento cubano en los primeros diez años de República Neocolonial; sin dejar de relacionar el contexto histórico determinante en la evolución del mismo. Desde esta óptica y tomando como referentes a la nueva intelectualidad cubana se ha realizado esta investigación. Para ello se contó con valiosas fuentes bibliográficas utilizadas indistintamente, según el nivel de intencionalidad y de análisis de cada una de ellas.

Palabras clave: Corrientes de pensamiento, Cultura, Intelectuales, República Neocolonial, Mentalidades colectivas.

Resumo: A República Neocolonial é imensa em eventos e transformações sociais. Estudálo de qualquer campo implica ter uma visão holística do panorama cubano da época, já que nele convergem não só os fenômenos econômicos, políticos e sociais, mas também ideológicos, decorrentes da influência externa das correntes de pensamento. Partindo desses pressupostos, o trabalho a seguir apresentado dirigese à análise do fenômeno cultural, como catalisador de um pensamento autóctone e renovador que permite explicar o processo de formação do pensamento cubano nos primeiros dez anos da República Neocolonial; sem deixar de relacionar o contexto histórico determinante na sua evolução. Desse ponto de vista e tomando como referência a nova intelectualidade cubana, esta pesquisa foi realizada. Para isso, contamos com valiosas fontes bibliográficas utilizadas indistintamente, de acordo com o nível de intenção e análise de cada uma delas.

Palavras-chave: Correntes de pensamento, cultura, intelectuais, república neocolonial, mentalidades coletivas.

Abstract: The Neocolonial Republic is immense in events and social transformations. Studying it from any field implies having a holistic vision of the Cuban view of that moment, since in it not only economic, political and social phenomenom converge, but also of ideological type, product of the external influence of currents of thought. Based on these assumptions, the work presented below is directed towards the analysis of the cultural phenomenon, as a catalyst for indigenous and renovating thought to explain the process of shaping Cuban thought in the first ten years of the Neocolonial Republic; without ceasing to relate the determining historical context in its evolution. From this point of view and taking as references the new Cuban intellectual, this research has been carried out. For this, there were valuable bibliographic sources used indistinctly, according to the level of intentionality and analysis of each one of them.

Keywords: Currents of thought, Culture, Intellectuals, Neocolonial Republic, Collective Mentalities.

Introducción[1]

El estudio del panorama cultural cubano de la República inaugurada en 1902 y sus posteriores diez años, sin caer en una historia de la literatura, ni en una suerte de epítome de las manifestaciones artísticas de dicha época, contribuye a comprender de una manera diáfana cómo la cultura es la expresión más acabada de la formación y conformación del pensamiento cubano.

Tómese en cuenta que los primeros indicios de madurez intelectual se comienzan a manifestar desde este ámbito, a través de los discursos montados para pensar la nación en esta etapa objeto de análisis.

El advenimiento de una República “no soñada ni pensada” como lo había previsto la nómina de hombres que lucharon por concretarla, tal como lo había pensado Martí, condujo a que se desencadenara un clima de desconcierto e incertidumbre desde el propio año 1898. Pensando en lo que sobrevendría en los próximos años de República Neocolonial, manifestado en los muy tempranos criterios sobre la propia intervención norteamericana y los verdaderos intereses y propósitos de estos para con Cuba.

En medio de esta atmósfera y de las primeras manifestaciones contrarias a los gobiernos de ocupación, hubo un grupo de intelectuales como Enrique José Varona, Raimundo Cabrera, Emilio Bobadilla, Carlos Loveira, Miguel de Carrión, Luis Felipe Rodríguez que socializaron sus ideas en periódicos y revistas tales como Patria, La Lucha, Bimestre Cubano.

Estos pensadores hicieron de sus discursos una verdadera arma en contra del neocolonialismo norteamericano y en pos del fortalecimiento del pensamiento cubano de la época, expresión de los nacionalismos en los que van a confluir con las más importantes corrientes de pensamiento: el marxismo y el liberalismo desde todas sus dimensiones.

El tema ha sido objeto de atención por los más diversos investigadores y varias han sido sus producciones historiográficas, que desde una visión holística han trabajado el elemento cultural, de este período, como factor catalizador del pensamiento cubano. Estos son los casos de: La República de Cuba a través de sus escritores (Pogolotti); obra editada en homenaje al primer centenario de la República en donde se lleva a cabo un serio análisis sobre las obras de los más connotados intelectuales en relación con la realidad de la época. En La Neocolonia: organización y crisis desde 1899 hasta 1940 (Cantón Navarro, José et al) se dedica un capítulo al tema en cuestión, aunque sin hacer un análisis muy detallado, tomando en cuenta la intencionalidad de síntesis y de sistematización de esta obra.

También en Historia de la Literatura Cubana. Tomo II: la literatura en Cuba entre 1899 y 1958. La República (Portuondo (Dir.) 2003), enjundiosa publicación, cuya mayor fortaleza la constituye la profundidad con la que se aborda la obra de los escritores de la primera década de la República, en su capítulo i.

Por último, aunque de muy reciente publicación tenemos lo que para muchos constituye un bestseller en las Ciencias sociales en Cuba, “Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902” (Iglesias), obra cuya significación radica en tratar un período tan crítico teniendo en cuenta el tránsito entre dos épocas y la forma en que este repercutió en el sentimiento popular como en el nacimiento del estado nacional, mediante las manifestaciones más auténticas de una cultura emergente.

Con este trabajo se pretende hacer un balance de la cultura en la primera década del siglo XX y su contribución a la formación del pensamiento cubano, teniendo como objetivo: explicar el proceso de conformación del pensamiento cubano en la etapa.

Con este propósito y con el fin de darle cumplimiento a este objetivo se cuenta además con otras obras tales como Enrique José Varona. Política y sociedad (Meza y Rodríguez Comp.); así como la novela Generales y Doctores (Loveira) y el libro titulado Clásicos del periodismo cubano (Núñez).

Desarrollo

Una fecha a tener en cuenta para analizar la primera década del siglo XX en Cuba es el año 1898, debido a cómo fue la recepción por parte del pensamiento cubano de la etapa y por la repercusión que llegó a alcanzar en las mentalidades colectivas de la corta, mediana y larga duración. Téngase en cuenta que este año no sólo significó el final de una contienda, sino que además marcó el comienzo de una nueva etapa en la historia nacional.

Con la inauguración de la República, cercenada por el apéndice constitucional de la Enmienda Platt y posteriormente el Tratado de Reciprocidad Comercial, denominada por Rubén Martínez Villena en su ensayo Cuba un cuarto de siglo como: “un feto no viable” (Villena), fue motivo de los más profundos desencuentros y dudas infundadas. Contándose entre sus críticos y detractores con la nómina de hombres que tomaron parte en la Guerra del 95 y con los intelectuales y figuras de distintos estratos sociales que, imbuidos además en los nuevos aires de modernidad y de democracia que se respiraban, imitadores del modo de vida occidental, marcarían un hito en cuanto a la asimilación o no de una nueva cultura responsable de la madurez del pensamiento cubano.

En este contexto atrapados entre dos aguas, deseando ser modernos y democráticos por un lado —que era casi un sinónimo de imitar a los norteamericanos— y por otro preservar la identidad propia, en íntima relación con una tradición cultural y una lengua: el español; los cubanos se debaten en un conflicto con respecto a la relación de “rechazo–reconocimiento”, por una parte con la ya arraigada herencia cultural dejada por nuestra ex metrópoli y por la otra con la poderosa cultura norteamericana.

Fueron momentos de tensión y angustia, pero que tuvieron sus frutos, pues ello marcará la construcción de una cultura nacional republicana en los posteriores años.

Con el nacimiento de la República Neocolonial la alianza cubano-americana comienza a degradarse, aunque desde el propio desenlace de la contienda bélica, donde los norteamericanos dejaron de encarnar de manera casi perfecta los cánones de modernidad y progreso que se querían para la Isla ya se estaba dando este proceso. Llegando a convertirse en una presencia incómoda que trataba de imponer una cultura y una lengua nueva.

No obstante esta agresión cultural no pasó inadvertida y tempranamente será denunciada en la época por los medios de prensa nacionalistas. Ejemplo de ello fue la protesta que llevaría a cabo Sergio Cuevas Zequeira, catedrático de la Universidad y además orador del Partido Nacional expresando lo siguiente: “La aplicación inconsulta de los métodos y procedimientos americanos en nuestra enseñanza, el aprendizaje de la lengua inglesa en nuestras escuelas y la aplicación de textos oficiales editados precisamente en los Estados Unidos (...), son los síntomas de un mal, del que solo tarde y cuando no haya remedio posible se darán cuenta los miopes y los indiferentes...” (Iglesias 147).

Existen otros ejemplos, que manifiestan la emergencia de una cultura propia; expresión de un pensamiento cubano que se sobrepuso a las circunstancias del momento y que tiene muchos puntos de contacto con lo anteriormente expuesto. Estos fueron los casos de los maestros que se formaron y estudiaron en universidades norteamericanas, varios de los cuales dejaron en la más populosa de ellas, en la Universidad de Harvard un libro de autógrafos, que expresa un fuerte sentimiento nacionalista.

Por ejemplo “Pedro Aragonés, maestro de la ciudad de Cien-fuegos desea para su querida Patria una República Libre, soberana e independiente, como lo es la de los Estados Unidos de América” “(...) La independencia de Cuba soberana es el anhelo del maestro de la escuela municipal para varones de Holguín, Antonio Gutiérrez Ávila” (Iglesias 147).

Está clara la expresión de agradecimiento a los norteamericanos que aparece por doquier, pero lo que sí resalta a la vista es la manera en que estos catedráticos hacen votos por la independencia definitiva del territorio cubano.

Seguidamente de esas expresiones de gratitud, aunque también existían aquellos que por la propia realidad en las que se tuvieron que desenvolverse pensaban en que la anexión de Cuba a los Estados Unidos era la solución más viable, para hallarle solución a los problemas nacionales y por ser además, aquel país, el más vivo ejemplo de progreso y democracia.

Lo cierto es que fueron provisoras las advertencias que el propio José Martí advertiría con respecto al gobierno norteamericano y que quedaron demostradas con el nacimiento de la República Neocolonial, después de recurrir a varios pretextos para intervenir en la guerra revolucionaria contra el colonialismo español. Algunos de los cuales fueron muy bien manipulables debido al alcance de la prensa amarilla de esos años. Estos fueron los casos de la Reconcentración de Weyler y la explosión del Maine en los muelles de La Habana.

Con la inauguración del primer gobierno de ocupación en la Isla, el 1 de enero de 1899, sobrevinieron decenios de dependencia económica, de corrupción político-militar de los sucesivos gobiernos de turno, así como el “ejercicio de una democracia inauténtica (...), períodos de un liberalismo que no estaba dispuesto a permitir la quiebra de las estructuras de poder establecidas y períodos dictatoriales y de sojuzgamiento violento sobre las fuerzas de oposición (...) y, en consecuencia, un complejo proceso político-social de enfrentamiento de clases, elementos determinantes del no menos complejo proceso cultural de esos años” (Portuondo 14).

Tómese en cuenta la doble significación que adquiere la cultura como encargada de representar lo más auténtico de nuestra identidad nacional, y a los exponentes de la intelectualidad cubana que se opusieron a las intervenciones amparada en la Enmienda Platt y a los demás mecanismos de dominación neocolonial.

Nótese la cultura, y sus portadores, los intelectuales de la época, como una forma de oponerse a los anglicanismos y símbolos que en la vida cotidiana de los primeros años de la República trataron de seguir el patrón norteamericano.

Esta es una etapa de “predominio del modernismo en poesía, del naturalismo en narrativa y del positivismo en la ensayística” (...) responsable de que el pensamiento evolucione “desde el predominio del positivismo, que desempeñó un atendible y fructífero trabajo de interpretación de la realidad de su momento, hasta la convivencia de posiciones marxistas, neotomistas y existencialistas, en tensión creadora en la segunda etapa de la época 1899-1958.” (Portuondo 3).

Las incipientes luchas obreras, fundamentadas en criterios anarquistas fueron muestra de ello, en esta primera etapa. Por ende, la cultura sería expresión de esta confluencia de fundamentos ideológicos, generando pretensiones liberadoras, antitética del poder político, como la casi exclusiva forma de ser libres y auténticos, aunque esto no fue así en todos los ámbitos de la cultura. La música y la pintura por ejemplo no desempeñaron la función antagónica con la envergadura que lo hicieron intelectuales y escritores.

La generación que aquí se presenta, fue la continuadora de la prolífera obra inconclusa de Martí y los encargados de hacer valedero su pensamiento revolucionario. Es por eso que encontramos a un Enrique José Varona que, aunque nacido en una cuna burguesa, como escritor, fue un verdadero criticista de su realidad. Eminente figura de la cultura cubana de estos años. Además de ello fue un tribuno de excelente exposición, a lo cual contribuyó la vasta cultura que poseía.

Divulgador de las corrientes filosóficas de su época ofreció como parte de sus meditaciones varios ensayos, aforismos y conferencias. El hombre que a pesar de todo reconocía la necesidad de reemplazar el caduco régimen colonial por el republicano el cual permitiría sin lugar a dudas el pleno y libre desarrollo de los recursos del país.

Varona, junto a Sanguily se convirtió en un verdadero emblema de nuestra cultura. Fieles representantes del positivismo más radical que llegaría a Cuba en estos primeros años republicanos. Como expresión de ello y por ende muestra de su pensamiento de tipo radical, Varona escribe su obra “El imperialismo a la luz de la sociología”, en 1905 con un admirable esfuerzo por alertar la conciencia social del país sobre los peligros que ya agredían la existencia del país; mientras Manuel Sanguily se da a conocer en la palestra pública por sus discursos contra el Tratado de Reciprocidad Comercial y los monopolios.

La realidad sometida al análisis o denunciada desde criterios positivistas, desde un realismo crítico asimilado desde una concepción marxista del mundo, será uno de los rasgos fundamentales que caracterizarán el pensamiento cubano de la etapa. Es por eso que la búsqueda de una identidad propia implicaba la búsqueda de lo cubano universal y en lo político-económico de una nación para sí.

Después de la muerte de José Martí, Varona fue director del periódico Patria y además colaboró en numerosas publicaciones, entre las cuales se encuentran El Fígaro, Cuba y América, así como Revista Bimestre Cubana. Significativo también es que este intelectual del siglo XX cubano se desempeñó como Secretario de Instrucción Pública en 1899 en donde elaboró las directrices del primer plan educacional cubano con el cual tenía la intención de librarnos de la tutela norteamericana.

En carta a su amigo Luis Montané, del 15 de octubre de 1900, Varona explicó el objetivo de su reforma educacional: “el espíritu que me ha guiado en la reforma de nuestra enseñanza(...) Espíritu de legítima defensa del grupo étnico cubano; defensa tal como es posible y en el campo en que es posible; defensa contra la competencia de los mejores preparados, con las únicas armas que hacen posible la defensa: una preparación adecuada a nuestras necesidades y en correspondencia con las que traen nuestros competidores(...)

Su concepciones literarias y artísticas están sustentadas en criterios y preocupaciones filosóficas, aunque si bien en sus escritos hay un predominio de la terminología positivista, trasvolando conceptos y categorías de la biología a la sociología. Varios serían sus trabajos de esos diez primeros años del siglo XX que reflejan lo anteriormente expresado.

Artículos como: “El caso Nietzsche” (1904), en este caso donde hace rechazo a novedades consideradas por él seudocientíficas. En su artículo “Diez de octubre” (1899) son significativas sus reflexiones sobre la historia como ciencia y refiriéndose a este acontecimiento histórico aclaraba: “Si se considerase la de Céspedes como un hecho aislado, parecería obra de la temeridad, vecina de la demencia” (Varona 95).

Otras obras del propio Varona resaltarían por su lenguaje, así como por la propia crítica del positivismo al cual se acogía como serían los casos de sus libros: “Desde mi Belvedere” (1907) y “Violetas y ortigas”.

No obstante, sus discursos son una elocuente forma de poder plasmar sus ideales y principios. En el discurso pronunciado en el Ateneo de La Habana sobre el capital extranjero, pronunciado en 1911, que resultara continuación y culminación de los artículos de “Mirando en torno”, supo demostrar el desbalance productivo y comercial del país del cual estaba consciente.

Pero también, como mismo hizo Sanguily denunció la posesión de las tierras cubanas por extranjeros, haciéndoles frente a los mismos a través de la industria y la asociación. Con este discurso advirtió además el peligro del monocultivo y la dependencia al mercado norteamericano.

Pero Enrique José Varona, como uno de los mayores exponentes de la cultura de su tiempo, supo ir más allá. Aclaraba y advertía las consecuencias del imperialismo como sistema, manifestando que la disolución del individuo en las grandes ciudades es sólo la parte más visible y externa de un proceso de consecuencias mayores. Comprendió sobre todo que en las ciudades con un alto desarrollo tecnológico el pequeño productor es absorbido por los consorcios. Por eso trató de inculcarles a las personas aquellas ideas a través de la educación y la preparación intelectual, que requerían para enfrentar el régimen de neocolonialismo.

Como expresión de su temor y sin estar aliado a ningún partido político señalaba en su artículo “D ́Anminizio y la crisis actual” (1899): “En nuestros días, todo tiende a socializarse, si se me permite la expresión (...) Quizás el aspecto más trágico de la historia de la humanidad sea este que ahora nos presenta al individuo consciente de su inmersión en el agregado.” (Portuondo 82).

Ejerció como profesor de la Universidad de La Habana y fue vicepresidente de la República en 1913, por sólo mencionar algunos de los aspectos que lo harían reconocido en la palestra pública de la sociedad cubana de esta década republicana. Este no es un caso especial ni fortuito, partiendo de lo prolífera que fueron las obras de otros escritores en estos años.

Como suplemento y la reafirmación de la condena al régimen colonial en Cuba formulada por Varona, se encuentra la obra de Raimundo Cabrera, cuyas críticas no fueron menos contundentes, a pesar de que el mismo evolucionó hacia el autonomismo una vez terminada la Guerra de los Diez Años.

De igual forma la prosa de Rafael Martínez Ortiz contribuyó a esclarecer el acontecer político bajo la luz de la esperanza y la ocupación norteamericana, con obras tales como Los Primeros años de Independencia (1911-1912), en la cual brinda un detallado análisis de los principales acontecimientos políticos de 1899 y 1909, de los cuales fue protagonista.

Desde el periodismo uno de los exponentes más destacados de esta época lo fue Juan Gualberto Gómez, que además fue un brillante polemista, el cual desde su tribuna sostuvo campañas a favor de la justicia social y en especial contra la discriminación racial, quien “Instaurada la República mediatizada, es elegido miembro de la Cámara de Representantes, primero, y más tarde, Senador de la República.” (Portuondo 82). Entre los periódicos y revistas que más se destacó se encuentran: La Discusión, La Fraternidad, La Igualdad, La Lucha y Patria entre los más importantes.

Otros de los casos es el de Emilio Bobadilla, quien al concluir la Guerra Necesaria parte hacia Europa, regresando en 1910, a partir de lo cual comienza a publicar sus Notas en el Puño de la Camisa (Núñez 117). Este prosista de estilo penetrante, fue colaborador además de revistas francesas, españolas, e hispanoamericanas. De igual manera elaboró cuantiosas críticas publicadas con posterioridad en varios tomos. “Además ejerció la literatura didáctica. Y realizó estudios lingüísticos y gramaticales.” (Núñez 141). Fue uno de los escritores más temidos en la polémica debido a su estilo mordaz y claramente tajante.

Entre los periódicos y algunas revistas en los que colabora están: La República Cubana, Francia, La Estrella de Panamá, Panamá, El Fígaro, El Liberal, Madrid. En todos impregnando sus más avanzadas ideas.

Varios serían los casos a referirnos cuando se trata de hacer un balance de la cultura de los primeros diez años de la República, no obstante, estas figuras cívicas no se pueden dejar pasar por alto.

Si de intelectuales de vanguardia se trata mucho menos pudiéramos obviar la formación intelectual y profesional de otros tantos que, aunque alcanzarían su madurez intelectual en la década del 20 como fueron los casos de Rubén Martínez Villena, y Julio Antonio Mella quienes fueron exponentes de su realidad. Catalizadores de un pensamiento verdaderamente revolucionario y avanzado para su época. Expresión de las corrientes de pensamiento bajo la cual se formaron, en donde el positivismo asumido, fue el de tipo radical.

En el caso de Villena, de una prosa sobria y a la vez elegante desarrolló su producción en la medida en que su pensamiento político fue desarrollándose, hasta llegar a convertir su expresión en un lenguaje directo.

En su artículo “Cuba: un cuarto de siglo”, uno de sus trabajos de mayor madurez política lleva a cabo un análisis de las graves consecuencias en el plano económico que traería consigo el nacimiento de La República, privada de su soberanía y libertad económica, por medio de la Enmienda Platt y del Tratado de Reciprocidad Comercial. Con respecto a ello señalaba el propio Villena que La República era “un feto no viable” (Pogolotti 70)

No es menos cierto que, aunque su obra revolucionaria no fue escrita hasta después de los años veinte, por haber nacido en el propio año de la ocupación norteamericana. Si se quiere entender esta etapa en la Historia de Cuba, se debe estudiar su obra y no sólo la política, sino también la poética.

Con Mella sucede un tanto parecido, pues además que nació en el año 1903, estuvo de igual manera influenciado por las corrientes políticas y de pensamiento de dicha época, quien las adaptó y transformó a su realidad, además de los fenómenos internacionales como la Revolución Mexicana que contribuyeron sin lugar a dudas a formar en él un marxista de tipo heterodoxo como lo fueron Mariátegui y Antonio Gramsci desde sus espacios. Transformador de un pensamiento revolucionario Mella tuvo un papel protagónico al lado del estudiantado y las luchas sociales en la Cuba de los años veinte, en la llamada década crítica y en todas las manifestaciones de rebeldía revolucionaria inherentes a la época.

En Cuba desde la primera década del XX se agudizan las contradicciones internas desde miradas y estrategias diferentes en busca de una nación y un pensamiento común. Donde Liberales y Conservadores se debaten, así como plattistas y antiplattistas y donde la mayor fortaleza radicaba en la intelectualidad quien sería la vanguardia que llevaría adelante la futura revolución, ante la ausencia de un fortalecido movimiento obrero el cual se encontraba dividido ideológicamente entre los reformistas y los anarquistas españoles, la vida cultural del país manifestará su afán de buscar nuevas alternativas a esta realidad.

Dentro de estos primeros diez años se corresponden los gobiernos de “generales y doctores” como los llamara en su conocida obra Carlos Loveira (1920): de Tomás Estrada Palma (1902-1906) y el de José Miguel Gómez (1909-1912) respectivamente. Esta es la típica novela histórica y de crítica social en donde quedan plasmados los principales acontecimientos que dieron inicio a la República en donde el propio autor mezcla sus vivencias y desengaños, motivados por los chanchullos politiqueros y la corrupción administrativa imperante en la época.

La obra criticaba abiertamente a los generales improvisados y doctores, parásitos de la política, que se encontraban ajenos a los intereses de la nación, quienes vendieron la economía del país a los monopolios extranjeros según criterio del propio autor. A este tono gris de la Cuba de estos años se le suma también los litigios entre liberales y conservadores que terminaron provocando la segunda ocupación yanqui, después de la llamada Guerrita de agosto de 1906, la cual tuvo que enfrentar el propio Estrada Palma; y posteriormente la segunda ocupación militar yanqui.

Entre tanto ocurría esta “intranquilidad” popular, que éstos y otros acontecimientos provocaban, y que en muchas ocasiones fueron reflejados caricaturescamente en La Política Cómica (1905-1931) a través del personaje de Liborio, creado por Ricardo de la Torriente”(-Martínez), se comenzaron a dar los primeros síntomas de un fenómeno de gran relevancia: la danza de los millones, conocido popularmente como el período de las vacas gordas, debido al alto porcentaje que llegó a alcanzar el azúcar en el mercado internacional con motivo de la Primera Guerra Mundial.

Todos estos factores influyeron de forma considerable en que la forma de representar la cultura en estos primeros años respondiera a la política nacional. Actuando como catalizador el 98 puso de manifiesto la existencia de campos culturales, que se articularon alrededor de la corriente modernista de la época, en torno a figuras de la talla de Rubén Darío y Rodó, en Hispanoamérica, y Varela y Unamuno en España.

Mucho de este proceso guarda relación con la difusión de los periódicos, el aumento de los lectores potenciales, el desarrollo de los medios de comunicación entre los principales factores. Además de ello los viajes, las lecturas, el contacto recíproco en grandes centros culturales de la época de igual manera dieron al lector una visión cosmopolita de los problemas nacionales, a lo que contribuyó la experiencia cultural de la modernidad.

En este sentido resaltan varias obras producto de esta generación de intelectuales que indistintamente abordarán problemas muy cotidianos heredados de la colonia como sería el caso de “Las honradas y las impuras” de Miguel de Carrión. Novelas que fueron publicadas entre 1918 y 1919 respectivamente y que tratan los principales problemas morales, sicológicos y sociales de la clase media y en particular la condición de la mujer cubana de estos años. En virtud de la rápida incorporación del país a las corrientes internacionales se imponía la emancipación de la mujer, aunque estuviera condenada por el costumbrismo heredado de la colonia a envejecer en sus labores hogareñas, mientras el marido continuaba con sus andanzas con todos los privilegios de su señor feudal.

Especialmente en la primera de las obras “Miguel de Carrión, dominado por el naturalismo científico francés, pone a contribución sus conocimientos médicos para trazar un cuadro verídico de una operación y el retrato exacto del cirujano (...) A partir de aquí la novela tiene mucho en común con Fecundidad de Emilio Zola...” (Portuondo 27).

A pesar de ello consta una obra escrita primero y que de igual manera tocaba uno de los temas más cotidianos, la cuestión del adulterio. En este caso, un joven escritor cubano, José Antonio Ramos escribió su novela Humberto Fabra, publicada en 1910. El hecho de que haya tomado este tema tiene mucho que ver con que “el autor se daba con ahínco al estudio de la sociología, a tono con el movimiento positivista aún imperante, lo cual permite suponer que supo captar el verdadero alcance de la campaña feminista que a la sazón agitaba los países anglosajones.” (Pogolotti 70).

Otras obras como “Los ciegos y Los inmorales” de Loveira también tratan temas vulgarizados a pesar de lo cual resalta que al propio tiempo el autor toca la cuestión político-social, con criterio y juicios de tipo criticistas.

Desde el punto de vista de la lírica la poesía cubana de estos primeros diez años de República Neocolonial, va a estar marcada por la corriente del romanticismo epigonal, el cual predominará hasta aproximadamente 1912, así como por el modernismo que cultivarán las principales figuras de la etapa.

Estos exponentes serán a la vez continuadores del estilo de los dos poderosos iniciadores del modernismo, Julián del Casal y José Martí, quienes conjuntamente con Juana Borrero (1896) y Carlos Pío Uhrbach (1897), determinaron el camino a seguir y el estilo que haría auténtica la lírica cubana. Mientras que Boti y Poveda van a ser los mayores renovadores del modernismo en la lírica cubana, desde su condición de poetas ensayistas.

“El romanticismo, alguno de cuyos rasgos definidores perduraron en sus epígonos, reapareció en los poetas cubanos del período 1899-1912 como la corriente estética predominante...” (Pogolotti 70).

Sobresalen temas románticos y también patrióticos, así como otra vertiente de preocupación social, que atenta la situación del individuo en su contexto.

En el primero de los casos no podemos dejar pasar por alto las influencias modernistas en la obra de Rubén Darío y sus seguidores que revolucionaron en la poesía el idioma.

En 1904 aparece una antología que años más tarde fue severamente censurada por Boti: Arpas cubanas del Conde Kostia (seudónimo de Aniceto Valdivia), en la que aparecen textos de Dulce María Borrero, Esteban Borrero Echeverría, Bonifacio Byrne, René López y Federico Uhrbach.” (Portuondo 27).

Una de las características fundamentales que fue común en estos poetas, es que la falta de talento creador conjuntamente con la cercanía de un pasado glorioso determinaría la adopción de un cuerpo artístico-conceptual que se encontraba estrechamente relacionado con las inquietudes espirituales y de comunicación de dichos poetas. Se trató de una producción más bien ingenua, equiparada por algunos como la República.

En correspondencia con lo anteriormente expuesto el tema patriótico, considerado por entonces como la antítesis del tema del amor imposible, también tendrá su espacio en la poesía. Dentro de esta corriente se encuentran: Byrne, Díaz Silveira, quien escribe en 1901 Fugitivas y entre cuyos poemas se encuentran:” Himno de guerra”, “La bandera”, “Después del silencio” y “Nueva campaña”.

Entre tanto “para René López la patria es una realidad distante, soñada a través de símbolos (“La patria”), frustrada en sus esperanzas...” (Portuondo 28).

Se concluye señalando que la poesía de estos tiempos estaba impregnada con un sello político, que sería lo que tal vez no permitió todo su desarrollo a plenitud.

Desde la ensayística los mayores aportes, que ocurrirán con la irrupción del movimiento vanguardista se tornan productos del análisis de la circunstancia nacional. Suelen ser llamados analistas de circunstancias, lo cual invade a la prosa, estableciendo un sentido reformista a la narrativa en estas primeras décadas.

En el caso de Varona, por ejemplo, la ensayística está asociada a sus convicciones sociales y su proyecto de desarrollo económico del país basado en la diversificación productiva, así como en el auge de la pequeña propiedad privada. Mucho tuvo que ver en tal sentido sus estancias en Nueva York, a partir de lo cual escribe haciendo alusión al tema artículos tales como: “Otra, otra infortunada” (1894) o “Reflexiones en un elevado” (1895).

Otra de las figuras relevantes, que junto a Varona marcaron pautas en el pensamiento autóctono de la época, lo fue Manuel Sanguily, quien solamente “en el diario de La Discusión, publicó en 1899 más de cien trabajos.”, (Portuondo 29) imprimiéndoles a sus obras su sello particular, en correspondencia con sus más fieles principios, producto de la radicalización de su pensamiento.

Colaboró durante muchos años en la revista habanera El Fígaro. Sin embargo, su limitante fundamentalmente radica en su prejuicio racial, propio de la época. De ahí que haya devenido objeto y sujeto de diversas críticas con respecto al poeta mulato Plácido. Sobre este último llevaría a cabo una visión totalmente deformada de su persona, sobre todo en sus artículos decimonónicos.

En una conferencia el 24 de septiembre de 1899 sobre Antonio Maceo, destaca la necesidad de que los pueblos recuerden a sus mártires, con el más fidedigno ejemplo de cubana. Con relación a esto expresaba lo siguiente: “Por sus venas, la sangre del blanco avasallado- de los pecheros ahorcados por Morillo, asesinados por Antoñanzas, alanceados por Boves- y la sangre del africano (...)” (Portuondo 84).

En otro de sus discursos de 1904 define nuestra identidad de esta manera:” “somos americanos” (...) y luego señala “por el nuevo y grande ideal que no proviene de la Roma de los Césares ni de la Roma de los Papas (...), somos americanos, pero también españoles, y no debemos perder las virtudes de ese pueblo; en fin, somos y queremos ser cubanos.” (Portuondo 84).

Entre sus obras que cuentan para formarse un juicio crítico de la etapa se encuentran sus comentarios sobre Conde Kostia (1903) y Ferdinand Brunetiere (1906), donde hace un excelente análisis sobre el oficio del crítico; los cuales vienen a profundizar conjuntamente con sus discursos su pensamiento de tipo positivista radical de la época que se analiza.

Es por este motivo que no se puede entender la obra de escritores como José Antonio Ramos, Jesús Castellanos, de Miguel de Carrión, si no se llega a entender a cabalidad el espíritu crítico que los caracteriza, partiendo de los análisis explicativos del entorno social en el cual se encuentran imbuidos. Esto se manifiesta en la forma que el pensamiento cubano se direcciona hacia el rescate de nuestro sentimiento nacionalista.

Por ejemplo, en “La revista Cuba Contemporánea, sin dudas la más representativa de este período, no acude al pasado de forma arbitraria; se trata de la defensa de un proyecto concreto de nacionalidad.” (Sanguily 429)

Es por eso que no es de extrañar que en dicha revista sean recordados los primeros forjadores de la conciencia nacional como José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero, así como los primeros independentistas revolucionarios: Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes.

Partiendo de ello, algunos autores como Enrique Collazo mantienen una lúcida postura antimperialista, que en sus libros sucesivos como: Cuba independiente (1900), Los americanos en Cuba, en dos volúmenes (1905-1906), La Revolución de agosto de 1906 (1907) y Cuba intervenida (1910), entre los más significativos son denunciadores del carácter interesado y colonialista de la pretendida ayuda norteamericana” (Portuondo 65).

Aunque menos conocido, “Julio César Gandarilla, (1888-1923), en un libro inusual, que sorprende por la fiereza de su estilo acusatorio y la agudeza histórica de sus argumentos, titulado Contra el yanqui. Obra de protesta contra la Enmienda Platt y contra la absorción y el maquiavelismo norteamericano (1913) ;(...) considera de que el más esencial se hallaba en la dominación económica y, sobre todo, la incorporación al debate del concepto de pueblo.” (Portuondo 68)

En fin, serían innumerables las obras y manifestaciones culturales en una época como estos convulsos y cambiantes diez primeros años de República Neocolonial cubana. Sin embargo, el punto común de todas ellas está en el hecho de que el elemento cultural jugó su rol en función de los diferentes sectores sociales e intereses clasistas, que indistintamente se trazaron alternativas de perdurabilidad como resistencia al cambio. Téngase en cuenta que los discursos hegemónicos y contrahegemónicos, se debatieron en la disyuntiva de pensar una nación diferente, pero responsable de su bienestar. Ejemplo de ello fueron las profundas y marcadas contradicciones entre plattistas y antiplattistas, y liberales y conservadores.

Conclusiones

Después de este acercamiento al panorama cultural de los primeros diez años de República Neocolonial, a través de un balance cultural y de haber hecho este análisis en función del pensamiento cubano, podemos llegar a las siguientes conclusiones:

  1. 1. 1. La cultura, fue expresión del dinamismo económico, político y social de la nación que emergió el 20 de mayo de 1902.

    2. El quehacer revolucionario influyó de manera significativa en el carácter que tomó la cultura, como expresión del pensamiento cubano de esos años.

    3. Esta fue una época continuadora de una herencia cultural, que marcaría los posteriores años republicanos, contribuidora de rescatar una idiosincrasia y un pensamiento autóctono bien diferenciado de nuestro mestizaje, como el más fiel representante de los primeros en pensar a la nación.

Referencias

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Carrión, Miguel de. Las honradas y las impuras. Madrid. Editorial Verbum, 2016 Impreso

Iglesias Utset, Marial. Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902. La Habana: Ediciones UNION, 2010.

Gandarilla, Julio César. Contra el yanqui: obra de protesta contra la Enmienda Platt y contra la absorción y el maquiavelismo norteamericanos. Rambla, Bouza, 1913 (digitalizado)

Loveira, Carlos. Generales y Doctores. La Habana: Biblioteca Ínsula, 2018

—. Los ciegos. La Habana. Imprenta el siglo xx, 1922 (digitalizado)

—. Los inmorales. Linkgua, 2019 (digitalizado)

Martínez Ortiz, Rafael. “Cuba: los primeros años de la Independencia.”. Tercera Edición. París: Livre libre, 1929. Textos clásicos de la historia de Cuba. http://dialnet.uniroja.es. 5 de febrero del 2006.

Martínez Villena, Rubén. “Cuba: un cuarto de siglo”. El antiimperialismo en la historia de Cuba. Olga Cabrera. Ciudad de La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1985. Impreso

Meza, Josefina y Pedro Pablo Rodríguez (Comp.). Enrique José Varona. Política y sociedad. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1999.

Núñez Machín, Ana. Clásicos del periodismo cubano. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1978. Impreso

Pogolotti, Marcelo, La República de Cuba a través de sus escritores. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2002.

Portuondo Valdor, José Antonio (Dir.). Historia de la Literatura Cubana: la literatura en Cuba entre 1899 y 1958. La República. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2003.

Sanguily, Manuel: “Alrededor de Heredia”. Obras. Juicios literarios. La Habana: Molina y Cía., Impresores, 1930.

Varona, Enrique José. “Diez de octubre”. Desde mi belvedere. La Habana: Cultural S.A, 1938

—. El imperialismo a la luz de la sociología. Editorial Apra, 1933

Notas

[1] Esta investigación se adscribe al Proyecto Institucional Historia, pensamiento e innovación educativa, dirigido por el Departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Universidad de Sancti Spiritus José Martí Pérez.

Notas de autor

* Zandra Rodríguez Carvajal. Licenciada en Historia por el Departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez. Su línea de investigación está dirigida al campo de la Historia y del Pensamiento cubano.
** Yaney Rodríguez Muñoz. Licenciada en Educación, especialidad Marxismo Leninismo e Historia por el Departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez. Profesora de Historia de Cuba. Máster en Historia y Cultura en Cuba y aspirante DrC. Su línea de investigación está dirigida al campo de la Historia y del Pensamiento cubano, además de la Didáctica de la Historia.
*** Hanoi Guillot Pérez. Licenciada en Educación , especialidad en Marxismo Leninismo e Historia por el Departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez. Profesora de Didácticas de las Ciencias Sociales. Máster en Ciencias Pedagógicas. Su línea de investigación está dirigida al campo de la Didáctica de la Historia.
**** Alexander Lugones. Licenciado en Educación, especialidad en Marxismo Leninismo e Historia por el Departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Universidad de Sancti Spritus José Martí Pérez. Profesor de Filosofía. Máster en Ciencias Pedagógicas. Su línea de investigación está dirigida al campo de la Filosofía y el pensamiento filosófico.
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