A lo largo de los siglos XIX y XX los viajes han sido un tópico recurrente en la literatura. En todo viaje se articulan una serie de expectativas, valoraciones e imágenes proyectadas por los visitantes. Las funciones de los viajes fueron múltiples: desde la construcción de fronteras nacionales, llevadas a cabo por exploradores hasta los viajes intelectuales como rituales de iniciación a campos intelectuales relativamente autónomos.

Así por ejemplo, hacia fines del siglo XIX, París era un espacio de convergencia de letrados, científicos y filósofos latinoamericanos. En este sentido, el viaje funcionaba como ritual de sociabilidad entre grandes personalidades del mundo letrado y como espacio de contacto con figuras reconocidas del mundo editorial traductores, directores de revistas, editores-. Como observa Colombi (2004), los sitios de encuentro se textualizan estableciendo toda una red de toponimias comunes, como las cafeterías donde convergen los escritores, los salones y otros puntos de encuentro.

A su vez, también los letrados extranjeros –como Ortega y Gasset, Herman Von Keyserling, Waldo Frank y otros- proyectaron sus miradas sobre el continente americano en general y sobre el caso argentino en particular. En torno a este último caso toman enorme relevancia los extranjeros en nuestro país, quienes arriban con un enorme prestigio al campo intelectual nacional.

A modo de prólogo de este dossier contamos con la colaboración del filósofo argentino Augusto Pérez Lindo donde recorre en las diferentes dimensiones del viaje en su vida como autobiografía, como forma de introspección, como exilio, como apátrida y como refugiado. Su relato como homo aviator nos introduce en la categoría del viaje como constituyente de toda formación de ideas, experiencias y aprendizaje y en última instancia, como una categoría central de la evolución humana, en su historia. Pero también señala un tema que será recurrente en los estudios que se presentan en este dossier: “Los viajes son oportunidades para redescubrir su identidad, para encontrar nuevas ideas u horizontes”. Propone pensar la condición humana desde esta movilidad, desde la búsqueda, desde la necesidad del intercambio con los otros. Pero en esta autorreflexión -más allá de su periplo autobiográfico- propone preguntas de calado político que interrogan la globalización, la manipulación de la vida, las nuevas dimensiones cibernéticas de la realidad y la forma que tenemos de imaginarlas como preguntas que afectan a nuestro estar-en-el-mundo y a nuestra capacidad de proyectar mundos deseables o inhabitables.

En la revisión de los viajes y la constitución del campo intelectual argentino encontramos en los estudios que presentamos en este dossier un referente que se interroga repetidamente: la Argentina.

Desde las categorías de la descripción del territorio que caracterizaron los viajes de agrimensores y exploradores a finales del siglo XIX el estudio de Ernesto García se interroga sobre “de qué manera estos discursos interactúan con el proceso de incorporación material y simbólica de la región chaqueña en el territorio nacional y con las diferentes representaciones que se construyen en esta época acerca del lugar de Argentina en el mundo” utilizando las categorías de inconmensurabilidad y su indomabilidad, como límites conceptuales a la hora de pensar algo determinado como una Nación en base a su paisaje y territorio en busca de las fronteras conceptuales, culturales, étnicas y políticas. En este sentido, García sigue las obras de los viajeros Emilio Castro Boedo, Estudios sobre la navegación del Bermejo y colonización del Chaco (1873) y el informe de la Comisión Exploradora del Chaco (1877), de Arturo Seelstrang.

En la misma línea dedicada a viajes de exploración se encuentra la contribución de Cristian Andrés Di Renzo, quien analiza las concepciones de Francisco Pascasio Moreno en torno a la Patagonia en el marco de los procesos de consolidación de fronteras nacionales entre Argentina y Chile. Tomando en cuenta el Viaje a la Patagonia austral de Moreno, Di Renzo muestra las referencias al “buen gusto” que organizan el binarismo entre un “nosotros” –con el cual las élites culturales se autoperciben civilizadas-, y un “ellos” que invoca la alteridad social, como barbarie indígena. En este sentido, el autor analiza el modo en que Moreno describe las prácticas rituales y los festejos de los pueblos mapuches, los hábitos alimenticios, los juicios estéticos sobre sus cuerpos y sus condiciones de vida. Todos estos elementos, desde la perspectiva de Moreno, se conducen a una idea de superioridad cultural, por las cuales el componente indígena –en tanto “otro” social- no es incluido en el proyecto nacional, entendido como “comunidad imaginada”.

Mariana Urquijo Reguera plantea un recorrido de Victoria Ocampo desde su encuentro con Ortega y Gasset en Buenos Aires en 1916 hasta la fundación de la Revista SUR en 1931. Los viajes familiares de la joven Ocampo se presentan como un antecedente de lo que se convertirá en una de las herramientas más importantes de desarrollo de los debates intelectuales de la Argentina de su época. La invitación de extranjeros a la Argentina y los viajeros que salen del país hacia los centros culturales del momento producirán intercambios de ideas, problemas y categorías que contribuirán a marcar el ritmo de los debates argentinos y europeos. Tagore, Ortega y Keyserling son los tres personajes con los que se ejemplifican los viajes intelectuales de extranjeros a Argentina, utilizando su relación con Victoria Ocampo como pretexto para analizar la mirada de los extranjeros que visitan el país. Desde la otra cara de la moneda, los viajes de Ocampo a Europa serán condición de posibilidad para su crecimiento personal, intelectual y para terminar fundando la Revista SUR junto con un nutrido equipo de intelectuales internacionales: Ortega mismo, Waldo Frank, Alfonso Reyes, entre otros.

Paula Jimena Sosa revisita algunas perspectivas desplegadas por José Ortega y Gasset durante sus viajes a la Argentina, tomando en cuenta una doble metodología: por un lado, la sociología de los intelectuales, a través de la cual reconstruye las posiciones asumidas por pensador español en el campo intelectual argentino –como espacio de fuerzas- Argentina, teniendo en cuenta los vínculos creados con figuras centrales del campo intelectual como Coriolano Alberini, Alejandro Korn y Victoria Ocampo, como también la mirada que estos intelectuales tienen en torno a Ortega y Gasset. Luego, desde la historia de las ideas, como análisis del discurso, analiza algunos de sus ensayos, escritos durante y posteriormente a sus viajes. El análisis de este material permite indagar la reconstrucción de la perspectiva del filósofo sobre Argentina en su primer viaje, donde se posiciona como mediador de filosofías alemanas modernas –como las de Immanuel Kant- y contemporáneas –como las de Edmund Husserl- en confrontación con el positivismo hegemónico en entresiglos y en su segundo viaje, donde Ortega y Gasset conceptualiza sus experiencias del contacto con la “pampa”, mediada por lecturas de la ensayística nacional, y sus interpretaciones en torno al “alma argentina”.

Noelia Liz Gatica reflexiona en torno a "El Secreto de Puebla" escrito por la filósofa e historiadora argentina Angélica Mendoza desde una perspectiva epistemológica-política que intenta intervenir el silencio de las historiografías dominantes en torno al rol de las mujeres en la consolidación de la historia de las ideas en América Latina. Desde este enfoque, la autora aborda el modo en que Mendoza analiza el barroco poblano a partir de su experiencia de viaje y el rol que dicha experiencia tiene en su forma de producir historia de las ideas. En su contribución, Gatica reconstruye primeramente el itinerario intelectual de Angélica Mendoza, atendiendo a sus relaciones de sociabilidad intelectual, sus espacios de formación y sus viajes, como también a sus primeros trabajos y a su militancia política. En un segundo momento, el texto articula la experiencia de viaje como elemento que posibilita las observaciones de las prácticas culturales de Puebla, suscitan no solo las descripciones y valoraciones de Mendoza, sino la construcción de una perspectiva crítica en torno a los conflictivos procesos de apropiación cultural.

En términos generales -siguiendo a Colombi, 2006- podemos decir entonces que la literatura de viaje se presenta como un punto en el que se entrecruzan el acto de viajar y el de narrar esa experiencia. La dificultad de trazar las fronteras para circunscribir este relato en un género pone de relieve su condición polifacética y abre la pregunta por la especificidad interna de este tipo de escritura. De acuerdo con Bajtin (1971) el relato de viaje constituye un género discursivo secundario o ideológico y complejo, donde se reelabora los géneros discursivos primarios (guías, mapas, tablas, cartas y otros).También en su interior se abre la tensión entre la realidad, en la medida en que se apunta a dar “efecto de lo real”, (Barthes, 1994) y la ficción –en la que se plasma la invención, la fantasía y la fabulación-. Así, en sintonía con estos elementos, el relato de viaje se encuentra en el cruce entre descripción –que se compone por el efecto referencial del relato- y la digresión –en tanto, apartamiento anecdótico del itinerario central (Hamon, 1991) al tiempo que pone de relieve la solidaridad entre el/la narrador/a, el/la autora y el personaje, donde la mirada toma protagonismo, estableciendo tensiones, selecciones y jerarquías, se posiciona frente a la alteridad social (Todorov, 1993). Desde esta pluralidad de elementos, el presente dossier intenta indagar estos relatos, atendiendo a las tensiones entre la escritura de sí y el encuentro con los otros.