Ciencias Políticas

¿UN MODELO QUE NAUFRAGA? LA SOLIDARIDAD Y SU DECLIVE EN LAS SOCIEDADES LIBERALES CONTEMPORÁNEAS*

A COLLAPSING MODEL? SOLIDARITY AND ITS DECLINE IN CONTEMPORARY LIBERAL SOCIETIES**

Andrés López Bermúdez

Ciencia Nueva, revista de Historia y Política

Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia

ISSN-e: 2539-2662

Periodicidad: Semestral

vol. 1, núm. 2, 2017

ciencianueva@utp.edu.co

Recepción: 31 Marzo 2017

Aprobación: 09 Junio 2017

Publicación: 22 Agosto 2017



Resumen: Este texto efectúa un acercamiento al tema de la solidaridad en el marco de las sociedades liberales contemporáneas, a partir de la perspectiva esbozada al respecto por reconocidos teóricos del pensamiento político liberal: Giddens, Beck, Lash y Max- Neef. Cuestiona la aplicación concreta de postulados derivados o afines a la prédica de esos autores durante el último cuarto de siglo, por la administración pública de Estados Unidos y ciertas naciones europeas; puesto que durante el lapso temporal en cuestión, la dirigencia política de dichos países expresó resuelto interés por aplicar aquellas premisas, en procura de profundas y benéficas trasformaciones económicas y sociales.

Palabras clave: Solidaridad, tercera vía, clase trabajadora, neoliberalismo, ética del bienestar, proteccionismo económico..

Keywords: Solidarity, the third way, working class, neoliberalism, wellness ethics, economic protectionism.

Introducción.

Dada la relevancia que en décadas recientes ha adquirido el debate sobre modelos de desarrollo y planificación económico-social, se examinarán para el efecto las obras: La tercera vía, la renovación de la socialdemocracia de Anthony Giddens1; Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro trabajo dirigido por Manfred Max- Neef 2; y, Modernización reflexiva, política, tradición y estética en el orden social moderno, obra conjunta de Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash.3 Serán examinados sus principales puntos de encuentro en lo atinente a formas de solidaridad alternas al mantenimiento ortodoxo del liberalismo económico; evidenciando cómo al ser incorporado en vez de excluido dicho factor de la solidaridad, ofrece una perspectiva remozada de desarrollo y organización económico-social. Sin embargo, las administraciones públicas de las naciones en mención, no siempre aplicaron las premisas teóricas que argumentan una opción complementaria al liberalismo clásico. Cabe agregar que el tema central de la solidaridad se mantiene aquí al margen en los tópicos conexos, sin duda importantes pero que, por su extensión y complejidad, demandan análisis adicionales imposibles de agregar sin sobrepasar las cortas páginas del presente texto

La necesidad de reestructurar la praxis social y política en la era de la globalización.

En el centroizquierda internacional se gestó un enfoque político orientado a responder a las transformaciones del orden mundial, liderado –en el plano de la acción política y de los hechos concretos– por figuras de la talla de Tony Blair, primer ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007. La gran pretensión era generar prosperidad, cometido que se pensó comenzaría a hacerse realidad en la medida en que tomara importancia la constitución de una solidaridad social firme, con constante proyección futura.4 La solidaridad continúa siendo asumida por multiplicidad de investigadores sociales como elemento decisivo para procurar cohesión social –desde una realidad restringida y local, hasta otra mayor de dimensión nacional, o incluso transnacional– en pos de una moralidad pública colectiva y genuina, superadora de solidaridades limitadas por redes familiares extendidas y clientelistas, es decir, incapaces de proveer una moral universal amplia y trascendente. Esto máxime en contextos que, hoy más que nunca, experimentan concentración demográfica acelerada, procesos crecientes de industrialización y de urbanización, cambios tecnológicos, ampliación educativa y masificación de los medios de comunicación5.

Desde el plano teórico encerrado por el proyecto político propuesto por el Sr. Tony Blair, los académicos optaron desde hace tres décadas por referirse a la solidaridad social y su fomento continuado, con el apelativo de la “tercera vía”. Esto porque sus premisas generales identifican y concilian cierto equilibrio admitido por tendencias políticas divergentes. Anthony Giddens, nacido en el Reino Unido en 1938, es quizás uno de los intelectuales más sobresalientes y consultados en lo concerniente a la tentativa teórica citada, la cual se enfoca básicamente en la renovación de la socialdemocracia.6 Giddens se muestra a favor de la globalización genéricamente considerada, y cuestiona el curso de los acontecimientos que la enmarcan desde las últimas décadas del siglo XX. Por otro lado, considera que dicho fenómeno debería ir más allá del ámbito económico. Ello implica que, entre sus rasgos característicos, debería no solo contar sino aún desplegar y anteponer el sentido cívico y solidario.7

Otros intelectuales convergen en grados variables con lo anotado por Giddens, adoptando posturas políticas afines. Entre ellos cabe mencionar a Ulrich Beck, Scott Lash y Manfred Max-Neef. Este último, por ejemplo, considera prioritario efectuar reformas en el proceso globalizador; según dice, las personas en su marco han figurado más como objetos que como sujetos, imponiéndose la “racionalidad competitiva maximizadora” sobre la “racionalidad solidaria optimizadora”.8 Se trata de voces que claman por el replanteamiento estructural de un proceso, sobrepasando el ámbito de las convicciones políticas. Como es natural, ello no se opone a que se trate también de personas con convicciones políticas, quienes como es lógico efectúan sus análisis a la luz de distintas herramientas, tendencias e intereses con las que su historia personal las dotó. Si el asunto es de principios, Giddens, por ejemplo, es un socialdemócrata convencido. Este hecho le lleva a comprometerse con la socialdemocracia del tiempo presente en procura de ponerse a tono con el contexto, antes de que sea reconocida como anacrónica y revaluada. La socialdemocracia reactualizada –frente a la de las décadas de 1940, 1950, 1960 y 1970, por ejemplo– intenta trascender las preocupaciones que la agobiaban cuando se encontraba condicionada por las rigideces del mundo bipolar, y por los límites impuestos por el estado de bienestar. Más allá de crear una solidaridad corporativista entre partidos políticos de mentalidad similar en el mundo, es decir, una solidaridad establecida en términos de identificación ideológica y militancia política, la propuesta de Giddens concentra su interés en generar las condiciones necesarias para que florezca una solidaridad social, entendida en toda la amplitud inherente al término.9 En efecto, aunque la solidaridad social se ve condicionada hoy por una re-definición de la globalización, generada a su vez por desbalances del mercado global10, en la óptica analítica de Giddens ello no implica abjurar de los valores liberales como el libre mercado, para luego simplemente adoptar un proteccionismo pleno.

De manera análoga a Giddens, desde mediados de la década de 1980 Max-Neef planteó la necesidad de formular propuestas no convencionales conducentes a un nuevo orden, orientadas a girar “menos en torno a opciones ideológicas estereotipadas que en función de la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica, descentralización política, fortalecimiento de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente de los movimientos sociales emergentes”.11 En otras palabras, Max- Neef realiza una propuesta de cambio, si se quiere, dotada de un tinte menos reformista y más revolucionario que la planteada por Giddens. Sin embargo, la propuesta se identifica con la de Giddens en el reconocimiento de la necesidad de fundar un nuevo orden, establecido en la articulación de la democracia política con la participación social.12

En octubre de 2016, un artículo escrito por Barack Obama (presidente de los Estados Unidos 2009-2017), difundido por la prestigiosa publicación The Economist, avala algunos aspectos formulados por Giddens, cuando propone combatir la concentración económica excesiva en el sector financiero y pronunciarse, igualmente, en contra de la desigualdad económica, innegable en el seno de una sociedad como la norteamericana. En efecto, a la vez que reconoce los avances de su propia gestión, Obama recomienda a su sucesor en la primera magistratura de su país, Donald Trump (presidente 2017-2021), combatir el proteccionismo económico recurriendo a la preservación y/o generación de acuerdos comerciales con otras naciones para fortalecer el sistema capitalista. A juicio de Obama crear barreras económicas o el impedir el acceso de mano de obra inmigrante, resulta contraproducente para el alcance racional de la prosperidad. Pero esta postura no puede enmarcarse como un todo monolítico ni como parte expresa de los postulados de la tercera vía, aunque ciertos énfasis resulten afines con dicha opción teórica.13 De hecho, mientras Obama se desempeñó como presidente, tomó intencionalmente una línea intermedia entre las premisas socio-liberales reivindicadas por la tercera vía (como el fomento al capital social o el acceso a las oportunidades y la participación), y otros postulados abiertamente conservadores (tales como la libre elección para la toma de decisiones, la libertad total de competencia económica para emprender empresa, y el irrestricto respeto por la propiedad privada). De esa manera su postura fue ecléctica, porque mientras por un lado enarboló un ideario afín al socio-liberal, por otra parte asumió un cariz neoliberal y conservador.14 Lo hizo así porque el costo del factor trabajo en el ámbito manufacturero de países integrados por tratados comerciales, puede generar encarecimiento eventual e intempestivo de los salarios. Lo anterior hace que la inversión de capital se limite o se detenga, ya que el empresariado jamás pagará costos onerosos en mano de obra y bienestar social, cuando, sin infringir la ley, puede obtenerlos más baratos en otros países, sin importar que ello desmejore de manera ostensible las condiciones de los trabajadores.15

Obama, en los días finales de su mandato invitó a adoptar acciones enfocadas a “que la economía global funcione mejor para todas las personas, no solo para las que están en la cima”16. En su opinión, la búsqueda de “una prosperidad y un crecimiento ampliamente compartidos” repercute en un capitalismo sano, salvándolo de quedar “modelado por unos pocos” mientras, simultáneamente, resulta “irresponsable [en su accionar] para muchos [otros]”.17

Una conciencia integradora: de lo individual a lo colectivo en el marco de la reflexividad.

Históricamente la solidaridad ha sido un componente intrínseco de la socialdemocracia. En oposición al conservadurismo, que ideológicamente ha acentuado la dimensión del individuo, el pensamiento socialdemócrata ha resaltado el colectivismo como uno de sus rasgos distintivos. No obstante, la socialdemocracia, en su postura más reciente, se esfuerza para adaptarse a la creciente significación del individualismo y a la variedad de estilos de vida, pero, claro está, cuidándose de no llegar al extremo de aceptar la figura del individuo egoísta retratado en la teoría económica neoliberal.18

A partir del ejemplo de la socialdemocracia alemana representada por el partido Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD), desde hace cerca de cincuenta años los partidos socialdemócratas de gran parte del mundo han experimentado un acercamiento paulatino a los postulados del capitalismo liberal, hasta llegar a aceptar que impulsar la modernización económica resulta imperativo. Tal resolución no ha implicado renegar de las banderas de la solidaridad entendida como protección social garantizada por el Estado, enarboladas tradicionalmente por la socialdemocracia. Según anota Giddens, el programa básico adoptado por el SPD en 1959, hablaba ya de la necesidad de “reconciliar la actuación económica con la seguridad social”, y subrayaba que “la individualidad y la solidaridad no deberían presentarse como opuestos”.19 En concepto de Giddens, este cometido se ha cumplido en alta proporción. Este autor piensa que la sociedad del egoísmo o “sociedad del yo primero”, caracterizada por conceder preeminencia a la libertad sobre la igualdad, y por destruir valores comunes y preocupaciones públicas con graves consecuencias para la solidaridad social, dista mucho del nuevo individualismo aceptado por la socialdemocracia progresista europea. Parafraseando a Ulrich Beck, Giddens lo denomina “individualismo institucionalizado”. Sin embargo, al examinar la situación concreta reciente del Partido Demócrata norteamericano, salta a la vista la aplicación –para nada progresista, pero sí muy neoliberal– de determinaciones contrarias a las aspiraciones de la clase trabajadora; llevando a efecto posiciones fundamentales del ala derecha de dicho partido, liderada en los años de 1990 por Bill Clinton (presidente estadounidense 1993-2001), y luego por Barack Obama (presidente después de 2009). Los dos eran ya para entonces respetados antagonistas de la fracción izquierda de su partido –orientada en los últimos años por el senador por el estado de Vermont, Bernie Sanders–. En efecto, durante el gobierno de Clinton se consumaron múltiples iniciativas benéficas a favor de los intereses de grandes compañías y de la clase alta en general. Iniciativas como la consumación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte–TLCAN, (North American Free Trade Agreement–NAFTA), suscrito entre Canadá, México y los Estados Unidos (1993); y la desregulación de la banca que eliminó la separación entre banca comercial y banca de inversión (o fin de la Ley Glass-Steagall, en 1999). Por su parte, durante el mandato de Obama se produjeron hechos como la no eliminación del NAFTA (2009); y la asignación del “Obamacare” a compañías privadas de aseguramiento sanitario (Ley de protección al paciente o “reforma sanitaria”), obviando con ello un sistema universal de salud directamente gestionado por el sector público (2010).20

Retomando las formulaciones de Giddens, este autor puntualiza dos características del individualismo institucionalizado incorporado por los partidos socialdemócratas europeos. Cabe agregar aquí, complementando a Giddens, incluye ciertas características análogas a los criterios salvaguardados por el socialismo democrático norteamericano, es decir, por el ala izquierda del Partido Demócrata hoy orientada por el senador Sanders. La primera característica del individualismo institucionalizado hace referencia a su aplicación, en donde los derechos conferidos por el estado de bienestar se destinan a individuos, exactamente a individuos trabajadores, lúcidos, sensatos y responsables de sí mismos, en lugar de a familias o colectividades. El acceso al empleo, la educación y la movilidad, por ejemplo, son derechos que proporcionan las condiciones necesarias para favorecer –aunque no siempre alcancen a garantizar– la autoconstrucción de la individualidad de las personas. Sin dar ningún tipo de orden, invitan al individuo “a que se constituya a sí mismo como individuo”.21 Ese proceso, que al decir de Beck “presupone al individuo como actor, diseñador, malabarista y director de escena de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones”22, brinda la posibilidad de hacer real y efectiva la relación de cada individuo con los demás integrantes del cuerpo social.23 Este constituye un paso crucial que obliga a replantear el concepto usual de “modernización”, ya que la participación profunda y cuestionadora de cada individuo conlleva una “modernización reflexiva”, noción del sociólogo alemán Ulrich Beck, retomada posteriormente por Giddens:

Modernización reflexiva significa la posibilidad de una (auto) destrucción creativa de toda una época: la de la sociedad industrial. El “sujeto” de esta destrucción creativa no es la revolución, ni la crisis, sino la victoria de la modernización occidental. [...] Si modernización simple (u ortodoxa) significa, en el fondo, en primer lugar la desvinculación y en segundo lugar la revinculación de las formas sociales tradicionales por las formas sociales industriales, entonces modernización reflexiva significa primero la desvinculación y luego la revinculación de las formas sociales industriales por otro tipo de modernidad.

Así, en virtud de su dinamismo inherente, la sociedad moderna está minando sus formaciones de clases, estratos, ocupaciones, roles de género, familia nuclear, fábricas, sectores empresariales y, por supuesto, también los prerrequisitos y formas continuadas de progreso tecnoeconómico natural. Esta nueva etapa, en la que el progreso puede convertirse en autodestrucción, en la que un tipo de modernización socava y transforma otro, es lo que [...] [se denomina] fase de modernización reflexiva. [...] Modernización reflexiva significa que un cambio de la sociedad industrial que se produce de forma subrepticia y no planeada, a remolque de la modernización normal, de modo automatizado, y dentro de un orden político y económico intacto. Implica lo siguiente: una radicalización de la modernidad que quiebra las premisas y contornos de la sociedad industrial y abre vías a una modernidad distinta.24

Como rasgo que rompe con el esquema de la modernidad precedente, Scott Lash destaca que en la modernidad reflexiva las oportunidades de vida “son cuestión de acceso no al capital productivo o a las estructuras de producción, sino del acceso y del lugar en las nuevas estructuras de información y comunicación”.25 Puesto que los individuos se van liberando de la modernidad precedente, que actúa como estructura, y se ven abocados a redefinirla. Es decir, empleando palabras de Beck, se ven precisados a “reinventar la sociedad y la política”.26 Debe aclararse que la individualización descrita no se basa en la libre decisión de los individuos. Por un lado se encuentra sujeta a las condiciones y modelos generales del estado de bienestar, a las posibilidades que brinda. Por otra parte está sujeta a los riesgos personales que se deben afrontar en el proceso de decidir y construir su propia biografía (conciliando opciones divergentes entre lo proporcionado por el estado de bienestar, y el cúmulo de limitaciones impuestas por la tradición y la convención social). Para Giddens la biografía estándar se convierte así, en una “biografía reflexiva”.27 Sin embargo, conforme lo destaca Lash, las consecuencias que sobre este particular acarrea el funcionamiento de nuevas estructuras de información y comunicación debe atenderse con cuidado, pues puede incitar tensiones contrarias –o favorables– al cambio. En tal sentido, y aunque distante de un socialismo democrático progresista, el propio Barack Obama ha considerado pertinente pronunciarse contra el fuerte sentimiento que hoy se difunde entre los estadounidenses por informaciones, ideas o temores perniciosos y populistas, contrapuestas en su concepto –entre otros asuntos–, a las circunstancias e intereses de la nación, mexicanos, musulmanes, refugiados expulsados por conflictos bélicos en el extranjero, e inmigrantes que fundan su esperanza en establecerse en los Estados Unidos –o en Europa misma– .28

La segunda característica del individualismo institucionalizado, es su conexión a las presiones que propenden por una mayor democratización. Según Giddens, estas corresponden a un innegable cambio de rumbo en las actitudes y aspiraciones de la gente, obligada desde finales del siglo XX a vivir de una manera más abierta y reflexiva que las generaciones anteriores, en respuesta a las nuevas preocupaciones e inquietudes que aparecen día a día.29 De ese modo, para Giddens el individualismo institucionalizado jamás podría constituir una amenaza para la solidaridad social. Alcanzar la solidaridad social manteniendo el equilibrio con el ámbito de la individualidad, constituye justamente uno de los mayores retos para la socialdemocracia de avanzada en los albores del siglo XXI. En palabras de Giddens:

La política de la tercera vía debería mantener como preocupación esencial la justicia social, y aceptar que la gama de cuestiones que escapan a la divisoria izquierda/derecha es mayor que nunca. Igualdad y libertad individual pueden colisionar, pero las medidas igualitarias también aumentan a menudo la gama de libertades accesibles a los individuos. La libertad debería significar para los socialdemócratas, autonomía de acción, que a su vez exige la implicación de la comunidad social en sentido amplio. Habiendo abandonado el colectivismo, la política de la tercera vía busca una nueva relación entre individuo y comunidad, una redefinición de derechos y obligaciones. Uno podría sugerir como lema principal para la nueva política: ningún derecho sin responsabilidad. El gobierno tiene una multitud de responsabilidades respecto a sus ciudadanos y respecto a otros, incluida la protección de los débiles. La socialdemocracia a la antigua, sin embargo, tendía a considerar los derechos como exigencias incondicionales. Con el individualismo creciente debería venir una extensión de las obligaciones individuales. Las prestaciones por desempleo, por ejemplo, deberían acarrear la obligación de buscar trabajo activamente, y depende de los gobiernos asegurar que los sistemas de bienestar no desalienten la búsqueda activa. Como principio ético, “ningún derecho sin responsabilidad” debe aplicarse no solo a los destinatarios del bienestar, sino a todo el mundo. Es muy importante que los socialdemócratas recalquen esto, porque, de otro modo, puede considerarse que el precepto se refiere solo a los pobres o a los necesitados.30

En el contexto descrito, no solo los sectores desfavorecidos y las franjas pudientes de la sociedad están llamados a participar. Como se verá más adelante, tienen cabida todos los individuos, la sociedad en su conjunto y la sociedad civil entera. Según la teoría “posmaterialista” sugerida por el politólogo Ronald Inglehart, cuando los países desarrollados han alcanzado cierto grado de prosperidad, los votantes tienden a preocuparse más por la calidad y el sentido de sus vidas que por las cuestiones puramente económicas. Cada vez con más frecuencia, las personas prefieren un trabajo que otorgue sentido a sus vidas, en vez de otro del que derive mayores dividendos económicos. Por otra parte, desde finales de los años setenta y bajo el liderazgo del movimiento verde alemán, se ha incrementado la preocupación por la protección del medio ambiente. En la medida en que este aspecto proporciona un propósito de vida a muchas personas interesadas en dejar un legado valioso a las generaciones futuras, y dado que hoy la conservación medioambiental tiende a considerarse una fuente de crecimiento económico –en vez de lo contrario–, es posible establecer conexión entre su auge y el arraigo del posmaterialismo31. Así lo asumió Obama durante su mandato, pero no su relevo en la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump.32

Conforme a lo expuesto por Giddens, durante las dos últimas décadas del siglo XX operó un cambio en el ethos de la socialdemocracia del primer mundo, anteponiendo la autoexpresión, la realización personal y la competitividad económica, a las prioridades anteriores, como el colectivismo y la solidaridad social, en su sentido ortodoxo. Al trascender el cariz de activismo político al que aludían en los años setenta, al final del siglo XX, ambas nociones admitían una interpretación más amplia y flexible, adaptable a la vastedad de un ser humano que, sin dejar de formar parte de un colectivo, se reeditaba como individuo en pro de su realización.33 Las nuevas preocupaciones se relacionaron así, con una actitud escéptica hacia la autoridad, que puede “ser despolitizadora, pero que en conjunto empuja hacia una mayor democracia y compromiso”.34

También para Max-Neef “una sociedad sana debe plantearse, como objetivo ineludible, el desarrollo conjunto de todas las personas y de toda la persona”, pues “desarrollo social y desarrollo individual no pueden darse de manera divorciada”.35 No se alude aquí a un desarrollo en los términos tradicionalmente asumidos por el liberalismo económico, sino en procura de un postulado: “el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos”.36 Como Giddens, Max-Neef sugiere articular la dimensión personal con la dimensión social, mediante el aprovechamiento de recursos como la conciencia social, la cultura organizativa, la creatividad popular y la capacidad de ayuda mutua, o energía solidaria. Conforme a ello, Max-Neef apunta:

…el principal agente de transformación es la capacidad del ser humano de movilizar su sensibilidad, imaginación, voluntad y su talento intelectual en un esfuerzo que se extiende desde el desarrollo personal al desarrollo social, y que genera así una conciencia integradora que va de lo individual a lo colectivo, transformando recursos internos a la persona en catalizadores de una energía social transformadora.37

Sin embargo, cabe preguntarse sobre la factibilidad de llevar a cabo una opción como la citada en la actualidad, cuando el populismo promueve percepciones y metas muy distintas –como lo afirma Obama–.38 Más aún, cuando un desencanto notorio frente al concepto de “clase social” pareciera campear dentro de las izquierdas en el mundo económicamente desarrollado. Luego de renunciar a su estrategia de tres décadas, recurriendo ahora, en los Estados Unidos y en el ámbito europeo –del entorno de la tercera vía39–, al tema de la discriminación contra las mujeres y las minorías, a modo de argumento supuestamente progresista. El investigador Joxe Elorrieta lo ilustra así: “la política ya no se estructura en torno a la división social [sino que] […] el problema es solo técnico y se resuelve con el diálogo, escuchándose los unos a los otros”.40 Empero, por esa vía, evidentemente “se sacraliza el consenso sin cuestionar el sistema de poder y, como consecuencia, el elemento anticapitalista queda erradicado”.41 ¿Será posible entonces mantener una onda progresista, comprometida con el tema de la solidaridad? ¿Resultará factible reivindicar los intereses estructurales de la clase trabajadora y de las clases medias de rentas medias? En opinión del sociólogo español Vicenç Navarro, la circunstancia descrita, crucial a su juicio, ha conducido hoy “al tsunami que estamos viendo a los dos lados del Atlántico Norte”. “Así de claro”, –enfatiza–.42

El Estado coordina, la sociedad entera participa, ¿pero todos ponen, todos ganan?

¿Cómo recrear la solidaridad social?, es sin duda un cuestionamiento que concentra la atención del mundo contemporáneo. Giddens recomienda no perder de vista los valores cosmopolitas, y partir de la percepción que sobre el particular tiene el conservadurismo filosófico.43 A partir de planteamientos que Giddens entresaca del filósofo y político británico Edmund Burke (1729-1797), sumados a reflexiones del conservatismo norteamericano y del thatcherismo44, la sociedad civil podrá autogenerar solidaridad solo cuando así lo permita la reducida injerencia de un Estado proveedor de garantías sociales. Virtudes anexas como la honestidad, la tolerancia, el respeto, la justicia, la responsabilidad, etc. solo podrán surgir si la intervención estatal no entraba su surgimiento. Resulta evidente que, por haber bebido de las fuentes del conservadurismo filosófico, el pensamiento neoliberal apoya la postura conservadora en el sentido descrito. Pero si tal planteamiento choca con los postulados de la socialdemocracia clásica, no entra en contradicción –al menos total– con la propuesta socialdemócrata de finales del siglo XX e inicios del XXI; pues a diferencia de su antecesora, la actual no delega en el Estado la responsabilidad de consumar semejante obra, sino más bien, el papel de facilitar y coordinar un proceso en el que la sociedad entera debe comprometerse.45 Sin acomodarle el epíteto de socialdemócrata, ni mucho menos el de neoliberal, un analista liberal como Max-Neef concuerda con lo anotado, al aseverar que resulta oportuno “revertir el rol semi-paternalista del Estado [...] en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas”.46 A su parecer, el Estado debe adoptar el rol de agente estimulador y potenciador de procesos emanados de la sociedad civil, siguiendo los principios de una racionalidad solidaria y participativa.47 Además, contra la posición neoliberal, en el esquema formulado por Max-Neef la presencia, y la existencia misma, del Estado mantiene una razón trascendente.

Giddens se pronuncia en el mismo sentido, cuando entre otras condiciones significativas para el fomento de la solidaridad, menciona el suministro de bienes públicos, incluyendo formas de bienestar y de seguridad colectiva. Tanto en los marcos conceptuales de Ulrich Beck, como en los de Anthony Giddens, el problema de la “inseguridad” también se encuentra presente. Para los dos autores, la reflexividad pretende lograr una adecuada minimización de la inseguridad:

En la obra de Beck Risk Society, que tematiza el cambio social, la reflexividad –posibilitada por la individualización– consiste en producir el cambio social mediante la minimización de los riesgos ambientales [...] En el caso de Giddens, lo que se tematiza es la “inseguridad ontológica” [...] El problema es precisamente cómo podemos enfrentar no tanto estos riesgos ambientales como los riesgos psíquicos y sociales, y mantener niveles razonables de orden y estabilidad en nuestras personalidades y en la sociedad.48

Igualmente para Giddens, el suministro de bienes públicos mediante la provisión de opciones concretas favorecedoras del bienestar y la seguridad colectiva, implica el mantenimiento de un sistema judicial eficaz, capaz de afianzar la paz social y de promover el desarrollo activo del capital humano, a través del sistema educativo.49 En la administración pública todas estas propuestas han sido recientemente defendidas incluso por Obama, quien durante su permanencia como mandatario norteamericano, concedió inusual relevancia, –por considerarla imperativa–, a la desaceleración del deterioro climático mediante la reducción concertada de emisiones, apoyando el intento de múltiples países por atenuar el calentamiento global.50 No obstante, el gobierno Trump ha anunciado un giro gigantesco en lo atinente a la materia, circunstancia que al parecer conllevará la eliminación de las medidas gubernativas que la antecedieron.51

La sociedad civil y su expresión en el contexto actual.

Una de las preocupaciones básicas de la tercera vía, ha sido la promoción estatal de una sociedad que tenga aprecio por el civismo, se ocupe por bajar los índices de criminalidad, demuestre un fuerte sentimiento de solidaridad social y fomente los roles de ayuda mutua entre conciudadanos.52 Esta noción se encuentra íntimamente ligada con las propuestas de “política creativa, autocreativa y autoorganizativa” de Ulrich Beck53, y de “cultura ciudadana renovada” enunciada por Giddens, factibles de llevar a la práctica, según ambos autores, únicamente si el Estado se asocia decididamente con la sociedad civil en procura de la restauración social, política y material de barrios, ciudades, países, etc. La postura de Scott Lash se ubica en esa misma línea, identificándola bajo el apelativo de “modernidad reflexiva”:

Los servicios asistenciales son una coproducción centrada en el cliente, [que] […] defiende [y fomenta] un conjunto alternativo de beneficios asistenciales descentralizados y potenciadores de la ciudadanía [...] la modernidad reflexiva ofrece [de ese modo] una política de democracia plural, radical, arraigada en el localismo y en los intereses posmateriales de los nuevos movimientos sociales.54

Conforme lo estipulan las propuestas aquí examinadas, Giddens, Beck, Lash y Max- Neef, coinciden en determinar que un propósito central y constructivo, estriba en aprovechar la aparición de formas de compromiso cívico entre la gente común. Con la inclusión – necesariamente– de los estratos más ricos “en pro de fines sociales más amplios [,] de manera que beneficien tanto a las comunidades locales como a la sociedad en su conjunto”.55 Dado que el compromiso ciudadano es menos palpable en aquellas áreas marginadas por el proceso del cambio económico y social, para Giddens la restauración de comunidades locales pobres requiere de un impulso económico notorio, puesto que constituye el elemento inicial de una recuperación cívica amplia.56 Los programas de voluntariado deben jugar en ello un rol de primer orden, relacionados directamente con educación y sanidad; contando con el apoyo de empresarios y también del gobierno. Giddens concuerda con Max-Neef cuando precisa que los planes tradicionales deben reemplazarse por enfoques basados en participación comunitaria, puesto que ello hace más asequible una gestión democrática, a la vez que incrementa la eficacia de la gestión. De acuerdo con Giddens:

Los incentivos a la construcción comunitaria mantienen las redes, la autoayuda y el sostenimiento del capital social como medios para generar la renovación económica en barrios de rentas bajas. Luchar contra la pobreza requiere una inyección de recursos económicos, pero aplicados a apoyar la iniciativa local.57

De ese modo, una esfera pública abierta conecta al desarrollo comunitario con la democratización, al mismo tiempo que estimula decisiones consensuadas en el ámbito de la autonomía local.58 Para Giddens y Max-Neef, una esfera civil floreciente es sinónimo de una sociedad reflexiva, inexorablemente caracterizada por altos niveles de auto-organización.59 Existe un acuerdo manifiesto entre ambos autores en cuanto a que el protagonismo de las personas por agenciar cambios sustantivos en sus vidas y entornos, constituye la precondición imprescindible para la generación de niveles crecientes de autogestión. En palabras de Max- Neef ello conlleva –por extensión– “la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado”.60 En teoría, solo así puede ser factible el advenimiento de un orden que concilie el crecimiento económico con la solidaridad social, propiciando el crecimiento de todas las personas y de toda la persona.61 Según los enfoques teóricos de Giddens y de Max-Neef es clara la percepción de un sistema que requiere del funcionamiento cabal de la totalidad de sus partes constitutivas.62 Debe anotarse que en la práctica política ello también es así. Si se mira en específico la propuesta económica general plasmada en los Estados Unidos por Barack Obama, quien al realizar un balance de su gestión expresa de manera reiterada: “las economías son más exitosas cuando cerramos la brecha entre ricos y pobres [,] y el crecimiento es generalizado”. Es decir: cuando no opera únicamente en beneficio directo de algunos pocos, sino en amplio provecho del espectro general de la población.63

De acuerdo con Max-Neef, la autodependencia, es decir, la autogestión o autoconvicción de la necesidad de encontrar alternativas para resolver dificultades, debe darse de manera colectiva; implicando un proceso de intercomunicación entre pares, que a su vez, inexorablemente, requiere del mantenimiento de formas de solidaridad entre los gestores de toda iniciativa.64 Lo ideal es que cada una de las organizaciones así forjadas irradie fuerza solidaria a otros sectores de la sociedad. Ello implica descentralizar las decisiones –que antes tomaban de forma unilateral e inconsulta–, el Estado y/o los segmentos dirigentes de una sociedad determinada, para pasar a propulsar una desconcentración acentuada de flujos de recursos, y una participación claramente activa de la ciudadanía. Los actores sociales comprometidos con ese cambio, “deberían configurar redes horizontales, desarrollar acciones de apoyo mutuo, articular prácticas individuales y grupales, y así plasmar proyectos compartidos”.65 En este punto, de significación capital, coinciden totalmente Giddens y Max-Neef.66 En lo referido, el trabajo constituye mucho más que un factor de producción, pues despliega una dimensión cualitativa imposible de explicar mediante escuetos modelos instrumentales de análisis, o mediante estimaciones de funciones de producción que normalmente son utilizadas por la econometría. A diferencia de lo considerado por ella, cuando el trabajo se mira desde otra perspectiva –evidentemente complementaria–, puede activar energías sociales, dar cabida a la creatividad, emplear el saber popular y organizacional, resolver privaciones individuales y colectivas, y sobre todo, propiciar una práctica solidaria fehaciente.67 Un problema que atiende Max-Neef, con mayor cuidado que Giddens, es el del tamaño de las organizaciones constituidas por la sociedad civil. Max-Neef deja claro que las organizaciones más pequeñas cuentan con mejores posibilidades de conformar relaciones internas horizontales, solidarias y menos ideologizadas. Lamentablemente, tales organizaciones carecen de la fuerza necesaria para superar la naturaleza coyuntural de sus expresiones, lo que no les permite promover alternativas globales –y exteriormente impactantes–; es decir, capaces de generar considerables repercusiones sobre la totalidad del cuerpo social. Por ello, les resulta indispensable articularse con el Estado, o con organizaciones más fuertes, siempre y cuando cuiden de no burocratizarse, o de terminar rotundamente cooptadas.68

En Europa, por voluntad estatal, orientaciones pluralistas y propositivas del calibre descrito en la página previa, rindieron frutos desde los ochenta, –como en los países nórdicos, o en Alemania, por ejemplo–. Mientras que en los Estados Unidos no ocurrió igual ya que desde los inicios de la década de los noventa, se adoptaron políticas neoliberales, contradiciendo la prédica aparentemente solidaria que, Clinton primero, y después Obama, expresaron al electorado mientras adelantaban sus respectivas campañas. Ya como mandatarios, ante la clase trabajadora y las clases medias de rentas medias, abrazaron una postura abiertamente neoliberal. Por su lado, el Sr. Tony Blair hizo lo propio en el Reino Unido, y a pesar de liderar el Partido Laborista (de centro-izquierda), llevó a la práctica medidas neoliberales, que de antemano le habían sido legadas por su antecesora en el gobierno, la muy conservadora Sra. Margaret Thatcher.69

La enorme dificultad requerida para alcanzar una sociedad mundial del bienestar no excluyente.

La exclusión se refiere a los mecanismos que operan apartando a grupos de personas de la corriente principal de la sociedad. Conforme a la explicación aportada por Giddens, en las sociedades contemporáneas se manifiestan dos formas de exclusión. La primera, es la exclusión de los que están abajo, aislados de la corriente principal de oportunidades ofrecidas por la sociedad. La segunda, consiste en la exclusión voluntaria de quienes se encuentran en el segmento superior de la sociedad, o “rebelión de las élites”; manifestada en su retirada de las instituciones públicas, luego de resolver vivir aparte del resto de la sociedad. Cuando esto ocurre los grupos más ricos se congregan y viven en comunidades fortificadas, separadas de los sistemas públicos de educación y sanidad. Ambos fenómenos suelen producirse de manera simultánea, lo que conlleva un evidente deterioro del espacio público y de la solidaridad común.70 El “liberalismo cívico” o la “recuperación del espacio público” proponen contar con todas las franjas sociales, en especial con aquellas que amenazan con apartarse. Para defender a los ciudadanos y cultivar una vida en colectivo, cosmopolita e incluyente, es decir, en la que prevalezca el compromiso con respecto a los semejantes. De acuerdo con Giddens:

Mejorar la calidad de la educación pública, sostener un servicio sanitario sólido, promover prestaciones públicas seguras y controlar los niveles de criminalidad, todo esto es relevante. Por estas razones es por lo que la reforma del Estado de bienestar no debería reducirlo a una red de seguridad. Sólo un sistema de bienestar que beneficie a la mayor parte de la población generará una moral común de ciudadanía. Allí donde el “bienestar” asume sólo una connotación negativa y se dirige mayormente a los pobres [...] los resultados son divisorios.71

La disposición de los grupos privilegiados a asumir de manera compartida, con otros segmentos sociales, el cúmulo de costos demandados por la protección frente a situaciones que amenazan el bienestar de la sociedad –considerándola en su vasta amplitud–, encuadra bien en la política de una solidaridad genuina en el contexto de la tercera vía.72 Sin embargo, trasladando esta perspectiva al plano amplio de la política y la economía del panorama mundial actual, todo indica que propuestas como la citada distan diametralmente de los anuncios proferidos por Donald Trump –actual presidente de los Estados Unidos– mientras desarrolló su campaña electoral con miras a obtener tan importante cargo. En efecto, permiten conjeturarlo, la explícita separación de los intereses de la primera economía del mundo, frente a coyunturas y/o circunstancias puntuales que hoy apremian a naciones menos desarrolladas tales como México en América Latina, por ejemplo, o una gama de países con apuros suscitados por el fundamentalismo religioso en el mundo islámico. Lo mismo deja entrever –por ahora– el accionar de la Sra. Theresa May, líder del Partido Conservador británico y actual primera ministra del Reino Unido (desde julio de 2016), quien públicamente ha declarado su voluntad de hacer efectiva la salida formal de su país de la Unión Europea, o “Brexit”.73

De existir una disposición real por el logro efectivo de una “sociedad del bienestar” superadora del “estado de bienestar” esbozado por la socialdemocracia clásica, dicha aspiración debería sobrepasar –en las sociedades liberales contemporáneas– las barreras estatales, llegando a constituir un proyecto más amplio, incluso de carácter mundial. En esta misma línea, el bienestar dejaría de ser asumido como un concepto económico, para adoptar una naturaleza de orden psíquico referido a “estar-bien”. El sociólogo Scott Lash, indica que para producir dicho cambio, las ventajas económicas no resultan suficientes por sí mismas, puesto que la injerencia de la crítica pública sobre las instituciones crece día a día. Lo que moldea tentativas en amplio debate, es decir, genera proyectos políticamente “reflexivos” (y amplios), enmarcados por un carácter extrainstitucional, que puede otorgar un nuevo sentido a las relaciones sociales y del presente.74 Giddens se identifica con la propuesta de Max-Neef, amplía un poco y anota:

El bienestar no sólo es generado en muchos contextos y por muchas influencias distintas al Estado de bienestar, sino que las instituciones del bienestar deben ocuparse de promover mejoras psicológicas a la vez que económicas. Pueden ofrecerse ejemplos bastante mundanos: el asesoramiento, por ejemplo, puede ser en ocasiones más útil que el apoyo económico directo [...] El principio guía es la inversión en capital humano allí donde sea posible, más que la provisión directa de sustento económico. En lugar del Estado de bienestar deberíamos colocar el Estado social inversor, funcionando en el contexto de una sociedad de bienestar positivo [...] El gasto en bienestar, entendido como bienestar positivo, no será generado y distribuido totalmente a través del Estado, sino por el Estado actuando en combinación con otros agentes, incluyendo el mundo financiero. La sociedad del bienestar en este contexto no es sólo la nación, sino que se extiende por encima y debajo de ella.75

Conclusiones.

Las anteriores expresiones alusivas a un impacto real y efectivo sobre ciudadanos del común de la clase trabajadora o media y sobre asociaciones o grupos de naciones, concitan intereses en una prosperidad general posible. Se aproximan a la premisa de Max-Neef que asevera: “a una lógica económica, heredera de la razón instrumental que impregna la cultura moderna, es preciso oponer una ética del bienestar”76, sentencia breve pero contundente.

No obstante, tal sentencia difiere crucialmente del accionar económico neoliberal en el que el mercado ocupa una posición determinante y categórica. Pero la sentencia en cuestión difiere aún más de tentativas políticas como la liderada en el presente por el Sr. Trump que, renegando de tratados comerciales, busca resguardo en el proteccionismo económico.77 Cabe destacar que la ética del bienestar plantea una posibilidad contrapuesta a las economías neoliberales, sin excluir las metas convencionales de crecimiento dictadas por el liberalismo –que estriban en el acceso a bienes y servicios, bajo el cálculo de generar dividendos, pero también de ofrecer comodidad a personas, naciones o grupos de naciones–.78 Sin embargo, la ética del bienestar resulta todavía más contrapuesta a economías cerradas que otorgan el valor supremo al statu quo, al resguardo de la propiedad privada, y que encomian el proteccionismo y el nacionalismo mientras menosprecian el examen crítico de la cuestión medioambiental. Se muestran irreconciliables, además, frente a las reivindicaciones sociales. Así suelan, con eufemismos, autoproclamarse defensoras de los intereses de los trabajadores. Por ejemplo, impidiendo el ingreso de mano de obra inmigrante a los países económicamente desarrollados.79 Tal postura genera desbalances incluso sobre las mismas proyecciones neoliberales y niega modelos de desarrollo y planificación económico-social afines a la solidaridad, indudable válvula de escape que morigera las contrariedades sociales, o al menos ofrece cierto sentido de estabilidad a la hora de afrontar la compleja vida en colectivo.

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Notas

* El presente artículo respeta las directrices y normas dispuestas en la Declaración de Ética de Publicación de Ciencia Nueva, Revista de Historia y Política. Esta declaración puede consultarse en la página web de la revista: revistas.utp.edu.co/index.php/historia
** Historiador, magíster en Ciencia Política y doctor en Literatura de la Universidad de Antioquia. Investigador Júnior –según la clasificación de Colciencias– en las áreas de Historia, Estudios Literarios y Ciencias Políticas. Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia.
1 Anthony Giddens, La tercera vía, la renovación de la socialdemocracia (Madrid: Taurus, 1999).
2 Manfred Max-Neef, Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro (Medellín: Hojas de Hierba Libros, s.f.).
3 Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash, Modernización reflexiva, política, tradición y estética en el orden social moderno (Madrid: Alianza, 1997).
4 Giddens, La tercera vía…, 11.
5 Eduardo Lindarte Middleton, “¿Por qué hay tanta corrupción en Colombia?” El Tiempo, 19 de marzo de 2017, acceso el 30 de marzo de 2017, http://www.eltiempo.com/justicia/delitos/por-que-hay-tanta-corrupcion-en- colombia-69024.
6 Scott Lash, “La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad”, en Modernización reflexiva,(Madrid: Alianza, 1997), 147.
7 Giddens, La tercera vía…, 166, 172, 173, 178, 179.
8 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 89.Max-Neef,
9 Giddens, La tercera vía…, 21,22,131
10 Desbalances ocasionados por factores tan diversos como: las dificultades de los Estados Unidos tras la crisis financiera de 2008, el avance incuestionable y desafiante de la economía China, y por los retos migratorios que la Unión Europea se ve compelida a afrontar.
11 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 16.
12 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 16 y 24.Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 16 y 24.
13 Fernando Fernández, “Obama y la Tercera Vía”, ABC.es, 27 de marzo de 2009, http://www.abc.es/20090327/opinion-firmas/obama-tercera-20090327.html.
14 Carole Biewener y Marie-Hélène Bacqué, El empoderamiento, una práctica emancipadora (Barcelona: Gedisa, 2016), 104.
15 Vicenç Navarro, “Es sorprendente que se considere sorprendente la victoria de Trump”, Diario Público, 11 de noviembre de 2016, acceso el 22 de marzo de 2017, http://www.vnavarro.org/?p=13720.
16 “To making the global economy work better for all people, not just those at the top”. Barack Obama, “The way ahead”, The Economist, 8 de octubre de 2016, acceso el 13 de marzo de 2017, http://terceravia.mx/2016/10/obama-le-escribe-a-sucesor/.
17 Obama, “The way ahead”.
18 Giddens, La tercera vía…, 46, 47.
19 Giddens, La tercera vía…, 31.
20 Navarro, “Es sorprendente que se considere…”.
21 Ulrich Beck, “La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva”, en Modernización reflexiva, ed. por Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash (Madrid: Alianza, 1997), 31.
22 Beck, “La reinvención de la política”, 29.
23 Giddens, La tercera vía…, 48-50.
24 Beck, “La reinvención de la política”, 14-15.
25 Lash, “La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad”, 150.
26 Ulrich Beck, “Réplicas y críticas”, en Modernización reflexiva, ed. por Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash (Madrid: Alianza, 1997), 212.
27 Beck, “La reinvención de la política”, 30-31.
28 “It’s true that a certain anxiety over the forces of globalization, immigration, technology, even change itself, has taken hold in America. It’s not new, nor is it dissimilar to a discontent spreading throughout the world, often manifested in scepticism towards international institutions, trade agreements and immigration. It can be seen in Britain’s recent vote to leave the European Union and the rise of populist parties around the world. / Much of this discontent is driven by fears that are not fundamentally economic. The anti-immigrant, anti- Mexican, anti-Muslim and anti-refugee sentiment expressed by some Americans today echoes nativist lurches of the past -the Alien and Sedition Acts of 1798, the Know-Nothings of the mid-1800s, the anti-Asian sentiment in the late 19th and early 20th centuries, and any number of eras in which Americans were told they could restore past glory if they just got some group or idea that was threatening America under control. We overcame those fears and we will again”. En: Obama, “The way ahead”.
29 Giddens, La tercera vía…, 50; Beck, “La reinvención de la política”, 20.
30 Giddens, La tercera vía…, 81.
31 Giddens, La tercera vía…, 30-31.
32 Jesús Vergara-Huerta, “Obama publica un artículo en Science en defensa de las energías limpias”, Tercera Vía, 2016, acceso el 27 de marzo de 2017, http://terceravia.mx/2017/01/obama-publica-articulo-en-science-a- favor-las-energias-limpias/.
33 Giddens, La tercera vía…, 30-33.
34 Giddens, La tercera vía…, 33.
35 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 58.
36 La cursiva figura en el original. Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 25. Giddens, La tercera vía…, 139.
37 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 77-78.
38 Obama, “The way ahead”.
39 Thomas Frank, Listen, liberal. ¿What ever happened to the party of the people? (Nueva York: Metropolitan Books, 2016). Jorge Tamames, “¿Qué fue del Partido Demócrata?”, Estudios de Política Exterior (2011), http://www.politicaexterior.com/articulos/libros-4/que-fue-del-partido-democrata/.
40 Joxe Elorrieta, Renovación sindical. Una aproximación a la trayectoria de ELA (Bilbao: Editorial Txalaparta, 2012), 69-70.
41 Elorrieta, Renovación sindical…, 69-70.
42 Navarro, “Es sorprendente que se considere…”.
43 Modernización reflexiva significa la posibilidad de una …, 82-83.
44 La Sra. Margaret Thatcher fue dirigente del Partido Conservador británico, y primera ministra de su país, entre 1979 y 1990.
45 Giddens, La tercera vía…, 22-23.
46 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 14-15.
47 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 46, 75.
48 Lash, “La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad”, 145.
49 Giddens, La tercera vía…, 62.
50 “Policies focused on education are critical both for increasing economic growth and for ensuring that it is shared broadly. These include everything from boosting funding for early childhood education to improving high schools, making college more affordable and expanding high-quality job training […] Finally, sustainable economic growth requires addressing climate change. Over the past five years [2011-2016], the notion of a trade-off between increasing growth and reducing emissions has been put to rest”. En: Obama, “The way ahead”.
51 “Nuevo procedimiento: como Trump. Derogación de leyes clave de Obama”, FreeNews-Es.tk, 28 de diciembre de 2016, acceso el 16 de marzo de 2017, http://freenews-es.tk/2016/12/28/nuevo-procedimiento- como-trump-derogacion-de-leyes-clave-de-obama/.
52 Giddens, La tercera vía…, 95, 96, 104, 150.
53 Beck, “La reinvención de la política”, 56-59.
54 Lash,“La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad”, 141.
55 Giddens, La tercera vía…, 97.
56 Giddens, La tercera vía…, 99.
57 Giddens, La tercera vía…, 131.
58 Giddens, La tercera vía…, 101-103.
59 Giddens, La tercera vía…, 97; Max-Neef, Desarrollo a escala humana...,14.
60 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 14.
61 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 51.
62 Giddens, La tercera vía…, 131; Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 50.
63 “Lead to broadly shared prosperity and growth […] a capitalism shaped by the few and unaccountable to the many is a threat to all. Economies are more successful when we close the gap between rich and poor and growth is broadly based”. En: Obama, “The way ahead”.
64 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 63, 81.
65 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 65.
66 Giddens, La tercera vía…, 101-103; Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 65.
67 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 70, 75-76.
68 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 91.
69 Navarro, “Es sorprendente que se considere…”.
70 Giddens, La tercera vía…, 123,125,126.
71 Giddens, La tercera vía…, 128.
72 Giddens, La tercera vía…, 138.
73 Navarro, “Es sorprendente que se considere…”.
74 Lash, “La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad”, 240, 254.
75 El subrayado es nuestro. Giddens, La tercera vía…, 139, 150.
76 La cursiva figura en el original. Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 62.
77 “Nuevo procedimiento: como Trump. Derogación de leyes clave de Obama”.
78 Max-Neef, Desarrollo a escala humana..., 51.
79 Francisco Flores Legarda, “La Tercera Vía”, Bien Informado, 29 de marzo de 2016, acceso el 16 de marzo de 2017, http://bieninformado.com/index.php/expresate/item/25732-la-tercera-via. Germán R. Páez e Itxaro Arteta, “Una tercera vía entre el ‘establishment’ y los nacionalismos”, El País, 7 de noviembre de 2016, acceso el 27 de marzo de 2017, http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/06/actualidad/1478465962_806502.html.
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