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Resumen: Este artículo aborda las ideas sobre el lenguaje del escritor anarquista Rafael Barrett (1876–1910), en el contexto de las primeras décadas del siglo XX en Paraguay, a partir del análisis interpretativo de un corpus de tres textos: «La Regla», publicado en la revista Los sucesos en 1906; «Guaraní», publicado en el semanario Rojo y Azul en 1907; y «Esperanto», publicado en el periódico La Razón (1909). A partir de la noción de «ideologías lingüísticas», el análisis permite observar cómo se reformulan los problemas lingüísticos que interesaban a la prensa y el pensamiento del momento, incorporando preocupaciones sociales vinculadas al ideario anarquista sin abandonar una adscripción al pensamiento científico de la época, y con él, a un sesgo eurocéntrico.
Palabras clave: anarquismo, ideologías lingüísticas, guaraní, esperanto, Barrett.
Abstract: This article addresses the ideas on language of the anarchist writer Rafael Barrett (1876–1910), within the context of the early decades of the 20th century in Paraguay, through an interpretative analysis of a corpus of three texts: «La Regla», published in the magazine Los Sucesos in 1906; «Guaraní», published in the weekly Rojo y Azul in 1907; and «Esperanto», published in the newspaper La Razón in 1909. Based on the notion of «linguistic ideologies», the analysis allows us to observe how linguistic issues that interested the press and the thought of the moment are reformulated, incorporating social concerns linked to the anarchist ideology without abandoning an adherence to scientific thought of the time, and with it, to an eurocentric bias.
Keywords: anarchism, language ideologies, guarani, esperanto, Barrett.
1. Trasfondo teórico
El movimiento anarquista se ofrece como un caso relevante para el estudio de las vinculaciones entre activismo político y reflexión lingüística ya que otorgó a la palabra escrita un rol central para la difusión de su ideario, así como para la convocatoria a sus acciones (Di Stefano, 2013, 2015), con la convicción de que «leer y escribir era una tarea urgente y liberadora y que anarquistas se hacían al contacto fugaz de las letras de un periódico» (Fernández Cordero, 2017, p.15).
Este artículo tiene como objetivo la caracterización de las ideologías lingüísticas (Narvaja de Arnoux, 2019, p.155) presentes en un corpus de textos autorados por el anarquista Rafael Barrett (1876–1910), en el contexto de las primeras décadas del siglo XX en Paraguay, momento en el que «la cuestión de la lengua se convirtió en un capítulo de la tarea intelectual de diferentes figuras públicas» (Villalba Rojas, 2021, p.16).
Existen trabajos previos que han abordado específicamente la relación del movimiento anarquista con el lenguaje. Esto ha sido indagado desde disciplinas diversas y observando esa relación en contextos particulares.
En España, Salaun (1995) ofrece una mirada sobre las prácticas verbales del anarquismo en España, dando cuenta de una «concepción litúrgica del lenguaje» en las diversas situaciones de comunicación en que intervinieron los grupos ácratas (1995, p.331). Litvak (1995) aborda las publicaciones de la prensa anarquista en España entre 1880 y 1910, sobre las que reconstruye tres puntos fundamentales que orientan la propuesta impresa del movimiento: crear «canales de comunicación» y «canales de grupos participantes» en la lucha social; crítica y oposición «a los lenguajes y canales institucionalizados por la clase detentora del poder»; y finalmente, la «práctica de una cultura y una información alternativas proletarias de base colectiva» (Litvak, 1995, p.235).
En Argentina, trabajos como los de Albornoz (2007), Anapios (2016) y Fernández Cordero (2013) permitieron diferentes abordajes sobre la prensa escrita, pero son los trabajos de Mariana Di Stefano (2009, 2013, 2015) los que han abordado la problemática de las ideas sobre el lenguaje y las prácticas discursivas del movimiento anarquista. Específicamente, ha abordado las ideologías lectoras en los textos del pedagogo español Francisco Ferrer y Guardia y la colección Biblioteca de la Escuela Moderna (Di Stefano 2013), y ha desarrollado un estudio desde el marco del análisis del discurso sobre un corpus de textos pertenecientes al periódico anarquista La Protesta Humana —luego rebautizado La Protesta— publicado en Buenos Aires desde 1897, en el que identifica los rasgos de una discursividad y una lengua libertaria, plurilingüe e internacionalista, que funcionó a modo de un «gran aparato gnoseológico» y permitió un nuevo modo de nombrar y pensar la realidad (Di Stefano, 2015, p.217).
2. El anarquismo de Rafael Barrett
Si bien existió una significativa actividad anarquista en Paraguay al menos desde 1892, cuando aparece un manifiesto del grupo «Los hijos de Chaco», al que le siguen la fundación de sindicatos y, para 1906 la publicación de El Despertar. Órgano de la Federación Obrera Regional Paraguaya, para Rama y Cappelletti (1990, p.79) es la llegada de Barrett el momento que comporta el «mayor auge ideológico y cultural del anarquismo paraguayo».
Rafael Barrett nació en Madrid en 1876 y llegó a Buenos Aires en 1903. Luego de llegar a Paraguay como cronista de El Tiempo para cubrir la revolución de 1904, se asienta allí, y ya en 1908 puede decirse que «se asume como anarquista» (Castells 2018, p.74).
Como acto propio de la intelectualidad anarquista, funda un periódico, y retoma un título caro a la izquierda de la época: Germinal. Allí genera una amplia producción periodística y literaria. Aunque prolífico, sólo publica un libro en vida, Moralidades Actuales, que reúne algo de su ya para ese momento dispersa obra. Sus textos se publicaron póstumamente en diversas colecciones. Luego de una serie de viajes forzados por Uruguay y Brasil, en 1910 muere en Francia, donde se había radicado para tratar su tuberculosis.
La naturaleza prolífica de la obra de Barrett no sólo está determinada por el número de textos, sino también por la variedad de temáticas.
La adscripción política de Barrett al anarquismo no obedece a las generalidades de la época. Como ha señalado Martín Albornoz (2007), Barrett «desborda por mucho los cauces del anarquismo como corriente de ideas, prácticas y preocupaciones», y a la vez su «prédica libertaria (…) no se condice, prácticamente, con ninguna de sus características más habituales» (2007, p.12).
En la gran cosecha de temas e ideas en la bio–bibliografía de Barrett, emerge una gran variedad de temas sociales, literarios y científicos. Entre esa cosecha y desde un tratamiento periodístico–literario es que Barrett se ocupará de tres temas vinculados a la problemática de la lengua: «La Regla», publicado en la revista Los sucesos en 1906; «Guaraní», publicado en el semanario Rojo y Azul en 1907; y «Esperanto», publicado en el periódico La Razón (1909).
Aunque estos textos no pueden pensarse como escritos por un intelectual cuyo objeto de análisis hayan sido particularmente las lenguas o el lenguaje, sí pueden considerarse como textos que participan del debate intelectual de la época, considerando que «los medios contestatarios también dan su debate, en este [el campo lingüístico] como en otros campos, si bien con un alcance menor», y construyen «subjetividades contrahegemónicas» (Narvaja de Arnoux, 2019, p.158).
El período en que Barrett publica sus textos es coincidente con un momento de discusión sobre las lenguas y el lenguaje en toda América Latina. Como señala Di Tullio (2010, p.23) el debate en torno al idioma «surge en una situación de crisis de alguna forma de identidad colectiva», particularmente «la identidad nacional» (2010, p.23).
Esta situación de crisis se relaciona con los grandes movimientos migratorios acaecidos en el continente desde fines del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Durante ese período, afirman Arnoux y Del Valle,
...las ciudades latinoamericanas no solo recibieron inmigrantes extranjeros, principalmente de Europa sino que también fueron destino de migraciones internas atraídas por las oportunidades que ofrecía el desarrollo industrial. Estos grupos lingüísticamente diversos, con sus visiones alternativas de la sociedad y la política, hicieron que las clases dirigentes se sintieran inseguras ante su futuro. (...) los grupos dirigentes tendían a expresar su ansiedad a través de discursos conservadores sobre la lengua y a reafirmar su poder a través del control de los marcos legales para la enseñanza de la lengua nacional en las escuelas y la creación de academias de la lengua e institutos lingüísticos. (Narvaja de Arnoux y Del Valle, 2015, p.150)
Si bien es importante revisar críticamente la visión del anarquismo como una ideario exótico que viene a «implantarse» a los países de América Latina por la inmigración, sí existe una coincidencia entre, por un lado, el crecimiento de las ideas y acciones anarquistas, y por otro lado, la emergencia de una preocupación conservadora sobre la identidad nacional, con la lengua como uno de sus fundamentos.
3. La norma, el esperanto y el guaraní
Los tres textos que componen nuestro corpus de análisis pueden reconstruirse siguiendo una retórica común. En un primer momento plantean un problema que funcionará como el tema del texto. En un segundo momento, el problema se reformula: para el autor, la forma en que el problema ha sido entendido hasta el momento debe corregirse. Y finalmente, en un tercer momento, se extrapola la nueva forma del problema a una reflexión que excede el tema propiamente dicho.
«La Regla» se publica en la revista Los sucesos, en 1906. Barrett aborda en este texto el problema de la regla —o normas— en la enseñanza de la lengua. Para esto toma una anécdota:
De niño me inculcaron con seriedad que se debe decir la casa y no el casa, yo como y no yo comes. Se obstinaron igualmente en asegurarme que tarde es un adverbio, y sobre una preposición. Cuando había aprendido bien una regla me descubrían que no era tal regla, que había numerosas excepciones…
La anécdota construye el problema de forma sintética y su naturaleza problemática emerge cuando se plantea el fastidio frente a la enseñanza de la regla, la cual no sería tal por tener «numerosas excepciones». Pero el problema se reformula. El problema no es el que se inculquen las reglas ni la propia naturaleza de las reglas, sino que el problema se encuentra en un punto anterior del razonamiento: no es necesario siquiera enseñar reglas, en cuanto a lo que el aprendizaje de la lengua se refiere.
Dice primero: «con asombro noté que no me hacía falta saber gramática para hablar castellano». Luego: «Asombroso me pareció también que personas que no conocen la anatomía ni la fisiología del estómago digieran durante largos años imperturbablemente».
Y finalmente,
...vi que el talento y el genio suelen fundar la gramática futura sin molestarse en saludar la presente. La policía aduanesca de mis profesores perdía su prestigio. De dictadores pasaban a copistas. Encargados de medir el idioma, creían engendrarlo.
Para Barrett el conocimiento sobre la lengua y el uso de la lengua son cosas diferentes, así como son diferentes el manejo del propio cuerpo en relación al conocimiento sobre él. Esto a su vez socava el lugar de poder de quienes enseñan esas reglas, en tanto su poder sobre el idioma de una comunidad es superficial, sólo pueden «medirlo», no determinarlo.
Finalmente, el texto salta del comentario sobre las reglas en relación a la lengua hacia las reglas en un sentido general. Afirma Barrett que «escribir hombre sin h, ¡qué vergüenza! Y si en Italia se escribiera uomo con h, ¡qué vergüenza! Si una soltera pare, ¡qué vergüenza!», y luego: «La regla es la mentira, porque es la inmovilidad: pero no lo digáis, no lo deis a entender; defended el pan de vuestros hijos».
La reformulación del problema sostiene que la regla es una mentira en su poder normativo, sólo existe en tanto se la puede hacer “emerger” del mundo. Sin embargo, se debe guardar respeto a la regla en su versión normativa si se quiere sobrevivir a la sociedad de la época.
Por otra parte, el texto «Guaraní» se publica en el semanario Rojo y Azul en 1907.
Aquí el problema, en su forma inicial, es la lengua guaraní como una lengua «atrasada», la cual, en tanto la lengua determina el espíritu del pueblo, condiciona el desarrollo del país. Sobre esta forma inicial y, se sobreentiende, circulante en el medio intelectual de la época, la conclusión es que el guaraní debe eliminarse.
«Para algunos —afirma Barrett—, el guaraní es la rémora. Se le atribuye el entorpecimiento del mecanismo intelectual y la dificultad que parece sentir la masa en adaptarse a los métodos de labor europeos». Afirma luego que «el argumento comúnmente presentado es que correspondiendo a cada lengua una mentalidad…», y por lo tanto «el remedio se deduce obvio: matar el guaraní. Atacando el habla se espera modificar la inteligencia. Enseñando una gramática europea al pueblo, se espera europeizarlo».
Barrett va a reformular el problema en otros términos. No va a sacar a la lengua guaraní de su lugar como lengua «primitiva», pero sí va a plantear que, en realidad, el bilingüismo es bueno para los países, en tanto a cada lengua le corresponde una función.
Así, «que el guaraní es diferente del castellano, en su esencia, no se discute. Se trata de un lenguaje primitivo…». «Nada—continúa Barrett— sin duda más opuesto [que el guaraní] al castellano, hijo adulto y completo del universal latín.» Pero «la historia nos revela que lo bilingüe no es una excepción, sino lo ordinario. Suele haber un idioma vulgar (…), y otro razonado…», y por lo tanto «pobre idea se tiene del cerebro humano si se asegura que son para él incompatibles dos lenguajes».
Finalmente esta forma del problema se extrapola. Así como no se puede alterar la naturaleza bilingüe de la nación paraguaya por medio de la acción de decretos y acciones de gobierno, nada que realice el Estado por medio de sus herramientas va a lograr cambiar el curso de la naturaleza:
Las necesidades mismas (…) de la vida contemporánea regularán la futura ley de transformación y redistribución del guaraní. En cuanto a dirigir ese proceso por medio del Diario Oficial, ilusión es de políticos que jamás se han ocupado de filología. Tan hacedero es alterar una lengua por decreto como ensanchar el ángulo facial de los habitantes.
Aquí no es claro qué son «las necesidades de la vida contemporánea» o cómo estas se manifiestan, pero sí es claro que la planificación (al menos «por decreto») sobre las lenguas no parece ser algo posible para Barrett.
Finalmente, el último texto, titulado «Esperanto», es publicado en el periódico La Razón (1909).
El problema que aquí se trata es el del esperanto como lengua auxiliar destinada al fracaso: «Max Nordau —uno de nuestros mejores profetas— ha dicho que el esperanto fracasará como ha fracasado el volapuk.»
El problema se reformula en términos de que, en realidad, se comprende mal el problema si se cree que de lo que se trata es de instalar el uso de una lengua, porque lo que se precisa —y el esperanto viene justamente a resolver esto— es una «notación»:
[El esperanto] No es una lengua, es una notación. Una lengua es un organismo vivo, y tan imposible fabricarla como fabricar un ave o una flor. Pero lo que la humanidad necesita para sus relaciones internacionales no es una lengua; es precisamente una notación.
Barrett continúa este razonamiento a partir de un ejemplo. «Novicow, enemigo del esperanto, propone el francés para lengua internacional (…) Se equivocan», pero
Supongan que de repente (...) los habitantes de la tierra no supieran sino francés. (…) ese francés se diversificaría en innumerables dialectos según las regiones. Para esos asuntos internacionales los hombres conservarían un francés sin duda, mas no el francés. Conservarían una especie de francés mecanizado, esperantizado.
Esta posición de la reformulación del problema, la idea de que hay una mala interpretación del propósito del esperanto —ya que en realidad su propósito es parte de un proyecto y su objetivo es resolver técnicamente un problema— se extrapola hacia cualquier situación donde aparece una búsqueda de progreso mediante el conocimiento técnico. Un progreso que, para Barrett, es inevitable.
Lean los informes administrativos, las memorias de las academias científicas; observarán la tendencia a mecanizar el idioma. La página de telegramas de La Prensa no está redactada en el español literario ni en el familiar, sino en un español incoloro, neutro, un esperanto de español.
La notación universal vendrá temprano o tarde. Es un progreso invencible. Contribuir a adelantarlo es obra del más fecundo altruismo, del que beneficia a las generaciones futuras…
En cada texto la reformulación que ofrece Barrett permite generar un posicionamiento alternativo sin desvincularse de lo que a grandes rasgos puede considerarse el «saber científico» de la época. No se ofrece una respuesta al problema «recibido», sino que frente a él se responde que, en realidad, el problema está mal formulado.
Ángel Cappelletti ha señalado que, lejos «del materialismo mecanicista y del cientificismo imperante en su época», así como lejos también del «espiritualismo tradicional» (sf, p.2), el posicionamiento filosófico de Barrett debe interpretarse como
...un vitalismo espiritualista, de raigambre bergsoniana, que tiende a fundamental una ética de la entrega (altruismo) y de la creación, una ética sin obligación y sanción, la cual encuentra su principal objeto de lucha por una Sociedad sin propiedad privada, sin clases y sin Estado, esto es, en una Sociedad tal como la concibe el socialismo libertario, sin que, en esa lucha, se deban desechar los válidos análisis históricos y sociales del marxismo. (Cappelletti, sf, p.7)
Esto debe alertar sobre una simplificación de lo «científico» o lo «naturalista» en los textos de Barrett. Mariana Di Stefano ha señalado que «...la enunciación libertaria (…) se autolegitima siempre en el saber científico y fundamentado» (2015, p.200), así como Suriano, previamente, señaló que, para el movimiento anarquista «la ciencia no sólo era un símbolo sino también una herramienta concreta para luchar y oponerse a los dogmas y prejuicios religiosos» (Suriano, 2008, p.43).
Los textos de Barrett efectivamente evocan un léxico y un imaginario vinculado a lo científico, a la naturaleza y lo anatómico. Pero si bien la ciencia o el conocimiento sobre la naturaleza parecen ser discursos en los que Barrett se inscribe, sin embargo se insiste con la concepción de una naturaleza que escapa a cualquier saber humano, a cualquier control o reproducción posible.
En «La regla», se afirma: «Asombroso me pareció también que personas que no conocen la anatomía ni la fisiología del estómago digieran durante largos años imperturbablemente»; en «Guaraní», se dice que «tan hacedero es alterar una lengua por decreto como ensanchar el ángulo facial de los habitantes»; finalmente, en «Esperanto», que «Una lengua es un organismo vivo, y tan imposible fabricarla como fabricar un ave o una flor».
Las lenguas son parte de ese mundo de la naturaleza. Esta es una idea ya registrada como característica del siglo XIX, «...por influencia simultánea de Hegel y Darwin», se entiende que «la lengua es un organismo natural vivo, que se desarrolla y tiende a la muerte»; es «la tesis del declive de las lenguas», donde existen tres estadios de evolución lingüística: primero aislante, luego aglutinante y finalmente flexivo (Calvet 2005, p.46).
Aunque no es claro si de eso extrae una idea de declive y muerte de las lenguas, Barrett define a las lenguas como organismos vivos. Lo que indudablemente puede leerse en sus textos es una idea de evolución, en tanto se presenta al guaraní como «primitivo», mientras que el castellano es «hijo adulto y completo» (es decir, ya completamente desarrollado, evolucionado) del «universal» latín.
Calvet observa sobre esta concepción de las lenguas un «aspecto normativo–eurocentrista», donde «las lenguas flexivas son las más evolucionadas (ése es el aspecto normativo) y se corresponden como por azar con las lenguas indoeuropeas (aspecto eurocentrista)» (Calvet 2005, p.46).
Esta visión, que para Calvet difiere de la visión propia del siglo XVI, momento en que «los conflictos lingüísticos estaban ligados a los choques entre nacionalismos europeos» (2005, p.47), responde a una «defensa de occidente» frente al «lento descubrimiento del mundo que signa los siglos XVII y XVIII», una defensa que busca demostrar “la superioridad de las lenguas indoeuropeas sobre las otras» (2005, p.47).
Otra definición de la lengua como organismo vivo puede encontrarse en Bergson, filósofo que, como mencionamos, Cappelletti asocia a Barrett. Rates (2022) señala que Bergson adhiere a una forma de naturalismo similar a la de los pensadores sobre el lenguaje del S. XIX, pero a diferencia de ellos, no concibe que ese naturalismo sea mecanicista.
El lenguaje, según la interpretación que Rates realiza de Bergson, no puede ser concebido como «organismo separado, estático e independiente del hablante o del momento vital que lo ha generado» (Rates, 2022, p.239). Sin embargo, a diferencia de lo que puede interpretarse de los textos de Barrett, Bergson concibe al lenguaje como una creación humana, aunque condicionada a la vez por fuerzas que exceden al hombre (Rates, 2022, p.238). Rates señala un dato interesante: Bergson se oponía al uso del Esperanto en tanto creía que esa propuesta no podría lograr el propósito de unir a las diferentes naciones. Para «conocer y tener empatía por una cultura diferente», comenta Rates, Bergson consideraba necesario y suficiente convivir con esa cultura, aprender su lengua y estudiar su literatura. Aquí, siguiendo el razonamiento de Barrett, podría decirse que el Esperanto no contradice esa posibilidad.
Es por lo tanto difícil —y quizás innecesario— encontrar una relación directa entre las ideas de Bergson (quien no se ha ocupado específicamente del lenguaje) y las de Barrett en estos textos. Los textos de Barrett pueden inscribirse en un debate más general, propio de la época.
Al decir de Martín Albornoz, Barrett «...escribía sobre todo lo que sucedía en el mundo. El procedimiento de elaboración era aparentemente sencillo: el telégrafo escupía una noticia y Barrett, donde estuviera, la refractaba en el papel otorgándole densidad propia y autonomía» (Albornoz, 2007, p.178).
Son textos breves, «cajas demasiado pequeñas para su contenido», «pura dinamita cerebral» (Albornoz, 2007, p.178). Sus textos, por lo tanto, no deben entenderse como tratados filosóficos, sino como piezas periodísticas, o al menos piezas a ser publicadas en un periódico, que se proponen dialogar a la vez con lo más inmediatamente local así como con noticias y temáticas propiciadas por la prensa internacional. En tanto tales, estos textos son emergentes de ideas que circulaban y con las que Barrett dialoga o sobre las que realiza reelaboraciones.
4. Contexto intelectual
En lo inmediato, las intervenciones de Barrett sobre tópicos como la lengua guaraní pueden colocarse en un contexto en el que también otros intelectuales de la época como Manuel Domínguez (1868–1935) o Manuel Gondra (1872–1927), se preocupaban por la cuestión de la lengua[1]. Villalba Rojas señala, como eje central de estos intelectuales, la preocupación «por (re) construir un sistema significante que recuperase el valor de lo nacional» prestigiado en «el reconocimiento de un pasado glorioso y una ascendencia heroica» (Villalba Rojas, 2022, p.5).
Si bien no es posible afirmar que los textos de Barrett muestren esa misma preocupación, su posicionamiento sobre el guaraní es similar al de Manuel Domínguez, para quien, según Villalba Rojas, «...el guaraní se revela atado a un dominio específicamente afectivo, sentimental, que seduce al hombre civilizado, pero que no asegura un estado óptimo de civilización a quien “no hable otra lengua que el guaraní”» (Villalba Rojas, 2022, p.8).
Curiosamente, Domínguez polemizaría con Barrett sobre la cuestión de los yerbales, a quien acusó de ver la realidad con «ojos enfermos».
Augusto Roa Bastos señala que Barrett fue «uno de los pocos que se interesaron con criterio crítico y científico en los problemas del bilingüismo en Paraguay» (1978, p.12). Según el mismo autor, Barrett «delimitó sagazmente los dos campos, roles o funciones» de las lenguas guaraní y castellano, «casi en los mismos términos en que Bernard Pottier había de hacerlo no hace mucho al referirse al mismo problema» (1978, p.12).
Para Roa Bastos la interpretación de Barrett sobre el problema del bilingüismo se relaciona con su sensibilidad social, «como un indicio más de la relación existente entre dominantes y dominados de una sociedad en situación semifeudal y semicolonial como la paraguaya de su tiempo» (1978, p.12).
La relación con el contexto internacional puede observarse en el texto «Esperanto» y el problema de las lenguas auxiliares, un tema que atravesó —aunque secundariamente— las discusiones de anarquistas y socialistas al menos desde 1867, cuando el Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores acuerda que «una lengua universal y una reforma de la ortografía constituirían un beneficio general y contribuirían a la unidad de los pueblos y a la fraternidad de las naciones» (Di Stefano, 2015, p.175).
Di Stefano señala que aparecen menciones al esperanto en el VI Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina, en 1906, y en La Protesta de Buenos Aires, aunque hubo menciones esporádicas sobre el tema, será en 1917 cuando se desarrolle un debate (en once artículos) sobre esta lengua auxiliar.
La fecha del texto de Barrett, 1909, coincide con los años en que la Asociación Internacional de las Academias Científicas comienza a consensuar la idea de
...crear una Lengua Internacional Auxiliar (LIA), es decir, ya no una lengua que por razones religiosas o filosóficas fuera superior, perfecta y permitiera la aproximación a dios o el razonar adecuadamente, sino una lengua que resolviera cuestiones pragmáticas, sin la pretensión de reemplazar las nacionales sino de funcionar como “auxiliar”. (Di Stefano, 2015, p.186)
A su vez, el Congreso Internacional Anarquista, realizado en Ámsterdam en 1907, «aprueba una recomendación de adhesión al esperanto». Émile Chapelier presenta al Congreso un texto donde se «emite el deseo» de que “todos los anarquistas o al menos los militantes” estudien Esperanto, como una lengua en la que posiblemente puedan desarrollarse los próximos congresos internacionales. Sin embargo el proyecto no es aceptado por dos participantes (Amédée Dunois y Henri Fuss), quienes aducen no estar capacitados para valorar la lengua auxiliar y proponen en cambio «el estudio y la práctica de al menos una lengua viva» (Di Stefano, 2015, p.190).
La posición de Barrett frente al Esperanto coincide entonces con aquella de la Asociación Internacional de las Academias Científicas, por lo que no es casual que tome como ejemplo el lenguaje de las ciencias, cada vez más «esperantizado», como defensa de la necesidad de una notación universal. Persiste en Barrett el posicionamiento de que la naturaleza de las lenguas, así como la naturaleza en general, no puede ni fabricarse ni intervenirse.
5. Comentarios finales
Pese a la sensibilidad social que Barrett demuestra y a las causas con las que se compromete, en su amplia cosecha de temáticas contemporáneas, reproduce la ideología lingüística dominante, aunque sí planteando un pequeño giro para cada tema que, aunque no rompe con esa ideología, sí permite formular el problema en términos que proponen una consecuencia diferente.
El caso del Guaraní es quizás el más transparente. Sobre la base de un mismo ideario eurocentrista —incluso aunque denuncie la búsqueda de europeizar a los trabajadores del paraguay— Barrett señalará que la conclusión no es que deba exterminarse la lengua guaraní, sino que debe convivir con el castellano, en tanto a cada cual le corresponde una esfera de vida diferente, no contradictoria ni opuesta.
Las ideas de Barrett no parecen responder a un modelo claro. En casos como los abordados por Di Stefano (2015) la ideología lingüística ácrata, si se divide entre esperantistas y antiesperantistas, posiciona a los primeros como afiliados a un valor positivo de lo artificial, y a los segundos como afiliados a un valor positivo de la natural. Las ideas de Barrett no encuadran en ese esquema, puesto que él parece ubicarse a favor del esperanto (como notación universal, no como lengua), pero parte de argumentos naturalistas.
Las particularidades del caso aquí abordado señalan entonces la necesidad de pensar la categoría de «ideologías lingüísticas» no como una herramienta para realizar tipologías o descripciones estancas, sino en todo caso como un concepto que permita al menos explorar posibles explicaciones sobre las decisiones e ideas de diferentes actores sociales.
Existe una particularidad en el pensamiento de Barrett que lo diferencia del grueso del pensamiento anarquista de la época, pero sin embargo su posicionamiento es anarquista en un sentido bastante transparente: desacredita la necesidad de intervención, de mando o de «política» (en su sentido peyorativo) sobre las lenguas y el lenguaje. Las instituciones tradicionales, asociadas al poder político establecido, no son necesarias ni siquiera para enseñar las reglas de una lengua.
Es importante también llamar la atención sobre el hecho de que el estudio de las ideologías lingüísticas no debe circunscribirse sólo a aquellos discursos que declaran algo explícitamente sobre las lenguas, sino que debe poder observarse cómo operan, efectivamente estas ideologías. La publicación de un texto periodístico puede afirmar, en su contenido, proposiciones que luego, la dimensión performativa del texto, contradice.
Observar la dimensión performativa de estas acciones textuales de Barrett muestra a un autor que interviene en la arena pública desde un posicionamiento político cuyas coordenadas parecen más o menos claras —el movimiento anarquista— pero que en el detalle ideológico se da a la fuga. Su poder de síntesis en lo textual, motivado quizás por las abigarradas disposiciones textuales en los diarios de la época, le permite sólo esbozos de trazo grueso en lo conceptual.
En términos generales, la acción que los textos parecen querer llevar adelante puede inscribirse en un interés por construir una legitimidad enunciativa en la prensa regional que se nutre de la capacidad crítica del autor. El diferencial que ofrece Barrett en los variados temas que aborda está, no en la novedad de las temáticas, sino en la reformulación que sobre ellos traza, sin salirse del marco general positivista de la época a la vez que encuadrado en cierta sensibilidad política ácrata de corte personal. Los textos de Barrett constituyen breves subversiones del sentido común que no abandonan los límites de una comprensión científica y naturalista del mundo, ideario caro a la conceptualización anarquista.
Si bien merecería una discusión más amplia que la que aquí podemos ofrecer, lo que observamos en este reducido corpus puede pensarse como una faceta general de su actividad periodística y literaria. Las variadas temáticas que abordó a lo largo de su dispersa producción escrita muestran una búsqueda por la elaboración de un pensamiento original sobre cada uno de los temas que trata.
El estilo sintético, el logro de enunciados a modo de sentencias o aforismos, puede haber sido quizás producto del contexto de publicación, pero en las condiciones de ese contexto su escritura intenta maximizar los efectos, cubrir en alusiones lo que el escaso desarrollo de los textos no puede abordar. Esto sin duda explica el gran favor del que han gozado los textos de Barrett a lo largo de la prensa anarquista, que tantas veces reprodujo sus palabras junto a las de las figuras más destacadas del movimiento.
Puede encontrarse una continuidad entre las ideas de Barrett sobre el lenguaje con el pensamiento anarquista en tanto sus conclusiones se caracterizan por menospreciar la necesidad de intervención del Estado o formas de autoridad: la regla gramatical es inútil, las acciones de los políticos sobre el guaraní se descartan también como inútiles, la mecanización de las lenguas es inevitable.
La medida en que los posicionamientos de Barrett continúan siendo europeizantes puede relacionarse con la búsqueda de permanecer en un marco de lo científico o lo racional, cuya naturaleza, como muestran las investigaciones decoloniales de los últimos años, muchas veces se confunde con lo europeo y occidental.
Indagar estas ideologías lingüísticas permite observar la dificultad que existe para lograr salir de los marcos tradicionales de comprensión de las lenguas, incluso cuando se puedan reformular los supuestos y puedan reinterpretarse los problemas en relación a ellos.
Los textos autorados por Barrett transparentan una ideología lingüística que, si en parte reproduce la ideología dominante (europea, colonial), en parte la posiciona de un modo novedoso.
Futuras indagaciones deberán contrastar las ideas que Barrett ha dejado entrever sobre la cuestión del lenguaje con un corpus amplio de su obra que permita reconstruir con detalle el despliegue de su propia política de la palabra.
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Notas