Reseñas
"Signos de civilización. Cómo la puntuación cambió la historia", de Bard Borch Michalsen
De Signos y Sentidos
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN-e: 1668-866X
Periodicidad: Anual
núm. 23, e0022, 2022
![]() | Michalsen Bard Borch. SIGNOS DE CIVILIZACIÓN CÓMO LA PUNTACIÓN CAMBIÓ LA HISTORIA. 2022. Buenos Aires. Ediciones Godot. 174 pp.. 9789878413556 |
---|
En su obra El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, el sociólogo alemán Norbert Elias nos alerta sobre el carácter inacabado de la civilización, por este motivo habla de pautas civilizatorias. El cambio social se explicaría a la luz de la noción de proceso como un continuo devenir. En este caso, la evolución de la puntuación que culminó aproximadamente hace 500 años podría comprenderse como una de aquellas pautas, como un signo de civilización.
El autor de este libro es el académico Bard Borch Michalsen, quien nació en Noruega en 1958. Allí mismo se desempeñó como vicerrector y profesor asociado en la Universidad Ártica. Si bien escribió varios libros sobre lenguaje y cultura, estamos frente a su primera obra traducida al castellano. De antemano podemos sostener que Signos de civilización. Cómo la puntuación cambió la historia es un ejemplar que puede ser leído por cualquier persona interesada en el tema sin necesidad de ser un especialista en la cuestión.
De lectura ágil y entretenida, a través de tres capítulos Michalsen construye con gran erudición un hilo narrativo que nos muestra cómo los códigos del lenguaje operan como un requisito previo para el éxito de las civilizaciones. Lejos de ser una simple historia de la puntuación, es también una defensa; un manifiesto a favor del correcto uso de los signos que hacen a la claridad de nuestra comunicación. «Los signos de puntuación no son únicamente una parte importante de nuestro código idiomático, sino que se transformaron nada menos que en una de nuestras fuerzas impulsoras en el desarrollo de toda nuestra civilización occidental» (p. 14). Pero, ¿qué argumentos brinda el autor para hacer una afirmación de tal magnitud?
Si bien la humanidad comenzó a escribir antes -las primeras palabras aparecen hace aproximadamente 6000 años—, la puntuación es la coronación final de los lenguajes escritos en Europa. Los signos de puntuación tienen una historia de 2200 años, cuando fueron utilizados de manera primigenia en Alejandría, la capital intelectual de la antigüedad. Los primeros textos del milenio se concebían como scriptio continua, es decir, «sinespaciosentrelaspalabras». De esta forma resultaban de difícil acceso, incluso para los más competentes en la práctica de la lectura.
En esta línea, en el capítulo primero denominado 1494: Está hecho, Michalsen reconstruye los avatares que sufrió el sistema desde que vio la luz, tempranamente, con Aristófanes de Bizancio (257–180 a. C.). Siendo bibliotecario de Alejandría, desarrolló el primer sistema de puntuación del mundo, además introdujo el uso de acentos en griego (puntos y acentos). La idea básica de Aristófanes fue dotar al texto de distinciones —los signos de puntuación en un comienzo eran indicadores de separación—, puntos circulares que debían colocarse a distintas alturas según la duración de la pausa a marcar.
Ahora bien, al calor de diversos procesos históricos, el desarrollo posterior de este hallazgo significó una verdadera montaña rusa. Del poderío griego el centro de poder se trasladó al imperio romano, lo que conllevó un regreso a la scriptio continua y, por contrapartida, una época oscura para la puntuación que apenas sobrevivía. Los nuevos avances aparecen con el renacimiento carolingio, es decir, un milenio más tarde con Carlomagno (742–814 d. C.) y Alcuino de York (735–804 d. C.), responsable de retomar el legado de Aristófanes y sintetizar la puntuación. Michalsen los define como aquellos hombres que construyeron la cultura escrita en Europa: «Cuando la imprenta aun no existía, el emperador Carlomagno formó amplios equipos de copistas, que en Aquisgrán crearon la mejor biblioteca de Europa. Carlomagno, que tanto ayudó a leer, no sabía leer. Y analfabeto murió a principios del año 814» (Galeano, 2011:42).
Pero fue en el renacimiento italiano —el héroe veneciano que destaca Michalsen es Aldo Manuzio (1449–1515)— cuando se logra insertar la primera coma moderna, el primer punto y coma y dar a conocer —a través de su imprenta— el primer libro de bolsillo. Como editor, el gramático Manuzio desarrolló rápidamente una visión totalizadora de la producción de textos que también incluía el diseño. Pero no solo eso, tenía entre manos una gran idea: el uso de diferentes signos entre las palabras; el punto, la coma, el apóstrofo. Además de crear nuevas formas de representar los signos de puntuación, logró implementar la estandarización de un sistema que ayudó a hacer del lenguaje escrito un medio de comunicación fundamental, 1700 años después de que Aristófanes implementase el primer sistema simple de puntuación.
Más allá de la primera Biblia impresa por Johannes Gutenberg en 1455, que marca el nacimiento del libro impreso en el mundo occidental, había que dotar —en palabras de Michalsen— a ese hardware de un software equivalente: cuando Manuzio instala su editorial Aldine en Campo San Paolo hacia 1494 estaba hecho. La gran revolución se produjo a través de las modificaciones en la forma en que se organizó el texto, por ejemplo, con la introducción, disposición y organización de las palabras en espacios a través de la puntuación moderna. Cabe destacar que todas estas disposiciones allanaron el camino para la lectura silenciosa.
Más tarde, la puntuación dejó su huella en todas las lenguas occidentales, pero también estos principios influyeron en la puntuación de idiomas como el ruso, el árabe, el japonés, etc. Según el autor noruego, la puntuación es una de las cosas más espléndidas que produjo nuestra civilización. Como señalamos brevemente, este sistema conoció un desarrollo con altibajos desde la antigüedad al renacimiento y desde allí hasta nuestros días.
El segundo capítulo se denomina Signos de civilización. En esta instancia el autor realiza un verdadero ditirambo hacia los signos de puntuación que considera fundamentales. Pero aquí radica también una advertencia: si bien en el nivel micro de puntuación encontramos signos que son importantes para la pronunciación tales como acentos, apóstrofos, guiones, hashtag y comillas, estas señales quedan fuera del alcance del libro. Ahora bien, si el lector quiere informarse sobre el correcto uso de los signos de puntuación, la función que cumplen y las distintas discusiones que se han suscitado entre especialistas, comunidades lingüísticas y escritores debe prestar particular atención a este apartado.
Como se sabe, los signos de puntuación son buenos para crear coherencia. El punto indica claramente cuándo se entregó el mensaje; cuándo hay que tomar aliento, exhalar, tomar un verdadero descanso, comenzar de nuevo, luego, seguir escribiendo. La coma, el punto y coma y los dos puntos indican que lo que viene está conectado con lo precedente. Por otra parte, contamos con los signos de exclamación e interrogación —en el caso del lenguaje español se colocan al principio y al final de una oración— que dan una señal al lector de lo que está por venir.
Asimismo, la puntuación contribuye a la continuidad, es decir, al progreso hacia adelante en el texto y a la cadencia: al ritmo. Oraciones largas o cortas, dependiendo de la puntuación, crean un ritmo que puede producir velocidad o calma. Los signos de puntuación enfatizan la lógica de lo que se escribe. Cuando escribimos, la puntuación expresa de alguna manera el lenguaje corporal, la voz y el silencio. Pero lo más importante de todo es su capacidad para atraer al lector de manera rápida y eficiente.
En la segunda parte el escritor noruego nos enseña, a través de numerosos ejemplos, que la regla principal consiste en escribir de tal manera que el lector pueda comprender con facilidad lo que se desea expresar. Para Michalsen, la claridad expresiva se halla por encima de cualquier otro argumento.
Una filosofía para un mundo en movimiento es el tercer y último capítulo de este libro. Allí, Michalsen elabora un diagnóstico de la actualidad vinculado al tema investigado, y comparte una propuesta para desenvolvernos en este mundo en constante mutación. No es novedad que vivimos en una cultura dominada por las pantallas. Cada vez tenemos más comunicación con letras, palabras y oraciones escritas en pantallas más pequeñas. Sin embargo, la historia ha demostrado cómo el lenguaje escrito se adapta constantemente al nuevo medio.
Los nuevos dispositivos posibilitan que muchos individuos se comuniquen de manera virtual, esto no es una novedad. Pero el problema se presenta cuando las nuevas tecnologías brindan pautas y marcos de referencia sobre cómo escribimos. En esta instancia, el lenguaje escrito no puede reducirse a un simple determinismo tecnológico en el que estas tecnologías decidan acerca de cómo vamos a escribir. Esa es tarea nuestra. Escribimos mejor, más rápido y con mayor eficacia si usamos los signos de puntuación de forma consciente y de manera más o menos acorde a las convenciones establecidas por una determinada comunidad lingüística.
En resumidas cuentas, si bien celebra el lenguaje escrito que se está utilizando en este nuevo contexto, advierte que no se debe perder de vista los ideales que aprendimos en la escuela: lógica, coherencia, una ortografía correcta y un estilo de puntuación que agilice la comunicación. Es algo que se debe hacer si nos estamos comunicando en papel o a través de una pantalla. Como sabemos, la puntuación no es natural. Se requiere mucho tiempo y esfuerzo para aprenderla, pero al mismo tiempo esto ayuda a producir textos claros, fluidos y coherentes.
Escribir es comunicar. Si queremos hacerlo de manera correcta no podemos valernos de reglas individuales sobre cómo escribir, construir oraciones o puntuar. En esta instancia adherimos al pensamiento de Bard Borch Michalsen y sostenemos que es necesario mantener algunas reglas básicas para la puntuación. Si pretendemos ser entendidos, no podemos escribir como se nos dé la gana.
Las reglas de puntuación están compuestas por una combinación de normas gramaticales y retóricas que indican lo que se debe hacer para llegar a una expresión correcta, en proporciones que varían de una comunidad lingüística a otra. Si conocemos las reglas y estamos seguros de lo que los signos pueden hacer por nosotros, eliminaremos ambigüedades en el acto fundamental de comunicar. Por último, es pertinente señalar que la puntuación como sistema dentro de la escritura nos guía como una voz interna y nos detiene con su condición externa. Entiendo lo antedicho como el aporte fundamental del libro reseñado.
Referencias bibliográficas
Elias, Norbert (1987). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: FCE.
Galeano, Eduardo (2011). Los hijos de los días. Buenos Aires: Siglo XXI.
Vallejos, Irene (2019). El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. Buenos Aires: Ediciones Siruela.
Notas de autor