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ESPACIO VIVIDO (Y LIMITADO): ESTUDIO MIXTO SOBRE ESPACIO PÚBLICO, GÉNERO Y PANDEMIA EN TALCA, CHILE
LIVED (AND LIMITED) SPACE: A MIXED STUDY ON PUBLIC SPACE, GENDER, AND PANDEMIC IN TALCA, CHILE
Revista Académica UCMaule, vol. 64, pp. 9-38, 2023
Universidad Católica del Maule

Estudios

Revista Académica UCMaule
Universidad Católica del Maule, Chile
ISSN-e: 0719-9872
Periodicidad: Semestral
vol. 64, 2023

Recepción: 04 Mayo 2023

Aprobación: 18 Mayo 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El contexto de pandemia de COVID-19 limitó el acceso y uso de espacios públicos urbanos, a partir de las medidas de confinamiento impulsadas para prevenir contagios. Sin embargo, esta limitación no fue homogénea, ya que presentó características diferenciadas entre hombres y mujeres. En este sentido, este artículo busca identificar el rol del género en las experiencias de jóvenes en espacios públicos urbanos de la ciudad de Talca, Chile, durante el contexto de COVID-19. Se utilizó una metodología mixta, recolectando y analizando datos tanto cuantitativos como cualitativos, a partir de la aplicación de encuestas y entrevistas semiestructuradas. Dentro de los principales resultados se destaca que: i) existieron diferencias a nivel de prácticas, es decir, en la asistencia y actividades realizadas por jóvenes hombres y mujeres; ii) estas diferencias en prácticas se basan en imaginarios urbanos que en el caso de jóvenes mujeres se caracterizan por sensaciones de temor; y iii) el contexto de COVID-19 visibilizó e intensificó aquel imaginario y ciertas prácticas de precaución en espacios públicos urbanos. De esta manera se concluye que existen experiencias espaciales urbanas diferenciadas por género, develadas por la pandemia, que responden a contextos socioculturales e influyen en la manera de (con)vivir el espacio.

Palabras clave: espacio público, imaginarios urbanos, género, pandemia.

Abstract: The context of the COVID-19 pandemic has limited access to and use of urban public spaces because of the confinement measures implemented to prevent contagion. However, this limitation was not homogeneous because it presented different characteristics between men and women. In this sense, this study seeks to identify the role of gender in the experiences of young people in urban public spaces in the city of Talca, Chile, during the COVID-19 pandemic. A mixed methodology was used to collect and analyze both quantitative and qualitative data from surveys and semi-structured interviews. The main results highlight the following: i) there were differences at the level of practices, that is, in the attendance and types of activities carried out by young men and women; ii) these differences in practices are based on urban imaginaries that, in the case of young women, are characterized by feelings of fear; and iii) the context of COVID-19 made visible and intensified such imaginaries and certain practices of caution in urban public spaces. Thus, it is concluded that there are gender-differentiated urban spatial experiences revealed by the pandemic, which respond to sociocultural contexts and influence the way of (co)-living in a given space.

Keywords: public space, urban imaginaries, gender, pandemic.

1. Introducción: mujeres, COVID-19 y espacio público

La pandemia producida por la enfermedad COVID-19, sin dudas, fue un evento que llegó a romper la cotidianidad de nuestras vidas (Lins Ribeiro, 2021). Así como señala Das (1995), este tipo de eventos impulsan a las personas hacia situaciones nuevas e imprevistas, ante las cuales deben adaptarse para interpretar la realidad y actuar en ella. Una de estas situaciones fue la implementación de diversas políticas por parte de los Estados para disminuir la propagación de la enfermedad (Marcús et al., 2020).

Fue así como el distanciamiento físico y las medidas de confinamiento se hicieron algo cotidiano. De esta manera, la movilidad en las ciudades a nivel global disminuyó de forma considerable (Cancino et al., 2020; Enoch etal., 2022), ya que los espacios públicos donde se compartía con otros desconocidos fueron considerados como peligrosos o, al menos, generaban cierta preocupación (James, 2020; Cabrera-Barona et al., 2022; Zúñiga-Olave y Herrmann-Lunecke, 2022). Lo anterior también repercutió de forma importante en la asistencia y usos de espacios públicos urbanos, tales como plazas y/o parques. Estos espacios comenzaron a caracterizarse fundamentalmente por una pausa en sus actividades, el abandono y la desolación (Cabrera-Barona et al., 2022; Páramo y Burbano, 2022; Quijano Gómez, Herrera Urrego y Rojas Berrío, 2022).

Sin embargo, así como sostienen Mayen y Utomo (2022), el uso de espacios públicos urbanos en ciudades latinoamericanas, por lo general, no es neutral: mujeres, personas de bajos ingresos y personas en situación de discapacidad —entre otras— pueden encontrarse con barreras para su acceso y uso. En este sentido, la pandemia por COVID-19 no solo representó nuevas situaciones a las cuales adaptarse, sino que también develó e intensificó ciertos fenómenos previos de desigualdad (Osorio, 2021; Zúñiga-Olave y Herrmann-Lunecke, 2022). En el caso de género, según datos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (2018), el año 2018 en Chile un 48% de hombres asistía al menos una vez por semana a plazas y/o parques urbanos; cifra que disminuyó a un 40% en el caso de mujeres. Además, se debe considerar que un 62% de hombres manifestaba que se sentía “seguro” o “muy seguro” al pasear por plazas y/o parques urbanos, mientras que solo un 48% de mujeres señalaba sentirse de aquella manera.

Investigadoras como Villegas (2021) y Mayen y Utomo (2022) sostienen que en el contexto de pandemia no existió un imaginario de aumento de las posibilidades de sufrir episodios de violencia de género en espacios públicos urbanos. De hecho, en la investigación de Pipitone y Jović (2021) —con una muestra predominantemente emeninase obtuvo que las plazas y parques urbanos, en algunos casos, se consideraron una oportunidad de descanso y recreación. Sin embargo, es importante mencionar que sí se convivió con un imaginario de “doble riesgo” para las mujeres: por un lado, de contagio de COVID-19 y, por otro, de episodios de violencia (Villegas, 2021). De esta manera, se visibilizaron e intensificaron situaciones previas que ya limitaban el acceso y uso de espacios públicos urbanos por parte de mujeres: carga de trabajo remunerado y de cuidados que disminuye los tiempos de descanso y esparcimiento (Osorio, 2021), limitada disponibilidad de plazas y/o parques cercanos al hogar o mala calidad de elementos de estos espacios (como iluminación, pavimentación y accesos, entre otros) (Mayen y Utomo, 2022).

Además, como señala Rodó de Zárate (2012), se debe considerar que el género y la edad es una intersección entre dos variables de opresión para jóvenes mujeres. Esto repercute en su relación con los espacios, en su actuar corporal y/o en su percepción del peligro, limitando el uso de espacios como plazas y/o parques urbanos. En este sentido, según datos del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv, 2021), en Chile durante el año 2021 en un 59,6% las jóvenes manifestaban considerar “Medianamente riesgoso” o “Riesgoso” asistir a parques y espacios públicos. Esto se suma a un estudio del año 2022 de la misma institución, donde se obtuvo que un 80,4% de jóvenes mujeres manifestaba la intención de mantener la distancia física en espacios públicos luego de terminada la pandemia, frente a un 66,6% de jóvenes hombres (Injuv, 2022).

Considerando los planteamientos anteriores, en este artículo se presenta una investigación que tuvo como objetivo comprender las experiencias de jóvenes en espacios públicos urbanos —principalmente plazas y/o parques— de la ciudad de Talca, Chile, durante el contexto de COVID-19. En particular, se profundizará en uno de sus objetivos específicos, el que pretendía identificar el rol del género en aquellas experiencias. En este sentido, el presente artículo tiene como propósito visibilizar y problematizar la existencia de experiencias espaciales diferenciadas por género —haciendo énfasis en las particularidades experimentadas por jóvenes mujeres— en la ciudad de Talca, región del Maule. Esto en un contexto avanzado de la pandemia con un retorno gradual al espacio público (noviembre de 2021-junio de 2022), considerando que la literatura revisada para esta investigación estaba concentrada en períodos de mayores restricciones sanitarias, sin hacer referencia explícita en las experiencias espaciales limitadas de mujeres. De esta manera, más que un artículo sobre la pandemia es respecto a un fenómeno develado e intensificado por aquel contexto.

2. Algunas consideraciones teóricas: género, espacio e imaginarios urbanos

Así como sostienen Lindón, Hiernaux y Aguilar (2006), la experiencia humana en todas sus expresiones necesariamente posee un componente espacial, es decir, la experiencia humana es una experiencia espacial. En esta experiencia, el género —como construcción social y cultural que enfatiza en las diferencias entre lo masculino y lo femenino— se constituye como uno de los fundamentos de las experiencias desiguales en distintos ámbitos de la vida cotidiana (Stolcke, 1996). En el caso de las mujeres, “esas variaciones se concretan en la manera en cómo el cuerpo femenino, o más en específico su corporalidad, es presentado y percibido” (Zúñiga Elizalde, 2014, p. 79).

A partir del género, principalmente desde la Revolución industrial, se configuró una división funcional de los espacios, asociada principalmente a los públicos productivos (del ámbito laboral) y a los privados reproductivos (del ámbito del hogar). Esta división también adjudicó las labores reproductivas a lo femenino y las de produc-ción a lo masculino, asegurando la presencia de mujeres en espacios privados y de hombres en espacios públicos de las ciudades (Díaz, 1995; Suri, 2017). En esta línea, Cedeño y Delgado (2017), incluso sin el contexto de pandemia, ya sostenían que las mujeres, históricamente, han experimentado una especie de confinamiento en el espacio privado-doméstico.

En esta lógica, se han reproducido desigualdades en las experiencias urbanas en torno al género: “La ciudad, como toda realización humana, refleja los valores, roles y relaciones sociales de quienes la han construido, y entre ellos, el género constituye una dimensión tan insoslayable como la clase social” (Díaz, 1995, p. 267). En este sentido, se ha constituido el cuerpo masculino como un cuerpo hegemónico, que se mueve libremente independiente del espacio y del tiempo (Suri, 2017). Al contrario, el cuerpo femenino ha sido fuertemente restringido (Díaz, 1995) en sus movimientos, en sus interacciones, placeres, participación en actividades, entre otros aspectos (Sabido, 2020). A lo que se debe agregar la intersección entre género y edad (Rodó de Zárate, 2012), la que, como señalan Meneses-Reyes y López-Guerrero (2018), es una relación compleja que “da como resultado configuraciones distintas de ser y estar joven en el espacio público” (p. 64).

De esta manera, las mujeres han visto cuestionada su legitimidad para utilizar espacios públicos urbanos, limitando sus movimientos en determinados espacios y tiempos (Sabido, 2020; Suri, 2017). Sin embargo, a pesar de la invisibilización de sus actividades, se encuentran expuestas a las miradas y atenciones no deseadas principalmente masculinas—: “Y he ahí la paradoja. En el espacio público, esa misma mujer que vemos invisibilizada como sujeto social en tantos aspectos y escenarios, sufre una hipervisibilización como objeto de atención ajena” (Cedeño y Delgado, 2017, p. 17).

En el marco de este artículo, esta experiencia urbana desigual por género buscamos comprenderla desde el concepto de espacio de Lefebvre (2013), entendiéndolo como un producto social, es decir, resultado de prácticas y relaciones sociales. En particular, centrándonos en su noción de “espacio vivido”, el que se configura “a través de las imágenes y los símbolos que lo acompañan, y de ahí, [es] pues el espacio de los ‘habitantes’, de los ‘usuarios’ (...) Recubre el espacio físico utilizando simbólicamente sus objetos” (Lefebvre, 2013, p. 98). De esta manera, el espacio vivido se centra en la forma de imaginar y experimentar los espacios por parte de quienes los usan.

Es así que existe un cruce entre los elementos materiales físicos de los espacios y las representaciones, esquemas e ideas que las personas generan para vincularse con estos (Lindón et al., 2006). Como plantea Vera (2019), al poner atención a los espacios desde las formas de experimentarlo por las personas, es necesario también considerar sus imaginarios, es decir, las ideas e interpretaciones simbólicas que elaboran sobre la realidad, para vivir y actuar en ella, en particular, en la ciudad y sus espacios públicos urbanos (García Canclini, 2010). Así, se reconoce que el usar, experimentar y vivir la ciudad es fundamentalmente desde una perspectiva subjetiva, desde la cual se otorgan significados a determinados espacios (Vera, 2019). De esta forma, desde una visión feminista de la ciudad se reconoce que “la experiencia de la ciudad no sólo se reduce a la materialidad, sino que se considera las emociones, sentimientos, recuerdos, sueños, miedos y deseos de los sujetos como ejes de la experiencia espacial individual y colectiva” (Soto, 2011, p. 21).

Considerando la relevancia de los imaginarios urbanos (García Canclini, 2010; Vera, 2019), se debe señalar que en el caso de mujeres existe presencia de algunas ideas e interpretaciones particulares para actuar en determinados tiempos y espacios (Soto, 2016). En específico, autores como Cedeño y Delgado (2017) sostienen que, en ocasiones, los espacios públicos urbanos pueden ser asociados con “miedo” o “temor” ante la posibilidad de actos de violencia. Esto implica limitaciones al uso libre y disfrute de los espacios públicos urbanos (Soto, 2016), a partir de ciertas decisiones de acción al momento de usarlos y experimentarlos, respecto a, por ejemplo, soledad o compañía, horarios, actividades, vestimentas, entre otros aspectos (Sabido, 2020).

3. Metodología y trabajo de campo

La investigación fue realizada durante dos momentos “pandémicos”1: en primer lugar, entre enero y marzo del año 2021; y, en segundo lugar, entre noviembre de 2021 y junio de 2022. En el caso de este artículo, nos centraremos en el trabajo de campo realizado durante el segundo momento de investigación, donde se optó por un enfoque metodológico mixto, es decir, se recolectaron datos tanto cualitativos como cuantitativos, con su posterior interpretación conjunta (Creswell, 2015).

La perspectiva cuantitativa fue utilizada dentro del proceso de investigación, a partir de la aplicación de una encuesta —construida por el autor principal— para obtener información masiva, sistemática y general sobre el problema de investigación (López-Roldán y Fachelli, 2015). Lo anterior se realizó desde una intención descriptiva de ciertas características y dimensiones del fenómeno, las que luego fueron profundizadas cualitativamente. El instrumento contaba con 15 preguntas divididas entre 3 grandes ítems: i) Preguntas de identificación; ii) Espacios públicos y COVID-19; y iii) El Parque Costanera —debido a que parte de la investigación se realizó en este espacio de la ciudad de Talca— (ver apéndice 1). Parte importante del instrumento se centró en el segundo ítem, donde las dimensiones principales fueron: frecuencia de uso, actividades realizadas e imaginarios asociados. Además, es importante destacar que se utilizó la escala de Likert para medir el nivel de acuerdo con 8 afirmaciones —que apuntaban a las dimensiones anteriores—, con una escala de 1 a 5, donde 1 es “Muy en desacuerdo” y 5 “Muy de acuerdo”.

La aplicación fue de manera online, a través de Google Forms2, durante el mes de diciembre del año 2021 con una muestra no probabilística —por conveniencia— de 125 jóvenes que cumplieran con dos criterios de inclusión: i) tener entre 18 y 29 años; y ii) haber asistido a plazas y/o parques de la ciudad de Talca durante los últimos dos meses. La muestra estuvo compuesta en un 31,2% por hombres y en un 67,2% por mujeres3, en su mayoría por jóvenes entre 24 y 26 años (53,6%).

Luego de la aplicación de la encuesta se realizó el trabajo de campo de tipo cualitativo, con la aplicación de entrevistas semiestructuradas, entendiendo que nos permiten comprender las experiencias y perspectivas de las personas estudiadas (Taylor y Bogdan, 1987). La intención principal de las entrevistas fue ahondar en las dimensiones expuestas en la encuesta, principalmente en las prácticas e imaginarios asociados a espacios públicos urbanos, profundizando en el rol del género en aquellas experiencias. Así como señala Díaz (1995), “[intentando] reconocer la forma en que las relaciones de género tienen una traducción espacial y, al tiempo, descubrir el peso del espacio, como medio en el que se materializan, en la configuración de esas relaciones” (p. 268).

Se realizaron 10 entrevistas4, a través de un muestreo teórico-intencionado a jóvenes identificados a partir de la encuesta: 6 jóvenes identificadas con el género femenino y 4 con el masculino, mientras que las edades iban desde los 19 a los 28 años, como se observa en la tabla 1. La entrevista fue realizada a través de videoconferencia, considerando el contexto de pandemia y la posibilidad de acceder a los/as participantes a pesar de, en este caso, la distancia física y atendiendo a las expresiones no verbales a través de la cámara (Archibald et al., 2019).

Tabla 1
Caracterización de la muestra

Finalmente, se realizó el análisis de datos desde una lógica secuencial (Creswell, 2015), primero los datos cuantitativos y luego cualitativos, intentando la integración de ambos para lograr la interpretación del fenómeno. En el caso de los datos recolectados en la encuesta, se realizó un análisis estadístico descriptivo, a través del software Microsoft Excel, siendo la frecuencia la medida principal para cada una de las variables.

Mientras que en el análisis cualitativo se buscó relatar de manera fiel las experiencias de los/as jóvenes, dejando “que las palabras y acciones de las personas hablen por sí mismas” (Taylor y Bogdan, 1987, p. 153). Este análisis se realizó principalmente a partir de criterios temáticos, siendo los principales: usos y prácticas; imaginarios y sensaciones; rol del género en las experiencias urbanas. En el caso de este artículo, se profundizará en las subcategorías emergentes durante el trabajo de campo, respecto al último de los ejes temáticos presentados anteriormente. Se utilizó el proceso de codificación de datos en el software Nvivo, como una manera de clarificar la descripción e interpretación de los datos.

4. Principales resultados5

4.1. Pandemia y la transformación de lo cotidiano: nuevas prácticas y restricciones

Uno de los primeros aspectos destacados por los/as participantes fue la adaptación de actividades laborales, educativas, recreativas y demás al ámbito privado —dentro del hogar— a partir de la experiencia de confinamiento, ya sea voluntario u obligatorio. De esta manera, los/as jóvenes destacan la sensación de “encierro”, la “adaptación” de sus actividades —teletrabajo y clases online— y, en definitiva, a una nueva forma de vivir “en modo COVID-19”, limitados al espacio del hogar:

Yo viví la pandemia súper responsablemente, entonces en meses no salí, literalmente estaba en mi casa todo el día (...) Todos esos meses [fueron] muy difíciles, por lo que te decía de adaptarse a un estilo de vida que era diferente al que yo llevaba (Rodrigo, comunicación personal, 2022).

Además, en relación a lo anterior, se evidenció un aumento en la realización de labores domésticas y de cuidado, principalmente en el caso de jóvenes mujeres: “Tengo un sobrino en la casa y mi hermana empezó a trabajar. Tuve que hacerme parte de la casa” (Carla, comunicación personal, 2022). En este caso, la entrevistada hacía referencia al “hacerse parte de la casa” a partir de las labores de cuidado, dando cuenta, por un lado, cómo lo reproductivo constantemente es atribuido a mujeres y lo femenino (Díaz, 1995; Suri, 2017), dentro del espacio privado, siendo el lugar donde se establecen las normas y prácticas patriarcales y al cual han sido relegadas históricamente (De Beauvoir, 1949). Por otro lado, las labores ejercidas por los entrevistados de género masculino corresponden a actividades ligadas al ocio y recreación: “Aprendí a tocar guitarra en cuarentena, así que ahí no tuve cómo aburrirme mucho tiempo, porque en realidad nunca se termina de aprender po’, nunca me faltó qué hacer, siempre tenía algo” (Fernando, comunicación personal, 2022).

Lo anterior da cuenta de cómo, a pesar de estar ambos géneros recluidos por una medida universal, no actúan de la misma manera en un mismo espacio. Las mujeres ocupan su tiempo en actividades domésticas y de cuidados, mientras que los hombres se confinaron pero sin “hacerse parte de la casa”, sino que en ocio y recreación, lo que concuerda con los datos entregados por la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Estadísticas (INE, 2015) que indica que en actividades de ocio y vida social los hombres destinan 6,43 horas al día, mientras que las mujeres destinan 5,94 horas. En este sentido, la limitación del espacio público producida por la pandemia develó una situación que ya estaba presente.

En cuanto a la asistencia a plazas y/o parques urbanos, un 85,4% de los/as jóvenes encuestados/as manifiesta estar “De acuerdo”6 con la afirmación “Durante el primer año de pandemia disminuyó mi asistencia a plazas y/o parques urbanos”. Tal como se observa en el gráfico 1, no se presentan diferencias considerables entre el género masculino y el femenino, sino que fue una situación que se desarrolló de forma similar.


Gráfico 1
“Durante el primer año de pandemia disminuyó mi asistencia a plazas y/o parques urbanos”

Sin embargo, con el pasar de los meses los/as jóvenes señalaron que sentían una necesidad de salir del hogar hacia el espacio público, específicamente plazas y/o parques urbanos, por dos razones principales: i) experimentar situaciones vinculadas a lo natural (ver áreas verdes, ver el atardecer y sentir viento en la cara, entre otras); y ii) volver a contar con interacciones y actividades, justamente, públicas. Es por esto que manifestaron que cuando las restricciones sanitarias eran menores, el proceso de vacunación estaba avanzando y la sensación de riesgo era menor, comenzaron a asistir y usar con mayor frecuencia este tipo de espacios: “Quizás de a poco ir retornando a la, no sé si vida previa, pero sí a la vida pública. Yo creo que 2021 fue una oportunidad de volver [al espacio público urbano]” (Felipe, comunicación personal, 2022).

Es en este momento donde se comienzan a reflejar algunas diferencias por género, ya que un 60,2% de los/as jóvenes encuestados/as se manifiesta “De acuerdo” con la afirmación “Con el fin de restricciones sanitarias comencé a asistir más frecuentemente a plazas y/o parques urbanos”. Sin embargo, tal como se presenta en el gráfico 2, esta cifra aumenta a un 66,7% en el caso del género masculino y disminuye a un 57,1% en el femenino.


Gráfico 2
“Con el fin de restricciones sanitarias comencé a asistir más frecuentemente a plazas y/o parques urbanos”

Lo anterior, se ve reforzado al considerar la frecuencia con la que se asiste a este tipo de espacios según el género. Como se visualiza a continuación en el gráfico 3, si consideramos las alternativas “Diariamente” + “Al menos una vez por semana”, la cifra alcanza un 82,1% en el caso del género masculino y disminuye considerablemente a un 55,9% en el femenino. Esto se condice con el estudio “Calidad de vida urbana: diferencias por sexo” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (2018), realizado previo a la pandemia, dando cuenta que este no es un fenómeno completamente nuevo, sino que develado y reforzado por el contexto de COVID-19.


Gráfico 3
Frecuencia de asistencia a plazas y/o parques urbanos

4.2. Género, ciudad e imaginarios urbanos: limitación de actividades, tiempos y espacios

Comenzando a explorar las diferencias planteadas anteriormente, podemos destacar que un 48,0% de los/as jóvenes encuestados/as expresa estar “De acuerdo” con la afirmación “Considero que mi género influye en mi experiencia en plazas y/o parques urbanos”. Sin embargo, al analizar la diferencia por género encontramos que, tal como se observa en el gráfico 4, en el caso de quienes se identifican con el género femenino este porcentaje aumenta a 58,3%, mientras que disminuye a un 25,6% en quienes lo hacen con el masculino. Así, se refleja que mayormente el género femenino considera y percibe que su género influye en su experiencia en espacios públicos.


Gráfico 4
“Considero que mi género influye en mi experiencia en plazas y/o parques urbanos”

En relación a lo anterior, son interesantes los relatos de quienes se identifican con el género masculino. Para algunos se dificulta expresar su percepción sobre las implicancias del género en el espacio público, pareciendo —incluso— cierta falta de cuestionamiento al respecto: “Así como de primera no sabría qué decirte” (Claudio, comunicación personal, 2022). Mientras que otros señalan ser conscientes de su posición de comodidad y condición de cuerpo hegemónico dentro de espacios públicos urbanos (Suri, 2017), reconociendo también que para las mujeres se presentan dificultades y limitaciones en su forma de vivir los espacios (Díaz, 1995; Sabido, 2020).

Yo te hablo desde la comodidad igual, sé que quizás a las mujeres se les hace un poco más difícil la interacción cuando están solas o al estar de noche. Yo siempre me he sentido cómodo yendo a esos lugares solo o a la hora que sea (Fernando, comunicación personal, 2022).

Profundizando en las formas de vivir los espacios (Lefebvre, 2013), en primer lugar, nos centraremos en sus usos y prácticas. Nos encontramos con que, dentro de las principales, tanto quienes se identifican con el género femenino y el masculino comparten: “Encuentro y compartir con amigos” (71,4% y 74,4%, respectivamente) y “Paseo (solo, con otros o mascotas)” (66,7% y 61,5%, respectivamente).

Lo otro es el sentarse y conversar, cuando vas con alguien es como ir al lugar a estar, es bastante grato sobre todo sentarse bajo los árboles, en el pasto. En más de alguna ocasión uno va a tomarse algo, igual es como un uso que se le da. Cuando empieza a bajar un poco el sol o cuando hay un poquito de calor vas, te tomas una chela [cerveza] y te encuentras con gente que anda en la misma (Felipe, comunicación personal, 2022).

Sin embargo, como se observa en el gráfico 5, hay diferencias considerables en otras prácticas. Por un lado, en cuanto a “Prácticas deportivas” en espacios públicos urbanos, un 41,0% de jóvenes del género masculino manifiesta realizarlas, disminuyendo a un 13,1% en el caso del género femenino. Tal como señalan Vilanova y Soler (2008), la práctica deportiva urbana se ha caracterizado por una ausencia femenina, ya que se optaría más bien por espacios interiores, tales como: gimnasios, centros de mantenimiento físico y/o de prácticas físicas específicas (yoga, pilates u otras), organizaciones no deportivas donde se realice actividad física (por ejemplo, una sede de junta de vecinos) o el propio hogar.

Por otro lado, un 69,0% de jóvenes de género femenino y un 35,9% del masculino declara asistir a espacios públicos urbanos por “Ferias de emprendimiento”. Esta diferencia podría dar cuenta de lo expresado por Campbell (1997) respecto a una actitud preferentemente positiva de mujeres hacia las compras, particularmente desde una experiencia de exposición directa a los posibles artículos a consumir, donde el “pasear y mirar” representa una actividad de ocio agradable: “He ido a las ferias que hacen (...), hay una en especial que me gusta porque hay mucha variedad de puestos” (Ignacia, comunicación personal, 2022).


Gráfico 5
Prácticas en plazas y/o parques urbanos

Tal como se señalaba en el apartado teórico, las experiencias humanas espaciales no solo se relacionan con aspectos materiales o prácticos (Soto, 2011), sino que detrás hay una perspectiva subjetiva (Vera, 2019), desde la cual existen imaginarios e interpretaciones para actuar y vivir (en) los espacios (García Canclini, 2010). En el caso particular de quienes se identifican con el género femenino, se destaca fundamentalmente que la influencia del género en sus experiencias en plazas y/o parques urbanos se resume en una “limitación de tiempo y espacio” para el desplazamiento y realización de diversas actividades. Esa reducción o limitación no es solo física y/o arquitectónica, sino que, justamente, está fuertemente caracterizada por un imaginario (García Canclini, 2010) de temor o inseguridad ante la posibilidad de ser violentadas, ya sea verbal y/o físicamente, principalmente por hombres. Esto se podría ver reflejado en el condicionamiento y restricción de movimientos corporales, interacciones y/o prácticas (Sabido, 2020; Díaz, 1995).

Igualmente, es importante señalar que no es un imaginario que se refleje en una sensación constante de temor, sino que en ciertas precauciones al momento de asistir y estar en espacios públicos urbanos. Además, las jóvenes entrevistadas manifiestan que, más que relacionarlo con espacios de la ciudad en particular, lo atribuyen al solo hecho de ser mujer: “No es solo en los parques, porque me ha pasado en otras partes de Talca, es como la desconfianza en sí (...), es con el solo hecho de ser mujer” (Francisca, comunicación personal, 2021). En este sentido, sienten que concentran miradas y atención de otros (Cedeño y Delgado, 2017).

Lo anterior conlleva a que tomen ciertas decisiones “especiales” para asistir a espacios públicos y guiar sus acciones, dentro de las cuales se destacan: utilizar (o no utilizar) cierta vestimenta, poseer algún implemento de seguridad (como gas pimienta), estar acompañadas, no pasar por algunos sectores en específico o limitando el horario en que asisten a ciertos espacios. Esto se vuelve muy relevante si se piensa en el planteamiento de Rodó de Zárate (2012) que indica que, además del género, la edad es un factor de interacción que hacen que las mujeres jóvenes perciban estos espacios como más inseguros donde tienen que tomar precauciones:

Yo creo que ahora ser mujer (...) te limita a hacer ciertas cosas. Por ejemplo, si yo sé que me voy a ir a sentar al parque o alguna plaza evito usar short o evito usar falda, porque te sentai’, se te ve más y corres el riesgo de que te digan algo (...) A veces en las plazas igual se da el espacio para que estén tipos que pueden estar tomando y más si estás hasta tarde. Entonces una igual corre ciertos riesgos estando ahí y yo también evito estar hasta tan tarde por lo mismo, porque si está más oscuro obviamente estás más insegura que a plena luz del día (Ignacia, comunicación personal, 2022).

4.3. COVID-19 y la visibilización del uso desigual del espacio público

En cuanto al contexto propio de pandemia, las jóvenes entrevistadas sostienen que en un inicio de este y de mayores restricciones sanitarias las limitaciones (Sabido, 2020; Díaz, 1995) y miradas asociadas al ser mujer (Cedeño y Delgado, 2017) eran percibidas en una menor medida. Lo anterior se debe principalmente a que, por las medidas de confinamiento, ya fueran obligatorias o voluntarias, existía una baja asistencia de personas en espacios públicos, con lo que sentían un menor “riesgo” de ser violentadas. Como señalan Paramo y Burbano (2022), se presentaron instancias para estar sin la presencia o mirada masculina: “Las plazas eran un lugar para estar sola y tranquila” (Carla, comunicación personal, 2022).

En esta línea, las jóvenes valoraron los momentos en los que podían salir de sus hogares durante el confinamiento, como una forma de “transgresión” o aprovechando los permisos temporales de desplazamiento. Esto, con el fin de, al menos por un corto período de tiempo, estar o transitar en alguna plaza o parque, lo que se caracterizaba por una sensación de mayor tranquilidad.

En medio de la pandemia como había menos gente [en espacios públicos], yo podía tener ese temor al contagio, pero no había nadie mirándome, eso fue un gran alivio dentro de lo que es “ir afuera”. Tenía el espacio de la plaza donde no había gente... Caminar en ese espacio público, era que nadie me iba a estar mirando y yo me sentía mucho más tranquila (Constanza, comunicación personal, 2022).

Igualmente, como mencionan Mayen y Utomo (2022), las situaciones de violencia, discriminación y acoso persistieron en la pandemia. Principalmente en su transcurso, con el fin de restricciones sanitarias y el retorno más generalizado a los espacios pú-blicos, aquella sensación de mayor tranquilidad fue desapareciendo. En este sentido, comenzó a generarse una “doble preocupación” o “doble temor” (Villegas, 2021): por un lado, al contagio de COVID-19, y, por otro, el volver a ser violentada verbal o físicamente por el hecho de ser mujer.

Como se visualiza en el gráfico 6, un 71,4% de jóvenes de género femenino declara estar “De acuerdo” con la afirmación “En plazas y/o parques urbanos me preocupo de mantener distancia y no interactuar con personas desconocidas”, mientras que esta cifra disminuye a un 56,4% en el caso del género masculino. Esta distancia, sin dudas, obedecía al contexto de COVID-19 y a los resguardos para evitar el contagio de esta enfermedad. Sin embargo, a partir de la diferencia entre géneros, se puede percibir lo señalado por Soto (2016) y Sabido (2020) respecto a la interiorización de ciertas formas de desplazamiento y movimientos corporales que limitan la proximidad, ante el temor por otro anónimo —representado por el cuerpo masculino— que podría ser un potencial agresor. Lo anterior se legitima si volvemos a los datos del Injuv (2021; 2022), que mostraban que las mujeres consideran riesgoso asistir a plazas y/o parques y que tienen la intención de seguir con el distanciamiento físico, aun terminada la pandemia.


Gráfico 6
“En plazas y/o parques urbanos me preocupo de mantener distancia y no interactuar con personas desconocidas”

En línea con lo anterior, una de las entrevistadas asocia esta situación a la predisposición de hombres a utilizar más espacio, en muchos casos, pasándolas a llevar, con lo que se refleja la creencia de un cuerpo masculino hegemónico, legitimando su comportamiento corporal urbano en el espacio público (Suri, 2017).

[Los hombres] tienden a ocupar más espacio, ellos no se limitan, tú estás muy acostumbrada a hacerte más pequeña en el espacio que te va quedando. Eso con pandemia fue peor, porque tú ya te hacías pequeña para poder estar en un espacio, y ahora era un espacio en el que “por favor, no me toques porque hay virus”, sumado a “no me toques porque no tienes por qué tocarme”. Entonces, por lo menos para mí, era doble la rabia, porque tenías a una persona que no estaba respetando tu espacio COVID y también que estaba pasando a llevar tu cuerpo (Constanza, comunicación personal, 2022).

Por lo anterior es que, en general, las jóvenes entrevistadas manifiestan no percibir un cambio a partir de la pandemia en relación a la legitimación del uso de los espacios públicos. No hay que olvidar que, en la primera parte de la pandemia, la población en general se vio confinada y la reapertura del acceso al espacio público no quiso decir que el uso se distribuyera de manera más igualitaria entre los géneros masculino y femenino.

5. Reflexiones finales

Considerando los resultados encontrados, se visibiliza que las experiencias humanas espaciales (Lindón et al., 2006), en particular en espacios públicos urbanos, presentan fuertes diferencias respecto a ciertas características de quienes viven los espacios. En el caso de esta investigación, se expone cómo el género puede determinar las experiencias en espacios como plazas y/o parques urbanos (Díaz, 1995; Suri, 2017; Soto, 2011, 2016). A nuestro juicio, a partir de este artículo podemos plantear que el contexto de pandemia de COVID-19 visibilizó este fenómeno, de acuerdo a tres aportes principales que sintetizamos a continuación.

En primer lugar, existen diferencias en las formas de vivir los espacios (Lefebvre, 2013) a nivel de prácticas entre el género femenino y masculino. Esto se refleja en la asistencia a plazas y/o parques urbanos en el contexto de pandemia con un retorno gradual a los espacios públicos urbanos: jóvenes de género masculino manifestaron un mayor uso de estos espacios y con una mayor frecuencia, frente al género femenino. Además, se presentan diferencias en actividades y prácticas realizadas en aquellos espacios de acuerdo al género, tales como prácticas deportivas y asistencia a ferias de emprendimiento.

En segundo lugar, es importante destacar que estas diferencias en prácticas y formas de vivir el espacio (Lefebvre, 2013) se relacionan directamente con un nivel de imaginarios urbanos (García Canclini, 2010). Existen limitaciones en espacios, actividades y tiempos para las jóvenes en la experiencia urbana, independientes del contexto sociohistórico, caracterizadas por ideas asociadas al hecho de ser mujeres. Estas son principalmente de sensaciones de temor ante la posibilidad de ser víctimas de acoso y/o violencia (Cedeño y Delgado, 2017; Soto, 2016), que llevan a la preocupación y precaución, reflejada en decisiones de acción: asistir acompañadas, no transitar por determinados sectores, no asistir en ciertos horarios, entre otros (Sabido, 2020).

En tercer lugar, estas prácticas e imaginarios relacionados con el género encontraron en la pandemia de COVID-19 un contexto que visibilizó las diferencias espaciales. En particular, en el caso de los imaginarios urbanos (García Canclini, 2010) para jóvenes mujeres, existió una sensación de “doble temor” por posibles situaciones de acoso y por contagios de COVID-19 (Villegas, 2021), es decir, un temor previo —y persistente— a la pandemia y un temor del contexto pandémico, el que incluso se mantuvo en el período de mayor apertura al espacio público. Este nuevo imaginario asociado a los espacios públicos urbanos intensificó la toma de ciertas decisiones prácticas. Respecto a esto, las jóvenes destacaron cómo el contexto de pandemia aumentó una sensación previa al nuevo contexto sanitario, relacionada a cómo el cuerpo masculino se presenta como hegemónico en el espacio público urbano.

Considerando las reflexiones desarrolladas, es importante mencionar que el uso de áreas verdes como plazas y parques tiene consecuencias en la sensación de bienestar de quienes asisten a estos espacios (Martínez-Soto et al., 2016). Si pensamos en estos espacios de esparcimiento y su efecto positivo en la salud mental, surgen a partir de los resultados cuestionamientos respecto a cómo afecta en el caso de las mujeres la menor frecuencia de asistencia, considerando que son ellas quienes tienen mayor tendencia a trastornos del ánimo. Incluso antes de la pandemia, existía una prevalencia de depresión significativamente mayor para las mujeres, 5,1% de los hombres en contraste con un 16,8% de las mujeres (Minsal, 2018), y que se vio aumentada en mayor nivel en estas últimas durante la pandemia, donde mujeres y jóvenes son quienes se vieron más afectadas (Organización Mundial de la Salud, 2022).

A partir de lo expuesto, es evidente que se necesita una reestructuración de los espacios públicos, para avanzar hacia la construcción de ciudades que sean más equitativas e inclusivas para diferentes colectivos, y sobre todo según los temas tratados dentro del artículo, que permitan que las mujeres puedan desenvolverse de manera más segura. De Simone (2018) plantea que “(...) el diagnóstico unilateral se ha basado en construir ciudades donde se considera a las mujeres como víctimas de su género y, por lo tanto, responsables de su posición social en el espacio público” (p. 241). De esta manera, la discusión debiese transitar desde la seguridad y vigilancia del cuerpo femenino en el espacio público hacia la equidad en el acceso de este mismo. La misma autora plantea que “dificultar que las mujeres salgan a la calle y se muevan por su ciudad, es obstaculizar su condición de ciudadanas y relegarlas a cuerpos de segunda categoría” (p. 249).

¿Cómo se podría avanzar hacia estos cambios? Se han propuesto diferentes alternativas desde distintas organizaciones. Segovia (2017) plantea algunas estrategias como ampliar la participación de organizaciones civiles compuestas por mujeres en los debates sobre ciudades y espacio público, reconocer y valorar la vida cotidiana, así como las labores de cuidado, entre otras. Por otro lado, ONU-Mujeres (2020) ha presentado iniciativas desarrolladas en diversos países donde los/as protagonistas son jóvenes incidiendo en la creación de políticas públicas y promoviendo cambios culturales para el desarrollo de ciudades más seguras para las mujeres. Específica-mente en Chile, se han implementado algunas iniciativas que van en este camino. La primera es la promulgación de la Ley N° 21.153 que tipifica el delito de acoso sexual, entre los cuales podemos encontrar el acoso callejero, realizado en lugares públicos o de libre acceso público sin consentimiento (BCN, 2019). Luego, se observa la Política Nacional de Parques Urbanos (2020), que, dentro de sus principios rectores, busca incorporar el enfoque de género en la gestión y el diseño de áreas verdes.

Respecto a lo anterior, es que se tienen algunas propuestas para la construcción de ciudades más seguras. En primer lugar, el desarrollo de políticas públicas en diferentes niveles ayudaría a disminuir la sensación de inseguridad y temor que sienten las mujeres al transitar por ciertos lugares. Un primer nivel sería el mejoramiento de las condiciones materiales, tales como luminarias o accesibilidad de los espacios urbanos. Un segundo nivel de tipo jurídico, como la Ley N° 21.153, que significa un gran avance en cuanto a la desnaturalización de este tipo de violencias y abre un precedente para penalizar conductas de acoso. Para el año 2021, el “Estudio sobre experiencias de violencia en medios de transporte y espacios públicos en Chile”, realizado por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), muestra que un 93,8% de las encuestadas declara haber sufrido acoso en dichos espacios. Estas cifras nos muestran que, si bien existen medidas penales para sancionar estas conductas, el acoso sexual es un tipo de violencia machista que se sigue perpetuando y que podría responder a componentes socioculturales, como la normalización de conductas y estereotipos; y, por otro lado, que aspectos como la perspectiva de género dentro de la reestructuración de espacios públicos es un tema incipiente. En este sentido, los cambios en las cifras de percepción de inseguridad debieran ser significativos a mediano y largo plazo. Un último nivel vendría de la mano de fomentar, a través de la educación, valores como el respeto por el otro/a y su espacio personal, propatía y la desnaturalización de conductas aprendidas y perpetuadas. Esto abriría paso a un cambio cultural y de paradigma, lo que a su vez ayudaría a superar los imaginarios de temor y riesgo que han desarrollado las mujeres sobre los espacios urbanos.

En este tipo de escenarios, una política pública fortalecida que integre los tres niveles propuestos es una variable que sin duda impactaría de manera positiva, siempre que tenga en consideración múltiples miradas del fenómeno y fortalezca las organizaciones de base que visibilizan conductas históricamente naturalizadas. Para que escenarios como el del nivel de mejora en las condiciones materiales sea plausible, es necesario incorporar la perspectiva de género en el diseño y construcción de espacio público. A nivel jurídico, es necesario el aumento de la confianza de las víctimas en las instituciones para incrementar las denuncias. Por último, la creación de espacios de (re)educación deben ir de la mano de espacios de socialización que de manera sistemática fomenten un cambio en el discurso a nivel de estructura. En su conjunto, las políticas públicas deben contener entre sus lineamientos un presupuesto con enfoque de género que facilite este tipo de medidas (Elson, 2002).

Para finalizar, es importante considerar que, para los tres niveles mencionados, es necesaria una mirada interseccional de las experiencias de las mujeres en el espacio público, que está sujeta a condiciones de etnia, clase social, orientación sexual y otros factores identitarios que influyen en las percepciones de quienes habitan los espacios y son determinantes en cuanto a prejuicios y discriminaciones ejercidas —en particular contra las mujeres— y que influyen en estas experiencias.

De esta manera, surgen una serie de cuestionamientos a raíz de los resultados en torno a cómo viven los espacios públicos las mujeres y las significancias que ellas entregan a estos lugares. En este sentido, ¿cuál es el impacto de la falta de inclusión de las mujeres en los procesos de diseño y planificación urbana? ¿Cómo se puede fomentar de manera efectiva la seguridad y la igualdad de género en el espacio público? ¿Cómo influyen los roles de género en la forma en que las mujeres usan y viven el espacio público?

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Apéndice 1

Instrumento de encuesta

Hola, mi nombre es Miguel Sepúlveda Salazar, soy sociólogo y actualmente me encuentro cursando un máster en Antropología Urbana, Migraciones e Intervención Social de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, España.

En el marco del Trabajo Final de Máster, estoy desarrollando una investigación denominada “Jóvenes y (re)significación del espacio público a partir de la COVID-19”. Es por esto que le invito a participar de esta breve encuesta que le tomará alrededor de 3-5 minutos, la que tiene como propósito principal conocer su experiencia en espacios públicos de la ciudad de Talca (tales como parques, plazas u otros) durante la pandemia.

Sus respuestas serán estrictamente confidenciales. Estas serán utilizadas y analizadas solo con fines investigativos y académicos, en el marco del Trabajo Final de Máster. Si tiene alguna duda o consulta respecto de la encuesta o del proceso investigativo, puede comunicarse al correo: miguelangel.sepulveda@estudiants.urv. cat. Al hacer envío de sus respuestas, usted acepta participar de esta investigación.

Muchas gracias por su disposición a participar. Un cordial saludo, Miguel Sepúlveda Salazar

I. PREGUNTAS DE IDENTIFICACIÓN:

1. ¿Con qué género se siente usted identificado/a?

Masculino

Femenino

Otro

2. Edad:____

3. Ocupación:

Estudiante secundario o preuniversitario

Estudiante educación superior (universidad, IP o CFT)

Trabajador/a

Otra:______

II. ESPACIOS PÚBLICOS Y COVID-19:

4. Durante los últimos 2 meses, ¿usted ha asistido a un espacio público (parques, plazas u otros)?

  • No (si responde “No”, terminar encuesta)

5. ¿Cuál de las siguientes alternativas refleja de mejor manera la frecuencia con que asiste a un espacio público (parques, plazas u otros)?

  • Diariamente

  • Al menos una vez por semana

  • Cada dos semanas

  • Una vez al mes

6. ¿Cuál(es) de las siguientes actividades es/son la(s) principal(es) que usted realiza en espacios públicos (parques, plazas u otros)? (Puede marcar hasta 3).

  • Actividades físicas y/o deportivas

  • Encuentro y compartir con amigos/as

  • Paseo (solo/a, con mascota, con pareja o familia)

  • Actividades musicales o de baile

  • Actividades espirituales (como yoga u otras)

  • Asistencia a ferias de emprendimientos

  • Asistencia a actividades culturales (como tocatas, exposiciones u otras)

  • Otra:______

7. En una escala de 1 a 5, donde 1 es “Muy en desacuerdo” y 5 “Muy de acuerdo”, ¿qué tan de acuerdo está con las siguientes afirmaciones respecto de su experiencia en espacios públicos durante y a partir de la pandemia de COVID-19?

  • Durante el primer año de pandemia disminuyó mi asistencia a espacios públicos (parques, plazas u otros)

  • Durante la pandemia, y por las medidas de confinamiento, he reconocido una mayor importancia en los espacios públicos (parques, plazas u otros)

  • Con el fin de algunas restricciones sanitarias comencé a asistir con más frecuencia a espacios públicos (parques, plazas u otros)

  • He vuelto a realizar las actividades que realizaba en espacios públicos (parques, plazas u otros) previo a la pandemia

  • Durante la pandemia, asistir a espacios públicos (parques, plazas u otros) ha mejorado mi estado de ánimo

  • En espacios públicos (parques, plazas u otros) me preocupo de mantener la distancia y no interactuar con personas desconocidas

  • Me siento seguro/a en espacios públicos (parques, plazas u otros) ante posibles contagios de COVID-19

  • Considero que mi género influye en mi experiencia en espacios públicos (parques, plazas u otros)

8. Cuando piensas en espacios públicos (parques, plazas u otros), ¿qué palabra crees que representa de mejor manera lo que son para ti?

________________________________________________________

9. Cuando asistes a espacios públicos (parques, plazas u otros), ¿cuál sientes que es la principal emoción que experimentas?

__________________________________________________________

III. PARQUE COSTANERA

10. Durante los últimos 2 meses, ¿usted ha asistido al Parque Costanera de Talca?

  • No (si responde “No”, terminar encuesta)

11. Ahora pensando específicamente en el Parque Costanera, ¿cuál(es) de las siguientes actividades es/son la(s) principal(es) que usted realiza en ese espacio? (Puede marcar hasta 3).

  • Actividades físicas y/o deportivas

  • Encuentro y compartir con amigos/as

  • Paseo (solo/a, con mascota, con pareja o familia)

  • Actividades musicales o de baile

  • Actividades espirituales (como yoga u otras)

  • Asistencia a ferias de emprendimientos

  • Asistencia a actividades culturales (como tocatas, exposiciones u otras)

  • Otra:______

12. ¿Qué cree que es lo “especial” del Parque Costanera de Talca?

____________________________________________________

13. ¿Estaría dispuesto/a ser contactado/a para participar de una segunda instancia de esta investigación que consiste en la realización de una entrevista?

  • No (si responde “No”, terminar encuesta)

14. ¿Cuál es su nombre de pila?_________________________

15. ¿Cuál es su correo o número telefónico para contactarlo?________________

Apéndice 2

Consentimiento informado entrevistas

Estimada sra. /estimado sr.:

Esta es una solicitud para que usted participe en la investigación “Jóvenes y (re) significación del espacio público a partir de la COVID-19” que se enmarca en un Trabajo Final de Máster (TFM) que estoy realizando en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, España.

El objetivo de la investigación es “comprender las experiencias de jóvenes en espacios públicos urbanos de la ciudad de Talca, Chile, durante el contexto de COVID-19”.

Metodología

La metodología es eminentemente cualitativa, desde una perspectiva etnográfica, utilizando como técnicas centrales las entrevistas y la observación. Lo anterior, ya que para este proyecto de investigación es de gran interés profundizar en las experiencias vividas por jóvenes en espacios públicos a partir de la pandemia COVID-19 y adentrarse en su (re)significación.

Participación voluntaria

Ha de saber que su participación en este estudio es voluntaria y que puede decidir no participar o cambiar su decisión y retirar el consentimiento en cualquier momento.

Beneficios

Usted no recibirá beneficios ni retribución económica alguna por participar en la investigación. Usted ha sido invitado a participar porque sus puntos de vista y ex- periencia son importantes.

Confidencialidad

La información que se recoge será confidencial y no será utilizada por ningún otro propósito fuera de esta investigación. Por ello se utilizarán pseudónimos y se modificarán los datos que pudieran ser reveladores de la identidad de la persona participante o de las personas de su entorno.

CONSENTIMIENTO INFORMADO

  • La investigación me fue explicada por la persona investigadora

  • Entiendo que mi participación es totalmente voluntaria

  • Entiendo que la investigación involucra entrevistas que serán grabadas en audio y posteriormente transcritas

  • Entiendo que los datos personales serán protegidos y que habrá confidencialidad

  • Entiendo que puedo retirarme del estudio en cualquier momento

  • Entiendo que todos los datos serán utilizados únicamente para fines de investigación

Doy libremente mi consentimiento para participar en el estudio y me han entre- gado una copia de este formulario para mi propia información.

Firma de la persona

participante

Firma del investigador

Nombre:

Fecha:

Notas

1 La investigación fue realizada por el autor principal en el marco del Trabajo Final de Máster en Antropología Urbana, Migraciones e Intervención Social de la Universitat Rovira i Virgili, España. En este sentido, el trabajo de campo fue realizado bajo las consideraciones éticas de aquella universidad.
2 En la introducción del cuestionario se aclaró que las respuestas serían confidenciales y utilizadas solo con fines investigativos. Además, se señaló que, al hacer envío del formulario, se consideraría la aceptación de participar en la investigación.
3 Es importante señalar que existió un 1,6% de jóvenes identificados con la categoría de género “Otro”. Sin embargo, para fines de este artículo no fueron considerados para el análisis.
4 De forma previa a la aplicación de las entrevistas, fue enviado —vía correo— el documento de consentimiento informado (ver apéndice 2) a cada participante para su revisión, lectura y firma. El documento fue enviado al autor principal con la firma digital o con firma escaneada.
5 Es importante señalar que dentro de estos resultados no se abordan todos los ítems contenidos en la en- cuesta y entrevista, sino que se seleccionaron aquellos que aportan información relevante para la temática tratada en este artículo, el que responde a uno de los objetivos específicos de la investigación.
6 En los gráficos 1, 2, 4 y 6, con fines de análisis, se sumaron los porcentajes de las categorías de respuesta “Muy de acuerdo” + “De acuerdo” y “Muy en desacuerdo” + “En desacuerdo”.


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