La Labor Educativa del Docente Militar: Sus Contradicciones Sociales

La Labor Educativa del Docente Militar: Sus Contradicciones Sociales

Ailién Chaveco Castillo,
Institución Docente de Nivel Superior General José Maceo,, Cuba
Clara Ofelia Suárez Rodríguez
Universidad de Oriente, Cuba

Revista de Investigación, Formación y Desarrollo: Generando Productividad Institucional

Instituto Tecnológico Universitario de Formación, Ecuador

ISSN-e: 1390-9789

Periodicidad: Trimestral

vol. 8, núm. 3, 2020

alejandrol@formacion.edu.ec

Recepción: 30 Septiembre 2020

Aprobación: 18 Diciembre 2020



DOI: https://doi.org/10.34070/rif.v8i3.232

Resumen: El presente trabajo aborda las contradicciones sociales que emergen en la labor educativa del docente militar, partiendo de la práctica educativa en las instituciones docentes militares de Nivel Superior, pues en ellas se concibe a dicha labor como la actividad principal a desarrollar; sin embargo, se evidencian insuficiencias que radican en lo esencial en el predominio de los aspectos cognitivos en detrimento de los afectivos. Optimizar la actuación del docente militar constituye un reto en la actualidad, principalmente en lo referente a su trabajo educativo, en tanto contribuiría al desarrollo integral y multifacético de la personalidad de sus educandos y con ello al de la sociedad; es por ello que valorar las disímiles contradicciones sociales existentes en el proceso educativo militar, tomando en consideración sus diversos caracteres y la influencia que ejercen en el desarrollo de la labor educativa de sus docentes, constituye el objetivo del presente trabajo.

Palabras clave: Labor Educativa, Docente Militar, Contradicciones Sociales, Afectividad.

Abstract: The present article is about the social contradictions that emerge in the educational work of the military teacher, which developed from the educational practice in the military institutions of higher level, because in them is conceived to the educational work as a central activity to develop; however, inadequacies are evidenced and reside essentially in the prevalence of cognitive aspects in detriment of emotional aspects. To optimize the performance of the military teachers is a challenge today, especially regarding their educational work, because they will contribute to develop the personality of the cadets with integral and multifaceted character and to develop the society at the same time. For this reason, the objective of this research is to value the main social contradictions in the educational military process,taking their diverse characters and its influence in the development of the educational work of the military teachers.

Keywords: Educational Work, Military Teacher, Social Contradictions, Affections.

INTRODUCCIÓN

Una cualidad importante en las concepciones actuales de la universidad como institución social es la formación integral, que expresa la pretensión de centrar el quehacer de nuestros centros de enseñanza superior en la formación de valores en los profesionales de forma más plena, dotándolos de cualidades de alto significado humano, capaces de comprender la necesidad de poner sus conocimientos al servicio de la sociedad, lo cual exige la obtención de un profesional creativo, independiente y preparado no sólo para asumir su autoeducación durante toda la vida, sino también contribuir al desarrollo de nuestra sociedad.

Si centramos la atención fundamental en el hombre, en el desarrollo pleno de su personalidad, partimos entonces de una visión que rebasa lo instructivo, lo meramente cognitivo, para asumir un enfoque que integra dialécticamente estos aspectos con los significativos, con los afectivos, en tanto tributan a un mayor compromiso social.

Lo anterior queda evidenciado en el Informe de la Comisión Internacional de la Educación para el siglo XXI, conocido como Informe Delors (“La Educación encierra un tesoro”) donde se concibe como pilares de la educación del futuro no sólo aprender a saber y aprender a hacer, sino también aprender a ser y aprender a convivir (Delors, 2002),que señalan como objetivo más general la formación multilateral y armónica del educando, cuyo núcleo esencial debe estar en la formación de los valores morales, para que se integre a la sociedad en que vive y contribuya a su desarrollo y perfeccionamiento

En el logro de los propósitos antes mencionados juega un papel esencial la labor educativa de nuestros docentes, si entendemos a la misma como el proceso en el cual se corresponden los objetivos y tareas de la sociedad y en cuyos resultados se pueden contemplar la formación de la personalidad del alumno.

Muchos autores han realizado sus aportes en cuanto a la labor educativa y en esta dirección se destaca la contribución de la pedagogía soviética a la cubana. En el caso específico de la Educación Superior se comprobó la existencia en Cuba de experiencias pedagógicas e investigaciones que abordan el tema, entre los autores que sobresalen se encuentran: Chacón (1999), Báxter (2002), Colunga (2010), Leyva (2014) y otros que enfatizan en la importancia de la caracterización y el diagnóstico integral para la formación de los estudiantes. También podemos referirnos a investigadores como Fernández (2000), Martín (2009), Balbona (2011), Fuentes y alemán (2013), Socarrás (2013), Machado (2014) y Cervantes (2015) cuyos trabajos fundamentalmente abordan la necesidad de la orientación, elaboración, control y la evaluación de proyectos educativos.

Los autores referidos han significado desde lo teórico la labor educativa y han abordado la importancia de su comprensión; sin embargo, aún existen insuficiencias, pues las propuestas ofrecidas desde lo metodológico no profundizan en los aspectos afectivos que intervienen en dicha labor y que sin dudas juegan un papel vital para que esta sea exitosa, en este sentido, constituye un referente Cubela (2017)

La labor educativa necesita de una interrelación permanente entre la asimilación de conocimientos y el desarrollo de la personalidad del estudiante, sin embargo, la práctica pedagógica en los centros de enseñanza militar pertenecientes al nivel superior manifiesta el predominio de la tendencia a separar la educación de la instrucción, sin aprovecharse las posibilidades que brindan, tanto el contenido como el proceso en sí, para incidir en la formación de sentimientos, cualidades, valores, entre otros.

Esta tendencia se manifiesta también en la forma en que se orienta y controla el proceso de enseñanza – aprendizaje, pues se priorizan los componentes cognitivos, relegando a un segundo plano los afectivos, que incluso en muchas ocasiones, son ignorados y en el mejor de los casos trabajados desde la intuición y la espontaneidad.

Nuestras escuelas militares necesitan desarrollar en los educandos tanto sus capacidades como sus sentimientos y convicciones. Que no sólo desarrollen su pensamiento sino también sus afectos y emociones, que lo aprendido adquiera un significado y un sentido personal y también social que abonen el terreno para próximos aprendizajes necesarios en su desenvolvimiento profesional en las fuerzas armadas y en este sentido, el docente militar tiene un rol esencial.

Nuestra comunidad docente necesariamente debe potenciar la labor educativa, enfatizando en los aspectos afectivos, los cuales son necesarios para desarrollar unas relaciones sociales e interpersonales competentes y respetuosas con los demás, además de favorecer el aprendizaje significativo en nuestros futuros profesionales de la actividad militar. Su efectividad no puede limitarse a los resultados docentes que alcanzan los alumnos en las diferentes materias militares, la misma debe apreciarse en un objetivo más amplio, la formación de un profesional capaz de pensar, sentir y actuar integralmente, en correspondencia con las necesidades de la sociedad cubana actual, y el marco concreto en que se desarrolla.

Para lograr el desempeño más eficiente de nuestros educadores militares en cuanto a su encargo social, es necesario primero identificar las principales contradicciones sociales existentes en el proceso educativo de las instituciones docentes militares que influyen en el desarrollo del aspecto afectivo en la labor educativa de sus docentes, siendo este precisamente el objetivo de nuestro trabajo.

De esta manera contribuiremos a la optimización de la actuación pedagógica del docente militar y por ende tributaremos posteriormente a la formación de un oficial con una actitud activa y transformadora, que pueda plantearse y lograr objetivos que respondan al perfeccionamiento y demandas de nuestra sociedad y que además pueda autoeducarse gracias a la autorregulación que ha alcanzado en la unidad de lo cognitivo y lo afectivo en su personalidad.

DESARROLLO

La escuela, en tanto institución oficial encargada de la instrucción formal de los individuos en una sociedad, no sólo establece el contacto directo entre el alumno y el conocimiento, sino que se convierte en el ámbito propicio para la interacción social y el consecuente desarrollo sociocognitivo y afectivo del educando. Es por ello, que la esfera escolar se constituye en un área de gran importancia para el desarrollo de las personas, de ahí que a escala mundial la búsqueda de un perfeccionamiento educacional y la preparación del alumno para la vida y su desempeño en la sociedad, constituya una de las preocupaciones fundamentales de diferentes ciencias.

Podemos afirmar que la escuela es un entorno educativo formal en el que transcurre gran parte de la vida de los sujetos e impacta en la formación de la personalidad de estos, en tanto representa un espacio irrepetible de experiencias en la conformación de la subjetividad de las personas y un ámbito de aprendizaje de cómo convivir en sociedad, y el rol que desempeñan los docentes en este sentido es primordial, sobre todo en lo relacionado a su labor educativa, no escapando de ello la educación superior.

Abordar la labor educativa resulta complejo a partir de la diversidad de denominaciones que existen: proceso educativo, proceso formativo, labor formativa, trabajo educativo y labor educativa, entre otras. No obstante, coinciden en considerarla de manera general como elemento de primer orden en el proceso de formación multilateral y armónica de la personalidad de los educandos, que se despliega en y mediante el proceso de instrucción y debe ser asumida por todos los docentes desde el contenido mismo de cada una de las disciplinas y abarcar todo el sistema de influencias que sobre el alumno se ejerce.

Entendemos entonces a la labor educativa como el sistema de influencias de los educadores y del propio educando de forma activa y consciente que caracteriza el proceso educativo y posibilita la formación integral de los educandos, lo que significa que además de promover el desarrollo cognitivo, también debe promoverse el desarrollo afectivo, así pues la educación debe orientarse al pleno desarrollo de la personalidad, que significa considerar no solo el saber y el saber hacer, relacionado con los conocimientos y habilidades, sino también el ser y el querer ser que apuntan a las cualidades, sentidos, motivaciones e intenciones de los educandos.

Si realizamos un análisis de las normas de relación con el mundo nos percataremos que estas no residen específicamente en los conocimientos, ni en las habilidades aunque las presupone, sino en la relación valorativa y emocional del sujeto con el mundo circundante, con las demás personas y consigo mismo y en el caso específico del proceso de enseñanza - aprendizaje podemos afirmar que el mismo resulta motivante cuando produce satisfacción, responde a los intereses del alumno y propicia el surgimiento de otros nuevos y de motivos cognoscitivos y sociales que impulsen al alumno a actuar, lo que nos remite a la importancia de los procesos afectivos, esos que reflejan en qué medida los objetos y fenómenos afectan al individuo, cómo este se relaciona con ellos, relación que expresa por una parte, cómo la realidad afecta las necesidades individuales y por otra el valor que cada objeto, fenómeno o acontecimiento posee para el sujeto.

Los afectos están presentes en toda nuestra vida. La importancia de considerarlos durante la labor educativa del docente está dada por disímiles razones, entre ellas podemos destacar que como ya habíamos afirmado anteriormente, la finalidad de la educación, es el pleno desarrollo de la personalidad integral del alumno y en este desarrollo están básicamente los procesos cognitivos y afectivos. También debemos puntualizar que desde la segunda mitad de la década de los noventa ha tenido una amplia difusión la teoría de las inteligencias múltiples (Gardner, 1995) que además de reconocer la inteligencia lógico-matemática y otras, destaca la existencia de las inteligencias interpersonal e intrapersonal, esta última asociada a la llamada Inteligencia emocional (Goleman, 1995). Esto supone un reto para la educación, pues concentrarse solo en las capacidades lingúisticas y matemáticas durante la escolaridad formal puede suponer una atrofia de considerables consecuencias para el desarrollo personal y social.

Podemos agregar que la presente sociedad moderna de las tecnologías de la información y las comunicaciones abre un escenario en el cual el alumno adquiere disímiles conocimientos a través de estos medios, lo que repercute en el rol del profesor fundamentalmente en los métodos que utiliza para la enseñanza; sin embargo estos medios tecnológicos no pueden suplantar el rol de mediador que posee el educador en el desarrollo integral de la personalidad del educando, ya que a través de la comunicación pedagógica es que el docente puede desarrollar todo lo relacionado con el componente afectivo.

Lo expuesto anteriormente expresa la necesidad de prestarle atención al aspecto afectivo durante la labor educativa, si pretendemos la formación integral de nuestros educandos y en el caso específico del escenario militar se torna vital su consideración, pues el perfeccionamiento del proceso formativo de oficiales en las fuerzas armadas constituye tarea de primer orden.

La educación es además un proceso caracterizado por la relación interpersonal y ella está impregnada por fenómenos socio-afectivo-emocionales y además la mayoría de las misiones que cumplen nuestro futuros oficiales se realizan en composición de pequeña unidad, es decir, en grupo, los cuales son muy heterogéneos y donde están mediando diversos estados afectivos que se expresan a través de los fenómenos sociopsicológicos que tienen lugar en él (comunicación interpersonal, conflictos interpersonales y grupales, cohesión grupal…) que manifiestan la dinámica de la pequeña unidad, estos a su vez ejercen influencia en el aprendizaje de los combatientes.

Durante el propio proceso de enseñanza –aprendizaje se observan estados de ánimo que afectan el desarrollo de las actividades escolares, así como emociones negativas pautadas tanto por necesidades y vivencias personales como por dificultades o contradicciones en la pequeña unidad que deben ser consideradas y que pueden afectar el clima sociopsicológico y la cohesión grupal, aspectos estos relevantes para convertir al grupo en un colectivo militar y ante los cuales el profesor se siente con escasos recursos para encontrar una solución que conduzca al desarrollo favorable tanto desde lo individual como desde lo grupal.

Las propias características de la actividad militar indican en gran medida la importancia que se necesita concederle a los afectos, en tanto pueden favorecer u obstaculizar el cumplimiento de las tareas y misiones militares, estamos haciendo referencia fundamentalmente a los cambios constantes y repentinos de actividad, a la subordinación incondicional, a la férrea disciplina, a las privaciones que impone el servicio y la exposición a situaciones extremas.

Las características referidas exigen no sólo conocimientos sobre la defensa y los procedimientos de cómo enfrentar al enemigo, o sea, las ideas estratégicas y tácticas para vencerlo, sino también habilidades para controlar sus afectos y emociones que limiten la aparición de estados como el pánico, el terror, la desconfianza en sus fuerzas y que por otra parte reafirmen su voluntad y puedan nuestros combatientes enfrentarse a las condiciones del combate.

También la etapa del desarrollo en la que se encuentran los educandos en las instituciones docentes militares de nivel superior, que transcurre por el tránsito de la adolescencia a la juventud, evidencia las demandas que en este sentido tienen nuestros alumnos, en tanto se caracterizan por la tendencia a valorar los fenómenos más por razones emocionales que racionales y por presentar con frecuencia estados de ánimo que con facilidad fluctúan de lo positivo a lo negativo y viceversa; acentuadas estas características por la permanencia de los combatientes lejos de sus hogares. Estos elementos nos indican que necesariamente hay que tomar en consideración de manera sistémica, intencionada, planificada, organizada y sistemática los aspectos afectivos durante la labor educativa del docente.

Pero, aunque esto constituye una necesidad, en la práctica educativa militar se evidencian disímiles contradicciones sociales que dificultan la labor educativa de sus docentes y que se expresan con distintos caracteres y matices.

Primeramente, hay que analizar los referentes desde los cuales parten nuestros educadores y que tienen un papel esencial, pues estos pautan sus modos de actuar, las acciones pedagógicas que realizan, así como las que consideran deben realizar los educandos. Las posiciones que asumen los profesores respecto a cómo desarrollar su actuación pedagógica depende de la concepción de educación de la que se parte, del rol que se les asigne a ellos y a los estudiantes en los diferentes contextos de actuación.

En la actuación cotidiana de nuestros docentes militares aparece una contradicción en este sentido, pues presenciamos aún los rezagos de la llamada pedagogía del saber (Torroella, 1996) muy relacionada con la educación tradicional, intelectualista o cognitivista, cuyo objetivo principal es la transmisión y acumulación de conocimientos y que se caracteriza por ser informativa y no informativa, memorista y pasivo-reproductiva, en la cual el educando se limita a memorizar y a repetir lo que se le dice o lee y que al mismo tiempo revela un carácter dogmático en tanto el profesor le dice al alumno lo que debe saber y creer, imponiendo su criterio sin la participación del alumno.

Esto nos indica que el interés fundamental se centra en enseñar conocimientos enfatizando lo cognitivo con olvido de la dimensión socio-afectiva y emocional. Sin embargo, es necesario que tome protagonismo en nuestras prácticas otra tendencia pedagógica que propende al desarrollo integral de la personalidad, a la maduración del ser humano en su totalidad y se dirige al despliegue de todas sus potencialidades, en la que la educación está centrada en el alumno, o sea, nos referimos a la denominada pedagogía del ser (Torroella, 1996).

Esta última tendencia, nos insiste en que junto con el proceso de interiorización y asimilación de conocimientos y habilidades deben ir ocurriendo cambios estables de la personalidad, con la aparición de nuevas y complejas cualidades, lo que refleja la unidad de lo instructivo y lo educativo. Este es precisamente un principio que como señalan Sánchez, A. y Sánchez, R. (2003) tiene como objetivo esencial el desarrollo de una personalidad capaz de favorecer el progreso social e individual.

Este principio se fundamenta en la unidad dialéctica que existe entre educación e instrucción, en su relación con el desarrollo. Ambos procesos, aunque se manifiestan en unidad dialéctica no son idénticos, por tanto, no pueden sustituirse. La instrucción y la educación son dos fenómenos objetivos que en el proceso de su desarrollo se excluyen y presuponen mutuamente, en su movimiento unas veces se unen y otras se separan en correspondencia con la actuación de los sujetos, manifestándose así la ley dialéctica de la unidad y lucha de contrarios.

En este sentido debemos precisar que no se puede considerar la instrucción en divorcio con la educación; aquella con esta es el proceso por el cual las fuerzas individuales se desarrollan y se armonizan (Martínez, 2010). Pero al mismo tiempo podemos afirmar que las formas de relación que se dan entre ambas categorías, no eliminan sus diferencias: la educación y la instrucción no son conceptos equivalentes, de idéntico nivel.

El proceso instructivo se refiere básicamente al sistema de información, a los conocimientos y a los procedimientos que los estudiantes deben alcanzar en función de la concepción curricular en que se inserten, pero por estar incluido en el proceso educativo no puede darse aislado del resto de las influencias que lo integran, pues todas están en permanente relación y de hecho adquieren la responsabilidad de ser educativas.

Además, es necesario tomar en consideración que los principios, métodos y medios que se emplean para realizar específicamente la labor educativa se diferencian de aquellos que se utilizan para transmitir conocimientos, sin olvidar que la enseñanza en sí misma es educativa. Mientras para la enseñanza de las distintas asignaturas se cuenta con programas, indicaciones y otras herramientas metodológicas, a las que es posible llegar con cierta precisión, no ocurre lo mismo para la formación y desarrollo de cualidades de la personalidad.

Es por ello que podemos plantear que entre ambas categorías existen puntos de contacto, pero no identidad, ya que la enseñanza es fundamentalmente instructiva y a través de ella los alumnos adquieren conocimientos y desarrollan hábitos y habilidades, pero, ¿pueden estos conocimientos por sí solos ser significativos para el educando y regular su comportamiento? Definitivamente no, es vital el desarrollo de la esfera motivacional afectiva en la que intervienen las funciones movilizadoras, direccional y sostenedora de la personalidad para que nuestros estudiantes se apropien de los conocimientos.

Si sólo se instruye en el proceso no se podrá jamás llegar a su esencia: mover internamente al sujeto, a su personalidad para lograr su formación y desarrollo, es decir, desarrollar tanto su regulación inductora (motivos, necesidades, intereses, sentimientos, convicciones) como la ejecutora (conocimientos, habilidades, capacidades, pensamiento). Por tanto, la labor educativa debe comprender tanto la formación de conocimientos, hábitos y habilidades, como la asimilación de normas de conducta, sentimientos, cualidades, actitudes, valores, de modo que el educando participe consecuentemente en el desarrollo del proceso histórico social, de forma activa y creadora

Así, valoramos la indispensable unidad entre la instrucción y la educación, que en nuestras instituciones militares de enseñanza presenta insuficiencias, en tanto se tiende al divorcio entre ambos procesos y al predominio marcado de la instrucción sobre la educación.

Aún se privilegia la transmisión de conocimientos y el desarrollo de habilidades, con énfasis en lo cognitivo, empleando la mayor cantidad de tiempo y de recursos pedagógicos a ello y considerando a la educación militar en verdadera identidad con estos presupuestos, por lo que es impostergable la necesidad de lograr el justo equilibrio entre ambos procesos, pues la relación entre conocimientos y desarrollo de la personalidad es sin dudas vital y complementaria y en definitiva es dónde se sustenta la labor educativa.

En el perfeccionamiento de la enseñanza y el desarrollo eficiente de la labor educativa convergen varios factores, entre los que se destaca el profesionalismo de nuestros docentes, que no se limita a su formación pedagógica, ni se reduce a un conjunto de conocimientos para su especialización académica sino que también necesita la construcción de un marco de referencia para la búsqueda de estrategias adecuadas que le permitan aplicar las ideas no sólo de la Pedagogía sino también las de otras ciencias que tributan a su desarrollo.

De ahí que se hace necesario estimular un enfoque interdisciplinario para comprender de manera más precisa el alcance de la labor educativa y profundizar en los aspectos afectivos que median en ella. Nuestros docentes militares deben aprovechar las oportunidades que nos brindan otras disciplinas, profundizar en sus conexiones y estrechar las colaboraciones entre ellas, he aquí otra de las contradicciones que aparece en la práctica educativa.

Para muchos docentes en la esfera militar, de una manera explícita o implícita, la pedagogía ha quedado reducida cuando más a la didáctica, o ciencia de la dirección del aprendizaje, lo que ha propiciado el abandono del interés por otras ciencias y disciplinas, como la Psicología de la Educación, que aunque no es la única ciencia útil además de la Pedagogía para el profesor, sí juega un papel fundamental porque la subjetividad de profesores y alumnos posee relevancia en el proceso educativo y no puede ser ignorada en tanto pudiera dar al traste con el perfeccionamiento de nuestras instituciones.

No tener en cuenta las relaciones subjetivas que se dan en el contexto de enseñanza-aprendizaje, pautadas por las vivencias de los sujetos que intervienen activamente en el mismo y que tienden a manifestarlas y reconstruirlas en sus relaciones con los demás, puede traer consigo consecuencias nefastas para el logro de resultados favorables en la labor educativa. De ahí que el abordaje de la institución escolar exige no sólo las “herramientas” que ofrecen las ciencias de la educación sino también un enfoque psicosocial de lo que en ella acontece (Ibarra, 2005). El interés por los factores sociales del proceso de educación se explica por el convencimiento creciente que para comprender la realidad escolar hay que rebasar los límites de las teorías del aprendizaje e instrucción y concebir los procesos de enseñanza y aprendizaje en el contexto social en que se desarrollan.

En el caso específico del contexto militar, temas como el conocimiento de la dinámica de la pequeña unidad, los valores y sus incidencias en el proceso educativo, los conflictos entre combatientes y grupos, el clima sociopsicológico en que se desarrollan las misiones, entre otros, requieren de una visión psicosocial de la educación militar y el tema central de nuestro trabajo que es precisamente el desarrollo del aspecto afectivo en la labor educativa del docente, demanda el conocimiento y puesta en práctica de estos contenidos. Es por ello que resulta necesario asumir los aportes de la Psicología en el campo educativo, partiendo del enfoque personológico del proceso de enseñanza-aprendizaje y del principio de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo.

El proceso de enseñanza-aprendizaje en los centros de enseñanza militar no debe solo tener en cuenta el perfeccionamiento de los planes de estudio y disciplinas, sino también las vías que estimulan realmente el desarrollo de la personalidad, como resultado de la interrelación existente entre la asimilación de conocimientos y la formación y perfeccionamiento de las diferentes esferas del desarrollo del educando: cognitivo, afectivo, volitivo, físico y aunque en algunos momentos esté dirigido con mayor énfasis a una esfera en particular, o a un componente específico de esta, en mayor o menor medida también están implicadas las esferas restantes. Urge entonces modificar la actuación de nuestros docentes que tienden a centrarse más en la materia a enseñar que en los sujetos que en ella participan.

Asumir en nuestras prácticas el principio de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo significa que el proceso pedagógico ha de estructurarse sobre la base de la relación que existe entre las condiciones humanas: la posibilidad de conocer el mundo que le rodea y su propio mundo y al mismo tiempo, la posibilidad de sentir, de actuar, de ser afectado por ese mundo y además permite dilucidar el hecho de que el conocimiento del mismo para su aplicación en la labor educativa no implica automáticamente su manifestación conductual, sino solo cuando resulta relevante para la personalidad en su reflejo afectivo-volitivo. Por eso las operaciones cognitivas en nuestros centros de enseñanza militar tienen que ser portadoras de un contenido emocional favorable para poder cumplir con los objetivos educativos propuestos

El profesional militar que está en formación además de conocer determinadas materias gracias a sus procesos cognitivos, es capaz de reflejar también su relación con ellos, es decir, cómo estos fenómenos y procesos que conoce satisfacen o no sus necesidades, sus intereses, si son o no de su agrado. Así él es capaz de reflejar la relación positiva o negativa que guarda con el conocimiento, gracias a la esfera afectiva que le permite reflejar las relaciones que establece con el conocimiento de acuerdo a las necesidades de su personalidad. Por ello establecemos relaciones afectivas positivas con aquellos aspectos que satisfacen nuestras necesidades y motivos fundamentales y relaciones negativas con aquello que no nos satisface, entonces cabría preguntarse ¿basta con que el docente miliar transmita información para que nuestros estudiantes se relacionen positivamente con las diferentes materias?, ¿en qué medida los conocimientos que transmitimos satisfacen las necesidades de los educandos?, ¿podremos formar profesionales militares competentes si sólo tomamos en consideración los aspectos cognitivos de estos? Sin dudas, no podemos ignorar la relación entre lo afectivo y lo cognitivo, pues para conocer la realidad hay que relacionarse con ella, y del mismo modo para lograr una relación que satisfaga nuestras necesidades hay que conocer el objeto de nuestra relación.

Debemos comprender que la cognición y la emoción se afectan recíprocamente, por lo que el educando debe ser considerado como una mezcla de razón y emoción, de manera tal que separar estos dos componentes sería atentar contra el carácter humano de nuestro alumnado. Como plantea Martín (2009), en la medida que el alumno desarrolle intereses, estados de ánimos favorables hacia las actividades escolares y el colectivo, emociones y sentimientos positivos hacia los estudios y amplíe sus necesidades y motivaciones relacionadas con la especialidad que cursa, estará en mejores condiciones para individualizar los conocimientos que recibe y experimentar un desarrollo consistente en toda su individualidad. Entonces no basta con privilegiar los aspectos cognitivos como tradicionalmente se ha realizado en el quehacer profesional de nuestros docentes militares, sino que hay que profundizar en los aspectos afectivos, que, aunque se reconoce su importancia e influencia en todo el proceso educativo no se es consecuente con ello en la práctica.

Es vital intencionar conscientemente nuestras acciones educativas para lograr tal propósito, no basta con reconocer su importancia y considerar su relación con formaciones psicológicas como los valores y la motivación, es necesario hacer explícito desde los diferentes sistemas de influencias cómo desarrollar el componente afectivo, hay que hacerlo visible, pues ¿es posible dejar al libre quehacer de cada profesor la labor educativa?, ¿por qué considerar con igual protagonismo la influencia de los aspectos afectivos? Sin dudas, el nexo afectivo es el soporte fundamental de cualquier labor educativa y el profesor más que portador de conocimientos y poseedor de la “verdad absoluta” es orientador del desarrollo de sus educandos, incluyendo el aspecto afectivo-motivacional.

Otras contradicciones que atraviesan todo el proceso educativo en las instituciones docentes militares de nivel superior y que tienen que ver con la labor educativa de los docentes, son las formativas, ya que la comunidad docente con que cuentan nuestras instituciones es mayoritariamente egresada de carreras militares que en su formación de pregrado accedieron sólo a contenidos muy básicos sobre la Pedagogía, que se centraban esencialmente en los componentes del Proceso de Preparación Combativa y Política que tiene lugar en las unidades militares y en las que también transcurre un proceso docente-educativo, priorizando así el conocimiento de los objetivos, contenidos, métodos de enseñanza, formas, medios, evaluación y clima de aprendizaje.

Por su parte la formación de postgrado de nuestros docentes también prioriza estos aspectos, existiendo escasas alternativas para cursos y diplomados que contengan a la labor educativa como núcleo u objeto de estudio, la tendencia es a profundizar en teoría curricular, habilidades didácticas, tendencias pedagógicas contemporáneas vinculadas esencialmente al proceso de enseñanza y aquí radica en lo fundamental la contradicción: se concibe el trabajo educativo como la actividad principal de nuestra institución y sin embargo, no se privilegia o en el mejor de los casos se identifica con enseñanza y por tanto es a esta a la que se presta especial atención en cuanto a superación del docente.

Por supuesto, la problemática anterior está pautada a su vez por otras contradicciones que atraviesan toda la actuación de nuestros profesores, como son las educativas, esas que están relacionadas con las concepciones pedagógicas establecidas a nivel de la institución y que condicionan sus prácticas para luego ser transferidas como aprendizajes a los alumnos. En este sentido, podemos identificar que las exigencias planteadas al docente militar en términos de logros esperables se reducen a resultados académicos satisfactorios en los educandos, o sea, si las calificaciones de nuestros alumnos oscilan entre bien y muy bien, (y estas son consideradas a partir del dominio de un conocimiento determinado o el desarrollo de habilidades cognitivas específicas), entonces el trabajo educativo del profesor ha sido satisfactorio.

Lo anterior se evidencia en las actas de control a clases, las evaluaciones de desempeño del docente e incluso las indicaciones metodológicas de las diferentes asignaturas, todos estos registros y documentos centran su atención en los aspectos instructivos y, por tanto, en los procesos que desde lo cognitivo están mediando el proceso de enseñanza- aprendizaje. Lo relacionado con la educación y formación de actitudes, cualidades, valores, se tiende a desarrollar desde la espontaneidad o en dependencia de las diversas situaciones o problemáticas que puedan originarse en los grupos de estudio. Las finalidades de la enseñanza se reducen a que los profesionales de la actividad militar aprendan sólo conocimientos científicos sin tomar en consideración en muchas ocasiones su desarrollo afectivo. Así se enseña en función del siguiente nivel, obviando la gama de emociones, sentimientos, vivencias afectivas y motivacionales que estimulan el interés y promueven el sentido personal de los alumnos.

Pero defendemos que para lograr una influencia pedagógica acertada el educador que se desempeña en los centros de enseñanza militar debe ser capaz de penetrar en la esfera afectiva de los alumnos. Fernández (2000) señala que los conocimientos se convierten en guía para la acción si están acompañados de vivencias y pasan a través de los sentimientos de los estudiantes, por eso, aunque existe una unidad inseparable entre los procesos cognitivos y afectivos se requiere un tratamiento diferente para cada uno, incluso didácticamente, pues al estar los afectos presentes en toda actividad del proceso de enseñanza-aprendizaje, se requiere tenerlos en cuenta en los diferentes componentes del proceso, por ejemplo, en la determinación de los objetivos, en la selección de los métodos, medios y formas de organización, en la proyección de las relaciones entre alumno-profesor, alumno-alumno y alumno-grupo.

La existencia de un clima actitudinalmente positivo es esencial para favorecer un mejor aprendizaje. Es frecuente escuchar que los cadetes no muestran interés, no poseen disposición para desarrollar las tareas, tienen estados de ánimos desfavorables; sin embargo, es difícil encontrar en los programas, indicaciones metodológicas, planes de clases y otros documentos, actividades o acciones educativas que ayuden a paliar este problema. Es decir, el claustro reconoce la importancia de los afectos como motores que impulsan el aprendizaje de las diferentes materias y propician el desarrollo general integral del futuro oficial; pero son ignorados de manera reiterada en la práctica educativa.

En lo expresado anteriormente intervienen además contradicciones culturales, las cuales se encuentran atravesando todo el contexto educativo y que parten de las creencias compartidas desde el imaginario social, en este caso, nos referimos a los vestigios de una cultura patriarcal, que nos remite al desarrollo de las características que deben poseer los varones y las hembras. En este sentido nos impone la existencia de un hombre fuerte en todos los sentidos, siendo este el género que predomina en las instituciones militares, un hombre al que se le asignan atributos como la autonomía, el sacrificio, la racionalidad, inteligencia, liderazgo, la no expresión abierta de sus sentimientos, todo esto unido a los estereotipos sociales en torno a la actividad militar y a los sujetos que la realizan, como “el oficial debe ser fuerte”, “el militar tiene que resistirlo todo” y otros juicios que marcan los patrones diferenciales en las relaciones docente-alumno y entre alumnos, evidentes en la distribución de funciones, roles y responsabilidades y que de hecho el propio sistema educativo en las fuerzas armadas tiene el reto y la responsabilidad de modificar.

La masculinidad posee un elemento clave que es el poder; ser hombre significa tener y ejercer poder, que, en este caso, exige poseer algunas características, tales como ganar, ordenar, mandar, lograr objetivos y ser duro. Aplicado en un sentido amplio, poder también significa controlar sentimientos, emociones y necesidades afectivas, para evitar la pérdida de dominio y el control sobre los otros, de esta forma, hay que suprimir emociones, sentimientos y negar necesidades, características estas que a veces se asignan inconscientemente a las féminas que se insertan en la actividad militar y en ocasiones también son autoasignadas, para poder ajustarse a las características de la vida militar y al sistema de actividades y relaciones imperantes en ella.

Todo esto conlleva a que los protagonistas del proceso educativo se pregunten, ¿son importantes los afectos para un oficial?, ¿es suficiente para la formación del militar saber disparar un arma o tener conocimientos de táctica y otras materias afines? Evidentemente, las construcciones sociales pautan los modos de ser y permean toda la actuación del sujeto en los diferentes ámbitos, en el caso específico de la institución militar supone, no prestar atención al menos de manera suficiente al desarrollo integral de la personalidad del educando y limitar la consideración del aspecto afectivo en su formación.

Lo expuesto implica además un compromiso desde lo ético y por tanto, hay manifestaciones de contradicciones también en este sentido, ya que el docente militar tiene ante sí a un ser humano, con necesidades de diversa índole, o sea, no sólo desde los conocimientos, un ser humano que necesita ser tomado en consideración para su educación de manera íntegra, partiendo de que la personalidad es una organización estable y sistémica de los contenidos y funciones psicológicas que caracterizan la expresión integral del sujeto, tanto en lo cognitivo como en lo afectivo para ejercer las funciones reguladoras y autorreguladoras del comportamiento.

No tomar en consideración al educando que se forma como profesional de la actividad militar en su integralidad, implica mutilarlo, de alguna manera irrespetarlo, pues sólo mostraríamos interés en aquellos contenidos o componentes de la personalidad que consideramos oportunos trabajar desde lo educativo, relegando otros como los afectos que también son esenciales como parte de la personalidad del alumno y que dan cuenta de su individualidad. No prestarles atención a los procesos afectivos de nuestros estudiantes, combatientes, subordinados, o tratarlos de manera insuficiente, significa parcializar la personalidad de estos, no entenderlos en su unicidad y desarrollo pleno, que en definitiva es un derecho. Además, obviar estos aspectos podría tener costos muy altos, en lo individual, grupal, institucional y social.

Si aspiramos socialmente a formar un hombre con altos valores profesionales y morales que pueda autoeducarse y contribuya a su vez al perfeccionamiento y progreso de la sociedad, no sólo con sus conocimientos, sino también con sus cualidades, debemos cambiar los modos de lograr dichos propósitos, comenzando por un cambio en la mentalidad de nuestros educadores que amplíe la visión sobre su labor educativa y el papel que en ella tienen los aspectos afectivos.

CONCLUSIÓN

En la labor educativa de los docentes militares aún se observan características de la llamada pedagogía tradicional o pedagogía del saber que se limita en el desarrollo integral de la personalidad de los educandos, en tanto prioriza el aspecto cognitivo y privilegia el proceso de instrucción, al existir un divorcio o identidad entre este y el proceso de educación, relegando así la importancia e influencia de los aspectos afectivos y su consideración en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Para lograr una labor educativa exitosa por parte de los profesores de las instituciones docentes militares de nivel superior se necesita estrechar los vínculos y colaboraciones con otras ciencias y disciplinas que contribuyen a comprender al educando en su integralidad y desarrollo pleno, específicamente la Psicología de la Educación, que posibilita desde el enfoque personológico del proceso de enseñanza-aprendizaje considerar en la práctica educativa la unidad de lo afectivo y lo cognitivo. Propiciar un cambio en la actuación pedagógica de los docentes militares se convierte en un reto para desarrollar el aspecto afectivo durante su labor educativa, de manera que puedan encontrarse soluciones favorables a las principales contradicciones sociales existentes en este proceso, que transitan por lo epistemológico, lo educativo, lo formativo, lo cultural y lo ético, y que propicien la consideración de dicho docente como mediador de la educación y desarrollo afectivo de sus educandos, favoreciendo de esta manera la formación multilateral de la personalidad de los profesionales militares y su contribución a la sociedad.

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