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DESHILVANANDO NUDOS (ESPACIO-TEMPORALES). RESEÑA DE COLOMBO, P. (2017) ESPACIOS DE DESAPARICIÓN. VIVIR E IMAGINAR LOS LUGARES DE LA VIOLENCIA ESTATAL (TUCUMÁN, 1975-1983). BUENOS AIRES: MIÑO Y DÁVILA
Diferencias. Revista de Teoría Social Contemporánea, vol.. 1, núm. 6, 2018
Universidad de Buenos Aires

Reseñas


COLOMBO P.. ESPACIOS DE DESAPARICIÓN. VIVIR E IMAGINAR LOS LUGARES DE LA VIOLENCIA ESTATAL (TUCUMÁN, 1975-1983). . 2017. BUENOS AIRES. MIÑO Y DÁVILA

Recepción: 15 Marzo 2018

Aprobación: 30 Abril 2018

El “giro espacial” en las ciencias sociales ha ido acumulando cada vez más páginas de libros y artículos dentro del ámbito académico: el de la “desaparecidología” (2017: 16)–en términos de Gabriel Gatti– también. Pamela Colombo, aunque esté íntimamente ligada a ambos campos, propone algo novedoso en “Espacios de desaparición. Vivir e imaginar los lugares de la violencia estatal (Tucumán, 1975-1983)”. Apoyándose en ellos, utilizando su fuerza y potencialidad, pero sin quedar “entrampada” en sus limitaciones, procede a recalibrar las herramientas que le brindan para enmarañarlas bajo una nueva luz.

Gracias a un extenso trabajo de campo etnográfico –que cuenta con alrededor de 50 entrevistas en profundidad a familiares de desaparecidos, sobreviviente de la experiencia concentracionaria y militantes de organizaciones de izquierda– y sin caer en fórmulas teórico-metodológicas gastadas, la autora se permite indagar en la re-construcción de la vida subjetiva y social luego del arrasamiento producido por la última dictadura militar en ámbitos rurales y semi-rurales del norte argentino.

La elección del lugar no es azarosa: hacer pie en Tucumán en relación con la violencia estatal nos permite poder indagar en los modos diferenciales en que se desplegó el aniquilamiento y la tecnología desaparecedora.

Sabemos que, hacia 1975 y en el marco del “Operativo Independencia”, la “desaparición forzada de personas” se convirtió en una práctica sistemática que luego se extendería al resto del país. Sin embargo, por sus características geográficas e histórico-sociales, el territorio tucumano fue blanco de toda una serie de tácticas y estrategias contrainsurgentes puestas en marcha por las Fuerzas Armadas que le darán un perfil distinto al de otras regiones: hay centros clandestinos de detención, ingenios “vaciados” o intervenidos y establecimiento de bases militares; hay secuestros y “patotas” pero también enfrentamientos armados abiertos con la “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez” del PRT-ERP; hay rastrillajes intensivos y censos poblacionales a la par que discurren los desplazamientos forzados y la creación de nuevos pueblos.

Y es para poder pensar en esta relación compleja entre el “espacio” y la “desaparición”, que Colombo dislocará los usos corrientes de algunas nociones sociológicas tradicionales como “tiempo”, “sujeto”, “acción” y “sentido”, para hendirlas y vincularlas a otras como las de “violencia extrema”, “representaciones” e “imaginario”.

LA TEORÍA CRÍTICA DEL ESPACIO Y LA VIOLENCIA ESTATAL: INTERSECCIONES DE LA MEMORIA

En los últimos años, la producción del espacio pasó a ser una dimensión importante a la hora de dar cuenta de las dinámicas de la vida social: éste ya no puede ser pensado como algo preexistente, “externo” e inmóvil, esperando a “ser llenado”.

Siguiendo a Henri Lefebvre, Colombo sostiene que el espacio es “un todo conflictivo en donde la dimensión material, simbólica e imaginaria se retroalimentan” (2017: 35): es un proceso en constante devenir. Y, centrándose en una de las patas de su tríada dialéctica¹, la autora pone el foco en el modo en que los sujetos viven el espacio, es decir, el espacio vivido. Reflexionar en torno al modo en que los familiares de desaparecidos, sobrevivientes y militantes imaginan y viven los espacios de violencia se vuelve condición necesaria para entender cómo, a la vez, éstos continúan construyéndose en el tiempo.

Para volver este proceso inteligible retomará, por un lado, el concepto de espacio relacional trabajado por David Harvey y Doreen Massey, entendiéndolo como el resultado de lo que cada uno de los actores involucrados en su producción y construcción experimentan y piensan sobre él, estando siempre abierto a nuevas reconfiguraciones.

Y, por el otro, Colombo traerá los desarrollos de Walter Benjamin en torno a la memoria para subrayar la necesidad de pensar los recuerdos como parte integral de la construcción y re-imaginación de los espacios, para amalgamarlos con el “aquí y ahora”: “Cuando se hace memoria de la violencia es el sujeto el que –al relatar aquello que le sucedió– agita las marcas de la violencia en él infringidas y en su entorno, las agita en tanto que lo tocan y lo interpelan, y entonces las reaviva, las expone, las hace circular” (2017: p.41).

En ese entrecruzamiento espacio-temporal²–tamizado por la lucha entre las percepciones sociales e individuales; entre lo que se recuerda, lo que se vive y lo que se imagina– es en donde se juega la “apuesta” fuerte del libro.

CONSTELACIONES: DE LA PREEMINENCIA DEL CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIÓN A LOS ESPACIOS DE DESAPARICIÓN

Si la modernidad instituyó las categorías de tiempo y espacio como centrales a la hora de “ordenar” la realidad social, la figura del “desaparecido” y sus efectos en el entramado social logró resquebrajarlas y ponerlas en suspenso:¿cómo abordar esas experiencias que desbordan “los marcos espacio-temporales lógicos, fijos y preestablecidos” (2017:31)?

Este trabajo intenta brindar algunas herramientas para ser utilizadas en esa dirección. Teniendo en cuenta que los espacios ya no pueden inscribirse en esa temporalidad cronológica porque son indefectiblemente “espacios densos”, en constante producción y reconfiguración, rebasados de capas de sentido que se amontonan y superponen, actualizando pasado y presente, materialidad e imaginación; Colombo retomará el concepto benjaminiano de “konstellation” para referir a “los nudos espacio-temporales que se conforman a partir de la rememoración, y en particular, a la facultad del discurso de memoria de unir momentos y espacios que en apariencia están separados” (2017: 43) y, así, explorar estas “topologías complejas cuyo espacio tiene la particularidad de ser no-lineal, lábil y cambiante” (2017:44).

A lo largo de los primeros cinco capítulos dará cuenta de la “constelación de espacios de desaparición” centrándose en cuatro de ellos: el espacio de confrontación (el monte), el espacio de secuestro (la casa), el espacio del traslado (el “entre”) y el espacio concentracionario (el centro clandestino de detención).

El suroeste tucumano y, fundamentalmente, el monte sirven como una especie de “llave” con la cual adentrarse en las particularidades que asumió la represión y las desapariciones en el territorio: aunque buena parte de los enfrentamientos, las detenciones y los secuestros se dieron en el llano; el monte funcionó en el imaginario social como un espacio de confrontación “real” que le permitió a las Fuerzas Armadas territorializar y visibilizar al “enemigo”, al mismo tiempo que habilitó la posterior desarticulación –material y simbólica– de ese “espacio en rebeldía”.

En este apartado –en el cual se destaca el análisis de la desaparición de cuatro pueblos rurales y el desplazamiento forzado de su población hacia otros cuatro especialmente creados en una zona aledaña de “fácil acceso” bajo el programa de “pueblos estratégicos” – la autora muestra cómo toda una serie de técnicas desplegadas por los militares (censos, ocupación militar, requisas, retenes) les permitieron, por un lado, disciplinar la vida cotidiana, intervenir sus ritmos, “abrirla” de par en par para escrudriñarla con violencia y reticularla, siempre en función de la diseminación del terror; y, por el otro, inclinar a su favor la lucha en torno a la reconfiguración de las significaciones y representaciones sociales asociadas a estos espacios, lo que les permitió establecer (nunca de forma acabada) lo que es dado “imaginar como posible” allí.

El capítulo sobre el espacio del secuestro pondrá el foco en la casa: si para la mayoría de los “sujetos habidos” es en este ámbito de la vida cotidiana y familiar en donde comienza su desaparición, inevitablemente este espacio también ha sufrido una conmoción a través de la irrupción de “lo siniestro” o “lo catastrófico”. Pero sobre la casa se inscriben unas marcas que también atraviesan de par en par la experiencia de los familiares de desaparecidos: éstos son, generalmente, aquellos que deben seguir viviendo en el lugar y quienes tienen que lidiar con lo que sucedió, con la “muerte irresuelta”, cargando con el terror e, incluso, con el estigma.

El quiebre que se produce a partir del secuestro introduce una tensión irremediable entre las múltiples temporalidades que allí anidan³: la necesidad “pese a todo” de re-inscribir los ritmos del quehacer ordinario en el espacio, los movimientos/usos que le son propios y que configuran una “nueva normalidad”, sumado a la presencia constante de lo ausente, de lo que falta. Este particular “modo de estar” es lo que la autora entiende como (des)habitar: las diferentes estrategias y maneras de ocupar “un espacio vaciado-marcado-modificado por una ausencia prolongada al infinito” (2017: 93).

El análisis en torno al espacio del secuestro da lugar al del espacio del traslado y éste es, sin lugar a dudas, uno de los puntos más interesantes y originales del libro de Colombo. Poco explorado en los estudios sobre el tema o directamente pasado por alto, el momento del traslado 4 constituye una parte importante del proceso de desaparición forzada de personas.

El traslado es un espacio en sí mismo que se produce a través del movimiento y posee unas características particulares: funciona, por un lado, como un “entre”, como nexo entre la experiencia concentracionaria, clandestina, y la vida cotidiana de quienes están “por fuera” de ella; por el otro, permite dar cuenta de cómo, aun estando “tabicados”, inmovilizados y desorientados, los sujetos pueden, “pese a todo”, reconstruir para sí mismos esos recorridos a partir de sus cuerpos violentados, de sus percepciones, de los sentidos que no les fueron anulados.

El quinto capítulo del libro, referido a los espacios concentracionarios, intenta invertir el prisma con el que se suelen analizar los centros clandestinos de detención, especialmente desde el ámbito académico y judicial. En vez de describir solamente los modos en que las Fuerzas Armadas los planificaron y la manera en que los utilizaron, la autora se propone hacer pie en el discurso de los sobrevivientes para dar cuenta de otros modos de vincularse, de percibir y de construir dichos espacios que, en muchos casos, desbordan y difieren de la intencionalidad que le dieron los perpetradores a la hora de su planificación.

Y, distanciándose de Giorgio Agamben en torno a los desarrollos del musulmán, la nuda vida y el campo, sostiene que hay una espacialidad propia de los sujetos que indefectiblemente escapa a este “dispositivo total”:

El sujeto que ha sido forzado a habitar dentro del campo de concentración claramente no desea el espacio en el que se encuentra, pero no tiene más opción que representárselo, que imaginárselo. En este proceso que lleva a representarse el espacio que lo circunda el espacio cambia, se le insertan otros elementos que el “poder absoluto” no había previsto (2017: 131).

Colombo repone aquí tres “figuras espaciales” que ayudan a los sobrevivientes a darle sentido a la experiencia concentracionaria. El espacio-tiempo elíptico refiere a cómo se producen representaciones espaciales de los centros clandestinos que están repletos de agujeros, faltas y ausencias que, a su vez, logran “decir” algo sobre ellos y reconfigurarlos. El espacio sinestésico tiene cierta relación con el momento del traslado: es esa percepción “pese a todo” que posibilita la re-construcción espacio-temporal, habilitando así modos de imaginarlo (y nuevas líneas de acción posible). Por último, el espacio-tiempo elástico apunta a entender cómo los sobrevivientes, echando mano a experiencias y sensaciones previas de su vida cotidiana, logran traducir la “novedad total” que emerge en el proceso desaparecedor.

MUERTE, CUERPO Y DESAPARICIÓN: LOS ESPACIOS DE INHUMACIÓN Y ENTREHUMACIÓN

Los últimos dos apartados del trabajo tienen como eje la muerte: ésta, pese a estar “aplazada” y “desfasada”, siempre es inscripta de alguna manera en el espacio 5.

Si en un principio Colombo nos habla de los espacios de inhumación “similares” a los que los militares utilizaron en otros puntos del país –como el enterramiento en cementerios (NN) y predios militares–, la “novedad” del suroeste tucumano vuelve a aparecer con los relatos de sobrevivientes, familiares y amigos y las referencias al ocultamiento de cuerpos en escuelas, gimnasios, establecimientos públicos y privados. Estas muertes “fuera de lugar” producen efectos en el imaginario social y logran, incluso, transfigurar “la materialidad del esqueleto arquitectónico” (2017: 157) de estos edificios: ya no hay ausencia de espacio, sino relaciones, alteraciones, circulaciones y yuxtaposiciones inesperadas. ¿Y cómo es posible abordar los cuerpos que no fueron enterrados, sino arrojados en el medio de la ciudad, en el monte o en las rutas, “desconectados” del lugar donde fueron asesinados? La noción de entrehumación sirve para dar cuenta de la tensión que atraviesa a estas muertes violentas y la continuidad del proceso de deshumanización que resulta de las trayectorias disímiles de los cadáveres que no sólo conlleva cambios postmortem en los cuerpos, sino también en los sujetos que interactúan con ellos.

DESHILVANANDO NUDOS, DESESTRUCTURANDO CAMPOS

En este libro por demás necesario, Pamela Colombo viene a montar en primer plano todo un entramado de tiempos, de espacios y de capas de sentido que se solapan y amontonan en el proceso de desaparición forzada de personas y que se encontraban obturadas detrás de la idea de un nudo espacio-temporal “fijo” y “lineal”, tensado por el tiempo cronológico y la espacialidad euclidiana.

Si los procesos de violencia estatal, el imaginario y el espacio están tan íntimamente amarrados, si la experiencia vivida de los sujetos y el presente sobre el que se asientan están irremediablemente atravesados por éstos, habilitando o denegando a su vez determinadas líneas de acción y prácticas; su trabajo nos permitirá empezar a sistematizar y delinear aspectos centrales de la experiencia desaparecedora en la Argentina que hasta el momento no habían sido tomados en cuenta en su relación de conjunto y que, de alguna manera, tocan fibras que todavía nos constituyen.

Notas

1 Para el teórico francés, el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido son los elementos que comprenden la producción social del espacio. Aunque se diferencian entre sí y no pueden reducirse unos a los otros, los tres están anudados todo el tiempo en tanto prácticas espaciales, representaciones del espacio y espacios de representación.
2 Según Colombo, “el espacio es siempre espacio-tiempo: imposible pensar el espacio de manera disociada del tiempo” (2017: 38).
3 “La casa queda atravesada por múltiples temporalidades: la temporalidad propia de la vida cotidiana (temporalidad cronológica que sigue su curso), la temporalidad del secuestro (que mayormente aparece como asociada a una temporalidad suspendida), la temporalidad del crimen de la desaparición (como la repetición de instantes puntuales e iguales: el sujeto siempre desaparecido… Estas temporalidades existen en tanto hay un espacio y este espacio se transforma allí donde estas temporalidades emergen” (Colombo, 2017: 96).
4 Resulta necesario aclarar que con este término la autora no hace alusión al “código” o eufemismo empleado por los miembros de las Fuerzas Armadas para referirse al asesinato de los secuestrados, sino a su “desplazamiento” de un lugar a otro.
5 Con la desaparición, la muerte ya no acontece en un instante sino más bien en un período en el que pareciera sucederse sin resolución. El espacio de muerte de los desaparecidos se diluye y es en múltiples espacios, y a su vez ninguno de los espacios que lo componen es el espacio de la muerte en sí mismo” (Colombo, 2017: 152).


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