Notas
EN TORNO A LA PRECISIÓN LÉXICA: REFLEXIONES
Boletín de la Academia Peruana de la Lengua
Academia Peruana de la Lengua, Perú
ISSN: 0567-6002
ISSN-e: 2708-2644
Periodicidad: Semestral
vol. 64, núm. 64, 2018
Recepción: 01 Agosto 2018
Aprobación: 31 Octubre 2018
Desde que el ser humano tuvo uso de razón, sintió la necesidad de transmitir sus alegrías, sus tristezas, sus emociones, sus ideas, hasta su rechazo a determinadas circunstancias de la que era partícipe. Esta situación no ha cambiado: aún ahora sentimos el deseo de comunicar; sin embargo, no lo hacemos de la mejor manera: precisa, puntual, coherente, empática y con sentido; es decir, con asertividad.
Pero, no se trata de expresar todo aquello únicamente a través de los planos oral y escrito, sino de leer y escuchar activamente diferentes tipos de textos, entre narrativos, descriptivos, argumentativos e informativos; estos últimos, por medio de diferentes vías, como las noticias en línea, los comentarios en blogs, al igual que los propalados por los medios televisivos; ello, por mencionar solo algunos. Solamente de esta manera se estarían desarrollando las cuatro habilidades comunicativas básicas: leer, escribir, hablar y escuchar, tan necesarias hoy.
Sin embargo, en una sociedad acompañada por la tecnología, como en la que vivimos, solo son dos las habilidades comunicativas privilegiadas: leer y escribir; mientras que las restantes: hablar y escuchar, prácticamente han quedado anuladas debido al acceso desmedido a las redes sociales a través del uso de los aparatos electrónicos (smartphone, tabletas, laptop, entre otros). Esta situación ha conducido, inevitablemente, a una incorrección en el lenguaje de la comunidad en general, en especial de los estudiantes, quienes desempeñan un rol protagónico en la presente nota.
Desde su aparición sorprendente y vertiginosa, la tecnología ha invadido sus espacios de comunicación a tal punto que ello se evidencia al ocupar la mayor parte de su tiempo, incluso durante las sesiones de aprendizaje. Ello no está mal; al contrario, es un soporte que facilita las actividades cotidianas, dentro de ellas, la académica. Sin embargo, se tiene que prestar mucha atención al tiempo que se le dedica a las actividades, a los objetivos planteados y a los filtros, condiciones importantes si se quieren rescatar las ventajas que esta trae consigo.
Es así que los jóvenes cuentan con un espacio que les permite establecer contacto con la sociedad a través de mecanismos poco apropiados: abrevian palabras, cambian unas consonantes por otras, omiten los signos de puntuación; es decir, alteran el sentido del mensaje, sin reparar, por un instante, en el grave daño que le hacen a la lengua española. Así por ejemplo, se suele aumentar una consonante a las palabras: sip y nop en lugar de sí . no o abreviarlas: xq y tqm por porque y te quiero mucho.
Por otro lado, es necesario destacar también que esta situación responde al incesante reclamo por que se logre la igualdad de género, lo que ha suscitado influencias en la escritura del español. Ejemplo de ello son palabras como: amig@ y amigx que equivalen a amigo . amiga.
De la misma forma, persiste una tendencia por la redundancia, al repetir expresiones comunes, como por ejemplo: subir arriba (Debo subir arriba), bajar abajo (¿Vas a bajar abajo?), entrar adentro (¡Todos, entren adentro!), abismo sin fondo (Estuve cerca de un abismo sin fondo), hemorragia de sangre (Ella tuvo hemorragia de sangre) que, lejos de aclarar el mensaje, lo tornan incomprensible.
Igualmente, basta dar una mirada a la siguiente expresión: Hay muchos accidentes de tránsito, esto tiene que tener una sanción; en lugar de: esto debe tener una sanción, con carácter de obligatoriedad; ese es el contenido semántico. Por otro lado, si el hablante sugiere suposición, lo recomendable es el uso de «debe de»; así como en el siguiente contexto: Son las 10:00 pm.; mi hermana debe de estar en casa.
Así también se tiende a utilizar términos con significados imprecisos: cosa, algo, dar, haber, por mencionar solo algunos que, lejos de brindar exactitud en el empleo de los términos, inducen a la vaguedad léxica. Ello se traduce en un grave inconveniente, debido a que no todas las palabras tienen la misma equivalencia o valor semántico.
Los ejemplos señalados líneas arriba pueden ser ubicados en un diálogo amical, una tertulia familiar o, tal vez, en una exposición académica; pero también están imbricados a determinadas necesidades: lograr la igualdad (como en el último caso), ser diferentes o marcar un estilo. Sin embargo, como los posibles escenarios se tornan diversos, es importante tener en cuenta el tipo de lenguaje a usar en sintonía con las características de la persona a quien nos dirigimos y al contexto en el que nos encontramos.
Es decir, para escribir o hablar bien, se debe planificar pensar en qué es lo que se va escribir (el asunto o tema sobre el que versará nuestro trabajo o nuestro mensaje), para qué (con qué objeto) y para quién (receptor). Esto quiere decir, que quien escribe o habla debe, necesariamente, reflexionar sobre la lengua.
Tal como se puede percibir, las habilidades comunicativas como las actividades sociales y culturales deben ser atendidas como tales, toda vez que la visión cultural supone que estas son actitudes imbricadas al contexto social. Es así que la correcta expresión no solo implica el conocimiento o dominio de las reglas ortográficas y sintácticas, sino también la influencia que va a tener el uso lingüístico adoptado del nivel social al que pertenece.
Es entonces que se reclama la presencia inmediata de la consciencia en el uso de la lengua; es decir, que el valor semántico que se le pueda otorgar a su dominio es fundamental porque coadyuvará no solo a demostrar su conocimiento, sino que servirá para abrirnos las puertas a una sociedad tan competitiva y así lograr insertarnos a un entorno profesional.
Es innegable que redactar es una actividad indispensable, con exigencias cada vez mayores, sobre todo para las comunidades letradas en las que vivimos. En este sentido, el estudiante universitario se enfrenta a una realidad académica que supone una consciencia ortográfica forjada en el colegio que, a su vez, implica el dominio de las convenciones gramaticales.
Es precisamente en este entorno que el estudiante deberá responder a las exigencias académicas y demostrar lo aprendido en la educación básica; sin embargo, los resultados que arrojan las pruebas de entrada tomadas en las asignaturas de Lengua o Comunicación Escrita reflejan todo lo contrario: se evidencian una vez más las falencias que traen consigo y que, muchas veces , continúan con el transcurrir de los semestres, y traen como secuela la crítica exhaustiva y sin piedad que provienen de docentes que pertenecen a una especialidad distinta a la nuestra.
Es imprescindible que nos comuniquemos cada vez mejor y con mayor eficacia e intentar que el receptor capte el mensaje con claridad. Para ello, en el habla, urge codificar las estructuras oracionales conscientemente, pronunciar, entonar bien, realizar y respetar las pausas (necesarias) y, sobre todo, demostrar un comportamiento empático con nuestros pares.
A ello se suma la aplicación de nuevas estrategias docentes que coadyuven a su mejora en espacios diversos, a través de diferentes dinámicas: en la expresión y comprensión oral, organización de debates académicos, conversaciones, mesas redondas, cine foro; en la expresión escrita, a través de redacción de ensayos, informes o artículos de investigación; incluso, trabajarla de modo transversal.
Para este fin se sugiere preparar al estudiante enseñándole diversas estrategias que le resulten de por sí muy interesantes, evitar las clases depositarias de conocimiento, optar por las clases invertidas, utilizar la tecnología para facilitar el acceso rápido a fuentes que contengan información fiable.
En suma, si se quiere comunicar, y ahora en red, aprovechemos el espacio que se nos brinda para explotar al máximo nuestras habilidades lingüísticas. Tenemos el blog, el chat, los mensajes de textos, entre otros, herramientas muy útiles para el desarrollo del lenguaje y perfeccionar nuestra imagen.
En otros términos, la preocupación está imbricada, principalmente, a la forma y al contenido que contemplan los textos, lo que se ahonda aún más porque estos servirán de insumo para una futura producción de textos. Mientras que la forma (uso adecuado de los signos de puntuación, organización de los párrafos, la tildación) es un aspecto que suma al momento de comunicar, ya que es importante considerar el fondo (el mensaje que se desea transmitir). Es así que la relación entre lo que aprehendemos (leemos o escuchamos) y su manifestación (cuando escribimos o hablamos) no es precisa desde el punto de vista léxico.
Hasta el momento son pocas las personas, entre propios y extraños, que se detienen a reparar en el tema; al contrario, cada vez son más quienes a través de estos ciberespacios, que son importantes para interactuar con los demás, trasuntan los patrones gramaticales de diversas formas, por diferentes motivos, lo cual, a todas luces, no solo los condicionan, sino los conduce a una inadecuada interpretación de los mensajes.
A esta problemática que se genera en diversas esferas se suman, por cierto, la falta de tolerancia y respeto a las opiniones divergentes, amén de una adecuada selección léxica; la inmediatez, característica peculiar que se desprende de la tecnología. Actuamos, muchas veces, sin pensar; nos expresamos sin codificar nuestras ideas, aquellos sentimientos que, si bien fluyen de modo natural, requieren de un equilibrio: esto es administrar nuestras emociones, dominar la lengua y el significado que pueden asumir los códigos lingüísticos de acuerdo con el contexto. Se envían mensajes a través de imágenes, en lugar de palabras. ¿Será por la falta de preparación en la Educación Básica Regular (EBR), y diversas experiencias por las que atravesó el estudiante? ¿Será que la praxis comunicativa contemporánea nos ha llevado a olvidarlas?
Por ello, es indispensable llamar la atención de aquellos que en forma deliberada e inconsciente utilizan términos cuyo desconocimiento semántico total o parcial los orienta a comunicarse de un modo impreciso, lo cual da origen a una comunicación con una serie de vicios idiomáticos.
Si la comunicación es concebida, desde otro enfoque, como una necesidad primaria de expresión de sentimientos, anhelos y, a veces, rechazo, entonces debemos, en la medida de lo posible, tratar de que el mensaje sea recibido tal cual es la intención del emisor, solo así se alcanzará uno de los objetivos fundamentales de la comunicación: la eficacia. En todo caso, si los jóvenes pretenden hacer uso de la tecnología para comunicarse, deben respetar el contexto en el que se encuentran y las personas a quienes se dirigen.
Es cierto que en algunas circunstancias se está frente a obstáculos de diversa índole que, muchas veces, impiden la fluidez en el mensaje; obstáculos de orden físico, como los ruidos que pueden producirse en el ambiente; así también las barreras emocionales, psicológicas; pero no son los únicos. Para evitarlos, es importante saber cómo actuar. No basta poseer un conocimiento cabal de la lengua, sino de tener la capacidad de aplicarlo en el momento oportuno; es decir, cuándo, dónde, cómo y con quién.
De este modo es necesario destacar la singular importancia que se le atribuye a la forma que elegimos para transmitir nuestras ideas o ese conglomerado de sentimientos que muchas veces tienen un gran impacto en quienes los reciben porque no se consideran las maneras. Esto nos lleva a asumir que la eficacia de una verdadera comunicación va más allá de compartir el mismo código: el español. Se deben trabajar estrategias comunicacionales en ambos planos: oral y escrito (hablar, escuchar, leer y escribir), que es lo ideal y más ahora en espacios virtuales, que deben ser aprovechados para desarrollar a plenitud el lenguaje.
Por ello, es necesario concientizar a los lectores respecto del inadecuado uso de nuestra lengua. Si bien la tecnología ha llegado a nuestras vidas para ser un soporte y resolver situaciones problema en tiempo real, en su mayoría cotidianos, en diversos ámbitos, en especial el académico, estas persisten. Cada vez son más las personas que de una u otra manera la transforman, lo cual origina la inadecuada interpretación de los textos.
Esta nota se justifica por la necesidad de mejorar en el estudiante la forma de comunicar e interactuar en diversos escenarios y suplir en cierta medida los vacíos que la educación básica no pudo completar. Ello en atención a la formación íntegra con la que deben contar para enfrentar los desafíos que la sociedad demanda, no solo en aspectos imbricados al dominio de especialidad, sino en el desarrollo de una comunicación cada vez más eficaz, intercultural, ética y, en especial, horizontal dentro de las organizaciones en las que el futuro profesional aplicará lo asimilado.
La educación superior, en especial la peruana, enfrenta esta problemática relacionada con el bajo desempeño en la expresión escrita: el estudiante no es capaz de redactar un texto coherente y cohesionado, lo que ha estado relacionado directamente con la falta de comprensión de textos. Es decir, estudiante que no comprende lo que lee no será capaz de redactar un texto correctamente.
En las sociedades letradas en las que vivimos, ambas habilidades son el centro de atención, toda vez que el egresado deberá demostrar el buen manejo del idioma, a través de la redacción de diversos textos (oficios, cartas, etcétera.). Hoy, por ejemplo, a través del envío de documentos en plataformas virtuales.
Para ello se le exige a la persona la demostración de aquello que suponemos aprendió en la educación básica: la manifestación de sus habilidades comunicativas elementales: leer, escribir, hablar y escuchar. Cuando no lo hace, lo dejamos solo. Esto ocurre por su falta de capacidad o porque elegimos lo pragmático: huir de nuestra responsabilidad como docentes.