Dossier
Pandemia y vida cotidiana: las cargas de cuidado según las clases sociales y el género en Argentina[1]
Pandemic and daily life: care burdens according to social class and gender in Argentina
De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN-e: 2250-6942
Periodicidad: Semestral
vol. 13, núm. 22, 2024
Recepción: 15 Mayo 2024
Aprobación: 06 Octubre 2024
Resumen: La bibliografía tanto nacional como internacional mostró que el impacto de la pandemia en las condiciones de trabajo y en las tareas de cuidado fue diferencial según las clases sociales y el género. En Argentina, con el cierre de instituciones educativas, espacios de socialización y medidas de restricción de movilidad, se produjeron cambios profundos en la vida cotidiana, lo que afectó diferencialmente a las personas según su clase social y género. La investigación parte de la idea de que las relaciones de género son fundamentales para comprender la división del trabajo sexual y el reparto de las tareas de cuidado. El artículo mide el impacto de la pandemia en las cargas de cuidado según las clases sociales y sexo en distintas regiones de Argentina. Asimismo, para complementar el análisis cuantitativo, se seleccionaron, a partir de una metodología cualitativa, personas de clase media y clase trabajadora para indagar en los cambios en las condiciones laborales y el desarrollo de las tareas de cuidado. La estrategia metodológica es de diseño mixto, combina el análisis estadístico de una encuesta probabilística a nivel nacional en Argentina (ESAyPP/Pisac-covid-19) y el análisis de 20 entrevistas en profundidad y dos grupos focales, uno de mujeres y otro de varones situados en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Los principales resultados muestran que las desigualdades de género previas se reforzaron durante la pandemia, siendo las mujeres quienes asumieron las tareas de cuidado en los hogares. Sin embargo, las cargas de cuidado que tienen las mujeres son diferentes según la clase social de pertenencia, la modalidad de trabajo, la presencia de niñxs en edad escolar y la posibilidad de tercerizar las tareas de cuidado.
Palabras clave: tareas de cuidado, clase social, género.
Abstract: Both national and international literature showed that the impact of the pandemic on working conditions and caregiving tasks was differential according to social class and gender. In Argentina, with the closure of educational institutions, socialization spaces and mobility restriction measures, profound changes were produced in daily life, which affected people differentially according to their social class and gender. The research starts from the idea that gender relations are fundamental to understanding the division of sexual labor and the distribution of care tasks. The article measures the impact of the pandemic on care burdens according to social class and gender in different regions of Argentina. Likewise, to complement the quantitative analysis, it is selected from a qualitative methodology among middle class and working class people, to investigate changes in working conditions and the development of caregiving tasks. The methodological strategy is of mixed design, combining the statistical analysis of a national probabilistic survey in Argentina (ESAyPP/PISACCOVID-19) and the analysis of 20 in-depth interviews and two focus groups, one of women and the other of men located in the Metropolitan Area of Buenos Aires. The main results show that previous gender inequalities were reinforced during the pandemic, with women assuming the caregiving tasks in households. However, women's care burdens are different according to their social class, the type of work, the presence of school-age children and the possibility of outsourcing care tasks.
Keywords: care tasks, social class, gender.
Introducción
Las crisis económica y sanitaria que tuvieron lugar por la irrupción de la pandemia por covid-19 en marzo de 2020 provocaron cambios en la vida cotidiana de las personas. Se produjo el cierre de instituciones educativas −lo que implicó la virtualidad en todos los niveles de educación−, de espacios de socialización y recreativos; se impusieron medidas de aislamiento social y se redujo la movilidad con el objetivo de proteger a la población de contagios por covid-19, lo que ocasionó una migración de tareas laborales presenciales hacia la modalidad de teletrabajo como forma de empleo durante la pandemia. Todas estas medidas supusieron un aumento en la demanda de tareas de cuidados a nivel global y, por ende, pusieron en el centro de la escena pública a los hogares y los cuidados.
La distribución de las tareas de cuidado en los hogares, donde la responsabilidad en la realización de las tareas no remuneradas está asociada directamente a las mujeres, expresa una fuerte desigualdad de género. Según estudios previos a la pandemia (Rodríguez Enríquez, 2019), en el ámbito urbano de la Argentina, el 87% de las mujeres participa en quehaceres domésticos a diferencia de los varones, que sólo lo hace un 51% de ellos. Asimismo, las mujeres dedican un 88% más de tiempo a las tareas domésticas, de cuidado y apoyo escolar que los varones. Durante la pandemia, el aumento en las cargas de tareas de cuidado no se distribuyó equitativamente hacia el interior de los hogares, sino que volvió a recaer nuevamente sobre las mujeres.
En el contexto de covid-19, las actividades más afectadas por las restricciones implementadas durante la pandemia fueron los servicios de hotelería, restaurantes, servicios comunitarios, sociales y personales, y el sector de la construcción (Heredia, 2023). Como señalan Boniolo, Elbert y Dalle (2022a), en las ocupaciones de atención a las víctimas de la pandemia (salud y tareas de cuidado), así como en los sectores más perjudicados en términos de empleo (comercio, turismo, hotelería, etc.) por el aislamiento, las mujeres son las que tuvieron mayor presencia y resultaron más afectadas por la informalidad laboral. A su vez, fueron estas mujeres las que en los hogares continuaron asumiendo la responsabilidad por las tareas de cuidado durante la pandemia. Asimismo, hay otras ramas que, como enseñanza, contaron con mayor participación de mujeres y siguieron habilitadas para desarrollarse bajo la modalidad de teletrabajo (Belloni, Brown y Massi, 2022), lo que produjo una superposición entre la esfera pública y privada, así como jornadas más largas, mayores volúmenes de trabajo y estrés.
A partir de lo mencionado, nos interesa indagar el impacto de la pandemia en las ocupaciones, sus condiciones laborales y las estrategias en las tareas de cuidado de personas de clase media y clase trabajadora según los distintos entornos socio-residenciales en los que se insertan. Las preguntas desarrolladas con una metodología cuantitativa que permitieron medir las probabilidades de desarrollar sobrecarga de cuidado durante la pandemia bajo un modelo de regresión fueron: ¿Quiénes sufrieron el impacto de la carga de cuidado durante la pandemia? ¿Impactó a todas las clases sociales por igual? ¿Cómo afectó las cargas de cuidado durante la pandemia a las distintas clases sociales, regiones del país, el sexo y su composición familiar? Asimismo, hicimos foco en dos clases sociales para profundizar y comprender, de forma cualitativa, cómo la clase media y la clase trabajadora vivenciaron los cambios en las condiciones de trabajo durante la pandemia y cómo lograron en la vida cotidiana articular las tareas de cuidado en los hogares y el trabajo durante la crisis sanitaria.
Para responder a estas preguntas, se diseñó una estrategia que combina métodos cuantitativos y cualitativos. Por un lado, el análisis cuantitativo estuvo basado en el análisis de un modelo de regresión logística binaria con datos provenientes de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social de Argentina y Políticas Públicas durante la pandemia por covid-19 (ESAyPP/Pisac-covid-19) que nos permitió medir las chances de desarrollar tareas de cuidado. La encuesta relevada en la Argentina urbana cuenta con 5239 casos a nivel nacional. Por otro lado, el análisis cualitativo de la investigación se basó en un corpus de 20 entrevistas en profundidad y dos grupos focales, uno de mujeres y otro de varones que permitieron profundizar en las experiencias de la clase media y la clase trabajadora sobre cómo vivenciaron los cambios en las condiciones de trabajo y cómo articularon las tareas de cuidado y la jornada laboral durante la pandemia del covid-19.
Enfoque teórico sobre cuidado y pandemia
La irrupción de la pandemia trajo aparejada una serie de transformaciones en la dinámica y organización familiar de las personas. Las medidas de aislamiento social implementadas por el gobierno argentino, el cierre de instituciones educativas y la anulación de espacios de socialización y recreativos generaron un aumento en las cargas de las tareas de cuidado (Moguillansky y Duek, 2024). Con ello, el cuidado, actividad que fue históricamente invisibilizada, emergió como la principal herramienta para prevenir y transitar la pandemia, lo que reveló la importancia de la configuración del cuidado al interior de los hogares (Pautassi, 2021).
En los estudios feministas se plantea que el modelo tradicional de la división sexual del trabajo, donde el varón es el proveedor-protector y se desenvuelve en el espacio del trabajo extradoméstico y la mujer es la cuidadora que se dedica a las tareas domésticas y de crianza en el hogar, es una construcción social (Mattio, 2012; Rodríguez Enríquez, 2019;Scott, 1996). Se transforma el rol de “cuidadora” y todo lo que ello conlleva en un atributo natural de las mujeres y se las coloca en el lugar de satisfactores de necesidades a partir de una posición subordinada con relación a los hombres (Ferguson y McNally, 2013; Gómez Rojas y Riveiro, 2015). Como señalan Araujo Guimarães, Hirata y Posthuma (2020, p. 84), la actividad de cuidar engloba “un conjunto de obligaciones sociales, en expectativas de comportamiento asociadas a las jerarquías y relaciones, de género y generacionales, en el seno del grupo familiar”.
Algunos estudios señalan lo problemático de comprender la noción de cuidado a partir del par cuidador autónomo-receptor de cuidados dependiente, ya que evoca una concepción dualista de dependencia que sólo es aplicable a niños/as, enfermos/as y ancianos/as, y deja de lado el hecho de que los adultos también son seres dependientes (Esquivel, 2011;Esquivel, Faur y Jelin, 2012). De esta manera, se busca resaltar que recibir cuidados no necesariamente se opone a la independencia o a la autonomía, y que los adultos autónomos de igual modo pueden dar y recibir cuidados en términos recíprocos. En ese sentido, se deben pensar los cuidados teniendo en cuenta las dependencias intrínsecas al ser humano. La crisis sanitaria dejó en evidencia que las prácticas de cuidado involucran inevitables interdependencias con “otros/as” distintos/as, lo que alteró las lógicas y estrategias comunitarias, familiares y personales, al mismo tiempo que se trastocaron “las bases materiales y simbólicas de los cuidados asentadas en relaciones desiguales de poder y de recursos” (Castilla, Kunin y Blanco Esmoris, 2020, p. 84). Entonces, si bien las mujeres suelen estar desigualmente localizadas en los entramados del cuidado, no son las únicas que participan en las prácticas de cuidado. En línea con Pautassi (2020), el cuidado, como actividad que permite la sostenibilidad de la vida, debe ser entendido en una doble dimensión: i) física, en tanto posibilita las actividades concretas relacionadas con la atención del cuerpo de las personas y sus necesidades de alimentación, descanso, salud e higiene personal; ii) simbólica, dado que el cuidado implica un componente afectivo y emocional que da lugar al bienestar de las personas. Sobre este último punto, algunos estudios (Aguirre y Batthyány, 2005; Anderson, 2007) sostienen que la especificidad del trabajo de cuidado, sea remunerado o no, es que está basado en lo relacional, ya que se reconoce el aspecto afectivo que conlleva. De esta forma, se hace hincapié en el cuidado, no sólo en términos materiales, sino también en tanto vínculo afectivo, emotivo y sentimental.
Las prácticas de cuidado pueden ser provistas por distintas instituciones sociales: el Estado, el mercado, la familia y la comunidad. Estas instituciones sociales se articulan e interrelacionan definiendo la organización social del cuidado ([OSC]; Faur, 2009; Razavi, 2007). Los estudios que analizan la OSC en Latinoamérica y especialmente en Argentina señalan su carácter injusto, dado que las responsabilidades de cuidado están distribuidas de manera desigual en dos sentidos. Por un lado, entre los actores del cuidado, ya que la mayoría de las tareas de cuidado es provista al interior de la familia. En el caso de Argentina, el rol del Estado es deficitario en lo que concierne a la provisión de cuidado para la primera infancia y los ancianos (Moguillansky y Duek, 2024). Por otro lado, la desigualdad se sostiene en la división sexual del cuidado entre varones y mujeres. Así, la mayor parte de las tareas de cuidado en los hogares es provista por mujeres, por lo que se puede hablar de una familiarización y feminización de las organización social del cuidado y de un asunto considerado principalmente privado (Batthyány, 2015; Faur y Pereyra, 2020; Rodríguez Enríquez, Marzonetto y Alonso, 2019).
Con el incremento de la participación de las mujeres de clase media y clase trabajadora en el mercado de trabajo, la capacidad del modelo tradicional de división sexual comienza a ser puesto en discusión. En tal sentido, el modelo de un único proveedor varón pasa a competir con el modelo de dos proveedores, donde tanto la mujer como el varón trabajan de manera remunerada (Gómez Rojas, Borro, Jasín y Riveiro, 2022). Sin embargo, es importante resaltar que el mercado laboral argentino se caracteriza por un persistente nivel de segregación ocupacional por género, lo que implica que hay una concentración de mujeres en determinadas ramas de actividad y una concentración de hombres empleados en otras ramas de actividad diferentes (Paz, 2023). En ese sentido, la mayor concentración de mujeres se ubica en ramas de actividad tradicionalmente vinculadas a tareas de cuidado y tareas de reproducción, como servicios de cuidados y servicio doméstico, tareas con remuneraciones más bajas que las de otras ramas. Asimismo, las mujeres están sobrerrepresentadas en empleos informales y acceden a menos puestos de jerarquía que los varones (Batthyány, Scavino y Perotta, 2020). Por su parte, los hombres se concentran mayormente en sectores como la construcción, transporte y comunicaciones, las actividades primarias y la industria manufacturera, que se encuentran altamente masculinizados (Belloni, Brown y Massi, 2022).
Hochschild (2000) considera que nos encontramos ante una “revolución estancada” debido a que el aumento de las mujeres en el mercado laboral implicó una adición a sus tareas preexistentes en el hogar en lugar de una redistribución de cargas. En otras palabras, los cambios producidos en el mercado laboral no estuvieron acompañados por una democratización de cuidados, lo que se tradujo en una crisis de cuidados. Esta crisis de cuidados implica la agudización de las dificultades de amplios sectores de la población para cuidarse, cuidar o ser cuidados, así como la incapacidad social y política de garantizar el bienestar de amplios sectores de la población (Ezquerra, 2011). Durante la pandemia por covid-19, la suspensión de las clases presenciales en escuelas y centros de primera infancia produjo un aumento de la demanda de cuidado en las familias con niñxs y adolescentes. De igual manera, el hecho de que el trabajo doméstico remunerado y la ayuda de familiares no convivientes no se encuentren disponibles incidieron en la sobrecarga de cuidados. Asimismo, la reducción de la atención médica no covid-19 y la necesidad de cuidar a los adultos mayores al encontrarse vulnerables al virus también contribuyeron a generar un aumento en la carga de cuidados dentro de los hogares. Ante esta situación, las familias tuvieron que adaptarse a la nueva realidad y llevaron a cabo estrategias diversas para combinar las tareas de cuidado con la continuidad laboral bajo la modalidad de “teletrabajo” o de manera presencial, así como con las privaciones económicas y el estrés emocional producto de la pérdida del empleo y la caída de los ingresos (Arza, 2020).
Todos los cambios que trajo la pandemia implicaron modificaciones en la vida cotidiana de las personas. Lo cotidiano refiere a la pluralidad de aspectos que comprenden las rutinas, ya sea en la esfera pública o privada, laboral o de ocio (Elias, 1998; Winocur, 2009). La vida cotidiana puede ser entendida como la articulación de tres tipos de actividades que dan sentido a la vida social: el trabajo, los cuidados y la vida personal (tiempo libre). Estas actividades se hallan relacionadas y tienen lugar siguiendo pautas asimétricas de género: “mujeres y hombres tienen vínculos y prioridades distintos en relación con las diferentes actividades y, debido a ello, concepciones divergentes sobre la forma de hacerlas compatibles” (Actis Di Pasquale, Iglesias-Onofrio, Pérez de Guzmán y Viego, 2021, p. 46). Durante la pandemia de covid-19 se modificaron los tiempos dedicados a cada una de las actividades que conforman la vida social, lo que afectó a la distribución de actividades y tiempos entre mujeres y hombres en el marco de la familia, pero de manera desigual.
Las necesidades de cuidado, que se profundizaron y complejizaron durante la pandemia, no están atravesadas únicamente por desigualdades de género, sino también por desigualdades generacionales, sociales, económicas y regionales. De esta forma, se vuelve de vital importancia articular distintos ejes de desigualdad al momento de analizar la división del trabajo no remunerado. Desde diversos estudios que abordan la problemática de las tareas de cuidado, y desde una perspectiva interseccional (Gómez Rojas et al., 2022; Gómez Rojas, 2009; Riveiro, 2020), se señala que la clase social condiciona los comportamientos de ambos géneros en la participación en las tareas de cuidado. Como plantean estos estudios, desde una perspectiva sociológica comprendemos que la clase social se constituye como uno de los principales factores de desigualdad entre personas y sectores sociales (Dalle, 2016). En esta investigación, las clases sociales se definen a partir de las posiciones que ocupan las personas o grupos sociales en las relaciones sociales que caracterizan a la división social del trabajo. Las relaciones sociales que se entablan en la esfera laboral son fundamentales hoy en día para comprender la generación y distribución de las desigualdades sociales (Solís y Boado, 2016). Partimos del esquema Casmin propuesto por Erikson y Goldthorpe (Erikson et al.,1979; Erikson y Goldthorpe, 1992), que comprende a las clases sociales a partir de las posiciones en la estructura de las relaciones laborales.
Teniendo en cuenta las desigualdades de clase social y sexo, hay que preguntarse: ¿Qué sucede con esa crisis de cuidado durante la pandemia? ¿Se agudiza? ¿Se atenúa? ¿Hay diferencia en las probabilidades de sobrecarga de cuidado según clases sociales, sexo, edad o el lugar de residencia de acuerdo con las regiones del país que habitemos? ¿Qué consecuencias tiene la crisis de la pandemia en la vida cotidiana y qué cambios produjo en las condiciones de trabajo y en el cuidado?
Datos y métodos
Para desarrollar estos interrogantes, se analizaron los datos de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social de Argentina y Políticas Públicas durante la pandemia por covid-19 (ESAyPP/Pisac-covid-19), relevada en la Argentina urbana entre octubre y diciembre de 2021. Esta encuesta tuvo lugar en el marco del Programa de Investigación Regional Comparativa (Pirc): “Cambios recientes en la estructura social argentina: trabajo, ingresos y desigualdad social en tiempos de pandemia y postpandemia-Proyecto Pisac-covid-19”, dirigido por el Dr. Pablo Dalle. El objetivo del proyecto Pirc-ESA era analizar los procesos de desigualdad social de la estructura social de la Argentina como resultado de la doble crisis económica y pandémica, caracterizando a las clases sociales afectadas durante el período, teniendo en cuenta su diversidad regional y el sexo.
El universo de estudio de la ESAyPP/Pisac-covid-19 era doble: los hogares y la población adulta residente en localidades de Argentina mayores a 50 mil habitantes (Dalle y Di Virgilio, 2022). El diseño muestral probabilístico, estratificado y por conglomerados permitió tres dominios de estimación: a nivel nacional, por regiones y por tamaño de los aglomerados. El tamaño de la muestra relevada era de 5239 hogares y personas adultas, combinando amplia escala y cobertura. Para este estudio, nuestra unidad de análisis fueron personas de 18 años y más que hubieran estado trabajando al comienzo de la pandemia, en 2020 (n=3523). Nuestra estrategia de análisis fue secuencial, con análisis estadísticos descriptivos e inferenciales, basada en la lectura de un modelo de regresión logística binaria. Los modelos de regresión logística binaria analizaron la relación entre variables dependientes dicotómicas y variables independientes, lo que permitió establecer el efecto de cada variable, una vez que se controló por el resto.
Para definir las posiciones de clase social, se utilizó el esquema Casmin (EGP), desarrollado por Erikson et al. (1979). Este esquema es de amplio uso a nivel internacional, en trabajos sobre estratificación y movilidad social. Se utilizó una versión del esquema original adaptada para un trabajo comparativo en América Latina por Solís y Boado (2016), para dar cuenta de las particularidades de la estructura de clases de la región[4]. Para ello, se tienen en cuenta dos criterios: una distinción primaria por posición (empleadores, autoempleados y trabajadores asalariados/dependientes) y una secundaria al interior del grupo de asalariados/dependientes de acuerdo con el tipo de relación salarial predominante. Con respecto a esto último, se encuentran, por un lado, las relaciones salariales “de servicios”, que se caracterizan por la delegación de autoridad y la aplicación de conocimiento y experiencia especializados. Por otro lado, las relaciones reguladas contractualmente que se definen por el intercambio estricto de trabajo por dinero y la estrecha supervisión por parte del empleador.
En línea con la versión del esquema original adaptada por Solís y Boado (2016), consideramos cinco clases sociales: i) clase de servicios, que comprende a los grandes empleadores, los altos directivos en el sector público y privado y a los profesionales, así como a la clase de técnicos superiores y directivos intermedios; ii) clase no manual de rutina, que engloba a los trabajadores asalariados que desempeñan tareas rutinarias de oficina (oficinistas, asistentes administrativos, archivistas, etc.) y a los dependientes de comercio; iii) pequeña burguesía, compuesta por pequeños patrones (menos de cinco empleados) que no son profesionales o técnicos superiores, así como trabajadores por cuenta propia que desarrollan actividades de comercio u ocupaciones manuales calificadas; iv) clase manual calificado y semicalificado, que corresponde a los trabajadores fabriles y artesanos en posiciones asalariadas con un grado alto o intermedio de calificación; v) clase manual no calificada, que incluye a un amplio rango de posiciones de baja calificación en ocupaciones manuales y de servicios y a los trabajadores por cuenta propia manuales de baja calificación típicas del sector informal. El esquema simplificado a 3 clases es: clase de servicios (I), clase media (II, III) y clase trabajadora (IV y V).
Para complementar el estudio cuantitativo, se desplegó una metodología cualitativa seleccionando el Área Metropolitana de Buenos Aires por ser el área más poblada y afectada por la pandemia. Durante 2023 se llevaron a cabo 20 entrevistas en profundidad y dos grupos focales, uno de mujeres y otro de varones. Basados en los datos cuantitativos de este estudio, donde ser mujer tiene más chances de desarrollar sobrecargas de cuidado, pauta que consolida hallazgos de estudios previos realizados en el campo, se optó por profundizar en entrevistas con mujeres para comprender los cambios en sus condiciones laborales y cómo vivenciaron el desarrollo de tareas de cuidado durante la pandemia. En este sentido, se realizaron entrevistas en profundidad a mujeres para indagar en las posibles diferencias y similitudes entre sus condiciones de trabajo y dinámicas de organización de las tareas de cuidado según su pertenencia de clase. En una futura segunda instancia del proceso de investigación, se pretendió realizar entrevistas en profundidad a hombres, teniendo presente los mismos criterios de selección, con el objetivo de enriquecer nuestro trabajo de manera comparativa y para dar cuenta de la desigualdades no sólo de clase, sino también de género.
Partimos de la elaboración de una guía de preguntas que se dividió en dos grandes bloques temáticos: I) transformaciones en la modalidad y condiciones de trabajo y, II) modificaciones en las tareas domésticas y de cuidado, más un bloque de introducción en el que se incluyeron preguntas generales (edad, ocupación, barrio en el que vive, etc.) sobre la entrevistada. La muestra utilizada fue intencional, ya que la selección de las personas a entrevistar se realizó a partir de ciertos criterios que se consideraron pertinentes para la investigación. Los criterios fueron los siguientes: mujeres de 35 a 55 años de edad con ocupaciones “típicas” de clase media (ocupaciones no manuales calificadas, profesionales) y de clase trabajadora (ocupaciones manuales) que residían en el Área Metropolitana de Buenos Aires y que se encontraban ocupadas al momento de comenzar la pandemia. El análisis cualitativo fue de tipo temático. Se decidió llevar a cabo un diseño mixto, ya que el análisis cuantitativo permite analizar desde una perspectiva estructural las probabilidades de sobrecarga de cuidado según clases sociales, sexo y región durante la pandemia. Este estudio, a partir de una metodología de modelo inferencial, permitió medir probabilidades de sobrecarga de cuidado para mostrar de forma precisa algunas pautas consistentes con la literatura nacional e internacional. Para completar este análisis inferencial, midiendo quiénes tenían más chances de sobrecarga de cuidado durante la pandemia, profundizamos en un análisis cualitativo para comprender cómo cambiaron las condiciones laborales de aquellos que tuvieron más sobrecarga de trabajo y cómo desarrollaron la distribución de las cargas de cuidado durante la crisis sanitaria del covid-19. Este análisis cualitativo aportó evidencia para profundizar en las experiencias de trabajadoras de clase media (pequeña burguesía y clase no manual de rutina) y clase trabajadora (calificada, semicalificada y no calificada) con relación a cómo fueron vivenciadas las modificaciones en las condiciones de trabajo y en las tareas de cuidado, y para ahondar en las estrategias implementadas al momento de hacerle frente a los posibles efectos adversos sobre sus condiciones materiales de vida. Teniendo en cuenta que los datos cuantitativos a nivel nacional, del siguiente apartado del artículo, evidencian que quienes tienen mayor sobrecarga de cuidado son la clase trabajadora (clase manual calificada, semicalificada y no calificada) y la clase media (clase no manual de rutina y pequeña burguesía), se seleccionó a estas clases para realizar las entrevistas. Los nombres de las entrevistadas fueron cambiados, con el fin de proteger la identidad y resguardarlas, siguiendo pautas éticas en la investigación en ciencias sociales.
El cuidado en la pandemia según el origen de clase social, regiones y sexo
En este punto del artículo nos interesa conocer cómo el cuidado de lxs hijxs durante la pandemia tuvo efectos según las distintas clases sociales, regiones del país, el sexo y su composición familiar. En el modelo de regresión 1 observamos que tenemos un modelo anidado en el que la variable dependiente es el cuidado durante la pandemia. En este modelo nos interesó conocer qué pasó con el cuidado según variables independientes y relevantes como la clase social, el sexo, la educación, la composición familiar, entre otras. Haciendo un análisis del modelo 1, mostramos algunas pautas salientes en las que se observó quiénes tuvieron sobrecarga de trabajo.
Primero incorporamos las regiones, luego la clase social, el sexo, el nivel educativo y la composición familiar. En el modelo 1 observamos que, incorporando las regiones, la región de Nordeste Argentino (NEA[5]; 2.43), Noroeste Argentino (NOA[6]; 2.80) y pampeana[7] (2.31) tuvieron dos veces más posibilidades de cargas de cuidado que la región de centro y en menor medida el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)[8] en el impacto del cuidado en la pandemia. En trabajos previos, las regiones del norte del país tuvieron un paso más rápido al teletrabajo; el NOA tuvo más probabilidades de desarrollar teletrabajo que otras regiones, eso puede explicar en parte la sobrecarga de trabajo. Por otro lado, las provincias con mayor cantidad de niñxs menores de 14 años sobre el total de la población, según el censo de 2022, fueron: Misiones, Santiago del Estero, Formosa, Chaco y Salta. Siendo que este grupo etario representó un cuarto de la población censada en esos distritos y a nivel nacional el grupo etario de 0 a 14 años representó el 22% de los 45,8 millones de argentinos censados en 2022.
Cuando el modelo se va complejizando y añadimos la clase social, observamos que el R2 subió. Encontramos que la clase no manual de rutina con teletrabajo tuvo 2 veces más posibilidades de sobrecarga de cuidado que la clase de servicios sin teletrabajo. Además, las clases manuales no calificadas con teletrabajo tuvieron 7.25 veces más posibilidades que la clase de servicios sin teletrabajo de sobrecarga de cuidado.
Si avanzamos en el análisis, observamos que las mujeres tuvieron 1.30 más posibilidades que los varones de desarrollar cargas de cuidado. En este punto de nuestra argumentación nos preguntamos qué sucede con el sexo y los cuidados en la pandemia ¿Es lo mismo ser mujer que ser hombre?
Referencias de tabla 1: *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1.
Fuente: Boniolo y Estevez Leston, 2021; Estructura Social de Argentina. Pirc-ESA, 2021.Luego, vimos que las personas con nivel educativo universitario incompleto y completo tuvieron una vez más chances de tener una sobrecarga de cuidados que las personas con secundario incompleto. Lo que es coherente con las ocupaciones teletrabajables, según datos de la EPH (las ocupaciones administrativas y profesionales con nivel directivo tendieron durante la pandemia a desarrollar teletrabajo).
Asimismo, observamos que las familias nucleares tuvieron 0.85 chances más de desarrollar cargas de cuidado que aquellas familias unipersonales. En este sentido, las familias monoparentales con hijxs tuvieron 0.61 veces más chances de tener sobrecarga, y las familias extendidas o ensambladas, 0.49 veces más posibilidades de tener sobrecarga. Por último, aquellas familias que contaron con la presencia de niñxs menores de 12 años tuvieron 8.35 veces más chances de tener más carga en las tareas de cuidado que las familias unipersonales.
En resumen, vivir en el NOA, NEA y la región pampeana aumentó las chances de cuidado en el hogar. Además, ser de clase media también incrementó estas chances. A mayor nivel educativo, observamos que estas chances de cuidado aumentaron. Al mismo tiempo, ser mujer hace que las chances de cuidado aumenten, pautas observadas a nivel mundial en otros estudios. Las posibilidades de tener familias nucleares incrementaron en gran medida las chances de cuidado y, en menor medida, tener familias monoparentales con hijxs o extendidas incrementa las posibilidades de experimentar sobrecarga de cuidado en pandemia. Aquellos que hacían teletrabajo tuvieron más chances de sobrecarga de cuidado en la pandemia.
Una vez que hemos caracterizado a quienes tuvieron más chances de sobrecarga de cuidado en la pandemia, nos interesa profundizar el análisis a partir de entrevistas en profundidad, ahondando en los cambios en las condiciones de trabajo y las estrategias de cuidado desarrolladas por mujeres de clase media (nucleadas en pequeña burguesía y clase no manual de rutina) y clase trabajadora (nucleadas en clase manual calificada, semicalificada y no calificada) durante la pandemia del covid-19.
Trabajo y vida cotidiana: cambios en las modalidades y condiciones de trabajo durante la pandemia
En este apartado se analiza cómo las mujeres vivenciaron los cambios producidos en sus ocupaciones y las estrategias implementadas para continuar con sus actividades ante la nueva realidad epidemiológica. Con el inicio de la pandemia se produjeron grandes transformaciones en las rutinas laborales de las trabajadoras empleadas tanto en el sector formal como en el sector informal. Las entrevistadas se desempeñaban en diferentes ocupaciones, como administración contable, reventa de cosméticos, enfermería, auxiliar de cocina, profesorado de gimnasia, por nombrar algunas.
Una de las principales diferencias que encontramos entre las mujeres de clase media (nuclea a la pequeña burguesía y a la clase no manual de rutina) y clase trabajadora (nuclea a la clase manual calificada, semicalificada y no calificada) está relacionada con la continuidad de su empleo. Se observó que las entrevistadas de clase media que realizaron trabajos que tuvieron posibilidad de reconversión al teletrabajo, como oficinistas y empleadas administrativas, pasaron de manera inmediata a la virtualidad con la irrupción de la pandemia. Por ejemplo, una de las entrevistadas respondió:
I. Y durante la pandemia, ¿se modificaron algunas de estas actividades que realizaban?
E. Empecé a hacer lo mismo, pero todo a través de escritorio remoto. Antes de la pandemia, iba 4 días presencial y 1 remoto, y en la pandemia empezamos a hacer todo remoto. (Susana, 51 años, clase media, clase no manual de rutina, comunicación personal).
En el sector formal, el traspaso al teletrabajo permitió conservar fuentes de empleo, dar continuidad a las tareas y mantener el ingreso de dinero en los hogares (Boniolo y Estévez Leston, 2022). Además, en el contexto del covid-19 el teletrabajo funcionó como una modalidad que atenuó el impacto de las medidas de contención de la expansión del virus en el funcionamiento de las empresas (Weller, 2020). Por otro lado, las entrevistadas de clase trabajadora que realizaban su trabajo de manera informal o como cuentapropistas tuvieron mayores dificultades para seguir realizando sus actividades laborales. Para ejemplificar, una de las entrevistadas que trabajaba como profesora de gimnasia y depiladora en su casa nos mencionó:
Durante la pandemia yo solamente depilaba, y durante la pandemia decidimos con mi marido que iba a dejar de trabajar porque era por una cuestión de miedo, de que no había vacunas y era como, no sé, teníamos miedo [...] Entonces, en ese momento decidí no trabajar, así que no trabajé durante el primer año de pandemia. Sí, no trabajé. Después empecé a trabajar de a poquito. (Marta, 37 años, clase trabajadora, manual, semicalificada, comunicación personal)
Para estos sectores, muchas veces no poder continuar el trabajo desde el hogar implicó una merma considerable de los ingresos habituales, lo que constituyó un factor de vulnerabilidad para las mujeres de clase trabajadora (Bonavida Foschiatti y Gasparini, 2020). La menor posibilidad de realizar actividades laborales a través del teletrabajo durante la pandemia aumentó el riesgo relativo de caer en una situación de desempleo (Estevez Leston y Boniolo, 2022). De esta forma, las mujeres que no tuvieron la posibilidad de pasar al teletrabajo quedaron más expuestas frente a diferentes aspectos de precariedad laboral y falta de ingresos. Por otro lado, aquellas mujeres que se desempeñaron en el sector formal contaron con alta regulación estatal, con un piso de derechos adquiridos y sus actividades se encontraron pautadas por convenios colectivos de trabajo. Además, durante la pandemia estos derechos fueron reforzados por la prohibición de despidos y, en el caso del sector privado, por el programa ATP por medio del cual el Estado se hizo cargo de parte de los salarios (Boniolo, Dalle y Elbert, 2022b). En las mujeres de clase media y clase trabajadora que se desempeñaban en el sector formal, ya sea de manera presencial o por teletrabajo, su principal preocupación estaba relacionada con la incertidumbre de la pandemia y todo lo que eso conllevaba: no poder juntarse con los seres queridos, no saber cuándo iba a terminar el aislamiento, poder contagiarse y contagiar a la familia. Específicamente, las mujeres que realizaban tareas consideradas esenciales remarcaron tener temor por poder contagiar a sus seres queridos. Por ejemplo, Ana, que trabajaba como enfermera, contó:
La mayor preocupación mía y de todo el grupo de enfermería era llegar a casa. Llegar a casa y contagiar a la familia. Yo vivo con una persona de edad avanzada, entonces eso me daba mucho miedo. (Ana, 55 años, clase trabajadora, manual calificada, comunicación personal)
Para las trabajadoras que no tuvieron la posibilidad de quedarse en sus casas desde el inicio de la pandemia, el hecho de seguir trabajando de manera presencial generó fuertes sentimientos de angustia, miedo e incertidumbre. Asimismo, las mujeres de clase trabajadora que contaron con ocupaciones de cuidado (cuidadoras, acompañantes terapéuticas, niñeras) y que no tuvieron otra opción que salir a trabajar de manera presencial para sostener sus ingresos, afirmaron que fue muy difícil hacerle frente a la incertidumbre.
Al observar si los cambios producidos en las condiciones y modalidades de trabajo se mantuvieron luego de la pandemia, nos encontramos ante diferentes panoramas. Por un lado, aquellas mujeres de clase media que pasaron al teletrabajo mencionaron que, si bien esa modalidad no se mantuvo en su totalidad, sí pasaron a trabajar de manera híbrida, incluyeron herramientas digitales y hubo una inversión de mayor tecnología por parte de las empresas que las emplean. Por su parte, las entrevistadas que desarrollaban actividades consideradas esenciales mencionaron que no vieron cambios significativos en sus condiciones laborales. Por último, las mujeres de clase trabajadora observaron una mejora en su trabajo en comparación con la pandemia, ya que durante ese tiempo, al no poder realizar su trabajo, vieron disminuidos sus ingresos, lo que cambió una vez que se levantó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO). Esto muestra cómo las desigualdades de clases tienen una influencia directa respecto al posible riesgo económico o laboral que experimentaron las personas durante la pandemia. Como lo muestran otras investigaciones (Rodríguez de la Fuente, 2021), la pandemia y las medidas de aislamiento social que se implementaron, impactaron con mayor profundidad en sectores ligados a la informalidad estructural, principalmente en posiciones asalariadas y, en menor medida, en posiciones por cuenta propia.
Respecto a las condiciones de trabajo, pudimos encontrar diferencias entre las mujeres de clase media que pasaron al teletrabajo y aquellas que siguieron realizando sus actividades de forma presencial, así como también entre las mujeres de clase trabajadora. En el caso de las trabajadoras esenciales, el mayor impacto en la pandemia estuvo relacionado con los brotes de covid-19 en los lugares de trabajo y con la mayor carga horaria en la jornada laboral, lo que implicó importantes consecuencias tanto en la salud de las trabajadoras esenciales como en su organización familiar. Asimismo, esa situación no fue acompañada de una mejora en los salarios. Ana nos mencionó:
Sí, la pandemia nos pasó por arriba. La pandemia... trabajamos a la par todos. Trabajamos... no había distinción si eras médico, si eras enfermera, si eras supervisora. Día a día, el personal iba cayendo. Cuando yo tuve covid, esa misma noche salimos 5 de baja, así que... nos íbamos cubriendo. Las enfermeras hacían doble turno, terminaban muy agotadas. Volvíamos las que nos recuperábamos e iban cayendo las otras. Y ya te digo, el trabajo lo hacíamos entre todos. (Ana, 55 años, clase trabajadora, manual calificada, comunicación personal)
A su vez, el impacto también se dio en la organización familiar, ya que estas mujeres trataban de tener el menor contacto posible con los integrantes de su hogar, lo que llevó a que dejen de realizar tareas del hogar que antes realizaban, como cocinar. Asimismo, las mujeres de clase trabajadora que se desempeñan en ocupaciones de cuidado afirmaron que sus condiciones laborales no mejoraron, sino todo lo contrario: trabajaron más horas por el mismo sueldo, tenían un ritmo muy acelerado en sus trabajos, pasaron a realizar actividades que antes no hacían y trabajaron por fuera de su horario laboral. Al respecto, Mercedes nos contó:
I. ¿En qué medida continuar trabajando durante la pandemia afectó tus ingresos? ¿Aumentaron, disminuyeron tus ingresos, quedaron igual?
M. Disminuyeron.
I. ¿Por qué disminuyeron las horas de trabajo?
M. La cantidad de horas sí. Por ahí más intenso, pero menos horas, porque había menos cosas para hacer con los pacientes y porque no hubo aumento. No tiene sentido, estoy ganado prácticamente lo mismo en relación a la suba del costo de vida, entonces no. Ahí también todo quedó en stand by y no nos vemos, todavía no hay supervisiones. Estamos todos aislados, entonces menos posibilidades hay de tratar el tema económico. (Mercedes, 50 años, clase trabajadora, manual calificada, comunicación personal)
Por otro lado, las mujeres de clase media que pasaron al teletrabajo remarcaron una ventaja principal: no tuvieron que movilizarse ni prepararse para ir hacia su lugar de trabajo para lo que solían levantarse varias horas antes. A pesar de ello, también señalaron algunas desventajas: no poder salir de sus casas y ver a sus compañeros de trabajo, la complicación de conciliar el teletrabajo con otras tareas de la casa y, como consecuencia de ello, las jornadas laborales más extendidas.
Esto dio cuenta de la superposición de tiempos y espacios de las actividades cotidianas a partir del teletrabajo, lo que generó un deterioro general de la conciliación de la vida laboral y familiar, especialmente para las mujeres que tienen hijxs en edad escolar (Actis Di Pasquale, Iglesias-Onofrio, Pérez de Guzmán y Viego, 2021). En otras palabras, hubo una disolución de las fronteras entre el tiempo y el lugar de trabajo, y el tiempo y el espacio de los cuidados familiares. Las fronteras entre el mundo laboral y el mundo personal/familiar se volvieron porosas y la sobrecarga de cuidado invadió las tareas cotidianas, punto que será desarrollado en el apartado siguiente a partir del análisis de las entrevistas.
Las tareas de cuidado durante la pandemia y sus efectos en la vida cotidiana
Durante la pandemia se produjo un aumento en la demanda de cuidados a causa de las diferentes medidas de aislamiento y restricción de la circulación, el teletrabajo, el cierre de las instituciones educativas, espacios de socialización y de cuidados, pero no se distribuyó de manera equitativa entre las personas que viven en el hogar, sino que las responsabilidades recayeron nuevamente en las mujeres (Gómez Rojas, Borro, Jasín y Riveiro, 2022;Gómez Rojas, Borro y Jasín, 2022). Los relatos de las mujeres dan cuenta de que todas las tareas del hogar las realizaban ellas mismas antes de la pandemia y, a partir de la irrupción de la crisis sanitaria, eso se vio levemente modificado, especialmente en lo que refiere a la limpieza. Si bien las entrevistadas mencionaron que durante la pandemia siguieron haciendo las mismas tareas del hogar que hacían antes, como cocinar, atender a lxs chicxs, planchar, etc., sí hubo un cambio en lo que respecta a la limpieza, ya que todos los integrantes del hogar limpiaban las bolsas que traían cuando hacían las compras y colaboraban en la limpieza de la casa. Por ejemplo, cuando le preguntamos a Rosa cómo fue el reparto de las tareas del hogar durante la pandemia, nos respondió:
I. ¿Y eso cómo fue durante la pandemia?
E. Y durante la pandemia es como que nos repartimos más las tareas.
I. ¿Cómo se las repartían?
E. Y, bueno, el que venía, uno desinfectaba las cosas, otro los productos que traíamos de afuera, otro limpiaba las superficies, la casa. (Rosa, 51 años, clase media, no manual de rutina, comunicación personal)
Si bien las entrevistadas mencionaron que fue la limpieza el ámbito en que más recibieron ayuda de otros integrantes del hogar, cuando les preguntamos qué tareas implicaron una mayor dedicación o dificultad durante la pandemia, respondieron la limpieza junto con el cuidado de lxs chicxs y cocinar. De esta forma, queda en evidencia que, en el contexto del covid-19, las tareas de cuidado no desaparecieron, sino todo lo contrario, se reforzaron y se hicieron más necesarias por la suspensión de todas las actividades y recursos que contribuyen a sostenerlas.
Ante el aumento de la demanda de las tareas de cuidado en los hogares, se desplegaron diferentes estrategias según las distintas clases sociales. Cuando se les consultó a las entrevistadas si antes de la pandemia recibían ayuda por fuera del círculo familiar en las tareas del hogar y cuidado de lxs chicxs, las mujeres de clase media nos respondieron que sí, especialmente en las tareas vinculadas a la limpieza y al cuidado de lxs hijxs, aunque durante la pandemia eso se suspendió. Además, en estos casos, luego de la pandemia se volvió a contar con esa ayuda. Susana nos contó:
I. ¿En la actualidad recibís ayuda de otros familiares o de otras personas en el cuidado de tu hijo?
E. Sí, sí, porque tiene una niñera que viene y lo cuida dos horas por semana… por día, perdón.
I. ¿Y eso sentís que te ayuda a que sea más fácil llevar tu trabajo?
E. Es más fácil porque, por ejemplo, evita que cuando estoy acá, remoto, tenga que cortar para ir a buscarlo al colegio. Ella lo va a buscar, lo atiende con el tema de la comida y ya después se va, y eso hace que yo no tenga que cortar mi tarea. (Susana, 51 años, clase media, no manual de rutina, comunicación personal)
A diferencia de ello, las mujeres de clase trabajadora no percibieron tanta diferencia en las estrategias implementadas para llevar adelante las tareas del hogar antes y durante la pandemia, dado que en las dos ocasiones ellas continuaron estando a cargo de las tareas del hogar y los cuidados de lxs hijxs. Un dato interesante para destacar es que, en las entrevistadas que contaban con dos o más hijxs, quien solía ayudar en las tareas del hogar era la hija mujer. Para ejemplificar, cuando le preguntamos a Rosa si el hecho de que sus hijxs tuvieran que desarrollar las actividades escolares de manera virtual afectó en la organización del hogar, nos respondió:
No, no afectó mucho porque tenía el... tenía la computadora y la ayudaba la hermana, la más grande. No, en ese sentido a mí no me afectó, yo no tenía problema. (Rosa, 51 años, clase media, no manual de rutina, comunicación personal)
De esa manera, se puede pensar cómo en los propios hogares se reprodujo la idea de un modelo tradicional de división sexual del trabajo, donde se feminizó la principal unidad laboral doméstica –el hogar familiar– y se masculinizó el espacio y el trabajo extradoméstico, al mismo tiempo que se reprodujeron los valores asociados típicamente a cada género (Gómez Rojas, Borro, Jasín y Riveiro, 2022). Así, las tareas de cuidado recayeron en los cuerpos feminizados e implicaron una carga física y subjetiva.
En síntesis, las entrevistas dejaron en evidencia que, durante la pandemia, las mujeres, más allá de su clase social de pertenencia, se dedicaron la mayor parte del tiempo a las tareas del hogar y/o a su trabajo, por lo que no tenían tiempo de ocio para desarrollar otras actividades. Esa percepción del uso del tiempo se vio reflejada en las entrevistadas, en sensaciones de permanente carga laboral y de cuidados. En el contexto de covid-19, el trabajo de las mujeres se vio interrumpido de manera constante por las demandas domésticas, dando lugar a que, durante el ASPO, el empleo y las tareas de cuidado se tornen en un solo tiempo de trabajo en simultáneo. Con relación al cansancio que acarreó el hecho de tener que realizar las actividades laborales y las tareas del hogar al mismo tiempo, una de las entrevistadas nos contó
I. Y desde el inicio de la pandemia, ¿se modificó el reparto de las tareas del hogar en tu casa?
E. Siempre son iguales, yo creo que más que nada, no sé, cae todo en mí. Yo soy, por ejemplo, yo pago los servicios, voy a la escuela y me encargo de todo lo de mi nena. Mi marido es más relajado, ¿viste? Por ejemplo, él va a trabajar; si el fin de semana tiene que ir a comprar, va a comprar. Pero sí, yo me encargo de todo. Aparte, tengo a mi papá que le cocino, mi nena que la atiendo, a mi marido también. No, creo que a veces tendría que delegar un poco más de vista y yo quiero hacer todo; o sea, yo trabajo, voy a comprar, me quiero... como que siempre siento que tengo que estar para todos y a veces colapso. De salud colapso mucho, porque sufro de migrañas, entonces como que me tenso mucho y me explota la cabeza. (Karina, 42 años, clase trabajadora, manual calificada, comunicación personal)
El fragmento deja en evidencia la dificultad a la que se enfrentaron las mujeres durante la pandemia al continuar con su trabajo, a la vez que debieron seguir realizando una gran cantidad de tareas de cuidado. Esto lleva a que no exista un orden espacial ni temporal para atender las múltiples responsabilidades que implicó el aislamiento social obligatorio, resultado de la pandemia (Bonavitta y Bard Wigdor, 2021). Como consecuencia, la vida cotidiana de estas mujeres se vio afectada, no sólo por la sobrecarga de tareas del hogar, sino también porque los tiempos de descanso, ocio y recreación se vieron modificados. Cuando les consultamos a las entrevistadas si durante la pandemia tuvieron más tiempo de ocio para realizar actividades que fueran de su agrado, sus relatos evidenciaron que no se modificó en gran medida el tiempo libre del que disponían e, incluso, en algunos casos ese tiempo de ocio disminuyó. Al respecto, Marta mencionó:
No, es que durante la pandemia prácticamente no tenía tiempo de ocio... Soy una persona activa, por más que estaba en mi casa, no soy una persona que se tira a mirar tele. No, no lo hago eso. Me cuesta un poco hacerlo. Ahora lo hago un poco más que en la pandemia. En la pandemia estaba todo el tiempo obsesionada con la limpieza, eh... cocinando porque hacía un montón de comida [...] Lo que sí, tiempo de ocio no, porque estaba todo el tiempo haciendo cosas. (Marta, 37 años, clase trabajadora, manual semicalificada, comunicación personal)
Como advertimos en los fragmentos anteriores, feminizar las responsabilidades del hogar produjo que las mujeres tuvieran menos tiempo de ocio y que sean ellas las que gerenciaron sus hogares. Esta feminización de la responsabilidad sugirió la necesidad de poner el foco en cómo la carga de la supervivencia familiar recayó de manera desproporcionada en las mujeres y de qué modo ellas se encontraban cada vez más en el “frente de batalla” (Bonavitta y Bard Wigdor, 2021; Chant, 2005).
Por otro lado, hay una gran variedad de factores que incidieron en el desigual reparto de las tareas de cuidado, como el número y la edad de lxs menores, la condición de actividad, el lugar de residencia, el tipo de hogar, el nivel educativo y la edad (Gómez Rojas, Borro y Jasín, 2022). Como se ha visto en el análisis cuantitativo, las familias monoparentales con hijxs y las familias nucleares tuvieron más chances de desarrollar cargas de cuidado. En el caso de nuestras entrevistadas, si bien todas tienen hijxs, aquellas que tienen hijxs en edad escolar señalaron que les fue más complicado conciliar las tareas de cuidado con su trabajo en comparación a las mujeres que tienen hijxs mayores de 18 años, quienes mencionaron que el cuidado de sus hijxs no fue un factor que haya dificultado llevar a cabo sus actividades laborales.
A su vez, encontramos que el pasaje al teletrabajo, así como tener que seguir trabajando de manera presencial, incidió diferencialmente en el reparto de las tareas. En el caso de las entrevistadas que tuvieron que seguir trabajando de manera presencial, las modificaciones en las tareas del hogar fueron positivas porque, al no estar presentes en sus casas a diferencia de otros integrantes del hogar (marido, hijxs mayores, etc.), fueron estos últimos los que asumieron nuevas responsabilidades. Por ejemplo, Silvia, que siguió trabajando de manera presencial durante la pandemia, mencionó:
. Bueno. Y desde el inicio de la pandemia, ¿se modificó de alguna forma el reparto de las tareas del hogar?
E. Sí, la verdad es que sí, porque como mi marido trabaja desde casa, se ocupó más de lo que era eh... un poco el tema de las comidas del mediodía, que es un hábito que quedó, porque él empezó a cocinar... mi hijo empezó a lavar los platos, que siempre es un hábito que a la noche los platos los lavaba siempre él. Bueno, cosas así. (Silvia, 50 años, clase media, no manual de rutina, comunicación personal)
A diferencia de estos casos, las entrevistadas que pasaron a la virtualidad o que ya trabajaban desde sus casas y lo siguieron haciendo señalaron que el reparto en las tareas del hogar no se modificó en forma significativa, lo que implicó una mayor sobrecarga de cuidados para estas mujeres. Esto va en línea con otras investigaciones que afirman que trabajar desde el hogar en una modalidad de teletrabajo aumenta las probabilidades de experimentar sobrecargas en las tareas de cuidado, cuando se pertenece a posiciones de clase que suelen delegar las responsabilidades de las tareas de cuidado a miembros del hogar o trabajadoras de servicios domésticos (Boniolo y Estévez Leston, 2022).
Por último, con respecto a la tarea del hogar que a las mujeres les tomaba más tiempo o que implicaba mayores dificultades, quienes tenían hijxs en edad escolar consideraron que tuvieron complicaciones en el acompañamiento de sus hijxs con las tareas escolares debido a que no sabían cómo ayudarlos y se les superponía con el tiempo dedicado a su trabajo. Pese a esto, se observa una diferencia entre las entrevistadas que podían externalizar esta tarea, es decir, delegarla a algún otro miembro de la familia y aquellas que no tenían posibilidad de hacerlo. Mientras que en el primer caso las mujeres afirmaban que las hijas mayores o las abuelas se encargaban de ayudar a sus hijxs con las tareas escolares si ellas no tenían tiempo, en el segundo caso se observaron sensaciones de agotamiento al ocuparse de lleno en las tareas escolares de sus hijxs. Por ejemplo, Susana, que tiene un hijo de 10 años, nos contó:
I. ¿Y cómo afectó esto de que el nene tuviera que hacer las tareas del colegio acá en la casa con la organización del hogar en general?
E. Y afectó porque era sentarlo, hacerlo y él no se tomaba la misma… la misma… no le dedicaba 4 horas al colegio, a las cosas del colegio, como en un día habitual que vas al colegio. Después, por ejemplo, los días que tenía que hacer gimnasia, gimnasia acá en la casa era un lío. Eso afectó y a mí me cansaba mucho el tema de tener que sacar foto de todo, mandar foto de todo, recibir por foto, eh… no había fotocopias, entonces era copiar un montón, eso me afectó. (Susana, 51 años, clase media, no manual de rutina, comunicación personal)
A partir del análisis expuesto, podemos concluir que la vida cotidiana de las mujeres entrevistadas se modificó de manera sustancial durante la pandemia. Si entendemos que la vida cotidiana consiste en la articulación de los tres tipos de actividades que dan sentido a la vida social: el trabajo, los cuidados y la vida personal (tiempo libre; Actis Di Pasquale, Iglesias-Onofrio, Pérez de Guzmán y Viego, 2021), nos podemos preguntar: ¿A cuáles de esas actividades le dedicaron más tiempo las entrevistadas? ¿A cuál actividad se le dedicó menos tiempo? Esas actividades se ejercieron de manera relacional y su interacción se llevó a cabo siguiendo pautas asimétricas de género: mujeres y hombres tenían prioridades diferentes con respecto a esas tres actividades y, por ende, concepciones diversas sobre la forma de hacerlas compatibles (Actis Di Pasquale, Iglesias-Onofrio, Pérez de Guzmán y Viego, 2021; Prieto, 2015). En el contexto de covid-19 hemos visto cómo para estas mujeres las tres actividades se tensionaron y se transformaron, dando lugar a que se reorganicen las distintas actividades. Los testimonios de las mujeres nos muestran que ellas pasaron a dedicarle más tiempo a su trabajo, pero, aún más, aumentó el tiempo dedicado a las tareas de cuidado. Como consecuencia, el tiempo dedicado a la vida personal disminuyó de manera considerable. Todos estos cambios en la vida cotidiana generaron una superposición de los tiempos del trabajo y de los cuidados, así como una sensación de angustia, agotamiento y pérdida de control sobre los tiempos cotidianos al no encontrar posibilidad de reconciliar esas actividades.
Conclusiones
En este trabajo hemos observado cómo las desigualdades de clase y género preexistentes se han profundizado en el contexto del covid-19. Como mostraron los resultados del análisis cuantitativo, las mujeres tuvieron más chances que los varones de desarrollar sobrecargas de cuidado durante la pandemia. Esto deja en evidencia que fueron las mujeres quienes principalmente asumieron las responsabilidades por las tareas de cuidado en los hogares en el contexto de covid-19. En relación con ello, a través del análisis cualitativo, los relatos de las entrevistadas nos mostraron que no hubo cambios significativos hacia una distribución de las tareas de cuidado más democrática y justa, sino todo lo contrario: fueron ellas las que asumieron nuevas tareas como el seguimiento de tareas escolares y el cuidado de personas mayores.
Los relatos de las entrevistas pusieron de relieve que las complicaciones durante la pandemia según las experiencias de las entrevistadas pertenecientes a la clase media (clase no manual de rutina y pequeña burguesía) estuvieron dadas porque tuvieron que conciliar el teletrabajo con las tareas de cuidado, lo que encontró consonancia con los resultados del análisis cuantitativo. Aquellas personas ocupadas que realizaban teletrabajo tenían más chances de tener sobrecarga de cuidados en la pandemia, especialmente la clase no manual de rutina y la clase manual no calificada. En esta línea, el teletrabajo afectó diferencialmente a las clases sociales al modificar las estrategias de cuidado familiar, especialmente por la falta de instituciones educativas y de socialización que pudieran sostener parte de las tareas de cuidado.
A partir de las entrevistas, podemos señalar que la sobrecarga de cuidados durante la pandemia en la clase media (clase no manual de rutina y pequeña burguesía) se encontró en estrecha relación con la imposibilidad de tercerizar las tareas de cuidado en el contexto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), mientras que en las mujeres de clase trabajadora (clase manual calificada, semicalificada y no calificada) que se desempeñaban en el sector informal, la principal dificultad fue conciliar la sobrecarga de cuidados con las complicaciones de sostener su hogar con menores ingresos y mayor exposición a situaciones de precariedad laboral.
Por otro lado, el análisis cuantitativo mostró que hay otros factores, como la educación y la composición familiar, que influyeron en las chances de desarrollar sobrecarga de tareas de cuidado. En cuanto a la composición familiar, observamos que tener familias nucleares incrementó las chances de tener sobrecarga de tareas de cuidado y, aun en mayor medida, la presencia de niñxs menores de 12 años. Esto coincide con nuestro análisis cualitativo que evidenció que las entrevistadas con hijxs en edad escolar acarrearon sensaciones de estrés y cansancio al tener que conciliar sus trabajos con la ayuda en las actividades escolares que se intensificaron en la pandemia. Algo que resulta interesante de las entrevistas cualitativas es que, durante la pandemia, la carga de tareas de cuidados no recayó sobre las mujeres entrevistadas, sobre sus parejas o hijos varones, sino que fue repartida entre otras mujeres, como las hijas mayores o las abuelas de la familia. Esto da cuenta cómo se reproduce la idea de un modelo tradicional de división sexual del trabajo hacia los hogares, incluso en situaciones extremas como una crisis sanitaria mundial.
En síntesis, las transformaciones que sucedieron durante la pandemia de covid-19 han modificado las dinámicas de la vida cotidiana de las mujeres y se reforzaron patrones de desigualdad de género previos. Tanto los datos cuantitativos como los relatos de las entrevistas mostraron cómo en una época caótica con un evento disruptivo se intentaron sostener los roles de género socialmente establecidos. Los cambios en las condiciones de trabajo, sumados a la sobrecarga de tareas de cuidado, implicaron una disminución en los tiempos de descanso, ocio y una sobrecarga mental y física. Se diluyeron las fronteras entre la vida familiar y laboral, y se pusieron en tensión modelos familiares al generar sobrecarga en las tareas de cuidado, aunque finalmente en los relatos aparece el resguardo de los roles de género asociados a la división sexual del trabajo de un modo reforzado. A su vez, la pandemia dejó en evidencia que para revertir la desigual distribución en las tareas de cuidado es necesario que haya políticas públicas que posibiliten la creación de instituciones universales, públicas y gratuitas de cuidado de menores y mayores, que se piensen políticas tendientes a promover la conciliación de la vida laboral y familiar, así como el mejoramiento de los servicios públicos y sociales de los barrios, en pos de fomentar un reparto de las tareas del hogar más democrático y equitativo.
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Notas
Nota: se realizaron pruebas de multicolinealidad entre las variables de la regresión y no se observa multicolinealidad. El vif da menos de 10 y el 1/vif (tolerancia) da más que 0.1.