Dossier
Recepción: 16 Febrero 2024
Aprobación: 01 Agosto 2024
Resumen: El artículo presenta los resultados de una investigación que buscaba analizar el impacto del teletrabajo durante la pandemia de covid-19 en mujeres que debieron conciliar labores de trabajo online remunerado y labores domésticas no remuneradas durante 2020. El estudio se desarrolló mediante un cuestionario abierto en formato virtual, del que se obtuvieron 89 testimonios de mujeres en situación de teletrabajo. Se discuten las desigualdades digitales que surgieron o se acentuaron, así como el impacto emocional generado por el estrés y la ansiedad asociados a la pandemia. Se destaca, además, la forma en la que la implementación del teletrabajo afectó la organización familiar y personal. Los resultados proporcionados reflejan distintos aspectos de la desigualdad digital y su impacto en las dinámicas laborales y familiares durante la pandemia, enfocándose en cómo afectan principalmente a las mujeres. Se concluye que las desigualdades surgidas a partir de la pandemia destacan la necesidad de revisar la utilidad que la tecnología tiene para las mujeres y cómo estas tecnologías pueden ponerse a su servicio para una mayor justicia de género.
Palabras clave: teletrabajo, brecha digital de género, trabajo doméstico y de cuidados.
Abstract: The article presents the results of a research that sought to analyze the impact of teleworking during the COVID-19 pandemic on women who had to reconcile paid online work and unpaid domestic work during the year 2020. The study was developed using an open questionnaire. in virtual format, from which 89 testimonies were obtained from women in a teleworking situation. The digital inequalities that emerged or were accentuated are discussed, as well as the emotional impact generated by the stress and anxiety associated with the pandemic. The way in which the implementation of teleworking affected family and personal organization is also highlighted. The results provided reflect different aspects of digital inequality and its impact on work and family dynamics during the pandemic, focusing on how they mainly affect women. It is concluded that the inequalities that have arisen from the pandemic highlight the need to review the usefulness that technology has for women and how these technologies can be put at their service for greater gender justice.
Keywords: telecommuting, digital gender gap, domestic and care work.
Introducción
La pandemia de covid-19 transformó drásticamente la vida de las personas, incidiendo en diversos aspectos de su cotidianeidad. Este artículo explora específicamente cómo la acelerada adopción de tecnologías, la transformación digital y la virtualización de actividades laborales y educativas condujeron a una reconfiguración del trabajo y de la vida en el hogar, generando nuevas desigualdades que afectaron las interacciones sociales y el bienestar emocional de las personas y familias, pero especialmente de las mujeres, reformulando sus experiencias cotidianas (Andrade y Petiz, 2021; Hong et al., 2021; Xiong et al., 2023).
El acceso de las mujeres a la tecnología es importante, por cuanto puede contribuir a su mayor autonomía e incidencia en aspectos de su propia vida y de la vida pública (Mabrouk et al., 2023). Sin embargo, la relación simbólica entre ciencia y tecnología con ideas androcéntricas en el patriarcado ha marginalizado a las mujeres del imaginario, uso y control de las tecnologías (Pérez, 2001; Wajcman, 2008). Este desplazamiento se expresa en una desigualdad digital basada en el género, que tradicionalmente se ha denominado brecha digital de género. Actualmente, dicho concepto incluye el menor acceso, habilidades, capacidades y oportunidades para beneficiarse de las tecnologías por parte de las mujeres (García, 2023). A pesar de que las brechas digitales de género, que clásicamente se comprendieron como diferencias de acceso a medios tecnológicos, parecían haberse estrechado globalmente, es posible reconocer la existencia de una segunda brecha de género, que se relaciona con el aprovechamiento pleno de lo que las tecnologías pueden entregar a través de las competencias digitales (Suso, 2021).
No obstante, el concepto de brecha digital de género debe tensionarse, revisando las conceptualizaciones androcéntricas y capitalistas que implica, desde las que el estándar masculino, fuertemente consumidor de tecnología, es el baremo de comparación para otros grupos (De Andrés del Campo et al., 2020). Incluso, este parámetro cuando se mira acríticamente, puede venir a reforzar desigualdades de género, toda vez que impone estos estándares a las mujeres, cuyos intereses de uso son diferentes, y para las que el uso diferencial de los recursos tecnológicos puede formar parte de una manera de resistencia a sistemas de opresión neoliberales y capitalistas (De Andrés del Campo et al., 2020; Goetz, 2019). Además, alcanzar un estándar digital no necesariamente considera aspectos como la vulnerabilidad digital y el problema medioambiental asociado al uso masivo e intensivo de la tecnología (Marabelli et al., 2021).
Aun así, es necesario reconocer que el acceso a la tecnología implica el aprovechamiento de oportunidades y recursos que muchas veces contribuyen a mejorar la calidad de vida de grupos vulnerados, por lo que tiende a ser visto como un derecho relevante en la consecución de una vida digna (De Andrés del Campo et al., 2020). Sumado a ello, en la actualidad se reconocen varios tipos de brechas digitales, además de la de género (Peláez-Sánchez y Glasserman-Morales, 2023), y como el género no es una categoría que puede entenderse aislada de otras, las brechas y desigualdades asociadas a otras categorías y posicionalidades se intersectan con ella. Es por eso que estas miradas incorporan mayor complejidad y explican mejor la desigualdad en la vida cotidiana como un elemento multidimensional (Peláez-Sánchez y Glasserman-Morales, 2023).
El ámbito laboral es donde se evidencian las mayores brechas digitales de género (García, 2023). No sólo las mujeres parecen desplegar menores competencias digitales (García, 2023), se ha visto que la sobrecarga de trabajo vinculada a la tecnología, el uso de la tecnología fuera del horario laboral y la limitada autonomía en el trabajo son factores que predicen significativamente el conflicto entre el trabajo y la vida familiar (Andrade y Petiz, 2021). También se mantienen segregaciones laborales, donde las mujeres acceden muy minoritariamente a espacios laborales relacionados con tecnología (García, 2023) y una asociación entre brecha digital de género en el trabajo y brecha salarial de género (García, 2023). Consecuentemente, se han detectado problemas de justicia de género en el ámbito digital, especialmente cuando el trabajo de las mujeres ha sido invisibilizado y pobremente reconocido, contribuyendo de esa forma a la desinstitucionalización de los derechos de las mujeres y a la reprivatización de los roles femeninos (Gewerc-Barujel y Ramos-Trasar, 2022;Goetz, 2019).
La pandemia de covid-19 introdujo una disrupción significativa en la vida cotidiana, desplazando el centro de muchas actividades de espacios públicos a privados debido al confinamiento y las restricciones de movimiento (Arrobo y Arrobo, 2022). Las medidas adoptadas por el Estado de Chile para afrontar la crisis sanitaria en su momento más álgido tendieron a la privatización, enfatizando en el autocuidado y el cuidado dentro de las familias, lo que supuso una carga extra para las mujeres (Martínez-Labrín et al., 2022). La pandemia supuso la ruptura de ese cotidiano y la introducción de una nueva forma de vida cotidiana, que se denominó “nueva normalidad”. La vida cotidiana considerada como la esfera de existencia regular, predecible y ordinaria, estructurada alrededor de rutinas, hábitos y normas que proporcionan un sentido de orden y estabilidad a las personas (Elías, 2016) se transformó abruptamente, entre otras cosas, porque a muchas personas se les impuso la necesidad de virtualizar su cotidianidad en gran medida. Así, el uso de medios digitales aumentó bruscamente y de forma poco planificada por parte de todas las personas, pero especialmente de las mujeres (Cornejo Hernández et al., 2023).
Un factor psicosocial que durante la pandemia se exacerbó fue el conflicto de conciliación entre la vida laboral y la vida familiar que ya existía producto de la división sexual del trabajo típica del patriarcado (Martínez-Labrín et al., 2022). Si se analiza este fenómeno desde la teoría de las fronteras (Ashford et al., 2000), lo que se vivió en el periodo de confinamiento fue un colapso de los tiempos y los espacios que limitan ambos mundos (Pacheco et al., 2022). En la actualidad, en la región latinoamericana existe una brecha en que las mujeres dedican casi el triple más de tiempo en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres (Cepal, 2021). Particularmente en Chile, mientras las mujeres usan el 24,7% de su tiempo en estas labores, los hombres lo hacen el 10,8% de su tiempo (Cepal, 2021).
Durante la pandemia, muchas mujeres trabajadoras remuneradas tuvieron que ejercer sus funciones de manera remota, a través del teletrabajo, al tiempo que gestionaron las actividades educativas de hijos e hijas en la misma modalidad. Tanto el colapso de espacios no preparados para esta nueva vida cotidiana, que en muchos casos se prolongó más allá de un año, como la simultaneidad de los tiempos y la improvisación de la implementación de esta nueva situación supuso un despliegue de recursos personales y un desgaste considerable para las mujeres (Martínez-Labrín et al., 2022). Además, la pandemia y el confinamiento pusieron de manifiesto un aumento del estrés parental debido al aislamiento social. Sin embargo, los padres también descubrieron aspectos positivos, como el aumento del tiempo de calidad con los hijos y la mejora de las habilidades parentales, la cohesión familiar y la expresividad. Esto indica que las familias experimentaron relaciones más estrechas y positivas al pasar más tiempo juntas durante el aislamiento social; sin embargo, las madres seguían manifestando menor satisfacción con el reparto de tareas domésticas y las responsabilidades del cuidado de los hijos respecto de lo que manifestaban los padres (Balenzano et al., 2020).
A partir de ello, la brecha histórica entre mujeres y tecnologías se profundizó durante la pandemia, a partir de la agudización de los roles de género tradicionales que durante el confinamiento empujaron a las mujeres a cumplir e intentar conciliar múltiples tareas que en la vida cotidiana se daban en espacios algo compartimentados y ahora ocurrían en un mismo espacio (Arrobo y Arrobo, 2022). Desde una perspectiva patriarcal del análisis del trabajo, el concepto de conciliación es utilizado para hacer calzar, sin una crítica, las esferas del trabajo comprendido como productivo y la esfera de lo tradicionalmente concebido como reproductivo (Brunet y Santamaría, 2016). Desde una perspectiva feminista, no obstante, dicha división se ha tensionado puesto que aporta a potenciar las desigualdades de género dentro del capitalismo (Odriozola e Imbert, 2020), lo que quedó mucho más de manifiesto en el periodo de pandemia. Durante el confinamiento, muchos de los aspectos que se producen dentro de las familias asociados al sistema de roles patriarcales se agudizaron (Hennekam y Shymko, 2020) y tomaron formas que pusieron a las mujeres en mucho mayor riesgo y desventaja, tales como la violencia doméstica o el mayor riesgo de contagio por su mayor exposición a los cuidados remunerados y no remunerados. Igualmente, la improvisación de medidas como el teletrabajo y el teleestudio produjo una serie de reajustes familiares que en muchos casos significaron un mayor estrés y conflicto de conciliación para las mujeres (Martínez-Labrín et al., 2022). Particularmente en Chile, las mujeres han reportado mayor conflicto por desborde de fronteras temporales y espaciales que lo experimentado antes del confinamiento, con lo que aumentaron también sus niveles de estrés y malestar (Pacheco et al., 2022).
La pandemia y el confinamiento obligatorio condujeron a que el teletrabajo y la educación en línea se convirtieran en la nueva norma, alterando profundamente las rutinas diarias que anteriormente separaban claramente el hogar del espacio laboral o educativo, surgieron nuevas gramáticas de interacción social. Las reuniones virtuales, los saludos sin contacto físico y las actividades recreativas dentro del hogar se transformaron en prácticas comunes. Esta adaptación a nuevas normas sociales y tecnológicas requirió una reconfiguración de cómo las personas gestionan su tiempo y espacio cotidiano. La estabilidad emocional constituye un componente esencial de la vida cotidiana. Esto se vio afectado por el aumento del estrés y la ansiedad debido a la incertidumbre de la pandemia, donde la digitalización del trabajo y las relaciones sociales implicaron tener que compatibilizar la vida laboral y personal en un mismo espacio físico, enfrentando desafíos significativos, especialmente en poblaciones vulnerables que carecen de acceso a las tecnologías necesarias, lo que perturbó el equilibrio emocional y psicológico con efectos negativos duraderos, denominadas cicatrices digitales (Marabelli et al., 2021).
Los resultados permiten observar cómo la desigualdad digital se ha manifestado, las respuestas resaltan cómo ha afectado de manera desproporcionada a ciertos grupos, exacerbando desigualdades existentes en términos de género, acceso a recursos tecnológicos, habilidades digitales y apoyo organizacional. Estas desigualdades, a su vez, tienen implicaciones significativas para el bienestar y la productividad de las mujeres en el contexto del teletrabajo, como se muestra a continuación.
Materiales y métodos
Los datos corresponden a la segunda etapa de un proyecto de investigación, cuya primera fase estuvo compuesta por la aplicación de un cuestionario virtual autoaplicado a mujeres chilenas que estuvieran llevando a cabo teletrabajo producto de las medidas sanitarias adoptadas a raíz de la pandemia por covid-19, donde las participantes explicitaron su deseo de responder el instrumento de la segunda etapa. En esta segunda fase se aplicó un cuestionario abierto virtual, para analizar el impacto del teletrabajo en mujeres durante la pandemia. Un total de 89 mujeres respondieron al cuestionario completo. Las participantes eran mujeres residiendo en cualquier parte de Chile y que cumplían con los mismos requisitos de la primera etapa, sus edades fluctuaron entre los 25 y los 60 años, y las ocupaciones abarcaban el ámbito educativo, salud, comercio y servicios públicos. Los cuestionarios exploraron los cambios significativos en las dimensiones doméstica, laboral y emocional de las encuestadas. Las preguntas del cuestionario abarcaron temas como la experiencia de vida en la pandemia, las ventajas y desventajas del teletrabajo, las modificaciones en el trabajo y la vida familiar, los cambios en la salud mental y las actividades de autocuidado.
El proceso de análisis se llevó a cabo con la ayuda del software Atlas.ti 24 y se estructuró siguiendo el procedimiento descrito en el método de análisis temático (Braun y Clarke, 2021). Esta técnica permitió una exploración detallada de las respuestas, enfocándose en la identificación de patrones recurrentes y temas clave que surgían reiterativamente entre las respuestas de las participantes. Los temas identificados, asociados a la desigualdad digital, incluyen acceso limitado a tecnología (frecuencia=35), brechas en habilidades digitales (frecuencia=10), diferencias en la calidad y uso efectivo de tecnología (frecuencia=11) y variabilidad en el soporte técnico (frecuencia=09). Es importante destacar que el cuestionario no exploraba específicamente los aspectos tecnológicos y que estos se impusieron como un dato relevante a partir de las respuestas en el análisis temático inductivo. Posteriormente, estos hallazgos fueron triangulados e interpretados a través del marco teórico que integró perspectivas sobre desigualdad, dinámicas laborales y cuestiones de género. Este enfoque permitió contextualizar los datos en un panorama más amplio, reconociendo cómo las experiencias individuales se entrelazan con diversas categorías.
El estudio se comprometió a garantizar el anonimato y la confidencialidad de los datos recopilados. Las participantes pudieron identificarse con un pseudónimo para mantener su privacidad, los que son usados junto a los relatos que permiten ilustrar los resultados de este artículo. Además, se aseguró que todas las participantes dieran su consentimiento informado antes de responder el cuestionario, por medio de un formulario con información sobre los objetivos de la investigación y las garantías respecto del manejo de la información que debían leer previamente y en el que deberían aceptar explícitamente para comenzar a responder, tal como se recomienda en estudios con encuestas online (Torrejón-Guirado, 2024).
Resultados
Desigualdad en el acceso a recursos tecnológicos o relacionados con el uso de la tecnología
El acceso a recursos que, aunque no son directamente tecnológicos, facilitan u obstaculizan el uso de tecnología o son necesarios para el ejercicio de labores virtuales aparece como relevante, por lo que la brecha de género debe entenderse aquí como íntimamente conectada con las desigualdades de clase (Peláez-Sánchez y Glasserman-Morales, 2023), que son parte de la vida cotidiana en Chile. En este sentido, las condiciones materiales y familiares influyeron significativamente en la experiencia del teletrabajo, dejando en evidencia desigualdades en acceso a recursos que facilitaban o dificultaban la integración del trabajo y la vida familiar, como la desigualdad en las condiciones de vivienda, lo que influyó en la capacidad de participar efectivamente en el teletrabajo, develando que la falta de un espacio dedicado puede complicar significativamente la separación entre las esferas laborales y personales.
Los espacios domésticos para la amplia mayoría de la población son reducidos y hacinados. (Gabi, comunicación personal).
No contar con todo el mobiliario y zona de confort que representa la oficina: buen escritorio, una silla cómoda. (Vilma, comunicación personal)
Los datos muestran que las mujeres vivieron experiencias relacionadas con la primera brecha digital de género (Suso, 2021), referida al acceso desigual a recursos tecnológicos, que no sólo se refiere a la conectividad, sino también a tener acceso a los materiales necesarios para desarrollarla, tales como dispositivos electrónicos y a una conexión a Internet de calidad (García, 2023). Esta falta de recursos o la desigualdad en el acceso a ellos fue reconocida por las participantes como un importante problema. Muchas veces estos recursos, aunque estuvieran destinados al trabajo, no fueron proporcionados por los empleos, y algunas encuestadas destacan la necesidad de utilizar equipos personales para realizar su trabajo. Esto es parte de la falta de respaldo institucional detectado. Lo anterior puede ser ilustrado en los siguientes relatos:
He tenido que disponer de mis efectos personales para realizarlo (ordenador, teléfono, internet, etc.), tengo un cargo de jefatura, por lo que me corresponde estar vinculada con las familias que atendemos, ya que en la institución en la que trabajo, en los equipos de jardín infantil sólo las directoras tenemos orientación para el teletrabajo. (Angélica, comunicación personal)
Las respuestas muestran que en algunas situaciones las mujeres tuvieron que autogestionar recursos o improvisar con sus propios medios para trabajar desde casa, debiendo como familia asumir el costo de los insumos.
Desigualdades en la formación de competencias digitales
El uso de plataformas digitales para la comunicación y el trabajo, como Zoom, Meet y otras con similares funciones, fueron cruciales durante la pandemia para mantener el contacto laboral y personal. Sin embargo, la facilidad y efectividad en el uso de estas herramientas variaba ampliamente, dependiendo de la familiaridad con la tecnología adecuada, señalando otra dimensión de la desigualdad digital relacionada con la llamada segunda brecha digital (Suso, 2021). Se evidenciaron desigualdades en la adquisición de nuevas habilidades digitales para manejar herramientas de teletrabajo, ya que la transición a las plataformas digitales requería de habilidades específicas que no todas poseían, lo que, sumado a lo improvisado y abrupto de las medidas adoptadas por el Estado y los empleos particulares, en algunos casos condujo a una mayor carga por estrés y ansiedad para aquellas que se esforzaban por adaptarse a nuevas tecnologías. Algunos testimonios mencionan la necesidad de adaptarse rápidamente a nuevas herramientas y plataformas digitales para el teletrabajo, lo que puede ser un desafío particularmente para aquellas que no contaban con experiencia previa o acceso fácil a capacitación, generando lagunas en la formación de las competencias digitales necesarias para adaptarse a los nuevos requerimientos y gestionar eficazmente las herramientas de teletrabajo:
He tenido que hacer varios cursos de adaptación a las TIC. Cada universidad usa una, y en una me han monitoreado mucho, se ha burocratizado todo. (Alicia, comunicación personal)
No todas tienen las competencias para la autogestión digital y han tenido que, de pronto, lidiar con la digitalización. (Gabi, comunicación personal)
Las consecuencias que traen los problemas de Internet (interferencias). Que no es lo mismo dictar un taller o realizar una intervención de manera online a de manera presencial. (ND, comunicación personal)
Las plataformas educativas no resultaron complejas. Sin embargo, la interacción con estudiantes como única forma de interacción fue difícil, las pantallas en negro me desorientaron por completo, hasta que finalmente me acostumbré. (Soledad, comunicación personal)
Estas respuestas reflejan los retos relacionados con la falta inicial de competencias digitales o respecto de las adaptaciones necesarias para llevar algunas tareas al espacio virtual y la necesidad de formación adicional para utilizar eficazmente las tecnologías de teletrabajo durante la pandemia. Esto pone de manifiesto que la desigualdad digital no sólo se limita al acceso a la tecnología, sino también a la capacidad de utilizarla eficazmente en un contexto de multitarea intensiva que abarca tanto las demandas laborales como las personales (García, 2023). Abordar estas desigualdades requiere políticas que contemplen la mejora de la infraestructura tecnológica, el apoyo a las habilidades digitales y la mejora de las condiciones de vivienda y acceso a servicios de apoyo (De Andrés del Campo et al., 2020).
Pese a todo lo anterior, también es necesario destacar que las dificultades en el manejo de redes sociales o recursos virtuales no siempre se relacionan con falta de competencias en dicho ámbito, sino con las interferencias propias de las nuevas condiciones y el uso sobreintensificado (Andrade y Petiz, 2021) que implicó el trabajo en este periodo. Sumado a ello, las mujeres exceden sus tiempos y funciones a costa de los tiempos y energías propios:
La mayor desventaja es el uso permanente del celular (del cual no soy muy amiga) y que eso implique estar realizando 3 o 4 acciones al mismo tiempo; es decir, mientras participas de una reunión, estás revisando un documento, respondiendo un correo, pero también respondiendo un mensaje escrito o audio vía WhatsApp; en este contexto, a veces es complejo regular los tiempos de trabajo. Tengo estudiantes que se pueden conectar a internet por la noche o apoderados que nos pueden colaborar una vez que llegan del trabajo (21 o 22 horas). (Vita, comunicación personal)
Como en el relato anterior, algunas respuestas también mencionan cómo el trabajo invade el espacio y tiempo personal, con aspectos del ámbito profesional, recibiendo llamadas fuera del horario laboral, lo puede ser particularmente difícil para quienes carecen de un espacio de trabajo específico, exacerbando la desigualdad entre aquellas que tienen un entorno de trabajo en casa adecuado y aquellas que no.
Impacto dispar en diferentes grupos socioeconómicos
Los resultados evidencian una desproporcionada carga para las mujeres, especialmente las madres, enfrentan desafíos adicionales al tener que compaginar el trabajo remunerado con responsabilidades domésticas y de cuidado. Esto puede exacerbar las desigualdades de género existentes, especialmente cuando las tareas de cuidado no están equitativamente distribuidas (Martínez-Labrín et al., 2022). Muchos testimonios hablan sobre la dificultad de equilibrar el teletrabajo con otras responsabilidades, especialmente el cuidado de hijos o familiares. Esta sobrecarga es particularmente desafiante para aquellos sin acceso a servicios de apoyo como guarderías o espacios terapéuticos, incrementando la desigualdad entre quienes pueden permitirse ayuda externa y quienes no.
Con teletrabajo desde mediados de marzo hasta la fecha. En casa, con teletrabajo, siendo madre de una pequeña de 4 años, pareja y dueña de casa. En ocasiones también con trabajo presencial de apoyo en unidades de ayuda social por pandemia. (Taty, comunicación personal)
Las citas de este apartado ilustran los impactos desiguales de la pandemia. Se destaca como ventajas poseer empleo estable y poder realizar teletrabajo, frente a desafíos adicionales asociados, como los múltiples roles de las mujeres, mostrando cómo el estatus socioeconómico y el género influyeron en las experiencias (Odriozola e Imbert, 2020). Un elemento interesante es también la conciencia de estas trabajadoras respecto del impacto que las nuevas condiciones implicaban para grupos más precarizados:
Es difícil de responder ya que, por un lado, he tenido muchas ventajas respecto a otros, por ejemplo: tengo un trabajo y percibo un sueldo, puedo trabajar desde casa, y eso es una ventaja comparada con muchas personas que perdieron sus empleos o vieron disminuidos sus ingresos. (Ansiosa, comunicación personal)
Me desagrada el trato desigual dependiendo de la comuna donde se vive. Los privilegios de algunos frente a normas que no se aplican igual para todos. Me desagrada la manipulación del contexto actual, especialmente en términos políticos. (Erikiña, comunicación personal)
Desigualdad derivada de la flexibilidad y/o exigencias horarias
El teletrabajo condujo a jornadas laborales más extensas y menos definidas, donde las fronteras entre el tiempo laboral y personal se desdibujan (Pacheco et al., 2022). Esto afecta especialmente a quienes además tienen que gestionar tareas del hogar y de cuidado, resaltando una desigualdad en la distribución de cargas laborales y domésticas, muchas veces con un mayor impacto en las mujeres. El teletrabajo borró en muchos casos las fronteras entre la vida laboral y personal, con personas reportando trabajar más horas que antes, incluyendo fines de semana y fuera de horario, lo que puede llevar a un desgaste y estrés significativos:
Encerrada 100%, a cargo de mi hija con dependencia severa, el trabajo doméstico, el trabajo remunerado y constantes amenazas del padre de mi hija... Esto ha significado un estrés adicional insostenible que me impide realizar todo lo que sí quiero hacer. (Sonia, comunicación personal)
La necesidad de compartir los espacios con todos los miembros de la familia y que cada uno deba responder a alguna exigencia ya sea laboral o educacional. Teletrabajo en un contexto normal podría ser realizado en espacios más personales con un funcionamiento normal de colegios, jardines, universidades, etc. (Jacinta, comunicación personal)
Estas citas muestran las experiencias individuales de los encuestados, destacando cómo la pandemia impactó de manera variada y compleja en diferentes aspectos de la vida laboral y personal, reflejando la interdependencia social y las configuraciones de poder (Elias, 2016), mostrando cómo las estructuras sociales y personales se entrelazan y afectan de forma distinta según las experiencias individuales durante la pandemia.
La transición hacia el trabajo remoto supuso un corto periodo para la adaptación a nuevos modos de interacción y coordinación, que no fueron experimentados como equitativos para todos. Por ejemplo, las participantes perciben que personas con mejores condiciones de espacio y menor balance en la carga de cuidados pueden desempeñarse mejor, destacando desigualdades preexistentes en cuanto a condiciones de vivienda y dinámicas familiares. Nuevas desigualdades se generan con las diversas capacidades de adaptación a nuevas formas de trabajar y comunicarse, y la exigencia de estar "siempre disponible" y gestionar múltiples responsabilidades simultáneamente, incrementando los niveles de estrés y ansiedad, así como problemas físicos derivados de largas jornadas frente al ordenador sin un equipamiento adecuado. Esto señala una desigualdad en el acceso a un ambiente de trabajo saludable.
He tenido que modificar ensayos de laboratorio y campo, y las jefaturas nos solicitan más difusión online, que no siempre es efectiva, menos cuando se trabaja con agricultores. Por otro lado, hay mucha presión por hacer charlas y cursos para justificar metas y tener productos que, en mi caso, considero un distractor que me saca de las cosas más importantes que debo hacer. (Erikiña, comunicación personal)
Aumento de la carga laboral, mayor cansancio al mantenerme todo el día conectada a la PC, reacomodar algunas estrategias de trabajo colaborativo con compañeros de trabajo, lo que se ve afectado por la conexión a Internet; atender situaciones laborales de manera conjunta con situaciones domésticas, las que son difíciles de dividir. (Maca, comunicación personal)
Estos párrafos destacan los desafíos específicos en ciertos empleos, donde la interacción presencial y el trabajo de campo son cruciales, y cómo el cambio a modalidades digitales puede no satisfacer completamente estas necesidades, exigiendo adaptaciones que generan una sensación de presión.
La nueva vida doméstica pandémica
Existe además una clara desigualdad en cómo se distribuyen las tareas de cuidado y domésticas, con un peso desproporcionado en mujeres, lo que afecta su rendimiento y oportunidades laborales. Esto también resalta cómo la estructura y cultura laboral tradicional no se adapta fácilmente a las necesidades de trabajadores con responsabilidades familiares, afectando principalmente a las mujeres. Muchas mujeres reportan una carga significativamente mayor que sus compañeros varones, combinando las exigencias del teletrabajo con el cuidado de niños y niñas, personas mayores y labores domésticas. Esto refleja una persistente desigualdad de género en la distribución de las tareas del hogar y el cuidado, agravada por el contexto de encierro.
La mayoría de los testimonios relatan las desigualdades y dificultades de adaptar un espacio de trabajo en el hogar, especialmente cuando se combinan las responsabilidades laborales y familiares, resaltando desafíos adicionales para quienes no tienen un espacio dedicado para el trabajo. Los patrones observados en las respuestas relativas a los cambios en la vida doméstica denotan una reconfiguración del espacio doméstico, muchas mujeres debieron adaptar sus hogares para incorporar espacios de trabajo, como convertir comedores en oficinas o improvisar áreas de trabajo en dormitorios. Esto afectó la funcionalidad de las viviendas y generó condiciones de trabajo incómodas o inadecuadas, especialmente para aquellas con espacios más pequeños o sin mobiliario adecuado.
Cambió la estructura de la casa, ya no podemos usar el comedor, este se transformó en una especie de oficina. (Martamática, comunicación personal)
Desde el inicio del mes de abril comencé mi teletrabajo, manteniéndome en contacto diario con mis compañeros y compañeras. Esto ha involucrado reorganización de mi espacio y tiempo, requiriendo acomodar un lugar destinado sólo para trabajar, además de adecuar rutinas domésticas y de cuidado de mi madre. (Carolina, comunicación personal)
Se destaca la necesidad de adaptar el espacio físico del hogar para el trabajo remoto, una barrera significativa para quienes no disponían de espacio adicional o de medios para crear un ambiente de trabajo eficiente. Mientras que algunas valoran el tiempo adicional con la familia, otros resaltan el estrés y la tensión derivados de estar constantemente juntos. El confinamiento exacerbó las dinámicas familiares, poniendo a prueba la paciencia y la tolerancia entre los miembros del hogar.
Se cambió la rutina totalmente. Hemos aprendido a soportarnos 24/7. (Mamá especial, comunicación personal)
Mi vida laboral ha consumido por completo mi vida familiar, al punto de que me levanto a trabajar; si alcanzo a comer, como, si no, paso de largo hasta la noche... (Paulina, comunicación personal)
La pandemia intensificó las responsabilidades domésticas y de cuidado, particularmente para las mujeres, quienes a menudo debían equilibrar el teletrabajo con la gestión del hogar y la educación de los hijos. Esto llevó a una sobrecarga de trabajo y a conflictos sobre la distribución de tareas domésticas.
Mucho se les puede amar, pero hacen falta los espacios personales de esparcimiento, como por ejemplo la práctica de deportes o salidas eventuales con amigas. (Patty, comunicación personal)
Tengo menos tiempo, estoy todo el tiempo en casa, pero la mayoría del tiempo estoy haciendo cosas, no sólo del trabajo, sino que también he incluido actividades que antes no realizaba, como más labores domésticas. (Constanza, comunicación personal)
Estos patrones reflejan cómo las restricciones impuestas por la pandemia han reconfigurado las prácticas diarias y exacerbado las desigualdades existentes, afectando la calidad de vida y las relaciones dentro del hogar, destacando diferentes facetas de la desigualdad digital, desde la dificultad de organizar un espacio de trabajo en casa hasta la gestión de múltiples roles y responsabilidades sin suficiente soporte tecnológico o estructural.
Emociones, interdependencia y estrés
Para las mujeres participantes, el teletrabajo conllevó tanto beneficios como desafíos: mientras algunas mujeres valoraron la reducción en el tiempo de traslado y consideraron que esta modalidad les entregaba mayor flexibilidad, otras destacaron dificultades tales como la adaptación a herramientas digitales, la gestión del tiempo entre trabajo y cuidado del hogar, y la adecuación de los espacios físicos para el trabajo. La pandemia resaltó la interdependencia y la configuración de las relaciones sociales, la crisis sanitaria aumentó la conciencia sobre la vulnerabilidad propia y ajena, generando cambios significativos en las estructuras sociales y personales, como el aumento del temor por la salud de seres queridos y la intensificación de la carga emocional y social.
La pandemia también alteró la dinámica entre el trabajo y la vida doméstica, difuminando las fronteras tradicionales y aumentando las presiones sobre los individuos. Esta transición forzó a las personas a adaptar sus prácticas sociales y a enfrentar desafíos en la gestión del tiempo y el estrés, reflejando cómo las estructuras de interdependencia pueden tanto sostener como complicar el bienestar individual y colectivo.
Ha sido muy agobiante y agotador, debido a que no se respetan los horarios normales laborales y debo pedir por favor, si necesito ausentarme de mi trabajo para ir a comprar comida, con miedo a que se molesten. (Carla, comunicación personal)
Con un temor constante por mis padres que son adultos mayores, ya que si se contagian, pueden morir y con mucho estrés por la alta carga laboral, las labores domésticas y el cuidado de mi hija... (Paulina, comunicación personal)
Estresante, ya que se debe cumplir y, debido a que estoy al cuidado de mi hijo, se hace muy difícil poder entregar resultados satisfactorios en el trabajo productivo del poco tiempo que le puedo dedicar. (Karina, comunicación personal)
Mucho estrés, extendidos horarios de trabajo, cambios de tareas, adecuación a nuevas tecnologías. (Lorena, comunicación personal)
Los testimonios demuestran que la transición a tecnologías digitales y nuevas formas de trabajo resultó ser desafiante y estresante, especialmente para aquellas mujeres que no están familiarizadas o no se sienten cómodas con su uso. El agotamiento derivado de la excesiva dependencia de herramientas de comunicación como Zoom y Meet, particularmente en profesiones como la docencia, donde la interacción cara a cara suele ser más efectiva, destaca otra dimensión de la desigualdad digital: la dificultad de separar el tiempo de trabajo del tiempo personal, que se intensifica sin las delimitaciones físicas de un espacio de oficina. Las respuestas exponen cómo el teletrabajo y la falta de límites físicos y digitales entre el trabajo y la vida personal pueden llevar a una intrusión en la vida privada, exacerbando el estrés y la carga laboral.
Si bien puede ser una ventaja al permitir a los padres estar con sus hijos, en general las mujeres subrayan la carga adicional que supuso balancear el trabajo y el cuidado infantil sin apoyo externo, resultando en una carga laboral constante que invadía la vida personal, generando severas consecuencias en la salud y bienestar de las mujeres. Cuando no se podían separar claramente las esferas laborales y personales en el entorno de teletrabajo, los hogares tuvieron que adaptarse a nuevos usos, transformándose en espacios de trabajo improvisados, poniendo de manifiesto las dificultades del teletrabajo, a la vez que se resalta la importancia de mejores políticas públicas y leyes de regulación y desconexión para mitigar estos problemas.
Mi casa completa cambió, todos los espacios tienen otras funciones; mi pareja actual está con teletrabajo. Pero... me gusta ver que la gente ahora entiende que trabajar desde la casa no es el sueño que todos imaginan... (Sonia, comunicación personal)
Insomnio y ataques de ansiedad (sensación de falta de aire, taquicardias, dolores de cabeza, miedo a morir). (Ansiosa, comunicación personal)
Mucha ansiedad, agotamiento mental, pérdidas de la concentración, a ratos mucha pena por todo lo que pasa, incluso al llanto, mucha incertidumbre, etc. (Carla, comunicación personal)
La dificultad de mantener horarios de trabajo regulares puede llevar a jornadas laborales extendidas y a un aumento del estrés y del agotamiento. La mención de síntomas físicos y mentales específicos, así como la amplia gama de emociones negativas y el impacto psicológico, subrayan cómo la falta de una separación clara entre el trabajo y el hogar puede llevar a un aumento del estrés y la ansiedad, además de factores como la falta de recursos adecuados y el acceso desigual a las tecnologías, situaciones que podrían mitigarse con un mejor acceso a tecnologías y estrategias de apoyo adecuadas.
Discusión
La pandemia redefinió la vida cotidiana, exacerbando desigualdades preexistentes y forzando adaptaciones en todos los niveles de la sociedad. Los resultados de este estudio muestran los desafíos que debieron enfrentar las mujeres en el contexto del teletrabajo, en materia de brecha digital, sumado a las responsabilidades familiares y la difícil tarea de equilibrar el trabajo y/o los estudios, la maternidad y el cuidado familiar. Estos factores afectaron a diferentes grupos de manera desigual, lo que coincide con hallazgos realizados por Dinella et al. (2023) en Estados Unidos y en el Reino Unido por Adisa et al. (2021).
Los resultados muestran una serie de experiencias personales narradas por las mujeres durante la pandemia, destacando en las respuestas de las participantes como retos del teletrabajo: la gestión de responsabilidades laborales, los nuevos desafíos en materias tecnológicas, nuevas metodologías de trabajo, reconfiguración de espacios y roles domésticos y de cuidado de la familia. Estos relatos están vinculados con la desigualdad digital, ya que revelan diferencias significativas en el acceso y la capacidad para utilizar recursos tecnológicos de manera efectiva. Las experiencias narradas reflejan una mezcla de resiliencia y vulnerabilidad, donde el teletrabajo, aunque beneficioso para algunas personas, también incrementó la carga laboral y doméstica, especialmente para quienes tienen dependientes a su cargo. A pesar de estos problemas, algunas participantes valoran tener trabajo y protección de la salud de la familia. Han tenido que adaptarse a nuevas rutinas de teletrabajo y cuidado familiar, agradeciendo la mantención de sus ingresos económicos, aunque reconociendo una sobrecarga emocional y laboral desproporcionada.
Asimismo, las respuestas emocionales variadas subrayan la importancia del apoyo psicosocial durante y después de la pandemia. Es crucial que las políticas futuras consideren estas dinámicas complejas para fomentar una recuperación inclusiva y equitativa (Goikoetxea, 2020). La falta de apoyo por parte de los empleadores y la desigualdad en la distribución de las tareas dificultaron la implementación del teletrabajo intensificando la presión especialmente sobre las mujeres con responsabilidades de cuidado. Establecer límites y brindar apoyo es crucial para evitar que el teletrabajo se convierta en una carga adicional. La sobrecarga laboral y de cuidado afecta la salud física y emocional de las mujeres, especialmente en situaciones de violencia o problemas económicos. La brecha de género en las tareas del hogar se ha ampliado, con muchas mujeres asumiendo la mayor parte de las responsabilidades (Martínez et al., 2022). Por lo tanto, es necesario implementar regulaciones y mejoras en el teletrabajo, teniendo en cuenta las necesidades de las mujeres (Pacheco et al., 2022).
Los resultados del estudio indican que las mujeres con menores recursos han experimentado un mayor aislamiento y una menor eficacia en el trabajo remoto, atribuible a barreras tecnológicas. En contraste, aquellas con mejor acceso a recursos tecnológicos han demostrado una transición más fluida al teletrabajo, evidenciando una adaptación más efectiva en términos de control emocional y manejo de la tecnología. Estos hallazgos destacan que la desigualdad digital no se limita simplemente a la disponibilidad de tecnología, sino que abarca un espectro más amplio de factores que influyen en la capacidad de las personas para trabajar y vivir de manera eficiente en un entorno digital, y se relacionan con las medidas adoptadas por los Estados para afrontar la crisis sanitaria, que en muchos casos exacerbó las desigualdades estructurales preexistentes (Goikoetxea, 2020).
La convergencia de múltiples roles y responsabilidades en un único espacio físico afectaron negativamente a las mujeres participantes, al tiempo que las dificultades para manejar estas nuevas demandas pueden profundizar la desigualdad digital llevando a problemas significativos de gestión del tiempo, estrés y deterioro del bienestar familiar y personal. La falta de un espacio de trabajo adecuado en el hogar, junto con el acceso limitado a recursos tecnológicos, puso de relieve las desigualdades digitales, afectando desproporcionadamente a aquellas en situaciones más vulnerables. Este escenario destacó la dificultad de gestionar eficazmente las demandas laborales y personales en un mismo espacio, aumentando el estrés y comprometiendo el bienestar.
Las experiencias compartidas por mujeres durante el desarrollo de la investigación son un reflejo de cómo la desigualdad digital afecta de forma significativa la vida cotidiana y laboral, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia de covid-19. Estas desigualdades no sólo se manifiestan en el acceso físico a la tecnología, sino también en la capacidad para utilizarla efectivamente y la posibilidad o no de recibir el apoyo necesario para compatibilizar las demandas del entorno laboral con el entorno personal y familiar, como lo ha planteado García (2023) en el caso de España.
Teletrabajar ha sido beneficioso para muchas personas, permitiéndoles evitar la exposición al virus, cuidar a sus seres queridos, ahorrar tiempo y dinero en el traslado, disfrutar de mayor flexibilidad en los horarios y pasar más tiempo con la familia. La comodidad de trabajar desde casa, evitar el estrés de los desplazamientos y mantener la rutina laboral han sido aspectos positivos del teletrabajo. Algunos aspectos negativos incluyen la falta de límites claros entre el trabajo y la vida personal, la sobrecarga de tareas y la dificultad para establecer horarios. En este contexto, la importancia del autocuidado se ha destacado, ya que muchas personas han encontrado formas de manejar el estrés y mejorar su bienestar a través de actividades como el ejercicio, la meditación y la lectura.
A partir de estos datos, es claro que las políticas de teletrabajo necesitan ser revisadas y adaptadas para apoyar mejor a los trabajadores, especialmente considerando la distribución desigual de las tareas domésticas y de cuidado que históricamente han recaído sobre las mujeres. Se evidencia la necesidad de políticas que promuevan una distribución más equitativa del trabajo doméstico y que proporcionen los recursos necesarios para establecer un ambiente de trabajo adecuado en el hogar, es especialmente importante ofrecer formación en competencias digitales para garantizar que todas las personas puedan adaptarse eficazmente al entorno laboral virtual. De la misma forma, es necesario revisar cómo durante la pandemia se produjo una precarización general del trabajo de las mujeres (Belloni et al., 2022) y sus efectos en la actualidad.
A partir de los cambios tecnológicos ocurridos durante la pandemia, muchas formas de relación a distancia o virtual se quedaron como parte de la vida cotidiana, aun en la llamada “nueva normalidad”, lo que abre una nueva forma en que las desigualdades se expresan. Las desigualdades, especialmente las relacionadas con el género, se han amplificado, y es crucial considerar la mejora de la infraestructura tecnológica, el apoyo a las habilidades digitales y las condiciones de vivienda para abordar estas desigualdades, más aún si pensamos que la digitalización implica un acceso a recursos que no se encuentran dentro de las necesidades básicas. La desigualdad digital no es el único fenómeno problemático, además lo es la explotación, la falta de alfabetización y la pobreza digital (De Andrés del Campo et al., 2020). No obstante, el permitir a las mujeres intensificar el uso de tecnologías favoreció su mayor injerencia en el mundo virtual, lo que en un periodo pospandemia podría significar la disminución de la brecha digital y el mayor empoderamiento de las mujeres en este ámbito (Mabrouk et al., 2023).
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Notas