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Reflexiones metodológicas de una investigación empírica sobre derechos sexuales y reproductivos en pueblos originarios de la provincia de Tucumán (Argentina)[1]
María Milagros Argañaraz[2]
María Milagros Argañaraz[2]
Reflexiones metodológicas de una investigación empírica sobre derechos sexuales y reproductivos en pueblos originarios de la provincia de Tucumán (Argentina)[1]
Methodological reflections of an empirical investigation on sexual and reproductive rights in indigenous peoples of the province of Tucumán (Argentina)
De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales, vol. 12, núm. 20, 2023
Universidad Nacional del Nordeste
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Resumen: El objetivo del presente escrito es relatar parte del proceso de inserción y trabajo en campo realizado en el desarrollo de una investigación empírica sobre “Subjetividades y derechos sexuales y reproductivos en juventudes de pueblos originarios la provincia de Tucumán”, en la que se trabajó con metodología cualitativa realizando entrevistas en profundidad a jóvenes usuarios/as de servicios de salud públicos y a trabajadores/as de dichos servicios. Se entrevistó también a referentes comunitarios y, por último, se realizaron observaciones de campo. Es decir, en este escrito nos proponemos describir y reflexionar críticamente sobre los primeros pasos de inserción en el campo del trabajo, sobre los mecanismos y herramientas empleadas, las decisiones metodológicas asumidas y los avatares encontrados. En este trabajo, el acento está puesto en los modos de realización de la tarea, en el “detrás de escena” de la producción del conocimiento, por ello haremos referencia a los procedimientos que se realizan desde el momento de iniciar la tarea hasta el momento previo de análisis de resultados. Finalmente, ofrecemos un relato sobre el trabajo de campo realizado en torno al tema de investigación.

Palabras clave: reflexiones metodológicas,investigación cualitativa,epistemologías feministas,derechos sexuales y reproductivos.

Abstract: The objective of this paper is to report part of the process of insertion and field work carried out in the development of an empirical investigation on "Subjectivities and Sexual and Reproductive Rights in youth of theoriginal townsprovince of Tucumán" in which we worked with qualitative methodology using techniques such as in-depth interviews with young users of public health services and workers in these services; Community representatives were also interviewed and finally field observations were carried out. That is, in this writing I propose to describe and critically reflect on the first steps of insertion into the field of work, on the mechanisms and tools used, the methodological decisions made and the vicissitudes encountered. In this work, the emphasis is placed on the ways of carrying out the task, that is, on the “behind the scenes” of the production of knowledge, therefore we will refer to the procedures that are carried out from the moment of starting the task until the previous moment of analysis of results. Finally, we offer a story about the field work carried out around the research topic where the subjectivity and positioning of the researcher is revealed.

Keywords: methodologicalreflections, qualitativeresearch, feministepistemologies, sexual and reproductive rights.

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Reflexiones metodológicas de una investigación empírica sobre derechos sexuales y reproductivos en pueblos originarios de la provincia de Tucumán (Argentina)[1]

Methodological reflections of an empirical investigation on sexual and reproductive rights in indigenous peoples of the province of Tucumán (Argentina)

María Milagros Argañaraz[2]
Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN-e: 2250-6942
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 20, 2023

Recepción: 21 Marzo 2023

Aprobación: 09 Octubre 2023


Introducción

El objetivo de este escrito es ofrecer la reconstrucción de una experiencia de investigación empírica a través de relatar y reflexionar críticamente sobre la metodología utilizada en un estudio más amplio sobre “Derechos sexuales y reproductivos en comunidades originarias de los Valles Calchaquíes de la provincia de Tucumán”. El proceso de investigación comenzó en abril de 2020 y continúa en la actualidad[3]. Al hablar de trabajo de campo, hacemos referencia a los procesos, movimientos, preguntas, decisiones asumidas, dificultades encontradas y estrategias puestas en marcha a la hora de realizar la investigación social. Pero también a las implicaciones y transformaciones subjetivas de nosotras como investigadoras.

Es así que entendemos que resulta relevante y necesario ofrecer y socializar un análisis crítico de nuestra propia tarea como investigadoras, ya que consideramos que quien investiga no es un actor ajeno a la situación que busca conocer, pues el propio acto de observar y de investigar supone meterse en la situación como partícipe (Jelin, 1987). Por ello, este escrito pretende quebrar con paradigmas tradicionales que distancian al sujeto que conoce y al objeto de conocimiento, y con modos de producción científica que ponen el acento en la comunicación exclusiva de resultados de investigación. Buscamos compartir preguntas que (nos) hemos ido formulando como un tiempo de pausa, de espera necesaria entre la llamada “recolección de datos” y la “presentación de resultados” (Ordorika y Golcman, 2022). Sostenemos, al igual que otros autores (Arenas et al., 2004; Canevari, 2011; Patiño Sánchez, 2017; Manes, 2012), que las herramientas metodológicas se construyen con posicionamientos políticos, éticos y epistemológicos, por ello es necesario poner en claro los puntos de partida y nuestras propias percepciones como investigadoras. La pretensión es que, en vez de transformar la subjetividad de quien investiga en un elemento no deseado de la producción científica, tal como plantean las concepciones clásicas y positivistas de la investigación, esta se transforme en un punto de partida de la actividad intelectual.

El abordaje metodológico fue cualitativo, utilizando como recurso la descripción etnográfica (Aguirre Batzan, 1995), apelando a técnicas como las notas y observaciones de campo, entrevistas en profundidad y la triangulación con fuentes bibliográficas, a fin de reconstruir un relato crítico-reflexivo sobre la tarea realizada.

Apelamos a conceptos propios de la Psicología Social Comunitaria (Montero, 2006), como el de investigación-acción (Zaldúa, Sopransi y Maldonado, 2010), haciendo foco en problematizar el rol que tiene quien investiga como parte activa, interactiva y transformadora del campo en un proceso dialéctico de transformación de sí mismo como sujeto.

Además, este escrito se enmarca en aportes de las epistemologías críticas feministas (Campagnoli, 2018; Maffía, 2007; Lenta et al., 2021). Las epistemologías críticas sostienen que la ciencia es una práctica cambiante y dinámica que está en relación con el Estado, las leyes, la economía, la política y la sociedad. Esta concepción sobre el modo de construcción del conocimiento pone en cuestión los paradigmas positivistas y empiristas que sostienen un agente científico aislado, autosuficiente y ajeno a los aspectos que lo rodean. A su vez, cuestionan las formas dicotómicas de ver el mundo en pares opuestos o de forma binaria: objetivo-subjetivo, público-privado, razón-afecto, activo-pasivo, cultura-naturaleza y la jerarquización de los primeros valores sobre los segundos, respectivamente. Las epistemologías feministas añaden a estos postulados reivindicar los aspectos de la experiencia, de los afectos y la subjetividad en la producción científica, denunciando también la imposibilidad de producir verdades universales y objetivas. En esta línea, Longino (1996) plantea que quien investiga está atravesado por determinaciones como género, clase, raza, grupo social, etc., de las que no es posible desprenderse, que es necesario reconocer y que se vinculan a un sistema social más amplio.

En conclusión, a lo largo del trabajo de campo fue posible advertir que la construcción del conocimiento se genera al elaborar e interpretar los datos empíricos a la luz de otras fuentes y marcos teóricos de la investigación, pero incluyendo también la propia subjetividad de quien investiga. En esta misma línea, Guber (2018) sostiene que la reflexividad del investigador, es decir, sus construcciones culturales y su persona social, como la acción crítica de problematizar estos aspectos, se encuentran entretejidos con lo que busca conocer. Concordamos con Guber (2011) en su planteo de que los datos de campo no provienen de hechos, sino de la relación del investigador con y los sujetos de estudio.

Desarrollo

El objeto de investigación sobre el que versó el trabajo de campo comprende el estudio sobre el acceso a derechos sexuales y reproductivos de las juventudes del Valle Calchaquí de la provincia de Tucumán, ubicada al norte de Argentina. El Valle Calchaquí es una región del noroeste de la provincia de Tucumán, de característica geológica montañosa, compuesta por diversos grupos comunitarios que forman parte de la Unión de pueblos diaguitas-calchaquí, autoproclamados como pueblos originarios. Para esta investigación, tomaremos como referencia la comunidad de El Mollar, Tafí del Valle y Amaicha del Valle. Estas comunidades tienen sus propias lógicas de organización a través del sistema de caciques elegidos mediante asambleas comunitarias. Allí buscamos estudiar los modos de implementación de las políticas públicas sobre derechos sexuales y reproductivos, y las formas subjetivas de transitar la sexualidad. Apelamos al intercambio con otros estudios locales (Arenas, 2016) que han analizado las particularidades étnicas, geográficas, culturales, políticas, económicas y sociales de la región.

Argentina es un país muy diverso, por lo que el análisis de las políticas de forma regionalizada es un aporte de diferenciación sobre todo para tener en cuenta las particularidades locales, culturales y subjetivas. Además, nos basamos en el paradigma de la interseccionalidad[4] (Viveros Vigoya, 2016), que es una herramienta metodológica y de análisis que nos ayuda a comprender las múltiples tramas que atraviesan a los cuerpos situados: género, pertenencia étnica, clase social. Podría agregarse también en este caso la edad. Los procesos de salud-enfermedad-atención y cuidados se van afectados por estas intersecciones, marcando posibilidades de acceso o no a los derechos básicos ciudadanos, como ser salud, educación y justicia (Zaldúa, 2016).

En este sentido, consideramos que los parámetros universales son inadecuados para describir formas de posicionamientos singulares en las que las relaciones se intrincan y se experimentan de diversas formas. Este paradigma toma en consideración los contextos históricos, sociales y políticos, y también reconoce experiencias singulares únicas que resultan de la conjunción de diferentes tramas narrativas que atraviesan al sujeto. Bajo esta óptica no es lo mismo la categoría juventudes en la Capital Federal, en San Miguel de Tucumán o en los Valles Calchaquíes, y atender a estas diferencias es un aporte de investigación para la implementación de políticas públicas situadas que reconozcan las diferencias.

En línea similar, nos valemos de los aportes de la antropóloga Rita Segato (2004), en su texto Antropología y derechos humanos: alteridad y ética en el movimiento de los derechos universales. La autora problematiza cómo las nociones de alteridad (la percepción de la otredad) influyen en la forma en que se conciben y se aplican los derechos humanos en diferentes contextos culturales. También reflexiona sobre las cuestiones éticas que surgen en la investigación antropológica, especialmente cuando se trata de trabajar con comunidades que pueden estar en situaciones vulnerables o marginadas. En este sentido, abordar la temática de la salud sexual y reproductiva, en su sentido integral, en comunidades indígenas tucumanas, requiere de un enfoque intercultural que nos permita conocer la cosmovisión de estos pueblos, su concepción del proceso salud/enfermedad/cuidado, sus saberes y prácticas ancestrales sobre el cuerpo y el valor que esto conlleva en sus propios marcos culturales. De lo contrario, correríamos el riesgo epistémico de transpolar representaciones y valoraciones occidentalizadas a otros contextos que tienen sus propias estructurales simbólicas. Por lo expresado, consideramos importante construir conocimiento situado (Gago, 2019) y recuperar las experiencias personales de los sujetos en y desde sus propias comunidades.

Desde este lugar de enunciación epistémica, nos propusimos estudiar si los y las jóvenes de los Valles Calchaquíes conocen sus derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos; es decir, si reconocen la posibilidad de acceder a métodos anticonceptivos gratuitos, a información clara y científica sobre salud sexual, a gozar de su sexualidad de forma separada de la reproducción, independientemente de su identidad u orientación de género; a recibir trato digno y respetuoso en todo el proceso de la consulta, y a acceder a una interrupción legal y voluntaria del embarazo. Por ello, la perspectiva de los y las jóvenes, sus voces, sus significaciones y relatos cobran significancia en este estudio. Además, también adquieren relevancia las experiencias de quienes desarrollan sus prácticas en salud, como ser trabajadores/as de salud de servicios de gestión pública de las zonas seleccionadas. El muestreo fue no probabilístico e intencional. Por ello, los instrumentos empleados fueron entrevistas semiestructuradas en profundidad.

A continuación, planteamos tres momentos que dan cuenta de las estrategias empleadas para realizar el trabajo de campo. Estas forman parte de la llamada “cocina de la investigación”, como momentos de preanálisis de las incidencias empíricas.

Primer momento: movimientos de apertura

Parada en la plaza principal de El Mollar, mi primera pregunta fue: ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo hago para llegar a un territorio que no es el mío, donde no transcurre mi vida cotidiana, donde los comuneros y las comuneras no me conocen? Me inquietaba pensar de qué forma llegar a la comunidad y ofrecerles a los y las jóvenes un espacio de diálogo y de confianza bajo la modalidad de una entrevista, y sobre todo me inquietaba resolver cómo proponerles “que hablen” de algo considerado coloquialmente íntimo como lo es la sexualidad. Además, nadie había solicitado mi presencia allí, ni mis preguntas y mucho menos había un pedido de investigación sobre el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos de su población.

Desde allí advertí que se trataría de un proceso que llevaría su tiempo y sus “idas y vueltas”. Así, en el ir y venir[5] de la ciudad en la que vivo al Valle y de los aportes teóricos a los aportes empíricos fui topándome con distintas instancias. En varias ocasiones, el trabajo de campo consistió en observaciones, conversaciones espontáneas, presentaciones mutuas y entrevistas preliminares o iniciáticas; mientras que en otras, en la realización de talleres participativos con la comunidad y entrevistas en profundidad. Pero esto no fue lineal, escalonado ni evolutivo, sino más bien dinámico.

Los primeros pasos fueron de reconocimiento mutuo, tanto del lugar, de mapear sus instituciones, sus lugares históricos, como también de presentarme con referentes.

Mis primeras observaciones fueron sobre las características del territorio. El Valle Calchaquí es diverso y heterogéneo, y lejos está de ser una región unificada y homogénea. La organización política de las comunidades mencionadas se constituye por el cacicazgo, compuesta por el cacique y vicecacique elegidos por los integrantes de la comunidad a través de una asamblea y por un período de tres años; el Consejo de Ancianos, institución ancestral legitimada por su historia y su práctica, y el Consejo de Jóvenes (Racedo et al., 2008). Es decir, cada comunidad tiene su propio cacique y forma de organización interna, como así también sus instituciones estatales (escuelas, servicios de salud, comisarías, centros recreativos, espacios culturales, etc.), lo que da cuenta de un entramado dinámico y complejo, donde se ponen en juego diferentes dimensiones políticas, de poder y de resistencias.

Uno de los ejes articuladores en común es la lucha permanente por las tierras, las que desde el atravesamiento de la conquista de América fueron expropiadas en manos de los conquistadores y luego de los terratenientes. Desde hace unos años, la región de los Valles Calchaquíes se encuentra en un gran proceso de expansión turística, lo que tiene efectos subjetivos y colectivos en los y las comuneros/as. En las entrevistas, algunos de los referentes denominaron a esto extractivismo inmobiliario, dada la gran cantidad de ventas de terrenos por parte de los grandes propietarios para la construcción de hotelería, casas de verano, barrios privados, bares, etc.

Según lo observado, la sala de espera de la Policlínica del Mollar no tiene demasiada concurrencia, se trata más bien de atención asistencial y por demanda de la población. No hay material de cartelería o folletería sobre métodos anticonceptivos o prevención de infecciones de transmisión sexual. Tampoco hay información disponible sobre horarios de atención específicos en salud sexual o profesionales disponibles para este tipo de demandas. Sólo hay un afiche sobre lactancia materna. Hay figuras de imágenes religiosas. Por su parte, la sala de espera del hospital de Tafí del Valle tiene mayor concurrencia, en su mayoría adultos y niños/as. Hay cartelería sobre prevención de la violencia de género y prevención de las infecciones de transmisión sexual.

Luego de esta primera observación, una de las estrategias fue recurrir a las instituciones conocidas que ya venían trabajando en la comunidad. Estas instituciones fueron organismos oficiales del Estado y ONG (Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, Fundación ProyectAr, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Conicet) que no necesariamente trabajan en torno a la temática de derechos sexuales y reproductivos, pero que tienen experiencias y trabajos previos en y con la comunidad. De esta forma, cabe mencionar, mi participación en la Mesa de Articulación Local en Amaicha del Valle, coordinada por la Secretaría de Articulación del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia[6]. En dicha mesa participan diferentes referentes de la comunidad (director de escuela, personal del Caps, el sacerdote de la iglesia, referentes de la comuna y representantes de la comunidad indígena) y expresan cuáles son sus principales problemáticas, buscando llegar a abordajes y propuestas colectivas. Una de las principales demandas de la mesa fue la creciente situación de consumo problemático entre los jóvenes.

Esta estrategia me permitió ir presentándome con algunos actores clave y empapándome de la complejidad de las comunidades. Sin embargo, tuvo el riesgo de quedar vinculada a dichos organismos estatales, sus características y objetivos. Por ello, fue necesario un segundo movimiento de volver al territorio, pero separada de dichas instituciones. Esto posibilitó que las comunidades me reconozcan desde mi propio lugar de investigadora y puedan ver la particularidad de mi presencia allí. En esta segunda vuelta concurrí a referentes comunitarios y caciques. Al tratarse de territorio indígena, fue necesario la presentación de notas formales ante el Consejo de Ancianos, donde explicité los objetivos de la investigación y quién la llevaría a cabo. Una vez autorizadas por el consejo, la proximidad fue mayor con los comuneros y las comuneras y las instituciones.

En este punto advertí una necesaria revisión propia sobre mi posición subjetiva y lugar de enunciación como investigadora. No invadir, ni presionar, sino respetar los tiempos y procesos comunitarios del territorio, que no son los mismos que los tiempos académicos. Esto implicó, por un lado, entender la complejidad del tema de estudio propuesto, ya que al tomar contacto en el campo advertí que hablar sobre sexualidades entre los jóvenes y acceso a la salud sexual y reproductiva son temas sensibles, que tocan significaciones comunitarias y subjetivas de orden de lo íntimo y lo privado o incluso de lo “tabú”, por lo que mis intervenciones debieron ser cuidadosas y respetuosas de los significantes comunitarios. No tener en cuenta estos aspectos podría generar otros efectos no deseados como respuestas cerradas, girar discursivamente en torno a lugares comunes, resistencias, etc. Por otro lado, fue de gran ayuda reconocer y poner en palabras mi lugar singular de enunciación, como académica, psicóloga, citadina, mujer, adulta, clase media. Se habla, se investiga, desde un lugar situado en tiempo y espacio, es necesario ubicarse en algún sitio, en línea con una teoría, paradigma, perspectiva u horizonte de intelección en el que se sustenta y a partir del que se organiza el trabajo (Maffía, 2010). Tener una actitud reflexiva-crítica sobre mi propio lugar de enunciación implica un posicionamiento ético y político de investigación.

Donna Haraway (1995) introduce el concepto de “conocimiento situado”, se investiga desde algún lugar, por lo tanto el conocimiento producido también es circunscripto, plantea que se investiga desde un lugar singular, atravesado por los propios condicionantes y posibilidades del momento. Nadie investiga solo, en tanto investigamos con nuestros propios bagajes previos, marcos teóricos, intenciones, lugares políticos, económicos, sociales y éticos. En este sentido, el proceso de investigación no es ni impoluto o inmaculado, como las posiciones objetivistas y de corte positivistas han intentado sostener. Como plantea Stolkiner (2017), la investigación es también una herramienta de convalidación y de poder.

Así, siguiendo lo planteado por Bonvillani (2018), fue posible advertir que, para la investigación cualitativa, conocer es básicamente un proceso interpretativo de la realidad social, lo que implica la existencia de una mirada sociohistóricamente situada de quien conoce y nos obliga, en la práctica, a mantener una actitud permanente de autorreflexión acerca de los propios cuerpos conceptuales y metodologías de abordaje de la realidad, develando los supuestos que los sostienen para fundamentar la visión/versión –una entre muchas- que se propone del mundo social (Bonvillani, 2018). La investigación cualitativa parte del supuesto en el que el mundo está configurado por significados y símbolos y, en tanto que este universo simbólico se construye a partir de la intersubjetividad, es que esta categoría toma una relevancia central en este tipo de abordajes (Bonivilla, 2017).

Luego de entablar diálogo con los referentes y caciques, y teniendo en cuenta los modos de organización comunitarios, el siguiente acercamiento fue con los y las trabajadores/as de salud en los centros de atención públicos. Allí entrevisté a directores, enfermeras, psicólogas, médicos de guardia, obstetras y tomé registro fotográfico de las comunicaciones no-formales en sala de espera (cartelería, información disponible, imágenes, etc.). Una estrategia que se mostró interesante en este momento fue la denominada en investigación como “bola de nieve”, donde las personas entrevistadas brindaron otros posibles actores con quienes continuar la conversación. La mayoría de los trabajadores de salud entrevistados se mostraron predispuestos al diálogo y al intercambio, sobre todo agentes sanitarios y enfermeros, quienes plantearon que son los “olvidados” de las políticas estatales, pero también quienes están en “primera línea” resolviendo urgencias cotidianas. Se evidencia cierto sentimiento de reconocimiento al entablar un diálogo abierto y mostrar interés en su tarea sanitaria diaria. También se observan referencias permanentes a la pandemia de covid-19, desde marzo de 2020 hasta la actualidad, todas las actividades dentro de los centros de salud y también las subjetividades de los trabajadores estuvieron atravesadas por la situación de emergencia en salud.

Cabe remarcar aquí las narraciones espontáneas por parte de algunos trabajadores de la salud emergentes durante las conversaciones en el marco de las entrevistas realizadas que llamaron mi atención. Al momento de contar sobre el tema de estudio, sobre el acceso a la salud sexual y reproductiva, algunos trabajadores de salud hicieron referencia espontánea a la presencia de casos de abusos intrafamiliares infantiles y hacia adolescentes que en su mayoría quedan silenciados e invisibilizados. Esto despertó en mi interrogantes y replanteos que no estaban previstos en mis hipótesis y objetivos de trabajo, pero que considero necesario escuchar como un emergente significativo.

Segundo momento

Luego de recorrer y conocer las instituciones comunales y los centros de salud, fue posible entablar comunicación con jóvenes de la comunidad, donde conocí a una joven referente (M., de 21 años), quien tiene experiencia de participación en activismos feministas y es vocera en la radio local de Tafí del Valle. Con ella fue posible construir un vínculo de intercambio más allá del modelo clásico de “recolección de información”, ya que lo que M. planteó desde un primer momento fue la sensación de “hartazgo” vivenciada por algunas personas de la comunidad en torno a investigadores que vienen, buscan la información y luego se van. Esta forma de “extractivismo académico” no hace más que perpetuar y reproducir lógicas de poder-saber. Así, la apuesta fue construir prácticas alternativas que consideren las necesidades e intereses propios de la comunidad. Muchas veces empezamos a investigar esperando que los sujetos nos compartan determinados aspectos de sus vidas; sin embargo, pasamos por alto que las personas también generan expectativas sobre nuestro trabajo. Se trata de un proceso de escucha y negociación constante entre nuestros propios intereses académicos y personales, y aquellos que nos presentan los actores en el campo.

M. planteó la necesidad que tienen los y las jóvenes de información sobre temáticas de salud y educación sexual. Expresó: “Hablar de sexualidad es un tema tabú, o la información que circula sale de Internet o tenemos vergüenza de preguntar”. El resultado fue construir conjuntamente un espacio de diálogo con otros/as jóvenes a modo de taller para poder hablar sobre salud y educación sexual.

Durante cuatro semanas estuvimos construyendo sobre qué aspectos trataría y cómo estaría organizado el taller. M. se encargó de la convocatoria, realizó la difusión por redes sociales e invitó a jóvenes de su grupo social; ella participó activamente del taller coordinando una de las dinámicas propuestas. El primer encuentro tuvo lugar en la comunidad de Tafí del Valle y participaron 13 jóvenes. En el segundo encuentro, que se realizó en El Mollar, participaron 6 jóvenes. Ambos encuentros estuvieron coordinados por una trabajadora de la salud, especialista en temáticas de derechos sexuales y reproductivos que no forma parte de la comunidad, y las observaciones y toma de notas fueron realizadas por mí. Los y las jóvenes se mostraron muy predispuestos en el espacio de taller a hablar sobre sexualidad, maternidades/paternidades, salud y educación sexual. Plantean que no es frecuente que existan espacios de diálogo o intercambio donde puedan “hablar libremente de lo que les pasa”, que los espacios no están generados por los adultos o las instituciones y que mayormente se cree que ellos no quieren participar o no están interesados en el cuidado de su propia salud. Los y las jóvenes expresan que hablar de sexualidad continúa siendo tabú, la información es confusa, escasa, con muchos mitos. Hay juicios y prejuicios, moralidades que atraviesan el disfrute del cuerpo. Otro aspecto planteado por ellos es que sienten cierta “desconfianza” y “vergüenza” al concurrir a los centros de salud en búsqueda de métodos anticonceptivos, ya que muchos de los/as trabajadores/as de salud pertenecen a la misma comunidad (agentes sanitarios/as, enfermeros/as). Por esta razón es que buscan información por su propia cuenta o se basan en el “boca a boca”. En concordancia con esto, una joven en el grupo de discusión expresó: “Sí entregan preservativos en el Caps, pero nos da vergüenza ir a pedir. Todos te miran, todos nos conocemos aquí” (L., de 16 años, mujer). A su vez, otro joven expresó: “Los médicos y docentes deberían guiarnos y acompañarnos en esta etapa, y no hacernos sentir que estamos haciendo algo mal” (R., de 19 años, varón). Una joven manifestó: “Al no tener educación sexual, no sabemos diferenciar lo reproductivo de lo placentero. Por eso estos temas nos generan culpa, vergüenza, miedo, el silencio. Pero no por eso dejamos de tener relaciones sexuales (risas)” (P., de 17 años, mujer).

Resulta fundamental poder establecer negociaciones entre las expectativas de los actores de la comunidad y las expectativas de quien investiga. Esto habilita, por un lado, niveles más profundos de investigación y, por otro, satisfacer necesidades propias de la comunidad que van más allá de lo que al investigador le interesa “conocer”.

Tercer momento

Con el trabajo de desgravar las conversaciones y entrevistas realizadas, y a la par realizar el diario de campo donde vuelco observaciones, notas, registro de movimientos corporales, etc., surgen nuevos interrogantes y se abren nuevos sentidos al estilo de rizomas que se van ramificando. Me pregunto: ¿Qué nuevas preguntas puedo hacer? ¿Qué efecto “sorpresa” encontré en mi acercamiento al campo? ¿Cuáles son los datos recurrentes y convergentes? ¿Qué aspectos pasé por alto? ¿Por dónde debería seguir buscando? Poder reconocer las sedimentaciones de sentido, las intertextualidades, nos permitió abrir el objeto de estudio a nuevas dimensiones. Se trata de no “huir” de las contradicciones aparentes o de los múltiples sentidos que pudieran emerger. Por ejemplo, de lo enunciado por las juventudes sobre el ejercicio propio de su sexualidad en comparación con los discursos de trabajadores/as de salud y/o de referentes comunitarios adultos sobre el mismo tema. La complejidad de sentidos y la diversidad de objetos empíricos que fuimos incorporando nos plantearon una serie de interrogantes en torno a los modos de articular esos análisis con las hipótesis teóricas con las que comenzamos el proceso, abriendo la posibilidad de revisarlas. En este sentido, entendemos que el trabajo en el campo requiere de cierta actitud de incomodidad recursiva y de problematización permanente, entendida como la disposición a no sentirse plenamente a gusto con las evidencias.

Finalmente, fue posible agrupar y ordenar las expectativas propias y ajenas, y ubicar a modo de brújula orientativa, no de receta cerrada, áreas que orientan las conversaciones y entrevistas con los distintos grupos de actores comunitarios.

Así, con respecto a los/as jóvenes, fue clave estar atenta a escuchar qué piensan/sienten sobre sus cuerpos, sexualidades, derechos, sus proyectos de vida, sus relaciones interpersonales con pares y con adultos de la comunidad, como así también cuáles son sus miradas y experiencias sobre embarazos, maternidades y paternidades adolescentes. Observar cuáles son sus espacios de referencia y de qué forma se vinculan con las instituciones de salud. Además, conocer qué conocimiento tienen sobre marcos normativos que amparan el acceso a sus derechos sexuales y reproductivos en tanto jóvenes y adolescentes (por ejemplo, sobre la Ley de salud sexual y procreación responsable o sobre la Ley de educación sexual integral).

En cuanto a los adultos y referentes de la comunidad, escuchamos sobre sus significaciones y las narrativas que ellos tienen sobre los modos de ser adolescente y joven, y los modos en que estos ejercen su sexualidad; a la vez observar la mirada de los adultos sobre los embarazos, maternidades y paternidades adolescentes. Por último, en las entrevistas a los/as trabajadores/as de salud indagamos sobre significaciones que tienen sobre las juventudes, los servicios que brindan a los mismos, las consultas que reciben de los mismos, si existen estrategias y modelos de abordaje que implementados con adolescentes sean diferentes con el resto de los usuarios de salud. También se indagó sobre el conocimiento de los marcos normativos en salud sexual (Ley de salud sexual y procreación responsable, Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, Ley de identidad de género, Ley de interrupción voluntaria del embarazo) y sobre los modos de implementación de las mismas.

Consideraciones finales

A lo largo de este escrito hemos intentado plasmar a través del relato de la experiencia de campo, las acciones realizadas y las reflexiones despertadas por el desarrollo de una investigación sobre el acceso a derechos sexuales y reproductivos en comunidades indígenas de la provincia de Tucumán. El acento estuvo en intercambiar y compartir nuestros aprendizajes, experiencias y vivencias suscitadas en torno al trabajo de campo para el desarrollo de una investigación más amplia y aún en curso. En conclusión, consideramos que, en ciencias sociales, en el trabajo con subjetividades y prácticas sociales resulta artificial la subdivisión cerrada en categorías o etapas de la investigación, por ello apelamos al recurso del relato, a modo de sistematización del proceso de investigación-acción, el que no fue lineal ni estuvo exento de contradicciones y conflictos.

A su vez, encontramos en la reflexividad sobre la experiencia, una estrategia que nos incluye como investigadoras e incluye también las preguntas que nos hemos ido formulando como parte de la construcción del conocimiento. Esto es valioso, ya que posibilita cambios en el enfoque y los modos prácticos de realización de la tarea de investigar, es decir, tiene efectos en la praxis. En definitiva, la reflexión metodológica nos llevó a reposicionarnos frente al campo y sus actores, recuperando sus expectativas y necesidades como asuntos clave en el proceso de investigación.

Material suplementario
Bibliografía
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Notas
Notas
[1] Recibido 21/03/2023. Aceptado 09/10/2023.
[2] Becaria doctoral Conicet. Docente en la Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Tucumán. Contacto: milagros.arganaraz@hotmail.com
[3] Se trata de una investigación más amplia, en el marco del desarrollo de una beca doctoral Conicet (2020-2026) dirigida por la Dra. Alejandra Golcman.
[4] La perspectiva interseccional, como la propuso Kimberlé Crenshaw hacia fines de la década de 1980, es un sistema complejo de estructuras de opresión que son múltiples y simultáneas. Esta confluencia de situaciones expone a los sujetos, en mayor o menor medida, a vulneraciones en el acceso a derechos.
[5] El trabajo de campo comenzó a fines de 2020 (con algunas entrevistas remotas dada la contingencia de la pandemia de covid-19) y continúa en la actualidad.
[6] La mesa es coordinada por el psicólogo Martín Vizgarra.
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