

Artículos Libres
Karl Mannheim en Argentina. Apropiaciones y usos de Miguel Figueroa Román, Gino Germani y Juan Carlos Agulla (1940-1966)[1]
Karl Mannheim in Argentina. Appropriations and uses of Miguel Figueroa Román, Gino Germani and Juan Carlos Agulla (1940-1966)
De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN-e: 2250-6942
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 19, 2023
Recepción: 14 Diciembre 2022
Aprobación: 10 Mayo 2023
Resumen: La recepción de Karl Mannheim en América Latina comenzó hacia la década de 1940, cuando empezaron a circular en la región las traducciones del Fondo de Cultura Económica. En Argentina, existieron varios hermeneutas entre ese momento y mediados de la década de 1960 que utilizaron al autor de diferentes maneras, de acuerdo a sus propios proyectos intelectuales. Así, Miguel Figueroa Román en Tucumán, Gino Germani en Buenos Aires y Juan Carlos Agulla en Córdoba fueron algunos de sus principales receptores e intérpretes. Este trabajo reconstruye sus orígenes sociales y trayectorias, buscando una explicación sociológica de las apropiaciones y usos del autor.
Palabras clave: Mannheim, recepción, Argentina.
Abstract: The reception of Karl Mannheim in Latin America began around the 1940s, when the translations of the Fondo de Cultura Económica began to circulate in the region. In Argentina, there were several hermeneutics between that time and the mid-1960s who used the author in different ways, according to his own intellectual projects. Thus, Miguel Figueroa Román in Tucumán, Gino Germani in Buenos Aires and Juan Carlos Agulla in Córdoba were some of his main receptors and interpreters. This work reconstructs his social origins and trajectories, seeking a sociological explanation of the appropriations and uses of the author.
Keywords: Mannheim, reception, Argentina.
Introducción
La sociología alemana comenzó a gozar de cierta aprobación entre el público argentino a mediados de la década de 1920. En esta época, los sociólogos alemanes ingresarían al universo de lecturas locales a partir de las traducciones al castellano de la Revista de Occidente, emprendimiento dirigido por José Ortega y Gasset, de gran difusión en la región. Entre 1924 y 1935, esta empresa editorial daría a conocer a los lectores hispanoparlantes títulos de Georg Simmel, Max Scheler, Othmar Spann, Ferninand Tönnies y Werner Sombart, entre otros (Blanco, 2007). Sin embargo, Karl Mannheim no se encontraba entre los autores traducidos en estos años, siendo recién hacia la década de 1940 que su nombre comenzaría a circular en el ámbito local como producto de las ediciones del Fondo de Cultura Económica[3].
Según Blanco (2009), la obra de Mannheim cobró importancia en América Latina en este momento por dos razones: por un lado, debido a la difusión de las traducciones mencionadas por parte de la editorial mexicana, que se había nutrido de importantes intelectuales españoles exiliados de la Guerra Civil; y, por otro, en razón de la emergencia de agentes renovadores de las ciencias sociales, particularmente de la sociología, siendo José Medina Echavarría, Florestan Fernandes y Gino Germani los más importantes.
No obstante, cuando se amplifica el foco de análisis en el caso argentino, puede encontrarse que Mannheim no sólo fue leído por agentes interesados en actualizar las ciencias sociales. Varios practicantes de la llamada “sociología de cátedra”, es decir, abogados que hacían de la cátedra un apéndice honorífico de sus menesteres principales, y cuya práctica estaba centrada en la divulgación de conocimientos antes que en la aproximación empírica a la realidad social, también se hicieron eco de la obra del sociólogo nacido en Budapest[4].
Más aún, quienes suelen contraponerse en las investigaciones sobre la transición de la “sociología de cátedra” a la “sociología científica”, Alfredo Poviña[5] y Gino Germani, no muestran diferencias sustantivas en sus referencias teóricas. Por lo tanto, las desavenencias que pudieran encontrarse en torno a la interpretación de una obra deben explicarse por las propiedades sociales de los agentes receptores y las condiciones en las que realizaron el acto receptivo, las que orientaron las apropiaciones y usos posteriores.
Como también ha subrayado Blanco (2021), si la literatura sociológica que conocieron Poviña y Germani es más o menos la misma en términos de los repertorios bibliográficos, ¿cómo es que tenían ideas de sociología y prácticas tan diferentes como sociólogos? “La respuesta está en las ‘mediaciones’ sociales que intermedian esas prácticas de lectura, esos actos de apropiación, y que afectan tanto la forma como el contenido de las ideas” (Blanco, 2021, p. 30). Por esta razón, una teoría foránea importante en el medio local puede contar con un número elevado de intérpretes y, por lo tanto, mostrar múltiples apropiaciones y usos. En consecuencia, más que un vector teórico de la modernización de las ciencias sociales, Mannheim aparece fragmentado en un mosaico de recepciones que sólo serían comprensibles a través de un estudio sociológico comparado.
Tomado en cuenta este recaudo, el trabajo se propone estudiar las exégesis mannheimianas de algunos sociólogos representativos de la mencionada renovación. Por orden cronológico, se estudian las recepciones realizadas por Miguel Figueroa Román en Tucumán, Gino Germani en Buenos Aires y Juan Carlos Agulla en Córdoba, entre mediados de la década de 1940 y la de 1960. De esta manera, se abordarán sus trayectorias sociales, inserciones institucionales y producción de ideas, atendiendo a sus interpretaciones de Mannheim. El concepto de recepción utilizado supone que en el proceso de apropiación y usos de ideas no sólo entran en juego las interpretaciones de los agentes, sino también una serie de mediaciones que comprometen el sentido de un texto, entre las que se destacan las propiedades sociales de los sujetos que realizan la recepción, quienes a su vez forman parte de diversas instituciones y tienen intereses en “direccionar” la lectura de los autores foráneos (Bourdieu, 1990; Dotti et al., 2009).
Este trabajo no pretende ser exhaustivo y tiene en cuenta que pueden aparecer nuevas referencias que modifiquen la interpretación realizada. De lo que se trata, es de rastrear qué papel jugó Mannheim en la sociología argentina durante los años caracterizados por la transición de las viejas “sociedades de laissez faire” hacia las “sociedades planificadas”. El punto de corte viene dado por la declinación del proyecto cientificista, en coincidencia con la emergencia de las sociologías nacional/peronista y marxista, que adquirieron una importante visibilidad en las universidades locales entre finales de los años 60 y comienzos de los 70 (Blanco, 2006).
Miguel Figueroa Román y Karl Mannheim: planificación democrática y regional
Las apropiaciones y usos de la sociología mannheimiana por parte de Miguel Figueroa Román (1901-1963) remiten a dos elementos contextuales. Por un lado, su participación en instituciones que impulsaron la planificación regional y que, al mismo tiempo, fueron ajenas a la injerencia del gobierno peronista y, por el otro, un ambiente intelectual que, aún con una predilección por la sociología alemana, buscaba la conciliación entre ciencias de la naturaleza y del espíritu.
Durante la década de 1940, la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) logró materializar un proyecto que armonizaba docencia e investigación en el ámbito de las humanidades, en el que jugó un rol importante el arribo de investigadores europeos exiliados como Lorenzo Luzuriaga, Renato Treves y Rodolfo Mondolfo. A su vez, en 1939 se había creado un Departamento de Investigaciones Regionales, donde se estableció un Instituto de Investigaciones Económicas, Sociológicas y Financieras. Un año después, este instituto cambió su nombre y se convirtió en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociológicas (IIES), dividido en dos secciones: Sociología y Economía. En el marco de estas transformaciones institucionales e intelectuales, el IIES surgió como una alternativa para pensar los problemas de la planificación desde una perspectiva regional (Pereyra, 2012).
En estos años, si bien el ingeniero Iván Fontana fue designado director del IIES, el área de Sociología quedó a cargo del sociólogo italiano Renato Treves (1907-1992), que contó con Figueroa Román como asistente. Treves había llegado a Tucumán en 1939 luego de pasar por Montevideo y Buenos Aires, y fue profesor de sociología en las facultades de Derecho y Ciencias Sociales y de Filosofía y Letras de la UNT hasta 1948, cuando pudo retornar a Italia. Evidentemente, no le resultó tolerable la política universitaria del peronismo, a pesar de que las intervenciones y cesantías sufridas por cientos de docentes de otras universidades no se replicaron en la UNT y el IIES, los que se mantendrían como espacios “liberales” ajenos a estas intrusiones del gobierno.
Treves era un autor afín a la sociología alemana y su formación estaba emparentada con la sociología del derecho (sobre la que publicó varios libros a lo largo de su vida) y no contaba con vínculos con la investigación empírica (Dorado, 2017). Ejemplo de esto es su primer libro publicado en Argentina, Sociología y filosofía social (1941), donde proponía como objetivo contrastar las dos direcciones de la sociología de la época, es decir, la “tendencia científica, natural, experimental, por un lado; y la tendencia filosófica, metafísica y espiritual, por el otro” (Treves, 1941, p. 15) o, lo que es lo mismo, las sociologías francesa y alemana. Los miembros de la segunda corriente se llevaban la mayor parte del trabajo, ya que sólo el primer capítulo estaba dedicado a autores franceses (Comte, Durkheim y Bouglé, principalmente) y los siguientes tres a alemanes (Tönnies, Simmel, Vierkandt, Freyer, Husserl, entre otros).
Sin embargo, en las conclusiones Treves (1941) recuperaba con entusiasmo la obra de Max Weber, la que resultaba “irreductible a direcciones y a sistemas fijos”. Weber contribuía a comprender “con toda claridad, el hecho de que la sociología ocupe un puesto particular que no pertenece a las ciencias naturales ni tampoco a las históricas” (Treves, 1941, p. 116), debido a que el método de la comprensión tenía que integrarse a la explicación causal. A su modo, Treves realizaba una interpretación de la sociología weberiana similar a la de Germani, en tanto ambos intentaban una superación del dualismo entre ciencias naturales y ciencias del espíritu, aunque en el caso del último esto se lograba a través de la metodología de los tipos ideales (Blanco, 2007).
En este contexto de modernización institucional de la UNT, y de un marco favorable para las ideas del mundo germano, Figueroa Román mostrará su acercamiento a la sociología mannheimiana. Como ha señalado Pereyra (2012, p.117), la biografía de Figueroa Román “es tan desconocida como incompleta”, aunque es posible reconstruir sus datos más relevantes. Nacido en Tucumán en 1901, se recibió de abogado y luego de doctor en Derecho y ciencias sociales en la Universidad Nacional de Córdoba en 1925. Después, trabajó como defensor de pobres y asesor de menores (1926-1928), agente fiscal (1929-1930) y juez en lo civil y comercial (1930-1943) en Tucumán (Kraft, 1955).
Durante la década de 1930, Figueroa Román realizó viajes a Estados Unidos y Europa y fue uno de los pocos intelectuales argentinos que visitó tanto Moscú como Washington antes de la Segunda Guerra Mundial, por lo que podía comparar la experiencia del New Deal y los planes quinquenales de la Unión Soviética. Esta especialización en economía e investigación social le posibilitó hacerse cargo del IIES entre 1943 y 1944. Luego, fue nombrado profesor extraordinario de sociología en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en 1948 y, simultáneamente, ejerció la dirección del Instituto de Sociografía y Planeación.
En 1946 daría a conocer su libro más importante, Planificación y sociografía (1946), donde describía el proceso de transición del capitalismo del siglo XIX, que “se caracteriza por el auge de la política individualista que se ha dado en llamar ‘laissez faire’” (Figueroa Román, 1946, p. 29), a la economía planificada de la segunda posguerra. En ese momento, existían tres opciones para emprender la reconstrucción económica: la planificación comunista, la planificación fascista y la planificación democrática. La primera era impuesta desde una burocracia centralizada y la segunda se ligaba a un proyecto político totalitario, siendo entonces la última la única alternativa que conciliaba libertad y planificación. En este sentido, el modelo norteamericano debía guiar la reorientación de la economía.
Según Figueroa Román (1946, p. 77),
el análisis de la planificación democrática debe ser hecho, necesariamente, en los Estados Unidos de Norteamérica, donde los principios de su organización política, de su gobierno popular y representativo, no han sido obstáculo para que la planificación se desarrollara como un poderoso movimiento de opinión, para que se elaborara al respecto una técnica precisa y eficaz y para que los poderes públicos utilizaran esa técnica en su gestión administrativa.
Figueroa Román aspiraba a integrar sociografía, sociología y planificación. En sus palabras, la planificación “tiene que ser obra de equipos técnicos especializados en cada una de las materias a estudiar, llevándose las conclusiones a un organismo central para su necesaria coordinación” (Figueroa Román, 1946, p. 40). Aquí ingresaba la sociología, que poseía una “visión integral” de los fenómenos sociales. Por lo tanto,
sólo el sociólogo puede asumir en el equipo la función coordinadora de los distintos especialistas, ingenieros, arquitectos, economistas, higienistas, agrónomos, juristas, etc., que tienen a su cargo las tareas específicas, tanto en los estudios previos como en la concepción de los planes correspondientes a sus respectivos sectores. (Figueroa Román, 1946, p.10)
En resumen, la investigación sociológica debía convertirse en una herramienta que orientara las políticas públicas de los gobiernos, una vez dejadas en el pasado las sociedades de libre mercado. Aquí es donde aparecía el Mannheim de Libertad y planificación social, cuando señalaba que se estaba experimentando “un cambio radical de estructura” que requería una “planificación democrática”, para evitar los peligros que la crisis podía desatar en las sociedades occidentales, es decir, la dictadura, el conformismo o la barbarie (Figueroa Román, 1946, p. 16).
De esta manera, Mannheim ingresa en el proyecto de investigación sociográfica de Figueroa Román, que estaba emplazado en la ideología de la posguerra. Una vez superado el laissez faire, y para evitar caer en los peligros del autoritarismo, la planificación democrática se volvía un imperativo de la hora. Figueroa Román ofrecía así un programa de planificación racional que mantenía distancia de la planificación peronista, en tanto esta última se trataba de “un proyecto teórico sin ninguna base empírica; problema que se podría solucionar a través del programa de investigación social que él ofrecía” (Pereyra, 2012, p. 127).
Como producto de la experiencia de haber conocido de primera mano el caso estadounidense, de la autonomía institucional de Tucumán frente al gobierno nacional, y un panorama favorable a las ideas de la sociología alemana construido por su antecesor en el IIES, Renato Treves, Figueroa Román mostraba un perfil de experto en sociología con vocación por la neutralidad valorativa. En los años posteriores, el énfasis en la síntesis y convergencias de saberes organizados por los sociólogos se amoldará a los proyectos de desarrollo provincial y regional propuestos por el mismo autor (por ejemplo, Figueroa Román, 1948; Figueroa Román y Maulet, 1949).
Gino Germani y Karl Mannheim: sociología reconstructiva, democratización fundamental y planificación democrática
Gino Germani fue un autor polifacético que, en la actualidad, cuenta con un volumen tal de trabajos dedicados a su obra y trayectoria que prácticamente lo han convertido en un objeto en sí mismo[6]. Germani nació en Roma en 1911 y llegó a Argentina con 23 años en 1934, exiliado del fascismo italiano. Cursó estudios de filosofía en la Universidad de Buenos Aires (1938-1944), donde comenzó a colaborar con el Instituto de Sociología a comienzos de la década de 1940. Luego de su distanciamiento de la universidad durante la década peronista (1946-1955), se hizo cargo de Introducción a la Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA para después fundar el Departamento y la Licenciatura en Sociología en 1957 en la misma institución. Se alejó de la UBA en 1963, pero permaneció en Argentina hasta 1966, cuando emigró a los Estados Unidos.
Los años más estudiados de su trayectoria corresponden al período posperonista, cuando Germani se inserta en una institución en pleno proceso de renovación como la Universidad de Buenos Aires. Este momento supuso una ruptura con un pasado precientífico y tradicional de la práctica sociológica en Argentina, haciéndose palpable la posibilidad de una refundación disciplinar. Este fue un contexto extremadamente favorable para el desarrollo de la sociología, ya que las expectativas públicas sobre el impulso al desarrollo y la planificación social cobraban peculiar fuerza, convirtiéndose Germani en el agente social con las características apropiadas para capitalizar las demandas sociales (Blois, 2018).
Según la periodización que propone Delich (1977, p. 46), pueden distinguirse tres períodos de la obra germaniana. El primero abarca desde los años 40, cuando comienza sus contribuciones en el Instituto de Sociología, hasta la publicación de Estructura social de la Argentina en 1955. El “segundo Germani” comprende los años en que se hace cargo de la dirección del mencionado instituto, funda la carrera de sociología y el Centro de Investigaciones Sociológicas del Instituto Torcuato Di Tella, impulsa la Revista Latinoamericana de Sociología y culmina a mediados de la década de 1960. El tercer momento empieza en 1966, con su radicación en Harvard donde, según Delich, Germani se distancia del funcionalismo parsoniano.
Sin embargo, como producto de los desplazamientos teóricos del autor, este apartado tomará otra periodización y se concentrará en el período 1945-1960. Se intentará demostrar la importancia de Mannheim en estos años para la formulación de la “sociología científica”, ya que desde finales de la década de 1950, el sociólogo alemán va perdiendo su lugar de forma acentuada en los escritos germanianos, mientras el funcionalismo adquiere preeminencia. La “conversión” de Germani al funcionalismo tendrá lugar en 1962 con la publicación de Política y sociedad en una época de transición (Blanco, 2003), siendo esta la versión más conocida del autor.
Según Irving Horowitz (2004, p. 14), profesor estadounidense invitado por Germani para dictar cursos en la UBA, el sociólogo italiano tenía sus mayores afinidades “con la tradición alemana de Max Weber y Karl Mannheim”. Esta posición coincide con la de Antonio Vitiello (1992, p. 61), quien sostuvo que la teoría germaniana no hunde sus raíces “en la tradición sistemática, que en los años sesenta quería decir Parsons, sino más bien en esa sociología histórica como podría entenderla hoy un Mannheim”.
Entonces, si bien Germani fue un autor ecléctico que utilizó una pluralidad de autores de distintas tradiciones en función de sus problemas intelectuales, puede afirmarse que hasta 1960 estuvo más influido por Mannheim que por otros autores. Esto se debe a que Mannheim era quien mejor podía explicar los dos problemas principales que la “transición” traía aparejados y que Germani intentaba resolver: por un lado, la constitución de una “sociología científica”, que suponía la unificación de las distintas perspectivas del saber social (las “ciencias sociales reconstructivas”), y, por otro, el pasaje del ejercicio autoritario de la política en la sociedad tradicional a la planificación democrática en la sociedad industrial o “de masas”.
Durante esta etapa (1945-1960), los textos mannheimianos de referencia para Germani fueron Man and society in an age of reconstruction (1940)[7], Ideología y utopía (1941) y Diagnóstico de nuestro tiempo (1944), de los que recuperaría las ideas arriba señaladas. De esta manera, ya desde el prólogo a El miedo a la libertad, de Erich Fromm, Germani daba cuenta que, como consecuencia de una ampliación del dominio de la racionalidad en las sociedades modernas, la sociología pasaba a formar parte de un conjunto de ciencias sociales integradas y unificadas y que cobraba relevancia la planificación social. Por lo tanto, tenía lugar “una progresiva extensión tanto de la previsión como del ejercicio efectivo del dominio en esferas cada vez más vastas, y la posibilidad de regular deliberadamente las interrelaciones entre los distintos elementos sobre los cuales se extiende el dominio mismo” (Germani, [1947]2006, p. 110).
Poco después, en “El estudio integral de las comunidades” (1950), artículo posteriormente compilado en La sociología científica (1956), Mannheim sería referencia con relación a la propuesta “reconstructiva” de la sociología, es decir, a la unificación de métodos y aportes de distintas ciencias sociales que, en la época de la planificación, debían superar el saber fragmentario. La “sociología reconstructiva” supone que para estudiar una institución se debe enfocar a la vez los distintos puntos de vista que presiden las diferentes ciencias especiales. Esto es una integración que, dice Mannheim, es “algo bien distinto de la síntesis del encuadernador, que simplemente reúne en un volumen los diversos trabajos de diferentes estudiosos” (Germani, 1950, p. 315).
El propio Germani realiza una operación teórica de articulación de autores en este mismo libro, cuando señala que estas ideas mannheimianas
hallan en Comte una muy clara formulación, del mismo modo que en Mill […] responde a la exigencia de la integración reconstructiva con sus principia media, solución ésta tan próxima a los actuales planteamientos, que Mannheim retomó esa misma denominación aunque alterando en algo su significado metodológico. (Germani, 1956a, p. 44)
Otros capítulos del mismo volumen, como “Un esquema unitario para las ciencias sociológicas”, también enfatizan la necesidad de síntesis de las ciencias sociales, motivo por el que se requiere trabajar con “una rigurosa metodología científica; nos referimos a la sociología reconstructiva cuyos fundamentos fueron formulados por K. Mannheim” (Germani, 1956a, p.64). Más adelante, en “Relacionismo y método reconstructivo en Karl Mannheim”, se plantea que se deben investigar la realidad social “sobre un nuevo plano de tipo integrador”, que supere “el fragmentarismo de las disciplinas especiales”. De esta manera, el “conocimiento total” alcanzado equivale a la propuesta de la sociología del conocimiento de Mannheim (Germani, 1956a, p. 71). De nuevo, esta exigencia de integración “nació con Comte bajo el signo de la síntesis”, aunque es Mannheim a quien “se debe el más hondo planteo de este problema” (Germani, 1956a, p. 77)[8].
Sin embargo, Germani también se interesó por otros aspectos de los análisis de transición de Mannheim. Por ejemplo, recurrió al concepto de “crisis de la estimativa” (Germani, 1956b, p. 83) para explicar los “conflictos de opiniones” propios de las sociedades modernas, donde cobra relevancia la noción de “opinión pública”. Esta misma idea es planteada en Estructura social de la Argentina, donde se recalca la importancia de las clases bajas (media inferior y populares) en la formación de la opinión pública en “la actual época de ‘democracia de masas’ (según la terminología y el significado que le asigna K. Mannheim)” (Germani, [1955]1987, pp. 202-203).
Esto se enlaza con otro concepto importante de Mannheim, es decir, la “democratización fundamental” (el ingreso de las masas a la vida política), cuestión emparentada a su vez con la problemática de la racionalización. Como señaló Blanco (2006, pp. 141-142), Mannheim recurre a la distinción entre “racionalidad funcional” (proceso mecánico donde cada persona posee una posición y función asignadas) y “racionalidad sustantiva” (capacidad de captar una situación y adaptarla a fines conscientes), sobre la que Germani vuelve en el prólogo a La libertad en el Estado moderno, de Harold Laski. Aquí se indica que, frente al peligro del ascenso de la “racionalidad funcional” en las sociedades donde predomina el laissez faire, y como alternativa a los regímenes totalitarios, la planificación democrática es “la única respuesta adecuada a esa amenaza, pues no solamente no destruye la libertad, en su significado eterno, sino que crea las condiciones de su ulterior desarrollo” (Germani 1956b, p. 39).
Aparecen así los dos aportes fundamentales de Mannheim al problema germaniano de la transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial. Por un lado, el concepto de “sociología reconstructiva” provee un insumo teórico para la superación del saber fragmentario en ciencias sociales y la posibilidad de constituir un saber científico unificado, es decir, lo que Germani denominará “sociología científica”. Por otro, la transición también implica la incorporación de las masas a la vida política, siendo la noción de “democratización fundamental” la que describe dicho proceso y, como consecuencia, la necesidad de una “planificación democrática” de este nuevo tipo societal, producto de la expansión de la racionalidad de la acción.
El éxito de Germani en esta empresa se debe a que logró adaptar sus formulaciones a las complejas condiciones en las que se desenvolvió la transformación de la sociología argentina. Así, la “sociología científica” disputó el sentido de la disciplina a los “sociólogos de cátedra”, amoldándola a la matriz de las ciencias positivas basadas en la verificación empírica, aspecto inexistente en la vieja “sociología de cátedra” (Blanco, 2006). Al mismo tiempo, ligó la modernización de la sociedad a la construcción de un sistema político de “participación total” democrático, es decir, que suponía el abandono del autoritarismo de las clases populares (i.e. desperonización), cuando él contaba con un pasado de militancia antifascista y el peronismo era interpretado en esa clave por los “vencedores” de 1955 (Germani, 2004).
Juan Carlos Agulla y Karl Mannheim: democratización fundamental
La reconstrucción de la trayectoria de Juan Carlos Agulla (1928-2003) presenta ciertas dificultades debido a que, con excepción de algunas referencias parciales (Caracciolo, 2010; Chamorro, 2007, entre otros), su vida y obra han sido poco estudiadas. De hecho, la mayoría de sus datos se conocen por su autobiografía (Agulla, 1997), por lo que existe el riesgo de caer en la “ilusión biográfica”, que supone instituir una identidad social duradera por el sólo hecho de que un agente se ubica siempre bajo el mismo nombre. Por lo tanto, lo que aquí se hará es una reconstrucción de los datos más importantes de esa trayectoria, entendiéndola como “la serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente” (Bourdieu, 2011, p. 127), buscando comprender los lazos establecidos con la obra de Mannheim.
Agulla nació en Córdoba en 1928 y fue el mayor de seis hermanos de una de las familias de la aristocracia doctoral de la ciudad. Cursó estudios en el colegio Monserrat e ingresó en la carrera de abogacía de la Facultad de Derecho de Córdoba en 1946, donde se recibiría tres años después. En 1950, el Instituto de Cultura Hispánica le concedió una beca por un año para estudiar en Madrid, donde realizó cursos de doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central y en el Instituto de Estudios Políticos. En este ámbito nació su interés por el comportamiento humano, consagrando su primera tesis doctoral al pensamiento sociopolítico del siglo XVIII.
En 1953 se instaló en Alemania, donde tomó cursos con Alfred von Martin, presentando un trabajo sobre Werner Sombart, y con José Ortega y Gasset, quien lo incentivó a leer a Simmel y Weber. En 1956, Von Martin daría un seminario sobre el proceso de racionalización formal en Weber, que sería un insumo fundamental para su segunda tesis doctoral sobre la sociología del derecho weberiana, redactada en 1958. Al año siguiente decidió de volver a Argentina, por lo que escribió a Germani, entonces director de la carrera de sociología de Buenos Aires y, ante la negativa de este último de aceptarlo como profesor, se adjuntó el consejo de “enseñar Historia de la sociología (según decían sus propias palabras) y en una Universidad del interior y, en especial, la de Rosario” (Agulla, 1997, p.77). Agulla escribió entonces a Poviña, quien le ofreció la posibilidad de dictar una cátedra de Sociología de la educación en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Fue así que en 1959 Agulla ganó por concurso la titularidad de la mencionada cátedra, aunque el retorno a su ciudad natal duró poco tiempo debido a la obtención de una beca de la Unesco para estudiar en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Santiago de Chile. Esta experiencia fue, según el propio Agulla (1997, p. 83),
fundamental en mi formación. Allí adquirí el conocimiento serio y sistemático de la Sociología americana y de la investigación empírica (positivista) […] Y por cierto los grandes nombres del funcionalismo pasaron a ser materia de estudio (Merton, Parsons, Homans, Lazarsfeld, Warner, Malinowski, Mead, etc.), junto al análisis de las grandes investigaciones hechas por la nueva sociología americana tan criticada por Pitirim A. Sorokin y Carl [sic] Wright Mills y la introducción en la estadísticas.
Luego de la experiencia trasandina, retornó a Córdoba y redactó su tercera y última tesis doctoral titulada El descubrimiento de la realidad social: introducción a Comte (1962). Si bien la “sociología de cátedra” era fuerte en el interior del país y especialmente en Córdoba por la presencia de Poviña, aquí Agulla encontró un panorama que auguraba la posibilidad de una renovación sociológica, contando con jóvenes compañeros interesados en actualizar la sociología cordobesa como Eva Chamorro o Adolfo Critto.
A su vez, luego de ganar la beca Guggenheim, tuvo oportunidad de realizar una estadía de estudios en Estados Unidos en el Institute of Latin American Studies durante 1965, donde fue designado visiting scholar sobre temas de sociología de la educación. En esta estadía entabló fructíferas conversaciones con Robert K. Merton, Talcott Parsons y Seymour Lipset, entre otros.
Producto de esta formación, daría a conocer en 1966, junto con Eva Chamorro y Delbert C. Miller, la primera investigación empírica sobre la estructura social cordobesa en el libro De la industria al poder, marcando así un quiebre en la historia de la disciplina en la provincia de Córdoba. Durante los años posteriores se destaca su labor al frente de la Escuela de Sociología para Graduados de la universidad cordobesa, aunque es una experiencia que quedará trunca luego del golpe de Estado de 1976 (Caracciolo, 2010; Chamorro, 2007).
De esta primera etapa agulliana (1959-1966) se aprecia una fuerte impronta de la sociología alemana, y de Weber en particular. La tesis central que se reitera en sus textos es aquella que postula la progresiva racionalización de las esferas de acción de la vida de los hombres en las sociedades occidentales. Por ejemplo, en “Las humanidades en las sociedades en desarrollo”, Agulla (1965, p. 67) sostiene que el proceso de racionalización del conocimiento en ciencias sociales conduce al “desencantamiento del mundo”, verificándose una “correlación del proceso de racionalización del conocimiento y del proceso de racionalización de la realidad social”. También en “El proceso de racionalización en la sociedad contemporánea” resalta los “análisis históricos hechos por Werner Sombart y sobre todo por Max Weber sobre la formación del capitalismo moderno” (Agulla, 1965, pp. 16-17) y señala entre sus consecuencias la “burocratización”, es decir, “la profesionalización y tecnificación de la actividad administrativa y ejecutiva del Estado” (Agulla, 1965, p. 20).
Sin embargo, Agulla también fue atraído por la obra de Mannheim, de quien decía que se trataba, junto a Parsons, de los sociólogos que más se interesaron por la sistematización de la sociología. A su vez, lo mencionaba como uno de quienes reclamaban una tarea de síntesis “bajo la forma de una ‘unificación teórica e integración reconstructiva’ […] a fin de hacer progresar el conocimiento sociológico” (Agulla, 1962, p. 19).
Sin embargo, el concepto de Mannheim que más interesó a Agulla fue el de “democratización fundamental”, apareciendo en sus indagaciones empíricas sobre los procesos de modernización de la ciudad de Córdoba, como por ejemplo en “Aspectos Sociales del Proceso de Industrialización en una Comunidad Urbana”[9](Agulla, 1963, p. 766), donde se enumeran las innovaciones que acontecen en esta ciudad durante los años 1948-1960 como producto de la fuerte inversión en la industria. En el plano político, la “democratización fundamental” aludía a que el viejo lugar del caudillo patriarcalista de las clases altas pasaba a estar ocupado “por el técnico profesional de la política [i.e. nuevas clases medias altas], de tal suerte que, la actividad política para llenar los ‘ocios’, se ha transformado en un modo de vida y en una profesión” (Agulla, 1963, p. 767). Al mismo tiempo, se observaba una mayor participación en las decisiones políticas de dos sectores: el obrero y el femenino.
Este artículo es una versión modificada de una ponencia presentada en 1962 en el Congreso de Sociología de Sonora, México, bajo el título “Problemática de las sociedades en desarrollo industrial”. Aquí, Agulla argumentaba de forma menos elaborada que por “proceso de democratización fundamental” debía entenderse, “simplemente, la mayor participación en la vida política y en las decisiones políticas, sea por la vía de los partidos políticos o sea por la vía de los grupos de presión” (Agulla, 1965, p. 88).
Finalmente, en “El proceso de racionalización en la sociedad contemporánea”, Agulla (1965, p. 18) recupera algunos aspectos que “actúan como factores de incentivación al proceso de racionalización” del Estado moderno, entre los que se menciona no sólo la “democratización fundamental”, sino también, y como consecuencia de la profesionalización del político, “una tendencia necesaria del gobierno de buscar la planificación democrática, según la expresión de Mannheim” (Agulla, 1965, p. 19).
Estas reconstrucciones muestran que Mannheim fue un autor que Agulla tuvo en cuenta para pensar el proceso de modernización de la sociedad cordobesa, aunque ocupa un lugar secundario en comparación con las formulaciones weberianas. Esto es, si la “democratización fundamental” es un rasgo distintivo de las sociedades modernas, en Agulla resulta un hecho derivado del proceso de racionalización. De la misma manera, la “planificación democrática” es una consecuencia de la profesionalización de los políticos que, a su vez, también deviene posible a partir de la racionalización de las sociedades occidentales.
Agulla llega entonces a Mannheim impulsado por su formación en Alemania, pero también, y fundamentalmente, debido a su estancia de estudios en Flacso Chile. Haber conocido las modernas técnicas de investigación sociológica le posibilitó la realización de las primeras investigaciones empíricas sobre la ciudad de Córdoba y su proceso de modernización. En este sentido, fue a través del prisma de Mannheim que pudo dar cuenta de uno de los aspectos centrales que dicho proceso implicaba: una mayor participación de las clases populares en la toma de decisiones políticas.
Conclusiones
Mannheim fue un autor importante en el proceso de transición de la práctica sociológica de la primera a la segunda mitad del siglo XX en Argentina. Sin embargo, producto de las “mediaciones sociales” de los agentes receptores, es decir, de sus dispares orígenes y trayectorias sociales, inserciones institucionales y problemas intelectuales, las apropiaciones y usos del autor resultaron diversas.
En Tucumán, el proyecto de planificación regional de la UNT y el contexto propicio para la recepción de ideas provenientes del mundo alemán jugaron a favor de la lectura realizada por Miguel Figueroa Román. En búsqueda de renovar la labor iniciada en el IIES por Renato Treves, este autor encontró en la sociología mannheimiana la posibilidad de hacer coincidir sociografía, sociología y planificación. A su vez, el modelo de quehacer sociológico provisto por Mannheim sirvió al sociólogo tucumano para sus trabajos en torno al tipo de sociedad naciente de la posguerra, así como para justificar las posteriores aplicaciones prácticas de la planificación regional durante el segundo lustro de la década de 1940.
En Buenos Aires, entre mediados de la década de 1940 y finales de la de 1950, Gino Germani muestra una importante recepción de la obra mannheimiana. Si tomó el modelo de transición de la sociedad tradicional a la moderna de autores como Tönnies y Durkheim, en dicho proceso de cambio social enfatizó dos elementos centrales: por un lado, la transformación en la forma de concebir y practicar la sociología y, por el otro, el pasaje del ejercicio autoritario de la política a la democracia.
De allí que otros autores de peso para la teoría sociológica, como Weber, Parsons, Merton y otros, fueran subsidiarios de Mannheim, quien propuso los dos postulados fundamentales que mejor se ajustaban a los problemas de la mentada transición: las ciencias sociales reconstructivas y la planificación democrática. Como se ha dicho, con posterioridad se haría palpable un alejamiento de la sociología alemana y un crecimiento de las referencias a la sociología funcionalista, siendo este último el Germani más divulgado en el medio local.
En Córdoba, finalmente, lo que se observa en Germani con relación a Mannheim y Weber muestra una inversión en las primeras publicaciones sociológicas de Juan Carlos Agulla. De este modo, el sociólogo cordobés parte de la tesis weberiana de la racionalización de las sociedades occidentales, constituyéndose en el telón de fondo de todos los fenómenos sociales que estudia a lo largo de sus trabajos: clases sociales, movilidad social, familia, industrialización, urbanización, etc. Esta premisa es luego complementada con algunas ideas de Mannheim que resultan una consecuencia fundamental de esa racionalización la ciudad de Córdoba: la democratización fundamental.
En definitiva, puede apreciarse que cada uno de los agentes sociales receptores de la sociología mannheimiana adaptaron a sus proyectos intelectuales algunas de las ideas centrales del autor. Por lo tanto, Mannheim resulta un sociólogo axial para pensar la constitución de las prácticas sociológicas locales en el pasaje de la primera a la segunda mitad del siglo XX. Queda pendiente para una futura indagación un estudio comparativo con los denominados “sociólogos de cátedra” mencionados en este trabajo, a fin de comprender las diferencias en las apropiaciones realizadas por unos y otros.
Bibliografía
Agulla, J. C. (1962). Estructura y Función. Universidad Nacional Autónoma de México.
_____ (1963). Aspectos sociales del proceso de industrialización en una Comunidad Urbana (Meditaciones sociológicas sobre la Ciudad de Córdoba).Revista Mexicana de Sociología, 25(2), 747-772.https://bit.ly/3HVHPre
_____ (1964). Teoría sociológica. Universidad Nacional Autónoma de México.
_____ (1965). Razón y sociedad. Universidad Nacional de Tucumán.
_____ (1997). Tiempos de cambio. Editorial de Belgrano.
Blanco, A. (2003). Política, modernización y desarrollo: una revisión de la recepción de Talcott Parsons en la obra de Gino Germani. Estudios sociológicos, 21(63) 667-699.https://bit.ly/4335wWL
_____ (2006). Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina. Siglo XXI.
_____ (2007). La temprana recepción de Max Weber en la sociología argentina (1930-1950). Perfiles Latinoamericanos, 30, 9-38.https://bit.ly/42rYR8k
_____ (2009). Karl Mannheim en la formación de la sociología moderna en América Latina. Estudios sociológicos, 27(80), 393-431.https://bit.ly/42qh32i
_____ (2021). ¿De qué hablamos cuando hablamos de historia de las ideas o historia intelectual? Perspectivas Metodológicas, 21, 27-34.https://bit.ly/3pt9euf
Blois, J. (2018). Medio siglo de sociología en la Argentina. Ciencia, profesión y política (1957-2007). Eudeba.
Bourdieu, P. (1990). Intelectuales, política y poder. Eudeba.
_____ (2011). La ilusión biográfica. Acta Sociológica, 56, 121-128. https://bit.ly/3NTKkOu
Bruera, J.J. (1950). Estudios de filosofía del derecho. Rosario.
Caracciolo, A. (dir.) (2010). ¿Sociología? Entre letrados y otras yerbas: itinerarios de la sociología en Córdoba [1930-1980]. Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales.
Chamorro, H. (2007). Un siglo de sociología en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Cuadernos de Historia, 17, 22-58.
Delich, F. (1977). Crítica y autocrítica de la razón extraviada. El Cid.
Díaz, D. (2013). La trayectoria del sociólogo Alfredo Poviña luego de la derrota frente a Gino Germani (1955-1983). Transformaciones políticas-culturales en la argentina pos peronista y el desarrollo del campo sociológico en Córdoba. X Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. https://bit.ly/3ptZhMW
Dorado, C. (2017). Las huellas de Renato Treves en Argentina: Reflexiones desde la sociología Jurídica. Revista de la Facultad de Derecho, 8(1),243-254.https://bit.ly/42qOd1A
Dotti, J., Blanco, A., Plotkin, M. y García, L. (2009). Encuesta sobre el concepto de recepción. Políticas de la Memoria, 8-9, 98-109.https://bit.ly/3VQpcus
Figueroa Román, M. (1946). Planificación y Sociografía. Instituto de Sociografía-Colegio Libre de Estudios Superiores.
_____ (1948). Planificación sanitaria en Tucumán. Instituto de Sociografía-Colegio Libre de Estudios Superiores.
Figueroa Román, M. y Mulet, F. (1949). Planificación integral del Valle de Amaicha. Instituto de Sociología y Planeamiento.
Germani, A. (2004). Gino Germani. Del antifascismo a la sociología. Taurus.
Germani, G. ([1947]2006). Las condiciones subjetivas de la libertad. En A. Blanco (comp.)Gino Germani: La renovación intelectual de la sociología (pp.107-122). Universidad Nacional de Quilmes.
_____ (1950). El estudio integral de las comunidades. Revista Mexicana de Sociología, 12(3), 307-333.https://bit.ly/3pwJXzn
_____ ([1955]1987).Estructura social de la Argentina. Solar.
_____ (1956a). La sociología científica. Universidad Nacional Autónoma de México.
_____ (1956b). Estudios de psicología social. Universidad Nacional Autónoma de México.
_____ (1960). La psicología social. En E. Heidbreder (ed.) Psicologías del siglo XX (pp.371-398). Paidós.
Horowitz, I. (2004). Gino Germani: El espíritu de la práctica sociológica. En A. Germani, Gino Germani. Del antifascismo a la sociología (pp.11-17).Taurus.
Kraft, G. (ed.) (1955). Quién es Quién en la Argentina. Kraft.
Pereyra, D. (2012). Sociología y planificación durante el primer peronismo. El caso del Instituto de Sociografía y Planeamiento de Tucumán (1940-1957). Apuntes del CECYP, 16(21), 109-130.https://bit.ly/3HYzh2J
Soler Miralles, J. (1950). Tarea de la sociología. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuyo, 2(6), 29-41.
Treves, R. (1941). Sociología y filosofía social. Losada.
Trovero, J. I. (2014). Acerca de las interpretaciones de la obra de Gino Germani. Estado de la cuestión y esbozo de fundamentación de un abordaje teórico, metodológico y epistemológico de su obra. VIII Jornadas de Sociología de la UNLP. https://bit.ly/3nQ1sdo
Vitiello, A. (1992). La sociología de Gino Germani. En R. Jorrat y R. Sautú (comps.) Después de Germani: Exploraciones sobre estructura social de la Argentina (pp.58-63). Paidós.
Notas

