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Dejar la ciudad. Efectos de la pandemia y territorialidades preexistentes desde un análisis de medios[1]
Leaving the city. Effects of the pandemic and pre-existing territories from a media analysis
De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN-e: 2250-6942
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 19, 2023
Recepción: 05 Diciembre 2022
Aprobación: 10 Mayo 2023
Resumen: A continuación, se realiza una lectura acerca de los imaginarios y las representaciones figuradas desde los medios sobre la tendencia de dejar la ciudad –o los grandes centros urbanos– en búsqueda de una mejor calidad de vida durante la pandemia en Argentina. Se considera que, si bien este tipo de distinción en torno al habitar podría estar profundizándose a raíz del fenómeno por covid-19, tiene que ver con dinámicas a priori emergentes, alrededor de ciertos estilos o expectativas de vida, más que con una novedad impulsada gracias al contexto pandémico, como aseveran las notas de prensa. El objetivo es pensar de qué manera esto impacta sobre las urbanidades recientes, considerando las áreas de expansión de las mismas, dentro de las cuales se destacan las transformaciones territoriales manifestadas en los procesos de recalificación del espacio urbano y suburbano. Los materiales de prensa (digital) son empleados como una fuente para leer las representaciones de los medios de comunicación sobre la ciudad y las experiencias y trayectorias urbanas. A modo de recorte, se realizó una búsqueda filtrada con los conceptos irse de la ciudad y pandemia-vida en el campo, delimitados por tres grandes períodos, incluyendo la pre y pospandemia.
Palabras clave: modos de habitar, medios de comunicación, pandemia.
Abstract: Next, a reading is made about imaginaries and representations figurated from the media about the tendency to leave the city —or large urban centers— in search of a better quality of life during the pandemic in Argentina. While this type of distinction around habitation may be deepening in the wake of the phenomenon by covid-19, it has to do with a priori dynamics emerging around certain lifestyles or expectations of life rather than with a novelty driven by the pandemic context, as the press releases claim. The objective is to think about how this impacts on recent urbanities, considering the areas of expansion of them, within which the territorial transformations manifested in the processes of requalification of urban and suburban space stand out. Press materials (digital) are used as a source to read media representations of the city and urban experiences and trajectories. By way of clipping, a filtered search was carried out with the concepts leaving the city and pandemic life in the countryside, delimited by three major periods; including the pre-and post-pandemic.
Keywords: ways of living, media, pandemic.
Introducción
Han sido múltiples las repercusiones alrededor del fenómeno por covid-19 y también los posibles vértices de análisis que ha arrojado la pandemia. A partir de dicho contexto emergente, en diferentes portales, no sólo regionales sino también globales, se ha planteado la necesidad de “retornar a la naturaleza”, “volver al campo”, encontrarse con un nuevo estilo de vida “más natural” o la preferencia por residir en entornos “más abiertos”. Teniendo esto en cuenta, y tomando como referencia el caso argentino, la propuesta[3] es hacer una lectura acerca de los imaginarios y las representaciones figuradas desde los medios sobre la tendencia de dejar la ciudad –o los grandes centros urbanos– en búsqueda de una mejor calidad de vida. El punto de partida es discutir esta idea sobre la base de ciertas teorías prexistentes[4] que permiten evidenciar cómo, en realidad, se trata de formas de suburbanización vinculadas directamente a las transformaciones económicas, culturales y sociales que se desprenden de los procesos generales de la globalización de finales de siglo XX y afectan de manera específica a las áreas metropolitanas (Torres, 2004). Es decir, se sostiene a modo de hipótesis que, si bien este tipo de distinción en torno al habitar podría estar profundizándose a raíz de la pandemia, tiene que ver con dinámicas a priori emergentes, alrededor de ciertos estilos o expectativas de vida, más que con una novedad impulsada gracias al contexto pandémico, como aseveran las notas de prensa.
El objetivo es pensar de qué manera esto impacta sobre las urbanidades recientes, considerando las áreas de expansión de las mismas, dentro de las que se destacan las transformaciones territoriales manifestadas en los procesos de recalificación del espacio urbano y suburbano. Como explica Girola (2007), aquellos inciden en el remozamiento de la centralidad, pero también en el de las periferias, donde emergen novedosas formas de vivir, construir y gestionar la ciudad. Esto entra en diálogo específicamente con los estudios sobre la expansión urbana, pero también con las nuevas fragmentaciones vinculadas a los procesos de segregación socioespacial que se profundizan. Con relación a ello, se persiguen múltiples interrogantes, a saber, ¿encuentra relación la expansión de estas nuevas territorialidades con las actuales transformaciones urbanas de las áreas centrales? ¿Qué modos de habitar emergen y, con ellas, qué tipos de lógicas (mercantiles, socioculturales, comunitarias) se presentan? A su vez, ¿cómo se visibilizan estas cuestiones en los medios y en qué sentidos ello se condice con lo que acontece? Y también, ¿cuáles y qué tipos de variaciones implica la pandemia en tales procesos?
El trabajo se estructura en dos partes. En primer lugar, se revisan los principales antecedentes teóricos en clave a la hipótesis planteada, instancia sustancial para delimitar las nociones espacio-territorio en el contexto global y su incidencia local. Es decir, se presentan los abordajes teóricos que sostienen al estudio teniendo en cuenta su correlato en Latinoamérica y Norteamérica, pero focalizando en la manera en que eso se manifiesta en las ciudades argentinas. En un segundo momento, nos detenemos en el concepto de habitar considerando su centralidad en los procesos y las prácticas urbanas problematizadas. El análisis piensa la relación estructura-agencia desde su carácter vinculado y dinámico, fundamentado en los principios de la sociología relacional.
En este escenario, el abordaje metodológico es de carácter cualitativo, en general, y desde el análisis crítico del discurso, en particular (van Dijk y Kintsch, 1983; van Dijk, 2012). A su vez, se vale de los aportes de la teoría de la enunciación (Benveniste, 1970). Por lo tanto, analizar el discurso supone aquí leer las construcciones de objetos y conceptos presentes en el contenido del discurso mediático, así como las formas que estos adoptan en un contexto definido. En esta oportunidad, considerando como eje temporal y argumental comparativo a la pandemia. Los materiales de prensa (digital) son empleados como una fuente para leer las representaciones de los medios de comunicación sobre la ciudad (Duhau y Giglia, 2008) y las experiencias y trayectorias urbanas. Además, en la lectura de las noticias[5] se identifican sus titulares, bajadas y volantas (tanto en la interrelación como en la autonomía que suponen como partes de cada nota), prestando especial atención a cómo se presentan, definen y caracterizan las nociones que son clave al análisis: dejar la ciudad, vida en el campo, retornar a la naturaleza, calidad de vida. Pero también a través de marcas analíticas específicas: objetos y conceptos, deícticos, marcaciones, modalidades enunciativas, metáforas, pronombres y conjugaciones.
Desde este horizonte, se construyó un corpus a partir de una búsqueda filtrada en portales web de noticias con los conceptos irse de la ciudad y pandemia-vida en el campo, delimitados por tres grandes períodos: a) del 20 de marzo de 2019 al 20 de marzo de 2020, previo a la novedad emergente por la “cuarentena” obligatoria, que facilita explorar las posteriores transformaciones en las representaciones y significaciones en los medios alrededor de los tópicos trabajados; b) desde el 20 de marzo de 2020 cuando en la Argentina se dispuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio[6] en el marco global del covid-19, tomando un año completo hasta el 20 de marzo de 2021; c) del 20 de marzo de 2021 hasta el 20 de marzo de 2022, en el que los medios atribuyen a sus noticias el “efecto de la pandemia” o describen la vida “pospandemia”. En la selección, se prioriza una lectura de las noticias de medios locales, a fines del contexto del estudio[7].
Resta aclarar que, en la siguiente lectura, imaginarios y representaciones no se pretenden sinónimos. Los primeros, en tanto universos de sentido y tramas subjetivas, resultan de una continua “creación socio-histórica y psíquica de figuras, formas e imágenes que proveen contenidos significativos y se entretejen en las estructuras simbólicas de la sociedad” (Castoriadis, 1993 citado en Lindón, 2017, p. 113), siendo posible desplazarlos en tiempo, espacios y contextos. Las representaciones, por su parte, resultan una forma en la que se presentan las cosas y que aquí importa revelar (Caggiano, 2001). Considerando las maneras en las que discursos como los mediáticos “producen ideas de ciudad, críticas, análisis, figuraciones, hipótesis, instrucciones de uso, prohibiciones y ficciones de todo tipo” (Segura, 2015, p. 130), pensar y analizar los medios a partir de imaginarios y representaciones resulta de la necesaria complementariedad que aportan los primeros respectos de los últimos. En exactas palabras de Hiernaux (2007, p. 20), “el imaginario crea imágenes actuantes, imágenes-guías, imágenes que conducen procesos y no solo representan realidades materiales o subjetivas”.
1. En torno al espacio urbano y el territorio
A partir de la pandemia por covid-19, se han gestado transformaciones en diferentes niveles del entramado social, que particularmente tensionan los arreglos territoriales de Argentina (Trimano, de Abrantes y Greene, 2022). Esta afirmación requiere, por un lado, asumir el carácter dinámico, fluctuante y socialmente construido del espacio y del territorio, en tanto sus transformaciones tienen que ver con el propio desarrollo histórico. Por otro lado, se debe establecer una distinción iniciática, fundamental en términos contextuales y teóricos: en qué sentidos hablamos de espacio y en cuáles de territorio a la hora de comprender las nuevas urbanidades, ya que no son conceptos que puedan pensarse de manera equivalente o como sinónimos (Raffestin, 2009). Nuestro punto de partida es asumir que espacio y territorio, como los procesos derivados de sus dinámicas, constituyen la esencia de la espacialidad de la vida social (Montañez y Delgado, 1998) y, al mismo tiempo, los diferentes grupos sociales dentro de una población pueden tener una capacidad muy distinta para esquematizar el espacio (Harvey, 2007).
Por su parte, Haesbaert plantea que para entender estas dimensiones y además profundizar en la definición de territorio se deben superar las dicotomías que suelen intentar explicarlas. Reproduciendo al autor, el concepto de espacio es más amplio y no se trata simplemente de una categoría de análisis. Al mismo tiempo, gracias a su lectura con base en los postulados de Henri Lefebvre, es posible comprender la dinámica concreta y material del espacio que, en tanto producción social, incluye dinámicas económicas, políticas, culturales y también la natural (Lefebvre, 1974 citado en Haesbaert, 2012). Este último elemento resulta de particular interés para pensar nuestra problemática ya que los imaginarios que intentamos comprender circulan alrededor de la naturaleza. Sin embargo, ese espacio, en un estado original es naturaleza y luego es una naturaleza segunda al ser humanizada (Marx y Engels, 1998 citado en Haesbaert, 2012), transformada por la acción de los seres humanos.
De esta manera, los supuestos de Haesbaert (2012) pueden relacionarse con los del geógrafo Milton Santos, quien en su obra plantea que el espacio está conformado por objetos (materialidad) pero también por acciones (inmaterialidad y atemporalidad). Deviene así el espacio como un conjunto indisociable de sistemas de objetos y sistemas de acciones que interactúan de manera dialéctica, esto es, los objetos condicionan a las acciones y estas permiten la creación de nuevos objetos. A su vez, los sistemas naturales de un lugar, sobrepuestos por los agregados del hombre, configuran lo que el mismo autor define como configuración territorial:
esta configuración territorial no es el espacio, ya que su realidad proviene de su materialidad, en tanto que el espacio reúne la materialidad y la vida que la anima, por su parte la configuración territorial tiene materialidad propia, pero su existencia real le vienen dada por el hecho de las relaciones sociales. (Santos, 1996, p. 54)
Asistimos entonces a una naturaleza crecientemente artificial debido a la intervención humana, a través de lo que Santos denomina objetos técnicos, fabricados, mecanizados y, actualmente, cibernéticos. Lo que resulta paradójico es cómo estas configuraciones que, replicando al autor, son cada vez más tendientes a fines extraños al lugar y a sus habitantes, se convierten en urbanidades de las que los sujetos empiezan a irse, en la medida en que eligen cómo y dónde habitar[8].
Dicha “intervención humana” encuentra su principal solvencia a través de las relaciones sociales. Como plantean Trimano, de Abrantes y Greene (2022), también desde los legados de Lefebvre (1974, 2003), el espacio se construye socialmente y a la vez participa en la construcción de lo social. Así, el espacio por un lado es abierto, no es únicamente material y mucho menos algo estático (Haesbaert, 2012) y, por el otro, se constituye en la interacción de las configuraciones territoriales y las relaciones sociales. A partir de ello, es posible comprender los sentidos del espacio tanto como la potencialidad de transformación que contiene. Asimismo, reproduciendo a ManÇano Fernandes (2009), las diversas clases y relaciones sociales producen distintos tipos de espacios y territorios. En primer lugar, clase-territorio constituyen una relación indisociable; en segundo término, las clases y relaciones sociales no están ajenas a los territorios porque ellas los producen y por estos son producidas. También, en diálogo con Haesbaert, y en relación a la geografía, ManÇano Fernandes plantea que “no hay forma de definir el individuo, el grupo, la comunidad, la sociedad sin insertarlos en un contexto geográfico determinado, a saber, territorial" (Haesbaert, 2004, p. 20 citado en ManÇano Fernandes, 2009). Esa particularidad refiere a cómo las significancias alrededor de la noción de territorio se vinculan con las diferentes intencionalidades de los sujetos.
A su vez, toda relación social tiene ocurrencia en el territorio que, en tanto construcción social, se expresa como territorialidad (Gómez Montañez y Delgado Mahecha, 1998). Las territorialidades, entonces, son las representaciones de los tipos de uso de los territorios (ManÇano Fernandes, 2009). O, retomando el análisis de Haesbaert, la territorialidad, en tanto concepto más amplio que el de territorio, permite analizar cómo se ejercen las relaciones sociales en el espacio. De este modo, por un lado, se asume la existencia de una base material, de un territorio, pero también la de un campo de representaciones territoriales que los actores sociales portan consigo y, por el otro, se supera la noción del territorio puramente simbólica, pues en realidad este siempre requiere de una base espacio-material para su constitución (Haesbaert, 2012). En palabras de Raffestin (2011, p. 102), el territorio “se apoya en el espacio, pero no es el espacio sino una producción a partir de él. Es la producción para todas las relaciones de los recursos y se inscribe en un campo de poder”.
1.2. Los contextos y las formas que asumen el territorio y las territorialidades
Tal y como se delimitó previamente, en los diferentes tipos de conformaciones territoriales no sólo existe variabilidad, sino además dinamismo y transformaciones. En este trabajo se asume que las nuevas tendencias en torno al habitar no están impulsadas necesariamente por “efecto” de la pandemia. Sobre todo, el contexto global que permite comprender los procesos de renovación urbana de las últimas décadas encuentra relación con la expansión del avance de las periferias urbanas como nodos de desarrollo inmobiliario en el marco de un nuevo régimen de acumulación de capital[9] caracterizado, entre otras variables, por una creciente desintegración socioespacial (Girola, 2007; Cravino y Segura, 2020). Como explica Torres, el fenómeno es de larga tradición en otros contextos como la ciudad norteamericana y, luego, en muchas de las grandes ciudades latinoamericanas (Torres, 2004). Adhiriendo al autor, en la Argentina, el avance de tipologías habitacionales hacia “las afueras” de la ciudad se despliega con intensidad gradual desde los años 90 en adelante, encausando nuevas formas de suburbanización de las élites vinculadas directamente a las transformaciones económicas, culturales y sociales que se desprenden de los procesos generales de la globalización y afectan de manera específica a las grandes áreas metropolitanas, como así también a las ciudades intermedias[10](Cippec, 2017).
También, aquellos procesos globales remiten a la progresiva consolidación de las relaciones capitalistas de mediados del siglo XX –con mayor énfasis hacia los años 80– de las que derivan, por un lado, las configuraciones urbanas manifestadas en la adecuación del suelo urbano para permitir la construcción y la reproducción social a través de edificaciones, así como la alteración del curso arquitectónico de las ciudades, por el otro (Pírez, 2016)[11]. Por lo tanto, se debe considerar que “los fenómenos urbanos son hoy una consecuencia del desarrollo de relaciones capitalistas a nivel mundial y en cada una de las realidades nacionales y regionales” y, desde este marco, reconocer que las prácticas de los sujetos urbanos, en propias palabras de Pírez (1995, p. 1), “se determinan con base en la relación entre dimensiones sociales y territoriales”.
En el contexto del despliegue de políticas escalares de la neoliberalización (Theodore, Peck y Brenner, 2009) se destacan las transformaciones territoriales presentes en los procesos de recalificación del espacio urbano. Ello incide en el remozamiento de la centralidad, pero también en el de la periferia, donde emergen novedosas formas de vivir, construir y gestionar la ciudad (Girola, 2007) –al tiempo que la expansión periférica hoy supone nuevas centralidades–. Las políticas neoliberales han influido notoriamente en las resignificaciones del concepto de territorio, principalmente porque pasaron a utilizar el concepto como forma de dominación (ManÇano Fernandes, 2009). No obstante, si bien, como plantea ManÇano Fernandes, el capitalismo se establece con la propia consolidación del territorio capitalista, no debe reducirse el análisis únicamente a la dimensión económica[12]. Para la presente lectura es de particular interés integrar la dimensión simbólica sobre las formas de habitar de las clases medias-altas y altas que, en definitiva, representan a los sectores para los que es posible recluirse en un lugar selecto o elegido (Canestraro y Zulaica, 2020). En este sentido, el territorio se vincula con la noción de poder y con el control de procesos sociales mediante el control del espacio, más específicamente, según cómo opera ese poder produciendo el espacio (Haesbaert, 2012). Desde esta mirada se analiza la manera en la que se territorializan los sujetos urbanos.
Dentro de dicho contexto se destacan las urbanidades caracterizadas por ser configuraciones relativamente recientes, asociadas a una vida de estilo mayormente vinculado a la naturaleza por sobre lo urbano; a los procesos de autosegregación en un tipo particular de territorio (barrios privados, zonas periurbanas o rurales, comunidades ecológicas); a la búsqueda de entornos verdes, alejados, extensos. Recuperando el análisis de Carman (2011), es posible afirmar que “lo que queda adentro” de esos lugares son personas de una misma o símil clase social, aunque heterogénea, compartiendo un espacio con sus propias leyes, unidos en torno a un destino similar. Considerando la categorización de “modalidades de segregación” propuesta por la autora, se trata de la segregación indolente o positiva, la cual se materializa en los procesos de autosegregación de la clase media y alta[13](Carman, 2009). Esta práctica y este poder elegir implican en sí mismo un ejercicio de desigualdad respecto de otros grupos, por lo que emerge la noción de segregación con relación a cómo un espacio puede dividirse según el grado de proximidad espacial o aglomeración territorial de familias que pertenecen a un grupo social similar en términos socioeconómicos (Segura, 2005); lo cual, a su vez, requiere pensar al territorio como “un espacio sociocultural porque en él se materializa el nosotros” (Márquez, 2013, p. 124). En palabras de Bourdieu (1999), el espacio habitado opera como simbolización espontánea del espacio social. Para dominar el espacio y sus bienes escasos, tanto privados como públicos, los agentes sociales dependen del capital acumulado.
Si en este trabajo se pone énfasis en las transformaciones alrededor del habitar, es necesario previamente aclarar que ellas sólo pueden ser entendidas a partir de sus prácticas para, de esta forma, distinguir las preferencias dentro de una jerarquía social de consumidores (Bourdieu, 1999, 2002). La propuesta es detenerse en las dinámicas de orden simbólico para entender no sólo las inclusiones que se dan al interior de un grupo, sino además y, con ellas, las exclusiones tácitas que implican. Frente a este escenario general, y volviendo a nuestro punto inicial: ¿Cómo se figuran todas estas prácticas y dinámicas desde los medios de prensa? ¿Cuáles usos y significados del espacio urbano implican?
2. ¿Efecto pandemia?
2.1. Sobre habitar y sus tendencias
Como bien señalan Trimano, de Abrantes y Greene (2022), la pandemia reforzó el imaginario de las ciudades como lugares donde yacen los males: contaminación, inseguridad, decadencia y, como sorpresa, el peligro de contagiarse de un nuevo virus desconocido y por tanto “amenazante” y peligroso. Frente a ello, las noticias se ocuparon de mostrar que los lugares menos poblados o más vinculados a la naturaleza que a lo urbano parecían la solución, una manera de sobrevivir a ello y hasta incluso trascenderlo. Lo interesante es que, tal como vimos, la tendencia de dejar la ciudad, los grandes centros urbanos o los lugares mayormente hacinados es previa al proceso iniciado por el covid-19 en marzo de 2020[14]. A su vez, en ese “dejar la ciudad” subyacen lo que Duhau y Giglia describen como experiencias metropolitanas. Claro que esta categorización requiere preguntarse cómo opera esa dinámica en las ciudades intermedias, pero lo que particularmente se recupera de aquella aquí tiene que ver con “las prácticas y representaciones que hacen posible significar y vivir la metrópoli por parte de los sujetos que residen en diferentes tipos de espacios” (2008, p. 21); en otras palabras, los diferentes habitantes atribuirán sentidos distintos al espacio y todo ello consolida el entramado de la propia ciudad. Además, las caracterizaciones dadas en cada sector social se distinguen según el lugar donde se habita (Cravino, 2021). Y son justamente estas experiencias las que se pueden evidenciar en las noticias, las cuales van sufriendo transformaciones en función de sus líneas editoriales y según qué temporalidad del proceso implican (Canestraro et al., 2021).
Dichas dimensiones, de orden simbólico, se tornan fundamentales en términos analíticos para contribuir a la comprensión de estos procesos, de los que escasean los datos estadísticos, e incluso no existen[15]. Tales constructos simbólicos entran en juego a la hora de comprender la elección de los sujetos urbanos en torno al habitar. Este último concepto, parafraseando a Giglia (2012), como actividad humana universal y elemental, es en sí un fenómeno cultural. A su vez, se encuentra vinculada al tiempo en dos aspectos. Por un lado, por relacionarse a las condiciones existentes en cierto momento y, por el otro, porque es una actividad dinámica que se reproduce y recrea. Es que los seres humanos constantemente manipulan, modifican y significan el entorno que los rodea, humanizándolo (Duhau y Giglia, 2008). Habitar, entonces, es “la relación de un sujeto con un lugar y en relación con sus semejantes” y es a través del habitar que el espacio adquiere tipos de usos, significados y memorias (Giglia, 2012, p. 10).
En este sentido, la búsqueda de “lo natural” en torno al habitar genera movimientos migratorios que requieren ser analizados, contemplando que, en las áreas metropolitanas, se producen desde los años 90 mientras que, en las ciudades intermedias, ese fenómeno es posterior e incluso tardío. Lo significativo es que en todos los casos acontecen alrededor de nuevas tipologías habitacionales, en emplazamientos donde “lo verde”, “la seguridad” y sus valores vinculados se vuelven protagonistas o prometedores de una mejor calidad de vida. Es decir, a partir de prácticas que se relacionan con lo que Greene denomina “ética del confort”, el deseo de un estilo de vida asociado a una cotidianidad marcada por “la recalificación de la familia, una vida más pura, ritmos menos frenéticos y un contacto más cercano con la naturaleza” (Greene, 2020 citado en Greene, de Abrantes y Trimano, 2020). Todo ello se materializa en lugares ajenos a las grandes concentraciones urbanas y es algo de lo que los propios medios daban cuenta a través de ciertas representaciones.
En El proyecto que busca revertir la migración de los pueblos a la ciudad (Infobae, Sección Desarrollo, 12/09/2019[16]) se detalla la iniciativa “Bienvenido a mi pueblo” de la fundación suiza Es Vicis[17] que, en la provincia de Santa Fe, convoca a familias a una prueba piloto para repoblar Colonia Belgrano. En el cuerpo de texto, la noticia destaca: “se cree que la tendencia migratoria significa que las familias desean irse a las ciudades. Pero con este programa logramos demostrar rápidamente el amplio interés que hay en las ciudades por salir de ellas: recibimos en cuatro semanas veinte mil inscripciones”. Uno de los apartados de la noticia se titula: ¿Qué se gana al irse a vivir a un pueblo? Es decir, se menciona una tendencia social de dejar las ciudades en búsqueda de otro tipo de vida diferente a la exclusivamente urbana.
El caso “Bienvenido a mi pueblo” resulta particularmente interesante porque podemos encontrar una nota en su referencia, pero pospandemia y en otro portal: "’Bienvenidos a mi pueblo’: un proyecto que potencia las migraciones a zonas rurales (Télam, Sección Sociedad, 1/08/2021[18]). En esta oportunidad, se enfatiza en que la prueba piloto del programa, de repoblación, ya fue realizada. Ambas notas exponen imágenes de las personas reunidas, con expresiones corporales que denotan brazos en alto y sonrisas. Por su lado, en Télam resaltan cómo “las ventajas que históricamente ofrecían las grandes ciudades respecto de las zonas menos habitadas del país, poco a poco se van perdiendo. Más aún, la pandemia de coronavirus que golpeó a los grandes conglomerados relativizó aquello que antes pesaba más en la balanza”. En los dos portales, el cuerpo de texto recupera la voz de una integrante de la fundación, pero en Télam, esta vez, dice que “esto viene siendo un desafío desde hace muchas décadas. Si hablamos de migraciones internas estamos presenciando un hacinamiento. En las ciudades, las personas reducen su calidad de vida, se deshumanizan, no conocen a su vecino, pierden sus valores y su arraigo e identidad cultural”. Nos encontramos con figuraciones alrededor de la calidad de vida y los valores sociales vinculados a “la vida fuera de la ciudad” como superadoras de esta. En ambas noticias, aunque en fechas muy distintas, se muestra una misma imagen –recuperada de la página de la fundación– en la que hay dos niños y una niña jugando con maderas sobre el suelo con una casa recientemente construida de fondo. Se observa un énfasis en las modalidades discursivas y en el propio recurso de la imagen que remarca la tranquilidad con la que se puede vivir en este tipo de lugares.
Por su parte, en La decisión de mudarse de un departamento en la ciudad a un barrio privado de zona Sur (La Nación, Sección Propiedades, 13/07/2019[19]), se exhibe al principio de la nota una imagen de una familia (una pareja, un niño y una niña) sentada en el césped, delante de un lago artificial y una casa de fondo. Seguidamente, el cuerpo de texto comienza diciendo que “cada día son más quienes deciden abandonar la Capital Federal buscando espacios más amplios para vivir y con mejor calidad de vida” y luego enfatiza en que “como Alejandro, son muchos quienes deciden dejar el ruido de la ciudad para buscar espacios abiertos, con más presencia de verde, pero sin abandonar las comodidades y salidas, como cada vez que los Castro salen a cenar a Quilmes o City Bell”. De nuevo, la temporalidad es prepandemia y aun así se asocia la dinámica de irse de la ciudad hacia un espacio con verde como una forma de mejorar la calidad de vida. Incluso, se destaca que “cada vez son más” quienes lo hacen, resaltando como contraparte el “ruido de la ciudad”. Esta vez, la respuesta a la mejoría es un barrio cerrado de Buenos Aires. Ello se enmarca en un contexto más amplio, profundizado en las últimas dos décadas, en el que, por un lado, las periferias residenciales de las áreas metropolitanas crecieron a un ritmo constante y creciente. Por el otro, zonas urbanas intermedias o de menor tamaño y áreas rurales también iniciaron un crecimiento demográfico[20] significativo a partir del desplazamiento de población:
un tipo de desplazamiento que fue acogido –aunque muy marginalmente– por las ciencias sociales y los estudios migratorios, que tendieron a clasificarlo como “interno” (Lattes, 2007) e “inverso” (Nakayama y Marioni, 2007). Las razones de esta clasificación se sustentan en cuatro premisas: se desarrolla dentro del territorio nacional, se diferencia de aquellos desplazamientos transfronterizos, sus móviles versan sobre la búsqueda de mejores oportunidades de vida –culturales o ambientales–, y, finalmente, se dirige a contrapelo de la corriente clásica (de las grandes ciudades hacia aglomeraciones, tanto urbanas como rurales, de menor tamaño). (de Abrantes y Trimano, 2021, p. 129)
Sobre este aspecto, vemos un estilo de noticia similar y del mismo período, de nuevo en Infobae, en Vendieron hasta los muebles para cambiar de vida y hoy tienen una posada frente a la Cordillera de los Andes que recibe a turistas del mundo (Infobae, Sección Sociedad, 14/11/2019[21]). A pesar de la connotación del título –similar al tono enunciativo de las anteriores notas, a lo que se suma el contraste de la vida en la ciudad frente a un área rural– en el cuerpo de texto el relato pone el foco en la historia peculiar de esta familia. Se describe cómo consiguieron el lote, su costo, las vistas a la cordillera, incluso la propia historia íntima del matrimonio. De todos modos, el énfasis se repite alrededor de la calidad de vida aludiendo a un “cambio de vida a los 58” y también el entrevistado cuenta cómo los huéspedes, así como él mismo, “quedan fascinados con el servicio familiar, la tranquilidad del lugar y el paisaje: tiene los mejores amaneceres y atardeceres que vi en mi vida”. Esto al mismo tiempo se corresponde con la posibilidad de elegir sobre el espacio físico, determinando la cercanía o lejanía no sólo a los bienes deseables, sino también sobre los agentes indeseables, reproduciendo relaciones centradas en el capital simbólico de los diferentes grupos (Bourdieu, 1999). O, como afirmábamos al inicio, demuestra que los agentes tienen capacidades muy diversas para organizar el espacio (Harvey, 2007).
2.2. Imaginarios y representaciones de los medios desde la pandemia
A pesar de ser un fenómeno prexistente –creciente–, este tipo de noticias alrededor de los desplazamientos ciudad-periferia-área rural aparecen aisladas al momento de realizar el filtro de búsqueda 2019/2020. A ello se suman los tonos enunciativos de las noticias a través de los que producen un tipo de centralidad a la temática. Pero esto se transforma frente a la novedad de la pandemia a partir del 20/03/2020. Ha sido desde este último momento que el proceso de dejar la ciudad, además de tratarse como un verdadero “problema público” (Trimano, de Abrantes y Greene, 2022), afianza la dicotomía impuesta por los medios sostenida sobre un imaginario de la ciudad que la presenta como un lugar desfavorable, peligroso, hostil frente a los múltiples beneficios implicados en permanecer lejos de las áreas urbanas (y también del virus).
Por ejemplo, en Hasta acá: cuando la pandemia empuja la decisión de dejar la ciudad y cumplir el sueño de cambiar de vida (TN, Sección Sociedad, 24/10/2020[22]), que en su copete de noticia abre un interrogante que atraviesa una cuestión sociodemográfica: “¿Volveremos a repoblar los pueblos que abandonamos?” En refuerzo de aquella dicotomía, el informe inicia con contenido audiovisual que en un principio menciona las complejidades de la vida urbana –con ruido de bocinas y alarmas de fondo– y reporta a peatones para consultarles si cambiarían de vida (dejando de vivir en la ciudad). Seguidamente, muestran una ruta –con otro estilo de música de fondo[23]– y la periodista que conduce cuenta estar yendo a ver “cómo viven los que querían tranquilidad y la encontraron” . Así, los tonos enunciativos de estas noticias por un lado remarcan la negatividad implicada en la experiencia urbana, (re)produciendo el imaginario que ubica a la metrópolis “como un lugar amenazante” (Trimano, de Abrantes y Greene, 2022). Por otro lado, se condicen con “la migración inversa que ya se venía produciendo desde las grandes ciudades hacia estos territorios de menor densidad” (Green et al., 2020 citado en Trimano, de Abrantes y Greene 2022).
Siguiendo con la misma nota, el cuerpo de texto inicia señalando: “¿Alguna vez pensaste en cambiar de vida? Dejar la ciudad por un entorno más tranquilo, lejos del ruido, cerca de la naturaleza, es un sueño recurrente para muchos” (la cursiva corresponde al resaltado de la nota). Más adelante, el relato asevera que hasta las ONG están “trabajando activamente para repoblar pueblos que necesitan nuevos vecinos”. También en esta noticia nos encontramos con la referencia a la fundación que prueba con la repoblación de Coronel Belgrano. Es además interesante pensar los imaginarios instalados sobre estos posibles nuevos y mejores estilos de vida, a partir de los que se romantizan ciertas necesidades –o se producen otras–, denotando las tensiones entre clase social-territorio de la que hablamos al inicio. Como en la misma noticia de TN, donde exponen el caso de un famoso, Ronnie Arias, quien, mudado a las afueras de una ciudad uruguaya menciona, “acostumbrarse a andar en polar adentro de la casa en invierno, a que si se corta la luz no pasa nada”. Esto se condice con que las experiencias metropolitanas varían con relación al poder de los actores sobre sus espacios y lo que Duhau y Giglia (2008) denominan la capacidad de “domesticarlo”, es decir, otorgarle un significado y un uso específico según quién se lo da.
En esta misma línea, mientras transcurría el período de cuarentena en el país, encontramos “Cambio de vida. Irse de CABA o buscar más verde, otros efectos de la cuarentena” (La Nación, Sección Propiedades, 21/06/2020[24]). La nota se inicia con un cuerpo de texto que, reforzando la connotación de novedad, plantea “la irrupción del coronavirus y el aislamiento social derivaron en efectos inesperados”. Agrega: “El aumento de consultas por casas alejadas del ruido vislumbra una tendencia: un nuevo movimiento de la ciudad hacia lugares conectados con la naturaleza” (la cursiva corresponde al resaltado de la nota). Aquí también nos encontramos con un tono enfático sobre un posible problema social y demográfico futuro cuando agregan: “Los agentes inmobiliarios ya hablan de ‘la tercera migración’ [...] Es que la gente se pregunta: ¿quién sabe si esta será la última pandemia?" (la cursiva corresponde al resaltado de la nota). A continuación, la noticia destaca un apartado titulado “Más verde, más lejos” y señala que “también hay casos de familias que, viviendo en el verde, deciden mudarse aún más lejos, a zonas más vírgenes. Incluso hay quienes proyectan instalarse en la costa atlántica y en el interior del país”[25] (la cursiva corresponde al resaltado de la nota). Así, la nota se completa con diferentes casos de familias que deciden irse de la ciudad –hay quienes lo hicieron y -quienes no- lo harán en cuanto las restricciones se lo permitan– a otras localidades, focalizando en la búsqueda de un nuevo estilo de vida.
En este tipo de relatos se afianza que poder elegir dónde y cómo vivir implica un ejercicio de desigualdad, en tanto es posible sólo para algunas personas o grupos “cambiar de vida” por una mejor frente a un contexto determinado. Lo cual, a su vez, denota cómo opera el poder en la configuración de nuevas territorialidades (Haesbaert, 2012). Bajo esta perspectiva, la desigualdad manifestada en la segregación, además de su implicancia espacial y geográfica, se construye en el ámbito de las representaciones sociales y las prácticas; en los diversos tipos de interacciones sociales cotidianas (Simmel, 1986); entre actores con diverso capital económico, social y cultural (Carman, Vieira da Cunha y Segura, 2013). Es decir, las dimensiones espaciales y culturales de la segregación operarían de forma dialéctica, dando cuenta de la complejidad de este fenómeno (Vergara, Sánchez y Zunino, 2019). Cuestiones todas que se relatan a partir de casos donde ciertas clases sociales, con condiciones de trabajo específicas, pueden proyectar cómo organizar la vida diaria más allá de la ciudad. Esto se muestra en Boom de barrios abiertos en la región potencia la fuga hacia ciudades vecinas (La Capital, Sección La Ciudad, 03/01/2021). En el primer párrafo del cuerpo de texto la nota expresa que “la pandemia agitó las cosas, la inseguridad, el home office y la necesidad de disponer de espacios verdes hizo que los rosarinos, en especial las parejas jóvenes profesionales, busquen irse de la gran ciudad en busca de horizontes más tranquilos y amplios”. Al igual que en la nota de TN, hay una tendencia a romantizar las necesidades habitacionales básicas no resueltas, “en algunos casos se mudan a zonas donde los servicios escasean: no hay gas natural, cloacas, o agua corriente. Pero eligen la calidad de vida contra la cercanía". A pesar de que se menciona que esto es “algo que ya venía pasando desde hace un tiempo”, el fenómeno se explica porque los grupos que eligen estos lugares “priorizaron vivir bien antes que vivir cerca”. Se refuerza así la dicotomía ciudad-desfavorable/irse de la ciudad-mejor calidad de vida, a partir de imaginarios que (re)significan no sólo las necesidades (o derechos) básicas en torno al habitar sino, además, para quiénes esas necesidades resultan elecciones deseables, favorables y posibles. Asimismo, nos acerca a una comprensión de las maneras en las que las condiciones construidas por los sujetos en sus prácticas sociales en relación con la naturaleza y entre sí, unidas por las acciones y las intencionalidades (ManÇano Fernandes, 2009), constituyen territorio.
En el último período de búsqueda, desde el 20/03/2021 al 20/03/2022 en los medios continúa este tipo de representaciones, pero ahora hablando de un “nuevo escenario”, planteándolo como una realidad establecida, un nuevo orden o en sus palabras, una “normalidad nueva de verdad”, argumentándolo a través de casos de quienes ya han pasado por la experiencia de irse de la ciudad y pueden manifestar y afirmar los beneficios de sus nuevas prácticas en torno al habitar. Tal es el caso en Por qué las personas que migran de las ciudades hacia pueblos más chicos son más felices (Agrofy News, Sección Actualidad, 23/08/2021[26]), cuando relatan que: “El parate por la irrupción del Covid generó un nuevo escenario. Muchos ciudadanos se replantearon ir a vivir a localidades con menos habitantes para ganar calidad de vida”. Agregan que "cuanto más chico es el lugar donde vivís, más feliz sos”, y que “el 95% de las personas que se mudaron no desea volver a la ciudad”. Entre las variables asociadas a esta mejora, de nuevo aparecen las mismas apreciaciones: "Un ritmo de vida más tranquilo, mayor contacto con la naturaleza, menor inseguridad, menor costo de vida, mayor calidad, más tiempo para disfrutar de las amistades y mejor entorno para criar niños” (la cursiva corresponde al resaltado de la nota). Otro ejemplo es Cada vez más personas dejan la ciudad para mudarse al interior (Ámbito, Sección Municipios, 22/07/2021[27]), en donde figura la aseveración de los medios sobre la pandemia como disparador de nuevos modos de vivir, asociados a ciertas características socioeconómicas. En el copete afirman que “sin dudas, la pandemia modificó el funcionamiento cotidiano de las personas. Y en esa línea, el home office se convirtió en costumbre. Como parte de este nuevo entramado laboral, miles de bonaerense tomaron la decisión de abandonar sus hogares para mudarse a otros distritos en busca de mejorar su calidad de vida”. Aquí, mientras de nuevo se hace mención a la fundación Es Vicis, ocupada en la repoblación de pueblos argentinos, es posible recuperar la noción de consumo en tanto función social de legitimación para una clase social (Bourdieu, 2002). Esto es, identificando los límites simbólicos específicos que favorecen a los integrantes de un grupo alcanzar cierta coherencia identitaria a través de los sentidos sociales del lugar, los vínculos sociales y la producción de significados (Delgado Ruiz, 2002 citado en Girola, 2007) que supone la ocupación legítima de un espacio (Bourdieu, 1999). Este tipo de fenómeno migratorio, aunque no masivo, tiene fuertes repercusiones en los lugares receptores, al tiempo que involucra a sujetos dotados de un alto capital económico y cultural que buscan un nuevo estilo de vida (Vergara, Sánchez y Zunino, 2019).
En Lejos de la gran ciudad: se fueron por el virus y ahora eligen no volver (La Nación, Sección Sociedad, 26/09/2021[28]) nuevamente se expresa la dicotomía que venimos analizando: “a muchos porteños la pandemia les dio el empujón definitivo para cambiar el estrés urbano por una vida más cercana a la naturaleza”. La nota comienza con la imagen de una madre con tres niñas, sonrientes, delante de un lago artificial de fondo y vistas de un country junto a un pie de foto que dice “con la pandemia, Magdalena Petroselli, su esposo e hijas se quedaron definitivamente en la que era su casa de fin de semana en Escobar”. En el primer párrafo del cuerpo de texto se expresa que “acá y en el mundo, son muchas las personas que dejaron las grandes ciudades. Buenos Aires no fue la excepción: por aquí y por allá se suceden relatos de quienes tomaron sus cosas para irse al campo, a una quinta o a su casa de fin de semana acá nomás para iniciar una vida más tranquila”. Esta nota es interesante de abordar porque todos los casos que expone, a partir de relatos directos, muestran trayectorias residenciales donde la segunda vivienda pasa a ser la definitiva, dejando atrás la vida de ciudad ante las posibilidades tanto laborales como temporales emergentes desde la pandemia. Al mismo tiempo, puede pensarse en relación con el efecto de lugar del que nos habla Bourdieu (1999), el que refleja la posición de los sujetos en el espacio social y dibuja su relación con la metrópoli. Como muestra la nota en sus relatos, la relación que establecen los sujetos urbanos con la ciudad y los sentidos alrededor de ella varían según la posición que ocupan (Duhau y Giglia, 2008; Cravino, 2021). Al recuperar algunos ejemplos como “La verdad es que no hay planes de volver a Capital a vivir, de hecho, si vamos por tres días no lo aguantamos”; “Tomamos la decisión de quedarnos acá y estamos contentos, nos cambió la vida, vivimos más tranquilos”; “Hoy lo seguimos disfrutando, el estar en contacto con la naturaleza, no escuchar ruidos molestos y la tranquilidad que hay acá no lo cambiamos por nada”, queda expresado que las experiencias metropolitanas van entramando universos de sentido muy diferentes tanto para moverse o prescindir de aquella (Duhau y Giglia, 2008). Para finalizar, en la misma nota se expone un caso que resulta oportuno retomar por su temporalidad ya que, previo a la pandemia, la protagonista dice que: “En 2018 le quedó claro que la ciudad ya no era para ella: demasiado ruido, demasiada gente” […] “demasiadas actividades que me inventaba para compensar. Eran horas y horas invertidas en quitarme toda la toxina urbana”. En 2019 pudo comprar un lote en San Antonio de Areco y ya luego de la pandemia, rescata: “Los pajaritos, mil pajaritos, los perros sueltos, conocernos todos, cuidarnos, mirarnos, ayudarnos. Hasta es lindo no tener tantas opciones en el supermercado, porque todo es una novedad”. Se puede considerar entonces que el territorio, en tanto “espacio vivido”, apropiado, controlado (Haesbaert, 2012; Raffestin, 2009), se consolida como una región de la experiencia y en tanto realización del habitar (Duhau y Giglia, 2008). En definitiva, los comportamientos de los sujetos urbanos, la manera en la que organicen su acción, dependerá en gran medida de su relación con el territorio urbano (Pírez, 1995).
Consideraciones finales
Las alteraciones e impactos vinculados a la pandemia por covid-19 tienen como protagonista al espacio en sus diversas formas: nos quedamos en casa, nos distanciamos, nos resguardamos. A saber, reconfiguramos nuestros mundos cotidianos en múltiples sentidos y ello da cuenta del carácter altamente relacional, dinámico y contextual del espacio social. Es decir, como se planteó al inicio de este trabajo, por un lado, el espacio se transforma con relación a las condiciones sociales y técnicas que se presentan en un determinado momento histórico (Santos, 1996). Por otro lado, lo social altera al espacio, al tiempo que, a partir del mismo, se producen construcciones sociales. Frente a esto, no es menor que, también diariamente, nos vinculamos con una cantidad significativa de noticias que describen y reproducen tales acontecimientos. En este sentido, se dio cuenta de que el carácter público establecido desde los medios alrededor de las movilidades y transformaciones sobre los modos de habitar no son un efecto de la pandemia. Esta, por el contrario, permite primero reconocer que dejar la ciudad o alejarse de las áreas urbanas es un fenómeno creciente de las últimas décadas y luego explorar de qué maneras y bajo cuáles formatos sociohabitacionales ello se ha profundizado.
El corpus de noticias que dio lugar al trabajo resultó de una búsqueda que incluyó a todos y los distintos portales de noticias que incluían las variables irse de la ciudad y pandemia-vida en el campo en Argentina, excluyendo para esta oportunidad a aquellas que resultaban repetitivas entre sí a pesar de responder a medios digitales diferentes. Sin embargo, siguiendo los mismos filtros de búsqueda –temporalidades y conceptos– se encuentran muchísimas otras referidas al orden internacional (sobre todo de España), así como dentro de la prensa nacional son repetidas, variadas y representativas las notas que aluden al tema, al tiempo que responden a diferentes regiones del país. Esta información es destacable para valorizar la transcendencia de la temática y la importancia de analizarla, con los desafíos y tópicos emergentes, futuros análisis posibles que deja. Ahora bien, recuperando la perspectiva metodológica desde la que se construyó y analizó el corpus, ya mencionada en la introducción, también se debe reflexionar sobre cuáles son los medios que (re)producen este tipo de constructos simbólicos y a qué poderes e intereses responden, puesto que no se cree aquí en la neutralidad de la información. Tampoco en la falta de agencia de los/as lectores/as. Si bien no fue el objetivo del trabajo concentrarse en estas líneas interpretativas[29], debe de considerarse, como he abordado conjuntamente en trabajos previos (Canestraro et al., 2021), que los discursos de prensa producen imaginarios, ideas y figuraciones que influyen en las maneras de significar al espacio cotidiano y el accionar en torno al territorio (Segura, 2015).
Desde este escenario, los medios producen a partir de la pandemia un quiebre temporal que modifica el abordaje sobre los modos de habitar recientes. Como asegurábamos, estos pasan de ser una tendencia a un problema público, social, futuro, algo que revisar porque resulta inquietante. Es que si bien ya se hablaba de casos donde prevalecía modificar la vida meramente urbana, lo que se transforma luego de la pandemia es la intencionalidad enunciativa tanto como la frecuencia y la manera de representar eso que ya venía aconteciendo. Todo esto se refuerza a partir de ciertas concepciones y connotaciones que se repiten en diferentes portales: “efecto pandemia”, “lo que llegó para quedarse”, “qué haremos frente a esto”, otorgándole un carácter de emergencia y peculiar notoriedad. En tales tonos enunciativos, la dicotomía urbano-no urbano se torna fundamental porque a partir de ello se reconstruyen y refuerzan imaginarios varios alrededor de estilos de vida específicos y en referencia a grupos sociales concretos.
Con relación a ello emergen posibilidades analíticas sobre la segregación, la desigualdad en al acceso al espacio, la relación sociedad-naturaleza o centro-periferia, pero, además, en un orden más simbólico, sobre qué tipos de sujetos urbanos se encuentran dentro de la posibilidad de “mejorar la calidad de vida”. Por lo que es relevante asumir el estudio de la segregación y de este tipo particular de migración de manera relacional, en tanto “así como hoy las ciudades avanzan en diversidad, la migración por estilo de vida impulsa heterogeneidad en sectores rurales y suburbanos” (Vergara, Sánchez y Zunino, 2019, p. 49). Aquí surge un aspecto interesante alrededor de los quiénes presentes en las noticias y qué modos de vida o valores se cristalizan, ya que los relatos refieren a familias, mayoritariamente jóvenes, de clase social media-alta y alta, con aspiraciones particulares que incluyen tener y criar hijos/as, la expectativa de sostener la vida mediante el trabajo a distancia, con trayectorias residenciales específicas. Por ejemplo, no hay casos en los filtros de búsqueda que respondan a las clases populares, donde si falta la electricidad o hace frío dentro de la casa es porque existe un problema habitacional y por ende un problema de orden público. Pero en los relatos que pudimos ver, ello en lugar de un problema representa la posibilidad de rencontrarse con la naturaleza, con el sí-mismo y hasta con la satisfacción implicada en lo novedoso; lo que asume una relación con la distinción social del gusto (Bourdieu, 2002) tanto como con los distintos tipos de usos y significados atribuidos al espacio a partir del habitar (Giglia, 2012).
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Notas
de Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina) instalando modos de habitar que hoy están en expansión.
Este tipo de abordaje sobre y de las notas de prensa se sostiene de lo aprehendido en el seminario interno "Focos, flujos, fronteras” realizado en el marco del PISAC COVID 19 0035 “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pospandemia del COVID19” dirigido por el Dr. Ramiro Segura. —Aprobado y financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (FONCYT).