Dossier
Recepción: 14 Junio 2022
Aprobación: 28 Noviembre 2022
Resumen: El arribo intempestivo de la pandemia por covid-19 trajo consigo un parate económico de magnitud que tuvo un impacto devastador sobre los mercados laborales. La envergadura de las consecuencias económicas generadas no fue para todos y todas por igual, sino que puso en evidencia desigualdades estructurales existentes al interior de cada mercado de trabajo. En Argentina, al igual que en el resto de América Latina, encontramos que la baja del empleo se tradujo parcialmente en un aumento del desempleo, incrementando exponencialmente la salida del mercado de trabajo. Esto se observa particularmente en el caso de trabajadores/as jóvenes, lo que lleva a la OIT a hablar de una “Generación del confinamiento”. Particularmente, nos interesa analizar si las movilidades de estas personas jóvenes hacia la inactividad fueron diferentes por origen social (estrato de ingresos), género y nivel educativo alcanzado. Ello nos permitiría identificar juventudes diversas, que tuvieron alternativas y consecuencias diferentes frente a la crisis del covid-19. Para ello, trabajamos con matrices de transición entre diferentes estados de actividad entre 2019 y 2020, los inicios de la crisis, utilizando los microdatos de la EPH-Indec.
Palabras clave: jóvenes, movilidad laboral, pandemia.
Abstract: The untimely arrival of the covid-19 pandemic caused a massive reduction in economic activity that had a devastating impact on labor markets. The magnitude of the economic consequences generated was not for everyone alike, but instead revealed existing structural inequalities within each labor market. In Argentina, as in the rest of Latin America, we find that the drop in employment rates partially translated into an increase in unemployment, exponentially increasing the exit from the labor market. This is particularly true in the case of young workers, leading the ILO to speak of a “Lockdown Generation”. We are particularly interested in analyzing whether the mobility of these young people towards inactivity was different by social class, gender and educational level attained. This would allow us to identify diverse youths, who had different alternatives and consequences in the face of the covid-19 crisis. To do this, we work with transition matrices between different states of activity between 2019 and 2020, the beginning of the crisis, using the EPH-Indec microdata.
Keywords: youth, labor mobility, pandemic.
Introducción
El 2020 encontró a la Argentina en el inicio de un nuevo período presidencial que se presentaba como un cambio de timón respecto al gobierno anterior y prometía revertir el escenario adverso en el que se encontraba el país en materia socioeconómica. Desde 2016, el mercado laboral evidenciaba un leve pero sostenido incremento del desempleo, el subempleo y el cuentapropismo, mientras que paralelamente se observaba una reducción considerable de los salarios reales, al compás de un sostenido incremento de precios (Barrera y Pérez, 2019).
Sin embargo, el arribo abrupto e intempestivo de la pandemia trajo consigo un parate económico de magnitud, no solo en Argentina, sino a escala global, que tuvo un impacto devastador sobre los mercados laborales. La envergadura de las consecuencias económicas generadas no fue para todos y todas por igual, sino que puso en evidencia las desigualdades estructurales existentes entre los países y al interior de cada mercado de trabajo (OIT, 2020).
En Argentina, los indicadores laborales durante el primer año de pandemia nos muestran lo habitual en situaciones de crisis: una baja en el empleo que se traduce en un aumento del desempleo y una reducción de la tasa de actividad (retiro del mercado de trabajo). No obstante, esta situación no afectó al conjunto de la fuerza de trabajo de la misma manera. Las personas más jóvenes sufrieron una baja en el empleo mayor que las de edad adulta y la misma se tradujo más en un retiro del mercado de trabajo que en un aumento en el desempleo juvenil. Esto mismo se observa a escala internacional, lo que ha llevado a la OIT a señalar que este grupo etario ha sido el laboralmente más afectado y con posibles consecuencias futuras, lo que implicaría el riesgo a la configuración de una generación del confinamiento (OIT, 2020).
La idea de una “generación perdida” no es nueva, ya había sido utilizada en Europa en momentos de la crisis económica de 2008-2009 y de un deterioro generalizado de los mercados de trabajo. De esa manera se buscaba destacar la grave situación ocupacional asociada a la juventud (desempleo, inactividad) y las posibilidades de que esta exclusión del mundo laboral tuviera efectos duraderos en términos de trayectoria laboral, ingresos y bienestar en general (Lefresne, 2011; Meilland, 2011; Parekh et al., 2010).
A fin de contribuir a la comprensión del impacto de la pandemia en el mercado de trabajo, el objetivo del artículo es indagar de qué manera las personas jóvenes (de 18 a 29 años, según criterios explicitados más adelante) enfrentaron su participación en el mercado laboral durante el período inicial de la pandemia. Para ello, buscaremos visibilizar la heterogeneidad de estrategias desatadas frente a la situación de recesión económica y pérdida de empleos. Por esta razón, nos proponemos analizar el cambio en su condición de actividad entre 2019 y 2020. Ello nos permitirá explorar dos hipótesis: 1) Si una vez más son las personas jóvenes las que se ven más afectadas frente a restricciones del mercado laboral y, por tanto, presentan mayor nivel de movilidad que las personas adultas; 2) Si las transiciones –si bien son mayores en la etapa de juventud– presentan diferencias por estrato de ingresos, género y nivel educativo alcanzado, poniendo en cuestión la generalización que implica la alusión en términos de “generación”. El análisis longitudinal mediante matrices de transición entre 2019 y 2020 nos permitirá comparar la participación de las juventudes en el mercado de trabajo en dos momentos distintos.
Entendemos que la pandemia que azotó el mundo a partir del 2020 tuvo fuertes repercusiones en el escenario social y económico a escala internacional, por lo que ha sido interpretada como un “hecho social total y global” (Assusa y Kessler, 2020). Particularmente en lo que refiere a su impacto sobre el mundo del trabajo, sus efectos no parecen limitarse a los grupos vulnerables, aunque entendemos que los y las jóvenes han sido de los sectores particularmente afectados, como ha sucedido en otros momentos históricos frente a los vaivenes de los ciclos de crecimiento y estancamiento de la economía (Assusa, 2018;Balza, 2018;Neffa, 2017; Pérez, 2008). Sin embargo, pareciera haber generado impactos diferenciales, incluso al interior del colectivo de personas jóvenes, tal como buscaremos evidenciar a través de este estudio.
El presente artículo se estructura en tres partes. Luego de esta introducción, en la primera sección, denominada “precisiones teórico-metodológicas”, se presenta brevemente el problema de investigación y algunos abordajes teóricos que enriquecen el análisis del comportamiento del mercado de trabajo en el marco de la pandemia por covid-19. A continuación, se detallan la metodología y la fuente de información utilizadas. La segunda sección presenta los principales resultados encontrados. Se pasa de un análisis comparativo de la movilidad laboral entre jóvenes y adultos, a indagar específicamente la transición a la inactividad por parte del colectivo de personas jóvenes. Finalmente, se exponen unas breves reflexiones a la luz de los hallazgos obtenidos.
1. Precisiones teórico-metodológicas
1.1. Pandemia, trabajo y jóvenes: el problema
En un documento prepandemia, la OIT (ILO, 2020) revalidaba algunas de las problemáticas laborales más generales que alcanzan al colectivo de jóvenes trabajadores/as a nivel internacional. Aunque con diferencias regionales, se observa que el desempleo juvenil triplica la tasa de sus colegas adultos/as, se encuentran sobrerrepresentados entre los trabajadores/as no registrados/as en la seguridad social y sus salarios suelen ser menores que los de trabajadores/as adultos/as. Además, el desempleo suele ser más frecuente entre las mujeres jóvenes y también entre personas de este rango etario que presentan menores credenciales educativas y/o que provienen de hogares de bajos ingresos.
La pandemia por covid-19 ha intensificado estos problemas, ya que su primer impacto sobre el mercado laboral ha sido la significativa caída de la ocupación y el incremento de la desocupación, acompañados por un fuerte crecimiento de gente que se retiraba del mercado de trabajo. Es decir, se constató un incremento histórico de la tasa de inactividad, en parte motivada por las restricciones a la circulación y el temor al contagio, lo que amortiguó el impacto en la tasa de desocupación (Weller et al., 2020).
Principalmente entre marzo y julio de 2020, se observó la fuerte contracción económica y la paralización de varios sectores productivos, lo que generó una situación recesiva que afectó significativamente a los mercados de trabajo latinoamericanos. Como suele pasar en contextos recesivos, se contrajo la contratación de nueva fuerza de trabajo y aumentaron las suspensiones y los despidos, y se paralizó masivamente el cuentapropismo informal. Es así como la salida del mercado de trabajo se impuso como alternativa frente a un mundo laboral restringido y a una economía paralizada.
A mediados de 2020, la Cepal ya anunciaba que los sectores económicos más fuertemente golpeados por la crisis derivada del covid-19 generaban más de un tercio del empleo formal y un cuarto del Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe (Cepal, 2020). El impacto, sin embargo, presentó variaciones según sector y tipo de empresa. Entre los fuertemente afectados se observan el comercio, el turismo y la gastronomía, y particularmente las pequeñas empresas, los que constituyen reductos del mercado laboral donde las personas jóvenes se encuentran claramente sobrerrepresentadas.
Argentina no fue la excepción a este escenario latinoamericano y mundial. En este país, la pandemia también conllevó la caída de la ocupación y el incremento de la desocupación, acompañados por un fuerte crecimiento de la inactividad. Como puede observarse en la Tabla 1, a nivel nacional las tasas de actividad alcanzaron valores muy por debajo de la media de los últimos 20 años (cercana al promedio estimado para 2019), mientras que la desocupación se encontró alejada del récord alcanzado durante la llamada “crisis de 2001” cuando se registró una tasa de desempleo del 19,7%. Esto se debe a que el significativo incremento de la inactividad amortiguó el aumento de la desocupación. Es así como en el período donde se constató el mayor impacto del parate económico y del aislamiento social, preventivo y obligatorio, la tasa de actividad en promedio descendió al 41,9%, mientras que la desocupación alcanzó valores cercanos al 12%. Dicho nivel de inactividad laboral se observó por última vez en Argentina a inicios de la década de 1980, según datos de la EPH-Indec.
Nota: Prom 19 corresponde a promedio de 2, 3 y 4 tr 2019; Prom 20 corresponde a promedio de 2, 3 y 4 tr 2020; Var corresponde a diferencia entre Prom 20 y Prom 19.
Fuente: elaboración propia sobre la base de la EPH-Indec.Al analizar comparativamente los principales indicadores laborales del conjunto de las personas jóvenes versus adultas, observamos que en 2020 ambos ven incrementados sus índices de inactividad y desempleo con relación al año anterior. Sin embargo, tal como indica la Tabla 1, fueron los/as jóvenes –principalmente las mujeres de ese tramo de edad– quienes más se retiraron del mercado de trabajo en 2020, mientras que quienes tenían entre 30 y 64 años, a pesar de también haber mermado su nivel de actividad, proporcionalmente se mantuvieron más en el mercado laboral y vivenciaron un mayor aumento de la desocupación. Ello generó una disminución de la brecha de desocupación entre jóvenes y adultos/as, lo que lejos de ser un indicador de mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de las personas más jóvenes, señala que dichas condiciones empeoraron al incrementar sus niveles de inactividad económica. Esta crisis golpeó al universo de trabajadores/as jóvenes expulsándolos/as no solo de sus puestos de trabajo, sino también del mercado laboral (abandonando la búsqueda de un empleo).
Ello nos permite corroborar, como punto de partida y a partir de evidencia empírica, que la pandemia afectó especialmente a las personas más jóvenes, tal como ha sucedido en otros momentos de crisis económica. Al tratarse de un momento de la vida caracterizado, entre otros factores, por el ingreso al mundo del trabajo, son quienes se encuentran más expuestos frente a un freno o una disminución de la demanda de mano de obra. Los datos nos permiten revelar que, ante el parate económico abrumador vivenciado en los primeros meses de pandemia, no solo vieron más restringidos sus empleos, sino también quienes más se recluyeron en la inactividad, viendo coartadas sus expectativas de encontrar un puesto de trabajo. Esta fuerte retracción de las y los jóvenes en el mercado de trabajo llevó a la OIT a alertar sobre el riesgo que corre este grupo etario de pasar a constituir una “generación del confinamiento” (OIT, 2020). Indagar si se observan comportamientos asociados a un “efecto generación” o si priman particularidades intrageneración es una de las preguntas centrales que nos proponemos en este artículo.
El impacto de las crisis sobre la situación laboral de los y las jóvenes es desde hace varias décadas objeto de múltiples estudios. En ese sentido, la mayor sensibilidad de las personas jóvenes a las fluctuaciones en la economía ha sido destacada en la literatura internacional. Diversos autores (Blanchflower y Freeman, 1998; Clark y Summers, 1982; Freeman, 1982;Rees, 1986) sostienen que quienes se encuentran en dicha etapa de la vida soportan una parte desproporcionada de las variaciones cíclicas del desempleo. Por su carácter de nuevos entrantes al mercado de trabajo, no tienen la formación específica ni la antigüedad que resguardan a los trabajadores y trabajadoras de más edad frente a las fluctuaciones del mercado (OIT, 2000).
La importancia del ciclo económico como variable explicativa de la situación de las juventudes en el mercado de trabajo empieza a aparecer recién en los 2000, en los informes de organismos internacionales para América Latina (OIT, Cepal) y en la bibliografía latinoamericana (Diez de Medina, 2001; Weller, 2003, 2005). Sin embargo, principalmente centran su atención en cómo la coyuntura económica influye sobre la oferta de trabajo de los hogares (incentivos a participar o desaliento ante la falta de oportunidades) y no en cómo afecta la demanda de jóvenes por parte de las empresas.
En Argentina, estudios previos nos muestran que el empleo de jóvenes se ajusta más a las variaciones en el nivel de actividad económica respecto de las personas adultas (Pérez, 2006; Pérez y Busso, 2015), fundamentalmente por alguna de las siguientes razones: 1. Las juventudes son más propensas a cambiar voluntariamente de empleo que las personas adultas; 2. La disminución en el nivel de actividad económica tiende a reducir las nuevas contrataciones, y al ser mayoría entre quienes ingresan al mercado laboral, se ven desproporcionadamente afectados; 3. Una baja en la demanda agregada también afecta particularmente a este colectivo de trabajadores/as por el lado de la salida del empleo, por ser mayoría entre quienes quedan despedidos/as, lo que se debería a que habitualmente el rol que asumen en las empresas no es esencial y su costo de despido es menor. La crisis desatada por el covid-19 pareciera haber dejado entre paréntesis las movilidades voluntarias, expuestas por distintos autores hace ya varias décadas como primera razón de la alta movilidad laboral de las personas jóvenes (O´Higgins, 1997; Rees, 1986). Por otra parte, la reducción de las nuevas contrataciones, la retracción masiva e intempestiva del empleo (principalmente joven) y la parálisis de actividades informales y por cuentapropia, lejos de generar una movilidad masiva hacia la búsqueda de empleo, se multiplicaron en situaciones de inactividad, sobre todo entre jóvenes.
En ese sentido, entendemos que el análisis de la relación entre desempleo y ciclo económico no alcanza para comprender el comportamiento y los problemas ocupacionales de este grupo etario durante la pandemia. Incorporar la variable actividad/inactividad resulta indispensable para analizar en particular el impacto de este parate económico. El retiro del mercado laboral –la inactividad laboral– pareciera haberse presentado en muchos casos como la única opción ante el shock macroeconómico.
Esto puso en cuestión postulados indiscutibles en otros momentos históricos. En efecto, la condición salarial se constituyó sobre una firme separación entre actividad e inactividad (Castel, 1997). No obstante, en las últimas décadas, estas fronteras se han mostrado porosas, dado que el ingreso al mercado laboral se asocia a entradas y salidas recurrentes no solo de situaciones de empleo, sino también del mercado de trabajo, lo que parece haberse potenciado en el marco de la pandemia. Tempranamente, Clark y Summers (1982) plantearon que la distinción en las estadísticas oficiales entre desempleados y trabajadores fuera de la fuerza de trabajo (quienes no buscan activamente un empleo) sería espuria y subestima la dificultad de aquellos sin empleo de conseguir uno. De allí que las transiciones hacia fuera del mercado laboral puedan encubrir situaciones de desempleo.
Asimismo, consideramos interesante distinguir si se trata de un tránsito a la inactividad fuera o en el sistema educativo. Existe cierto acuerdo en las investigaciones que versan sobre jóvenes ni-ni-ni (que no trabajan, ni estudian, ni buscan trabajo) en afirmar que se trata de situaciones que atañen a un grupo específico de jóvenes: especialmente mujeres y de sectores con menores recursos económicos y educativos (Pérez, 2018). En el marco del análisis de las consecuencias de la pandemia, nos proponemos indagar si se observa el mismo fenómeno o si se ha generado una situación particular.
En definitiva, nos preguntamos: ¿Qué grupo de jóvenes vio más afectada su situación laboral? ¿Qué características tienen los y las jóvenes que mayoritariamente se retiraron del mercado de trabajo? ¿Cuál era su situación laboral en 2019? ¿Quiénes se refugiaron en la inactividad por fuera del sistema escolar y quiénes se recluyeron en los estudios frente a ese impasse? Por tanto, ¿es posible identificar indicios que permitan afirmar la posible existencia de un “efecto generación”? Estos serán los interrogantes centrales que guiarán el artículo, luego de la breve presentación de aspectos metodológicos que expondremos a continuación.
1.2. Cuestiones metodológicas y fuente utilizada
Dado que nuestro interés es analizar la movilidad ocupacional de las personas jóvenes al inicio de la crisis (sanitaria, económica y social), trabajaremos con matrices de transición para el período 2019-2020 a partir de los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (EPH-Indec)[4].
Como es sabido, el diseño muestral de la EPH permite realizar un breve análisis longitudinal: es posible seguir a un mismo individuo en dos momentos del tiempo, ya sea dos trimestres consecutivos o el mismo trimestre en dos años contiguos. En ese sentido, dado que nos interesa analizar las transiciones de un conjunto acotado de la población (quienes tienen entre 18 y 29 años), entre 2019 y 2020, a fin de incrementar el tamaño muestral y la consiguiente confiabilidad estadística de los resultados, se construyó un panel “ad hoc” producto de agregar casos correspondientes a distintos trimestres[5]. Específicamente, analizamos las transiciones anuales, incluyendo los trimestres 2, 3 y 4 de cada año, ya que la pandemia en Argentina inicia hacia fines de marzo de 2020. En las mismas no se observan rotaciones de períodos más cortos: por ejemplo, una persona que en las matrices presentadas persiste en la desocupación (por ejemplo, al comparar una persona entre el 2° trimestre de 2019 y el 2° trimestre de 2020) puede haber tenido un empleo por un período breve durante ese año (por ejemplo, en el 3° o 4° trimestre de 2019). Por ese motivo, se corroboró que las principales conclusiones obtenidas en el trabajo se sostengan también analizando matrices trimestrales.
En el procedimiento de “pareo” entre ambos períodos se “pierden” individuos debido a causas tales como la variación en la composición de los hogares (salida de personas de los hogares en que se encontraban en el período anterior), por cambios geográficos de los hogares o por dificultades en el pareo a través de las variables de identificación utilizadas. De esta manera, al recuperar para las matrices solo un porcentaje de la muestra total, la población pareada podría presentar algún sesgo estadístico.
Con vistas a nuestro problema de investigación y en virtud de la necesidad de recurrir a fuentes estadísticas, definimos a la juventud en función del rango etario de 18 a 29 años. El límite inferior está dado por la edad teórica de finalización del secundario (es decir, misma probabilidad teórica de haber terminado los estudios obligatorios) y porque refiere al momento en el que se alcanza la mayoría de edad, por lo que dejan de ser considerados “trabajadores adolescentes” (personas de entre 16 y 18 años que necesitan autorización del padre/madre/tutor para trabajar, según la Ley N° 26390). El límite superior alcanza a jóvenes de hasta 29 años, amplitud que puede mostrar cierta disparidad en los indicadores laborales respecto de jóvenes que recién terminan la escuela secundaria, pero en esta ocasión hemos optado por incorporarlos debido a que nos permiten trabajar con un tamaño de muestra estadísticamente aceptable para la técnica utilizada.
Las matrices han sido construidas a partir de los cambios en la condición de ocupación, desagregando las categorías de ocupados, en precarios y no precarios, y la de inactivos, entre aquellos que asisten y no asisten al sistema educativo. En los precarios se incluye a los asalariados no registrados en el sistema de seguridad social, a los trabajadores familiares sin remuneración y los cuentapropistas en puestos sin calificación o calificación operativa. En el caso de ocupados no precarios, se refiere a asalariados registrados en el sistema de seguridad social, a los patrones y a los cuentapropistas con puestos de calificación técnica o profesional. Como es habitual en este tipo de análisis (Barkume y Horvath, 1995; Clark y Summers, 1982), las filas de la matriz muestran la condición de actividad en el período inicial y las columnas, su situación un año después.
Por su parte, para dar cuenta de la desigualdad social al interior de este colectivo, recurriremos a tres variables que suelen articularse para delinear diferentes transiciones laborales: género (utilizaremos la variable Sexo registrada por la EPH), nivel educativo y origen social, asumiendo en todos los casos valores dicotómicos (varones-mujeres, hasta secundario completo-terciario/universitario incompleto y más, ingresos bajos-ingresos medios y altos). El origen social es operacionalizado a partir del estrato de ingresos del hogar[6] (ingreso per cápita familiar), por lo que se utilizarán las categorías origen social y estrato de ingresos en forma indistinta.
2. Movilidad laboral juvenil al inicio de la pandemia
Indagar las transiciones laborales de jóvenes al inicio de la pandemia implicará primeramente comparar la situación con relación a la población adulta, para luego adentrarnos en el análisis de la particularidad que planteó el contexto para dicho grupo etario: la alta movilidad de las personas jóvenes hacia fuera del mercado de trabajo.
2.1. La mayor movilidad laboral de los/as jóvenes respecto a los/as trabajadores/as adultos/as, incluso en pandemia
La bibliografía sobre inserción laboral de jóvenes sostiene que las trayectorias de inserción se ven signadas por una gran inestabilidad, con una elevada rotación entre diversos estados ocupacionales (Jacinto, 2010;Longo et al., 2014). El análisis del período 2019-2020 nos permite confirmar la presencia de esta tendencia, incluso en tiempos de pandemia. En ese sentido, en primer lugar, vemos que efectivamente el grupo de personas de entre 18 y 29 años presenta una movilidad mayor que sus colegas adultos/as. Obsérvese en la Tabla 2 que, en la diagonal principal, que muestra aquellos que permanecen en la misma situación entre el momento 1 y el momento 2, los porcentajes correspondientes a las personas adultas son mayores en el caso de quienes se encuentran ocupadas o están inactivas. La excepción se da en el caso de los/as desocupados/as, cuyo porcentaje es levemente mayor para quienes tienen entre 18 y 29 años. Es decir que en todos los casilleros que indican movilidad ocupacional, los porcentajes son mayores para las personas jóvenes. La transición empleo-desempleo, la más comúnmente mirada, es algo más del doble (8,5%) para los/as jóvenes que para los/as adultos/as (4%), pero se destaca que en ambos casos es menor que la transición del empleo hacia la inactividad (18,8% y 10,9%, respectivamente). Lo mismo ocurre con la transición desempleo-inactividad, la que suele vincularse con el desaliento: nuevamente es mayor entre jóvenes (44,1%) que entre adultos/as (36,3%).
En segundo lugar, la literatura señala que los/as jóvenes tienden a ser contratados en ramas que funcionan habitualmente con una elevada rotación de trabajadores/as, usualmente sectores con bajos salarios y baja productividad, o bien que involucran pocas capacidades y oportunidades de aprender en el trabajo (Osterman, 1980). Si este es el caso, la mayor rotación –la salida del empleo, en esta ocasión– correspondería al sector de actividad mismo y no sería una particularidad de los/as trabajadores/as contratados/as en él. Particularmente, se ha buscado dilucidar si se trata de sectores que presentaron una evolución desfavorable desde inicios de la pandemia; de ser así, la mayor sensibilidad del empleo de jóvenes (relativa a los/as adultos/as) podría deberse a un efecto de estructura (menor actividad económica en sectores que son intensivos en utilización de fuerza de trabajo joven). Si bien este no es un tema que profundicemos en el presente trabajo, vemos que efectivamente entre los sectores más afectados por la crisis emparentada al covid-19 aparecen sectores como comercio mayorista y minorista, hoteles y restaurantes, las actividades comunitarias sociales y personales (Cepal, 2020), todos ellos sectores que se caracterizan por contratar intensivamente trabajadores/as jóvenes.
Aunque constatamos que las movilidades entre diferentes situaciones ocupacionales son mayores para los/as jóvenes que para los/as adultos/as, eso no significa que todas las personas jóvenes presentan transiciones análogas. Veremos que las mismas son diferentes según distintos atributos propios de la persona joven o su familia. Además, nos interesa desagregar en las transiciones hacia la inactividad según sean hacia el sistema educativo o no, para intentar dilucidar quienes pueden convertir la crisis en una vuelta a los estudios a tiempo completo y quienes quedan fuera del mercado de trabajo y engrosan las filas de quienes estadísticamente no trabajan, ni estudian, ni buscan trabajo.
En definitiva, la trascendencia de las transiciones hacia la inactividad nos lleva a focalizarnos en: 1) Hacia dónde transitan (vuelven al sistema educativo o simplemente desisten de la búsqueda de un empleo), y 2) Qué características sociodemográficas presentan las personas jóvenes que realizan estas transiciones.
2.2. Las transiciones hacia la inactividad laboral
Vimos que las personas entre 18 y 29 años presentan una elevada rotación entre diversos estados ocupacionales. A partir de esta primera constatación, indagaremos si factores como la educación, el origen social y el género delinean diferentes transiciones al interior de este colectivo. Ello nos permitirá ofrecer evidencia empírica para reflexionar sobre la idea del riesgo a la conformación de una “generación del confinamiento”.
2.2.1. Movilidad ocupacional y nivel educativo de jóvenes
El discurso meritocrático imperante en el capitalismo occidental potencia la idea de que las certificaciones educativas mejoran el posicionamiento en el mercado de trabajo y, por tanto, disminuirían las chances de modificación de la situación laboral ante un cambio de escenario. Este postulado ha sido enriquecido por distintas perspectivas que buscan comprender las razones detrás de la relación entre educación y trabajo (Dubet y Martucelli, 2000;López, 2004).
Paralelamente, la bibliografía nos enseña que en los últimos años las transiciones de entrada y salida del mercado de trabajo de los y las jóvenes se han multiplicado, en particular aquellas desde y hacia la escolaridad. Desde finales del siglo XX se constata la proliferación de trayectorias donde la alternancia de estudio-trabajo es una constante. La compatibilización de ambas actividades presenta numerosas dificultades, por lo que muchas personas jóvenes desarrollan este tipo de trayectorias, que se han denominado “trayectorias yo-yo” (Machado Pais, 2007), las que parecieran propagarse en momentos de crisis económicas y laborales.
Al indagar lo acontecido en el período 2019-2020 en Argentina, los datos ofrecidos en las últimas dos columnas de la Tabla 3 nos muestran la fase de salida del mercado laboral. En ellas se destaca que mientras quienes detentan mayores niveles educativos retornan mayoritariamente a los estudios en forma completa (inactividad en el sistema educativo), los de menor instrucción formal transitan mayoritariamente hacia situaciones de confinamiento (inactividad fuera del sistema educativo).
Debemos tener en cuenta que durante la pandemia las instituciones educativas implementaron estrategias de virtualización forzosa de los procesos de enseñanza-aprendizaje que suponían el acceso y apropiación de recursos materiales y tecnológicos por parte del estudiantado (dispositivos como computadora o celular inteligente, conexión a Internet y también la posibilidad de contar con un espacio adecuado para realizar las tareas educativas) (Benítez Larghi, 2020). Estas condiciones no se encontraron al alcance del conjunto de la población destinataria de las políticas educativas (Di Piero y Miño Chiappino, 2021), lo que hizo explícita la brecha digital existente (Dussel, 2010). En este sentido, advertimos que las condiciones de vida de las familias parecieran haber sido factores relevantes para explicar el abandono/retorno educativo de jóvenes, no solo en el caso de familias de bajos ingresos, sino también de sectores medios.
Asimismo, la subjetividad de los/as jóvenes podría haber sido un elemento central en la decisión de volver al sistema educativo. Si bien en el presente trabajo nuestro abordaje no nos permite profundizar esta cuestión, algunos autores destacan que estas decisiones dependen en parte del clima educativo del hogar y de la pérdida de valor de la educación como medio de movilidad social en los sectores populares (Saraví, 2009). En el mismo sentido, otros colegas señalan que es el marco de referencia socioeconómico y cultural en el que se mueven cotidianamente dichos jóvenes lo que explica su percepción de la relación educación-trabajo (Tarabini y Curran, 2015).
Pensamos el sistema educativo y la familia como una "sala de espera" para los/as jóvenes, hasta que la situación económico-laboral mejore y puedan volver al mercado laboral. Pero entendemos que la sala de espera que les toca no es una decisión estrictamente individual, sino que se encuentra relacionada con los recursos (económicos, educativos, culturales) con los que cuentan, lo que delimita una estructura de oportunidades diferente en distintos grupos de jóvenes.
Se destaca aquí la reversibilidad en las trayectorias de inserción de muchos jóvenes, quienes ya no pasan linealmente de la escuela al trabajo, sino que emprenden complejos “procesos de inserción laboral” (Jacinto, 2010): puede que ingresen al mercado laboral, pierdan ese trabajo y vuelvan al sistema educativo a completar su formación, que tal vez posibilite una posterior inserción menos precaria (Du Bois-Reymond y López Blasco, 2004).
Las transiciones develadas en la Tabla 3 también evidencian que –más allá de las diferencias según credenciales educativas– quienes se encontraban en 2019 en situaciones de mayor vulnerabilidad laboral (desocupados/as y ocupados/as precarios/as) presentan mayores transiciones hacia fuera del mercado de trabajo, lo que nos permite intuir que no se trataría de una movilidad voluntaria, sino mayoritariamente de interrupciones laborales no deseadas y trabajadores/as desalentados/as que abandonan la búsqueda de un empleo (transitando a la inactividad).
2.2.2. El género de la movilidad ocupacional de jóvenes
Tal como mencionamos, las marcadas diferencias en la condición ocupacional de jóvenes mujeres y varones se condicen con transiciones marcadamente desiguales.
La información analizada revela que en el período 2019-2020 se constata una fuerte permanencia de las jóvenes mujeres en la inactividad laboral, tanto en el sistema educativo (69,1%) como fuera de este (67,1%). Entre los varones es elevada la permanencia en la inactividad asociada al sistema educativo (64%), pero considerablemente más baja para aquellos que no estudian (40%). Estos datos manifiestan que una parte importante de la explicación de la brecha en las tasas de actividad entre jóvenes varones y mujeres no depende de la estructura y vaivenes del mercado laboral, sino que debe buscarse en la división sexual del trabajo, que conduce a que mientras los jóvenes se preparan para ejercer un trabajo productivo, gran parte de las jóvenes son educadas para asumir el trabajo doméstico o de la reproducción (Carrasquer, 1997). A su vez, la condición de inactividad laboral representa en muchos casos un estatus socialmente aceptable para las mujeres, pero no para los varones (Maruani, 2002).
En el mismo sentido, se observa una mayor frecuencia en la transición hacia la inactividad, hacia fuera del sistema educativo, de mujeres respecto de varones. Esto se debe, en gran medida, a jóvenes mujeres que se retiraron del mercado de trabajo para realizar actividades en el hogar, principalmente para el cuidado de hijos y/o hermanos, tareas que se incrementaron de manera vertiginosa durante el período de aislamiento (a causa de la no presencialidad de actividades escolares, deportivas, etc.) y recayeron principalmente en las mujeres, reproduciendo estereotipos y desigualdades de género (Arza, 2020).
La Tabla 4 nos devela que las transiciones a la inactividad presentaron diferencias según el tipo de inserción laboral desempeñada en 2019: las mujeres con inserciones precarias (desocupadas u ocupadas precarias) tuvieron muchas más chances de ser expulsadas del mercado de trabajo en el primer año de pandemia que varones en similares inserciones o que mujeres en empleos no precarios.
La diferencia en la transición es más marcada en los casos de empleo precario y de desocupación, dado que cuando la joven tiene un empleo no precario puede disponer de los servicios sociales asociados a su puesto no precario o bien puede afrontar el costo del cuidado de los niños (por su mayor salario relativo), en momentos en que las tareas de cuidado se multiplicaron. Estudios previos muestran que la presencia de menores en el hogar afecta sensiblemente la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, contrariamente a lo que sucede en el caso de los varones (Pérez, 2009;Pérez, Deleo y Fernández Massi, 2013).
2.2.3. Desigualdades de ingresos y movilidad ocupacional
La tercera variable que nos propusimos indagar a fin de develar el comportamiento laboral de distintas juventudes en el marco del contexto de pandemia es el origen social, a partir del nivel de ingresos del hogar. A pesar de que la Tabla 5 presenta diferencias menos evidentes que las anteriores, es posible registrar discrepancias en el tipo de inactividad hacia el que transitan jóvenes provenientes de distintos estratos.
En primer lugar, observamos que los/as jóvenes de ingresos medios y altos gozan de una mayor estabilidad laboral, particularmente en el empleo no precario (75,2%). En el caso de quienes en 2019 se encontraban desempeñando empleos precarios, la mayor estabilidad de los/as jóvenes de menores recursos (58,8%) refiere sustancialmente a lo que significa ese puesto para jóvenes de diferentes estratos sociales: mientras que el empleo precario suele significar una etapa en el proceso de la inserción laboral de los/as jóvenes de ingresos medios y altos, usualmente representa el punto de destino para quienes pertenecen a sectores de bajos ingresos.
Las personas jóvenes, pertenecientes al estrato medio-alto, presentan más movilidad hacia la inactividad en el sistema educativo que las del estrato de ingresos bajos. Ello se observa tanto desde situaciones de desempleo (19,7% vs 16,1%) como desde empleos precarios (11,8% vs 6,1%). Una posible interpretación de esta última transición podría hallarse en los capitales sociales y económicos con los que cuentan unos y otros. Ello, además, podría impactar en sus horizontes de posibilidad y en cómo significan (valoran y dependen de) esos empleos. En el caso de quienes provienen desde el empleo no precario, los porcentajes por estrato son similares (3,7% vs 3,4%). Ello indicaría que este tipo de empleo es altamente valorado por todos los grupos sociales y que los empleos registrados actuaron como escudo frente al shock generado por la pandemia.
2.2.4. Desigualdades de género y de ingreso en transiciones a la inactividad
Vimos ciertas particularidades en las transiciones de jóvenes mujeres y varones, así como también entre jóvenes provenientes de hogares de diferentes niveles de ingresos. Veremos ahora si existe una “sumatoria de desigualdades” que evidencie cómo se articulan las desigualdades de género y de ingresos en las transiciones hacia fuera del mercado de trabajo.
Nuevamente encontramos una asociación directa entre la precariedad de la inserción laboral durante 2019 y una mayor transición hacia la inactividad laboral, lo que cuestiona fuertemente la hipótesis de movilidad voluntaria (O´Higgins, 1997;Rees, 1986) asociada a la idea de moratoria social juvenil (Nicole-Drancourt, 1994).
Así, advertimos en la Tabla 6 que las mujeres de estrato bajo transitan mayoritariamente hacia la inactividad fuera del sistema educativo, mientras que las que provienen de familias de medios y altos ingresos han podido retomar estudios frente al impasse laboral. En cuanto a los varones, presentan patrones similares en su transición a la inactividad, sin importar el estrato de ingreso al que pertenecen.
De esta manera, aunque las diferencias en las transiciones hacia la inactividad entre jóvenes mujeres y varones atraviesan los diferentes estratos de ingresos, dichas diferencias son más evidentes en los estratos de ingresos bajos, donde la división sexual del trabajo es más pronunciada (Millenaar y Jacinto, 2013).
Por tanto, las transiciones más importantes son hacia la inactividad fuera del sistema educativo, se dan principalmente en las mujeres y en especial en aquellas de estrato bajo, corroborando el vínculo extensamente estudiado que afirma que son ellas quienes se encargan mayoritariamente de las tareas de cuidado, sin la posibilidad de tercerizarlas (contar con guardería, servicio doméstico) como las mujeres de estratos medio-altos. Justamente es esta posibilidad de tercerización la que genera que, en el caso de los sectores de mayores ingresos, las diferencias entre varones y mujeres en su transición hacia la inactividad fuera del sistema educativo se reduzca significativamente.
3. Reflexiones finales
La crisis socioeconómica motorizada por la irrupción del covid-19 impactó al conjunto de la población ocupada, multiplicando las transiciones no solo hacia el desempleo, sino significativamente hacia la inactividad. Una vez más fueron las personas más jóvenes quienes presentaron los indicadores más alarmantes, según los registros analizados en el presente artículo.
En primer lugar, hemos constatado que en Argentina, a partir del análisis del período 2019-2020, es la población joven la que presenta mayores niveles de movilidad en el mercado de trabajo. En otras palabras, son quienes han tenido mayores dificultades para mantener su situación laboral en el marco de la pandemia.
En segundo lugar, observamos que la mayor movilidad en el mercado de trabajo en tiempos de pandemia se asocia a situaciones de mayor vulnerabilidad laboral. Así, quienes se encontraban en la desocupación o en inserciones precarias presentan mayores transiciones que quienes poseían un empleo no precario. De esta forma, los datos analizados cuestionan los postulados que indican que la alta movilidad laboral juvenil se debe a la experimentación y factores asociados a la voluntariedad.
En tercer lugar, consideramos que resulta inapropiado enunciar postulados respecto a la posible configuración de una “generación del confinamiento”, dado que hablar en términos de generación implícitamente supone una representación homogénea de la juventud. Cuando hablamos de jóvenes, hablamos de personas en situaciones y condiciones muy diversas. Es cierto que en el período bajo análisis se evidenció un incremento sustantivo de la inactividad en el conjunto de la población y que fue mayor entre personas jóvenes. Sin embargo, hemos constatado que esa inactividad adquiere características muy diversas que dan cuenta de la existencia de juventudes con características y comportamientos diferenciales ante los problemas ocupacionales agravados por la pandemia.
Hablar en términos de generación, por tanto, invisibiliza desigualdades intrageneracionales que llevan a que en un contexto recesivo como la crisis vinculada al covid-19 un grupo de jóvenes –quienes poseen mayor educación y/o viven en hogares de ingresos medio-altos– pueda aprovechar el alejamiento del mercado de trabajo para abocarse a estudiar a tiempo pleno (mejorando sus oportunidades futuras en el mercado laboral), mientras que otro grupo –quienes detentan menor instrucción y/o pertenecen a hogares de bajos ingresos– transita mayoritariamente hacia situaciones de confinamiento, agravando sus ya de por sí precarias perspectivas laborales.
En cuarto lugar, respecto a las diferencias por sexo, observamos mayores transiciones hacia la inactividad de mujeres respecto de varones, principalmente fuera del sistema educativo, vinculado al incremento en las tareas de cuidado derivadas de la pandemia y a la reproducción de estereotipos y desigualdades de género. Fueron principalmente las mujeres –y en particular las jóvenes– quienes garantizaron la mayor parte de las tareas de cuidado de los hogares, las que se han visto multiplicadas en este período donde se vio mermada la presencialidad en las actividades escolares, de clubes o instituciones.
En síntesis, si bien la crisis laboral derivó en una significativa transición hacia la inactividad juvenil, queremos destacar que, de acuerdo con nuestra perspectiva, la misma no se debió a movilidades voluntarias, sino que se asoció a condicionamientos estructurales. Se visualiza de esta forma que la pandemia generó un escenario donde se reprodujeron y profundizaron desigualdades económicas, educativas y sociales, reforzando una estructura de oportunidades que condiciona las trayectorias laborales de jóvenes. Es decir, lejos de la homogeneización que supone hablar en términos de generación, pero también de la idea de individualización que señala que es la propia persona quien construye su propia trayectoria laboral, entendemos que el análisis de este período histórico evidencia una vez más que las desigualdades en términos de género, educación y estrato social delinean diferentes juventudes que enfrentan diferentes opciones/oportunidades en su proceso de inserción laboral.
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Notas