El cuentista Rubén Darío
The short story writer Rubén Darío
Revista Lengua y Literatura
Universidad de Managua, Nicaragua
ISSN-e: 2707-0107
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 1, 2021
Recepción: 03 Septiembre 2020
Aprobación: 14 Diciembre 2020
Es posible afirmar que Jorge Eduardo Arellano aprendió a leer a los 3 años, a la misma edad que el niño Rubén Darío, y que Arellano comenzó, entonces, leyendo a Darío
De otro modo no se explica tanto la dedicación, el fervor, el afecto lectoral de la obra literaria de nuestro gran poeta, como el cono- cimiento amplio y profundo que comenzó a desplegar desde los años en que laboraba en Revista con- servadora (1967) hasta sus actuales años.
Por otra parte, sabemos que Jorge Eduardo, un auténtico polígrafo, ha incursionado en todos los saberes de la epistemología nuestra, pero su centro siempre ha sido la investigación y estudio de la vida y obra de Rubén Darío. Del centenar y pico de obras diversas que ha publicado, una buena parte de ellas corresponden a la ampliación y actualización, como una constante, de los diversos aspectos de la obra dariana.
Es pues plausible que la más reciente obra de Jorge Eduardo Arellano consagrada a nuestro poe- ta, El cuentista Rubén Darío: Actualización crítica (Banco Central de Nicaragua, Managua 2020), sea un verdadero manual del cuento dariano para uso de todos aquellos que quieran conocer y ahondar su rol maestro en la narración breve, rol que hasta ahora no ha sido sistemáticamente estudiado por ninguno de los críticos y estudiosos que han incursionado en ella.
Nos referimos a una exhaustiva obra que aborda los más diversos aspectos de la cuentística da- riana, centrándose tanto en el problema intertextual de las fuentes, como en el cotejo con las publica- ciones periódicas donde aparecieron numerosos textos narrativos que pasaron inadvertidos por largo tiempo. Recordemos que los únicos cuentos aparecidos en libro fueron los que conformaron gran par- te del primigenio Azul…
El que Darío, quien publicó una cuarentena de libros en su vida, nunca, aparentemente, le haya dado la importancia debida a la recolección de sus cuentos, ha constituido el problema central para bi- bliógrafos, estudiosos e investigadores de la narrativa breve e intentos novelísticos de nuestro poeta.
Así, pues, la primera tentativa de reunir los Cuentos completos de Darío, fue la editada por el
«acucioso letrado nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez» con estudio preliminar del filólogo argentino Ray- mundo Lida (México, Fondo de Cultura Económica, 1950). Este volumen, ensamblado a partir de diver- sos hallazgos y recolecciones anteriores, logró reunir setenta y siete piezas y no obstante que marcó «un hito- apunta Arellano- en la compilación, ordenación y valoración de la narrativa breve de Darío»; no se
«consultó ninguna publicación periódica donde aparecieron dichos cuentos, ni pudo librarse de muy visi- bles alteraciones, supresiones textuales y erratas» (p. 46).
La segunda tentativa, fue la incluida en el tomo IV de las incompletas Obras completas de nuestro poeta (Editorial Afrodisio Aguado, Madrid, 1950-55), publicadas cinco años después de la mencionada primera edición y que no tomó en cuenta «los meritorios logros» «ni el aparato crítico de la Edición de Mejía Sánchez».
Lo que se podría considerar una tercera tentativa de los Cuentos completos, fue la coordinada por Julio Valle-Castillo (La Habana, 1990 y 1994), la cual reprodujo la edición mexicana, se enriqueció con hallazgos narrativos del gran biógrafo de Darío don Edelberto Torres y del argentino Pedro Luis Barcia. Esta edición se reprodujo en nuestro país sucesivamente en 1993,1994, y en el 2000, prescindiendo la- mentablemente de «La pluma azul», importante narración escrita y publicada en Nicaragua.
Continuando la saga tentatival de la edición de los cuentos de Darío Arellano refiérase a la
«edición selectiva del catedrático español, José María Martínez» (Madrid, Cátedra, 1997), en la cual se añaden dos textos, que ya figuraban en las reimpresiones nicaragüenses, sumando en total ochenta y ocho cuentos
Finalmente nuestro estudioso considera la más reciente tentativa de Cuentos completos como edi- ción que fortalece «la dimensión del Darío cuentista», realizada en Managua por Anamá Ediciones Cen- troamericanas (2005) , la cual, siguiendo el esquema de la edición mexicana , consta de noventa y seis piezas narrativas, diez de las cuales fueron agregadas en un Apéndice por Arellano mismo.
La ardua reconstrucción que investigadores de diversas nacionalidades, incluyendo al mismo Jorge Eduardo, Mejía Sánchez y otros nicaragüenses, realizaron en búsqueda y descubrimiento de la cuentística dariana, posterior a los textos maestros incluidos en Azul… que dieron lugar a la renovación literaria que inició el Modernismo, nos muestran de por si una vocación narrativa constante en publicaciones periódi- cas, paralela y parangonable con su quehacer poético. Arellano afirma: «no hubo año de la existencia de Darío- entre 1885 y 1915- que no publicase cuentos en revistas y periódicos de América y Euro- pa» (p.111).
No olvidemos: el poeta y el narrador se revelaron al mismo tiempo en verso y en prosa. El rescate del primer cuento de Darío, realizado por José Jirón Terán y Arellano, «Primera impresión», publicado en la revista El ensayo en León el 6 de abril de 1881, revelan que el poeta-niño era también un poeta- cuentista. Más todavía: el narrador no solo se valía de la prosa, sino que también abordaba la narración a través de poemas como La cabeza del «Rawi» y «Ali».
La cultura lectoral de nuestro gran poeta brotó a la edad de sus siete años de los libros que en- contró en el baúl prodigioso de su padre-abuelo, Coronel Ramírez Madregil, libros (El Quijote, la Biblia, los Oficios de Cicerón y La caverna de Strozzi) que se reprodujeron en el espacio y el tiempo desde la primigenia biblioteca de Managua a todas las bibliotecas que lo acogieron a su paso.
Al comprobar Arellano, a largo de su acucioso y bien documentado estudio, el interés lectoral y amplios conocimientos mostrados por Darío a través de sus numerosas crónicas, prólogos y reseñas alu- sivas a la narratividad clásica y contemporánea, le dedica el capítulo tercero de su libro: Hacia una teoría dariana del cuento. En efecto, apunta Arellano, una teoría, en tanto que cuerpo doctrinal se halla au- sente, «…pero él, aunque más seducido por la lírica, demostró poseer conciencia del género en una época cuando no se había definido rigurosamente o resultaba ambiguo y polivalente» (p.69).
El posible corpus teórico dariano sobre el cuento Arellano lo despliega no solo en el capítulo 3, sino en casi todas las páginas de su bien documentado estudio. Destaco dos citas específicas donde Da- río muestra su conciencia teórica al respecto. La primera es un comentario que hizo a un concurso de cuentos convocado por el diario El liberal de Madrid en marzo de 1900, donde nuestro poeta demostró no solo un dominio sobre los autores de cuentos del momento, sino también juzgó el tipo de convoca- toria y la idoneidad de los jurados del mismo. En la parte toral de su comentario Darío se pregunta cuál es la condición principal para que un cuento sea premiado en un certamen. He aquí la serie de pregun- tas-respuestas que da:
¿Es el estilo? ¿Es la corrección y pureza del idioma? ¿Es la fabulación, la trama, el argumento? Un cuento de Flaubert es otra cosa que un cuento de Maupassant, y ambos son otra cosa que uno de Mendès, de Silvestre, de D’Annunzio, o de la Serao. Un cuento de Hugo, “El Bello Pico- pin,” pongo por caso, está en el polo opuesto de un cuento de Tolstoy, y hay un océano de dis- tancia entre ambos y uno de Rudyard Kipling, o de Wells o de Morrow. (p.96).
Y añade un comentario negativo con conocimiento pleno de quien es quien como narrador: «En España no se ha cultivado el cuento, no ha existido el género…Los cuentos españoles son más bien no- velas cortas, exceptuando alguno como Jacinto Octavio Picón, Clarín, Joaquín Dicenta o el catalán Narcis Oller» (p.96).
Las reseñas y comentarios a obras que están bajo su mira e intereses, enriquecen ese corpus teóri- co que Arellano saca flote. Refiriéndose a dos obras de autores franceses, Joseph Bedier y Roland de Ma- res, Les Fabliaux y En barbarie respectivamente, Jorge Eduardo señala acertadamente el interés de Darío por la literatura oral, o sea pues por los orígenes del cuento folklórico, teorizado en 1960 por el estructu- ralista Tzvetan Todorov, lo cual nos revela a Darío como un teórico adelantado a su tiempo. Oigámoslo:
«…Casi todos los cuentos populares, tenían un origen único en la India. Allí habían nacido para esparcir-
se en seguida en el mundo entero». Y más adelante:
Andrew Lang… creyendo encontrar en los cuentos supervivencia de usos antiguos les señaló por fecha tal época de la historia…El cuento de Pulgarcillo, por ejemplo, no puede, dice Lang, haber sido inventado por un griego contemporáneo de Esquilo; preciso es situarlo, en el espacio o el tiempo, en un período o en un país en que los hombres se comían los unos a los otros. Hay tal vez algo verdadero en esa teoría de la supervivencia. (p.101)
Más adelante se pregunta: «¿De dónde vienen, pues, los cuentos populares y cuál es su edad?...los cuentos populares, no son, tal vez, sino cuentos literarios que han llegado a ser popula- res» (Pág.101). Y concluye elogiando ambos autores que con sus narraciones breves se remontan al rescate de leyendas, actualizándolas.
No es posible dar cuenta en todas sus dimensiones de un libro exhaustivo que no solo estudia y resume el casi centenar de cuentos que hasta hoy se han recopilado de Darío, sino que también, después de clasificarlos, revisar su situación particular con la crítica, los refiere a sus diversas fuentes textuales, publicaciones originales, traducciones a 14 idiomas, inclusión en recopilaciones y antologías. Y como co- lofón: una bibliografía razonada detalladamente.
Ahora bien esta visión tan panorámica como erudita del surgimiento y evolución de la cuentística dariana puede ser vista también como una importante contribución a la historia-crítica del cuento mo- dernista concebida desde la praxis artística, social y teórica del productor textual Rubén Darío y su rol protagónico de chef d’école.
No perdamos de vista, por otra parte, el espacio histórico-crítico-lectoral que va de la publicación de la producción narrativa de 1885 a 1915 y el interés posterior a su muerte que comienza a generar la búsqueda y ubicación de sus cuentos en conocidas y desconocidas publicaciones periódicas. Este cúmulo artístico escritural de casi un centenar de textos, recopilaciones en diferentes antologías, congresos inter- nacionales, tesis universitarias y publicaciones especiales dedicadas a esa surgiente narrativa inédita nos facilita apreciar el bien documentado trabajo de Jorge Eduardo Arellano, desde otra perspectiva.
Es, pues, posible ver y describir la actividad crítica-valorativa sobre la rica y ya accesible cuentísti- ca dariana. Nos referimos a las variantes de la recepción lectoral y crítica de la narrativa de nuestro poe- ta, desde la primigenia valoración de don Juan Valera sobre los cuentos de Azul… y las variantes inter- pretativas que se han dado. El horizonte de expectativa ha variado desde aquella apreciación empírica- académica, hasta la conformación a diversos niveles de una crítica internacional (El New criticism, es- tructuralismo, la carnavalización bajtiniana, La poética de Roman Jakobson, la intertextualidad) creciente en las últimas décadas.
Conforme la teoría de La recepción, de Hans Robert Jauss, el horizonte de expectativa de un texto literario no es fijo sino modificable en cuanto a la recepción misma de una obra que es vista y apreciada con nuevas herramientas y recursos críticos. Arellano, entonces, en su bien documentado libro, El cuen- tista Rubén Darío, ha descrito muy bien la recepción crítica y lectoral que ha tenido la obra narrativa dariana, desde la muerte de nuestro gran poeta en 1916 hasta nuestros días.