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Narrativas, memorias e imaginarios de la violencia en el Barrio Hilario Sánchez, Managua - Nicaragua: Apuntes etnográficos desde el origen del conflicto
Narratives, memories and imaginaries of violence at Hilario Sánchez neighborhood, Managua- Nicaragua: Ethnographic notes from the origin of the conflict
Población y Desarrollo: Argonautas y Caminantes, vol. 17, pp. 145-154, 2021
Universidad Nacional Autónoma de Honduras

Artículos científicos

Población y Desarrollo: Argonautas y Caminantes
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Honduras
ISSN-e: 2221-7002
Periodicidad: Anual
vol. 17, 2021

Recepción: 02/07/21

Aprobación: 26/07/2021

Resumen: El presente artículo científico, es una síntesis de los resultados empíricos del primer capítulo del trabajo monográfico para optar al título de Licenciado en Antropología Social, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, el cual titulé: Re-existiendo y construyendo sobre la violencia: narrativas, memorias e imaginarios de las familias chatarreras, desarrollado entre los años 2016 y 2017, en el Barrio Hilario Sánchez, uno de los 84 barrios que conforman el distrito IV del municipio de Managua. El objetivo, es analizar los orígenes de la violencia en el Barrio Hilario Sánchez, específicamente encausados en las familias chatarreras, identificados como los indeseables. Por tanto, las técnicas etnográficas se encausaron en el análisis de la memoria y las narrativas de los habitantes del barrio, develando los sucesos que marcaron a toda una comunidad, encontrando los conectores que extrapolaron y fragilizaron las relaciones sociales en el contexto, marginando a un grupo de familias que no cumplían con estándares de vida adecuados, desde distintas percepciones.

Palabras clave: barrio, indeseados, familias chatarreras, etnografía, exclusión social.

Abstract: This scientific article is a synthesis of the empirical results of the first chapter of the monographic work to qualify for the Bachelor's degree in Social Anthropology, at the National Autonomous University of Nicaragua, which I titled: Re-existing and building on violence: narratives, memories and imaginaries of scrap families, developed between 2016 and 2017, in the Hilario Sánchez neighborhood, one of the 84 neighborhoods that make up District IV of the Managua municipality. The objective is to analyze the origins of the violence in the Hilario Sánchez neighborhood, specifically prosecuted in scrap families, identified as undesirable. Therefore, ethnographic techniques were used in the analysis of the memory and narratives of the inhabitants of the neighborhood, revealing the events that marked an entire community, finding the connectors that extrapolated and weakened social relations in the context, marginalizing a group of families that did not meet adequate standards of living, from different perceptions.

Keywords: neighborhood, unwanted, scrap families, ethnography, social exclusion.

I. Introducción

El desarrollo de la investigación se contextualiza geográficamente en el Barrio Hilario Sánchez, uno de los 84 barrios que conforman el distrito IV del municipio de Managua. Se realiza un análisis desde una óptica antropológica que permita comprender como se percibe la violencia en contextos socio-vulnerables, y como se implican los niños, jóvenes, madres y padres y en general la comunidad. Se toma en cuenta elementos macro que involucran los procesos históricos, el legado colonial y las políticas públicas de corte neoliberal, como una dinámica de nación que sustentó la base y formación de los contextos antes mencionados, y como estos procesos se naturalizan como parte de la vida social y las relaciones comunitarias.

El interés principal de este estudio es comprender la afectación de la violencia en los núcleos familiares, además de analizar cómo estas dinámicas ayudan a identificar posibles caminos que faciliten la construcción social para crear espacios y relaciones que permitan a las nuevas generaciones, ser agentes y protagonistas capaces de romper el modelo de la violencia intrafamiliar. Para esto es necesario, retomar y analizar los fenómenos desde la óptica antropológica, para en un segundo momento, retomar aspectos tanto históricos, políticos y psicosociales que han permeado en el contexto, apuntando a un desarrollo multidisciplinario para entender la violencia en el Barrio Hilario Sánchez.

II. Metodología

Se retoman los trabajos de investigación de la socióloga Paula Helena Mateos (2015) titulado Narrativas de la violencia: las voces infanto-adolescentes como parrhesia, realizado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina y compilado por la red CLACSO para su difusión; cuyo interés central de este trabajo es su metodología aplicada, la cual se basa en las narrativas de colectivos de niños, niñas y adolescentes respecto a lo que ellos interpretaban y entendían como violencia o situaciones vulnerables en su cotidianeidad; demostrando que, hay posibilidad para hablar de etnografía transdisciplinar para el abordaje integral del fenómeno desde las distintas perspectivas, saberes, valores y posturas de los sujetos en un contexto.

También se profundizan las investigaciones de las antropólogas Natalia de Marinis y Valentina Glockner: “Etnografiar (en) el terror” (2017), quienes cuestionan constantemente el papel del investigador y el método etnográfico desde lo ético ¿Hasta dónde es pertinente investigar? Es la esencia permanente que rodea sus trabajos en “contextos de terror” con desplazados en zonas de guerra colombiana.

Los antecedentes seleccionados, nutren la metodología de la presente investigación, y sientan las bases para la interpretación de los resultados, de manera que los datos sean pertinentes y senti-pensantes ante los sujetos que abren un poco de sus historias, y cuentan sus experiencias, en un proceso metodológico horizontal, para la construcción del conocimiento común.

El presente artículo es de carácter constructivista de corte interpretativo y enfoque cualitativo, en el cual la realidad depende de las condiciones de tiempo y espacio del contexto, describiendo, comprendiendo e interpretando los distintos fenómenos que acontecen, entendiendo la red de significados en el contexto social, con el fin de dar análisis a profundidad de la vida social desde las perspectivas de los sujetos que la experimentan. El método eje para la extracción y análisis de datos es la etnografía transdisciplinar y comunitaria1.

Lo medular en esta etnografía es la horizontalidad y la colaboración de los sujetos en sus contextos de estudio, para la comprensión, análisis y construcción de narrativas y saberes respecto a un fenómeno social; de modo que, los procesos de construcción del dato científico, sean validados y producidos, directamente con los sujetos que viven, sienten y piensan el fenómeno.

La primera etapa del proceso investigativo es de recolección y aplicación de talleres comunitarios, mediante la técnica de observación vivencial, la cual se divide en dos momentos. El primero tuvo una duración de 3 meses efectivos, entre el 29 de diciembre del año 2016 y el 15 de marzo del año 2017. El segundo momento tuvo una duración de 2 meses entre el 15 de abril y el 27 de junio del año 2017.

Durante el primer período se estableció como objetivo de rapport, entrar y formar parte del equipo voluntario de un grupo comunitario familiarizado en el barrio. En este caso se tomó el proyecto Ollas de Soya de las Comunidades Eclesiales de Base. En principio porque tal proyecto trabaja directamente con las familias más vulnerables del barrio: los chatarreros. De manera que era más fácil establecer lazos de confianza y redes sociales desde el proyecto como voluntario que como investigador.

De las 45 familias que son beneficiadas del proyecto Ollas, se identificaron 25 casos de mujeres víctimas de violencia intrafamiliar en el proyecto. Se planificaron Talleres Comunitarios bajo las técnicas de Línea Emocional y Mapeos Comunitarios, para construir las narrativas desde las memorias de las protagonistas. Cabe destacar que estas 45 familias no representan en su totalidad al número de familias en condiciones de vulnerabilidad en el barrio.

La segunda etapa corresponde a triangulación y verificación de los datos ya sistematizados estimadas entre el 1ero y 7 de julio del año 2019; y por último la etapa de validación y retroalimentación con expertos en la materia tanto en el Ministerio de Familia, como el Ministerio de la Mujer, dichas etapas se establecieron entre los primeros días de agosto y finales de octubre del 2020.

Específicamente para la reconstrucción de la memoria histórica del barrio desde el conflicto, se desarrolló el taller de líneas de tiempo comunitarias, junto con 15 mujeres de entre 20 y 55 años, madres en su totalidad, quienes el 70% rondaban entre los 20 y 28 años, un 25% entre 33 y 39 años y un 5% entre los 45 y 55 años. Donde el grupo etario entre 37-39 afirma ser migrante entre los años 80 y 90; mientras que el grupo de 20-28 afirma haber nacido en el barrio y el último grupo, afirma haber migrado al barrio entre los años 60 y 70.

Paralelo, se triangularon los resultados con distintos pobladores longevos del barrio, entre 55 y 75 años, que hayan vivido en el barrio entre 1950-1965, rastreando el origen del conflicto entre los pobladores chatarreros y los no chatarreros.

Para comprender la integración de las técnicas bajo la metodología de Etnografía Transdisciplinar, se recomienda leer el artículo: Etnografía Transdisciplinar: integración de técnicas metodológicas de las ciencias sociales para el abordaje de la violencia; en el cual se detalla minuciosamente el proceso de recolección y procesamiento de las técnicas antes declaradas.

III. Discusión de resultados

3.1. Radiografía etnográfica del Barrio Hilario Sánchez

El Barrio Hilario Sánchez, es uno de los 84 barrios que conforman el distrito IV del municipio de Managua. El territorio del distrito, conformado por 27 sectores, abarca la sede del poder ejecutivo y legislativo, limitando al norte con el lago de Managua; al sur con los distritos III y IV, al este y oeste con los distritos V y II, respectivamente.

El barrio se ubica en la zona oriental de la capital. El marco geográfico posiciona al barrio entre las avenidas nor-este 27 y 39 y Carretera Norte, una de las carreteras principales de la capital debido a la influencia comercial de empresas constructoras y metalúrgicas que se asentaron a lo largo de la carretera, entre las avenidas 21 y 48; además, el recorrido de la carretera atraviesa los barrios originarios de la capital, conectando a la misma con las principales vías de acceso entre las ciudades provenientes del centro-norte y caribe-centro/sur.

Los límites del barrio comprenden: norte: barrio Las Torres; sur: barrio San Luis; este: barrio las Torres; oeste: barrio Pedro Joaquín Chamorro.

3.2. Reconstrucción de la Historia del barrio: testimonios y memorias

- Fundación del barrio entre tres décadas (1960, 1970, 1980): origen del conflicto

El actual Barrio Hilario Sánchez, era parte del territorio político del Barrio Las Torres, cuya área se empezó a poblar a mediados de los años 60, tras las constantes oleadas migratorias del campo a la ciudad (Fotografía N°1).

Doña Lucía Almendárez, de 69 años, habitante de Las Torres, recuerda parte de su niñez y como se fue poblando ese sector:

“(…) para aquel tiempo (1967), lo que es el Hilario Sánchez eran predios sin nada, terrenos de allegados de Somoza, que posteriormente tomaron personas que venían del interior y expandieron poco a poco las viviendas (…) después del terremoto (1972) muchas familias afectadas, fueron ubicadas en esa zona, limitando entre la zona residencial que ahora es la Pedro Joaquín Chamorro, y parte del San Luís. Después del triunfo del 79, se consideraba esa zona parte del barrio (Las Torres) (…) pero después de la muerte de Hilario, cierta parte de la gente que habitaba esa zona, se organizaron una noche, junto a los brigadistas y miembros activos de vigilancia nocturna, y acordaron conmemorar la trágica perdida del joven, nombrando el barrio en su honor”2.


Fotografía N°1
Taller de Líneas de Tiempo Comunitarias, Barrio Hilario Sánchez, 2017
Fuente: Fotografía tomada por Luis Carlos Chow. Se detalla el trabajo de memoria entre los años de 1990 y 1994

Desde la narrativa de doña Lucía fue posible comprender como surge la brecha entre los habitantes del barrio que se asentaron previo al terremoto respecto a los que llegaron post-terremoto (1972). Las narrativas del desprecio que construyeron las primeras familias sobre las últimas, debido a que eran refugiados, desplazados, campesinos y damnificados que, al llegar al lugar tuvieron que acomodarse y edificar sus viviendas con los pocos recursos económicos y materiales que contaban. Como consecuencia, es posible notar este desprecio en los aportes de las entrevistas en los siguientes sub acápites.

Respecto al nombramiento del barrio, es en honor al Comandante Hilario Sánchez, quien en vida, fue un líder revolucionario, comandante guerrillero; originario del distrito indígena de Subtiava, departamento de León. Fue segundo al mando de la región Sur-oriental y tras la caída en combate del comandante Camilo Ortega, asume el mandato de dicha región, dirigiendo la insurrección de septiembre en Masaya de 1978. Aportó al desarrollo y creación del Ejército Popular Sandinista, y asumió el cargo de jefe de la 5ta. y 6ta. región militar y de la 2da. zona militar, otorgado por decreto del Ministerio de Defensa del Gobierno Revolucionario, quien muere en cumplimento de su deber en las cercanías del lago Cocibolca, en 19833.

- Década de los 80

En 1980, tras el triunfo de la revolución popular sandinista, ante la cruenta dictadora de la Familia Somoza, la Junta de Reconstrucción Nacional y posterior Gobierno Revolucionario, tomaron la tarea de re-emprender sobre los daños producto de la guerra civil y el terremoto que devastó el casco urbano de la capital, y una constante oleada migratoria del campo a la ciudad, producto de la escasez de alimentos, pobreza, inseguridad y trabajo.

Doña D. R., de 73 años, habitante del Barrio Hilario Sánchez, recuerda que: “Entre 1979 y 1983, muchos campesinos y los que habían movido de inundaciones cerca del lago –de Managua– dificultaron la situación de la propiedad de los pobladores originarios del barrio4.

Dicho testimonio concuerda con lo antes narrado por doña Lucía, quien aseguraba que, los habitantes del Barrio Las Torres, eran los primeros en estar allí. Por lo que el conflicto de tierras parece situarse entre las primeras oleadas migratorias entre 1967 producto de los conflictos armados entre la dictadura y los grupos revolucionarios, y la reubicación de familias producto del terremoto de 1972.

Los orígenes del barrio, al igual que las familias que habitaron la zona, estuvieron involucradas en situaciones de extrema vulnerabilidad y riesgo, desde las razones por las que tuvieron que migrar, hasta el punto final de habitar una zona, especialmente diseñada para víctimas del desastre.

Se puede reflexionar al barrio desde su historia, como un espacio, donde las cotidianidades y relaciones sociales entre familias, se configura en una línea de tiempo en constante fragilidad, producto de un pasado hostil.

Ante este pasado, entre enfrentamientos armados, desastres naturales, migraciones y escasez, las familias del Barrio Hilario Sánchez, se enfrentaron a una nueva embestida, la guerra de contrarrevolución, que agravó nuevamente los fenómenos migratorios del campo hacia la ciudad, impactando en la estabilidad laboral y social de las familias que vivían en el Barrio Las Torres, y las que recién se instalaban en el joven Barrio Hilario Sánchez.

Doña M. H., de 55 años, relata cómo era vivir en el barrio entre 1983 y principios y finales del 89:

“Las empresas de construcción y metalurgia comenzaron a comprar terrenos y casas (1985) que posteriormente convertirían en bodegas industriales (1998) (…) la prostitución y las labores precarias eran comunes para los habitantes, pero con las empresas, algunas familias se convirtieron en chatarreras para venderles a las metalúrgicas, y de repente todos estábamos en esa actividad” 5.

Los testimonios que reconstruyen la historia del Barrio Hilario Sánchez, permiten identificar la influencia del conflicto en la construcción de las cotidianidades y realidades de las familias, quienes, en todo momento, tuvieron que afrontar la situación, en un tejido nacional en constante embestida bélica, cuyo desenlace en 1990, provocó la fractura social que alimentó los orígenes de la exclusión por parte de los pobladores que habían migrado a mediados de 1960.

Los primeros migrantes del barrio (1965-1970), tenían una mejor calidad de vida6, y prontamente, identificaron en los damnificados del terremoto y migrantes tras el triunfo, como los indeseados del barrio. Tal descontento, aseveró las condiciones sociales y las relaciones vecinales entre los comunitarios, sin embargo, es contradictorio, considerando que las primeras familias en llegar, se asentaron en el Barrio Las Torres, con la misma condición de migrantes ante un conflicto.

No es de extrañar que, los últimos en llegar, son los que experimentaron dificultad de adaptación ante el medio, involucrándose en el negocio de la chatarra junto a las empresas metalúrgicas. Se considera este momento en particular como la raíz de la exclusión de ciertos habitantes hacia las familias chatarreras, estas últimas, con origen migrante del campo, obligadas en asentarse en un ambiente distinto al que estaban acostumbrados, y adoptar nuevas formas de trabajo precarias, marcando su identidad de indeseados producto de los estigmas de los primeros migrantes.

- Bajo los gobiernos neoliberales

En 1990, se instaura un gobierno de tipo neo-liberal, siendo presidente la señora Violeta Barrios de Chamorro. La situación en el país tras una línea histórica de guerras, produjo el escenario más devastador para el sector obrero y popular en Nicaragua, puesto que invisibilizó las necesidades integrales del sector popular, recurriendo a mecanismos públicos de recortes institucionales que suprimían los beneficios en materia de salud, educación, equidad y dignidad a un sector, obligado a ser invisible dentro de un marco social y político excluyente.

Según, el ex procurador para la niñez y actual diputado Carlos Emilio López, caracteriza este proceso gubernamental como: “El notable divorcio entre gobierno y sociedad, o mejor dicho, el carente compromiso del gobierno con la sociedad”7, detonante particular de la vulnerabilidad social y el eje re-configurador de la condición humana del sector popular, al ser víctima directa de la violencia sistémica en la cual se implicaba.

Estas políticas públicas obligaron a este sector asumir una actitud tensa entre el conformismo y la frustración acumulada, respecto al vacío institucional que únicamente aspiraba a erradicar cualquier dignificación y calidad de vida al sector más desposeído del país. Esta realidad se podía percibir fácilmente en barrios con vulnerabilidad social, como el Hilario Sánchez.

Una de las estrategias políticas que el gobierno de la señora Violeta Barrios de Chamorro, fragmentó la función y rol de la institución fue el “delegar los planes y proyectos de desarrollo nacional a las ONGs”8.

El modelo de asistencia generó una dependencia de cambio a partir de agentes externos, negando la promoción del desarrollo desde los protagonistas de la comunidad, y a pesar de que tales organismos tenían gran incidencia en muchos barrios de las zonas orientales, según Carlos Emilio, su objetivo era irónico:

“A pesar de que muchas ONG´s trabajaban allí, el barrio continuaba siendo pobre, analfabeta y sin oportunidades de acceder a cuidados de salud dignos. Los organismos tenían como horizonte el desarrollo del subdesarrollo; no les convenía, claro, que los niveles de vida de la comunidad mejorasen porque significaba el fin del financiamiento al dar por concluido la misión”9.

La presencia e incidencia del Estado sobre los asuntos de bienestar social en el barrio era prácticamente inexistente, y “se asumió en el imaginario social y colectivo que las instituciones eran meros adornos burocráticos; esto sin duda desencantó a la población en general”10.

El impacto directo en la población fue notable cuando en “1990 el gobierno clausuró la dirección de pre-escolares a nivel nacional, y se privatizaron centros escolares públicos y la educación universitaria experimentaba una crisis presupuestaria”11.

Al contrastar las fechas con las edades de los trabajadores en las chatarrerías del barrio se puede analizar la coyuntura de cómo surge este sector, que bajo el estigma social del barrio constituye el más indeseado, ya que en su mayoría son jóvenes adictos a la droga y el alcohol, en cuyos hogares hay violencia intrafamiliar, según los habitantes del barrio.

Como anteriormente se planteaba, los procesos heterárquicos12 tomaron un papel fundamental en distintas estructuras sociales, sin embargo, a medida que estos procesos “erosionen en [las comunidades] y surjan los estigmas entre lo culto y lo popular, lo ajeno y lo propio, lo moderno y lo marginal” (Caderón , Ottone, & Hoppenhayn, 1996) surgirán otredades fundamentadas en las desigualdades internas que, plasmen escenarios de privilegios y marginaciones naturalizadas.

Referido a lo anterior, uno de los relatos que pueden respaldar ese planteamiento es el de doña M. H., quien migró al barrio en los años 60´s con su familia, proveniente de la comunidad rural de Santa Lucía, Boaco:

“Los niños del barrio en los 90 difícilmente entraban al colegio. Muchos estando dentro de clases se salían, no querían ir (…) se juntaban con otros jóvenes más grandes del Acahualinca y el San Luís y eran el terror de las calles, robaban, saqueaban casas y pulperías. Cuando vinieron las empresas estas de construcción y pusieron anexos de venta de metal y chatarra los contrataron a ellos”13.

Es necesario reflexionar sobre como doña M. H. se expresa respecto a los niños, considerando que, es migrante de mediados de los 60’s, por tanto, no es de gran sorpresa que ella asevere el conflicto del barrio y la pobreza, cuya causa efecto está centrado en los jóvenes de las familias más pobres del barrio. Este imaginario de un pasado construido a raíz de un conflicto de familias pobres que posteriormente fueron chatarreras y provocaron la pobreza, es común de escuchar en el barrio.

El investigador social, Casimir, lanza una reflexión respecto a esta forma de enajenación de un grupo social sobre otro grupo indeseado, los cuales comparten un mismo espacio y ciertamente en algún punto, una misma necesidad de migrar hacia el barrio:

“Frustrados por la exclusión, ajenos a la educación (…) muchos jóvenes populares deben encontrar identificadores colectivos sobre la base de alternativas para sobrevivir a la sociedad que lo mantiene al margen (…) muchas de estas formas son delictivas, naciendo una cultura emergente generado por procesos de descomposición social; los hijos no deseados de la globalización moderna y el progreso” (Casimir, 1984, p. 52).

Los no deseados, son todos aquellos que no forman parte de la realidad deseada que un grupo social en el mismo espacio, espera. Por tanto, deben encontrar arquetipos para direccionar su frustración, ante todo los indeseados, por tanto la pobreza, la delincuencia, la escasez, la guerra de contrarrevolución, son causados por las familias chatarreras, y no por agentes o conflictos externos. Este imaginario es el que dibuja las formas de exclusión entre grupos en el barrio.

- Problemáticas sociales posteriores a 1990

El modelo neoliberal reafirmó y revivió los ejes de trabajo de los antiguos gobiernos conservadores: la exclusión de las clases populares de toda institución del Estado. Implantaron la ruptura entre el Estado y la familia en un intento bien logrado de la negación del subalterno, proceso imperante para la re-emergencia de la violencia como práctica común, mediatizada tanto en la dimensión comunitaria, como también institucional.

La lógica cotidiana se implicó en el trabajo individualizado. La mano de obra tecnificada en las industrias textiles, constructoras y metalúrgicas, con escasos beneficios y seguros sociales, y sometidas condiciones laborales de alto riesgo y vulnerabilidad social.

La necesidad de ingresos inmediatos y el alto nivel de desempleo de los años 90’s, trajo consigo una actividad diferente: entre ellos, préstamos con usura. Al respecto la señora Jessica Rodríguez, coordinadora de la Olla de Soya del Barrio Hilario Sánchez, quien ha trabajado con el barrio desde los años 90´s, asegura que “los prestamistas han tenido influencia desde los 90’s (…) cuya función principal era ofrecer oportunidades de pago a partir de préstamos con tasas relativamente elevadas según las necesidades del prestador”14. A partir de tales necesidades se establecían las cuotas de pago y, los intereses del préstamo.

Doña Jessica Rodríguez, vincula la aparición de los prestamistas respecto a la implosión del crimen cometido por pequeños grupos juveniles:

“La falta de dinero y la desesperación por pagarles a los prestamistas que todos los días presionaban con pague que pague (…) ocasionaron altos índices de delincuencia, sobre todo comenzó el comercio de drogas; el alcoholismo y la pobreza fueron marcados. De repente, familias que estaban hasta donde no de deudas, comenzaron a pagarlas rápidamente y adquirir prestamos más grandes”15.

Hay que tomar en cuenta que “los modos de organización respecto al trabajo en las familias no resultan ajena a las condiciones (…) culturales y políticas de la sociedad en la que se hallan insertas” (Sandobal Ávila , 2007, p. 255) por tanto las familias del barrio no tuvieron opción más que normalizar la criminalidad en la que prontamente se vieron involucrados de forma directa o indirecta (Figura N°1).

El robo aumentó, la prostitución de jóvenes tomó auge; la delincuencia juvenil organizada fue un hecho que apareció simultáneamente con los brotes de violencia entre el Estado y su represión al movimiento universitario; al igual que la simultaneidad entre la aparición de los prestamistas y los robos agravados en el barrio y los expendios de droga16.

El descontento sobre los principales problemas del barrio se mediatizó directamente en el imaginario, tomando como figura principal al “chatarrero”, y como figura oculta y de importancia para la construcción del chatarrero es la madre; doña D. R., quien migró al barrio en los años 60’s junto a su familia relata lo siguiente:

“Los ferreteros invadieron el barrio; compraron los terrenos y con el tiempo pusieron sus ferreterías, y chatarrerías. Hoy día bastante gente trabaja allí (…) pero son un atajo de vagos y vulgares los que trabajan allí, ni educación tienen ¡No fueron a la escuela!”17.

Nuevamente, se puede presenciar la raíz causa-efecto, tomando el arquetipo familias chatarreras, a pesar de que la fuente de trabajo de dichas familias, eran las empresas ferreteras. Ante este planteamiento, el señor Carlos Emilio, destacó lo siguiente:

“Nos encontramos ante una generación frustrada, pero sobre todo en situaciones de alto riesgo social, no solo la familia que recibe los maltratos físicos y psicológicos; si no que ellos mismos corren el riesgo de ser víctimas de su propia actitud que tiende a ser destructiva (hacia su familia) y a su vez auto-destructiva por medio de vicios que no pueden controlar”18.


Figura N°1
Cartera de oportunidades en la familia entre 1983 y 1990. 22-06-2017
Fuente: Taller sobre Líneas de Tiempo comunitarias: 1990-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez, Managua

La suma de todas las fuerzas tanto de la estructura política neoliberal como los procesos de desigualdad, y exclusión social del barrio a los servicios e instituciones públicas (coyuntura macro), y el proceso de los jóvenes bajo un paradigma cultural que marcó su cotidianeidad bajo una lógica de fuerza legítima a través de la violencia, la delincuencia y el consumo de sustancias alcohólicas y estupefacientes (coyuntura micro), conllevó a que el barrio se sumiera en un estado prolongado de inseguridad y como consecuencia la posterior normalización de este escenario en la cotidianidad, que hasta hoy en día persisten y son adoptadas por las nuevas generaciones a pesar que el paradigma gubernamental dio un salto cuantitativo y cualitativo a nivel nacional.

Muchas familias de escasos recursos en el barrio y sus alrededores, fueron acogidas por el Proyecto Ollas de Soya, de las Comunidades Eclesiales de Base, quienes, articulados en un trabajo comunitario y social, asistían en materia de salud y educación a dichas familias. Hasta el día de hoy funcionan regularmente.

3.2. Autopercepción de los pobladores y percepción respecto a las familias chatarreras

La siguiente matriz (Figura N°2) evidencia como las y los pobladores del barrio caracterizan a sus pares desde sus propias perspectivas; sistematizando puntos en común:


Figura N°2
Estigmas sociales para la jerarquización de los pobladores del barrio desde sus propias perspectivas.
Fuente: Taller sobre Líneas de Tiempo comunitarias: 1990-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez, Managua

El imaginario colectivo posiciona a las familias chatarreras como el estrato social más bajo, vulnerable y delictivo. Sobre este planteamiento, se rescata uno de los aportes que surge en el taller sobre líneas de tiempo:

“Ellos –familias chatarreras– viven en condiciones terribles; los hombres esos –chatarreros- alcohólicos a más no poder, no les importan sus hijos o su mujer (…) podes ver sus hogares, construidos con láminas de zinc, plástico o lo que sea que pueda cubrirlos (…) dan muy mala imagen, y para colmo son cerdos –sucios–19.

Se percibe en esta narrativa, cierto estigma cargado de negatividad, respecto a las familias chatarreras, algo común y presente en distintas entrevistas y diálogos realizados por familias y pobladores en el barrio, en donde persiste el malestar y la visión sobre las familias chatarreras, juzgándolas y posicionándolas en una frontera de lo desagradable, lo impropio.

Esta frontera simbólica, ha delimitado los patrones de conducta e identidad de las familias chatarreras, posicionándolas al margen del progreso que han alcanzado en los últimos años. El desarrollo desde la perspectiva de los no chatarreros, se construye en otredad a ellos, esto sirve de punto de referencia para establecer relaciones de desigualdad, donde las familias chatarreras toman el puesto más bajo.

Algunas colaboradoras permanentes del proyecto al igual que pobladores entrevistados del barrio aseguran que son las familias chatarreras son “las más peligrosas, corrientes, vulgares y violentas (…) Los hombres les pegan a sus mujeres, a sus niños, delante de quien sea (…) llegan tomados o drogados –los hombres– y se desquitan con las pobres –la mujer–”20.

Las familias chatarreras ante el imaginario colectivo son los núcleos más visibles ante la comunidad (y claro está los más estigmatizados), sin embargo no es del todo cierto que sean los únicos núcleos que emplean la fuerza como práctica familiar, ya que muchas madres del proyecto que no son de familias chatarreras ni tienen vínculo alguno con ellas, con salarios mayores y preparación académica emplean el uso de la fuerza para la crianza de sus hijos e hijas, sin embargo, no lo consideran como tal, convirtiendo esta expresión de la violencia como tolerada, puesto que justifica su uso como medida normativa, pero claro basado en supuestos esquemas de jerarquía social.

A continuación un fragmento del diario de campo que permite ejemplificar el planteamiento:

“En el momento en que realizaba el taller de técnicas comunitarias, dos niños de una de las participantes, inquietos, empezaron a pedir alimento a la madre, esta únicamente les dijo que más luego les conseguiría algo. Los niños corretearon un rato más y volvieron a insistir con más fuerza y constancia, hasta que el mayor en desesperación, golpeo al menor.

Como castigo la madre golpeó a ambos, ninguna de las participantes se sorprendió, parecía un acto normal, un caso similar sucedió cuando entrevistaba a doña D. H. su nieta quería salir a jugar con sus amigas, pero su abuela no le permitió salir, a lo que la niña insistía. Doña D. H. sentenció que la golpearía si continuaba insistiendo, paradójicamente doña D. H. simultáneamente me comentaba trágicamente la situación de violencia doméstica que vivía una de las vecinas y lo indigna que se sentía ante eso (…)”21.

Los castigos corporales a los niños no caben dentro del sentido común como un acto de violencia, sino de corrección ante una falta grave de indisciplina.

En realidad, omiten el hecho; la cuestión en demostrar el poder y la autoridad recae directamente en el uso exclusivo y la demostración de la fuerza, pero es justificada debido a que es reguladora de las acciones que el niño realiza ¿No es este el planteamiento de la violencia doméstica? La regulación del hombre y la demostración de su fuerza en el núcleo familiar para mantener en orden las acciones dentro del mismo.

Claro que el uso de la fuerza y la violencia en los hogares chatarreros es descompensada y sobre exagerada, llegar a límites del maltrato a toda la familia; es incomparable a las prácticas de violencia de las familias no chatarreras; sin embargo, no quita mérito de los hechos que ambas situaciones de violencia toleradas y no toleradas, impactan en los niños.

IV. Conclusiones

Una serie de causalidades históricas y políticas se han interrelacionado, aseverando la fragilidad y vulnerabilidad en que viven 25 familias, estigmatizadas como chatarreras, las cuales, son indeseadas en el Barrio Hilario Sánchez.

La raíz del conflicto se enmarca en una serie de sucesos ocurridos entre 1955-1995, tiempos de incertidumbre, guerras, dictaduras, revoluciones y contrarrevoluciones, que incrementaron los desplazamientos humanos del campo hacia la ciudad, tomando en cuenta las catástrofes naturales que agudizaron la situación de lotificaciones y asentamientos en la ciudad, Managua.

Entre estos movimientos migratorios, llegaron al Barrio Hilario Sánchez los primeros pobladores, cuyo nivel de vida era mejor que los segundos y terceros pobladores, debido a que estos últimos eran reubicados producto del terremoto, inundaciones o conflictos armados en el contexto de contra-revolución. Estas reubicaciones mantuvieron a los primeros pobladores en un sentimiento de recelo y desprecio, ya que desde su perspectiva, atraían la pobreza, el desempleo y el crimen al barrio. Siendo estos procesos otro eje que se ha mediatizado y mitificado generacionalmente, a tal punto que cualquier práctica que realicen las familias chatarreras (descendientes de los segundos y terceros pobladores) es inadecuado y desagradable.

La memoria, en este contexto, extrapola la condición actual de las mujeres, en un ejercicio permanente y constante a la sumisión de un modelo que no existe más, pero mantienen vivo a partir de sus prácticas, justificaciones y legitimidad, paralelamente, mantienen, el mito del patriarcado, en un esfuerzo de explicar que lo que sucede en el hogar es normal.

Este sistema de contradicciones evidenció el ethos de la violencia en el Barrio Hilario Sánchez. Las identidades y expectativas culturales no dependen de los antecedentes históricos en el barrio, sino, de una fluidez e interrelación comunitaria que se instrumentaliza semióticamente, entre las condiciones económicas y de género que legitiman lo sociocultural. Esto mantiene las relaciones sociales en el barrio bajo las asimetrías de poder y bienestar, en donde las familias chatarreras (descendientes de los segundos y terceros pobladores) se encuentran constantemente cuestionados y despreciados por los pobladores del barrio en mejores condiciones (primeros pobladores). Esta dialéctica de bienestar, es la base de la vida cotidiana en el barrio, la cual, se encuentra basada en el poder, y no en la expectativa comunitaria de redes solidarias (Tonkonoff, et al., 2014).

Ante esta situación, se debe analizar la violencia como consecuencia de las relaciones entre el poder históricamente mediatizados en los comportamientos sociales. Este es el ethos de la violencia en el barrio, y no como un constructo final, debido a que el cuestionar cotidiano junto a los participantes, se evidenció un rechazo completo ante esta polémica. Este rechazo, es el límite trastocado de la frontera simbólica referido por Tonkonoff (2017) y sólo de esta forma se logró develar el mito que rodea y sustentan los argumentos desarrollados durante el artículo.

V. Referencias bibliográficas

Caderón , F., Ottone, E., & Hoppenhayn, M. (1996). Las dimensiones culturales de la transformación productiva con equidad. Lima: DESCO.

Casimir, J. (1984). Vigencia de la cultura oprimida. México D.F. México D.F: Siglo XXI Editores.

Glockner-Fagetti, V. (2017). Violencia estructural y buenas intenciones: la antropología de la infancia en contextos de extrema vulnerabilidad. En Y. Castro-Neira, & A. Blazquez, Micropolíticas de la violencia (pp. 59-71). México D.F: Laboratorio Mixto Internacional.

Mateos, P. H. (2015). Narrativas de la violencia: las voes infanto adolescentes como pahersia. Buenos Aires: CLACSO Editorial.

Ruiz Chow, L. C. A., & Landero, N. G. (2020). Etnografía Transdisciplinar: integración de técnicas metodológicas de las ciencias sociales para el abordaje de la violencia. Raíces: Revista Nicaragüense de Antropología, (7), 93–109. https://doi.org/10.5377/raices.v3i7.9700

Sandobal Ávila , A. (2007). Las familias con niños en las calles de Guadalajara, Jalisco México. En D. Robacheux, Familia y diversidad en América Latina: estudios de caso (págs. 255-265). Buenos Aires: CLACSO Editorial.

Tonkonoff, S. (2017). La violencia como "objeto". En S. Tonkonoff, La pregunta por la violencia (pp. 19-33). Buenos Aires: CLACSO Ediciones.

Tonkonoff, S., González, H., & Kartu, M. (2014). Violencia y Cultura. En S. Tonkonoff, Violencia y Cultura (pp. 211-234). Buenos Aires: CLACSO Ediciones.

Notas

1 Para profundizar respecto a Etnografía Transdisciplinar, revisar el siguiente artículo: Etnografía Transdisciplinar: integración de técnicas metodológicas de las ciencias sociales para el abordaje de la violencia, publicado en revista de antropología Raíces (https://revistashumanidadescj.unan.edu.ni/index.php/Raices/article/view/591).
2 Doña Lucia Almendárez. Entrevista hecha por Luis Carlos Chow, 2020. Oficinas de la Unidad Nacional del Adulto Mayor, Managua.
4 Doña D. R. (73 años) Entrevista: miércoles 03-08-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
5 Doña M. H. (55 años) Entrevista: miércoles 03-08-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
6 Doña Lucia Almendárez. Entrevista hecha por Luis Carlos Chow, 2020. Oficinas de la Unidad Nacional del Adulto Mayor, Managua.
7 Carlos Emilio López. Entrevista/Diálogo: viernes 28 de junio del año 2019. Oficina Nacional del Adulto Mayor, Managua, 2019.
8, 9, 10 y 11 Carlos Emilio López. Entrevista/Diálogo: viernes 28 de junio del año 2019. Oficina Nacional del Adulto Mayor, Managua, 2019.
12 Las relaciones heterárquicas están íntimamente ligadas a las formas de organización y relaciones sociales en base al poder, y como ciertos grupos tienen privilegio y otros están al margen de él.
13 Doña M. H. (55 años) Entrevista: miércoles 03-08-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
14 Doña M. H. (55 años) Entrevista: miércoles 03-08-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
15 Jessica Rodríguez; Entrevista: miércoles 26-04-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
16 Taller sobre Líneas de Tiempo comunitarias: 1990-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez, Managua.
17 Doña D. R. (73 años) Entrevista: miércoles 03-08-2017. Proyecto Ollas de Soya, Bo. Hilario Sánchez; Managua.
18 Carlos Emilio López. Entrevista/Diálogo: viernes 28 de junio del año 2019. Oficina Nacional del Adulto Mayor, Managua.
19 Taller de diagramas circulares de responsabilidad. Bo. Hilario Sánchez. Proyecto Ollas de Soya.
20 Diario de Campo: Luis Carlos A.R. Chow. 2017.
21 Diario de Campo: Luis Carlos A.R. Chow. 2017.

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