Artículos científicos
Los círculos de amigas y compañeras: una alternativa frente a la territorialidad de la pobreza, Caso mujeres de comunidades de Langue, Valle, Honduras
Circles of friends and colleagues: an alternative facing the territoriality of poverty. Case, women from communities of Langue, Valle, Honduras
Población y Desarrollo: Argonautas y Caminantes
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Honduras
ISSN-e: 2221-7002
Periodicidad: Anual
vol. 17, 2021
Recepción: 18/05/2021
Aprobación: 06/07/2021
Resumen: Superar las adversidades para lograr mejores condiciones de vida, ha llevado a las mujeres a asumir grandes y pequeños retos. El miedo, la sumisión y la impotencia han sido el rostro de una realidad latente, donde las mujeres no han podido hacer frente a ese sistema de valores que no reconoce su papel y participación en los procesos de socialización y menos de cambio. Fue necesario promover una estrategia de articulación humana y social; los Círculos de Amigas y Compañera de Trabajo. Un fenómeno que hizo frente al ensanchamiento de la pobreza a través de un proceso formativo que se llevó a la praxis en el contexto de sus comunidades. Compartir esta experiencia como buena práctica, tiene el propósito de resaltar la importancia de la organización local como recurso de socialización y búsqueda de satisfactores y sueños. Conocer que, a partir de procesos asociativos, es posible construir la esperanza y el ethos de una nueva dinámica social. La metodología se realiza desde una mirada cualitativa, a partir de un proceso dialógico con el cual se va internalizando en el yo, luego en la otra y otras, sin exclusión de género; hasta lograr un asocio de fines e intereses comunes, donde las mujeres sean las protagonistas principales. Abrir el camino hacia nuevos derroteros, canalizar conocimientos y superar la inmovilidad social y espacial, lograr una articulación social amplia, con nuevas relaciones sociales y tomar conciencia de su papel histórico en las comunidades podría ser parte de los principales logros alcanzados.
Palabras clave: relaciones sociales, Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo, organización, formación.
Abstract: Overcoming adversity to achieve better life conditions, has led women to assume big and small challenges. Fear, submission and powerlessness have been the face of a latent reality, where women haven’t been able to confront a value system that doesn’t recognize their participating role in the socialization process not to mention of change. It was necessary to promote a human and social articulation strategy; The Circle of Female Friends, and Female Coworkers. A phenomena that faced the widening of poverty through a formative process that that was performed in the context of their communities. Sharing this experience as a good practice, has the purpose to highlight the importance of local organization as a socialization resource and a search for satisfactions and dreams. To know that, from associative processes, it is possible to build the hope and the ethos of a new social dynamic. The methodology is done from a qualitative perspective, from a dialogical process which is used to internalized the “I” and then in the “other” and “others”, without gender exclusion until achieving an association of common goals and interests, where women are the main protagonists. Opening the path to new trails, canalizing knowledge and overcome social and spatial immobility, achieving a broad social articulation, with new social relations and become aware of its historical role in the communities could be part of the main achievements obtained.
Keywords: social relations, Circle of Female Friends and Female Coworkers, organization, formation.
I. Introducción
Una dimensión vital para la gestión y construcción de capital social, es la organización. Su naturaleza contiene las representaciones para la búsqueda de soluciones o para la satisfacción de necesidades, su dimensión constituye el propósito de hacer factible el sentir común. El espacio emprendedor y el asidero para la movilización de las acciones e iniciativas sociales, es posible si existe organización. Su fortaleza se funda en la colectividad, con intereses afines para el asocio de los sueños, lo que atañe a todos y todas, porque tiene correlación con lo que se siente y con lo que se necesita para vivir. Por su naturaleza social, la organización constituye un espacio dialéctico; un espacio de unidad y contradicción. La organización entonces, fue vital para lograr que las mujeres tuvieran un espacio de articulación, consigo mismas y con otras mujeres. Que a través de ese espacio superarán las adversidades de manera individual pero también en el común de sus vidas. Se trataba de generar condiciones para cambiar la forma de ver, sentir y vivir la vida, e introducir nuevas dinámicas sociales, que a su vez transformarán por igual la propia cotidianidad; un punto esencial en la agenda, que vendría a cambiar el espacio/tiempo en el plano humano y social de las mujeres. Estos cambios en el tiempo de la mujer significaron un desahogo del quehacer doméstico que era excluyente y que no tenía ningún mérito o reconocimiento. Disponer de tiempo para resolver otras necesidades como la formación, la organización, la movilización y a la vez, recrearse, ser felices y sentirse realizadas fue de vital importancia para su desarrollo.
Otro elemento circunstancial y fundamental, fue adquirir derechos, y entre ellos el derecho a tener y el acceso a conocer. Este espacio de adquirir conocimientos fue vital en su proceso de resiliencia. Este proceso significó comenzar a tener dominio de su entorno, por ello fue necesaria, su formación. Estos derechos, abrieron la brecha de manera correlativa, al uso y tenencia de bienes, como la tierra, por ejemplo. En la lógica de las comunidades las mujeres estaban exentas de tener, y si tenían era únicamente lo necesario y lo de menos valor. Así, por ejemplo, los hombres tenían derecho a tener animales grandes como vacas y las mujeres, los animales pequeños como las gallinas, conejos y otros.
Para lograr el cambio, fue necesario impulsar una primera fase que se centró en crear un escenario con relaciones de confianza y construir un modelo asociativo que explorará las posibilidades para superar el espacio privado, ese espacio invisible y restringido en el que habitaba la mujer, de manera excluida y sin reconocimientos ni derechos. A la vez, que dicha fase se convirtiera en un asidero para fortalecer su desarrollo y su protagonismo. Sustraer su Ser o bien sacarla de su propio silencio, fue fundamental para que ella expusiera y diera a conocer su propia existencialidad, sus problemas, dilemas e incertidumbres. Para ello, se creó un núcleo inicial, básico; no como un espacio extenso y masificado, sino como un espacio primario, íntimo y/o personal, justo para iniciar la interacción; y crear las condiciones para hablar, exponer y hacer visibles los problemas, las expectativas, los sueños propios y posibles. Además, extender la certidumbre, la posibilidad de Ser. Todo este proceso generó las condiciones que dieron origen a una iniciativa que contenía una serie de proyectos, propuestos a través de una visión planteada desde una práctica formativa, vista desde una pedagogía de la esperanza.
Es así como surge una iniciativa que crea un escenario vivo: “El Círculo de Amigas y Compañeras de Trabajo”, una estrategia que se fue construyendo a partir de una visión micro-macro, que se extendió desde lo más interno y particular, hasta lo más amplio y colectivo. Por lo tanto, este artículo es un breve registro de los resultados y reflexiones que tuvo este proceso de búsqueda internalizada en el sujeto mujer; una descarga de las intimidades y cotidianidades vistas y sentidas desde las mujeres que aspiraban mejores condiciones de vida, llámese así a esto, buen vivir, cambio social, otra forma de vida, un espacio posible o simplemente esperanza.
Deja entonces, este escrito, un registro o un testimonio del espacio/tiempo que se constituyó en una experiencia diferente o en una buena práctica para el acervo activo de las comunidades y sus iniciativas; una contribución a la epistemología de los pueblos y una huella más sobre la importancia de la organización como dimensión humana y como dimensión social que define determinados alcances que pueden ser logros o fracasos, certezas o incertezas.
En síntesis, una dialéctica vivida a flor de tierra, en una territorialidad de desigualdades y en constante riesgo. Queda para entonces en la historia y en el imaginario local, este rastro vivo de la organización de los círculos, como una experiencia y una evidencia compartida a través de los colectivos de mujeres que se alzaron por un sueño, que fue posible a pesar de las enmiendas sociales y los diversos obstáculos superados, y que el devenir del tiempo lo dirá.
II. Metodología
El proceso metodológico se centró en buscar las respuestas necesarias para responder a los diversos momentos que se registraron en el universo mismo de la investigación y que se canalizaron en profundos significados emanados de las subjetividades e intersubjetividades de los sujetos de estudio. Para lo cual fue necesario hacer un acercamiento teórico interpretativo de carácter ontológico, pero a la vez, con matices sociológicas. De tal manera, que se hizo énfasis en una metodología cualitativa, propuesta a partir de su complejidad diversa, enfocada fundamentalmente en el Ser social.
Por su naturaleza, la investigación se contextualizó en el espacio de las subjetividades e intersubjetividades propias o interpuestas en la unidad de análisis: las relaciones sociales. Analizadas, en el escenario de una iniciativa social que conformó como elemento principal; una forma particular de colectividad, definida como Círculo de Amigas y Compañeras de Trabajo. De cuyo sustrato, se analizaron las percepciones que las mujeres tenían, como sujetos delimitados por una realidad impuesta, desde una mirada vertical, y a través de sus acciones, que definían su forma de ver el mundo, además de sus dilemas, incertidumbres, sueños e intereses. Esta situación fue lo que delimitó el proceso de indagación, y que fuera de carácter cualitativo.
La investigación, se focalizó entonces, en la relación sujeto-sujeto, lo que determinó su naturaleza sociológica. El enfoque teórico principal, de este proceso interpretativo, se realizó a través de la fenomenología, concepción que explica la existencia de las relaciones sociales, a través de las percepciones de los sujetos en el espacio de su intersubjetividad, manifiesta en la vida cotidiana. “La intersubjetividad existe en el presente vivido, en el que nos hablamos y nos escuchamos unos a otros; donde compartimos el mismo tiempo y espacio, con otros” (Schutz, 1993, pp. 268-269). La comprensión e interpretación de los procesos, fue a través del paradigma hermenéutico o interpretativo que describe entre sus postulados epistémicos, que la realidad se presenta como un espacio de subjetividades, donde existe y se desarrolla una implicación del sujeto en el objeto, pero también una doble implicación entre sujetos. Así mismo, considerando que la realidad es estructural y sistémica y cada parte está relacionada con el todo y entre sí, por lo tanto, esto llevó a determinar que la realidad por muy simple que parezca, es aleatoria, holística y compleja y por ello, la realidad es interpretable.
Por consiguiente, se definió una metodología, que permitió conocer y aplicar los enfoques teóricos y la forma de obtener, clasificar y manejar los datos recolectados. A este respecto, los datos fueron de carácter cualitativo, obtenidos de los procesos dialógicos y del contexto, mediados para conocer el mundo de vida de las mujeres, un mundo internalizado en el sujeto de estudio. De último, se definió el método, que delimitó el estudio y así mismo se determinó la técnica y el instrumento de investigación o de indagación, para realizar el trabajo de campo, tomar las diversas lecturas y realizar el análisis.
El proceso narrativo, como todo proceso imaginativo, se prestó a variadas formas de enfoque e interpretación. Ensayar las lecturas cargadas de diálogos, no fue fácil. Diálogos que emanaron profundos significados que requerían no solo de una escritura física, sino, sobre todo, de una lectura humana, abierta flexible. “El diálogo es la mejor manera de caracterizar a los personajes, también es una de las artes más difíciles de la narración” (Rico, Cruz y Rodríguez, 2012, p. 51). Sobre todo, cuando la relación sujeto-sujeto, tiene dobles implicaciones que van a la vez profundizando más y más en las dimensiones del problema.
Para la presentación de los hallazgos, se hizo a través de la hermenéutica, una condición imprescindible para conocer la fenomenología social del problema y sus profundas significaciones. Así como del enfoque que se aplicó por medio del capital social, para hacer frente a las patologías sociales que se encontraban internalizadas en el sujeto y que lo privaban de su praxis social. El propósito, por su valor intrínseco, fue recuperar la experiencia y así mismo aprehenderla e interpretarla. “El fundamento del paradigma interpretativo, radica en la necesidad de comprender el sentido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de los participantes (Vasilachis de Gialdino, 1992a: 43, citado por Vasilachis, 2006, p. 48). Por consiguiente, fue de vital importancia el análisis de las conversaciones profundas, los diálogos abiertos, los relatos de vida y otros que surgieron de los actores identificados como sujetos de análisis. Sin perder de vista las observaciones en el propio contexto de las protagonistas para este caso, que permitieron hacer otras lecturas y obtener otros significados de la realidad percibida. En consecuencia, se diseñó una estrategia que permitió de manera inicial, potenciar la dimensión existencial: el Ser, Hacer y Tener. Un proceso a través del cual se objetivó a la mujer como un sujeto visible, capaz de transformar su propia realidad y la de su entorno. Una estrategia que introdujo en el pensamiento individual y colectivo, otro modo de vida, otra forma de ver o comprender el mundo, era necesario cambiar la concepción del tiempo y espacio de los sujetos; situaciones necesarias e indispensables para crear y reproducir nuevas iniciativas y fortalecer los tejidos sociales. Además, por las circunstancias, fue prioridad congelar imágenes de una realidad expuesta en un escenario visible y latente.
El ejercicio, consistió en detenerse, para ver y analizar con profundidad el contexto, en el cual estaban insertas las incertidumbres y los dilemas de una población con vulnerabilidad humana y social, y específicamente, el caso de las mujeres de las comunidades del sur de Honduras, pertenecientes a las comunidades del municipio de Langue en el departamento de Valle. Para ello, fue necesario configurar una praxis, que implicara a la vez una alternativa que asumiera el reto, de introducir nuevas prácticas y nuevas ideas con las cuales se buscaba transformar la estructura social que de por sí, estaba dominada y definida solo por hombres, una inercia, generada por la imposición de patrones culturales establecidos en el proceso sociohistórico colonial, y que se internalizaron en la conciencia del subalterno, es decir, de los que quedaron sin voz ni voto; desposeídos y colonizados y que se dio con mayor profundidad en las mujeres. Por ello, el espacio de las entrevistas, fueron más que ello, un espacio de aperturas que a través de la confianza provocaron a su vez espacios de diálogo, cargados de sentimientos, tropiezos y sobre todo sueños. Diálogos, que permitieron ensanchar la profundidad, de la relación, con lo cual se logró una mayor espacialidad expresiva de los sujetos -mujeres-. Estos espacios de diálogo, por su naturaleza abierta y libre, se realizaron sin temporalidades, es decir los tiempos que ocuparon estos espacios se dieron en función de los tiempos que ellas establecieron; lo cual nutrió la experiencia y la sistematización de la misma. Esto permitió a la vez ganar mayores espacios de confianza que propiciaron mayor apertura.
Por igual, la fase exploratoria, se llevó a cabo a partir de una observación de campo, que puso al descubierto otras realidades colaterales. Conocer otros datos que pusieron al descubierto una realidad latente que se hizo visible en los modos de vida de las mujeres y en sus metarrelatos cargados de cotidianidad; una oralidad viva, y sentida que descubrió sensibilidades que expusieron otras formas de ver la vida, dejando grandes lecciones para el entramado de este estudio. El grupo de población asignado o seleccionado como muestra para esta investigación correspondió con un grupo de mujeres identificadas, y que fueron integrantes y fundadoras de la iniciativa de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo que la Fundación Simiente impulsó como parte de su programa de apoyo y solidaridad con las comunidades más vulnerables del municipio de Langue, en el departamento de Valle, en la Región del Corredor Seco Sur.
III. Discusión de resultados
3.1. Contexto
Antes de iniciar la discusión de los resultados o hallazgos, merece hacer una breve presentación del contexto, ese espacio de circunstancias que ponen al descubierto las condiciones objetivas contenidas en una realidad, propia o impuesta por el entorno y los mandatos sociales tradicionales, dados en el proceso sociohistórico. Esto permitió llevar a cabo un ejercicio de relacionamientos y asociatividad de las variables, en los diversos momentos de la vida de las mujeres, y hacer abstracciones de la realidad social de las comunidades. Fue necesario detenerse en las condiciones existentes, para definir y conocer el contexto, en el cual se llevaban a cabo ciertas rutinas o actividades propias o ajenas, de las mujeres y los hombres en la comunidad.
Las comunidades identificadas, pertenecen al municipio de Langue en el departamento de Valle ubicado en el sur del país. Dichas comunidades pertenecen a la vez a la aldea Concepción de María, las cuales son: El Aguacatal, Isletas I, Isletas II, Potrerillos y Las Olivas; esta última pertenece a la aldea Tamayo.
El municipio de Langue presenta diversas condiciones: por un lado, un clima trópico-seco con una estación de ocho meses sin lluvias, que registra prolongados ciclos de sequía, lo cual establece una condición de vulnerabilidad que pone en riesgo la seguridad alimentaria de la mayoría de familias de estas comunidades, las cuales solo disponen de limitadas parcelas y muchas de ellas ubicadas en laderas o con tierras poco fértiles y agotadas por malas prácticas agrícolas. Y el otro dilema reside en la no tenencia de tierra, como producto del desarraigo o del crecimiento demográfico que dejó a muchas familias sin herencia, de por lo menos una parcela. Según el Centro de Información sobre Desastres de la Biblioteca Médica Nacional (CIDBIMENA), miembro activo de la Red Latinoamericana de Centros de Información en Gestión del Riesgo (RELACIGER); el IDH en 2015 para el departamento de Valle es 0.649 y para el municipio de Langue es 0.628. Un indicador que puede ser incierto por las condiciones políticas que se han dado en el país por más de una década. En cuanto a pobreza, según el Banco Mundial, Honduras tiene el índice más alto de la región Centroamericana desde el 2012; el 65% de las familias hondureñas se encuentran bajo la línea de la pobreza.
En cuanto a su población, Langue, según proyecciones de población 2018 tiene un total de 21,494 habitantes, de los cuales 10,702 son hombres y 10,792 son mujeres que corresponden a 49.8% hombres y 50.2% mujeres. De dicha fuente se estimó que 4,684 habitantes son urbanos y 16,810 son habitantes rurales (INE, 2018). Lo cual indica que es una zona cuya actividad económica principal es la agricultura y sus derivados. Cabe mencionar también, que existe en la región un programa con diversos proyectos que forman parte de la agenda global y que incluye el diseño y ejecución de grandes emprendimientos macroeconómicos, formulados para esa región, bajo la lógica extractivista, del modelo neoliberal. Estas condiciones de vulnerabilidad y riesgo han ido cambiando los datos en la actividad humana y social. Por un lado, existe un fuerte componente de migración; y son los hombres los que más salen de las comunidades. Los destinos son diversos, bien se mueven internamente o se van fuera del país. El problema es que no existe un dato exacto de estos movimientos migratorios, solo están los registros que se dan por los pasos de frontera. Pero se sabe que existen muchos lugares conocidos como “pasos ciegos” que están en las líneas divisorias, donde los migrantes buscan una salida, cuando no tienen papeles o legalidad.
Las razones son quizás una redundancia estructural, pero hay un mapa de realidad que tiene registro de las causas que han generado estas movilizaciones migratorias: el hambre, el desempleo, las condiciones climáticas como la escasa época de lluvia. Por otro lado, la disputa que se estableció en la región por los territorios, por parte de las élites locales y por las empresas transnacionales. Esto trajo como efecto la expulsión y el desarraigo de los pobladores nativos de las comunidades del sur del país. La región del departamento de Valle está en una zona estratégica, de orden geopolítico y geoeconómico, por estar en los linderos del Golfo de Fonseca y además ser frontera con el país de El Salvador. Es por ello, los intereses adicionales de las corporaciones capitalistas, tanto locales como extranjeras, por el territorio.
Este proceso de exploración y explotación, con carácter de desarrollo, ha comprendido, desde la instalación de megaproyectos turísticos, ciudades modelo, proyecto de generación de energía eléctrica solar (industria fotovoltaica), deforestación del bosque de mangle y minería. Así como la explotación de manglares, instalación de empresas camaroneras entre otros. Estos proyectos macroeconómicos destinados a la región sur del departamento de Valle (JASS, 2018, pp. 15-17), han traído consecuencias correlativas o derivadas como: la falta de empleo, bajos salarios, la violencia, con sus variados matices, la falta de tierra para sembrar, sumado a todo ello la ausencia de un régimen más estable del recurso agua, que pone en riesgo la seguridad y la soberanía alimentaria. El 58.4% de la población no tiene acceso a agua potable para el consumo humano, y tampoco se cuenta con agua para cultivos y para el sostenimiento de animales (INE, 2015).
El dilema de estos proyectos extractivistas es que no se han planificado para el bienestar de las comunidades del departamento de Valle. Por ejemplo, el caso de la matriz energética que se ha ampliado a partir de la instalación de la industria fotovoltaica y cuya producción no es para la matriz energética local, sino para la satisfacción de otras regiones. La instalación de esta industria ha traído deforestación en lugares cercanos a las comunidades lo que ha dado como consecuencia cambios en las actividades humanas y sociales. Langue al igual que otros municipios vecinos de la región, adolece de una cobertura educativa y académica de acuerdo a las necesidades de la región. Además, cuenta con 6.35% de analfabetismo y solo el 56.8% de la población tiene educación básica (INE, 2015). No hay carreras técnicas, por lo que muchos de los jóvenes estudiantes se ven en la necesidad de migrar hacia la ciudad o a otros departamentos del país. La situación más alarmante es que no hay suficientes fuentes de trabajo para los egresados de los ciclos educativos.
En otro orden de ideas, estas comunidades se han conformado bajo estructuras de familias sometidas a patrones culturales tradicionales, donde la cultura patriarcal y las normativas religiosas determinan el tipo de relaciones sociales a seguir. La palabra y la presencia ha sido la del hombre, quien es el único que ha tenido reconocimiento y representatividad, a tal grado que las mujeres han mantenido por años la actitud de obediencia y recato frente el hombre. Salvo las mujeres que por diversas circunstancias se quedaron como madres solteras o como jefas de hogar. Las alternativas de organización, estaban limitadas a la existencia de Juntas de Agua, Patronatos, grupos religiosos y comunidades educativas, entre otros. Cuya dirección y responsabilidad de cargo recaía la mayor parte de los casos, en los hombres. Las mujeres estaban ausentes y lejanas de tener representatividad en las organizaciones, y menos de tomar decisiones, pues existía una total duda de su capacidad, por su condición de ser mujeres. Además, ellas tenían duda de ellas mismas, por su condición de subalternas y por sentirse más excluidas que los hombres.
Por la complejidad sociohistórica prevaleciente, lo normal, era que la organización femenina fuera escasa y en algunos casos, inexistente. Esa situación explicaba de alguna manera, por que las mujeres han sido víctimas del patrón cultural impuesto, que ha significado para ellas, silencio, temor, desconocimiento, no tener voz, ni voto y estar regidas y sometidas por los mandatos sociales establecidos, que muchas veces les prohibía incluso conocerse y relacionarse entre ellas mismas, aunque sus condiciones de vida fueran iguales o parecidas. En suma, una ausencia casi total, de derechos humanos y sociales, una garantía para la paz y el desarrollo de las mujeres. Por último, y como parte del contexto social, hay que agregar que la conformación de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo, constituyó una salida o una respuesta a las condiciones de las mujeres. Hay que mencionar que esta iniciativa fue gracias a un esfuerzo institucional que creo un espacio de socialización de proyectos y alternativas para el desarrollo humano y social; un esfuerzo generado a través de la Fundación Simiente, que hizo posible esta iniciativa social constituida como ellos definen en su marco filosófico y que se constituyó en una semilla, capitalizada en el imaginario de un equipo de trabajo que se fundó en la concepción de dar un nuevo fruto, inspirado por el amor al prójimo y la opción preferencial por los pobres. Además, una organización no gubernamental de carácter ecuménica que ha aportado a la disminución de la brecha de la desigualdad social, económica, política y cultural en la sociedad hondureña.
3.2. Consideraciones teóricas para el análisis de los hallazgos
3.2.1. La fragmentación, una agenda de división social
Los primeros asentamientos humanos, que se establecieron de manera física como lugares poblados, se rigieron y se orientaron por las capacidades que les brindaron sus entornos naturales como la tierra, el agua, la flora y fauna, entre otros. Estos factores fueron fundamentales para fundar los primeros pueblos. Además, determinaron las condiciones materiales e inmateriales sobre las cuales diseñaron su propia reproducción social, económica, organizativa y cultural. De esta última, establecieron dominios cargados de patrimonios tangibles e intangibles que formaron parte de su ritualidad natural, inserta en el imaginario y en su construcción oral y narrativa, donde estaban contenidos los rasgos culturales que pasaron a ser parte de su portafolio de identidad.
Pero estas capacidades se fueron agotando por la intervención no planificada del territorio y sobre todo, por las tendencias establecidas en las matrices macro económicas, de los mercados globales, que propugnan por una acumulación progresiva de capital, a costa de la vida misma y del entorno natural. Asimismo, por la falta de una agenda que incluya la voz y la participación de los pueblos y sus derechos, y por igual a la libre determinación en la concepción de sus territorios. Pero además la constitución de un marco de subcultura determinado por la cultura dominante que ha negado o bien ha relativizado, la existencia de otras formas de ver el mundo, que por ser subalternas o conquistadas habían quedado sin presencia y marginadas.
Un elemento que propició la división social y la fragmentación humana, lo ha constituido el factor pobreza, un proceso sociohistórico, en cuyo repertorio se encuentran las causas estructurales que han ocultado las perversidades de los modelos del desarrollo, cuyas directrices solo han privilegiado a los sectores hegemónicos locales y extranjeros. Es ahí, en ese marco sociohistórico de pobreza, donde prevalecen los dilemas existenciales de las mujeres y hombres de las comunidades de Langue y sus alrededores. Mujeres y hombres, que también han tenido la aspiración de Ser, para poder emprender la satisfacción de la vida y para dar respuestas a su reproducción material y social.
En esa misma dimensión de la pobreza, generada por la desigualdad; está la incertidumbre del hambre, un fenómeno que trasciende más allá del acceso a la comida, y que se pone de manifiesto en la precariedad humana y social. Definida no solo por hambruna, que es una característica propia de las regiones del corredor seco, sino también por la ausencia de posibilidades para dar respuestas de salida a las problemáticas y situaciones establecidas. Es decir, el hambre más allá de la necesidad fisiológica; es un fenómeno sociohistórico, generado por el saqueo, la expulsión y por la ausencia de derechos y oportunidades para vivir en una sociedad con poder e identidad ciudadana, plenos, pero sin hambre. Pero este fenómeno se reproduce y se multiplica mucho más en las mujeres, quienes tienen que asumir el peso del hogar y las correlaciones de la pobreza, en el trasiego de sus angustias, por superar las necesidades y encontrar los satisfactores más inmediatos para paliar la situación. Máxime en las mujeres que se han quedado como madres solteras o jefas de hogar porque sus compañeros han abandonado sus hogares o bien han tenido que migrar por las mismas razones.
De igual manera otro elemento de fragmentación, lo ha constituido la existencia de una cultura hegemónica, un espacio que tiene la característica de ser excluyente; que procura ante todo que el sistema funcione. Primero, como un espacio que representa a la cultura dominante y segundo por el grado de segregación que ha producido, dando como resultado visiones de vida fragmentadas; un hecho deplorable que ha contribuido por un lado a la división entre mujeres y hombres y luego a una estratificación delimitada por las desigualdades establecidas y que excluyen a las comunidades. Este fenómeno limita las posibilidades de sostener un tejido social cohesionado y la posibilidad de ser parte de un sistema social coherente “la función del sistema social es integrar y su particularidad es unir entre sí, a una pluralidad de actores, es decir, ser ante todo una red de relaciones entre individuos y entre grupos de individuos” (Lugan, 1995, p. 57).
3.2.2. La organización social un asidero para la conformación de tejido social
El espacio fuerza que se constituyó para el asocio, fue la organización. Dio inicio a partir de la creación de una estrategia que delimitó la formación de espacios de encuentro y socialización. Esa fue la función de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo. Romper el hielo para comenzar a socializar y articular una nueva visión. El factor determinante de estas formas de asocio, fueron las relaciones sociales, como unidades de enlace para la cohesión social y como el espacio para la práctica y extensión de las diversas acciones manifiestas en la realidad. Alain Touraine, al referirse a la realidad “apuntó que, si se quiere comprender la realidad social actual, habrá de hacerlo en base a las acciones y relaciones sociales” (Garrido, 1996, p. 64).
Para iniciar la organización social de las mujeres se hizo a través de conformar círculos de convivencia. Hay que aclarar que el uso del círculo como estructura de organización social, se debe a su naturaleza concéntrica en donde todos y todas se ven por igual. Su geometría representa la figura perfecta para la igualdad y la equidad; además en él se manifiesta el diálogo abierto y horizontal. Con él se pone en evidencia la práctica social del consenso y la integralidad, la complementariedad, la reciprocidad y la confianza. En los calendarios de los pueblos de Mesoamérica el tiempo se mide de manera circular y sobre todo es en espiral, en su interior están todas las fuerzas que cohesionan y fortalecen. “En el Modelo de pensamiento en Espiral, el círculo permite generar y compartir conocimientos y experiencias colectivamente y en cada contexto, tanto los individuos como el colectivo se desarrollan simultáneamente” (Gavilán, 2011, p. 18).
Es así como la concepción del Círculo se constituye en el espacio para crear o conformar la organización de las mujeres a través de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo, una estrategia de articulación social que sobre todo es un marco de inclusión y confianza; que van a constituirse en una experiencia de vida, y a la vez en una memoria que parte de la intimidad personal (esencial) hacia lo colectivo (sustancial) es decir, de lo particular a lo general. Además, el círculo se va a constituir en el espacio de la certidumbre, esto es, un espacio de confianza, sobre todo en las decisiones a tomar y en la certeza de los resultados alcanzados, “las personas, en consecuencia, tienen una viva necesidad de certidumbre. Necesitan creer que no existen dudas acerca de lo correcto del método que utilizan para tomar sus decisiones” (Fromm, 2010, p. 55).
Este espacio se sustenta en la comunicación y el diálogo como recursos para la elaboración de un relato que provoque la motivación y sobre todo la confianza. El rango interactivo de estos espacios lo constituyeron como mínimo dos mujeres. Un espacio que se fue ampliando y compartiendo, conforme se fue objetivando la confianza y el interés, en la conciencia individual y colectiva. Se partió de una temporalidad diacrónica que permitió construir historias de vida, con las cuales, fue factible conocer y expresar las problemáticas de las mujeres, para este caso y para cada caso.
Era necesario escuchar a las mujeres, sus testimonios y oralidades cargadas de cotidianidad donde se percibieron los niveles de sumisión y los más profundos y oscuros lugares del Ser de ellas, cargados de miedos o temores “El modelo de pensamiento y acción en espiral es incluyente, permite conectar el presente con el pasado y la factibilidad de construir futuro volviendo al pasado; a las raíces de su desarrollo como pueblo. Permite un mejor entendimiento de los problemas propios” (Gavilán, 2011, p. 18). Por ello, el círculo fue el espacio propicio por su naturaleza incluyente, el centro y la periferia, a la vez para poder escuchar y ser escuchada. En las mujeres existe una sociología de la resiliencia encarnada en el miedo a decir, una voz que no tiene presencia, por temor a las circunstancias.
3.2.3. Las relaciones sociales como unidades articuladoras para la cohesión social
La dinámica que se dio dentro de los círculos, fue creciendo en la medida que se facilitaron espacios de confianza, para establecer un acercamiento y una relación más personal con las mujeres. El proceso de visitas, comenzó en alguna medida a cambiar las rutinas. Estas actividades permitieron establecer un conocimiento de ellas, pero además conocer el entorno de vida, en el cual se movían y eran; por igual, la extensión de su escasa articulación social y su limitada movilización espacial.
Mientras la comunicación y la confianza lo permitieron, se fue abriendo la brecha, que permitió a la vez iniciar una fase de percepción, para conocer la centralidad profunda de su subjetividad, su voz, sus gestos, sus movimientos, fueron grandes fuentes de información, lecturas que fueron aproximando su ser y su realidad, la construcción de un lenguaje de movimientos en espacios que proporcionaron otros datos precisos y más profundos que la misma conversación; datos que debelaron situaciones oscuras, ocultas y llenas de desasosiego. (Luft, 1976, p. 223). Esto solo fue posible en la medida en que la relación social se fue internalizando más, como resultado del diálogo, que fue abriendo conocimientos y aperturas. En suma, se trató de percibir en los espacios de vida para inducir, a través del diálogo y generar confianza para romper la inercia del silencio y la sumisión en que se encontraban las mujeres en ese momento.
Esta interacción más personalizada fue provocando, la necesidad de hablar y poner sobre la mesa los problemas, los dilemas e incertidumbres, así como los sueños y las esperanzas que tenían, para poder Ser y desarrollarse. Esta primera fase significó hacer un “trabajo de hormiga” es decir, de colaboración, confianza reciprocidad; acciones cargadas de afecto y respeto. La espera y paciencia fueron vitales para abrir la brecha y estrechar los sueños y hacer posible las iniciativas que ellas deseaban abrir, o bien inaugurar a pesar de las dificultades que tenían. Por otro lado, activar la subjetividad de las mujeres, fue la clave para fortalecer su existencialidad.
Una primera fase de empoderamiento personal, levantó la autoestima, una revalorización del sujeto-mujer; que significaría un gran paso para caminar por el largo sendero. Por ello, la relación social como articulación, jugó un papel importante en el proceso inicial, ya que sirvió por un lado, para detectar su modo de vivir y pensar frente a sus aspiraciones de Ser. Pero también, la articulación del sujeto con el sujeto –ella con la otra y luego con las otras–. Todo esto, amplió el conocimiento sobre el fenómeno en sí; lo humano, los dilemas y las contradicciones que se fueron manifestando de manera alguna en el universo de lo social. Esta etapa de reconocimiento del contexto, en el que se encontraban las mujeres, es decir sus condiciones de vida, permitió saber y determinar qué aspectos era necesario fortalecer para que ellas iniciaran el camino del cambio y transformación de sus vidas. Fue importante que ellas identificaran como una relación social, traía un profundo significado para generar una mayor articulación y a la vez, fortalecer su naturaleza social para emprender otras iniciativas. Entonces, la relación social, se constituía en un patrimonio y una posibilidad para iniciar el camino de su emancipación económica y de género, frente a los mandatos sociales y el sistema de desarrollo dominante.
Por lo tanto, la relación social fue la fuerza que movió conciencias y voluntades, así como el emprendimiento de otros sueños y caminos, pero de manera articulada, ya que la relación social les permitió conocer que sus condiciones eran iguales y sus reivindicaciones eran propias de una realidad común. Alain Touraine, al referirse a la realidad “apuntó que si se quiere comprender la realidad social actual, habrá de hacerlo en base a las acciones y relaciones sociales” (Garrido, 1996, p. 64). En la objetividad de las relaciones sociales como espacio de encuentro, se delimitó el marco de sus necesidades, debilidades y fortalezas, las cuales se atendieron, a través de procesos de formación social, política y técnica. Proceso que sirvió para romper el silencio y que, además, ellas emprendieran el camino hacia la búsqueda y tenencia de conocimientos y saberes para romper a la vez, con la dependencia, como una de las causas de la desigualdad de género. “La falta de oportunidades para enfrentar la vida que se desprende de este orden hegemónico es evidente. Como lo es también la construcción deliberada de la vulnerabilidad vital de grandes mayorías por la vía de la opresión y la explotación” (Lagarde, 1996, p. 95).
En síntesis, la profundidad de las relaciones sociales reviste en su esencia misma como articuladora de alianzas para superar la sobrevivencia tanto objetiva como subjetiva, he ahí su importancia para afirmar las relaciones sociales como asideros de los tejidos sociales. Además, el espacio para la puesta en práctica de los elementos asociativos del capital social. Durkheim analizaba sobre la solidaridad, donde él propone que es necesario que este individuo tenga lazos más fuertes y numerosos. Estos lazos crean obligaciones al individuo, ejercen presiones funcionales que moderan el egoísmo y le permiten reconocer su dependencia respecto de la sociedad (CEPAL, 2007, p. 15). Por último, la misma experiencia colectiva que se dio como producto de las nuevas relaciones sociales que se generaron al interior de los Círculos, provocó a la vez la necesidad de nuevas búsquedas de soluciones y de lograr otras reivindicaciones. Es así como de los mismos Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo surgen nuevas iniciativas y la necesidad de nuevos escenarios sociales. De ahí, nacen las redes de mujeres, que estaban conformadas por representantes mujeres de los Círculos. Esto las llevó a conformar más adelante La Plataforma de Mujeres del departamento de Valle, donde desarrollaron otras experiencias políticas y sociales.
3.3. De cara a la territorialidad del hambre
El hambre, no como presagio asolador, ni como proyección de los indicadores macroeconómicos, sino el hambre como un resultante del proceso sociohistórico donde han predominado las desigualdades. Un escenario vivo donde las mujeres asumieron la ausencia o bien la carestía de muchas condiciones para la reproducción económica y social de sus familias y la comunidad. Para hacer frente a esta situación, fueron necesarios los cambios y transformaciones en la vida de las mujeres. Sus entornos en un momento determinado se constituían en una constante de vida, una forma ya establecida por costumbre, por tradición y por el mandato social dominante. Visto desde una visión determinista, esta situación tenía agotada las esperanzas y las posibilidades de conocer otros escenarios, y poder emprender otras dinámicas donde las mujeres tuvieran participación; pero no desde su hacinamiento humano, sino desde la pluralidad social, con sufragio y derechos.
Las acciones que se emprendieron fueron determinantes, desde la toma de conciencia de su realidad, hasta el espacio de formación, que fue el escenario fundamental, donde se establecieron las condiciones para iniciar la trasformación objetiva y emprender la ruta que las llevaría a dar saltos de calidad en la búsqueda de un bienestar para ellas y sus familias. Estas acciones tenían el propósito de enfrentar las debilidades y formar un nuevo Ser, con derechos y de tener espacios de cobertura frente a una realidad donde la reproducción del círculo intergeneracional de la pobreza, se extendía en las familias y en las comunidades.
No es el propósito, ni de la investigación ni de este artículo, dar a conocer los indicadores de pobreza propios de una sociedad con profundas desigualdades, pero hablando del hambre es necesario recalcar, las condiciones de pobreza que han existido en esta región, y señalar entonces la desnutrición como uno de los indicadores más agudos y precisos que han afectado a las familias y en especial a las mujeres y los niños y niñas del hogar. Para el caso de Langue en el departamento de Valle, los indicadores, no están actualizados, no hay un régimen de políticas sociales serias que determinen estos indicadores como parte de una estrategia de gobernabilidad, por el bienestar de la población. Sin embargo, los últimos estudios realizados por OPS/OMS en Honduras (2010) y con la colaboración de la FAO, arrojan que el 1.4%, 10% y 31% de los niños y niñas menores de cinco años de edad se encuentran afectados por desnutrición aguda, global y retraso del crecimiento respectivamente (p. 6).
La experiencia acumulada en el espacio privado, el orden, la disciplina y el manejo del tiempo, fueron esenciales en las mujeres, para emprender nuevas rutas de conocimientos que vinieron a fortalecer su acervo humano, con responsabilidad y compromiso. Su formación técnica en agricultura y el manejo primario de ganadería desde un enfoque agroecológico, procuró en ellas una formación y una extensión de conocimientos que ampliaron su manejo. Este proceso dio como resultado la activación de promotoras agrícolas y pecuarias. Un punto importante para comenzar una iniciativa destinada a generar ingresos y recursos para las familias.
Las promotoras agrícolas tuvieron la capacidad de socializar los conocimientos obtenidos para ello crearon “Las parcelas comunitarias” un espacio que permitió ser el escenario de enseñanza aprendizaje de las actividades agrícolas, ensayo y error de manera compartida. Para el logro de estas acciones se contó con la asesoría de un técnico que supervisó la actividad y luego facilitó la práctica acumulativa de cada mujer y de cada Círculo de Amigas y Compañeras de Trabajo. Es así como se impulsa la siembra de diversos cultivos que comenzarían a hacer frente a la carestía y al hambre en sí. A partir del plan de parcela comunitaria se desarrollan las capacitaciones que se centran en la conservación de los suelos, los trazos de curvas a nivel y el manejo de los niveles de humedad. La gestión productiva es el tema central de la capacitación en la cual las mujeres llegan a conocer y dominar conceptos como agroecología, fitotecnia, abonos orgánicos, cultivos protegidos, manejo postcosecha, gestión de recursos naturales, diseño y construcción de tecnología de manejo de agua y zootecnia, entre otros que complementaron los ciclos de capacitación.
Las comunidades se encontraban expuestas a una inseguridad alimentaria, como producto de varios factores como el tamaño de las parcelas, la ubicación en laderas, la escasa o poca agua disponible, incluso el poco acceso a tierras para llevar las diversas actividades reproductivas. Entonces, con lo único que se contaba era con una agricultura de subsistencia orientada hacia la producción de granos básicos para el autoconsumo, especialmente maíz, maicillo y frijoles y con una actividad pecuaria muy escasa y débil. Poco a poco fueron introduciendo dentro de estas prácticas, otros cultivos, fuera de los tradicionales como maíz y frijol, que cambiaron los niveles de consumo y alimentación. Es así como en las mesas de las familias aparecen diversos productos que antes tenían que bajar al pueblo a comprar en el mercado municipal de Langue. Esto significaba tiempo para ir a realizar las compras, disponibilidad de dinero para ejecutar la acción y de uso de transporte.
Doña Dalva Raquel Santos del Círculo Nuevo Amanecer ilustra al respecto. “Nosotras dentro de los Círculos hemos sembrado culantro, chile dulce, tomate, cebolla, zanahoria, pepino, yuca, camote, pataste, ayote, remolacha, sandia, plátano y cebollín, zapallos, guineos, maíz, jilotes, aguacate, pipianes. Además, tenemos banco de semillas y nos hemos preparado para un proyecto de frijoles que rescatará la producción y las semillas criollas. También hemos aprendido de la crianza de gallinas, cabros, vacas; así como la siembra de algunos árboles maderables”.
Otro proceso que fue crucial en este camino emprendido fue la práctica de los pases de cadena, con lo cual se abrió más la brecha de las relaciones entre las mujeres. Acá jugó un papel determinante el capital social, como espacio asociativo que fortaleció la organización de las mujeres. El pase de cadena constituyó un espacio vital para tener animales y alimentos que tenían dos propósitos: la seguridad alimentaria y el intercambio de productos, además de la acción de compartir y ceder a la próxima, la oportunidad de tener animales o productos agrícolas, reproducirlos y luego de manera circular, compartirlos con otra compañera de trabajo. En la dinámica de vida de los hogares de las mujeres, se comenzaron a sentir los cambios a partir de la participación de las mujeres en los Círculos. En algunos casos los mismos hombres depositaron su confianza en ellos e incluso a pedir membresía para participar en los mismos, una situación sui generis, donde los hombres respetaron los roles de género y la relación fue de manera horizontal. Este fenómeno permitió que la relación entre mujeres y hombres se diera bajo los mismos parámetros de la experiencia, pues ambos ahora sabían de las actividades agrícolas, pecuarias y otros. El proceso en sí, trajo como consecuencia que los hijos e hijas de las mujeres también lograron asimilar la experiencia organizativa de los Círculos, de tal forma que ellos y ellas comenzaron a formar sus propios Círculos de jóvenes, con los cuales comenzaron a tener incidencia en los nuevos escenarios que fueron surgiendo en las comunidades. Quizás el salto más significativo que tuvieron fue la creación de una radio comunitaria y la organización estudiantil, que sirvió de asidero a nuevas propuestas.
IV. Conclusiones
Las conquistas logradas por las mujeres, tienen sobre todo un profundo significado, para la memoria de las comunidades del Corredor Seco-Sur de Honduras. Un registro de historias locales que se constituyó en una buena experiencia. Las mujeres organizadas, lograron, alcanzar sus sueños a través de sus reivindicaciones sociales y económicas. Además, trascender en lo político por medio de la organización y la participación tanto en los espacios primarios, los Círculos, como en otros espacios: las redes de mujeres y la plataforma de mujeres. Ahora tienen por delante otros obstáculos por vencer, como las políticas excluyentes y los emprendimientos macro económicos propuestos en la agenda de un modelo del desarrollo que difiere con la realidad de las comunidades y con sus expectativas. Vale la pena hacer las siguientes valoraciones, a nivel de conclusiones con el fin de proponer y/o dejar plasmada la experiencia de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo, una espacialidad colectiva que reitera ejemplos o situaciones a seguir o considerar:
El germen de la contradicción se dio a partir del aislamiento, la inclusión y la desesperanza en la que estaban sumidas las mujeres, un escenario de patologías sociales, un círculo perverso que ellas mismas reproducían y que no les permitía ver más allá de su espacio privado. Por ello, el hambre de conocimiento, experiencia, tenencia de bienes y de brindar a la familia mejores condiciones de vida, se dio, por medio de la organización, que emprendió una iniciativa por la vida y el buen vivir de las comunidades a partir de la participación de las mujeres.
La conformación de los Círculos de Amigas y Compañeras de Trabajo, se constituyó en el espacio natural y básico de donde se emprendió una experiencia asociativa que potenció capacidades y cualidades en las mujeres de las comunidades del municipio de Langue, en el departamento de Valle en el sur de Honduras.
La experiencia de “las parcelas comunitarias” constituyó un espacio de enseñanza aprendizaje, donde fortalecieron sus conocimientos y saberes, y adquirieron nuevos, que pasaron a formar parte de su dominio y control. Este espacio se dio bajo la pedagogía de la esperanza, que hizo de la vida de las mujeres un asidero para sus sueños y además ensancharon su capital humano.
El proceso del “pase de cadena” propició en las mujeres capacidades asociativas que se fortalecieron a través del capital social. las mujeres como compañeras de trabajo y esfuerzos comunes, aprendieron a compartir, intercambiar y hacer posible y viable la vida en comunidad.
La producción de bienes que adquirieron les permitió, no solo el intercambio sino a la vez la posibilidad de ampliar su oferta en el mercado local, lo cual representaba una fuente nueva de ingresos y de bienestar para sus familias.
Luego de tomar conciencia del contexto y de sus condiciones de vida, y cómo a través de la organización, no solo lograron conocimiento y experiencias, sino a la vez generaron confianza individual y colectiva, de tal forma que extendieron sus reivindicaciones al plano político, organizando las redes de mujeres, donde lograron otros espacios y otras experiencias.
El desarrollo para el bienestar de las comunidades, aún sigue pendiente en la agenda política nacional, pero por la posición geoestratégica que tiene el país, se ha dado paso a los megaproyectos capitalistas neoliberales como el extractivismo, la producción de energía solar en grandes áreas de territorio, los complejos turísticos, el monocultivo y otros como las famosas Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo (ZEDE). Estas decisiones están poniendo en riesgo las escasas alternativas para la estabilidad, el buen vivir o el bienestar local de las comunidades del sur de Honduras. Todo esto incrementará más la desigualdad y con ello el círculo de la pobreza, que pone en peligro las iniciativas y proyectos de las mujeres.
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