Proyecciones educativas y sociales del pensamiento filosófico de Paulo Freire
Educational and social projections of Paulo Freire’s philosophical thought
Ciencias Sociales Revista Multidisciplinaria
Arkho Ediciones, Argentina
ISSN-e: 2683-6777
Periodicidad: Semestral
vol. 0, núm. 0, 2018
Resumen: El pensamiento filosófico-educativo de Paulo Freire pretende cambiar la sociedad a través de la alfabetización, de modo tal que los oprimidos no sólo se conozcan a sí mismos, sino también se desarrollen socialmente. Se busca mostrar que estos lineamientos están presentes en los orígenes de la llamada educación popular, en especial, en las escuelas autónomas zapatistas y en las instituciones educativas pertenecientes al Movimiento “Fe y Alegría” y que deben ser recuperados y aplicados en la actualidad con el fin de lograr una transformación de la sociedad en la que vivimos.
Palabras clave: pensamiento crítico, concientización, educación popular, oprimido, transformación social.
Abstract: The philosophical-educational thinking of Paulo Freire aims to change society through literacy, in a way that the oppressed not only get to know themselves, but also develop socially. This work tries to show that these guidelines are present in the origins of the so called popular education, especially in the autonomous Zapatistas schools in Mexico, and in the educative institutions that belong to the movement “Faith and Joy”, and that must be recovered and applied at present moment with the aim to transform the society we live in.
Keywords: critical thinking, awareness, popular education, oppressed, social transformation.
En este texto se pretende, en primer lugar, recuperar dos nociones de carácter filosófico de Paulo Freire presentes, en especial, en sus primeras obras, y que son aplicadas en su propuesta educativa, muy vinculada con propósitos sociales y políticos. Posteriormente y de manera breve, se plantean algunos de los primeros antecedentes de la corriente pedagógica llamada Educación Popular y sus características más relevantes, con el fin de mostrar que dicha corriente se sostiene en el pensamiento freirano y que es retomada e influye en los orígenes de dos instancias diametralmente opuestas: las escuelas autónomas zapatistas y las escuelas del movimiento “Fe y alegría”. A partir de ello, se busca señalar y resaltar la importancia educativa y social que tienen las ideas freiranas en la actualidad.
Pensamiento crítico, concienciación y educación en Paulo Freire
El pensar es propio de todo el mundo, pero gran parte de nuestro pensar es arbitrario, distorsionado, desinformado, parcializado o |. El pensar tiene que ver con la calidad de vida, es decir, nuestra calidad de vida depende de la calidad de nuestro pensamiento.
Se podría decir que el “pensamiento crítico” es la facultad de pensar sobre lo que uno está pensando, es la habilidad de pensar sobre el propio pensamiento con el fin de mejorarlo, volverlo más claro, más exacto o acertado.
El crítico no es el disconforme que elabora ofensivas sólo para desacreditar, sino el que analiza poniendo en tela de juicio lo que se dice o lo que se hace, fundamentando sus opiniones y dando alternativas, por lo que se constituye en un transformador de la realidad. La intención que lo anima es la de generar un esfuerzo humanizador y liberador del hombre y de su sociedad.
Paulo Freire, en una nota a pie de página de, La educación como práctica de la libertad, dice “la crítica para nosotros implica que el hombre comprenda su posición dentro de su contexto…tenga la representación objetiva de la realidad. La crítica, como la entendemos nosotros, ha de resultar del trabajo pedagógico crítico apoyado en condiciones históricas propicias” (Freire, 1992: 55).
El paso hacia una conciencia crítica y criticista, sólo se da a través de un trabajo educativo-crítico que luche contra la masificación y la industrialización como modos de ser existenciales. “Sólo creemos en una educación que haga del hombre un ser cada vez más consciente de su transitividad, críticamente, o cada vez más racional” (Freire, 1992: 85). El desarrollo de la razón como un aspecto esencial del hombre nos hace descubrir el papel tan relevante que juega la misma dentro de la educación. Pensar es reflexionar, es desenvolver nuestra razón críticamente, en base a fundamentos que sostengan nuestros puntos de vista y que hagan creíble nuestra postura frente a la realidad.
Para Paulo Freire, la verdadera educación es praxis, o sea, es una conjunción de reflexión y de acción sobre el mundo para lograr su transformación. Esta transformación se fundamenta en la convicción de Freire de que el hombre ha sido creado para comunicarse con los otros hombres. Esto apuntala su idea de una educación dialógica, liberadora, que busque extraer lo mejor del hombre, a través de una praxis creadora, donde la imaginación logre su mayor despliegue. Para Freire, la educación es un acto de amor y de coraje, donde se busca la transformación de la realidad por solidaridad, por amor a los otros.
La educación implica una tarea de concienciación que se lleva a cabo a través de la alfabetización. Tradicionalmente, los métodos de alfabetización son instrumentos que buscan domesticar a la persona, alienarla, partiendo, por supuesto, de políticas educativas emanadas del estado. La propuesta de Freire busca desarticular esos modelos y propone una educación dialógica y creadora que supere la domesticación y enseñe a pensar libremente. “La alfabetización, y por ende toda la tarea de educar, sólo será auténticamente humanista en la medida en que procure la integración del individuo a su realidad, en la medida en que le pierda miedo a la libertad, en la medida en que pueda crear en el educando un proceso de recreación, de búsqueda, de independencia y, a la vez, de solidaridad” (Freire, 1992: 14), por ello, alfabetizar es sinónimo de concienciar, afirmará Freire. Hay que pensar que este proceso de concienciación requiere de un despertar de la conciencia, lo cual significa que a través de la enseñanza de la lectura y de la escritura, se le abre al individuo la posibilidad de comprender críticamente su realidad, y llegar a comprenderse a sí mismo como sujeto histórico. El hombre se da cuenta que es parte de la naturaleza y de la sociedad, que puede analizarlas críticamente, que puede comparar diversas situaciones entre sí, y que es libre de elegir en donde posicionarse dentro de ellas a través de un diálogo interpersonal, que le permita encontrarse con los otros y conformar grupos de acuerdo a sus inquietudes, necesidades e intereses.
Para Freire, ninguna persona es analfabeta e iletrada por decisión propia, esto obedece a la imposición de otros hombres quienes, por diversas circunstancias e intereses políticos, económicos y sociales, no ayudan a revertir la situación. Es hora de cambiar. Sostiene que en la actualidad, las concepciones modernas de la educación ya no pueden regirse por la concepción “bancaria” de la educación, en la que unos son los depositarios (educandos) y otros los que depositan (educador). Es interesante mencionar que Freire, en Pedagogía del oprimido, se refiere extensamente al tipo de educación de su tiempo, afirmando que la educación se transforma en un acto de depositar, no de comunicar, donde los educandos aceptan esos “depósitos”, los memorizan y los archivan, no existiendo creatividad alguna, ni transformación, ni saber. La absolutización de la ignorancia es lo mismo que hablar de la alienación de la ignorancia.
Freire propone otro estilo educativo, que él llama concepción “problematizadora” de la educación, a través de la cual los educandos problematizan la realidad, miran críticamente el mundo, le hacen preguntas y buscan modos para encontrar las respuestas.
La educación debe fundarse en la relación educador-educando con educando-educador, como un modo de integrarse a la realidad en la que se vive. Esto significa que nadie educa a nadie, sino más bien que los hombres se educan entre sí, y esto es parte de la democratización de la cultura. Esto promueve una educación liberadora, que se sostiene en la conciliación entre educadores y educandos, superando la vieja contradicción entre educador-educando. Más educación “bancaria” equivale a menos desarrollo de la conciencia crítica, menos transformación del mundo y mayor satisfacción de los intereses de los opresores, quienes pretenden transformar la mentalidad de los oprimidos, pero no la situación que los oprime, dirá Freire. Este comportamiento niega la “vocación ontológica de ser más” del individuo, de ser “seres para sí”, con lo cual se pone de manifiesto el extraño humanismo de la concepción bancaria que dificulta cada vez más el pensamiento auténtico, que es aquel que busca salvar de la opresión a los hombres, e imbuirlos de un poder creador.
Como ya lo señalamos, el programa educativo debe modificarse y tender hacia un método activo, dialogal y participativo. El diálogo “se nutre del amor, de la humildad, de la esperanza, de la fe, de la confianza” (Freire, 1992: 104), por ello comunica. Freire hace referencia a Jaspers, para afirmar que el diálogo es el camino indispensable no sólo para nuestras cuestiones vitales en orden a lo político, sino para todo nuestro ser. Tiene significado en base a la creencia en el hombre y en sus posibilidades, la creencia de que el hombre llegará a ser él mismo, en el momento en que los otros también lleguen a ser ellos mismos, basados en una esencial intersubjetividad humana. El diálogo será una pedagogía de la comunicación, de la relación yo-tú, que vencerá el antidiálogo acrítico. En Pedagogía del oprimido, Freire sostiene que la palabra viva ya es diálogo existencial al momento que manifiesta el mundo a través de la comunicación y de la colaboración. El diálogo, que es reconocimiento del otro y reconocimiento de sí en el otro, es una toma de postura que implica colaborar en la construcción del mundo.
La educación problematizadora, intenta ser una educación liberadora, una educación que promueva al hombre a pensar por sí mismo, a actuar activamente frente a la vida, a creer en la comunicación con los otros, a dialogar. La educación problematizadora se basa en la comunicación y en lo que es “ser consciente de”, es la conciencia de la conciencia. Este tipo de educación ya no puede ser una transferencia de conocimientos y valores del educador al educando, ahora se trata de un acto cognoscente, en el cual se establece una relación dialógica en la que se da la cognoscibilidad de los sujetos y realidades cognoscentes. Justamente, la educación problematizadora es un esfuerzo permanente a través del cual los hombres perciben, críticamente, “como están siendo en el mundo, en el que y con el que están” (Freire, 2008: 96). El hombre aprende a conocerse a sí mismo, a su entorno y a partir de allí puede explicarse a sí mismo y a la realidad en la que se encuentra, de tal modo que puede escribir su propia historia desde su modo particular de ser y vivir su circunstancia espacio temporal.
La concienciación de los oprimidos y la política social de Freire
Para Freire, el acto de educar y de educarse es en estricto sentido un acto político, y no solamente pedagógico. Aunque reafirma su vocación socialista, reconoce el fracaso del socialismo real, pero sostiene que es la oportunidad de seguir soñando y luchando por él. Busca depurarse de sus distorsiones autoritarias, de sus actos totalitarios y de su ceguera dogmática. Considera, que el socialismo es un modelo humanizante y libertador por el cual siempre ha luchado de manera coherente. En una ocasión, Carlos Núñez Hurtado conversando con Paulo Freire, le escuchó definirse como “sustantivamente político y sólo adjetivamente pedagogo”. Freire es un buscador incansable de la coherencia, de la tolerancia, de la convivencia con los diferentes. Esta es su forma de reafirmar su compromiso, sin claudicar de sus posiciones políticas, y sin dejar de lado la esperanza de que los sueños existen y las utopías no han muerto.
Freire, apuesta por la práctica educativa de opción progresista, como una experiencia de desocultamiento de la verdad. Esto ha llevado a que diversos pensadores y representantes latinoamericanos, discutieran si Freire era o no educador, ya que le criticaban su “exagerada politización”. Ante la gran desesperanza existente por diversas razones históricas, económicas y sociales, Freire no deja de insistir en que para él la existencia humana y la lucha por mejorarla sólo se asienta en la esperanza. “La esperanza es una necesidad ontológica; la desesperanza es esperanza que, perdiendo su dirección, se convierte en distorsión de la necesidad ontológica” (Freire, 2011: 24). No se puede prescindir de ella en la lucha por mejorar el mundo, aunque se es consciente que ella no es el único elemento transformador del mundo, por lo que es necesario educar la esperanza hacia la acción transformadora del mundo.
Para Freire, la educación es política, por lo que es fundamental respetar a los educandos, enseñarles a defender una tesis, una posición, con seriedad, rigor y pasión; respetando al mismo tiempo un discurso contrario, es la mejor forma de enseñar a pelear por nuestras ideas y por el respeto mutuo. La práctica educativa no es neutra, por lo que es importante poner de manifiesto el respeto por la diferencia de ideas y de posiciones, incluso con las posturas antagónicas. Si bien es cierto que este es el pensamiento y comportamiento de Freire, esto no quita su constante crítica hacia la arrogancia, hacia el autoritarismo de los intelectuales de izquierda y derecha, que se creen propietarios del saber revolucionario o conservador, según sea el caso; hacia aquellos universitarios que buscan concientizar a los trabajadores rurales y urbanos sin concientizarse con ellos; hacia aquellos intelectuales que buscan imponer la superioridad de su saber académico a las masas incultas; entre otros. Para él, la superación de estas prácticas está en la superación de la ideología autoritaria y elitista, en el desarrollo de las virtudes de la humildad, la coherencia y la tolerancia.
Para Freire, su propuesta de aprendizaje está subordinada a propósitos sociales y políticos. “Lo que se exige éticamente a los educadores y las educadoras es que, coherentes con su sueño democrático, respeten a los educandos, y por eso mismo no los manipulen nunca” (Freire, 2011: 104). Hay que reconocer el saber popular, su habla, su manera de contar, de calcular, sus saberes en relación al otro mundo, su religiosidad, sus conocimientos en torno a la salud, el cuerpo, la sexualidad, la vida, la muerte, la fuerza de los santos, los conjuros, etc., porque es parte de “su” mundo, de su contexto cultural, a partir del cual construyen su comprensión del mundo.
Existe una permanente tensión entre la conciencia y el mundo, una relación dinámica, jamás mecanicista, que ayuda a comprender el fenómeno de la introyección del opresor por el oprimido y la adhesión de éste a aquél. La “lectura del mundo”, es lo que nos permite el desciframiento de las situaciones por las que atraviesa el oprimido. “Quien busca un curso de alfabetización de adultos quiere aprender a escribir y a leer frases y palabras, quiere alfabetizarse. Pero la lectura y la escritura de las palabras pasa por la lectura del mundo. Leer el mundo es un acto anterior a la lectura de la palabra. La enseñanza de la lectura y de la escritura de la palabra a la que falte el ejercicio crítico de la lectura y la relectura del mundo es científica, política y pedagógicamente manca” (Freire, 2011: 102).
Antecedentes de la Educación Popular
Existen antecedentes pedagógicos y políticos muy importantes sobre esta corriente, uno de los primeros hace referencia a un personaje venezolano muy influyente, de clase media alta, como lo fue Simón Rodríguez, uno de los padres de la Educación Popular. Sus ideas educativas se sistematizan a principios del siglo XIX, partiendo de la necesidad de una educación transformadora, cuyos lineamientos sean acordes con una sociedad distinta a la sociedad opresora colonial. Plantea la urgencia de recuperar el proyecto de vida, cultura y trabajo de la población originaria que había sido diesmado por la lógica colonial sustentada en la estratificación social y en la idea de raza, explotando a los habitantes originarios, que fueron considerados como subordinados. Para Rodríguez, el sujeto de la Educación Popular era justamente el sector oprimido y subordinado y el papel del educador popular era ayudar al logro de sus aspiraciones libertarias, enseñándoles a vivir y a participar en el gobierno y en la sociedad.
“La Educación Popular, vista desde la perspectiva rodrigueana (imbricada con un proyecto político, económico y social de sociedad), insta a la lucha por la superación de toda forma de explotación económica e inhumana, en el entendido de que la Educación Popular no significa caridad o piedad para el pueblo. Rodríguez insistía en que la educación tenía que ser general, abarcar a todos sin condiciones y de este modo superar el carácter aristocrático y elitesco. Debía ser una educación popular y eminentemente social, general y pública.” (Salazar, 2012: 57)
Hacia principios del siglo XX, surgen discursos pedagógicos vinculados a movimientos sociales reformadores o revolucionarios que plantean la estrecha relación existente entre los cambios y transformaciones radicales en la economía y en la sociedad con la concresión de las reformas educativas. Un ejemplo de ello es el peruano, José Carlos Mariátegui, quién en consonancia con el pensamiento de Simón Rodríguez y a partir de una lectura marxista de la realidad, propuso un proyecto liberador de los pueblos originarios, rompiendo con la lógica de la dominación y del privilegio de castas que encerraba un concepto aristocrático de educación. Concilia la lucha de clases con la voluntad nacional popular, a través del conocimiento de la cultura de los sectores populares, estrechando los vínculos entre la economía, la política y la educación. De este modo realiza una síntesis entre las corrientes anteriores y las raíces indias del proletariado peruano.
A lo largo de los años 40 y 50 diversos gobiernos nacionalistas populares intentan aplicar pedagogías nacionales a través de reformas educativas que buscan generar una mano de obra mejor formada, aunque no hay voluntad de transformar radicalmente las estructuras sociales ni dejar que los sectores populares sean protagonistas de dichos cambios.
También en este entorno surge la expresión “Educación de Adultos”, que hace referencia a los programas educativos ligados a proyectos de desarrollo. Esta corriente ofrece educación a los adultos no escolarizados.
Educación Popular
Es una concepción pedagógica que basa el proceso de aprendizaje del individuo en la práctica, a partir de sus experiencias y del contexto social en el que se encuentra; el individuo razona y aprende del medio que lo rodea, al tiempo que actúa sobre él modificándolo. Es una labor educativa que promueve el sentido crítico de sus participantes, a quienes se brindan herramientas intelectuales para actuar y cambiar la sociedad.
Esta concepción aparece hacia los años 60, en Brasil, a partir del surgimiento de un movimiento político, cultural y pedagógico (Movimiento de Cultura Popular-Recife[1]) que intenta revertir las altas tasas de desempleo, hambre y analfabetismo y al cual Paulo Freire pertenece, siendo una de las personalidades más relevantes. Hay que señalar que en su obra Freire no utiliza explícitamente el concepto de Educación Popular, más bien se refiere a educación liberadora, educación para la libertad, educación para la democracia, educación dialogal, entre otras expresiones, pero a través de ellas sí plantea una educación popular transformadora.
El planteamiento de Freire en relación con la educación popular pretende cambiar la sociedad a través de la alfabetización, de modo tal que los oprimidos no sólo se conozcan a sí mismos, sino también que se desarrollen socialmente, recuperando su dignidad perdida. El método principal es a través del diálogo. El educador se introduce en la forma de vida, cultura y lenguaje de los educandos, empatizando con ellos y aprendiendo de ellos. Se forman círculos de discusión en los que se debaten situaciones de la vida cotidiana de los educandos, y de los que surgen palabras significativas o también llamadas generadoras, que el educador enseña a escribir junto con otros conceptos nuevos. Esto va facilitando el aprendizaje y aumenta el grado de abstracción del alumno. Gradualmente, se desarrolla el proceso de educación popular siguiendo varias etapas: concientización (reconocimiento crítico de la realidad y de sí mismo), comprensión y construcción de nuevas maneras de actuar, cambio de la forma de pensar y por último, acción transformadora y cambio de la realidad social para mejorarla. De este modo, la educación instrumentaría al pueblo “ingenuo y carente de preparación”, analfabeto, para la tarea de construir otra nación, moderna y más justa, democrática y liberal. Freire defiende una práctica educativa liberadora basada en el desarrollo nacional y en la construcción de una democracia que libere al individuo de los conflictos sociales de clase.
Se pueden identificar un conjunto de rasgos e ideas fuerza que identifican a la Educación Popular: “1-Lectura y crítica e indignada del orden social y cuestionamiento del papel reproductor del sistema educativo hegemónico. 2- Intencionalidad emancipadora ético-política hacia la construcción de sociedades que superen las injusticias, dominaciones, exclusiones e inequidades. 3- Contribución a la constitución de los sectores populares como sujetos de transformación a partir del fortalecimiento de sus procesos de organización y luchas. 4- Como acción pedagógica, busca incidir en el ámbito subjetivo (conciencia, cultura, creencias, marcos interpretativos, emocionalidad, voluntad y corporeidad). 5- Creación y práctica de metodologías de trabajo dialógicas y participativas, como la construcción colectiva de conocimientos o el diálogo de saberes.” (Torres, 2013: 1)
Este concepto ha sido utilizado en prácticas pedagógicas con objetivos múltiples dentro de contextos grupales o institucionales muy diversos. En el marco de América Latina, esta propuesta se ha aplicado en múltiples países y con resultados muy disímiles. En los inicios de los años noventa la educación popular entró en crisis, dado que se le criticaba su escasa base pedagógica crítica reflejada en sus métodos y técnicas. Posteriormente, se volvió a revalorizar y actualmente y desde hace unos veinte años está en boga nuevamente y se la entiende como un conjunto de prácticas educativas que se realizan por y con los sectores populares, enmarcada dentro de una perspectiva política de cambio social.
A partir de las diversas lecturas realizadas, se advirtió que, a pesar de que esta corriente pedagógica se extendió por numerosos países de América Latina buscando generar un pensamiento crítico y concientizador, no siempre logró su objetivo. Lo que sí se pudo establecer es que dicha pretensión estuvo presente en la conformación de los principios y prácticas iniciales de dos tipos de escuelas, una de tendencia marxista como las escuelas zapatistas y otra de tendencia cristiana, como las del movimiento “Fe y alegría”. Intentaré señalar brevemente algunos aspectos que considero importantes en cada una de las escuelas mencionadas y en las que está presente dicho propósito.
El sistema autónomo de las escuelitas zapatistas
Paulo Freire define la libertad, diciendo que es un proceso de independización de aquello que nos ata. Esta práctica de la libertad, que se instaura a través del diálogo de la educación, es el momento en el que el proceso concientizador alcanza su máxima expresión y realización.
Este modo de pensar se refleja en la enseñanza primaria y secundaria de las escuelas autónomas zapatistas, las cuales no sólo buscan revitalizar las lenguas y culturas propias, sino también pretenden forjar conciencias étnicas y políticas, influyendo en la redefinición de los contenidos y métodos pedagógicos. Para ellas, lo que debe aglutinarlas es la cultura propia, para a partir de ella crear conciencia de pertenecer a un grupo étnico y a un pueblo determinado. La concientización se lleva a cabo a través de la educación cotidiana y por el diálogo, develando colectivamente la razón de ser de las cosas, de la vida campesina, de su cultura y de su historia; por lo que las comunidades zapatistas plantean la autonomía educativa como un modo de revalorizar sus conocimientos, su organización social diferenciada y su cultura en general, para fortalecer su identidad y su dignidad como miembros campesinos de un pueblo: tzeltal, tzotzil, tojolabal, entre otros y mexicano. Las clases son en la lengua nativa de cada población, no solo porque es la lengua hablada en sus casas y es la que mejor entienden los niños, sino también porque es una forma de recuperarla y mantenerla. En general, la propuesta educativa zapatista, plantea una igualdad de género en la educación y tiene en cuenta diversos temas; principalmente: la historia de su comunidad, de la lucha zapatista, de México y la historia latinoamericana y mundial; las lenguas locales y el español, como segunda lengua; las matemáticas, la agro-ecología, en la que se aprende a conservar la biodiversidad, a estudiar el medio ambiente, a practicar la agricultura orgánica evitando todo tipo de elementos transgénicos; sin olvidarse de recuperar los conocimientos de sus ancianos. Los zapatistas consideran que la única forma de combatir la ignorancia de sus pueblos es a través de una educación liberadora, analítica, reflexiva, crítica y concientizadora de su realidad.
Esta búsqueda de la autonomía educativa zapatista, data de muchos años atrás, cuando las comunidades indígenas se dieron cuenta que, los niños de las escuelas primarias donde se impartía la educación oficial indígena, casi no aprendían nada, dado que se les enseñaba en español, lengua que no conocían, pues ellos hablaban en su idioma nativo, en una clara tendencia hacia la homogeneidad lingüística y cultural, propia de la ideología capitalista y neoliberal, que busca seguir dominando a las clases más oprimidas en aras de sus propios beneficios. Dado que este tipo de educación no respondía a su realidad, es más, la desconocía, es que decidieron construir una educación diferente a la oficial. El sistema educativo propuesto, prioriza la cultura propia y todo lo que tiene que ver con la cosmovisión indígena, buscan que los niños despierten al valor de la vida, de sí mismos, del lugar que ocupan en su país, incluyendo el cuidado del medio ambiente y poniendo el acento en el trabajo en equipo y el respeto mutuo.
Las escuelas zapatistas luchan por su autonomía en la educación como un modo de defender su territorio, afianzar su identidad cultural y fortalecer su autogestión. Dichas escuelas sostienen sistemas municipales de escolarización, sin la intromisión del Estado mexicano, en lo relativo a las decisiones, financiamiento, supervisión y capacitación de sus miembros. Buscan propiciar una “educación verdadera”, que responda a sus necesidades, a sus formas organizativas y a sus problemas cotidianos, o sea, una educación creada, sostenida y apropiada por ellos, a través de la cual reivindican su esencia indígena al tiempo que respetan las diferencias. Las políticas locales de escolarización no responden a las dictadas por la Secretaría de Educación Pública, muy por el contrario, son un fuerte cuestionamiento a la tendencia centralizadora del sistema educativo mexicano, que busca imponer desde el exterior maneras alienantes de pensar y actuar, ajenas a la realidad comunitaria, y sin reconocer y valorar las riquezas locales, los saberes tradicionales y las culturas populares. Los campesinos rebeldes que buscan obtener la autonomía regional en educación pretenden intervenir en la conformación de los programas pedagógicos para que éstos reflejen las necesidades específicas y los elementos y valores culturales propios.
En los municipios autónomos rebeldes zapatistas, son las familias de los alumnos y sus representantes, en asamblea, los que deliberan y toman las decisiones relacionadas con la organización escolar, la elección del docente llamado “promotor o promotora de educación” y los contenidos, saberes, tradiciones y métodos pedagógicos a enseñar y aplicar. Los promotores de la educación son nativos de las comunidades, que no reciben un salario, pero a cambio de su trabajo como maestros de todos los niños de las escuelas comunitarias, son apoyados, principalmente, con alimento y hospedaje por la población. En la labor comunitaria que realizan, promueven distintos tipos de trabajo y conocimiento, aprendiendo al mismo tiempo que sus estudiantes. Deben tener una formación ética-política de lo que es la lucha zapatista, y conocimientos específicos de las problemáticas propias de la comunidad en la que se encuentran. Libran una gran batalla contra el analfabetismo.
Como podemos observar, se pone énfasis en el carácter multilingüe, multicultural y crítico de los temas que abordan los promotores con sus alumnos, fortaleciendo así su identidad etnopolítica y campesina. “De acuerdo a la Comandanta Rosalinda, los zapatistas luchan por una educación “concientizada, conciliadora y liberadora, es decir, una educación de acuerdo con nuestra vida, con nuestra cultura y nuestra historia” (Baronnet, 2012: 308). En aquellos territorios indígenas, en los que se lucha por la autonomía educativa, a partir de la participación comunitaria en las cuestiones educativas, se ha reconfigurado la misión del docente, quién se apropia y reinventa la política educativa, basándose en los valores y prioridades decididos por los campesinos mayas zapatistas. Uno de los anhelos más grandes que tienen, es tener bachillerato y universidad autónomos, para que los estudiantes puedan continuar y profundizar su educación.
Cabe aclarar, que la puesta en práctica de este sistema autónomo de educación zapatista no ha sido fácil dado que se han presentado diversos problemas, por ejemplo: encontrar promotores de las mismas comunidades, pues no todos saben leer y escribir o tienen familias a su cargo; otra dificultad tiene que ver con la falta de recursos, pues no tienen apoyos del gobierno, para construir escuelas y dar sus implementos escolares a los estudiantes. Lo que es importante destacar, es que hay un gran compromiso de la comunidad con la educación autónoma de sus niños.
Movimiento “Fe y Alegría"
Es un Movimiento Internacional de Educación Popular Integral y Promoción Social cuya actividad está dirigida a la población excluida, buscando construir un proyecto de transformación social, teniendo por base los valores cristianos de justicia, participación y solidaridad. Su fundador fue el padre jesuita José María Vélaz, de origen español. Durante su permanencia en Venezuela tuvo contacto directo con la realidad latinoamericana, una realidad de pobreza, gran marginación y exclusión. Esto lo impactó tanto que marcó un nuevo rumbo a su misión. Poco a poco fue experimentando hasta conformar una red de escuelas en las periferias de las ciudades y en el área rural, siendo que el 5 de marzo de 1955 se creó la primera escuela de Fe y Alegría, en un barrio marginal del oeste de Caracas, Venezuela, gracias a la actitud generosa de un pobre albañil (Abraham Reyes) y su señora, quienes ofrecieron su vivienda para acoger a los niños de la zona. Esto fue el detonante de muchas otras acciones generosas de numerosas personas y organizaciones que apoyaron esta iniciativa canalizando las demandas y anhelos de los pobres de las diversas zonas rurales, quienes querían salir de su situación, subvertir las condiciones de explotación, vencer al sistema y ser dueños de su propia vida y de su destino. Hacia 1960, esta red es bautizada con el nombre de “Fe y alegría”, bajo la convicción de que “la educación de los pobres no puede ser una pobre educación”.
Numerosas familias, universitarios y trabajadores se esforzaron en brindar a los niños un ejemplo de superación apostando por la libertad a partir de la educación. Hacia 1964, existían unos 10.000 alumnos en estas escuelas venezolanas, lo que impulsó a aplicar este modelo en otros países como Ecuador, Panamá, Perú, Bolivia, Centro América y Colombia. Actualmente, existe en 19 países repartidos en América Latina, África y Europa.
Con el tiempo, este movimiento se definió como una apuesta por la Educación Popular Integral, entendida como la educación para los más pobres y por sobre todo una educación de calidad. Lo que se pretendía era que los pobres fueran los protagonistas de la transformación de la realidad, siguiendo los planteamientos de Freire, quien proponía una educación para la liberación, basada en una pedagogía del diálogo que promueve la lectura de la realidad y la posibilidad de que el sujeto exprese su propia palabra en el sentido de poner de manifiesto su manera de interpretar su realidad y proponer una forma de transformarla de acuerdo a sus condiciones de vida. Para Freire, toda situación pedagógica responde a un proyecto de persona y de sociedad dentro de un determinado contexto histórico social. Se busca la transformación, no la adaptación a partir del saber y de la cultura de los educandos.
Este movimiento, de raíces cristianas, surgió como una manifestación de la Iglesia católica latinoamericana, en consonancia con las ideas de Paulo Freire y su planteamiento de una educación liberadora, que opta preferencialmente por los pobres, por su dignidad como seres humanos, buscando generar un nuevo orden fundado en la equidad y el respeto. A lo largo de los años se ha podido observar la transformación de muchos lugares ubicados alrededor de la escuela donde existían barrios sin alcantarillas, calles de tierra, casas muy precarias, problemas que fueron resolviéndose al surgir una infraestructura urbana con mejores condiciones económicas y sociales.
En 1987, se formó la Federación Internacional de Fe y Alegría quién afirma: “somos Educación Popular, ante todo, porque promovemos una propuesta ética, política, pedagógica y epistemológica para la transformación social. Procuramos permanentemente conocer la realidad local, nacional y global con una mirada crítica, construyendo y mejorando nuestras prácticas.” Su tarea consiste en consolidar los principios iniciales a través de un trabajo más coordinado, manteniendo una línea de acción común que busca continuamente respuestas para satisfacer las necesidades humanas y superar las injusticias, promoviendo el desarrollo de las potencialidades de hombres y mujeres marginados, a través de la adquisición de una educación basada en conocimientos, habilidades, destrezas y valores que influyan en la transformación de la realidad de todas las dimensiones de la persona. Es un proceso que se orienta a formar a la persona “en y para la vida” y “en y para el trabajo productivo”. Su misión, concretamente, se dirige a la población empobrecida y excluida para contribuir a la transformación de las sociedades, basándose en los valores de justicia, libertad, participación, fraternidad, respeto a la diversidad y solidaridad, con la finalidad de promover un mundo donde todas las personas puedan educarse, desarrollar sus capacidades y vivir con dignidad. Se ha hecho mucho énfasis en que la escuela debe vincularse con las necesidades locales y, al mismo tiempo, ser un espacio en el que la comunidad se cuestiona a sí misma, en un proceso de maduración e historización, lo que implica construir formas de vida cada vez más humanas donde todos aprenden a vivir y convivir, a organizarse, a ser cada vez mejores personas y, al mismo tiempo, ciudadanos con voz y poder.
A lo largo de los años, este movimiento ha tendido a realizar una relectura continua de la realidad desde los intereses de los pobres y excluidos, buscando superar sus propias incoherencias en el afán de adecuar sus prácticas a las exigencias y retos que plantea la realidad tan cambiante y el mayor empobrecimiento y exclusión que sufren los pobres de América Latina por la carencia de educación, por las desigualdades de todo tipo. Con el transcurrir del tiempo, han surgido críticas y cuestionamientos a este movimiento y a la educación que imparten sus instituciones, tales como: ¿no será que se están conformando con una educación cristiana y gratuita para los pobres pero sin que tenga una incidencia en la realidad histórica, social y política de los mismos? ¿la pretensión de reducir la exclusión de los pobres no termina siendo una manera de “inclusión” acrítica de los mismos en este mundo neoliberal actual? ¿la educación que se da a los alumnos es integral cuando en realidad se centra en “lo productivo”, en el sentido que las asignaturas técnicas son las más destacadas y son las que “orientan” a los alumnos más bien hacia los oficios, más que a otras áreas del conocimiento?
Reflexiones finales
A partir de lo señalado anteriormente, surgen cuestiones que nos parecen importantes y necesarias de rescatar y que nos mueven a reflexionar sobre el modo de ser y vivir actual en nuestra sociedad.
A partir de nuestra experiencia académica advertimos, cada vez más, que el ejercicio de pensar, de reflexionar, de analizar al hombre, a sus ideas, a sus acciones y a su contexto, está perdiéndose en todos los niveles educativos. Se confunde la acción de pensar, con la sola obtención de conocimientos. Incluso, el pensar críticamente, o sea, el reflexionar con base en fundamentos sobre el ser y el hacer del hombre contemporáneo, se está volviendo una actividad poco frecuente en las últimas generaciones de nuestros jóvenes, quienes aceptan todo lo que se les dice sin cuestionarlo ni ponerlo en duda. Sabemos muy bien que ello obedece a las políticas públicas, nacionales e internacionales, de corte capitalista, que buscan homogeneizar e igualar a la población con la finalidad de invadir las conciencias, imponer sus ideas mercantilistas, modificar y minimizar la identidad cultural de cada persona y/o comunidad, para lograr la sumisión al sistema neoliberal.
Consideramos que la propuesta freirana, de unir el proceso de concientización con el proceso alfabetizador es muy actual, y debe ser recuperada porque responde a una exigencia de nuestros tiempos. Su aplicación es esencial para la superación del hombre en general, y del latinoamericano oprimido en particular, porque le ayuda, no sólo a conocerse a sí mismo, sino también a desarrollarse y valorarse cultural y socialmente, recuperando su dignidad perdida. En el caso específico de los promotores de educación zapatistas, su labor docente está encaminada a enseñar a pensar, como un modo de formar la conciencia de los niños. Creemos que este ejercicio es fundamental para tener una visión clara de ellos mismos, de su cultura, sus tradiciones y principios y del contexto en el que se encuentran. Justamente, la acción de pensar, reflexionar, cuestionar, razonar abre la posibilidad de resignificar sus vidas, sus objetivos y propósitos revalorando su cultura e identidad.
Dado que la sociedad actual tiende a igualarnos, para así poder manipularnos y vendernos la felicidad embazada en múltiples productos, se hace de vital importancia recuperar el pensamiento filosófico-educativo de Paulo Freire, para motivar a nuestros jóvenes a desarrollar el sentido reflexivo y crítico, para actuar y cambiar los lineamientos de la sociedad contemporánea.
En segundo lugar, consideramos relevante la lucha zapatista por priorizar la cultura propia y todos aquellos elementos que conforman la cosmovisión indígena. La educación que se imparte en las escuelas zapatistas está diseñada en torno a la esencia del aprendizaje: aprender quienes son y cuál es su historia, dotando de sentido a la colectividad indígena, ya que el individuo razona y aprende del medio que lo rodea, al tiempo que actúa sobre él modificándolo.
Sostenemos que el proceso concientizador se ha aplicado en las escuelas autónomas zapatistas, a través de una “descolonización” del pensamiento, convirtiendo las escuelas en espacios integradores al servicio de la vida indígena y al mismo tiempo, combinando las acciones de protesta, con procesos de propuesta y recuperación de lo propio. Pensamos que, al igual que el ejemplo del agrónomo educador freirano, se debe tener en cuenta, no solo, el bagaje de conocimientos propio de cada cultura, sino también lo que existe producto de los avances científicos y tecnológicos, buscando conciliar los distintos saberes, con el fin de lograr un mejor vivir del hombre en su realidad, buscando que el hombre oprimido de nuestras tierras pueda mejorar su calidad de vida y lograr mejores oportunidades.
América Latina es un continente que posee una riqueza enorme en lo cultural, en sus tradiciones, en sus conocimientos, que debemos valorar y recuperar día a día. Lejos de avergonzarnos o querer ocultar los orígenes, debemos sentirnos orgullosos por todo lo que distingue y caracteriza a cada uno de los países y pueblos que conforman este continente. Creemos que la propuesta freirana, y el ejemplo de las escuelas zapatistas debe llevarnos, por un lado, a tomar conciencia de nuestro valor y significado, evitando la igualación y la masificación y por otro, a unirnos respetando la diferencia y reconociendo y valorando nuestra diversidad.
Un proyecto educativo acorde a nuestra realidad latinoamericana no debe propiciar el conformismo y la sumisión, la indiferencia hacia el otro, el individualismo, la exclusión y el despojo de nuestras raíces, muy por el contrario, debe basarse en el respeto y la tolerancia, en una vida solidaria donde el otro me importa, en un diálogo, que, a partir del reconocimiento de las diferencias, busque vincularnos a través de la resolución de nuestros problemas comunes.
Somos conscientes que lo que proponemos no es fácil y que requiere mucho diálogo, dedicación y esfuerzo para lograrlo, pero nuestra juventud bien lo vale. También sabemos que la resistencia hacia un modelo educativo impuesto requiere mucha convicción y valentía, pues son muy diversos los problemas que se deben enfrentar, y generalmente, no se cuenta con el apoyo necesario. A pesar de ello, las escuelas zapatistas siguen adelante, luchando por lo que creen, de manera pacífica y sin dejarse vencer por las adversidades, fortaleciendo su dignidad de pertenecer a un pueblo indígena de la selva lacandona mexicana.
En tercer lugar, creemos poder afirmar que en el origen del movimiento “Fe y Alegría” vemos reflejado el espíritu de las ideas freiranas de una práctica educativa humanizadora y concientizadora que mueve al educando a conocerse a sí mismo y a su contexto y volverse protagonista del cambio de su realidad. Considera al excluido como persona y se orienta a formar ciudadanos solidarios, responsables, capaces de comprometerse con la construcción de un nuevo modelo de sociedad que promueva la alfabetización, programas comunitarios de salud, cooperativas, grupos culturales, entre otras actividades.
Somos conscientes de la gran expansión de estas instituciones en centros educativos, de profesionalización, universidades, escuelas técnicas, agropecuarias y forestales, emisoras de radio, entre otras y de que actualmente sus métodos y fines educativos son cuestionados. Los programas educativos actuales que refuerzan un modelo educativo positivo parecen alejarse, en parte, de sus fines originales.
Lo que hemos querido hacer ha sido, principalmente, recuperar las nociones filosóficas básicas de pensadores como Freire y poner de manifiesto la necesidad de tenerlas en cuenta para lograr una educación más consciente y reflexiva.
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Notas