Ensayos

Pensamiento educativo de Simón Rodríguez desde la educación popular y emancipadora

Pedro Luis Salas Moreno
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez , Venezuela

Perspectivas: Revista de Historia, Geografía, Arte y Cultura

Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, Venezuela

ISSN: 2343-6271

Periodicidad: Semestral

vol. 11, núm. 21, 2023

lesla@unermb.web.ve

Recepción: 01 Diciembre 2022

Aprobación: 05 Enero 2023



DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.8031218

Los autores mantienen los derechos sobre los artículos y por tanto son libres de compartir, copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente, para fines no comerciales y bajo la licencia Creative Commons (BY-NC-SA).

Resumen

El presente ensayo es parte del análisis a través del enfoque teórico-documental para dar a conocer los aportes educativos de Simón Rodríguez en materia de educación popular-emancipadora; en tendiendo que la educación entre los Siglos XVIII y XIX, estuvo destinada solo para las clases privilegia das. Simón Rodríguez con su propuesta; visiono crear una educación inclusiva y liberadora. Estos principios sirvieron de ejemplo a otros teóricos de la educación contemporánea latinoamericana, quienes abrazaron la idea de una educación popular cuya correspondencia con el siglo se extiende, generando toda una revolución educativa, dando cabida a categorías tan acuciantes como pedagogía liberadora, educación inclusiva y pedagogía critica-emancipadora. Dichos aportes se convierten en una referencia histórica-educativa para divulgar en los diferentes espacios del sistema de la educación venezolana. El propósito del texto es proporcionar a los docentes, estudiantes y demás actores, elementos pedagógicos para que sean abordados y discutidos en el campo de la educación. Elevar parte de un contexto histórico determinante representado en el pensamiento de Simón Rodríguez, se hace parte de un compromiso histórico, con- tribuyendo a generar un encuentro con las luchas y resistencias, formando parte importante de un referente en la región latinoamericana.

Palabras clave: Simón Rodríguez, educación, educación popular, emancipación.

Abstract

This essay is part of the analysis through the theoretical-documentary approach to publicize the educational contributions of Simón Rodríguez in terms of popular-emancipatory education; understanding that education between the 18th and 19th centuries was intended only for the privileged classes. Simón Rodríguez with his proposal; I envision creating an inclusive and liberating education. These principles served as an example for other contemporary Latin American education theorists, who embraced the idea of a popular education whose correspondence with the century extends, generating an entire educational revolution, making room for such pressing categories as liberating pedagogy, inclusive education and pedagogy critical-emancipatory. These contributions become a historical-educational reference to disseminate in the different spaces of the Venezuelan education system. The purpose of the text is to provide teachers, students and other actors with pedagogical elements to be addressed and discussed in the field of education. Elevating part of a determining historical context represented in the thought of Simón Rodríguez, becomes part of a historical commitment, contributing to generate an encounter with the struggles and resistances, forming an important part of a reference in the Latin American region.

Keywords: Simón Rodríguez, education, popular education, emancipation.

Introducción

La época colonial en Venezuela estuvo marcada por una profunda diferencia social, particularmente entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando los pardos, negros y esclavos no contaban con los mismos derechos educativos que los blancos criollos. Esta distancia social la sintió Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, connotado pensador, filósofo y maestro caraqueño que, con el pasar del tiempo sembró ideas revolucionarias que han sido ejemplo para los pueblos del mundo, así como todas aquellas aportaciones hechas por él en el campo de la educación latinoamericana.

A partir del siglo XIX la sociedad venezolana comienza a ser testigo de los avances en materia de educación llevados a cabo por Simón Rodríguez, considerado el más grande teórico y pensador latinoamericano de todos los tiempos en el campo educativo; su ideario dio pie para que pensadores como Paulo Freire y Luis Beltrán Prieto Figueroa, concretamente, siguieran desarrollando ideas educativas en pro de las clases oprimidas y necesitadas; por ello, a Rodríguez se le recuerda como el padre de la educación en América desde tiempos de la colonia, motivo por el cual se le adjudicó el calificativo del Sócrates caraqueño.

En el mismo orden de ideas, Rodríguez fue un estudioso de la cultura clásica griega, latina, además de los grandes enciclopedistas franceses; quienes lo conocieron no vacilaron en reconocer su talante de intelectual generador de ideas revolucionarias que atentaban contra la corona y el clero; incluso se llegó a decir que sus postulados tenían como propósito la emancipación del hombre mediante una ideología impregnada de visiones libertarias e innovadoras para la época, cargadas de un profundo sentido humanista. Para (Ruiz, 1991:89) “Fue un hombre ebrio de ideologías revolucionarias, que sus ideas preconizaban la libertad, sus reformas atacaban la autoridad real y sus palabras tomaban expresión subversiva y peligrosa, y que por ello fue mal visto y hasta perseguido”.

Rodríguez propuso que los niños y las niñas fueran educados para ser libres mediante la actividad del oficio; no solamente debería ser el conocimiento que se obtenía mediante los libros: había que buscar nuevas formas en las que la enseñanza-aprendizaje estuviera acompañada de actividades prácticas como la albañilería, la carpintería y herrería, como oficios elementales para el trabajo liberador. Hoy en día en la educación básica, estos conocimientos se ubican en el eje del trabajo liberador, mientras que a nivel de bachillerato este se desarrolla en las Escuelas Técnicas Robinsonianas, cuyo objetivo es formar mano de obra calificada en diferentes oficios, tales como: Electricidad, mecánica, informática; entre otros.

Este insigne maestro se apasionó por lo que sabía hacer, educar. Fue uno de los grandes re- formadores, utilizando la creatividad como medio para la emancipación, pues era un fiel amante de la justicia y la libertad, y consideraba que sin estas dos últimas no era posible la conquista de América mediante las ideas. En otros términos, Rodríguez se embarcó en la empresa de lograr una profunda transformación del sistema educativo para erradicar lo que él calificaba como perversa escuela tradicional; así, dio pie para nuevas ideas donde la escuela nueva fuera el modelo y el camino a seguir, para que los educandos pudieran ser hombres de bien común, al servicio de su prójimo.

En ese sentido, el sistema educativo bolivariano, desde su creación en el año 1999 y mediante la resolución 179, decide poner en funcionamiento las escuelas bolivarianas en todos los subsistemas de educación, con el propósito de dar a conocer y difundir el pensamiento, vida y obra de este insigne maestro, que tanto aportó a los pueblos latinoamericanos con su pensamiento emancipador, descolonial y libertario; por ello, el Estado venezolano asume con ahínco el reto educativo como un proceso esencial que promueve y difunde los valores y la dirección de la educación emancipadora.

Desarrollo

Vida y obra de Simón Rodríguez

Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, nació en Caracas el 28 de octubre de 1769 y murió en el Distrito de Amotape, Perú el 28 de febrero de 1854. Desde temprana edad tuvo la dicha de haber sido maestro de los ilustres venezolanos Andrés Bello y Simón Bolívar; además, realizó grandes aportes a la enseñanza sudamericana, dejando para la posteridad obras escritas que son de referencia latinoamericana, puesto que contribuyeron al proceso de emancipación, libertad e integración en la región.

En sus primeros años de infancia le tocó tener como padre a un sacerdote llamado Alejandro Carreño y como madre a Rosalía Rodríguez; sin embargo, años después decidió tomar como apellido el de Rodríguez. Los historiadores señalan que tuvo como hermano a Cayetano Carreño, quien destacó como un eminente músico de la época en la sociedad caraqueña. Muy poco tiempo pasó el maestro Simón Rodríguez con su hermano, ya que el exilio en Europa, junto con las diferencias en posturas políticas, hizo que ellos no se volvieran a ver nunca más.

Simón Rodríguez, convertido ya en maestro con 21 años de edad, es designado en mayo de 1791 por el Cabildo de Caracas, que le concedió una plaza como maestro en la Escuela de Lectura y Escritura para Niños. Fue aquí donde el eminente pedagogo se topó con la oportunidad de ser el guía de quien fuera el futuro Padre de la Patria, el Libertador Simón Bolívar. Se dio entre ambos una especie de simbiosis fructífera, hasta que su discípulo cumplió los 14 años. No cabe duda alguna de que el insigne maestro, con sus métodos, logró ejercer una gran influencia en la forma de ser de su pupilo, tanto así que éste llegó a entender el carácter y el pensamiento de libertad que debía tener la patria; todo gracias a su maestro, a quien años después Bolívar, en 1824, escribiera una insigne carta dando reconocimiento a sus enseñanzas, en la cual utilizó hermosas y refinadas palabras, tal como señala Ruiz, (2013:169).

¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson, Ud. en Colombia! Ud. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Ud. el hombre más extraordinario del mundo… Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló… No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado… En fin, Ud. ha visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Ud. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos, ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.

Algunos cronistas de la época afirman que Simón Rodríguez tuvo que marcharse del país al ser señalado como conspirador contra la corona española, además de ser partícipe del movimiento pre-independentista que lideraron Manuel Gual y José María España en el año de 1797. Para ese mismo año, hallándose en Jamaica, específicamente en la Villa de Kingston, decidió cambiar su nombre al de Samuel Robinsón, esto un poco para ocultar su verdadera identidad debido a los hechos acaecidos en Venezuela. Posteriormente se desplazó a los Estados Unidos, donde permaneció varios años; viajó luego a Francia e Italia, donde hizo una ardua labor en calidad de maestro, dictando clases particulares que le sirvieron como medio de subsistencia en el Viejo Continente; en Europa se involucró con distinguidos pensadores en el área de la educación, la política y la filosofía. Rodríguez, como pensador, avizoró una nueva forma de ver al mundo y transformarlo, algo que sólo alcanzan los grandes filósofos. De acuerdo a (Zambrano, 1983:132) “Como filósofo, Simón Rodríguez pregona un nuevo concepto del mundo, de la vida, de la sociedad y del hombre, fundamentado en la idea de República, que es el bien común”.

Entre los años de 1806 a 1823 -mientras en el nuevo continente, específicamente en Sudamérica, se llevaba a cabo una Guerra de Independencia, la cual dirigía Venezuela-, Simón Rodríguez tuvo la dicha y el placer de haberse formado en las ideas liberales de Italia, Alemania, Rusia, Prusia y los Países Bajos. Así lo señalaría el propio Rodríguez; según (Rumazo, 1976:91) “Permanecí en Europa por más de veinte años; trabajé en un laboratorio de química industrial […]. Estudié un poco de literatura, aprendí lenguas y regenté una escuela de primeras letras en un pueblecito de Rusia”. Rodríguez fue un hombre que no tenía patria, ya que esta lo limitaba a un contexto geográfico; él tuvo matria, puesto que consideraba que pertenecía al mundo.

Posteriormente, el maestro regresa a América para el año de 1823 y retoma su nombre originario, el de Simón Rodríguez. Para 1824 funda en Colombia la escuela-taller, siendo esta la primera experiencia en ese estilo. Luego se traslada a Perú, don- de es nombrado Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas, por órdenes del Libertador Simón Bolívar; más tarde, en Bolivia, es designado Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas; en esta misma nación tiene la oportunidad de fundar una segunda escuela-taller, idea que se ve truncada por las malas relaciones que tenía Rodríguez con el Mariscal Antonio José de Sucre, el cual se evidencia en una misiva que éste hace llegar a Simón Bolívar explicando la situación, para el cual Rumazo,(1976:149) afirma:

Diferentes veces he pedido que Rodríguez me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar, para que me sirva de regla, y en ocho meses no lo ha podido presentar. Don Samuel se ha disgustado porque el Gobierno y el Congreso se mezclan en los negocios de educación y economía, porque dice que usted le ofreció que en esto él tendría una independencia absoluta de todos: de modo que el Gobierno sería nada aquí, puesto que él le comprende todo dentro de sus atribuciones como Director Económico.

Desde ese mismo momento, y por el resto de su vida, el maestro de América comenzó a trabajar como educador particular en Chile, Ecuador y Perú. Sin embargo, (Rumazo, 1976:147) menciona que Rodríguez ante esto manifestó “Por querer enseñar más de lo que todos saben, pocos me han entendido, muchos me han despreciado y alguno se han tomado el trabajo de ofenderme”. Entre sus escritos más resaltantes se encuentran: “Sociedades Americanas” (1828), “El libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social” (1830).

La educación popular y emancipadora en Simón Rodríguez

Durante muchos años se ha entendido por educación popular a aquella que se ha enfocado principalmente en atender a los sectores marginados de la educación, tales como: niños de bajos recursos económicos, obreros, campesinos, amas de casa, entre otros. También se ha creído que educación popular es la suscitada por los propios sectores populares o por sectores intelectuales, sociales, educativos y políticos, cuando establecen normativas para que la enseñanza sea de carácter obligatorio para toda la sociedad. También donde las personas tienen la posibilidad de auto-educarse, con el propósito de reflexionar desde un punto de vista crítico, partiendo de sus experiencias y modos de vida, sin tomar en cuenta los valores capitalistas que enseña la educación burguesa. Para ampliar la comprensión de estas distintas concepciones, conviene citar el análisis de Calzadilla y Carles, (2007:171-172) respecto de las ideas del teórico brasileño Paulo Freire, donde señalan que:

En la educación popular no hay pedagogía sin un compromiso y una intención radicalmente transformadora que no sea definitivamente política y clara en los valores y saberes que intenta transmitir (…) La educación popular como política educativa tiene que ser aprendizaje permanente, de creación e inventiva colectiva y sin descanso, de humanismo y reflexión mutua, de relación de afecto y desolidaridad, de alegrías y acompañamientos reales, de hacer, compartir, decir y oír a fondo y con pasión al derecho a soñar un mundo distinto.

Esta propuesta de modelo educativo plantea que los maestros y estudiantes “aprendan a leer la realidad para escribir su historia”, lo que los lleva a entender de forma crítica su entorno, con el fin de transformarlo en un “inédito viable”, transformándose así en sujetos de cambio. Y esta visión de cambio y compromiso para con los demás también la había asomado el maestro (Figueroa, 1989:141) quien señalara que “Un maestro, más que por sus conocimientos, debe caracterizarse por su sensibilidad social, por la clara conciencia de sus responsabilidades, por su visión angustiada de una realidad deprimente de la cual es necesario ayudar a salir a la gente”.

Dichas ideas, planteada por ambos teóricos y que ya habían sido abordadas en nuestro continente entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, salieron del seno de la patria venezolana, guiadas por el más grande maestro, teórico, pensador, filósofo e indiscutible prócer venezolano Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, quien logró entender que la educación impartida en la época colonial debía sufrir cambios acordes a la nueva visión o forma de enseñar, y que, por tanto, había que abandonar los métodos de enseñanza que hacían del individuo un ser remiso a los cambios venideros que reclamaba la patria. Por ello decidió que quienes enseñaban con carácter de maestros no debían seguir repitiendo esa frase “La educación con sangre entra” que siempre los acompañó. Esto lo pudo entender Simón Rodríguez al proponer la creación de un verdadero lugar de enseñanza donde los niños fueran el epicentro de todas las cosas, enseñándoseles más para la vida y el oficio que para formar seres sumergidos en ideas contrarias a su esencia.

Uno de los grandes aportes al sistema educativo latinoamericano los realizó el insigne maestro caraqueño Simón Rodríguez, quien con su empeño, constancia e ideas visionarias, desde una educación colonial desgastada, pudo llevar a cabo una profunda trasformación o revolución educativa que él mismo no pudo ver, pero que en el pasar de los tiempos se puede palpar no solo por me- dio de sus textos, sino a través de su accionar. El primer gran modelo para ejecutar esos cambios fue su discípulo Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios quien, después de una profunda lectura reflexiva del texto del “Emilio, o De la educación”, de Jean-Jacques Rousseau, se sintió inspirado, inoculando así sus ideas a ese niño travieso que había quedado huérfano de padre y madre. En este sentido, Rumazo, (1976:30) resalta que:

Pero aprovecha, en cambio, las formulaciones del “Emilio”, en dos rumbos; para educar con ellas como patrón y guía, a su discípulo Bolívar, niño en el cual se cumplen, por extrañas casualidad, las condiciones exigidas por el teorizador europeo para el logro de una formación nueva destinada a excepcionales rendimientos; y para pedirle al cabildo caraqueño una reforma de la educación.

Rodríguez, en su entendimiento visionario, observó que la educación debía ser atendida como un asunto de instrucción pública, ya que, en su mayoría, las personas que la necesitaban eran los niños empobrecidos, que en la pluralidad de los casos se encontraban entre los niños indígenas y los negros esclavos. Para ello se embarcó en la idea de presentar nuevas propuestas al clero, quienes en la práctica dominaban la formación en la etapa colonial; de esa manera daba un sentido social a sus ideas educativas que eran necesarias para la época, pero encontraba obstáculos en los grupos privilegiados de siempre. Otro de los aspectos de Simón Rodríguez fue el haber asomado que la educación popular y la educación social, en su esencia y por medio de una reforma, debían tener un tinte de formación republicana, ser originaria, ya que con estos principios era menester educar al nuevo hombre que terminaría dándole la libertad absoluta a la patria.

Si se quiere, tal idea la expresa (Rodríguez, 1990:234) en su primer texto, “Sociedades Americanas”, el cual publicó en el año 1849 y donde manifestara:

La Instrucción pública, en el siglo 19, pide mucha filosofía. El interés general está clamando por una REFORMA y ...la América esta llamada, por las circunstancias, a emprenderla. Atrevida paradoja parecerá... no importa: Los acontecimientos irán probando que es una verdad muy obvia: La América no debe imitar servilmente, sino ser ORIGINAL.

Rodríguez fue pionero de la educación gratuita para todos, sin distingos de clase social; esto lo hizo un hombre extraño para sus detractores, quienes pensaron que sus ideas eran extremadamente demenciales, fuera de contexto. Fue así como él mismo lo manifestó en 1828 en su libro “Sociedades Americanas”, (Rodríguez, 1990:225) “Hace ya 24 años que estoy hablando, escribiendo pública y privadamente sobre el sistema Republicano y por todo fruto de mis buenos oficios he conseguido que me traten de loco. Los niños y los locos dicen las verdades”. Sin embargo, sus ideas estaban adelantadas por más de doscientos años, ya que se puede visibilizar que su legado en cuanto a educación popular está vigente en todos los pueblos latinoamericanos.

En razón de lo antes expuesto, se podría apuntar que la educación popular y social deben proyectarse a todos los espacios educativos, desde la educación primaria hasta la educación universitaria, para dar a conocer el pensamiento, vida y obra del más insigne maestro, poner en práctica los principios de formación del ser humano en un vínculo con su entorno y la naturaleza, por medio de nuevas formas de contacto con sus semejantes. Se deben incorporar, además, hacia un modelo productivo-social que tendría su repercusión en el entorno familiar, tomando en cuenta que el proceso pedagógico debe apuntar al rescate del hombre por medio de nuevos mecanismos, donde lo humano, la vida y el trabajo fueran las divisas.

Y es que el legado de Simón Rodríguez está vigente en la sociedad venezolana del siglo XXI. En la actualidad, el nuevo modelo educativo reclama ese esquema propuesto por el Sócrates caraqueño. En plena crisis económica, desde el año 2014 hasta la presente fecha, un sin número de profesionales han emprendido la búsqueda de un oficio para reforzar sus conocimientos y forma de vida. El maestro Simón Rodríguez ya lo había planteado como un proceso de enseñanza para la vida.

Por ello su pensamiento educativo está a la van- guardia de cualquier otro modelo en el mundo, dado que por su intermedio se busca el bienestar del pueblo a través de un proceso emancipador donde el centro de todas las cosas es el hombre, en especial los niños de la patria.

Reflexiones finales

Simón Rodríguez tuvo la dicha, no solo de compartir sus conocimientos con el Padre de la Patria Simón Bolívar, sino que además asumió la responsabilidad y el reto de despertar intereses patrióticos en su discípulo. La idea de fomentar en Bolívar la emancipación de los pueblos hispanoamericanos siempre lo acompañó con una serie de formaciones conceptuales que imperaban en Europa para la época, las cuales fueron delineando el perfil en el comportamiento del Sócrates caraqueño y de su discípulo Simón Bolívar, sobre todo mediante las lecturas de textos clásicos e ideas de Montesquieu, Rousseau, Diderot, Voltaire, entre otros.

A juicio de (Rumazo, 1976:37) “Los autores que más circulaban eran los de la “Enciclopedia”. Se los conocía tanto… que cada quien de cuantos habían leído a los escritores franceses mostrará enfática y públicamente sus conocimientos en doctrina política y social”. Por ello, Rodríguez siempre estuvo convencido de que el único camino para la emancipación de los pobres y los pueblos desposeídos se hallaba en la educación, una educación popular de calidad, la cual estuviera al alcance de todos, mas no de un grupo de privilegiados que hacían de la educación un medio para el sometimiento del ser humano, ya que con ello se buscaba formar a seres que respondieran a intereses particulares de quienes dominaban el statu quo.

Rodríguez siempre tuvo la preocupación y el interés de cambiar el modelo educativo colonial; por ello se planteó un cambio de paradigma en el mismo, mostrando interés en la enseñanza-aprendizaje de un oficio como forma de liberar al individuo para salir de la ignorancia como mal social que corrompe a los pueblos, ya que, si este aprendía algo para la vida, esto lo haría más capaz de enfrentar los problemas que se le fueran apareciendo. Este es un proceso emancipador, verdaderamente. Hay que recordar aquellas sabias palabras de Simón Rodríguez, citado por Calzadilla y Carles (2007:76) “La ignorancia de los principios SOCIALES es la causa de todos los males, que el hombre se hace y hace a otros”.

Lo más notable para Simón Rodríguez era el hecho de poder formar ciudadanos libres, emancipados desde la conciencia, juiciosos de su verdadero proceso histórico, valiéndose para ello de la educación popular y emancipadora, la cual le daría las herramientas necesarias para una libertad absoluta, fundamentada en las ideas visionarias no solo del gran maestro, sino también de aquellos principios bolivarianos que había puesto en marcha su discípulo en la región sudamericana.

Finalmente, los postulados de esta empresa emprendida por el maestro Simón Rodríguez se fundaban en formar ciudadanos capaces de disentir del proceso socio-político que se estaba gestando en la época colonial, sin abandonar las ideas libertarias que se encontraban presentes en ese nuevo modelo de enseñanza que proponía este insigne prócer de la patria.

Referencias

Calzadilla, Juan, Carles Carlos (2007). Robinson y Freire. Hacía la Educación Popular. Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior. FUNDAYACUCHO. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Caracas.

Prieto, Figueroa (1989). El concepto del líder. El maestro como líder. Fondo Editorial IPASME. Distrito Capital. Venezuela.

Rodríguez, Simón (1990). Sociedades Americanas. Biblioteca Ayacucho. Caracas. Venezuela.

Rodríguez, Simón (2004). Inventamos o erramos. 1ª Edición en Biblioteca Básica de Autores Venezolanos. Monte Ávila Editores. Caracas. Venezuela.

Rumazo, Alfonzo (1976). Simón Rodríguez, maestro de américa. Colección “Dinámica y siembra”. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Caracas. Venezuela.

Ruíz, Gustavo A. (2013). La Educación de Bolívar. Colección Luces para la América. Fondo Editorial Tropykos. Caracas. República Bolivariana de Venezuela.

Zambrano A, Magaly (1983). Ideas educativas de Simón Rodríguez. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Caracas, Venezuela.

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