Artículos

Realismo interno y externalismo semántico: los argumentos de la «tierra gemela» y «cerebros en una cubeta»

Internal Realism and Semantic Externalism: «Twin Earth» and «The Brain in The Vat» Arguments

Luis Francisco Estrada Pérez
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Peru

Revista Filosofía UIS

Universidad Industrial de Santander, Colombia

ISSN: 1692-2484

ISSN-e: 2145-8529

Periodicidad: Semestral

vol. 22, núm. 1, 2023

revistafilosofia@uis.edu.co

Recepción: 06 Junio 2022

Aprobación: 08 Agosto 2022



DOI: https://doi.org/10.18273/revfil.v22n1-2023005

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Resumen: el presente artículo tiene como objetivo analizar dos doctrinas que se mantienen entrelazadas en el periodo de producción de Hilary Putnam, que va del año 1976-1990, a saber, el realismo interno y el externalismo semántico, a la luz de dos presupuestos de los argumentos “tierra gemela” y “cerebros en una cubeta”: los enunciados autoadscriptivos y el uso del lenguaje. El propósito del presente trabajo es demostrar que en estos puzzles se evidencia la adopción satisfactoria de ambas posiciones en el programa del referido filósofo, y que un análisis exhaustivo permite una ponderación más precisa del alcance y los planteamientos del autor. La conclusión a la que se arriba es que, si bien existe compatibilidad entre el externalismo semántico y el realismo interno, con distintos matices, en los argumentos mencionados, sin embargo, resulta ambiguo el estatus ontológico y epistémico del lenguaje representacional de quienes se encuentren en el estado hipotético presentados en ambos puzzles.

Palabras clave: realismo externo, externalismo semántico, enunciados autoadscriptivos, uso del lenguaje, tierra gemela, cerebros en una cubeta.

Abstract: this article aims to analyze two doctrines that remain intertwined in Hilary Putnam's philosophy, namely, internal realism and semantic externalism in light of two presuppositions of the “Twin Earth” and "Brains in a vat” arguments: self-ascriptive statements and the use of language. It affirms that satisfactory adoption of both positions in Putnam´s program is evidenced and that an exhaustive analysis allows a more precise weighting of the author's scope and approaches. The conclusion reached is that, although there is compatibility between semantic externalism and internal realism in both arguments, however, the ontological and epistemic status of the representational language of those who are in the hypothetical state of those kind of puzzles is ambiguous.

Keywords: external realism, semantic externalism, self-ascriptive statements, uses of language, twin earth, brain in a vat.

1. Introducción

La posición de los primeros trabajos de Putnam (1926-2016) es más cercana al llamado realismo metafísico o externo. En Mathematics, Matter and Method Philosophical Papers Vol. 1(Putnam, 1975, p. vii), por ejemplo, nos señala que la totalidad de los ensayos de dicho libro han sido escritos desde una perspectiva realista. Los enunciados de la ciencia son, a su juicio, verdaderos o falsos, y su verdad o falsedad no consiste en sus formas derivadas de describir las regularidades de la experiencia humana ni se limitan a la misma. La realidad no es parte de la mente humana; más bien la mente humana es una parte ­—muy pequeña­— de la realidad, con lo cual se evidencia una distinción clara entre el estatus epistémico de la mente humana y la independencia metafísica de la realidad.

Por otra parte, en Mind, Language and Reality Philosophical Papers Vol. 2(1979), se observa una posición más bien cuestionadora del realismo. Por ejemplo, hablando de teorías de la referencia, indica que para su época muchos realistas en lugar de ver los significados como entidades que determinan la referencia, empezaron a ver el significado como ampliamente determinado por la referencia, y la referencia como largamente condicionada por conexiones causales. Esta teoría del significado “no-verificacionista” la trabaja en los apartados “Explanation and reference” (1973) y “The meaning of ‘meaning (1979)”. Resulta claro que se puede distinguir un viraje en el pensamiento de Putnam en torno al problema del realismo. Así, Ebbs (1992, p. 1) considera que la producción de Putnam se divide en dos periodos principales, determinados, a la manera de un parteaguas, por su artículo “Realismo y razón”[1](1991b): en el primer periodo, previo a la publicación del referido trabajo, es generalmente aceptado que Putnam defiende un realismo metafísico, que considera la verdad como “radicalmente no-epistémica” y aboga, vigorosamente, contra todas las visiones que vinculan el contenido de nuestros enunciados a nuestros métodos de verificarlos o falsearlos; en el segundo periodo, posterior al artículo en mención, se acepta que Putnam ha abandonado el realismo metafísico para abrazar el realismo interno, una visión que implica que el contenido de nuestros enunciados está vinculado, más no limitado, a nuestros métodos de verificarlos o falsearlos. De esta forma, se cree comúnmente que Putnam cambia de una visión de la verdad de carácter no-epistémico y adopta un tipo de verificacionismo y racionalismo idealizado.

En la producción putnamiana es posible identificar, también, una postura transversal a varios de sus planteamientos: el externalismo semántico. Básicamente, esta posición sostiene que la verdad de los enunciados se encuentra determinada por factores externos a las condiciones psicológicas del sujeto y por el uso del lenguaje. Buena parte de estas afirmaciones las encontramos, por ejemplo, en la crítica al funcionalismo (Putnam, 2000), una de las escuelas en filosofía de la mente imperantes, de la cual Putnam es uno de los fundadores; en su concepción de la naturaleza de las teorías científicas con el famoso argumento del no-milagro (Putnam, 1975, p. 73); al igual que en su proyecto de una ética basada en un distanciamiento de la faceta metafísica de esta rama filosófica y en una relatividad conceptual (Putnam, 2013).

El presente trabajo tiene como propósito analizar los argumentos la “tierra gemela” y “cerebros en una cubeta” de Putnam a la luz de dos posturas imbricadas que el referido filósofo adoptó paralelamente en un periodo de su producción (1976-1990)[2]: el realismo interno y el externalismo semántico. La primera sección de este artículo estará dedicada a presentar el realismo externo o metafísico, en particular, la independencia ontológica de la estructura última del mundo respecto a factores epistémicos y la posibilidad de éxito de nuestras teorías científicas. En la segunda sección, se analizará el realismo interno de Putnam, las problemáticas vinculadas a las limitaciones epistémicas de nuestro conocimiento científico y ordinario y la imposibilidad de alcanzar la visión del ojo de Dios[3]. La tercera sección evaluará los aportes del internalismo semántico y las condiciones epistémicas que han permitido que se constituya en una posición favorecida para el tópico del autoconocimiento mediante enunciados autoadscriptivos por diversos filósofos como Descartes. En la cuarta sección, se brindará una explicación del externalismo semántico, en especial, las principales objeciones al internalismo, haciendo énfasis en el argumento de la “tierra gemela” (Putnam, 1984), al igual que en el cuestionamiento a los enunciados autoadscriptivos y la autoridad de la primera persona. En la quinta parte, se presentará el argumento de la “tierra gemela” haciendo explícita la adopción putnamiana del externalismo semántico; se demostrará que presuponen elementos compatibles con el realismo interno. En la sexta sección, se abordará el argumento “cerebros en una cubeta” como ejemplo concreto de simbiosis entre el realismo interno y el externalismo semántico; igualmente, se analizará la solución que plantea Putnam a este puzzle escéptico a través de nuestros usos del lenguaje y su diferencia con el lenguaje representacional vinculado a los enunciados autoadscriptivos. En la séptima sección, se revisarán las implicancias del experimento mental “cerebros en una cubeta” y la disolución que propone Putnam a las mismas, pues se vincula con el clásico problema de la referencia apelando a algunos postulados de la teoría causal de la referencia. En la octava sección, se dilucidará en qué condiciones no existe incompatibilidad entre los enunciados autoadscriptivos y el externalismo semántico, al igual que se argumentará que quienes se encuentran en el escenario hipotético de cerebros en una cubeta no tienen acceso a esta posibilidad por la naturaleza propia de su lenguaje. Por último, en la sección final, se brindarán las conclusiones a partir de los puntos desarrollados.

2. Realismo externo[4]

Tim Button (2013, pp. 7-11) sostiene que el realismo externo es usualmente asociado con la creencia de que (1) los objetos que componen el mundo son independientes de la mente, el lenguaje y nuestras teorías; (2) la verdad está vinculada a una relación entre nuestras creencias, mente, lenguaje y teorías con el mundo externo; y (3) la posibilidad de que nuestras mejores representaciones del mundo y teorías puedan ser falsas. Por ello, el realismo externo usualmente es asociado a la “visión del ojo de Dios”. Forrai (2001, p. 12) difiere ligeramente de la posición de Button y señala que la doctrina del realismo externo comprende tres tesis:

  1. (RE1) La estructura del mundo es ontológicamente independiente del entendimiento humano.

  2. (RE2) La verdad no es de carácter epistémico

  3. (RE3) Si hay más de un esquema conceptual adecuado de cualquier dominio, se pueden reducir uno a otro.

Según Forrai (2001, p. 14), RE1 debe entenderse como independencia ontológica (1) y no como independencia causal (2). Podemos sostener que X es causalmente independiente de Y si no ha sido producido por Y (2). Por otro lado, X es ontológicamente independiente de Y si no depende de Y para su existencia (1). Por ejemplo, un smartphone depende causalmente de la mente que lo diseñó, existe parcialmente porque alguien lo diseñó (2). Sin embargo, es ontológicamente independiente de la mente de su diseñador, pues puede continuar existiendo más allá de que su hacedor exista o no (1).

Además, a juicio de Forrai (2001, p. 15), RE2 es indirectamente un rechazo categórico a cualquier forma de verificacionismo porque sostiene que la verdad es conceptualmente independiente de la corroboración, no puede ser definida en términos de nuestros procedimientos comunes de verificación, ni, incluso, de nuestros procedimientos ideales de verificación (asumiendo que podamos alcanzarlos en el futuro). En este sentido, el término “verdad” no mantiene ninguna relación con la verificación, haciendo énfasis en su carácter metafísico. De esta forma, “ser verdadero” y “estar justificado” son dos propiedades completamente distintas: la primera apunta a una cualidad metafísica; la segunda, a una cualidad epistémica. Por consiguiente, es lógicamente posible que la verdad no solo exceda a nuestros procedimientos comunes de verificación, sino, además, a todos los métodos de verificación que seamos capaces de crear. Sin embargo, los realistas metafísicos no son del todo escépticos, pues ellos sostienen que estar justificado es usualmente un buen indicador de estar cerca de la verdad. Lo último permitiría reducir la aparente brecha abismal entre la verdad en un sentido epistémico y la verdad en sentido metafísico. Por ejemplo, nuestro conocimiento de la estructura molecular del agua (H2O) data alrededor del siglo XVIII. Este es un ejemplo de verdad epistémica, pues se alcanza un conocimiento preciso de la estructura molecular del agua en un momento determinado y merced a determinados instrumentos; sin embargo, la estructura molecular del agua siempre fue H2O y no fue necesario que el ser humano la descubriera para que fuese verdad. Por ese motivo, se califica a este último caso como verdad metafísica. Sin embargo, se estima que nuestro conocimiento actual tiene las suficientes evidencias para aseverar que se corresponde con la estructura molecular del agua.

La explicación de RE3 puede tornarse en buena medida controvertida. Mientras que los defensores del realismo externo podrían aceptar RE1 y RE2, mostrarían reservas para aceptar RE3. El quid viene a partir de la noción “esquema conceptual”, que es frecuentemente asociada con el relativismo y el idealismo. Forrai (2001, p. 16) ofrece una alternativa que pretende deslindar del relativismo y del idealismo al que se suele vincular dicha categoría: un esquema conceptual es un conjunto de conceptos cercanamente relacionados, que sirven a propósitos similares; ocurren en contextos similares y encajan en algunos de ellos. Si se diese el caso en el que se presenta más de un esquema conceptual que explica un fenómeno particular (una proximidad con el relativismo), el realista metafísico se negaría a aceptarlo, toda vez que solo puede haber un esquema conceptual verdadero, por ejemplo, solo hay un esquema conceptual de la estructura molecular de agua (H2O). Igualmente, el realista externo rehusaría la asunción de un esquema conceptual como un constructo en una interpretación que lo acercara al idealismo, pues la objetividad e independencia del esquema se verían melladas. Por consiguiente, una lectura de RE3 que evite el relativismo e idealismo estaría a favor de un reduccionismo entre esquemas, preservándose aquel que es más cercano a la verdad (o el que sea más relevante desde el punto de vista epistémico). La historia de la ciencia ha mostrado innumerables casos donde la vigencia de una teoría es conculcada por un esquema nuevo que presenta mejores virtudes epistémicas (simplicidad, predicción, alcance, justificación, etc.). Tal es el caso del desplazamiento de la teoría del flogisto por el descubrimiento del oxígeno, por ejemplo.

3. El realismo interno de Putnam

El periodo de realismo interno en Putnam abarca desde 1976-1990[5]. La primera referencia al realismo interno en la obra de Putnam tal vez se pueda encontrar en el discurso del presidente a la División del Este de la Asociación Filosófica Estadounidense, en Boston, Massachusetts, el 29 de diciembre de 1976. Este discurso está condensado en su artículo “Realismo y razón” (1991b). Putnam presenta esta nueva posición en la introducción a su libro El significado y las ciencias morales(1991a, p. 14), donde señala que una posición que adopte la teoría de la verdad por correspondencia no es incompatible con el verificacionismo. Se ampara en la figura de Kant como modelo de su propuesta del realismo interno, pues el filósofo de Königsberg logró conciliar una concepción de la verdad por correspondencia (dependiente de la mente) con el contenido empírico. Sin embargo, para marcar distancia de Kant, rotula su planteamiento como un ‘kantismo desmitificado’, pues no apela a lo nouménico ni a ‘yoes trascendentales’[6].

Putnam (1991b) sostiene que “la explicación realista no consiste en que el lenguaje refleja al mundo sino en que los hablantes reflejan al mundo, es decir, a su ambiente, en el sentido de que construyen una representación simbólica de ese ambiente” (p. 141). Es este el tipo de realismo al que Putnam califica como realismo interno, el cual, como podemos inferir, está vinculado con la práctica intersubjetiva del lenguaje. Evidentemente, implica un viraje de su inicial realismo metafísico, donde preponderaba la validez de las teorías en función de su independencia ontológica, hacia un realismo que condiciona la verdad de estas teorías a las prácticas sociales dependientes de la mente humana, como es el caso del lenguaje. Surge, entonces, la duda de qué tipo de realismo es el realismo interno. Anderson (1992, p. 80), por ejemplo, afirma que, si bien el realismo interno no preserva cada intuición realista clásica, sin embargo, preserva un amplio campo de temas que tradicionalmente ha preocupado al realismo como el tipo de independencia ontológica de los fenómenos o la naturaleza de la correspondencia de nuestras teorías con los hechos. El realismo interno, por lo tanto, es mejor formulado en oposición directa al realismo externo[7]: tenemos el esquema que propone Forrai (2001, p. 22).

  1. (RI1) La estructura del mundo es ontológicamente dependiente del entendimiento humano.

  2. (RI2) La verdad no es radicalmente no-epistémica.

  3. (RI3) Hay más de un esquema conceptual adecuado de un dominio dado, tal que ninguno de ellos puede ser reducido al otro.

Pareciera que en RI1 no se distingue entre la dependencia ontológica (3) de una dependencia causal (4), lo cual lleva a que se confunda al realismo interno con un idealismo. Así, se afirma que X es causalmente dependiente de Y si ha sido producido por Y (4). Por otro lado, X es ontológicamente dependiente de Y si depende de Y para su existencia (3). Por ejemplo, la estructura molecular del agua posee una fórmula (H2O) que ha sido producida por el ser humano. Lo controvertido del realismo interno es que afirma que esta estructura es ontológicamente dependiente (4) del Homo sapiens. Esta es una diferencia substancial con el realismo metafísico, pues se condiciona la estructura del mundo a una cuestión epistémica. Una formulación más precisa enfatizaría en la dependencia ontológica de nuestras representaciones de la estructura del mundo. Por ejemplo, la fórmula H2O es nuestra mejor representación de la estructura del agua. Pudieron existir otras, a partir de otro tipo de simbolización, pero esta es la que aceptamos. Y en tanto que tenemos una forma particular de representarnos el mundo, parecería que, para Putnam, esta peculiaridad hace que nuestras representaciones dependan ontológicamente de nosotros: no existe la posibilidad de que hubiesen existido si es que no existiese el ser humano. Ciertamente, ello es una especie de chauvinismo epistémico. ¿Acaso no es posible que agentes racionales con otro modo de representarse el mundo pudieran también captar su estructura? Incluso, una interpretación radical de RI1 podría inferir que no existe otra forma de conocer el mundo sino a través de nuestras representaciones, y que, en última instancia, la estructura del mundo es nuestra representación. Es esta última interpretación a la que se le asocia con cierto tipo de idealismo.

Se entiende, por lo tanto, por qué para Forrai (2001, p. 24) no tiene sentido hablar como si el mundo tuviera una estructura inherente, como si los objetos, propiedades, hechos, eventos, etc., estuvieran ahí, esperando que la mente los reconociera. En cierta medida, nuestro sistema cognitivo moldea la realidad y así se configuraría la objetividad. Los objetos y las propiedades, por ejemplo, no se identifican a sí mismos, nosotros lo hacemos: el principio de identidad con el que trabaja nuestro sistema cognitivo nos permite entender el mundo. Probablemente, si nos guiáramos mediante otros principios, nuestras representaciones serían distintas. Por lo tanto, no se sigue que el mundo deba tener en su estructura interna dicho principio o cualquier otro. Por ello, Putnam (1988) señala que el realismo interno se caracteriza por afirmar que la pregunta ¿de qué objetos consta el mundo?, solo es pertinente desde dentro de una teoría o descripción. Para el realismo interno, la “verdad” es una especie de aceptabilidad racional gradual: una coherencia ideal de nuestras creencias entre sí y consistencia con nuestras experiencias, considerándolas como una aproximación a la verdad y no una mera correspondencia con “estados de cosas” independientes de la mente o del discurso (p. 62). Sin embargo, es oportuno considerar que el propio Putnam (1988) hace la salvedad de no confundir el realismo interno con una especie de relativismo en donde “todo vale” (p. 64)[8]. Luego, la justificación epistémica de la aceptación de la verdad de una creencia es provisional, por lo que se estima más la precisión (relativa a un tiempo) que brinda. De esta forma, la propuesta de “la visión del ojo de Dios” en el realismo interno es seriamente cuestionada.

A juicio de Forrai (2001, p. 33), es importante contrastar las ideas detrás de RI2 con planteamientos relacionados, como el verificacionismo del empirismo lógico del cual era crítico Putnam. De acuerdo con esta doctrina, todas las proposiciones sintéticas deben ser verificadas, al menos en principio, sobre la base de la experiencia; las proposiciones no verificables son carentes de sentido. Esto dista de RI2 en dos sentidos. Primero, para RI2 lo epistémico no se reduce al verificacionanismo del empirismo lógico, es decir, no se limita a las corroboraciones admisibles. En segundo lugar, no se está comprometido a aceptar el reclamo de que los enunciados que no son verificables en principio carecen de sentido. Una vez que los referentes de las palabras han sido fijados por las condiciones ideales de justificación de enunciados simples, podemos construir enunciados que son comúnmente inverificables, sin que ello constituya una objeción a su aceptabilidad y verdad. Esto se encuentra en consonancia con el naturalismo liberal que Putnam propugna en opinión de Mario De Caro en el prólogo de Naturalism, Realism, and Normativity(Putnam, 2016, p. 11). Para esta posición, no todas las características del mundo real pueden ser reducidas a características científicas descriptivas, y las ciencias naturales no son la única fuente de verdad. El naturalismo liberal asume una actitud realista hacia las entidades inobservables postuladas por nuestras mejores teorías científicas, y considera a estas últimas como verdaderas. Por ello, el naturalismo liberal puede incorporar el realismo científico.

La clase de pluralismo conceptual que RI3 representa tradicionalmente no ha sido parte de la imagen de quienes defienden que la realidad y la verdad no son independientes de la mente humana: ello hace singular a esta posición. Forrai (2001, p.33) sostiene que un esquema conceptual es un grupo de palabras o conceptos relativamente autocontenidos. Los referentes de las palabras que hacen los esquemas conceptuales son determinados por las condiciones de justificación de algunos enunciados sencillos en los cuales ellos ocurren. Por lo cual, también podríamos decir que un esquema conceptual es el conjunto de condiciones de justificación (a priori) para un conjunto de enunciados. La determinación de la referencia es la misma que la constitución de la estructura de la realidad, porque las entidades –individuos, clases, etc.– son esculpidas por condiciones de justificación que les proveen un criterio de identidad. De esta forma, la estructura de la realidad es constituida por los esquemas conceptuales. Esto último guarda consistencia con lo propuesto por el propio Putnam (1992):

En mis planteamientos, los objetos son dependientes de la teoría en el sentido de que las teorías con ontologías incompatibles pueden ambas estar en lo correcto. Digamos que ambas están en lo correcto no es lo mismo que decir que hay algo “allá afuera” como entidades con extensión y (en adición) que hay algo en el sentido de construcciones lógicas. Decimos que son varias representaciones, varios lenguajes, varias teorías que son igualmente buenas en ciertos contextos. (p. 41)

Se debe tener en cuenta que hay casos en los que hay más de un esquema en un dominio. Téngase en cuenta la siguiente adaptación del ejemplo presentado por Putnam (1987), en el cual los esquemas entran en conflicto (pp. 18-20). Supongamos que existe un mundo pequeño y parco de solo tres objetos a, b y c, pero hay tres teorías (T1, T2 y T3) que compiten por tratar de dar cuenta de él:

  1. (T1) = x1, x2 y x3.

  2. (T2) = x1, x2, x3, x1 + x2, x2 + x3, x1 + x3, x1 + x2 + x3.

  3. (T3) = x1, x2, x3, x1 + x2, x2 + x3, x1 + x3, x1 + x2 + x3, x1 * x2, x1 * x3, x2 * x3, x1 * x2 * x3

La contradicción aparece porque el esquema conceptual de las tres teorías utiliza el concepto ‘objeto’ de forma diferente. En la primera, ‘objeto’ es definido como una categoría básica, y sus miembros solo se dan por enumeración (x1, x2 y x3); en la segunda, ‘objeto’ es definido de esta forma: ciertas cosas son objetos primitivos, estos deben ser enumerados (x1, x2 y x3), al igual que sus sumas (x1 + x2, x2 + x3, x1 + x3, x1 + x2 + x3); finalmente, en la tercera, ‘objeto’ es definido también como un objeto primitivo que es enumerado (x1, x2 y x3), así como sus sumas (x1 + x2, x2 + x3, x1 + x3, x 1+ x2 + x3) y sus productos (x1 * x2, x1 * x3, x2 * x3, x1 * x2 * x3). Si alguien interroga: “¿Cuántos objetos hay?” la respuesta solo tiene sentido respecto a un esquema conceptual en particular: solo se puede responder a partir de una teoría (T1, T2, T3). Si utilizamos el primer esquema, la respuesta es tres; si utilizamos el segundo, la respuesta es siete, y si utilizamos el tercero, la respuesta es once. De esta forma, la verdad es inevitablemente relativa a un esquema conceptual, pues un enunciado que es verdadero en un esquema conceptual puede ser falso en otro.

Para Putnam (1988) “negar que tenga sentido preguntar si nuestros conceptos se “emparejan” con algo completamente incontaminado por la conceptualización es una cosa. Pero inferir, a partir de esto, que cualquier esquema conceptual es tan bueno como cualquier otra sería muy distinta” (p. 63). Posiciones de ese tipo solo conducirían a un nihilismo epistémico, lo cual es por demás alejado de los planteamientos de Putnam. La elección de un esquema conceptual se debe a razones de coherencia y aceptabilidad. Según la teoría que Putnam desarrolla, estas dos últimas concepciones están

(…) profundamente entretejidas en nuestra psicología porque dependen de nuestra biología y de nuestra cultura y no están, en absoluto, ‘libres de valores’. Pero son nuestras concepciones, y lo son de algo real porque definen un tipo de objetividad, que para nosotros no es la objetividad metafísica de la “visión del ojo de Dios”. (Putnam, 1988, p. 64)

Probablemente, algunos asuman que este tipo de objetividad relativa a un esquema es sumamente feble. Esto último es errado. La gama de colores a la que podemos acceder los humanos, por ejemplo, es relativa a nuestra especie, pero a nadie se le ocurrirá sostener que el color rojo no es objetivo: tenemos diversas herramientas y métodos que nos permiten identificar el color rojo más allá de la experiencia privada del color que cada uno pueda detentar. De esta forma, el carácter relativo de una teoría no mella su objetividad, y es mejor entender a esta última en función de su coherencia y aceptabilidad. Objetividad y racionalidad humana es lo que tenemos, aun cuando sea relativa; y tener esto es mejor que no tener nada según Putnam.

4. Internalismo semántico

El internalismo semántico identifica los estados intencionales, tales como creer, imaginar, desear, etc., con estados que son completamente internos y privados al sujeto que se encuentra en los mismos. En opinión de Fumerton (2003, p. 259), los estados intencionales siempre denotan un objeto o contenido: si pienso en un puercoespín, por ejemplo, esa imagen refiere a un mamífero roedor del suborden de los histricomorfos. Sin embargo, todos los internalistas seguramente insistirán en distinguir el contenido entendido como el significado del pensamiento (contenido limitado) y el contenido entendido como el objeto, el estado de cosas en el mundo al cual alude el pensamiento, asumiendo que tal objeto existe, como una roca, o cuya noción es compartida intersubjetivamente, como la creencia en fantasmas (contenido amplio). Supongamos, señala Fumerton (2003, p. 260), que Rob es el actual rey de Francia. Luego, cuando pienso que el actual rey de Francia tiene una casa suntuosa, hay un sentido en el cual dicho pensamiento está relacionado con Rob: vinculo a Rob con la posesión de una casa de cierto tipo. Pero, por otro lado, de acuerdo con un internalista, hay otro sentido perfectamente claro en el cual dicho pensamiento tiene el contenido que posee (el significado) independientemente de que Rob exista o no, es decir, independientemente de que exista el actual rey de Francia, Rob o la casa suntuosa. Por ello, en lo que respecta a la cuestión de la verdad del contenido, no todos están de acuerdo en sostener que todo contenido interno es verdadero, pero en el caso de los enunciados autoadscriptivos[9], tales como “creo que hay un gato en la alfombra” o “tengo un dolor de muela”, se acepta que en algún sentido tienen cierto grado de verdad (a priori), sin necesidad de que sus afirmaciones se correspondan con los hechos. Como afirma Davidson (2003):

Dado que usualmente sabemos lo que creemos (o deseamos, dudamos, pretendemos) sin necesidad se recurrirá a las evidencias (incluso cuando están al alcance), nuestras declaraciones sinceras respecto de nuestros estados mentales presentes no están sujetas a los defectos de las conclusiones que se basan en evidencias. (p. 42)

5. Externalismo semántico

Kallestrup (2011) sostiene que el externalismo semántico es la posición según la cual los significados de los términos referenciales, y los contenidos de las creencias que son expresados por esos términos, no están completamente determinados por factores internos del hablante, pero sí limitados por el ambiente. Por ejemplo, hace tres siglos una persona que percibiera a una ballena probablemente la calificara como una especie de pez, pues tiene la apariencia de pez, actúa como pez, tiene una dieta similar a la de los peces, vive en un hábitat propia de los peces, etc. Estas características se fundamentan en una experiencia interna (privada) del sujeto. Sin embargo, la ciencia moderna, que es un producto intersubjetivo y se ampara en la objetividad del método científico (factores ambos externos), tiene evidencia justificada para señalar que las ballenas son mamíferos. En este caso, la verdad del significado del término “ballena” no viene dado por una condición interna, sino, al contrario, por un factor externo, en concreto, por la empresa científica. Por ello, Nuccetelli (2003) sostiene que el externalismo semántico o antindividualismo es frecuentemente tomado como un rechazo categórico al internalismo semántico o al individualismo, una visión favorecida por distintos filósofos desde Descartes.

Putnam (2000) recurre en varias ocasiones a postulados del externalismo semántico en algunos de sus trabajos. Célebre es el caso del argumento de la tierra gemela (pp. 156-157)[10]: existe un planeta, la tierra gemela, el cual es una copia de todo lo que hay en la tierra: su historia, sus componentes, sus lugares, sus habitantes, etc., incluso existe un lenguaje similar al humano. Sucede que se envía una expedición terrícola la cual, entre otras cosas, informa que la sustancia que llena los océanos, lagos, ríos, cañerías, etc., que sirve de sustento para los seres vivos y que se encuentra en distintos estados (líquido, sólido y gaseoso) es similar a lo que nosotros en la tierra llamamos agua, con la única diferencia que su componente último es una sustancia química distinta a H2O: XYZ. La expedición (que posee conocimiento científico actualizado y solvente) informaría dicha diferencia, sin embargo, el verdadero puzzle se presenta si considerásemos dicha situación en una época previa al descubrimiento de la estructura interna del agua en la tierra (1750): ¿serían capaces los miembros de la expedición de distinguir el agua de la tierra gemela del agua de la tierra? Lo que se podría concluir es que no existe una identidad entre los estados psicológicos de los hablantes con la extensión de los términos a los que se refieren los mismos (en este caso “agua”). En la tierra gemela lo que podría ser calificado como agua posee una estructura distinta (XYZ) del agua en la tierra (H2O), aun cuando produzcan los mismos efectos a nivel psicológico en los hablantes.

6. Realismo interno y externalismo semántico: tierra gemela

De esta forma, Putnam arguye que el significado de los términos no es dependiente de los estados psicológicos de los hablantes. Dos sujetos pueden tener un estado psicológico similar al creer que algo es agua simplemente al considerar ciertas características comunes de este elemento, y, sin embargo, pueden estar errados. Entiéndase que Putnam no descalifica las creencias derivadas de los estados psicológicos, pero considera que una justificación basada solamente en estos es limitada. De este modo, la verdad del significado de un término viene dada por cuestiones vinculadas a factores externos, mas no por una percepción privada o psicológica.

El caso de la tierra gemela constituye una crítica directa al internalismo semántico por parte de Putnam. Es una crítica que se fundamenta en la consideración a que el significado de una expresión viene determinado por factores externos al sujeto, y no solo por los estados mentales. Ahora bien, se pueden identificar dos aspectos en esta crítica de Putnam. Por un lado, hay una crítica psicológica al internalismo semántico, toda vez que se pone en cuestión la validez de los estados internos; y, por otra parte, hay una crítica epistémica también, pues se objeta la confiabilidad de los enunciados autoadscriptivos tales como “Yo creo que tengo un vaso de agua frente mío”[11]. Putnam trabaja con ambos aspectos, e, incluso, podríamos señalar que juega con la ambigüedad propia de estos, porque ¿acaso la invalidez del internalismo semántico a nivel psicológico acarrea consigo la invalidez del internalismo semántico a nivel epistémico? Yo, por ejemplo, a partir de una experiencia privada (psicológica), puedo tener una creencia según la cual la ballena que veo es un pez, pero no es necesario que a toda creencia de este tipo le adjudiquemos un estatus epistémico, ¿acaso es sostenible que afirmemos que, verbigracia, todas nuestras creencias deben ser epistémicamente verdaderas? Evidentemente, no. Lo contrario constituiría un desafío a toda la teoría clásica del conocimiento[12]. La verdad de nuestras creencias, es decir, su talante epistémico, dista mucho de ser la única cualidad de estas. Es más, solo para ciertos fines ligados al conocimiento exigimos la verdad a nuestras creencias: los sueños, las alucinaciones, la divagación, etc., son ejemplos de ese carácter psicológico del internalismo semántico exento de aspiraciones aléticas. Pero, por otro lado, también en el internalismo semántico encontramos un aspecto epistémico. Enunciados como “Tengo un dolor de muelas” revelan no solo un aspecto psicológico (mi experiencia privada de un dolor de muelas), sino también una faceta epistémica cuya verdad puede ser satisfactoria: ¿quién mejor que yo para saber qué tipo de dolor es mi dolor de muelas? Al parecer Putnam en el caso de la tierra gemela trabaja con ambos aspectos de internalismo, sin distinguir uno del otro, y a partir de ello saca conclusiones.

Como se indicó previamente (véase nota 11), el argumento de la “tierra gemela” no pertenece a la etapa del realismo interno en Putnam, sin embargo, para el presente trabajo, se considera que se pueden atisbar ciertos presupuestos que, con posterioridad, se presentarán de forma más elaborada por Putnam. En particular, se evidencia una asunción de la realidad como construcción parcial a partir de nuestras prácticas lingüísticas (Putnam, 1979, pp. 227-‍229), que calzan con el realismo científico. Es decir, hay cierta ligazón entre nuestras mejores teorías científicas y las prácticas sociolingüísticas del lenguaje, lo cual se conoce como la división de la labor lingüística (Putnam, 1979, p. 227). Por cuestiones metodológicas, la relación entre lenguaje y realidad se desarrollará con mayor profundidad en los siguientes apartados.

7. Realismo interno y externalismo semántico: cerebros en una cubeta

En la producción filosófica de Putnam la adherencia al realismo interno y al externalismo semántico se manifiestan en el clásico argumento de cerebros en una cubeta. El pasaje del experimento mental (1988, pp. 19-21) presenta el escenario donde un diabólico científico ha extraído el cerebro a un ser humano. El cerebro yace en una cubeta que le suministra los nutrientes necesarios para que viva. Sus terminaciones nerviosas están conectadas a una supercomputadora que le brinda la experiencia interna de gente, árboles, automóviles, etc., pero en realidad todo ello solo tiene un carácter representacional: es el resultado de estímulos eléctricos. De esta forma, se garantiza que el individuo tenga la experiencia interna de cualquier situación o entorno que desee. La cuestión de la memoria no es un problema, dado que el científico diabólico puede implantar un recuerdo de un hecho que nunca se dio. Lo que nos presenta Putnam no es sino una versión remozada del viejo argumento escéptico respecto del mundo externo. ¿Podemos saber si no nos encontramos en esta situación? Putnam (1988) esgrime una respuesta desde nuestro uso del lenguaje:

La respuesta será (básicamente) esta: aunque esas personas pueden pensar y «decir» cualquier palabra que nosotros pensemos o digamos, no pueden «referirse» a lo que nosotros nos referimos. En particular, no pueden decir o pensar que son cerebros en una cubeta (incluso pensando el enunciado «somos cerebros en una cubeta») . (p. 21)

Es posible identificar en la solución propuesta por Putnam una crítica al internalismo semántico. Para quien se encuentra en el escenario de ser un cerebro en una cubeta, la representación mental que le proporciona la supercomputadora resulta insuficiente para justificar la verdad del enunciado autoadscriptivo: “Soy un cerebro en una cubeta”. Al igual que en el caso del argumento de la “tierra gemela”, Putnam no niega el contenido limitado y cuestiona su aspecto psicológico y epistémico. Sin embargo, a diferencia del caso de la “tierra gemela”, en donde se confiaba en el progreso del conocimiento científico, en el argumento de “cerebros en una cubeta”, Putnam se ampara en el uso del lenguaje. Es decir, para su etapa de transición[13], Putnam presenta al conocimiento científico como garante último del conocimiento, en tanto que, para la etapa del realismo interno, el uso del lenguaje se erige como el aval por excelencia. Cabe preguntar a qué se debe ambas adopciones. Si seguimos a Gary Ebbs (1992, p. 21), podemos ver dicho viraje como la develación de los propósitos genuinos de los planteamientos de Putnam. El interés de este último por desarrollar una teoría científica de la referencia no fue fundamentar la creencia en el naturalismo científico[14]. Putnam nunca creyó que el criterio para la determinación de la referencia y la creencia fuese científico. Por el contrario, a juicio de Ebbs, su interés en desarrollar una teoría científica de la referencia es un resultado natural de su deseo de clarificar nuestro entendimiento de las normas implícitas en nuestras prácticas lingüísticas.

Tim Button (2013) nos muestra de manera formal el argumento, poniendo en evidencia la adscripción putnamiana al uso del leguaje:

La palabra ‘cerebro’, en el estado de cerebros en una cubeta, no refiere a cerebro.

  1. (1) Mi palabra ‘cerebro’ refiere a cerebro.

  2. (2) Luego, Yo no soy un cerebro en una cubeta. (p. 117)

De las dos primeras premisas, se infiere que, al no ser igual mi lenguaje al lenguaje de un cerebro en una cubeta, por lo tanto, no soy un cerebro en una cubeta. Según Button (2013, p. 118), (1) puede ser justificado al rechazar todas las teorías mágicas de la referencia, es decir, aquellas que sostienen que existe una conexión necesaria entre los nombres y los objetos a los que refieren. En nuestro caso, el simple hecho de enunciar el término “cerebro” no implica que se refiera a los cerebros reales. Por otro lado, (2) puede ser justificado por la cuestión de mi propio uso de lenguaje, dado que nuestro empleo del término “cerebro” se vincula (convencionalmente) con los cerebros en el mundo real. Supongamos que Eduardo es un cerebro en una cubeta. Por un proceso de exclusión, Button quiere demostrar que la palabra “cerebro” de Eduardo no puede referir a cerebros, tal como es establecido en (1). La manera más obvia para que el término “cerebro” de Eduardo refiera a cerebros podría ser que Eduardo interactué directamente con cerebros en el mundo real, mientras utiliza la palabra “cerebro”. Esto sucedería si Eduardo, por ejemplo, fuese un médico, pero, por supuesto él no lo es ni nunca podrá llegar a serlo. Lo que sucede es que él es alimentado por señales electrónicas que lo estimulan a creer que es un médico. Pero, en realidad, Eduardo es simplemente un cerebro en una cubeta y nunca ha empuñado un bisturí. De forma más general, Eduardo nunca ha interactuado directamente con cerebros mientras utiliza la palabra “cerebro”, a lo que ha tenido acceso es a representaciones de cerebro que poco o nada tienen que ver con el mundo real (Button, 2013, p. 118).

Mark Gardiner (2000) sostiene que el argumento implica el reclamo de que como nadie puede afirmar correctamente el enunciado “Soy un cerebro en una cubeta”, este no puede ser verdadero (p. 183). Evidentemente, se presenta, de esta forma, la disolución de un problema epistémico (escepticismo) a partir de un análisis del lenguaje. Como el mismo Putnam señala, aún bajo el presupuesto de que no se viole ninguna ley física y de que sea perfectamente consistente con todo lo que hayamos experimentado, no podemos decir o pensar correctamente que somos cerebros en una cubeta (nuestro uso intencional del lenguaje no lo permite), y así (necesariamente) no lo somos. De esta forma, incluso podemos atisbar un presupuesto ontológico: la posibilidad lógica del uso del lenguaje condiciona la posibilidad lógica en el mundo real. Por ello, a juicio de Gardiner, cabe aclarar que Putnam asume una correcta concepción de la verdad por correspondencia. “Soy un cerebro en una cubeta” es verdadero solo en el caso donde corresponda, de una forma correcta, con el real estado de cosas, independientemente de nuestra mente. Dado que nuestro uso del lenguaje no brinda posibilidad lógica de que el enunciado “Soy un cerebro en una cubeta” se corresponda con la realidad, el enunciado es falso.

Se infiere que Putnam considera que es el lenguaje (ontológicamente) y su uso el que nos permite diferenciar nuestra situación del caso de cerebros en una cubeta. El lenguaje no es completamente un sistema independiente a nuestro entendimiento, pues nosotros moldeamos el lenguaje con el uso, lo que permite que sus representaciones no sean concluyentes ni que estén intrínsecamente vinculadas con sus referentes (realismo interno), y su validez no se alcanza a través del significado a priori de sus enunciados, sino que es necesario tener en cuenta también que la naturaleza de nuestro lenguaje descansa en la intención como fundamento, es decir, cuando empleamos términos o enunciados no nos conformamos con el significado (a priori) de sus representaciones, sino que, por el contrario, buscamos corroborar los mismos con el objeto al que se refiere (externalismo semántico). Esta naturaleza intencional del lenguaje (podríamos decir también del pensamiento) no descarta, sin embargo, que en ocasiones el lenguaje (también el pensamiento) puede ser autoreferencial; tal es el caso de los enunciados autoadscriptivos, aunque este tópico, a partir del ejemplo de la tierra gemela, pareciera que presenta serias objeciones en Putnam.

Janet Folina en su artículo “Realism, skepticism, and the brain in the vat” (2016) sostiene que uno de los propósitos del argumento de “cerebros en una cubeta” de Putnam, aparte de refutar el escepticismo, es objetar el realismo metafísico, presuponiendo, claro está, el realismo interno (p. 155). Es concebible que yo sea un cerebro en una cubeta, y puede ser también concebible que todos nosotros seamos cerebros en una cubeta. Pero, esto es una ilusión. El externalismo semántico de Putnam no sostiene que lleguemos a tener un conocimiento cabal del objeto. Nuestra forma de utilizar el lenguaje al enunciar “soy un cerebro en una cubeta” difiere radicalmente de la forma como utilizaríamos el lenguaje si en verdad fuésemos cerebros en una cubeta. En este caso, tendríamos que utilizar un “lenguaje cubeta”. De esta forma, si soy un cerebro en una cubeta, mis conceptos también son “conceptos cubeta”, y por lo tanto no soy capaz de pensar mi situación hipotética: mi afirmación, “soy un cerebro en una cubeta”, formaría parte de un “lenguaje cubeta”, que es de carácter representacional, pero no de nuestro lenguaje intencional que refiere a objetos externos.

A este respecto, se presenta un caso análogo y vinculante con el problema del autoconocimiento. Se puede estar en un estado mental en el cual creamos ‘p’ y, sin embargo, la certeza de p no bastaría para afirmar que tal conocimiento es verdadero. Sin embargo, quien profiere el enunciado autoadscriptivo “creo que p” (“creo que soy un cerebro en una cubeta”) no dudaría en considerarlo verdadero. Para determinar si es verdadero, tendríamos que determinar, por factores externos, si hablamos desde un lenguaje de cerebros en una cubeta o si hablamos el lenguaje del mundo real. Es decir, los estados psicológicos (representaciones) no son suficientes para determinar el valor de verdad de los enunciados. Del mismo modo, el lenguaje representacional de quien se encuentra en la situación hipotética de ser un cerebro en una cubeta es muy distinto de nuestro lenguaje intencional. En el caso de cerebros en una cubeta, Putnam se apoyaría no solo en el externalismo semántico, sino también en el realismo interno. Obsérvese que al apelar a nuestro uso del lenguaje se descarta “la visión del ojo de Dios”. Esta especie de relativismo con objetividad basada en factores externos sería lo que caracterizaría a este periodo de la producción putnamiana.

Para algunos autores, entre ellos Folina (2016), el propósito principal del argumento de cerebros en una cubeta es poco claro. Ciertamente, uno de los objetivos es la refutación del escepticismo (p. 157). “Propongo que hay un argumento que podemos dar que muestra que no somos cerebros en una cubeta”, señala Putnam (1988). El otro es la refutación del realismo metafísico, a quién Putnam también propuso estas consideraciones semánticas. Los objetivos, en este sentido, están entrelazados; por ejemplo, un problema con el realismo metafísico puede abrir las puertas al escepticismo global: ¿cómo podemos afirmar la existencia de la estructura interna de la realidad si es que no podemos conocerla? En contraste con el realismo metafísico, Putnam propone el “realismo interno”, que brinda un concepto diferente de verdad. Frecuentemente, describe la verdad como una “justificación idealizada” o una “justificación racional” bajo factores epistémicos. Lo último se evidenciaría en la apelación al uso del lenguaje como dirimente en el caso de cerebros en una cubeta. Podemos llegar a tener una representación objetiva de la realidad, pero esta depende, en última instancia, de nuestro uso del lenguaje, y el lenguaje, evidentemente, forma parte de nuestros recursos epistémicos.

La teoría causal de la referencia[15] se constituiría, para Folina (2016, p. 164) en el gozne sobre el que gira el argumento de “cerebros en una cubeta”. ¿Podría aceptarla el realista metafísico o el escéptico?, ¿es el uso que le da Putnam justo?, ¿realmente la acepta Putnam? De manera general, la teoría causal de la referencia es la posición que sostiene que la referencia exitosa involucra alguna conexión causal entre un término y su referente (Putnam, 1984). Si bien los pensamientos, las palabras e imágenes mentales no representan intrínsecamente a lo que refieren, hay un tipo de vínculo entre el nombre y la referencia. Dicho vinculo, tal como se presentó en el caso de la tierra gemela con el ejemplo del agua, descansaría en cierta propiedad intrínseca (H2O). Al final de cuentas, para Putnam, dicha propiedad intrínseca no es alcanzada por factores internos, sino por factores externos como el desarrollo científico o el uso del lenguaje. Por tanto, los significados no están en la cabeza. Putnam argumenta que ni los significados ni la referencia están en la cabeza; no hay más que referencia y significado y esto es más importante que los factores internos. Por ello, para Putnam, por ejemplo, los programas de computadora no pueden referir a las cosas del mundo externo[16]. No es cuestión que el programa carezca de algo apropiado, sino que no hay una conexión apropiada entre los términos empleados por la computadora y el mundo externo. Por supuesto, las conexiones causales no son suficientes para la referencia, solo son necesarias. El manejo común del lenguaje también es necesario. Así que, entender un lenguaje requiere entender sus significados, lo cual requiere uso y realizar una referencia exitosa con una interacción causal con las cosas.

8. Referencia en el mundo-cubeta

Folina (2016, p. 165) plantea la siguiente pregunta: ¿por qué el realista metafísico debería estar interesado en el uso de Putnam de la teoría causal de la referencia? Porque parece echar mano de ella para concluir que para “árbol”, por ejemplo, el cerebro en una cubeta refiere a cualquier cosa que le cause los estados mentales de “árbol”. Ahora bien, la teoría causal de la referencia sostiene que la referencia está causalmente relacionada con los objetos a los cuales me refiero de forma exitosa. Donde no hay conexión, no hay referencia, recordemos el caso de la hormiga trazando la imagen de Winston Churchill (Putnam, 1988, pp. 15-16). En cada uno de estos casos, la referencia y/o la representación falla, debido a que carece de una debida conexión intencional. Principalmente, sostiene Folina, Putnam traza un contraste entre la referencia a “árbol” del cerebro en una cubeta y la hormiga que accidentalmente dibuja la imagen de Winston Churchill. Sin embargo, donde Putnam ve un contraste, el realista ve una similitud. Esto es, para el realista, que la imagen de “árbol” que posee un cerebro en una cubeta puede representar un “árbol” (en el lenguaje cubeta) en tanto que una hormiga no se representa la imagen de Winston Churchill, pues no tiene la intención de hacerlo. Nosotros no decimos de la hormiga que, desde que no representa a Winston Churchill (en nuestro uso del lenguaje), debe representar otra cosa, la versión “hormiga” de Winston Churchill. Sin embargo, el realista metafísico puede sostener que el error respecto a un cerebro en una cubeta es tratar de referir a los árboles del mundo real con un lenguaje-cubeta (representacional). La pregunta surgiría en torno al tipo de realidad a la que accede el cerebro en una cubeta: ¿es una realidad representacional?, ¿cuán real es? Por lo tanto, el error de Putnam, desde la visión realista metafísica, es dejar abierta la cuestión: si un cerebro en una cubeta no refiere a los árboles del mundo real, entonces ¿debe referirse a algo más, esto es a “árboles cubeta”?

Dado como está construido el experimento mental, con la alternativa de que todos seamos cerebros en una cubeta, es difícil resistir a la tentación de que el lenguaje de un cerebro en la cubeta posea significado. Por lo tanto, si hay una comunicación significativa (a través del lenguaje-cubeta), y la referencia es un ingrediente en el significado, luego un cerebro en una cubeta debe significar algo por “árbol” (en el lenguaje-cubeta) distinto al árbol del mundo real. Putnam sostiene que debe haber algo en virtud de lo cual “el cerebro está en lo correcto, y no errado, cuando piensa “hay un árbol frente mío”. Es decir, el cerebro en una cubeta tiene un autoconocimiento de este “árbol”, expresado a través del enunciado autoadscriptivo “Soy un cerebro en una cubeta”, el cual no dudaría en catalogarlo como verdadero. Ahora bien, la certeza que alcanza esta afirmación es una certeza psicológica (interna), sin embargo, su valor de verdad variará si es que los enunciados autoadscriptivos son asumidos desde un enfoque epistémico, porque aquí nos daremos cuenta de que no calzan con la realidad, asumiendo, con Putnam, que el mundo real es aquel al cual refiere nuestro uso del lenguaje. Esto crea un mundo-cubeta interno donde ambos términos “cubeta” y “árbol” refieren a cubetas y árboles en un lenguaje cubeta, pero ciertamente no a las cubetas reales o a los árboles reales. Luego, para Folina, Putnam no escudriña a lo que el cerebro en una cubeta refiera con el término “árbol”, pero sí concede que posiblemente denota algo (Folina, 2016, p. 165). La imagen que tiene del mundo un cerebro en una cubeta es interna (psicológica) y se vincula con los enunciados autoadscriptivos; mientras que la imagen del mundo que nosotros nos formamos al compartir un lenguaje tiene ribetes epistémicos (aunque también pueden ser psicológicos), pues, en ocasiones, buscamos la verdad de la correspondencia de nuestra imagen del mundo con el mundo mismo.

Si los términos en el lenguaje cubeta simplemente fallan al referir, luego los enunciados que los contienen pueden ser verdaderos o falsos en el mundo-cubeta; de esta forma, el argumento contra el escepticismo de Putnam no funcionaría: ¿acaso no podría calificarse de verdadera la representación que calce con el lenguaje cubeta? El argumento depende del éxito general de la comunicación-cubeta, y de que la mayoría de los enunciados sean bien verdaderos o falsos (en el lenguaje cubeta). Sin embargo, decir que al enunciar “árbol” el cerebro en una cubeta refiere a cualquier cosa que cause estados mentales con las imágenes de árboles, parece demasiado permisivo. ¿Qué pasaría si el cerebro en una cubeta evolucionara de ser simplemente un cerebro en una cubeta toda su vida a un cerebro en una cubeta que luego de un número determinado de años desarrollara un cuerpo individual? Si fuese capaz de salir de la cubeta, ¿qué podría pensar esa nueva persona con un cuerpo individual? Inspeccionando los cerebros que aún están en una cubeta, con las máquinas, la electricidad y computadoras, podría pensar: “¿Es así como “árboles”, “cerebros”, etc. realmente lucen?” No. Para Folina (2016), diría: “¡Dios mío!, el mundo no es cómo lo había pensado. Acá no hay ‘árboles’” (p. 166). Se daría cuenta que el término ‘árbol’ que utilizaba era una gran alucinación. Al igual que el prisionero que se libera de sus ataduras en la “Alegoría de la caverna” (Platón, 1988a, pp. 388-342) y llega a observar la naturaleza real de las cosas, el cerebro en una cubeta que desarrollara un cuerpo ideal se percataría que las representaciones y que el mundo cubeta que creía reales no son tales.

9. Realismo interno, externalismo semántico y referencia

La otra cuestión, según Folina, es si la teoría causal de la referencia puede ser sensiblemente unida con la visión de Putnam de que no hay un mundo “ya hecho”, es decir, la visión del realismo interno. Al presentar el problema del autoconocimiento propio de quien estuviese en el escenario de ser un cerebro en una cubeta, se evidencia que el realismo interno, y por ende el externalismo semántico, permitiría determinar la verdad o no de los enunciados autoadscriptivos. Del mismo modo, ambos bastan para que podamos determinar que no somos cerebros en una cubeta. Dentro del realismo interno que propone Putnam, al no haber una versión acabada y final de cómo es el mundo, lo que debemos hacer al momento de discriminar las creencias, teorías, etc., que refieran a un mundo externo, en este caso a través de enunciados autoadscriptivos, es buscar la que posea una visión idealizada o la mejor entre ellas. Se asume entonces la falibilidad de nuestras creencias o teorías y que, por lo tanto, estas pueden ser mejoradas o reemplazadas por otras mejores.

Este tipo de autoconocimiento puede asemejarse a la propuesta del autoconocimiento reflexivo de Robert Nozick (1981, pp. 71-72), quien presenta la figura de Edipo que inicialmente afirma ciertos enunciados autoadscriptivos (“Soy el hijo de Pólibo y Mérope”, “He huido de Corinto para evitar la profecía de Apolo”), pero que luego, por factores externos, llega a reconocerse como alguien distinto: el asesino de Layo y aquel que se ha casado con su madre. En este segundo momento, Edipo afirma enunciados autoadscriptivos distintos (“Soy el asesino de Layo”, “Estoy casado con mi propia madre”). La verdad de estos enunciados, al final de cuentas, no se mide por factores internos. De ser así, Edipo tenía mayor certeza en ser el hijo de Pólibo y Mérope que de Yocasta y Layo. Por el contrario, son los factores externos los que le permiten a Edipo conocer la verdad. De esta forma, cuando tenemos el conocimiento de ‘p’, al ser un enunciado autoadscriptivo, nos persuade a calificarlo de verdadero, aun cuando, tal como sucede en el argumento de la tierra gemela, sea falso. Que sea falso no es el problema inicial. Es el hecho de que podamos reconsiderarlo, cuestionarlo y evaluarlo lo importante en este punto. Y el realismo interno, al no apelar a una visión única del mundo, sino a una donde la mente y lenguaje van interactuando con el mundo (a la vez que lo transforman), también contempla la posibilidad del error.

El realismo interno hace énfasis no en el conocimiento errado, sino en la posibilidad de acrisolarlo, cuando no de progresar en él; por lo cual, los enunciados autoadscriptivos falsos no contradecirían al realismo interno y, por lo tanto, el autoconocimiento resultaría compatible con el realismo interno. La dificultad vendría a partir del tipo de autoconocimiento propio de quienes se encuentran en la situación de cerebros en una cubeta, dado que su forma de acceder a su mundo-cubeta es a través de un lenguaje representacional, por lo tanto, no necesitarían, ni tampoco están en la posibilidad de apelar a un mundo externo. ¿Qué podría afirmarse de sus representaciones, desde el punto de vista epistémico y metafísico, al no tener que ajustarse a una verdad por correspondencia? Probablemente, se podría apelar a otra teoría de la verdad de tipo internalista, por ejemplo. Putnam al apelar a nuestros usos del lenguaje parece zanjar la cuestión, pero ello no implica que la reflexión en torno a este punto no amerite mayor discusión.

10. Conclusiones

A partir de los argumentos desarrollados en este trabajo pueden extraerse las siguientes conclusiones

La crítica de Putnam al internalismo semántico a través del argumento de la “tierra gemela” descansa en un traslapo entre la faceta psicológica y epistémica de este. Resulta pertinente dicha distinción, pues no todo estado psicológico reclama estatus epistémico.

Si en el argumento de la tierra gemela Putnam aboga por el progreso científico como factor externo dirimente sobre el problema de la referencia, en el argumento de cerebros en una cubeta apela a nuestro uso del lenguaje; esta adopción se debe, probablemente, a su etapa de realista interno.

Si bien con el argumento “cerebros en una cubeta” Putnam da una respuesta satisfactoria al escepticismo apelando a nuestro uso del lenguaje, la cuestión del estatus ontológico y epistémico del lenguaje representacional de quienes se encuentren en esta situación hipotética queda aún abierta a discusión y permite generar mayores investigaciones sobre la imbricada relación entre los enunciados autoadscriptivos, el externalismo semántico, el uso del lenguaje y el realismo. A diferencia del argumento de la “tierra gemela”, en el caso de “cerebros en una cubeta” la compatibilidad entre el realismo interno y el externalismo semántico en Putnam se presenta de manera mejor elaborada. La refutación de este puzzle escéptico, mediante el uso del lenguaje, deja en claro la ligazón ontológica y epistémica entre lenguaje y mundo, cuestión que resulta capital en el realismo interno. Dicha ligazón también permite aclarar el alcance de los enunciados autoadscriptivos, pues si bien se cuestiona su carácter concluyente, no se niega la existencia del contenido representacional.

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Notas

[1] Para una apreciación más amplia del realismo interno de Putnam puede revisarse la introducción de Realism and Reason Philosophical Papers Vol. 3 (1983, p. vii- xviii).
[2] Rezagos de ambas posiciones se van a encontrar en la producción posterior de Putnam. Sin embargo, consideramos metodológicamente relevante este periodo propio del realismo interno.
[3] Véase Putnam (1988, p. 59).
[4] Realismo externo o realismo metafísico.
[5] Consúltese la introducción de Mario De Caro al libro póstumo de Putnam Naturalism, Realism and Normativity (2016, p. 1).
[6] Para ver de forma más detallada el vínculo entre Putnam y Kant puede consultarse el artículo “Hilary Putnam and Inmanuel Kant: Two Internal Realist?” (2000) de Dermont Moran
[7] Para Anderson (1992, p. 51) Putnam acoge una visión, el “realismo interno”, reemplazando RE1 con lo que puede ser ampliamente considerado como una teoría de la verdad coherentista, rechaza RE2 por una semántica verificacionista idealizada, y reemplaza RE3 con un realismo empírico que es idealista en la tradición kantiana
[8] Hacia el final de este apartado trabajaremos con mayor detalle este punto.
[9] Goldberg (2007) llama a estos juicios first persons present tense judgement (FPPTJ).
[10] Aun cuando el “argumento de la tierra gemela” no pertenece sensu estricto al periodo del realismo interno de Putnam, sino a una etapa de transición, se ha creído conveniente aludir a este célebre pasaje de la literatura putnamiana, no solo por la influencia que ejerció en la filosofía del lenguaje, sino porque también en este se observa una defensa del externalismo semántico y ciertos atisbos de lo que será el realismo interno por parte de nuestro autor.
[11] Para una distinción más clara entre el internalismo psicológico y epistémico véase Fumerton (2007, pp. 35-‍50)
[12] Tradicionalmente se define al conocimiento como creencia verdadera y justificada. Véase Platón (1988b, pp. 296-316) y Dancy (1993, p. 39).
[13] Véase nota 10.
[14] Como se indicó previamente, Mario de Caro en la introducción al libro de Putnam Naturalism, Realism and Normativity lo cataloga como un naturalista liberal (2016, p. 9).
[15] Para un mejor alcance de la teoría causal de la referencia se puede revisar Putnam (1984) y Kripke (1995)
[16] La crítica de Putnam al funcionalismo está recogida en Representación y realidad (2000).

Notas de autor

Información sobre el autor: peruano. Magíster en Filosofía y docente de la Universidad NacionalMayor de San Marcos, Perú. Miembro del Grupo de Investigación Episteme VRI- UNMSM. Docente de la Universidad Nacional Federico Villarreal.

Información adicional

Forma de referenciar (APA):: Estrada, L. (2023). Realismo interno y externalismo semántico: los argumentos de la «tierra gemela» y «cerebros en una cubeta». Revista Filosofía UIS, 22(1), 93-115. https://doi.org/10.18273/revfil.v22n1-2023005

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