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La Salve, un canto de vida o muerte: Tradición Oral y Territorialidad en el Corregimiento de la Balsa, -Cauca
La Salve, a song of life and death: Oral Tradition and Territoriality in the village of La Balsa, Cauca
Sabia Revista Científica
Universidad del Pacífico, Colombia
ISSN: 2323-0576
ISSN-e: 2711-4775
Periodicidad: Anual
vol. 6, núm. 1, 2020
Recepción: 04 Junio 2019
Aprobación: 03 Septiembre 2019
Resumen: Este trabajo pretende aportar a la comprensión de la relación entre la tradición oral y los procesos de territorialidad en el corregimiento La Balsa (Municipio Buenos Aires, Cauca). Para alcanzar dicho fin, se propone analizar La Salve, un canto de vida o muerte de la tradición oral afrocolombiana, entendida como parte de una infraestructura nostálgica que llevan a cabo las comunidades negrasa través de la que, más allá del solo folclore, se expresan los anhelos, los sentires y las propuestas intelectuales y políticas de esta población. Se encontró que la noción de La Salve como canto, debe ser ampliada o enriquecida a una noción que trascienda el espacio-tiempo; dando lugar, a lo político y lo intelectual que, por lo general no se le relaciona con lo afro o lo negro, al tiempo que lo místico y lo preternatural no es reconocido como un conocimiento que mana de fuentes de realidad para la comunidad. En consecuencia ¿qué es La Salve aquí? La Salve no se propone aquí no solo como un canto, sino como un momento, el momento de La Salve.
Palabras clave: Palenque, Territorio, Tradición Oral.
Abstract: This work aims to contribute to the understanding of the relationship between oral tradition and territoriality processes in the La Balsa district (Municipality of Buenos Aires, Cauca). To achieve this goal, it is proposed to analyze La Salve, a life-and-death chant of the Afro-Colombian oral tradition, understood as part of a nostalgic infrastructure carried out by the Negrasa communities through which, beyond the mere folklore, yearnings are expressed, the feelings and the intellectual and political proposals of this population. It was found that the notion of La Salve as a song, must be extended or enriched to a notion that transcends space-time; giving rise, to the political and the intellectual that, in general, is not related to the Afro or the black, at the same time that the mystical and the preternatural are not recognized as knowledge that flows from sources of reality for the community. So what is La Salve here? La Salve is not proposed here as a song, but as a moment, the moment of La Salve.
Keywords: Palenque, Territory, Oral Tradition.
Introducción
Este trabajo pretende aportar a la comprensión de la relación entre la tradición oral y los procesos de territorialidad en el corregimiento La Balsa (Municipio Buenos Aires, Cauca). Para alcanzar dicho fin, se propone analizar La Salve, un canto de vida o muerte de la tradición oral afrocolombiana, entendida como parte de una infraestructura nostálgica que llevan a cabo las comunidades negras a través de la que, más allá del solo folclore, se expresan los anhelos, los sentires y las propuestas intelectuales y políticas de esta población. Se divide en tres grandes partes: 1. Introducción, 2. Los hallazgos y 3. las conclusiones. En ese sentido, presento la pregunta y los objetivos que guiaron esta investigación.
¿Cómo La Salve (expresión de la Tradición Oral) se co-construye con la territorialidad en la comunidad afrodescendiente del corregimiento La Balsa Cauca?
Objetivo general
Describir la relación entre La Salve como expresión de la tradición oral y la territorialidad en la comunidad afrodescendiente del corregimiento La Balsa Cauca.
Objetivos específicos
Identificar el tipo de Salve que se practica en el territorio de La Balsa, Cauca
Identificar los espacios y momentos en los que tiene lugar La Salve en el corregimiento La Balsa, Cauca
Analizar los significados y los sentidos que tiene La Salve para la gente afrodescendiente del corregimiento La Balsa, Cauca
Hallazgos de la investigación
Los hallazgos que aparecen en este apartado del documento, son los resultados obtenidos del proceso de investigación en contraste con la pregunta y los objetivos que se plantearon en las líneas anteriores. El trabajo de campo jugó un papel fundamental en el que las herramientas metodológicas contribuyeron en mayor o en menor medida según el caso, a una aproximación empírica a los fenómenos que acontecen en la comunidad. El primer momento, constituye un esfuerzo por aproximarse a las dinámicas territoriales, que posibilitan ahondar en las comprensiones que emergen de la relación entre el la territorialidad y la oralidad, razón por la que, por medio de unas breves notas descriptivas, se ofrecen elementos para entender mejor las dinámicas de la gente balseña en el territorio. En un segundo momento, se presentan los hallazgos alrededor de La Salve, como una concretización de dicha relación, para finalmente concluir con algunas consideraciones resultantes de todo el proceso investigativo.
La Balsa, Pueblo Bonito: un relato entre las memorias negras del río Cauca y los dolores del territorio
La Balsa pueblo bonito que debemos de cuidar, que debemos de cuidar (bis)
Sus paisajes verdecitos los debemos conservar (bis)
Yo no sé qué pasará sin el aire se nos termina, si aire se nos termina
Yo no sé qué pasará si al agua se nos acaba, si el agua se nos acaba
No habrá vida nunca más, solo tierra desolada (bis)
Fragmento de la canción: La Balsa Pueblo Bonito
Autora: Elizabeth Sandoval
Intérprete: Carmen Emilia Carabalí Tovar
En esta primera parte de los resultados de la investigación, se presentan algunos elementos alrededor de los diferentes significados y sentidos del territorio, de la vida y del orden social y comunitario de La Balsa, con el objetivo de ampliar el panorama de comprensión en conexión con la relación del territorio con la oralidad. Los datos y momentos que se traen a colación, provienen (principalmente) de los procesos de memoria colectiva, más que de ejercicios de investigación histórica, motivo por los que, la precisión e historicidad palidecen de frente a la narración y las vivencias de los acontecimientos que se traen a colación en el documento.
“El pueblo de las mil comelonas”
La Balsa es innegablemente el pueblo de las mil comelonas. Las fuertes redes de parentesco expresadas en los apellidos enredados y la geografía que desemboca en la necesidad de confluir cerca del río, se conjugan para hacer de este pueblo, un lugar dispuesto al encuentro. Para ejemplificar la anterior afirmación, La Balsa cuenta con un espacio conocido como ASOCOMELONA Sin Miseria; en el que un grupo de personas se organizan para salir a compartir alrededor de la comida y la integración familiar. Su estructura está claramente definida y sus esfuerzos se dirigen al cumplimiento de los objetivos y metas propuestas.
Las quemas y la integración comunitaria
Según los relatos de los mayores, anteriormente cuando alguien estaba invitado a una fiesta y no asistía a ella, las personas de una manera inesperada, decidían hacerle una quema. Ello implicaba que una cantidad considerable de personas se iban con todo el grupo de música y con pólvora para estallarla cuando llegaran a la casa del “fulano”, de tal manera que hasta el que no estaba invitado llegara y se sumara a la celebración. El obligado anfitrión, debía levantarse y preparar comida para todos, pues como no fue a la fiesta, la fiesta vino a su casa.
Sentido de permanencia y de pertenencia al territorio
He acostado a mis muertos en la dulzura de tus amados senos
Allá donde las cataratas lavan los pies de losa farallones Guárdalos pues ¡oh tierra!
Guarda en los pliegues de tus linos, guarda los huesos de mis hermanos Fragmento del poema: ¡Oh Tierra!
Siriman Cissoko
Muchas personas han tenido que salir de la comunidad buscando una estabilidad económica y huyendo de la violencia generada por los actores armados. Al respecto, se destacan la época de la Violencia en 1948 y los afectados por el conflicto armado que ha tocado a la comunidad desde 1974 con la presencia de las guerrillas FARC-EP entre otras; la fuerte oleada paramilitar desde 1995 hasta el 2007 aproximadamente. También hubo personas que se desplazaron por cuestiones económicas, hacia Cali y Bogotá en el ámbito nacional y en su orden temporal, hacia Venezuela, España y Chile (principalmente) en el ámbito internacional. Pese a lo anterior, La Balsa entierra sus muertos. Las personas retornan vivas o difuntas al lugar que las vio nacer y aunque ya en menor medida, las indisolubles redes de parentesco que unen a las familias de la comunidad, generan un ambiente familiar y jovial, que convoca a las personas al territorio, en el que no es primo es sobrino el que no es sobrino es ahijado y el que no es familia es porque no es de La Balsa.
Los multitudinarios entierros, las fiestas tradicionales que, guardadas las proporciones podrían considerarse una transformación de las fiestas patronales, junto con las adoraciones al niño Dios en diciembre y febrero, continúan jalando periódicamente a los que ya no viven en la comunidad, a estar en la Balsa y compartir; hecho que no da paso a la desconexión total del territorio y de las familias.
Una tradición organizativa fuerte
La tradición organizativa de la comunidad, se hace presente no solo en los espacios ocasionales (pero no menos importantes) como las comelonas y las fiestas, sino también en las organizaciones formales que han tenido un rol significativo en la construcción de la región norte Caucana y del País. Por medio de los aportes a los procesos comunitarios, se destacan: el Grupo de Integración Rural (GIR) y La Asociación Casita de Niños (ASOCAS), quienes vienen caminando hace 30 años en el ámbito de la etnoeducación, la agricultura, la recreación y la generación de empleo local. En la defensa y empoderamiento de la mujer y del territorio, la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca (ASOM) ha jugado un papel determinante. Desde 1997 vienen girando alrededor de los temas mencionados y Clemencia Carabalí, una de sus principales lideresas de dicho proceso, fue galardonada con el premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en la categoría Defensora del año (2019). Este premio fue otorgado por la Organización Diakonia y la iglesia sueca. Además de la Asociación de agricultores de La Balsa (ASODEBAL) y la Fundación de Mujeres forjadoras de Futuro (FUMFUTURO) que trabajan en torno a la agricultura y el procesamiento de productos como el vino de naranja, se encuentra La Corporación Juvenil para el Desarrollo Comunitario (ORJUDEC) que hasta el momento es la única organización juvenil legalmente constituida en el municipio de Buenos Aires y trabaja para promover la participación autogestionada de jóvenes, adolescentes, niñas y niños y comunidad en general; a nivel político, social, cultural y ambiental, mediante acciones enmarcadas en la cultura de paz, la economía solidaria, el emprendimiento creativo, cultural y social.
Siguiendo la corriente argumentativa, en el año de 1988, La Balsa, fue el epicentro del II Encuentro de la Cultura Negra del suroccidente colombiano, apoyado por la Empresa de Cooperación al Desarrollo. Los liderazgos que se han generado continúan contribuyendo en espacios determinantes de toma de decisiones. De La Balsa han surgido 3 alcaldes, una cantidad considerable de concejales, 4 personeros, 1 candidato a la Asamblea departamental y el primer Gobernador afrodescendiente y norte caucano en la historia del departamento: Elías Larrahondo Carabalí, elegido para el periodo 2020-2023. Finalmente, el Consejo Comunitario Cuenca Cauca y micro cuencas Teta y Mazamorrero, como autoridad territorial, desde su creación (2014) viene trabajando en el fortalecimiento de las organizaciones en el corregimiento y en el norte del Cauca. De lo anterior se sigue que, la rica tradición organizativa de La Balsa, da cuenta de una tendencia a lo comunal a lo colectivo, comportamiento este que, no se escapa del inherente conflicto que no descalifica dicha tradición.
Los dolores del territorio: memorias negras del río Cauca y del conflicto armado
Mi Río habla... Mi río muere, Mi río llora
“Yo mismo he sido río… Sus aguas han estado largas horas en mis pieles, y mis tegumentos sumergidos en el profundo y oscuro verde de sus raudales, de ellos, ha tomado su negro- mate color.”
Yo mismo he sido río…
Francisco Javier Sandoval Larrahondo, poema dedicado al Río Cauca.
Cuando apenas faltaban 3 años para entrar en el nuevo siglo, parió mi mamá, María Larrahondo Carabalí. Por fortuna para mí y para el río, mujer Balseña. Por tal razón, crecí en este pueblo del que puedo decir sin miedo alguno, mi pueblo bonito. He vivido toda mi vida a unos 100 metros del río aproximadamente. Sin duda alguna de los ya casi 8. 200 días que llevo el mundo, no es tan difícil creer que varios de ellos han trascurrido en él.
Y sí, me he criado al pie de mi río, el imponente y respetado Cauca. Allí donde su brisa rosa mi cara cuando me levanto y abro la puerta de mi casa. El fluir de las corrientes y bocanadas de agua, significan para mí, lo que significó para mis ancestros: Vida. Unos provenientes de la hacienda (esclavista) de Corcovado y otros llegados de las minas, entre ellos y ellas fundaron este hermoso pueblo que del mismo río recibió su nombre: La Balsa.
Los Carabalí, los Peña, los Sandovales, los Mina, los Tovares, los Larrahondo, los Cortés, los Filigrana, los Trujillo, los Balanta, los Rodallega, entre otras familias más, formaron una comunidad negra al pie del grande y del protector. Ese, que según la gente es capaz de atajar la lluvia cuando viene del norte, guarda misterios y esconde secretos. Desde niño supe que el río era más que solo agua en un cauce, lo sentí antes de saberlo, lo experimenté. La mamá de un pescador tradicional, solía contar acerca del rebulicio, un peligroso animal que aparecía en Cauca, lo que me inspiraba respeto, amor y un extraño temor. Y no solo a mí: en días de verano habíamos más muchachos en el río jugando lleva, que granos de maíz en el buche de la gallina.
Los viejos me decían que Cauca no era el mismo, siempre hablando de él como si tuviera vida propia. Un día preocupado me decidí y fui hablar con mi río. Llegando a la orilla le pregunté
Yo: ¿Qué te pasa? Los viejos dicen que ya no eres el mismo.
El río: Han cambiado muchas cosas. No tan buenas como quisiera. Cuando los primeros llegaron, me amaron y me protegieron tanto como yo a ellos. Tus abuelos navegaban libres en las balsas, los champanes y en las canoas llevando plátano, yuca, caña y guadua para vender en Juanchito, Cali. Les di pescados en abundancia y variedad. Sabía sorprender a los pescadores en tiempo de subienda, llenando sus canoas con peces sin que tuvieran que lanzar siquiera la atarraya. Ahora, estallan mis aguas con pólvora y matan a mis peces, pequeños y grandes.
Yo: Pero, yo escucho que los mayores siempre dicen “Cauca es viejo y todavía corre” eso es verdad ¿no?
El río: Si muchacho, pero no como antes. A tus viejos les dejé moverse siempre con libertad. Pasaban productos e incluso ganados a sus fincas. Yo mismo en épocas del año, inundaba sus tierras dejándolas fértiles y abonadas para que tuvieran grandes cosechas. Pero hace tiempo me han venido cercando. Con sus represas restringen mi cauce, para obligarme a darle vida a tierras ya inertes de los cultivos de caña que se chupan mi vitalidad. ¿Quieres que te diga más? la misma gente dice Cauca quita, pero también da ¿No es cierto? Pero ¿Qué les he dado? Comida, diversión, bienestar, identidad y sustento ¿qué les he quitado? Hambre, escasez, aburrimiento. Ahora, desde las minas, los galpones y las mega-agroindustrias, inducen mi muerte con desechos, con cianuro y con mercurio; secan mis fuentes para crear falsos bosques donde ni los pájaros cantan ni las ardillas juguetean. Cuando todavía tus abuelos y abuelas me navegaban todo era muy diferente. No permitían ¡jamás! Siquiera que, animales muertos y basuras tocaran mis aguas.
Cuando venían a lavar, yo mismo calmaba su sed sin temor. Ahora es imposible.
Yo: Eso es verdad. A mí no me dejan...
El río: Sí, los sé. No te dejan beberme. Y tienen razón en hacerlo.
Yo: Increíble. Han cambiado mucho las cosas
El río: Ay no sabes muchacho. Les he dado vida durante siglos y me traen muertos que sumergen en mis entrañas para nunca más retornar. Me han convertido en un cementerio sin posibilidad de duelo y con un dolor eterno como mi cauce.
Con nostalgia le pregunté ¿crees que vas a morir?
…
No me respondió.
Lo que dicen los mayores
El río Cauca es territorio para la comunidad. Desde que los primeros pobladores afrodescendientes que se establecieron en La Balsa, el río ha sido indispensable para todos y todas. Como vale la pena reiterar, el corregimiento recibió el nombre del mismo río. Cuando el río era el principal medio de transporte (hasta alrededor de 30 años después de la construcción del puente en 1927) las balsas fueron un medio fluvial construido con guaduas y amarres de bejuco. Estas sirvieron durante mucho tiempo para llevar caña, plátano, yuca y demás víveres que eran vendidos en Cali junto con la guadua. De ahí el nombre que da cuenta de que la identidad balseña no puede entenderse sin el río como un espacio territorial vital. Hay personas que solo se levantan a observarlo como es el caso de Alirio Carabalí, bisnieto de Valentín Carabalí, unos de los fundadores de la comunidad. A la edad de 84 años es un pescador tradicional y un artesano que, guarda y aplica sabiamente los conocimientos recibidos por los mayores desde antes de que Cauca fuera apresado por la construcción del embalse La Salvajina en la década de los 80s. En un encuentro ocasional camino al puente, mi tío Alirio, me comentó acerca de lo que podríamos llamar “la estética del río”. Al respecto él decía que:
El río antes era playa y piedras (llamando la atención sobre la belleza del mismo). Uno podía pasar caminando por una orilla debajo del puente. Cerca de la Playa (un predio de la familia Sandoval) había un lugar por donde se atravesaban las bestias y la gente. Es más, según cuentan los viejos, por ahí pasó Simón Bolívar camino a Popayán. ¡Mijo! toda la maleza que usted ve en los bordes del río, apareció con los venenos y los insecticidas, porque antes las orillas del río eran bien limpias. (Alirio Carabalí, Pescador tradicional, 8 de marzo del 2019).
Además, comentó algo muy bonito a propósito de origen del nombre de la comunidad.
Anteriormente las personas hacían balsas con guaduas verdes eso sí, para ir a vender productos a Juanchito, Cali. Encima de las balsas, echaban tierra y la apretaban bien para hacer un fogón. Solamente necesitaban llevar la sal y la olla, porque cuando iban por el río era tanta la cantidad de pescado, que no necesitaban ni siquiera pescar porque los pecados caían a las balsas.
Señalándome a la finca de los corcinos que colinda con la de Diego García, contó lo siguiente:
¡Vea! había tanto pescado, que en una ocasión un señor que se llamaba Arriano Alarcón y otro personaje, tiraron un tatuco. La gente iba a recoger pescados, eran tantos que se sentían como pasar por un cafetal. Las tambadoras se vinieron de allá de donde estaban hasta por acá; ni siquiera siguieron tambando porque se vinieron con las bateas llenas de pescado. (Alirio Carabalí, Pescador tradicional, 8 de marzo del 2019).
Mi tío siempre decía “aquel o aquella” refiriéndose a algunas personas de la comunidad, de las cuales decía éste o ésta “no guarda historia”. Aclarando que no todos por ser mayores están facultados para transmitir conocimiento según él. Mi tío Alirio mencionaba la capacidad que tenía su abuelo Sebastián Carabalí (mi tatarabuelo) para guardar la historia. Él dice que su abuelo le contó lo siguiente:
En el año de 1949, un señor Alarcón compró una atarraya en el tren. Se bajó a Cauca y sacó 119 boca chicos aproximadamente. ¡Grandes, grandes, grandes! Es que antes de la draga el pescado sí era grande. La draga revolvió el río. Antes cuando el río se inundaba, pasaba la creciente y el río quedaba limpio, ahora no. Si llueve por arriba no se puede pescar, si trona por arriba o por Timba no se puede pescar, porque esos ríos son los que ensucian a Cauca. (Alirio Carabalí, Pescador tradicional, 8 de marzo del 2019).
Aunque lo anterior parezca fantasioso de frente a la cantidad y a la calidad de pescados que se sacan del río hoy, en el mismo lugar donde yo charlaba con mi tío Alirio (en el puente), en el año 2015, Don Héctor Carabalí, con la seriedad que lo caracteriza y la seguridad de los años que lo respaldan, señalaba a la loma de la pastora y afirmaba “Cuando el río todavía corría al pie de la loma (la pastora) y no se había construido la salvajina, se cogían pescados del grande suyo (refiriéndose a mí)”. Es imposible negar que el asombro me tentaba a la incredulidad, pues los que yo he visto, y hace rato que no los veo, no llegaban a ser un poco más que de 90 centímetros. Sin embargo, es claro que el paso de los años y los cambios sobre en los ecosistemas, han generado todo el desastre que se vive hoy: peces pequeños e incomibles para los que temen a la contaminación de metales pesados como el mercurio y cianuro. Sin embargo, el mismo “pescao envenenao” que no se come Goyo, Tostao y Slow en el Chocó (Chocquibtown, 2007), es el que consumen las comunidades negras ribereñas, producto de la minería y la agroindustria que azota a muchos de los territorios Norte Caucanos.
De frente al desastre que implicó La draga en el territorio fluvial, es importante mencionar en breve, algunos datos que ayuden a comprender mejor lo que pasó. En concordancia con los relatos ofrecidos por Don Alfrey Gómez (agricultor y emprendedor panelero del corregimiento) en el marco del proceso de construcción de la revista Somos La Balsa (2018), se afirma que La draga empezó a operar en el río desde 1947 hasta 1954 aproximadamente. Dicho proceso tuvo consecuencias nefastas para la tenencia y uso de la tierra de los campesinos ribereños, pues “el chontaduro y el plátano también eran una fuente de ingreso, hasta que llegó la draga y fue desplazando los cultivos de la comunidad”. Además, en un ejercicio de desposesión forzada de los pequeños campesinos que se interponían a los intereses de La draga, afirma don Alfrey como que:
A las personas que no querían vender le depositaban la plata en una cuenta y tenía que ir a retirarla. Igual si los propietarios no aceptaban vender el terreno, les dañaban la finca, lo que producía el desplazamiento de la gente. La ganadería también sufrió por esta causa, la gente optó por dedicarse al cultivo de la yuca y la quema del carbón vegetal, como una manera de subsistir. “Nos metieron capacho por maíz”. Los conflictos en el territorio y en relación con los intereses económicos
Se pusieron a talar todo el bosque
Para un producto nuevo sembrar
Se olvidaron de plantar papa china
Chontaduro yuca y la pepa e pan
Y trajeron gente de otros lugares
Pa’ que los vinieran a asesorar
Hoy en lugar de coco, se cosecha coca
Y en lugar de amores hay enemistad
En lugar de guacuco se come bazuco
Y en lugar de guarapo marihuana dan…
Y como consecuencia de esos malos cambios En nuestro paraíso se acabó la paz (bis).
No hay hombres pescadores solo hombres pescados
Que parecen muertos por cualquier manglar
Con la lengua afuera y dedos cortados
Porque dijo algo que era de guardar
Irreconocible porque les echaron
Químicos que usan para procesar
Y como consecuencia de esos malos cambios En nuestro paraíso se acabó la paz.
Fragmento de canción: Coca por coco
Herencia de Timbiquí
Hay dicho tradicional que dice “capacho no es maíz”. Cuando los agricultores cosechan el maíz, en algunas ocasiones se dan mazorcas que aparentan ser grandes y no son más que capaz y capaz de la vaina que envuelve el fruto que realmente está vacío. De ahí surge este dicho para referirse a algo que promete mucho y realmente no es más que apariencia. De igual forma pasa con las promesas de “Progreso” y del “Desarrollo” que desde la Colonia han padecido las comunidades negras del país ¿Qué se podría esperar de estos discursos y prácticas que se edificaron sobre los cadáveres de las gentes negras raptadas del continente africano?
Las terribles experiencias que han tenido las comunidades negras norte caucanas, no distan por mucho, de las que padecidas por las del Pacífico costero desde Chocó hasta Nariño. Las acciones de los grupos armados al margen de la ley, tienen una escalofriante coincidencia con el despliegue de megaproyectos que vienen configurando verdaderas “geografías del terror” (Oslender, 2008) y de la muerte, desplazamiento, desarraigo territorial, del debilitamiento de las prácticas de la comunidad en las que, se mantienen “valores fundamentales” para la gente negra (Arriaga, L. 2002). El capital global a través del neoliberalismo, ha empujado a la destrucción de los territorios. El banano y la palma africana en el Chocó, el imperio cañero en el Valle geográfico del río Cauca, la coca, el petróleo y el oro en el Pacífico sur, dan cuenta de lo que Molano, A. (2017) llama la colisión entre lo consignado en la Constitución política (pluriétnica y multicultural) y los intereses macroeconómicos y neoliberales acolitados en la misma carta magna. Los pueblos están asistiendo a lo que Ó Loingsigh, G. (2013) llama “La reconquista del Pacífico” por medio de “la invasión, la inversión y la impunidad”
Este modelo de ocupación y uso de la tierra se articula a un sistema de producción fundado en la explotación de la mano de obra indígena, afrodescendiente y mestiza, sometida a diversas formas de servidumbre (terraje, aparecería, medianía y semiesclavitud). (PCN et al, 2009, p. 54).
Ese choque al que todavía resisten con valentía, es denominado por Escobar, A. (2015) como “luchas ontológicas”, las cuales parten no solo de la concepción que tienen las comunidades del mundo, sino de la experiencia de habitar mundos diferentes; mundos en los que prima la colectividad y el respeto de la vida, por ejemplo. Jamás se podrá dimensionar la gravedad de los daños que, por medio de las prácticas antes mencionadas, se les han infringido históricamente a las comunidades, sino se entiende el significado del territorio y el libre y autónomo ejercicio (de territorialidad) que se ha llevado a cabo en él.
“Para el afrocolombiano el territorio es la vida, donde el saber ancestral tiene valor y cabida. Ahí está contenida la herencia de los mayores, con su ciencia y con su gracia y toditos sus sabores. Todas las multicolores, vivencias que día a día otorgan la garantía para tener tan cercano, el territorio en la sangre para el afrocolombiano” (El territorio es la vida, Carlos Rodríguez citado en Ó Loingsigh, G. 2013).
El Caso de la Balsa
La Balsa, tierra de paz y alegría, en La Balsa yo disfruto de una gran compañía
Las gracias les doy a todos, por escuchar esta canción, la compuse con toda el alma y corazón
Cuidemos bosques y cuencas, también la naturaleza, cuidemos el medio ambiente, pa’ que La Balsa tenga grandeza
Y si a La Balsa vienes, disfrutaras del aire y su melodía
(…)
Junto a la naturaleza, voy construyendo fantasías
Fragmento de la canción: Tierra de paz
Autora: Janet Tovar
En La Balsa hubo tiempos que estuvieron lejos de ser de paz y alegría. Aunque se registra la presencia de los grupos armados al margen de la ley desde 1974, nada es comparable con la oleada paramilitar que, por medio del Frente Calima, golpeó fuertemente a la comunidad en el periodo comprendido entre 1995 y 2007 aproximadamente. Gracias a los procesos de resistencia pacífica y la valentía con que muchas personas se enfrentaron a estos grupos, entendieron que para algunos “es mejor morir de pie que vivir arrodillados” (Poesía, La negra Catalina Tetas). Sin embargo, hubo hechos dolorosos como asesinatos selectivos, amenazas, amedrentamiento, desapariciones forzadas y abortos provocados producto del miedo sembrado en muchas mujeres embarazadas. Lo anterior estuvo acompañado de cantidades de personas traídas de otros lados que eran acribilladas vilmente y tiradas al río, o que sus cuerpos eran dejados en las fincas del otro lado, como se le conoce a la porción de tierra que está en el departamento del Valle, propiedad de familias balseñas. El recorrido sangriento del Bloque Calima por el Cauca. (2012).
Algunos mayores dejaron de asistir a las adoraciones al niño Dios en diciembre por temor a las represalias de los paramilitares, quienes habían prohibido este tipo de reuniones, dentro de las cuales estaba los grupos de danza y todo tipo de reunión que generara sospechas. Aunque no dejaron de hacerse y las personas se negaron a dejar de ir, hubo una afectación sobre esta práctica. “Las adoraciones no se suspendieron, incluso en una ocasión estando en pleno baile se anunció ¡vienen los paras!... sigamos bailando, que no pare la música. Y así fue. Cuando ellos llegaron, la gente bailaba, los músicos tocaban; no se les prestó atención y salieron del espacio. (Sor Inés Larrahondo Carabalí, 2019). Sin embargo, no fue así en todos los casos. Agustina Peña Peña, una de las cantadoras más reconocidas de la comunidad, aseguró que dejó de acompañar velorios por largos periodos por temor a los “Paras”; no obstante, ella misma reconocía que, aunque una persona fallecida hubiese sido enemiga en vida, no dejaría de acompañar la familia del difunto para cantar y rezar si estaba es sus posibilidades hacerlo. Situación está que confirma, la intranquilidad infundida por la presencia de estos actores armados en el pueblo. Los asesinatos escarnecedores de personas que eran traídas de las zonas altas del municipio y de otros lugares para quitarles la vida en el puente del río, desacralizaron el territorio. Todavía recuerdo alguna vez que estando en el colegio, todos estaban alarmados por una mujer que apareció totalmente mutilada, irreconocible y atrapada en la tabla-estaca del puente. Muchos lo vieron directamente y otros a través de fotos. Fue una de tantas personas muertas con las que los pescadores se solían encontrar. Proclamado por mis tías y primas con las que me encontraba cuando ellas lavaban mientras yo bañaba, como “el dueño de Cauca” me costó muchos años, nadar en el río con la tranquilidad de no irme a encontrar ante una escena tan escalofriante como esa.
La gente no podía andar por donde quisiera. Se afectaron las rutas y caminos tradicionales por los que los que se habitaba libremente el territorio. Anteriormente, solían hacer encuentros para contar historias a manera de los griots africanos. Estas personas creaban y recreaban historias, a través de las que daban significado al territorio, a los mayores y a los que ya habían partido al otro mundo. Dichas historias estaban más presentes que ahora, y eran la excusa perfecta para reunirse al calor de los cuentos, las anécdotas y las vivencias sobre el amor y la vida. De ahí salían códigos, normatividades de convivencia (Pedrosa y Vanín, 1994). Esto se transformó radicalmente cuando las noches que eran largas para hablar, se acortaron al aviso de los toques de queda y de las amenazas. Los conceptos “cuerpos y territorios vaciados” propuestos por Vergara Figueroa, A. (2014) dan luces a este panorama y confirman que, a través de los hechos anteriormente descritos, las comunidades a las que se les ha impedido Ser por medio del terror, el empobrecimiento, la zozobra, asisten a un proceso de vaciamiento que transita, en este caso, de los prejuicios y el discurso, a la desaparición, extirpación y extinción radical de la vida misma por medio de los mecanismos para infringir el sometimiento simbólico y físico. Al respecto la autora comenta:
Hablo de territorios vaciados para comprender la configuración de territorios donde la colonización, la explotación, la violencia, el destierro, las políticas para el desarrollo, y las resistencias por la liberación coexisten cubiertos por el manto de las narrativas de subdesarrollo, marginalidad y barbarie (p. 352)
La Salve, un canto de vida o muerte
Toda la anterior descripción del territorio balseño, se articula en este apartado, con los hallazgos obtenidos alrededor de La Salve, una práctica-ritual de la tradición oral y fúnebre de las comunidades negras del norte del Cauca. La información que se presenta a continuación, toma como punto de referencia, a la muerte de un o una miembro de la comunidad, estableciendo tres momentos importantes para la comprensión de esta práctica: Antes, durante y después. Antes: creencias alrededor de la muerte
El significado que La Salve, no se puede desligar de las formas en que en la comunidad de La Balsa se vive la muerte y se celebra la vida. En orden a poder describir esta práctica, se hace mención del tiempo traído a colación por las cantadoras a través de la memoria de cómo era antes y cómo es ahora. Consecuentemente, se presenta La Salve con los diferentes tiempos en los que acontece.
La muerte en las comunidades negras del norte del cauca, constituye un hecho social que vincula incluso a la naturaleza. En la comunidad de La Balsa, hay una creencia de que la persona avisa cuando va a partir. Estas señales que la persona emite, solo se pueden entender cuando ésta ya murió y días posteriores los allegados se congregan a recordarlo. No es extraño escuchar que, a través de los sueños, sonidos extraños, los animales y las experiencias místicas, la gente asegure haber sentido la presencia del difunto que andaba recogiendo los pasos y despidiéndose de los seres queridos. Con la muerte, la persona no se desvincula inmediatamente de la comunidad, sino que sigue participando preternaturalmente en ella. Anteriormente cuando alguien moría y las casas no eran tan cercanas, el grito funcionaba muy bien como un mecanismo de difusión. La gente gritaba a viva voz ¡Se murió fulano, se murió fulano! y así se iba pasando la información de casa en casa y de loma a loma hasta que todos estuvieran enterados del hecho.
Mi abuela tenía mucho la costumbre que cuando oía cantar a la torcacita ¡se fue…! ¡Se fue…! Decía: póngale cuidado a la torcaza y verá que ella canta es ¡Curujú…! Pero cuando dice ¡se fue…! ¡Se fue…! ¡Se fue…! Y para, mi abuela decía: es un muerto, alguien se va a morir. Y verdad esas cosas sucedían. Otra cosa eran los sueños. Hoy a la gente se le hace extraño, pero anteriormente la vecina llamaba a la comadre y le decía: ¡Comadre, Comadre! Cómo le parece que me soñé con un matrimonio y la otra le respondía: Ay comadre, pero eso es un muerto oyó. También cuando los viejos soñaban con una pareja haciendo el amor y se le veían las partes íntimas, decían que era un muerto. Pero si le veían las partes íntimas al hombre, es porque era una mujer la que iba a morir y viceversa. Son cosas que todavía algunas personas creen o creemos. Mire que los viejos le decían a uno cuando uno era grosero: cuando me muera te jalo las patas. A mí me pasó con don Gilberto García cuando yo era muchacha y desde ahí dije, no vuelvo a ser grosera con un mayor. Otra cosa era que a usted escuchaba que lo llamaban con eco. Por ejemplo, Francisco… los mayores como manejaban el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo le decían a uno: no conteste hasta que sea la tercera vez porque puede ser alguien que se estaba yendo y lo llamaba a uno. (Marleny Caracas, 2019).
Como evidencian las afirmaciones de doña Marleny, la muerte de una persona está precedida por diferentes acontecimientos en los que se amalgaman una serie de imaginarios que hacen del tránsito, un proceso de fino hilar para las comunidades. Además, la muerte es un tema del que se hablan las salves. La cantadora en conjunto con los que le acompañen, pide la intercesión de los santos, de la Virgen y de Jesús, en favor de los muertos, pero también de los vivos. Se expresa un sentido de comunidad que sobrepasa los límites de la división entre la vida y la muerte.
Como lo refleja esta Salve, dentro de la espiritualidad popular de la comunidad, la muerte no constituye de ninguna manera el final. De tal manera que las personas que ya partieron, no se quedan en el pasado cronológico, sino que se han adelantado al destino del encuentro que les espera a todos. Los ruegos son entonces, la posibilidad de asegurar en el más allá, el destino ajeno y el propio que luego ha de convertirse en un nuestro.
Durante: entre el fogón, el Rosario, las risas y el llanto
Cuando confirman la muerte de un integrante de la comunidad, los vecinos y parientes acompañan en todas las actividades preparatorias para la adecuación de la casa. Las personas empiezan por acomodar los espacios de los que el principal es la sala; lugar en el que se va a disponer La Tumba para la velación del difunto. La Tumba, se construye con sábanas blancas, flores incrustadas, que pueden variar de acuerdo al acceso a las mismas. En este lugar, posteriormente estará la foto del difunto, el féretro, un crucifijo, una biblia, Las coronas y las 4 velas. Anteriormente, se acostumbraba a ponerle un poco de agua en una especie de calabazo para que el difunto tomara cuando le diera sed.
Mientras las mujeres están lavando al interior de la casa, los hombres están adecuando al exterior de la casa, cortando postes de guadua para las ramadas en caso de ser necesario o ensamblando las carpas metálicas que generalmente son prestadas por miembros de la comunidad. El día transcurre entre la solidaridad y el volcamiento de los acompañantes que asumen el peso logístico de disponer lo necesario para que la familia más allegada se sienta rodeada. Una costumbre que se ha perdido en el casco urbano, es que cuando la persona moría, todos los ahijados ponían nueve velas con una cinta que podía ser negra o morada alrededor de la tumba. Y si fue un ahijado el que murió, el padrino debía de regalar las vestiduras.
Cuando la persona no muere en la casa, uno de los momentos más significativos es cuando llegan con el muerto. Los que están esperando, rompen en llanto y se encuentran con los familiares que estuvieron gestionando todos los trámites para traer a la persona a casa. Entre apretujados abrazos y amargas lágrimas, las diferentes personas que ya están en el lugar, se acercan para expresar su compañía y ofrecer consuelo por medio de las condolencias.
Si trajeron al muerto durante el día, a eso de las 07:00 p. m. la casa entra en un ritmo acelerado. Es el momento en el que la mayoría de los que estaban lejos llegan y pasado el doloroso recibimiento, se percibe un ambiente ruidoso por las carcajadas y los estruendosos saludos de los parientes que llevaban tiempo sin verse. Es el momento de conocer a los familiares de los que seguramente solo se había escuchado hablar. Lo primero que la persona hace cuando llega, es saludar someramente y pasar a ver el muerto. Ahí transcurren varios segundos en los que el silencio y la mirada fija en el féretro marcan el inicio de la noche para la persona que apenas llega.
El centro de operaciones lo constituye la cocina vieja que todavía muchas casas conservan. Este es el lugar desde donde las mujeres principalmente, dirigen todo lo relacionado con la coordinación del velorio; se localiza en la parte de atrás donde en el que se organiza el fogón para preparar la comida, despachar el café, el agua de panela, el pan durante toda la noche y las comidas del día siguiente. Alrededor del fogón suceden muchas cosas dignas de traer a colación. Ahí se congregan las personas que durante todo el día se han involucrado en gestión del velorio. Algunas notas durante el velorio de Elilsvianey Peña 04 de diciembre del 2019) lo expresan mejor:
Llegué al velorio cuando ya había muchas personas. Todo el espacio al interior y por fuera de casa, estaba lleno. Después de ver el muerto y los largos saludos antes de encontrarme con la mamá del difunto, arrimé en la cocina en la parte de atrás. A pocos metros del fogón, vi a mi tía, Liliana Sandoval llamada, encargada con la misión de preparar la mazamorra para el día siguiente. Después de andar entre la sala y parte de afuera y luego del canto de La corona, pasé casi toda la noche al lado del fogón. Había alrededor de 8 personas a las que luego se sumó mi mamá, una prima cuarta y en ocasiones un hermano del difunto. No tuve que esperar mucho para notar que la conversa se ponía interesante. Paré la oreja, abrí los ojos y empecé a percibir que los principales temas eran sobre plantas medicinales, anécdotas con muertos, chistes, historias de los mayores, las brujas y una expresión sobre la que se reiteraba diciendo “los viejos decían” como antesala de un refrán o un dicho. De todo el despliegue de experiencias colectivas e individuales que estaban sucediendo en el fogón, hubo una de ellas que me llamó poderosamente la atención.
Más o menos a las dos de la mañana, llegó de Cali José Luis. Es reconocido en la comunidad por ser todo un personaje, un excepcional contador de chistes e historias. Nadie se escapa de ser contado o narrado por él. Donde está José Luis, siempre corren lágrimas, producto de las risas que producen sus historias, que terminan en un dolor de los músculos abdominales. Cuando él llegó al fogón. En menos de media hora, estaba lleno de personas que ahora constituían su audiencia. Con la sola palabra además de hacer reír, tuvo la licencia de hablar por más de 3 horas captando la atención de los que estábamos ahí. Una que otro intervenía no por más de 2 minutos, para dar paso a este que parecía ser un maestro de la palabra. En esas casi 4 horas, por medio de la gesticulación, la emulación y la teatralización, él mencionó a una cantidad de personas fallecidas que con su destreza parecían revivir. Recuerdo a don Marinito, Lupe, Don Primo, Don Pacho, Don Rafael y Don José Mina (papá del difunto). Muchas de ellas de tengo pocos recuerdos o no conocí en vida, no obstante, puedo referenciarlos con toda claridad, gracias a este encuentro. Hablaba de todos y de todo. Sin importar el rango o la jerarquía en la que estuviera una persona que nadie se atrevería a hablar, investido por el poder de la palabra, podía crear un chiste del más respetado señor o señora del pueblo, incluso si fuese el papá del difunto y de sus familiares.
Al día siguiente cuando me senté a tomar nota de lo ocurrido, comprendí que José Luis representaba un auténtico griot africano. Pues el poder de la palabra para los pueblos africanos trasciende el espacio-tiempo e incluso alcanza una dimensión mágica en donde las instrucciones, moralejas éticas, valores culturales y criaturas maravillosas juegan un papel importante. El griot africano es entonces el relator de cosmovisiones, de historia y genealogías.
A través de los chistes, se reclama constantemente la existencia de aquellos que, aunque ya murieron se los recuerda una y otra vez. En consecuencia, en la comunidad somos más de los que vemos. Somos los que estamos y todos los y las que a través de la palabra se les da participación y cabida en ella. Las principales funciones que se le podrían adjudicar al momento descrito son:
a) Armonizar las relaciones por medio del poder divino de la palabra:
Vale la pena señalar que los contadores de cuentos africanos eran verdaderos juglares con una gran licencia sociopolítica y religiosa. El contador podía tomarse la libertad de hablar de aspectos de la vida que eran tabú en la comunidad. Estaba facultado para cuestionar ciertas creencias religiosas; podía criticar impunemente las decisiones del rey y su familia; podía discutir los temas cotidianos, juzgar y condenar a los infractores, siempre bajo la protección de las historias mismas que, siendo creadas por el mismo Dios del Cielo, no eran susceptibles de censura política, religiosa o social. (Duncan, Q. 2015, p.68)
b) Conectar las generaciones pasadas con las presentes. Al respecto Rojas, J. (2016) dice que “(…) la palabra hablada no se limita únicamente a recrear su cotidianidad, sino que mantiene el vínculo íntimo de la comunidad con sus ancestros y se ve materializado a través de diversas prácticas sociales” (p.49).
c) Reformar los relatos por medio del placer de contar las historias cada vez mejor contadas. El narrador oral, a diferencia de los autores en otros tipos de literatura, transforma la realidad en vivo y en directo.
d) Proveer referentes de identificación, representación y significación a través de los que se “(…) ofrece al final de cuentas, propuestas de visiones del mundo a la colectividad; visión que, dicho sea, al vuelo, puede contribuir a destacar elementos del medio, a la formación de la consciencia de grupo” (Duncan, Q., 2015, p.67) conciencia que expresa en un pensamiento político (Valderrama), en una postura con bases epistemológicas y ontológicas.
e) La creación artística por medio de la tradición oral, que figura como una composición de la lengua cuyo fin o función es la de transmitir conocimientos históricos, culturales y valores ancestrales que se actualizan desde una temporalidad cíclica que le otorga su sentido más profundo. Estos relatos se encuentran profundamente relacionados con la espiritualidad de estos pueblos, porque en el acto de narrar un relato no solo se cuenta una historia, sino que se genera la unión entre lo terrenal y lo espiritual, dando sentido a la identidad cultural de los pueblos. (Álvarez, G. F. 2012, 25)
Anteriormente si la persona moría en la casa, como al principio los ataúdes eran de esterilla, los ponían en la sala y la gente comenzaba a rezar. Los rosarios de hoy no se comparan con los de antes. El esposo de la tía Micaela decía: “las balas de este rosario son balas de artillería y todo el infierno tiembla diciendo ¡Ave María!” (Marleny Caracas, 2019). Además del rosario de las Ave Marías y Padres Nuestros, se rezan rosarios con diferentes oraciones como: “A las ánimas benditas quien la pudiera aliviar, que Dios el saque de pena y las lleve en descansar”, “Oh tierno padre de la más florida flor, adoremos el misterio de la Santísima Trinidad” “Con la tierra que saque échenlo pa’ allá, con la misma tierra vuélvalo a tapar” “San miguel Arcángel está sentado en una columna, rogando a Dios por las almas para que no se pierda ninguna”.
Las toldas que eran para secar café, servían para construir las ramadas. En la sala alistaban coletas porque la mayoría de mamás venían con sus hijos y ahí los podían acostar. Afuera, se hacían las bancas de 2 guaduas para todos lo que iban llegando. El velorio empezaba regularmente a las 07:00 p. m. y terminaba a las 05:00 a. m. de la mañana cuando se cantaba el Ave María. Las personas acompañaban toda la noche.
La cantadora
Para el caso de las comunidades afrodescendientes del norte del Cauca, no es tan común que los hombres sean cantadores, aunque si hay algunos que ejercen esta labor. El rol de la cantadora es sumamente importante, pues no todo mundo tiene la sabiduría que implica esta práctica ni el conocimiento de las salves. Las cantadoras se formaron desde pequeñas con las abuelas que, “echándoles por delante”, para cuanto velorio y novenario hubiera, le heredaron algo más importante que las letras mismas y sus cuadernos: las tonadas. Ellas guardan de memoria, la tonada de más de 35 salves. Las letras son custodias con un celo indescriptible, en los cuadernos que también heredaron y que han ido renovando con su puño y letra. “Una vez presté mi cuaderno y me le arrancaron unas hojas, de ahí hice el juramento de que jamás lo volvía a prestar” (Irma Solarte, 2019). En la Balsa, se destaca la familia Peña, como la que ha guardado esta tradición de cantar salves. Agustina Peña, La recibió de su mamá doña María Engracia Peña, que a su vez la recibió de su mamá Agustina Peña y de su papá Agustín Peña de quien se dice cantaba todas las salves sin cuaderno. Al respecto Agustina asegura:
Ahí fue que yo aprendí con mamá. Ella me decía: aprenda para cuando me muera. Y entonces, cuando murió ella, pues cogí el cuaderno y lo pasé con letra mía. Los cantos en los que yo entendía la letra de ella los pasé. Entonces yo le di copia a Chelo (Bricelina Peña) y ella también canta.
La cantadora sabe que La Salve no es simplemente un canto y ya. Ellas tienen la responsabilidad y la facultad de incidir en el destino eterno de un alma. Por lo tanto, la relación entre la cantadora y La Salve, expresa la labor de alguien que administra una especie de poder. Ellas se cuidan de no entonarlas en cualquier espacio o momento, pues “antes decían que los cantos de novena, después de que no hubiera un muerto uno no podía cantar, porque decían que uno llamaba muerto y que allí se podía morir alguien” (Agustina Peña, 2019)
Yo si tengo algo, yo estoy por ahí y me llega la canción y a los pocos días me dicen, se murió tal persona. Cuando eso me pasa, yo la canto porque pienso que es mentalmente, pero se me sale y digo ¡ay Dios mío por favor no! y al instante me avisan que alguien murió. (Bricelina Peña, 2019).
Doña Graciela Balanta que también es cantadora difiere de este punto diciendo:
A mi si cuando me llega La Salve, yo no dejo de no cantarla, porque yo estoy segura que alguien se va a despedir de este mundo. Entonces yo creo que yo que canto la ayudo. Porque así ustedes no crean, cuando uno va a morir, uno recorre. Y siempre como yo le decía a Marleny, esa persona va buscando a las personas que más o menos sean de oración, para que le ayuden. Entonces al uno quedarse callado no está ayudando a la persona que necesita. Yo les digo en la casa, se va a morir alguien, se está despidiendo una persona. Entonces esa es mi versión.
A pesar de tener posturas diferenciadas ante cantar las salves o no en distintos momentos, ambas reafirman la capacidad de influir sobre los miembros de la comunidad. Las cantadoras reconocen con preocupación que esta práctica, aunque no ha desaparecido, se ha debilitado mucho y que el descuido de algunos que promueven maneras que anulan el proceso tradicional hace daño.
En lo correspondiente al rezo del Santo Rosario, se empieza con una salve que convoca a todos rezar. Antiguamente aseguran con preocupación doña Marleny y Agustina más conocida como Agucha que, al escuchar esta Salve, todos absolutamente todos se unían al canto y al rezo. Para convocar a las personas, se inicia con hermanito del Santo Rosario.
Cuando se acercan las 12 de la noche, se da uno de los momentos más importantes del velorio. Es el momento en el que se canta La corona. Esta salve puede ser considerada como la principal, debido a que no es opcional ni intercambiable además de que hay imaginarios alrededor de ella. De todas las salves es la que más convoca a congregarse. De frente al crecido desinterés e irrespeto que ha aumentado en los últimos años, la mayoría de las personas cuando las cantadoras entonan esta Salve, guardan silencio si no desean cantar, se ponen de pie y se congregan al entorno al difunto. Se canta a las 12 porque es el comienzo del nuevo día en el que ya se despide al ser querido para siempre. Es la única que recorre detalladamente el cuerpo de la persona en referencia a la Virgen María, nuestro Señor Jesucristo y el Padre eterno. En concordancia con lo anterior. Doña Marleny afirma “la Corona le recuerda a la persona a uno en sí”. Este constituye otro momento fuerte del velorio. Las lágrimas brotan seguramente al recuerdo del ser querido y pareciera que esta Salve ayuda a transitar por medio del mismo dolor, los amargos sentimientos de la separación corporal de la persona.
Hay una creencia que dice que, si una persona se va del velorio antes de que se cante La corona, el muerto lo persigue y lo ataja para que no se vaya. He escuchado relatos de jóvenes y viejos que confirman esta experiencia alrededor de La corona.
Usted sale de ahí a las 12 resulta que el mismo difunto u otro lo está atalayando a usted. Yo decía que eso era pura paja. Ahh eso es cuento, eso es mentira, yo lo decía. Una vez yendo a una novena a la portada, faltando veinte para las 12 nos vinimos. Es día nos vinimos por acá por Ricaurte por la carretera. Ahora sí que problema oyó. Llegando a rancho caído. Son cositas que uno no cree, pero es la verdad. Ese monte chau, chau, chau. Se oía que caminaban y los pelos se le paraban a uno. Veníamos con 4 y los pelos se nos pararon y nosotras sin poder caminar ¿muchachas nos devolvemos? ¡Que no, sigamos así! Empezaron con grosería y nos vinimos (Agustina Peña, 2019).
En el velorio producto de estas experiencias, las personas replican y reafirman los caminos y las horas por las que se puede transitar, estableciendo normatividades que manan de la oralidad, y van en pro de la protección o como dirían Pedrosa y Vanín (1994) de la supervivencia colectiva e individual de los miembros de la comunidad.
En la corona hay una reiteración en la mayoría de las estrofas que revela un dato importante: está tu cabello, está tu frente, está tu cara, están tus ojos… están tus pies, está tu cuerpo sagrado y vivo. En relación con el primer punto de los hallazgos, se confirma la importancia de la presencia material del cuerpo como una extensión del territorio; al que se lo mira, se lo llora, se lo canta y se lo cuenta. ¿Qué pasa entonces con los cuerpos que fruto de la desaparición forzosa no están? Esta Salve expresa el valor del cuerpo presente. La certeza de ver el cuerpo (muerto), es la seguridad de que vive en el más allá. Esto despierta el deber de acompañar por medio de las novenas, las misas, los rezos y las salves el tránsito de la persona para que llegue a puerto seguro. Pero, la violencia ha dejado personas muertas aquí y muertas allá, pues en una especie de limbo, dicha situación empuja al olvido y la desconexión total ante la incapacidad que tienen las personas para darles un lugar en el marco de la existencia.
Después de La corona, se cantan diferentes salves y se continúa rezando hasta las 5 de la mañana. Sin embargo, cuando el velorio llega a su fin, las salves que se entonan tienen un contenido que invita a la despedida. Por medio de estas letras que están en primera persona, se habla en nombre del difunto expresando su adiós.
El acompañamiento de las personas en los velorios se ha transformado. Anteriormente la mayoría de las personas solo se devolvían a sus casas para lavarse los pies y la cara, con el objetivo de seguir acompañando hasta el entierro. Actualmente hay personas que, por los compromisos, deben de elegir entre el velorio o el entierro. Cuando es el caso del primero se van antes del amanecer, aunque se mantiene el flujo, hasta que se entone de La corona. El entierro es precedido por la Misa que se celebra en el templo o en la casa difunto dependiendo la cercanía al cementerio. En la mayoría de los casos, los entierros no pasan de las 03:00 pm y son acompañados por bastantes personas. En el cementerio, el difunto se deja en una capilla y las personas pasan a despedirse por última vez. Cuando el cuerpo está a punto de ser enterrado, una persona de la familia o alguien con un rol de liderazgo en el pueblo, dirige unas palabras de agradecimiento para el difunto y para la comunidad que ha venido acompañando asiduamente. Este conjuntamente con el memento en el que meten a la persona en hueco, es cuando afloran los sentimien-tos y la conmoción general. En el mismo instante que bajan a la persona, también se entonan salves e himnos de la iglesia como amémonos de corazón y madre mía que estás en los cielos, envía consuelo a mi corazón, juntos como hermanos y Adiós quiere decir. Hay una creencia que las personas hoy menos que antes siguen respetando: los del núcleo familiar no deben echar tierra a su muerto, pues esto puede atraer la muerte a otro familiar. En el momento del entierro se encuentran los apellidos nuevamente y el acto de echar la tierra sobre el difunto es colectivo. Entre hombres y mujeres, se turnan para sepultar al difunto. Muchos mayores a los que las fuerzas se lo impiden, se acercan y con valor se agachan para tomar con sus propias manos y lanzar valientemente un poco de tierra al hueco
La Tumba en el cementerio, finalmente queda decorada con las coronas y los ramos que regalaron las familias. Se acostumbra a poner una cruz providencial de madera, que en el mayor de los casos, es reemplaza por un material que dure más.
Después: el Novenario y la Misa
El novenario como su nombre lo indica, son nueve días en que las personas siguen acompañando el duelo de la familia y compartiendo en la casa del difunto. La tumba permanece durante todo el novenario. A eso se le suma el altar, que es una mesa pequeña no está el cristo cubierto con manto blanco y tres velas que son encendidas al momento de rezar que se dejan toda la noche.
Los novenarios también se han transformado con el tiempo. Anteriormente en el último día se rezaba hasta las 5 de la mañana y también se cantaba La corona. Cuando ya terminaba el rezo, mientras se cantaba el Ave María, se apagan las luces, se iba desvistiendo la tumba y nadie podía quedarse en la puerta porque el difunto iba a salir. El último día, se ponía un recipiente en sala, las personas depositaban ahí su colaboración para pagar la intención en la misa que se celebraría al final del novenario.
Las cosas ya no son como antes, lo que pasa es que somos gente que no creemos más modernos. Hay mucha gente que ni siquiera tienen respeto por el cuerpo de esa persona y no rezan como si fuera un animal. Uno no sabe cómo esa persona murió. Entonces a una persona ¿cómo no se le va a hacer un rezo? Por eso el novenario tiene que ser sus nueve días completos. (Graciela Peña, 2019).
Los novenarios al igual que los velorios, son un espacio de integración que congrega a las personas más cercanas de la comunidad que son las que siguen acompañando el duelo en esa extensión de días.
La Salve en otros momentos
La Salve no se canta solamente en momentos de muerte, sino en momentos de vida como las eucaristías y en la semana santa. Estos momentos se pueden catalogar como momentos de vida. A través de ellas se motiva al encuentro con Jesús y con la comunidad (que no pasan por la muerte de un integrante). También se dan lecciones para la vida comunitaria desde la exhortación y la invitación al respeto a Dios, a sí mismo y a los demás.
Como se evidencia en esta Salve, a través de ella se dan normativas que por medio de la reiteración se fijan códigos para la convivencia. En el ejercicio de la territorialidad en las comunidades negras, el reconocimiento de la autoridad en los mayores es fundamental. El mayor, enseña, corrige y transmite el conocimiento. En esta Salve se resalta la figura del adulto que ha perdido tanto valor en las familias y se motiva al respeto que los “inferiores” deben tener hacia ellos.
A continuación, se muestran algunos ejemplos de las salves que se entonan en momentos (de vida) como la eucaristía y Semana Santa.
1. Conclusiones
Un vínculo a través de las palabras
Cuando los africanos fueron esclavizados, se trajeron con ellos un pedazo de África en su corazón, pero sobre todo en sus palabras, relatos y narraciones. La capacidad de re-creación y supervivencia unida a los esfuerzos por mantener los vínculos comunitarios, condujeron a muchos a la libertad en tierras opresoras. Esos actos de cimarronaje fueron posibles en gran medida, por mantener forma de comunicación propia que los esclavizadores no podían entender, y las maneras particulares de contar y de cantar sus experiencias. Desde un principio a muchos africanos se les apartó de sus grupos originarios para que no pudieran gestar rebeliones; pese a ello, los hijos de los primeros negros y negras, reconstruyeron en el continente hispanohablante lo que para ellos significaba la libertad, encarnando sus relatos a un territorio en particular ¿Cómo lo hicieron si no habían nacido en el viejo continente? A través de las historias de los abuelos, las abuelas y por medio de la capacidad de tejer vínculos y redes de comunicación afectiva y efectiva (Tradición oral).
En reuniones secretas, trasferían gran parte del conocimiento del cosmos que, a su vez quedaba plasmado en la memoria de los y las renacientes. Dicha riqueza heredada de los primeros padres y madres, desembocó en una dinámica vital: preservar los escenarios en que los pueblos negros creaban sus propios códigos de vida y los reproducían en una visión propia del mundo, o como diría Escobar (2005) una visión de un mundo propio. Es entonces cuando cobra importancia la tradición oral en sus diversas manifestaciones, apareciendo como preservadora del saber, de los valores fundamentales y de la memoria colectiva de toda una comunidad. Sin embargo, es mucho más que eso: la tradición oral además de guardar saberes, les da vida y los transforma.
La tradición oral tiene múltiples formas y expresiones que según la catalogación realizada por Pedrosa y Vanín (1994) va desde las Décimas, versos, coplas, romances, retahilas, estribillos, ensaladillas y cuentos; cachos o chistes, leyendas, mitos, adivinanzas y desates; proverbios, refranes, dichos; arrullos o cantos de cuna, alabaos, salves o cantos de pasión, narraciones históricas, chigualos, gualíes o canto de angelito, loas de noche buena y cantos de boga, de las que solo me centraré en La Salve. No es posible entender la Salve sin comprender en la proporción merecida la importancia de lo Oral para los pueblos afrodescendientes, por lo que, el siguiente fragmento está dedicado ello. Posteriormente, se explicará La Salve como una expresión de la tradición oral en la comunidad afrodescendiente de La Balsa, sus sentidos y significados.
Las tecnologías puestas en marcha por la el capitalismo, el neoliberalismo, el progresismo y el desarrollismo como discursos y prácticas modernas, tienen su cuota en el cambio de la sensibilidad de muchas personas de frente al territorio, a las prácticas y a la comunidad; de tal manera, en el caso del territorio, muchos pasaron de verlo como ese lugar de Buenvivir, a verlo como ese lugar de atraso del que “había que superarse”; al que había que aprovechar de formas rapaces “para salir adelante”. Se requiere entonces volver a escuchar las voces de las que habla Walsh, C. y García, J. (2015), las voces de los mayores, pues ellos aseguran que:
El problema, por supuesto, surge cuando la significación de este mundo y de su base ontológica-epistémica-espiritual-metodológica-pedagógica empiezan a ser transgredidas y desplazadas, cuando los y las mayores –como ancestros– pierden sus audiencias captivas, cuando aquellos que han fallecido, no se sustituyen, cuando se rompen lo colectivizado y compartido y cuando como sostiene Zenon (citado en García, 2010), la gente de la comunidad empieza a asumir una verdad de otros. (p.84)
Necesitamos entonces volver a escucharlos, pues son las voces que hoy languidecen, son las voces que hoy se apagan por el ruido de otras voces: el sueño chileno, el sueño americano, el sueño otro, siempre otro, la historia otra, los referentes otros. Luego entonces, se aturden los oídos de la gente y se desplaza el horizonte de sentido que ha constituido desde años inmemorables la carta de navegación por la que las poblaciones afros han sido más que un montón de gente negra viviendo junta. Hay que propender porque esas redes de comunicación intergeneracional e intercontinental, no se rompan, sino que se fortalezcan por medio de prácticas como La Salve, le da sentido de efectividad y afectividad a dichas redes.
Más allá de embarcarse en búsquedas lejanas, se propone aquí, una mirada hacia atrás, dirigida a la forma en la que los antepasados re-crearon sentidos africanos en tierras que no fueron siempre suyas. Lo hicieron por el recuerdo mantenido en la memoria y comunicado en gran parte por el poder de la palabra. Pero en ese sentido ¿cómo hacemos para el que río vuelva a ser sagrado? Una posibilidad sería que volvamos a escuchar en vez de las balas, las historias de los mayores acerca del río. Las historias que a su vez sus mayores les contaron a ellos creando unos lazos de amor, respeto y conservación. Eso es lo precisamente posibilita la tradición oral, en el encuentro con el otro, en el estar con el otro. Es así como el territorio recobra su significado: cuando los referentes y las formas particulares de habitarlo se cantan y se cuentan a través de los espacios en los que la tradición oral está viva, como es el caso del momento de la Salve.
La palabra hablada, se parece a la vida misma del ser humano. Se corre el riesgo de que tan pronto se acaba, rápidamente se olvide, pero, así es la vida. La escritura en cambio, es el entierro de la palabra que, sepultada en un papel garantiza la existencia perpetua de una información que permanece como una momia: con cuerpo, tejidos y forma, pero en últimas, inanimada.
El problema no es que se ponga en peligro la permanencia de la información y los contenidos; pues así se hizo durante muchos años en la humanidad. El problema está que los tiempos contemporáneos con sus nuevos ritmos y lógicas, han roto con los espacios y las estructuras que posibilitan la segura transmisión de la información por medios orales, de manera que el “encargo generacional” Walsh, C. y García, J. (2015), no encuentran receptores, no encuentra audiencia.
De este modo, debe interpretarse aquí que, en la palabra que se profiere por medio del cuento o del canto (para el caso de la Salve) hay un saber y un poder a través del que se reafirma la vida, la existencia y el ser. Hay una propuesta sobre el mundo, que abarca valores y formas de habitarlo incluyendo a los que, habiendo muerto, no dejan de tener una participación importante de forma activa, en tanto que su presencia (preternatural) es reconocida y valorada por las personas y de forma pasiva, en tanto es recordado, rememorado por medio de las narraciones, los relatos y anécdotas que, reinsertan y reclaman constantemente su existir para la comunidad.
Los espacios de expresión de la tradición oral, deben verse como verdaderos palenques. Palenques literarios Valderrama, C. (2018) en los que se hallan inscritas las cosmovisiones y las propuestas de las comunidades negras. Y no solo allí aclaro, pero sin la gran parte de los soportes de un pensamiento y una propuesta política que se reposa en la posibilidad de llevar a cabos senderos trazados desde los horizontes de sentido. Las organización político-territorial bajo la figura de Palenque con la que no cuentan los pueblos negros de la cuenca del Pacífico, se podría decir si se quiere que, permanecen vigentes en unas gestas que pasan indudablemente por un cimarronaje oral. Cimarronaje presente en algunas palabras que no pudieron borrar y aunque no existan para la RAE y para el Word - Office, operan para la gente, tienen sentido y generan sentido: gulungulo, chilinguería, geringeira, y candanga son un ejemplo de ello. En un estudio serio de los aportes realizados por Rogelio Velásquez al pensamiento crítico afrocolombiano, Valderrama, C. (2018) propone la idea de palenque literario “como una expresión descriptiva que nos permite acercarnos a las relaciones sociales y culturales en las que el arte literario circula como medio de comunicación y pensamiento” (p.105)
En ese sentido, La Salve como expresión de la tradición oral afro balseña, aglutina y condensa a muchas otras expresiones orales que, difícilmente se encuentran en un solo espacio-tiempo y que se presenta aquí como un palenque literario. En gran medida lo anterior es posible porque a pesar de las transformaciones que ha sufrido los espacios que favorecían la oralidad en la comunidad, acompañar las muertes sigue teniendo fuerza como motivo inaplazable de encuentro y de solidaridad, acciones. Dichas actividades, contribuyen a que se le imprima sentido, razón e historia a los cuerpos y al territorio, para que en un modus operandi inverso al mencionado, se mitiguen las nefastas consecuencias del vaciamiento de los cuerpos y el territorio, Vergara Figueroa, A. (2014) por medio de la garantía de que se puedan preservar y enriquecer los espacios de producción, transmisión y reflexión intelectual, cultural, político-ontológica y comunitaria desde lo público y lo local Valderrama, C. (2018). La corona, es un ejemplo de ello. Por medio de esta Salve, se da un proceso que, en respuesta a lo anterior, se puede denominar llenamiento de sentidos a los cuerpos y al territorio. Si esas personas que son reafirmadas por medio de la declaración de que están… pueden por medio de ésta acción permanecer y ser tenidas en cuenta en la comunidad, sus historias y conocimientos seguirán operando por medio de los relatos, las siembras y semillas tradicionales, los cantos, el rió, las narraciones fundantes que, aunque sobrepasan el territorio, no prescinden de él, sino que se co-construyen con él.
Todo lo anterior empuja a entender que la noción de La Salve como canto, debe ser ampliada o enriquecida a una noción que trascienda el espacio-tiempo; dando lugar, a lo político y lo intelectual que, por lo general no se le relaciona con lo afro o lo negro, al tiempo que lo místico y lo preternatural no es reconocido como un conocimiento que mana de fuentes de realidad para la comunidad. En consecuencia ¿qué es La Salve aquí? La Salve no se propone aquí no solo como un canto, sino como un momento, el momento de La Salve. Al figurar como una variable intermedia el momento de La Salve, es la puerta para describir varios aspectos importantes que ocurren al interior de la comunidad especialmente cuando se lleva a cabo esta práctica. Sin dejar de lado lo artístico y lo musical, de esta forma, es posible dar cabida a rastrear elementos que juegan un papel fundamental, pues sería un exabrupto pensar que solo de alegría y jolgorio los y las afrodescendiente han logrado sobrevivir al “exterminio cultural”, simbólico y físico mencionado anteriormente.
Así las cosas, siendo el Momento de La Salve un concepto que se conjuga fraternalmente con el Palenque literario, este constituye un canto de vida o muerte para la comunidad afrodescendiente en el corregimiento de La Balsa en varios sentidos. Primero los tiempos en los que acontece esta práctica, son indudablemente tiempos que atraviesan la vida y la muerte en la comunidad tejiendo puentes entre lo que Motta, N. (1997) llama los tres mundos: Segundo: La Salve es un canto que tiene la facultad de y acompañar al difunto en el momento de su muerte, direccionándole hacia la vida eterna. Finalmente, en la necesidad que los pueblos tienen de fortalecer el ejercicio de la soberanía territorial, ante todo el ambiente que cada vez es menos propicio, es de vida o muerte que los miembros de la comunidad cuenten con elementos identitarios que manan de la tradición oral y desembocan en el fortalecimiento del sentido de pertenencia y de permanencia en el territorio. Pues sin historia no hay vida y sin palabras no hay historia: sea cantada o contada, la palabra constituye la posibilidad misma de la existencia o acaso ¿cómo existe lo que no se ha nombrado o dicho? Todo cuanto existe, es también posible por el acto de ser nombrado, comunicado, expresado en la relación-interacción humana, condición enérgicamente necesaria para la comunicación. En consecuencia, el momento de La Salve, hace posible la comunicación, el habla, la oralidad. De acuerdo con Motta, N. (1997) todo lo anterior lo posibilita la voz, que a su vez permite la presencia; presencia que no puede prescindir de un lugar (el territorio) y de la acción sobre éste (la territorialidad). Si se sigue esta lógica, el vigor de la presencia está fuertemente ligado a la potencia misma de la voz. Luego entonces, mientras no se pierda la voz, no se perderá la presencia, de manera que la fuerza de la presencia dependerá (entonces) de la potencia de la voz. Finalmente, la infraestructura nostálgica, que se propuso en las primeras líneas del documento para denominar las acciones territoriales de la gente negra en el norte del Cauca, será fuerte o débil en relación a la posibilidad de recordar, pues no hay nostalgia sin memoria.
Referencias Bibliográficas
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Notas de autor