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El entierro de Cortijo, Edgardo Rodríguez-Juliá
Delectus, vol. 1, núm. 1, 2018
Instituto Nacional de Investigación y Capacitación Continua

RESEÑAS

Delectus
Instituto Nacional de Investigación y Capacitación Continua, Perú
ISSN-e: 2663-1148
Periodicidad: Semestral
vol. 1, núm. 1, 2018

Recepción: 21 Septiembre 2018

Aprobación: 01 Diciembre 2018

Publicación: 04 Diciembre 2018

Esta licencia permite a otros entremezclar, ajustar y construir a partir de su obra con fines no comerciales, y aunque en sus nuevas creaciones deban reconocerle su autoría y no puedan ser utilizadas de manera comercial, no tienen que estar bajo una licencia con los mismos términos.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Rodríguez Juliá Edgardo. ¿El Entierro de Cortijo: una crónica mestiza?. 1983. Río Piedras. Huracán. 10pp.. ISBN: 0940238217

“¿Cómo definir este pueblo? Definirlo es fácil, pero ¡qué difícil es describirlo! Es pueblo pueblo, mi pueblo puertorriqueño en su diversidad más contradictoria”

Edgardo Rodríguez Juliá

A partir de la década de los años 60, en pleno siglo XX y en el marco del llamado “Boom Narrativo”, varios grupos de autores puertorriqueños expresaron a través del discurso musical popular caribeño, una temática que constituye el denominador común y caracterizador del ser y del sentir de una determinada comunidad, que se encuentra entrelazada y a la vez separada por un elemento natural revestido de lo cultural: el Caribe.

El Caribe se constituye en un puente de ricos e importantes intercambios culturales: el lenguaje, las costumbres, la formación religiosa, las normas que regulan el comportamiento social, entre otros, en virtud de los cuales, cada uno de los países latinoamericanos, en especial los caribeños, será expresión de una variopinta muestra de historia, de literatura, de religión y de costumbres que tiñen y son teñidas; es decir, las cargas culturales de los pueblos interactúan mutuamente logrando un diálogo permanente.

La mixtura del Caribe evidencia por ejemplo, a través de las religiones afroamericanas, que estas dejaron de ser un asunto de negros y descendientes de esclavos para convertirse en religiones universales, que aceptan fieles de diferentes clases sociales, rebasando al mismo tiempo, las fronteras nacionales de sus propios países (Ascencio, 2007).

De los negros, incluso, heredamos numerosos y variados géneros musicales que han estado presentes en la literatura caribeña: la plena, la bomba, el bolero, el son, la guaracha y hasta la heterogénea salsa, los cuales han desempeñado un papel preponderante en el mantenimiento y redefinición de las identidades, así como la visibilización de las minorías culturales, en tanto relatan sus amores, desencuentros, dolores y estigmas que graban poderosamente a sus personajes. En el marco de esas realidades trasluce entonces, la representatividad del negro, del pobre y del explotado.

A partir de estas ideas, de un Caribe mestizo, diverso y complejo, se genera un acercamiento a la obra El entierro de Cortijo de Edgardo Rodríguez Juliá, publicada por primera vez en 1983. Es una crónica novelada que relata los actos del sepelio del legendario músico boricua Rafael Cortijo, acontecimiento ocurrido el 6 de octubre de 1982.

Esta obra marcó una pauta entre los escritores puertorriqueños que defendieron el tópico sobre cultura popular y tiene como temas las sexualidades homo-lésbicas, la negritud y el drogadicto. Este grupo de autores estuvo regido por Rosario Ferré, Lydia Vega, Magaly García y Manuel Ramos Otero.

El entierro de Cortijo entra en el canon de la literatura puertorriqueña en el momento en el cual se incluye un fragmento en la voluminosa literatura del siglo XX. El esfuerzo de Edgardo Rodríguez Juliá radica en generar un texto que, siendo barroco, enfrenta los vaivenes de una conciencia de clase media, blanca e intelectual, en una sociedad que nace de una rutilante injusticia racial, contra la celebración multitudinaria y reactivación de un tiempo festivo condenado por el pensamiento oficial: la celebración de la muerte.

Por otra parte, se resalta la importancia de la música popular latinoamericana, más allá del espectáculo y el divertimento, sino antes bien, la expresión de la conciencia de una periferia y la estética de lo cotidiano, lo cual borra o anula de algún modo las fronteras entre lo “culto” y lo “popular”, como lo indica Giménez (1991); un sentimiento que pertenecía a un territorio nuevo y a un determinado orden sociocultural que forman parte de los imaginarios caribeños que se resemantizan y que contribuyen a delinear el perfil que nos identifica.

La obra comentada recoge, con fidelidad, los cambios gestados por importantes músicos que se posicionaron en la palestra caribeña. Fueron Rafael Cortijo e Ismael Rivera los responsables de la introducción en la música folklórica de Puerto Rico de una renovación instrumental en la bomba y en la plena, desde mediados de los años 50, adicionándoles tumbadora, bongó y timbales y unas letras frescas que denunciaban la realidad del Caribe y las vivencias de los caribeños. Todo ello en el contexto de un mundo de inequidades y desaciertos políticos, económicos, sociales e históricos que dan cuenta de la construcción de un discurso acerca de lo latinoamericano a través del análisis cultural y literario.

A través de la lectura de El entierro de Cortijo, se puede abordar el encuentro particular de una crónica literaria que parte de la música popular, una literatura asumida desde una perspectiva política, y no como producción ingenua, que evita posturas frente a alguna ideología determinada y prefiere mantenerse ajena a los permanentes conflictos de intereses que se generan en el seno de una sociedad. La lectura reivindica la negritud con un lenguaje polisémico, bien estructurado y auténtico, desarrollado sobre la cotidianidad del barrio puertorriqueño.

Con el resurgimiento de las memorias blandas, los relatos de no ficción, el regodeo sobre la noticia que han impregnado el mundo del libro (y del ebook) en las casi dos décadas del siglo XXI, es necesario volver sobre esta crónica magistral sobre el Caribe que enmarca las relaciones suburbanas y las nociones de identidad.

Las nuevas generaciones podrán confrontar los discursos recientes -con un latido de realidad- que se han venido gestando dentro de la producción de América Latina con la crónica mestiza de Rodríguez Juliá, para comprender que no solo continúa vigente, sino que alimenta las tendencias contemporáneas.

Referencias

Ascencio, M. (2007). Las diosas del Caribe. Caracas: Alfadil.

Giménez, L. (1991). Caribe y América Latina. Caracas: Monte Ávila.



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