Editorial
En la declaración final de Cartagena de Indias de la CRES 2008 da cuenta del nuevo clima socio-político regional y de un giro paradigmático en la forma de conceptualizar la problemática educativa. Sostiene que la educación es un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado, base para el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región. (CRES 2018).
En este sentido, las bibliotecas son un apoyo fundamental en los procesos de fortalecimiento de la educación, tanto a los docentes, estudiantes e investigadores para realizar trabajos de relevancia científica, para presentar trabajos de calidad en la generación de nuevos conocimientos, acorde a las exigencias y nuevos retos educativos.
La meta propuesta en Cartagena, en cambio, promueve la ampliación de la representación social a través de la inclusión de sectores sociales y grupos históricamente excluidos del tercer nivel. Esto es, apunta simultáneamente a lograr una mayor democratización del nivel y operar positivamente sobre la discriminación generando un proceso de genuina inclusión.
La inclusión social se define como el “proceso que asegura que aquellos en riesgo de pobreza y exclusión social tengan las oportunidades y recursos necesarios para participar en la vida económica, social y cultural disfrutando un nivel de vida y bienestar que se considere normal en la sociedad en que ellos viven.”[1]
El uso de las bibliotecas es una experiencia educadora y un ejemplo de convivencia como pocos hay en nuestra sociedad. En países iberoamericanos como España, Colombia, Brasil y Argentina, las bibliotecas se están apropiando de este pensamiento de inclusión social y están desarrollando labores de inclusividad con sectores marginados de la sociedad como son aquellas personas en rehabilitación por drogodependencia, alcoholismo, residencias de ancianos y aquellos que están cumpliendo penas en las cárceles, pero no por ello carentes al derecho de la información.
En nuestro país las bibliotecas se están orientando en dar acceso a la información científica a través de capacitaciones de las Bases de Datos suscritas, del repositorio institucional, están fomentando los hábitos de lectura promoviendo sus colecciones a través de los Club de Lectura, siendo incluyentes con usuarios que, por razones de pobreza, marginalidad o de capacidades diferentes no han tenido acceso a los libros. La Biblioteca “Salomón de la Selva” de la UNAN-Managua ha capacitado a su personal en el lenguaje de señas para la atención a usuarios con capacidades auditivas.
La Biblioteca “Lic. Rafael Sánchez Richardson” de la Facultad Regional Multidisciplinaria de Carazo, desde el año 2019 ha venido realizando investigaciones en tareas de inclusividad en fomentar hábitos de lectura con personas privadas de libertad de la Estación Policial “Capitán Gerardo Cordero Chávez” en Jinotepe, Carazo. El hábito de la lectura tiene muchas bondades y entre uno de sus beneficios es el abrir las puertas al conocimiento y dar alas a la inspiración y a la imaginación: culturizarles hacia una sociedad mejor.
Es por ello que los nuevos tiempos exigen cambios en el rol del bibliotecario, trasladarse a nuevos escenarios, evolucionar apropiándose de estos retos que vendrán a ayudar a la sociedad, comprometidos con estos sectores para ayudar en la realización plena del ser humano y en correspondencia con los lineamientos del Plan Nacional de Lucha contra la Pobreza y para el Desarrollo Humano 2020-2022.