Artículos de investigación

El Contrato Social toca fondo ¿Qué sigue?

The Social Contract Hits Bottom: What's Next?

Alfonso Insuasty Rodríguez
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Eulalia Borja Bedoya
Grupo de Investigación y Editorial Kavilando, Colombia
Yani Vallejo Duque
Grupo de Investigación y Editorial Kavilando, Colombia
Luis Alfredo Burbano Narváez
CedINS, Colombia
Santiago Salinas Miranda
CedINS, Colombia
Brenda Milena Perdomo Rodríguez
Centro de Investigación y Análisis de Medios (CIAM), Colombia
David Felipe Céspedes Rodríguez
Centro de Investigación y Análisis de Medios (CIAM), Colombia
Mateo Córdoba
CedINS, Colombia
Freddy Díaz
CedINS, Colombia
Cristóbal Silva González
Corporación Auri Sara Marrugo, Colombia
Héctor Bello
CedINS, Colombia

Revista Kavilando

Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando, Colombia

ISSN: 2027-2391

ISSN-e: 2344-7125

Periodicidad: Semestral

vol. 15, núm. 1, 2023

revistakavilando@gmail.com

Recepción: 01 Febrero 2023

Aprobación: 30 Abril 2023



Resumen: Centro y Sur América, allí Colombia, tienen una condición especial en un escenario de crisis global, la primera es que posee los recursos naturales que requiere el mundo para paliar la crisis y la segunda, es que intenta consolidarse una nueva ola progresista en la región que promete gestionar la crisis desde una posible unidad latinoamericana en los terrenos políticos y económicos.

Palabras clave: Coyuntura, Geopolítica, Multipolarismo, Crisis sistémica, Levantamientos sociales.

Abstract: Central and South America, including Colombia, have a special condition in a scenario of global crisis, the first one is that they possess the natural resources required by the world to alleviate the crisis and the second one is that they are trying to consolidate a new progressive wave in the region, which promises to manage the crisis from a possible Latin American unity in the political and economic fields.

Keywords: Conjuncture, Geopolitics, Multipolar, Systemic Crisis, and Social Uprisings.

Introducción


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Anualmente, durante la Cumbre de Davos, el Foro Económico Mundial se centra en definir el horizonte de los países más ricos y poderosos junto con sus países aliados.

Por otra parte, OXFAM elabora un informa anual sobre las cifras alarmantes de desigualdad y acumulación de las riquezas, esperando tener eco en esta Cumbre frente a la aguda situación de pobreza. Cada año estas cifras se acrecientan y las élites económicas y políticas han logrado construir un aparataje jurídico – político que sostiene y defiende este sistema desigual, inmoral e injusto para la mayoría.

Algunas cifras de Oxfam (2023) evidencian que:

La riqueza de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo desconcertante. Desde 2020, con la pandemia y la crisis del coste de la vida, el 1 % más rico acaparó 26 billones de dólares (el 63 % de la nueva riqueza generada), mientras que tan solo 16 billones de dólares (el 37 %) llegaban al resto de la población mundial. Por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90 % más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1,7 millones de dólares. La fortuna de los milmillonarios ha crecido a un ritmo de 2700 millones de dólares diarios. Esto se suma a una década de ganancias históricas en la que el número de milmillonarios y su riqueza se han duplicado (OXFAM, 2023).

Se calcula que al 1% de la población más rica del planeta le pertenecen los dos tercios de la nueva riqueza que se produce. Esta cifra aumentó exponencialmente ya que antes poseían el 50%. Nos referimos entonces a que el 1% de la población (Grandes empresas y pocas personas) tienen en sus manos el poder, y con él, el presente y el futuro del planeta. Se sabe que en un modelo en el que ganan unos pocos no existe interés en frenar esta acumulación y orden dominante.

Dos sectores primarios como la producción de energía y alimentos son controlados por 95 empresas, las mismas que han duplicado sus excedentes, incluso en contextos complejos como la pandemia o la guerra en Ucrania. Según el informe “La ley del más rico” de OXFAM “Generaron unos beneficios extraordinarios por un total de 306.000 millones de dólares, y destinaron 257.000 millones de dólares (el 84 %) a remunerar a sus ricos accionistas”. Durante 2022 la gran multinacional Walmart donde la familia Walton es dueña del 50%, recibió 8.500 millones de dólares de ganancias. Por su parte Gautam Adani, dueño de Adani Group, con presencia en el sector energético, en 2022 aumentó en un 46% su patrimonio con más de 42.000 millones de dólares.

OXFAM propone algunas medidas paliativas como que los gobiernos generen impuestos sobre la riqueza de mínimo el 5% a los multimillonarios y milmillonarios. Con esta medida podrían obtenerse 1.7 billones de dólares que, invertidos en política social, permitirían que dos mil millones de personas salgan de la pobreza extrema.

Pese a esto, los gobiernos de Reino Unido, Estados Unidos y Australia sostienen grandes beneficios fiscales y tributarios a las empresas aun cuando estas medidas tengan como consecuencia el alza de la inflación en hasta el 50%, encareciendo el costo de vida, el valor de los alimentos, bienes y servicios, afectando especialmente a los sectores sociales históricamente empobrecidos.

La inflación supera por mucho el paupérrimo aumento salarial. Más de 1.700 millones de trabajadores se han venido empobreciendo de manera acelerada. Por su parte, la informalidad y el desempleo supera los 800 millones de personas. Resultado: 1 de cada 10 personas en el mundo padecen hambre.

El Banco Mundial (2022) reporta el aumento en el nivel de desigualdad en el que nos encontramos, superando por mucho la desigualdad y pobreza que se tuvo en la Segunda Guerra Mundial. En este informe, menciona que “es poco probable que se alcance el objetivo de poner fin a la pobreza extrema en todo el mundo a más tardar en 2030, si durante el resto de esta década el crecimiento económico no muestra tasas inéditas en la historia”.

A la desigualdad y la pobreza se suman las políticas neoliberales, autoritarias y conservadoras que se han agudizado en los países, generando mayores conflictos sociales. Verish Maplecroft afirma que “101 países son testigos de un aumento de los disturbios civiles y lo peor está por venir a medida que aumenta la presión socioeconómica” (Soltvedt, 2022). La huelga de trabajadores y trabajadoras en Francia demuestra la volatilidad social del mundo capitalista.

Metodología

Los artículos del informe de coyuntura correspondiente al primer trimestre de 2023 han sido elaborados mediante un trabajo de debate y escritura colectiva bajo la metodología de análisis de coyuntura.

Metodológicamente, la coyuntura se refiere al análisis del campo de acción y posibilidades que tienen los actores a través de su correlación de fuerzas, dentro de una estructura que permanece y que se caracteriza por tener acontecimientos de tal relevancia que los pone en disputa. Una característica fundamental es que, a través del análisis de coyuntura, surge la posibilidad de entrever los escenarios futuros que derivan de los acontecimientos y los proyectos e intereses que encarnan y disputan los actores, en palabras de Zemelman “La realidad social no es un objeto posible sólo de observarse correcta o incorrectamente, sino que es una construcción social de acuerdo con un proyecto de futuro” (1989, p.21). Desde el equipo investigativo, se orientó el análisis de coyuntura como una herramienta que permite contribuir a la comprensión de los recientes acontecimientos a nivel global respecto a la crisis económica-energética, su impacto y consecuencias para América Latina y Colombia.

A través del seguimiento y la sistematización de información y noticias a nivel global y nacional en medios de comunicación, comunicados oficiales de los Estados, entes internacionales, entre otros, se presentan tres escenarios, geográficamente hablando: Internacional, América Latina y Colombia.

Resultados

Escasez, precios y hambre

En el último informe del Foro Económico Mundial se confirmó que “se avecina una desaceleración generalizada y grave de la economía mundial en medio de una inflación elevada, un endurecimiento monetario agresivo y un aumento de la incertidumbre” (ONU, 2023A). Durante el primer trimestre de 2023 Estados Unidos y Europa llegaron a cifras récord en su inflación y las medidas implementadas para enfrentarlas son las mismas: “bancos centrales de casi todos los países han estado endureciendo sus políticas monetarias consistentes en aumentos de las tasas de interés para controlar el consumo al des estimular nuevos crédito” (Portafolio, 2023) dichas medidas prometieron bajar los niveles de consumo e inversión, así como desacelerar la economía. Sin embargo, lo que se ha logrado es aumentar el desempleo y precarizar las condiciones de la población aumentando la crisis social y política.

Lo cierto es que, la economía mundial disminuirá en 1,9% como consecuencia de la crisis energética y alimentaria que deja la pandemia del COVID-19, la guerra en Ucrania, la inflación en aumento y la crisis ambiental acumulada (ONU, 2023B).

La Reserva Federal de Estados Unidos aumentó de manera alarmante tipos y tasas de interés como una respuesta a la inflación. Esta decisión tuvo graves consecuencias en la economía mundial generando: fuga de capitales, devaluación de las monedas de países en vía de desarrollo, aumentando, además, los valores del servicio de la deuda de dichos países. También limita el margen de maniobra fiscal y aumenta los riesgos crediticios soberanos, ahora a países en desarrollo en tanto los obliga a adquirir nuevos créditos con mayores condicionantes a futuro sobre los países (Banco Mundial, 2023).

Durante 2023 uno de cada tres países entrará en recesión (OXFAM, 2023) y la tendencia es a que se sostenga esta tendencia económica por algunos años más.

Y ¿Europa?

Huelga general en Francia
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Huelga general en Francia
Publico.es



“Dadme el control del suministro de dinero de una nación y no me importará quién haga sus leyes”

Fuente: Rothschil

El conflicto de Ucrania ha sido centro de atención de toda la prensa mundial, éste se suma a los diversos conflictos existentes que estallan a nivel global por la disputa entre grandes países por los recursos naturales y el control del mercado. Estamos ante la disputa por un nuevo orden global, equiparable al que se vivió al finalizar la segunda guerra mundial.

Detrás de las decisiones bélicas están los intereses económicos y políticos. Europa ha sido en gran medida quien asume las consecuencias, pues viene paulatinamente quedando a merced de Estados Unidos, país que tiene como competencia directa a China quien ha ampliado su presencia en el comercio a nivel mundial. Para cercarlo viene atacando a Rusia, debilitando sus vínculos con Europa y aunque lo ha logrado en parte, no impacta como quisiera a China.

Las industrias que más se han beneficiado alrededor de conflicto bélico son la armamentista y la energética, especialmente las de petróleo y gas, industrias estadounidenses. Para el analista de mercado de Vortexa Rohit Rathod “La invasión rusa de Ucrania ha estimulado una nueva demanda de energía estadounidense y debería impulsar las exportaciones de petróleo por encima de las importaciones a finales del próximo año, suponiendo que la producción de esquisto se acelere”. (Forbes, 2022). Este posicionamiento es fruto del cerco jurídico económico que se ha impuesto sobre Rusia a través de las sanciones derivadas de la confrontación bélica con Ucrania. Por ejemplo, en el primer semestre de 2022 EEUU ya se posicionaba como el más grande exportador de gas natural licuado, por encima de Australia y Qatar y se calcula que en el primer semestre de 2023 sea el exportador más importante de crudo (Forbes, 2022).

El gasto militar a nivel global no decae ni en contextos como el de pandemia, siempre va en aumento. En 2022 éste creció en 6.1% equivalentes a 2 billones de dólares, una cifra histórica. (SIPRI, 2022).

Como resultado de la guerra en Ucrania, las acciones de las empresas vinculadas al sector de defensa incrementaron su valor más de 10 por ciento, lideradas por la estadunidense Lockheed Martin Corp, y seguida por otras norteamericanas como Raytheon Technologies, Boeing, y otras como BAE Systems del Reino Unido, o las chinas Norinco y Avic, sin dejar fuera a la holandesa Airbus, o la italiana Leonardo (Maguey, 2022).

De las 100 empresas más representativas de la industria armamentista a nivel global el 47% son norteamericanas. Por su parte, de las empresas europeas, 27 lograron valorizar su cotización en bolsa.

Comercio internacional más allá del dólar.

Si bien la guerra entre Rusia y Ucrania está en el ojo mediático, lo que se vislumbra es la ruptura de los acuerdos jurídicos y políticos que se crearon después de la segunda guerra mundial y sus instituciones. La ONU no es incidente en la toma de decisiones y las rutas trazadas no son tomadas en cuenta; por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS – no han impactado las políticas de gobiernos y sectores privados como se pensó.

No se cumplen los acuerdos comerciales y la legislación internacional, como ocurre en el caso del uso del Derecho Internacional Humanitario – DIH – en conflictos bélicos como en Ucrania o el uso de las sanciones económicas que se imponen convenientemente a países como Venezuela, Cuba, Rusia o China, no dejando claro qué criterios se toman para estas decisiones dado que no respetan sus reglas y, además, se legitiman a través del apoyo mediático.

Ante esta realidad se justifica la construcción de un orden multipolar. Rusia, China y la India vienen constituyendo alianzas de carácter regional que les permitan potenciar acuerdos comerciales, políticos y militares.

China y Rusia ya lo enuncian como un orden multipolar. Rusia en enero de 2023 tomó el liderazgo del Consejo Económico Supremo de Euroasia, así como de la Comisión Económica y el Consejo de la Comisión Económica de Euroasia; el mandatario ruso insistió en su discurso que:

Desde su fundación en 2015, la Unión Económica Euroasiática se ha desarrollado constantemente, demostrando claramente su eficacia y relevancia. El volumen absoluto del comercio mutuo de los estados miembros de la Unión durante este período aumentó un 60 % y en 2021 alcanzó un máximo histórico de $73 100 millones, mientras que el volumen del comercio exterior creció un 46 % a $846 300 millones. Los bienes básicos con un alto valor añadido aumentan en el volumen de negocios del comercio interior de la Unión. El aumento del PIB per cápita total ascendió al 28,7% y la proporción de pagos en moneda nacional se acercó al 75% (Putín, 2023).

Rusia, China, Turquía, India y Pakistán, junto con otros países conforman la Organización de Cooperación de Shanghái, juntos tienen el 40% de la población a nivel mundial y aportan el 30% de la producción global. Esta organización acordó comenzar a implementar gradualmente el uso de monedas locales en sus transacciones. Rusia, por ejemplo, exige vender en rublos, Arabia Saudita venderá petróleo a China en Yuanes e Irán lanzó una propuesta de implementar una moneda para la alianza euroasiática (NegociosTV, 2022).

En 2022, durante la Cumbre anual de los BRICS, se presentó la propuesta de consolidar una moneda de reserva internacional que se basará en la canasta de monedas de los BRICS. Valga aclarar que a este organismo se vienen sumando una gran cantidad de países: Argentina, Argelia, Arabia Saudí e Irán.

En síntesis, en la economía también se manifiesta la tendencia de cambio de hegemonía. En el cuadro 1, se observan las proyecciones de crecimiento económico entre el 2022 y 2023; mientras que los EEUU y la UE esperan una caída importante, la zona asiática con China e India a la cabeza recuperarán su dinamismo.


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Y ¿Nuestra América?

América Latina y el Caribe tendrá condiciones económicas complejas dado el contexto económico global. Para el Banco Mundial se continuará con una inflación alta y con márgenes normativos macroeconómicos limitados.

El crecimiento económico para América Latina se disminuirá, durante 2022 fue de 3.8% y para 2023 se calcula que solo sea del 1.4%. El mercado laboral será de los más afectados y no se puede esperar que se reduzcan las cifras de pobreza. A la par, se espera que no haya condiciones favorables de financiación y se reducirán las exportaciones (Banco Mundial, 2023).

El Centro y Sur América tiene una condición especial en este escenario de crisis global, la primera es que posee los recursos naturales que requiere el mundo para paliar la crisis y la segunda, es que intenta consolidarse una nueva ola progresista en la región que promete gestionar la crisis desde una posible unidad latinoamericana en los terrenos políticos y económicos.

Según declaraciones de Laura J. Richardson, comandante del Comando Sur de los EEUU, el 19 de enero de 2023, Estados Unidos tiene muy claros sus intereses en la región y se elevan al nivel de seguridad nacional. Los recursos que posee la región deben ser manejados por ellos y, por tanto, debe restringirse el paso a China y Rusia. Se nota el gran interés por el litio, metal que se encuentra mayoritariamente en Argentina, Bolivia y Chile, allí concentra el “60 por ciento del litio del mundo” un elemento fundamental, para el uso y avance de la tecnología (Richardson, 2023).

Igualmente está el interés por:

Recordamos que este interés ya tiene categoría de seguridad nacional. En sus palabras “queda mucho por hacer (…) Tenemos que empezar nuestro juego”.

Estamos entonces frente a una crisis económica y a la tradicional injerencia directa por parte de Estados Unidos que a veces es legal y a veces ilegal. A la par, volvemos a ser objeto de disputa entre potencias históricas y emergentes. El reto para este nuevo momento es constituir bloques regionales que permita ser un polo de poder en este nuevo orden multipolar, pero por el momento no se muestran ni las intenciones, ni los liderazgos en este propósito.

En este sentido, la declaración de la CELAC en Buenos Aires genera retos frente a los objetivos trazados:

Afirmamos el compromiso de los miembros de la CELAC para avanzar con determinación en el proceso de integración, promoviendo la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de nuestros pueblos, con el propósito de que América Latina y el Caribe tenga plena conciencia de su proyección como una comunidad de naciones soberanas, capaz de profundizar los consensos en temas de interés común y contribuir al bienestar y desarrollo de la región, así como a la acuciante superación de la pobreza y las desigualdades e inequidades existentes (CELAC, 2023)

Hay nuevas dinámicas comerciales en la región como la que surge de los nuevos acuerdos entre los gobiernos de Colombia y Venezuela. Brasil por su lado con la victoria electoral de Lula, dinamiza los BRICS e insiste en las articulaciones regionales, en la cumbre de la CELAC Lula dijo al presidente de Argentina, Alberto Fernández: “Queremos que cada ministro de Economía nos haga una propuesta de comercio exterior y transacciones entre los dos países en una moneda común”, también puso a disposición el banco de desarrollo brasilero BNDES, para que éste pueda financiar la segunda etapa del gasoducto Néstor Kirchner (Rionegro, 2023). En Uruguay, el mandatario brasileño conversó sobre un posible acuerdo de libre comercio entre Mercosur y China. (Eldiarioar, 2023)

Con estas iniciativas, el incipiente nuevo ciclo progresista se apunta a una integración económica que le apuesta a un mundo pluripolar.

Este reordenamiento mundial es una oportunidad para avanzar hacia un mundo más justo, sin embargo, debemos estar conscientes que, el imperialismo, y no nos referimos a Estados Unidos, sino a los grandes capitales corporativos y financieros cada vez más concentrados no se desprenderán fácilmente de lo que ha sido su mayor poder, el del dinero (Cursio, 2022).

Crisis, guerra, ¿colapso?

El espectro político de la izquierda a la derecha se ve desbordado por la profundidad de la crisis. Para la izquierda la tragedia pasa por no comprender, a estas alturas de la historia, que en las reglas del sistema no hay soluciones, de donde deriva su falta de decisión para cambiar rutas, formas, respuestas y propuestas.

Sucesivas coyunturas globales, caracterizadas por episodios de crisis económica, guerras y desastres ambientales, no son más que expresiones de una crisis acelerada del sistema mundo capitalista, la civilización surgida de sus lógicas y contradicciones, y de la destrucción que produce sobre la naturaleza. En esa perspectiva, las coyunturas, entendidas como momentos excepcionales provocados por hechos concretos, deben comprenderse en estos tiempos como parte de períodos e incluso fases de la crisis, pues comparten líneas de continuidad que van formando tendencias y futuros (¿no futuros?) posibles.

Lo anterior no quiere decir que sea inútil el análisis de coyuntura, sino que el ejercicio debe estar anclado, indefectiblemente, al análisis de los demás tiempos históricos, incluyendo la época. Lo que sí ha cambiado es nuestro entender sobre la profunda ligazón y mutua dependencia de las dinámicas económicas, políticas, ideológicas y ambientales, que se disputan en el mundo, pues un asunto político como la guerra, con las nuevas armas y alcances, no solamente puede hacer variar la geopolítica, sino que puede acabar con el planeta; por otra parte, la economía, la política y la ideología son cada vez más dependientes de la situación ambiental global, por lo que hay narrativas que tratan de negar, por ejemplo, el cambio climático y la posibilidad del colapso, al tiempo que los estados siguen empeñados en gestionar la crisis convirtiendo la protección, la conservación y las transiciones en negocios.

Inestabilidad e incertidumbre

La coyuntura anterior estuvo signada por la pandemia y la actual por la guerra. Lo cierto es que a partir de la pandemia y la gestión que los Estados hicieron de ella, el sistema de relaciones políticas, que en general se reivindica como democracia, ha entrado a un período de aceleramiento de su crisis y avizora bien su desaparición o su mutación; bien sea por el camino del autoritarismo y el control de la población, bien por el camino de la guerra, o del levantamiento global de los pueblos.

Los múltiples levantamientos sociales e insurrecciones, que en América Latina tienen un carácter popular y democrático, también han abierto un nuevo ciclo de lucha, con proyectos de sociedad aún en ciernes, pero que rechazan no solo la miseria que deja el neoliberalismo en el continente, sino que se apartan de los partidos y movimientos tradicionales de izquierda o centro, para buscar nuevas formas de gestión de la política. Este camino está inconcluso, la búsqueda sigue dividiéndose en aquellos que aún confían en que gobiernos progresistas puedan ayudar a paliar la crisis social y otros que esperan el momento de nuevos estallidos sociales para disputar el poder o al menos desestabilizar el existente.

El espectro político de la izquierda a la derecha se ve desbordado por la profundidad de la crisis. Para la izquierda la tragedia pasa por no comprender, a estas alturas de la historia, que en las reglas del sistema no hay soluciones, de donde deriva su falta de decisión para cambiar rutas, formas, respuestas y propuestas.

Pero quizás lo más significativo e impactante de estas últimas coyunturas es la apertura, permanencia y ampliación de las dinámicas de la guerra como forma para de definir el pulso geopolítico por el control o la imposición de un determinado orden global (Guerras en Siria y Ucrania), traslapadas por las ya más conocidas guerras por los recursos minero energéticos, las guerras territoriales transnacionales y múltiples conflictos bélicos intranacionales.

El hecho de que la guerra en Ucrania sea la de mayor cobertura mediática no nos debe hacer perder de vista sobre lo que ocurre en el resto del planeta, porque los bloques que se disputan el mando se han involucrado en desestabilizaciones, golpes blandos y duros, guerras proxy y amenazas, haciendo demostraciones de fuerza como aprestamiento para posibles conflictos bélicos en todos los continentes, destacándose la alta inestabilidad política del continente africano, la extensión del conflicto Ruso-Otan hacia el centro de Europa, el resurgimiento de guerras apagadas en el medio oriente y la fluctuante inestabilidad de los gobiernos progresistas del segundo ciclo en Latinoamérica; en todos los casos hay razones geopolíticas, también económicas, principalmente energéticas y alimentarias y lucha por el poder. Veamos algunos casos que explican esta tendencia y que calientan los continentes:

En marzo de 2022 el gobierno español de Pedro Sánchez (en coalición con Unidas Podemos) rompió la “neutralidad” frente al conflicto entre su excolonia Sahara Occidental y Marruecos, al negar de facto la histórica demanda de autodeterminación de los saharauis, que debería haberse conseguido a través de un eternamente aplazado referendo. El acuerdo o la contraprestación de Marruecos a España no se sabe con certeza, aunque se supone que sería el control de la migración y el amortiguamiento de las pretensiones marroquíes sobre Ceuta y Melilla (Prieto, 2022)

Pero no se debe olvidar que, en este momento de conflicto entre bloques de poder, hay que alinear y tener contentos a los socios y patios traseros. Marruecos ha sido protegido por EEUU e Israel, mientras que los saharauis y el Frente Polisario ha sido visto como una amenaza a la estabilidad de las democracias europeas, dada su connotación de movimiento de liberación nacional.

Un caso más complejo se presenta en el África Subsahariana. Entre los años 2021 y 2022 ocurrieron golpes de Estado en Chad, Guinea-Conakry, Burkina Faso, Sudan y Malí, siendo este último de los de mayor complejidad.

Malí está intervenida por fuerzas de las Naciones Unidas bajo figuras de protección de la OTAN, con fuerte presencia de efectivos militares y asesores de distinta naturaleza, de Francia, España y Alemania, principalmente. Sin embrago, la Junta Militar que asumió el poder en el 2022 cambió su postura y al tiempo que empezó a pedir la salida de Francia, contrató fuerzas de la Empresa Militar Privada Wagner (rusa), para combatir al estado islámico. Malí se convirtió en una ficha clave en la disputa por controlar el África Subsahariana, disputa que comenzaron a ganar los rusos con la salida de las fuerzas francesas el 15 de agosto de 2022 (Arciniegas, 2022)

En Europa, con la extensión en el tiempo de la guerra en Ucrania, la orden norteamericana de apoyar a Zelensky empieza a presentar grietas: por una parte, la imposibilidad de prescindir por completo del petróleo y gas rusos ha obligado a varios países a buscar atajos y a comprar en el mercado internacional, donde se mezclan los combustibles. No hay otro camino, la dependencia es de tal magnitud, que de micrófonos para afuera se dice aplicar las más duras sanciones, pero hacia adentro hay que seguir consumiendo combustibles del enemigo.

El negocio de los cereales ucranianos, que funciona bajo un acuerdo con Rusia, también es esquivado, pues varios países euro asiáticos no aceptan el cereal comercializado por occidente, pues vulnera su seguridad alimentaria.

En síntesis, Rusia sigue conectada al circuito económico global, así sea con ciertas jugadas de ilegalidad aceptada por todos.


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Al tiempo, empiezan a posicionarse voces disonantes, que proponen negociar y no seguir enviando armas, ni logística. Entre ellas destacan por su afinidad con Moscú los presidentes Víctor Orban y Aleksandar Vučić, de Hungría y Serbia respectivamente. Vučić ha denunciado las fuertes presiones de los EEUU y la UE para que se sintonice con la política de sanciones, so pena de “ser barrido del camino” o ser presionado con Kosovo en desestabilizaciones internas (Europa Press, 2023)

Pero sin lugar a dudas la mayor presión es para Alemania, que ve debilitado su liderazgo sobre la UE. En los últimos meses EEUU y Polonia, lo empujaron a tomar la decisión de ampliar la ayuda militar a Ucrania, mediante el envío de tanques y otros vehículos blindados. De igual manera ha agachado la cabeza ante la evidencia de que el gaseoducto de Nord Stream, que le llevó energía barata y lo puso en posición dominante en Europa, fue saboteado por sus socios de la OTAN.

Mientras la guerra sigue al interior de Ucrania, la OTAN amplió su membresía con la vinculación oficial de Finlandia, agregando 1.540 kilómetros de frontera con Rusia.

Finalmente, EEUU y todos los miembros de la OTAN envían armas, vehículos y tecnología a Ucrania, haciendo más evidente que la guerra es entre grandes bloques. El negocio de la guerra es lo más rentable hoy en día y supondrá una disyuntiva al capitalismo global, pues solo basta ver las cifras del envío de armas a Ucrania para imaginar el dinamismo del sector.

Países que envían armas a Ucrania en Millones de dólares
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Países que envían armas a Ucrania en Millones de dólares
Bloomberg.com

Los conflictos no están ausentes de Latinoamérica. Cuando se creía que la transición hacia el segundo ciclo progresista sería pacífica, la derecha latinoamericana ha iniciado una seguidilla de golpes, que tienen al Perú en crisis luego un levantamiento social contra las medidas dictatoriales de Dina Boluarte y en máxima alerta al gobierno de Lula, luego de la toma violenta de varias instituciones por seguidores de Bolsonaro, el 8 de enero. Gobiernos de distinto cuño como el de Ortega en Nicaragua y Bukele en Salvador son cuestionados por sus medidas autoritarias, aunque, claro está, Bukele podrá seguir ejerciendo hasta cuando sea útil, ya que en última instancia es una ficha clave de la derecha continental.

Si a estos hechos le sumamos los inacabados conflictos de Afganistán, Irak, Kurdistán, Yemen, Palestina y Siria, por nombrar solo algunos de los focos bélicos, tenemos un panorama más tendiente a la solución militar que a la solución negociada en el mundo.

Doctrina militar y cambio climático

Los conflictos ambientales y el control de los bienes naturales fueron incorporados a la doctrina militar por el Pentágono a partir del fin de la guerra fría y la disolución de la Unión Soviética. Fue en la reunión ministros de defensa de Williamsburg en 1995 dónde

los potenciales conflictos fueron definidos de acuerdo a los intereses y prioridades estadounidenses, y a partir de éstos surgieron cuatro tipos de respuesta. Frente a las respuestas a las amenazas transnacionales se dice que: éstas se vinculan particularmente al tráfico de drogas, terrorismo y medio ambiente. Cada uno de estos temas adquiere un carácter transnacional... (Goñi & Goin, 2022)

Pero la doctrina militar y el control de los territorios y los bienes naturales estarían incompletos sin el lobby y la gestión transnacional que se hace desde las Naciones Unidas. La evidente crisis del sistema de Naciones Unidas no solo se expresa en su incapacidad para plantear soluciones a los conflictos bélicos, sino en todas sus áreas de trabajo. En el terreno ambiental y de gestión de la crisis climática su trabajo es precario, con un lobby sesgado hacia los intereses del poder capitalista global, veamos.

Balance crítico del ambientalismo ‘tipo ONU’ EN 2022

Las Conferencias de las Partes (COP) se han confeccionado como espacios de articulación y perfilamiento de los principales planes de los Estados del mundo para atender diferentes problemas en materia ambiental: el cambio climático, la extinción acelerada de especies, el tráfico de fauna, entre otras. Estos espacios, particularmente la COP que tiene que ver con cambio climático se ha posicionado como la más protagónica, celebrando el año pasado su Conferencia número 27 en Sharm El-Sheikh, Egipto. Además, también se ha celebrado la COP-19 de CITES (Comercio y tráfico de especies) en Ciudad de Panamá, la COP-15 de biodiversidad en la ciudad de Montreal, Canadá, y la COP-14 Ramsar en la ciudad de Ginebra, Suiza.

Es importante, antes de embarcarse en un análisis crítico, anotar que cada una de estas COP es resultado de una convención de la ONU, instrumento producto de una “concordancia de voluntades” entre las partes oficiales que impone obligaciones a las partes firmantes, es decir, los Estados. Relacionadas con asuntos ambientales la ONU tiene, al menos, siete convenciones:

Estos espacios, concebidos como instancias de alto nivel, no han conseguido ni marcar una hoja de ruta para reconducir el metabolismo civilización/naturaleza, ni comprometer a las grandes potencias del mundo con una agenda ambiental, ni incluir las voces independientes de la sociedad civil en espacios decisorios, y así podríamos seguir mencionando varios fracasos de estas instancias. Como veremos más adelante, si las COP ambientales de la ONU pudieran contar con un triunfo sería el de haberse consolidado como el cóctel al que asiste la guardia internacional del capitalismo, delegaciones de Estado y corporaciones multinacionales, para negociar y pactar medidas de “sostenibilidad” y “compensación” que, en todo caso, salvaguarde el estado actual de cosas que nos arrastró al colapso socio- ecológico que vivimos.

Las COP son la máquina de relaciones públicas para Estados y corporaciones que encontraron en la gramática ambiental un tubo de escape para un modelo de desarrollo que parece estar dispuesto a mirarse al espejo, pero no a cambiar el rumbo.

Esta seguidilla de COP tenía el inmenso reto de articular un balance de la crisis de la pandemia, rastrear sus causas ambientales y aportar un plan de acción global para salir del camino multiepidémico en el que ha caído el planeta por cuenta, entre otros, del maltrato animal y la depredación masiva de ecosistemas. Sin embargo, en cada COP las grandes potencias han resuelto esquivar el camino del balance para lanzarse a una aceleración del modelo de desarrollo con un sofisticado formato “sostenible”.

El fracaso de Egipto

La COP 27 contra el cambio climático estuvo determinada por el temor de las élites organizadoras a verse ante una movilización masiva mientras la ONU se acomodaba a las necesidades ambientales de países y corporaciones que conducen la degradación ambiental del planeta. Incluso antes de iniciarse las sesiones de la COP ya se habían presentado detenciones de activistas que eran señalados por el gobierno de Abdel Fattah el-Sisi como terroristas. Esto respondiendo, entre otras, al llamado que le había hecho la ONU al gobierno egipcio para “garantizar la seguridad de todos los participantes de la COP”. Hace falta recordar que, durante todas estas convenciones de alto nivel, la sociedad civil suele organizarse en cumbres alternativas que marquen un camino más real de lucha contra el modelo de desarrollo y la avanzada belicista de las potencias. Dos elementos que parecieran estar prohibidos como discusiones en los pasillos de las COP año tras año.

Coca-Cola figuraba como principal financiador para esta versión, una corporación que no perdería la oportunidad de darse un baño de ambientalismo con la venia de la ONU. Y al final, la peor parte, casi dos semanas de deliberaciones de las cuales el resultado más importante sería un reencauche del mil veces prometido fondo de apoyo a los países pobres para la adaptación y mitigación al cambio climático. Como de costumbre llegaron las potencias mundiales a no asumir compromiso distinto al de seguir discutiendo. Y con el 2030 a la vuelta de la esquina, parece que la ONU ya busca una nueva herramienta que reemplace a los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible que no lograron pasar de un diagnóstico sobre lo mal que lo están haciendo los países pobres contra el hambre y la destrucción de la naturaleza.

Y finalmente, de nuevo en el centro el mediático problema de contener el calentamiento global ante la terrible situación –dice la ONU– de superar el margen de 1,5 grados que aún le quedan al planeta. Esta meta, como ya se ha dicho desde múltiples frentes, no es más que la distracción perfecta para escabullirse de las verdaderas soluciones frente a la crisis ecológica que afrontan con mayor intensidad los más pobres del mundo. Habla (Reichman, 2014) sobre la inminencia del colapso ambiental en un mundo en que las desigualdades del modelo de desarrollo se mantengan intactas, pero con la vista puesta en no acercarse al tope del 1.5 grados de calentamiento. La nueva cita será en Dubai, Emiratos Árabes, donde una vez más la ONU ofrecerá un gran cóctel, financiado por alguno de sus contaminadores de cabecera y quizás un millón de nuevos desplazados por razones climáticas.

El mercado y la toma a Montreal

En Canadá, pocas semanas después del bochornoso espectáculo en Egipto, en el que pocas naciones mostraron un verdadero ánimo de atender la crisis climática (incluyendo al gobierno colombiano liderado por Gustavo Petro), la ONU abría las puertas de la discusión más importante a nivel global en materia de biodiversidad (La COP15 de la Convención sobre Diversidad Biológica). Llegaban los países con un debate abierto sobre la importancia de contar la voz vinculante de pueblos originarios en estos debates pues, entre otras cosas, muchos países han usado modelos de conservación sin gente para ejecutar masivos planes de desplazamientos y despojo en zonas y territorios ancestrales. El mismo anfitrión llegó haciendo gala de una cooptación rotunda de líderes indígenas que habían aceptado un plan de áreas protegidas “compatibles con la gran minería”.

El mundo esperaba un plan después de Montreal. Durante años se ha anunciado la meta de 30x30, que quiere decir que para el año 2030 el 30% de los mares y el 30% de la tierra estarán bajo un sistema de áreas protegidas contando con el compromiso de todos los países del mundo. Sin embargo, en esta COP15 una vez más reinó la desnaturalización de esta meta pues, además de prescindir de los pueblos originarios y comunidades campesinas del mundo para construir un plan de conservación y restauración ambiental integral, se planteó la ‘compatibilidad’ de las áreas protegidas con actividades económicas de alto impacto como la minería, el turismo intensivo o la pesca industrial. Esta incongruencia sólo se explica por el lobby de las grandes corporaciones y las potencias mundiales (la ecuación que siempre se repite) que entienden la conservación como una transacción en la que nunca es posible dejar de dañar a la naturaleza.

Finalmente, el protagonismo lo ha tenido una vez más el formato de “economía positiva de la naturaleza”, hijo del ambientalismo neoliberal y la gramática de la sostenibilidad. Esta parte de dos supuestos: la conservación con áreas protegidas ha fracasado y la racionalidad financiera de la gestión ambiental. Así, entonces, salta al ruedo la idea de darle a los ecosistemas, las especies y las relaciones ser humano/naturaleza un valor, que siempre es un valor financiero, para proceder a ponerle precio y luego subordinar la conservación ambiental a las lógicas del mercado.

Aquí surgen ideas como el pago por servicios ambientales, los bonos de carbono, la compensación de la biodiversidad, etcétera. Todas formas neoliberales de concebir a la naturaleza y la forma en que los pueblos originarios la habitan.

Paquetes de conservación y saber indígena son la ruta que la ONU ha tomado para convencer a las cabezas del modelo de desarrollo depredador de unirse al grupo de la sostenibilidad. Si contaminas y destruyes la naturaleza, pero con generosidad corporativa, compensas con unas monedas en proyectos de reforestación bajo el liderazgo de algunos indígenas conseguiremos evitar el colapso ambiental y disfrutar del paisaje lleno de multinacionales con sellos verdes. Así se ha cerrado el debate en Montreal, sin mecanismos efectivos para la aplicación de la estrategia 30x30, pero con la claridad absoluta de que el mercado que ha destruido a los ecosistemas del mundo solo le faltaba un poco de ‘generosidad corporativa’.

Los pequeños triunfos en CITES

Cuando se habla de tráfico y comercio de especies, estamos hablando de uno de los negocios más lucrativos y depredadores de la historia. La COP-19 de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) celebrada en Ciudad de Panamá llegaba con la responsabilidad política de no haber creado los mecanismos globales que evitaran la propagación de una enfermedad como el COVID, que usó los mercados de animales vivos y los vacíos internacionales en materia de comercio de especies para convertirse en una pandemia. La secretaría general de CITES, adjunta a la ONU, se negó el primer día a responder preguntas de los periodistas y durante dos semanas manejó la discusión con la arrogancia de quien no tiene nada que explicar.

Dos debates iban a estar en el centro de la agenda: el comercio de tiburones y la situación de los elefantes. El lobby de la caza, la pesca industrial y el comercio de fauna silvestre como “mascotas” se hicieron fuertes desde el primer día actuando en conjunto con potencias mundiales como Japón, Unión Europea, China y el mismísimo Estados Unidos. Ante la propuesta de más de 10 países para incluir toda la familia Carcarinidae, es decir más del 70% de tiburones del mundo, en el Apéndice II de CITES (que impone restricciones concretas al comercio y tráfico de las especies allí incluidas), la respuesta de países como Noruega, Japón y Rusia fue oponerse e intentar acallar a las pocas organizaciones de la sociedad civil que asistían como observadores de esta conferencia. Con argumentos pseudocientíficos y estigmatización, estas potencias insistían en que el control al comercio de estas especies, incluyendo el mercado de aletas, afectaría la voluntad de conservación de actores y corporaciones de la pesca industrial. Es decir, un chantaje del nivel “si me pones más restricciones me va a tocar incumplirlas”. Finalmente, con una mayoría contundente, esta inclusión ha sido aprobada y se espera que se construyan mecanismos efectivos de control contra el mercado que involucra a tiburones.

Por el lado del elefante africano la situación es dramática. Con unas poblaciones en declive desde hace tres décadas, hoy las amenazas incluyen la caza furtiva, el mercado ilegal de marfil y el comercio de elefantes vivos para circos, zoológicos y como ‘mascotas de lujo’. Por supuesto, todas bajo el pretexto de los programas de conservación ‘ex situ’. Como si un elefante en el patio de la casa de un jeque millonario fuera a aportar en la recuperación de las poblaciones de esta especie. A la COP de CITES llegó la Coalición para el Elefante Africano (AEC), compuesta por 32 países, exigiendo el fin del comercio de elefantes vivos y la destrucción de las reservas nacionales de marfil que aún existen en varios países. Contra esta iniciativa estaban potencias como China, Japón, la Unión Europea y Estados Unidos. Además, con la excusa perfecta de que cuatro países africanos (Namibia, Zimbabwe, Botswana y Sudáfrica) se oponían también a esta propuesta. Tres países sumidos en la pobreza y condenados al comercio de elefantes como salida económica (Lavoz.com, 2022) y Sudáfrica que, como potencia continental, siempre actúa en favor de los intereses de las potencias mundiales.

La discusión finalmente ha terminado en una moratoria de este comercio de elefantes vivos por tres años, hasta que se reanude la discusión en la próxima COP de CITES. Seguramente el mundo llegará a esa nueva discusión con tres mil elefantes menos y unas potencias resueltas a seguir utilizando el discurso de la conservación para sacar elefantes de su hábitat para que el mundo occidental pueda maravillarse con la desaparición de una especie cuyos ejemplares encierran en zoológicos de metrópoli (Méndez, 2022).

El sitio militar a la naturaleza

Qué se conserva y cómo se conserva es, ante todo, una operación política y que tiene que ver fundamentalmente con el marco filosófico de la ´justicia ambiental´. En el siglo XIX, surgieron movimientos para proteger las áreas naturales de la degradación causada por la expansión humana. Sin embargo, estos movimientos a menudo estaban motivados por intereses imperialistas y colonialistas. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el Parque Nacional de Yellowstone se estableció en 1872, en parte para atraer turistas y promover el "descubrimiento" y la "conquista" de la naturaleza salvaje. Del mismo modo, en la India colonial, se crearon parques y reservas para proteger a los animales salvajes de la caza furtiva, pero también para restringir el acceso de los habitantes locales a los recursos naturales y forzarlos a trabajar en plantaciones y fábricas. El interés político sobre la naturaleza es principalmente una derivación del interés económico y la disputa se da entonces en el marco de a qué intereses económicos responde la conservación de los ecosistemas. Hoy, por ejemplo, asistimos a la ascendente militarización del Ártico y la presencia de fuerzas armadas de las grandes potencias globales en la región ártica, motivada principalmente por el cambio climático y la creciente accesibilidad a los recursos naturales de la zona, como el petróleo, el gas y los minerales. Varios países, incluyendo Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega, tienen reclamaciones territoriales en el Ártico y han aumentado su presencia militar allí. Rusia ha renovado y ampliado sus bases militares, ha reactivado su flota del norte y ha realizado ejercicios militares a gran escala en el Ártico. Estados Unidos ha aumentado su presencia militar en la región y ha establecido una estrategia para el Ártico que enfatiza la presencia naval. La militarización del Ártico, que es también la militarización de la labor científica, plantea al mundo entero preocupaciones sobre la seguridad y la estabilidad en un área especialmente crucial para la mitigación del calentamiento global en un momento de tensión geopolítica global. Además, se produce un deterioro ambiental debido a la actividad militar en la región y la frecuencia de accidentes que pueden tener graves consecuencias ambientales. Demostrado está, sin embargo, que la posibilidad de revertir el deshielo de las zonas polares no tiene mucho que ver con invadirlas militarmente, como si la amenaza de guerra fuera un termostato universal. En cambio, esas mismas potencias que allí hacen presencia se han negado recurrentemente a tomar medidas serias contra las causas del cambio climático, está de más insistir en la desidia de estos mismos países en las discusiones sobre disminución de emisiones de gases de efecto invernadero o la nula disposición que han mostrado para ir a la raíz de la pérdida acelerada de biodiversidad. Y en este punto el ambientalismo ONU juega un papel crucial en la sofisticación de los discursos vinculados a la ‘necesidad’ de llevar las recetas ambientales del Norte global a los países pobres para llegar a metas redactadas en nombre del desarrollo sostenible, el arma retórica de las potencias para caminar hacia el colapso socio-ecológico vestidos de boy scouts. Buena parte de la militarización de áreas ambientalmente estratégicas viene acompañada de las cuotas de conservación e institucionalización del manejo ambiental, que siempre prescinde del conocimiento y las necesidades de los pueblos que han vivido en medio de ecosistemas de formas mil veces más inocuas que las armas y las avanzadas imperiales.

Lo mejor que podemos hacer es mirar a fondo los casos de militarización bajo la excusa de la conservación y los efectos que estos han dejado:

  1. 1. Parque Nacional Virunga en la República Democrática del Congo: el Parque Nacional Virunga es una reserva natural en la República Democrática del Congo que es hogar de gorilas de montaña en peligro de extinción y otros animales en la misma situación. En 2013, el gobierno congoleño dio permiso para que una compañía petrolera británica comenzara a explorar petróleo en la región, lo que desató conflictos con grupos rebeldes armados y la milicia congoleña. Para proteger el parque, el gobierno congoleño ha desplegado fuerzas militares y ha recibido apoyo de fuerzas armadas extranjeras. Sin embargo, la militarización ha llevado a violaciones de los derechos humanos, incluyendo la tortura y el asesinato de civiles. (Ips, 2016)
  2. 2. En Tailandia, el gobierno ha justificado la militarización de la región de Isan, que es hogar de los últimos bosques de dipterocarpos del país, por la necesidad de proteger los recursos naturales y prevenir la tala ilegal. Sin embargo, la militarización ha llevado a la criminalización de comunidades locales y ha limitado el acceso a los recursos naturales que dependen para su subsistencia. (Ekachai, 20121)
  3. 3. Filipinas: La militarización ha sido una respuesta común del gobierno filipino para proteger áreas como la Reserva Natural de Palawan y el Parque Nacional de Sierra Madre. Sin embargo, la militarización ha llevado a la violación de derechos humanos, incluyendo la criminalización de comunidades locales que dependen de los bienes naturales y la eliminación de áreas protegidas en favor de proyectos extractivos y de infraestructura. Además, la militarización ha tenido un impacto negativo en la biodiversidad y en la capacidad de las comunidades locales para proteger y gestionar los recursos naturales de manera sostenible. (Ejatlas.org, 2015)

En Colombia la militarización de las áreas protegidas fue alentada en un primer momento bajo el argumento de una estrategia de choque contra grupos armados ilegales que se asentaban en inmediaciones de estas zonas por sus características topográficas y que les permitía ocultarse. Sin embargo, muy pronto está militarización escaló hacia la confrontación y expulsión de pueblos nativos y comunidades campesinas que históricamente habían habitado de maneras responsables bosques, páramos, ríos y llanuras. Fue el creciente interés de las corporaciones extractivas la que terminó desnudando que esta militarización no respondía a ‘la seguridad nacional’ sino a la necesidad de blindar y sembrar el terreno a grandes capitales en su interés de expoliar la naturaleza colombiana.

Uno de esos ejemplos fue la denominada Operación Artemisa durante el gobierno militarista de Iván Duque, que terminó en el copamiento de varios parques nacionales en el Amazonas a través de ejército y policía, para desalojar campesinos bajo el argumento de la lucha contra la deforestación. Artemisa nunca entregó una sola captura de algún ganadero o político regional (está demostrado que ese cóctel de ganaderos, políticos y grupos armados fue el vehículo de la deforestación en el Amazonas) y si varios campesinos criminalizados por vivir dentro de estos parques o cerca de ellos. De nuevo surge la inquietud, qué conservar y para qué, una decisión que mientras siga siendo tomada por las élites tendrá camuflado militar apuntando sus armas a indígenas, mujeres, campesinos y, no hay que olvidarse, también a la flora y fauna silvestre.

Las derechas en los 6 meses de gobierno del Pacto Histórico en Colombia: tendencias, dinámicas y perspectivas.

Es un hecho que no se puede hablar de una sola derecha sino de derechas. El establecimiento a lo largo de su historia se ha manifestado a través de diferentes tendencias, dinámicas y perspectivas, unas más extremas y otras más “conciliadoras”. En la actual coyuntura se hace necesario evidenciar las diferentes tendencias, insumo para comprender la táctica que debe adoptar el movimiento popular de cara a un futuro incierto.

Una muestra de ello es la ruptura discursiva de un sector de la burguesía —que en su momento encarnó Álvaro Uribe y que hoy se expresa en figuras como María Fernanda Cabal o Enrique Gómez— con la oligarquía que actualmente tiene su representación en el santismo y sectores liberales cercanos al gobierno; ruptura que tuvo lugar desde 2010.

Esta división se profundiza en el gobierno del Pacto Histórico y, a la vez, se hizo más difusa y puede ser cambiante de acuerdo a las formas en que cada sector juega sus intereses. La derecha uribista —terrateniente y retardataria— se mantiene en una clara oposición al Gobierno, excepción claro está de José Félix Lafaurie quien se mueve más por intereses económicos, mientras que los sectores más cercanos al liberalismo-santismo y a la socialdemocracia, hicieron parte de la amplia coalición, hasta que sus intereses políticos fueron amenazados con algunas de las reformas que propone el gobierno Petro. Dicha amplia coalición, permitía un nivel de gobernabilidad importante junto a un sector que siempre estuvo alineado con la derecha más extrema del país: el Partido Conservador y sus bases que acompaña las propuestas y reformas (Hernández, 2022). Por su parte, Cambio Radical, que en las últimas décadas trabajó de la mano del liberalismo y el santismo, encabeza, a través de Vargas Lleras y el Clan Char, la oposición al Gobierno, pero conserva su cercanía con antiguos aliados políticos al declararse en independencia (Correa, 2022).

En la actual coyuntura se hace necesario evidenciar las diferentes tendencias en ese amplio espectro de las derechas como un insumo para comprender la táctica que debe adoptar el movimiento popular de cara al futuro incierto configurado por una crisis económica, ambiental y social. Las siguientes afirmaciones buscan caracterizar las tendencias, dinámicas y perspectivas de esas derechas en los primeros meses del Gobierno de Gustavo Petro para tener una noción de su estrategia con miras a una posible retoma del poder político en el año 2026.

Los dilemas de la gobernabilidad

El Gobierno del Pacto Histórico, bajo la idea perentoria de la gobernabilidad, no se había apartado de la derecha, hasta hace pocas semanas, ni había excluido sus intereses de las decisiones de su administración. No es un hecho, tal como se quiere reproducir desde el relato construido por el sector que hoy ocupa el poder ejecutivo, que este es un gobierno real y estructuralmente popular, ni siquiera ahora que esa derecha “negociadora” se declaró en oposición directa a las reformas. Indudablemente el triunfo electoral del Pacto Histórico constituyó una victoria popular, sin embargo, la participación del pueblo en la toma de decisiones no es mayoritaria ni mucho menos decisiva, lo que no niega que la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez haya representado una victoria de las clases populares.

La participación de los sectores del poder tradicional y oligárquico del establecimiento en Ministerios, Altas Consejerías e importantes cargos de decisión del Gobierno impidieron la consolidación de una avanzada popular en las decisiones del ejecutivo, y ahora, la falta de gobernabilidad, impide que las nuevas personas ocupantes de dichos cargos tengan maniobrabilidad para implementar los cambios que se exigen desde lo popular. En la cada vez más profunda la división de las fuerzas al interior de la coalición de Gobierno, la falta de vocación de poder de las clases y sectores populares —apenas lógica por su devenir político— llevó a la subestimación de sus intereses, dando muestra de que la correlación de fuerzas al interior del Gobierno se tensionaba, en principio, a favor de los sectores hacia la derecha.

Por su parte, la política exterior construida por el Gobierno con respecto a Estados Unidos no da cuenta de una diferencia radical con la doctrina Respice Polum (mirar hacia el norte) que históricamente ha guiado el actuar de Colombia frente al hegemón. Si bien se están tomando decisiones marginales dentro del marco de una doctrina Respice Omnia (mirar a todos) como el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, apoyar a Pedro Castillo en Perú e incluso el discurso de Gustavo Petro en la ONU, no hay una distancia real operativa con la Casa Blanca, ni un cambio de la histórica intromisión de ese país en los asuntos internos de Colombia. Por el momento, el nuevo periodo de progresismos e izquierdas en la región, a diferencia de la anterior, no se aleja sustancialmente de los intereses de EE.UU. Sin embargo, la cercanía de muchos países con China -incluyendo Colombia en este nuevo periodo- será un tema que preocupa a EE. UU en su calidad de principal hegemón en la región.

De esta forma, la reunión de Gustavo Petro y Francia Márquez con la jefa del Comando Sur Laura J. Richardson para “‘confirmar’ el papel de Colombia en su calidad de ‘principal socio estratégico’” (Rodríguez, 2022) de EE.UU y las permanentes reuniones de miembros del gabinete ministerial con personalidades como Samantha Power directora de la USAID; Jonathan Finer consejero de seguridad de EE.UU; el director de la CIA, William J. Burns, entre otros agentes de instituciones político militares (Suárez, 2022), resultan en decisiones como la entrega de la vigilancia de la Amazonía y la Isla Gorgona (Rodríguez, 2022 II) —áreas estratégicas por sus recursos naturales (Portafolio, 2021) y su ubicación en términos geopolíticos para la región en favor de EE.UU.—, decisiones que como muchas en este Gobierno tranquilizan a las derechas del país.

Por estos motivos, el Golpe de Estado no es una figura que se proyecte a ser usada (en lo inmediato) por la extrema derecha en el país. Sin embargo, este no es un escenario totalmente descartado por dicho sector que constantemente hace llamados a las Fuerzas Armadas, con figuras como María Fernanda Cabal y Eduardo Zapateiro, para que cuestionen la cadena de mando y se alejen del presidente Petro, al tiempo que alientan la desestabilización contra gobiernos progresistas de la región.

Lo cierto es que la extrema derecha empezó campaña política para 2026 desde el 29 de julio de 2022, día en que el Pacto Histórico ganó las elecciones presidenciales. Medios de comunicación del establecimiento como RCN, Semana y El Tiempo han destacado la figura de María Fernanda Cabal como la líder de la oposición en quien se deposita la posibilidad de volver al poder. El posicionamiento de esta figura se sintoniza con la tendencia global del ascenso de una ultraderecha con discursos neo fascistas como en Italia con Giorgia Meloni, Polonia con Mateusz Morawiecki, Brasil con Jair Bolsonaro, Chile con Jose Antonio Kast, Argentina con Javier Milei, entre muchos otros ejemplos.

Sin embargo, la figura de María Fernanda Cabal que creció a partir de la muerte política de Álvaro Uribe, más allá de no recoger la totalidad de los intereses de las derechas —ni siquiera una mayoría—, divide a los sectores en el poder y más en un periodo en el cual el sentido común, por lo menos en Colombia, está a favor de las ideas progresistas, liberales y socialdemócratas. Sin embargo, merece prestarle mayor atención a su táctica del uso de la post verdad que representa una amenaza en el campo ideológico y cultural con consecuencias en los otros campos sociales.

Actualmente el medio de comunicación más importante de la extrema derecha en Colombia es la Revista Semana que es dirigida por el grupo Gilinski y representada públicamente por figuras mediáticas como Vicky Dávila quien hace parte del cuestionado clan Gnecco. Este medio de comunicación ha logrado convertirse en uno de los más leídos en el país con una línea editorial que más allá de defender el establecimiento en detrimento de los sectores de izquierda, progresistas y populares, se ha convertido en un fortín ideológico de la ultra derecha terrateniente, guerrerista, ganadera y narcotraficante, construyendo un estilo amarillista y populista.

La ofensiva por la retoma de la hegemonía ideológica es su principal objetivo, al punto que se planteó la expansión del medio que empezó con la compra del medio El País de Cali (El Tiempo, 2023), casualmente el principal medio de la región en donde tuvo mayor fuerza las convulsiones sociales de 2019, 2020 y 2021. La izquierda, no solo por limitaciones económicas sino de concepción, no ha podido contener esta estrategia neo fascista ni desarrollar una estrategia ideológica en favor de los movimientos populares y en contra de discursos racistas, xenófobos, clasistas, machistas y de discriminación a minorías religiosas, de género y raciales.

Adicionalmente, la derecha en oposición ha convocado y organizado tres movilizaciones sociales que progresivamente perdieron fuerza, pero este descenso no se puede leer como lineal. Para el mes de febrero de 2023 la extrema derecha convocó a un “paro nacional” en contra del Gobierno, poniendo al frente del proceso a figuras como Miguel Polo Polo, que, al igual que Iván Duque y guardadas sus proporciones, serán cartuchos de la burguesía en el juego de poder. La táctica de la movilización social puede derivar el inicio de intentos de Golpes de Estado como el sucedido en Brasil que, en caso de tener éxito serían una avanzada en contra de la estabilidad del Gobierno, pero en caso de no tener éxito habrán sacrificado jurídica y políticamente a una ficha fusible como Polo Polo, sin arriesgar a ningún miembro de la élite.

Por último, en el repertorio de las derechas y el establecimiento, el paramilitarismo continúa siendo una forma de poder vigente. Los múltiples grupos paramilitares post AUC siguen teniendo una política de control y expansión territorial que no parece detenerse dado que es y será, un instrumento de la ultraderecha para mantener latente un recurso importante de poder. Más allá de esto, también persiste la idea de que quien tenga recursos tiene la posibilidad de consolidar ejércitos privados para defender y ampliar la propiedad privada de élites locales y nacionales, lo cual se demostró en el conflicto por la ocupación de tierras en el suroccidente del país.

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