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Naturalización de la violencia de pareja: una experiencia relatada por la mujer (Parte II)
Brayan Lozano Vargas; María Fernanda Cruz Ovalle; Jeysson Andrés Portela Díaz;
Brayan Lozano Vargas; María Fernanda Cruz Ovalle; Jeysson Andrés Portela Díaz; Heiman Nupan-Criollo
Naturalización de la violencia de pareja: una experiencia relatada por la mujer (Parte II)
Naturalization of Partner Violence: A Woman's Reported Experience (Part II)
Revista Kavilando, vol. 13, núm. 2, p. 211, 2021
Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando
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Resumen: Se evidencia en los relatos de mujeres que sufren la violencia de pareja, la adquisición de habitus culturales que se reflejan en la necesidad de afecto y protección; además, las situaciones que experimentan estas mujeres conforman su subjetividad con relación a la percepción que tienen de la figura masculina, lo que les permite construir el imaginario de brindar apoyo y comprensión al género femenino.

Palabras clave: Violencia de pareja,Habitus culturales,Subjetividad.

Abstract: It is evident in the accounts of women who suffer partner violence, the acquisition of cultural habitus, which are reflected in the need for affection and protection. In addition, the situations experienced by these women shape their subjectivity in relation to the perception they have of the male figure, which allows them to build the imaginary of providing support and understanding to the female gender.

Keywords: Partner Violence, Cultural Habitus, Subjectivity.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

Naturalización de la violencia de pareja: una experiencia relatada por la mujer (Parte II)

Naturalization of Partner Violence: A Woman's Reported Experience (Part II)

Brayan Lozano Vargas
Universidad de San Buenaventura, Colombia
María Fernanda Cruz Ovalle
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Jeysson Andrés Portela Díaz
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Heiman Nupan-Criollo
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Revista Kavilando
Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando, Colombia
ISSN: 2027-2391
ISSN-e: 2344-7125
Periodicidad: Semestral
vol. 13, núm. 2, 2021


Introducción

El presente artículo de investigación se ha denominado como “parte II” teniendo en cuenta que en otro número de la misma revista se hizo la publicación con el título “Naturalización de la violencia de pareja: una experiencia relatada por la mujer”. En el anterior artículo se hizo el trabajo de desglosar los diferentes objetivos que se trataron en la investigación y a partir de estos postulados se constituyó todo un marco de referencia con su respectiva discusión. Por consiguiente, en el marco de esta investigación para su segunda parte, se darán a conocer las narrativas autobiográficas que construyeron las mujeres en relación con su experiencia y/o vivencias a partir de la violencia de pareja, así como el proceso de naturalización (Bourdieu, 2000) de dicha violencia y el proceso de empoderamiento que lograron alcanzar (Batliwala, 1997), reconociendo que estas historias de vida son un elemento fundamental dentro de una condición de resultados que permite una mayor rigurosidad al momento de dar respuesta a los objetivos que se plantearon para esta investigación.

Ahora bien, en la presente investigación se mantiene el postulado de que la violencia de pareja es una de las diversas manifestaciones de la violencia de género con respecto a la cual han surgido múltiples lecturas interpretativas y explicativas. Una de ellas se encuentra vinculada con las relaciones de poder; según esta interpretación, la mujer ha sido comprendida a lo largo de la historia como un sujeto subyugado, que se acentúa en una interacción de dominación del hombre hacia la mujer (Batliwala, 1997).

Metodología
Enfoque y diseño de investigación

Se escogió una metodología que busca desarrollar una descripción clara y cercana a la realidad que se investiga, por lo que se optó por el enfoque cualitativo con un diseño fenomenológico (Hernández, 2014). De igual manera, fue necesario enmarcar la investigación desde un alcance descriptivo (Hernández, 2014), ya que como investigadores se pretendía conocer de qué manera se desarrolla el proceso de naturalización en algunas mujeres que han vivido el fenómeno de la violencia de pareja, desde la descripción de sus experiencias y la interpretación del discurso.

Población y muestra

La investigación se realiza en la ciudad de Ibagué, con la población femenina integrante de “la Red de Mujeres de Ibagué-Tolima”; este colectivo está integrado por mujeres que han sido víctimas de violencia de género en sus diferentes formas a quienes se les brinda un acompañamiento legal, psicológico y social. Ahora bien, para los intereses de esta investigación, se hizo uso del método de selección de muestra no probabilística y homogénea para conformar un grupo de 3 mujeres voluntarias e integrantes del colectivo, que cumplieran con los siguientes criterios de inclusión: Mujeres integrantes de la Red de Mujeres de Ibagué (Tolima), con edades comprendidas entre 25 y 50 años, funcionales en el área de lectoescritura, convivencia mínimo de 5 años con su pareja y víctimas de violencia física por parte del mismo.

Técnicas e instrumentos para recolección de datos

La presente investigación hizo uso de la entrevista a profundidad y los mapas corporales como técnicas que permitieran recabar la información necesaria para el desarrollo y construcción de historias de vida. La entrevista en profundidad se realizó a partir de la formulación de 28 preguntas, las cuales fueron divididas en cuatro tópicos: capital económico, social, cultural y simbólico. Se sumó el mapa corporal, una técnica que permitió recabar información con respecto a los significados y discursos encarnados en el cuerpo de la mujer mediante un proceso sistemático que articula los saberes en una co-construcción de escritura, relato oral y gráfica autobiográfica (Silva, Barrientos, & Espinoza-Tapia, 2013).

Cabe resaltar que, fue posible llevar a cabo esta investigación una vez el Comité de Bioética de la Universidad de San Buenaventura Medellín aprobó los procedimientos, técnicas y estrategias necesarias para recopilar la información que permitiera a los investigadores la construcción de las historias de vida de las participantes, dando así cumplimiento a los principios bioéticos.

Resultados

En consideración a los objetivos específicos que se plantearon para esta investigación, a continuación, se hace la presentación de las historias de vida las cuales están tituladas de la siguiente manera: Sujeto 1. Control, sumisión y otras obsesiones; Sujeto 2. La melodía de una violencia; y sujeto 3. Amores, odios y otros rencores. Cabe resaltar que cada una de las historias de vida están divididas en cuatro capítulos referentes a los diferentes ciclos vitales y la influencia que la violencia tuvo en cada etapa.

Sujeto 1. Control, sumisión y otras obsesiones

Soy una mujer de 35 años; en este momento soy una persona independiente, me dedico a vender lociones para sostener a mis dos hijas. He tenido pocas experiencias en mi vida, pero he cometido errores que me han dejado huellas; sin embargo, ya me sané de haber confundido el amor con manipulación, por eso ahora soy más fuerte y decidida.

Capítulo I. Mis primeros años de vida

Les contaré un poco sobre mi infancia. Mi mamá fue una persona del campo, mi papá también se crió allí; cuando vivíamos con mi padre, me acuerdo de que él llegaba borracho y mi mamá le aguantaba todo eso, él la maltrataba mucho por lo que un día ella tomó la decisión de venirse para Ibagué con mi dos hermanos y mi persona, nos fuimos a vivir a una piecita y mi mamá consiguió un trabajo de empleada de servicio. Mi niñez no fue una niñez como otras niñas que lo tienen todo, yo debía ayudarle a mi mamá, era la que hacía oficio en la casa, cuidaba a mis hermanos, aunque tengo un hermano, es mayor que yo, el cual nunca vivió con nosotros porque él se fue desde pequeño para donde unos familiares y allá cogió la calle.

La verdad no nos tocó nada fácil, a mi mamá le tocó demasiado difícil, ella no sabía cómo educarnos, en ocasiones expresaba palabras groseras y solía beber mucho, incluso llegaba borracha al hogar, gritaba y había mucho maltrato hacia nosotras; la relación con ella fue poco amorosa, yo a ella la respetaba, pero le tenía mucho miedo. En mi hogar había muchas peleas con mi madre, ella nunca me dejó tener una vida social; es decir, yo tenía que quedarme en la casa, no podía hablar con ningún hombre y si llegaba una amiga a mi casa pues era mala influencia para mí. No tuve una vida social, crecí en un entorno solo, en el colegio exponía una cartelera y me temblaban las piernas, no podía ni hablar, no participaba en clase, era una persona calladita. Todo eso hizo que creciera siendo una niña muy insegura, cuando ingresé al colegio me iba muy bien, pero después con todos los problemas prefería no ir a estudiar.

Con relación a mi padre, yo a ese señor no lo odio, pero a mí me preguntan ¿tiene papá? y yo digo que no, que ese señor se murió; en mi infancia hizo mucha falta mi figura paterna y él nos dejó cuando estábamos muy pequeñas, nunca respondió por nosotras.

Capítulo II. Lo que viví en mi adolescencia

Mi adolescencia fue complicada, uno empieza a crecer y piensa ¿Por qué mi mamá no me deja hacer esto? yo no estaba haciendo nada malo. Yo quería hablar con amigas, con amigos y ella no me dejaba. Mi mamá era muy celosa y discutía mucho, por ese motivo yo me iba para donde una tía en Cajamarca, empacaba mi ropa y me iba porque no me la aguantaba. Siempre eran las palabras más groseras, me hacía sentir mal porque eran palabras que venían de lo más horrible que le puede decir una madre a su hija.

Cuando yo ingresé a sexto grado tenía 12 años, pero no pude finalizar ese año, así que tiempo después empecé a estudiar de noche y en el día trabajaba. Un día tenía que estar a las 10:05 p.m. en la casa, pero me demoré un poquito y llegué a las 10:20 p.m., cuando llegué ya tenía la ropa en una caja. Yo pensaba para dónde irme y finalmente, decidí irme para donde mi tía, ella siempre me abrió las puertas, a ella la quiero mucho. Viví con ella 9 meses, después de esos 9 meses mi mamá me fue a buscar, me pidió perdón y regresé a vivir con ella. Los primeros días estuvimos bien, pero regresaron nuevamente las peleas. Ella también tuvo cosas muy bonitas porque me dio mucho gusto, en ropa, zapatos, sin embargo, yo hubiera preferido que no me diera nada de eso pero que me diera cariño.

Así me la pasaba, iba y volvía. Hubo un tiempo que yo ya no volvía donde mi tía porque me daba pena, entonces empecé a irme para el campo. Yo hice hasta séptimo grado, ya no le encontraba sentido a mi vida, así que me fui para el campo y empecé a trabajar allí. Un día una amiga me preguntó que, si yo era capaz de cocinar para trabajadores, y tomé la decisión de irme para un caserío que se llama Toche. Mi amiga no fue sincera conmigo y no me dijo a qué iba yo; yo llegué a unos cambuches, no era una cocina ni una finca, solo había unos palos y un fogón de leña. Resulté trabajando para tres hombres que eran raspachines, recogían amapola. Yo estaba feliz allí porque esas personas me brindaron el cariño que nunca recibí, eran muy buenos conmigo.

Un día, eran las 3:00 p.m. y llegó mucha gente uniformada pero no era gente del ejército, se acercaron y me saludaron. Yo estaba trabajando con la guerrilla. Allí duré 3 años, no le hablaba a mi mamá, lo único que supe fue que mi mamá decía que yo me había entregado a la guerrilla. Tuve tropezones con el Ejército, hasta que un día el Ejército llegó y nos tocó pedir para el pasaje para devolvernos, otra vez a enfrentar la vida. ¿Qué me pongo a hacer? Pues empecé a trabajar en casas de familia, un trabajo muy humillante; así que yo he vivido violencia por todo lado, familiar, económica, violencia por todos lados.

Capítulo III. Relatando mi adultez

En mi vida he tenido dos relaciones de pareja; la primera fue con el papá de mi hija la mayor, con el cual duré muy poco ya que fue un noviazgo en el que nos veíamos un rato cada 8 o 15 días, como por tener ahí a una persona y no sentirme sola. Eso fue cuando yo trabajaba en el campo, allí resulté embarazada, a los 6 meses nos fuimos a vivir juntos y cuando la niña tenía 2 años me separé de él, porque había muchos choques con él, pero él nunca me maltrató.

Después tuve otra relación, con el que más dure que fue con el papá de la otra niña, con él dure 9 años, nos casamos y fueron 9 años terribles, un infierno. A él lo conocí por mi amiga, la que me llevó al campo. A ella le gustaba él y un día me dijo que fuéramos a tomar algo, ahí lo conocí, empezó a sonreírme, yo no estaba en el plan de conseguir a nadie; con el tiempo empezamos a hablar, él se escuchaba una persona tan diferente, es decir una persona amable, tranquila, una persona que se preocupaba por el otro. Lo de nosotros fue muy rápido, fuimos novios y a los dos meses ya estábamos viviendo juntos. Me decía muchas mentiras, ahí empezó todo. Cuando él salía trabajar iniciaron las llamadas constantes, él me compró el mejor celular, pero no le entraban las llamadas; él me dijo: “si usted va a vivir conmigo, usted no va a trabajar, yo quiero una mujer que se dedique completamente a mí, que si yo la llamo a la hora que sea usted debe estar pendiente”, así empezó la manipulación. Él me timbraba y si por una llamada que yo no contestara eran las palabras más groseras del mundo. Eran 10 o 20 llamadas perdidas, yo me asustaba mucho y me ponía muy nerviosa, me daba miedo que él me dejara, yo no quería que se acabara la relación, yo lo llamaba y le pedía perdón, me culpaba a mí y así empezó la manipulación.

La relación con mis familiares y amigos cambió totalmente, de por sí yo casi no me hablaba con mi mamá; segundo, no podía llegar a la casa un tío, un primo y cuando llegaban tenían que hacer silencio cuando él me llamaba porque se ponía muy bravo. Me alejó de mi familia, de mis primos, incluso de mis vecinos, yo salía de mi casa con él, pero no podía mirar a ninguna parte, entonces mis vecinos sabían que cuando yo iba con él pues ni saludaba.

Yo sentía que sin él no podía vivir, sentía que no podía salir adelante sin él, teníamos una hija, cuando peleábamos yo sentía por dentro un dolor tan fuerte, no comía, era una persona que vivía nerviosa y yo creía que todo eso era porque él estaba enamorado de mí, como si él me quisiera cuidar.

Con él nunca pude trabajar, él decía que la mujer que trabajaba se volvía marimacha, él era el que generaba los ingresos en el hogar y las mujeres debían estar en la casa. En una ocasión yo compraba lociones y las vendía, sin embargo, el encontró una plata que yo tenía guardada, él empezó a desconfiar y a pensar que yo no compraba mercado, entonces tuve que suspender las ventas para evitar problemas. Además, él no me tenía en cuenta para nada, él me compraba ropa cuando veía que ya estaba muy mala, pero tenía que comprar lo que le dijera.

Cuando él quería estar conmigo y yo no, era un gran problema y se enfadaba conmigo, supuestamente era porque tenía a otra persona, que ya no me gustaba estar con él, que no lo veía como un hombre y que supuestamente no me hacía sentir bien, me trataba súper mal. Y yo para no tener problemas muchas veces accedí, pero yo no me sentía bien, me daba pereza.

Lo que a mí me marcó y nunca lo voy a olvidar fue cuando yo terminé la relación con él, él estaba trabajando en el Ejército y ese día él llegó a las 4 de la mañana a mi casa, porque hice lo que yo jamás había hecho en mi vida, apagarle el teléfono 2 días, yo estaba aburrida de esa situación, que muchas veces le terminaba, pero me la pasaba dando oportunidades hasta que me cansé. Apagué el teléfono dos días, él llego esa madrugada, golpeó la puerta y yo abrí, le pregunte que hacía ahí, me dijo “tengo que preguntarle una cosa, ¿usted va a volver conmigo?” yo le dije que no y ese señor sacó del bolsillo del pantalón una minora, la partió en dos y se cortó la mano. Cuando vi eso, él me preguntó ¿usted va a volver conmigo o me la hundo más? yo pensaba que ese hombre se iba a matar, mis hijas durmiendo, así que volví otra vez con él.

Lo llevé por las buenas, le dije que sí que todo estaba bien, ese día teníamos una reunión en el colegio de la niña grande, era entrega de boletines entonces yo le pedí el favor que fuera a la reunión, él dijo que sí, pero me preguntó ¿segura que todo está bien entre nosotros? yo le dije que sí. Cuando él se fue para la reunión, yo lo llamé y me aseguré de que él estuviera allá; luego me llevé a las dos niñas y así como estaba toda ensangrentada fui a poner la denuncia en la comisaria de familia, ahí estaba la señora del programa de Red de Mujeres, ella me vio tan asustada que me brindó su ayuda, me preguntó ¿usted está dispuesta a cambiar su vida? le dije que sí y me ingresaron a un refugio. El señor empezó a buscarme por cielo y tierra. Esos 9 días que duré en el refugio él durmió en mi casa. El programa me ayudó mucho, demasiado, yo creo que si ellos no me hubieran brindado esa ayuda yo digo que quizás no sé qué hubiera pasado conmigo, tal vez hubiera vuelto con él y de pronto de tantos problemas, Dios no quiera, hubiera pasado algo terrible.

Capítulo IV. ¿Quién soy ahora?

Hoy en día tengo que decir que quedaron secuelas psicológicas, secuelas de no confiar en los hombres. De pronto antes no era sociable, no hablaba con nadie, pero ahora me gusta compartir con las personas, hablo, salgo con mis hijas al parque, disfruto el tiempo con ellas, compartimos y estamos unidas, es una relación muy bonita. Soy una mujer feliz, en ocasiones me siento sola porque hace falta una compañía, pero mi mayor bendición son mis hijas. Ahora me siento una mujer empoderada, lo sentí cuando dije “no más” con ese señor.

Tengo aspiraciones y muchos proyectos, por ejemplo, mi casa está en obra negra, pero ya tengo unos ahorros y quiero empañetarla. Realmente a mí me falta vivir mucho, en mi vida he estado en un encierro horrible, así que me falta vivir la vida bien, salir, compartir con amistades y pasear. Actualmente hago mucho ejercicio, eso me abre la mente. A futuro no me veo con alguien, de pronto conseguir una persona cuando mis hijas estén grandes, cuando ellas formen sus hogares y de pronto yo decida tener a alguien.

Finalmente, debo decir que el programa fue una gran ayuda, porque el proceso fue difícil, pero gracias a ellas he podido superarlo, estoy tranquila y soy feliz.

Sujeto 2. La melodía de una violencia

Soy una mujer de 50 años y parte de mi vida he sido una trabajadora independiente, represento una organización llamada Red de Mujeres, y ya estaba en esta cuando empecé a sufrir de violencia por parte de mi expareja. Estoy hace 9 años en la Red de Mujeres y me siento muy bien ayudando a las mujeres que pasan por esta situación.

Capítulo I. Mi infancia

De mi niñez, ahora recordando, puedo decir que fue muy difícil, fue un poquito complicadita, pues por aquella época se vivió una pobreza dura, el barrio en el que viví y en el que aún estoy siempre ha sido de gente pobre. Uno de los recuerdos que tengo es que mi papá tenía un problema de alcoholismo, lo que hacía que no viera por los hijos; pues los tres mayores que fuimos, siempre nos mandaban para Armero o para donde una tía, pues por la cuestión de que en la casa no había comida y no había para el estudio, entonces siempre nos la pasábamos de trasteo en trasteo. Considero que mi niñez fue dura, o así la veía yo de niña por ese entonces, recuerdo que, en la casa, había muchos problemas de inundación y si teníamos alguna muñeca pues ahí se iba, si teníamos alguna mascota pues se iba en las inundaciones, todo se sentía tan difícil y no era nada divertido, también por eso era como el trasteo de nosotros para todos los lados.

Realmente yo una parte de mi niñez la pasé con mi abuelita, la mamá de mi mamá que también vivía en el barrio y pues casi siempre estuve con ella y fue una época bonita. Lo único malo de esa parte de mi niñez es que mi mamita, o sea mi abuelita, tenía otro esposo que no era mi abuelo, por lo que ella mantenía viajando de Rovira para acá (Ibagué), y en una de esas mi mamá me dejó ir con ella y yo tenía como 9 añitos. Ese día con mi mamita pues nos fuimos para la finca, estando allá yo no sabía de cosas malas ni nada de eso; yo qué iba a saber que al señor ese le gustaban las niñas. Yo recuerdo que ese día él le dijo a mi mamita que me dejara ir a coger caña, entonces yo me fui con él y estando allá, el tipo ese me alcanzó a manosear y empezó como a desnudarse, yo tenía mucho miedo pero como pude me solté, y empecé a correr y correr por toda esa finca para que el tipo no me alcanzara y violara, yo ni sabía que era eso, pero sentí que era malo y me dio miedo; recuerdo que corrí y corrí y sentía que ya me iba a alcanzar, yo veía a ese tipo ahí pelado detrás de mí, tenía miedo y era una niñita, y lo peor era que no encontraba la casa pero lo logré, llegué donde mi mamita; y le dije a ella ¡mamita, mamita! Mire que ese señor me mostró ese “coso” y me quería coger, cuando ese tipo llegó lo único que hizo mi mamita fue coger un machete y le dió “plan” durísimo, y nunca volvimos por allá, ni siquiera mi mamita.

Ya después como a los 10 años, no sé por qué, pero me llevaron a vivir donde una tía en el barrio San Diego, cuando estuve allá el único que iba a visitarme era mi papá y eso que tenía problemas con la bebida; en fin, mi tía era de alta alcurnia o así la recuerdo, pues tenía una casa de tres pisos, el tercer piso era una terraza y ahí había una pieza, era en esa pieza donde yo vivía, sola con los perros. A mí me daba mucho dolor, yo me preguntaba ¿porque tenía que vivir ahí? y le tenía terror a ese sitio, pues claro yo estaba muy sardinita, le tenía temor a estar sola allá, lo único que me acompañaban eran los perritos. En esa casa a mí me levantaban a las 4 de la mañana, tenía que hacerle el desayuno a cada uno, porque cada uno desayunaba diferente, atenderlos, arreglar esa casa que era inmensa, después estudiar, estudiaba en la Diego Fallón, y para todo tenía que sacar tiempo, yo me acostaba a las 11:00 pm o 12:00 am y a las 4:00 am ya mi tía me levantaba. Yo creo que, como yo era la única niña en esa casa, por eso me tocaba hacer todo el oficio.

De ese episodio de mi vida recuerdo que mi tía me decía “cuidadito me dice tía delante de las visitas” y cuando llegaban las amigas me gritaba desde la sala “un tecito y dos cafecitos” yo lo único que pensaba era ¿por qué mi mamá no iba y mi papá sí iba y me visitaba?, los días que iba mi papá yo le decía “papi lléveme de acá” yo le decía llorando, “yo no quiero vivir más acá mire que yo duermo por allá en la terraza y eso hay como una cosa que como si fueran unas culebrillas”, yo le temía a eso, y eso estaba al pie de mi pieza, pero no hizo nada y no me sacaban de esa casa.

Ahora recordando eso, yo digo, porque mi mamá no se dio cuenta de sus hijos, me dolía mucho la indiferencia de mi mamá.

Eso pasó en esa época. En este momento se me viene a la cabeza que en mi familia siempre se vio reflejado el machismo, pero no por parte de mi papá sino por parte de mi mamá, mi mamá era machista, mi papá nos trataba por igual y a todos nos quiso, pero mi mamá si tenía cierto recelo con las hijas mujeres no sé porque, pero ella siempre ha tenido esa parte machista.

Capítulo II. Mi adolescencia

Yo creo que no tuve adolescencia, o sea me casé tan joven, el primer matrimonio que tuve fue a los 17 años no entiendo por qué, yo sentía que era una mujer libre, pero no entiendo por qué me case con ese muchacho y lo peor es que después se volvió tan violento.

Como a los 15 años volví a vivir con mis papas, y conocí a quien fue mi primer noviecito, él era de los que entraba a la casa y hacia visita; yo duré con él como 4 años de novia, él era como el novio de la casa, pero yo no lo veía como esposo, el caso es que pasaron los meses y me enteré de que él ya tenía una mujer allá en la casa viviendo con él, cuando yo me enteré de eso, yo quise zafarme de esa situación y fue cuando conocí a un amigo de mi papá, yo tenía 17 y él tenía 40 y de él si me enamoré, era músico y duramos año y medio sin que mi papá o mi mamá supieran, nadie sabía. Un día él me hablo de matrimonio, y yo lo rechacé, no sé porque lo hice, porque yo lo quería mucho, a la final me casé con el que no me tenía que casar, con el muchacho que tenía otra, aunque bueno, ya la había dejado para ese tiempo. Yo pensaba, “bueno, yo me caso y cumplo con lo del hogar y me voy para Bogotá con el músico”, yo pensaba así, yo no tenía ni idea de que era un compromiso, ya cuando me vi en el problema enfrascada y vi que ya tenía un hogar y tenía que formar una familia, dije “no, esto no es pa’ mí”, entonces ahí si vi la cosa dura, yo no sabía qué hacer y ahí duré 3 años con mi primer esposo, él con el tiempo se volvió violento, me pegaba muy duro, y yo me fui refugiando en el alcohol.

Yo empecé a trabajar en una fábrica de calzado y ahí conocí a unas amigas a las que yo les contaba todo lo que me pasaba y ellas para todo era alcohol, y yo me fui hundiendo, duré cerca de tres años consumiendo y consumida en el licor, ¡increíble!, yo pensaba que ya no me iba a salir de eso, con el tiempo eso se volvió otro motivo para que me pegara el que en esa época era mi esposo, me gané problemas en el hogar, porque yo no quería llegar y me enfrasqué en eso, entonces claro, cuando yo llegaba a la casa todo eran golpes y como yo llegaba al otro día, me daba duro, aunque bueno a pesar de que duramos 3 años de matrimonio conseguimos la casa, yo conseguí el carro, él su carro, las motos, mucho dinero se manejaba en esa época, mucha plata, en esa época era como fácil la cuestión, fue entonces cuando a mí me pareció que era el momento, deje el alcohol y me fui de ese hogar, me fui y no volví. Y así transcurrió mi adolescencia.

Capítulo III. Mi adultez

Así transcurrieron los años y llegué a la edad adulta ya pues como pude estudié el bachiller, e hice mi universidad, y si, tocó duro pues en la universidad ya uno está trabajando y está viendo por uno mismo.

Al tiempo conocí a este otro señor que fue con el que viví estos 22 años terribles de violencia, porque me pegaba mucho, por esa época yo no iba a visitar a mi familia por pena, porque pues yo me había separado de mi primer esposo, y pues qué pena yo ir con mi familia, diciendo que ya tenía a otro.

Bueno, el caso es que de esa manera acabé mi universidad, yo hice una carrera de alimentos, y soy licenciada de preescolar, esos estudios los acabé aguantando muchas cosas, recuerdo que hacía tamales y vendía y así como él me mandaba para la universidad con golpes, así iba. Entonces sí fue duro, pero lo logré.

En el aspecto familiar pues yo quería y amaba a mi papá a pesar de todo, antes de él morirse, me marcó mi vida, él se murió hace 6 años y para mí él era mi amigo y era mi todo, pues ya cuando me volví adulta, nos volvimos muy buenos amigos, incluso mi mamá me tenía un poco de recelo, porque ella decía que yo sabía de pronto de mujeres que tenía mi papá, pero yo no sabía nada.

Recuerdo que cantábamos los dos, él era José Alfredo Jiménez y yo Alicia Juárez y hacíamos el show bonito, y eso me marcó harto, de pequeña no teníamos mucha relación en la niñez, pero ya de adulta fue una relación bonita.

Con mi mamá pues yo la quiero mucho y todo, pues es mi mamá, pero es que uno queda como marcado, de pronto cuando vivimos en la casa la presa más grande de carne era para mi papá y si no alcanzaba pues para mí no había; siempre se les servía primero a los hombres y son cosas que marcan.

Pero sí, mi mamá era muy dura con nosotros, más con las mujeres, con las dos mujeres mayores, mi mamá tenía como un decir de ella y era “yo no debí de tener rajonas, para qué rajonas, si a mí me gustan más los hijos varones”; ella siempre nos lo hacía saber y uno pensaba, “lo que pasa es que mi mamá no quiere a las hijas mujeres”, entonces así nos criamos; pero ahorita es la reina de la casa, aunque si sufrimos mucho con ella. Eso a grandes rasgos, porque si les cuento mis relaciones amorosas, no han sido buenas, mis relaciones han sido pésimas, en esas dos relaciones que tuve, no pude, no es para mí tener un hogar. Mi segunda relación fue pésima, peor que la anterior, porque como yo seguía con el cuento de cantar, y que a mí me dijeran “no haga” eso no va conmigo.

Yo me separé de mi primer esposo porque también había mucha violencia, me separé y duré como un año sola. Un día que salí con mis amigas me encontré con ese señor y él empezó a tratarme bonito, me llevaba flores, me llevaba a sitios bonitos, a comer, etc. En fin, me conquistó, duramos como un año así, yo llegué a enamorarme de ese señor. Resulta que un día, yo ya vivía sola y él de un momento a otro empezó a quedarse de a dos días, tres días y se fue como conformando ese hogar, pero no dejaba de ser guache, yo decía “eso debe ser que me quiere mucho” y como yo ya lo quería, yo ya soportaba los golpes, un día me pegó tan duro que yo me arrodillé y le dije por favor no me deje. Yo tuve una relación horrible, no entiendo porque duré tantos años, años botados a la basura.

Aunque yo creo que ese señor es así porque también tuvo una violencia tremenda con el padrastro, el padrastro le pegaba, como él no hacía caso, le ponían vestido y lo encadenaban, en esa época era peor el maltrato, lo trató de ahogar allá en el Combeima allá por la variante, como le voy a decir a él que cambie si esta enseñado a eso y creo que nunca va a cambiar.

Al principio yo decía que eso era amor, yo recién ida con ese señor, me parecía que él me quería mucho y que le daban celos, entonces por eso reaccionaba así, pero sí me pegaba muy duro. Con el tiempo en la universidad, me decían cosas, entonces ya no me dejaba de él, y ahí el problema incrementó y fue más grande la violencia y pasaban y pasaban los años, 22 años que fueron tenaces con él, porque el tipo puede ser buena persona en sano juicio, pero borracho no se lo aguanta nadie, borracho se vuelve agresivo, se vuelve de todo, él borracho puede matar a una persona. Entonces esa fue mi vida en todo ese lapso de tiempo.

Ya cuando yo me empoderé un poquito entonces ya entré a trabajar en la Red de Mujeres, yo soy una de las más veteranas, a veces con mis compañeras me daba vergüenza porque yo denunciaba muchos hombres y peleaba por los derechos de la mujer y uno en silencio siendo víctima. Yo no comentaba mi caso a nadie, ni a mi familia, hasta que un día me decidí y así con los golpes y todo en el 2004 puse una denuncia, me tocó en la Casa de Justicia, la comisaría como que no me escuchó mucho, siempre como que lo han favorecido más a él entonces eso se quedó así, yo no me fui de mi casa, porque es mía, yo había comprado ese lote, él me ayudó a construir, y ese fue el peor error que yo cometí, pues después de un tiempo ya uno lucha es por estar en la casa, aunque ya no había amor, ya no había nada.

Yo duré viviendo allá en El Salado con él, él en su pieza y yo en la mía, durante 6 años y, siempre cada uno por su lado, pero de todas maneras no faltaba el día sábado que llegara a molestar la vida, a quererme tirar, pues yo le tenía mucho miedo.

Yo aguanté muchas cosas, a él lo quise mucho y por eso aguanté golpes, pero al cabo de unos 13 años ese amor se acabó, yo ya no sentía nada por él, a veces él llegaba al otro día y se acostaba en otra pieza y yo ya no sentía nada. Después que se acabó el amor pues yo seguía con él solo por la casa, yo no quería perder mi casa porque yo para donde iba a coger, si mi mamá no me iba a abrir las puertas, mis hermanos dónde me iban a tener y yo para irme a pagar un arriendo, porque él no se iba a ir de la casa, él decía que él también había aportado para la construcción de esa casa.

Él siempre en las borracheras me sacaba el cuchillo y me lo ponía en el cuello y decía es que hoy si la voy a matar, y me daba y me daba con lo que encontrara, yo trataba de defenderme, pero él tenía la mano muy pesada.

Cuando decidí irme de la casa y alejarme de ese señor, fue porque un día yo estaba en mi pieza, tenía prendido el televisor, yo le había dicho a una amiga que se quedara ahí porque al otro día íbamos a hacer un sancocho y nos pagaban la hechura del sancocho, yo le dije a mi amiga quédese esta noche y mañana pues madrugamos y mañana desayunamos y nos vamos para allá. No nos íbamos a ganar mucho, solo $15.000 pesos ella y $15.000 pesos yo, ella aceptó eso. Ya en la noche llegó el tipo borracho y claro, yo estaba riéndome de los cuenta chistes y yo le había tendido ahí al pie de mi cama una colchoneta a mi amiga, porque yo ya no duermo con nadie y no me gusta dormir acompañada; estábamos ahí riéndonos cuando llegó él y tumbó la puerta todo borracho y desafortunadamente estaba horrible… todo borracho… yo no sé qué fue lo que se imaginó, en ese momento yo me puse en el lugar de la señora que el tipo mató allá en El Vergel, que el tipo la mató pensando que ella estaba acostada con otra mujer… bueno, el tipo llegó y me dijo: “yo sabía que usted era arepera, perra hijueputa, yo sabía” y me pegó y me dio puños y ahí ya no me aguanté, pero tenía miedo, mucho miedo, porque el inmediatamente cogió el cuchillo y alcanzo a darme un “puntacito” en el abdomen y dije yo hasta aquí fui, aquí morí, y mi amiga no me defendió nada, y como pude esperé y me levanté porque él me encendió y me dio duro fue en la cama y mi amiga en lugar de llamar a la policía arrancó fue a correr porque claro ella lo vio con cuchillo y pensaría ella “hasta a mí me da”, entonces yo le dije al tipo déjeme parar y me levanté, me defendí pues ahí tuve miedo yo, porque cogí el casco de la moto y le di y le di y él me daba y tampoco soltaba el cuchillo y me mandaba los “puntazos” y yo con el casco le daba, eso fue una sensación horrible que yo dije o me mata o yo lo mato.

Yo me bajé por las escaleras, marcándole al cuadrante y vi que él ya venía bajando, le dije al cuadrante que vinieran rápido, les alcancé a dar la dirección y todo y cuando él bajó, se bajó fue, pero con el cuchillo y me alcanzó a encuellar y me dijo “es que hoy la mato, hoy la mato”, y yo le dije pues hágale y él me alcanzó a dar un puntazo, pero en esas llegó la policía y como de afuera se veía lo que pasaba adentro por los vidrios de noche se veía lo que pasaba adentro. Eso si fue lo único que hizo mi amiga, abrir la puerta, y entonces la policía no ingresó porque no podían, los del cuadrante lo alcanzaron a verlo con el cuchillo en la mano y él lo tiró y no lo sacaron de la casa y por eso no se lo llevaron ni nada… supuestamente no hubo flagrancia… de todas maneras, yo descansé porque pensé ya salvé mi vida y dije ya me voy, me voy porque esto se volvió más feo de lo que era.

Esa noche yo le dije a la policía “mire señor agente lléveselo porque él me va a matar esta noche” y él les decía desde adentro “si llévesela porque yo voy a matar a esa hijueputa y la entrego en un costal picada”, yo estuve en riesgo y no se lo llevaron, solo me dijeron “¿usted no tiene mamá? o un hermano para dónde ir”, y yo les dije “es que yo no estoy haciendo nada malo lléveselo a él, esta es mi casa es mi casa”, y él no se salió de la casa por eso no se lo llevaron y como no siguió tirándome delante de ellos pues no se lo llevaron.

La policía me cogió y me dijo que yo me tenía que ir y yo dije “pero porque me tengo que ir yo, si esta es mi casa, lléveselo a él”, entonces me sacó uno por allá lejitos aparte de los otros y me dijo “venga le digo, es que allá en el cuartel no hay espacio para llevarlo, pero si usted lo puede sacar de acá” y yo le dije “¿YO? Pero si la policía es para eso, porque ese señor me mata hoy me mata y usted lo vio con el cuchillo y él me va a matar si yo me quedo acá me mata”, entonces me dijo “pues váyase”, y yo me vine para acá donde mi mamá, ahí si me vine, y dejé mi casa.

Ya cuando empezamos con las conciliaciones y busqué el amigo comisario, le creyó más a él, ese señor se puso a decir que él estaba viejito, que no tenía para donde irse y que los hijos no se lo llevaban. Entonces la que tuvo que salir fui yo. Pero pues no me arrepiento y me dejaron el arriendo del primer piso, bueno para mi sustento, eso por un lado medio bien, y siento tranquilidad porque si él no me hubiera matado de pronto lo había hecho yo. Porque yo ya no le tenía miedo yo ya había dejado el miedo y ya no le tenía miedo a él y por eso la situación era más peligrosa.

Después de todo, yo me vine para esta casa, la casa de mi mamá, y el siguió llamándome, pero no para decirme que volviéramos sino por los arriendos de la casa, y cada vez que me llama me enciende a madres y a los hijueputazos, y yo me pregunto ¿Dios mío, cuando me quitare esta carga de encima?”.

No es por justificar a ese señor, es más bien para que la gente entienda, es que yo veo una persona maltratadora y percibo que de pronto ha tenido muchos problemas en la niñez, que en su niñez también han sido maltratados, entonces ellos van a hacer lo mismo, porque con la pareja con la que yo vivía, con el que me maltrato tanto estos 22 años, el papá le pegaba, también el padrastro, al padrastro le gustaba pescar por allá para los lados de Mirolindo, y un día al chino se le cayó la comida al río que pasa por allá, el padrastro lo metió al río y lo iba a matar siendo apenas un niño de 9 años, siempre le andaban muy duro, le ponían vestidos para que no se fuera para la calle, lo encadenaban para que no se fuera para la calle, entonces eso fue un maltrato feo, el sufrió mucho en la niñez. Entonces así fue con las esposas porque tuvo 5 hogares, ya no era una persona estable por el maltrato que tiene.

Ese señor me hizo pasar muchas cosas muy feas, yo no sé qué me paso con ese señor, un día estando en la universidad, ese señor me dio tan duro y yo como lo quería y pensaba que si él me dejaba yo no iba a poder sola, me arrodillé y le decía que no me dejara y él me seguía dando durísimo, yo no sé qué me pasaba a mí en esa época, porque así tan ciega.

Fíjese que los tiempos para compartir con el tenían que ser en fiestas o con trago y cuando yo me fui a vivir con él, yo ya había dejado el trago y había olvidado todas esas cosas y pues yo le decía mejor camine vamos a la iglesia y él iba, pero a regañadientes, para ver si cambiaba, para ver si se mejoraba la relación, pero no los tiempos con él y que a él le gustaban era que hubiera comida, amigos, y trago, esos eran los tiempos que a él le gustaban. Eso delante de los amigos me trataba feísimo, me decía cosas hirientes y nadie decía nada, seguían ahí en la fiesta mirando cómo me trataba mal y yo sentía que él me quería.

Yo nunca hice algo que a mí me gustara, a veces por ejemplo donde vivíamos a la vuelta había unas canchas de tejo y ahí era donde me llevaba, y yo dije pues dije voy a aprender a jugar tejo a ver si las cosas mejoran y como a él le gustaba entonces yo también con mis amigas jugaba tejo, lo único era que yo no tomaba porque a mí ya no me gustaba eso.

Con él viví tanto maltrato físico y verbal, porque él tiene un vocabulario horrible, el desde que está hablando habla es con madrazos, es una persona ordinaria… yo no sé qué me pasó con ese señor. Yo le digo a mi mamá en estos momentos, yo no sé a mí que me pasó con ese señor, ni bonito es y mi mamá me dice si él era chusco y yo le digo, pero quien sabe en qué año mamá. Yo cuando lo conocí, lo conocí viejo y feo, un perro bóxer, yo no sé qué le vi.

Él no aportaba nada para la casa todo era yo, cuando yo trabajaba en la universidad las épocas fueron muy buenas, en la abundancia, yo me compré una nevera, el comedor, la sala, todo eso yo lo compraba, porque a mí me gusta vivir bien, y la nevera la compré grande porque como yo dictaba clase de alimentos entonces yo tenía que tener toda la carne que me daba la Universidad del Tolima, eso era como un nevecón y mantenía llena, pero cuando estaba vacía pues vacía se quedó, porque él nunca hizo un mercado, nunca. Le gustaba era comprar a veces el diario. Y me cansó porque allá en el Salado cuando compraba lo del diario por allá vendían unos huesos de pollo, y me decía haga una sopa de pastas con esos huesos que quedan ricas, me cansó de esos huesos de pollo con las vísceras, y todavía come así, y es una persona tan alentada, yo creo que de tanto comer vísceras vive alentado.

Primero me muero yo que ese señor, en serio yo he estado muy enferma, allá en el Salado, me dio el Chikunguña y me dio como 5 veces que casi me mata, él me veía enferma y se reía y decía usted haciéndose la enferma, terrible ese señor. Eso me dejo un problema en la rodilla a mí me duelen las rodillas, incluso yo tuve intento de suicidio, aquí en esta casa, aquí en esta pieza, el diciembre pasado yo me iba a matar, a colgar de los dolores que sentía y me encerraba acá mi problema es que yo me encierro y no le cuento a nadie las cosas, a la final una amiga psicóloga me ayudó a salir de todo esto.

Capítulo IV. Una mujer libre

A mi algo que me marcó fue la muerte de mi papá, nosotros salíamos a cantar, yo era Alicia Juárez y mi papá era José Alfredo Jiménez, hacíamos espectáculo y me daba esa independencia de salir con mi papá, después del duelo y todo eso, yo seguí cantando y se empeoró la cosa, yo ya no le ponía cuidado a lo que él me dijera y salía a cantar porque eso me generaba dinero, pero se volvió peor la relación, mucho peor. Antes de la muerte de mi papá yo no creí que podía alejarme de ese señor, yo creía que no iba a poder yo sola y eso que ya no había amor, pero yo seguía ahí aguantando. Después pasó esa pelea fuerte y como yo ya estaba en la Red de Mujeres ellas me ayudaron, me apoyaron y ahora soy otra mujer mucho más empoderada, a pesar de que uno queda con secuelas, la mía fue la de no creer en nadie, yo, y así me tengo que morir, me muero solita, yo ya no le creo a ningún hombre, no les creo cuando me dicen que me veo bonita, yo creo que mi autoestima bajo muchísimo con ese señor, y si, a veces los hombres me molestan y todo, pero yo ya no les creo, prefiero quedarme aquí sola cuidando a mi mamá, igual yo a un hombre cuando lo veo yo ya no lo veo con gusto o con ganas de tener una relación, es solo un ser humano más.

Yo ahora puedo decir que mi trabajo como gestora me gusta mucho porque el mismo ánimo que yo tengo ahora de ser independiente se lo transmito a ellas, porque uno debe ser independiente y más las mujeres, porque eso hace que no nos dejemos, porque a usted por un peso la van a humillar, a ultrajar y tenerla ahí si usted no aprende a trabajar.

Mi proyecto a futuro es estar en la Casa de la Mujer, yo estoy muy emocionada con ese proyecto, yo soy una mujer muy social y el rol mío está en la sociedad y si yo tengo que quitarme el pan de la boca para ayudar a alguien, lo hago, siempre que sea mujer. Yo sé que hay hombres que ayudan a las mujeres, pero son muy pocos. A mí, ayudar a las mujeres me hace feliz y hacer las cosas que me gustan y sentirme libre y sin miedos me hace feliz y ya no tengo necesidad de pedir permiso para salir a cantar a cantarle a las mujeres… yo soy libre.

Sujeto 3. Amores, odios y otros rencores

Nací en Bogotá, a los 9 años nos radicamos con mi mamá aquí en Ibagué. Soy hija de madre soltera y tengo un hermano mayor que yo. A mi papá lo conocí cuando tenía 14 años, realmente fue muy corta la relación que tuve con él en ese tiempo, luego volví a acércame a él cuando tenía 19 años. Ahora, tengo dos hijos, un niño de 10 años y una niña de 7 años; actualmente trabajo en una empresa de prestación de servicios en plataformas para los colegios.

Capítulo I. Mi infancia

Cuando estaba pequeña vivíamos en Bogotá, mi madre, mi hermano y yo. Hasta los 9 años todas mis vacaciones, semanas santas y demás eran aquí en Ibagué donde una tía, ya que mi mamá trabajaba todo el tiempo. Llegué aquí a Ibagué a los 9 años a vivir donde una tía, aproximadamente vivimos un año con ella y luego, nos fuimos a vivir con mi abuelo y allá fue donde crecí.

En mi familia eran muy estrictos, afortunadamente había muchas reglas; mi madre me dio confianza y libertad en cierto momento, sin embargo, al comienzo yo no podía salir ni hacer una tarea donde una amiga. Cuando fui creciendo ella me dio más confianza, pero siempre bajo reglas y normas, en mi hogar hubo respeto, amor y mi madre siempre nos enseñó valores como la honestidad, la responsabilidad, asumir consecuencias cada vez que hacíamos algo incorrecto. Mi madre era una mujer muy dura, pero, así como fue dura también fue una gran madre porque nos enseñó muchas cosas, siempre lo hizo todo por nosotros, estuvo pendiente de sus hijos y nunca dejó que nos faltara algo, una madre incondicional. En ocasiones considero que le hizo falta ser tierna con sus hijos, pero eso es de familia ya que nosotros no somos muy amorosos, sin embargo, ha sido una persona incondicional en mi vida.

La relación con mi hermano ha sido hermosa, fui su niña chiquita hasta que se casó; ahora tenemos una buena relación, es una persona que me ha apoyado incluso en los momentos más difíciles. Por otro lado, mi abuelita murió cuando yo estaba muy pequeña, entonces mi abuelito vivía con una tía, sin embargo, él siempre estuvo muy pendiente de nosotros, con él tuve una relación muy bonita, amaba a sus nietos, incluso yo estuve viviendo sola con él cuando mi madre y mi hermano se fueron de la casa.

Mis padres no vivieron juntos y ante esa situación hay dos versiones. Por un lado, mi madre dice que en el momento que quedó embarazada, mis abuelos la separaron de mi padre, ya que se dieron cuenta que él era casado, sin embargo, mi mamá desconocía eso. Por otro lado, cuando conocí a mi padre, él me dijo que efectivamente mi madre no sabía que él era casado y casualmente su esposa y mi madre estaban embarazadas al tiempo, las citó a las dos en el mismo lugar y las presentó, se conocieron y hablaron, la verdad desconozco qué hablaron, luego él se fue para Villavicencio y mi madre quedó sola en su embarazo; según relata mi padre, él quería verme cuando yo estaba pequeña pero mi madre no lo dejaba, incluso dice que una vez que me enfermé, mi madre lo buscó para pedirle ayuda, por lo que él me pasó una cuota para cubrir mis gastos de salud, sin embargo mi mamá no lo dejó acercarse a mí.

Cuando estaba niña creía que mi padre no me hacía falta, porque tuve una madre, como muchas otras, que fue madre y padre al tiempo, tuvo los pantalones bien puestos para sacarnos adelante. Sin embargo, hoy día considero que siempre hace falta esa figura paterna, en ocasiones pienso que eso me hizo cometer errores.

Durante mi infancia también sufrí de abuso sexual por parte de mis vecinos, yo tenía seis años, mi mamá tenía que salir a trabajar y quienes eran vecinos de confianza, aprovechaban para jugar supuestamente, pero nunca olvidaré que me sentí muy mal cuando el hijo de ellos, con un amigo, se aprovecharon de mí haciendo ver todo como un juego supuestamente, eso fue varias veces hasta que terminó todo.

Capítulo II. Mis experiencias de adolescente

Cuando tenía 14 años conocí a mi padre, él estuvo pendiente de mí por un tiempo, me llamaba constantemente, pero no existía esa relación de padre e hija, yo era muy fría con él. Cuando cumplí 15 años nos alejamos, él me dejó de llamar, no volvió a preguntar por mí. Luego, cuando tenía 19 años decidí ir a Bogotá y buscarlo, hablamos, se alejó un tiempo y después volvió a llamarme cuando quedé embarazada del niño, en ese momento empezamos a tener una mejor comunicación.

Por otro lado, en mi adolescencia mi mamá fue muy estricta conmigo, cuando tenía 15 años aproximadamente yo tenía un novio al que quería mucho, en una ocasión me fui para donde él, un escape de dos horas y eso me funcionó para decirle a mi mamá que yo también quería salir, salir con mis amigas, hacer cosas diferentes y no solo estar encerrada en la casa, y en ese momento mi mamá empezó a darme más libertad.

Tiempo después viví donde un tío por dos años, yo le ayudaba a cuidar a mi primo, entre semana vivía con él y los fines de semana venía a mi casa; fui una muchacha común y corriente, salía a bailar, tenía a mis amigas, no era una joven de noviazgos duraderos, lo máximo que duraba con alguien eran dos meses.

Capítulo III. Altibajos de mi adultez

Hasta hace dos años que terminamos definitivamente, porque me cansé de ese círculo vicioso. Sin embargo, el año pasado a comienzos de la pandemia él me buscó y dijo que quería que volviéramos, cuando le dije que no, él se volvió más agresivo, me empezó a atacar más con los niños, tanto así que el niño al final decidió irse con el papá y yo le dije “listo papito hágale coja su maleta y empáquela” porque llevaba un año amenazándome que se iba con el papá, alistaba maleta y la dejaba ahí, yo me fui para la comisaria, para el Bienestar Familiar para hacer la entrega oficial del niño porque era lo que el niño quería. Eso ayudo más a que ya no me atacaba directamente, sino que cogió al niño como arma para atacarme a mí. Luego, ingresé a la Red de Mujeres porque el niño se fue con el papá y decidí decirle no más a él, realmente soy muy mala para decir no, yo antes decía que sí a todo y la palabra NO me ayudó a cambiar mi vida.

Realmente la única relación estable que he tenido fue con el papá de mis hijos, yo nunca tuve una relación estable porque no veía el compromiso en mi vida, creí que había cosas más importantes en mi vida. Inicié mi carrera universitaria en finanzas, hice hasta séptimo semestre y no pude graduarme porque llegó el primer grado como madre, así que dejé la universidad y seguí trabajando.

El año que fuimos novios, las llamadas fueron un gran problema, si no le contestaba era una pelea. Para un noviembre, yo salí con mis amigas a celebrar un cumpleaños, a una de ellas le presté mi celular, él empezó a llamarme, pero mi amiga no me avisó, cuando revisé mi celular tenía como 10 llamadas perdidas, yo le devolví la llamada y empezó a insultarme; esa noche nos reconciliamos y fue cuando yo quedé embarazada del niño y decidimos irnos a vivir juntos.

Al momento de irnos a vivir juntos, él únicamente llegó con su ropa y un televisor dañado, las demás cosas eran mías, él compró una cama, pero la que terminó de pagarla fui yo y para poder pagarla tuve que entregar una mesa de noche. Él nunca tuvo un compromiso en el hogar, económicamente nunca aportó nada, siempre fue una persona que ante los demás era un buen hombre, pero en la casa era otro. Cuando nació mi hijo, todo empeoró, le llegaba el sueldo y decía que no le había llegado nada, finalmente su sueldo lo jugaba en los casinos, era ludópata, viene de una familia con antecedentes psiquiátricos y psicológicos.

Cuando estaba embarazada empecé a trabajar en Falabella, dejé de lado las fiestas y las salidas, pensé primero en mi hijo. Al momento de nacer el niño, me quedé sin trabajo, así que nos fuimos a vivir a la casa de mi tía, ella en ese momento se encontraba en Canadá. Luego conseguí trabajo de nuevo y recuerdo que un día que nos pagaron el sueldo, salí a las 10:00 p.m. con mis compañeros a tomarnos algo. Cuando me estaba tomando la cerveza, él empezó a llamar hasta que llegué a la casa, de nuevo empezó a insultarme con palabras como: prostituta, borracha, marihuanera, drogadicta, cantidad de palabras inmundas, me lanzó a la cama y quería pegarme, pero no dejé que eso pasara. Fueron muchos días sin hablarnos y en ese tiempo me di cuenta de que había tenido relaciones con otras mujeres. Lastimosamente él conmigo utilizó todo tipo de maltrato económico, psicológico, ahorita he recibido afectación parental porque tiene al niño en contra de mí. En este momento me dice que yo regalé a mi hijo y mi propio hijo me falta al respeto, el padre permite que nos trate feo a mi hija y a mí; cuando él se fue con el papá, ese señor llamaba a mi hija y le decía que yo había regalado al hermano y lo que yo veo en mi hijo es todo lo que he visto en el papá.

Yo siempre pensé que él no me iba a levantar la mano, pero bueno, lo que yo viví no fue eso, en una ocasión me dio un puño en el brazo frente del niño, yo le dije que no lo volviera a hacer pues no era el trato que yo merecía y menos en frente de los niños; en otra ocasión, yo estaba en el borde de las escaleras, él pasó y me empujó con el hombro y quedé sentada, mi hija lo vio y desde ahí dice que el papá le pegó a la mamá.

El momento más impactante en mi relación, positivo, fue cuando nacieron mis hijos, creo que fue de lo más bonito que pude haber vivido con él; en cuanto al impacto negativo, realmente fueron muchas cosas, el maltrato en general resume todo, los insultos, el egoísmo, la manipulación.

Hace dos años, por WhatsApp, me comparó con todas las mujeres que él había estado, me decía que yo no servía ni para eso. En una ocasión me dijo “es que usted me descuidó, ella si está pendiente de mí”, otra vez me dijo “es que usted es una gorda, marrana, vaca y ella sí es flaca bonita y bien agradable para la vista” y la última me dijo “usted no sirve ni para la cama, por eso yo estuve con estas mujeres”, como diez mujeres diferentes, me hizo sentir mal y lo hizo por humillarme y la felicidad de él es que yo sufra.

Con respecto a ese tema, él nunca me obligó a estar con él o ejercer presión al momento de mantener una relación sexual, sin embargo, eso se volvió algo tan sin importancia para mí, a veces él empezaba a buscarme sexualmente y empezábamos el acto como tal, en medio del acto yo me quedaba dormida y él terminaba mientras yo dormía, ya ni eso me inspiraba.

En ocasiones también me dijo que yo no servía como mamá, porque para mí no hay nada más importante que mis hijos, es por lo que yo me levanto cada mañana, tarde y noche, por ellos trabajo, que, si tengo que agachar la cabeza lo hago, todo lo que yo hago es por amor a ellos. También me duele que me haya demandado por maltrato infantil, lo hizo porque yo corregí al niño, me duele que haya permitido y le haya enseñado al niño que a la mamá no se respeta.

Por otro lado, la relación con mis amigos y mi núcleo social cambió totalmente, dejé de compartir con la gente, antes de estar con él yo solo iba a dormir a mi casa, permanecía en el trabajo, rumbeaba y estudiaba, mantenía en mi mundo; cuando lo conocí a él, mi punto de atención se volvió él, mi núcleo social se redujo a él, cuando yo salía él se ponía bravo que porque yo me ponía bonita para salir con mis amigas y no con él. Con mi familia también cambiaron las relaciones, ellos se dieron cuenta realmente como era, no estuvieron tan pendientes como lo están hoy en día.

A veces pienso que yo permití todo eso por miedo a estar sola, cuando él llegó a mi vida se convirtió en alguien muy importante para mí. Yo lo único que hacía era llorar, patalear, seguir y perdonarlo, todo el tiempo que estuvimos juntos regresábamos y volvíamos como 10 a 14 veces, se volvió un círculo vicioso.

Hasta hace dos años que terminamos definitivamente, porque me cansé de ese círculo vicioso. Sin embargo, el año pasado a comienzos de la pandemia él me buscó y dijo que quería que volviéramos, cuando le dije que no, él se volvió más agresivo, me empezó a atacar más con los niños, tanto así que el niño al final decidió irse con el papá y yo le dije “listo papito hágale coja su maleta y empáquela” porque llevaba un año amenazándome que se iba con el papá, alistaba maleta y la dejaba ahí, yo me fui para la comisaria, para el Bienestar Familiar para hacer la entrega oficial del niño porque era lo que el niño quería. Eso ayudó más a que ya no me atacaba directamente, sino que cogió al niño como arma para atacarme a mí. Luego, ingresé a la Red de Mujeres porque el niño se fue con el papá y decidí decirle no más a él, realmente soy muy mala para decir no, yo antes decía que sí a todo y la palabra NO me ayudó a cambiar mi vida.

Capítulo IV. Una mujer empoderada

Hoy en día considero que soy una mujer que quiere salir adelante; todas las veces que dije “SI” a todo me ayudaron a aprender muchas cosas y por eso he podido luchar, salir adelante por mi sola. Sé que hay decisiones que duelen y marcan, pero son necesarias, trato de ver todo positivo y ser positiva y tratar de no perder de vista el lado bueno de las personas. Ahora, tengo la meta frustrada de mi universidad, pero sé que algún día la lograré, considero que soy muy buena persona y soy muy noble. Aspiro y espero que voy a poder terminar mi carrera, en 5 años me veo con mis hijos al lado, que mi hijo va a estar de vuelta y se va a dar cuenta que soy buena madre, me veo siendo muy orgullosa de mis hijos. No me veo con un hombre ni en pareja, me veo sola con mis hijos.

Discusión

Los hallazgos evidencian que las mujeres han pasado por un proceso de naturalización, en el cual, el habitus de la violencia de pareja se constituye en una forma de construcción social, donde existe oposición de géneros a partir de los roles preestablecidos (Bourdieu, 2000); por tanto, la habituación de prácticas socioculturales, ha desarrollado una ideología machista, la cual se ha estructurado e interiorizado a partir de la naturalización de las prácticas que surgen de los capitales propuestos por Bourdieu.

Por lo anterior, los relatos de las mujeres participantes en el proceso investigativo reflejan que ante la tensión y el conflicto que experimentan se construyen modelos que favorecen la permanencia en la relación. Vemos así que las participantes relatan haber estado inmersas en contextos mediados por la ideología machista desde edades tempranas, hechos que hicieron parte del proceso de naturalización y que instauran en ellas una posición subyugada al momento entablar una relación amorosa y convivir con una pareja, por lo que se considera que el modelo violento ha sido ritualizado y por ende naturalizado. Así mismo, en sus relatos, es evidente como las agresiones representan un riesgo para su integridad física y psicológica la cual se evidencia en ofensas, restricciones, manipulaciones, celos, amenazas, y otras conductas que vulneran la libertad de las mujeres.

Lo anterior se ha reportado en diversas investigaciones, por ejemplo, Rey Anacona (2008) encontró que los adolescentes que habían presenciado mayor conflicto interparental veían con mayor naturalidad la agresión en las relaciones románticas, tenían mayores dificultades para manejar la ira y creían que la violencia era común en las relaciones de pareja.

Por otro lado, las mujeres, al estar inmersas en una cultura patriarcal, se han desarrollado bajo una estructura sociocultural e histórica que le ha otorgado a la figura masculina predominio, autoridad y ventajas sobre la mujer, quien queda en una relación de subordinación y dependencia. Además, existen pautas de conducta que la sociedad ha impuesto históricamente en el contexto para hombres y mujeres, consideradas como costumbres, percepciones e ideologías que se transmiten de generación en generación mediante experiencias y aprendizajes.

Esta postura se refuerza con lo planteado por Jaén et al (2015) quienes establecen que, la violencia que se ejerce hacia las mujeres obedece a patrones culturales acerca de la construcción social del género, en donde la violencia funge como una herramienta de control, dominio y ejercicio de poder que se sustenta en los estereotipos tradicionales de lo femenino y lo masculino.

Frente a la violencia económica, el discurso de estas mujeres da cuenta que durante sus relaciones sobrellevan presiones y exigencias de carácter económico, ya que existe manipulación y control por parte de los hombres frente a la carga financiera y manutención del hogar, así como restricciones respecto a la independencia, la libertad para la toma de decisiones; además de esto, es importante destacar la relación de poder frente al ámbito sexual ya que estas mujeres percibieron una degradación sexual en sus relaciones.

En referencia a lo anterior, existen conductas consideradas actos de violencia en la pareja donde se busca dominar a la otra persona, tales conductas se traducen en aislar a la pareja de su familia y amigos, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a fuentes de información o asistencia, así como aquellos comportamientos que afectan económicamente a la otra persona, como hacerla depender o explotarla (Rey Anacona, 2008).

Dentro de los relatos, las mujeres han percibido sus relaciones de pareja como relaciones inestables y conflictivas, ya que han desarrollado vínculos amorosos que han generado efectos negativos en ellas, atentando contra su salud física, psicológica y emocional. No obstante, se encuentra que las secuelas que más las han afectado son las psicológicas, las cuales se manifiestan en estados de depresión, minusvalía, falta de cuidado personal y desconfianza al género masculino.

Respecto a lo anterior, Moreno et al. (2019) plantearon que las incidencias de las carencias afectivas en el desarrollo emocional demostraron que la falta de afectividad en la infancia afecta su seguridad, independencia, asertividad y autoestima.

Finalmente, las mujeres luego de vivenciar experiencias violentas con sus agresores encuentran un punto de inflexión, el cual inicia con una postura dubitativa frente al futuro de cada una, al punto de encontrar apoyo y refugio en instituciones o entidades (en esta oportunidad el Colectivo Red de Mujeres de Ibagué), las cuales les permiten desarrollar un cambio en sus pensamientos e instaurar una postura crítica frente al orden social en el que se encuentran inmersas. Posteriormente, las mujeres modifican su autoimagen y sus creencias respecto a sus derechos y capacidades, creando conciencia de la discriminación de género y desafiando el sentimiento de inferioridad e inseguridad desarrollado a lo largo de sus vidas.

Lo anterior se sustenta con lo propuesto por Batliwala (1997), quien plantea que el proceso de empoderamiento usualmente es inducido por fuerzas externas que trabajan por un cambio de conciencia y un conocimiento de que el orden social existente es injusto y no natural, hasta lograr un cambio de conciencia en las personas, donde logren reconocer el valor verdadero de sus labores y contribuciones a la familia, la sociedad y la economía.

Conclusiones

Para dar inicio al siguiente apartado, se aclara que algunas conclusiones han sido extraídas del trabajo investigativo en su parte I; adicionalmente, surgen nuevas conclusiones que son propias del trabajo realizado en las historias de vida y las cuales complementan y dan respuesta a los objetivos trazados en la presente investigación.

En este orden de ideas, a partir de las experiencias que narraron las participantes, se identificó que todas vivieron diferentes tipos de violencia en su relación de pareja. Frente a sus vivencias, ellas comprendían los sucesos que atravesaron de manera única y diferente, y les daban su propia interpretación. Por tal razón, en la presente investigación se concluye que las mujeres han naturalizado y reproducido prácticas socioculturales a lo largo de sus vidas, a partir de las relaciones interpersonales que se fueron instaurando desde su infancia y los contextos donde se desarrollaron. También, es evidente que existe un proceso de habituación que se reproduce en la edad adulta de las mujeres promoviendo el establecimiento de relaciones amorosas inestables y conflictivas.

Por otro lado, el discurso de estas mujeres da cuenta de la adquisición de habitus culturales que se reflejan en la necesidad de afecto y protección; además, las situaciones que experimentan estas mujeres conforman su subjetividad con relación a la percepción que tienen de la figura masculina, lo que les permite construir el imaginario de brindar apoyo y comprensión al género femenino.

Ahora bien, a medida que las participantes relataban su historia, construían su realidad y le daban sentido a la misma. En este proceso narrativo, las mujeres participantes inician expresando una construcción negativa de ellas mismas, en la que se representaban sin recursos personales para afrontar la situación.

Finalmente, las narraciones que predominaron al culminar los encuentros expresan el propósito de terminar con la repetición de interacciones violentas ayudando a mujeres que se encuentren en situaciones de violencia y cuya intención será guiarlas hacia el proceso de empoderamiento.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
Batliwala, S. (1997). El significado del empoderamiento de las mujeres: Nuevos conceptos de la acción. En M. León, Poder y empoderamiento de las mujeres (p. 192). Santa Fe de Bogotá: Tercer Mundo.
Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.
Hernández, R. (2014). Metodología de la investigación. Ciudad de México: Editorial McGraw Hill.
Jaén Cortés, C. I., Rivera Aragón, S., Amorin de Castro, E. F., & Rivera Rivera, L. (2015). Violencia de pareja en mujeres: prevalencia y factores asociados. Acta de investigación Psicológica, 5(3), 2224-2239.
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