Artículos de investigación

Pueblo muisca de Bosa: lucha, identidad y comunalización urbana [1]

Muisca people of Bosa: struggle, identity, and urban communalization

Oscar Julián Cuesta Moreno
Pontificia Universidad Javeriana, Colombia

Revista Kavilando

Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando, Colombia

ISSN: 2027-2391

ISSN-e: 2344-7125

Periodicidad: Semestral

vol. 13, núm. 1, 2021

revistakavilando@gmail.com

Recepción: 04 Enero 2021

Aprobación: 30 Marzo 2021



Nuestra revista y contenidos editoriales cuentan con acceso abierto y se rigen bajo la licencia Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0)

Resumen: El artículo reflexiona sobre los vínculos entre los conceptos de comunalidad, identidad y territorio urbano, para ello toma por caso el proceso del Cabildo Muisca de Bosa en Bogotá. En el análisis, se logra mostrar que la comunalidad es una categoría clave para entender la diferencia entre un miembro del Cabildo y otro urbanita habitante de Bogotá. Además, se muestra que esta categoría es clave para comprender el proceso de reterritorialización, toda vez que asigna identidad al sujeto e incide en el apego a los lugares del territorio.

Palabras clave: Comunalidad, identidad urbana, territorio étnico urbano, lucha indígena.

Abstract: The article reflects on the links among the concepts of communality, identity, and urban territory, by taking as a case the process of the Muisca Council of Bosa in Bogota. In the analysis, it is shown that communality is a key category to understand the difference between a member of the Council and another urbanite of Bogota. In addition, it is shown that this category is key to understand the process of reterritorialization, since it assigns identity to the subject and influences the attachment to the places of the territory.

Keywords: Communality, Urban Identity, Urban Ethnic Territory, Indigenous Struggle.

Introducción

La comunidad muisca de Bosa (Bogotá) ha efectuado su lucha territorial en áreas urbanas porque el espacio de sus ancestros devino en ciudad. Esto es efecto de varios factores, pero se pueden nombrar dos especialmente importantes: por un lado, grandes empresas construyeron proyectos de vivienda en las otrora haciendas; y, por otra parte, a que los carteles de tierreros facilitaron la construcción de viviendas urbanas. Los tierreros son personas que venden tierras que no son de ellos a otras que terminan siendo estafadas, al tener propiedad sobre predios que son de un tercero. Muchos de los estafados terminan siendo, como es de imaginar, familias desplazadas que llegan a Bogotá en busca de otra oportunidad.

Ahora bien, la pérdida del territorio ancestral muisca de Bosa no es resultado únicamente de esta última etapa de urbanización. De hecho, se pueden ubicar tres grandes instantes en la pérdida del territorio. El primero es la figura del resguardo, que entre 1530 y 1800 confinó a los indígenas a un espacio de su otrora territorio. El segundo, con la Ley 22 de 1850 que dio libertad para la enajenación de los resguardos y desencadenó la compra y venta de propiedades indígenas por parte de terratenientes. El tercero, ocurrido en las últimas décadas, es la creación de barrios urbanos (Fernández, 2015).

En este contexto, la comunidad muisca de Bosa ha tenido un proceso de lucha territorial que ha pasado por varios momentos, comenzando por un proceso de autorreconocimiento de su identidad y pasando por procesos jurídicos y políticos de defensa de su proyecto comunal. En todo esto, se puede advertir una conciencia crítica, entendida como una capacidad de “discernir las limitaciones de su propia tradición sociocultural” y desentrañar “en la sociedad dominante aquellos elementos utilizables para su propia lucha” (Castillo, 2017, p. 42).

Precisamente, el presente artículo presenta una reflexión sobre el vínculo que existe entre la comunalidad, la identidad urbana y la lucha por el territorio en la comunidad muisca de Bosa, para ello en un primer momento se presentará un contexto de la lucha y los óbices que ha tenido la comunidad. En segundo lugar, se abordará la categoría de comunalidad como concepto que permite abstraer la identidad urbana de la comunidad y se mostraban algunos elementos de la reterritorialización efectuada por los sujetos en Bosa.

Contexto

En 1592, la Real Audiencia determinó tierras de resguardos a las comunidades indígenas, apareciendo el resguardo de Bosa y de El Pantano (Chaparro, 2017). El resguardo indígena existió en Bosa hasta 1851, cuando la Cámara Provincial de Cundinamarca permitió la enajenación libre de los predios otorgados a los indígenas. “El territorio pasó a posesiones individuales, de las que algunos indígenas se hicieron acreedores, así como también hacendados latifundistas, quienes empezaron a crear latifundios con la compra o intercambio de predios con los indígenas” (Durán, 2005, p. 350). Pasaron muchas décadas para que la comunidad de Bosa decidiera reconstruir el Cabildo para lograr un espacio de autogobierno. El Cabildo se institucionalizó el 3 de enero de 1999, pero su proceso de consolidación llevó más tiempo y fue acompañado por las comunidades de Cota y Suba.

El 17 de diciembre de 1999, el Ministerio del Interior de Colombia, a través de la Dirección de Asuntos Indígenas, reconoció a las familias del Cabildo Indígena Muisca de Bosa como herederos de tierra de los antiguos resguardos indígenas coloniales y, en septiembre de 2015, el Consejo de Estado consignó que

dicho reconocimiento asume como corresponde elementos históricos de existencia ancestral de los indígenas de Bosa, demostrable mediante documentos coloniales que datan del siglo XVI momento en el que se establece el resguardo indígena de “los indios de Boxa”, conforme a lo que se lee en los documentos albergados por el Archivo Histórico – Fondo Caciques e Indios (Chaparro, 2017, p. 2).

La comunidad se encuentra principalmente en lo que otrora fueron las veredas de San José y San Bernardino, allí el río Tunjuelito se encuentra con el río Bogotá. Alrededor de estas locaciones, se han establecido nuevos barrios como El Triunfo, Concepción y Matorral (Cobos, Olaya y Rojas, 2012; citado por Figueredo, Arrubla y Perdomo, 2016). Según el censo efectuado al interior de la comunidad en el 2006, “los indígenas cabildantes son 2.073, para un total de 608 núcleos familiares co-residentes” (Martínez, Casallas y Chiguasuque, 2007, p. 13). Sin embargo, para el censo del 2017, aparecen “registradas 961 familias, integradas por 3.686 personas, de las cuales 3.054 son indígenas y 607 son adoptadas”, entendiendo adoptadas como “a la persona no indígena que es compañera(o) permanente de un(a) indígena —lo cual debe demostrar mediante partida matrimonial o declaración extrajuicio—, siempre y cuando viva en la comunidad”. Como se advierte, en los últimos años, el número de familias afiliadas al Cabildo se incrementó “debido tanto a nuevas afiliaciones como a la conformación de nuevas familias por parte de los cabildantes” (Chaparro, 2017a, p. 32).

Dificultades del proceso: la exigencia de un canon de identidad indígena

Para entender las actuales dinámicas de la comunidad muisca de Bosa es pertinente señalar la dificultad que, según Panqueba (2005), implica incluir “el tema étnico en un contexto urbano, atravesado por diferentes formas de ‘ser urbano’, entre las que difícilmente pueden llegarse a insertar realidades indígenas, debido al peso que la historia les ha asignado: es decir la esencia no-urbana” (p. 53).

Efectivamente, para algunos autores, la identidad indígena muisca contemporánea pasa por una tensión que, por una parte, los coloca como un pasado glorioso y, al mismo tiempo, que los diluye en el presente al señalarlos de no ser auténticos. Como si lo que constituye la identidad indígena fuera intocable y no proclive a actualizaciones, complicando las "demandas contemporáneas de reconocimiento y ampliación de la diversidad étnica y cultural en Colombia" (Zambrano, 2003, p. 58; citado por Panqueba, 2005, p. 65).

Langebaek (2005) critica la forma en que la identidad sobre los indígenas ha sido construida por la antropología occidental. En sus palabras:

Dentro de las narrativas que existen en la antropología es constante la del indígena tradicional, cuya historia es la del apego al pasado. En contraposición a ese apego, ‘Occidente’ se piensa y narra a sí mismo como dinámico, expansivo y cambiante (p. 25).

Es un discurso de lo exótico que exagera la valoración de la diferencia externa y la apariencia como elementos que caracterizan lo indígena (López, 2005). Ahora bien, esta imagen de los indígenas se profundiza si el movimiento indigenista se toma como un simple retorno al pasado, sobre todo en el marco de procesos de globalización y multiculturalismo (Langebaek, 2005).

De allí que es importante seguir a López (2005) cuando afirma que “las identidades sociales no constituyen categorías esenciales inamovibles y fijas para siempre en el tiempo, son elaboraciones culturales que se construyen en medio de procesos de conflicto y lucha y que, por lo tanto, están sometidas a constantes reconfiguraciones” (p. 335).

Así, “la negación de la ‘indianidad’ de los muiscas va más acá y más allá de la Constitución colombiana del 1991, que declaró la diversidad étnica y la pluriculturalidad como fundamento de la nacionalidad” (Correa, 2005, p. 224). Consecuentemente, las ausencias de rasgos del estereotipo esperado y la presencia de apariencias tocadas por la modernidad son solamente el resultado de su historia y “a la postre, la confusión de las historias que se pretenden sólo una, la historia” (Correa, 2005, p. 224). De allí que cuando los muiscas y otros pueblos colombianos exigen su reconocimiento como indígenas, le reclaman al Estado y a la sociedad que los niega revisar la historia, pues “al tiempo que reivindican sus vínculos ancestrales, se reconocen como resultado de las transformaciones que desde tiempos de las Conquista les fueron impuestas” (Correa, 2005, p. 224).

Restrepo (2005), de forma sintética, plantea estos momentos de la memoria muisca en el discurso oficial: “desde las campañas de extirpación de idolatrías de los siglos XVI y XVII, la mirada nostálgica del XIX, la idealización de los indigenismos del siglo XX y la culpa quincentenaria que muchos parecen estar dispuestos a cargar a cuestas” (p. 321). Como se ve, la memoria muisca en los discursos que hablan sobre ella puede oscilar entre la represión y la idealización. Una idealización que exalta su orfebrería en museos precolombinos y, al mismo tiempo, una narración que duda de que los actuales muiscas sean tal porque no se parecen a los muiscas del pasado. De allí que

Hoy día, lo muisca está mucho más presente de lo que creemos. No se trata de un pasado resuelto, sino de un presente lleno de contradicciones hecho de innumerables trazos, dispersos, pasados por alto, ilegibles por siglos de colonización y colonización interna durante la República. Se trata de una memoria que es preciso confrontar, interpretar, que no nos viene para nada resuelta y clara. (Restrepo, 2005, p. 325).

En síntesis, las idealizaciones sobre lo indígena no permiten ver las transformaciones que viven las culturas y comunidades ancestrales, de allí que se suela dudar de que los actuales muiscas de Bosa sean indígenas, por lo que su lucha y configuración como cabildo pasó primero por un proceso de autorreconocimiento y, posteriormente, exigencia de reconocimiento ante el Estado colombiano y la sociedad en general.

La comunalidad como especificidad de la identidad urbana y lucha muisca en Bosa

La vida cotidiana de los miembros del cabildo podría ser comparable a la cotidianidad de cualquier habitante de un barrio en Bogotá. Sin embargo, hay algo en la rutina que se establece como singular: el miembro del cabildo va caminando por las calles y fácilmente puede saludar a varias personas mientras cruza el barrio. Va caminando y se encuentra a un comunero de apellido Tunjo, a otro Neuta y a otro Chiguasuque. Es decir, se da un sentido de amistad y cercanía no muy común en las ciudades contemporáneas, que por el contrario tienden al individualismo y las relaciones efímeras (Bauman, 2012), donde muchas veces se desconoce el nombre del vecino del apartamento de al lado. En los miembros del cabildo hay, pues, un atributo diferente en su relación espacial, en su identidad como urbanitas. Este diferencial es que su pertenencia a la comunidad muisca les dispone de otra manera frente al barrio como realidad espacial y social.

El término comunalidad remite a una realización cotidiana, sensible, de la existencia humana (Esteva, 2015), que no se puede reducir a decir que es un conjunto de personas que viven bajo unas mismas características, porque implica cortar de tajo la dimensión sensible y política de lo que implica vivir comunitariamente. De esta vida en común se plantea el concepto de comunalidad, que puede ser entendido de esta manera:

Comunalidad es un concepto vivencial que permite la comprensión integral, total, natural y común de hacer la vida; es un razonamiento lógico natural que se funda en la interdependencia de sus elementos, temporales y espaciales; es la capacidad de los seres vivos que lo conforman; es el ejercicio de la vida; es la forma orgánica que refleja la diversidad contenida en la naturaleza, en una interdependencia integral de los elementos que la componen (Martínez Luna, 2015, p. 100).

La comunalidad, entonces, implica la realización de una vida en común, no solo de los individuos, sino de estos con la naturaleza, valga decir, con el contexto, logrando una interdependencia. En el caso de la comunidad muisca de Bosa, una interdependencia entre los sujetos y el cabildo, el cabildo y los sujetos, los sujetos y los espacios naturales y construidos, los espacios y la comunidad; en fin, una interdependencia compleja en la medida que “integra a la individualidad, pero es algo más que la suma de individualidades” (Martínez Luna, 2004, p. 350).

De allí que la comunalidad implique “acuerdos comunes en un territorio propio” y expresa una “suma de valores de intercambio hacia adentro y al exterior”. Por ello la comunalidad “es autoridad y es poder en tanto decisión consensual. Se enfrenta al poder externo en campos diversos de confrontación: en la educación, en la tecnología, en la religión o en la fiesta” (Martínez Luna, 2004, p. 350).

En ese orden, la identidad expresada por la comunidad muisca de Bosa es resultado de un proceso de comunalización, ya que deriva de un ejercicio de promoción “en función de una práctica cotidiana, fundada en el trabajo y en el cumplimiento de obligaciones comunes”. Estos proyectos son comunes no solo porque todos participan, sino porque son resultado de decisiones tomadas comunalmente, como es la lógica del Cabildo, cuyas autoridades responden a una elección comunal. Estos procesos, que podría llamarse “comunalicracia”, evidencian así mismo “un territorio apropiado comunalmente” y, visto así, “la comunalización es el ejercicio cotidiano de la comunalidad” (Martínez Luna, 2004, p. 350).

Pertenecer a la comunidad muisca de Bosa no se reduce a tener un apellido y ser raizal, sino que se realiza cotidianamente en vínculos intersubjetivos que responden a compromisos con intereses comunes a nivel cultural, político y social; además, son vínculos y compromisos lugarizados, es decir, que responden al sentimiento y significado atribuido al tejido de lugares que es su territorio. Además, para comprender de qué manera se realiza cotidianamente la comunalidad, es pertinente decir que en comunalidad:

una sociedad territorializada, comunalmente organizada, recíprocamente productiva, y colectivamente festiva, diseña mecanismos, estrategias, actitudes, proyectos que le determinan la cualidad en sus relaciones con el exterior; asimismo, diseña principios, normas, instancias que definen y reproducen sus relaciones a su interior (Martínez Luna, 2015, p. 101).

Para el caso de la comunidad muisca de Bosa, como sociedad territorializada y colectivamente festiva, ha logrado diseñar estrategias y proyectos para relacionarse con entidades exteriores, tanto estatales como de la sociedad civil. Así mismo, ha establecido mecanismos para ordenar las relaciones a su interior (normas para elegir las autoridades del cabildo, por ejemplo). Todo este ejercicio de construcción comunitaria se expresa en un vínculo con el territorio, con el suelo y la forma en que este se pisa, lo que queda mejor dicho en estas palabras de Martínez Luna (2015):

La explicación de su realización se da conforme al suelo que pisa, a las personas y familias que habitan ese suelo, a la labor cotidiana que ejecuta el habitante que pisa ese suelo y al goce o bienestar que consigue, con su labor, la comunidad que pisa ese suelo (p. 101).

Ahora bien, es necesario decir que la identidad urbana del sujeto no puede estar desligada de la comunidad a la que está vinculado, pues esta es la que “nos ve nacer y en muchos casos registra nuestra existencia” (Martínez Luna, 2010, p. 96). Es decir, que la identidad del urbanita está decantada por la forma en que su vínculo a la comunidad le presenta la ciudad y sus espacios, es decir, a la forma en que la misma comunidad habita y construye la ciudad como realización territorial.

Esto implica que un joven muisca de Bosa que cotidianamente va al centro de Bogotá a estudiar en la universidad no pierde los atributos tejidos en su subjetividad que lo vinculan al territorio y la vida comunitaria: “Nacer comunero y habitar en la ciudad no te hace perder tu calidad de comunero, más si mantienes las obligaciones en tu comunidad, con su organización social”. De allí que esta realización “ha provocado que la comunalidad se extienda a la ciudad o a la nueva residencia, aún en condiciones adversas” (Martínez Luna, 2010, p. 96).

Ahora bien, la comunalidad es una realización que se reproduce a partir de instituciones que la misma comunidad va construyendo, como lo es el propio Cabildo o el Consejo de Jóvenes. Del mismo modo, estas instituciones comunales y acciones comunitarias desencadenan en los sujetos y, en general, en la comunidad, planos identitarios, es decir, elementos constitutivos que sirven de referente (o incluso de autorreferente) para atribuirse diferencias que les permitan una identidad social. Siguiendo a Martínez Luna (2010), se pueden enumerar, entre otros, estos fundamentos reproductivos de la comunalidad: “el mantenimiento del territorio, la defensa de la asamblea, el respeto a los cargos de representación, la responsabilidad en el trabajo comunitario y la participación en la fiesta”. Además, estos dan “base y energía a los procesos de resistencia ante la imposición de valores y modelos de vida no aceptables por la comunidad” (p. 97). Lo anterior es visible en los procesos de la comunidad muisca de Bosa, particularmente, en la defensa que han efectuado de su territorio que les llevó a logran incidir en la planificación que tenía la Alcaldía de Bogotá.

La comunalidad, la pertenencia y participación en la comunidad, es un elemento constituyente de la identidad de los comuneros muiscas de Bosa y, por extensión, es un elemento reactivo de su identidad urbana. Sin embargo, no es fácil advertir esa diferencia en los sujetos; no es un atributo identitario que se aprecie a primera vista, debido a que la comunalidad es realizada en la vida cotidiana y, por esa misma razón, se diluye muchas veces en rutinas y acciones que no la hacen necesariamente visible para un agente externo. Con el riesgo de caer en simplificaciones, la comunalidad como elemento determinante de la identidad, se puede resumir en la idea de que “se trabajó con y para todos” (Martínez Luna, 2004, p. 345), que es de hecho lo que caracteriza a los miembros de la comunidad.

Ahora bien, la comunalidad también está emparentada al apego a los lugares, sentimiento asociado a la identidad urbana. Efectivamente, el apego a los lugares está imbricado en la participación en asuntos locales y el sentido de comunidad generado por ese vínculo. Es decir, el trabajo comunitario en pro del barrio genera un apego al lugar que brinda contenido a la identidad de lugar (Vidal, Berroeta, de Masso, Valera y Peró, 2013). Es una dinámica autorreferencial: el Neuta es comunero porque trabaja en pro de la comunidad y a su vez la comunidad le brinda sustrato a la identidad del comunero; como esta comunidad desarrolló sus cualidades en el marco de un territorio urbano, el territorio brinda identidad a la comunidad y al comunero, pero al mismo tiempo el territorio es resultado de una construcción simbólica y física que hace la comunidad y el comunero desde sus marcos identitarios. Dado que el trabajo comunitario está sustancialmente adherido a la lucha por el territorio, se puede afirmar que la identidad urbana está configurada por procesos de defensa territorial. De hecho, entre más evidente y fuerte sea esta defensa, la identidad tendrá un contenido diferencial más fácil de advertir. La comunidad muisca de Bosa está consciente que su vigencia social y cultural solo es posible en y con el territorio, de allí que sus acciones políticas y jurídicas hayan logrado no solo el reconocimiento como Cabildo sino la incidencia en la planeación urbana de la Alcaldía de Bogotá.

En ese orden de ideas, la comunalidad es visible en los procesos de lucha y reterritorialización, como ha sido el trabajo frente al humedal Chiguasuque, que fue reconocido como tal después de una acción jurídica de un comunero, o el mantenimiento de las huertas comunitarias y la construcción del Cusmuy. Estos ejercicios comunitarios materializan un proceso de reterritorialización en la medida que reorganizan la relación con el espacio, pero a partir de referentes simbólicos previos, como lo es la cosmovisión muisca.

La defensa del territorio y los procesos de reterritorialización que esta genera son expresión de la comunalidad y, consecuentemente, son expresión de la identidad urbana de la comunidad. De allí que se pueda afirmar que, entre más se efectúa un proceso de defensa y reterritorialización, más evidente la identidad, ya que es demostración más que explícita de un apego al lugar, en este caso, los lugares que tejen un territorio urbano.

Ahora bien, esta identidad está en construcción, como una suerte de incompletud identitaria, ya que los procesos se están desarrollando en pos de futuro, pero en clave de recuperación de memoria. En ese orden, se puede hablar de que hay una identidad étnica urbana proyectada. El mejor ejemplo de esto es la construcción del plan de vida que la comunidad está efectuando y que busca orientar siete ejes o estantillos: estantillo de gobierno, estantillo de justicia, el estantillo de cultura, el estantillo de espiritualidad y pensamiento, el estantillo de medicina tradicional y salud, el estantillo de economía propia, el estantillo de territorio.

Así, la incompletud identitaria no es óbice para la identidad, sino que, por el contrario, es una estructura subyacente que empuja a la búsqueda de elementos que coadyuven en la construcción de la identidad comunitaria e individual. En el caso de la comunidad muisca de Bosa, esta incompletud identitaria desencadena un deseo por reafirmarse desde la memoria y la recuperación de lo ancestral para colocarse en la diferencia étnica y cultural y, desde allí, organizar sus procesos comunitarios. Un ejemplo de ello es el hecho de volver a usar o, más bien re-conocer, las plantas sagradas. En especial, el tabaco, el “tyhyquy (borrachero), yopo y hayo, coca o fuhuza” que “se constituyen como las plantas mayores usadas por el Pueblo Mhuysqa” (Henao Nauta, 2016, p. 26).

Otro ejemplo de esto es que la comunidad está trabajando en la consolidación de la justicia propia, para lo cual han procurado volver a “los valores de los antiguos y los antepasados a través de la Ley de Origen” (Cabildo Muisca de Bosa, 2015, p. 7). En ese orden, la identidad de los miembros de la comunidad y, por extensión, su identidad urbana, se caracteriza por ser un proyecto que desde el presente busca el pasado para reinterpretar el presente y abrir el futuro, todo organizado por, en y en pos de un proceso comunal.

En este marco, es pertinente reiterar que la recuperación de la Ley de Origen se establece como eje de anclaje de la identidad en general y su deriva particular en la identidad urbana, toda vez que para ellos esta Ley “desarrolla el orden sistémico de la natura-humanización que le da vida a la vida”. Es un orden que está previo a la existencia del humano, y se denomina Ley Natural que “dejó ordenado todo lo que existe: cada pueblo, cada cultura es hija de la Ley de Origen, todo se origina allí”. Si bien la cultura “se transforma, se recrea y se fortalece”, responde a un “mandato original, una base original que no es humana” (Cabildo Muisca de Bosa, 2013, p. 45).

Lo anterior implica un devenir que está “acompañado de procedimientos meticulosos en todas las dimensiones del ser y de la vida”, lo que involucra una “ecosofía que va desde el cuidado del pensamiento hasta los cuidados del cuerpo y todas las acciones pragmáticas”. El cuidado y el “crecimiento humano están sustentados en la palabra de consejo dada en las casas sagradas”, es decir, el Cusmuy (Cabildo Muisca de Bosa, 2013, p. 45).

Dado que esta palabra “es cuidada y enunciada a la vez por los ancianos sabedores formados para esto, los cuales enseñan con su ejemplo, con su testimonio y con la vivencia de esta palabra”, se puede decir que la identidad es sostenida por los mayores y sabedores, de hecho, “ellos acompañan el devenir de la gente. La palabra de consejo tiene su asiento en la ley original, se cuida la gente a través de la palabra para que no se desvíe de la Ley de Origen” (Cabildo Muisca de Bosa, 2013, p. 45).

Así, la palabra, orientada desde la Ley de Origen, organiza el crecimiento individual y comunitario, que busca estar en orden con la dinámica sistémica de la naturaleza. La recuperación de esta Ley, presupuesto ontológico, deontológico y epistemológico, es un elemento principal que no puede excluirse del análisis de la identidad de la comunidad muisca de Bosa, porque la incompletud identitaria, como dinámica inconclusa, se expresa en un deseo por recuperar los principios de dicha Ley, para así tener un marco organizador de las prácticas sociales y culturales y, desde luego, extendidas a la subjetividad de cada sujeto, de tal forma que se vivencien en comunalidad.

Reterritorialización y apego al lugar

Vista la comunalidad como cimiento de la identidad y, particularmente para la comunidad muisca de Bosa de su identidad urbana, es pertinente profundizar en la forma en que esta comunidad se ancla a lugares del territorio y desarrollan una apropiación territorial y reterritorialización.

Anteriormente, se señaló que la pertenencia y participación comunitaria, la comunalidad, se presentaba como un atributo especial para los comuneros, y como tal es una característica diferencial que no está presente en todos los urbanitas de las ciudades contemporáneas, particularmente en ciudades como Bogotá de más de 7 millones de habitantes, donde la competencia y lógicas del capitalismo han logrado atomizar a los ciudadanos (visible, por ejemplo, en que en Colombia el número de hogares unipersonales ha crecido al 16%).

Este atributo comunitario presente en la identidad de los miembros del cabildo está sustancialmente vinculado a la idea de raizal, autodenominación que expresa un vínculo histórico y familiar al territorio de Bosa. Así, el ser comunero tiene su cimiento en ser raizal y el ser raizal le da densidad histórica a la participación en la comunidad, brindándole incluso una dimensión afectiva (expresada, entre otras cosas, en decir que mi familia siempre ha sido de aquí).

El ser raizal y su expresión vivencial en la comunalidad lleva a la acción política y cultural en la defensa del territorio. En este caso, un territorio otrora rural que ha devenido de manera abrupta en urbano. Visto así, las defensas que hacen los comuneros sobre el territorio están decantadas por un sentimiento de apego a los lugares, entre otros: el Cusmuy, la sede del Cabildo, la Iglesia de San Bernardino, la Plaza central de Bosa, el Colegio San Bernardino, el humedal Chiguasuque.

En ese orden, se puede argumentar que la comunalidad es una categoría clave para comprender el proceso de reterritorialización de la comunidad muisca de Bosa, puesto que incide en el apego a los lugares del territorio, toda vez que las acciones y prácticas por y en el territorio efectuadas comunitariamente devienen en afecto y estima por los espacios que configuran el mismo territorio, lo que en este caso se podría llamar comunalización urbana dado el contexto de la ciudad de Bogotá.

Conclusiones

Se puede afirmar que la identidad urbana de los muiscas de Bosa se configura a partir de un autorreconocimiento condicionado por la ancestralidad y el apego al territorio urbano, expresado en prácticas culturales situadas de forma citadina, pero organizadas de manera cosmogónica, ancestral y comunitaria.

En efecto, la identidad urbana de la comunidad tiene por sustrato un vínculo territorial a la localidad de Bosa y sus otrora veredas, pero es un vínculo cimentado en narraciones construidas desde la memoria ancestral extensa y la memoria ancestral reciente. La memoria ancestral extensa, presente en la recuperación de la cultura muisca precolombina, lleva a una identidad urbana que brinda un apego hermenéutico al territorio, toda vez que la relación que se teje con este se efectúa desde una interpretación que organiza las prácticas comunitarias y asigna en el self del sujeto una disposición para su auto reconocimiento.

La memoria ancestral reciente, presente en los abuelos (y que los jóvenes y, en general, la comunidad busca escuchar), ofrece narraciones de las características rurales que hace unas décadas tenía el territorio y las subsecuentes prácticas económicas, sociales y comunitarias que se efectuaban. Si bien la localidad de Bosa no es la misma, estas narraciones de los mayores desencadenan una particular identidad urbana porque brindan a los sujetos y la comunidad un apego al lugar sostenido en una memoria emocional, que los habitantes que han llegado de otras regiones no tienen.

De allí que el ser raizal, valga decir, de tener raíces en el territorio, expresado con la idea de que mi familia siempre ha vivido acá, sea una forma de auto reivindicarse y narrarse desde un cuadro afectivo que los vincula de forma diferente al espacio.

Referencias bibliográficas

Bauman, Z. (2012). Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura Económica.

Cabildo Muisca de Bosa. (2013). Retornando por el camino de los antiguos. El Sendero para Reorganizar la Vida. Cabildo Indígena Muisca de Bosa, Instituto Distrital de Turismo. http://www.bogotaturismo.gov.co/sites/default/files/Retornando%20por%20el%20Camino%20de%20los%20Antiguos.pdf

Cabildo Muisca de Bosa. (2015). Reconstruyendo nuestra Ley de Origen Mhuysqa. Bogotá: Alcaldía Local de Bosa, Cabildo Mhuysqa. Corpoandes.

Castillo, G. (2017). Manuel Quintín Lame: luchador e intelectual indígena del siglo XX. En Los pensamientos del indio que se educó dentro de las selvas colombianas. Popayán: Universidad del Cauca.

Chaparro, J. (2017). NYPQUASUCA AI QUYCA: la lucha por construir un territorio étnico urbano. En Memorias del Segundo Congreso Latinoamericano de Gestión Cultural. Cali.

Chaparro, J. (2017a). NYPQUASUCA AI QUYCA. OÍR EL TERRITORIO: PALABRA Y MEMORIA DE LOS MHUYSQAS DE BOZHA. Diagnóstico socioeconómico y cultural de la Comunidad Mhuysqa de Bozha. Consulta previa del plan parcial El Edén El Descanso. https://www.idu.gov.co/Archivos_Portal/2018/Transparencia/Normatividad/Notificaciones_por_aviso/ACCION_DE_TUTELA_2018-00508/ANEXO_1-NYPQUASUCA_AI_QUYCA_2017.pdf

Correa, F. y Gómez, A. (2005). El imperio muisca: invención de la historia y colonialidad del poder. En A. Gómez (Ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Durán, C. (2005). Ser un muisca hoy. La identidad muisca como proyecto colectivo de organización política y cultural en la localidad de Bosa (Bogotá D.C.). En A. Gómez (Ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Esteva, G. (2015). Para sentipensar la comunalidad. Bajo el Volcán, 15(23), 171-186

Fernández, M. (2015). ¿Territorio indígena o territorio urbano? Una mirada al problema del territorio y la identidad indígena muisca en Bogotá a través de las experiencias de la EIDI con el Cabildo Muisca de Bosa. En: Á. Santamaría y P. Rojas Oliveros (Eds.). Diferentes maneras de conocer: las experiencias recientes de la Escuela Intercultural de Diplomacia Indígena. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

Henao Neuta, D. (2016). Muiscas de Bosa. Memoria oral, raizal y territorial. [Trabajo de grado] Bogotá: Universidad Nacional de Colombia

Langebaek, C. (2005). Resistencia indígena y transformaciones ideológicas entre los muiscas de los siglos XVI y XVII. En: A. Gómez (ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

López, M. (2005). Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogotá: espacios sociales de construcción de la memoria. En A. Gómez (Ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Martínez Luna, J. (2015). Conocimiento y comunalidad. Bajo el Volcán, 15(23), 99-112

Martínez Luna, J. (2004). Comunalidad y desarrollo. https://redalforja.org.gt/mediateca/wp-content/uploads/2018/05/Comunalidad-y-desarrollo.pdf

Martínez Luna, J. (2010). Eso que llaman comunalidad. Oaxaca: Culturas Populares, CONACULTA/Secretaría de Cultura, Gobierno de Oaxaca/Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

Panqueba, J. F. (2005). El otro lado de Bogotá: memoria cotidiana e identificación histórica de la Comunidad Indígena Muisca de Bosa [Tesis de maestría]. Quito: FLACSO

Restrepo, L. (2005). Reflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolíticas de la memoria. En A. Gómez (Ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Vidal, T., Berroeta, H., de Masso, A., Valera, S., & Peró, M. (2013). Apego al lugar, identidad de lugar, sentido de comunidad y participación en un contexto de renovación urbana. Estudios de psicología, 34(3), 275-286.

Notas

[1] Este artículo presenta una parte de los resultados abordados en la tesis doctoral titulada Territorios indígenas en espacios urbanos. Lucha, reterritorialización e identidad urbana en la comunidad muisca de Bosa, que se puede consultar completa en el repositorio de la Universidad de Salamanca en esta dirección: https://gredos.usal.es/handle/10366/144018
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R