Propuestas Educativas

Escuela inteligente y el desarrollo de las habilidades blandas

THE SMART SCHOOL AND THE DEVELOPMENT OF SOFT SKILLS

Gilberto Natividad Aranguren Peraza
Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”, Venezuela

REVISTA EDUCARE

Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela

ISSN: 1316-6212

ISSN-e: 2244-7296

Periodicidad: Cuatrimestral

vol. 26, núm. 2, 2022

revistaeducareupelipb@gmail.com



Resumen: El objetivo del artículo es analizar el alcance de las habilidades blandas en la consolidación de una escuela inteligente, en el marco de una investigación documental y reflexiva. La discusión se orienta mediante un modelo que considera fundamental el uso de las habilidades blandas para el aprendizaje y la formación del estudiantado, sostenidas en cuatro áreas de desarrollo educativo como lo son: la educación de la espiritualidad, la educación emocional y la inteligencia emocional, la educación para las relaciones interpersonales y la comunicación y la educación para la construcción de proyectos de vida, aspiraciones y logro de metas. Se propone un modelo de competencias a ser aplicadas en las aulas mediante el uso de estrategias de interacción, comunicación, socialización y sistematización y valoración de experiencias de vida. Una conclusión es que la escuela inteligente es el resultado de un sistema capaz de articular, de un modo planificado, sistemático y consolidado, competencias de desarrollo cognitivo y para la vida, mediante la puesta en práctica de habilidades duras (hardskills) y habilidades blandas (softskills) en sus aulas de clases.

Palabras clave: Escuela inteligente, Habilidades blandas, Habilidades duras, Educación de la espiritualidad, Educación emocional.

Abstract: The objective of the article is to analyze the scope of soft skills in the consolidation of an intelligent school, within the framework of a reflective Documentary Research. The discussion is guided by a model that considers the use of soft skills essential for student learning and training, sustained in four areas of educational development such as: the education of spirituality, emotional education and emotional intelligence, education for interpersonal relationships and communication, and education for the construction of life projects, aspirations and achievement of goals. A model of competencies is proposed to be applied in the classroom through the use of interaction, communication, socialization and systematization strategies and assessment of life experiences. One conclusion is that the smart school is the result of a system capable of articulating, in a planned, systematic and consolidated way, cognitive development and life skills, through the implementation of hard skills and soft skills in their classrooms

Keywords: Smart school, Softskills, Hardskills, Education of spirituality, Emotional education.

Introducción

Hoy día, los diseños educativos buscan favorecer la vinculación entre el conocimiento con los sentimientos y las emociones, a fin de lograr una adecuada convivencia y participación efectiva en las escuelas (Marrero et. al., 2018), siendo imprescindible la aplicación de otras formas de inteligencia, aparte de la racional (Pérez, 2016), como la inteligencia emocional (Bisquerra y Hernández, 2017), y la espiritual (Martín et. al., 2020). La educación de las emociones es imprescindible para el desarrollo evolutivo, social y afectivo del estudiantado y con la espiritualidad las escuelas educan desde la interioridad, siendo este ejercicio una herramienta que “mejora y fortalece las nociones de los derechos humanos en las escuelas y en todos los ámbitos de la sociedad. Es comprender que los seres humanos poseen espíritu y necesitan experimentar una vida fraterna con sus semejantes” (Aranguren, 2020, p. 10).

La idea de una educación emocional (Llanga et. al., 2019) y espiritual, como parte de un currículo, responde a la noción de competencias favorecedoras del bienestar psicológico y social de la persona (García, Cáceres y Bautista, 2019); las escuelas deben formular programas y proyectos orientados hacia esta meta sin menoscabar los procesos cognitivos del estudiantado. Por ello, se requiere comprender a la escuela en el marco de una noción de aulas felices. En tal sentido, las escuelas requieren abordar, no solo el desarrollo de habilidades para la cognición y la comprensión, sino también aquellas que permitan a la persona crecer, aprender a tomar decisiones y a comunicarse de manera efectiva y creativa, ayudándole a fortalecer su vida espiritual y toda noción posible de felicidad (Salinas et. al., 2020).

La educación emocional y espiritual fortalece los procesos no cognitivos de la persona favoreciendo el éxito, tanto en lo personal como en lo colectivo, mediante el uso de competencias blandas (Heckman y Kautz, 2012; Gómez, 2019) y de habilidades asociadas a los rasgos de la personalidad, que responden a los criterios definidos por Gardner (2011) en cuanto al significado de la inteligencia, entendida como potencial biopsicológico que permite el procesamiento de la información en el marco de una cultura propicia para la resolución de problemas y la creatividad. Concepción que facilita la comprensión de la existencia de diversas formas de inteligencia, entre ellas las Inteligencias Interpersonal e Intrapersonal, que suponen la exploración y comprensión del sí mismo, la intimidad, los deseos, las emociones, los modos de relación y los sistemas de creencias y valores, así como las diversas formas de afrontar la vida y sus adversidades (Sánchez, 2019), o sea la resiliencia, comprendida como la capacidad de resistencia y recuperación ante sucesos difíciles de la vida, facilitando la adaptación en situaciones inusuales e inesperadas (Castagnola et. al., 2021), por lo que el aprendizaje supone la aplicación de procesos que implique lo cognitivo, lo emocional y lo social (Smith, 2019).

Las habilidades blandas (softskills) son confundidas con las habilidades sociales y emocionales; son definidas como habilidades para la vida (World Health Organization’s., 2003), y están compuestas por reacciones habituales y pautas de conductas que generan aprendizajes y conocimientos específicos, permitiendo la ejecución y desarrollo de potencialidades mediante la participación en la vida social (Sánchez y González, 2017). En tal sentido, la escuela inteligente fusiona, en su diseño curricular y en su práctica diaria, el pensamiento, la comprensión, las habilidades sociales e interpersonales, la sistematización y organización, los hábitos, el fortalecimiento del espíritu y las emociones (Nogues, 2019), integrando la formación de competencias de habilidades blandas con las llamadas habilidades duras.

En el marco de esta discusión es necesario destacar que estudios realizados con jóvenes en escuelas secundarias indican que aquellos estudiantes con niveles altos de Inteligencia Emocional pueden lograr tener éxito académico, existiendo una relación lineal positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico (Chong et. al., 2004; Usán y Salavera, 2019;), pero también su aplicación en las aulas de clases influye en el bienestar social y psicológico de la población estudiantil y en la calidad de las relaciones interpersonales (Extremera y Fernández, 2004; Osorio et. al, 2020), convirtiéndose en un moderador de las habilidades cognitivas en función del rendimiento académico (Petrides, et. al., 2004; Cid et. al., 2020), aunque para algunos autores, esa relación es difícil de ser detectada (Cid, 2019).

Por otra parte, en el ámbito de lo social, hay estudios que destacan que aquellos estudiantes con actitudes prosociales, son capaces de demostrar comportamientos más sensibles y de respeto hacia sus pares, siendo empáticos y colaboradores y a su vez logran rendimientos académicos superiores a aquellos que presentan actitudes disruptivas, apatías, retraimientos y tienden a ser agresivos y dominantes con sus compañeros (Jiménez y López, 2013), sin descartar que la complejidad de la naturaleza interactiva de las personas puede verse afectadas por muchas condiciones presentes en el ambiente y que están determinadas por variables como: la cantidad de estudiantes en el aula, las restricciones, los valores y principios, entre otras (Poulou, 2010). Cabe estimar el alcance de las interacciones o relaciones interpersonales, las mismas facilitan el desarrollo de habilidades interactivas útiles para toda la vida, pudiéndose establecer relaciones cercanas, adecuados procesos comunicacionales, mecanismos para la resolución de problemas o conflictos y medios para el mejoramiento de la confianza, tanto de sí mismo como a los demás (Londoño y Mejias, 2021).

Con base a estas premisas, se plantea una propuesta que supone considerar, en el ámbito educativo, el manejo de dos variables: la primera, son las habilidades blandas que pueden ser abordadas desde las áreas humanas de la espiritualidad, la emocionalidad, las relaciones y la noción de futuro y la segunda variable, referida a la imagen de la escuela inteligente como la institución capaz de funcionar desde la pregunta, centrando su atención y dirección en la investigación, la innovación, en proyectos educativos y en el diseño de currículos y experiencias de aprendizajes abordados entre todos sus actores (Bazarra y Casanova, 2014). Por ello, se plantean los siguientes dos objetivos: (a) Analizar el alcance de las habilidades blandas en la consolidación de una escuela inteligente y (b) Describir un modelo basado en las habilidades blandas a fin de dar respuesta a la consolidación de una escuela inteligente.

Para el desarrollo de esta propuesta se sometieron a discusión aspectos relacionados con los siguientes contenidos: la escuela inteligente y su papel en el desarrollo de las habilidades blandas; las áreas de desarrollo de las habilidades blandas en las escuelas; las habilidades blandas o habilidades para la vida; la educación de la espiritualidad; la educación emocional y la inteligencia emocional; la educación de las habilidades para las relaciones interpersonales y la comunicación y la educación para la construcción de proyectos de vida, aspiraciones y logro de metas, y por último, la aplicabilidad del modelo en los contextos educativos. Las discusiones y análisis se realizaron en el marco de una reflexión e investigación documental.

Argumentación teórica

La Escuela Inteligente y su papel en el desarrollo de las habilidades blandas

La escuela inteligente es el espacio para desarrollar la inteligencia con base a las interacciones entre sus actores y la comprensión de los fenómenos que les afectan (Perkins, 1999). Se justifica porque en educación se utilizan métodos que pierden la eficacia en su aplicación porque los resultados no responden a los que se espera. Posee una noción diferente de práctica pedagógica, concebida bajo el predominio del desarrollo del pensamiento y no de la memorización, basada en la inteligencia repartida o cognición repartida ya que no se puede entender al estudiantado como el ser que mantiene la función intelectual en su cabeza sino más bien mediante elementos que actúan de manera articulada y en conjunto; integra la cognición físicamente repartida en medios, recursos y productos a nivel social mediante el ejercicio del aprendizaje cooperativo (Slavin, 1999).

La escuela inteligente se diferencia de otras escuelas por su flexibilidad en las metodologías y formas de enseñanza (Bazarra y Casanova, 2014). Es una organización que promueve el pensamiento mediante el cultivo del espíritu y las emociones; en ella se experimentan procesos como: la interacción cognitiva y espiritual con el ambiente; el desarrollo, tanto de estados mentales orientados a la felicidad como de competencias cognitivas, sociales y emocionales; actividades de formación, investigación, reflexión y sistematización de la acción educativa; la distanciación a hábitos inadecuados y la reconstrucción de las relaciones entre el que enseña y el que aprende, sin olvidar la necesidad de la recuperación y formación del sentido común. En ella surgen aulas o comunidades que aprenden (García et. al., 2013) y valoran la inteligencia, los valores y la sabiduría (Segovia et. al., 1998).

La escuela inteligente promueve competencias emocionales que redundan en el bienestar personal del estudiantado y del profesorado, potencializando las emociones y la cognición (Bisquerra, 2000); trabajo que supone la consideración de cinco aspectos: la intervención de todos los actores de la escuela; las estrategias y métodos utilizados en las aulas; la relación con el entorno y con todo aquello que afecte directamente a la persona; el trabajo en equipo para el diseño y valoración de los logros en las habilidades, destrezas, aprendizajes, conocimientos y experiencias personales previas y alcanzado por el estudiantado (Lizitza y Sheepshanks, 2020) y el manejo de habilidades que permitan el éxito en las metas y fortalezcan las condiciones para el logro de la felicidad. En este marco de situaciones y condiciones las habilidades blandas incluyen:

(…) competencias para la empleabilidad, habilidades genéricas, habilidades socioemocionales, competencias nucleares, habilidades laborales, habilidades relacionales, habilidades transversales o habilidades no cognitivas. Independientemente de su denominación, el hecho es que estas capacidades incluyen habilidades sociales e interpersonales o metacompetencias, es decir, capacidades para trabajar en ambientes diversos, y transferir los aprendizajes de un campo a otro. Por otra parte, las habilidades blandas no sólo son importantes para el éxito laboral, sino para lograr felicidad en la vida (Vera, 2016, p. 56).

En tal sentido, un oficio de la escuela inteligente es procurar la felicidad de todos sus actores, en especial la del estudiantado. Para ello, no sólo hay que hacer énfasis en lo cognitivo, sino también en otros ámbitos de la vida humana, dimensiones que al ser trabajadas en las aulas de clases deberán redundar en el bienestar corporal, mental y moral de la persona.

Las habilidades blandas o habilidades para la vida

Se consideran habilidades blandas (SoftSkills) aquellos atributos y características personales que permiten la interacción con el medio de forma efectiva (Vallejos, 2019). Entendiéndose como la combinación de habilidades emocionales, sociales, comunicacionales, interpersonales y espirituales que permiten que una persona se relacione con los demás, y pueda facilitársele la posibilidad de alcanzar metas y aspiraciones humanas; dichos rasgos están muy asociados a la personalidad y responden a los planteamientos de Gardner (1995) con respecto a las Inteligencias Múltiples.

En contraparte, se encuentran las habilidades duras (HardSkills) que son competencias que comprenden el desarrollo de las destrezas técnicas que se adquieren en el desempeño de determinadas tareas o funciones; las mismas pueden obtenerse mediante “la educación, capacitación, entrenamiento o son aprendidas en el trabajo (estadística, matemática, programación de computadoras, dominio de idioma extranjero, velocidad de escritura, procedimientos, operador de maquinaria o equipo, manejo de información)” (De Los Heros, 2017, p. 243).

La escuela inteligente aplica estrategias que permiten que, tanto una como otras habilidades, puedan ser desarrolladas por el estudiantado. El uso en las aulas de clases del Aprendizaje Orientado a Proyectos (AOP) (González et. al., 2018), la aplicación del Aprendizaje Cooperativo (Zurita, 2020; Aranguren y Zurita, 2021), el desarrollo del aprendizaje por descubrimiento para activar la curiosidad y modificar las estructuras cognitivas mediante el uso de los sentidos (Maldonado et. al., 2018), la práctica del aprendizaje experiencial (Cardona y Trejos, 2020), entre otras alternativas educativas y de aprendizaje, son oportunidades para que el estudiantado desarrolle habilidades tanto de índole cognitivas como para la vida.

Las habilidades blandas o habilidades para la vida

Se consideran habilidades blandas (SoftSkills) aquellos atributos y características personales que permiten la interacción con el medio de forma efectiva (Vallejos, 2019). Entendiéndose como la combinación de habilidades emocionales, sociales, comunicacionales, interpersonales y espirituales que permiten que una persona se relacione con los demás, y pueda facilitársele la posibilidad de alcanzar metas y aspiraciones humanas; dichos rasgos están muy asociados a la personalidad y responden a los planteamientos de Gardner (1995) con respecto a las Inteligencias Múltiples.

En contraparte, se encuentran las habilidades duras (HardSkills) que son competencias que comprenden el desarrollo de las destrezas técnicas que se adquieren en el desempeño de determinadas tareas o funciones; las mismas pueden obtenerse mediante “la educación, capacitación, entrenamiento o son aprendidas en el trabajo (estadística, matemática, programación de computadoras, dominio de idioma extranjero, velocidad de escritura, procedimientos, operador de maquinaria o equipo, manejo de información)” (De Los Heros, 2017, p. 243).

La escuela inteligente aplica estrategias que permiten que, tanto una como otras habilidades, puedan ser desarrolladas por el estudiantado. El uso en las aulas de clases del Aprendizaje Orientado a Proyectos (AOP) (González et. al., 2018), la aplicación del Aprendizaje Cooperativo (Zurita, 2020; Aranguren y Zurita, 2021), el desarrollo del aprendizaje por descubrimiento para activar la curiosidad y modificar las estructuras cognitivas mediante el uso de los sentidos (Maldonado et. al., 2018), la práctica del aprendizaje experiencial ( Cardona y Trejos, 2020), entre otras alternativas educativas y de aprendizaje, son oportunidades para que el estudiantado desarrolle habilidades tanto de índole cognitivas como para la vida.

Descripción de la propuesta

Áreas de habilidades blandas a desarrollar en educación

La propuesta se basa en un modelo de áreas de habilidades blandas aplicables en la cotidianidad de la vida escolar, a fin de mejorar los procesos internos que se dan en el marco de la enseñanza y del logro del aprendizaje.

Por ello, la escuela requiere colocar su atención en áreas que van más allá de aquellas de estilo estrictamente cognitivos, entendiendo que los modelos educativos tradicionales se han sostenido en paradigmas basado en el pragmatismo, el conductismo o el reduccionismo cuyos currículos “prescinden de la dimensión espiritual o peor aún la presuponen” (Piedra, 2018, p. 102). Los enfoques educativos denominados tradicionales, por lo general, no toman en cuenta en sus procesos la compleja identidad de la persona la cual abarca no sólo lo físico, sino también lo psíquico, cultural, social, histórico y espiritual.

Siendo necesario comprender que la vida del espíritu conecta el pensamiento (Arendt, 2002), con la voluntad y la disciplina como medio organizativo de la vida y la percepción (Lucas, 1999; Polo, 1998), a objeto de consolidar hábitos cognitivos que faciliten la comprensión y la experimentación de la contemplación (Pérez, 2014), en un marco de espacios sociales creativos que conduzcan a la persona a reconocer que posee espíritu y que es capaz de formar y nutrir su spiritus artisticus (Parra, 2002) para potenciar sus talentos y creatividad.

Más allá de los presupuestos religiosos y de las creencias, todos los seres humanos poseen Inteligencia Espiritual, entendiéndose como la capacidad para desarrollar la contemplación, el asombro y la admiración. La escuela inteligente conduce al estudiantado a la búsqueda de lo que podría denominarse el sentido de la vida, a fin de experimentar una existencia plena y solidaria con sus pares.

Al igual que lo anterior, la escuela inteligente no menoscaba la posibilidad de brindar espacios sociales creativos que permitan al estudiantado mantener relaciones sanas y cordiales con sus pares, facilitándole ambientes propicios para la resolución de problemas y de manifestación de actitudes con plena libertad. En este sentido, cabe señalar que estos espacios también deben facilitarle, tanto al estudiantado como al cuerpo profesoral, la presentación de sus emociones en el marco del manejo de la Inteligencia Emocional.

Las relaciones interpersonales basadas en el principio del respeto y la ayuda mutua facilitan el desarrollo de la persona del alumno, siempre y cuando el profesorado actúe de forma coherente, protegiendo, guiando y orientando las interacciones y brindando su apoyo a relaciones duraderas y de confianza (Martínez et. al., 2019), y considerando que para que éstas se produzcan es imprescindible tener la oportunidad de aprender a reconocer las emociones y saber aprovecharlas con el fin de afianzar lazos de amistad.

La educación de las emociones y con ello el manejo de la inteligencia emocional es una tarea necesaria para el desarrollo evolutivo del estudiantado. La escuela está llamada a brindar herramientas favorecedoras del bienestar psíquico, personal y social a través de métodos, estrategias y programas que favorezcan la salud de los estados mentales de todos los actores sociales que la componen, esto con el fin de robustecer los procesos de autoconocimiento, autocontrol, empatía, escucha, manejo de conflictos y cooperatividad.

Por lo demás, es imprescindible que el estudiantado desarrolle habilidades que le permitan sistematizar sus experiencias de vida y les ayude a organizar sus proyectos, a fin de identificar o detectar hábitos que no les facilita el logro de metas y aspiraciones. Heidegger (1998) señala que las instituciones escolares enfrentan estructuras sociales con falta de distanciación que impiden la toma de decisiones, siendo necesario trabajar en una noción de desarrollo de estados mentales que faciliten la formación del hábito del entendimiento, de manera que los jóvenes puedan enfrentar, con libertad, aquellos hábitos sociales y humanos que no les permiten lograr sus metas y crecer como persona.

Por ello, la escuela inteligente orienta las habilidades blandas sostenidas en cuatro áreas de desarrollo: la educación de la espiritualidad, la educación emocional y la inteligencia emocional, la educación de las habilidades para las relaciones interpersonales y la comunicación y la educación para la construcción de proyectos de vida, aspiraciones y logro de metas. Desde cada una de ella se pueden abordar una serie de competencias en cualquier ámbito o circunstancia escolar, a fin de acompañar, fortalecer y consolidar los procesos de aplicación de las habilidades del pensamiento y comprensión (Figura 1).

Modelo
de áreas de habilidades blandas o habilidades para la vida a desarrollar en
educación
Figura 1
Modelo de áreas de habilidades blandas o habilidades para la vida a desarrollar en educación
Aranguren Peraza, 2022

La educación de la espiritualidad

Gardner (2011) incluye la espiritualidad como una forma de inteligencia, señalando que “si el terreno abstracto de la matemática constituye un ámbito razonable para una inteligencia (y muy pocos lo pondrían en duda), ¿por qué no ha de serlo el ámbito también abstracto de lo espiritual?” (p. 43). La educación de la espiritualidad responde a la educación de la interioridad (Suárez y Garcés, 2017), esta a su vez busca dar respuesta a uno de los cuatro pilares de la educación propuestos ante la UNESCO (Delors, 2001): el aprender a ser. En definitiva, con la educación de la espiritualidad se busca la transformación de las experiencias pedagógicas dentro del aula de clases, considerando los procesos cotidianos de la vida y de la convivencia como medios, no sólo de análisis, sino también del crecimiento y desarrollo personal que conduzca a una noción de felicidad humana:

La espiritualidad afecta a todo el ser humano y genera la capacidad para apreciar la realidad trascendente, para preguntarse por la globalidad de la existencia, por la finalidad, por el sentido. La necesidad espiritual tiene manifestaciones culturales diversas y este aspecto es especialmente significativo en una sociedad multicultural y secularizada. Más allá de la diversidad, sin embargo, es posible observar muchos elementos en común con respecto a la vivencia de las necesidades espirituales, tanto desde cosmovisiones religiosas como laicas (Benavent, 2013, p. 42).

Con base a lo anterior, y comprendiendo que mediante la espiritualidad pueden integrarse aspectos básicos de la vida como lo emocional, lo intelectual, lo físico y hasta lo racional ya que su concepción está íntimamente unida a la creatividad, al juego, a los valores, a las relaciones y a los sentimientos, puede asumirse que la inteligencia espiritual supone un proceso de crecimiento y evolución interna que brinda a la persona vitalidad, sentido, trascendencia y bienestar. De manera, que las acciones que se generen en la escuela, en este sentido, deben contribuir con el desarrollo de la creatividad y con el fortalecimiento de valores y de las relaciones humanas, todo a fin de generar un bienestar emocional en la persona.

Para el fortalecimiento de la espiritualidad en las aulas de clases puede hacerse uso de ejercicios de contemplación e imaginación, creación de textos literarios, pinturas y biografías personales, la participación en juegos cooperativos que redunde en el afianzamiento de las relaciones, la promoción de prácticas en beneficio de la salud física y mental, la educación de los sentidos mediante tareas que conduzcan a situaciones placenteras como por ejemplo el cocinar, comer, escuchar música, cantar o ver una película que despierte interés y emociones positivas, entre otras actividades, sin olvidar la necesidad de hacer cambios sustanciales en los espacios físicos y en los entornos virtuales de aprendizajes, que faciliten la orientación de los procesos de la regulación emocional, son algunas de las propuestas que pueden contribuir con el propósito de profundizar la espiritualidad en las escuelas.

Un ejemplo de la aplicación de experiencias educativas que buscan el desarrollo de la espiritualidad en las escuelas se descubre en el documental “La escuela de la señorita Olga” (Piazza, 1991); en el mismo se describen los procesos educativos llevados a cabo en una escuela de un pueblo de la Provincia de Rosario en la Argentina, donde “el conocimiento de la música, del arte, de la danza, eran considerados tan relevantes como el conocimiento del número y de la historia” (Alasino et. al., 2011). En tal sentido, la escuela no era solo para la enseñanza de las matemáticas y de las ciencias sino también del dibujo, las artes plásticas, la expresión corporal, el desarrollo de los sentidos, la relación fraterna con el ambiente y con los pares. En esta propuesta, fundamentada en los principios de la Escuela Nueva (Dewey, 2007) se revelaban una serie de métodos y estrategias que fundamentaron una tipología institucional respondiente a la formación del carácter, de la capacidad creativa y de nuevas formas de pensamiento.

Un aspecto importante a destacar es que estos procesos conducen a favorecer la inteligencia intrapersonal, entendida como la habilidad que adquiere la persona para construir una imagen de sí mismo que facilite, en el día a día, un desenvolvimiento autónomo que le permita organizar y orientar de manera eficiente la vida (Campbell et. al., 2002; Lizano y Umaña, 2008). De manera, que la creación de ambientes que facilite en el estudiantado el respeto a la autoestima, al trabajo independiente, el uso de la imaginación, la reflexión y la contemplación en silencio de sonidos, música, videos, fotografías, pinturas, movimientos, entre otras cosas, ayuda a la exploración de intereses y habilidades, así como a la manifestación de valores y sentimientos en favor de un conocimiento de sí mismo y de un respeto por los pares.

La educación emocional y la Inteligencia Emocional (IE)

El ámbito socio – emocional de los niños, niñas y adolescentes está relacionado con su conducta; de manera, que la construcción de las creencias, normas, actitudes y valores se logran mediante la relación con su entorno cultural (Papalia et. al., 2010). Tanto la educación de las emociones como la Inteligencia Emocional (IE) son tareas necesarias a trabajar en educación, para ello se requieren condiciones que faciliten la formulación de programas y proyectos de aula que permitan que el estudiantado exprese con libertad sus emociones; procesos que incluyen sistemas de enseñanza dotados de herramientas y situaciones que faciliten el autoconocimiento, autocontrol, empatía, escucha, resolución de conflictos y cooperatividad. La educación emocional debe estar dirigida a la comprensión de las emociones, para expresarlas de forma productiva y para atender a los demás, sin menoscabar la importancia de la empatía en las relaciones entre pares.

Estos procesos deben estar favorecido por entornos escolares donde se formulen metodologías de aula que integren, en la diversidad de las áreas académicas a través de todos los cursos y de forma transversal, los contenidos, las estrategias, los medios y las condiciones para que surjan, de manera espontánea, las emociones. En tal sentido, el rol del docente es fundamental, ya que muchos hábitos y conductas son aprendidos mediante la imitación.

La educación emocional está definida como un proceso educativo continuo y permanente, busca potencializar tanto las emociones como los procesos cognitivos a través de competencias que brinden herramientas para el manejo adecuado de las emociones, redundando en el bienestar social y humano de la persona. La idea es que la persona enfrente los retos cotidianos con responsabilidad y confianza, es por ello, que su aplicabilidad en las aulas de clases debe ser intencional y sistemática (Bisquerra, 2000, 2005).

Hay que considerar que la escuela representa el centro de atención del alumnado, ya que en ella pasan la mayor parte de su tiempo y es el espacio donde experimentan diversas situaciones que comprometen su vida afectiva. En ella, el estudiantado está expuesto a emociones como la alegría, la cólera, la tristeza, el miedo, la vergüenza, la impotencia, la satisfacciones, el aburrimientos, entre otras; muchas de estas emociones expresan el estado de infelicidad que se vive en las aulas, de modo que la escuela inteligente debe pensar en nuevos estilos de enseñanza que permitan crear espacios y momentos para la felicidad.

Para fortalecer y consolidar la educación emocional, la escuela inteligente debe convertirse en un ambiente para la creatividad, aplicando, como estrategia, la yuxtaposición de la IE en todas las áreas de conocimiento, ya que las emociones pueden ser desarrolladas en cualquier asignatura (Goleman, 1997); la inteligencia emocional no representa un área específica de la enseñanza, la misma debe estar incluida en todos los procesos dados en el aula de clases. Para ello, se requiere, por parte del personal docente, una preparación que no solo involucra lo académico, sino también lo emocional y lo motivacional. En este sentido, la escuela inteligente orienta sus procesos hacia la experimentación de nuevas maneras de corrección de hábitos y conductas, al igual que promueve la profundización de la reflexión como un mecanismo para llevar a cabo las transformaciones en la forma de actuar y de intervención en el aula de clases.

La educación para las relaciones interpersonales y la comunicación

La educación de las habilidades para las relaciones sociales e interpersonales en el aula de clases, supone las interacciones entre el alumnado, pero también entre estos y el profesorado (Martínez, et. al., 2019). Hoy día se hace necesario que las personas tengan en sus manos herramientas que les ayuden a relacionarse con los demás. Generalmente, en una relación, las personas se dan oportunidades de transmitirse, conscientemente, sus emociones, intereses y dudas, manteniendo este encuentro por largos períodos de tiempo, en diferentes espacios y formas (Toledo y Sánchez, 2006).

Las relaciones interpersonales dadas en las aulas de clases, al igual que todas las suscitadas en la vida social de una persona, vienen dadas mediante un sistema comunicativo que define la índole interactiva de las relaciones, ya que “el mensaje se envía de uno a otro con bucles de retroalimentación” (Castell, 2009, p. 88), dicho de otro modo: los procesos en las aulas de clases suponen una serie de acciones que necesariamente comunican mensajes que a su vez son aceptados y respondidos mediante diferentes formas, sean estas escritas, orales o gestuales, en un ambiente contextual rico en elementos que facilitan tanto la enseñanza como el aprendizaje; de manera, que “este proceso de intercambio de información tiene lugar gracias al establecimiento de relaciones interpersonales, por lo que la comunicación es necesaria para que el acto didáctico tenga lugar” (Toledo y Sánchez, 2006, p. 4).

No solo la comunicación verbal facilita el entendimiento entre las personas, la comunicación no verbal es importante para establecer la primera; en diversas ocasiones los conflictos surgen de una inadecuada interpretación de los mensajes no verbales, por lo que una escuela inteligente aporta herramientas a su profesorado para hacer de la comunicación en el aula un mecanismo eficaz que favorezca climas agradables de trabajo y aprendizaje.

Para que la escuela experimente competencias sociales debe crear y brindar espacios o ambientes para que el estudiantado las desarrolle, considerando que para muchos jóvenes las instituciones escolares representan un centro de atracción, más allá de la convicción cognitiva que ofrece, de “actividades de tipo social, como jugar, compartir, pasear, conversar y hacer amistades ya sea con sus pares o con sus docentes” (Aranguren, 2020, p. 7). Esto hace suponer que la asistencia a la escuela no es solo para responder a proyectos estrictamente académicos, sino también para fortalecer la convivencia, entendida ésta como ese marco que incluye los comportamientos y actitudes de cooperación, resolución de conflictos, tolerancia, respeto y toma de decisiones, todo ello orientado por criterios y valores que controlan las interacciones como la solidaridad, la ayuda, la democracia, la justicia, la compasión, entre otros (Trianes et. al., 2013).

En las escuelas, al igual que en otros centros de vida social, las relaciones humanas y los modos de convivencia, están determinados por las interacciones y las formas en que estas surgen y se manifiestan (Razo y Cabrero, 2016); esto conduce a pensar en la necesidad de orientar al estudiantado a definir la trascendencia de sus actuaciones y relaciones, pudiendo hacer ajustes de sus acciones y normas para convertir, tanto los conflictos como las transgresiones, en sistemas de aprendizajes.

Las instituciones escolares pueden ser no solo el espacio para que el estudiantado visualice sus aspiraciones personales en lo que podría denominarse proyectos de vida (Díaz et. al., 2020), pueden también ser el espacio para la revelación de toda la carga cultural aprehendida en las comunidades donde viven (Morollón, 2005), por ser la escuela el espacio organizado donde pasan a diario el mayor tiempo de su vida.

Entre las habilidades blandas a desarrollar en las aulas de clases que facilitan el acercamiento entre el alumnado y entre estos y su profesorado, contribuyendo en el logro del aprendizaje se menciona las siguientes: El trabajo en equipo, la negociación, la capacidad de escucha, la apertura hacia los demás, el desarrollo de habilidades interculturales, la empatía, la facilidad de relaciones, la habilidad para acompañar y hacer amistad, el liderazgo, la comunicación, el desarrollo de habilidades tecnológicas y el manejo de grupos.

Para el alcance de estas habilidades se requiere del uso de estrategias interactivas que permitan y faciliten que el estudiantado se relacione y se comunique en la misma medida que aprende; por ello, estrategias basadas en la cooperación, interacción, comunicación y socialización como el rompecabezas, trabajo en equipo – logro individual (TELI), torneos de juegos por equipos (TJE), enseñanza acelerada por equipos (EAE), lectura y escritura integrada cooperativa (LEIC), investigación grupal, aprender juntos, métodos estructurados en parejas, aprendizaje experimental, aprendizaje por pares iguales, flipped classroom (aula invertida), estudios de casos, aprendizaje por proyectos, aprendizaje socrático, aprendizaje en tiempo real, entre otras, están diseñadas con base a la interacción y al fortalecimiento de las relaciones interpersonales como medio para la consolidación del aprendizaje, a su vez facilitan la adquisición y demostración de habilidades para las relaciones sociales e interpersonales en el aula de clases.

La educación para la construcción de proyectos de vida, aspiraciones y logro de metas

La construcción de proyectos de vida es fundamental para una persona, y la escuela inteligente orienta al estudiantado a construir proyectos que redundan, no solo en su capacidad creativa e imaginativa, sino también en el manejo de herramientas que satisfaga el control y manejo de obstáculos a fin de alcanzar logros significativos que consoliden una noción de felicidad (Campos, 2020). En este sentido, es necesario que el estudiantado en compañía de su profesorado, aborde la enseñanza de la toma de distancia ante prácticas o hábitos que afectan no solo el presente de la persona, sino el futuro como proyecto. Este proceso está dirigido al desarrollo de la capacidad de juicio, entendiéndose éste como la facultad que permite hacer distinción y evaluación de las situaciones. Esta operación lógica facilita a la persona relacionar, distinguir, sintetizar, afirmar, disentir (Gromi, 2018), y está condicionado por los contextos culturales y por la libertad en la toma de decisiones.

Para la formación del estudiantado en el hecho de tomar distancia de hábitos inadecuados y de aquellas formas de pensar que denigran de la persona es imprescindible la reflexión acerca del alcance de las herencias culturales dejadas por las generaciones representadas por su padres y abuelos, y comprender cómo éstas afectan la construcción de sus proyectos de vida (Díaz et. al., 2020) y del progreso evolutivo a nivel personal:

En esta concepción de las cosas, la educación debe contribuir a proporcionarnos una distancia, una libertad, frente a un mundo que no nos es dado, sino propuesto. Esa distancia abre un espacio que nos permite situar el mundo del aquí y ahora en una secuencia temporal más amplia y compararlo con posibilidades alternativas (Pérez, 2000, p. 6).

La enseñanza de la construcción de los proyectos de vida en la escuela viene a ser una elaboración continua y paulatina durante todo el proceso escolar, supone no solo la reflexión acerca del distanciamiento sino también la formación de la autonomía (García, 2017), lo cual deberá redundar en el mejoramiento de la calidad de vida y en la consolidación de una imagen de futuro cónsona con la potencialidad y los talentos. Para este fin es imprescindible fortalecer en el estudiantado su capacidad de sistematización de experiencias, ayudándolo a detectar sus aprendizajes mediante el ejercicio del pensamiento crítico y analítico, el uso reiterado de la escritura, la discusión, el debate y la construcción de líneas de tiempo. Siendo imprescindible brindarle la oportunidad de construir nociones de destino, con base a las herramientas que posee y que es capaz de potencializar mediante procesos de descubrimiento.

Otros medios para desarrollar la capacidad de elaboración de proyectos de vida en las aulas de clases, es la aplicación de técnicas de dinámicas de grupo. El uso de las mismas les permite al alumnado la socialización de sus temores y esperanzas, la construcción de imágenes mentales de futuro, la comunicación de planes, la integración de ideas, la visualización de proyectos futuros, entre otras habilidades.

Competencias a ejecutar en Áreas de Desarrollo

Para el desarrollo de las habilidades blandas en las aulas de clases se requiere considerar la aplicación de una serie de competencias dentro del marco de las cuatro áreas anteriormente descritas. Las mismas están indicadas en el Cuadro 1, donde se señalan, según las áreas de desarrollo, las competencias que el estudiantado puede abordar durante su proceso de formación y aprendizaje en las escuelas.

Tabla 1
Competencias a ejecutar en las áreas de desarrollo de las habilidades blandas
La educación de la espiritualidad La educación emocional y la Inteligencia emocional La educación de las habilidades para las relaciones interpersonales y de la comunicación La educación para la construcción de proyectos de vida, aspiraciones y logro de metas
· Creatividad e Innovación · Autoconocimiento y reflexión · Autodesarrollo y conocimiento de sí mismo · Atención y Percepción · Pensamiento flexivo · Aprendizaje Rápido · Perseverancia · Apreciación artística y poética · Desarrollo de la Paciencia · La contemplación · La voluntad · La interioridad · Práctica de diferentes sistemas y formas artísticas: Pintura, Danza, Cerámica, Tejidos, entre otros) · Inteligencia emocional · Resolución de problemas y manejo de conflictos · Autonomía · Resiliencia · Toma de decisiones · Manejo de la ira · Demostración de sentimientos positivos frente y hacia los pares · Trabajo en Equipo · Capacidad de escucha. · Apertura hacia los demás · Desarrollo de habilidades interculturales · Empatía · Facilidad en las relaciones · Habilidad para acompañar y hacer amistad · Liderazgo · Comunicación · Desarrollo de habilidades tecnológicas · Manejo de grupos · Manejo del tiempo. Construcción de líneas de tiempo · Habilidad de sistematización de procesos y aprendizaje · Pensamiento analítico y crítico · Desarrollo de hábitos de distanciación. · Desarrollo de Habilidades para la comunicación escrita y oral. · Construcción de proyectos de vida. · Toma de decisiones · Creación de nociones de destino · Desarrollo de talentos y de potencialidades.

La aplicación de las competencias blandas en las aulas de clases tiene que fundamentarse en un proyecto de escuela que redunde en la necesidad de transformar, de modo permanente, la práctica y la concepción que se tiene de la misma escuela, sobre todo en el contexto actual donde las nociones de los ámbitos escolares está transformándose dada la impronta llegada de los Entornos Virtuales de Aprendizajes, los cuales ha facilitado una ampliación de la concepción del aula y del modo en que se accede al conocimiento.

Conclusiones

A partir del análisis anterior se formulan las siguientes conclusiones:

El alcance educativo del uso de las habilidades blandas en el marco de la escuela inteligente, conduce a pensar que las mismas contribuyen a crear una noción de felicidad como aspiración vivencial - humana de sus actores, por lo que el proceso de la enseñanza debe profundizar en competencias que satisfagan la espiritualidad, las relaciones sociales, la emocionalidad y la creación de los proyectos de vida.

La escuela inteligente es el resultado de un sistema capaz de articular, de un modo planificado, sistemático y consolidado, competencias de desarrollo cognitivo y para la vida, mediante la puesta en práctica de habilidades duras (hardskills) y habilidades blandas (softskills). Son instituciones que interactúan cognitivamente con el ambiente y por su misma condición humana son interactivas entre sí, permitiendo la autorregulación, organización y experimentación de cambios en su estructura.

Es necesario una conceptualización diferente de la escuela, que considere no solo el aspecto de desarrollo de la inteligencia cognitiva, sino las percepciones, emociones y los comportamientos como estructuras vitales para la comprensión de los fenómenos humanos, científicos, culturales y naturales que vive la persona. Esto supone una mirada diferente a las prácticas internas del aula de clase y sus transformaciones en los sistemas estratégicos de planificación y evaluación que considere las habilidades blandas tan importantes como las habilidades duras.

La escuela representa el centro social de mayor importancia para los jóvenes, en ella interactúan y socializan permanentemente. Lo dinámico de las interacciones determina las relaciones humanas y la convivencia social. Las relaciones dadas en las instituciones escolares están definidas por sus mismos integrantes, quienes establecen los significados y procuran ajustar sus acciones a las normas, tanto del grupo como de la institución, y es en esta convivencia donde aprenden a respetarla o a transgredirla. La convivencia escolar es fundamental para la formación del carácter y la disciplina; por ello, la educación para las relaciones interpersonales es necesaria porque facilita la cooperación, la resolución de conflictos y la experimentación de la amistad.

La educación de la espiritualidad no está referida a la formación religiosa ni a la catequización, constituye para la escuela una oportunidad para favorecer la inteligencia intrapersonal, habilidad que permite la elaboración de una imagen de sí mismo ayudando al estudiantado, en la cotidianidad, a ser autónomo y a organizarse de manera eficiente.

La eficacia de cualquier programa orientado, tanto a la educación de las emociones como a la espiritualidad, depende de la participación activa de todos los actores de la escuela: el cuerpo docente, el estudiantado y la familia. La escuela inteligente hace arreglos y cambios institucionales que afectan, directamente, las dinámicas internas, entre ellas los procesos y sistemas de planificación, evaluación, metodologías y estrategias. Todo este reordenamiento debe ser conducido con responsabilidad y empeño.

La enseñanza y orientación para la construcción de proyectos de vida es fundamental para que el estudiantado logre su autonomía. Es imprescindible que el profesorado reflexione con él acerca del distanciamiento, entendiendo la necesidad de que las nuevas generaciones hagan distancias con prácticas e ideas que afectan su libertad y discernimiento. Las aulas de clases son una referencia para el estudio de la noción del mundo; de manera, que la escuela inteligente facilita herramientas para la socialización del conocimiento y la reelaboración de proyectos de vida a partir de ejercicios de distanciación de aquellos eventos que hacen nocivos la relación de la persona con el mundo. La escuela debe conducir al estudiantado a vivir esta capacidad de juicio mediante experiencias reflexivas que permitan la revisión de los actos, relaciones, formas de vida y de mecanismos de comunicación que influyen en las relaciones, esto deberá permitirle al joven comprender el alcance de su interacción con los adultos. Esto supone aplicar un modelo educativo basado en preceptos en torno a la idea de la educación para la libertad, que no es más que aprender a ser libre en la toma de decisiones, en la capacidad para ejercer actos que respondan al sentido común, en la responsabilidad sin la cual la libertad es imposible y en la formación para fortalecer proyectos cónsonos con el respeto a la condición humana.

Es necesario destacar la viabilidad de la implementación de estas áreas de desarrollo de habilidades blandas en las aulas de clases, ya sea mediante la ejecución de proyectos orientados a la implementación de áreas específicas o mediante la lógica de la transversalidad, entendiendo, que con ello se trabajan los cuatro pilares fundamentales de la educación: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a convivir y aprender a hacer.

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