Artículos
Jóvenes y espacio habitable. Representaciones sociales de jóvenes mexicanos sobre la habitabilidad en pandemia
Young People and Living Space. Social Representations of Young Mexicans about the Habitability During the Pandemic
Revista Argentina de Estudios de Juventud
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN-e: 1852-4907
Periodicidad: Frecuencia continua
núm. 17, e080, 2023
Recepción: 10 Julio 2023
Aprobación: 11 Diciembre 2023
Publicación: 15 Enero 2024
Resumen: Desde un enfoque cualitativo y exploratorio, en esta investigación se analizan las representaciones sociales que jóvenes mexicanos construyeron acerca de la habitabilidad del espacio durante la pandemia por covid-19. Los resultados revelan alteraciones en la vida cotidiana y en la forma de utilizar, de percibir y de significar los espacios urbanos y arquitectónicos. Se concluye que la pandemia, además de un problema de salud pública, es un fenómeno social y cultural que no ha sido superado por completo y que, por eso, amerita continuar con su estudio desde distintas perspectivas.
Palabras clave: covid-19, confinamiento, espacios urbanos, relatos de vida.
Abstract: From a qualitative and exploratory approach, this research analyzes the social representations that young mexicans built about the habitability of space during the covid-19 pandemic. The results reveal alterations in daily life and in the way of using, perceiving and giving meaning to urban and architectural spaces. It is concluded that the pandemic, in addition to being a public health problem, is a social and cultural phenomenon that has not been fully overcome and, therefore, deserves to continue its study from different perspectives.
Keywords: covid-19, confinement, urban spaces, life stories.
Introducción
Fue a finales de 2019 cuando en los medios de comunicación de masas comenzó a circular la noticia sobre la aparición, en la ciudad de Wuhan, China, de un nuevo virus, el SARS-CoV-2, altamente contagioso y causante de la enfermedad covid-19. La situación rápidamente se desbordó, al poco tiempo se convirtió en epidemia y para el mes de marzo del año siguiente fue declarada oficialmente como pandemia. A partir de ese momento, la gravedad y la urgencia de la contingencia sanitaria impulsaron investigaciones en el área de la salud, con el objetivo de desarrollar vacunas y tratamientos contra la enfermedad; sin embargo, la multidimensionalidad del fenómeno y la diversidad de problemáticas que salieron a la luz, también incentivaron la realización de investigaciones en otras áreas del conocimiento. Parte de estas problemáticas son las asociadas a temas de juventud y educación.
Desde entonces, en el contexto latinoamericano, se han estudiado las clases en línea (Estrada-Araoz y otros, 2020; Dussel, 2021; Salcedo & López, 2021), los efectos psicológicos y emocionales (Acevedo Mena & Amador Jiménez, 2021; Francia, Aguirre, Suares & Torres, 2020; González Velázquez, 2020; Santana Campas y otros, 2020) y la vida personal en relación con la familia y la escuela (Martínez & Tavera, 2021). En el contexto mexicano, Igor Israel González Aguirre (2021) analizó los efectos de la pandemia a partir del espacio biográfico juvenil, para lo cual utilizó narrativas en las que los/as participantes expusieron «algunos de los aspectos del aislamiento y del distanciamiento social que les resultaron más significativos» (p. 4), constituyéndose, según sostiene el autor, en «narrativas que se sitúan en la convergencia de la biografía personal y la historia colectiva» (p. 7). También sobre temas de juventud y educación, pero independientemente de la pandemia, existen investigaciones que toman como fundamento la teoría de las representaciones sociales, la cual es «bastante prolífica» (Bautista, Cerna & Romero, 2020, p. 27), con trabajos sobre labor docente (Peña, Meza & Escalante, 2019; Fuentes & Murillo, 2020), planes de estudio (Santos, 2021), educación a distancia (Bautista, Cerna & Romero, 2020) y reflexiones metodológicas (Cuevas & Mireles, 2016; Gutiérrez, 2019), entre otros tópicos.
Empero, lo que ha sido poco estudiado en México y en Latinoamérica, tanto desde la teoría de las representaciones sociales como desde otras aproximaciones, es el papel que desempeñó durante la contingencia el espacio habitable. Debido a esto, en la presente investigación se analizan las representaciones sociales construidas por jóvenes mexicanos/as durante la pandemia y confinamiento por la covid-19, acerca de la habitabilidad del espacio a distintas escalas: global, nacional y urbano arquitectónica, especialmente en lo que concierne a la casa. El abordaje se realiza desde un enfoque cualitativo, exploratorio e interpretativo que, a diferencia de los discursos institucionales y mediáticos pretendidamente objetivos y legitimadores, permite «empoderar a los sujetos como agentes que construyen, deconstruyen y resignifican los saberes, abriéndose paso entre las voces del academicismo o la univocidad de la ciencia» (Ascencio & Ramírez, 2020, p. 114). «De ahí que resulte importante explorar las vivencias de este sector de la población en relación con […] los impactos socioafectivos de las medidas de control social» (González Velázquez, 2020, p. 3) y su repercusión en la habitabilidad del espacio, entendida como la forma de utilizar, de percibir y de significar los espacios de vida.
La relevancia de la investigación no solo reside en que la pandemia por covid-19 es considerada «una de las mayores tragedias en la historia moderna de la humanidad» (Silva, 2023, p. 10), sino en que más allá de su condición de emergencia sanitaria –que el 5 de mayo de 2023 la Organización Mundial de la Salud (OMS) (https://www.who.int/es) declaró como terminada– la pandemia y el confinamiento constituyen un fenómeno sociocultural complejo y trascendente que dista de haber sido superado en su totalidad. Por eso mismo, amerita continuar con su estudio como medio para obtener aprendizajes; aprendizajes de pandemia, que permitan elaborar sobre el fenómeno explicaciones y comprensiones más integrales.
En cuanto a la organización del manuscrito, tras brindar algunas precisiones conceptuales, se exponen los principales postulados de la teoría de las representaciones sociales y del enfoque procesual (Banchs, 2000) que dan cuerpo al fundamento teórico de la investigación. Enseguida, se explica el procedimiento metodológico, que consistió en la utilización de relatos de vida como técnica para la recolección de datos, los cuales fueron analizados e interpretados desde el método propuesto por la teoría fundamentada (Cegarra, 2022). A continuación, se exponen y se discuten los resultados, organizados en las categorías de representaciones sociales sobre tres aspectos: espacio global y nacional, espacio urbano, y espacio arquitectónico. Finalmente, se ofrecen algunos comentarios a modo de conclusiones.
Conceptos preliminares: cuarentena, distanciamiento y confinamiento
Para tener una mejor comprensión del objeto que se estudia, conviene realizar algunas precisiones conceptuales previas a la fundamentación teórica que sustenta la investigación. En principio, habrá que señalar que cuarentena refiere al periodo de incubación de un virus y consiste en evitar «el desplazamiento de individuos que han estado expuestos a un potencial contagio y que posiblemente se encuentren infectados» (Cetron & Landwirth, 2005, citados en Sánchez-Villena & De La Fuente-Figuerola, 2020, p. 73). Una vez que el contagio es confirmado, la persona se aísla en un espacio determinado (una habitación, un hospital, etc.) y, de ese modo, se evita o se regula el contacto con otras personas.
Ahora bien, cuando se elevó el número de contagios y fue difícil (por no decir que imposible) la identificación de los casos, se implementó el distanciamiento social, que consistió en «restringir la interacción entre las personas tomando cierta distancia física o evitando el contacto directo entre ellas» (Cetron & Landwirth, 2005, citados en Sánchez-Villena & De La Fuente-Figuerola, 2020, p. 73). Como parte de las medidas, las autoridades cerraron o limitaron el funcionamiento de establecimientos que aglomeran personas (escuelas, cines, templos, etc.), restricción de la cual los espacios públicos al aire libre no quedaron exentos. Después, como una manera de contrarrestar los efectos negativos en la salud mental que trajeron consigo estas restricciones, la OMS propuso sustituir el término distanciamiento social por distanciamiento físico para, supuestamente, no trastocar las relaciones sociales; sin embargo, no queda claro si en la práctica dicho cambio lingüístico en verdad ayudó o si no pasó de ser un eufemismo.
En grado superlativo, cuando el distanciamiento físico no fue suficiente, las autoridades pusieron en marcha el confinamiento, «un plan de intervención comunitario que implica permanecer refugiado el mayor tiempo posible, bajo nuevas normas socialmente restrictivas» (Sánchez-Villena & De La Fuente-Figuerola, 2020, p. 74), entre ellas, el uso de cubrebocas y de gel antibacterial, la disminución de la movilidad y el tránsito en las ciudades y localidades, la restricción de horarios en espacios públicos e, incluso, en algunos lugares del mundo, el toque de queda.1 Es así como el término cuarentena, asociado a las ciencias de la salud, «poco a poco fue reemplazado en la memoria colectiva por el vocablo “confinamiento”, más propio del vocabulario jurídico» (Quintero, 2020, p. 195) y, a la vez, más restrictivo.
La teoría de las representaciones sociales y el enfoque procesual
De manera general, una representación puede ser entendida como una «imagen o idea que sustituye a la realidad» (RAE, 2014). Es decir, una representación es la expresión oral, gráfica, escrita, etc., que se construye acerca del mundo en alguno de sus aspectos, sea material, inmaterial, real o imaginario. De acuerdo con Serge Moscovici (1961/1976), precursor de esta teoría, las representaciones sociales son «un cuerpo de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres vuelven la realidad física y social inteligible» (citado en De Alba, 2022, p. 423) y «forman y orientan los comportamientos» de los individuos (De Alba, 2022, p. 423), quienes «simbolizan su objeto, al mismo tiempo que le confieren una significación» (Jodelet, 1989, citada en De Alba, 2022, p. 423).
Entre las distintas formas como pueden ser estudiadas las representaciones sociales se encuentra la aproximación o enfoque procesual (Banchs, 2000), un método cada vez más utilizado al seno de la investigación educativa (Cuevas & Mireles, 2016) y sobre juventud. Una de las principales características de este enfoque es que no se limita al conocimiento de los productos, sino que el interés radica en el análisis de los procesos y los contextos en los que se construyen las representaciones sociales. Esta aproximación, que «parte de la complejidad de las representaciones, es la desarrollada por Denise Jodelet en estrecha cercanía con la propuesta original de Moscovici» (Pereira de Sá, 1998, citado en Banchs, 2000, p. 1), «se asimila en mucho a la postura de la Escuela de Chicago [y asume] ciertas características del interaccionismo simbólico» (Banchs, 2000, pp. 2-4). A saber, tanto la escuela chicaguense como la teoría interaccionista tienen su origen en la sociología, no en la psicología, que es considerada la disciplina madre de la teoría de las representaciones sociales. Por lo tanto, puede afirmarse que esta teoría, al menos desde el enfoque procesual, es abierta a la interdisciplina, lo cual es algo que esta investigación propugna.
Por su carácter cualitativo e interpretativo, el enfoque procesual no busca verificar variables sino comprender el fenómeno que se estudia, «entendiendo al ser humano como productor de sentidos y focalizándose en el análisis de las producciones simbólicas de los significados [y] del lenguaje a través de los cuales los seres humanos construimos el mundo en que vivimos» (Banchs, 2000, p. 6). Al adentrarse en la comprensión de este enfoque, se tiene que «dos tipos de procesos inciden en la conformación de representaciones sociales: por un lado, los procesos cognitivos o mentales, de carácter individual; por el otro, los procesos de interacción y contextuales de carácter social» (Banchs, 2000, p. 3).
En lo individual, las representaciones «son una vía para que el sujeto comprenda su realidad» (Cuevas & Mireles, 2016, p. 66) y encuentre sentido a su «situación en el momento presente» (De Alba, 2022, p. 436), lo cual construye «desde su propia interpretación, [que] no es del todo libre, porque también depende de la configuración social y colectiva» (Cegarra, 2022, p. 377), en la cual «el sujeto media sus relaciones con el mundo en un proceso de coconstruccion de la realidad con los otros» (De Alba, 2022, p. 422). Esto último constituye el carácter social de las representaciones que, al ser socioculturalmente compartidas, tienen «un objetivo práctico y concurrente a la construcción de una realidad común» (Jodelet, 1989, p. 36, citada en Cuevas & Mireles, 2016, p. 66), operación durante la cual adquieren un papel crucial «los medios de comunicación de masas, [incluidas] las redes sociales digitales» (De Alba & Girola, 2020, p. 11). Acorde con dichos planteamientos, en esta investigación se consideran en simultáneo lo individual y lo social, bajo el precepto de que no son dimensiones independientes sino imbricadas durante el proceso de construcción de las representaciones sobre el objeto que se estudia.
En términos más pragmáticos, desde esta teoría, en un sentido durkheimiano, la pandemia, el confinamiento y la propia habitabilidad del espacio son hechos sociales que «pueden ser considerados como cosas observables y analizables, pues se materializan en los comportamientos, discursos, gestos, actitudes, creencias y simbolizaciones que los individuos construyen cuando trascienden a lo colectivo y social» (Cegarra, 2022, p. 376). A manera de síntesis, es posible afirmar que las representaciones sociales operan como mecanismos de adaptación ante las adversidades, sobremanera cuando se trata de un objeto de representación que irrumpe abruptamente, tal como lo hicieron la pandemia y el confinamiento en la vida de los/as jóvenes, y en su relación con los espacios que habitan cotidianamente.
Proceso metodológico
En concordancia epistémica con el objetivo planteado y con la teoría de sustento, la investigación tomó como directriz un enfoque cualitativo, exploratorio e interpretativo, a partir del cual se diseñó el proceso metodológico. Como parte de ello, para la recolección de datos se optó por la técnica de relatos de vida, un tipo de textos narrativos que forman parte de las «“fuentes orales”, o sea, las fuentes vivas de la memoria» (Gutiérrez, 2019, p. 114), que se presentan como testimonios acerca de un suceso vivido por los sujetos y que constituyen un útil «material de análisis para [identificar] las representaciones sociales de una determinada época y contexto social y cultural» (Leal, 2015, p. 66).
En lo que respecta a los sujetos de estudio, los relatos de vida recuperados fueron elaborados por jóvenes estudiantes del Tecnológico Nacional de México (TecNM) (https://www.tecnm.mx/), una institución pública de educación superior que cuenta con sedes distribuidas en gran parte del país. Como antecedente, el 11 de mayo de 2020, en el marco de la campaña «Quédate en casa», impulsada por el gobierno de México durante la primera etapa de la pandemia, el TecNM publicó la convocatoria «Memoria de la cuarentena COVID-19», mediante la cual se invitaba a la comunidad estudiantil a compartir en el portal oficial, de manera pública, voluntaria y anónima, sus experiencias, emociones, ilusiones, esfuerzos y esperanzas en torno a la cuarentena que se vivía.
A partir de esta iniciativa, se construyó un repositorio digital (https://www.tecnm.mx/?vista=Experiencias) conformado por más de 300 relatos de vida, cada uno con una extensión promedio de media cuartilla y redactado de forma libre, a diferencia de las encuestas o formularios digitales que tienen una estructura predeterminada. Ante esa libertad, gran parte de los/as estudiantes optó por narrar sus experiencias de manera cronológica; otros/as lo hicieron en forma temática, de lo general a lo particular (aunque sin explicitar con claridad la jerarquía de las ideas expuestas); el resto lo hizo de forma poco ordenada (al menos en apariencia). Los textos completos de las memorias citadas en el presente trabajo se ofrecen en el Conjunto de datos (https://doi.org/10.24215/18524907e080) que acompaña este artículo.
Para el análisis de los relatos selecccionados, se tomó la propuesta metodológica que surge de la teoría fundamentada y cuya utilización se ha extendido «por considerar que su procedimiento de análisis por codificación abierta (reduce), axial (relaciona) y selectiva (selecciona) es totalmente pertinente para el estudio de la representación social» (Cegarra, 2022, p. 401). Como parte del proceso, en primer lugar, de los 320 textos que integraban el repositorio al inicio del proceso de investigación (julio de 2020),2 se descartaron los que estaban repetidos y aquellos cuya redacción era tan deficiente que impedía realizar un análisis formal. Esto arrojó un universo de 250 relatos. Luego, se seleccionaron aquellos en los que se hacía alusión directa o indirecta al espacio y a la habitabilidad, de lo que resultaron 53 relatos, pero sin discriminar el resto del material que, como se dijo, sirvió para contextualizar los aspectos analizados.
De este modo, se construyeron, en forma inductiva-deductiva, las categorías que agrupan las representaciones sociales analizadas: espacio global y nacional, espacio urbano, y espacio arquitectónico, las cuales contienen los resultados y las discusiones que surgen de los «cruces tanto entre datos como entre categorías, con la intención de visualizar relaciones, comparaciones, afinidades, contradicciones, etc.» (Navarrete, 2020, p. 115).
Representaciones sociales sobre el espacio global y nacional
Como se señaló en la introducción, pocos meses bastaron para que la contingencia sanitaria escalara a nivel de pandemia, es decir, para que se expandiera por todo el mundo y su espacio; el espacio global. Según comentan los/as jóvenes en los relatos analizados, tras la noticia, «el mundo entero se [sumergió] en la incertidumbre de no saber, al principio, a qué se enfrentaba» (R5). Al igual que sucede con otros acontecimientos novedosos e irruptores, las creencias y las opiniones sobre la veracidad de la existencia del virus fueron divididas y controvertidas. Por un lado, alrededor del mundo hubo personas que dudaron de su existencia: «Hay gente que no cree en el covid-19» (R43), «personas que [hacen] caso omiso a las indicaciones, creyendo que todo esto sobre la pandemia no [existe] (R24); incluso, «algunos opinan que es una cortina de humo» (R38) orquestada por grupos de poder, de alcance global, que perseguían sus propios intereses. Por otro lado, hubo quienes, sin dudar sobre la existencia del virus, lo vieron como algo remoto, distanciado intercontinentalmente de México y que no representaba ningún riesgo.
Por eso, aunque en los medios de comunicación la noticia sobre la contingencia se escuchó «tantas veces, simplemente no se le tomó importancia» (R5), frente a la rapidez con la que el virus llegó al territorio nacional, la percepción de seguridad duraría poco tiempo. Con base en ello, pueden hacerse dos aseveraciones: en primer lugar, que el contagioso virus, potenciado por medios de transporte transoceánicos como barcos y aviones, demostró que el mundo no es un conglomerado de lugares aislados sino un espacio global interconectado; en segundo lugar, que aunque el problema generado por la covid-19 fue de alcance planetario o global, adquirió connotaciones particulares en los contextos y espacios locales, así como entre individuos y grupos, lo que evidencia, como apunta Martha De Alba (2022), que «existen tantos grupos como formas de representarse el espacio» (p. 433).
De la incredulidad a la angustia
En México, a la llegada del virus la percepción de una parte del estudiantado era de incertidubre e incredulidad. Como menciona Carlos Rea (2020), «la aparición y la vertiginosa expansión de la pandemia, así como la evidencia de su letalidad, provocaron en el inicio asombro, incredulidad y perplejidad generalizada» (p. 20). Acorde con esto, algunos/as jóvenes reconocen que no creyeron «que el virus escalaría hasta convertirse en pandemia y que llegaría a México» (R23).
No obstante, estos discursos incrédulos y escépticos, manifiestos en las primeras representaciones juveniles, al poco tiempo se invirtieron. Como señala González Aguirre (2021), los relatos se trasladaron «hacia narrativas asociadas con la ansiedad y la incertidumbre» (p. 12). Por eso, si bien hubo estudiantes que recibieron la noticia «como un chiste en Facebook» (R17), al poco tiempo comprendieron que se trataba de un problema real. En efecto, conforme crecía el número de personas infectadas, la incredulidad y el desinterés fueron sustituidos por el nerviosismo, la preocupación y el miedo, percepciones que se presentaron según el grado de compenetración que cada quien tuvo para con la enfermedad. De este modo, los/as jóvenes que ni ellos/as ni sus familiares o allegados/as resultaron contagiados/as refieren a la enfermedad, pero en forma somera. En tanto, quienes sí tuvieron a alguna persona cercana que resultó infectada permanecieron con el «miedo de saber que [podían] perderla en cualquier momento» (R34). Al respecto, cabe señalar que solo en una de las memorias analizadas alguien manifestó haber contraído la enfermedad (R4).
La alusión a la muerte fue algo ineludible en las memorias en las que se comparte la triste experiencia de haber perdido seres queridos: «De mis familiares y amigos que no superaron esta pandemia queda el recuerdo» (R1); «hoy lloro la muerte de tres seres queridos que se fueron en una camilla y regresaron en una urna, por no cuidarse» (R49). Otros/as, aunque no afrontaron la muerte tan de cerca, expresaron la angustia personal de no saber si sobrevivirían a la pandemia (R14). Según comentaron, todo esto impactó directamente en la salud mental y «al principo de la pandemia, muchas personas entraron en pánico» (R2). Para algunos/as, lo que se vivió «fue una psicosis» (R20), «la incertidumbre ante lo desconocido comenzó a perturbar a la sociedad, nuestra manera de demostrar afecto a los demás se volvió en una amenaza [...], se podía sentir la tensión y el nerviosismo en mi familia» (R33). En algunos casos, «la pandemia sacó lo peor de las personas» (R20), lo que generó discriminación, estigmatización, agresiones y diversas formas de violencia física, psicológica y simbólica.
Las instituciones de gobierno
Como parte del espacio nacional que se representa, entre las memorias destacan comentarios sobre las instituciones gubernamentales mexicanas, especialmente las del sistema de salud. Si bien una parte del estudiantado reconoció un manejo aceptable de la contingencia, otra parte coincidió en que «nadie estaba preparado para una situación así» (R11), que México no estaba «realmente capacitado para [enfrentar] una pandemia» (R32) y que faltó, entre otras cosas, «coordinación entre las autoridades» (R30). Algunos/as, incluso, señalan que «fue frustrante ver que no se tomaban medidas [mientras que] en otros países se habían clausurado actividades, aeropuertos, etc.» (R37).
Las percepciones y las opiniones referidas también han sido identificadas en otros estudios, cuyos autores coinciden en afirmar que la pandemia fue un acontecimiento que «tomó por sorpresa tanto a las instancias gubernamentales como a la población en general» (González Aguirre, 2021, p. 2), además de poner «en evidencia de inmediato las profundas insuficiencias del sistema de salud» (Rea, 2020, p. 16) y, tras ello, aumentar «la desconfianza del sector juvenil con respecto a las instituciones gubernamentales» (González Aguirre, 2021, p. 11).
Representaciones sociales sobre el espacio urbano (público)
El 21 de marzo de 2020 fue el día en el que se declararon canceladas las clases presenciales en todas las sedes del TecNM distribuidas en el país. Esto, luego de que el gobierno mexicano impusiera el confinamiento como medida de contención ante la propagación del virus en el territorio nacional. A partir de entonces, sin dimensionar el alcance ni tomar conciencia plena del suceso, para el estudiantado y para el resto de la población, sería el inicio de una experiencia de vida sin precedentes, no solo en lo educativo, sino en todos los ámbitos de la vida social. Ante ese escenario, el análisis del ámbito de la vida cotidiana ayudó a comprender el impacto que la contingencia tuvo entre los sujetos: «El virus ha modificado parte de mi vida cotidiana, mi situación académica, mi desenvolvimiento en mi entorno social y familiar, así como los hábitos de higiene» (R33); «mi estilo de vida cambió, antes nuestro día a día era muy agradable, podíamos salir a practicar un deporte, salir con amigos. Ahora no podemos salir, solo estar en casa y cuidarnos» (R9). Inclusive, lo más trivial fue objeto de añoranza: «La pandemia y la cuarentena han hecho que se valore incluso aspectos rutinarios tan insignificantes como tomar el autobús para ir a la escuela» (R42). Empero, estos cambios no se presentaron de forma homogénea: «A cada individuo nos afectó de manera diferente, cada quien ha tenido que adaptarse y realizar cambios en su vida cotidiana» (R52).
Estas adaptaciones se concretaron de manera práctica, vivencial y sensorial en los espacios públicos, aquí considerados como espacios físicos factibles de ser habitados y que para fines analíticos pueden clasificarse en espacios abiertos (calles, parques, plazas, entre otros espacios al aire libre) y en espacios cerrados (restaurantes, cines, templos, entre otros inmuebles).
Los espacios públicos abiertos
En lo que respecta al tránsito y a la utilización de los espacios públicos abiertos, aunque hubo jóvenes que manifestaron que en todo momento mantuvieron la distancia «con las personas [e] incluso con mi familia» (R40), y observaron que en la calle «había gente que sí acataba las órdenes del gobierno de cuidarse, de usar cubre bocas y el gel antibacterial» (R25), en muchos de los relatos la percepción descripta fue distinta: «La gente no tenía miedo de contraer el virus ya que no creían en lo que estaba pasando» (R17), «no [tomaron] medidas de seguridad, poniendo en riesgo su salud y la de los demás» (R12). A ello hay que agregar que la condición etaria adquirió una relevancia particular en cuanto a la percepción, el dimensionamiento y la valoración del problema: «Muchos de nosotros, al ser jóvenes, creemos que no nos afectará » (R34). Precisamente, por posicionamientos como el anterior es que otra parte del estudiantado acusó: «Así, menos se acabará esta pandemia» (R16); «si tan solo se quedaran en sus casas» (R46).
Los espacios públicos cerrados
Si bien en México no se llegó al grado de declarar toque de queda y no se prohibió, sino que solo se limitó, el tránsito por las calles y los espacios públicos abiertos, lo que si aconteció fue el cierre, por mandato oficial, de espacios públicos cerrados. De este modo, aunque las personas podían desplazarse por las calles, en realidad, había pocos lugares a donde ir, ya que incluso las plazas y los parques fueron acordonados y vigilados por la policía para evitar su utilización. La medida fue impuesta de manera abrupta: «En un abrir y cerrar de ojos nos cerraron casi todos los locales comerciales, plazas, cines, centros de diversiones, playa, etc.» (R22). Entre los espacios arquitectónicos cuyo cierre trastocó la cotidianidad de los/as jóvenes destacan los cines: «El cine fue una gran pérdida [...] me afectó más de lo que me gustaría admitir, ya que era el lugar donde mi novia y yo pasábamos la mayoría del rato» (R18). Las posibilidades de acudir a espacios públicos abiertos o cerrados se limitó casi totalmente y orilló a los sujetos a quedarse en casa, como ellos/as dicen, encerrados.
Los espacios públicos secundarios
La sensación de encierro y la monotonía hicieron que las personas valoraran la experiencia de habitar los espacios públicos destinados a la socialización y al ocio: «Extraño mucho […] salir con mis amigas al centro a caminar» (R35); «espero con ansias que esto se acabe para poder volver a mi vida de antes, y salir a la calle sin miedo a que me pueda contagiar» (R45). Asimismo, tras la prohibición de hacer uso de los espacios públicos centrales e icónicos de las ciudades, ganaron protagonismo los espacios públicos secundarios, de proximidad con los/as habitantes, como los pequeños parques y jardines vecinales, muchas veces denostados o vistos como espacios residuales que no incitan (o no incitaban) a su utilización: «[Ahora] parte de mi rutina es salir a caminar al parque, cosa que antes no solía hacer» (R31).
En los relatos, no solo se alude a espacios públicos centrales y a actividades especiales, sino al espacio público en general, donde se realizan actividades cotidianas y triviales, sin importancia aparente, como el simple hecho de caminar. Esto se relaciona, en un sentido más existencial, con la noción y la valoración de ser y sentirse libre: «Aprendí a valorar la libertad de poder salir a cualquier lado» (R41). Lo anterior representa una paradoja, ya que si bien parte de las recomendaciones para mitigar los efectos psicosociales del confinamiento tuvieron que ver con distraerse y con liberar el cuerpo y la mente, «debido a las mismas reglas sanitarias, [las personas] no [contaron] con las válvulas colectivas de escape emocional que en otras circunstancias [tenían] a su alcance» (Rea, 2020, p. 24), como la convivencia social, la utilización de espacios públicos al aire libre o la asistencia a lugares privados destinados al ocio y a la recreación, entre otros.
Los contextos rurales
En los contextos rurales y en las pequeñas localidades –donde hay sedes del TecNM– se vivieron experiencias particulares que implicaron «transformaciones fundamentales en el plano de la vida comunitaria» (González Aguirre, 2021, p. 26). En algunos lugares, como estrategia para contener la propagación de los contagios, la sociedad local implementó sus propias medidas de prevención, como una manera de controlar y de proteger su territorio, es decir, de ejercer su territorialidad. Una de estas iniciativas consistió en «restringir el paso a toda persona que no fuera habitante del pueblo [pero] Lamentablemente no se pudo controlar el paso, pues algunas personas entraron de manera ilegal, por decirlo así, pensando solo en sus intereses sin tomar en cuenta que podrían dañar a otros (R26); «en mi pueblo las personas se preocuparon por la salud de todos y decidieron levantar una cadena para que las personas foráneas no entraran y evitáramos contagios, pero al paso del tiempo se aburrieron y decidieron levantar dicha cadena» (R48).
Si bien estas experiencias pudieron haber alentado la idea romántica de que en las zonas rurales, a diferencia de lo que sucede en las ciudades, el cuidado comunitario y los hábitos saludables son cualidades inherentes, no siempre ni necesariamente es así, pues como atestigua un joven: «En mi comunidad las personas realizaban sus actividades sin cuidado alguno» (R7).
Los espacios naturales
Como parte de las representaciones sociales sobre los espacios al aire libre, en algunos relatos se hizo referencia a los espacios naturales. Como explican los/as jóvenes, al reducirse considerablemente la movilidad humana a escala planetaria, también hay cuestiones a destacar: «Una de ellas, que la verdad me impresionó mucho, fue el impacto positivo que recibió el medio ambiente, los mares y ríos se vieron mucho más limpios y muchos animales recuperaron sus hábitats» (R44), ello «gracias a que no había humanos que los pudieran ensuciar» (R20) o afectar. Por eso, el tiempo que duró la pandemia fue «un gran respiro para la naturaleza» (R38).
Representaciones sociales sobre (y desde) el espacio arquitectónico (privado)
En México, una de las principales acciones gubernamentales para contener la propagación de la pandemia fue la campaña «Quédate en casa», mediante la cual se pedía a la población que permaneciera el mayor tiempo posible en sus casas y que saliera solo para lo estrictamente indispensable. Entre otras cosas, la campaña trajo consigo el cierre de las escuelas y el inicio de las clases en línea, lo que condujo a formas de habitar la casa nunca antes vividas. Inicialmente, estas nuevas habitabilidades fueron experimentadas de manera grata, ya que se tenía «una sensación similar a la de un sábado por la mañana […], pero esta sensación se repetiría todos los días sin tener un fin visible, y los días toman un aspecto muy diferente» (R15).
El encierro y la salud
El hecho de tener que quedarse en casa potenció la sensación de encierro, que rápidamente condujo a la monotonía, el aburrimiento y el hastío, y fue causa de estrés y de desesperación. Como se evidencia en gran parte de las memorias, los/as jóvenes descubrieron que quedarse en casa por gusto no era lo mismo que hacerlo por necesidad o por obligación: «Los primeros días fueron muy difíciles, no encontraba qué hacer, el aburrimiento y la pereza se apoderaban más de mí» (R42); «ha sido frustrante el hecho de estar encerrada todo el día, la nueva rutina es despertar, tener clase, hacer tarea, descansar en la tarde, en la noche seguir haciendo tarea y dormir» (R47); «la desesperación y el estrés me están matando» (R46). Como explican los/as jóvenes, resultó difícil «tener que limitarse a convivir con el número de personas a tu alrededor» (R24), pues «el ser humano por naturaleza debe socializar, este encierro ha traído consigo problemas de salud y ansiedad» (R21). Fue entonces que, como una manera de contrarrestar el encierro y sus efectos negativos, las personas comenzaron a realizar diversos tipos de actividades, desde las más simples y moderadas, hasta prácticas que desafiaban al virus sin importar el riesgo de contagio: «La gente que se desesperó empezó a hacer fiestas en la cuarentena» (R40).
La convivencia en los hogares
La pandemia y el confinamiento impactaron en «los procesos de sociabilidad» (González Aguirre, 2021, p. 4); fueron «un parteaguas en [la] convivencia con los demás» (R50), tanto entre extraños como entre propios, y tanto en espacios exteriores como al interior de las casas. De hecho, de manera generalizada alrededor del mundo, el fenómeno «trajo consigo una intensificación significativa de la co-presencia al interior de las viviendas» (González Aguirre, 2021, p. 16), a la vez que surgieron nuevas (o renovadas) formas de entender y de significar las relaciones sensoriales y corpóreas que se entablan con los espacios arquitectónicos; los espacios habitables, aquellos donde transcurre gran parte de la vida cotidiana.
Esta coexistencia al interior de las casas, no en todos los casos resultó armoniosa. Como pudo advertirse, «aunque la intensificación de la convivencia en los hogares se asocia con una narrativa vinculada a lo lúdico y a la reflexividad, [durante la pandemia] no todas las emociones fueron positivas» (González Aguirre, 2021, p. 16). Al grado que, «a raíz de la estadía obligada al interior de los hogares se evidenció la existencia de conflictos latentes» (González Aguirre, 2021, p. 17) que, en no pocas veces, condujeron a relaciones de violencia intrafamiliar, de violencia en razón de género, entre otras. Para otros/as, en cambio, la situación de convivencia representó una oportunidad para compartir el tiempo y el espacio con quienes cohabitaban la casa: «Esta cuarentena nos ha quitado muchos sueños y esperanzas, pero […] nos ha ayudado a unirnos como familia» (R28); «no estábamos tan acostumbrados a estar juntos mucho tiempo» (R13), «aprendí a valorar más a mis seres amados, a compartir más momentos en familia» (R39), entre otras actividades.
Entre la protección y los privilegios
Desde otra perspectiva, la casa fue entendida como lugar de protección. En algunos casos, esta noción fue asimilada por convicción: «La situación que nos aqueja […] nos [obligó] a permanecer a resguardo en nuestras casas» (R53); «me mantuve encerrada en casa para evitar cualquier tipo de contagio» (R27). En otros, el confinamiento fue asumido desde una postura de resignación: «Un día dije, si ya es un hecho que se alarga la cuarentena, nada gano poniéndome así, mejor le veo el lado positivo y que la cuarentena se acabe cuando se tenga que acabar» (R29); «lo mínimo que podemos hacer es obedecer y quedarnos en casa el tiempo que nos indiquen» (R39).
Para algunos/as estudiantes, estas oportunidades fueron vistas como un privilegio. «Nos pidieron que nos quedáramos en casa, que no saliéramos si no era necesario, pero desafortunadamente no todos gozamos de los mismos privilegios, hay gran cantidad de gente que tiene que salir a trabajar, muchos de ellos viven al día» (R20); hay «demasiada gente criticando que no todos permanecíamos en casa, [pero], no todos tienen un empleo en el que les sigan pagando, aunque no asistan» (R32). Como se observa, la necesidad de trabajar para obtener el sustento económico no en todos los casos congenió con el hecho de quedarse en casa. Aunque también, en sentido inverso, «así como había gente que salía por necesidad, otra simplemente lo hacía por gusto» (R20).
Crisis económica e iniciativas emergentes
Sin duda, uno de los impactos más graves y sensibles que provocaron la pandemia y el confinamiento fue el económico y laboral, cuyos efectos, tres años después, aún persisten. Durante la contingencia, muchos «negocios tuvieron que cerrar» (R10) y con ello vino el despido de empleados; «miles de personas perdieron sus empleos en todo el país» (R3); «a mi mamá y a mí nos pasó esto» (R18). En algunos casos, la crisis económica dio paso a problemáticas psicosociales graves, como el hecho de «ver personas que por desesperación están robando» (R12), pero «lo más triste fue que muchas personas han perdido la paciencia y [terminaron] suicidándose» (R21). A la par, esta situación también despertó la solidaridad en algunos/as estudiantes y sus familias: «La situación nos impulsó a crear un banco de alimentos, ya que muchas [personas] se quedaron sin empleo, sin posibilidad de llevar el sustento a sus familias» (R51).
Como respuesta adaptativa y de supervivencia, en algunas casas se implementaron iniciativas emergentes para enfrentar la crisis económica, relacionadas con el autoempleo y los emprendimientos personales: «En mi familia empezamos a vender desayunos y cenas, y pues empezó a funcionar poco a poco. Gracias a eso también pudimos darle empleo a dos personas» (R8). En tanto, otras personas «vieron la manera de emprender [mediante] las redes sociales y la venta en línea» (R6). Aunado a esto, para algunos/as estudiantes, la preexistente necesidad de trabajar se agudizó durante el confinamiento. Por un lado, hubo jóvenes que entraron en preocupación y en crisis al saber que corrían el riesgo de perder sus trabajos y quedar sin ingresos (R36); por el otro, hubo quienes señalaron que les «favoreció el no ir a clases» (R19), ya que eso les permitió trabajar cerca de sus casas.
Sea cual sea la especificidad vivida, durante la pandemia y el confinamiento la casa y los espacios arquitectónicos que la conforman demostraron tener capacidad de adaptabilidad, al posibilitar la emergencia de nuevas habitabilidades. La casa amplió sus funciones de origen y se transformó en una extensión de la escuela, un lugar para el trabajo y el autoempleo, entre otros usos. Fue una multifuncionalidad del espacio habitable que, si bien no es algo totalmente nuevo en el contexto mexicano, se acrecentó notablemente durante la pandemia y condujo hacia nuevas formas de vivir y de significar la casa.
Comentarios finales
En términos teóricos, y acorde con los postulados moscovicianos, la pandemia y el confinamiento por la covid-19 constituyen un objeto de representación complejo y controversial, en el que los/as estudiantes del TecNM resultaron inmersos como grupo. Asimismo, y en un sentido amplio que sobrepasa la experiencia empírica de este trabajo, se puede aseverar que los relatos de vida son reflejo del contexto sociocultural de los sujetos que los construyen y, por eso mismo, las conductas, prácticas, percepciones y significaciones que en ellos se narran toman forma de representaciones que pueden ser consideradas sociales, independientemente de su elaboración individual. Lo anterior, bajo «la conciencia de que el acto significativo no puede ocurrir en solitario, y que el sujeto que encuentra el objeto [de representación] jamás es un sujeto aislado» (Jovchelovitch, 1998, p. 75, citada en Banchs, 2000, p. 7), por más confinado que se encuentre.
En cuanto a la veracidad y el alcance de los relatos de vida como técnica cualitativa para la recolección de datos, pueden citarse debilidades y fortalezas. Respecto de las primeras, y a diferencia de lo que sucede con los recursos audiovisuales o las entrevistas cara a cara, los relatos aquí utilizados, al ser textos redactados directamente por sus autores/as, en una plataforma digital y sin la presencia de interlocutores/as, impidieron documentar información referida a «movimientos corporales, efectos sonoros y contexto observable» (Martínez & Tavera, 2021, p. 101), la cual hubiera resultado útil para elaborar interpretaciones más profusas. Como fortaleza, fue precisamente la escritura anónima y en privado la que otorgó a los/as jóvenes la confianza para expresarse libremente y a la investigación la posibilidad de obtener, al menos hipotéticamente, narrativas más naturales y objetivas.
Entre estas narrativas, más que relaciones de linealidad, se advierten cruces e imbricaciones entre datos y categorías, así como distintos grados de prelación asignados a cada tema en particular. Esto, atento al precepto de que «al reconstruir lo vivido el autor jerarquiza los aspectos que conforman el hecho que se va a narrar [y entonces,] en algunos casos, se decide mantener oculto algún suceso o bien darle mayor importancia a otro» (Leal, 2015, p. 63). De allí que en los relatos de vida aquí estudiados sobre lo evidente y lo manifiesto pudo hacerse un análisis con mayor fundamento; pero, sobre lo oculto, sobre lo que no se declaró en forma fehaciente, solo fue posible hacer inferencias. Quizás por eso, debido a que en la convocatoria para enviar relatos a las «Memorias de la cuarentena COVID-19» no se especificaba escribir acerca de determinados temas, sino sobre lo que cada participante quisiera expresar, el espacio y la habitabilidad no fueron tópicos dominantes. Esto no necesariamente significa que no sean importantes, pero sí explica que quedaran subsumidos en aspectos que, en ese momento, resultaban más sensibles. Derivado de lo anterior, y como recomendación para investigaciones futuras, convendría triangular con otras técnicas que permitan indagar de manera directa sobre las experiencias de vida en relación con los espacios y su habitabilidad, para acceder a un conocimiento más profundo sobre este objeto de estudio.
Sin desconocer lo anterior, el material textual que conforma el repositorio digital del TecNM fue adecuado y suficiente para concretar la presente investigación. Los relatos permitieron «explorar los procesos subjetivos asociados con la emergencia de un acontecimiento», como fue la pandemia (González Aguirre, 2021, p. 4) y posibilitaron «observar la relación entre [dicho] acontecimiento […] y la representación» que se hizo de él (Silva, 2023, p. 250), a la vez que revelaron lo que provocó la contingencia entre la juventud, «como grupo concreto y como representación de un sector de la sociedad» (Martínez & Tavera, 2021, p. 101). Por lo tanto, el objetivo fue alcanzado y pudieron conocerse las representaciones sociales construidas por jóvenes mexicanos/as durante la pandemia por covid-19 acerca de la habitabilidad del espacio a distintas escalas, desde la planetaria o global, pasando por la nacional, hasta la urbana y arquitectónica, especialmente en lo que concierne a la casa.
Se concluye que si bien la pandemia por la covid-19 fue un problema global, no fue homogéneo, sino que adquirió connotaciones particulares en los diferentes contextos locales y entre distintos grupos etarios. A la vez, más allá de su carácter sanitario, la pandemia fue, y aún es, un fenómeno multidimensional que impactó en lo social, económico, político y cultural –entre otras aristas–, generó nuevos problemas y visibilizó otros que ya existían. Se trató de un acontecimiento que irrumpió y que alteró de manera abrupta la vida cotidiana y la habitabilidad de los espacios urbanos y arquitectónicos, tanto públicos como privados, en cuanto a la forma de utilizarlos, de cohabitarlos, de percibirlos y de significarlos. Por lo anterior, sirva la presente investigación para vislumbrar políticas públicas en materia social y de juventud, acordes a las nuevas condiciones de vida producto de la pandemia.
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Notas