Entre el mito del mestizaje y el 'emporio comercial' del siglo XIX en Rodrigo Miró

BETWEEN THE MYTH OF MISCEGENATION AND THE 19TH CENTURY 'COMMERCIAL EMPORIUM' IN RODRIGO MIRÓ

Luis Pulido Ritter
Universidad de Panamá, Panamá

Societas. Revista de Ciencias Sociales y Humanísticas

Universidad de Panamá, Panamá

ISSN: 1560-0408

Periodicidad: Semestral

vol. 21, núm. 1, 2019

revista.societas@up.pa.ac

Recepción: 17 Octubre 2018

Aprobación: 05 Diciembre 2018



Resumen: Con y a través de Rodrigo Miró se observa el impulso por construir un 'sentimiento de tradición' tanto con el 'mestizaje' ‒ es decir, fundamentar la nación por intermedio de una idea de la etnia ‒ como con la organización y evaluación del siglo XIX, de sus ensayistas y periódicos a pesar de que Miró no coincidía precisamente con el universo 'librecambista' y pragmático de convertir a Panamá en un 'emporio comercial': 'pro mundi beneficio'. En efecto, por un lado, Miró no fue el primero ni tampoco el último en querer crear este 'sentimiento de tradición' con el llamado 'mestizaje' . Pero, por otro lado, sí fue el más conspicuo arconte al trabajar sistemáticamente la organización del archivo colonial y decimonónico. Un archivo que permitiría crear el 'sentimiento de tradición' con un aspecto que, para Miró, era central en su construcción: Panamá no solo era tierra de aventureros y poetas, sino también de ensayistas, de reflexión, el que produjo ensayos que merecían la pena ser rescatados, publicados y promovidos, como lo hace saber con Justo Arosemena en su Teoría de la Patria de 1947. Esta organización del siglo XIX, a través de la prensa escrita, realizada por Miró y otros investigadores, abre, además, otra pregunta de investigación. Es decir, el lugar de los negros y la inmigración antillana, cómo solo su presencia problematiza el 'mestizaje', su aporte a la prensa y al periodismo en la creación de un espacio y representación intelectual desde el siglo XIX, punto que abriría un nuevo capítulo en la comprensión del paisaje cultural en el país.

Palabras clave: Sentimiento de tradición , Teoría de la Patrias, Justo Arosemena .

Abstract: With and through Rodrigo Miró the impulse to build a 'feeling of tradition' is observed both with 'miscegenation' - that is, founding the nation through an idea of ​​ethnicity - and with the organization and evaluation of the 19th century, of his essayists and newspapers despite the fact that Miró did not exactly coincide with the "free trade" and pragmatic universe of turning Panama into a "commercial emporium": "pro mundi profit. Indeed, on the one hand, Miró was neither the first nor the last to want to create this 'feeling of tradition' with the so-called 'miscegenation'. But, on the other hand, he was the most conspicuous archon in systematically working on the organization of the colonial and nineteenth-century archive. An archive that would create the 'feeling of tradition' with an aspect that, for Miró, was central to its construction: Panama was not only a land of adventurers and poets, but also of essayists, of reflection, which produced essays that deserved the It is worth being rescued, published and promoted, as Justo Arosemena makes known in his Theory of the Fatherland of 1947. This 19th century organization, through the written press, carried out by Miró and other researchers, also opens another question research. That is, the place of blacks and Antillean immigration, how only their presence problematizes 'miscegenation', their contribution to the press and journalism in the creation of a space and intellectual representation since the 19th century, a point that would open a new chapter in understanding the cultural landscape in the country.

Keywords: Feeling of tradition , Theory of the Homeland , Justo Arosemena.

Aproximación a una problemática. El arconte del archivo y la gestación a posteriori de un 'sentimiento de tradición'

En su ya clásico La Cultura Moderna en América Latina (1985), Jean Franco afirma que "en el siglo XIX la literatura se concibió no sólo como instrumento de protesta social sino también como medio para modelar la conciencia nacional y crear un sentimiento de tradición" (23). En efecto, ¿cómo podríamos pensar esta frase de Franco para Panamá? ¿Es posible hablar en Panamá de un 'sentimiento de tradición', especialmente, literario e intelectual en el siglo XIX? ¿Cuál es el lugar de Miró, como historiador que era, en la creación de este 'sentimiento de tradición'? Antes de responder a estas preguntas, parto del concepto de tradición que, según el Diccionario de la Real Academia Española, proviene del latin traditĭo, -ōnis* y que para Octavio Paz, que aquí sigue a la Academia, es: “la transmisión de una generación a otra de noticias, leyendas, historias, creencias, costumbres, formas literarias y artísticas, ideas, estilos; por tanto, cualquier interrupción en la transmisión equivale a quebrantar la tradición” (Los hijos del limo 15). Este concepto de tradición en Paz concuerda con el de otros autores, como del historiador Hobsbawn, cuya tradición o, mejor dicho, 'the invented tradition' tiene como finalidad inculcar “certain values and norms of behaviour by repetition which automatically implies continuity with the past” (The Invention 1).

Me parece que, para Panamá, cuyo estado-nacional se constituyó como República en 1903, justo un año antes de que se comenzara con la construcción del Canal por los norteamericanos, la idea de que la literatura pudiera constituirse en el siglo XIX como "protesta" y, sobre todo, como "medio" fue, sin duda, parte de los textos ya fuesen escritos como ensayos o como poemas, como lo menciona Jean Franco[2]. Pero, ¿crear un 'sentimiento de tradición'? ¿Había algún 'sentimiento de tradición' por parte de los escribas (ya fuesen ensayistas o poetas) en el siglo XIX panameño? Me parece que como hipótesis de trabajo el intento de crear un 'sentimiento de tradición', que, para Rodrigo Miró*, es la clave para descubrir la particularidad panameña, se descubre al preguntar si “existe una literatura panameña” (Teoría de la Patria 11). Esta pregunta, en efecto, fue algo posterior a los procesos históricos, sociales y económicos que marcaron al siglo XIX, donde se comienza a articular y fundamentar la idea de una nación panameña. No obstante, no existía un 'sentimiento de tradición', es decir, no había un cuerpo de textos que las élites transmitieran de generación en generación, porque ellos apenas estaban inventándose. Esto fue una construcción posterior:

Nosotros, que vivimos todavía el proceso de nuestra diferenciación nacional, y sobre quienes pesa amenazadora una absorbente influencia extraña (Los Estados Unidos, observación mía), necesitamos poner en juego todas nuestras facultades expresivas, estamos constreñidos a desarrollar todas las potencialidades de nuestro particularismo. Y a ello ha de contribuir por derecho propio nuestra literatura (16).

Pocos años después, Miró, en el prólogo que le dedicara a la tesis de licenciatura de Ricaurte Soler*, una tesis que se detiene en el siglo XIX y, especialmente en Justo Arosemena (1817-1896), quien publicara originalmente en Bogotá el texto que, en el siglo XX, pasaría a ser el fundamento de la nacionalidad panameña, El Estado Federal de Panamá (1855), plantea efectivamente las dificultades por parte de los historiadores e investigadores para crear ese 'particularismo' y ese 'sentimiento de tradición'. Así: “la mayor parte del pensamiento panameño del siglo pasado se encuentra diseminado en periódicos y revistas de difícil acceso. Ir al encuentro de esa realidad es una de las más importantes tareas para el investigador de nuestra historia cultural” (Miró en Soler, Pensamiento panameño 25). En este sentido, Miró distingue en dos niveles el trabajo del historiador, por un lado, el 'acopio', 'el ordenamiento' y la 'crítica' y, por otro lado, el trabajo de 'interpretación' y 'exponer' de manera 'sistemática' y 'sintética' los materiales seleccionados. Pero, para ejecutar esta tarea, es necesario, antes que todo, ir en busca de esos materiales dispersos (documentos, periódicos, cartas y colecciones privadas) del siglo XIX, cuando Panamá pertenecía a la Gran Colombia, en los archivos de Colombia y Venezuela, a diferencia de la documentación colonial centralizada en Sevilla y que él llamaba la literatura de la 'colonia' y 'burocrática' de letrados, jesuitas y soldados españoles o nacidos en Panamá, 'la expresión criolla'. En este período se compusieron algunos textos de relativo valor literario que, como las Armas Antártidas, del soldado D. Juan de Miramontes y Zuázola, el cual tiene unos pasajes de guerra y hace mención de la rebelión del negro Bayano ocurrida en Panamá y que Miró, en un impulso nacionalista y patriótico de crear un 'sentimiento de tradición' con la colonia, llega a afirmar, lo siguiente: “sin que parezca excesiva pretensión podemos considerar Armas Antárticas como nuestro poema épico de la colonia” (La literatura en Panamá 69)[3]. Pero, en efecto, ¿qué pasa con el siglo XIX? Este siglo es, para Miró, el gran reto del historiador panameño porque aquí se crean, además, “...curiosas composiciones en verso– de inspiración librecambista y mercantilista” (36). Es decir, el acto de recopilación implicaba crear a través del ordenamiento del Archivo Nacional que, según él, es "más rico de lo que se piensa no importa el incomprensible abandono en que vegeta” (29) el porvenir de la enseñanza de la historia en Panamá y la formación moral de los ciudadanos, porque en el siglo XIX, mientras Panamá estaba incorporado a Colombia, es cuando se instala "la democracia política" (36). En fin, ¿cómo construir un relato para la nación, es decir, un 'sentimiento de tradición' literario y político si el archivo no está organizado? ¿Qué documentos, qué cartas y qué periódicos podrán transmitirse de generación en generación? Miró, en efecto, es, en Panamá, a partir de la Segunda Guerra Mundial, el administrador autorizado (junto con el historiador Ernesto J. Castillero Reyes)* para ordenar el archivo e interpretarlo, es el arconte de Derrida, porque es quien acomete esta tarea al comprender perfectamente bien su lugar y su función en el diseño del archivo para la nación[4].

Miró, como un arconte del archivo, define la relación entre su oficio de historiador y la creación de un 'sentimiento de tradición', basado en la recopilación, selección, ordenamiento y juzgamiento, un trabajo en el archivo que no solo se detiene ante lo que se comprende normalmente como literatura (poema, cuento, novela), sino “que también es literatura, literatura panameña, el escrito histórico o sociológico, la disquisición política o económica, el ensayo científico, en fin” (Teoría de la Patria 13). La ambición de Miró, en este aspecto, no conoce límites de géneros literarios, porque en este texto tiene plena consciencia de este 'sentimiento de tradición': “Y acaso la primera gestión de alto vuelo nos las depare la inaplazable necesidad de conocernos, de saber quiénes somos, cuál es nuestro origen y como nos hemos constituido en nación” (16). A todo esto, entonces, es la importancia que también adquiere el siglo XVI para Miró, porque aquí cree encontrar el fundamento y el origen romántico (nación-etnia) de la nación panameña: el 'mestizaje'. Y, por supuesto, del siglo XIX, que, según Miró, es necesario esclarecerlo, pues no solo se detiene en la poesía de aquel siglo, como lo había hecho la primera recopilación y síntesis hecha por Guillermo Andreve, género “que contó con escasos cultivadores” (Breves consideraciones 89), sino que incorpora al canon literario de la nación a aquellos ensayistas, políticos, comerciantes y funcionarios públicos, sobre todo, a Mariano y Justo Arosemena (padre e hijo, correspondientemente) que, eventualmente, como el padre, también escribió algunos versos 'librecambistas'. De este modo a posteriori se va creando un 'sentimiento de tradición' con la existencia de la ensayística decimonónica que también le iría dando fundamento a la llamada 'particularidad' panameña[5].

A la conquista de la nación: Un 'sentimiento de tradición' para el siglo XX

A finales de la década del sesenta y principios del setenta del siglo XX en una serie de artículos publicados en la revista Lotería* se define el interés de los editores, entre ellos, de Rodrigo Miró, de ir rescatando una cierta tradición que gira en torno a la prensa, especialmente, con la actividad periodística en el siglo XIX y, sobre todo, en torno a ciertas personalidades, como Mariano Arosemena. En efecto, ya en el número dedicado al centenario de la muerte de Mariano Arosemena en 1968 (cinco meses antes del golpe militar), se lee en la editorial que "Entre los panameños mayormente representativos de la primera mitad del siglo XIX Mariano Arosemena no cede puesto a nadie” (Mariano Arosemena, Maestro de Periodistas 3). Este contundente juicio se funda en que para los editores, entre ellos Rodrigo Miró, Mariano Arosemena era comerciante, diplomático, administrador, político y, además, periodista. En su Teoría de la Patria (1947), Miró todavía no había mencionado el nombre de Mariano Arosemena, pero sí de su hijo, Justo Arosemena, quien, con el Estado Federal de Panamá (1855), no dejaba de ser, según él, "uno de los tantos ilustres desconocidos" (28). Con respecto a Mariano Arosemena se edita por vez primera su obra en 1949, con un prólogo del historiador Ernesto J. Castillero Reyes que lo consagra como “el precursor de los historiadores panameños” (Don Mariano Arosemena 13) y, además, en este prólogo el historiador Castillero Reyes escribe una frase que define el perfil político del prócer liberal istmeño: “Liberal por convicción, opúsose a toda dictadura, ya fuese del propio Libertador Bolívar, en quien reconocía la grandeza y excepcionales capacidades de mando que le adornaban...” (7 y 8, cursivas mías). Dentro de este marco es completamente comprensible la cita que introduce Miró de Mariano Arosemena en el capítulo de la 'Colonia a la República' en La literatura en Panamá (1972), porque era un perfil muy claro el de aquellos liberales del siglo XIX con respecto a la prensa y la libertad de prensa, libertad que había sido interrumpida o limitada por la dictadura militar (1968-1989) a principios de la década del setenta, aunque en este trabajo estamos muy lejos (tanto de sugerir como de especular) que Miró interpelaba así a los militares en el poder en aquella época[6]:

Los Istmeños, como paso preliminar para nuestra deseada emancipación, hicimos traer a esta ciudad una imprenta, para establecer un periódico liberal, cónsono con nuestro programa de independencia. La imprenta llega en marzo, móntase y fúndase “La Miscelania” de publicación semanal […] Con este periódico se hizo tanto en favor de la independencia en jeneral de la América hispana y de los principios republicanos, que las autoridades del istmo se alarmaron, y llegaron a pensar en impedir su publicación, si no se escribiera en él de otro modo. (La Literatura en Panamá 103).

Para Miró Panamá y su independencia de España (28 de agosto de 1821) están ligadas a la imprenta, los periódicos y la libertad de prensa. En este sentido, investigadores más jóvenes, en efecto, siguen el camino de recuperar el siglo XIX para la nación. Por ejemplo, según Alfredo Figueroa Navarro, a pesar de que los poetas en aquel siglo gozaban de popularidad, es el periodismo o la prensa escrita "el medio de difusión ideológico más importante del siglo diecinueve" (El departamento colombiano 116). El periódico es el medio para diseñar el espacio intelectual del siglo XIX, un espacio que, por un lado, confirma la tesis de Benedict Anderson sobre la prensa escrita en la conformación de la comunidad imaginada[7]. Pero, por otro lado, punto que encuentro más revelador, en la conformación de ese 'sentimiento de tradición', es la conexión – sutil y solapada – con el pasado, es la selección con que se escoge estratégicamente del pasado lo que permite re-articular el presente con ese 'sentimiento de tradición' de que Panamá no es solo tierra de poetas, sino también de ensayistas y de pensadores. Pero ciertamente esta conexión con el pasado, ese 'sentimiento de tradición' con el siglo XIX, no se pierde en los mitos del tiempo, como lo hace suponer Homi K Bhabha en su clásica antología: “Nations like narrative, lose their origins in the myths of time...” (Nation and narration 1)8, sino que el siglo XIX es, en Panamá, el espacio concreto, imaginario, de ese 'sentimiento de tradición' a posteriori, proyectado en las personalidades decimonónicas, a pesar de que Miró no necesariamente acuerpaba el impulso comerciante de estas figuras que promovían el 'librecambismo', el 'pro mundi beneficio', como está estampado en el escudo nacional de Panamá. Efectivamente, estos letrados comerciantes en la primera mitad del siglo XIX querían hacer de Panamá lo que es hoy, un 'emporio comercial', terciario, de servicios, de tránsito, conectado con el tráfico internacional de bienes y gente. Y encontraron en el periódico, no solo un articulador y medio ideológico[9], sino que era el medio de expresión para hablar en el lenguaje del liberalismo, del 'librecambismo' y las comunicaciones, un lenguaje que no era ninguna narración mítica o maravillosa, que no se perdía en los tiempos inmemoriales, porque ellos sabían perfectamente bien, como lo manifiesta Mariano Arosemena, lo siguiente:

Inicia el presente siglo XIX, conocido con el nombre de “El Siglo de las (sic) luces”. [...] La importancia de las provincias istmeñas era reconocida en Europa i América. La de Portobelo estaba llamada imperiosamente a verificar la unión de los dos océanos, por medio de un camino de macadam. Se halla allí la parte más angosta del territorio intermarino, i la más aplanada al mismo tiempo. [...] En el Nuevo Mundo, el Istmo de Panamá no conocía rival respecto a planes de navegación i de comercio, en la escala universal. Él estaba destinado por el Supremo Autor de las sociedades, a ser el punto céntrico de las relaciones más estrechas entre la Europa, el Asia i el resto de la América. [...] Nuestro bienestar i felicidad, requería un gobierno libre, filantrópico, ilustrado, amigo del jénero humano, de donde aquellos bienes vinieran. El engrandecimiento nuestro estaba reservado a los días de nuestra independencia i de nuestro gobierno propio, la colonia era un estorbo para todo bien (Apuntamientos 19, 20, 21 y 22).

Esta cita resume la mentalidad de los letrados comerciantes panameños. Es una mentalidad que, hasta hoy día, no deja de estar vigente en el país, en su clase dirigente, una mentalidad que no articula su legitimidad de nación en los tiempos del mito, sino en la imperiosidad que impuso la globalización. Ello signifícó desde 1848, por el descubrimiento de las minas de California, la construcción del primer ferrocarril transocéanico por Panamá en 1850, período que, para el crítico cultural y literario, Ottmer Ette, se conoce como el de la “tercera fase” de la globalización, por “die veränderte Bedeutung des Faktor Zeit[10] (Weltbewußsein 27)[11]. Y si hay un mito (que, por otra parte, validaría solo parcialmente la tesis de Bhabha sobre el mito en las naciones) es el origen 'mestizo' de la nación panameña. Ésta comenzó a articularse posteriormente – con los norteamericanos en la Zona del Canal y la inmigración antillana en las ciudades de Panamá y Colón – a través de los hispanofílicos arcontes que fundaron la Academia Panameña de la Lengua en 1926 y, posteriormente, con el mismo Rodrigo Miró en uno de sus ensayos cuando justificó toda esta corriente romántica, hispanofílica y mestiza de la nación panameña, una justificación que encuentra en la “consciencia nacional” su mito fundacional desde la época colonial:

Por otra parte, la composición demográfica de la sociedad colonial ya desde el siglo XVI, donde el blanco español dictaba la norma y el negro afirmaba su beligerancia al tiempo que el poblador autóctono —exterminado o huído— la perdía; la constante amenaza exterior —rebeldes del Perú y Nicaragua primero, corsario y piratas después—, que obligó a estrechar lazos y suavizar desacuerdos ante el peligro común; el benéfico de las iniciales flotas de galeones que congregaban en Portobelo a comerciantes de todas las Indias al par que volcaban sobre la Colonia, periódicamente, centenares de hombres ricos en visiones exóticas y novedades, concurrieron a modelar la intimidad del panameño, estimulando la formación de una conciencia nacional. De ese siglo tan cargado de peripecias, testigo de un intenso proceso de transculturación y un rápido mudar de personas y acontecimientos, arrancan nuestro cosmopolitismo y mestizaje, nuestra tolerancia, nuestra certeza de la relatividad de todas las cosas (Integración y tolerancia 12).

De hecho, si Miró había fundamentado esta narrativa bastante mítica de la nación que, según él, parte del siglo XVI (sin embargo, un espacio concreto y nada perdido en los orígenes del tiempo), dando lugar así a “nuestro cosmopolitismo y mestizaje, nuestra tolerancia”, esto no le impedía en sus otros escritos, especialmente, los que publicara a finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX en torno a Mariano Arosemena, recuperar el siglo XIX, a sus letrados y comerciantes que, por cierto, muy poco tenían de 'hispanofílicos' o 'mestizantes.'. Es decir, Miró fue el canalizador para el siglo XX del 'sentimiento de tradición' tanto con respecto al 'mestizaje' (como respuesta cultural y étnica a la presencia norteamericana y antillana en su conflictiva 'zona de tránsito') como con ese imaginario republicano, liberal e ilustrado, cuyo universo se articuló pragmáticamente por el interés y la necesidad de que se viera, además, construido un canal por Panamá. A esta altura es entonces legítimo preguntarse si Miró, finalmente, se había alejado de sus tesis de la década del cuarenta “la zona de tránsito ha estado siempre, sin remedio, destinada a ser instrumento de los otros” (Teoría de la Patria 160). La respuesta aquí no puede ser menos contradictoria y paradójica. Por un lado, él no renuncia en la década del setenta a considerar la zona de tránsito, y, especialmente, la Zona del Canal como algo extraño y extranjero al país, como lo muestran sus observaciones sobre la obra novelística de Joaquín Beleño*, “[…] asume en ocasiones, por boca y acción de algunos personajes, la representación del panameño. Fracasa por inauténtico, proponiéndonos héroes de discutible panameñidad” (La literatura en Panamá 277). Pero, por otro lado, en función de establecer ese 'sentimiento de tradición' con la prensa y la libertad de prensa en el siglo XIX, y de recuperar, en términos generales, ese siglo para el archivo de la nación ‒ pues era su función como arconte ‒ no tenía otra alternativa que partir de aquellas personalidades que, antes que todo, vivieron y levantaron un proyecto de acuerdo a construir en Panamá precisamente una 'zona de tránsito' y de libre comercio. Todo ello lejos del espacio rural y campesino que, para Miró, era “la reserva de la nación, donde siempre hubo laborioso quehacer, un pobre y humilde quehacer, pero honrado y viril, anterior y posterior a los momentos de decadencia de la zona de tránsito, y donde se ha ido gestando la nacionalidad” (Teoría de la Patria 162).

Para Miró, en efecto, la nacionalidad panameña, la consciencia nacional, el criollo y su relación con la tierra, se crearon en la decadencia cuando se clausuran en el siglo XVIII – tesis que es recogida por su discípulo marxista y nacionalista Ricaurte Soler (Formas ideológicas de la Nación Panameña, 1964) – las ferias de Portobelo (1739) por la inseguridad que plantean los ingleses en el mar Caribe. Panamá, entonces, ya no es un lugar de “vida fácil” (Teoría de la Patria 162) ni un “país-tránsito” (Formas Ideológicas 19). Esta posición seguramente entraba en colisión con la esperanza de los patricios criollos, especialmente, de los Arosemena (anglófilos y admiradores de Inglaterra), de que Panamá fuera finalmente un verdadero 'emporio comercial'. Más lejos de la mentalidad de los Arosemena no podía estar la idea de que la 'consciencia panameña', 'la nacionalidad', nacía en los fondos de la pobreza y la postración económica. Lo que ellos querían para Panamá era riqueza, un 'emporio comercial', bajo una forma federal, republicana y, en el caso de Justo Arosemena, incluso, un "estado independiente y hanséatico" bajo la protección de Francia, Inglaterra, Cerdeña y, precisamente, de los Estados Unidos (Justo Arosemena 250). No obstante, esta contradicción, (que es evidente en Miró) es aparentemente resuelta por Soler cuando en algunos escritos resalta o, más bien trastoca deliberadamente, los llamados sentimientos 'latinoamericanistas, 'nacionalistas' y 'antiimperialistas' de Justo Arosemena, un aspecto que, como lo reconoce el mismo Nils Castro, era una temática menor[12].

Pero, de todos modos, como la función de Miró consistió también en organizar el archivo, debió ocuparse de este siglo, con esta generación, pragmática y 'librecambista', que logró traer un artefacto con el que podrían articular sus intereses, ideas y aspiraciones: “Ha sido lugar común entre los que se ocupan del estudio de nuestro pasado afirmar que en 1820 José María Goytía introdujo una imprenta en Panamá, y que en marzo de ese año apareció la Miscelania, nuestro primer periódico” (La imprenta 3, cursivas mías). Ciertamente, con nuestro primer periódico, Miró sienta la base de ese 'sentimiento de tradición' que no se pierde en las especulaciones del mito de la nacionalidad panameña (como no lo hace tampoco con el origen del 'mestizaje', resultado del siglo XVI y de la decadencia del XVIII), sino que la imprenta se convirtió en punto de referencia para saber exactamente el año de aparición del primer periódico y el lugar de procedencia de la primera imprenta la cual se asume que arribó de Jamaica, Kingston, punto en que están de acuerdo en principio los investigadores Figueroa Navarro, Sucre Serrano y Rodrigo Miró. Aunque hay una nota discordante en el texto La Literatura en Panamá de Miró (1972), donde se afirma "...aparece en Panamá, hacia 1821, la imprenta. Traída de Norteamérica por Don José María Goytía en marzo del año indicado..." (104). Seguramente, para un observador externo resultará insignificante discutir sobre la precisión exacta de la fecha del "primer" periódico y la proveniencia de la "primera" imprenta a Panamá, porque, aparte de que nos recuerda la necesidad bíblica de que todo tiene una génesis, probablemente no tenga mayor significación para la comprensión de la región, salvo por el hecho de que los criollos estaban vinculados, por razones de negocios, familiares y políticas con el Caribe y, especialmente, con lo que llegaba de Jamaica.

Pero este debate sobre precisiones de fechas y de orígenes es comprensible en un país como Panamá, donde Miró había hecho notar que es una incógnita hasta el desenlace de la independencia en 1903. Todavía, ciertamente, se discute acaloradamente si la independencia del país en 1903 fue gestada por Wall Street, Roosevelt, los colombianos o los panameños mismos[13]. La independencia de Panamá, su existencia como estado-nación, ha sido la obsesión de la historia republicana, una obsesión de fechas y precisiones que Rodrigo Miró proyecta hasta en su discusión contra la memoria de Mariano Arosemena, sobre la fecha exacta de la introducción de la imprenta en el país: "Respecto del último punto todo indica que Arosemena equivocó el año, contingencia nada extraña si recordamos que los Apuntamientos se escribieron medio siglo después, apoyándose su autor demasiado en sus recuerdos" (La imprenta 3). Los "recuerdos" de Mariano son precisados en el transcurso del texto por una narrativa histórica mironiana marcada por palabras como 'leyenda', 'hechos comprobables' y 'comprobada la existencia'. No hay espacio dejado a la duda para crear este 'sentimiento de tradición' y, como buen arconte del archivo, hace una enumeración para concluir las pesquisas y los argumentos, pues es necesario dar ordenamiento lógico en cuatro puntos alfabéticos. En fin, él discute la validez de la memoria de la figura declarada como el padre, del fundador del periodismo en Panamá, al decir que los "Apuntamientos Históricos en Relación con el Istmo de Panamá son obra valiosa, apreciable documento de la época. Pero no pueden tomarse siempre en sentido literal. Arosemena escribió de memoria y sin proponerse establecer verdades de detalle" (10).

En esta especie de positivismo histórico por el culto del detalle y del archivo, que ya he discutido en la obra del historiador panameño Carlos Manuel Gasteazoro (Filosofía de la nación romántica 2008), Miró nos entrega, posteriormente, una excursión detallada de la historia de la prensa escrita en Panamá durante el siglo XIX en un artículo muy propio de una época donde se puso en cuestión la libertad de prensa por los militares: Una década crítica del periodismo nacional (1972). En esta reconstrucción histórica del siglo XIX, de sus periodistas y la prensa (no quiero afirmar tampoco si Miró tenía algún interés de interpelar a los militares, pues no tengo prueba alguna), él selecciona y resalta aquellos periódicos, artículos y títulos que compaginan con la república, la democracia, la libertad de pensamiento, el rechazo de los 'hombres de espada', la libertad de comercio y, finalmente, con el nacionalismo, expresado en el periódico El Panameño, todos temas recurrentes del país desde el siglo XIX, época que debería ser recuperada para 'la nacionalidad'.

Una nueva problemática: la prensa de los antillanos en inglés

Ahora bien, a través de la organización y la clasificación de los periódicos para el archivo, Miró tuvo que hacer mención de un aspecto que abre una nueva problemática, es decir, el lugar de la 'zona de tránsito' (las ciudades de Panamá y Colón), y, particularmente, de los inmigrantes, de los extranjeros, figuras inevitables de un país como Panamá que, como lo formuló Mariano Arosemena en el siglo XIX, está catapultado al comercio mundial, no muy del gusto de los intelectuales panameños, de las élites nacionalistas y románticas, e, incluso, de los 'multiculturalistas' de hoy día que consideran que Panamá es un país que siempre está amenazado — su identidad cultural ― por estar sometido al 'pro mundi beneficio' de la llamada 'zona de tránsito':

Por otra parte, los intereses norteamericanos dieron su origen a la aparición de órganos periodísticos escritos en inglés. Y ya en el año de 1849 The Panama Star nos brinda la primera prueba. Este periódico, y los que luego fueron apareciendo para consumo del lector de habla inglesa –“The Panama Echo” (1850), “The Daily Echo” (1852), primer diario panameño de que tenemos informes, “The Panama Herald” (1853), etc. – se destinaron a servir intereses esencialmente mercantiles, y poco influyeron entonces en cuanto al acontecer local. Pero importa destacar que esos periódicos anuncian que nuevos elementos, ajenos a nuestra historia e idiosincracia, empezaban a ser parte de la vida del Istmo (Miró, Una década crítica 23).

Difícil tarea fue la de Rodrigo Miró, la de negociar permanentemente el estatus de Panamá como un país que, por su posición geográfica y su plataforma económica, está precisamente destinado a romper cualquier simple descripción de la 'idiosincracia' panameña. No obstante, como muestra esta cita de Miró, es imposible pasar por alto la presencia de los periódicos en inglés, como The Panama Star[14], que fue el primer periódico en esta lengua que, por otra parte, coincide precisamente con la construcción del ferrocarril, un hecho histórico que abre la posibilidad de pensar más allá de las coordenadas definidas por el mismo Miró y la ciudad letrada romantizada, cuyo mestizaje y el español, como lengua, era la base de 'la nacionalidad'.

En este sentido, Sucre Serrano (2004) muestra una larga lista de periódicos en inglés que circulan en el istmo, desde mediados del siglo XIX, hasta la década del setenta del siglo XX, pero poco se dice, para no afirmar que nada, si en el siglo XIX, la gran inmigración antillana (y no olvidemos la china) que arribó al país, desde (y para) la construcción del ferrocarril pudo contar con una prensa escrita en el transcurso del siglo XIX[15]. En efecto, en la construcción de un 'sentimiento de tradición', que debería conectar con el origen y la trayectoria del periodismo en el siglo XIX, esta pregunta sobre la presencia de los periódicos antillanos en el país no estaba en Miró a la orden del día, como si estuvieron sus observaciones sobre los periodistas e impresores de Cartagena de Indias, quienes fundaron El Panameño, que Miró designa como "el gran periódico de mediados de siglo" (Imprenta e impresores 4), pues Panamá – no debe olvidarse – fue un departamento de Colombia por un poco más de medio siglo.

Es por George Westerman (1910-1988), ensayista, político, periodista y diplomático panameño, de origen barbadiense, que se reconoce que la primera imprenta en la ciudad de Colón se estableció con Clifford Bynoe – quien llegó al istmo en 1899 – en el año 1904, y publicó the Independent, "uno de los primeros periódicos de la ciudad de Colón" (Los Inmigrantes 23)[16]. Es de aquí que me parece que no se conocerá plenamente la historia moderna y cosmopolita de Panamá, si no se toma en consideración la pregunta sobre el lugar de la ciudad de Colón, los inmigrantes antillanos, y si había una prensa escrita antillana y china desde la segunda mitad del siglo XIX en el país[17]. Además, habría que incluir en esta pregunta la presencia de intelectuales, escritores en la prensa escrita, de origen negro, como la de Manuel Morro Quesada[18], quien estuvo vinculado como redactor tanto con la prensa escrita en inglés, el Daily Star, como con la Estrella de Panamá, con lo que inauguró así el camino que seguiría el poeta y periodista negro Gaspar Octavio Hernández[19] en el primer tercio del siglo XX, porque podría ayudarnos a estudiar cómo era la posición y el lugar de estos intelectuales negros en la prensa desde el siglo XIX. Aquí hay varias preguntas abiertas de investigación; una pregunta que ha sido pasada por alto en la historiografía tradicional, el lugar y la historia de la prensa escrita de quienes emigraron de las antillas (y de los chinos, el otro gran grupo de inmigración) para dar un paisaje cultural completo de Panamá.

Conclusión

Con y a través de Rodrido Miró se observa el impulso por construir un 'sentimiento de tradición' tanto con el 'mestizaje' ‒ es decir, fundamentar la nación por intermedio de una idea de la etnia ‒ como con la organización y evaluación del siglo XIX, de sus ensayistas y periódicos a pesar de que Miró no coincidía precisamente con el universo 'librecambista' y pragmático de convertir a Panamá en un 'emporio comercial': 'pro mundi beneficio'. En efecto, por un lado, Miró no fue el primero ni tampoco el último en querer crear este 'sentimiento de tradición' con el llamado 'mestizaje'[20] Pero, por otro lado, sí fue el más conspicuo arconte al trabajar sistemáticamente la organización del archivo colonial y decimonónico. Un archivo que permitiría crear el 'sentimiento de tradición' con un aspecto que, para Miró, era central en su construcción: Panamá no solo era tierra de aventureros y poetas, sino también de ensayistas, de reflexión, el que produjo ensayos que merecían la pena ser rescatados, publicados y promovidos, como lo hace saber con Justo Arosemena en su Teoría de la Patria de 1947. Esta organización del siglo XIX, a través de la prensa escrita, realizada por Miró y otros investigadores, abre, además, otra pregunta de investigación. Es decir, el lugar de los negros y la inmigración antillana, cómo solo su presencia problematiza el 'mestizaje', su aporte a la prensa y al periodismo en la creación de un espacio y representación intelectual desde el siglo XIX, punto que abriría un nuevo capítulo en la comprensión del paisaje cultural en el país.

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Gaspar Octavio Herández. (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=hernandez-gaspar-octavio)

Notas

[1] Profesor extraordinario en la Universidad de Panamá. * (https://dle.rae.es/tradici%C3%B3n)
[2] En el transcurso del siglo XIX panameño, particularmente, en el período que se expande desde la independencia de Panamá en 1821, cruzando la época de la construcción de ferrocarril (1850-1855), hasta el comienzo de la construcción del primer canal por los franceses, los periódicos y los miembros de la ciudad letrada fundaron periódicos y escribieron poemas que correspondieran con sus intereses comerciales y políticos. El más emblemático poema, el de Mariano Arosemena, publicado en Comercio Libre, dice así: "Salve Patria amada / tierra peregrina / po do se camina / de uno al otro mar / plegue que en tu seno / vea el mundo reunidos / sus frutos, tejidos / cuanto hai comercial" (Miró, La Literatura en Panamá 107).
[3] Aquí es interesante mencionar que para la edición que preparara Miró para la Biblioteca Ayacucho no formula esta idea, sino que lo que alcanza a decir es lo siguiente: “[..]una de las más caracterizadas creaciones poéticas de inspiración americana” (en Armas Antárticas XXVI).
[4] “Como el archivum o el archivum latino […], el sentido del ˂˂archivo>>, su solo sentido, le viene del arkheion griego; en primer lugar, una casa, un domicilio, una dirección, la residencia de los magistrados superiores, los arcontes, los que mandaban. A los ciudadanos que ostentaban y significaban de este modo el poder político se les reconocía el derecho de representar la ley. Habida cuenta de su autoridad públicamente así reconocida, es en su casa entonces, en ese lugar (casa privada, casa familiar o casa oficial), donde se depositan los documentos oficiales. Los arcontes son ante todo sus guardianes. No sólo aseguran la seguridad física del depósito y del soporte, sino que también se les concede el derecho y la competencia hermenéuticos. Tienen el poder de interpretar los archivos” (Mal de archivo 10).
[5] Aquí es pertinente mencionar que el poeta, periodista y funcionario público Guillermo Andreve (1892-1958) fue el primero que hizo notar la composición de la ciudad letrada panameña: “En la República de Panamá, como en todo país joven, abundan más los literatos que los científicos, y entre los primeros es mayor el número de los poetas que el de los pensadores, considerando en este sector a los hombres de letras, es decir, a los que se dedican al cultivo de la historia, la novela, el cuento, las narraciones y la anécdota” (89).
[6] Según el académico y poeta, Aristides Martínez Ortega, quien fungía como editor de la revista Lotería en 1972 – y quien editó los artículos de Miró sobre Mariano Arosemena – los artículos de éste sobre la prensa, la libertad de prensa y la imprenta, fueron 'completamente circunstanciales' con la llegada y el ejercicio del poder por parte de los militares. (Conversación telefónica, 12/02/13).
[7] En este punto, sería necesario precisar que más que la conformación de una comunidad imaginada, que se pueda traducir directamente en una idea de nación, me parece que lo que revela la introducción de la imprenta y el periodismo en Panamá, es la necesidad de la post-emancipada ciudad letrada comerciante de conectarse con una idea del universo, una comunidad ilustrada, para poder articular sus intereses políticos y económicos locales, bajo la rúbrica de la libertad de imprenta: "La imprenta será siempre en el mundo moral, lo que en el físico la luz. Esta nos pone en comunicación con la esfera del universo, pinta en nuestra retina la imagen de esos globos brillantes, esparcidos en la bóveda celeste, y hermanando los diversos horizontes" (La Imprenta y el Periodismo 1963)
[8] [Parecido a las narrativas, las naciones pierden sus orígenes en el mito de tiempo].
[9] En un Siglo de Periodismo en Panamá (2004), Hermes Sucre Serrano sigue la tesis de Figueroa Navarro, al afirmar: "Figueroa Navarro recuerda que en Panamá el primer periodismo fue altamente ideológico. “Sus artículos difundirán unos postulados caros a sus autores que citaban continuamente a Rosseau, Voltaire, Diderot, D' Alambert, Montesquieu y Bentham”, afirma el sociólogo" (222).
[10] [cambio de significación del factor tiempo] (Weltbewußsein 27)
[11] Ottmar Ette diferencia cuatro fases de globalización acelerada. La primera se inicia con el llamado descubrimiento de las Américas por Cristóbal Colón; la segunda en la segunda mitad del siglo 18 con diferentes marineros que marcaron el perfil cartográfico de la tierra que dio importantes rutas para las colonizaciones europeas; la tercera en el último tercio del siglo 19 que se hizo notar en Europa y, sobre todo, en las Américas, no solo por los ataques coloniales en que los Estados Unidos participaron, sino también por el cambio del factor tiempo que racionalizó todas las esferas de vida; y la cuarta fase en el último tercio del siglo 20 caracterizado por el salto, el desarrollo y difusión de los medios electrónicos, sistemas de archivos y redes sin interrupción de tiempo. No obstante, para el caso de Panamá y la globalización, considero que la tercera fase comienza con la introducción del ferrocarril transoceánico en la mitad del siglo XIX, una fase que abrió un nuevo período en la región.
[12] En un prólogo que Soler escribiera afirma lo siguiente: “Por ello consideramos que este estudio de Nils Castro sobre “Arosemena, antiyanqui y latinoamericanista” es de verdadera y segura actualidad, pues se sitúa en el centro de múltiples debates ideológicos al destacar, con criterio certero, cómo en Arosemena, e igual en la formación de la sociedad panameña, las fuerzas de afirmación se nutrían de la interna y propia experiencia histórica, a la vez que constituían respuestas justas a la externa expansión colonialista estadounidense” (en Castro 5, cursivas mías).
[13] Últimamente dos textos de jóvenes investigadores han puesto en tela de juicio las narrativas de la independencia, como el de Olmedo Beluche La verdadera historia de la separación de 1903. Reflexiones en torno al Centenario (2003) y el de Díaz Espino El país creado por Wall Street (2003).
[14] Valga la pena mencionar que a este periódico estuvo vinculado como redactor el guyanense-barbadiense-panameño, Eric Walrond, escritor del Harlem Renaissance en New York, quien emigró a New York en 1918 y publicó Tropic Death (1926), un clásico de la literatura caribeña desconocido en Panamá. También fue editor-asociado del New World de Marcus Garvey, un activista negro que fundó y dirigió la Universal Negro Improvement Association (UNIA) que promovía el retorno de los negros a África (en Parascandola 1998).
[15] Con respecto a los periódicos escritos en inglés y la representación de la inmigración antillana en ellos, George W. Westerman nos da una descripción de los mismos, seguramente pensado de acuerdo a los periódicos que circulaban en inglés a partir del siglo XX. Sin embargo, pudo no haber sido diferente en la segunda mitad del siglo XIX: "Durante muchos años ésta no fue la política que siguieron los diaríos más importantes que se publicaban en inglés y que mantenían una página o una sección dedicada a los “asuntos y noticias de los antillanos”, “noticias de la comuniad antillana”,“noticias de la Comunidad Negra”, o “sección de Noticias de la Comunidad”, en las cuales aparecían noticias y comentarios" (Los inmigrantes 123).
[16] El periódico más conocido de la comunidad antillana fue el Panama Tribune, fundado en 1928, por Sidney A. Young. Circuló hasta 1973.
[17] Hasta ahora no he podido encontrar nada con respecto a esta pregunta. Para tal pesquisa habría que incluir las congregaciones y cofradías religiosas antillanas.
[18] Hay que reconocerle a Rodrigo Miró el hecho de haber llamado la atención sobre Manuel Morro Quesada en un número de la revista Lotería: "El día 27 del mes en curso se cumplen cien años de la muerte de Manuel Morro Quesada, una de las figuras de mayor interés en la vida política e intelectual de nuestro siglo XIX, no obstante, el olvido en que se ha mantenido hasta el momento” (Mariano Arosemena 3).
[19] “Hernández, Gaspar Octavio (1893-1918). Poeta y periodista de nacionalidad panameña, mulato de origen humilde y autodidacto, pues sólo curso estudios primarios. Es autor de una poesía de exóticos matices y elaboradas cadencias musicales, propios de la escuela modernista. Sus obras más destacadas son: Melodías del pasado, 1915; Cristo y la mujer de Sichar, 1916; La copa de amatista, 1923. Fue jefe de redacción del periódico La Estrella de Panamá, en cuyo local murió a la temprana edad de 25 años, el 13 de noviembre de 1918. En su honor se celebra cada 13 de noviembre el día del periodista”. (http://www.mcnbiografias.com/appbio/do/show?key=hernandez gaspar-octavio).
[20] Los textos clásicos fundadores de este discurso en Panamá es el de Belisario Porras, El Orejano (1882) y Carta a un Amigo (1904), textos que giran en torno a la sangre hispana, la religión y la lengua (en Sisnett, 1959). Y en 1924 aparece El Peligro Antillano en América Central (la defensa de la raza) de Olmedo Alfaro.
* La revista Lotería se fundó en 1941 bajo la administración del Dr. Arnulfo Arias Madrid. Desde aquel año la revista ha jugado un papel importante en la articulación del pensamiento y los autores en Panamá. Rodrigo Miró fue su editor en el período 1966-69 y colaboró como editor a principios de la década del setenta. Al respecto ver un estudio enjundioso de Rommel Escarreola “La revista Lotería en el Centenario”.
* Miró Grimaldo, Rodrigo (1912-1996). Ensayista, crítico e historiador de la literatura panameña, nacido en la ciudad de Panamá el 3 de julio de 1912, hijo del poeta Ricardo Miró. Obtuvo el título de Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Panamá en donde dictó las cátedras de Literatura Panameña e Hispanoamericana. Fue miembro de número de las Academias Panameñas de la Historia y de la Lengua. Ejerció cargos diplomáticos y fue corresponsal de revistas literarias de varios países de América. Su labor más destacada fue la de investigar, compilar e integrar los datos dispersos de la historia de la literatura panameña. Gracias a su esfuerzo titánico, la historia cultural y, específicamente, la literaria adquirieron coherencia, unidad y fueron generosamente divulgadas, tanto en Panamá, como en el exterior. En su extensa bibliografía destacan La educación colonial panameña (1941), Teoría de la patria (1947), El Romanticismo en Panamá (1948), Aspectos de la literatura novelesca en Panamá (1968), El cuento en Panamá (1950), Ciencias años de poesía en Panamá (1953), Itinerario de la poesía en Panamá, La Literatura panameña (origen y proceso), (1972). Murió en la ciudad de Panamá en el mes de enero de 1996.
* Ricaurte Soler Batista. Filósofo y educador. Nació en Concepción, Provincia de Chiriquí, el 11 de agosto de 1932 y fallece en la Ciudad de Panamá el 14 de agosto de 1994. Sus temas fueron la nación y la nacionalidad en el siglo XIX, con una perspectiva orientada en el materialismo histórico.
* Economista, funcionario, novelista y periodista (1992-1988). Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Panamá. Se especializó en la Administración Pública en la Universidad de New York. Entre otras ocupaciones fue columnista del diario La Hora durante varios años. Sus novelas son Luna Verde (1951); Gamboa Road Gang (los forzados de Gamboa); Curundú (1963); Flor de Banana (1966). Su tema fue el racismo tanto en la Zona del Canal como en la ciudad de Panamá, ejercido tanto por norteamericanos como por panameños. También incursionó en la explotación de los trabajadores bananeros. Su obra fue galardona con varios premios y ha sido traducida a varios idiomas.
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