Diplomacia cubana

Cuba y las relaciones entre América Latina y el tercer mundo durante la guerra fría: del Movimiento de Países no Alineados a la Conferencia Tricontinental de La Habana (1961-1966)

Cuba and relations between Latin America and Third World during the Cold War: From MNOAL to Tricontinental Conference of Havana (1961-1966)

Dariana Hernández Pérez
Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, Cuba

Política Internacional

Instituto Superior de Relaciones Internacionales "Raúl Roa García", Cuba

ISSN: 1810-9330

ISSN-e: 2707-7330

Periodicidad: Trimestral

vol. 1, núm. 3, 2019

politicainternacionaldigital@gmail.com

Recepción: 06 Septiembre 2019

Aprobación: 27 Septiembre 2019



Resumen: El objetivo del artículo es analizar el papel desempeñado por Cuba en el contexto de sus relaciones con el Tercer Mundo, en particular con América Latina y África. Por tal razón es de nuestro interés esclarecer el papel de Cuba para fortalecer la política contra el colonialismo, el imperialismo y apoyar a los movimientos de liberación nacional. Este artículo resume la investigación acerca del papel de Cuba dentro del Movimiento de Países No Alineados desde su fundación en septiembre de 1961, hasta la celebración de la Primera Conferencia Tricontinental, con sede en La Habana, del 3 al 15 de enero de 1966.

Palabras clave: Guerra Fría, Cuba y Tercer Mundo, Movimiento de Países No Alineados, Conferencia Tricontinental.

Abstract: The objective of this article is to analyze the role played by Cuba in the context of their relations with Third World, particularly those with Latin America and Africa. That’s because is of our interest to clarify the role of Cuba to strengthen our policy against colonialism, and support anti-imperialism and national liberation movements. This paper summarizes the research around Cuba´s role inside the Non-Aligned Movement since its foundation in September 1961, until the celebration of the First Tricontinental Conference, held in Havana, from 3th to 15th January of 1966.

Keywords: Cold War, Cuba and Third World, Non-Aligned Movement, Tricontinental Conference of Havana.

INTRODUCCIÓN

La Segunda Guerra Mundial produjo una verdadera transformación en el sistema de las relaciones internacionales. Europa Occidental había quedado destrozada físicamente y paralizada económicamente, por lo que no estaba en condiciones de detentar el liderazgo mundial, de manera tal que las otras dos potencias que participaron en el conflicto: Estados Unidos y la Unión Soviética, se erigieron como centros de poder hegemónicos en el nuevo orden internacional.

Las relaciones internacionales entre los dos nuevos bloques de poder, con sistemas económicos, políticos, ideológicos y sociales totalmente antagónicos se tornaron hostiles al inicio del propio periodo posbélico; con lo cual la Guerra Fría caracterizaría las relaciones internacionales por más de cuarenta años.

La Guerra Fría, desde el punto de vista militar, se basó en el enfrentamiento indirecto de los dos países a través de su participación en conflictos de baja intensidad entre los países del Tercer Mundo. Por tal razón Estados Unidos se opondrían a cualquier insurrección o levantamiento de tipo nacionalista o comunista que significase una potencial amenaza para las inversiones de las empresas norteamericanas en el extranjero.

La estrategia estadounidense durante este periodo se basó en tres objetivos básicos: un imperativo de seguridad nacional que apuntaba a bloquear a las potencias extrahemisféricas, la posibilidad de establecer puntos de apoyo o influencia en América Latina, estrategias ideológicas1 para contrarrestar la propaganda y acciones que llevaron adelante los partidos socialistas y comunistas y muchas agrupaciones obreras para reconocer el papel de la Unión Soviética en el conflicto. Asimismo fue relevante la promoción de los intereses particulares de las corporaciones estadounidenses que permitieron se iniciara un nuevo proceso de acumulación basada principalmente en tres procesos interrelacionados: el mantenimiento y expansión del complejo militar-industrial, el acuerdo entre capital y trabajo y la expansión a escala mundial de las grandes empresas norteamericanas (Lowenthal, 2006: 64).

En consecuencia, Washington implementó tácticas contrainsurgentes y orientó su respuesta militar hacia el envío de apoyo material, financiero y logístico, para contrarrestar cualquier intento de penetración de ideas de izquierda en la región.2 Con el mismo propósito accionó de forma directa, utilizando sus fuerzas para operaciones especiales, asesoró y respaldó a los aliados amenazados y en más de una ocasión desplegó sus fuerzas para disuadir una escalada del conflicto por parte de terceras naciones. Este tipo de política fue la que condujo a Estados Unidos a involucrarse en la guerra de Corea en 1953 y la de Vietnam en 1964.

Por su parte, la estrategia soviética de posguerra se fundamentó, en primer lugar, en la necesidad de cohesionar a los gobiernos prosoviéticos que se encontraban dentro de su área de influencia,3 frente a la creciente hostilidad de occidente, particularmente de Estados Unidos. En este sentido de 1944 a 1947 se favorecieron gobiernos de coalición, los llamados frentes democráticos, en los países liberados por el Ejército Rojo.4 Al decir del profesor Evelio Díaz Lezcano:

“Los comunistas ocuparon puestos claves (ministerios del interior, de justicia, de agricultura) y en algunos casos (Bulgaria y Checoslovaquia) se les encomendó la jefatura de gobierno. Ello se debió no solo a las presiones ejercidas por los soviéticos (más claras y mayores en Polonia, Rumania y Hungría), sino también al papel desempeñado por los comunistas en algunos movimientos de resistencia y por el hecho de que eran portadores de un programa atrayente, que entre otras medidas económicas y sociales avanzadas, proponían la aplicación del reparto de la tierra a los campesinos, sometidos en su mayoría al dominio de la gran propiedad terrateniente. La influencia que fueron logrando los partidos comunistas se aprecia en el vertiginoso crecimiento de sus afiliados entre 1945 y 1948” (Díaz Lezcano, 2010: 233).

Esta política se consolidó a partir de la segunda mitad de 1947, como resultado de la proclamación de la Doctrina Truman y el Plan Marshall.

En tanto, en pocos meses, los soviéticos lograron transformar los gobiernos de coalición de los frentes nacionales en las llamadas democracias populares, que proclamaron objetivos socialistas y reconocieron el papel dirigente de los partidos comunistas a la vez que se avanzó en la unión de los países del Este alrededor de la Unión Soviética. Así se firmaron acuerdos bilaterales y multilaterales que culminaron con la formación de la Oficina de Información del Movimiento Comunista Internacional (Kominform) en 19475 y con la creación del Consejo de Ayuda Mutua Económica en 1949. La integración militar no se produciría hasta 1955, con la fundación del Tratado de Varsovia, mientras tanto se fueron firmando acuerdos con la Unión Soviética, que garantizaban la presencia del Ejército Rojo en la región.6

Respecto a América Latina, la política soviética, anterior al inicio de la Guerra Fría, se caracterizó por ser frágil, fragmentaria y de baja intensidad, en comparación con la política desarrollada en Europa, Asia y África. En un primer momento, el interés soviético en la región se concentró en el fortalecimiento del movimiento comunista internacional. Un buen ejemplo se reconoce en el impulso por garantizar los vínculos del Komintern y los partidos comunistas latinoamericanos. Salvo algunos contactos económicos y políticos aislados con México, Uruguay y Argentina, las relaciones entre América Latina y la Unión Soviética no tuvieron mayor alcance.7

No sería hasta finales de la década de los años cincuenta del siglo xx, sobre todo a partir del triunfo de la Revolución Cubana, que la Unión Soviética comenzaría a fomentar nuevos vínculos con la región. El acercamiento económico, militar y político-ideológico de la Isla a la Unión Soviética, trajo consigo la presencia en la zona del Caribe de un poder foráneo contrario a los intereses estadounidenses.

Esta realidad, unido a la influencia que comenzó a ejercer la Unión Soviética en los países de Asia y África, en sus procesos de descolonización respectivos, condicionó que las regiones de América Latina, el Caribe, Asia y África, se convirtieran en los nuevos escenarios de confrontación política, económica y militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

DESARROLLO

Una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial para América Latina fue el auge de los movimientos nacionalistas. Sus causales fueron múltiples. La prosperidad económica de muchos países de la región estuvo asociada a la demanda de materias primas por parte de Estados Unidos durante el periodo bélico, lo cual redundó en la consolidación del capital nacional que favoreció, a su vez, el impulso de industrias manufactureras de diversa índole ante la escasez de artículos de consumo en Norteamérica.

Este desarrollo industrial no solo motivó el surgimiento de sectores empresariales nacionales, sectores profesionales y técnicos que integraron las burguesías nacionales, sino que provocó el aumento del número de obreros estimulados, entonces, por las favorables condiciones económicas. También el auge de las ideas democráticas, antifascistas y comunistas, provocaron la estimulación de organizaciones sindicales como medio para luchar por sus derechos.

Este despertar de la conciencia y las fuerzas democráticas en Latinoamérica, con el consiguiente intento de ascenso al poder de las clases medias en los diversos países de la región como Guatemala (1944), Venezuela (1945) y Argentina (1946),8 en un contexto donde el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética se hacía cada vez más fuerte, motivó que el gobierno de Estados Unidos aumentara el control y su hegemonía en la región, a través de una política represiva hacia América Latina, que dio lugar a un sistema de dominación hemisférica que incluía la creación de una alianza militar continental.

Esta alianza se completó con la firma de un tratado de seguridad colectiva entre Estados Unidos y las naciones americanas, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca conocido como TIAR,9 y con la concertación del Pacto de Bogotá, que institucionalizó lo anterior a través de la creación de la Organización de Estados Americanos, con sede en Washington, con 21 miembros.10 Así esta organización se erigía como un mecanismo de presión imperialista hacia los países latinoamericanos, al institucionalizarse el panamericanismo como instrumento ideal de dominación norteamericana en el continente, avalado por el acápite que establecía la resolución de las controversias en la región dentro del sistema interamericano, es decir, según los métodos americanos y al margen de las Naciones Unidas.

Para regular las formas de cooperación, Estados Unidos promulgó las Leyes de Defensa Mutua de 1949 y 1951, que propiciaron la firma de acuerdos bilaterales con Cuba, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú y Uruguay. El Acta de Seguridad Mutua de 1951 creó el Programa de Asistencia Militar con el propósito de ofrecer entrenamiento y asesoramiento, así como subsidiar o vender a bajos precios equipamientos en desuso a las fuerzas armadas latinoamericanas, que proporcionaron fondos suplementarios al Departamento de Estado.

La creación de todas estas instituciones y planes de defensa contribuyeron al afianzamiento de grupos de poder políticos en la región de América Latina y el Caribe, que aseguraran la continuidad de la fidelidad de la región hacia los intereses norteamericanos. Esto se tradujo en el apoyo irrestricto del gobierno norteamericano a las dictaduras militares que surgieron en varios países de la región, como fue el caso de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba.

La política de Guerra Fría practicada por Estados Unidos se extendería también a otras zonas de lo que sería el llamado Tercer Mundo, pero con características diferentes, al no existir en ese momento una equiparación del desarrollo social entre América Latina y Asia y África. En estas regiones se iniciaba el proceso descolonizador y de liberación nacional a lo cual se opondría la política exterior norteamericana. Al respecto, el Dr. C. Reinaldo Sánchez Porro señala:

“Tras la Segunda Guerra Mundial surgió una aguda contradicción entre los dos campos de fuerzas opuestas, el de las potencias capitalistas y el socialista (…) envueltos en lo que fue llamado la Guerra Fría entre las dos potencias líderes, Estados Unidos y la Unión Soviética, y sus bloques aliados. (…) En medio de ella se desarrolló la descolonización a partir, fundamentalmente, del cuestionamiento de las relaciones coloniales de dependencia en todos los planos por cuenta de los movimientos de liberación nacionalistas. Las luchas anticoloniales como la de Argelia se tradujo en guerras calientes tras la que se intentaba encontrar la mano de Moscú, la liberación del continente africano se dio en esas condiciones y África también fue usada como escenario para la confrontación de los dos bloques” (Sánchez Porro, 2016: XI).

Una gran parte de los países de Asia y África, que habían sido colonias de las principales potencias europeas, a las cuales acompañaron en las contiendas de la Segunda Guerra Mundial iniciaron, al término de esta, intentos por alcanzar estatus de autonomía o de independencia. Esto fue posible, entre otros factores, por los cambios económicos, demográficos y educacionales que se habían producido en los territorios coloniales, que propiciaron el surgimiento de organizaciones autóctonas con anhelos independentistas, así como por las transformaciones provocadas por la contienda en el escenario internacional, especialmente el debilitamiento de las metrópolis (Díaz Lezcano, 2010: 155).

Como consecuencia de todo lo anterior ocurrieron cambios importantes en el sistema internacional. En primer lugar se multiplicaron los Estados soberanos y por ende la incorporación a la vida independiente de grandes masas de la población de distintas regiones del Tercer Mundo,11 en gran medida empobrecidas y bajo el control de los intereses del capital, lo que supuso un reto para el proyecto hegemónico estadounidense, ya que si bien la ruptura de los lazos coloniales significaba nuevos mercados donde colocar sus productos y capitales, no podía abandonar las exigencias de su alianza estratégica con las metrópolis europeas (Pérez Tarrau, 1999: 7).

En segundo lugar, la incorporación a la escena internacional de nuevos actores, en el marco de las Naciones Unidas, favoreció el inicio de la defensa de los intereses políticos del Tercer Mundo en detrimento de la preponderancia norteamericana en la Asamblea General, lo que fue posible, en gran medida, por los votos de los países latinoamericanos y sus aliados occidentales.

En tercer lugar, y como consecuencia del proceso de descolonización, las regiones de África y Asia se convirtieron en escenarios de la Guerra Fría. Ante esta ofensiva, la Unión Soviética trató de captar simpatías y aliados apoyando al movimiento descolonizador y a los países recién liberados, mientras Estados Unidos y sus aliados, siempre argumentando la consabida lucha contra el comunismo, se esforzaron por contener la radicalización de los procesos y someterlos a su control bajo la nueva etiqueta del neocolonialismo. Se apeló a la ayuda económica condicionada, a chantajes y presiones de todo tipo, e incluso al uso de la fuerza, como ocurrió en el 1958 en los casos del Líbano y Jordania, donde desembarcaron tropas inglesas y norteamericanas para apoyar la reacción interna.

Desde el punto de vista socioeconómico y político, estos países recién liberados no se asociaban ni a los países capitalistas e industrializados de Occidente ni a los del área socialista de Europa del Este, por tanto, iniciaron una política propia, tercermundista,12 que devino una política de neutralidad respecto al enfrentamiento entre los dos grandes bloques ideológicos del periodo. Su primera manifestación práctica fue la Conferencia Afroasiática realizada en Bandung, Indonesia, en 1955. De los países de Europa del Este, Yugoslavia tendría un papel relevante en esta conferencia, en tanto era el único país de esa región que nunca aceptó la hegemonía soviética.

De este encuentro se derivó la necesidad de aglutinar a los países de Asia y África, recién liberados del colonialismo europeo, en un movimiento cuya política central fuera la no alienación a ninguno de los bloques de poder y que tuviera la fuerza suficiente para detentar un protagonismo militante que les permitiera defender sus derechos e imponer sus intereses.

Bajo el liderazgo del presidente de Yugoslavia, Josep Broz Tito, de la República Árabe Unida, Gamal Abdel Nasser y de Indonesia, Ahmed Sukarno, a los cuales se asociaron los presidentes de la India, Jawaharlal Nehru y de Afganistán, Mohamud Daud, el Movimiento de Países No Alineados o MNOAL, tuvo su presentación formal en la I Conferencia del MNOAL celebrada en Belgrado, Yugoslavia, del 1 al 6 de septiembre de 1961. Cuba fue el único país de América Latina participante en esta reunión. La delegación cubana estuvo presidida por Osvaldo Dorticós Torrado, en ese momento presidente de la República de Cuba.

Cuba en el contexto del Movimiento de Países No Alineados

En una mirada retrospectiva se hace necesario indicar que el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, había marcado un hito importante para América Latina y el Caribe y sobre todo para las relaciones con Estados Unidos. Vale recordar que el gobierno estadounidense nunca reconoció la Revolución triunfante y a la altura de 1961 esta ya había recibido numerosos ataques por parte de la potencia norteña. Las ideas rectoras pronunciadas en numerosos discursos por Fidel Castro, donde esclarecía el carácter y los fines de la Revolución Cubana logró una enorme influencia en los movimientos de liberación nacional a nivel internacional, porque por primera vez en la historia de la humanidad un movimiento guerrillero había llevado a cabo una revolución política y enfrentado al imperialismo norteamericano declarando un nuevo sistema de gobierno totalmente opuesto a sus intereses. El resultado lógico sería el cambio en las relaciones interamericanas y la expresión de las luchas populares en el hemisferio occidental, apoyando, en muchos de sus discursos, al primer país socialista de América.

Desde los primeros momentos Estados Unidos había visto con recelo una revolución como la de Cuba, que había utilizado la lucha armada en una época en que las esperanzas se centraban en soluciones logradas por la vía reformista, como lo sucedido en Venezuela con Rómulo Betancourt. Así, en la misma medida que habían avanzado las transformaciones económicas y sociales del gobierno revolucionario cubano, con un marcado carácter antimonopolista y antiimperialista, se fue evidenciando que el proceso nacional liberador cubano era mucho más abarcador y profundo que el de otros países que habían tenido lugar en la región.

Como respuesta, las acciones emprendidas desde 1959 por el gobierno norteamericano pusieron en peligro la seguridad y la propia supervivencia de la Revolución Cubana, lo que provocó una mayor movilización popular de apoyo a la Revolución, para continuar su proceso, ahora mucho más radicalizado. Desde el propio 1959 comenzaron los sabotajes y atentados a instalaciones y población cubanas, como parte de la política norteamericana para derrocar la revolución. En 1961 ocurrió el desembarco de tropas mercenarias, entrenadas por la CIA, en Playa Girón, en la provincia de Matanzas. Esta invasión estuvo precedida por el ataque a la base de aviones de San Antonio. En el entierro de las víctimas de este ataque, el 16 de abril de 1961, Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución Cubana.

En este aspecto también desempeñó un papel importante la experiencia histórica de Cuba como fue la Revolución del 30, con su radicalismo político y su enfrentamiento a los norteamericanos. Igualmente, la influencia del pensamiento marxista de los principales líderes de la Revolución, ayudaría a direccionar la Revolución hacia posiciones más radicales. Por su parte, la ayuda económica y militar recibida por la Unión Soviética, permitió hacerle frente al aislamiento político y económico impuesto por Estados Unidos con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos.

En la VI Reunión de Consultas de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, celebrada en San José, Costa Rica, ya Estados Unidos intentó aislar a la Isla en el ámbito regional. En la VIII Reunión de la OEA, celebrada en Punta del Este, Uruguay, en 1962, trató de recrudecer su política de expulsar a Cuba de esta Organización a través de presiones. En esa ocasión logró que todos los países de la región rompieran relaciones políticas, comerciales y diplomáticas con la Isla, con la excepción de México. Esta fue la última participación de Cuba en la OEA, que arbitrariamente acordó la separación del gobierno revolucionario cubano de su seno “por incompatibilidad con los principios del sistema interamericano”. No sería hasta el XXXIX Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la OEA, celebrado en Honduras del 1 al 3 de junio del 2009, que se dejara sin efecto la Resolución de la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de 1962, que excluía al Gobierno de Cuba de participar en este sistema.

En este contexto de aislamiento regional, la búsqueda de nuevas alianzas políticas y económicas fue imprescindible. La coincidencia histórica entre el proceso de liberación cubano, la política imperialista de Estados Unidos y el auge del movimiento de descolonización que estaba teniendo lugar en Asia y África, permitió que el gobierno revolucionario dirigiera su atención hacia los países del llamado “Tercer Mundo”.

Para iniciar los contactos con los gobiernos de estos pueblos se envió al Comandante Ernesto Che Guevara a un recorrido que inició el 12 de junio de 1959 por Egipto, Marruecos, India, Indonesia, Yugoslavia, Ceilán (Sri Lanka), Myanmar (Birmania), Japón y Sudán.

Estos contactos primarios le confirieron una línea precisa a la diplomacia cubana: tratar de alcanzar la unidad de intereses comunes dentro de las relaciones y la política internacionales de la mayoría marginada, avalada por el principio de la política exterior revolucionaria de subordinación de los intereses nacionales a los intereses generales de la lucha por el socialismo, el comunismo, la liberación nacional, la derrota del imperialismo y la eliminación del colonialismo, el neocolonialismo y toda forma de explotación y discriminación.

En ese propio año, el Gobierno revolucionario acordó establecer relaciones diplomáticas con Marruecos y elevar a rango de Embajada la Legación de la República Árabe Unida (Egipto, Siria y Yemen), además de iniciar relaciones con otros países africanos como Túnez y Ghana. Asimismo, recomendó establecer relaciones diplomáticas con Libia, Sudán, Etiopía, República de Guinea y Liberia.

Al año siguiente se produjo la visita del presidente de Indonesia, Ahmed Sukarno a Cuba, en tanto que Raúl Castro viajaría a Egipto para participar en los festejos del 26 de Julio en Alejandría, donde sostendría reuniones con el líder Gamal Abdel Nasser.

La visita de Fidel Castro a Nueva York para participar en la XV Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, iniciada el 18 de septiembre de 1960, fue el marco propicio para entrevistarse con los mandatarios afroasiáticos más destacados del momento: Ahmed Sukarno de Indonesia, Jawaharlal Nerhu de la India, Gamal Abdel Nasser de Egipto, Kwame Nkruma de Ghana y Ahmed Sekoú Touré de la República de Guinea, entre otros mandatarios. De esa manera comenzaba un vínculo que permitió que en 1961 Cuba fuera el único país latinoamericano invitado a la primera Conferencia del Movimiento de Países No Alineados.

Desde el punto de vista histórico, Cuba guarda una estrecha comunidad con los Países No Alineados en lo que respecta al pasado, origen, herencia, enemigos y aspiraciones. El pasado de Cuba, como el de estos países, está signado por el colonialismo, el neocolonialismo, las intervenciones militares y la ocupación ilegal de parte de su territorio.

Este vínculo contribuye a la vocación tercermundista de la política exterior cubana, que pasa por la posición oficial de ser a la vez un país socialista, latinoamericano y no alineado, lo que explica el accionar de Cuba en sus relaciones con los países de América Latina, Asia y África en general, y dentro del Movimiento de Países No Alineados en particular.

Entre los criterios para la expedición de invitaciones a la Conferencia de Países No Alineados de Belgrado, tomados del documento “Informe Final de la Reunión Preparatoria de la Conferencia de Jefes de Estado o Gobiernos de Países No Alineados, celebrada en El Cairo, en el mes de junio de 1961, Plenaria 12 Ref: Me/31 Final” (MINREX, 1961) está, entre otros, que el país debe haber adoptado una política independiente, basada en la coexistencia de los Estados con sistemas políticos y sociales diferentes y en la no alineación, o debe estar mostrando una tendencia a favor de esta política. Además, el país que se trate debe estar respaldando de modo consistente los movimientos de independencia nacional.

Si bien para 1961 ya estaba cimentada la unión política, económica e ideológica de Cuba con la Unión Soviética, el hecho de no formar parte del Tratado de Varsovia y de tener bien definidos los principios que regirían la política exterior cubana, le permitía cumplir con este requisito y por tanto integrar el movimiento. Esta posible dicotomía entre el vínculo de Cuba con la Unión Soviética y el deseo de pertenecer al MNOAL, quedó explicada en el discurso del presidente cubano Osvaldo Dorticós en la Cumbre de Belgrado, donde planteó que Cuba es un país alineado en el sentido de que no tiene pactos militares con otros países. Los acuerdos militares con la Unión Soviética versan sobre asistencia técnica. Cuba no tiene compromisos de bloques de ninguna índole:

“(…) Pero esto no quiere decir que no seamos países comprometidos. Estamos comprometidos con nuestros propios principios. Y quienes ostentamos la honrosa delegación de nuestros pueblos, que son pueblos amantes de la paz, que luchan por afirmar sus soberanías y por alcanzar la plenitud del desarrollo nacional, estamos, en fin comprometidos a responder a esas trascendentes aspiraciones y a no traicionar aquellos principios (…)” (Dorticós Torrado, 1961).

Cuba asistió a la Cumbre de Belgrado para buscar el apoyo y la solidaridad que no le brindaban en la región. En este sentido se planteó como objetivos, entre otros, que la Conferencia condenara al imperialismo, y que el peso fundamental de esta medida recayera sobre Estados Unidos; obtener el respaldo solidario para los Movimientos de Liberación Nacional de Vietnam, Angola, Guinea Portuguesa; condenar los regímenes imperialistas y demandar la independencia de Angola, África Suroccidental, Guinea Portuguesa, Guayana Británica y Puerto Rico;13 obtener que la Conferencia se pronunciara contra las bases militares en territorios extranjeros y condenara el emplazamiento de nuevas bases, que proclamara el derecho de cada nación a darse la forma de gobierno que estimara más apropiada,14 condenara la discriminación y la agresión en el terreno económico que practicaban Estados Unidos contra Cuba, que condenara las actividades subversivas y de hostigamiento que en forma directa o indirecta, mediante el empleo de elementos mercenarios, practicaban Estados Unidos contra la República de Cuba.

Parte de estos objetivos se lograron, en tanto en la Declaración Final de la Cumbre quedó explícito, en el punto 12 que: “Los países participantes reconocen que la base militar norteamericana de Guantánamo en Cuba, a cuya permanencia el Gobierno y el pueblo de Cuba han manifestado su oposición, menoscaba la soberanía y la integridad territorial de ese país”; y en el punto 13, inciso b, “Los países participantes creen que debe respetarse el derecho de Cuba, y el de todos los pueblos a elegir libremente el sistema político y social que mejor convenga a sus peculiares condiciones, necesidades y posibilidades”.15 De esta manera el tema Cuba quedaba incluido, como punto independiente, en la Declaración Final de la Cumbre..

En el marco regional, entre las Cumbres de Belgrado y El Cairo se produjeron acontecimientos de importancia, entre estos: la independencia de Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago, el golpe de Estado contra Juan Bosch en República Dominicana y la Crisis de los Misiles, que puso al mundo al borde del holocausto nuclear. Además, 1964 inauguró, con el golpe de estado a Goulart en Brasil, una ola de golpes castrenses que iniciarían un proceso de fascistización en el Cono Sur. Asimismo, el presidente de Chile, Eduardo Frei, ensayó la primera experiencia democratacristiana en la América Latina, tratando de presentarla como una alternativa a la Revolución Cubana, con miras a insuflarle bríos a la fracasada Alianza para el Progreso, que había inaugurado Kennedy en 1961.

Este contexto regional propició que el tema latinoamericano estuviera entre los objetivos que la delegación cubana debía lograr incluir en la agenda de la II Cumbre del MNOAL. Así, entre las orientaciones dadas a la delegación cubana para la reunión preparatoria, celebrada en Colombo, Ceilán, del 23 al 28 de marzo de 1964, se encontraba, además de propiciar la invitación de los países de América Latina con los cuales mantenía relaciones y oponerse, aunque con matices, a que sean invitados los países que no tienen relaciones con Cuba, particularmente Venezuela, bajo el argumento de que los que habían roto relaciones con Cuba ya se habían alienado junto al imperialismo, habían asumido sus dictados y se habían prestado al desarrollo de la política de Guerra Fría en América Latina. Consideraba que debía aludirse a la cuestión de Panamá y defender su derecho a la revisión del Tratado con Estados Unidos referente a la zona del Canal, así como patentizar el apoyo de Cuba a la lucha del pueblo panameño en favor de su independencia, soberanía e integridad territorial.16

En la Conferencia de El Cairo, en 1964,17 Cuba sería también el único país latinoamericano que participó como miembro del Movimiento. No obstante, de los diez países observadores que participaron en la Conferencia, nueve eran latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Jamaica, México, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Ecuador, que había participado en la conferencia anterior como observador no participaría en esta oportunidad. De igual forma, el Movimiento por la Independencia de Puerto Rico, posteriormente Partido Socialista Puertorriqueño, estuvo presente en la reunión de El Cairo como invitado.

La Conferencia condenó las manifestaciones de colonialismo y neocolonialismo en la América Latina, y se pronunció por la aplicación en esta región del derecho de los pueblos a la autodeterminación y a la independencia. La Conferencia advirtió, con pesar, que Guadalupe, Martinica y otras islas de las Antillas no habían conseguido aún su autonomía. Además, llamó la atención del Comité Especial de Descolonización de Naciones Unidas, sobre el caso de Puerto Rico, solicitando a ese comité que examine la situación de estos territorios de conformidad con lo dispuesto en la Resolución 1514 de las Naciones Unidas. Esto evidencia un mayor interés, por parte del MNOAL, hacia la problemática latinoamericana.

Llama la atención que, respecto a Cuba, al igual que sucedió en Belgrado, la conferencia condenó las presiones e intervenciones extranjeras que tendían a imponer la modificación del sistema político, económico y social elegido por el pueblo, solicitó al gobierno de Estados Unidos la suspensión del bloqueo comercial y financiero impuesto desde 1961, exigió la devolución del territorio ilegalmente ocupado por los norteamericanos en Guantánamo y que de la Crisis de los Misiles no se mencionara nada.

Esta paradoja puede ser explicada por el hecho de que la instalación de cohetes nucleares en Cuba fue un acto de legítima defensa, ante la posibilidad real de una invasión militar a la Isla por parte de Estados Unidos. Sin embargo, la manera en que Nikita Jruschov y John Kennedy llegaron a un acuerdo sin tener en cuenta la posición cubana, permitió al gobierno cubano percatarse del lugar que ocupaba la Isla en el juego de poder de las grandes potencias. El 28 de octubre de 1962, el acuerdo que establecía la retirada de los cohetes de Cuba se hizo público y Fidel Castro, al igual que el resto del mundo, se enteró por la prensa, lo que marcó un enfriamiento en los vínculos entre Cuba y la Unión Soviética.

Sin embargo, desde una visión global, los sucesos de octubre de 1962 permitieron que el caso Cuba, en su diferendo con Estados Unidos, trascendiera el marco regional para convertirse en un problema mundial. Al respecto el Ministro de Relaciones Exteriores Raúl Roa García, en una entrevista con su homólogo de la República Árabe Unida, celebrada en la Embajada de Cuba en El Cairo, planteó:

“No aspiramos a que el caso Cuba constituyera el punto central de la Conferencia, pero si aspirábamos, en que, en alguna forma, fuera mencionado en el comunicado final, ya que esto nos prestaría fuerza para la Asamblea General de las Naciones Unidas. Expusimos que el caso de Cuba no era local, ni siquiera regional, sino de carácter mundial, como se había demostrado en ocasión de la Crisis del Caribe. El problema cubano interesa a todos por igual, y podemos decir que las potencias occidentales que mantienen relaciones comerciales con Cuba, que son muchas, están profundamente preocupadas por la situación creada por la política de Estados Unidos en relación con nuestro país, ya que ellas mismas están siendo objeto de presiones de todo género para impedirles el comercio con nuestro país (…)” (Roa García, 1962).

Si bien después de la Crisis de Octubre, la posición cubana dentro del Movimiento de Países los No Alineados fue más difícil de defender, la política hacia África en el bienio 1963-1964 que asumirá los riesgos del apoyo militar a Argelia frente a la agresión marroquí, a los lumumbistas en el actual Zaire, y a los nacionalistas de las colonias portuguesas, le permitió mantener su prestigio dentro del movimiento.

Asimismo, el apoyo a los movimientos guerrilleros que bajo la influencia de la Revolución Cubana comenzaron a gestarse en América Latina, y su defensa como parte de la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, mecanismo de dominación más patente en la región, contribuyeron al afianzamiento de Cuba dentro del grupo de los Países No Alineados. De esta manera, la Isla se convirtió en el puente de las relaciones entre el sector más revolucionario latinoamericano y el Movimiento de Países No Alineados, iniciándose una integración que comenzó a visibilizarse a partir de la II Cumbre celebrada en El Cairo en 1964.

Esta integración se materializa con la celebración de la Primera Conferencia Tricontinental de La Habana, celebrada del 3 al 15 de enero de 1966. A la misma asistieron más de quinientos representantes de movimientos políticos, sindicales, estudiantiles, femeninos, de organismos internacionales y de países socialistas. Entre estos se encontraban Amílcar Cabral de Cabo Verde, Salvador Allende de Chile, Pedro Medina Silva de Venezuela, Luis Augusto Turcius Lima de Guatemala, Rodney Arismendi de Uruguay, Cheddy Jagan de Guyana, Nguyen Van Tien de Vietnam del Sur, entre otros. En esta Conferencia, Cuba consolidó su papel conductor en la alianza de los países del Tercer Mundo.

Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (Tricontinental), La Habana en 1966

En ese marco se constituyó la Organización de Solidaridad con los tres continentes, su revista Tricontinental y la Organización de Solidaridad de los Pueblos de América Latina (Figura 1).

Figura 1. Personalidades participantes de la sesión inaugural de la I Conferencia de la Tricontinental, de derecha a izquierda: Carlos Rafael Rodríguez, Manuel Piñeiro, Lionel Soto, Pepín Naranjo, Haydeé Santamaría, Lázaro Peña, Pepe Ramírez, Miguel Martín y otros representantes de movimientos de liberación nacional.

El objetivo que se perseguía con la realización de esta Conferencia era constituir un proyecto de lucha común, toda vez que, como dijera Said Bouamama, autor del libro La Tricontinental: Los pueblos del Tercer Mundo al asalto del cielo, en entrevista al Diario de Nuestra América:

“(…) ya no se trata de que cada pueblo dominado se enfrente a una sola y única potencia colonial, al contrario, ahora deben enfrentarse al imperialismo, es decir, a todo un sistema de dominación a nivel mundial; en segundo lugar, ya no se trata únicamente de luchar por una independencia de tipo político, sino de luchar para lograr una independencia económica real; todas estas transformaciones de conciencia política permiten el acercamiento a las luchas que se están llevando a cabo en América Latina, donde los pueblos se enfrentan desde hace décadas al nuevo rostro de la dominación imperialista, a saber, el neocolonialismo. Todas estas luchas en los tres continentes se desarrollan al mismo tiempo, y como consecuencia de esto se constituye el proyecto de una lucha común Tricontinental” (Anfrus y Morgantini, 2017).

De profundo impacto político, la I Conferencia Tricontinental dio lugar a la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina conicida como OSPAAAL, vigente aún, cuyo objetivo era promover y coordinar un frente común de lucha contra el colonialismo, el neocolonialismo, el imperialismo norteamericano y de apoyo a los movimientos de liberación nacional. En conjunto, sus objetivos coincidían con los del Movimiento de Países No Alineados. Lo singularizaba el hecho de que, por primera vez, organizaciones de izquierda de los tres continentes se reunían para debatir la mejor manera de hacer realidad esa lucha.

Uno de los mayores logros de la OSPAAAL fue la creación de la revista Tricontinental, su órgano difusor. Publicada en varias lenguas, se convertirá en el lazo de unión entre los militantes de los tres continentes como medio de denuncia del imperialismo y de defensa de los movimientos de liberación nacional. En ella muchos intelectuales, políticos e investigadores reflejaron, a través de los artículos publicados, sus análisis, visiones, perspectivas y estudios teóricos sobre la situación del Tercer Mundo y sus problemas más acuciantes.

Desde el inicio, Estados Unidos y sus aliados vieron en este movimiento una amenaza a sus intereses y posiciones a nivel global. A pesar de la contraofensiva desatada por las fuerzas imperialistas, la política desarrollada por Cuba en este periodo permitió una integración mayor de los tres continentes en el objetivo común de las luchas por la liberación nacional, de defensa de la libre autodeterminación de los pueblos y contra el imperialismo norteamericano, lo que repercutió en el papel, cada vez más activo, que Cuba asumiría dentro del Movimiento de Países No Alineados.

CONCLUSIONES

En el periodo de 1961 a 1966 se dan los primeros pasos para el acercamiento entre las regiones de América Latina y el Caribe y los países de Asia y África, en un contexto signado por el inicio y desarrollo de la Guerra Fría, el reacomodo del sistema internacional como consecuencia del movimiento de descolonización surgido en el continente africano y asiático tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial, y por el auge de los movimientos revolucionarios en América Latina, a partir del triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, que puso en peligro el sistema de dominación imperial impuesto por Estados Unidos a la región.

Este vínculo interregional se va a propiciar a través del Movimiento de Países No Alineados, y dentro de este, la labor desarrollada por Cuba es de vital importancia. Así, desde la I Cumbre del MNOAL celebrada en Belgrado, Yugoslavia, en 1961, uno de los objetivos defendidos por la delegación cubana fue la búsqueda de apoyo y la defensa de los movimientos de liberación nacional, en general, y los de América Latina, en particular, aparecieran reflejados en el documento final, como una forma de contribuir a la legitimación de los mismos y condenar al imperialismo norteamericano.

Esta posición asumida por Cuba está en consonancia con los principios de la política exterior revolucionaria, que definen a la Isla como un país socialista, latinoamericano y no alineado.

La celebración de la I Conferencia Tricontinental de La Habana, si bien en la práctica no pudo concretar un modo de acción conjunto y viable entre los tres continentes, para hacerle frente de manera eficaz al imperialismo, permitió conectar, a través de la creación de la OSPAAAL y su órgano difusor, la Revista Tricontinental, a los intelectuales y políticos de estos territorios y difundir sus ideas en un contexto signado por la contraofensiva imperialista norteamericana.

Al constituir el tema objeto de estudio parte de la historia del presente, no existe aún una verdadera historiografía de estos hechos que nos permita acceder a conclusiones y análisis acabados, sino que los artículos, ponencias y escritos publicados sobre el tema parten, en muchos casos, de la memoria histórica de los participantes en el proceso y de análisis coyunturales, lo que nos da la posibilidad de seguir profundizando en el mismo y desarrollarlo como una línea de investigación en el mediano y largo plazo.

Referencias

Anfrus, A., & Morgantini, R. (14 de febrero de 2017). La Tricontinental. Los pueblos del tercer mundo al asalto del cielo. Entrevista con el autor. de Diario de Nuestra América. Disponible en: https://www.investigaction.net/es/la-tricontinental-los-pueblos-del-tercer-mundo-al-asalto-del-cielo/

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Lowenthal, A. F. (2006). De la hegemonía regional a las relaciones bilaterales complejas: Estados Unidos y América Latina a principios del siglo XXI. Revista Nueva Sociedad. Disponible en: htt://dialnet.unirioja.es/servlet/artículo?codigo=2382353

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Torrado, D. O. (1964). Instrucciones impartidas personalmente por el presidente de la República de Cuba, Dr. Osvaldo Dorticós Torrado, al compañero Armando Entralgo, embajador de Cuba en Ghana. La Habana: Archivo Central del Minrex.

Notas

1 Parte de estas estrategias era la exhibición de filmes norteamericanos que realzaran el American Way of Life mientras demeritaban otros modos de vida asociándolos a la incivilización y al salvajismo. Además, los periódicos de la época, las revistas y los propios textos de las iglesias fueron fuentes de información anticomunista, en muchos casos distorsionando la realidad y haciéndose eco de campañas, casi increíbles, como la que decía que en la Unión Soviética se hacían compotas con los niños. Paralelamente desarrollaron un sistema educativo que ponderara el estudio de la historia de Estados Unidos desde la visión de pueblo elegido.
2 En Cuba, durante los gobiernos auténticos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, la política de la Guerra Fría se evidenció en la ofensiva contra los dirigentes sindicales. Los casos más significativos fueron los asesinatos del líder azucarero Jesús Menéndez y del líder campesino Niceto Pérez.
3 Esta era una época donde se favorecía el poder de los comunistas en esas regiones y se reprimía toda manifestación de anticomunismo. En la atmósfera intelectual fueron fuentes de información las obras de teatros, las películas generadas en ese contexto, así como las revistas de los distintos movimientos comunistas.
4 La excepción fueron Yugoslavia y Albania, países donde la liberación se debió a la lucha de los partisanos, liderados por los comunistas.
5 Esta oficina era un organismo que expresaba la doctrina del movimiento, que debía ser acatada por todos los partidos.
6 Acerca de la presencia del Ejército Rojo en los países de Europa del Este hay muchas consideraciones críticas, desde los que reconocen la necesidad última de defender las regiones aledañas a la Unión Soviética, hasta los que criticaron la presencia de este en sus países y lo vieron como un acto de expansión imperialista soviética.
7 Los hombres de izquierda, incluidos los propios comunistas, no siempre estuvieron de acuerdo con la política del Komintern. Algunos por razones históricas, en el caso de Cuba, por el recuerdo del apoyo que en la década de los años cuarenta los comunistas le dieron a Batista; en otros, por el rechazo que existió a la firma del tratado de No Agresión entre Stalin y Hitler, que impidió un verdadero acercamiento.
8 Para más información sobre el tema consultar Boesner, D. (1990). Relaciones Internacionales de América Latina. Breve historia. Caracas: Editorial Nueva Sociedad.
9 Es un pacto de defensa mutua interamericana firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro. Fue el primero de su tipo después de la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus acápites estipula que, en caso de un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos y, en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inminente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de Naciones de las Naciones Unidas.
10 Con la creación de la Organización de Estados Americanos, en mayo de 1948, las formas de dominación hemisférica de Estados Unidos en la región de América Latina y el Caribe se fueron perfeccionando, a partir de la potenciación de estructuras que respondieran mejor a los nuevos esquemas de las relaciones internacionales. Estas formas tuvieron una de sus expresiones más concretas en el desarrollo creciente y constante de las organizaciones y organismos internacionales como mecanismos de política internacional, de cooperación y creación de consenso a nivel mundial.
11 De 59 países independientes que conformaban el mapa político mundial en 1945, para 1960 la cifra ascendía a 113, de ellos 64 pertenecían a la región afroasiática.
12 El término Tercer Mundo se utilizó por primera vez en 1952, en el artículo “Tres mundos, un planeta”, publicado por Alfred Sauvy, economista y sociólogo francés, en el periódico francés L´Observateur. Originariamente el término se inspiró en la concepción de los tres Estados concurrentes en la Revolución francesa, de los cuales el tercero, comenzaría la misma. Luego se haría referencia a los países que no formaban parte del mundo del capitalismo desarrollado ni del mundo del socialismo europeo, por tanto, el concepto vino a agrupar al conjunto de países subdesarrollados o en vías de desarrollo, independientemente de su estructura política, sistema económico o participación en comunidades internacionales.
13 Uno de los principios de la política exterior cubana fue la defensa de los movimientos de liberación nacional. Dentro de ellos ocupó un lugar destacado la defensa y ayuda a los movimientos latinoamericanos, sobre todo, los generados en aquellos países que mantenían relaciones hostiles con Cuba.
14 Este punto es de vital importancia porque legitima el derecho de Cuba a ser un país socialista, en momentos en que los críticos de la Revolución a nivel internacional, esgrimían el “alineamiento” de Cuba a la Unión Soviética, para desacreditar el papel desempeñado por Cuba dentro del MNOAL desde los primeros momentos.
15 Documentos de las Conferencias y Reuniones de los países No Alineados (1961-1978). Declaración Final de la I Cumbre del Movimiento de Países No Alineados. Archivo Central del Minrex.
17 La delegación cubana a esta Conferencia estuvo presidida por el entonces presidente de la República de Cuba, Dr. Osvaldo Dorticós Torrado.
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