EL MUNDO EN QUE VIVIMOS
Recepción: 11 Enero 2019
Aprobación: 20 Febrero 2019
Resumen: Aunque disentimos de ella, la geopolítica es el pensamiento impuesto en las relaciones internacionales por la lucha entre los poderosos. Apenas deja espacio protagónico a los Estados pequeños, cuya posibilidad de sobrevivencia se reduce aún más ante los retos que plantean la globalización, el ciberespacio y las nuevas armas subsónicas. Solo la unidad dentro de la diversidad planteada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños podría brindar la posibilidad de preservar una independencia con identidad propia. Palabras claves : geopolítica, multipolaridad, unipolaridad, modelos espaciales.
Abstract: Although we disagree with it, geopolitics is the thought imposed in international relations by the struggle between the powerful. It barely leaves space for small states, whose chances of survival are further reduced by the challenges posed by globalization, cyberspace and new subsonic weapons. Only the unity within the diversity proposed by the Community of Latin American and Caribbean States could offer the possibility of preserving an independence with its own identity.
Keywords: geopolitics, multipolarity, unipolarity, spatial models.
El orden geopolítico global y sus posibles derroteros
Parece haber consenso en que el orden geopolítico mundial, resultante de la desintegración de uno de los dos bloques que formaron el anterior mundo bipolar (1945-1990), todavía es unipolar. Al iniciarse, parecía que se había concretado el objetivo histórico de toda geopolítica, que es el establecimiento de un hegemón universal. Pero el orden unipolar alcanzado en la década de los años noventa, resultaba acto imperfecto debido a la supervivencia de importantes vestigios de periodos anteriores como la soberanía nacional, el Derecho Internacional y las estructuras multilaterales. No obstante sus muchos esfuerzos, el Estado hegemón ha carecido de la capacidad suficiente para cambiar esa realidad. Ante esto los partidarios del unipolio han propuesto diferentes alternativas: un orden imperial, un gobierno mundial, un mundo multilateral.
De otra parte, los que disienten del unipolio propugnan la idea del mundo multipolar, que pocas veces nos detallan, si bien señalan que debería ser algo diferente a lo conocido hasta ahora.
El objetivo del presente análisis es contribuir al debate sobre el momento histórico por el que transitan las relaciones internacionales, partiendo de cómo las interpreta el propio pensamiento hegemónico, porque solo el conocimiento cabal del adversario permite crear los instrumentos adecuados para enfrentarlo.
DESARROLLO
En los últimos años es muy común encontrar comentarios, análisis y estudios relacionados con el carácter unipolar o multipolar de las relaciones internacionales. La unipolaridad o la multipolaridad no son más que el ordenamiento geopolítico resultante de la interrelación entre las grandes potencias. Sin embargo, da la impresión de que muchos autores no parecen conscientes de que están tratando con categorías de la geopolítica, a la que a su vez tratan como si fuera una simple rama de la geografía. Esto me obliga a hacer algunas precisiones antes de entrar en el tema, objeto de mi actual preocupación.
La geopolítica es, pues, un tipo de pensamiento político que nace en la era del imperialismo. Su rasgo distintivo es que adjudica al espacio y, por tanto, al Estado, propiedades de actor animado, al que traslada los principios descubiertos por Darwin en la esfera de la biología. Esto le sirve para fundamentar la existencia de características especiales de los grupos humanos, que se desarrollan en determinadas regiones, dando pie así a diferentes teorías racistas y xenófobas. Nos lo confirma el general chileno Augusto Pinochet,1 uno de los más connotados geopolíticos de Latinoamérica, cuando afirma que en la obra de Rudolf Kjellen Staten Som Lifsform (El Estado con forma de vida), se señala al Estado dominado por dos influencias principales: “el medio geográfico y la raza y por tres influencias secundarias: la economía, la sociedad y el gobierno”. (Pinochet, 1967).
Otro de sus exponentes clásicos, el alemán Karl Ernst Haushofer (1869-1946), contrapuso sus métodos de análisis a lo que consideró “las vías secundarias y mezquinas de la concepción materialista de la historia” (Haushofer, 2012). Y es lógico que la geopolítica represente una visión contraria a la del materialismo histórico, porque emplean metodologías opuestas. Mientras este último interpreta el mundo partiendo de lo universal, la primera pretende hacerlo en base a lo local. Por eso tenemos geopolíticas inglesa, francesa, alemana, estadounidense o rusa, con criterios muchas veces encontrados sobre el mismo tema. Y es que la geopolítica es una versión extrema del paradigma realista, que no se limita a la interpretación de las relaciones en términos de lucha por el poder y a defender el interés nacional, sino que busca la hegemonía mundial. Por eso para el geógrafo y politólogo sueco Johan Rudolf Kjellén (1864-1922) las grandes potencias deberían ser el principal objeto de estudio de la geopolítica (Stokers, 2016). En ella no hay espacio para el protagonismo de los pequeños estados.
Por ser la cosmovisión de los poderosos, la Geopolítica se ha impuesto en las relaciones internacionales desde principios del siglo hoy determina la actuación de los grandes poderes con mayor fuerza que nunca antes. Según el norteamericano Straus, quien a finales de la década de los años noventa fuera Coordinador por su país del Comité de la Organización del Tratado del Atlántico Norte para Europa Oriental y Rusia, estructura encargada de preparar a la organización nortatlántica para la era posterior a la Guerra Fría, el desarrollo del espacio geopolítico mundial se había movido de la multipolaridad en la primera mitad del siglo, a la bipolaridad para caer al final de la centuria en la unipolaridad
Otro norteamericano, Cohen, presentó el modelo llamado de policentricidad y jerarquía, que divide al mundo en zonas geoestratégicas, cada una de estas con las correspondientes regiones geopolíticas. Su modelo jerárquico tiene varios niveles:
• Un primer nivel representado por “las esferas geoestratégicas”, que a semejanza de las de Mackinder, se dividen en:
− La marina, representada por el mundo de los estados marítimos dependientes del comercio.
− La esfera euroasiática, que comprende al mundo continental.
• El segundo nivel son las regiones geopolíticas, que integran cada una de dichas esferas geoestratégicas. Así, en la marítima entran cuatro regiones:
− Anglo-América y Caribe.
− Europa Occidental y el Magreb.
− La zona no continental (Off Short) de Asia y Oceanía.
− América del Sur y África Subsahariana. En la esfera euroasiática entran dos regiones geopolíticas: El Heardland Asia Oriental.
Fuera de las esferas geoestratégicas quedan tres formaciones complementarias:
− Asia Sur, que es una formación independiente con su propio código geopolítico.
− Medio Oriente, que es un cinturón divisorio, mejor dicho, dividido.
− Europa Centro-Oriental, que es una región “puerta”, que permite la comunicación potencial entre Occidente y la esfera geoestratégica continental (euroasiática)
• El tercer nivel está representado por los estados nacionales de las cinco grandes potencias: Estados Unidos, Rusia, Japón, China y la Unión Europea.
• El cuarto nivel son varias potencias de segundo orden, que dominan dentro de sus respectivas regiones, pero carecen de influencia global, debido sobre todo a su limitada participación en las relaciones políticas y económicas extra regionales.
• El quinto nivel lo integran los territorios subnacionales que son la “puerta” y en el futuro servirán como conductores de los vínculos entre los Estados. En cuestión de estructura se trata de espacios como las repúblicas que integran la Federación de Rusia, los Estados de Estados Unidos o las autonomías de España.
Las regiones geopolíticas se encuentran en diferentes niveles de desarrollo y por esto no coincide su interacción regional. Ante ello, Cohen propuso el concepto de “entropía” (del griego thrope = transformación) para el análisis del balance de los vínculos internos y externos de las regiones geopolíticas. Aquí, la entropía no se entiende como medida de incertidumbre (uncertainty) como en la informática, sino que se caracteriza por el nivel de proximidad de un sistema aislado al estado de equilibrio.
De acuerdo con el nivel de entropía se destacan cuatro categorías de regiones:
• Con bajo nivel de entropía: Anglo-América y los países del Caribe, Europa Occidental y el Magreb, Asia no continental y Oceanía.
• Con nivel medio de entropía: Hardland, Europa Centro-Oriental y Medio Oriente.
• Con alto nivel de entropía: Asia Sur y Asia Oriental.
• Con nivel súper alto de entropía: África Subsahariana y América del Sur (Cohen, 1994).
En Europa el escandinavo Johan Galtung vio el espacio unipolar dividido en siete paralelos y considera que el mundo es menos previsible y diagnosticable que durante la Guerra Fría. Ahora, los siete paralelos que aspiran a la hegemonía son:
• Estados Unidos con claros instintos de convertirse en el hegemón de los hegemones.
• La Unión Europea.
• Rusia y otros países de la Comunidad de Estados Independientes.
• Turquía y aproximadamente, otros 10 países.
• India.
• China.
• Japón.
De alguna manera, seis de esos centros son “coordinados” por el hegemón, por lo que es más profesional hablar de un mundo unipolar con siete paralelos, que de un mundo con siete centros (Galtung, 1994).
En Rusia, Anatoli Adamishin, quien fuera Primer Vicecanciller en de 1992 a1994, escribió: “En las condiciones de una economía y una política mundiales determinadas por Estados Unidos es imposible imaginarse sin ellos el enfrentamiento exitoso a las nuevas amenazas. En la coalición con otras potencias, incluyendo Rusia, el papel dirigente de Estados Unidos es indiscutible” (Adamishin, 2003).
Es clara pues, la unanimidad existente entre los geopolíticos de que el actual mundo es unipolar y que el centro del unipolio son Estados Unidos. Pero esta unipolaridad coexiste con el sistema de Westfalia, vigente en el principio de la soberanía y con una serie de instituciones internacionales que expresan el equilibrio de otras épocas en la historia de las relaciones internacionales, por lo que el pensamiento hegemónico choca con contradicciones que busca superar. En el empeño aparecen tres tendencias:
• Los partidarios más consecuentes de la unipolaridad, que buscan la legalización del estatus hegemónico de “Imperio Norteamericano”.
• Los partidarios de la “no polaridad”, que en lugar de una hegemonía norteamericana directa, buscan un modelo de “gobierno mundial”.
• El otro que es el “mundo multilateral”, basado en el predominio de los organismos internacionales controlados por Washington.
La única diferencia entre los últimos dos modelos es que el primero hace hincapié en la coordinación entre los países occidentales democráticos, mientras el segundo incluye también a actores no estatales.
En cualquier caso, los debates sobre cómo debe ser este mundo unipolar demuestran, en primer lugar, que este no solo existe, sino que todavía tiene formas para seguirse desarrollando y esa es una de las cuestiones que deberíamos observar muy atentamente en el periodo inmediato.
La concepción geopolítica opuesta a la unipolaridad es la del mundo pluripolar o multipolar. Sobre su inevitable advenimiento se ha escrito mucho e incluso se han hecho pronósticos exactos. El 20 de noviembre de 2008, en el informe “Global Trends 2025” del National Intelligence Council de Estados Unidos se indicaba que la aparición de un “sistema multipolar global” debe esperarse en un plazo de dos décadas (Global Trends, 2025). De esto se habla en muchos documentos gubernamentales bilaterales y multilaterales, pero ninguno describe exactamente cómo será la multipolaridad. Al parecer los que más han intentado avanzar en ese camino son algunos teóricos rusos. En el 2002 el politólogo, Viacheslav Nikonov, en un artículo titulado “Atrás, hacia el Concierto”, defiende abiertamente la idea de crear una especie de Santa Alianza mundial. “Ahora, en las condiciones de la globalización, el concierto se realizaría en una escena global, con participación como mínimo de Rusia, Estados Unidos, Europa, Japón, India, ante todo China y alguien más” (Viacheslav, 2002).
La propuesta más acabada la hace el también ruso Alexandr Duguin (2016), quien destaca seis elementos esenciales:
• El mundo multipolar sería estructurado en unos pocos centros de toma de decisiones estratégicas globales independientes y soberanos.
• Estos centros deberían estar suficientemente equipados y ser económica y materialmente independientes.
• Estos centros no deben aceptar el universalismo de los estándares, normas y valores occidentales y pueden ser totalmente independientes de la hegemonía espiritual de Occidente.
• Debe haber más de dos polos en un mundo multipolar.
• El sistema de Westfalia requiere revisión, porque no es suficiente ser un Estado-nación para defender la soberanía, que solo puede garantizarse mediante una combinación o coalición de Estados.
• La multipolaridad no es reducible a la no polaridad, ni al multilateralismo (Dugin, 2016).
Como ya vimos, los grandes teóricos de la geopolítica mundial no otorgan ningún papel protagónico a América Latina y el Caribe y solo nos ven como objeto del dominio norteamericano o de la disputa entre este y alguna que otra gran potencia. Aun así, el pensamiento geopolítico ha encontrado servidores, particularmente en el Cono Sur, cuya mayor expresión es la obra y práctica del chileno Augusto Pinochet.
La pugna por la hegemonía regional entre las élites burguesas de Brasil y Argentina a la que se incorporaba Chile, alentó el pensamiento geopolítico, particularmente entre los estamentos castrenses y extendió estas ideas a los Andes: Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia y Venezuela. Pero cometeríamos un serio error si viéramos solo geopolítica en todo el pensamiento político suramericano. Como afirma Miguel Ángel Barrios: “la historia de América Latina transcurre bajo la tensa bipolaridad entre monroísmo vs bolivarismo” (Barrios, 2016) y este último para nada representa un pensamiento geopolítico, aunque como es lógico también tiene una dimensión espacial.
Bolívar no competía por el dominio del mundo, sino solo por la independencia de nuestros pueblos. En sus seguidores, particularmente en José Martí, sus proyectos se precisaron y profundizaron, especialmente con el concepto sobre el equilibrio del mundo, otra idea con dimensión espacial, pero con un contenido y una función totalmente diferentes a la de la geopolítica.
La Revolución Cubana heredó el proyecto liberador bolivariano y martiano, y lo amplió en su dimensión geográfica, contribuyendo a incluir en este a todos los espacios continentales, pero no se ha limitó a ello, sino que lo enriqueció con su práctica del internacionalismo. Como bien dijo el Maestro Martínez Heredia: “¿Y qué mayor triunfo sobre la geopolítica que el ejercicio del internacionalismo?” (Martínez Heredia, 2015). Efectivamente, no es posible comprender, ni explicar el papel jugado por Cuba en África partiendo de criterios geopolíticos.
CONCLUSIONES
El pensamiento geopolítico es dominador y hegemonizante, propio de las grandes potencias y se contradice con la búsqueda de un mundo de igualdad, solidaridad y justicia.
La condición de pequeños estados de Cuba, el Caribe y la mayoría de los Estados latinoamericanos, los convierte en presas fáciles de los proyectos geopolíticos que se conciben ante todo por Estados Unidos, pero no solo, y un futuro mundo multipolar podría multiplicar la presión sobre nosotros de diferentes polos de tracción y de la correspondiente competencia entre ellos.
En tales circunstancias, solo la unidad dentro de la diversidad consignada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños podría permitirnos la preservación de nuestra independencia e identidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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