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Literatura Comparada entre Brasil y Argentina. La búsqueda de lo nacional a través de los textos indianistas durante el siglo XIX
Literatura Comparada entre Brasil e Argentina. A busca pelo nacional através dos romances indianistas do século XIX
El taco en la brea, núm. 20, e0161, 2024
Universidad Nacional del Litoral

Dossier

El taco en la brea
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2362-4191
Periodicidad: Semestral
núm. 20, e0161, 2024

Recepción: 16 Abril 2024

Aprobación: 24 Julio 2024

Para citar este artículo:: Dias, A. (2024). Literatura Comparada entre Brasil y Argentina. La búsqueda de lo nacional a través de los textos indianistas durante el siglo XIX. El taco en la brea, (20) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0161 DOI:10.14409/eltaco.10.20.e0161

Resumen: El objetivo de este artículo es comprender cómo se produjo la búsqueda del nacionalismo en América Latina, especialmente en Brasil y Argentina, teniendo en cuenta la producción literaria que se desarrolló a partir de los movimientos independentistas del siglo XIX. Tanto en Brasil como en Argentina, la literatura se basó en la imagen del indígena, a través de discursos que utilizaban los conceptos de civilización y barbarie para destacar la mejor forma de materializar el proyecto nacional que se llevaba a cabo en las regiones. Teniendo esto en cuenta, analizo cómo se desarrolló la literatura en Brasil, a partir de la producción de los escritores Gonçalves Dias, Magalhães y Alencar. Y tomando el caso argentino como contrapunto a la realidad brasileña, presento también cómo se produjo el proceso de surgimiento de la literatura argentina, a partir de la Generación de 1837, en un análisis comparativo con las obras indianistas brasileñas a través de Marcela Croce. En cuanto a la literatura argentina, destaco las obras de Juan María Gutiérrez, quien, junto con los escritores brasileños, buscó representar la imagen del indígena en narrativas y discursos en pos de la construcción de la nacionalidad de los países mencionados.

Palabras clave: literatura, indígena, Brasil, Argentina, indianismo.

Resumo: O objetivo deste artigo é compreender como ocorreu a busca pelo nacionalismo na América Latina, especialmente no Brasil e na Argentina, levando em consideração a produção literária que se desenvolveu a partir dos movimentos independentistas do século XIX. Tanto no Brasil quanto na Argentina, a literatura se baseou na imagem dos indígenas, por meio de discursos que utilizam conceitos de civilização e barbárie para destacar a melhor forma de materializar o projeto nacional que se realizava nas regiões. Levando isso em conta, analiso como a literatura se desenvolveu no Brasil, a partir da produção dos escritores Gonçalves Dias, Magalhães e Alencar. E tomando o caso argentino como contraponto à realidade brasileira, apresento também como ocorreu o processo de surgimento da literatura argentina, a partir da Geração de 1837, em uma análise comparativa com as obras indianistas brasileiras através de Marcela Croce. No que diz respeito à literatura argentina, destaco as obras de Juan María Gutiérrez, que junto com escritores brasileiros procurou representar a imagem dos indígenas em narrativas e discursos na busca pela construção da nacionalidade dos países mencionados.

Palavras‒chave: literatura / indígena / Brasil / Argentina / indianismo

La noción de nacionalismo en América Latina

En algunas regiones de América, la fluidez en las comunicaciones transatlánticas contribuyó para la rápida y fácil difusión de las nuevas doctrinas políticas y económicas que estaban surgiendo en Europa. Según Anderson, uno de los factores que ayudó en la formación del nacionalismo en América fue «a difusão das ideias liberalizantes do Iluminismo na segunda metade do século XVIII» (2008:88). El liberalismo y la Ilustración tuvieron un profundo impacto al ofrecer un arsenal de críticas ideológicas a los modelos imperiales de la época. Sin embargo, ambas ideologías no contribuyeron a crear ningún tipo de idea vinculada a los movimientos independentistas. Ni la Ilustración ni el liberalismo aportaron aspectos que pudieran contribuir para la formación de una nueva conciencia nacional. Según Graham (2001), algunos historiadores latinoamericanos creen que, en América Latina, la solidaridad y la identidad nacional ya existían antes del surgimiento de los Estados independientes, asumiendo que el establecimiento de un Estado fue el primer paso hacia la creación de una nación en el siglo XIX.

Así, Anderson (2008) subraya que fueron los criollos quienes desempeñaron el papel de definidores de la nacionalidad americana, a través de la producción de obras y discursos destinados a conformar la identidad de cada región de América. Las narrativas producidas se basaban en la prensa hispanoamericana y uno de los rasgos fundamentales era el carácter local de los periódicos de la época, que naturalmente creaba una comunidad imaginada entre un conjunto específico de lectores. Los primeros nacionalistas mexicanos, por ejemplo, se referían a sí mismos como: nosotros los Americanos y a México como nuestra América. Según Anderson (2008), esto se ha interpretado como una expresión de vanidad por parte de los criollos locales que veían a México como el centro del Nuevo Mundo.

En Argentina, el primer programa de literatura nacional apareció en el periódico El Recopilador en 1836, escrito por Juan María Gutiérrez y publicado por la imprenta de César Hipólito Bacle. Según Panaia y Croce (2013), los grabados y textos circularon por Buenos Aires ilustrando las costumbres y la sociedad urbana después de la Revolución de Mayo. Menos centrado en el periodismo informativo que en el cultural, el diario de Gutiérrez «opera como el origen de la crítica literaria en la Argentina y hace de su editor el iniciador de una práctica imprescindible para certificar la existencia de una literatura: reunir las obras disponibles y someterlas a escrutinio» (Panaia y Croce, 2016:207).

Brasil tuvo un proceso diferente al de las colonias hispanoamericanas. Graham (2001) comenta que la comparación de la historia brasileña con la de la América española, en determinados momentos, pone de manifiesto diferencias que ayudan a explicar la experiencia brasileña. Los acontecimientos ocurridos en Europa, como la invasión napoleónica, la huida de la Corte a Brasil y los intentos de las cortes portuguesas de imponerse en la colonia entre 1820 y 1822, explican la forma más o menos pacífica en que se alcanzó la independencia, lo que contribuyó al proceso de unificación del territorio brasileño en una sola nación, proceso que fue diferente de lo ocurrido en las colonias hispanoamericanas. Sobre esta cuestión, Ilmar Rohloff de Mattos (2017) muestra que los intereses de clase estaban específicamente vinculados al poder del Estado. La clase formada por productores de café, recientemente enriquecidos de la región de Rio de Janeiro y liderados por un pequeño grupo de políticos/estadistas activos, se definía por su oposición a otras clases, especialmente los esclavos y la plebe urbana.

Esta clase dominante se vio reforzada por una ideología del orden, desarrollada y defendida por abogados, jueces, periodistas, profesores, médicos, empresarios, políticos y burócratas. Así, fue a través del propio proceso de formación de una clase poderosa que surgió un Estado centralizado y fuerte. Según Mattos (2017), el Estado no funcionaba simplemente como un aparato coercitivo, sino como un instrumento de orientación intelectual y moral. Graham (2001) también subraya que estos intereses contribuyeron decisivamente a la formación de una nación. Los intereses materiales y económicos condujeron tanto a la unidad nacional como a un Estado centralizado.

La prensa también se estableció en Brasil en los años previos a la independencia con la circulación del Correio Braziliense (1808‒1822) y pocos años después de la emancipación del país con la circulación de la Aurora Fluminense (1827‒1835). El primer periódico circulaba clandestinamente, buscando presentar un esquema de organización política e inserción comercial en un contexto global, mientras que el segundo buscaba presentar reflexiones sobre la forma de gobierno que mejor se adecuase a los nuevos tiempos. De este modo, anunciantes y periodistas desempeñaron un papel fundamental en el debate sobre «del destino que más le convenía al flamante Imperio» (Panaia y Croce, 2016:199).

En relación con la distinción entre el proceso emancipador en Brasil y las naciones hispanoamericanas, Panaia y Croce (2016) comentan que Correio Braziliense fue inicialmente consciente de la dificultad de evitar el desmembramiento y el desorden de un territorio tan vasto como el de Brasil si no se consideraban los principios para la organización futura:

En ese orden, sorprende todavía hoy el carácter programático de muchos de los artículos que aparecieron en el periódico que suele considerarse órgano fundante de la prensa brasileña. Algo más tarde, los años de la Independencia coincidieron con el auge de las ideas liberales que el filósofo francés Benjamin Constant planteara en 1819 en un ateneo de París. En ese esquema, la Aurora Fluminense se estableció como principal vocero de una libertad que resguardaba con celo el ámbito privado, la disposición de movimiento y las garantías irrestrictas que aseguraran la libre expresión y la propiedad. (199)

Los artículos publicados inicialmente por Correio Braziliense, y más tarde por Aurora Fluminense, sobre la organización política del Imperio, contribuyeron a evitar la fragmentación del territorio y a asegurar la consolidación de las fronteras de la nación brasileña.

La reflexión estratégica sobre el futuro de la nación se consolidó en 1816 con la presentación del «Programa para el desarrollo de Brasil» por el Correio Braziliense, afirmando que «el territorio ya es la parte más importante y poblada de la monarquía europea» (Panaia y Croce, 2016:202). A partir de ahí, algunas ideas fundamentales se materializaron con el tiempo: la inmigración europea en la colonia, la consolidación de la agricultura, la industria y las artes, y la construcción de una gran ciudad en el interior, que sería la capital de Brasil.

La propuesta era establecer la ciudad de Rio de Janeiro como centro administrativo, «a fin de poblar las áreas más remotas y asegurar la unificación de tan vasto espacio» (Panaia y Croce, 2016:202). De este modo, el Correio Braziliense se presentaba como una publicación periódica atenta a los asuntos de Brasil y Portugal, así como a los relacionados con Inglaterra, España y la región del Río de la Plata. En sus páginas aparecían noticias sobre los intercambios comerciales entre las potencias, transcripciones de fragmentos «de la prensa londinense y reproducciones de documentos oficiales y decretos que se expiden sobre la situación acuciante que atraviesan Portugal y España» (Panaia y Croce, 2016:201).

Además, Croce (2016) destaca que el paralelismo histórico entre la Revolución de Mayo y la Independencia brasileña no buscó forzar similitudes, sino inscribirse cuidadosamente en la cronología latinoamericana. Esta concepción se basó en una disimetría entre el entusiasmo ideológico y las producciones estéticas hasta el surgimiento del romanticismo como modelo literario y teórico para pensar la nación, como primera orientación cultural de la independencia. En este escenario, la comparación entre Brasil y Argentina busca combinar aspectos culturales e histórico‒políticos para interrelacionar las producciones del período. En este sentido, los puntos sobresalientes producidos en ambos territorios se orientaron hacia los esfuerzos intelectuales que promovieron la entrada del romanticismo en la región. Croce subraya que «el papel de la prensa tanto oficialista como opositora (y la dialéctica que se entabla entre ambas), las formas de inclusión y exclusión de sujetos sociales a través de la práctica escrituraria» (2016:12), como ocurrió con la poesía gauchesca e indigenista, encontraron expresión poética a mediados del siglo XIX.

El Romanticismo y su papel en la formación de la nación brasileña

Aunque hubiera indicios de producciones dirigidas a la emancipación de la colonia, se puede afirmar que, a principios del siglo XIX, la colonia seguía bajo el dominio de la metrópoli portuguesa, es decir, no había ningún movimiento hacia la formación de una nacionalidad brasileña. Según Mendes (2004), la literatura brasileña que se estaba construyendo durante el periodo colonial era esencialmente europea,[1] pero los personajes, los ambientes físicos y la propia lengua iban adquiriendo características locales para expresar la nueva realidad cultural y humana. De este modo, el proyecto de materialización de la nación tomó conciencia de su realidad poco después de la proclamación de la Independencia en 1822, desempeñando un papel central en la búsqueda de lo nacional.

Como consecuencia, la intelectualidad brasileña tomó conciencia de la realidad del país, con el objetivo de crear una literatura que se distanciase de la influencia portuguesa. El movimiento literario brasileño se desarrolló en pleno proceso de independencia, en el que la elite de la época se encontró ante la tarea de dar cuenta de la nación, a través de elementos que pudieran presentar al nuevo país desde el punto de vista de su identidad, al tiempo que explicitaban los intereses del gobierno imperial. Para definir los nuevos moldes a seguir por la nueva sociedad brasileña, fue necesario desarrollar discursos y narrativas basados en características que definieran la «brasileñidad». Así, la elite letrada brasileña había encontrado en el romanticismo un telón de fondo para la definición de la identidad brasileña. Fue una época de afirmación del Estado nacional y de su tendencia centralizadora.

Según Mendes (2004), la novela en la literatura brasileña no era solo un reflejo de la situación política y social, sino sobre todo una búsqueda de la construcción de una identidad cultural en un país que acababa de salir de la condición de colonia, con un camino a seguir para realizar ese ideal. Este contexto histórico explica la aparición de la novela fundacional, como también ocurre en otros intentos de establecer el momento en que se creó un país, elevando a la categoría de héroes a los elementos que lo forjaron o contribuyeron a él. De este modo, Gebara (2016) destaca el esfuerzo realizado por los literatos de la época para encontrar las especificidades de la nación brasileña, sin perjudicar profundamente el proceso de continuidad que estaba en marcha. Este proceso recae en aquel elemento que venía siendo utilizado desde el período de Brasil como colonia, en el que se abordaba la naturaleza como tema central de sus descripciones de los trópicos.

Para José de Alencar, la misión de los intelectuales era contribuir a la «formación de una nacionalidade» que consolidara la independencia política que tuvo lugar en 1822. Según V. Borges (2011), en diversos escritos teóricos, ensayos críticos, que componen su perigrafía, cartas, prefacios y epílogos, José de Alencar reflexionó sobre su obra literaria y se refirió a América en constante diálogo con otros intelectuales, tanto brasileños como extranjeros, tanto clásicos como modernos. De estos textos se desprende la búsqueda constante de una forma de construir su obra y una literatura que fuera americana, en general, y brasileña, en concreto. Para ello tuvo que utilizar la lengua portuguesa, pero no la escrita por autores portugueses, sino la brasileñizada.

Esta brasileñización fue el resultado de la interacción entre naturaleza y sociedad, de la mezcla de culturas, razas y lenguas a lo largo del proceso histórico que se inició con la invasión europea de América. Para V. Borges, los textos de José de Alencar revelan:

a inserção nos circuitos intelectuais nacional e estrangeiro, além do princípio geral que ordenou e guiou sua concepção de literatura nacional. Seu eixo era a questão de vincular a produção literária à realidade americana, brasileira, e encontrar uma linguagem que tanto expressasse esse real e suas particularidades, quanto absorvesse os modelos e proposições estéticas dos movimentos culturais internacionais daquele momento, e também aqueles já inseridos na tradição. (2011:87)

El paisaje tropical despertó el interés tanto de los literatos brasileños como de los historiadores europeos, que fueron los primeros en producir obras literarias sobre Brasil. Como resultado, el pasado colonial se convirtió en tema de debate entre los literatos brasileños. Ejemplo de ello es la obra Caramuru: Poema Épico do Descobrimento da Bahia, una de las referencias básicas de la literatura romántica brasileña, publicada en Portugal en 1781. Los elementos que caracterizan la obra y su recepción en los círculos literarios europeos están vinculados a la forma en que se construyó la literatura brasileña en el país. La novela es una epopeya religiosa, antipombalina y ficcional, que representa a Brasil a través de una visión grandiosa y eufórica de la naturaleza.

«Ensayo sobre la historia de la literatura en Brasil., por Gonçalves de Magalhães

Aunque hubiera obras literarias producidas a principios del siglo XIX, la marca inicial del romanticismo en Brasil llegó con la publicación de «Ensaio sobre a história da literatura no Brasil», de Domingos José Gonçalves de Magalhães, en 1836, para la Revista Nitheroy. Según Croce (2016), su papel en términos literarios coincide con Echeverría, «en la circunstancia de ser reconocido como cabeza de grupo y jefe de una generación» (276). De este modo, Almeida (2013) señala que el ensayo se incluye en la lista de manifiestos románticos empeñados en examinar el pasado literario del país, con premisas nacionalistas, destacando la creciente identificación de nuestra producción con la especificidad de la historia y la naturaleza brasileñas.

En su ensayo, Gonçalves de Magalhães (1836) expuso todos los tópicos de la historiografía romántica oficializada, empezando por el papel de la literatura, que anunciaría a las generaciones futuras el carácter del pueblo, del que es la única representante:

Cada povo tem sua Literatura, como cada homem o seu caráter, cada árvore o seu fruto. Mas esta verdade, que para os primitivos povos é incontestável, e absoluta, todavia alguma modificação experimenta entre aqueles, cuja civilização apenas é um reflexo da civilização de outro povo. Então semelhante às árvores enxertadas, veem-se pender dos galhos de um mesmo tronco frutos de diversas espécies, e posto que não degenerem aqueles, que do enxerto brotaram, contudo, algumas qualidades adquirem, dependentes da natureza do tronco, que lhes dá o nutrimento, as quais os distinguem dos outros frutos de sua mesma espécie. Em tal caso, porém as duas Literaturas marcham a par, e conhecer-se pode qual a indígena, qual a estrangeira.

En su discurso, Magalhães enfatizó cómo debe ser abordada la literatura, teniendo en cuenta la identidad de cada pueblo, y destacando cómo las naciones civilizadas han modificado las raíces de los pueblos considerados «primitivos».

Para Croce, la propuesta del «Ensayo» sigue caminos diferentes en relación con la literatura argentina, delimitándose en la búsqueda de «poner la literatura comparada que promueve el “injerto” de una mitología antigua y un recuerdo de las costumbres que no son suyas, con los elementos propios» (2016:277). En su obra, Gonçalves de Magalhães enfatiza la necesidad de construir un sentimiento patriótico ante la nueva configuración de la nación brasileña. Según Almeida (2013), el intelectual participó de una tendencia antilusitana, muy común entre los escritores brasileños del período posterior a la independencia. Magalhães señaló las formas de nacionalización de la literatura, como la valorización de la naturaleza, el abandono de la mitología grecolatina y la tematización del indio y sus tradiciones.

En este sentido, la propuesta de Magalhães sigue centrándose en el desarrollo de una narrativa coherente con la identidad brasileña, con vistas a distinguir su identidad de la de la antigua metrópoli portuguesa. A pesar de la relación que mantuvieron como colonia y colonizador, las concepciones encontradas en ambas literaturas seguirían caminos diferentes de la producción literaria producida en la antigua metrópoli. A partir de ese momento, sería necesario vincular a Brasil con su naturaleza exuberante y original, contribuyendo no solo al desarrollo de la poesía entre los pueblos indígenas, pero también la definición de la literatura brasileña, a partir de sus diferencias con las producciones literarias de la antigua metrópoli portuguesa.

A partir de ahí, Magalhães presenta una evaluación negativa del legado colonial:

Não se pode lisonjear muito o Brasil de dever a Portugal sua primeira educação, que tão mesquinha foi ela, que bem parece ter sido dada por mãos avaras e pobres; contudo boa ou má dele herdou, e o confessamos, a Literatura, e a Poesia, que chegadas à América não perderam seu caráter Europeu. Com a Poesia vieram todos os Deuses do paganismo, espalharam-se pelo Brasil, e dos céus, das florestas, e dos rios se apoderaram. A Poesia do Brasil não é uma indígena civilizada, é uma Grega, vestida à Francesa, e à Portuguesa, e climatizada no Brasil. (1836)

Gonçalves de Magalhães consideraba que la mitología grecolatina era una influencia perjudicial, ya que no armonizaba con la realidad brasileña y debía ser sustituida por una valoración de la identidad local. De no ser así, la importación de la mitología grecolatina seguiría obstaculizando el progreso de la civilización y, en consecuencia, impediría el florecimiento del genio nacional.

El poeta se preocupaba por la autonomía cultural del país, argumentando que, a diferencia de los indígenas, los cultores del neoclasicismo, influidos por los modelos de la Antigüedad, eran incapaces de captar los sentimientos que brotaban de un entorno como el brasileño, representado por una naturaleza exuberante, que contribuía a la inspiración de los poetas. En este sentido, el indígena es considerado el elemento característico de la poesía brasileña, es decir, parte fundamental del proceso de nacionalización literaria, influyendo en la producción de los escritores brasileños.

Magalhães defendió la tesis de la influencia del entorno en la creación artística, señalando que, en lugar de imitar la mitología grecolatina, era necesario estimular una autonomía vinculada a la exploración y valoración del color local. Además, en su obra, el intelectual reconoce el talento poético y musical de los indígenas:

Com tão felizes disposições da Natureza o Brasil necessariamente inspirar devera seus primeiros habitadores; os Brasileiros músicos, e poetas nascer deviam. Quem o duvida? Eles foram, eles ainda o são. Por alguns escritos antigos sabemos que várias tribos índias pelo talento da música, e da Poesia se avantajam. Entre todas, os Tamoios, que mais perto das costas habitavam, eram também os mais talentosos; em suas festas, e por ocasião de combates, inspirados pelas cenas, que os torneavam, guerreiros hinos improvisavam, com que acendiam a coragem nas almas dos combatentes, ou cantavam em coros alternados de música, e dança hinos herdados dos seus maiores. (1836)

A partir del extracto anterior, Gonçalves de Magalhães dejó claro que su proyecto de nacionalización literaria giraba principalmente en torno a la exaltación de la naturaleza indígena y tropical.

De este modo, el movimiento romántico brasileño fue configurado por novelistas que enfatizaron obras centradas en la novela indianista, urbana y regionalista, siguiendo los deseos de los literatos e intelectuales brasileños. Según Mendes (2004), el inicio de la literatura indianista en Brasil coincidió con la toma de conciencia por parte de los escritores de la necesidad de valorar el elemento humano indígena como fundador de la nacionalidad junto al colonizador portugués. El indio fue entonces una salida consecuente para nuestro nacionalismo, proporcionando un tema rico y agresivo, en el que tenía un anhelo nativista, un rasgo de valorización histórica.

Bosi afirma que es propio de la imaginación construir mitos que nos ayuden a comprender el tiempo anterior que los forjó, y en el caso brasileño, la construcción de los símbolos nacionales se desarrolló en torno al indianismo, a partir del «movimento europeu de romantização das origens nacionais» (1992:176). Mientras que en Europa, las figuras y escenas medievales ganaron protagonismo, en Brasil el mundo indígena se estableció a través de un retorno al pasado, mediante un dibujo de contrastes, que, según Bosi, se habría esperado que ocupara el imaginario rebelde que venía del período poscolonial. Sin embargo, la figura del indígena que permaneció fue la de la novela de ficción, imagen que será retratada con más énfasis en el próximo tema.

El indianismo brasileño en las obras de Gonçalves Dias y José de Alencar

La elección del indio como símbolo nacional heroico consagró la literatura como fundamental para el desarrollo del indianismo en el movimiento romántico brasileño. A pesar de haber sido iniciada por extranjeros, correspondía a los escritores brasileños construir una literatura genuinamente nacional, produciendo obras que enfatizaran los rasgos más representativos de la brasileñidad, como la naturaleza tropical y los pueblos originarios de la tierra, los indígenas. Según Ribeiro (2006), bajo los parámetros de la imaginación romántica el indígena ganó el estatus de símbolo nacional, como habitante originario del país.

De esta manera, el indianismo se convirtió en una de las principales vertientes de la versión y comenzó a ser referenciado en discursos y obras políticas, literarias, históricas, científicas y artísticas desde las décadas de 1820 y 1830 hasta la década de 1860. Sin embargo, según Souza (2019), el indianismo se consolidó a partir de 1846, con la publicación de Primeiros cantos de Gonçalves Dias, y se mantuvo en su apogeo hasta la década de 1860, con la publicación de O Guarani (1857) e Iracema (1865). Las obras de José de Alencar, según Bosi (1992), fundaron la literatura nacional, pero Antonio Candido afirma que la consolidación del Romanticismo vino de las obras de Gonçalves Dias, «en el mediocre panorama de la primera fase romántica por las cualidades superiores de inspiración y conciencia artística» (2007:401).

Para Candido, fue a través de Gonçalves Dias que otros poetas pasaron a producir obras literarias centradas en el indianismo. Así, su papel en la literatura brasileña no se debe a sus reflexiones dramáticas o a sus pretensiones de consolidar el sistema literario, sino al «modo en que practica el indianismo al que ya se había lanzado Magalhães en poesía y que tendrá su mayor exponente en prosa en los textos de Alencar» (Croce, 2016:307). A partir de entonces, las producciones pasaron a ser representadas a través de la figura del indígena, como expresión auténtica de la nacionalidad, altamente idealizada.

Las obras indianistas se expresaban en costumbres y lenguas indígenas, idealizando a los indios del pasado, al tiempo que invisibilizaban o demonizaban a los grupos o individuos indígenas aún presentes en el territorio brasileño. Ribeiro señala que los escritores románticos «proyectaron la imagen del indio en un pasado mítico e histórico, con el objetivo de reflejarlo en el conquistador y celebrar el heroísmo y la valentía, caros a los caballeros medievales europeos, en el personaje elegido como genesíaco en tierras brasileñas» (2006:144).

La imagen del indígena se establece como símbolo de pureza e inocencia, representando a un hombre no corrompido por la sociedad, no capitalista, semejante a los héroes medievales, fuerte y ético. En este sentido, Croce destaca que la originalidad del texto de Gonçalves Dias, Primeiros cantos, radica en el intento de concebir la expresión brasileña de una clara identidad nacional, «insistiendo en la elevación del indio a héroe vernáculo, nítidamente inspirado en los héroes portugueses, aunque con elementos de primitivismo que indican su condición incorrupta respecto de la codicia lusa» (2016:301).

De este modo, la obra de Gonçalves Dias se basa en tales concepciones, presentando al indígena heroico como protagonista de sus versos:

Aqui na floresta

Dos ventos batida,

Façanhas de bravos

Não geram escravos,

que estimem a vida

Sem guerra e lidar.

‒ Ouvi-me, Guerreiros.

‒ Ouvi meu cantar.

Valente na guerra

Quem há, como eu sou?

Quem vibra o tacape

Com mais valentia?

Quem golpes daria

Fatais, como eu dou?

‒ Guerreiros, ouvi-me;

‒ Quem há, como eu sou? (Dias, 1846)

En «O canto do Guerreiro» el poema es protagonizado por el indio, cuyos versos afirman una concepción del valor de la condición indígena que sobresale como rasgo determinante de la personalidad de estos pueblos y se convertirá en el sello de toda la representación del indio en la poesía de Gonçalves Dias: la condición de hombre libre y su figuración como héroe nacional dotado de valor, representado como «guerrero en la guerra».

En el segundo poema, «O canto do piaga», Gonçalves Dias hace hincapié en el sufrimiento de los indígenas como consecuencia de la invasión portuguesa de su territorio:

Oh! quem foi das entranhas das águas

Nossas terras demanda, fareja...

Esse monstro... – o que vem cá buscar?

Não sabeis o que o monstro procura?

Não sabeis a que vem, o que quer?

Vem matar vossos bravos guerreiros

Vem roubar-vos a filha e a mulher! (1846)

Gonçalves Dias presenta el anuncio del chamán sobre la llegada de los invasores, destacando los sentimientos de los indígenas ante lo que estaba a punto de suceder.

En otro poema titulado «Deprecação», el escritor utiliza las creencias de los indígenas, basadas en sus religiones, para abordar su angustia ante la invasión de sus tierras:

Anhangá impiedoso nos trouxe de longe

Os homens que o raio manejam cruentos,

Que vivem sem pátria, que vagam sem tino

Trás do ouro correndo, voraces, sedentos.

E a terra em que pisam, e os campos e os rios

Que assaltam, são nossos; tu és nosso Deus:

Por que lhes concedes tão alta pujança,

Se os raios de morte, que vibram, são teus?

En el pasaje anterior, Croce (2016) destaca que se reprocha a Tupã la pérdida de la propiedad indígena. Gonçalves Dias presenta sus observaciones a partir de la narración de un indígena, en la que invoca a Tupã (deidad tupí‒guaraní del trueno, transformada en Dios monoteísta por los misioneros) sobre el castigo que estaría imponiendo a los indios al enviar a los blancos.

Sin embargo, aunque los poemas se basaran en la ficcionalización, para los autores brasileños era esencial demostrar el conocimiento de la historia que se contaba. Según Sá (2012), la principal preocupación de los escritores brasileños era cómo explicar e incorporar el pasado a la historia del país, forjando una cultura y una historia «verdaderamente brasileñas». Así, la novela indianista se basó en procedimientos históricos, a partir de la recuperación de registros documentales coloniales, como crónicas, relatos de viajeros, cartas, documentos jesuíticos y diccionarios. En su poesía, Gonçalves Dias hizo uso de las fuentes coloniales de la misma forma que los cronistas, «destacando el coraje y la belicosidad de los tupinambás y de sus enemigos, cuestión que fue muy criticada ante el deseo del escritor de equiparar a los indígenas brasileños con los europeos medievales» (Sá, 2012:194).

José de Alencar también utilizó fuentes coloniales en la producción de sus obras. Según Mendes (2004), la idealización del indio por parte de Alencar se basó en dos fuentes principales: la perspectiva histórica de la formación brasileña, señalada por Martius, y las descripciones de las culturas indígenas a partir del conjunto de obras de cronistas de los primeros siglos. En O Guarani, por ejemplo, el escritor se basó en las observaciones realizadas en 1587 por Gabriel Soares de Sousa,[2] determinando la realidad ficticia a través de los ojos de este autor: la figura del indio en estado puro y no la del indio corrompido por el tiempo. El texto estaba muy lejos de representar la realidad de la época. El documento remite automáticamente al lector a una época en la que era posible vislumbrar al indígena en su estado natural de plenitud, es decir, es la imagen del indígena del pasado la que sirve de base para pensar en la figura idealizada del indio en el siglo XIX.

Mendes (2004) afirma que la narrativa de ficción en O Guarani fluye armoniosamente entre elementos míticos e históricos, en la que los personajes históricos son D. Antônio de Mariz, su esposa D. Laureana y su hijo D. Diogo. En la novela, Peri, un indio del pueblo goitacá, abandonó a su tribu para proteger a Cecília, hija del noble portugués D. Antônio de Mariz, de los ataques de los aimoré. Según Bosi (1992), el indio de Alencar entró en una íntima comunión con el colonizador, en la que se alineó voluntariamente con la posición de esclavo de Cecília, venerándola como su ama Iara, y vasallo de Dom Antônio. De este modo, su papel pasó a ser reconocido por la ayuda que prestó a la familia Mariz, pero sobre todo en el intercambio entre Peri y Antônio, en el que este pidió al indígena la salvación de Cecília, siempre que aceptase el cristianismo. Con la mediación del patriarca de la familia, Peri se convirtió a la fe cristiana y salvó de la muerte a Cecília, quien decidió irse a vivir con Peri al páramo que bordeaba el río Paquequer.

Según Ferreira y Lenz (2022), la decisión de la joven portuguesa, además de evocar una escena sentimental de corte romántico, enfatiza la tesis del mestizaje que circulaba en el ambiente académico brasileño de la época. En este sentido, «Alencar armonizó las diferencias, sin agravar los conflictos entre europeos e indígenas, en su afán de poetizar y promover el advenimiento de una nueva “raza brasileña”, a través de la unión entre indios y portugueses» (161). A partir de este momento, los indígenas surgieron como aliados de los portugueses, a los que dedicaron devoción y lealtad, suprimiendo cualquier actitud de rebelión o enfrentamiento, común en la época. Lúcia Sá (2012) también señala que las obras de Alencar determinaron el patrón racial del país, aceptando y justificando el mestizaje entre indios y blancos.

El mismo movimiento se comprueba en la novela Iracema, que Alencar publica en 1865. La indígena Iracema se enamora del colonizador cearense Martim Soares Moreno, responsable de defender el territorio brasileño de otros invasores europeos, después de que el blanco se pierde en la selva y es alcanzado por un rayo. A pesar de sus diferencias, los dos se acercan y viven un romance prohibido debido al importante papel de Iracema en la tribu, ya que es una virgen consagrada a Tupã, la guardiana del secreto de la jurema, un licor sagrado que lleva a los tabajaras al éxtasis. Como ella rompió su voto de castidad, la pareja huyó e Iracema rompió con su nación, cultura y tradiciones para vivir su romance con el colonizador blanco.

Según V. Borges (2011), la novela en cuestión tiene un propósito nacionalista, al ocuparse de la historia, en la que exalta la naturaleza brasileña, trata de las ideas y costumbres de los indios, mezclando personajes reales y ficticios, abordando la formación de Ceará y el primer contacto de los nativos americanos con el invasor europeo. De la relación entre Iracema, que en tupí‒guaraní significa «labios de miel», y el portugués Martín, nace Moacir, hijo del dolor, que simboliza el nacimiento de la nueva sociedad brasileña, representando al primer ciudadano de la provincia de Ceará y al pueblo brasileño, con su identidad mestiza.

Bosi (1992) también destaca que tanto en la historia de Peri como en Iracema hay una entrega del elemento indígena al hombre blanco, que involucra situaciones de sacrilegio y abandono por parte del indígena en relación con sus tradiciones. Se muestra al indígena aceptando el riesgo de sufrir o morir sin vacilación alguna, denotando una actitud devota hacia el hombre blanco, representando el cumplimiento de un destino a seguir por el indígena. En las novelas de Alencar, «a figura do índio belo, forte e livre foi modelada em regime de combinação com a apologia franca do colonizador» (Bosi, 1992:179).

La literatura argentina en el siglo XIX

Además del proceso de formación de la nación brasileña, es necesario destacar cómo se desarrolló el proceso de construcción de la identidad nacional en otros países latinoamericanos, como la Argentina. Esta nación argentina también se destacó en la materialización de proyectos de construcción nacional a partir de la década de 1830. Según Nodari (2013), para la historiografía actual la Argentina no surgió tras la guerra de la independencia, sino a partir de mediados del siglo XIX, moldeándose con mayor eficacia tras la caída de Juan Manuel de Rosas a principios de la década de 1850. Como resultado, algunas de las ideas y proyectos más importantes para la formación del Estado nacional surgieron durante su gobierno con la producción de debates entre los intelectuales argentinos.

Los discursos de la época se asimilaron al proyecto brasileño en torno a la literatura como forma de construir la identidad de la nación. Así, los intelectuales argentinos utilizaron los conceptos referidos al movimiento literario para destacar cuestiones fundamentales que debían vincularse a la nación argentina. Según Molina (2011), la literatura en argentina mostró sus primeros signos en 1834, poco antes de la inauguración del Salón Literario en 1837, como resultado de los debates en torno a los proyectos de historización de la literatura argentina y las discusiones emprendidas por Juan Thompson.

Para Thompson, los inicios de la literatura nacional se desarrollaron a partir de las batallas de los porteños durante las invasiones inglesas (1806 y 1807), durante las guerras de independencia y a través de la pieza crítica escrita por Florencio Varela, en una carta a Juan Thompson y Esteban Echeverría, fechada el 1° de enero de 1835, pero que recién fue publicada en 1873 por Juan María Gutiérrez en la Revista del Río de la Plata.

Para Molina, el texto, en los passajes referidos,

outorga uma função a literatura, não tanto estritamente no campo estético e temático, mas relacionando-a a produção de um corpus nacional feito de poetas e ingenios locais. Eis outro critério que se repetira amiúde não só na Argentina, mas na América Latina do século XIX: a literatura será nacional quando escrita por «un ingenio de mi patria». Resta a tarefa, nada simples, de definir «pátria» para depois entender os limites da nacionalidade. (2011:66)

En la cita anterior, Molina destaca cómo la carta que Varela redacta en 1835 ya definía el papel que la literatura jugaría en la cuestión nacional, volviéndose fundamental para la construcción de nuevas naciones en América Latina durante el siglo XIX.

A pesar de ello, fue con la Generación del 37, como comúnmente se la denomina, que se constituyó la literatura argentina. Molina y Croce sostienen que el núcleo intelectual que se reunió bajo la etiqueta Generación del 37 tiene un mérito insoslayable para esta historia literaria, «además de la renovación poética que comporta y del empeño doctrinario que despliega, y es el de fundar la crítica literaria en el Río de la Plata» (2016:243). Y entre los principales ideólogos de la futura nación se encontraban Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y Domingo F. Sarmiento.

La inauguración del Salón Literario en la Librería Argentina de Marcos Sastre marcó el inicio del movimiento que nucleó a la Generación de 1837. En el acto intervinieron varios intelectuales, entre ellos el propio Sastre y Alberdi. Sin embargo, fue a través del discurso de Gutiérrez, un joven que llegaría a ser un importante crítico literario, que se estableció la literatura nacional argentina con la elaboración de las primeras directrices:

Por poco que meditemos acerca de los elementos que constituyen un pueblo civilizado, veremos que las ciencias, la literatura y el arte existen a la par de la religión, de las formas gubernativas; de la industria, en fin y del comercio, que fortalecen y dan vigor al cuerpo social. Las ciencias y la literatura viven en la región de las abstracciones, y se dignan de cuando en cuando descender hasta la tierra, cargadas de ricos descubrimientos, ya para mejorar nuestra existencia material, ya para revelarnos derechos que desconocíamos, ya para aligerar los padecimientos del corazón, ya para perfeccionarlos. (Gutiérrez, 2006:4)

En la primera parte del discurso, Gutiérrez destaca la necesidad de construir una sociedad civilizada, estableciendo el vínculo entre el progreso literario y el progreso nacional, y subrayando la importancia de ambos para el fortalecimiento del cuerpo social.

A partir de ahí, el escritor expone también los mismos principios presentados por Goncalves de Magalhães, en los que destaca que «cada pueblo tiene una literatura y un arte, que armoniza con su moral, con sus creencias y tradiciones, con su imaginación y sensibilidad» (Gutiérrez, 2006:04). En relación con el contacto entre brasileños y argentinos, Croce señala que tanto brasileños como rioplatenses comparten la misma convicción de que es necesario «plegarse al romanticismo», y no a creaciones específicas, «que en el caso de las poesías iniciales de Magalhães siguen apegadas a un modelo antiguo, más próximas al gusto árcade» (2016:277).

Gutiérrez también establece otros conceptos que podrían contribuir a la construcción de la literatura en Argentina:

La literatura, muy particularmente, es tan peculiar a cada pueblo, como las facciones del rostro entre los individuos: la influencia extraña es pasajera en ella; pero en su esencia no está, ni puede estarlo, sujeta a otros cambios que a los que trae consigo el progreso del país a que pertenece. La ciencia es una matrona cosmopolita, que en todas las zonas se aclimata, y se nutre con los frutos de todos los climas. La literatura es un árbol que cuando se trasplanta degenera: es como el habitante de las montañas, que llora y se aniquila lejos de la tierra natal. (2006:04)

El intelectual enfatiza que la ciencia puede ser entendida como la episteme europea de la Ilustración y el Romanticismo y que podría ser utilizada en Argentina sin problemas, pero siguiendo las concepciones identitarias de la región.

Con ello, rescata la tradición americana de las civilizaciones precolombinas entre los argentinos a través de su antiespañolismo, en el que destaca que «hemos de tener una literatura, hagamos que sea nacional; que represente nuestras costumbres y nuestra naturaleza, así como nuestros lagos y anchos ríos solo reflejan en sus aguas las estrellas de nuestro hemisferio» (Gutiérrez, 2006:11). Según Molina (2011), el ataque sistemático de Gutiérrez a todo lo español lo lleva a no rescatar absolutamente nada de la producción peninsular. Y su deseo no es solo «emancipar» la literatura argentina, sino la de toda América, en la que «debemos nosotros divorciarnos completamente con ellas, y emanciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en política, cuando nos proclamamos libres» (Gutiérrez, 2006:10).

Para Croce y Molina, el objetivo de Gutiérrez «es reponer en el plan de literatura nacional lo que quedó clausurado en América por la invasión española, nacionalizando nuestras costumbres y nuestra naturaleza» (2016:250). Hernán Pas también destaca el enfoque peninsular de Gutiérrez sobre la literatura americana, en la que el escritor aspiraba a «construir un capital simbólico diferenciado de la cultura literaria peninsular, pero con el agregado de ofrecer un panorama no ya regional, sino continental» (2012:2).

El empeño de Gutiérrez en trazar directrices para la construcción de un movimiento literario argentino pone de relieve un acercamiento entre este autor y Magalhães sobre el futuro del continente americano y el papel de la literatura en la construcción de nuevas identidades y sociedades americanas, dada la heterogeneidad de culturas presente en las provincias y estados brasileños:

Magalhães, como Gutiérrez, tem consciência de que sua tarefa se reveste de uma dupla finalidade: contribuir para a escrita da história da literatura brasileira, provocando o distanciamento da literatura de sua terra de outra, de onde se originou: a portuguesa. A escrita dessa narrativa, no seu sentido político, colabora para reforçar, ou melhor, garantir, a separação entre duas nações que até pouco tempo estiveram ligadas pela história. (Moreira, 2018:70)

Ambos escritores utilizan sus obras para producir discursos sobre la formación de los nuevos estados nacionales americanos, enfatizando el papel de separación y distanciamiento entre las dos antiguas metrópolis y las antiguas colonias.

En consecuencia, para Molina y Croce (2016), la literatura en Argentina debía expresar una atmósfera y un pensamiento nacional, tanto en relación con el discurso indigenista de Gutiérrez como con el impulso que Echeverría dio a la pampa. De esta manera, siguiendo los discursos de los literatos brasileños, especialmente de Gonçalves de Magalhães, con la producción de su obra en la que estableció las primeras ideas sobre la literatura y su relación con la producción de la identidad nacional, Gutiérrez también construyó sus primeros trabajos destinados a mapear la literatura producida en América.

El indianismo argentino de Juan María Gutiérrez

Gutiérrez es uno de los pocos intelectuales que presenta al indígena en sus discursos, es considerado el más radical en el grupo de literatos y el único «indianista» del romanticismo entre todos los rioplatenses. Croce señala que el americanismo, aún indeciso sobre el indianismo en Brasil, fue diferente en el Río de la Plata «con una figura como Gutiérrez, quien en el mismo 1846 de los Primeiros Cantos daba a conocer la primera antología hispanoamericana, América Poética, y empezaba a desarrollar la serie de artículos sobre poetas americanos» (2016:302). Sin embargo, a pesar de destacar el papel de Gutiérrez en la producción de discursos sobre la cuestión indígena, otros intelectuales fueron fundamentales en la redacción de narrativas sobre el tema, como las obras de Sarmiento, Alberdi y Quesada.

Sarmiento y Alberdi diferían sobre la mejor manera de construir una república argentina civilizada. Sarmiento entendía el desierto[3] (pampa) como el lugar de la barbarie, un territorio libre que pertenecía a los federales, y la ciudad como el lugar de la civilización, el prototipo de la cultura, el progreso y la riqueza. Esta ciudad era la Buenos Aires gobernada por los unitarios a principios de la década de 1820, pero cuando Rosas llegó al poder, estaba dominada por la barbarie. Sin embargo, Alberdi entendía que el medio geográfico no producía la barbarie y no era un factor determinante en la formación de las sociedades. El escritor afirmaba que solo existía una división entre «el hombre del litoral» y el «hombre del interior», mostrando preocupación por la relación entre Buenos Aires y el resto de las provincias.

Con relación al debate sobre los pueblos indígenas, Ramos señala que el proyecto nacional argentino se centró en el exterminio de los pueblos, con Sarmiento como uno de los portavoces. Su programa civilizatorio excluía todos los elementos que conformaban la barbarie, «renegando enfaticamente qualquer influência de índios e negros na formação da nacionalidade» (Ramos, 2009:34), mientras Alberdi presentaba un discurso diferente, similar al propuesto por Gutiérrez, buscando incluir a las culturas indígenas en el proyecto conocido como independencia americanista. El escritor pensaba que los debates y disputas lingüísticas y, sobre todo, literarias, ofrecían la posibilidad de elaborar un modelo retórico virtual y, en gran medida, utópico, «como una respuesta americanista a los debates contemporáneos sobre el criollismo versus el casticismo y el galicismo» (Pas, 2012:77).

Aunque en Argentina se produjeron diversos debates sobre las poblaciones indígenas durante el siglo XIX, la elección de presentar las narraciones de Gutiérrez se debe a su papel en el establecimiento de pautas para el proceso de construcción de la literatura argentina y a su papel en la producción de narraciones sobre los indígenas. En América Poética, por ejemplo, Gutiérrez recupera los cantos nativos de los indígenas del pasado como «elemento propio y distintivo de la lírica del continente» (Pas, 2012:80). Gutiérrez destaca el papel de las «lenguas primitivas» de las civilizaciones antiguas:

Mas no por eso estaba exclusivamente encerrada la poesía de América en el ámbito de aquellos emporios de civilización antigua. Las tribus indómitas que inspiraron a Ercilla octavas inmortales, tenían sus Jempin, nombre expresivo que significa dueño del decir, y que conviene perfectamente a los poetas de Arauco, estando a la opinión del más afamado de los cronistas chilenos. Los que adoraban al astro del día como a la primera de sus divinidades, debieron experimentar el entusiasmo que distingue al poeta, ayudándose para expresarlo de las imágenes pintorescas propias de los idiomas primitivos. Así es que según los viajeros en América y los numerosos historiadores de esta parte del mundo, casi no hay tribu, ya more en las llanuras o en las montañas, que no tenga sus varones inspirados, y su poesía más a menos rústica. (2006:17)

En otra obra titulada «Palabras indígenas americanas», publicado en la revista El Plata Científico y Literario en el mismo período, Gutiérrez retoma las investigaciones de Amunátegui y presenta un rastreo sobre el predominio de tres lenguas aborígenes sobre el español: «la guaraní, la denominada araucana y la quíchua», y pasaba revista a algunos de los nombres o palabras derivados de esas lenguas y utilizados en la actualidad (como «vincha», «umita», «poncho», «guasca», «cancha», «pampa del quichua», etc.) (Pas, 2012:80).

A partir de ahí, Gutiérrez se adentró en el estudio de las lenguas indígenas, especialmente el araucano, denominándolo «lengua nacional de Chile». Estas observaciones se encuentran en el texto «De la poesía y de la elocuencia de las tribus de América», publicado en 1869. En su investigación, el autor se centra en investigar las poblaciones indígenas de la región chilena y su lengua como el «único objeto de mostrar cómo la lengua de que tratamos es apta para el lenguaje apasionado y figurativo propio de la elocuencia y de la poesía» (2006:288).

Sin embargo, antes de presentar su estudio sobre la lengua araucana, hace una breve reseña de temas significativos en su obra, destacando el patriotismo que existe entre la población chilena:

Esta virtud del amor patrio tan realzado por aquellos que se precian de descender de Numancia y Sagunto, fue considerada por los españoles como delito que era forzoso castigar en los indígenas del nuevo mundo. Siglos de lucha encarnizada han visto los campos de Arauco, y sus habitantes a quienes el europeo se proponía civilizar solo han aprendido a manejar la lanza y el caballo para defender sus campos, sus bosques patrios y sus esposas. (265)

Gutiérrez también presenta algunos debates sobre la forma en que los colonizadores caracterizaron a los indígenas durante el periodo colonial:

Considerarlos como bárbaros, y tomaron sus creencias por supersticiones aconsejadas por el demonio, sus idiomas como medios imperfectos y desapacibles de comunicar las ideas, y sus ciencias y artes como productos de una civilización condenada a desaparecer por la conquista. (255)

En este pasaje, el intelectual subraya cómo las poblaciones indígenas fueron vistas por los europeos que invadieron sus tierras y describieron sus creencias y supersticiones de forma peyorativa. En otro momento hace hincapié en la violencia ejercida por los colonizadores en las regiones chilenas:

La avaricia y la sensualidad se confabularon para perpetuar ese absurdo comercio de sangre y fanatismo que los soldados y misioneros realizaban en la frontera de Arauco, especie de mundo oscuro donde se prolongaba la noche de la Edad Media de la Europa. La guerra defensiva decretada por la corte de Madrid a solicitud de Luis Valdivia, imbuido como dice el mismo historiador citado, en las utopías jesuíticas de misiones y de fundación de pueblos y de estancias de conversión a la manera del Paraguay, no sirvió más que a dar pábulo a los vicios que acabamos de indicar. La guerra defensiva consistía en hacer una entrada a la tierra, cada año, para quemar los ranchos y sementeras de los indígenas, y cautivar algunos centenares de piezas para venderlas en los mercados de Lima y Potosí como se vendían los esclavos negros de ambos sexos en las factorías de la costa de África. (266)

El misionero tenía por objeto transformar al indígena, más que en un ser social, en un católico sumiso a la iglesia, e inocularle creencias e ideas que ni en ciernes siquiera estaban en la mente de aquel infeliz. Para llenar tal propósito violentaron y torturaron los idiomas americanos e injertaron en el tronco de estos un lenguaje teológico y metafísico que derrama falsa luz sobre la índole, la intelectualidad, el carácter y las costumbres de nuestras razas aborígenes. (285)

Los extractos anteriores destacan las denuncias de Gutiérrez sobre los horrores que tuvieron lugar en la región chilena. El intelectual denuncia las guerras presentadas como defensivas y las misiones que se llevaron a cabo con el objetivo de violar y torturar a las poblaciones indígenas, tanto física como culturalmente, imponiendo a cualquier precio la cultura del colonizador.

Con esto, antes de pasar a investigar a los araucanos, Gutiérrez destaca que las lenguas americanas se constituyeron inorgánicamente, «por agregación y no por desarrollo interno de sus propios elementos radicales» (282). Como tales, las lenguas no tienen conexión entre sí y se apropiaron de palabras y expresiones de acuerdo con su comunicación y necesidades.

A partir de esto, Gutiérrez propone en sus observaciones «demostrar la flexibilidad y virtuosismo del uso que hacen los araucanos de su lengua, puesto que en el uso —es decir, en la oratio— residía la primigenia virtud de la summa retórica» (Pas, 2012:81). Según el intelectual, la riqueza y variedad de sonidos elementales, claros y muy definidos presentes en la lengua de los araucanos hacen que esta lengua se distinga del resto de la familia americana. Así destaca algunas características específicas del araucano que lo diferencian del guaraní:

los sustantivos de esta lengua son generalmente hechos de una sola pieza (si esta expresión fuere exacta) y parecen como formados por un movimiento espontáneo de los órganos de la voz en presencia de la cosa que designan. En esto se distingue la lengua araucana de su hermana la guaraní. En esta última cada nombre es como resultado de un acto reflexivo, y se forma de voces representativas de las acciones o cualidades de la cosa. Si este proceder tiene la originalidad de dar valor adjetivo al sustantivo y presta al nombre la atribución de describir y definir, el proceder de la lengua araucana se acerca más al de las lenguas provectas de los pueblos civilizados, en las cuales se ocultan bajo una forma especial los componentes primitivos de los nombres propios. (Gutiérrez, 2006:289)

En sus observaciones, Gutiérrez destaca cómo cada palabra puede estar dirigida a algún sentimiento, demostrando cómo su estudio profundo de la lengua araucana contribuye a la comprensión de la población de la región. De esta manera, el estudio de la lengua indígena era una alternativa para entender cómo se configuraban las poblaciones indígenas americanas, un trabajo que también resonaba en los literatos del IHGB en Brasil.

Conclusión

Los movimientos independentistas latinoamericanos, ocurridos durante el siglo XIX, contribuyeron a la construcción de proyectos nacionalistas encaminados a construir nuevas perspectivas, basadas en la identidad de cada nación independiente. En Brasil, la literatura ayudó en el proceso de materialización del proyecto, vislumbrando un elemento nacionalista en el indígena, proyectando en el nativo cómo debería seguir la sociedad brasileña a partir de ese período. Los literatos brasileños inscribieron en sus textos la perspectiva que proponía el gobierno imperial.

El objetivo de la literatura brasileña fue valorar el carácter nacional, a partir de la asimilación de los indígenas como ciudadanos en la nueva sociedad brasileña, en vista de su borramiento y exterminio a lo largo del período colonial. Por lo tanto, la propuesta de la literatura durante el siglo XIX permitió la materialización del proyecto nacional al vincularse a los pueblos indígenas como representantes nacionales a través de los estudios que se iniciaron en la época, mediante investigaciones que recogieron la máxima cantidad de información sobre los indígenas y que contribuyó para su homogeneización en la sociedad brasileña.

En la Argentina, las narrativas divergieron: mientras algunos intelectuales veían a los indígenas como sinónimo de barbarie, otros los representaban como un elemento nacional. En el caso de Gutiérrez, algunos autores destacan su papel en la valoración de lo indígena a través de sus obras, que incluyeron estudios sobre las culturas y las lenguas. Pero en este caso, la obra del escritor no estuvo vinculada a ningún proyecto nacional, dado que el país persistía en materializar proyectos vinculados al borramiento de las naciones indígenas en su territorio.

El análisis comparativo de la literatura argentina y brasileña de Marcela Croce, referenciado en la investigación, ayudó a enfatizar el papel de la literatura en la construcción de las naciones latinoamericanas durante el siglo XIX. El trabajo de contrastar las literaturas fue de fundamental importancia para comprender cómo se fueron conformando las concepciones de la época, teniendo en cuenta los anhelos políticos de cada región. El indígena pasó a ser representado por los intelectuales en términos de su identidad como nativos americanos y representantes de la naturaleza del continente. De este modo, el papel desempeñado por los indígenas, plasmados en la literatura de la época, contribuyó a las narrativas que se estaban elaborando, dirigidas tanto a su borramiento como a su asimilación en la sociedad.

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Notas

[1] Esta literatura ligada a las modas europeas sigue registrando la vida en la colonia. Incluso en estas obras menores, muy influidas por la literatura europea, los indios seguían haciendo sentir su presencia, como sugieren los nombres de estas obras: Uraguai (1769), de Basílio da Gama, y Caramuru: Poema Épico do Descobrimento da Bahia (1781), de Santa Rita Durão. Estos dos poemas épicos no pretenden defender la causa de los indios: el primero trata del arrasamiento de las reducciones jesuíticas de los Siete Pueblos de las Misiones, y el otro describe la colonización de Bahia mediante la unión del pionero portugués y la princesa indígena. La primera defiende la causa de la Ilustración y la política portuguesa frente a los jesuitas, en estilo arcádico, y la segunda, una epopeya escrita por un sacerdote, defiende la religión cristiana frente a la Ilustración anticristiana, en estilo clásico‒barroco.
[2] La obra Tratado descritivo do Brasil em 1587 fue publicada por la Revista do IHGB en 1851 y comentada por Varnhagen en el mismo año como forma de acceder a la realidad del Brasil del siglo XVI.
[3] El concepto de «desierto» fue inventado literariamente en el siglo XIX, a partir de la tradición francesa de viajeros que acudían a las colonias de Asia y del norte de África y presentaban una visión exótica de ellas. El territorio se ha convertido en la encarnación de la ausencia, de la barbarie, del vacío, sirviendo de sustrato argumentativo para el proyecto estatal de diezmar a los indígenas. Las elites letradas buscaban alternativas para poblar el llamado «vacío» con el fin de traer la civilización a la Argentina; así, el espacio debía llenarse mediante la inmigración de europeos, eliminando lo que consideraban que eran los males de la naciente nación.

Información adicional

Para citar este artículo:: Dias, A. (2024). Literatura Comparada entre Brasil y Argentina. La búsqueda de lo nacional a través de los textos indianistas durante el siglo XIX. El taco en la brea, (20) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0161 DOI:10.14409/eltaco.10.20.e0161



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