Dossier
Recepción: 21 Junio 2024
Aprobación: 30 Julio 2024
Para citar este artículo:: González Almada, M. (2024). Crítica literaria latinoamericana y contemporánea: interpelaciones de un ejercicio escritural. El taco en la brea, (20) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0162 DOI: 10.14409/eltaco.10.20.e0162
Resumen: En este trabajo propongo compartir una reflexión sobre algunas líneas críticas que se desarrollan en América Latina y que versan sobre lecturas realizadas a partir de diversas materialidades textuales latinoamericanas. El objetivo es indagar en los modos en que es posible realizar lecturas que suponen un «riesgo» o «un salto al vacío» ya que se trata de operaciones críticas que implican leer de «otro modo» y desde otros corpus una literatura latinoamericana contemporánea por momentos difícil de definir desde los marcos teóricos que la crítica generó durante las últimas décadas del siglo XX. En el contexto de una sociedad fuertemente globalizada y ubicada en el sistema capitalista en su versión contemporánea, en esta comunicación pretendo compartir algunos apuntes para una reflexión que parte de las exigencias de los materiales literarios que seleccionamos para desarrollar nuestro trabajo de investigación. Pero, sobre todo, este artículo intenta ahondar en ciertas operaciones de escritura crítica en nuestra contemporaneidad como un modo de reflexionar sobre ella. Se confeccionará, a tal fin, un tapiz textual inspirado en la metodología del comparatismo contrastivo que Marcela Croce presentó en su libro Comparatismo contrastivo. Manual para una práctica urgente publicado en 2023.
Palabras clave: crítica literaria, literatura latinoamericana contemporánea, escrituras, operaciones críticas, comparatismo contrastivo.
Abstract: In this work I propose to share a reflection on some critical lines that are developed in Latin America and that deal with readings made from various Latin American textual materialities. The objective is to investigate the ways in which it is possible to carry out readings that involve a «risk» or «a leap into the void» since these are critical operations that involve reading «another way» and from other corpora of contemporary Latin American literature. moments difficult to define from the theoretical frameworks that criticism generated during the last decades of the 20th century. Within the context of a strongly globalized society and located in the capitalist system in its contemporary version, in this communication I intend to share some notes for a reflection that is based on the demands of the literary materials that we select to develop our research work. But, above all, this article attempts to delve into certain operations of critical writing in our contemporaneity as a way of reflecting on it. For this purpose, a textual tapestry inspired by the methodology of contrastive comparatism that Marcela Croce presented in her book Comparatismo contrastivo. Manual para una práctica urgente published in 2023.
Keywords: literary criticism, contemporary Latin American literatura, writings, critical operations, contrastive comparatism.
Encontrarse en los textos: los que leemos, los que escribimos
En este trabajo[1] propongo compartir una reflexión sobre algunas líneas críticas que se desarrollan en América Latina y que versan sobre lecturas realizadas a partir de diversas materialidades textuales latinoamericanas. El objetivo es indagar en los modos en que es posible realizar lecturas que suponen un «riesgo» o «un salto al vacío» ya que se trata de operaciones críticas que implican leer de otro modo y desde otros corpus una literatura latinoamericana contemporánea por momentos difícil de definir desde los marcos teóricos que la crítica generó durante las últimas décadas del siglo XX. En el contexto de una sociedad fuertemente globalizada y ubicada en el sistema capitalista en su versión contemporánea, en esta comunicación pretendo compartir algunos apuntes para una reflexión que parte de las exigencias planteadas por los materiales literarios que seleccionamos para desarrollar nuestro trabajo de investigación. Pero, sobre todo, este artículo pretende ahondar en las operaciones de escritura de la crítica en nuestra contemporaneidad como un modo de reflexionar sobre ella.
Un derrotero de lecturas subjetivo traza ciertas preocupaciones acerca de una producción literaria latinoamericana . contemporánea que por momentos parece difícil de definir, lo cual demuestra las limitaciones de categorías habitualmente empleadas en el análisis literario. Esa sensación de fluidez, de escape, de imposibilidad de explicación total y acabada es, con certeza, su mayor y mejor condición, principalmente por el efecto emancipatorio que provoca en la práctica de lectura que obliga a desandar los caminos de los imaginarios ya cristalizados e instalados socialmente. Cumple allí la literatura su propósito más potente: el de cuestionar, con su sola existencia, lo cultural, lo social y lo políticamente aceptado. Además de un efecto emancipatorio, la literatura también demanda y exige ciertos modos de leer que echan por tierra los métodos estancos y por momentos anacrónicos de la crítica literaria. Por ello, la literatura también nos entrega a lxs críticxs posibilidades‒otras de hacer análisis literario y de participar en las discusiones contenidas en diversos espacios académicos puesto que la crítica literaria se asienta en las elecciones que tomamos: las teóricas, las metodológicas, las disciplinares y las transdisciplinares, las selecciones de corpus. Y mucho de ello tiene que ver con un marco de referencia, con la estela dejada por quienes nos antecedieron, con los encuentros y los intercambios con nuestrxs contemporánexs. Con atreverse a encontrarse en los textos, los que leemos, los que escribimos.
La experiencia de leer a Patricia De Souza, a Luiz Felipe Viel Moreira, a Ana Elisa Ribeiro, a Mónica Velásquez Guzmán, entre otrxs críticxs, signa un modo de entender la literatura y una forma de escribir sobre literatura. Su lectura y análisis supone un desafío y habilita una reflexión que reclama el abandono de los lugares comunes, de los preconceptos, de la comodidad, de la reproducción de pensamiento.
La investigadora argentina Lucía Tennina afirma que, en la actualidad, el trabajo crítico‒académico se ha vuelto autorreferencial, repetitivo y poco comprometido con su tiempo y tiene la sensación de que
actualmente los estudiosos de la literatura nos formamos como administradores de los paradigmas establecidos, policías epistemológicos que operan en nombre de la estética y técnicos de un repertorio de preguntas de moda que hacen eco en los programas de estudios, congresos o libros publicados. (2021:2)
Durante los últimos años, diversos textos literarios y diversxs autorxs parecen imponerse en las agendas académicas de lectura provocando un recorrido circular de análisis de textos y de autorxs que deja por fuera a quienes no forman parte de ese circuito. Es como leer una capa superficial del mar heterogéneo que compone lo que llamamos «literatura latinoamericana contemporánea»[2] y la crítica, lxs críticxs, estuviéramos compelidxs a decir más o menos lo mismo sobre más o menos las mismas obras. Esto es expresión de las fuerzas hegemónicas en las cuales estamos inmersxs, lógicas hegemónicas de lectura y escritura que atraen, incluso, a aquellos textos en principio marginales provocando, irremediablemente, su gravitación hacia el centro. El movimiento que vuelve moda, rentable, best seller, un texto literario salido de lo «común» es muy veloz; pronto se convierte en un «indispensable» o, peor, en un «indiscutido». Y rápidamente, también, ingresa a la academia que, en producción en serie, ofrece cursos, clases y artículos, dossiers, etc., que legitiman esos textos al tiempo que permite la proliferación de una lógica enloquecida de (re)producción de conocimiento en el marco de las sociedades que forman parte del Capitalismo Mundial Integrado (Guattari y Rolnik, 2013).
En esta ocasión, sin embargo, quiero reparar en el análisis de alternativas críticas que parten de lecturas no centrales, como una forma de componer un tapiz textual inspirado en la metodología del comparatismo contrastivo que Marcela Croce presentó en su libro Comparatismo contrastivo. Manual para una práctica urgente publicado en 2023. A partir de esa lectura, compuse una reunión de escrituras críticas que serán las que sostendrán las reflexiones de este artículo. La morfología comparada exige la exposición de las razones implícitas que dan sentido a una congregación textual. En el caso particular de este artículo, se trata de exponer escrituras que rebasan las fórmulas académicas como en el caso de Patricia De Souza, de señalar un descentramiento escritural sea por giro disciplinar o por temática como en Luiz Felipe Viel Moreira y Ana Elisa Ribeiro, de reparar en la trasgresión que implica escribir un texto «sin género» como sucede con Un presente abierto las 24 horas de Mónica Velásquez Guzmán en el cual se entrecruzan la crítica, el ensayo y el diálogo teatral, entre otras formas discursivas. El estudio de estos casos reafirma que otras escrituras son posibles y su puesta en diálogo opera en la lectura como un efecto emancipatorio que permite imaginar escrituras más allá de los márgenes.
Alternativas de producción crítica: la escritura ensayística de Patricia De Souza en el espacio autobiográfico
La ensayista y narradora Patricia De Souza (Coracora, Perú, 1964‒París, Francia, 2019) dedicó la mayor parte de su existencia a cuestionar los saberes impuestos y los lugares comunes vinculados al espacio de lo femenino y de la migración. Con pluma punzante escribió varios ensayos a la vez que textos de ficción[3] en los cuales estos temas emergen con insistencia. La reflexión sobre la literatura y el lenguaje despunta en diversos trabajos como una búsqueda por atender las complejas relaciones que estas dimensiones mantienen con el poder, y la proyección política de esos vínculos nunca está descuidada en la escritura de la autora peruana.
En Descolonizar el lenguaje (2016) De Souza afirma que la literatura es capaz de reproducir los esquemas de dominación e, incluso, ciertas lógicas concebidas desde una matriz de pensamiento occidental que se impone como hegemónico, aunque, de todos modos, y la propia Patricia es un ejemplo de ello, el ejercicio de escritura situado desmantela ese esquema y lo vuelve estrategia de resistencia, dejando de lado las marcas de lo impuesto para rebasar en formas y prácticas escriturales otras. De hecho, su preocupación por el cuerpo y por el erotismo ligado a lo femenino trasluce su obstinación en observar diversos fenómenos sociales, pero desde lo que el discurso literario y crítico pueden ofrecer como punto de partida de la reflexión. La autora observa que
Toda literatura que se ubique en un contexto de dominante/dominado es una literatura post‒colonial, una literatura que muestra las tensiones de esa dominación y que protege, reproduciendo de forma idéntica, los mismos modelos y las mismas clasificaciones que en Europa. (19)
Si bien De Souza argumenta que la literatura en ocasiones reproduce las lógicas de dominación y vincula la producción literaria con su contexto, la escritura —literaria y también, en el marco de este trabajo, la crítica— se vuelve, en todo caso, herramienta de emancipación dada su posibilidad de interpelar las relaciones de poder expuestas por el lenguaje. Como ella misma lo indica existe un
vínculo entre literatura y compromiso político, (...), el hecho de decidir escribir significa desde el inicio, en el caso de las poblaciones marginales, una forma de utopía en una sociedad que se hace visible no solo en la forma, sino en el contenido. (28)
Incluso, en algunos sectores sociales, en ciertos espacios y zonas geográficas, parece no esperable siquiera que haya una escritura, he ahí entonces, el carácter utópico que marca De Souza. Un carácter que, además, representa el inconformismo de aceptar que, en última instancia, se aprende la lengua del poder (en el caso de lxs hablantes indígenas, por ejemplo), una lengua que puede ser perturbada y alterada en procesos de autotraducción y de abigarramiento lingüístico (González Almada, 2017). Estas operaciones derivan, desde el esquema presentado por Patricia De Souza, en estrategias de descolonización que afectan la condición política de los sujetos, especialmente de las mujeres. La lengua trasunta la movilidad migratoria, las relaciones con la autoridad, los órdenes políticos, las miradas opresoras, el desarraigo: «tengo la intuición [de] que el desarraigo vivido como sentimiento de exclusión y de soledad profundas puede hacer tambalear la sintaxis de la persona más sólida» (De Souza, 2016:22). Todos estos «estados de lengua» la afectan y son el motor impulsor de la escritura de la autora peruana que una y otra vez insiste en su reflexión sobre las condiciones e imposiciones de un sistema opresor que, sin embargo, encuentra resistencia en sus ejercicios escriturales.
En el marco de las lógicas hegemónicas que incluyen la lectura de la literatura latinoamericana contemporánea, las categorías de «nación», «tradición», «espacio», «tiempo» son nodales para el análisis literario, pese a que, en la actualidad, deben ser revisadas para considerar las prácticas escriturales y literarias que se actualizan en la producción literaria latinoamericana. La relación con el espacio geográfico, atravesado por la migración y los imaginarios cosmopolitas que caracterizan a nuestra contemporaneidad, forma parte central del planteo que tiene como eje la consideración de los textos como territorios textuales (González Almada, 2022). Frente a un espacio extraliterario hostil y complejo, en ocasiones, la composición de un territorio textual se vuelve una posibilidad escritural de refugio ante la intemperie provocada por la migración. La convicción de Patricia De Souza es que «las palabras tienen el poder de transformar la realidad y darle un nuevo valor» (2016:75); son un antídoto frente a la imposibilidad de arraigo.
Leonor Arfuch afirma que el «espacio biográfico» «altera decisivamente (...) las esferas clásicas de lo público y lo privado» (2014:70), diseña una intimidad que se hace pública, se expone. Aunque Arfuch está contemplando discursividades que excluyen la esfera de las escrituras críticas, estas —eventualmente— se destacan por la comunicación de las ideas de una manera «personal» en la que se deja traslucir un estilo, un fluir del pensamiento que realza a lx escribiente, una marca de autoría, firma e identidad que atraviesa a ese trabajo. Incluso podría concebirse como una «política del testimonio» que sobrepasa los límites propios del discurso académico, que transgrede sus reglas y los encorsetamientos dispuestos para «deshumanizar» una escritura que debe jugar en el plano creativo, aunque esta naturaleza sea, precisamente, la que se intenta desvanecer en el cumplimiento de las normas formales que se les exige a esas escrituras. El trabajo de investigación se nutre y dialoga con las experiencias que llevan a cabo los sujetos que lo realizan. La indagación, la persecución de un objetivo, de una sospecha, el diseño de una hipótesis, etc., son los puntos más superficiales de las indagaciones que nos hacemos a nosotras mismas como investigadoras sí, pero —sobre todo— como personas complejas, como sujetos sensibles. De ahí, entonces, que las escrituras académicas puedan ser leídas como testimonio y es la composición de esos testimonios un inexorable hacer político. En consonancia con esta línea de pensamiento, es posible considerar la generación de un «espacio (auto)biográfico» (Arfuch, 2014) también en el territorio de las escrituras académicas y que, incluso, se generan «territorios textuales» en los que habita la palabra que trama y se entrama en un diálogo con posibles lectorxs que ingresan en esa dimensión.
La exposición de un lugar de enunciación, por tanto, vuelve a la escritura académica en un dispositivo creativo‒político que enlaza un texto con otro porque vincula una experiencia de lectura con otra. El ejercicio no se realiza de una sola vez; se entreteje en la medida en que se van encarnando el aprendizaje y las búsquedas en el desarrollo de los diversos temas, de las distintas investigaciones. Por ello, en los textos de Patricia De Souza confluyen, a veces con mayor intensidad, desarrollos conceptuales, anécdotas personales y reseñas de lecturas de autoras con quienes se exponen afinidades. Esto provoca la composición de un territorio textual y, también, de un mapa textual en el que participa una comunidad. En esa escritura, en ese ejercicio y experiencia, se trama la resistencia que quiere desmantelar los aparatos conceptuales opresores:
¡Ah!, pero me olvidaba que siempre necesitamos «nombrar» con rapidez, etiquetar, clasificar desde categorías, que el vacío de sentido da miedo y oscurece la promesa de un mundo más complejo y que debemos construir con nuestras manos (la relación con la escritura es directa). Ser sedentaria, el arraigo, ese no es el tema, asentarse, acomodarse, legislar, no es tampoco el problema fundamental, sino dudar, opinar, tratar de comprender y facilitar ese diálogo urgente, segura de que no lo haremos siempre solas y en una sala vacía. (De Souza, 2016:80‒81)
Desplazamiento disciplinar y desvanecimiento liminar: las escrituras de Luiz Felipe Viel Moreira y de Ana Elisa Ribeiro
Luiz Felipe Viel Moreira es licenciado en Historia por la Universidade Federal de Rio Grande do Sul y realizó una Maestría en Historia en la misma institución. Obtuvo el Doctorado en Historia en la Universidade de São Paulo. Es profesor de Historia de América desde el año 2000 en la Universidade Estadual de Maringá, institución en la que imparte clases en el nivel de grado y de posgrado. Su investigación en el nivel de posgrado se refirió a la historia social de Córdoba (Argentina) y, más adelante, se dedicó al estudio del desarrollo del pensamiento intelectual latinoamericano con especial énfasis en la historia paraguaya de la era liberal, es decir, de las primeras décadas del siglo XX. Luiz Felipe es un intelectual inquieto y curioso. Recientemente se propuso un giro disciplinar en su trayectoria académica y decidió tomar distancia del campo de la historia para adentrarse en los estudios literarios. La apuesta supone un riesgo del cual Viel Moreira está advertido: la institución académica en la que trabaja, luego de evaluarlo exhaustivamente, aprobó su traslado del área del posgrado de Historia al área del posgrado de Literatura y, desde allí, encara una investigación referida a la producción literaria contemporánea de El Salvador, Nicaragua y Honduras, objetos pocos conocidos en esta área del sur de América. En co‒autoría con Marcela Cristina Quinteros publicó un capítulo titulado «Memórias femininas das revoluções centro‒americanas: El Salvador de Ana María Gasteazoro e a Nicarágua de Gioconda Belli» que integra el libro Histórias, nações e memórias insurgentes coordinado por Clovis Antonio Brighenti y Hernán Venegas Marcelo (2023). Para la composición de ese trabajo, Viel Moreira y Quinteros tomaron textos de dos autoras en las cuales se superpone una producción que es a la vez testimonial y literaria en la que se configura la historia de un pasado vinculado a las luchas armadas centroamericanas de las décadas del 70 y del 80.
En conversaciones sostenidas a lo largo de los últimos años, Viel Moreira advierte con recurrencia una limitación para desarrollar estudios de historia contemporánea y esta evidencia lo condujo a provocar un giro disciplinar en el que prefirió volcarse a los textos literarios y leerlos como documentos de una compleja composición social, política y discursiva que los estudios historiográficos, en ocasiones, se resisten a abordar por su contemporaneidad. Las conferencias «Historia y literatura en El Salvador: de las utopías revolucionarias al neoliberalismo actual» (CIFFyH, Córdoba, 2022) y «Literatura e Historia en Centroamérica: de las utopías revolucionarias al neoliberalismo actual» (UNRC, Córdoba, 2023) son ejemplos de cómo Luiz Felipe echa mano de la producción literaria centroamericana para realizar proyecciones que se vinculan con la historia contemporánea en la que los textos literarios le ofrecen un atajo para leer de modo complejo una «realidad» que, de otro modo, no ingresa a la academia.
En el capítulo de libro que mencionaba con anterioridad, escrito junto a Quinteros —también historiadora—, menciona que «cabe a los historiadores la paciente tarea de intentar reconstruir el rompecabezas de esa controvertida historia [la de El Salvador y la de Nicaragua], en parte, a partir de esos relatos autobiográficos» (Viel Moreira y Quinteros, 2023:172. La traducción es mía). Esta cita despierta ya algunas reflexiones: en primer lugar, que el corpus literario elegido se encuentra en un lugar intersticial debido a que se trata de crónicas escritas por Ana María Gasteazoro y por Gioconda Belli. En segundo lugar, que el carácter autobiográfico de estas crónicas se vincula con lo mencionado más arriba: se expone la composición de territorios textuales complejos en los cuales la subjetividad escribiente se manifiesta de modo insoslayable. En consecuencia, estos materiales plantean una dificultad de análisis para los estudios de la crítica literaria por tratarse de una escritura que pivotea entre lo autobiográfico y lo ficcional, entre lo testimonial y lo literario. Sin embargo, Viel Moreira sortea la trampa discursiva y arriesga que tanto Belli como Gasteazoro «tuvieron la clara intención de dejar un registro autobiográfico de sus historias de vida vinculadas a los procesos políticos y sociales y lo hicieron a partir de una perspectiva de género y de conciencia de clase» (173. La traducción es mía).
La discusión sobre la forma autobiografía y la forma memoria como estrategias en las cuales se incrusta la escritura resulta en una reflexión que atiende al valor histórico de textos literarios de esta naturaleza, a la vez que admite los límites difusos entre las formas escriturarias. Se trata de relatos —los de Gasteazoro y los de Belli— encabalgados entre una forma y otra. Para Viel Moreira esta complejidad escritural no representa un escollo ni un límite, sino una posibilidad de analizar e interpretar la historia reciente a partir del estudio de textos literarios. Esta expansión disciplinar implica para Luiz Felipe no solo un cambio de derrotero académico y laboral, sino que supone un desplazamiento que le permite tomar distancia de las limitaciones impuestas, limitaciones que transgrede para conseguir su propósito de leer de otro modo. Ese leer de otro modo es un llamado de atención para la producción crítica que vincula estudios literarios con estudios historiográficos. Asimismo, es preciso destacar la labor comparativa que Viel Moreira plantea en sus trabajos más recientes. El abordaje de autoras de diversos países centroamericanos le permite dar cuenta de los entramados sociales de Nicaragua y de El Salvador a partir de la lectura de textos literarios que resultan propuestas estético‒políticas.
Ahora bien, si en la escritura de Luiz Felipe Viel Moreira encontramos un desplazamiento disciplinar, en la de Ana Elisa Ribeiro evidenciamos un borramiento liminar.
Ana Elisa Ribeiro es profesora titular del Departamento de Linguagem e Tecnologia del Centro Federal de Educação Tecnológica de Minas Gerais (CEFET‒MG). Desarrolla actividades en el posgrado (maestría, doctorado y posdoctorado) y en el grado en Letras‒tecnologías de la edición. Es doctora en estudios lingüísticos e investigadora del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil (CNPq), además de coordinar el grupo de investigación Mulheres na Edição, con el apoyo de la fundación de inversión en investigaciones científicas del estado de Minas Gerais (Fapemig). Es escritora, poeta, traductora y editora desde hace más de veinte años. Las investigaciones de Ana Elisa refieren al lugar de las mujeres en el campo expandido de la literatura, pero, al mismo tiempo, analiza otros espacios dentro de ese mismo campo en donde se yuxtaponen la escritura, la edición y el rol de las mujeres como agentes literarias. El borramiento de los límites entre las diversas actividades de las mujeres que Ana Elisa Ribeiro estudia implica de algún modo la fluidez con la que ella misma transita el campo literario como escritora, profesora, poeta, editora, investigadora, entre otras actividades que desarrolla.
La obra de Ribeiro es muy profusa. Elijo, para esta ocasión, la lectura de dos textos; el primero, publicado en la revista Lectora (Universidad de Barcelona) en 2019 y que se titula «Editoriales y editoras en Brasil hoy. Dos casos contemporáneos: Chão da Feira y Relicário». El segundo, publicado en el dossier «Escribir en-desde el intersticio: resistencias y transgresiones escriturales en América Latina» que coordiné como editora invitada del número de diciembre de la revista Intersticios de la política y la cultura. Intervenciones Latinoamericanas (UNC) y que se titula «Escritoras, editoras y agentes: mujeres del libro en Brasil y algunas de sus conexiones internacionales» (2023). Presento el caso de Ana Elisa Ribeiro no solo por las implicancias de su objeto de estudio en el que se desvanecen algunos límites disciplinares que incluyen un estudio desde la historia, la literatura, el mercado editorial, etc., sino por la plasticidad que su propio ejercicio escritural presenta. Al leer los dos artículos desde el marco de la escritura académica se evidencia que son ejemplos posibles de cómo «saltar cercos» (Lugones, 2021) una vez más y cómo una escritura puede representarnos formas emancipatorias de habitar y transitar los espacios académicos. Los títulos de sus trabajos son claros y acentúan la preocupación de la investigadora: el objeto de estudio se vincula con las agentes culturales que motorizan la literatura, no con materiales literarios en sí mismos. Esto resulta interesante puesto que el estudio de los mercados editoriales y de su acción o relación con el campo literario no está suficientemente abordado por quienes se ocupan de pensar la producción literaria. En ocasiones, la indagación sobre el mundo editorial recae en el ámbito de las ciencias sociales y con menos frecuencia en el ámbito de los estudios literarios. Las dinámicas del mercado editorial pueden aportar datos fundamentales para el análisis literario; sin embargo, es poco habitual que este aspecto se encuentre en trabajos de crítica literaria. Influyen en el derrotero del texto literario el tránsito y la elección editorial, los medios de circulación y las posibilidades que esa circulación les habilita al texto y alx autorx, por mencionar apenas algunos aspectos relevantes. Es una cadena de sentidos materiales y simbólicos que afectan sensiblemente al campo literario. El trabajo de Ana Elisa Ribeiro recupera, anudando los bordes del mercado y del campo literario, la figura de agentes culturales poco analizados por la crítica literaria como el rol de los editores y de los agentes. A ello se suma la relevancia de reparar en la figura de las mujeres en dicho espacio liminar, no por el mero interés puesto en el hecho concreto de lo femenino interviniendo en el campo sino por la relevancia de dicha intervención y por sus efectos. Para el caso de Ana Elisa, me interesa rescatar dos cuestiones: la primera, que explicita en sus textos con quiénes dialoga, quiénes fueron lxs primerxs interlocutorxs del texto, expresa sus agradecimientos y la red de contención en la cual se ubica el artículo.[4] En segundo lugar, la soltura de la escritura que rescata, por momentos, tonos del relato etnográfico, la anécdota o la situacionalidad precisa de la investigación, aspectos que no suelen explicitarse en artículos académicos.
El objeto de su análisis queda, asimismo, expuesto con claridad debido a la vacancia que la autora identifica en el área de los estudios referidos a las editoriales, provengan del ámbito de la crítica literaria o de las ciencias sociales:
A partir de la constatación de que son escasas o inexistentes las narrativas históricas de editoras brasileñas en la bibliografía de Brasil, nuestro objetivo es registrar, de la forma más completa posible, la historia profesional de estas mujeres en el país, en los siglos XX y XXI, desde su invisibilidad total al protagonismo adquirido en la producción editorial y literaria. (2019:228)
Ana Elisa rescata la producción de Minas Gerais y no la de las grandes urbes brasileñas lo cual atrae la atención hacia la movida cultural de Belo Horizonte. Por tanto, el rescate de Ribeiro implica una enérgica exposición de los espacios y sujetos invisibilizados por otras líneas de estudios críticos. En el artículo publicado en la revista Intersticios, Ana Elisa afirma que
cuando una mujer decide volverse editora, en alguna medida y en varias situaciones, puede justamente llenar un hueco, en términos de discurso y de bibliodiversidad. En muchas ocasiones, para nacer como editora, ella necesitará desafiar lo establecido y expandir horizontes raramente visibles. (2023:156‒157)
y más tarde agrega que
Aparentemente, la falta de una mirada preocupada con las cuestiones de las mujeres en el espacio público puede haber generado la falsa impresión de que ellas no estaban allí, donde grandes hombres sí estaban. Lo que hacemos en Brasil, al investigar en los intersticios de la edición y el género, no es crear una narrativa paralela, tal vez también condenada al borramiento o al olvido, sino presentar versiones más amplias, más completas/complejas y diversas (en términos de género) de una historia que se va desarrollando por lo menos desde 1808, cuando la prensa llegó y fue autorizada en Brasil (pero también, posiblemente, antes de esto). Seguramente es nuestra intención repensar la historia editorial que hemos aprendido sin gran criticidad en ese sentido, proponiendo a las compañeras y a los compañeros una mirada más amplia e inclusiva con relación al trabajo editorial de personajes femeninas, no solo confirmando la importancia de escritoras y editoras en contextos culturales diversos, a pesar del silencio histórico y crítico sobre ellas, sino también sumándole otro tipo profesional, la agente literaria, figura relativamente reciente en nuestro medio, especialmente en Brasil. (157)
Basten estas citas para dar cuenta de la intención metodológica y escritural de la autora en la que se exponen las decisiones y los interrogantes que guían no solo su investigación, sino también, sus actividades docentes y editoriales.
Como se aprecia en este apartado, las escrituras de Viel Moreira y de Ribeiro amplían los márgenes de los campos disciplinares y se tensionan con los modos más estancos de realizar crítica literaria. En los desplazamientos disciplinares y en los desvanecimientos liminares lxs dos autorxs encuentran una oportunidad para expandir y ensayar procedimientos críticos menos tradicionales.
Presentes abiertos, expandidos, constantes
Mónica Velásquez Guzmán es docente, editora, investigadora, crítica literaria y autora de numerosos textos poéticos entre los que se destacan Hija de Medea (2008 Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal), La sed donde bebes (2011) y Abdicar de lucidez (2016). Como editora organizó, entre otros, el volumen Poesía en Bolivia (1990‒2023) (2024) que reúne artículos críticos sobre poesía boliviana escritos por diversxs autorxs locales y de otros países de América Latina.[5] Como crítica literaria es autora de Múltiples voces en la poesía de Francisco Hernández, Blanca Wiethüchter y Raúl Zurita (México 2009), Demoníaco afán. Lecturas de poesía latinoamericana (Bolivia‒Estados Unidos 2010), Un presente abierto las 24 horas (Mantis, 2023) y la colección de catorce volúmenes sobre poesía boliviana La crítica y el poeta (2010‒2022). Obtuvo su doctorado en literatura hispánica por El Colegio de México y desde 2005 se desempeña como docente de la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz.
Dentro su vasta producción académica y poética, es necesario mencionar que el trabajo de Mónica Velásquez Guzmán se encuentra ligado a la editorial Mantis, sello responsable por la publicación de Un presente abierto las 24 horas. En el marco del campo editorial boliviano, Mantis merece una nota particular puesto que es el sello dirigido por las escritoras Giovanna Rivero y Magela Baudoin. El trabajo como editoras que llevan adelante ambas es fundamental para ampliar el campo literario boliviano e impacta sensiblemente en los modos de circulación de una literatura latinoamericana escrita por mujeres que, de otro modo, vería con dificultad el ingreso a Bolivia. El esfuerzo que Giovanna Rivero y Magela Baudoin realizan en relación con la alteración de ese campo es fundamental: editan, publican, otorgan premios y estancias de escritura creativa, intervienen activamente en la organización de actividades vinculadas a la literatura, sobre todo en Santa Cruz de la Sierra, y provocan, con estas acciones, la expansión del campo literario boliviano. Por ello, la singular escritura de Un presente abierto las 24 horas ha encontrado en la casa Mantis un lugar natural de cobijo.
Durante muchos años, la preocupación predominante de la literatura latinoamericana fue el pasado. En tiempos verbales y existenciales, el pasado se presentaba como una dimensión desconocida que, sin embargo, podía ser susceptible de ser reescrita y actualizada. Posiblemente la clave del fenómeno literario que interpela nuestra contemporaneidad sea, precisamente, la urgente necesidad de actualizar y, en ese gesto, reescribir lo que se calló, se ocultó, se maltrató. Los traumas del pasado que fueron constitutivos de los sujetos de hoy, las historias tamizadas y filtradas, las acciones políticas estigmatizadas, las libertades obturadas; todo esto vuelve en la literatura latinoamericana de nuestro presente. Mónica Velásquez Guzmán en su libro se pregunta qué pasa, quiere saber, comprender, aprehender, lo que intuye que —indefectiblemente— se escapa, se le escurre de las manos un fenómeno literario desbordante, pero, también, la vida de la cual se impregna, en la cual se inspira, acelerada, ignota. Pero Mónica Velásquez Guzmán sabe que su libro
no será, pues, ni crítica interpretativa que extraiga todo lo que las escrituras tengan para significar; ni crítica a codazos para que las escrituras confiesen el crimen que la Teoría les pida; ni crítica de divulgación y llévese estito que está en oferta. La no‒crítica; la inexistente‒crítica demorada en pregunta. (2023:23)
Tal vez, nunca tanto como hoy, la literatura latinoamericana contemporánea se reconozca en la ausencia de las certezas, en una incertidumbre sin fin, sin casa, sin lengua, sin coordenadas, aunque pueda sí, dar su batalla en la escritura misma, aferrándose a las múltiples posibilidades y a las diversas traiciones que permiten que proliferen en un medio ya no sostenido por amarras, sino existente en toda la potencia de su desarraigo. Si total qué; hay que escribir el ejercicio, el experimento, la vida, el silencio y la audacia, aunque Velásquez Guzmán reconoce que hay «acciones [que] tejen una poética de metamorfosis por la cual se construye otra filiación, una des-idealizada» (44). Así, todo ejercicio de escritura contemporáneo juega con el abismo de los extremos. Y la crítica no queda exenta de la experimentación, por eso la autora boliviana se atreve a rebasar e ignorar algunos límites, a sabiendas de las exigencias académicas y de los rigores de las publicaciones indexadas transnacionales. Por ello afirma que en Un presente abierto las 24 horas «oscilaré, pues, entre el comentario, el análisis, el juego y el desborde de estas lecturas-escrituras» (34).
Otrora escritura encorsetada, por momentos basada en las anécdotas biográficas, en supuestos marcos teóricos ajustados a las reglas de un método científico destinado al fracaso en el área de los estudios literarios, la escritura crítica o llamada académica enfrenta hoy un embate incansable con los fundamentos mismos que supieron darle su existencia. La escritura normalizada cae sin red en el despeñadero de la no‒regla y traiciona, quizás, el primer mandato de la escritura académica: el borramiento de la subjetividad de quien la escribe. Al leer el texto de Velásquez Guzmán, sin embargo, es posible identificar las implicancias de hacer crítica desde la acentuación de una subjetividad lectora y escritora que se reafirma en sus propias búsquedas y en los desafíos a los cuales es arrojada.
La literatura latinoamericana del siglo XX, al igual que la contemporánea, también hablaba de su presente. Pero lo hacía con candor y en relación con las problemáticas que azotaban sus territorios. A diferencia de este presente escurridizo, esa literatura latinoamericana nos resulta hoy —en la experiencia de lectura— más sosegada y asible. Incluso con todas las problemáticas sociales y políticas que se representaban en sus páginas, parece más evasiva, o metafórica, menos angustiante; su experimentalismo estético menos extremo, su carácter testimonial menos subjetivo, su simulada calma menos urgente y asfixiante.
Un presente abierto las 24 horas ya desde su título proyecta un sinfín: sin fin temporal, sin fin territorial. El amplísimo corpus leído y devorado por la autora se muestra infinito, inagotable. La interpelación constante a la lectora, lector, lectore, el infiltrado de comentarios entre paréntesis, en cursiva, la textualidad‒texturalidad que va componiendo la escritura hacen de este libro un fugitivo de la crítica más «dura», se sabe altamente subjetivo y no lo vela, se hace lugar en la polifonía desordenada de una crítica literaria dedicada al estudio de la literatura latinoamericana contemporánea en la que resuenan las mismas preocupaciones, las mismas evidencias, porque —esta vez— estamos leyendo todxs al mismo tiempo aunque no al unísono. Mónica se suma a la masa heterogénea de las voces críticas académicas amparada en el experimento escritural Ludmer‒Kamenszain[6] que ha sabido darle cobijo a esta osadía textual que insiste en formular preguntas que no pueden esperar respuesta. Cuando el ejercicio de la crítica es, precisamente, el de formular problemas importa más el interrogante que la apretada e insuficiente réplica que pudiera darse. Si todo texto literario se presenta abierto, entonces, es razonable concebir que no hay posibilidad de clausura. Este presente abierto las 24 horas no tiene tiempo para imaginar respuestas, va detrás de algo, sin detenerse, lee y lee y busca.
El mapa textual que construye Velásquez Guzmán es, como ya mencioné, desaforado. Pasa por México, Argentina, Uruguay, Perú, Colombia, Bolivia. La lista de autorxs es extensa: Fernanda Ampuero, Gabriela Cabezón Cámara, Giovanna Rivero, Juan Cárdenas, Nona Fernández, Fernanda Trías, Samanta Schweblin, Sara Uribe y no se agota solo en ellxs. A partir de una escritura que recupera las anécdotas de los textos y coloca numerosas citas que se van tejiendo a lo largo del libro, la autora —al compás de los apremios de la narrativa leída— va construyendo su propio mapa textual en el que no solamente cartografía la narrativa contemporánea de este continente, sino que, también, se ubica ella misma en un contexto de escritura del que quiere desmarcarse. Sin identificación posible, sus antecedentes escriturales se remontan a otros experimentos y ella misma desafía sus conocimientos de la teoría literaria. Un presente abierto las 24 horas se compone de fragmentos, de pequeños dispositivos escriturales que juegan con otras discursividades —en los fragmentos titulados «Video», en la apelación al cómic, al cine, a la crítica y a la teoría literarias, al policial, al género dramático— lo cual escapa a toda estructura tradicional de lectura crítica dentro de los márgenes a los cuales nos tiene acostumbradas la academia. El riesgo yace precisamente en esa línea que la autora quiere transgredir y, aunque sus temores estén escritos y por tanto exteriorizados y compartidos con el lector, lectora, lectore, asume una condición de decibilidad vedada para textos que podrían ubicarse dentro de un registro académico. Es este libro también, como los textos que lee y que interroga, un experimento en sí mismo que, siguiendo la estela de Josefina Ludmer y Tamara Kamenszain como ancestras iluminadoras, construye en su estructura diseminada, en su ansiedad analítica, su propio lugar de enunciación, que, con certeza, será emulado por otras y otros insatisfechos de los rigores impuestos por este tiempo y por modos de escribir más reglados.
Un presente abierto las 24 horas de Mónica Velásquez Guzmán se cierra con una pregunta final «¿quién ha estado escribiendo este libro?» (220. Las cursivas son del original). El texto encuentra su autoría y su estilo en el desborde, en el entremedio y en el intersticio escritural en el que esta potente autora boliviana elige ubicarse para encontrar su propia voz crítica.
Sacudir el canon, repensar la tradición, habitar lo contemporáneo
Los ejercicios de reflexión sobre la escritura, sobre la nuestra, no ya la referida a los objetos que elegimos para analizar, representan una posibilidad de detener el tiempo para poder pensar en nuestro oficio. Existen, afortunadamente, diversos ejemplos de cómo hacer las cosas de una manera diferente, pero creo que el modo más aconsejable es seguir nuestra propia intuición, nuestra propia curiosidad en el intento, aunque a veces sea vano, de encontrar un pequeño resquicio de originalidad motivado por nuestra creatividad. Annick Louis, alumna, discípula y amiga de Josefina Ludmer sigue indagando en el objeto esquivo que nos ocupa en su reciente libro Sin objeto. Por una epistemología de la disciplina literaria (2022) que propone «estudiar las condiciones de posibilidad» (27) de dicha epistemología; Marcela Croce editó el volumen Dominios y dislocaciones de la crítica latinoamericana (2023b) para la editorial EDUVIM en un intento por redefinir lo latinoamericano —su literatura, su producción crítica— con el propósito de «integrar plenamente a Brasil (...) [e] incorporar aunque sea a través de destellos todavía sesgados y demasiado ocasionales los dominios antillanos no hispanos y (...) revisar la intervención de las lenguas autóctonas» (14).
Aunque la composición de esta mesa textual no cuenta con casos tan desmesurados como los que estudia la investigadora Lucía Tennina (2022), quise exponer ejemplos cercanos, por lectura o por afinidades en el campo académico, que representan posibilidades‒otras de encarar los estudios literarios. Tennina investiga la producción literaria brasileña contemporánea y plantea la necesidad de expandir la idea sobre el/la críticx literarix, puesto que aborda casos que la llevan a hablar de «crítica performática» o de «crítica manifiesto». Tennina advierte, y comparto con ella, que algunas performances críticas (como las desarrolladas por Paloma Vidal en Brasil) exponen «procedimientos experimentales que ya se dan en la literatura y la poesía» y que habilitan que «se den también en la crítica» (48). La investigadora afirma que existe un modo performático de realizar crítica literaria, pero, advierte, y esto me parece relevante, que dirigir el trabajo académico hacia un «fuera del margen» exige cierto tipo de legitimación e, incluso, sostiene que «es fundamental tener en cuenta la posición de privilegio de las voces de las críticas que se permiten hacer públicos estos ejercicios a partir de sus trayectorias» (51), un aspecto a no descuidar en la reflexión sobre una potencial rebeldía de la escritura académica.
Más allá de la posición que ocupan, los casos citados en este artículo resultan alentadores porque abren la posibilidad de seguir intentando otros métodos, traslucen que la intuición no siempre es mala consejera y que es posible seguir ensayando una escritura en la que un «yo pueda ser más yo» que en ningún otro ámbito. La escritura de crítica literaria a partir de la provocación de la literatura es la que, finalmente, termina escribiéndonos.
Si la idea del tiempo, del pasado‒presente‒futuro retorna para ser reconfigurada y actualizada, estudiada críticamente, posiblemente sea este juego temporal el que vivimos arriesgando en nuestras escrituras. El salto al vacío que, sin embargo, no deja de afectarnos. Estamos inmersos en una historia latinoamericana dinámica, vertiginosa, donde las escrituras ocupan lugares centrales y de poder al tiempo que, también, han habitado espacios de crítica e impugnación a esos mismos centros de poder. Son inscripciones en el marco siempre velado de la enunciación que han construido una memoria, una «política del decir» y posibilidades más o menos estables de construcción social imaginaria. En las escrituras descansa la acumulación de diversos saberes que, en ocasiones, se hacen eco de las oralidades, de los dichos, de las noticias y de las preocupaciones que atraviesan a los tiempos latinoamericanos sea desde la conformación de discursos dominantes, sea desde la creación de discursos disidentes.
Este texto quiso, inspirado en las posibilidades críticas y metodológicas del «comparatismo contrastivo» (Croce, 2023a), reparar en aquellas escrituras que, desde espacios intersticiales, cuestionan los discursos del poder, las hegemonías académicas, los lugares del decir. Tomar la escritura como posibilidad de contradecir, impugnar o alentar una creación contenida en márgenes enunciativos dislocados o por fuera de ellos. Eugenia Almeida afirma que «escribir es estar en actitud de búsqueda sin orientarse hacia ningún objetivo» (2019:81) y también que «escribir implica, además, la necesidad de dejar constancia» (26). Más allá de cualquier uso utilitario de la escritura, escribir supone involucrar el cuerpo y una potencia para decir lo que está oculto, callado, inmovilizado; experiencias escriturales como las de María Lugones en Peregrinajes, quien se propuso «el aprendizaje de escribir desde dentro de la resistencia en lugar de hacerlo sobre ella» (2021:69) como método crítico hacia el saber académico hegemónico, cuestionan el «cerco» de lo decible, de lo enunciable, de lo publicable. Este trabajo, por tanto, quiso ubicarse en la estela dejada por esos ejercicios críticos que toman a la escritura como punto de reflexión y como posibilidad creativa y fue concebido al calor de conversaciones y encuentros con colegas y amigxs que comparten, también, estas inquietudes afectadas por tiempos devastadores.
Referencias bibliográficas
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Notas
Información adicional
Para citar este
artículo:: González
Almada, M. (2024). Crítica literaria latinoamericana y contemporánea:
interpelaciones de un ejercicio escritural. El taco en la brea, (20)
(junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0162 DOI:
10.14409/eltaco.10.20.e0162