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Historias del saber filosófico en la Argentina. Revisiones críticas, nuevas perspectivas y diferentes objetos
Stories of Philosophical Knowledge in Argentina. Critical Reviews, New Perspectives and Different Objects
Cuadernos de H ideas, vol. 18, núm. 18, e085, 2024
Universidad Nacional de La Plata

Dossier

Cuadernos de H ideas
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 1851-8206
ISSN-e: 2313-9048
Periodicidad: Frecuencia continua
vol. 18, núm. 18, e085, 2024

Recepción: 14 octubre 2024

Aprobación: 16 noviembre 2024

Publicación: 17 diciembre 2024


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: A lo largo del siglo XX surgen una serie relatos en torno al pasado de la filosofía argentina. Dichas narraciones motivan el presente dossier que intenta ir más allá de ellas, con el propósito de realizar nuevas interpelaciones para iluminar objetos hasta ahora desatendidos. Explorar otros marcos teóricos habilitan nuevas preguntas, que, además de los contenidos semánticos del discurso filosófico, pueden incluir otras preocupaciones teóricas e históricas: cómo, desde dónde, por qué, con o contra quién se escribe. Así, la presente revisión crítica atiende a diferentes momentos y expresiones del pensamiento filosófico argentino. Busca desnaturalizar las definiciones y las etapas trazadas en las historias más clásicas, como también las explicaciones en torno a las recepciones filosóficas allí presentes, sumergiendo dichos relatos en los contextos históricos y discursivos en los que se inscriben.

Palabras clave: historias de la filosofía, métodos, nuevos enfoques, recepciones filosóficas.

Abstract: Throughout the twentieth century, a series of narratives about the past of Argentine philosophy have emerged. These narratives motivate the present dossier, which attempts to go beyond them, with the purpose of making new interpellations to illuminate hitherto neglected objects. Exploring other theoretical frameworks enables new questions, which, in addition to the semantic contents of philosophical discourse, may include other theoretical and historical concerns: how, from where, why, with or against whom it is written. Thus, the present critical review attends to different moments and expressions of Argentine philosophical thought. It seeks to denaturalize the definitions and stages traced in the most classical histories and thus revise the explanations of the philosophical receptions present in them, immersing these accounts in the historical and discursive contexts in which they are inscribed.

Keywords: history of philosophy, methods, new approaches, philosophical receptions.

El dossier que presentamos tiene como marco general el interés de revisar y de repensar los modos en que se han construido en el siglo XX los relatos sobre el pasado de la filosofía en la Argentina. No son muchas las historias que se han dedicado al estudio del tema hasta el presente, a pesar de que se reconoce indiscutiblemente un objeto específico en relación con los estudios filosóficos en estas latitudes. Entre las historias más consagradas encontramos las formuladas a partir de la década de 1950,1 que emprendieron proyectos pretendidamente abarcativos.2 Luego, muchos trabajos se han realizado en torno a recortes específicos, estudios sobre autores o líneas de pensamiento. Con todo, pueden reconocerse algunas constantes: en un extremo, la escasa explicitación de los criterios de selección y de las opciones metodológicas adoptadas; en el otro, la poca articulación del discurso que se presume filosófico con el marco contextual, discursivo o no discursivo, en que éste se inscribe; y entre ellas, la reducida porosidad de un relato que busca ofrecerle a la filosofía un espacio privilegiado en el mundo de los saberes.

Como toda generalización, es probable que pasemos por alto detalles y excepciones, y entre ellas cabe mencionar los nombres de Arturo Roig y Oscar Terán, que llamaron la atención, no siempre de manera explícita, sobre la necesidad de tematizar la filosofía como discurso y de su articulación con una historia que excede sus márgenes. Si ellos multiplicaron sus miradas a través de sus discípulos, observamos, no obstante, dentro del campo filosófico argentino, la escasa presencia de espacios reflexivos en torno a la historia de la filosofía que se produjo aquí, aunque es probable que la escasa tematización en clave histórica sea una tónica recurrente para otras filosofías también. Usualmente, el trabajo con autores y problemáticas específicas deja de lado la tematización sobre la propia perspectiva de trabajo. La escasa reflexión historiográfica suele ser expresión de una limitada articulación e inscripción de los estudios en un marco contextual histórico y discursivo.

En este sentido, surge la inquietud por avanzar en torno a la historia (o las historias) de los saberes, y en particular de la filosofía en la Argentina, articulando más fluidamente el estudio de tradiciones de pensamiento, la historia de los conceptos, la historia de la recepción de modelos teóricos y la historia de las instituciones, entre otras perspectivas teórico-metodológicas. Son muchos y variados los enfoques que ayudarían a perfilar opciones renovadas para la historiografía filosófica. Así, podemos contar con propuestas que van desde las líneas más asociadas a la historia intelectual, hasta aquellas vinculadas a las reflexiones en el campo de la semiótica. Del mismo modo, son variadas las alternativas en lo que hace a la selección del objeto y del material que se derivan de allí y que permiten ser revisitadas en relación con coordenadas como centro-periferia, local-nacional, hegemónico-subalterno, entre tantas otras.

Este dossier asume como condición la complejización de los modos instituidos y reproducidos del relato de lo que identificamos como historia de la filosofía argentina. Se despliega como respuesta a la interrogación en torno a la historización del saber filosófico. Indaga, en la variedad, diversas herramientas teóricas y metodológicas que permiten pensar esa filosofía como una práctica que cobra cuerpo en contextos específicos, de la mano de diferentes agentes históricos, en vinculación con otros saberes, cumpliendo roles u objetivos subsidiarios de procesos que la exceden como disciplina, ocupando espacios públicos, con normas preestablecidas que pueden o no torcerse, atravesada por tensiones, diferencias y luchas por la hegemonía discursiva.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, se reúnen artículos que reflexionan de manera específica sobre aportes teóricos a esta historiografía, revisan críticamente el modo en que se ha construido esa historia y las definiciones que allí se expresan de este saber, atienden a las condiciones socio-históricas de la constitución y profesionalización del campo filosófico nacional en marcos particulares, analizan las materialidades en donde circula ese saber y su relación con los sentidos y criterios con los que opera la disciplina, en suma, avanzan en la exploración reflexiva de objetos y/o materiales, en un intento por contribuir a la profundización de las historias críticas de la filosofía producida y definida en la Argentina.

Son variadas las entradas que se presentan, enfatizando uno u otro elemento y siempre intentando excederlo en virtud de alguna o algunas relaciones; dan cuenta de una de las múltiples aristas que, creemos pueden convocarse cuando historizamos en plural nuestro saber. Así lo hace Facundo Moine, cuyo trabajo, siguiendo el orden cronológico del objeto abordado, ocupa el primer lugar. Este artículo vuelve sobre uno de los lugares más estudiados, o al menos mencionados, en las historias de la filosofía o del pensamiento argentino, los años del positivismo o el cientificismo, pero lo hace de un modo particular. Con la transparente intención de desarmar esas clasificaciones, ingresa al mundo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para reconocer cómo un universo conceptual se va entretejiendo en una tela que abarca mucho más que un saber, o mejor, en la que la disciplina se constituye a través de múltiples delimitaciones, objetos, regulaciones que recién comienzan a explicitarse, que cuesta dar por sentadas y que, por eso, convocan un sinnúmero de matices. Los grises predominan en ese artículo, como bisagras que van abriendo nuevas opciones teóricas sin cerrar las anteriores.

El artículo se vuelve constantemente sobre una pregunta que se posa en el vértice en que la filosofía, como saber universitario, se topa con la institución en que cobra su valor más propio, la misma universidad. Allí las cuestiones se ramifican, pero la pregunta de fondo dirige la atención a la articulación que se va produciendo entre ciertas opciones y posicionamientos teóricos y lo que implica y convoca la institucionalización de este saber: se trata de reconocer cómo esas posiciones teóricas, afines al conocimiento científico y experimental, se reconocen teniendo que responder en términos prácticos a algo que las excede: cuál es la función de la universidad o, más precisamente, cuál es su función social. Se trata de un diálogo que no puede no asumir la interrogación por los agentes sociales que participan en esas definiciones, las elites. La filosofía es en ese marco un conocimiento que se presenta como “moderno”, superador de viejos modelos escolásticos, y que como tal confía en su renovación constante, aunque, al traducir esas condiciones epistémicas en una práctica concreta, la de la docencia, la de la formación universitaria de profesionales, descubra el riesgo que corre su propia posición de poder. Entonces, se ensayan nuevas definiciones, otras dimensiones filosóficas, otros campos, y se sopesa el riesgo de que la filosofía pierda su lugar milenario. Esa búsqueda de novedad no puede ser escindida de aquellas inquietudes frente las novedades del fin-de-siglo, y es por eso que se hace notar allí que toda torsión puede ser leída en ese diálogo que excede nuestro objeto.

Carla Galfione recoge el guante, se ocupa de esos cambios apenas sugeridos y surgidos de un malestar y una duda, no solo teórica, para ocuparse del modo cómo se configura un discurso alternativo a aquel que ponía las ciencias experimentales como marco de la filosofía. Es probable que el tono de este artículo sea el más convencional dentro de lo que se considera la historia de la filosofía, centrado casi exclusivamente en un autor, que escribe desde el centro culturalmente hegemónico del país, recogiendo expresiones que dan cuenta de afinidades teóricas y reconstruyendo el discurso en que éstas se plasman. Coriolano Alberini y Benedetto Croce son las figuras protagónicas de un intento por avanzar en profundidad en la comprensión en torno al modo en que se conceptualizó, en términos afirmativos, el discurso antipositivista, tal como tuvo lugar en el Río de la Plata. La provocación que supone un relato que se autoposiciona como el origen, en este caso de la filosofía en el país, surte efecto en este trabajo: ¿a condición de qué se puede proclamar ese inicio? Intentar responder a estas preguntas conlleva ese recorrido en el que Alberini, aunque también algunos de sus colegas de peso a nivel institucional, abrevan en una lógica, que puede leerse condensada en la propuesta de Croce. Si entonces, como muestra Moine, la matriz experimental presentaba algunas grietas que sugerían modos alternativos de resolver la pregunta por un saber y una universidad que no descansaba tan cómoda en aquel universo de sentido, aquí vemos cómo esas fisuras se han convertido en caminos por donde el discurso filosófico se presenta con mayor grado de autonomía respecto de otros saberes y sin reconocer condiciones.

Si esta exploración es claramente conceptual y se elabora en función de motivos de la tradición y el canon de los problemas filosóficos, como los son el de la tensión entre libertad y necesidad, universal y particular o ser y deber ser, es para descubrir la torsión que se produce y llegar, en última instancia a reconocer qué se dice entonces cuando se dice “historia”, cuando se dice “situación” y, cuando, de la mano de estos términos, se da protagonismo histórico y cultural a la filosofía y se la vuelve necesaria. Como corolario, esa exploración y la hipótesis de que puede verse entonces un giro conceptual de envergadura, excede ese marco para sugerir la posibilidad de reconocer allí el sustento teórico de búsquedas posteriores en torno a una filosofía argentina. La centralidad de la dimensión cultural, que se produce entonces, puede que sea condición de los desarrollos más recurrentes en el siglo XX.

El trabajo de Susana Herrero avanza en una dirección diversa, aunque subrayando, precisamente, el vínculo entre filosofía y cultura. Buena parte de su reflexión es un llamado a pensar, valorizar y hasta testear las propuestas de Arturo Andrés Roig y Eduardo Deves-Valdes, a través de las cuales se repiensan las posibilidades y condiciones de la filosofía en América Latina. En este sentido, la autora recupera estos nombres para pensar la figura de Orestes Di Lullo y, con él, de algunas de las expresiones de la cultura de la región del noroeste argentino. La pregunta ordenadora del trabajo puede condensarse de la siguiente manera: ¿hay una filosofía en las formulaciones de Di Lullo? Pero no se trata de una constatación, es antes un cambio de foco, porque de lo que se trata es de preguntar qué suponemos que es la filosofía al momento de preguntarnos por sus expresiones particulares.

La apuesta de Herrero es explorar si puede acaso reconocerse, en las formulaciones de Di Lullo, un sistema que cumpla la doble función de la descripción y la normalización. La empresa es por demás compleja, porque ya decir “sistema” convoca una importante y pesada cantidad de condiciones. Aunque no lleguemos a reconocer tal aparato, la relevancia de esa exploración radica en que señala un meollo poco evidente: la filosofía, tal como la entendemos y la practicamos, sus términos, sus articulaciones, los modos de sus razonamientos, parecen uniformizar sus objetos. ¿Alcanzan los conceptos y maneras disponibles en el campo para nombrar, en esa respetable pretensión de universalizar, todo lo que nos rodea? Y, más precisamente, cuando pensamos en lo humano, en la “mujer”, en el “hombre”, ¿cuánto abarcan los recursos de que disponemos para su comprensión? Al preguntarlo, no se reclama necesariamente un pensamiento de lo particular. La lectura que la autora trae en torno a Di lullo habilita la pregunta por lo que excluye la demarcación del saber filosófico con la contamos. Y lo que excluye, si pudiéramos (profanamente) traducir la tensión entre universal y particular en términos cuantitativos, no es poco.

Jimena Sosa propone un trabajo centrado en el estudio de la revista Cuadernos de Filosofía, en su primera etapa desarrollada entre 1948 y 1955, bajo la dirección de Carlos Astrada. En esta contribución, Sosa analiza los modos en que se construye la agrupación que lleva adelante la revista –gestores, editores, traductores– y considera sus objetivos en relación con la profesionalización del campo filosófico nacional, pero también cargada de una fuerte proyección internacionalista, teniendo en cuenta las destacadas intervenciones de intelectuales de distintos centros culturales.

En particular, el aporte de Sosa reside en el análisis de las intervenciones de Coriolano Alberini y Luis Farré, quienes proponen diferentes lecturas en torno a la historia de las ideas filosóficas en la Argentina. Aunque los escritos de estos autores fueron pensados originalmente como parte de un libro –Cincuenta años de filosofía en Argentina, publicado por Farré algunos años después–, este artículo analiza el sentido político y filosófico de esas intervenciones, estas son parte de una lucha por la hegemonía discursiva en un campo intelectual fuertemente polarizado.

Mirando, en cambio, los ámbitos consagrados al canon, la lectura que ofrece Lucía Belloro de la filosofía de los sesentas a través del Segundo Congreso Nacional de Filosofía es una entrada singular. Es singular respecto de otras historias de la disciplina, porque considera lugares en vez de escrituras, lugares-acontecimientos, podríamos decir, en los que la palabra circula y queda atravesada por las posiciones, por los marcos, por el reparto de los espacios. Una Universidad Nacional, no cualquiera, que organiza un congreso queriendo ocupar el lugar vacante que dejó otro, el de 1949; una comisión organizadora que coincide en sus nombres con los ocupan los lugares de poder institucional; unas actas reducidas, selectas, como testimonio controlado del evento. Cuando otras historias de la filosofía se olvidan de considerar las universidades y el entorno que ellas convocan como posibilidad de la filosofía, y otras historias de la universidad descuidan la consideración de los discursos y los saberes, el artículo de Belloro indaga el cruce como un espacio de locación de la disciplina. El congreso como lugar en el que se encuentran un saber y una institución, que no es sino un capítulo de una amplia red que se teje para ligar más elementos y aportar información, pero más que nada, para multiplicar las preguntas.

Al posicionar la mirada en ese lugar, lugar-acontecimiento, la autora logra pintar un cuadro con planos variados, un escenario político-institucional de fondo y una reunión anodina de posiciones. Contrastando con una imagen homogénea –que quizás fue la que pretendieron legar las actas publicadas–, este recorrido permite ver el escenario mismo, escuchar el rumor entre los actores y descubrir la multiplicidad que se reúne. Allí, en un contexto institucional fuertemente condicionado por el autoritarismo y la proscripción política, la mirada incisiva permite reconocer la diversidad de posiciones: unas, paladín de la cultura católica y clásica, que abogarían por la filosofía perenne, forzando incluso el móvil político que las sostiene, otras, que recuerdan el dictum del compromiso y encuentran en la praxis el relevo obligado de aquella inmutabilidad. El objeto que elige Belloro llama a descubrir la variedad y la tensión, pero más aún, con ellas, la necesidad de reconocer cómo la dimensión política atraviesa las definiciones de este saber que nos interesa pensar.

En resumen, el presente dossier intenta mostrar un modo de pensar la historia de las ideas desde una perspectiva crítica –respecto de los discursos más tradicionales– que atienda a los usos y las funciones de los discursos filosóficos sumergidos en sus contextos –socio-históricos y discursivos– para complejizar, profundizar y reevaluar los aportes historiográficos más clásicos en torno al campo, centrados en un estudio de los contenidos semánticos. En esta línea, se centra menos en grandes figuras o en etapas y más en los procesos en los que emergen esos discursos, proponiendo otra mirada del campo académico –no solo de carácter institucional–, y a lo que pasa con la disciplina más allá de sus lindes, considerando su despliegue incluso en zonas escasamente estudiadas (como, por ejemplo, la práctica filosófica e historiográfica desarrollada en provincias). Es aquí donde pensamos que estos enfoques resultan valiosos como modo de complementar y de complejizar el abordaje hasta ahora realizado en torno al campo filosófico argentino.

Referencias

Alberini, C. (1930). Die Deutsche Philosophie in Argentinien. Henrich Wilhelm Hendriock.

Caturelli, A. (2001). Historia de la filosofía en Argentina (1900-2000). Universidad del Salvador.

Farré, L. (1958). Cincuenta años de filosofía en Argentina. Peuser.

Ingenieros, J. (1918). La evolución de las ideas argentinas. Rosso.

Korn, A. (1936). Influencias filosóficas en la evolución nacional. Claridad.

Lertora de Mendoza, C. y Farré, L. (1981). La filosofía en la Argentina. Docencia-Proyecto CINAE.

Pró, D. (1973). Historia del pensamiento filosófico argentino. Universidad Nacional de Cuyo.

Torchia Estrada, J. C. (1961). La filosofía en Argentina. Unión Panamericana.

Notas

2 Cabe destacar que esta historiografía –que podríamos llamar de mediados del XX– se inscribe y dialoga con una tradición previa que intenta historizar las ideas filosóficas en la Argentina. Entre los agentes centrales en dicho proceso se pueden mencionar los aportes de José Ingenieros (1918), Alejandro Korn (1936) y Coriolano Alberini (1930), entre otros.


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