Reseñas
Reseña a Enzo Traverso (2022). Revolución: una historia intelectual (trad. Horacio Pons). Fondo de Cultura Económica. 644 pp.
Review to Enzo Traverso (2022). Revolución: una historia intelectual (trad. Horacio Pons). Fondo de Cultura Económica. 644 pp.
Cuadernos de H ideas
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 1851-8206
ISSN-e: 2313-9048
Periodicidad: Frecuencia continua
vol. 18, núm. 18, e081, 2024
![]() | Traverso, Enzo. Revolución: una historia intelectual. 2022. Fondo de Cultura Económica. 644 pp. |
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Recepción: 04 Abril 2024
Aprobación: 02 Mayo 2024
Publicación: 03 Junio 2024
Si observamos de noche un cielo tropical, sin luna, en la temporada seca, vemos un reluciente dosel de estrellas estáticas, conectadas tan sólo por la oscuridad visible y la imaginación. La serena belleza es tan inmensa que requiere un esfuerzo de la voluntad recordarse a uno mismo que estas estrellas se encuentran de hecho en un movimiento perpetuo y frenético, impulsadas de aquí para allá por la fuerza invisible de los campos gravitacionales de los que forman parte ineludible y activa.
Benedict Anderson (2005)
Revolución (2022), de Enzo Traverso, es un fantástico estudio de historia intelectual que analiza las transformaciones producidas en y por las revoluciones de los siglos XIX y XX, con el fin de interpretar –antes que explicar– ese fenómeno de la historia moderna. Publicado en 2021 en inglés, y editado un año más tarde en España, por editorial Akal, y en la Argentina, por Fondo de Cultura Económica, es una obra que busca reunir en una composición significativa aquellas huellas, intelectuales y materiales, de un pasado revolucionario disperso e, incluso, olvidado.
Este autor italiano, uno de los más destacados historiadores intelectuales europeos, y actualmente profesor en la Universidad Cornell (EE.UU.), rehabilita el concepto de revolución como una clave interpretativa de la historia moderna contra las narrativas revisionistas que proliferaron en las últimas décadas. ¿Qué hacer, se pregunta, frente al cuestionamiento de la relevancia de la revolución para la época moderna? ¿Cómo rehabilitarlas como hitos de la modernidad y del cambio histórico sin caer en la trampa equivalente de la estigmatización o de la apología, del “exorcismo contrarrevolucionario” o de la “idealización desesperada”? (p. 56).
La introducción del libro se ocupa de desentrañar este problema de base y propone que el historiador debe encontrar un enfoque diferente de un pasado revolucionario compuesto de apasionantes insurgencias, pero también de trágicos reveses. De allí la necesidad de volver sobre su historicidad: la memoria de las luchas (y derrotas) revolucionarias es, ante todo, testimonio de experiencias vivas, ambivalentes, quiasmáticas y, como tales, no habilita su inscripción en una progresión histórica ascendente y acumulativamente ineluctable para nuestro presente. El objetivo del libro es, entonces, la elaboración crítica de ese pasado revolucionario (p. 56), dando cuenta tanto de sus momentos liberadores como de sus contradicciones, única forma de “captar su significado histórico y transmitir su legado” (p. 42).
Su concepto de revolución es el de “una interrupción repentina –y casi siempre violenta– del continuo histórico, una ruptura del orden social y político” (p. 25), pero también, como se mostrará, del ámbito cultural y simbólico. El género elegido para desplegar el análisis es el ensayo histórico y su referente teórico se construye a partir de un diálogo con Karl Marx y con Walter Benjamin: del primero toma, ante todo, su concepción de la revolución como invención, fruto del entrelazamiento indeterminado y contingente entre causalidad estructural y agencia humana; del segundo, el concepto de “imagen dialéctica”, locus metodológico desde el cuál irradiará todo el abordaje. Estas imágenes no están allí, en el pasado, surgen de la aplicación de dos técnicas: la recopilación y el montaje. Este procedimiento de ensamblaje permite, entonces, interpretar las revoluciones de los siglos XIX y XX, dado que esas imágenes aprehenden, al mismo tiempo, una fuente histórica y su interpretación.
Este objeto y ese método explican la estructura del libro. Como piezas de un rompecabezas –o, utilizando el vocabulario benjaminiano, como mónadas en una constelación saturada de tensiones–, cada uno de los seis capítulos explora una imagen dialéctica distinta, para eludir una reconstrucción lineal y cronológica: la Revolución como locomotora de la historia (cap. 1), cuerpos revolucionarios (simbólicos y físicos, cap. 2), símbolos y reinos de la memoria (cap. 3), el intelectual revolucionario (cap. 4), las genealogías de la libertad (cap. 5) y los distintos rostros del comunismo –y sus interpretaciones antagónicas– (cap. 6). Estas figuras condensan tanto recuerdos (historia) como esperanzas (horizontes de expectativa) y se analizan entrelazando, constantemente, ideas y representaciones, fuentes teóricas, historiográficas e iconográficas. Los capítulos se conjugan entre sí para producir un brillante y sólido estudio que reexamina el estatus del concepto de revolución, tanto en la teoría política como en la historia intelectual, revisitando el significado mismo de la experiencia moderna de la Revolución.
La aparente independencia de cada uno de los seis capítulos no disuelve la coherencia general de la obra, que se manifiesta en una temporalidad común que se recorta en cada capítulo de manera diferente, aunque yuxtapuesta, en función del tema tratado. Se expresa, además, en la voluntad de abordar la revolución en escenarios diversos, reconociendo la existencia de historias superpuestas e interconectadas. Por último, el libro complementa su análisis con una excelente selección de fotografías, láminas e ilustraciones que transportan al lector, ofreciéndose, así, como pruebas de la metodología utilizada antes que como mero ornamento. Sin ser una historia de los lenguajes políticos, en la línea de Skinner-Pocock, ni una historia conceptual en clave koselleckiana, su reconstrucción del vocabulario conceptual y simbólico a través del cual se articularon y se plasmaron los sentidos de la Revolución a lo largo de los siglos XIX y XX lo sitúan en las premisas de la historia intelectual que emergió en los años sesenta como alternativa a la historia tradicional de las ideas.
Sin embargo, en una conferencia reciente pronunciada en la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina),1 el autor afirmó que –de no haber sido por una decisión editorial– hubiera subtitulado su libro “una historia global” o “una historia transnacional”, antes que intelectual.2 Si bien la diversidad de los objetos tratados le impuso cierto grado de eclecticismo, “conscientemente asumido” (p. 52), surge la inquietud de hasta qué punto el autor armoniza estos distintos enfoques.
Sebastian Conrad (2017) ha descripto la historia global como un enfoque específico que posee rasgos particulares que van más allá del “feliz matrimonio de las comparaciones y las conexiones” (p. 82), rasgo sostenido por una variedad de intentos recientes por comprender el pasado por fuera del marco del Estado-Nación. Con el fin de diferenciarla de la tradición de historia mundial, el autor enumera siete características, algunas de las cuales permiten evaluar la tentativa de Traverso (2022). Las historia globales actuales: 1. Experimentan con conceptos espaciales alternativos, sin partir de unidades políticas o culturares a priori, sino que siguen las preguntas de investigación y las prácticas de sus objetos de estudio; 2. Establecen relaciones, evidenciando que una unidad histórica (civilización, nación, familia, etc.) no se desarrolla en forma aislada, sino en interacción con otras, siendo su propia unidad el fruto de ese intercambio e interacción; 3. Participan de un “giro espacial” más amplio en las Humanidades por el que se otorga atención especial a la forma en la que individuos y sociedades interactúan entre sí, y no tanto a los cambios endógenos (pp. 81 y ss.).
Con base en estas y otras consideraciones, Conrad (2017) sostiene que las conexiones por sí solas no bastan para explicar la originalidad del enfoque histórico-global: es necesario incrustarlas en procesos de transformación estructural a escala global, de allí la importancia de la noción de “integración global”. Esta supone, en primer lugar, ir “más allá del simple estudio de la interconexión” para examinar la integración estructurada a gran escala, es decir, “recordar que a las conexiones globales anteceden condiciones que resulta necesario comprender de forma exhaustiva antes de confiar en lograr entender las conexiones en sí” (p. 88); y, en segundo lugar, abordar “el problema de la causación hasta llegar al nivel global” (p. 88).
Aunque Traverso (2022) procura desplegar una técnica benjaminiana de “trapero” (p. 52), por la que ordena y clasifica los elementos que se amontonan en su taller, los “recipientes” en donde, finalmente, los ubica siguen estando tan predefinidos como casi siempre. Se hace difícil visualizar la dimensión realmente global de la revolución moderna que estudia y si, efectivamente, las situaciones que describe y que analiza transcienden la constatación de transferencias y de interacciones. Es notorio cómo a lo largo del libro se reiteran, de manera preponderante, ciertas estaciones: 1789, 1848, 1871, 1917, 1936 y, con ellas, Francia, Alemania, Rusia/URSS, España, más allá de la aparición de China, Haití, México o Perú. No interesa tanto, aquí, inventariar los territorios ciertamente abordados por el autor –si bien llama la atención la virtual ausencia de los pueblos africanos– sino destacar la sensación de estar ante un montaje que pasa de nación en nación, incluso en el tratamiento de episodios tan significativos como la Comintern. De este modo, el abordaje parece más tradicional que el enfoque propuesto. Solo la consideración de algunas trayectorias globales –al decir de Bernd Hausberger (2006)– permite matizar este balance. Retomando a Benedict Anderson (2005), el análisis pareciera estar aún atrapado en la consideración de mónadas en su “serena belleza”, más que intentando captar, analizar y comprender su “movimiento perpetuo y frenético”.
La pregunta que queda en suspenso no es tanto si Traverso (2022) pudo o no pudo, y cómo, sino –incluso– si es posible pensar la revolución moderna más cerca del énfasis plural de Flora Tristán que de Karl Marx y Friedrich Engels.3 O si estamos ante la presencia de una aporía que excede al autor, que se sitúa en el interior mismo del dispositivo moderno de la revolución, y que impone la necesidad de pensar y de construir un concepto altermoderno de revolución. Si esto es así, entonces, incluso el gesto de recuperar un legado, una memoria revolucionaria para los nuevos movimientos anticapitalistas del presente, se vuelve más complejo de lo esperado.
Más allá de estas consideraciones, la obra aquí presentada ofrece la apertura a múltiples aspectos clave de la historiografía, la filosofía política y la teoría social moderna y contemporánea, y brinda a los/as lectores/as interesados/as en el campo de la historia intelectual, o en su propia actualización disciplinar, una sólida cantera de referencias y, con ella, el inicio de un diálogo fecundo.
Referencias
Anderson, B. (2005). Bajo tres banderas. Anarquismo e imaginación anticolonial. Akal.
Conrad, S. (2017). Historia global. Una nueva visión para el mundo actual. Crítica.
Hausberger, B. (Ed.). (2006). Globale Lebensläufe. Menschen als Akteure des weltgeschichtlichen Geschehen. Mandelbaum.
Marx, K. y Engels, F. (1848). Manifest der Kommunistischen Partei. Hirschfeld. https://www.digitale-sammlungen.de/en/view/bsb10859626
Tristan, F. (1844). Union ouvrière (2e édition, contenant un chant : La Marseillaise de l'atelier). Chez tous les libraires. https://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb31497162k
Notas