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LAS EVOCACIONES ARGENTINAS DE CARMEN AROLF, ENTRE LA HISTORIA Y LAS LEYENDAS

Rocío Macarena Llana
Universidad del Salvador, Argentina

Gramma

Universidad del Salvador, Argentina

ISSN: 1850-0153

ISSN-e: 1850-0161

Periodicidad: Bianual

núm. Esp.09, 2020

revista.gramma@usal.edu.ar

Recepción: 31 Marzo 2018

Aprobación: 24 Mayo 2018



Resumen: Carmen Arolf, seudónimo de Flora del Carmen García Black de Gómez Langenheim (1884-1976), fue una escritora originaria de Chascomús, provincia de Buenos Aires, Argentina. En este trabajo, abordaremos Evocaciones argentinas (1946). En esta compilación de veintidós relatos breves, se rescatan ciertos episodios de la historia nacional, en los que el narrador hace hincapié en los valores de la religión católica y el patriotismo. Carmen Arolf contribuye a la creación de lo que Nicolas Shumway denomina «ficciones orientadoras», a través de la fuerte axiología de sus narraciones. Las ficciones orientadoras son relatos que buscan crear o reforzar el sentimiento de unión de un país. Para ello, Arolf recupera leyendas tradicionales de varias etnias —collas, tehuelches, charrúas, quichuas, entre otras— y las combina con relatos historiográficos. Las notas al pie que acompañan estas narraciones dan cuenta de su base histórica real.

Palabras clave: Carmen Arolf, Ficciones Orientadoras, Evocaciones argentinas.

Abstract: Carmen Arolf, pseudonym of Flora del Carmen García Black de Gómez Lagenheim (1884-1976), was a writer born in Chascomús, Buenos Aires, Argentina. In this work we address Evocaciones argentinas (1946). In this compilation of twenty-two short stories the author recreates certain episodes of Argentinian history, reflecting the moral values of catholic religion and patriotism. Carmen Arolf contributes to the creation of what Nicolas Shumway calls guiding fictions with the strong axiology of her narratives. These guiding fictions are tales aimed to create or reinforce the feeling of union in a certain country. For this purpose, she recovers traditional legends of many ethnic groups —collas, tehuelches, charrúas, quichuas, among others— and combines them with historiographical accounts. The footnotes that go with these tales show their true historic base.

Keywords: Carmen Arolf, Guiding Fictions, Evocaciones argentinas.

Carmen Arolf, seudónimo de Flora del Carmen García Black de Gómez Langenheim[1] (1884-1976), fue una escritora originaria de Chascomús. Publicó artículos y relatos para La Nación, Caras y Caretas y Para ti. Su obra incluye relatos infantiles, como los de El hada del Famatina (1937); novelas sentimentales, como Ana Teresa (1935); trabajos historiográficos, como la Monografía del libertador Simón Bolívar (en el centenario de su muerte), y compilaciones de narrativa breve, como Haz de añoranzas (1936), Matices sureños (1936) y Evocaciones argentinas (1946).

En la última obra citada, recopila veintidós narraciones breves, sin una organización declarada, que aparecieron previamente en Matices sureños, Haz de añoranzas y El hada del Famatina. Carmen Arolf pretende echar luz sobre momentos y personajes poco transitados de la historia de nuestro país. Buenos Aires casi no figura como escenario de las narraciones. Los espacios más explorados aquí son los de la Patagonia, vista como «desierto»; el noroeste, sobre todo, Humahuaca; la región de Cuyo; las misiones jesuíticas o un paisaje indefinido, de estética romántica.

Para comenzar el análisis, debemos, en primer lugar, considerar su título. Se trata de «evocaciones» porque hablan de una realidad que ya no está presente en el tiempo de la enunciación: los pueblos originarios, las misiones evangelizadoras, la época de la colonia o la Argentina de las primeras décadas del siglo xix. Si tomamos en cuenta las tres definiciones que brinda el Diccionario de la lengua española (2014) de evocar —‘recordar’, ‘imaginar por asociación de ideas’, ‘llamar a los muertos’—, vemos que la palabra abarca el contenido de este libro, que trae a la memoria paisajes desaparecidos, se entronca con la tradición argentina precedente y recupera algunas figuras históricas elevadas a la categoría de próceres, ya fallecidas en aquel entonces.

La segunda palabra del título abre un horizonte de expectativas relativo a lo nacional, muy cercano a lo que Nicolas Shumway (2015) define como «ficciones orientadoras», necesarias e incluso positivas para explorar la identidad de un país: «Las ficciones orientadoras de las naciones no pueden ser probadas y […] suelen ser creaciones tan artificiales como ficciones literarias» (Shumway, 2015, p. 18). Su objetivo es crear un sentimiento comunitario, de identidad y de destino nacional común. Shumway también las llama mitologías nacionales al servicio del sentimiento nacionalista. En nuestro país, cuyo destino al comienzo estaba ligado al de España, las ficciones orientadoras fueron creadas por los intelectuales que «abordaron la tarea crucial de crear […] mitos de identidad nacional que pudieran reunificar países quebrados y quizás reducir la tendencia a una fragmentación mayor» (Shumway, 2015, p. 28).

El plano axiológico de Evocaciones argentinas es tan llamativo que podríamos considerar la mayoría de los relatos como didácticos o ejemplares, aunque no haya una moraleja explícita. Estos valores son el amor a la patria, la honestidad en el matrimonio, la fe entendida desde el catolicismo y la integración social, ya que se establece una dialéctica entre Buenos Aires y el resto del país en ciertos relatos, de los cuales el cuento «El colla Paichú» es un ejemplo. En esta historia, un colla contrae matrimonio con una joven porteña de clase alta; la madre de la novia tiene sus reparos, pero accede a la boda, aunque su círculo social mantiene la duda sobre si Paichú no le «habría echado mal de ojo» a su enamorada.

En cuanto a la religión, los misioneros de la Araucanía, como el padre Mascardi, son retratados como figuras heroicas. Sucede algo similar con todos los personajes que colocan los valores antes mencionados por encima de sus circunstancias personales, como una india que impide que dos hombres enamorados de ella se batan a duelo, en el cuento «La fe de Michua».

Las evocaciones de Carmen Arolf son pequeños cuadros que, muchas veces, no siguen la estructura tripartita típica de los cuentos ni presentan un conflicto. Esto obedece a las dos vertientes de su prosa: por un lado, las leyendas que recuperan la tradición oral de diversos pueblos, como los collas, los tehuelches, los pehuenches, los comechingones, los charrúas y los quichuas, y, por el otro, su trabajo con documentos históricos y con estrategias textuales verosimilizadoras, con el fin de iluminar a personajes secundarios y oscuros de la historiografía argentina.

Las leyendas se asocian estrechamente con el acto de narrar cuentos. Se trata de un hábito perdido en la ciudad, pero que, en el campo, mantiene vivas las tradiciones. Berta Vidal de Battini (1900) asocia estas historias con la infancia y comenta que los narradores que se dirigen al público infantil son los que mejor las transmiten, dado que la sencillez del lenguaje es fundamental. En el caso de Carmen Arolf, esto se verifica en El hada del Famatina, una novela corta para niños, que fue vista así por sus contemporáneos, quienes destacaron su didactismo. Esto consta en un apéndice en la edición consultada[2], en la que figuran numerosos elogios de miembros de la Academia Argentina de Letras y de medios reconocidos como La Nación.

Ya que nos referimos anteriormente a la construcción de una mitología nacional, debemos aclarar qué entendemos por «mitología nacional». Siguiendo a Mircea Eliade, el mito es una historia sagrada y verdadera que cuenta el advenimiento de una realidad gracias a la intervención de seres sobrenaturales (Eliade, 1978). Hemos dicho que Carmen Arolf recupera y reelabora leyendas tradicionales. Como género discursivo, la leyenda tiene cierto parentesco con el mito, en cuanto a que también es el relato de un origen. Según Susana Chertudi, «[l]as leyendas, […] a semejanza de los mitos, son consideradas verdaderas por el narrador y su auditorio, pero se ubican en un período considerado menos remoto, cuando el mundo era como es hoy» (1967, p. 10). No son infrecuentes los elementos de ubicación espacial y temporal en ellas. En la obra estudiada de Arolf, estos rasgos aparecen con claridad: por ejemplo, en la «Leyenda del Tronador», la acción se sitúa a mediados del siglo xv; y, en «La maga de Gualeguay», los hechos transcurren en septiembre de 1573. En otros casos, los datos temporales están consignados en el paratexto, como es el caso de la leyenda «La piedra milagrosa», extraída del diario de viajes de Francisco P. Moreno.

Rescatar leyendas implica recuperar la voz de los silenciados, es fundar o refundar una identidad, o, retomando a Shumway (2015), (re)crear los mitos nacionales. Para ello, Carmen Arolf sigue, además, otro camino: el trabajo sobre documentos históricos de la vida íntima o el estudio de la genealogía de los próceres. Por ejemplo, en «Un viaje a las islas Malvinas en 1830», la nota al pie pretende reproducir la primera acta de matrimonio civil en la Argentina, dado que, en Malvinas, no existían autoridades eclesiásticas. El documento parece oficial, pero las circunstancias están ficcionalizadas. La autora declara que el original está en manos de María Sáenz de Vernet, la esposa de Luis Vernet, gobernador de las islas. En su Diario (2016), Sáenz de Vernet reproduce la ceremonia del casamiento, pero los nombres de los novios son diferentes —Antonio y Marta, en vez de Gregorio y Victoria, los del diario— y las fechas también varían —25 de octubre de 1829 en lugar de 29 de mayo de 1830, la consignada por Sáenz de Vernet (2016)—[3].

«Un viaje a las islas Malvinas en 1830» está dentro de los cánones de la narrativa histórica de Walter Scott (Mata, 1995)[4]. El narrador, en primera persona —el único con estas características en todo el libro—, es un joven que viaja en barco a las islas por trabajo. Su padre es uno de los firmantes del documento; él es testigo de la boda y amigo de los novios. Es significativo que, en el libro, figure el espacio de las islas Malvinas. Esta preocupación por la integridad territorial del país forma parte de la ficción orientadora que consiste en el deseo de que la Argentina conserve las fronteras que había alcanzado en el Virreinato del Río de la Plata (Shumway, 2015).

En el cuento «Un naufragio en el estrecho de Magallanes en 1767», se relata la historia de cómo Manuel Moreno y Argumosa, el padre de Mariano Moreno, se estableció en el Río de la Plata. Esta narración, si bien histórica, también es la de un origen. La división que trazamos no puede ser de ningún modo tajante: historia y leyenda se entrelazan constantemente para moldear la noción de la identidad de los argentinos; así se crean las ficciones orientadoras. Esto es posible por el uso de la base histórica real en los cuentos y los paratextos, sobre todo, en las notas al pie. Ambas son una estrategia verosimilizadora utilizada en las novelas históricas (Mata, 1995). Roland Barthes afirma, sobre la relación entre historiografía y los hechos relatados, que «[…] el discurso histórico no concuerda con la realidad, lo único que hace es significarla» (Barthes, 1994, p. 175-176), y a esta situación la denominó «efecto de realidad». Nuestra autora lo crea al recurrir, como ya hemos visto, a los documentos, pero también lo hace al citar sus fuentes en las notas al pie, como en el relato «El padre Mascardi y la Tribu de Tancún», donde, además, ficcionaliza a un jesuita de existencia comprobada por los documentos históricos. Las notas al pie también aclaran el sentido de algún término indígena, o sus costumbres o creencias, como se comprueba en el cuento «La rosa de Payubré».

Otro recurso que emparenta a Carmen Arolf con la narrativa histórica tradicional es la presentación de personajes históricos marginales, pero, a la vez, relevantes, como un engranaje pequeño en un sistema mayor (Mata, 1995). Es el caso de «El baqueano Ñancú», un anciano ciego de ochenta años, quien le dio a las mulas que cruzaron los Andes con José de San Martín una hierba llamada pay pay para evitar que comieran quembo, una planta venenosa. Su servicio como baqueano fue valorado por el Gobierno, que le ofreció un reconocimiento económico, pero él lo rechazó. El narrador comenta que «murió ignorado, allá por los valles del Atuel» (Arolf, 1947, p. 100); por eso recordarlo a través de la literatura se convierte en un gesto de justicia poética. La fuente de esta narración es el jesuita Tomás Falkner (1702-1784), como indica el paratexto. El baqueano es un modelo de virtud; su retrato busca destacar la importancia de la cooperación para que el país no pierda unidad.

A continuación, estudiaremos cómo, en un relato, pueden confluir todas estas vertientes que buscan la construcción de una identidad nacional. Para ello, resulta muy significativo el primer cuadro de Evocaciones argentinas, ya que podría ser una síntesis del contenido de la obra en su totalidad; se titula «El nazareno de Humahuaca» y es la historia de por qué una estatua de Jesús en una iglesia de Jujuy tiene un poncho rojo, tejido por una india de etnia desconocida, llamada Nicha. Esta narración puede ser considerada una leyenda, el relato de un origen, y tiene como protagonistas a personajes que no han trascendido en la historia.

El presente del enunciado se ubica en una fecha precisa, 1820. A través del paratexto, asistimos a las descripciones de la estatua del nazareno —una estrategia verosimilizadora— y de los rituales necesarios para el matrimonio, explicados por el narrador: la novia tejía un poncho rojo y se lo entregaba a su futuro marido. En el caso de que este muriera, aquella debía enterrar la prenda. Por medio de una analepsis, sabemos que Nicha había preparado el poncho para casarse con Cachy, quien no se presenta en el día fijado para su boda. Tres años más tarde, ella se entera, por voz de un anciano, que «el indio, respondiendo al sentimiento patrio que abrigaba su espíritu, corrió a engrosar las filas de los jujeños que se aprestaban para defender la ciudad de Jujuy contra las fuerzas del general español Olañeta» (Arolf, 1947, p. 6) y que murió a causa de las heridas recibidas, en 1817.

Nicha, al escuchar esto, no se siente traicionada —ella comparte la escala de valores de su prometido— y desentierra el poncho para ofrecérselo a la estatua de Jesús. Este gesto revela el sincretismo y la primacía del culto católico, la religión nacional, universal, por sobre la religión indígena, particular. Los pueblos originarios son asimilados y abandonan sus costumbres[5]; la cultura de la civilización sarmientina devora a la barbarie. Pero también asistimos a un ideal en el que las desgracias privadas quedan relegadas al bien público: la nación. En el relato se presentan dos sacrificios: el de Cachy, que muere peleando por la Independencia, el origen de la patria, y el de su novia, con su ofrenda religiosa. Aquí se combinan la leyenda, la base histórica real y la axiología unificadora que construye la idea de nación argentina.

En todas las evocaciones que hemos mencionado, se descubre la ficción orientadora de una identidad argentina unida bajo los valores de la religión católica y el patriotismo. La obra de Carmen Arolf refleja el deseo de integración del país una vez finalizado el período inmigratorio desde Europa, frente a los cambios que se estaban produciendo en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Estas narraciones, sin duda, habrán iluminado y consolado a la Argentina de la década de 1930, herida por sus crisis.

Referencias Bibliográficas

Arolf, C. (1947). Evocaciones argentinas. Buenos Aires: Ferrari Hermanos.

Barthes, R. (1994) El discurso de la historia. En El susurro del lenguaje: más allá de la palabra y la escritura (pp. 163-177.). Buenos Aires: Paidós.

Chertudi, S. (1967). El cuento folclórico. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Eliade, M. (1978). Mito y realidad. Barcelona: Guadarrama.

Retrospectiva sobre la evolución de la novela histórica. En Spang, K, Arellano, I. y Mata C. (comps.). La novela histórica: Teoría y comentarios (pp. 13-64). Navarra: Ediciones Universidad de Navarra.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014). «Evocar». Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa. Recuperado el 30 de agosto de 2017, desde http://dle.rae.es/?id=H9sydqn el 30 de agosto de 2017

Sáenz de Vernet, M. (2016). Diario de María Sáenz de Vernet en Malvinas. Buenos Aires: Punto de Encuentro.

Shumway, N. (2015). La invención de la Argentina: Historia de una idea (Aira, C., trad.). Buenos Aires: Planeta.

Vidal de Battini, B. (1900). Cuentos y leyendas populares de la Argentina (t. i). Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Recuperado el 30 de agosto de 2017, desde http://www.cervantesvirtual.com/obra/cuentos-y-leyendas-populares-de-la-argentina-tomo-i--0/

Notas

* Licenciada en Letras por la Universidad del Salvador. Integrante del grupo de investigación Ediciones críticas de Literatura Argentina siglo xix. Trabajo avalado por la Dra. Marina L. Guidotti. Correo electrónico: rociomllana@gmail.com
[1] Nótese que su seudónimo surge de la anástrofe de sus dos nombres y, a la vez, de la escritura inversa del segundo de ellos (Flora del Carmen, Carmen Flora; Flora, Arolf).
[2] La edición consultada, que figura en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y de donde provienen todas las citas, está consignada en las referencias bibliográficas.
[3] En futuras investigaciones, buscaremos una posible explicación para estas variantes.
[4] Walter Scott (1771-1832) es considerado el padre de la novela histórica. Algunas de sus obras más famosas son Waverley (1814) e Ivanhoe (1820). Su estilo se basó principalmente en la exactitud y en la minuciosidad en la descripción del uso y de la costumbre del tiempo pretérito. El pasado es mostrado como prehistoria del presente. La historia se ve a través de los individuos. Uno de los recursos más típicos es el empleo de personajes ficticios, pero verosímiles, en contextos históricos definidos con precisión.
[5] Si bien podría objetarse que las costumbres indígenas son respetadas, en un principio, porque Nicha entierra el poncho, ella lleva a cabo esta acción antes de saber el motivo de la muerte de su prometido. Una vez que se produce la anagnórisis, Nicha desentierra la prenda; esto representaría su abandono de los mandatos anteriores y su subordinación a las costumbres nacionales, la religión católica y el patriotismo.
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